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Jaime Ordoñez
Luis Carlos Olivares
1
RESUMEN ........................................................................................................................................3
INTRODUCCION .............................................................................................................................4
SECCION PRIMERA. .......................................................................................................................5
¿ES LA DESIGUALDAD UN PROBLEMA DE DDHH? ................................................................5
SECCIÓN SEGUNDA.....................................................................................................................16
EL PECADO ORIGINAL: UN SISTEMA TRIBUTARIO REGRESIVO ......................................16
SECCION TERCERA .....................................................................................................................20
EL MAPA DE LA DESIGUALDAD: ¿DÓNDE ESTAN LOS PROBLEMAS Y COMO
CORREGIRLOS? ............................................................................................................................20
SECCIÓN CUARTA. ......................................................................................................................28
RELEVANCIA DE LAS BRECHAS ESTRUCTURALES PARA LA DISMINUCION DE LOS
PATRONES DE DESIGUALDAD..................................................................................................28
SECCIÓN QUINTA. .......................................................................................................................29
DESIGUALDAD, BRECHA DE GENERO EN LA EDUCACIÓN, DEGRADACIÓN
AMBIENTAL Y BRECHAS ESTRUCTURALES. ........................................................................29
CONCLUSIÓN. ...............................................................................................................................32
BIBLIOGRAFÍA. ............................................................................................................................35
2
RESUMEN
Ocho países de latinoamericanos se encontraron en el año 2016 entre los más desiguales del
planeta (Taking on Inequality, World Bank, 2016, Alvaredo, Chancel, Piketty, Saenz,
Sucman). Este hecho se confirmó en el mismo informe del 2018-2019. Desde hace varios
lustros, América Latina es la región más desigual del planeta. Adicionalmente, la pandemia
del COVID-19 está generando efectos devastadores, agudizando aún más este hecho, lo
cual se traduce en erosión de los Derechos Humanos en la región latinoamericana.
En la sección cuarta trata los problemas estructurales que enquistan los patrones de
desigualdad, con especial atención sobre la incidencia de la pobreza y concentración y la
baja productividad, como condicionante del mercado laboral. En la quinta sección se
revisan las determinantes de la brecha de género en educación, en lo tocante a la
permanencia de la desigualdad, así como la degradación ambiental y otras brechas
estructurales.
La tesis esencial—y que se busca demostrar en este artículo-- es que la desigualdad genera
fracturas estructurales en la capacidad del Estado para lograr la equidad en la distribución
de la riqueza y la aplicabilidad y vigencia de los derechos económicos sociales y culturales.
Ello trasgrede el artículo 26 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, del 22
de noviembre de 1969; Capítulo VII (artículos 30 al 52 de la Carta de la Organización de
los Estados Americanos (OEA) y, fundamentalmente, el Protocolo Adicional a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales ( Protocolo de San Salvador), del 17 de noviembre de 1988.
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INTRODUCCION
Ya antes del estallido de la pandemia COVID-19, América Latina era la región más
desigual del planeta. Según el Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas
del PNUD 2019, la región superaba, incluso, al África subsahariana en inequidad en la
distribución de la riqueza. Ocho países de latinoamericanos se encontraron en el
año 2016 entre los más desiguales del planeta (Taking on Inequality, World Bank,
2016, Alvaredo, Chancel, Piketty, Saenz, Sucman), a saber, Haití, Honduras, Colombia.
Brasil, Panamá, Chile, Costa Rica y México, siendo acompañados únicamente de Suráfrica
y Rwanda, como las naciones más inequitativas del mundo. Un ranking vergonzoso para un
continente de ingentes recursos naturales y con bolsones de riqueza enormes concentrados
en pocas manos. De acuerdo al Informe OXFAM (Londres, enero 2020), en América
Latina un 20% de la población concentra el 83% de la riqueza.
Los datos de la inequidad estructural están allí. Nueve de cada diez viviendas en América
Latina son de baja calidad, más del 75% de la región reside en zonas urbanas. Según
proyecciones del Banco Interamericano de Desarrollo, en su informe “BID vivienda: ¿Qué
viene? De pensar la unidad a construir la ciudad”, de noviembre de 2018, América Latina
es la segunda región más urbanizada del mundo, existen alrededor de 242 ciudades de
menos de dos millones de habitantes cada una, con un crecimiento poblacional mayor que
el de los países. Detrás de este hecho, se encuentra una migración campo-ciudad, masiva,
inorgánica y profundamente dañina para las sociedades. Cientos de miles de campesinos
latinoamericanos abandonan el campo y la vocación agrícola, expulsados hacia un mundo
urbano de segregación y pobreza, donde crecen las villas miserias, los fabelados y los
tugurios, apostando a la informalidad laboral, a empleos de baja calidad y marginalización
humana, educativa y económica.
Dos de los casos más gravemente representativos se observan en Haití, donde un 68% de
las personas vive bajo la línea de la pobreza y solo un pequeño segmento de la población en
todo el país tiene capacidad crediticia para acceder al crédito de vivienda. En Nicaragua
persiste un problema de diferencial cambiario, dado que la mayoría de los ingresos de las
personas son en córdobas, pero el financiamiento disponible está denominado en dólares, lo
cual encarece el acceso a la tenencia de vivienda de calidad.
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Esta triste coyuntura ha servido para confirmar, una vez más, las condiciones estructurales
que promueven la desigualdad en la región. Los desafíos circunstanciales se ven agravados
por los obstáculos estructurales de América Latina para lograr un verdadero desarrollo
sostenible, incluyendo baja productividad, altos niveles de desigualdad y exclusión social.
Las cargas fiscales y los mecanismos existentes de redistribución y gasto social, parecen
tener muy poca incidencia en la capacidad redistributiva del sistema en general, al mostrar
índices bajos en la brecha fiscal y en el gasto social como porcentaje del PIB. El ya de por
si profundo patrón de crecimiento de la desigualdad regional aunado a la aceleración en
perjuicio producto de la pandemia, pone de manifiesto un reto para los formadores de
política pública y los gobiernos, que radica en la visibilizarían de las brechas (horizontales)
entre los diversos grupos poblacionales. Esto es relevante porque al observar las
disimilitudes de los datos en función las características sociodemográficas
principales. Es imprescindible, entonces, definir políticas que reduzcan las brechas y
reproducen los patrones de desigualdad, aparejado a un componente de aumento en la
productividad per cápita.
SECCION PRIMERA.
¿ES LA DESIGUALDAD UN PROBLEMA DE DDHH?
________________________________________________________________________________
La hipótesis esencial de este trabajo es que la desigualdad es un problema para los DDHH,
y que atenta contra los pactos democráticos de la región, por cuatro razones
fundamentales:
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a. La desigualdad erosiona, debilita o impide las políticas públicas universales
que hacen posible los DDHH en salud, pública, educación, vivienda y acceso al
trabajo. Generalmente, la desigualdad se acompaña de políticas tributarias débiles
o regresivas que afectan la capacidad hacendaria para hacer inversión público
social. Hay un común denominador en los países con alto índices de desigualdad:
la seguridad social y la educación pública universal es débil, fue erosionada o
desmantelada. En los 10 países arriba mencionados, las políticas públicas
universales que garantizan DDHH, o fueron históricamente muy débiles o casi
inexistentes (Haití, Honduras, Rawnda, Suráfrica), han sufrido un fuerte deterioro
(México, Panamá, Brasil, Colombia, Chile) o presentan otros casos particulares
(Costa Rica), país que explica su alta desigualdad por factores distintos, que se
detallan posteriormente.
¿Estos cuatro factores se están presentando en América Latina? Todo parece indicar que
las consecuencias económicas de la crisis económica producida por el COVID-19
perpetuarán y profundizarán los esquemas de desigualdad endémicos de la región
latinoamericana. El bajo o nulo crecimiento económico que la región
experimenta desde marzo 2020, dentro de un escenario de acusada contracción económica
global que venía desde los últimos tres años, ha servido para agravar aún más el modelo
económico profundamente inequitativo (tanto en perspectiva vertical como horizontal).
¿La trasgresión o lesión indicados en estos cuatro factores representan una violación a los
DDHH y un peligro para el pacto democrático de la región? Si. La tesis esencial de este
artículo es que la desigualdad genera fracturas estructurales en la capacidad del Estado para
lograr la equidad en la distribución de la riqueza y la aplicabilidad y vigencia de los
derechos económicos sociales y culturales. Ello trasgrede el artículo 26 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, del 22 de noviembre de 1969; Capítulo VII (artículos
30 al 52 de la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y,
fundamentalmente, el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos
Humanos en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales ( Protocolo de San
Salvador), del 17 de noviembre de 1988.
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1.1.1. Desigualdad y vulneración al DH a la educación. La acusada desigualdad en la
región se expresa en rendimientos deficitarios en varios ámbitos. En el educativo, el
resultado histórico ha sido alarmante. Por ejemplo, en los INDICES DE
ESCOLARIDAD REAL (relación de estudiantes ingresados en escuela primaria vs
estudiantes graduados en escuela secundaria), la región latinoamericana evidencia
índices pobres, muy lejos de los de la OCDE.
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GRÁFICO N.1. Conclusión de la educación secundaria de la Región
Latinoamericana, según los tramos de edad.
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GRÁFICO N.2. Puntajes promedio de PISA para matemática y ciencias (2018)
Como indica el Banco Mundial, analizando el resultado de las pruebas PISA 2018
en América Latina, “las brechas en los aprendizajes entre los estudiantes de
entornos más y menos favorecidos son muy grandes. Por ejemplo, en Uruguay y
Brasil, los estudiantes de los entornos más desfavorecidos están, en promedio,
cuatro años de educación por detrás de aquellos de entornos más favorecidos. Al
mismo tiempo, el dos por ciento de los mejores estudiantes en estos dos países logra
resultados iguales a los que obtienen el nueve por ciento de los mejores estudiantes
en los países de la OCDE. La reducción de las desigualdades en los sistemas
educativos es fundamental para abordar los grandes niveles de desigualdad en
ingresos observados en la región, que retrasan significativamente el
crecimiento económico de largo plazo y la reducción de la pobreza” (Di Gropello et.
Al, 2019)
10
El promedio del gasto corriente de la OCDE en salud per cápita para el año 2017 era
unas cuatro veces mayor que el de los países de LAC (USD PPA 3.994 vs 1.025). El
gasto en salud per cápita varía entre 83 dólares internacionales en Haití hasta los
2.484 dólares internacionales de Cuba.
El gasto corriente en salud representó el 6,6% del PIB en la región de LAC en 2017,
lo que supone un aumento de alrededor de 0,09 puntos porcentuales con respecto al
2010. Los países de la OCDE promediaron un gasto corriente en salud del 8,8% del
PIB en 2018. Este indicador varió desde el 1,1% en Venezuela hasta el 11,7% en
Cuba y el 9,2% en Uruguay. En general, cuanto más rico es un país, más gasta en
salud. Entre 2010 y 2017, la proporción de la salud en relación con el PIB
disminuyó casi 6 puntos porcentuales en Venezuela, mientras que aumentó más de 2
puntos porcentuales en Paraguay y Chile.
El gasto representado por el gasto público general en salud (que abarca el gasto
público y los fondos vinculados a seguros de salud obligatorios) como porcentaje
del PIB en el año 2017 y su tendencia en el período 201017. Los países con la
mayor proporción son Cuba (10,5%), Argentina (6,6%), Uruguay (6,6 %), y Costa
Rica (5,7%). Los países con el porcentaje más bajo son Venezuela y Haití, con 0,2 y
1%, los dos únicos que están por debajo de un 2% en la región y muy por debajo del
promedio de LAC de 3,7%.
El estudio comparado del coeficiente Gini en los países con alta desigualdad evidencia una
alta concentración del ingreso en el quintil superior, y un débil acomodo del ingreso en el
cuarto, tercero y segundo, quintil, donde se representan las clases medias, claves de la
robustez del sistema democrático. Los estudios más recientes demuestran que en América
Latina el 20% superior (primer quintil) concentra el 83% del ingreso, los cual supone una
creciente evaporación de las clases medias como cintura social y democrática.
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GRÁFICO N.3. Evolución de autoafiliación de clases en América Latina.
Fuente: Elaborado por (Guemez & L. Paramio, 2019), con base en los datos de Latinobarómetro
El grafico de arriba, elaborado por Guemez y Paramio (Guemez & L. Paramio, Madrid,
2019), demuestra este fenómeno en el caso argentino, el cual parece una constante en la
región. No únicamente el deterioro objetivo (socioeconómico de las clases medias, a
partir del comparativo del Gini en la región) sino, además, la percepción de ese hecho por
los propios sujetos sociales: las clases medias.
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1.3. Tercera Hipótesis: La desigualdad genera una sociedad de estamentos
cerrados (clusters), con bolsones simultáneos de riqueza y pobreza, lo cual
impide el intercambio horizontal de las personas en el ámbito comercial, civil o
humano, clave de una sociedad democrática.
Por ejemplo, el concepto de “salud pública se sustituye por el sistemas de salud privados o
fragmentados para el quintil superior, incluido quizá el cuarto quintil; dejando la
“seguridad social” como “hospitales para los pobres” y sectores más marginados.
Igualmente sucede cuando se rompe el pacto de la “educación pública universal”
, creándose sistemas educativos privados para determinados segmentos o clases sociales. Se
rompe el gran valor de crisol o “melting pot” que la educación pública universal ha tenido
como mecanismo de ascenso social, de creación de clases medias y de nivelación social
durante el último siglo en todo el planeta.
La idea de la democracia moderna supone esperanza, movilidad social, que el trabajo sea
retribuido con beneficios y progresos en el espectro social. La desigualdad estructural,
como la que se presenta hoy en varias sociedades de América Latina, supone una sociedad
estancada, dividida en jerarquías o estamentos económicos. El trabajo no garantiza avance
ni retribución social y los esquemas de desigualdad crean una sociedad estamentaria. El
descenso acusado de apoyo a la democracia como sistema de gobierno en América Latina
registrado por el Latinobarómetro en las última década y media evidencia que la
desigualdad estructural es, además, caldo de cultivo para el desencanto, la violencia y la
fractura democrático. La aparición de los “outsiders” y gobiernos autoritarios nacen,
justamente, del caldo de cultivo de la frustración democrática.
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Costa Rica, Brasil y Venezuela, todos países que tuvieron elecciones presidenciales en
2018.
Las desigualdades son más tolerables cuando las sociedades son más homogéneamente
pobres, sin embargo, cuando hay movilidad social y económica, los que se quedan atrás
tienen más motivo para protestar por la discriminación que produce el desarrollo y la mala
distribución del progreso. Estos datos están confirmados por muchos otros en este mismo
informe, respecto del estancamiento de los que se quedan atrás.
Desde 2014 en que alcanzó 30% ha disminuido seis puntos porcentuales llegando a 24% en
2018. Desde su punto más alto en 2006 ha disminuido 12 puntos porcentuales. Hay quince
países de la región donde el poder judicial no alcanza a tener la confianza ni de un tercio de
la población. Los países que menos confían son, El Salvador 14%, Nicaragua 15% y Perú
16%, le sigue Venezuela con 18%. Los países que más confían en el poder judicial son
Costa Rica 49%, Uruguay 39% y Brasil 33%
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SECCIÓN SEGUNDA
EL PECADO ORIGINAL: UN SISTEMA TRIBUTARIO REGRESIVO
______________________________________________________________________________
En el último lustro, la brecha fiscal en América Latina fue de 22.8% como porcentaje de la
productividad total, en promedio, mientras que el promedio de la OCDE fue de 34.3%. El
gasto social también fue inferior: en América Latina representó exactamente un 14.1%,
comparado con el 34.0%, como porcentaje del PIB, que mostró OCDE. Lo cual implica que
las cargas fiscales parecen tener muy poca incidencia en la capacidad redistributiva del
sistema en general, al mostrar índices bajos en la brecha fiscal y en el gasto social como
porcentaje del PIB.
34,3
22,8
Fuente: Elaborado por el autor con datos de la Base de Datos de las Encuestas de los Hogares (BADEHOG) de la CEPAL.
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GRÁFICO N. 5. Desigualdad en América Latina
Medida por el índice Gini
0,7
0,6
0,5
0,4
0,3
0,2
0,1
Fuente: Elaborado por el autor con datos de la Base de Datos de las Encuestas de los Hogares (BADEHOG) de la CEPAL.
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GRÁFICO N.6. Incidencia de los sistemas Tributarios
en la redistribución del ingreso
0,5
0,47 0,47
0,3
Fuente: Elaborado por el autor con datos de la Base de Datos de las Encuestas de los Hogares (BADEHOG) de la CEPAL.
Por ejemplo, con relación al impuesto sobre la renta, el promedio de la tasa de evasión es
de 51,4%; Ecuador y Guatemala presentan las mayores tasas de evasión (un 63,8% y un
63,7%, respectivamente) y El Salvador la menor (45,3%). El impuesto a la renta de las
sociedades del 28,7%, muy inferior a la encontrada en los países de América Latina
(54,2%). En tanto, la estimación de la evasión del Impuesto sobre la renta a las personas
físicas es del 33%, en promedio, para 14 países de europeos y del 46,8% para los países de
la región.
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GRÁFICO N.7. Coeficiente de Gini
2019 (o año disponible más reciente)
Antes de transferencias e impuestos Despúes de transferencias e impuestos
0,529
0,491 0,493
0,487
0,478
0,466 0,469
0,461
Fuente: Elaborado por el autor con datos de la Base de Datos de Ingresos de la OCDE.
Excluyendo, inclusive, el impacto de esa infravaloración del 1%--es decir usando una
medición basada en la metodología de comparación por percentiles-- la desigualdad se
exacerba como resultado de la concentración de la riqueza en el quintil superior. Dos de los
ejemplos más claros son Brasil y Chile, países que, concomitantemente, han experimentado
un proceso de deterioro de sus indicadores de equidad. El índice Gini, de los percentiles 1-
100, es decir no ajustado, para Brasil y Chile respectivamente es de 0.452 y 0.450, pero si
este indicador se ajusta para excluir el percentil 100, que acumula gran parte de la riqueza y
el ingreso, la desigualdad se profundiza, tan es así que para Brasil asciende a 0.607 y para
Chile a 0.580, según datos de la Base de Datos de las Encuestas de los Hogares
(BADEHOG) de la CEPAL.
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SECCION TERCERA
EL MAPA DE LA DESIGUALDAD: ¿DÓNDE ESTAN LOS PROBLEMAS Y
COMO CORREGIRLOS?
________________________________________________________________________________
Pero nada de eso comportaría un criterio de realidad sin un efectivo sistema impositivo que
actúe como relocalizador de la riqueza producida en un período determinado, es decir si no
se tiene un nivel adecuado de inversión social. Si comparamos los niveles de gasto social y
la incidencia de los impuestos en la reducción de los esquemas de desigualdad
(“tax burden” o la cantidad total de impuestos pagada por un grupo particular de individuos
o industrias, en comparación con sus pares), los niveles persisten y son muy inferiores, por
ejemplo, a lo exhibido por países de la OCDE.
En América Latina, sin embargo, la desigualdad de los ingresos está marcada por la
dispersión de los ingresos del mercado laboral, las rentas de capital, las transferencias
privadas y otras fuentes homólogas. Si se tiene en cuenta el concepto de ingreso disponible
extendido, los países latinoamericanos registran una disminución de la desigualdad vía
transferencias públicas en especie que es mayor a la obtenida a través de las transferencias
públicas en efectivo y los impuestos directos (CEPAL-IEF, 2014, p.46).
20
3.2. La exclusión como corolario de la desigualdad.
6000,0
50
5000,0
40
4000,0
30 PIB
3000,0
Pobreza
20
2000,0
10
1000,0
0,0 0
Fuente: Elaborado por el autor con datos de la Base de Datos de las Encuestas de los Hogares (BADEHOG) de la CEPAL.
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Aun cuando la capacidad productiva de cada de los individuos comporte un patrón
ascendente, esto no es una condición necesaria para el mejoramiento del nivel de vida de
las personas, aun cuando sí tenga relativa incidencia en los niveles de pobreza. Lo cierto es
que el aumento de la productividad es una condición necesaria, mas no suficiente para la
reversión de los esquemas de desigualdad y pobreza. Así coincide la Comisión Económica
para América Latina, en su informe de 2017:
22
TABLA N°1. Niveles de pobreza actuales
e incidencia de la pandemia, proyecciones
Pobreza Extrema Pobreza
2019 2020 (proyección) 2019 2020 (proyección)
Fuente: Elaborado por el autor con datos de la Base de Datos de las Encuestas de los Hogares (BADEHOG) de la CEPAL, proyecciones
ajustadas.
1. En razón del área geográfica: Un aumento de la pobreza rural, que alcanza niveles
de 45.2% en la tasa de pobreza y 20.0% en pobreza extrema.
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del esquema de desigualdad producto de la pandemia, es el grupo de los hogares
monoparentales de jefatura femenina.
3. Por rango etario: la pobreza de los niños, niñas y adolescentes enfrentará uno de los
patrones de crecimiento más dramáticos, porque aumentará a niveles de 46.2%
Estas variables, coincide la literatura económica (ver González y Martner, 2012 y Cornia,
2013), son los determinantes fundamentales y constitutivas de la matriz social de la
desigualdad, sobre todo en América Latina.
“Lo que les da a estos ejes el poder de estructurar las desigualdades sociales es su
peso constitutivo y determinante en el proceso de producción y reproducción social
relaciones y experiencias de las personas; o, en otras palabras, su impacto en la
profundidad de desigualdades y su reproducción en diferentes áreas de desarrollo y
ejercicio de derechos. Esto no es para ignorar la existencia de otras dimensiones de
desigualdad social que debe considerarse tanto en el análisis de las brechas
persistentes en las sociedades latinoamericanas y en la formulación de políticas
relacionadas, como las relacionadas con la discapacidad, migración, orientación
sexual e identidad de género” (CEPAL, 2017, p.27).
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La consolidación en varios períodos temporales, coincide la mayor parte de la literatura
económica, de la desocupación, influye fuertemente en la determinación de
experiencias transtemporales de pobreza recurrente. En otras palabras, los grupos más
vulnerables que padecen de desocupación en varios períodos de forma consistente, tienen
una propensión fáctica casi absoluta a sufrir de recurrencia en períodos subsecuentes.
Las brechas de oportunidades creadas por segmentaciones artificiosas del mercado laboral,
tienen un impacto directo y negativo en la formación una población ocupada mejor
remunerada, así como también ocurre en la periferia, lo cual explica en gran medida la
distribución de la pobreza recurrente. Pero no solo eso, sino que en razón de la presión que
permea el mercado laboral en la economía regional (altamente informalizado y precario, en
la región existe una alta proporción de empleos informales -un 53,1% en 2016, según la
Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2018)-. En 2018 solo el 47,4% de los
ocupados aportaba al sistema de pensiones y más de 20% de los ocupados vivía en la
pobreza.
Las mujeres, las jóvenes, los indígenas, los afrodescendientes y los migrantes están
sobrerrepresentados entre los trabajadores informales), la dependencia económica está
recibiendo parte de esta presión: tiende a haber una distribución del ingreso más desigual en
países donde existe una alta tasa de dependencia económica de niños y niñas con respecto a
sus mayores o de adultos mayores con respecto a sus encargados en edad productiva, como
es el caso de Bolivia, El Salvador, Guatemala, México y Honduras.
Por eso es importante reafirmar y subrayar la relevancia que tienen las políticas públicas de
favorecimiento de las oportunidades a los jóvenes, porque tienen un gran
impacto correlacional sobre la disminución de los niveles de desigualdad estructural, en
virtud de la construcción de capacidades humanas.
La juventud temprana es una etapa etaria de suma relevancia tanto para la aplicación como
para la reducción de los patrones de desigualdad “especialmente en relación con una
transición exitosa a la vida laboral, que puede servir, desde el principio, como un camino
hacia un mayor bienestar y una reducción de la desigualdad” (CEPAL, 2017, p.39). Esto
implica realizar un golpe de timón, para que las políticas públicas de combate a la pobreza
y desigualdad comporten de manera transversal un criterio basado en el cumplimiento y
garantía de los derechos humanos, como menciona Sepúlveda (2014), esto supone que el
financiamiento mismo y el encauzamiento de los recursos públicos deba localizarse en
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torno de aquellas políticas públicas que posean un carácter basado en las nuevas fronteras
de ciudadanía social y la igualdad (como menciona Cecchini et. Al (2015)).
Una aproximación a esto, tiene que ver con la necesidad de atender desde las demandas
tempranas, hasta las más tardías (relacionadas con la educación secundaria). En la región
persisten vacíos y disimilitudes que promueven resultados de acceso a las oportunidades
muy diferentes tanto inter como intrarregionalmente, asociados con el bienestar de los
menores, medido (por ejemplo) por los porcentajes de la mortalidad infantil:
Fuente: Panorama Social de América Latina, 2016: Resumen (LC/PUB.2017/12-P), Santiago, 2017.
En este sentido, habida cuenta de las necesidades flagrantes de los sectores más
vulnerables, exhibidos de manera desagregada, las líneas de trabajo en la formación de
políticas públicas no pueden ser otras que aquellas conducentes y que den relevancia
expedita para el aseguramiento real y efectivo de la garantía de acceso a los servicios de
salud, particularmente a nivel periférico en cada uno de los países, con especial atención a
las poblaciones usualmente excluidas como la población LGTBI+, afrodescendientes,
poblaciones indígenas y en perspectiva de género. Para ello debe existir una dotación más
determinada de capital de trabajo, en conjunto con evaluaciones permanentes sobre el uso
de recursos, en especial en tema salud, dado que en buena medida de ello depende la
sostenibilidad demográfica y socioeconómica de la estructura productiva en el mediano
plazo en la región.
26
Esto conduce a una coyuntura deficitaria a propósito del acceso a los derechos y
oportunidades: más de la mitad de la población adulta (52%), según datos de BADEHOG,
de CEPAL, no había completado 12 años de estudio en el año 2017. Esto guarda estrecha
relación con el acápite inmediatamente antecedente, dado que uno de los criterios de
perpetuación de las condiciones de pérdida de oportunidades de los menores se vincula al
bajo logro educativo de los padres.
No contar con educación secundaria es una barrera para una inserción laboral formal, de
calidad y con acceso a la seguridad social, lo cual condiciona los patrones de logro
educativo para sus hijos y promueve el anquilosamiento y refuerzo de los esquemas de
desigualdad estructural.
La importancia relativa sobre el tratamiento de las pensiones difiere entre los diversos
países de la región, por ejemplo, de acuerdo con Lusting (2013), los datos de las pensiones
no contributivas como porcentaje del PIB alcanzaban en Argentina 2,9% del PIB, en
Bolivia 1,4%, en Brasil 2,8%, México 0,2%; Paraguay 0,1% y Uruguay 0,5% mientras que
las pensiones contributivas llegan a 7,2% del PIB en Argentina, en Bolivia a 3,5%, Brasil
9,1%, México 3,7%, Paraguay 1,3%, Perú 0,9% y Uruguay 8.7%.
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SECCIÓN CUARTA.
RELEVANCIA DE LAS BRECHAS ESTRUCTURALES PARA LA DISMINUCION
DE LOS PATRONES DE DESIGUALDAD
____________________________________________________________________________
El factor externo debe tenerse en cuenta para la revisión del condicionante macro. Las
posibilidades del desarrollo dependen en buena medida de las estructuras regionales, cuyas
dinámicas afectan tienen afectación directa sobre el desempeño doméstico de los países.
Los elementos más relevantes son a) La baja productividad, b) La pobreza regional, c) La
brecha de género, d) la degradación ambiental y las e) brechas estructurales.
En comparación con otras regiones como la asiática, el progreso material ha sido mucho
más lento en la región de América Latina. La brecha de productividad con respecto al
mundo desarrollado no ha disminuido significativamente.
Visto por el índice de complejidad (diversidad-ubicuidad), muestra que los países no están
captando en sus mercados laborales, nuevas ramas de productividad, y que el grado de
sofisticación continúa siendo frugal.
“La mejora de las condiciones materiales de vida en América Latina entre 2002 y
2014 es evidente, mas no constante y sostenible. El porcentaje que vivía en o era
vulnerable a la pobreza extrema fue reducido a la mitad durante ese período. El
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número que vive o es vulnerable a la pobreza también disminuyó, aunque en menor
medida (casi seis puntos porcentuales), y el porcentaje de la población no en riesgo
aumentó. Sin embargo, el porcentaje que era vulnerable a la pobreza (17%) se
mantuvo relativamente estable. El hecho de que un porcentaje significativo de la
población está cerca de la línea de pobreza y es altamente vulnerable a regresar a la
pobreza en caso de una ligera caída en sus ingresos Debería hacer sonar las alarmas
en un momento en que las condiciones económicas en la región son menos
auspiciosas” (CEPAL, 2016, p.120).
SECCIÓN QUINTA.
DESIGUALDAD, BRECHA DE GENERO EN LA EDUCACIÓN, DEGRADACIÓN
AMBIENTAL Y BRECHAS ESTRUCTURALES.
________________________________________________________________________________
El porcentaje de mujeres sin sus propios ingresos triplica el de los hombres en todos los
países, lo cual es atribuible a las diferencias en la participación laboral. Las brechas de
género en los ingresos, que son importantes en la mayoría de los países de la región,
también contribuyen a esta gran diferencia.
29
la escuela mientras las niñas siguen educándose. También podría ser motivo de
preocupación si responde a distintas oportunidades en el mercado laboral para los jóvenes
de uno y otro género, tema que se explora en el capítulo 4 con motivo de analizar las
brechas de género en el empleo (Marchionni M. (2019), p. 24).
5.2.Degradación ambiental.
La conjunción de la pobreza y la desigualdad hace que los pobres sean más vulnerables que
los no pobres a los efectos de los daños al medio ambiente, debido a su mayor exposición a
estos problemas, el acceso limitado a los recursos y menor capacidad de uso político
mecanismos efectivos (Downey, 2005; Martuzzi, Mitis y Forastiere,
2010; Schoolman and Ma, 2012).
Los efectos de una mayor exposición se exacerba cuando las condiciones de nutrición y
salud son subóptimas, el acceso a los servicios de salud es deficiente, falta capacidad
financiera y las personas no tienen acceso a mecanismos, como los seguros, para invertir en
mitigación de riesgos, o para reparar mediante procedimientos legales (Braubach y otros,
2010; OMS, 2012). Los pobres soportan una carga mayor que es evidenciado por
enfermedades, costos financieros por días de trabajo perdidos, pérdida de medios de vida e
incluso la muerte. Estos efectos son barreras adicionales para superar la pobreza y un canal
de transmisión intergeneracional de las desigualdades económicas y sociales.
5.3.Brechas estructurales.
Estas brechas son mucho más dramáticas en los países de la región caribeña. Por ejemplo,
los déficits en las cuentas corrientes y fiscales arrojan como resultado un mayor gasto de
capital debido, por un lado, a esfuerzos del gobierno para estimular la demanda agregada
para compensar la debilidad del sector privado y, por otro lado, costos de reconstrucción y
recuperación incurridos como resultado de frecuentes desastres naturales.
30
representaban el 45,2% de las muertes por COVID-19 del Brasil, pese a representar solo el
37,4% de las hospitalizaciones (Ministerio de la Salud, 2020).
Esto, por supuesto, será más gravoso si lo ponemos en perspectiva de la actual crisis
pandémica, la pobreza extrema en América Latina y el Caribe podría alcanzar a 83.4
millones de personas durante este año 2020, acompasado por la mayor caída regional en un
siglo (una contracción de entre 5.3% y hasta 9%). Esto tendrá un efecto directo en el
hambre en la región, antes de la crisis ya había 53.7 millones de personas en inseguridad
alimentaria, según datos del Informe Especial Covid-19 de la CEPAL
31
CONCLUSIÓN.
De persistir con el actual esquema de distribución de los ingresos en América Latina ---
aunado a una reducción del PIB per cápita comprometido por la actual coyuntura de la
pandemia del COVID-19— la desigualdad estructural de la región no tiene oportunidades
de corregirse. Todo lo contrario, tenderá a crecer, con el correspondiente deterioro en
materia de DDHH económicos, sociales y culturales. Por otra parte, la corrección de los
indicadores de pobreza es, además, incierta. En el mejor de los casos, solo habría de
disminuir en 5.5 puntos porcentuales en un período de 28 años si se adoptaran cambios
sustanciales en materia de tributaria y hacendaria. Sin embargo, todo esta estadística pre-
COVID-19 está sujeta a una revisión cuidadosa, toda vez del extraordinario deterioro de los
términos de distribución como resultado de la pandemia y, además, del aumento de la
pobreza absoluta de marzo a agosto 2020. Habrá que hacer una evaluación a inicios del
2021, fecha en que presumiblemente terminará la pandemia.
45,00
20,00
Reducción del Gini 1.5% y aumento
PIB per cápita 2%
15,00
Exponencial (Sin cambio en Gini o
10,00 PIB per cápita, condiciones
continuas)
5,00
0,00
200220042006200820102012201420162018202020222024202620282030
Fuente: Proyecciones elaboradas por el autor con base en los datos de la Base de Datos de las Encuestas de los Hogares
(BADEHOG) de la CEPAL
32
Con una reducción del 1% en el índice Gini y un aumento concomitante en el PIB
per cápita de 1%, tenemos que la pobreza puede caer a un ritmo interanual sostenido
del 2-3%, lo que produce una caída de hasta el 21% en la tasa de pobreza, para el
2030.
Con una reducción del 1% en el índice Gini y un aumento concomitante en el PIB
per cápita de 2%, se produce un escenario de caída de la tasa de pobreza en la región,
hasta llegar al 16,3%
Con una reducción del 1.5% en el índice Gini y un aumento concomitante en el PIB
per cápita de 2%, la reducción alcanzaría niveles de14.9%
Los montos por evasión en América Latina equivalen a más de la mitad del gasto social de
los gobiernos, es decir, cuatro veces el gasto en programas de protección social como las
pensiones no contributivas o programas de inclusión laboral y representan, también, más de
la mitad del gasto promedio en educación y salud de nuestros gobiernos centrales. Se
calcula que la evasión fiscal en la región es de, al menos, un 6% del PIB nacional como
promedio.
En la región persisten grandes diferencias sobre el monto y destino de los gastos sociales.
Solo en 4 países los gobiernos centrales destinan más del 15% del PIB a financiar políticas
sociales, mientras 9 países asignan menos del 10%. En América del Sur el promedio del
gasto social es el más alto de la región (13.2%). En América Central esto llega a 9.1% del
PIB en promedio; solo Costa Rica y Nicaragua superan ese monto.
Las políticas públicas deben abordar, además, el ciclo de migración, a los efectos de
fortalecer el acceso de las personas migrantes a los servicios públicos, adecuar los marcos
normativos nacional a los estándares internacionales y así lograr una coordinación
intersectorial y territorial. Precisamente, la territorialización y la reivindicación de la
economía periférica y local es de suma relevancia para reconstituir el modelo de desarrollo,
así como las cadenas globales de cuidado para la reducción de los factores expulsivos del
mercado laboral.
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