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CITA SUGERIDA:
Grenier, J. Y. (2012). ¿Qué es la economía de Antiguo Régimen?. Anuario del Instituto
de Historia Argentina (12), 11-46. En Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.5906/pr.5906.pdf
Resumen
El objetivo de este artículo es describir las principales características de la eco-
nomía de Antiguo Régimen y elaborar una “economía política” de las sociedades
europeas, en particular la francesa, durante el período central de la modernidad
(siglos XVII-XVIII).
Palabras Clave: Economía – Antiguo Régimen – Europa
Abstract
The aim of this article is to describe the main features of the Ancien Regime
economy and develop a “political economy” of European societies, particularly the
French, during the central period of modernity (XVII-XVIII centuries).
Keywords: Economy - Ancien Regime - Europe
1
Traducción del francés a cargo de Fernando Jumar. En la traducción de los textos de época
ciertamente se pierde el “color” de la lengua francesa del siglo XVIII, que no se intenta traducir al cas-
tellano del mismo tiempo. Se conservan los textos originales; el objetivo de las traducciones es al menos
poder brindar una idea de su contenido en castellano dada la cantidad de transcripciones presentes en
el artículo y su importancia para seguir los argumentos del Dr. Grenier.
Anuario
Anuario
deldel
Instituto
Instituto
dede
Historia
Historia
Argentina
Argentina
| 2012
| 2012
| Nº
| Nº
1212
| ISSN-E
| ISSN 1668-950X
2314-257X | 11-46 | 11
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata
Jean-Yves Grenier
2
Michel Foucault, 1964.
3
Charles Loyseau, Traité des ordres et simples dignités, seconde édition, París, veuve Abel l’Angelier,
este pensamiento taxonómico es, sin dudas, la tarifa de la capitación de 1695 que
traduce la idea que se hacen de la sociedad francesa de fines del siglo XVII las elites
políticas y administrativas. Las veintidós clases distinguidas por la tarifa, así como
los 569 rangos, dibujan un entretejido que representa perfectamente esta lógica de
la identificación y de la jerarquización.4 Poco importa que haya lagunas o que se
pueda cuestionar esta pirámide: lo esencial es que sea propuesta una clasificación
con rangos bien identificados, no sobre la base de criterios cuantitativos (como
serían el ingreso o la fortuna) sino de dignidad o de consideración profesional. La
tarifa engloba en una misma jerarquía el conjunto del cuerpo social, excepto los
más pobres, que no pagan (o casi) la taille.
La representación del sistema de mercaderías debe ser pensada como homóloga
de la del sistema social. La sociedad de Antiguo Régimen es una sociedad saturada
de identificaciones y jerarquías: el mundo de las mercaderías no podía escapar a
este sistema de representaciones. Puesto que el sistema es ordenado y de entrada
jerarquizado, se presenta de modo muy distinto del que corresponde al sistema ca-
pitalista, según la famosa definición que da Marx en las primeras líneas de El Capital
cuando evoca esa “inmensa acumulación de mercaderías”.5 En ese sistema jerárquico
intervienen los reglamentos de manufactura, que no hay que considerar bajo la
óptica habitual de la coacción sino de la representación del intercambio mercantil
que comparten las elites políticas y administrativas de los siglos XVII y XVIII. Los
reglamentos pueden ser leídos en un marco taxonómico puesto que identifican de
modo muy preciso las mercaderías. Esos reglamentos ofrecen, según la expresión
del inspector de manufacturas Desmarest, la “definición”, el “código”, la “lengua”
o el “diccionario” de las mercaderías, todas metáforas lingüísticas, con frecuencia
utilizadas en relación con los reglamentos, que muestran claramente su importancia
en el buen funcionamiento de los intercambios.6 En un artículo publicado en la
1613, pp. 5-7. [“En cuanto al rango, que es la prerrogativa de ver y de andar, los cierto es que es principal-
mente producido por los órdenes (…) tal como el mismo nombre de orden lo denota y significa.” N.d.T.]
4
La tarifa de la capitación de 1695 ha sido publicada por François Bluche y Jean- François Solnon, 1983.
La frase que abre el Primer Libro de El Capital es “La riqueza de las sociedades en que impera el
5
Gazette du commerce, también hace un paralelo con las monedas que reciben una
definición legal por su título. Al igual que las monedas tienen una definición precisa,
la función de los reglamentos es garantizar los bienes propuestos al intercambio,
lo que asegura una igualdad en el trato entre el comprador que ofrece numerario
y el vendedor que propone una mercadería. “Quel rapport plus intime que celui
du fabricant avec le consommateur: celui-ci est contraint par les lois à donner des
signes représentatifs de bon aloi; pourquoi les mêmes lois n’obligeront-elles pas
celui-là à donner une étoffe qui soit aussi de bonne qualité?”.7
Le referencia más importante para esta definición de las mercaderías es el con-
junto de textos promulgados por Colbert en 1669, gran esfuerzo reglamentario que
no es una innovación en la política económica de la monarquía ya que las normas
reglamentarias existen desde fines del siglo XV. Los muchos textos existentes, tanto
generales como particulares, retomados y completados en el Recueil des Règlements
généraux et particuliers concernant les manufactures et fabriques du royaume (1730),
tienen como característica común la extraordinaria precisión con la que las merca-
derías son individualizadas e identificadas por múltiples criterios (origen geográfico,
materias primas, normas técnicas, elementos de identificación física, etc.) y son
puestas en relación unas con otras. Estos textos, frecuentemente presentados bajo la
forma de tablas, tienen como objetivo fijar reglas para la producción pero también
permiten una perfecta identificación nominal de todos los productos. Tomemos
como ejemplo los reglamentos elaborados en 1669 para los fabricantes de sargas. Los
primeros 29 artículos contienen una descripción precisa, en particular en cuanto a las
dimensiones de los diferentes paños, sargas, estameñas, rasos, barraganes y chamelo-
tes fabricados en Francia y denominados por la ciudad en la que se fabricaban. Las
sargas que no entran en esas categorías aparecen en el artículo 32: “Toutes les étoffes
de laine et de fils de mesme nom ou mesme sorte et qualité que celles cy-dessus, et
qui n’ont pu y estre spécifiées, auront uniformément mesme longueur et largeur
que les susdites, de leur sorte et qualité, dans toue l’étendue du royaume…”.8 Este
tipo clásico de reglamentos establece de modo preciso una lista de telas a las que
se asocian nombres y calidades. La validez de un producto supone, entonces, una
especie de reconocimiento obtenido solamente si se lo puede identificar (art. 1º a
7
“Mémoire sur la nécessité et l’utilité des règlements pour les manufactures”, Gazette du commerce,
de l’agriculture et des finances, junio de 1766. [“(¿) Qué relación más íntima que la del fabricante y el
consumidor(?): este está obligado por las leyes a dar signos representativos de buena ley; ¿por qué las
mismas leyes no obligarían a aquel a dar una tela que sea también de buena calidad? N.d.T.]
8
“Todos los paños de lana e hilados con ese nombre o del mismo tipo y calidad que las de arriba
y que no pudieron ser especificadas, tendrán uniformemente el mismo ancho y largo que las dichas,
por su tipo y calidad, en toda la extensión del reino…”. N.d.T.
30º) o asimilar (art. 32º) con una de las telas catalogadas. Esta clasificación no deja
de recordar el procedimiento piramidal montado para identificar los rangos en la
tarifa de la capitación de 1695: están sobre-identificadas las personas de calidad,
al igual que las mercaderías de lujo son descritas de modo más denso, y se da una
identificación más vaga y englobante para las personas y los productos de menor
valor. En los dos casos, la definición del último rango es residual ya que engloba todo
lo que no pudo ser clasificado de otro modo. Es decir que las varias disposiciones
reglamentarias locales o generales constituyen un formidable catálogo en el cual lo
esencial de las mercaderías por entonces disponibles para el intercambio se encuen-
tran identificadas de modo individual. Además, la identificación de las mercaderías
se ve facilitada, en particular para los textiles, por la colocación de marcas y sellos.
Su primera función es la de certificar que la mercadería es producida conforme a
los reglamentos, sin lo cual no puede llegar legalmente al mercado. Además de la
aprobación, las marcas agregan una función de individualización y así permiten a
los compradores si lo desean- conocer la identidad del fabricante o la manufactura
de origen. La mayor parte de los reglamentos revelan la preocupación por establecer
un vínculo entre la certificación del producto y la designación de un origen, tanto
geográfico como personal.
De este modo, el mundo de las mercaderías durante el Antiguo Régimen es
concebido como un universo discreto, en tanto que el de la era industrial es pre-
sentado por Marx como un universo continuo e indiferenciado. Esta característica
es esencial ya que permite una jerarquización de los productos. Es un asunto de
técnicos y profesionales. Así, Roland de la Platière, en su Dictionnaire des manufac-
tures, Arts et Métiers, muestra claramente la amplificación de criterios de juicio. En el
preámbulo al estudio de la división de los tejidos de lana explica que va a establecer
la larga serie de los diversos paños de lana retomando las categorías habituales (lugar,
materiales, técnicas, etc.), a las que agrega “leur apparence à l’œil et au tact, leur
usage, leur propriété, leur effet enfin”.9 Complemento interesante, ya que amplía
el horizonte identificador a criterios basados en la apariencia física y en el uso. Así,
en relación con los paños de Sedán y de Abbeville se explica que: “Ce sont ces deux
espèces (draps superfins façon de Hollande) que je compare et je n’hésite pas de
donner la préférence aux premières [Sedan]: douceur dans la matière, uni dans la
filature, moelleux dans l’étoffe, beaux mélanges, noirs superbes, brillantes couleurs,
tout invite”.10 Al tipo general (estameña, raso, droguete) cuya clasificación es fija, se
9
Roland de la Platière, Dictionnaire des manufactures, Arts et Métiers, París, Panckoucke, 1785,
tomo 1, p. 262. [“su aspecto a la vista y al tacto, su empleo, sus propiedades y, en fin, su efecto”. N.d.T.]
10
“son dos especies (paños superfinos al estilo de Holanda) que comparo y no dudo en preferir
los primeros [Sedán]: suavidad de la materia, de un tejido uniforme, mullido, bellas mezclas, negros
excepcionales, colores brillantes, todo en ellas tienta”. N.d.T.
11
Jacques Savary des Bruslons, Dictionnaire universel de commerce, París, 1723-1730.
12
Jacques Savary des Bruslons, Dictionnaire portatif de commerce, Copenhague, 1761, tomo 1.
Una identificación idéntica se propone para los productos textiles importados y mal conocidos (el Lo,
“especie de gaza que se fabrica en Cantón”, es esencialmente identificado por sus dimensiones).
13
Honoré Lacombe de Prezel, Dictionnaire du citoyen ou abrégé historique, théorique et pratique du
commerce, París, 1761, tomo 1, p. 7.
que a la vez no están reglamentados y son muy complejos como para ser descritos
al estilo de Lacombe de Prezel. Tomemos por caso los relojes de bolsillo, cuyo uso
se expande en la segunda mitad del siglo XVIII. Resulta significativo que de los tres
primeros indicios sugeridos por el Dictionnaire portatif para estimar la calidad de
un reloj, dos se refieran a la discordancia entre el precio y la valoración supuesta del
producto.14 Pero, y es más interesante, si esos indicios no son de demasiada ayuda y
el intento de verificación experimental (“controlar el aspecto exacto del reloj”), de
acuerdo con el espíritu pragmático de la época, se revela de muy difícil realización,
entonces es necesario remitirse a un criterio más tradicional y reputado ya que,
tanto para las telas como para los relojes de bolsillo, la identificación jerárquica del
producto se hace eco en parte de la dignidad de su fabricante.
Subrayemos que tal procedimiento de clasificación sólo tiene sentido en un
mundo en el que reina la estabilidad de las técnicas de producción: entre el siglo
XVII y el XVIII se elaboran los textiles, se cuela el acero y se imprimen los libros
con procedimientos que no han conocido cambios notables. Ciertamente, ello no
significa una ausencia total de cambios ya que los artesanos y fabricantes muestran
una gran inventiva para hacer evolucionar sus herramientas de producción, lo
que modifica, aunque en un modo menor, las mercaderías.15 Esta perennidad de
las técnicas no es independiente del poco interés dado por los economistas a la
cuestión de la productividad. Es significativo que para aumentar la productividad,
los preclásicos no se interesen en las técnicas sino en la “industria”; es decir, en la
inventiva y la capacidad de iniciativa de los obreros, en los micro-cambios que no
ponen en cuestionamiento el marco técnico general.16
De ningún modo ello significa que la clasificación de las mercaderías sea
inmutable. Contrariamente a las afirmaciones de muchos críticos liberales des-
pués de 1750 sobre el desdén del consumidor mostrado por esta economía de la
identificación, la preocupación constante de los mercaderes y fabricantes es seguir,
según la expresión de Lacombe de Prezel, “le goût, le caprice et même la fausse
économie des différentes classes de consommateurs”.17 La Mémoire sur la manufac-
ture de soierie de la ville d’Amiens (1738) explica: “Comme la manufacture change
14
Así, “le troisième indice est quand on voit des montres qui portent les noms des maîtres les plus
renommés et que l’on offre à vendre à un prix bas ou médiocre”, Dictionnaire portatif de commerce, op.
cit., tome 5, art. Montre, pp. 484-488. [“el tercer indicio es cuando se observa que los relojes de bolsillo
llevan el nombre de los maestres más reputados y que se los ofrece a un precio bajo o moderado”. N.d.T.]
15
Ver, por ejemplo, Line Teisseyre-Sallmann, 1995.
16
Ver las observaciones de Cosimo Perrotta, 1988.
17
“el gusto, el capricho y aún la falsa economía de las diferentes clases de consumidor” N.d.T.
souvent de façon et de qualité d’étoffes suivant le goût et les modes, il ne s’en fait
plus de semblables à celles qui se faisaient dans le principe, et il y a cinquante ou
cinquante-cinq ans qu’il ne se fabrique plus que de celles qui sont aujourd’hui
de mode et très recherchées”.18 La innovación existe aunque la modificación del
sistema productivo es muy lenta para cuestionar la perennidad de la cultura de
la identificación y la clasificación. Sin embargo, es necesaria una oficialización
de la innovación cuando la hay a través de nuevos reglamentos para situar los
nuevos productos en relación con los antiguos. Ese registro permite solamente
señalar la definición del producto y por tanto insertarlo en el código general de
las mercaderías. Este procedimiento es indispensable en grado sumo ya que el
riesgo mayor en una economía de la identificación es confundir las mercaderías.19
En esta dirección, y de un modo algo paradojal, la economía de la identificación
también es una economía de la imitación, del fraude, ya que la legitimidad
adquirida por los bienes reconocidos e identificados por los reglamentos suscita
inevitablemente las falsificaciones.
Es cierto que la amplificación de la creación de nuevos productos, sobre todo
después de 1750 y los primeros síntomas de la consumer revolution, acentúan este
riesgo de confusión ya que, como estima Necker, el “code de règlements [est]
devenu, par sa complication et son ancienneté, d’une exécution difficile.”20 Este
argumento otorga legitimidad a la crítica del sistema reglamentario, aun si la ma-
18
“Como la manufactura cambia con frecuencia la hechura y la calidad de las telas siguiendo el gusto
y las modas, ya no se hacen más [telas] parecidas a las que se hacían en un comienzo, y hace cincuenta
o cincuenta y cinco años que no se fabrican sino las que están a la moda y son muy buscadas”. N.d.T.
19
La industria “pourra faire de nouvelles combinaisons pourvu cependant que les résultats de ses
succès ne puissent être confondus ni sous la même dénomination ni sous les mêmes formes avec les
anciennes étoffes. (…) Dès que vous changez de système de fabrication, il faut un autre nom à votre
étoffe, une autre définition qui indique les qualités différentes et les emplois variés des matières. En un
mot, les résultats d’un nouveau travail: ce n’est point une ancienne étoffe perfectionnée ou détériorée,
c’est une nouvelle étoffe qui a des caractères différents; sans cela l’industrie se trompe dans ses buts
comme dans ses moyens.” En Roland de la Platière, Dictionnaire des manufactures, op. cit. [La industria
“podrá hacer nuevas combinaciones en tanto que los resultados de sus éxitos no puedan ser confun-
didos ni bajo la misma denominación ni bajo las mismas formas con las telas antiguas. […] Desde el
momento en que usted cambia el sistema de fabricación, su tela necesita otro nombre, otra definición
que señale las cualidades diferentes y los usos variados de las materias. En una palabra, los resultados
de un nuevo trabajo: no se trata en absoluto de una tela antigua perfeccionada o deteriorada, es una
nueva tela que tiene características diferentes; sin ello la industria se equivoca tanto en sus objetivos
como en sus medios.” N.d.T.]
20
“Préambule aux lettres patentes du 5 mai 1779”, en Œuvres complètes de Jacques Necker, tomo
3, París, 1820, p. 442. [el “código de reglamentos se transformó, por su complicación y su antigüedad,
de difícil cumplimiento” N.d.T.]
“Voilà le rang que ces trois ordres ou États-Généraux doivent avoir l’un
sur l’autre [...] Mais au tiers État il y a tant de diverses sortes d’ordres
particuliers et aussi tant de menus offices qu’il est bien malaisé de parti-
21
Ver, por ejemplo, William Reddy, 1984, en particular p. 44.
22
“destinados a servir de leyes en el comercio” N.d.T.
23
Ver Jean-Pierre Hirsch, 1991, p. 160.
24
Émile Durkheim y Marcel Mauss, 1903.
culariser le rang de chacun d’iceux [...] tant ils sont embarrassés les uns
dans les autres”.25
Posiblemente es necesario ver algo más que un simple azar si las dos compi-
laciones más importantes impresas en esa sociedad de rangos, l’État de la France
contenant les Princes, le Clergé, les Ducs et pairs... y el Recueil des Règlements généraux
des manufactures fueron publicadas en la década de 1730, momento del precario
apogeo de una doble representación ordenada de personas y de cosas antes de su
cuestionamiento, lento pero simultáneo, después de mediados del siglo XVIII.
25
Charles Loyseau, Traité des ordres et simples dignités, op. cit. p. 8. [“He aquí el rango que esos tres
órdenes o Estados Generales deben tener uno sobre el otro […] Pero en el Tercer Estado hay tantos tipos
distintos de órdenes particulares y también tantos pequeños oficios que es muy difícil particularizar el
rango de cada uno de ellos […] tanto están entremezclados unos con otros” N.d.T.]
26
Una señal de que el Antiguo Régimen para sus contemporáneos es una economía del precio y
no del valor es la confusión frecuente en el empleo de los términos “valor” y “precio” en la literatura
económica. Savary des Bruslons, en su Dictionnaire universel du commerce (edición de 1726), propone
así una definición cruzada cuya circularidad expresa claramente la proximidad entre las dos nociones:
“prix = valeur, estimation d’une chose”; “valeur = prix, estimation des choses, ce qu’elles valent, ce qu’on
en veut avoir”. [“precio = valor, estimación de una cosa”; “Valor: precio, estimación de las cosas, lo que
ellas valen, aquello que se quiere obtener” N.d.T.]
27
Análisis económicos cercanos al propuesto aquí en torno al valor se pueden leer en André
Orléan, 2011.
28
James Stuart, An inquiry into Principles of political economy, Londres, 1767.
29
James Stuart, Recherche des principes de l’économie politique, París, 1789, Tomo 1, p. 382. [“Los
mercaderes, gracias a sus amplias relaciones y su aplicación constante al estudio de la balanza entre el
fruto del trabajo y la demanda, conocen todos estos elementos.” N.d.T.]
nes individuales del estado del mercado con una fuerte dosis de incertidumbre.
En efecto, Stuart considera que en tanto que ese mercado sólo atañe a profesio-
nales bien informados, es imposible para los mercaderes conocer la posición de
los otros intervinientes y, en particular, estimar con precisión la relación entre
cantidades demandadas y disponibles. Subrayemos que no puede haber, entonces,
una igualación de las tasas de beneficio. Cada transacción, realizada en situación
de incertidumbre, es de hecho particular y la diversidad de las tasas de beneficio
(por otro lado desconocidas por los mercaderes) no puede entonces generar una
transferencia de capitales, indispensable en el marco de una teoría del valor para
asegurar la igualación de las tasas de beneficio.
Mercado 3: Enfrenta mercaderes y consumidores. A diferencia del mercado
2, que sólo incumbe profesionales, Stuart considera que los mercaderes conocen
mejor la situación de los consumidores que lo inverso, lo que genera una compe-
tencia desigual, factor de desequilibrio. Si la “subversión del equilibrio” entre las
dos partes dura “mucho tiempo”, entonces las ganancias excesivas se transforman
en “consolidadas” e integradas de modo definitivo en el precio de las mercaderías.
El análisis de Stuart es original, sobre todo si se lo compara con el de Smith,
que rápidamente se transformó en canónico. El principio de coexistencia de múl-
tiples mercados en parte autónomos, incapaces de reequilibrarse solos, supone un
corte con la idea de un mercado único cuyos desequilibrios están compensados por
transferencias de capitales y de ajustes en los precios. En cuanto a los beneficios en
sí mismos, Stuart propone igualmente un análisis más sutil. Como la mayor parte
de los autores preclásicos, los considera como una relación social cuya expresión
varía según las situaciones. Sobre todo, la figura del beneficio es más compleja en
la medida en que todos esos autores (aun los fisiócratas) son, de un modo u otro,
llevados a distinguir dos tipos de beneficio: uno estable, considerado como normal
o habitual, necesario para la reproducción, y otro más incierto y especulativo que
depende de las condiciones momentáneas del mercado.
Circuito económico
Los análisis anteriores han mostrado la ausencia entre los autores preclásicos
de nociones como las de valor o de equilibrio. En cambio, inventan la noción de
“circuito económico”, que les permite considerar a la vez la dimensión temporal
de las actividades económicas, la jerarquía de los bienes y la interdependencia de
los agentes al mismo tiempo que, y sobre todo, los faculta para dar al mercado y al
intercambio el lugar esencial que les corresponde. Boisguilbert, desde fines del siglo
XVII, describe con mucha precisión la teoría y la práctica del circuito. Sus sucesores
hacen del circuito la noción central de la economía política del siglo XVIII. En
“L’application des hommes se portera, toutes choses égales d’ailleurs, par préfé-
rence à la production de ce qui est plus nécessaire. Mais une famille, appliquée à
la culture de première nécessité, produit la subsistance d’un plus grand nombre
de familles que n’en peuvent alimenter les échanges des ouvrages qui lui sont
nécessaires dans toute l’étendue de ce mot. Dès lors, cette famille cultivatrice
a non seulement un excédent de denrées au-delà de son avance, mais encore
elle en a un au-delà de sa consommation personnelle et nécessaire. Ce superflu
donne naissance aux cultures du second ordre de besoins, aux ouvrages que
ces cultures de second ordre emploient indispensablement, et qui sont aussi
les seconds dans l’ordre de l’industrie. Le superflu de production de l’une et
l’autre cultures produit les ouvrages du troisième ordre ; et à mesure que ce
superflu est plus considérable, il produit les inutilités et les caprices du goût,
que nous appellerons luxe.”30
30
François Véron de Forbonnais, Principes et observations économiques, París, 1767, p. 181. [“La
laboriosidad de los hombres se dirigirá, permaneciendo el resto constante, de modo preferente a la
producción de aquello que es más necesario. Pero una familia, dedicada al cultivo de primera necesidad,
produce la subsistencia de un número mayor de familias que no pueden alimentar los intercambios
con productos que le son necesarios en toda la extensión de la palabra. Así, esta familia cultivadora
tiene no sólo un excedente de productos más allá de su anticipo, sino que también tiene uno superior
a su consumo personal y necesario. Este excedente da nacimiento a los cultivos de segundo orden de
necesidad, a las labores que esos cultivos de segundo orden emplean de modo indispensable, y que son
también las segundas en el orden de la industria. El excedente de producción de ambos cultivos produce
las labores de tercer orden; y a medida que ese excedente es más considerable, produce las inutilidades
y los caprichos del gusto, que llamaremos lujo.” N.d.T.]
31
Pierre Le Pesant de Boisguilbert, Dissertation de la nature des richesses, de l’argent et des tributs,où
l’on découvre la fausse idée qui règne dans le monde à l’égard de ces trois articles, París, 1707. [“Son entonces
las proporciones [entre todos los precios] las que hacen toda la riqueza, porque es por su solo medio
que los intercambios, y en consecuencia el comercio, se pueden hacer.” N.d.T.]
la demanda. Esta última determina los ingresos artesanales y, paso a paso, anima
todo el circuito. Entre los excedentes de bienes de diferentes órdenes, explica For-
bonnais, es importante que las tasas de intercambio respeten ciertas condiciones a
fin de asegurar la mayor extensión del circuito. Como en el caso de Boisguilbert, la
cuestión del precio es entonces la determinante. Es la que determina la prolongación
del circuito y por tanto el volumen de riquezas producidas en una país.
Si no hay valor fundamental en la economía política del circuito, la mayor parte
de los autores utilizan por el contrario una noción de precio que se podría calificar,
siguiendo al fisiócrata Le Tresno, como “precio fundamental” de las producciones.32
Corresponde a la suma del costo de producción y el beneficio normal esperado,
o considerado justo, por el productor. Se trata entonces de la tasa de intercambio
mínima que permite la reproducción del circuito. Bajo variadas denominaciones
se lo encuentra en la mayor parte de los análisis de la época. En una perspectiva
más práctica que teórica, Savary des Bruslons define el precio de las mercaderías
del modo siguiente:
Para Savary des Bruslons el precio depende, entonces, del costo de producción
y de las condiciones del mercado. Análisis similares son propuestos por muchos
economistas, tanto franceses como extranjeros. Es el caso de James Stuart en sus
Principles… (1767) pero también de Cesare Beccaria, quien expone una reflexión
muy interesante sobre la formación de los precios en sus Elementi di economia
pubblica, que no deja de recordar los análisis de Joseph Schumpeter sobre la renta
de mercado.34 El precio, según Beccaria, asocia entonces un precio fundamental,
compuesto de un salario y de una ganancia mínima, y de oportunidades de mercado
explotadas por el productor o el vendedor que hacen variar el precio corriente. La
32
Guillaume François Le Trosne, De l’ordre social, París, 1777.
33
Jacques Savary des Bruslons, Dictionnaire universal…¸op. cit. artículo “Prix”, tomo 2, p. 1221.
[“El precio de las mercaderías ordinariamente depende de su abundancia y de la escasez del dinero,
algunas veces de la novedad y de la moda que presionan sobre ellos, con más frecuencia dependen de la
necesidad y del deseo que se tiene. Pero en relación con ellas mismas, su verdadero e intrínseco precio
debe estimarse sobre lo que cuestan al mercader y sobre lo que es justo que gane.” N.d.T.]
34
Los Elementi di economia pubblica fueron publicados póstumamente en 1804 pero la obra sin
dudas fue escrita a partir de 1768, cuando Beccaria creó en Milán una cátedra de economía política.
brecha entre los dos precios define las condiciones de la reproducción del circuito.
Si el precio fundamental es inferior al precio corriente, el beneficio realizado está
por debajo del beneficio normal, lo que hipoteca la reproducción del circuito. Si
es superior, por el contrario, aparece un beneficio adicional.
Se puede resumir, entonces, la posición de los economistas preclásicos. El pre-
cio de mercado no es una cantidad precisamente definida ya que es igual al precio
fundamental aumentado por el beneficio, cuya amplitud es variable en función de
las condiciones del mercado y de los intercambios (recordemos que al beneficio
“normal” se agrega un beneficio adicional de monto muy variable; el beneficio rea-
lizado es entonces en promedio superior al beneficio normal). Este último beneficio
constituye entonces una variable estratégica. Sobre él juega la competencia, ya que
no existe tasa natural de beneficio con la que cada mercader podría comparar su
propia tasa, como tampoco puede comparar el precio de los diferentes mercados al
precio natural. Es lo que expone James Stuart (quien, como muchos economistas
de su tiempo, utiliza la palabra value para señalar el precio fundamental):
“In every transaction between merchants, the profit resulting from the sale
must be exactly distinguished from the value of the merchandize. The first
may vary, the last never can. It is this profit alone which can be influenced
by competition.”35
Subrayemos, en fin, que muchos autores insisten sobre las insuficiencias (o los
excesos) de la competencia. Esta constatación no es para nada sorprendente: en
ausencia de la idea de valor fundamental, y por tanto de una gravitación que haga
converger los precios hacia ese nivel, nada permite decir cuál debe ser la buena
intensidad para la competencia. Cantillon insiste, en consecuencia, sobre el hecho
de que la formación de los precios sobre el mercado tiene un carácter arbitrario,
dependiente de los comportamientos en el momento del intercambio en sí; en
resumen, que la adaptación de la oferta a la demanda de bienes, de la producción
al consumo o de la oferta de trabajo al empleo tienen un carácter no geométrico:
“Les uns sont plus habiles à faire valoir leur marchandise, les autres plus
adroits à la décréditer. Quoique cette méthode de fixer les prix des choses
au marché n’ait aucun fondement juste ou géométrique, puisqu’elle dépend
souvent de l’empressement ou de la facilité d’un petit nombre d’acheteurs,
35
James Stuart, Principles, op. cit. Libro II, cap. 7, p. 266. [“En cada transacción entre mercaderes,
el beneficio resultante de la venta debe ser exactamente distinguido del valor de la mercadería. El primer
puede variar, el último nunca puede hacerlo. Este es el único beneficio que puede ser influenciado por
la competencia.” N.d.T.]
36
[“Unos son más hábiles para hacer valer su mercadería, otros más astutos para desacreditarla.
Aunque este método de fijar los precios de las cosas en el mercado no tiene ningún fundamento justo
o geométrico, ya que depende con frecuencia de la diligencia o de la habilidad de un pequeño número
de compradores, o de vendedores; sin embargo, aparentemente no hay otro medio más conveniente
por el que se pueda llegar a fijar los precios.” N.d.T.] Richard Cantillon, Essai sur la nature du commerce
en général (1755), París, 1952, p. 67. Este tema es retomado en términos casi idénticos al tratarse la
formación de los precios de mercado del oro y de la plata: “La proportion dépend souvent de la fantaisie
des hommes : les altercations se font grossièrement et non géométriquement. Cependant je ne crois
pas qu’on puisse imaginer aucune règle pour y parvenir, que celle-là : au moins nous savons dans la
pratique, que c’est celle-là qui décide, de même que dans le prix et la valeur de toute autre chose”), p.
150. [“La proporción depende con frecuencia de la fantasía de los hombres: las disputas se hacen de
modo grosero y no geométricamente. Sin embargo, no creo que se pueda imaginar ninguna regla para
ello si no es ésta: al menos sabemos que en la práctica es ella la que decide, al igual que en el precio y
en el valor de cualquier otra cosa.” N.d.T.]
37
“el precio pagado por algunos es de ordinario seguido por los otros” N.d.T.
38
Louis Paul Abeille, Faits qui ont influencé sur la cherté des grains en France et en Angleterre, [s.
l.], 1768, p. 2.
39
Pierre de Boisguilbert, Traité des grains, en Pierre de Boisguilbert ou la naissance de l’économie
politique, París, 1966, p. 876: “On a vu des marchands considérables faire banqueroute, par cette seule
raison qu’ils avaient été deux ou trois ans sans trouver personne pour faire leurs ouvrages, quoiqu’il y
en eût quantité sur le lieu, du même art, qui ne trouvaient point de maîtres.” [“Se ha visto a mercaderes
de consideración hacer bancarrota por la sola razón de que habían estado dos o tres años sin encontrar
nadie para realizar sus labores, a pesar de que había muchos en el lugar, del mismo oficio, que no
encontraban patrones.” N.d.T.]
“Les denrées de 3°, 4° et 5° ordres sont appréciées par les riches, c’est-à-dire
par ceux qui sont propriétaires d’un grand superflu de denrées. Plus il y a de
degré d’inégalité dans cet excédent parmi les citoyens, plus la fantaisie s’éver-
tue, et moins il y a de règle et de proportion dans la récompense des travaux
qui servent à ces fantaisies. C’est en partie, dit Bodin, le plaisir des grands
seigneurs, qui fait les choses enchérir.”40
40
François Véron de Forbonnais, Principes…, op. cit. p. 187. Antonio Genovesi expone el mismo
argumento a partir de la distinción que realiza entre tres tipos de bienes en Lezioni di commercio, Bi-
blioteca dell’economia politica, t. 3, p. 181. [“Los géneros de 3º, 4º y 4º orden son apreciados por los
ricos, es decir por aquellos que son propietarios de un gran exceso de géneros. Más aumenta el grado
de desigualdad en ese excedente entre los ciudadanos, más se expande la fantasía y menos hay regla y
proporción en la recompensa de los trabajos que sirven a esas fantasías. Es en parte, dice Bodin, el placer
de los grandes señores lo que hace encarecer las cosas.” N.d.T.]
41
“más vil de los esclavos” N.d.T.
42
Richard Cantillon, Essai sur la nature du commerce en général, op. cit., I, XI, p. 20. [“si el propie-
tario emplea en su trabajo vasallos o campesinos libres, los mantendrá probablemente un poco mejor
que lo que haría con los esclavos.” N.d.T.]
siglo en que escribe Cantillon es sugerida por el recurso a la figura del esclavo, por
entonces casi desconocida en Europa occidental. La jerarquía de las tasas se cons-
tituye a partir de esta referencia. Cantillon brinda la clave un poco más adelante a
propósito de los salarios de los artesanos, que dependen de múltiples factores, en
particular de la calificación y de la eficacia del circuito; dicho de otro modo, de la
intensidad de la demanda de trabajo.
La noción de “trabajo puro”, que será inventada por el capitalismo industrial
del siglo XIX, está en las antípodas de la concepción del trabajo en la Europa
moderna. En lugar de una cierta permutabilidad de las tareas propia del “trabajo
puro”, dominan barreras de todo tipo para individualizar oficios y empleos. Ba-
rrera antropológica cuando se constata, por ejemplo, que en las grandes ciudades,
como Lyon43, los empleados domésticos no son nacidos en la ciudad ya que, por
más modesta que sea la condición de muchos lioneses, ningún hijo de jornalero, y
menos aún de artesano, tendría ese trabajo. Barrera técnica, igualmente, ya que el
débil auge del maquinismo y del capital fijo hace que la productividad del trabajo
dependa menos del utillaje empleado que de la calificación adquirida de modo
individual por cada obrero.44 La pericia es entonces el producto de una experiencia
personal y la reputación se transforma para el trabajador en un elemento central
de su identidad.45 La cualificación profesional, podría decirse que incorporada al
individuo, es entonces constitutiva de su autonomía en relación con el empleador
pero también del sentimiento de pertenencia a un grupo y, por tanto, del poder de
negociación (individual y colectiva) de los trabajadores. Barrera institucional, en
fin, ya que las reglas de las corporaciones son maltusianas y limitan los efectivos que
cada maestro puede contratar. Además, en el seno de los oficios se realizan clasifica-
ciones que no dejan de recordar las efectuadas con las mercaderías. Por ejemplo, en
1660 los Status des tailleurs d’habits pourpointiers distinguen los “meilleurs ouvriers
compagnons”46 que ganan 2 o 3 libras tornesas47, “ceux qui vont à la journée à 10
43
Maurice Garden, 1970.
44
Subrayemos que aun en los sectores más técnicos y capitalizados como los molinos papeleros,
la calificación personal y la competencia individual de los trabajadores ocupan un lugar esencial en la
determinación de los salarios. Ver Leonard N. Rosenband, 2000.
45
La autobiografía del oficial vidriero Ménétra muestra muy bien el vínculo entre identidad obrera
y calificación individual. Ver Jacques-Louis Ménétra, Journal de ma vie, D. Roche (éd), París, 1982.
46
“mejores obreros oficiales” N.d.T.
47
La libra tornesa (livre tournois) se subdividía en 20 sueldos (sous) y cada sueldo, en 12 dineros
(deniers). N.d.T.
sols”48 y los peones que ganan menos de 10 sueldos. Más preciso aún, el Règlement de
la librairie de 1723 realiza una clasificación muy detallada y jerarquizada dentro de
los obreros del libro según su nivel de cultura (lectura, escritura, conocimiento del
latín, del griego, etc.), la duración de su aprendizaje, el origen geográfico, el grado
de estabilidad. Estas diferencias implican para los maestros criterios reconocidos
al contratar, que al mismo tiempo son elementos que estructuran, o fijan tempo-
rariamente, el orden profesional por el simple hecho de brindarle una existencia
visible. Una consecuencia es la existencia de múltiples normas salariales propuestas
por las autoridades, así se trate del intendente o del alcalde. Los salarios oficiales
sirven de referencia en la negociación salarial y en la práctica lo más frecuente es
que no sean tomados como marcos rígidos. Su nivel es, por otro lado, el resultado
de un enfrentamiento entre partes arbitrado por la autoridad, lo que les confiere
un contenido social y político antes que económico. A esta división se asocia una
real movilidad de los trabajadores, fenómeno que es un verdadero descubrimiento
de la historiografía reciente. Las sociedades de Antiguo Régimen son sociedades
en las que la mano de obra se desplaza fácilmente y más cuando la cualificación es
elevada. Son numerosos los ejemplos de migraciones dentro de un amplio espacio,
nacional (como los obreros papeleros o tipográficos que circulan en toda Francia) y
también con frecuencia europeo (como los obreros vidrieros formados en Venecia
y en Murano, los mineros alemanes o los obreros cualificados de las manufacturas
indianas), lo que permite establecer relaciones de fuerza sobre el mercado de trabajo.
Es lo que explica la intensa legislación real que tiene como objetivo mantener la
estabilidad de una relación salarial, frecuentemente cuestionada por el empleador
pero también por los trabajadores dotados de competencias reconocidas. Un ejemplo
en Inglaterra es el famoso Statute of Artificiers (1558-1563), que recién es abolido
en 1814. Este conjunto de leyes apuntaba a regular la oferta de trabajo fijando los
salarios de ciertos tipos de empleos, estableciendo reglas para el aprendizaje y, sobre
todo, limitando mucho la libertad de movimiento de los trabajadores. En Francia,
la Ordonnance de Villers-Cotterêts (1539) cumple una función similar. Suprime
el derecho de coalición de los obreros en todo el reino, inaugurando (o más bien
confirmando) una larga tradición de reglamentos contra las huelgas destinados a
fijar el precio de los jornales o a controlar una parte del mercado de trabajo. Sub-
rayemos, sin embargo, que las diferencias entre los trabajadores son considerables.
El empleo, tanto rural como urbano, presenta con frecuencia una estructura dual
con una parte estable, bien pagada y provista de competencias técnicas, y una parte
inestable, sin competencias, fácilmente reemplazable y por tanto mal remunerada.
48
“aquellos que trabajan por jornada a 10 sueldos” N.d.T.
B. Beneficio
Una característica importante de la economía de Antiguo Régimen es que el
capital no es un recurso raro sino, por el contrario, abundante. Las fuentes para la
constitución del capital son múltiples, en particular en el sector agrícola, en el que
las grandes explotaciones aseguran ingresos importantes, y en los sectores protegidos,
en particular aquellos asociados al Estado, tanto si se trata de manufacturas privi-
legiadas, de la participación en la recaudación fiscal, de la inversión en las finanzas
públicas o de la participación en ese sector tan rentable que es la economía de guerra.
Ello ha hecho escribir a Fernand Braudel: “Cela explique aussi une contradiction
apparente de l’économie d’hier, à savoir que, dans les pays visiblement sous-déve-
loppés, le capital net, facilement amassé dans les secteurs préservés et privilégiés de
l’économie, soit parfois surabondant et incapable de s’investir utilement dans sa
totalité.”50 En estos últimos casos se trata de retenciones realizadas por la burguesía
de negocios (y con frecuencia de la aristocracia, a veces la más alta) sobre la riqueza
49
Sobre la transformación de este comportamiento vinculado a la consumer revolution, ver Jan
De Vries, 2008.
50
Fernand Braudel, 1979. Tomo 2, p. 26. N.d.T: “Ello explica también una aparente contradicción
de la economía de ayer, en el sentido de que en los países visiblemente subdesarrollados, el capital neto,
fácilmente amasado en los sectores preservados y privilegiados de la economía, sea a veces superabundante
e incapaz de invertirse de modo útil en su totalidad”.
51
Subrayemos que esta dicotomía se encuentra en todos los sectores de la economía y que no
opone de ningún modo un sector agrario a uno manufacturero y comercial.
52
“ Le profit mercantile (…) n’est jamais que la valeur d’une portion médiocre des objets commercés.
Quand il y a liberté, immunité, facilités, tous les négociants conviendront que la dixième partie de cette
valeur est un profit honnête pour le trafic ”, Nicolas Baudeau, Première introduction à la philosophie
économique (1767), París, 1911, p. 85. [El beneficio mercantil (…) nunca es más que el valor de una
porción mediana de los objetos comercializados. Cuando hay libertad, inmunidad, facilidades, todos
los negociantes estarán de acuerdo en que la décima parte de ese valor es una ganancia honesta para
el tráfico”. N.d.T.]
C. Renta fundiaria
Como en el marco del pensamiento clásico, la renta fundiaria es un ingreso
residual que depende de la diferencia entre el precio de mercado y el costo de pro-
ducción, incluyendo el beneficio considerado normal por el productor. Un aumento
continuo de los precios de mercado como en el siglo XVIII conduce, por la vía de
la negociación periódica de los arrendamientos, a un crecimiento simultáneo del
beneficio agrícola y de la renta fundiaria.
puede variar pero siempre se encuentra el principio de una trilogía de bienes cada
vez menos necesarios o, más exactamente, con un orden en su adquisición.53 Puede
haber diferencias importantes entre los individuos y la noción de lujo será muy
diferente para cada uno y, sobre todo, entre personas de ingresos diferentes. Pero
la agregación de esos comportamientos individuales conduce a regularidades en el
consumo. Savary des Bruslons, en su Dictionnaire universel du commerce, brinda
una explicación de naturaleza genética: “Cette dépendance réciproque des hommes
par la variété des denrées qu’ils peuvent se fournir s’étend sur les besoins réels ou
sur des besoins d’opinion (…). L’idée de la commodité n’est dans les hommes
qu’une suite de ce premier sentiment, comme le luxe à son tour est une suite de
la comparaison des commodités superflues dont jouissent quelques particuliers.
Le commerce doit son origine à ces trois sortes de besoins ou de nécessités que les
hommes se sont imposés.”54
El vínculo con el circuito económico es claro. Las doscientas profesiones de
Boisguilbert o los bienes de 1º, 2º, 3º, 4º y 5º orden de necesidad, como los deno-
mina Forbonnais en sus Éléments du commerce (1754), describen el conjunto de esas
“nécessités que les hommes se sont imposés” del que habla Savary des Bruslons, así
como de su orden de aparición y los volúmenes de producción según la extensión
adquirida por el circuito.
53
De entre una gran cantidad de ejemplos, ver Antonio Genovesi, Lezioni di commercio, op. cit.,
p. 181. Sobre esta trilogía de mercaderías, ver Michael Kwass, 2003.
54
“Esta dependencia recíproca entre los hombres por la variedad de los géneros que pueden
proveerse se extiende sobre las necesidades reales o sobre las necesidades de opinión (…). La idea de
la comodidad no es entre los hombres más que una continuación de ese primer sentimiento, como el
lujo a su vez es una continuación de la comparación de las comodidades superfluas que gozan algunos
particulares. El comercio debe su origen a estos tres tipos de necesidades o de exigencias que los hombres
se han impuesto.” N.d.T.
55
“Todos alimentan la prosperidad noche y día por su interés particular y forman al mismo tiempo,
aunque sea en lo que piensan menos, el bien general del cual, a pesar de lo que tengan, deben siempre
esperar su utilidad singular.” N.d.T.
56
“que debería ser sagrada” N.d.T.
“Pourvu que l’un s’en aperçoive, il fait aussitôt capituler l’autre, et le veut
avoir à discrétion ; et s’il ne lui tire pas l’âme du corps, ce n’est pas manque
de bonne volonté, puisqu’il ne tiendrait pas à lui qu’il n’en usât comme dans
les villes pressées par un long siège, où l’on achète le pain cent fois le prix
ordinaire, parce qu’il y va de la vie.”57
57
Pierre de Boisguilbert, Dissertation sur la nature des richesses, dans Pierre de Boisguilbert ou la
naissance de l’économie politique, op. cit., p. 993. [“Ni bien uno se da cuenta, enseguida hace rendirse
al otro, y quiere que sea a discreción; y si no le quita el alma del cuerpo no es por falta de voluntad,
ya que si de él dependiera se comportaría como en las ciudades agotadas por un largo sitio, cuando se
compra el pan a cien veces el precio ordinario, porque en ello va la vida”. N.d.T]
58
“No es sino por efecto de una opinión pública vaga y poco determinada que el pueblo está
inquieto o tranquilo en cuanto a la provisión de granos esparcida en el reino, y esta opinión es el fruto
de la imaginación tanto como de la razón”. N.d.T.
De modo que esas imitaciones pueden ser orientadas, como lo sabe muy bien
Necker, quien presenta con frecuencia a los mercaderes como manipuladores de
información con el objetivo de provocar el encarecimiento de los precios. Son nu-
merosos los testimonios en los archivos de esta asimetría de la información entre
los participantes en el mercado. Es lo que expone Linguet en una descripción muy
realista. Si el precio del trigo en un mercado era en la víspera de 20 libras:
Una vez que está establecido el alto precio del trigo, continúa Linguet, se
mantendrá ya que “l’espèce d’embargo mis par la cupidité”61 se extenderá a los
otros mercados de la región. En suma, ni la competencia en el mercado ni entre los
59
“Los precios son un compuesto de realidad y de imaginación. Llega una cosecha mediocre, es
un motivo de encarecimiento, y este motivo, ¿no es la imaginación que lo evalúa? Y a esta imaginación,
¿qué la excita? ¿Qué la maneja? Es el espíritu de imitación, es el ejemplo; en muchas circunstancias, los
precios pueden ser manejados como las opiniones.” N.d.T.
60
Simon Nicolas Linguet, Du commerce des grains, Bruselas, 1788 (segunda edición), p. 41.
[“Cuando abre el mercado se presentan dos hombres, uno que lo propone a veinticuatro libras y otro
que lo compra sobre ese pie, he aquí el precio del mercado establecido: el trigo costará veinticuatro libras,
y aun puede ir más allá. Enseguida, la avaricia, que vela sin cesar alrededor de los talegos, sospecha que
la carestía puede ser aumentada. El mercado siguiente, sin que siquiera haya maniobras más criminales
que el deseo ordinario de lucro, el precio sube aun; entonces está comprobado que hay escasez. Este
rumor debería aparentemente hacer que se abran todos los graneros: por el contrario los cierra (…): se
fija una tasa de aumento hasta que se llega a una con la que no se llevará nada a la plaza, y la escasez se
transforma en hambruna.” N.d.T.]
61
“la especie de embargo causado por la concupiscencia”. N.d.T.
62
“Una vez iniciado el tembladeral se extiende a lo lejos, la buena voluntad del comercio podría
ser inútil”. N.d.T.
63
Eli F. Heckscher, 1934.
64
“La corte es imitada por París que a su vez es imitado por las provincias, de este modo la corte
da a unos y otros un ejemplo que regula su gusto y su gasto”. N.d.T.
65
Jean-Yves Grenier, 2012.
A. Series aleatorias
Durante mucho tiempo los economistas y los historiadores implícitamente
consideraron que las series que estudiaban, en particular las de precios, tenían
un carácter determinista; es decir, que presentaban un trend que define la evolu-
ción de la serie en la larga duración. Nuevas técnicas de análisis estadístico han
permitido poner en relieve el carácter aleatorio de muchas series económicas.66
En particular, es el caso de las series de precios de la época del Antiguo Régimen,
cuya opacidad ha sido con frecuencia interpretada por los historiadores asociando
movimientos de duración bien conocida, pero tornados poco legibles por causas
fortuitas exógenas que introducen perturbaciones (meteorología, guerra, etc.). Las
reflexiones precedentes orientan hacia otro modelo temporal, que integra una parte
de lo aleatorio y que no define las temporalidades como movimientos de duración
precisa. Esta aproximación encaja bien con nuestros análisis ya que está ausente la
idea de equilibrio, de corto o largo plazo, asociada al valor fundamental. Al con-
trario, el análisis del mercado del trigo mostró cuán numerosas son las razones para
que los precios obtenidos presenten una gran dimensión aleatoria. En principio
subrayemos el muy variado origen de los granos puestos en venta: excedentes de
pequeños productores, producción de grandes explotaciones cerealeras, trigos del
diezmo o de los derechos señoriales, etc., cada uno con su correspondiente costo
66
El artículo pionero es el de Nelson y Plosser (1982), que muestra que las crónicas económicas
siguen más frecuentemente una tendencia estocástica que una determinista.
67
“es llevado tan alto como si no hubiera absolutamente nada”. N.d.T.
68
“La circulación y el trueque de géneros y mercaderías, al igual que su producción, se llevan
adelante en Europa por empresarios, y al azar”. N.d.T.
69
Condillac, Le commerce et le gouvernement, 1776, Segunda parte, cáp. XVIII.
70
“en la impotencia de calcular todas esas cosas, los arrendatarios dan [venden] con frecuencia
al azar”. N.d.T.
71
“Y sin embargo, es sobre esta base que [los artesanos] fundan todas sus especulaciones”. N.d.T.
72
“Entonces las especulaciones serán para él tanto más difíciles, ya que el éxito de sus empresas
dependerá de una multitud de circunstancias que no se puede hacer entrar en un cálculo, o que es
igualmente imposible de prever”. N.d.T.
C. Ciclos y crisis
Si la dimensión aleatoria de las series es innegable, no son sin embargo simples
movimientos aleatorios ya que los incrementos estocásticos sucesivos son corre-
lacionados en el tiempo. Se observa de este modo, siguiendo a generaciones de
historiadores economistas, la existencia de ciclos. Precisemos de entrada que esos
ciclos, de una duración media de 8 a 9 años, son a la vez de una amplitud muy
variable (de 6 a 12 años) y de una débil regularidad.73 No se trata entonces de hablar
de ningún tipo de autorregulación cíclica de la economía de Antiguo Régimen.
Una comparación precisa entre datos climáticos anuales, producción y precios
pone en relieve la ausencia de una causalidad estrecha. Toda variación brusca de
la meteorología no es seguida de una variación proporcional de las cosechas y,
recíprocamente, bajas sensibles en las cosechas pueden producirse en un contexto
meteorológico favorable. Esos márgenes subrayan la importancia del grado de in-
tensidad en la utilización de los factores de producción. Lo que importa es la noción
de incitación a la inversión, considerada como central por muchos preclásicos que
en su mayoría estiman que el clima no tiene ninguna influencia, a semejanza de
Auxiron, quien considera “qu’en fait de commerce (des blés), on doit supposer que
les accidents (météorologiques) seront indifférents, que le hasard sera ni pour, ni
contre”.74 Forbonnais muestra en sus Principes et observations économiques (1754)
cómo una sucesión aleatoria de cosechas crea una secuencia corta de la producción
y de los precios que, asociada a manipulaciones de mercado como las analizadas por
Necker, puede generar ciclos, sin que por ello la noción de ciclo agrícola en general
tenga sentido al ser tan variados los posibles encadenamientos. La imprevisibilidad
y la brutalidad de los fenómenos de especulación, amplificados por el mimetismo
de los comportamientos, hacen sin embargo del ‘ciclo’ de Antiguo Régimen una
73
Remarquemos que disminuyen de intensidad a lo largo del siglo XVIII, posiblemente a causa
de una especulación estabilizadora más eficaz por el mejoramiento de la circulación de la información
y de los productos.
74
Claude-François-Joseph d’Auxiron, Principes de tout gouvernement, 1766, t. 2, p. 99. [En relación
con el comercio (de trigos), debemos suponer que los accidentes (meteorológicos) serán indiferentes,
que el azar no jugará ni a favor, ni en contra.” N.d.T.]
75
C. E. Labrousse, 1933.
76
“con frecuencia tratan mercaderías sobre las que no tienen conocimiento y se manejan por la
opinión”. N.d.T.
77
“Cuando la opinión se encuentra en cierto estado, el ejemplo de las fortunas rápidamente
adquiridas atrae un gran número de imitadores”. N.d.T.
Bibliografía citada
Bluche, François y Jean-François Solnon (1983). La véritable hiérarchie sociale de
l’ancienne France. Le tarif de la première capitation (1695). Ginebra: Droz.
Braudel, Fernand (1979). Civilisation matérielle, économie et capitalisme, XVe-XVIIIe
siècle. París: Armand Collin.
De Vries, Jan (2008). The industrious revolution: Consumer behavior and the household
economy, 1650 to the present. Cambridge: Cambridge University Press.
Durkheim, Émile y Marcel Mauss (1903). “De quelques formes primitives de
classification. Contribution à l’étude des représentations collectives”. L’Année
sociologique, 6 (1901-1902), 1903, pp. 1-72.
Foucault, Michel (1964). Les mots et les choses. París: Gallimard.
Garden, Maurice (1970). Lyon et les Lyonnais au XVIIIe siècle. París, Société d’édition
“Les Belles Lettres”.
Geertz, Clifford (1979). “Suq: The Bazaar Economyin Sefrou”. En C. Geertz,
H. Geertz y L. Rosen. Meaning and Order in Moroccan Society: Three Essays
in Cultural Analysis. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 123-225.
Grenier, Jean-Yves (2012). “Temps de travail et fêtes religieuses”. Revue Historique,
663, 2012/3, pp. 609-641.
78
Clifford Geertz, 1979.