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controles que las fuerzas de seguridad iban a poner para acceder a esa
infraestructura clave. Y ciertamente la gente que acudió en masa a El Prat pasó
como un tsunami por encima de esos controles y sumió el aeropuerto en el caos. En
pocos días, el canal de Telegram del Tsunami Democràtic había sobrepasado los
trescientos mil seguidores. Muchos de ellos, nuevos usuarios de esta aplicación de
mensajería durante aquellos días, llamados a seguir esta cuenta que había
generado tanta expectativa y viralidad.
Este fenómeno se había dado con anterioridad en el contexto de
movilizaciones políticas y sociales como las huelgas feministas en España o las
protestas contra Putin en Rusia. En conjunto, esta tendencia no ha hecho más que
reforzar más el posicionamiento de Telegram —300 millones de usuarios— como
la aplicación más política y ligada al activismo, frente a WhatsApp —1.500
millones—, más ligada al ocio. Como ha afirmado Josep Lluís Micó, profesor de
Periodismo de la Universitat Ramon Llull (URL), «Telegram se ha convertido en el
WhatsApp de las movilizaciones y de los indignados». Un éxito que se explica en
el contexto de lo que el consultor Antoni Gutiérrez‐Rubí denomina como
«tecnopolítica», término que ha plasmado en un libro y que nos habla de la
integración de la comunicación móvil en la vida cotidiana, especialmente en el
mundo de los millennials.
Se ha esgrimido a menudo la seguridad superior de Telegram para explicar
que muchos colectivos la elijan frente a WhatsApp. Pero en este frente se han ido
reduciendo las distancias y a día de hoy los expertos equiparan bastante las dos
plataformas de mensajería. En cambio, es un claro plus para el activismo que
Telegram permita conversar con otros usuarios sin que tengas que revelar el
teléfono móvil, ya que puedes interactuar solo con un nombre de usuario, mientras
que con WhatsApp el número aparecerá siempre. Por otro lado, es sabido que en la
línea de lo que hace su hermano Facebook, WhatsApp recopila gran cantidad de
metadatos que le dicen mucho de sus usuarios, y que se guardan, se privatizan y
que en principio se mantienen en secreto (o no). Telegram también tiene acceso a
nuestros datos, no nos engañemos. Pero esta plataforma de mensajería suma otros
beneficios que la convierten en una herramienta más óptima para sectores que
buscan movilización alternativa: permite la creación de grupos bidireccionales,
enviar mensajes que se autodestruyen, formar chats secretos y canales
unidireccionales sin límite de miembros — WhatsApp solo permite alcanzar los
256—. Y claro, si no se pueden poner puertas al campo, menos a un tsunami.