Fragmento de la Conferencia X del libro “EL MOVIMIENTO OCULTO DEL SIGLO XIX Y SU
RELACIÓN CON LA CULTURA MUNDIAL” de Rudolf Steiner
Vendrán los tiempos en que Ahrimán pretenda adueñarse de la inteligencia de los hombres, y Lucifer de su voluntad, tendencia que sólo es posible contrarrestar si se reconoce todo esto mediante el correspondiente movimiento científico-espiritual. Es notable observar el juego de Ahrimán y Lucifer, haciendo toda clase de maniobras para pasar inadvertidos. Es interesante estudiar la psiquiatría moderna desde este punto de vista. Sin duda, ha sacado a luz muchos hechos irrefutables, aunque sin poder caracterizarlos correctamente, porque no considera que esas fuerzas espirituales que se hallan detrás del umbral, se acercan al hombre. Les leeré un pasaje de una obra de Cullere quien afirma algo muy notable con respecto a una cierta tendencia de la psiquiatría moderna. La psiquiatría moderna tiende a calificar de locura todo lo que, en una u otra dirección, se aparta de la "normalidad". Así, existen numerosas disertaciones que califican a Juana de Arco tan sólo como Una persona histérica. Más recientemente, incluso van en aumento, las disertaciones sobre Jesucristo como hombre no del todo normal. Ahora bien, Cullere dice lo siguiente: "Todavía existen personas a quienes les indigna sobremanera pensar que la ciencia, incapaz de profanar algo tocado por ella, se crea en condiciones de calcular la porción de locura que se encuentra en la sabiduría de un Sócrates o en el genio de un Pascal". También existen disertaciones que tratan de comprobar la locura de Goethe y cosas por el estilo. He ahí directamente una ciencia ahrimánica, pero una ciencia ahrimánica errónea, una ciencia que se empeña en demostrar que Goethe sí era, en cierto modo, un genio moral, pero que sólo pudo llegar a ello debido a que su ser contaba con cierta dosis de locura. Sócrates lo sabía mejor: él hacía referencia a su daimon, porque sabía que su alma colindaba con reales potencias espirituales; para él, esto era obvio. En cambio, el estudioso psiquiatra moderno pretende interpretar el fenómeno valiéndose de esa dosis de locura contenida en el genio, en lugar de reconocer la presencia del elemento espiritual. Se oculta a Ahrimán y esto es justo lo que él quiere. Algo similar vale asimismo para Lucifer. Ayer les dije que al traspasar el velo de la naturaleza, se entra en una región en que se manifiestan seres con tendencia destructiva, sentido emparentado con el intelecto humano, y describí también a qué llegaría el hombre de entregarse a esos seres. También les describí cómo la vida espiritual del hombre adquiriría un carácter apasionado al entregarse aquél a un falso misticismo, a ciertas tendencias religiosas nefastas. Ni lo primero ni lo segundo debe suceder. Verán ustedes ahora que con la manera de presentarse la Ciencia Espiritual ante la humanidad, la aberración hacia el mundo de Ahrimán es evitada de modo distinto. Cuando algún individuo por primera vez establece contacto con la Ciencia Espiritual, es frecuente oír esta reacción: "No puedo comprender todo eso hasta no percibirlo por clarividencia propia; lo acepto, pues, en principio, de buena fe". ¡Muchas veces he insistido en que la realidad es otra! Los hombres poseen actualmente la suficiente capacidad intelectual para la comprensión cabal de todo el contenido de la Ciencia Espiritual. Insisto: toda la Ciencia Espiritual tal como es dada actualmente, puede comprenderse con nuestra presente capacidad intelectual. Descubrirla, no - comprenderla, sí. ¡Cuántas veces se apela a esta capacidad intelectual! El entendimiento existe; los hombres tienen la capacidad necesaria, y se equivoca quien no lo quiera admitir. Si los contenidos de la Ciencia Espiritual son asimilados aplicando el entendimiento, este será usado correctamente y será entonces totalmente imposible entrar indebidamente en el ámbito ahrimánico. Sólo hay dos alternativas: o los hombres se esfuerzan por comprender la Ciencia Espiritual aplicando precisamente su capacidad intelectual -a la que siempre acechan los espíritus ahrimánicos- a la comprensión de esa Ciencia Espiritual, y entonces no les podrán arrebatar su capacidad. Aunque Ahrimán lo intente, no podrá apoderarse del entendimiento que ahora o en el futuro será aplicado al estudio de la Ciencia Espiritual. O bien, al no pretender los hombres comprender la Ciencia Espiritual, no le dedican esfuerzo intelectual alguno. En este caso, no se culpe a la Ciencia Espiritual. La culpa recaería sobre la apatía que ante ella existe. Las personas que han adquirido una comprensión espiritual, saben cómo mantener alejados a esos espíritus destructivos, no así las almas de ideología materialista, reacias a toda comprensión del mundo espiritual: sobre ella ejercen mucho poder. Ahriman hará sufrir mucho a las almas de quienes, en vida, despreciaron la comprensión de lo espiritual. En la figura de Tántalo, el mito griego ha representado en forma muy hermosa, ese desprecio por la comprensión del mundo espiritual. Fue él a quien los dioses habían presentado manjares, pero sin que los pudiera alcanzar; luego, ellos observaban su intenso sufrir. Hoy abundan los Tántalos: son todas las almas materialistas indiferentes a la comprensión del mundo espiritual; todas ellas son Tántalos. Y lo son en el sentido de que, en la etapa de purgatorio después de la muerte, al recorrer -en un tercio del tiempo vivido- en retrospección su vida pasada, todos los hechos les son instantáneamente arrebatados. Así, ante cada instante de su vida sienten: ¿para qué hice esto o aquello? Observen que prontamente viene uno de esos espíritus destructivos y se lo arrebata, dejándoles con la sensación: "en realidad lo hice en vano". Naturalmente, todo eso es ilusión, pero las almas sufren las angustias de Tántalo porque los espíritus destructivos hállanse cerca. Dado que no supieron adquirir comprensión, no pueden reconocer que toda nuestra vida terrenal desde el nacimiento hasta la muerte, carecería de sentido si no estuviera compenetrada por los espíritus de las Jerarquías superiores; pero en su retrospección, no pueden ver a esos espíritus jerárquicos, y por eso todo les parece carente de sentido. Nuestra Ciencia Espiritual evita el falso esoterismo. Ella se vale del incremento del intelecto que está cundiendo entre los hombres de hoy para fundamentar una nueva ciencia que precisamente requiere ese incremento intelectual, es decir, una inteligencia mayor de la que hasta ahora se había necesitado. Nuestra Ciencia Espiritual ha de tener una estructura tal que requiera más inteligencia de la que, hasta ahora, se necesitaba aplicar. No es que falte el suficiente entendimiento. Lo que falta es la voluntad de aplicarlo en suficiente medida. Sobre esto, la gente prefiere engañarse: si se aplicara toda la inteligencia que, hoy día, ya está al alcance del hombre, no cabe duda que podría comprenderse la Ciencia Espiritual, pues la Ciencia Espiritual debe poder contar con este entendimiento.