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Cuidado Con Las Curvas - Volumen 2 - Maleja Arenas
Cuidado Con Las Curvas - Volumen 2 - Maleja Arenas
Diseño Portada:
Maleja Arenas
Diseño PDF:
Yanin LCh
Aclaración
¡Para todas mis impacientes y hermosas lectoras!
Lo sé, sé que algunas querían que el amor de Fer y Fabi transcurriera muy
rápido, se besaran, amaran y... felices por siempre.
Pero no.
Saben que soy de las personas que me gusta darle sentido y coherencia a
las cosas, que procuro hacer mis historias reales y creíbles, que mis personajes
sean diferentes a los otros. Y eso sucede con esta historia.
Soy de las que cree que el amor y el dolor son los sentimientos más fuertes
y difíciles de olvidar. Especialmente el dolor.
Fabi cree que ahora debe pensar más en su bebé, por eso no se preocupa
tanto por ver o no ver si Fer realmente cambió o no. Ella quiere protegerse,
está prevenida y predispuesta. No es sencillo. Sin embargo, cuando conocemos
la razón de por qué esa otra persona hizo lo que hizo... es mucho más fácil
dejar que el perdón toque nuestro corazón, al fin y al cabo somos seres
empáticos. Es por eso que es necesario conocer el pasado de Fernando, saber
qué fue lo que lo llevó a actuar de esa manera, cuál fue su detonador. De esa
manera, Fabi y nosotras podríamos entender un poco su lógica (ya sea
correcta o no) para actuar y protegerse.
Recuerden que los seres humanos no somos perfectos y nuestra
personalidad y comportamiento está basado en aquellas experiencias que
vivimos a lo largo de nuestras vidas, ¿que en ocasiones esté mal lo que
hacemos? Sí, al fin y al cabo nadie tiene la verdad absoluta de las cosas y
somos seres que buscamos siempre protegernos y evitar el sufrimiento.
Por último, sé que esta novela es muy diferente a la primera entrega, pero
repito, son personajes diferentes, con personalidades y conflictos muy ajenos a
Manuela y David. Volver a hablar de lo mismo que hablé en la primera historia
sería ser redundante y manifestar poca imaginación y desarrollo de mis
personajes. Fabi es diferente, incluso en el primer libro lo demostró... Así como
existen muchas Manuela, también existen muchas Fabiola... es tiempo de
dejarlas a ellas ser las protagonistas.
Esta es otra historia, otro argumento y otros conflictos que siguen una
misma línea... mujeres de talla grande y su interacción con el mundo.
Mil gracias a todos por su apoyo. Dios les bendiga hoy y siempre y espero
que sigan disfrutando de mi bella historia.
Saludos.
Maleja Arenas.
Contenido
Dedicatoria Capítulo 15 Capítulo 31
SINOPSIS Capítulo 16 Capítulo 32
Capítulo 1 Capítulo 17 Capítulo 33
Capítulo 2 Capítulo 18 Capítulo 34
Capítulo 3 Capítulo 19 Capítulo 35
Capítulo 4 Capítulo 20 Capítulo 36
Capítulo 5 Capítulo 21 Capítulo 37
Capítulo 6 Capítulo 22 Capítulo 38
Capítulo 7 Capítulo 23 Capítulo 39
Capítulo 8 Capítulo 24 EPILOGO
Capítulo 9 Capítulo 25 Agradecimientos
Capítulo 10 Capítulo 26 Próximo libro
Capítulo 11 Capítulo 27 Sobre la Autora
Capítulo 12 Capítulo 28
Capítulo 13 Capítulo 29
Capítulo 14 Capítulo 30
Dedicatoria
Para Margarita Colonia, mi mejor amiga y cómplice. Te amo
hermana del alma.
Para todas las “Fabiola” del mundo… aquí su historia.
Sinopsis
Se dice que el amor a veces requiere de tiempo y otras veces sólo de una
mirada. Yo me enamoré con la segunda y él se enamoró con la primera.
Enamorarse puede ser la peor cosa que podría pasarte. Amar puede
hacerte crecer o hacerte caer tan profundo que logras perder tu esencia o
podría hacer que encuentres quien realmente eres y a la verdadera razón por
la que vives tu vida. Pero la mayor parte del tiempo, olvidamos que el amor
puede llegar de y en cualquier manera.
Embarazada...
¡Embarazada!
Pero según pasan los minutos y la cortina blanca sólo abre paso a la
enfermera que viene con una silla de ruedas para dejarme ir a casa, me doy
cuenta que:
Oh Dios Mío.
No me atrevo a mirar la hoja en mis manos. Tal vez si la ignoro puede que
cambie todo, que no esté esperando un bebé. Debería romperla, deshacerme
de ella y así poder regresar a mí vida... una vida sin...
—Jesucristo, ayúdame.
—Sé que estás ahí, Fabi. Abre la jodida puerta o voy a traer al hombre más
grande del mundo y lo obligaré a romperla.
—¿Cómo vas a obligar al hombre más grande del mundo, Manu? ¿Podría
romperte a ti si lo quiere?
—¿Qué? Estás loca, no quiero acabar con el hoyo más grande en el trasero.
—No vamos a movernos de aquí, así que abre la puerta —grita Manu.
Manu me empuja hasta el sofá, Tere deja las bolsas que trajo en la mesa
de centro y Rosi se dirige a las cortinas para correrlas y traer la luz a mi lugar.
Mi casa es un desastre. Tere destapa un jugo embotellado y Manu me acerca
un muffin.
Asiento y tomo lo que ofrece. Veo como Rosi y Tere empiezan a recoger el
desastre que hay en el suelo y las otras superficies de mi casa. Manu me
vigila, comprobando que efectivamente esté dándole algo más que agua a mi
estómago.
—Te dimos veinticuatro horas para que tuvieras tu crisis, Fabi —comienza,
una de sus manos viene y toma la mía—. Ahora es tiempo de la confrontación
y la intervención. Dinos, ¿es cierto?
—Sí —susurro.
—No lo sé.
Dejo que algunas lágrimas se derramen de mis ojos y abro mis brazos para
un abrazo. Las necesito y ellas están aquí para mí.
Me avergüenzo de ello.
—Bien.
—¿Cuándo has visto que un ladrón toca para entrar a una casa? ¿Eres tonta
o te haces?
—Lo siento, súper Rosi, no funciono muy bien cuando estoy medio dormida.
—Yo no necesito que llore por mí ahora. Sólo quiero que me deje en paz.
Adiós imbécil.
Capítulo 2
Fernando
Voy a perder la jodida cabeza.
—Nop. No puedo hacer eso. Debo estar aquí y velar porque tu bestia se
calme.
—Sí claro —resopla—. Es por eso que casi golpeas a Jefferson por dejar
caer un pedazo de pan en el suelo y gritaste a Lina por llegar sobre el tiempo.
Oh, y no olvidemos la llamada de los proveedores de Suiza, casi los comes
vivos.
Hago una mueca ante sus palabras. Es cierto, mi humor es de mierda y eso
está afectando mi trabajo.
—No me gruñas compañero. Sólo digo la verdad y será mejor que calmes
tu mierda. No permitiré que contamines el ambiente laboral, como amigo
puedo perdonar tu pataleta, pero como socio... haz malditamente algo.
Miro una vez más el teléfono. No hay llamadas de Manu ni de Lia... Cristo,
me volveré loco. Necesito saber que está pasando con Fabi, si ella y el... el
bebé están bien.
Mierda el bebé.
Todavía no puedo creer que ella esté esperando un bebé de otro hijo de
puta que no sea yo, pero todos tienen razón, merezco la mierda que me es
arrojada a mí ahora. Esto lo causé yo, es mi maldita culpa que ella haya caído
en los brazos de otro pendejo.
Pero si el cabrón cree que le dejaré fácil el camino, está muy equivocado.
Definitivamente esto me ha sacudo lo suficiente para abrir mis malditos ojos.
—Sí, hay bebé. La ecografía empezó hace menos de cinco minutos, déjame
ver qué nos dice el médico.
—Pero...
—Te conozco Fernando Quintero, irías tras ese hombre apenas y termine de
decir la última letra de su apellido.
Realmente me conoce.
Maldita espera.
Mierda.
Así ella no quiera verme, yo necesito sentirla cerca y asegurarme que está
bien.
—No.
—Lo hice trabajar por él. Además, debió demostrarme que había madurado
y aprendido de su error. Las palabras son fáciles, los hechos... esos son más
complejos, pero mucho más acertados y contundentes.
Me ignora y sigue arrastrando la bolsa hacia los contenedores del final del
pasillo. La fulmino con la mirada y le arrebato la basura, resopla y se cruza de
brazos esperando a que la deje en su lugar. Lo hago y me vuelvo hacia Fabi.
—Nena...
—Descansa cariño —responde la anciana con una sonrisa. Dejo salir el aire
de mis pulmones y camino nuevamente hasta la puerta que hace segundos fue
cerrada por mi pelirroja—. Ponte a trabajar chico, esa mujer realmente te la
pondrá dura.
—No sé qué más hacer, he intentado hablar con ella, hacerla escucharme,
pero me ignora.
—¿Y qué cree que he estado haciendo aquí cada jodido día de las últimas
semanas? —pregunto. Actuar es lo que estoy haciendo. La he buscado,
llamado, acosado y no obtengo nada de ella, sólo desprecio.
Cuando por fin las ideas se aclaran en mi cabeza, tomo mi abrigo y camino
hacia mi auto...
Es hora de actuar.
Capítulo 3
Fabiola
—¿Estás pensando en abrir una frutería o un mercado?
—No —gruño mi respuesta. Manu me mira con una ceja levantada, toma
una manzana de una de las tantas cestas que hay en mi casa y se sienta sobre
el mostrador de mi cocina.
—No lo justifiques —interrumpo, doy dos pasos hacia ella—. Nada justifica
la forma en la que me trató y ahora cuando soy yo la que no quiere tener nada
que ver con él, resulta que la víctima es Fernando.
—No estoy diciendo eso —espeta y se levanta—. Hay cosas que no sabes,
ciertas circunstancias que hicieron a mi hermano de esa forma.
—Fabi, te entiendo. Comprendo por qué razón estás molesta y actúas así.
Sí, Fer es un completo imbécil, pero no siempre lo fue y, aunque digas que
nada justifica sus acciones pasadas, créeme cuando te digo que a sus ojos, ser
así fue la única manera de no perderse.
¿Perderse?
—Está bien —murmuro. Manu comprende lo que hay más allá de mis
palabras. Me estrecha más en sus brazos y me lleva hacia la habitación.
El bebé está bien —o eso es lo que dijo el doctor— pero yo, yo no lo estoy.
Me despierto cada noche llorando, y en el día soy como un zombie. Aún no
logro asimilar lo que está sucediendo conmigo, ni el hecho de que en unos
meses seré madre del hijo de un desconocido con el cual jugué una noche,
cuando mi corazón sangraba por el rechazo de Fernando.
Jamás había hecho algo así. A diferencia de Manu y de Tere, yo no soy una
de esas chicas de sexo casual. No. Yo prefiero salir en citas, conocer a esa
persona —al menos un poco— antes de permitirle compartir ese tipo de
intimidad conmigo.
Pero ese día estaba tan lastimada, que actué por rencor y ahora debo
enfrentarme a las consecuencias.
La consecuencia.
Es triste que piense de esa manera sobre el bebé; debería sonreír, comprar
miles de cosas de bebé, brincar, y soñar con verle pronto. Pero lo que
realmente siento es... miedo. El más increíble y puro terror.
—Fabi —susurra y mis ojos van hacia los suyos. Hay tanto dolor en ellos y
entonces recuerdo... oh mierda—. Manu, oh Manu, yo... lo siento.
—No, no tienes por qué sentirlo Fabi. Te entiendo, sé lo que estás sintiendo
y lo que estás pasando. Y si quieres mi sincera opinión, te diré que si ese bebé
ha llegado a tu vida, es porque así tenía que ser; da miedo, te asustarás y te
preguntarás mil veces si estás lista para ello o si podrás ser una buena madre
—Me sonríe en medio de sus ojos acuosos—, y lo serás, porque eres fantástica,
eres única y la persona más pura y buena de este mundo. Pero, es tu vida, tu
cuerpo, tu decisión y sea cual sea el camino que tomes, estaré aquí, todas
estaremos aquí para ti.
—Eso lo sé, sin ustedes, sin ti Manu no sé qué sería de mí. —Suspiro y
limpio mis lágrimas—. Pero esto es tan confuso, y me siento... vil, necia, sucia.
—Mi voz se quiebra con estas últimas palabras.
—No digas eso, no te permito que digas o pienses eso de ti misma —gruñe
y me sacude un poco—. Tú estás lejos de ser eso.
—Pero así me siento. Por Dios —jadeo—. Permití que un hombre del que no
recuerdo ni su apellido, me embarazara. ¿Qué tan estúpida me hace eso?
—¿Cómo lo sabes?
—Porque te conozco. Es por eso que sé, serás la mejor madre que ese bebé
pueda soñar.
—¿Acaso él no quiere saber nada del bebé? ¿Te dio la espalda? —brama
empuñando sus manos y asumiendo esa postura de "Voy a patear sus
traseros".
—Es el gerente de uno de los clubs del centro. —Muerde su labio y ruedo
los ojos—. Escúpelo.
—¿Por lo menos es de esta era? ¿No debe usar pastillas ni aparatos para...
fue bueno?
—Así es.
—Por mí está bien —digo con una sonrisa en mis labios—, tampoco quiero
recordar a Luis.
—Salimos dos veces aquella semana que viajaste a Medellín para traer las
nuevas telas. Fue lindo.
—Oh mi Dios. —Se ríe—. Que perversa Fabi, ¿el chico no era algo así como
casi virgen?
—Deberías decirle.
Me levanto y voy con cautela para verificar quién es. La mirilla me enseña a
un repartidor, en sus brazos hay una bolsa de compras. Frunciendo el ceño,
abro la puerta.
—¿Fabiola Ospina?
—Sí —respondo precavida.
Esculca la bolsa —ya que aún estoy congelada en mi lugar— y saca otros
accesorios de bebé, un par de pantuflas en forma de garras, alguna clase de
malteadas para mujeres en estado de gestación y un libro de nombres.
—Uh-oh. —Entrecierro mis ojos hacia ella y arrebato la nota de sus manos.
Cuídate cariño,
Fernando.
T.Q.
Capítulo 4
Fabiola
He estado mirando por la ventada y por la mirilla de mi puerta desde la
tarde de ayer y eso me molesta, mucho.
Mis ojos vuelan hacia la puerta nuevamente y golpeo el cojín. Debo dejar
de hacer esto. Se supone que quería que se fuera, no entiendo por qué busco
su sombra bajo la puerta ahora.
Tal vez porque todos sus regalos me sorprenden, de buena manera, aunque
finja lo contrario. No lo he visto, desde ese día que le dije se apartara de mí, lo
ha hecho y no sé por qué me siento un poco decepcionada de ello. Soy un
maldito caos, se supone que debo odiarlo con todas mis fuerzas y querer verlo
a miles de kilómetros de mí, pero no es así.
Así que, para dejar de añorar los mensajes, las visitas inesperadas y las
llamadas a cada hora; recuerdo todos sus desplantes y el sinfín de mujeres
que vi a su lado, eso logra aplacar el loco sentimiento de añoranza.
Tomo el libro de nombres que me envió ayer y decido echarle un ojo. Esta
mañana, mientras me bañaba, le hablé por primera vez a mi bebé. Fue
extraño y me sentí algo tonta, pero Rosi me aseguró que ellos pueden percibir
las emociones y los sentimientos de su madre. Entonces volví a hablarle y ya
no me sentí tan ridícula.
Puedo hacerlo.
Manuela y Tere juntas sus cejas, tratando al igual que yo, de darle sentido
a la imagen. Me rio un poco cuando Tere saca su lengua y la muerde,
totalmente concentrada. La doctora habla sobre las medidas de mi hijo y
algunas otras cosas más, que ya sé o mejor dicho, que alguien me dijo.
—Gracias doctora.
Mamá.
Espero que todo salga bien para ella. Hemos cruzado algunas palabras
estos últimos días y reconozco que sentí algo de vergüenza cuando vi la
seguridad y el amor tan fuerte que siente ella por su hijo. Es una chiquilla de
quince años y no se escondió ni se lamentó como yo lo hice, yo que soy once
años más madura.
—Ya empezó a salivar como cachorro, por supuesto que quiere comer —
murmura Tere ganándose una mirada de ambas—. ¿Qué? Así son los
cachorros, ¿no?
—No me compares con un perro. Pero sí, tienes razón. Quiero ir a comer.
Vamos al Frisby que está más cerca y hago mi pedido. Noto que el móvil de
Manu no deja de pitar y me siento mal.
—Lo sé Manu, pero no quiero ser una carga. No quiero que mis amigas
detengan su vida para poder ayudarme a lidiar con mis problemas —
murmuro—. Yo me metí en este lío, así que debo ser yo la que trabaje por salir
de él, no ustedes.
—Fabi...
—Ella tiene razón, Manu —dice Tere. Le doy una mirada y me sonríe—.
Tienes un hogar ahora, un esposo que cuidar, ya has hecho mucho, déjala
ahora a ella tomar las riendas de su vida y ve a disfrutar de tu maridito.
—Pero...
Sus ojos van de Tere hacia mí, quiere refutar, negarse y decir que se
queda; pero ve mi suplica y accede.
—Lo prometo.
—Fabiola.
—Mira Fabiola —dice, estirando una mano para alcanzar una botella de
Buchanans—, cualquier cosa que sea, haya pasado entre mi jefe y tú... —Me
entrega la botella y la miro confundida—, ya pasó. Supéralo y déjalo tranquilo.
No queremos un espectáculo hoy.
—Hola Roja —saluda apenas y llega a mi lado. Ruedo mis ojos ante su
estúpido apodo y los recuerdos de esa noche cuando no dejó de llamarme de
esa manera.
—Nicolás, tenemos que hablar. —Inmediatamente la sonrisa en su cara
titubea. Sin embargo, accede y me pide que salgamos del bar.
—Yo... yo...
—¿Y tú crees que voy a tragarme ese cuento? —gruñe y no puedo evitar
estremecerme por su dura mirada y su cruel tono.
—Yo no...
Intento lanzarme hacia él, pero soy empujada antes. Nicolás se ubica justo
frente a mi rostro, el suyo contorsionado por la rabia, me aprisiona mientras
gruñe:
El hijo de puta que molí a golpes se lo merecía, primero por haber tratado
de esa forma a Fabi y segundo, porque el maldito imbécil es el padre del bebé
que espera. Y no sólo eso, el muy malnacido negó que fuera suyo —como si
Fabiola estuviera de pene en pene por toda la ciudad—, si ella dice que es de
él, es porque es cierto.
—Sí.
—Bueno, extraoficialmente —Suspira y para mi sorpresa una pequeña
sonrisa se dibuja en su cara—, creo que fuiste indulgente con el hijo de puta.
Yo en tu lugar hubiera hecho mucho más que sólo golpear su rostro.
—Ah, pero ahí está el problema. Alguien nos llamó por una riña callejera,
somos la autoridad aquí chico, debíamos actuar. —Se levanta y va hacia la
cafetera, sirve un poco para él y trae otra taza para mí—. Sin embargo, si
hubiera sabido por qué razón un hombre estaría golpeando a otro fuera de un
club, me hubiera tardado un poco más. Pero como ya ves, no todo es perfecto
en esta vida.
Tomo la taza que me ofrece y sin quererlo, una sonrisa se dibuja en mis
labios por sus palabras.
—Pero —dice y hago una mueca—, lo siento chico, siempre hay un pero. En
fin, como decía, somos la autoridad y aunque yo probablemente hubiera hecho
lo mismo; debo dejarte guardado por veinticuatro horas, ese es el castigo.
Espero que mientras estás en la celda medites muy bien sobre lo que sucedió e
idees una forma lenta y tortuosa de acabar con el tipo; oficialmente espero
que este comportamiento no se vuelva a repetir. Tienes suerte de que el hijo
de puta le tenga miedo a su esposa y haya optado por no demandarte y sólo
decir que fue un accidente en su club.
—Hijo de puta.
—Así es, pero bueno chico. En unas horas podrás regresar a la pelirroja que
está esperando por ti fuera de esta horrible habitación.
—En ese caso, la haré pasar rápido para que te compruebe y pueda ir a
casa.
—Él te lastimó.
—Me empujó, sí. Pero creo que un sólo golpe habría bastado. ¡Casi lo
matas!
Bufo.
—¡Por Dios! —jadeo observando mis nudillos lastimados—. Mira nada más.
—¿Gajes del oficio? ¿En serio Fernando? —chilla y su rostro se vuelve rojo
por la molestia—. Pudiste haber ido a la cárcel.
—Estoy en ella.
—Estoy bien.
Le sonrío y limpio sus lágrimas con mis pulgares, acunando su rostro entre
mis manos. Miro sus hermosos ojos, rojos y tristes por el llanto y quiero
desgarrar la piel de ese pendejo. La vuelvo a encerrar entre mis brazos y beso
su cabeza.
—Algo así.
—¿Perdón? —espeto molesto—. Eso no fue algo así, ese hijo de puta te
lastimó.
—Yo... —Suspira y sus ojos van hacia mí—. Estoy embarazada —dice y sus
padres asienten expectantes—. Fui a buscar a Nicolás para decírselo, pero él
no...
—Cometí un error, mamá. Una mala decisión que ha traído a este bebé a
mi vida y no creo que él tenga la culpa de que yo sea una mala cabeza. Lo
siento, papá, mamá; sé que no esperaban esto de mí, pero es lo que es —dice
y estrecho su manos, dándole todo mi apoyo—. Estoy esperando un hijo, en
unos meses seré mamá y no voy a lamentarme por ello.
—Yo no puedo decir nada justo ahora. Agradezco a Dios que estés bien,
pero... esto es demasiado para mí. Yo no quería esto para ti, no así. —Se
vuelve hacia la salida, no antes de que podamos ver las lágrimas formándose
en sus ojos y la decepción en ellos.
—¿Mami? —La voz de Fabi está cargada de dolor y eso me parte el corazón.
Su padre niega y besa su mejilla.
—Quiero estar sola —dice. Sus ojos van hacia los demás haciendo obvio
que habla con todos—. Necesito estarlo.
—Fabi...
—La has lastimado mucho Fer, para ella no es fácil olvidar todos esos años
de desplantes.
—Lo sé Manu, soy consciente de lo idiota que he sido toda mi jodida vida,
pero... simplemente no sé qué más hacer.
—No rendirte, eso es lo que tienes que hacer —dice con una sonrisa—. ¿La
amas?
—Yo... sí.
—Entonces lucha, sigue peleando por ella. Aunque esté herida, sé que aún
te ama... —Me da unas palmaditas en la espalda y camina de regreso a su
esposo, dejando salir las siguientes palabras—: Recuérdale por qué lo hace y
confírmale por qué debería seguir haciéndolo.
Suspiro me doy ánimos a mí mismo porque la amo y porque seguiré
luchando... no importa cuánto me tome, lo haré...
—Lo sé Rosi, es sólo que... —Sollozo y me enojo conmigo misma por ser
una estúpida sentimental—, yo la necesito. Es mi mamá.
—Yo la entiendo Fabi, créeme. Cuando pienso en que algo como lo que te
está pasando a ti, pueda sucederle a mi Sara, bueno, duele.
—Ella no está decepcionada de ti, lo está con ella. Nosotras las madres
tendemos a culparnos por los errores de nuestros hijos. Siempre queremos lo
mejor para ustedes y, cuando eso no sucede, sentimos que les hemos fallado.
—Eso es tonto, mi madre no me dijo que fuera y... y... me acostara con el
primer imbécil.
—Gracias Rosi.
Deja todo en la mesa de centro y toma los cojines para dejarlos en el suelo.
Destapa la refractaria y el olor se intensifica, haciéndome caminar hacia él y la
celestial comida.
—¿Es mixta?
Fernando ríe entre dientes, nos contemplamos por unos segundos antes de
empezar a devorar nuestra cena. Tomo el control remoto y busco algo en la
TV, dejo The Big Bang Theory. Contra todo pronóstico, Fernando y yo
disfrutamos la cena y reímos con los episodios de la serie, incluso,
continuamos con otra serie hasta muy entrada la noche.
—Buenos días.
¿Eh?
Frunzo el ceño tratando de procesar sus palabras. ¿No se quedó pero volvió
para prepararme el desayuno? ¿Desde cuándo sabe cómo me gusta mi
desayuno y que muero por la papaya?
Tomo un vaso y me siento en los taburetes como si esto no fuera real. Bebo
un poco y... ¿Le agregó miel? ¿Cómo sabe también eso? Fernando me mira y
sonríe, termina el último de los panqueques y los trae hacia mí. Dejo que me
prepare un plato con huevos, papaya, dos panqueques y un poco de café en
leche.
—Los huevos están deliciosos —murmuro sin saber qué más decir.
—Fabi...
—Somos amigos.
—¿A ella le gusta este cantante... el de "Y cómo es él"? —pregunta con una
sonrisa.
—Ese mismo.
—Sí. Entonces, si te dijera que tengo dos boletos en primera fila para que
invites a tu querida pelirroja, ¿me rogarías perdón por decirme idiota?
—Por eso digo que soy un idiota. Te entregaré los boletos esta noche, nos
vemos jefecito.
Es un mensaje.
—Hola, zumbambico.
—¿Cómo que donde está? —pregunta. Arranco el auto y voy a toda marcha
a casa de mi pelirroja—. En su casa.
—¿Ya estás ahí? No colgaré hasta que no me digas que ella está bien.
La llamada muere.
—¿Qué...?
—Joder.
—No llores, cariño. Eso le puede pasar a cualquiera. —Me aparto y quito mi
corbata.
—No estoy llorando —dice, lleva sus manos a sus mejillas y seca sus
lágrimas—. Sí, estoy llorando. —Y llora más—. ¡Malditas hormonas!
—Huele horrible.
—¿Qué? ¡No!
—Fabiola, mira como quedó tu apartamento —La aparto un poco y abro mis
manos, señalando el desastre total—. El lugar no es habitable ahora. Huele y
tiene humedad, tus muebles están mojados, tu cama, todas tus cosas.
—Ni hablar, Manuela está incubando un virus en su casa, Rosi tiene muchas
personas en sus manos ahora y Tere... sí, no creo que puedas dormir tranquila
con ella y sus "amigos" de fiesta cada noche. Además, su casa sólo tiene una
cama y...
—¡Ewww!
—Exacto.
—Pero...
—Está bien.
Después de arreglar la llave, llamar para que nos ayudaran con los muebles
mojados, llamar a Manuela y terminar de secar el lugar, Fabi y yo nos
dirigimos a mi casa. Intento pensar en el estado de la misma en el camino.
Creo que doña Abigail fue ayer a hacer aseo y comprar los víveres. Espero
que sea así, o de lo contrario, tendré que ir de compras.
—Entra. —Enciendo las luces y suspiro aliviado cuando veo que todo está
en orden. Fabi duda en el marco de la puerta, pero le sonrío y la empujo
suavemente—. Has estado aquí antes, puedes tomar el cuarto de la izquierda.
—Está bien.
Está bien abastecida. Tomo unos tomates, papas, filetes de res y cebollas.
Prepararé un bistec para los dos.
—Me alegra saber eso —respondo. Me deleito con la cena y con verla
comer.
—Claro. —Se ubica en mi lugar favorito del sofá y toma la manta que me
regaló mi hermana mayor el año pasado.
—Hmm, ¿Quantico?
Ruedo los ojos, pero sonrío. Dejo la serie y nos concentramos en lo que
sucede.
Dos horas más tarde, Fabi se siente muy cansada y decide ir a dormir. La
acompaño ya que realmente se ve cansada y me preocupa que tropiece.
Quiero gritarle que deje de ser tan intenso, pero una mirada a su rostro
preocupado y me siento como una perra. El sólo quiere cuidare y yo siendo
remilgosa.
—Gracias, todo está perfecto Fer. Las almohadas ayudan mucho, ¿quieres
comer conmigo?
—No. Espera. —Trato de hablar fuerte pero duele—. Come primero, puedo
soportarlo.
—Pero te duele.
—Sí, pero antes no tenías un bebé dentro de ti. Es mejor tener cuidado.
—Bien.
—¿Sí?
—Voy.
—Cariño —jadea Manu cuando abro la puerta—. ¿Por qué carajos te has
levantado?
—Me duele hasta el pelo —me quejo. Rosi empuja a las chicas y viene por
mí.
—Vamos a la cama, lindura.
—Así es mi querida Rosa. Manu, prepárale algo al chico, almorzar sólo sopa
de pollo va a hacer que pierda sus músculos.
—Le ha vuelto a subir fiebre. —Creo que esa voz le pertenece a Manu.
—¿Está delirando?
—Bueno Manu, hasta hace poco ella no estaba alimentándose bien. Debe
tener las defensas bajas y ahora que hay un bebé en su vientre, él absorbe
mucho de la madre.
Con una sonrisa, por la ausencia del dolor, vuelvo a quedarme dormida.
—Hola.
—Eso es bueno.
—Sí, todo está perfecto. Tienes un resfriado y como tenías muy bajas las
defensas, digamos que te afectó más de lo normal. Además, ahora en tu
estado eres más vulnerable. —Sonríe y me pone una bandita rosa en la
pequeña herida de la intravenosa—. El doctor ya te revisó, te han recetado
algunos medicamentos que no afectarán al bebé y dentro de poco, te darán
salida para que puedas ir y comer algo bien nutritivo. Por el momento, te
ofrezco un poco de agua.
—Oh Fabi, estabas tan mal. No has asustado perra. —Tere golpea
suavemente mi brazo, le sonrío y me recuesto contra ella cuando se sienta a
mi lado, en la cama.
—Lo siento.
—Loco por ti mi querida Fabi —dice Tere codeándome y moviendo las cejas.
—Sí pesada.
—También.
—Hazlo rogar, baby —grita Tere justo cuando Fernando viene entrando a la
habitación.
—¿Hacer rogar a quién? —pregunta, sonriéndome cuando me ve—. ¿Estás
mejor?
Fulmino a Tere con la mirada cuando Fer estrecha sus ojos hacia todas.
—Está bien, no quiero saber a qué pobre ser harán sufrir con sus
travesuras.
—Mujeres.
—¿Otra vez estás viendo Phineas y Ferb? Tienes treinta Sebastián, actúa
como un hombre de tu edad.
—Está mejor, pero la tos no se ha ido. Cada vez que la escucho toser de
esa forma me asusto.
—No veo problema en que se quede en mi casa —digo con una sonrisa.
—Iremos.
—¿En serio?
—Ayer le di a entender que no iríamos, esa mujer se transformó. Casi me
golpea, dijo que a menos que estuviera con una pierna amputada y la cabeza
sangrante, iría.
—Lo es.
El día pasa rápido, tal vez porque estoy lleno de trabajo o por las miles de
taza de café que he bebido. Termino de revisar lo último que queda pendiente
y salgo rumbo a casa.
—¿En serio?
—Vale. —Me rindo, no hay poder humano que retenga en casa a Fabi hoy—
. Cenaremos, me cambio y vamos.
Asiente y le ayudo a servir la cena. Comemos hablando sobre cosas del día
y sobre la próxima cita con el doctor.
—Los sábados.
—¿Mañana es la primera?
—Ujum.
—Fabi...
—No.
—Se ve bien.
Sonríe y frota sus manos, como una niña en navidad. No puedo evitar dejar
de sonreír.
—Lo sé.
—Te quiero.
Estoy sola, observando a las otras madres hacer los ejercicios con sus
acompañantes y quiero llorar por ello. Esta mañana casi le pido a Fernando
que me acompañara, pero no quería ser tan patética y desesperada. Somos
amigos, él se preocupa por mí, me está dejando quedarme en su casa
mientras arreglan los daños en la mía. Manu y Tere deben quedarse en la
tienda ya que Rosi está aquí, acompañando a Cintia.
—Gracias.
Hago una mueca recordando ese primer día y el horrible vídeo del parto
que se nos presentó.
—No quiero pensar en eso todavía. —Me estremezco—. Aún falta mucho.
—Como sea.
Al terminar, nos reunimos con Rosi y Cintia que están en las clases más
avanzadas.
—Ahí voy, aún hay cosas que se me hacen difíciles de procesar, pero bien.
—Mi pequeño cada vez se mueve más y más.
—Un mes. Pero antes era muy sutil, ahora sí lo siento fuerte.
—Eww, asqueroso.
—No, Fabi —Ríe—, no exactamente así pero casi. Es algo difícil de describir,
pero te diré que es maravilloso. —La sonrisa que se dibuja e ilumina su rostro
me convence totalmente de que no miente.
—Te creo.
—Así es.
—Siempre lo ha sido.
—Tal vez —dice y sonríe con malicia hacia mí—. O es otra cosa.
—Eso espero...
—... Al contrario, son muy buenos pensamientos. —Ríe y menea sus cejas.
No puedo evitar reírme con ella otra vez.
Es mi turno de jadear.
—Aja.
—¿Sucede algo?
—Oh. ¿Qué dijo? —Mi corazón, por alguna razón, deja de latir y mi
respiración se congela.
—Sí.
—Oh —Su rostro se ilumina con una de sus amplias sonrisas—, ¿puedo
hablar con él?
—Por supuesto.
—Me gusta la lluvia. —Sonrío recordando las veces en las que insisto en
salir y mojarme con las pequeñas gotas de agua—. Especialmente cuando
llueve de noche.
—¿Recuerdas esa vez en la universidad cuando saliste con la camiseta de
tirantes blancos y se te olvidó que no tenías sostén? —Mi rostro vuelve a
sonrojarse al recordar una de mis mayores vergüenzas en la universidad—.
Hombre, todos los chicos tuvieron un serio espectáculo.
—Lo sé, bebé, recuerda nunca usar algo blanco cuando decidas jugar con la
lluvia —susurro, mordiendo una sonrisa.
—David sabe que lo amo y que también te amo a ti. Además, no es como si
estuviera 24/7 aquí y lo compenso cada noche y no siempre sobre la cama.
—¡Manu! —grito y tomo una de las almohadas para golpearla, pero como
nuestras cabezas están juntas, termino por golpearme a mí también.
—Por supuesto.
—Ensalada de frutas.
—¿Un karaoke?
—Las chicas están en camino. Rosi trae las empanadas y Tere trae las
bebidas. —Besa mi mejilla y ayuda a su hermano a instalar todo—. David y el
resto de los chicos traen las golosinas. ¡Esta noche será la bomba!
—Come la ensalada nena. —Me vuelvo hacia Fer que me sonríe, guiña un
ojo y continúa conectando todo a mi TV.
—¡Karaoke! —gritan Tere y Rosi desde la puerta. Me río y las dejo pasar,
veo a los chicos subir el último escalón y espero por ellos.
—Gracias.
—Traje mucho jugo de naranja. Fabi debe tomar mucha vitamina C y Zinc.
—Tere deja en el mostrador la botella más grande de jugo que he visto.
Gonzalo silba y David ríe.
—Así es —acuerda Fer—. Esa gripa que tuvo fue muy fuerte, necesita
vitamina.
—Yo —grita Tere—. Tengo una que quiero cantar ya. —Mira sugestivamente
a Gonzalo y los demás gemimos en protesta.
—Dale, empieza tú, así terminamos la tortura lo más pronto posible —gruñe
Manu. Me río sobre mi ensalada. Fer se sienta a mi lado y pasa su brazo sobre
el espaldar, refugiándome en su costado, no me opongo.
Like a virgin...
Touched for the very first time
Like a virgin
When your heart beats
Next to mine
—Oh Dios mío —susurro a Fer—, creo que sufriré un derrame si ese mal
inglés vuelve a salir de su boca. No puedo creer que seamos tan malas, en el
club nos va súper bien.
—Eso fue... —Empieza a decir Manu, pero una mirada de Tere y cierra la
boca.
—Sí, lo es.
Sus ojos van hacia las letras que señalo y frunce el ceño.
—Caray, veinte años de mi vida creyendo que decía una cosa y no es así.
Cuántas vergüenzas habré pasado mientras la cantaba en el bus. —Se encoje
de hombros y sonríe—. No importa, ya me acostumbré a mi versión. La
cantaré con mis modificaciones.
—Tú cállate, no hables hombre que tu novia es peor, parece un gato con
gripe cuando canta —dice David con una sonrisa.
—No les hagas caso abejita, están celosos de tu hermosa voz. —Fernando y
Nate se ahogan con sus bebidas. Gonzalo los fulmina con la mirada—. Una
palabra y...
—Algo de míiiii, algo de míiii, algo de mí se va muriendo...
—Vale.
—¿Y tenías que traer todo el supermercado? ¿Y esperar hasta que el cielo
se abriera?
—No es mi culpa, el reporte del clima decía que iba a haber sólo un poco de
lluvia —dice y un trueno rompe el cielo en ese momento—. Lo juro, el
presentador dijo que era sólo una pequeña llovizna.
—Sí, lo sé, pero mira este clima. Hace no más de tres semanas que saliste
de una fuerte gripe y en este momento estás exponiéndote a otra. Tu abrigo
está empapado.
—Está bien, lo siento. Sólo me preocupo por ti. Sé que estoy siendo un
poco intenso.
—Eso también.
Llegamos a su casa y le ayudo con las compras. Al dejar todo listo, dudo en
si irme o dejarla sola, decido marcharme para no seguir siendo un intenso.
—¿Te vas?
—Uh, ¿sí?
—Está lloviendo.
—Lo sé.
—Es peligroso conducir con esta lluvia, las calles están mojadas. Podrías
toparte con un conductor imprudente y derrapar en algún lugar, terminarías
por chocar con...
—¿Qué es esto?
—Bueno sí, pero sabes que la cocina y yo somos eternas enemigas. Ella es
mi némesis y yo el suyo.
—Dios bendito, ¿siete cajas? —Tomo los productos y los llevo hacia el bote
de basura.
Es una suerte que mi madre nos haya enseñado a todos sus hijos a cocinar,
y que de los tres, Lia fuera la única que nunca aprendió.
—No, tienes razón, no lo es. Pero si eso empieza a afectar nuestro negocio,
me temo que sí. —Toma los informes de la mesa del comedor y camina hacia
mí—. Estás retrasado, has aplazado dos reuniones con proveedores porque
nuestra querida Fabi te ha llamado o tú a ella y se ha encontrado en
"problemas". Prioriza tus cosas amigo.
—Fabi es lo más importante para mí. —Lo fulmino con la mirada y camino
hasta mi cocina para beber un poco de agua. Lo escucho suspirar.
—Mira, sé que amas a esa mujer y entiendo que ella te esté haciendo pasar
un infierno por lo que le hiciste. Pero, tu negocio también es importante, así
que o equilibras ambas cosas o renuncia a una de ellas.
—Ven amigo, terminemos esta mierda para que puedas dormir un poco. Te
ves como la mierda.
—¿Para qué están los amigos? —Mueve sus cejas y se deja caer sobre el
sofá—. Pero en serio hombre, ten en cuenta un poco de la mierda que te digo.
—Bien cariño, en lo suyo. Esta tarde vendrán las cacatúas para el bingo.
—Papá...
—Sabes que esas mujeres me vuelven loco con su parloteo todo el santo
día. A veces me pregunto por qué razón las aguanto.
—¿Por qué habría de sentirse así? No es su culpa, yo fui quien tomó las
decisiones que me llevaron a este momento.
—Lo sé hija, pero recuerda su pasado. Ella luchó por no darte ese mismo
panorama a ti y ahora, el saber que su nieto vivirá lo que ella vivió... eso la
hace sentir que falló.
Manu me mira con una ceja levanta y responde—: Tú eres la que lleva un
bebé en su pancita, no nosotras.
—Sí, pero...
—Pero nada Fabi —refuta Tere—. Lo que nosotras comamos vale huevo, al
fin de cuentas tenemos estómago de camionero; peor tú, tú debes alimentarte
mucho mejor que nosotras.
—Gracias Rosi.
—Tere casi golpea a una clienta hoy —dice Manu, robando un poco de mi
ensalada. Levanto mi mirada hacia Tere.
—Me estaba volviendo loca. Te juro que estuve cerca de mandarla al diablo,
pero recordé todo lo que estaba comprando y me autorregulé.
—¿Tú, flaca?
—Eso dijo, incluso osó tocarme los gorditos. Según ella, estoy perdiendo el
brillo.
—Bueno, le hubiera agradecido eso de que estoy más flaca, pero cuando
dijo que mi trasero y piel eran flácidos y que todo me podría temblar al
caminar... casi la lanzo sobre las vitrinas.
—Tu culo no está flácido —apunta Manuela con mi tenedor—. Ella sólo es
así. Quiere hacerte sentir mal para ella poder sonreír.
—No quiero oír otra vez sobre el trío que hiciste con Gonzalo y Dios sabe
quién. —Tapo mis oídos. Aunque no soy una completa mojigata, hay cosas que
realmente no necesito oír, especialmente las aventuras de mi loca y libertina
mejor amiga. Teresa realmente vive la vida loca. Una vez cometí el error de
escuchar sus aventuras, estuve traumada una semana entera.
—Ay por favor, podrías aprender algunas cosas, como por ejemplo la
utilidad que puedes darle a un...
—Bien, pero cuando tengas algunas telarañas ahí... búscame. Estaré feliz
de instruirte en como desempolvarla.
—Bueno, cambiando a temas más seguros —dice Rosi—. ¿Cómo van esos
síntomas de embarazo?
Suspiro y termino por alejar el plato. Estoy repleta.
—Sí, Manu. Son lo único que logra calmar mi estómago en las mañanas.
—Espero que se vayan pronto. No imagino lo incómoda que debes estar por
esas agrieras.
—¿Y tu mamá?
—Dale tiempo.
—Gracias chicas.
Aburrido.
—Hola.
—¿Qué haces aquí? —susurro sin creerme que de verdad esté aquí.
—Vine a verte, sé que dije que no podía, pero realmente quería verte antes
de ir a dormir.
—Yo... uh...
—Una mierda, pero fue bien. Firmaremos con esos consorcios la próxima
semana.
—Eso es bueno. —Sonrío. Camina hacia la cocina y deja una bolsa sobre el
mostrador. Ni siquiera me percaté de ello.
—Sí.
—¿Quieres un poco de yogurt? Compre de melocotón, vi hace unos días que
se te estaba acabando. ¿Siguen las agrieras?
Sólo Fernando.
—Así es amigo, ya puedes comprarte ese jodido auto por el que tanto
babeas.
Yo: Y yo a ti zumbambica.
Manu: Invita a Sebas, pero dile que no traiga una de sus zorras o le
patearé su culo de aquí a Pekín. La última que invitó se ofreció a un
intercambio con David y conmigo.
Yo: ;) hecho.
Me rio y miro a mi mejor amigo que también está enviando mensajes por
teléfono. Por la estúpida sonrisa en su cara, adivino que estará hablando con
una de sus... amiguitas.
—No lo sé, pero si tal vez vas a una cafetería y te sientas a observar el
mundo, pueda que conozcas a una linda chica.
—¿Linda chica? —Hace una mueca como si las palabras fueran amargas—.
Las lindas chicas no van conmigo. Las sexy y salvajes sí.
Niego con la cabeza y sonrío.
—Entonces ve solo.
—¿Y verlos a todos ustedes en pareja y contando dinero delante del pobre?
No, gracias. Sabes perfectamente que los sábados no pueden pasar en blanco
para mí.
—Claro y ya que no puedes tener una amiga decente porque tus bolas
explotarían...
—No es eso —gruñe—. Claro que puedo tener una amiga decente, es sólo
que no la necesito.
Fabi: Sí, ya me dijo. ¿Podrías pasar por mí a las seis treinta? Tengo que
comprar las bebidas
Fabi: Vistiéndome, cena hoy en casa de mis padres. Hablaré con mamá.
—Bueno, son muy jóvenes aún. Pero con lo apuestos que son, pronto les
darán caza.
—No lo creas, cada día en que me rechazó fue un infierno. Para mí se hizo
eterno el poder tenerla para mí.
—Lo tenías fácil con las otras mujeres —dice Janeth con una bella sonrisa—.
Tenía que hacerte saber que no era como ellas y que al ser valiosa era mejor
que trabajaras por ello.
—Sí, lo estoy. Pasa —dice y se hace a un lado para dejarme pasar—, hablé
con mamá y todo fue bien. Lloramos más de lo que realmente hablamos, pero
al final todo se solucionó.
—Lo sé, pero igual ella se sentía culpable, que de alguna manera su mala
suerte la pasó a mí. —Se detiene a mi lado y mira con curiosidad la bolsa y la
leche—. ¿Qué estás haciendo?
Manu: Más te vale que no desayunes antes que nosotras lleguemos. ¡No
me importa que estés comiendo por dos! Si es un desayuno entre amigas,
¡Debes esperar a tus amigas!
—Owwww cosita tierna, mira los cuernitos —Rosi toma una sudadera con
capucha del mismo personaje. Sonrío ante la emoción de todas.
—Ya regreso —dice Manu a la sonriente cajera y corre con las chicas para
apoderarse de los mamelucos más lindos que existen.
Más de una hora después, las cuatro bolsas se convierten en diez. Dejamos
todo guardado con la anfitriona del restaurante y hacemos nuestro camina
hasta la mesa de siempre para —por fin— tomar nuestro muy merecido
desayuno.
—Lo mismo que ella, pero podrían por favor tráeme a mí un milo caliente —
dice Manu.
—Yo quiero una cacerola de huevos son extra maicitos y café con leche.
—Algo así. —Se encoje de hombros, pero podemos ver que hay más, Tere
realmente se está apegando de Gonzalo.
—Tere…
Las tres compartimos una mirada, mientras nuestra mejor amiga sigue
parloteando sobre las compras —que todas vimos— y sobre el desayuno que
acaba de llegar.
—Está delicioso —agrego sólo para hacerle saber que si ella no quiere
hablar sobre ello, perfecto, la dejaré estar. Sí necesita tiempo, se lo daré, igual
que ellas me lo dieron a mí.
Sin embargo, otra mirada entre Manu, Rosi y yo, y sabemos que no será
mucho tiempo el que le permitiremos esconderse. Tal como hicieron conmigo.
—¿Hiciste un Baby Shower y no me invitaste?
—No.
Resoplo. —No.
—Oh. Eso lo explica —dice con una sonrisa—. ¿Puedo ver que hay dentro?
Ahí es cuando mi rostro rompe en una sonrisa tan grande, que sé que
después me dolerán las mejillas, pero realmente, ¿cómo puedo negarme a
mostrarla las bellezas de mí bebé, y no sentirme feliz por ello?
Le muestro todo. Sus ojos se iluminan con cada cosa que ve y toca. En un
momento dado, su sonrisa se vuelve nostálgica y sus ojos pierden el brillo,
para volverse un poco sombríos; se recupera rápidamente y continúa
entusiasmado por todo.
—¿Eh?
—No compraron nada con carritos, hay animalitos y esas cosas; pero nada
de carritos, barcos, trenes, aviones, etc.
—Créeme, es un niño.
—Porque lo soñé.
—¿Soñaste con mi bebé? —pregunto sorprendida.
Antes de que él cierre el espacio entre los dos, retiro mi mirada y aclaro mi
garganta.
Me besa.
En la comisura de mi boca.
—Soy paciente Fabi, sé que debo serlo, pero si tengo la oportunidad de sólo
tener un poco de ti… no dudes que lo tomaré —susurra sobre la esquina de mi
boca, me suelta y sin una mirada de vuelta, se aleja y sale de mi casa,
dejándome con el corazón acelerado y el cuerpo necesitado de su contacto, de
su calor.
—“Ve a una cafetería, siéntate a observar el mundo y tal vez conozcas una
linda chica” —chilla imitando alguna clase de voz terriblemente aguda—. Me
has arruinado, idiota.
—Lo hiciste a propósito. —Se deja caer en uno de los asiento fulminándome
con la mirada.
Jennifer Saavedra.
Muerdo mi mejilla para no reírme del pobre amigo que tengo en frente.
—No te burles, hijo de puta. Todo esto es tú culpa. —Me señala con un
dedo y vuelve se levanta para caminar, como león enjaulado, por la oficina—.
Ni siquiera me dio su número, tuve que buscar su perfil de Facebook por
horas, le envíe mi solicitud de amistad, y no aceptó, ¡ya son cuatro días desde
eso!
Sus ojos me miran como si hubiera dicho algo absurdo. —¿Estás loco? No
voy a simplemente olvidar a la mujer más impresionante de mi vida.
—Conquístala.
—Por eso mismo deberías dejar de sufrir por ella, ya has tenido tu cuota de
dolor.
—Sí lo es. Las cosas son o no son. No debí hacerle a ella lo mismo que me
hicieron a mí, se supone que conozco el dolor de ello, debería haber hecho una
diferencia; pero no, continué con el ciclo. —Suspiro y cierro mis ojos
recordándolo todo. El dolor que sentí cuando ella…—. Por eso no descansaré
Sebas, no importa el tiempo que me tome hacer que Fabi olvide el dolor y me
dé una oportunidad. No es fácil para ella, y menos ahora que otro hombre la
ha decepcionado, pero como dice mi madre “Sí lo quiero, que me cueste”.
—Vale, lo que tú digas, amigo. De todas formas eres un hijo de puta por
convertirme en un cachorrito enfermo de amor.
—Así se habla.
—¿Qué crees que haces? —Tomo las bolsas del auto y las dejo en la
entrada en la casa de Manu.
—Está bien papá —Ruedo los ojos y toma sólo dos de las botellas—. Llevaré
dos, ¿eso es suficiente para no hacer que sufras un infarto?
Rueda los ojos y sonríe. —Sabes que te amo, pero te amaría más si me das
esos aborrajados antes de que David y Gonzalo se enteren y no dejen nada
para los demás.
—Toma —Le ofrezco la bolsa con los aborrajados—. Los preparé como te
gustan.
Bufo y voy hacia el jardín de atrás donde la familia está reunida. Saludo a
mi cuñado y a mis padres, las chicas y por ultimo a un muy aburrido
Sebastián.
—Tiene novio, y aunque le dije que no soy celoso, no aceptó venir conmigo.
Ruedo los ojos y le entrego una cerveza de la nevera a nuestro lado. —Es
eso o te olvidas de tu “ángel”.
—No tiene nada de malo lo fácil. Tú amabas lo fácil hasta hace unos meses.
—No, claro que no tiene nada de malo y sí, disfruté de lo fácil, pero perdió
el encanto, ya no hay emoción en ello.
El asado estuvo excelente hasta que Dios permitió que el cielo volviera
abrirse y dejó caer un impresionante aguacero que nos hizo correr adentro.
Manu, que es una paranoica extrema, no permitió que ninguno abandonara la
casa porque tal vez un rayo podría caer sobre un árbol y dicho árbol podría
aplastarnos, desviarnos de la carretera o Dios sabe qué. Por lo que todos nos
vimos en la necesidad de atrincherarnos en las habitaciones de su casa y… por
cosas del destino —por obra de Manuela— Fabi y yo terminamos, solos, en una
de las habitaciones de invitados. Los demás, se agrupan de a tres o cuatro.
Tengo que luchar con las repentinas ganas de tomarla en mis brazos y
acurrucarla en mi pecho, besarla, mimarla, y hacerla mía de mil formas.
—¿Hmm?
—Estás…
Creo que el tiempo está pasando entre parpadeo y parpadeo. Este último
par de meses se ha ido tan rápido, que me he pellizcado varias veces para
asegurarme que no estoy dormida.
Creo que mi vida por fin está tomando su camino. El trabajo está más
suave, las náuseas por fin han desaparecido al igual que los molestos antojos;
las chicas han estado conmigo en cada paso, mamá también, para ella su nieto
y yo somos todo su mundo ahora —creo que papá se sentirá desplazado en
algún momento— y Fer… bueno con Fernando las cosas van… bien.
—¡Huele a quemado, Fabi! —grita Fer desde el baño—. Dios, vas a hacer
que los detectores de humo se activen. —Corre hacia la estufa, donde el melao
de piña se ha echado a perder y apaga el fuego.
—¿Lo siento?
—No entiendo cómo es que dejaste quemar el melao. Sólo tenías que
revolverlo por unos minutos mientras regresaba.
—¿Nada? Bien, limpiaré esto. Ve y pide una pizza por favor, es obvio que
ya no haremos una casera.
—¿Una faja cuesta todo eso? —murmura impresionado—. ¿Por qué estás
viendo fajas?
—Falta mucho.
—Entonces, ¿dejaste quemar el melao por ver fajas? —Asiento y rueda los
ojos—. Definitivamente, Fabi. Definitivamente pide la pizza, cariño y yo
limpiaré este desastre.
Voy hasta la mesa del comedor y tomo el teléfono, termino de pedir la
pizza y mi vejiga se revela contra mí. Voy al baño, regreso y busco el DVD que
se supone vamos a ver hoy.
—Vale.
Ruedo los ojos y suspiro. Ese sería el primer lugar que buscaría el tonto.
Ahí fue donde lo encontró la primera vez. Abro el armario y busco. Algo me
dice que probablemente esté en los gabinetes de las cobijas y sabanas.
Rebusco entre las telas y ¡Bingo! Ahí está. Lo saco, no me doy cuenta que no
retuve la tela de abajo y ésta también sale, dejando caer algunos papeles y
sobres.
—¿Qué? —jadeo.
¿Fer va a tener un hijo?
Oh Dios mío.
Mis manos comienzan a temblar y siento que la habitación gira. Mis ojos se
llenan de lágrimas al pensar en miles de escenarios y tratar de darle a la mujer
que lleva este bebé un rostro. Uno de los tantos rostros que le he visto a Fer
desfilar.
Maldito.
Va a ser padre.
—Fabi…
—¡Cálmate y déjame hablar! —grita. Muerdo mi labio para evitar que siga
temblando. Una de sus manos sube para limpiar mis lágrimas—. No voy a
tener un bebé, porque ese bebé ya no existe —dice y mi corazón se rompe—.
No, shh, espera. —Sus ojos se llenan de lágrimas y veo tanto dolor en el que
me quedo un poco sin aliento—. ¿Recuerdas a Paola? Mi novia en la
universidad.
¿Paola Rodríguez? Cómo olvidarla, Fer estuvo con ella por tres años.
—Sí.
—Voy a levantarme y hablarte sobre esto. Lo has malentendido todo y…
aunque me duela —Su voz se rompe un poco, agacha su cabeza y aprieta su
manso sobre la sabana—, te diré todo.
—¿Dinero?
—Sí, lo mismo dije. Paola estaba esperando que le entregara el dinero para
hacerse un legrado; le dije que eso era lo último que había pensado como
“solución”, tomé el anillo de mí pantalón y le propuse que se casara conmigo.
—una lágrima se desliza de su ojo y eso hace que llore aún más—, cuando dijo
que sí, fue… épico. Pensé que todo estaba bien, hasta que tocó el tema del
aborto nuevamente. Me negué y discutimos, le dije que no permitiría que
acabara con la vida de algo que era nuestro. Dijo que no continuaría con el
embarazo, que era su cuerpo, su decisión. Que un matrimonio podía esperar
hasta que termináramos la carrera, compráramos una casa o por lo menos
tuviéramos un sueldo decente que no fuera el proporcionado por nuestros
padres. Además, ella no se veía todavía como una madre. Discutimos todavía
más, lloré y le rogué que no acabara con la vida de mi bebé, al final la
convencí de que lo pensaría y no iría a la clínica inmediatamente.
—Sí, su salida a la finca fue en realidad la visita a una clínica para abortar.
Lo hizo al siguiente día de haberme pedido tiempo. Pensó que si me daba unos
días podría recapacitar sobre lo que traer un niño a esas alturas conllevaría.
Me enojé y la dejé, rompí el jodido compromiso; Dios sabe que sufrí y lloré por
lo que hizo, pero la amaba y cuando me rogó perdón y una nueva oportunidad,
la acepté de nuevo.
—Por César.
—¿Lo otro?
—Perra —bramo.
—Lo es.
—Lo fue. Estaba tan ilusionado, Fabi. Por esas horas en las que creí el bebé
vivía, lo sentí tan mío. Y la amé tanto, no pensé que realmente ella me
lastimara tanto. No estoy seguro si me amó, pero fueron tres años. Tres años
que aún no logro justificar.
—Maldita bruja. Lo siento tanto, Fer. No quería hacerte recordar todo eso.
—Si no amaba a otra mujer, no podrían lastimarme otra vez. Era mejor ver
las lágrimas en ojo ajeno que sentir el dolor de las tuyas —dice mirándome con
vergüenza y culpa.
Oh…
Dios.
—Yo…
—¿Qué haces?
—Oh.
Tira los papeles al lavaplatos y camina hacia mí, me rodea con sus brazos y
lo dejo, besa mi cabeza y murmura—: Tengo un mejor presente, uno que
quiero merecer y alguien a quien quiero hacer feliz.
Cubro mi boca para acallar el sollozo que escapa. Me lanzo a sus brazos
asintiendo con mi cabeza frenéticamente.
—Ya lo haces Fer, ya nos amas, y créeme que estás haciéndome feliz —
digo antes de permitir que mis labios se estrellen con los suyos.
Su lengua sale para tentar a mis labios a abrirse y joder si eso no me hace
reaccionar como un animal. Gruño bajo en mi garganta y me apropio del beso
y de ella.
Sonrío y la guío hacia la cama. Caliento la pizza que se enfrió y corro por la
película que compré para hoy.
—A cenar.
—Lo sé. Por eso te traje aquí en nuestra primera cita. Sé que te mueres
por comer en esa terraza y ver la cuidad bajo tus pies.
Bajo del auto antes de que ella decida tener un ataque de histeria. La
ayudo a bajar y la conduzco hasta la entrada. Le doy las llaves al chico,
subimos al ascensor y en el último piso y nos presentamos ante el anfitrión.
—Buenas noches.
—¿Te gusta?
Hoy se ve realmente hermosa, ese vestido rojo que hace juego con su
cabello, sus labios, su perfume y esa bella sonrisa.
—¿Fernando?
—Cómo olvidarla.
—No estoy molesta contigo, no estoy llorando por el pasado, Fer. Es sólo
que —Toma una respiración y dibuja una pequeña y tímida sonrisa—, quería
tanto conocer este lugar y justo para nuestra primera cita, me sorprendes
trayéndome a cenar aquí. Eso me hace feliz.
—¿En serio?
—Sí, Fer —responde—. El pasado es difícil, nuestro pasado lo es; pero así
como tú decidiste que los errores de atrás no rigieran tu presente… yo estoy
intentado lo mismo. En el momento en el que me arrojé a tus brazos, fui
consciente de que lo que pasó, pasó y las lágrimas que derrame ahora por ello,
esas sí sería en vano. Estoy mirando hacia adelante Fer, es difícil, pero lo
intento siempre.
—Gracias, Fernando.
—Pero…
—No.
—Está bien.
—No.
—Se supone que esta es la etapa más hermosa de las mujeres, ¿cómo
podrán verse hermosas con esta horrible ropa? —Tere arroja el vestido al
suelo—. Dan vergüenza. Lo que intentan es hacer sentir más gorda a la chica.
Tengan consideración.
—No me gusta nada —dice Rosi—. Vamos al de allí, tal vez encontremos
algo mejor.
Hoy estamos de compras. Algo que he odiado hacer durante toda mi vida.
Es muy incómodo ir a un almacén y tener que seleccionar las tallas más
grandes, frente al ojo crítico de las otras clientas y las mismas asesoras y
luego “probártelo” y “enseñarlo” para confirmar si te queda o no.
Las chicas quieren hacer una bienvenida para el bebé, además de que ya
casi nada de mi vieja ropa me queda, mi panza ha crecido de manera
impresionante, ya son seis meses. El doctor asegura que el peso es para el
bebé, además de que sólo puedo comer cierta cantidad de veces al día y en
proporciones normales. No importa cuanta hambre tenga. También, tengo a
siete personas encima de mí, vigilando que me alimente sanamente.
—Aquí tampoco me gusta nada… bueno, esa blusa se ve bien. —Señalo una
verde aguamarina, Manu y Tere hacen una mueca.
—Es horrible.
—No puedes hablar en serio.
—Así es, Manu, si hacemos linda ropa interior, podemos hacer linda ropa
para ti, a tu medida.
—¡Vamos! —chillo.
—A mí igual.
—Lo haré.
—Oh que bonita —Una curvilínea mujer se acerca y toma la misma tela—.
Es realmente linda ¿verdad? —Nos pregunta. Sus ojos claros son sonríen.
—Sí.
—¡A Manuela! La chica que hace esa ropa interior que tanto nos gusta.
Por fin levanta la vista de su teléfono y pega una sonrisa para ver a Manu,
cuando sus ojos se posan en mí, su sonrisa se titubea y sus ojos se llenan de
ira y luego pánico.
Mierda.
Oh Dios Mío…
—Nico, mi vida, un día dijiste que si veías a la persona que creó ese diseño
que te encantó el día de nuestro aniversario… te arrodillarías. Mira nada más,
tenemos a la responsable de ese ingenio y de esa reacción tuya —Ríe entre
dientes, ajena al hecho de que sus palabras van lacerando mi corazón.
—Felicitaciones —responde Manu. Ella toma mi mano cuando doy otro paso
hacia atrás. Las lágrimas amenazan con salir de mis ojos… él va a tener otro
bebé.
—Tiene cara de ser niña, tu pancita es muy redonda. ¿Ya sabes si es niño o
niña?
—Niño —contesta Manu por mí. Fulmina a Nicolás con la mirada. Ella ya se
ha dado cuenta.
—¡Chicas! —grita Tere mientras corre hacia nosotras, seguida por una
sonriente Rosi—, encontré unas cosas fabulosas allá.
—No —responde Manu entre dientes. Sus ojos queman hacia Nicolás—,
será mejor que se retiren antes de que mi boca termine diciendo lo que mi
mente en este momento desea gritar y mis manos obedezcan la orden de
hacer algo muy, muy malo.
Un sollozo se cuela y sale ahogado por mis labios. Tere y Rosi se vuelven
hacia mí, mientras Nicolás toma a su esposa y sale con ella.
—Pero… ¿Qué fue eso, Nico? —Escucho a Libia decir mientras es empujada
por Nico hacia la salida.
—Quiero irme —susurro. Las lágrimas empiezan a bajar por mis mejillas un
tras otra sin poder ser contenidas.
—Manu…
—No me hagas decirlo, Tere, aún estoy tratando de comportarme y no
cometer un asesinato en estos momentos.
Pero aún con ese apoyo… sigo llorando hasta quedarme dormida por el
agotamiento.
Capítulo 20
Fernando
—Promete que no vas a ir a matarlo…
—… Sin mí.
Me quedo mirando a mi hermana sin poder evitar que una sonrisa se dibuje
en mis labios. Fabi se remueve en mis brazos y acaricio su cabello
susurrándole que vuelva a dormir.
—Está bien, prometo que si voy a matar al hijo de puta, te llevaré conmigo
—susurro para no despertar a Fabi.
—La persona que hizo sentir de esa manera a mi amiga, merece morir,
lenta y dolorosamente.
—Me encanta la parte del dolor, pero eso lo pensaremos después porque
ahora ella nos necesita.
—Tenías que haberla visto, Fer. Había tanto dolor en sus ojos, también
estaba pálida y tan asustada.
—La mujer no tenía ni idea que el hermano de sus hijos estaba a unos
metros, en la pansa de Fabi. Ella no sabe la clase de basura que tiene por
esposo.
—Pero Fabi…
—Tonta —resopla Fabi—. Y no, Fer —Sus ojos se clavan en los míos—, no
siento nada por ese hombre, pero hoy, cuando lo vi, me dolió en el alma que la
persona se supone debería amar a mi hijo; ni siquiera tenga un mínimo de
interés por él. Su indiferencia me duele, porque mi hijo no debería ser odiado
por la persona que participó en su gestación. —Una lágrima se derrama por su
mejilla, la limpio con mi pulgar—. No es justo, no debería ser así. Yo no puedo
imaginar cómo no amarlo, Gabriel lo es todo, y se merece lo mejor. Sin
embargo, por mi culpa, lo he traído a una familia incompleta y le he dado un
padre que lo desprecia.
—Manu tiene razón, nena. Sí, el hijo de puta que donó su esperma, pero
mejor. No tienes que mendigarle amor a ese pendejo. Mi niño tiene suficiente
de nuestra parte. Tus padres lo aman, los míos igual, tus amigas, yo… tú.
¿Acaso hace falta que ese pendejo se una al equipo? No. Nosotros somos
suficientes. Tú eres suficiente… y créeme cuando te digo que cada día lucharé
porque yo también lo sea para ti y para nuestro bebé.
—Awww, ésto, David y leer a Sara Fiore me van a dar un coma diabético.
—Una autora italiana que leo en Wattpad. En fin, sigue hermanito, no sabía
que tenías eso en ti. Estás igualando a mi David, y yo veía difícil eso.
—Lo sé, qué sería de mí sin ustedes —susurra, sonríe y seca sus lágrimas.
Se acurruca en mi pecho y me mira—, ¿Qué sería de mí sin ti?
—Mierda, tengo que irme, esto es peor que leer romance. ¡David! te
necesito. —bromea Manu, besa la cabeza de Fabi y mi mejilla—. Nos vemos
tortolitos, los dejo para que… —le da una sonrisa perversa a Fabi—, yo en tu
lugar ya tendría desnudo a un hombre que me diga esas cosas… pero ewww es
mi hermano del que hablamos aquí, así que será mejor que jamás se te ocurra
contarme lo que hacen ustedes dos a puertas cerradas —se levanta y camina
hacia la puerta, no sonríe antes de salir y luego finge estremecerse—. Ewww,
asco, necesito una lobotomía, creo que he contaminado mi mente.
Una vez que quedamos solos, me inclino y pongo mis labios sobre su
vientre pronunciado.
—¿Q-qué?
—¿Me deseas?
—No te preocupes, cariño, sé que aún estamos yendo paso a paso. Sin
presiones —digo, aunque mi pene protesta en contra. Tendré que ducharme
con agua fría, muy fría hoy.
—No es eso —Muerde su labio otra vez y tengo que evitar no gemir. Mi
sangre corre a mil y tengo que apretar mis puños para no tomarla en estos
momentos—, es sólo que no me siento a gusto teniendo ese clase de intimidad
contigo, cuando llevo al bebé de otro hombre dentro de mí. Yo…
—Y atarte.
—Sí.
—Bien, Manu.
Estamos en el patio de Manu, hay globos blancos y azules por todo el lugar,
mesas con manteles blancos y azules, centros de mesa en forma de teteros,
las cadenetas de papel de un lado a otro; una enorme mesa llena de regalos y
otra semejante en tamaño, llena de aperitivos y un enorme pastel.
—Así es —dice Emanuel besando mi mejilla—. Y ahora que por fin mi hijo
sacó la cabeza de su trasero y decidiste darle una oportunidad, bueno, es
imposible no amarte más.
—Gracias, mami.
Saludo a mi padre, y uno por uno de los invitados vienen por un abrazo y
un beso.
—Me encanta el vestido —susurra Fer a mi oído, cuando por fin no estoy
siendo rodeada por todos—, pero me gusta más la mujer que lo lleva puesto.
Muerdo mi labio para evitar decir algo obsceno sobre cómo luce él en esa
camisa polo y los pantalones caqui.
Malditas hormonas.
Suspiro y dejo que las chicas me arrastren a la mesa para adivinar qué hay
en cada regalo, sin dejar de pensar todo el tiempo, cómo se verá Fernando,
desnudo y muy atado en mi cama.
—Eso es bueno, cariño. Quiere decir que la pasaste bien. —Fer ayuda a
traer todas las bolsas con regalos a la casa. Quisiera ayudar a traer el resto,
pero realmente muero de cansancio.
—Fue increíble.
Después de intentar adivinar los regalos, Rosi y las chicas tenían varias
ideas de juegos para todos. Hicimos la de los teteros con cerveza para los
hombres, medir la barriguita con el papel higiénico, la famosa actividad de “Te
vendo un pollo” —morí de risa con cada una de las actuaciones— grité a más
no poder cuando tenían que ponerle el pañal al bebé con los ojos vendados; la
de “no dejes caer el globo” fue estimulante y la comida… dioses, la comida fue
sensacional.
Cuando llegó la hora de abrir los regalos y lloré. Nos dieron cosas tan lindas
que no pude evitarlo. Mamá y papá le regalaron una pulsera de oro con el
grabado: Gabriel: La Fuerza y el Poder de Dios. Fue el presente que más me
hizo llorar.
Le sonrío devuelta y suspiro. —Me gustaría que los quitaras por mí.
—Fabi, nena. Debes dejar de torturarme de esa manera, no creo que pueda
desnudarte y simplemente salir de aquí como si no acabara de hacer la cosa
más asombrosa y no tuviera delante de mí a la mujer que más deseo.
Mordiéndome el labio susurro—: No te he pedido que te marches —sus ojos
vagan por mi cuerpo y, a pesar de mi panza, el hambre en ellos hace que me
sienta la mujer más hermosa y sexy del mundo—, tampoco he dicho que no
puedes hacerme nada.
—Joder, Fabi.
—Nena —susurra, toma mi rostro entre sus manos y vuelve a besarme esta
vez es más hambriento y cargado de deseo—. Dios, te deseo tanto.
Sus manos acunan con delicadeza mis pechos y gimo cuando toma entre
sus dedos mis pezones, el calor se acumula entre mis piernas y siento que si
no me toca pronto, justo ahí, donde más lo necesito, me pondré a llorar.
Sus labios regresan a los míos justo cuando una de sus manos traza mi
sexo sobre la tela de mi ropa interior, jadeo y muevo mis caderas buscando la
fricción que necesito para aumentar la sensación. Aleja sus dedos y gruño
frustrada, se ríe entre dientes, así que decido vengarme mordiendo su pezón.
Brama y esta vez me besa furiosamente. Su dedo vuelve a tentarme y gimo su
nombre, exigiéndole que haga algo pronto.
—Vamos, nena, hazme saber cuánto te gusta lo que hago —pide y continúa
con su asalto, aumentando la velocidad de su lengua y su dedo. El orgasmo
empieza a construirse dentro de mí y muelo mis caderas contra él para poder
aumentar las sensaciones buscando urgentemente la libración.
—Oh Dios. —Dejo caer mi cabeza hacia atrás cuando algo explota dentro
de mí. Mi cuerpo se sacude con el más increíble orgasmo, mis rodillas ceden,
unos fuertes brazos me toman y evitan que caiga.
—Mmm —gimo y dejo caer mi cabeza, Fer también deja caer la suya y
contemplo con orgullo el surco en su frente, sus labios entreabiertos y sus ojos
intensos, llenos de deseo y amor por mí—. Prepárate, será mejor que estés
dispuesto para todo lo que deseo hacer contigo.
No tengo palabras que logren dimensionar lo que es estar con la mujer que
amas. El sexo de por sí es placentero, pero el sexo con la persona que más
deseas y amas… es otro nivel.
Dejo caer mi cabeza hacia atrás y gruño con cada movimiento de las
caderas de Fabi. Estar dentro de ella, y permitir que su calor me apriete, me
tiene rodando los ojos hacia atrás. Ella es simplemente única.
—Oh Dios —jadea, sus uñas se entierran en la piel de mis hombros. Rujo
bajo en mi garganta cuando sus movimientos se vuelven desesperados y me
cabalga profundamente. Un exquisito sonrojo cubre sus pechos, cuello y
rostro—. ¡Fernando!
—Descansa, hermosa.
—Y yo a ti, a ambos.
—¿Una feria? ¿En serio? —chilla sorprendida y confusa. Una media sonrisa
se dibuja en mis labios, al ver cómo la frustración y la molestia adorna su
rostro.
—Sí.
—Pero… ¿Por qué? sabes que odio a los payasos, les tengo profundo terror,
y no puedo montarme a las atracciones, la panza no me deja.
—Porque es una feria —respondo. Fabi me brinda una mirada que promete
malas cosas y sonrío—. Vamos, nos esperan.
—Sí, sí lo harás.
Con un poco de fuerza, logro hacerla pasar por la entrada del lugar. Su
mano se aferra a la mía como si en cualquier momento, alguien fuera a
alejarla de mi lado. Trato de no reírme, cuesta no hacerlo.
—Cariño, saluda. —La mujer payaso está frente a nosotros, sonriente. Fabi
no se vuelve, tengo que hacerlo por ella. Está pálida y asustada.
La mujer payaso, con su nariz roja y su pelo de colores nos sonríe y pide
que la sigamos hacia uno de los camerinos, en varias oportunidades, debo
halar a Fabi para que camine.
—¡Hola, mamita!
—H-hola —grazna.
—Vamos, mamita, tenemos que prepararte. —La mujer payaso de tutu,
toma la mano de Fabi y la lleva hasta el probador—. Este es para ti. —Le
entrega un vestido de payaso y le sonríe—. Vamos, vamos que nos esperan.
—Ve —indico y dejo que otro payaso me guie a mí hacia otro probador.
Agito el vestuario que me entregan en su dirección y le vuelvo a sonreír.
—Oh, que mamita más bonita —dice la mujer payaso del tutu. Toma la
mano de Fabi, que luce más relajada ahora, y la acompaña a un tocador—.
Vamos a dejarte todavía más bonita.
—¿Cómo me veo?
—Te ves linda. ¿Todavía sigues aterrada de los payasos? Ahora eres uno de
ellos.
Frunce la boca y sonríe. —Ya no tanto.
—¿Trabajo?
—Sí —responde un payaso por mí—. Los niños vendrán pronto por sus
dulces.
Caminamos junto al resto del grupo de caritas pintadas, hasta los puestos
de comida y dulces. Nos indican que debemos ubicarnos en el de los algodones
de azúcar. Las puerta del otro lado de la carpa se abren, y una multitud de
personas, niños entre ellos, ingresa.
—¡Mira, papá! Una payasita embarazada… —Una niña viene corriendo hasta
Fabi y hala su tutu—. ¿Me puedo tomar una foto contigo?
Más niños siguen acercándose y pidiendo una foto con nosotros. Fabi
disfruta posar para ellos y luego entregar los algodones de azúcar. En poco
tiempo, tenemos una fila de niños esperando ya sea una foto o un algodón de
azúcar. Todos se quedan emocionados con Fabi y su enorme panza.
—¿Cuándo nace?
Fabi responde como una campeona a todas las preguntas y puedo jurar
que disfruta su trabajo como payaso, al verla sonreír con tanto gozo y amor a
los niños.
—No importa, nena, déjale algo a los otros niños. Ellos también quieren su
mascota.
—Esto no es divertido.
Me río y la guío hasta uno de los asientos para poder disfrutar del show. El
puchero en su boca dura lo que tarda el nuevo espectáculo en comenzar.
—No, su trabajo es asombroso. Nunca había visto a niños tan felices por
verme con la cara pintada y la nariz hinchada. —Vuelve a suspirar y se levanta
para abrazarme—. Gracias, muchas gracias. Me has ayudado a vencer uno de
mis miedos. Además, me he divertido como nunca —chilla y camina hasta el
bolso, donde sus globos en forma de perros reposan—. ¡Son tan lindos!
—A mí están por volverme loca, y ni qué decir de David. Sus trajes están
vueltos mier… ¿Qué estás haciendo?
—No te vas a llevar a mis nietos —chilla Manu y trae a sus “bebés” con su
madre—. Quédense ahí, Ágata, cuídalos y tú Boris —señala a Tere—, vigílala.
—No.
Hace cuatro meses Ágata, la novia de Boris, tuvo a sus bebés. Cinco, para
ser exactos. Ya tienen dos meses y están muy activos. Manu está a punto de
volverse loca por todas las travesuras que le han hecho. Yo sostengo a Igor,
uno de los más gorditos y esponjosos bebés. Me enamoré de él desde que lo vi
la primera vez. Es gris con manchas blancas y sus ojitos son enormes, de un
color entre amarillo y verde.
—¿Qué significa eso? ¿Tengo que llamarme Fabi para que me dejes tener
un gatito?
—No, tú eres tú. —Manu se encoje de hombros, Tere gruñe y la fulmina
con la mirada.
—Sí, es por eso que se te han muerto treinta y dos peces —agrego,
ganándome otra mirada de Tere.
—¡No ayudas! Con amigas así, para qué enemigas —gruñe—, además, ¡Yo
ni siquiera sabía que tenía que dejar el agua reposando cinco días!
—Y tres caracoles.
—¡Pero deben haber peces para que hayan desechos de peces! —grita
Manu, Sofí rueda los ojos y yo me carcajeo ante la mirada de Tere.
—Ya, en serio deténganse —digo entre risas—. Manu, Tere quiere una
oportunidad de tener una mascota y Tere, debes ser más responsable con el
gatito.
—Si tengo el dinero para que alguien haga todo mi trabajo duro, pagaré,
¡La comodidad no es un pecado! —Junta sus manos como si estuviera
elevando una plegaria y le hace ojitos a Manu—. Por favor, déjame un gatito a
mí.
Manu se queda observando a Tere por unos momentos, estrecha sus ojos
hacia ella y suspira. Mira a Rosi y a Sofí, luego me da otra mirada a mí antes
de volver a suspirar.
—Te llamaré todos los días, verificaré que alimentes bien al peludo, lo
visitaré cuando quiera y debes entregarme un reporte mensual de su
veterinario. Además, debes adecuar tu casa, comprarle comida, juguetes, una
camita y todo lo que necesite.
—Lo haré.
—No, pendeja. Así se llama este bebé —Le entrega a Azrael y sonríe—, más
vale que seas una buena mamá, o te cortaré en pedacitos muy chiquitos y
luego daré tu carne a las aves. ¿Nos entendemos?
—¡Oye! Yo ya me he rehabilitado.
—Lo sé, ese pastel que me prepararon hace unos días por mis siete meses
siendo fiel me llegó al corazón.
—Ni muerta.
—¿Qué carajos? —gruñe Fernando despertándome—. ¡Aléjate! ¡Oh mierda,
eso duele!
Abro uno de mis ojos y lo veo saltar hacia el baño. Igor, persigue a
Fernando con los pelos del lomo y la cola encrespada.
Y todo, porque Fer no se percató que Igor dormía a mi lado esa primera
noche, cuando llegó a casa del trabajo. Mi pobre mínino casi muere asfixiado, y
aunque fue sin intención, se lo tomó personal y odia a Fernando. No puede
esperar a que él ponga sus pies en el suelo, porque se abalanza y araña sus
piernas. De eso ya hace dos semanas.
—Joder, mierda. Déjame en paz. —Cierra la puerta del baño, antes que
Igor pueda entrar y hacerle más daño a sus piernas. Otro sonido extraño de
Igor y regresa corriendo a mi cama, trepa por las cobijas para acomodarse a
mi lado. Me rio sobre la almohada.
—Odio a ese gato —gruñe Fer una vez que regresa del baño. Igor le
contesta con su propio gruñido y vuelve a dormir.
—Mis piernas no piensan lo mismo. Tengo varias líneas rojas sobre ellas —
protesta. Toma su ropa y regresa al baño para alistarse.
Alisto los huevos y los hago revueltos —la única manera que me queda
bien—, pongo el pan en la tostadora y enciendo la cafetera. Tarareo una
canción mientras espero que todo esté listo.
—Miauu.
—¿Nena?
—¡Fabiola! —grita Fer y viene corriendo hacia mí—. Cariño ¿qué sucede?
—Me c-caí. —Cierro los ojos fuertemente cuando me toma en sus brazos y
trata de levantarme del suelo—. ¡D-duele! Lla-ama a e-emergencias.
—Sólo lla… —Me doblo en mi lugar cuando el dolor se vuelve más intenso.
—Sí, ya la vi. Está muy asustada, pero está estable —Le da una mirada al
doctor y niega con la cabeza—. Disculpen a Pedro, ha estado de guardia tres
turnos seguidos. Puedes irte, pedro, yo tomaré tu turno.
Fabi está acostada en una cama, su cuerpo cubierto por el mismo tipo de
tela anti fluido que uso, excepto por su pancita que está descubierta, hay dos
enfermeras y otro doctor esperando por Gabriela y por mí.
—Fer —jadea. Sus ojos me buscan, hay tanto miedo y terror en ellos. Una
lágrima se derrama y la beso—. Tengo miedo.
—No. Confiemos en que todo saldrá bien. Gabriel es un bebé fuerte y sano.
—Sí —respondo.
—Será un placer para mí traer a un tocayo mío. —Se inclina sobre Fabi y
palea su hombro—. Tranquila, Fabiola. Si algo fuera realmente mal te lo
diríamos. El bebé sólo se adelantó un poco, pero está perfecto.
—Te amo.
—También te amo.
La doctora empieza a instruir a sus ayudantes, el pitido de las máquinas y
el repiqueteo de los instrumentos quirúrgicos, me ponen los pelos de punta. Mi
corazón se acelera, para en menos de diez minutos detenerse totalmente.
—Papito, corta rápido el cordón, tenemos que llevar a este pequeño para
que lo chequeen.
Manu y Tere rompen a llorar, al igual que mamá y doña Nelly. Joaquín y
papá se dan un abrazo de hombre y el resto de la familia y amigos sonríe.
Sonríe y asiente. —Lo sé. Espero que pronto podamos dar la buena noticia.
—Lo es.
—Yo voy —dice Fer, antes de que yo me levante y acuda al bebé que
pretende despertar a todo el edificio con sus gritos.
—Pero tú fuiste la última vez. —Frunzo el ceño pero no hago nada por
levantarme.
Me gustaría estar molesta por ello, pero estoy más que todo muy
agradecida. Ha sido un apoyo incondicional y si algún día llegué a dudar de que
alguien amara a Gabriel como un padre ama a un hijo… Fernando ha
demostrado que estuve equivocada.
—Entre chicos nos apoyamos, ¿no es cierto? —se inclina y roza la punta de
su nariz en la mejilla de Gabriel.
—Vale —camino hasta ambos y los beso a cada uno—, me iré a dormir ya
que he sido dejada de lado.
—También te amo.
Suspiro y me quedo al lado de los dos chicos que en poco tiempo se han
convertido en mi mundo. A mis pies, algo araña suavemente mi piel, dejo caer
mis ojos al suelo para ver a Igor.
—Ven aquí, pequeño rufián —dice Fer palmeando su pierna. Desde que
llegó Gabriel, ambos han entrado en una especie de tregua, ya que los ambos
se consideran los guardianes de Gabriel.
—Es tan bueno no sentir dolor cuando te ríes —murmuro dejando que el sol
de la tarde bañe mi rostro.
Ayer se cumplió el tiempo de dieta y por fin puedo salir libremente. Los
puntos de la herida hace mucho que fueron retirados, aunque la molestia sí
demoró más en irse.
—Tú turno ya pasó. Tenía todo el recorrido del auto al puesto de helados.
Yo me quedé con el trayecto del puesto de helados a la tienda de ropa.
—Yo también lo creo, Manu y sus ojos son más claros —responde Tere,
mirando a mi hijo.
—Sí, Rosi, ya lo protegí para que no le peguen mal de ojo y esas cosas que
me dijiste.
La línea de ropa ha sido todo un éxito, tanto así, que mujeres sin estar en
estado la compran y luego cogen algunos centímetros si les queda un poco
grande… eso ha motivado una nueva idea en Rosi y Manu, su propia línea de
ropa.
—¿Y Gabriel?
—Está dormido.
—Está oscuro, nena, sabes que no me gusta que estés sola a estas horas.
—¿Libia?
—Oh, te acuerdas de mí. ¿Cómo estás?
—Perfecta. Veo que ya nació tu hijo —Camina hacia mí y se inclina para ver
a Gabriel, sus ojos se estrechan un poco y jadea—. Es hermoso. Que niño más
hermoso. —Los ojos de mi bebé se abren apenas ella termina de hablar—. Sus
ojos… —susurra y se vuelve hacia mí.
—Nena.
—E-estoy bien —respondo y miro hacia atrás para ver a una muy aturdida
y confusa Libia. Sus ojos se encuentran con los míos y se estrechan. Sostiene
mi mirada hasta que decido volverme e ignorarla.
Ese mensaje llegó hace dos días, y no he dejado de pensar que es Nicolás.
Porque es la única persona con la que diría: “tengo algo que pendiente que
hablar con él”
—¡Mi nieto!
—Ay, deja de quejarte, te mimé por muchos años, es hora de que lo haga
con mi pequeño —dice con una sonrisa—, pásamelo.
Ruedo los ojos y le entrego a Gabriel que estira sus manitas hacia mamá.
Papá viene y me envuelve en un abrazo.
Si las malditas siguen hablando mierda sobre mi hijo, Fernando y sobre mí;
tendré que invocar mi Manuela interna y mandarlas a la mierda.
Me tienen harta.
—El rechazo es algo que los humanos no nos tomamos muy bien —agrega
Judith con su tono venenoso—, especialmente los hombres. Y más en una edad
adolescente, donde las hormonas están en su apogeo. Necesitaran mano dura
para ese chico, sino será un alma descontrolada.
—Mi hijo tiene el amor que necesita y de sobra —gruño. Mamá mira
mordazmente a su hermana—. Me he encargado de darle todo lo que necesita,
además padre no es el que engendra, sino el que cría.
—La próxima vez que quieras decir algo sobre mi hijo o sobre mí, piénsalo
dos veces. Tal vez mi boca puede dejar escapar que vives revolcándote con la
pechugona de tu vecina, ¿Angélica, verdad?, o tal vez deba hablar de cómo le
regalaste uno de los bonos que le di a Carmen para que usará en una de mis
tiendas.
—¿Lo dice la mujer insípida y fría que pasa por su tercer divorcio en menos
de cuatro años?
—¿Ah, no? Y entonces, ¿por qué razón él no está contigo esta noche, o por
qué a mamá le han dicho que lo vieron hospedarse en un hotel? Está de turista
en su propia ciudad.
—Tú, desgraciada…
—Lo mismo podría decirte yo, pero desde que decidiste hacer de mi hija tu
tapete personal y el de tus pendejas hijas… he decidido que ya no tengo
hermana. Lárgate.
—Pero…
—Siempre para ti, cariño —dice y besa mis labios—, ahora, dame a mi
bebé.
Extiende las manos hacía Gabriel que trata de zafarse de los brazos de mi
padre para llegar a Fernando.
Olvidándose del resto del mundo, Fernando se sienta con Gabriel en la sala
y se unen en una conversación de palabras —por parte de Fernando—,
sonrisas y babas.
—No entiendo por qué dicen que a mi nieto su padre lo rechaza… —señala
mi padre, posando su brazo sobre mi hombro, y dirigiendo una mirada hacia
Fernando y Gabriel—, si en este momento, soy testigo de cómo su padre lo
ama.
Eso sí logra hacer que levante mis ojos de los papeles. —¿Eres tú,
Sebastián?, ¿Estás bien?
—Lo que sea, deja de ser tan imbécil. Te dije que iba a reformarme, lo
estoy logrando.
Bueno, no fue tan fácil, manu tuvo que usar algunos buenos argumentos
para convencernos. El sexo salvaje y libre que podríamos disfrutar, sin que un
bebé nos interrumpiera a media noche, o sin tener que cohibirnos para no
despertarlo, fueron razones muy convincentes.
Así que hace una hora, mi pequeño se fue con sus tíos y Fabi me espera en
casa…
No puedo esperar.
Veinte minutos y por fin cruzo la esquina que me lleva al edificio donde me
espera la mujer que amo. Mi celular vuelve a vibrar en mi bolsillo y golpeo el
volante.
—¿Nena? —Entro y cierro la puerta, la sala está vacía, pero hay música
reproduciéndose en el estéreo.
—Hola, cariño.
—Mierda.
Trazo la tela sobre su centro y gimo cuando la encuentro húmeda. Beso sus
labios y estimulo su clítoris por encima de la tela. Fabi gime y se retuerce,
jadea y muerde mis labios, desciendo mi boca hasta la piel de su cuello y
succiono la suave piel.
Deja caer su cabeza hacia atrás y tensa la tela de sus manos, gemidos
descontrolados salen de su boca y me deleito en su deseo y placer.
—Eres la mujer más hermosa y sexy del mundo. Te deseo tanto, cada
minuto que estoy lejos de ti, cada segundo en que no puedo tocarte o besarte
es un infierno.
—Mierda, condón.
Lanzando el teléfono a un lado, regreso con Fabi e ignoro a las mujeres que
no entienden, ya no me interesa ninguna de ellas. Estoy enamorado y tengo
una familia que es todo lo que amo y quiero en mi vida.
Al parecer, esta mañana cuando Fer salió para ir a trabajar, tomó por error
mi teléfono. Así de cansado estaba y me siento un poco mal por haberlo tenido
despierto tanto tiempo, aunque él no se quejó de nada de lo que hicimos. Al
contrario, me aseguró que lo repetiríamos hoy.
Mi cuerpo zumba con ese conocimiento. El sexo con Fer es otro mundo.
Espera… ¿Papá?
—Te amo, bebé. Vamos a preparar algo rico para papá. ¿Crema de pollo y
pechuga asada?
Gabriel me mira y sonríe con sus encías desnudas, le sonrío en respuesta y
llevo mi boca a su barriguita para jugar a los zombies. Lo escucho carcajearse
a su modo de bebé, aferra sus puños a mi cabello y patalea. Me rio de sus
vagos intentos por alejarme de su estómago y que no le haga más cosquillas.
Me levanto y tomo sus piernas regordetas y jugamos a la bicicleta. Minutos
después, pongo los vídeos infantiles en la pantalla del televisor y lo siento en
su columpio. Igor viene a su lado y se sienta observándolo columpiarse. Maúlla
cuando el vídeo comienza y trata, con sus patitas de trata de coger la vaca que
canta y los pollitos.
La vaca Lola, la vaca Lola, tiene cabeza y tiene cola y hace Muuuu…
Cuando todo está casi listo, el sonido del teléfono de Fer se vuelve más y
más insistente. La mayoría han sido textos en su WhatsApp, no creo que un
cliente o algo de su trabajo le escriba a esa aplicación, así que simplemente lo
dejo sin abrir para respetar su privacidad. Sin embargo, ahora los mensajes
son constantes y hay llamadas perdidas, esas me las perdí, creo que me
concentré demasiado no quemar las pechugas.
Pilar llamando…
—¿Hola?
—Sí.
—Sí, dile por favor que Pilar llamó, anoche me quedé esperándole. —Se
queja como una niña, lo que me hace fruncir el ceño—. Que por favor me
devuelva la llamada, muero de ganas por verlo.
—¿Pilar qué perdón? —pregunto sospechando sobre el motivo de esta
llamada. ¿Esperándolo anoche? ¿Estamos hablando de negocios aquí?
—Gracias, ¿y tú eres?
—Su novia.
Son cinco, cinco chats aparte de los mensajes de Pilar, y todos de mujeres
distintas.
—Lleva al niño, Fabi. Necesito discutir algo contigo y no quiero que el niño
esté presente.
—Estás…
—Ahora.
Toma mi teléfono y lo pone frente a mí. —¿Por qué no me habías dicho que
el hijo de puta que te embarazó y luego de botó como un saco viejo te ha
estado llamando y acosando?
—¿Qué has dicho? —gruño, mi ira por sus duras palabras creciendo cada
vez más y más.
—Hoy me llevé, por error, tu teléfono. Y vaya mi sorpresa cuando encontré
no sólo que tenía el móvil de mi mujer sino que también el jodido cabrón de su
ex la ha estado contactando, ¡Y ella no me dijo absolutamente nada!
—Tenías que decírmelo. No quiero que ese hijo de puta esté cerca de ti o
de Gabriel. Ni siquiera por un mensaje de texto.
—Sí.
—¿En serio? Pues no lo parece. Pilar incluso me dijo que podrían reunirse
en el hotel y, cuando por fin recordó preguntar con quién dejaba su mensaje,
mira tú que sorpresa la de ambas al saber que no tenía ni idea de quién era
yo.
—¡Por supuesto que deben saber! —grito y lo empujo cuando viene hacía
mí de nuevo—, esas malditas perras tienen que entender que estoy contigo.
Que ya no te interesa nadie más que yo. —Me mira, sé que puede percibir la
duda y el temor en mis palabras—. ¿Acaso estoy equivocada?
Abre su boca para decir algo pero el maldito teléfono vuelve a sonar.
—¿Y qué demonios crees que hago? —explota—. ¿Has visto mi jodida foto
de perfil? —Busca en su teléfono y me lo pasa—. Somos tú, Gabriel y yo; mi
familia. No les respondo, las ignoro.
—Es lo mismo que hago yo con Nicolás. Y… —El maldito teléfono repiquetea
de nuevo. Fulmino con la mirada al teléfono—, ¡Contesta la maldita cosa!
—¿Fernando?
—¿Su qué?
—Esposa.
Ninguna de ellas lo sabe. Lo han estado llamando, dios sabe por cuánto
tiempo, y él no les ha dejado claro que tiene una familia, una mujer a su lado.
Miro las palabras del mensaje y me quedo pensando en lo que voy a decir.
—No me iré, Fabiola. He sido un cobarde toda mi jodida vida, pero hoy no
—digo, mi corazón latiendo a mil por hora. Miro sus ojos, esos ojos que he
amado toda mi vida, pero de los cuales he intentado huir sin lograrlo—. Voy a
quedarme a tu lado, voy a permanecer al pie del cañón contigo, lo quieras o
no, no me importa. Sólo estoy seguro que no voy a desistir, porque para mí,
vivir sin ti ahora no es una maldita opción. —Las lágrimas que intentaba
contener ruedan por sus mejillas y me mata, jodidamente me mata verla
llorar—. Ignórame, no me determines, haz de cuenta que no existo… pero aun
así; incluso si tu mirada rehúye la mía, permaneceré firme, por ti, porque te
amo y porque ese bebé, aunque no lleve mi sangre, es mío.
—Lo somos.
En ese momento, Gabriel llora. Fabo se retira y me mira con una sonrisa
tímida.
—No. —La halo un poco, para que vuelva a sentarse, la miro y hago una
mueca—. Vamos a salir de esto de una vez por todas —Suspiro y paso una
mano por mi cara—, prometo no matarlo. Es lo único que puedo prometer.
—Hola —dice la esposa—. Gracias por venir. —Fabi asiente, los dos
hombres permanecemos tensos, fulminándonos uno al otro—. Siéntate. Ahora.
—Pero… —La mujer mira de nosotros hacia su esposo—, creí que querías
que reconociera al niño.
—Te lo dije, no es mío. Bien y ellos se han hecho cargo del niño.
—Un momento, por favor —pide Libia. Fabi y yo nos miramos—. Sólo un
momento, esto aún no termina.
—Tú, maldito idiota, no tienes ningún derecho en opinar aquí. Será mejor
que te calles o esta misma noche tiraré tus cosas a la maldita calle. Agradece
que no estoy pidiéndote el divorcio ahora y quitándote todo lo que tienes.
Ante sus palabras y el pánico que se dibuja en los ojos de Nicolás, Fabi y yo
compartimos una mirada sorprendida.
—De mis hijos —responde Libia a las preguntas de Fabi—. Ellos son los
hermanos de tu hijo. No podemos negarles eso.
Libia resopla nuevamente y rueda los ojos. —No estoy diciendo que
obliguemos a este idiota a querer a tu hijo. Es obvio que está bestia sólo se
ama a sí mismo. Lo único que te pido, es que no les niegues a mis hijos poder
conocer a su hermano. Familia es familia Fabiola, no importa cómo se
desarrollen las cosas.
—¿Cómo es que estás bien con esto? —pregunto confundido—. Tienes aun
idiota infiel a tu lado —digo y Nicolás me gruñe. Lo ignoramos—, y aun así,
estás aquí pidiéndonos que tus hijos puedan conocer al hijo que tuvo su padre
con otra mujer.
—Tuve unos días para explotar y tener mis crisis, créanme, no fue bonito.
Pero no es la primera vez que me entero de las andanzas de mi esposo. La
primera vez que nos vimos, en la tienda de telas, me pareció extraña tu
reacción cuando viste a este tonto; pero luego, cuando los vi a ti y tu bebé,
ese día que fue a la boutique de tu amiga… simplemente lo supe. Te seguí
porque tenía que confirmar que mis sospechas eran ciertas… cuando vi de
cerca a tu hijo, fue como verlo a él —señala con desprecio a Nicolás—, y ver a
mi hijo menor. Andrés tiene dos meses, pero es igual a tu hijo.
—No creo que esté preparada para esto —dice Fabi frotando sus sienes—,
no creo que pueda hacerlo. ¿Qué le diré a mi hijo? Que su padre biológico
nunca lo quiso pero que sus hermanos querían conocerlo. ¿Estás segura que
ellos quieren conocerlo?
—Lo estarán, te lo aseguro.
—No. Mira, Livia, lo lamento mucho, pero tu esposo me hizo daño. No voy
a negar que Gabriel es lo más importante en mi vida ahora, pero simplemente
esto es demasiado… descabellado, irreal, no logro aceptar esto. Lo siento, no
puedo.
—Lo entiendo. Sólo no les niegues a nuestros hijos conocerse… algún día.
—¿Qué cosa?
—Sí, este es el local que me dijeron. —Me vuelvo hacia Manu frunciendo el
ceño. Las chicas atrás, permanecen silenciosas, esto es sospechoso.
—¿Y cómo por qué razón tomaríamos un local tan lejos de la civilización?,
Piensas poner la fábrica aquí?
—Algo así —murmura vagamente y entrecierro los ojos hacia mis tres
amigas.
—Nada —responde las tres al unísono y eso hace que sospeche todavía
más.
Salen del auto apresuradamente y van hasta la entrada del Club Campestre
Arboleda.
—¿Fer?
—¿Qué es esto?
—Son todas las rosas y flores que no te di en todos esos años que pretendí
no verte.
Sus palabras me llegan profundo y levanto mis ojos hacia él. Sonríe
tiernamente y me besa.
—En la mesa están todos los chocolates que no te envié —dice y me lleva
con él hacia los presentes—, todos los osos de peluche que no te regalé en tus
cumpleaños. —Señala los sobres en la caja—. Las cartas y mensajes que no
me atreví a enviarte; quise traerte todos los desayunos contigo que me negué
a mí mismo, pero creo que no hubiéramos podido con ellos.
Mira hacia el techo y su sonrisa se ensancha. —Ah, esos. Esos son cada
uno de ellos representa los sueños contigo que deje atrapados y que ahora
liberaremos… y las velas, cada una de ellas representa los meses que he vivido
contigo, porque cada uno de ellos ha traído una nueva luz a mi vida.
—Podría pedirte perdón todos los días de mi vida por lo imbécil que fui,
pero decidí hacerlo sólo una vez más, y dedicar el resto de mi vida a hacerte
feliz. —Se deja caer en una rodilla y siento a mi corazón detenerse. Saca de su
bolsillo un estuche negro y me enseña un delicado anillo de compromiso con
un rubí rojo—. Pero, quiero que el resto de mi vida, la bendición de Dios nos
acompañe; así que… Fabiola Ospina, ¿te gustaría permitir que me dedique en
cuerpo y alma a ti por el resto de mi vida?
Llevo mis manos a mi boca y sollozo. Lo miro, a esos bellos ojos que me
han enamorado desde la primera vez que lo vi, cuando fui a casa de Manuela
para hacer una tonta tarea. El hombre que deshizo mi mundo, pero lo volvió a
reconstruir; la persona a quien quiero ver cada día al despertarme y besar
cada noche al acostarme. El hombre al que más que necesitar, he escogido
para acompañarme en cada camino que emprendo en mi vida. El hombre que
me ama incondicionalmente, imperfectamente perfecto, que aceptó mis
errores y resaltó mis virtudes, él, que ama a mi hijo como suyo y da su vida
por él.
Estrello mis labios con los suyos, lo abrazo y profundizo el beso. Aplausos
se escuchan cerca y me separo de Fer para ver a nuestra familia y amigos,
algunos sonrientes y otros con ojos llorosos, celebrar con nosotros.
—¿Qué pregunta?
—¿Aquí?, ¿ahora?
—Sí.
—Así es… ¿recuerdas el vestido de bodas vintage que viste en esa revista
hace un mes? —Asiento con mis ojos muy abiertos—. Hecho.
—Las flores ya están —dice Tere señalando los ramos de flores en el suelo.
—El notario también —dice Juan palmeando a Nate, quien le sonríe a Sofi.
—El padre de la novia está aquí, y da su bendición. —Mi papá guiña un ojo
y besa la mejilla humedad de mamá.
Froto mis manos y muevo mis ojos entre mi hijo —que sonríe hacia mí y
extiende sus manitas— y Fernando.
Sus manitas se agitan y tratan de tomar el pastel frente a él. Fabi ríe y
unta un poco de la crema en la nariz de nuestro hijo.
—Lo siento, cariño, pero ya has tenido suficiente azúcar por hoy. Tu padre
y yo merecemos un descanso.
—Ay, amor, es sólo un poquito. Ni que todos los días le diéramos torta de
chocolate y vainilla
—No, no todos los días le damos torta, pero si helado y mil cosas más.
David se atraganta con el refresco que bebe y los demás rompemos a reír
de nuevo.
—Manu…
—¿Qué, David? No me digas que no, eh… ya me antojé. Así que será mejor
que me dejes usar esas corbatas que tanto cuidas, de lo contrario tocará con
piola, y supongo que será más incómodo.
—¿En serio estamos hablando de sexo en medio de una fiesta infantil? —El
rostro de teresa se contrae con disgusto.
—Ah, no pues, habló sor Teresa. Quien no conozca tu lado oscuro que te
compre.
—¡Eso fue hace mucho tiempo, y sólo fue una vez! —grita Manu con el
rostro rojo como una remolacha.
—Mía.
Quien iba a pensar que esta chica pelirroja que poco a poco se fue colando
en mi corazón… trajera a mi vida las mejores cosas y me hiciera
profundamente feliz.
El amor no ha sido fácil para nosotros, pero cada lágrima y cada sacrificio,
han valido la pena, y hoy en día estoy cosechando sus frutos.
Fin.
Agradecimientos
A todas mis queridísimas lectoras y Cherry Lovers, su
apoyo incondicional ha sido vital para mí.
Chicas, a mi TeamMale, definitivamente sin ustedes…
este sueño no sería posible.
Mil bendiciones para todos.
Próximo Libro
Próximos Proyectos:
Vino Tinto (Menú de Corazones # 2).
Sombras (Entre el Cielo y el Infierno # 2)
Desde Mi Ventana.
Reino Oscuro (Doce Reinos # 1)
Recuérdame Quien Soy.
Se Armó Cupido.
Vendedora de Amor.
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