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no solo por su carácter extraordinario y por su contenido, sino también
por su duración. Fue descrito por los cronistas como «el más largo que se recuerda
en varios años», tras más de siete horas de reunión con un receso. Y a tan
imprevista duración se le dio una explicación clara: las discrepancias entre el
equipo económico, controlado por el PSOE, y los ministros de Unidas Podemos,
que exigían aprobar medidas más contundentes de ayuda a los trabajadores y que
se declarara el estado de alarma. Finalmente se dejaron las medidas económicas
para el siguiente Consejo de Ministros y se aprobó el decreto de alarma.
Pero lo más duro para Podemos a partir de aquello estaba por llegar, ya que
Iglesias y los ministros de su formación serían apartados del núcleo de poder que
pasó a gestionar el estado de alarma. Además de los titulares de Transportes,
Interior, Defensa y Sanidad, oficialmente las únicas «autoridades competentes»
junto al presidente, Sánchez sumó al sanedrín a la ministra de Hacienda y
portavoz, María Jesús Montero, que junto a Nadia Calviño (Economía) mantenía la
oposición más frontal a Iglesias dentro del Gobierno.
En el gabinete de crisis no figuraba ni el vicepresidente segundo ni la
ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ni el de Consumo, Alberto Garzón. Y eso que
gran parte de las decisiones del sanedrín afectaban a esas áreas. Era obvio el
malestar de Sánchez con Iglesias y era evidente que le dejaba en segundo plano.
Pero Iglesias no frenaba. El jueves 19 de marzo, el líder de Podemos presionó para
tener un papel mediático en la crisis y exigió gestionar parcelas presupuestarias del
plan de choque. Como premio de consolación, Sánchez accedió a que participara
en una rueda de prensa junto al titular de Sanidad, Salvador Illa. Pero aquella
misma comparecencia evidenció la falta de competencias de los ministerios
contralados por Unidas Podemos.
Iglesias se presentó como adalid de las medidas sociales, pero de los 200.000
millones de euros que se anunciaron como plan de choque, el vicepresidente
segundo solo controlaba 600, de los cuales 300 se destinaban a las autonomías para
los colectivos más vulnerables y otros 300 eran liquidez para ayuntamientos con
superávit fiscal. Pablo Iglesias y el paso de la euforia a la durísima realidad de
formar parte de un gobierno ante una crisis sin precedentes, y desde la posición del
socio minoritario.
Aquella rueda de prensa del día 19 había sido su primera comparecencia en
Moncloa desde que accedió al Gobierno. Comparecía junto al ministro de Sanidad,
que había delegado en el vicepresidente segundo la coordinación de los servicios
sociales con las comunidades autónomas. Y, para más inri, varios políticos y