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APLICACIÓN DE VIOLENCIA EN LAS MARCHAS

Colombia ha vivido días intensos. Una serie de manifestaciones sociales ha inundado las calles de
sus principales ciudades. Convirtiendo a la violencia en parte de ellas. Incendios y saqueos, piedras
y balas, heridos y muertos. Enfrentamientos entre policías y manifestantes protagonizaron las
noticias de aquellos días. En cada esquina se encuentran comentarios, similares entre sí. La gente
se ubica en una orilla o en la otra de esta pelea, pues bien, a todos nos afecta, de distintas
maneras, pero nos afecta.

En un lado se encuentra la autoridad pública. Es deprimente que el servicio militar sea obligatorio.
Que los jóvenes trabajadores, porque no tiene ninguna oportunidad de una educación superior,
tengan que esconderse de los militares que se pasean por las calles buscando reclutas. Los
separan de sus familias, en una época de crecimiento crucial, donde están aprendiendo a ser
adultos. Por esto varios confunden la madurez con la disciplina y la valentía. Muchachos,
bastantes de ellos sin su formación bachiller son humillados, “reeducados” y puestos al servicio de
la patria. Les dan un arma y les enseñan a disparar sin miedo, los adoctrinan con la creencia de que
ellos siempre tienen la razón. Que son la ley.

Casi siempre, al frente de estos están los civiles manifestantes, que por lo regular son opositores al
gobierno de turno, empiezan a salir a las calles, cuando sienten que calló la gota que derramó el
vaso. Muchos de ellos los consume la indignación. Entre sus principales razones para protestar,
suelen incluirse peticiones tan básicas como derechos humanos, seguridad, salud y educación.
Falencias típicas de un país violento. Entre sus coloridas pancartas, no pueden faltar los
provocamientos, los desprestigios y los insultos. La creatividad aflora, y entre pullas, cantos y
trovas, expresan su ira e inconformismo. También bloquean las calles y cesan sus actividades
laborales para oponerse ante las rutinas que sostienen la situación del país.

Ahora bien, en la escuela me enseñaron que la violencia solo generaba más violencia. Creo que la
manera en que se educa también necesita una reforma, porque parece que la lección no se ha
aprendido. Cualquiera de los dos bandos puede originar los disturbios, el pueblo o la autoridad.
Cuando la población arremete contra negocios, establecimientos bancarios, buses de transporte
público, instituciones del estado y hasta autoridades, vigías del buen comportamiento de los
civiles, está haciendo uso de un mal comportamiento y se convierten en la inseguridad. Aquello
que quieren destruir. Por el otro lado, cuando el escuadrón móvil antidisturbios o en sus siglas
ESMAD, irrumpe en una concentración pacífica, con el argumento de dispersar a los manifestantes
antes de que inicien un tropel, pues claramente genera un tropel. Y así es como dan el ejemplo de
lo que no se debe hacer

Como lo hemos visto últimamente en el país, el abuso de autoridad, sumado a la cantidad de


vándalos y destrozos por parte de la población, dejaron 11 muertos y más de trescientos heridos
entre manifestantes y policías. A demás, fueron incendiados aproximadamente 45 CAIs. Estas
cifras son solo de la capital, y abarcan el 9 y 10 de septiembre, los días de mayor estrago. Las
protestas han desencadenado una serie de hechos que muchos calificaron como guerra civil. Solo
los mas ardientes sentimientos de ira pueden generar una pugna. Bien dijo García Lorca “El más
terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta”. Bajo mi
interpretación, cuando el hombre ya no tiene esperanza, no tiene nada que perder. Arriesgarlo
todo es su última opción y en la sociedad en que vivimos esa es la única manera de ser escuchado.
También hay que entender que en esta “guerra”, como en cualquier otra, los daños más grandes
se los lleva la población. Y lo que sucede dentro de una marcha no es la excepción. Principalmente,
los más afectados son los comerciantes. Por un lado, resulta peligroso para sus locales, ya que los
vándalos, por razones de elección que aun no entiendo, se deleitan rompiendo algunos
escaparates y rayando ciertas paredes. Llegando, en el peor de los casos, a saquearlos. Y por el
otro, los mercaderes viven del día a día, aprovechando todas las oportunidades que ofrece el año
(fines de semana y festivos). Para ellos, no vender significa perdida, y perdida puede significar no
comer.

No podemos dejar de lado los daños que ocurren en el sistema de transporte público. La quema
de buses y el daño en las estaciones son sucesos de violencia. Y más que contra el estado, son
contra el mismo pueblo. Si quieren demostrar su inconformismo, en vez de incendiar los buses, no
monten en ellos. Sería mayor el impacto económico que se lograría dejando de usar el transporte
público que dañándolo. Claro que, del dicho al hecho, hay un gran trecho.

Aunque, si bien es cierto que los daños se pagan con nuestros impuestos, creo que saldría mucho
más barato pagar cientos de establecimientos públicos siniestrados, que cientos de años más de
corrupción política. Esto en caso de que un buen paro, logre un golpe de estado o por lo menos
una concientización diplomática. Pues bien, una protesta no brota de la tierra, ni llega cada año
con la primavera. Está radicada en hechos explícitos, fundamentales y confirmados. La mayoría de
ellos con una característica en común: beneficios para unos pocos ricos, a costa del trabajo de
muchos pobres. Políticas sociales desiguales, que causan el flujo de las leyes a su acomodo,
porque, en un matrimonio de conveniencia, es fácil decidir.

Y defendiendo esta oligarquía se encuentran la autoridad pública. Su deber debería ser proteger al
ciudadano dentro de la protesta, pero en la mayoría de los casos, es visto que antes lo ataca. Son
sucesos muy puntuales los que se conocen, siempre, o casi siempre, por redes sociales. Eso sí,
nunca puede faltar la agresión física. Los golpes y las patadas, los “bolillazos”, disparos con armas
“no letales”, disparos con armas letales sin apuntar hacia civiles y disparos con armas letales
apuntando hacia civiles. ¿Cuántos policías han sufrido consecuencias a la altura del crimen que
cometieron? Ninguno que yo conozca, porque de ser así los noticieros se apurarían a dar la noticia
para calmar las masa indignadas.

Existe un proverbio chino que dice “El buen general sabe vencer, pero también sabe no abusar de
su victoria”. Si lo acoplamos a la cultura colombiana, esa victoria no sería más que la ganancia de
poder usar un arma. Y el uso de un artefacto para matar no hace de un soldado un buen general.
Sin embargo, algunos abusan de ese título, olvidándose que tiene que usar con más frecuencia el
cerebro que la pistola. Como ya lo dije, esto sucede en algunos casos puntuales, no todos los
policías son iguales. Pero ellos portan un uniforme que representa una institución, y no cualquier
institución. Son los encargados de velar por la seguridad de todo un país. Es humillante y aterrador
para una nación que sean sus autoridades sean las que impongan la violencia

Finalmente, pareciera que los estragos y los heridos se convirtieron en un debido proceso de las
manifestaciones. Así como las desapariciones dejaron de sorprendernos y las masacres son pan de
cada día. El pueblo ya no sabe cómo mas hacerse escuchar. Pero no hay mucho que podamos
esperar de un país que conmemora las guerras y es capaz de almorzar mientras ve las noticias que
hacer el recuento de los muertos diarios. Es por esto y muchas cosas más que Colombia es un país
violento.

Web grafía

- https://www.milenio.com/opinion/francisco-abundis/columna-francisco-abundis/el-dia-
que-los-ciudadanos-justificamos-las-marchas-con-violencia
- https://www.laopinion.com.co/columna-de-opinion/violencia-en-marchas-pacificas-
187846

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