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Para muchos cristianos el rezar el rosario todos los días se ha convertido en parte de
la propia vida y en una poderosa ayuda para seguir a Jesús.
Por eso necesitamos el rosario, porque es una oración del corazón, una forma de
contemplación.
Algunas personas consideran que las repeticiones del rosario son molestas o
simplemente rutinarias. Pero si oramos con verdadera piedad, con verdadero amor
hacia Jesús y María en nuestro corazón, entonces estos patrones de palabras
repetidas, que son, todas ellas palabras de la Sagrada Escritura, nos llevarán a la
presencia de Dios y a la contemplación de sus misterios.
En el centro del Ave María que vamos repitiendo, está el nombre de Jesús, el nombre
en el que tenemos la salvación: “Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.
Es una buena costumbre el rezar el rosario con los Evangelios. San Juan Pablo II nos
recomendó que anunciáramos cada misterio y que luego leyéramos el pasaje del
Evangelio relativo a él, contemplando el rostro de Cristo en el misterio y escuchando
luego la “palabra” que quiere comunicarnos a través de este misterio.
Los misterios de su vida son las grandes verdades de nuestra fe: la alegría de su
encarnación, ya que él “nació de la Virgen María”; la luz que trae con su vida, que
vivió “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”; el dolor de su pasión, ya que
Él “sufrió bajo el poder de Poncio Pilato”; la gloria de su resurrección “al tercer día”; y
su promesa de que “vendrá de nuevo”.
Nuestro santo más reciente, San John Henry Newman, dijo: “El mayor poder del
rosario reside en esto: en que convierte el Credo en una oración [y] nos proporciona,
para meditarlas, las grandes verdades de su vida y de su muerte, acercándolas más a
nuestros corazones”.
La realidad de nuestra vida cristiana es que Jesús quiere nacer en cada uno de
nosotros. Él quiere que su vida se vuelva la nuestra, y que nuestra vida se vuelva la
suya.
El rosario es una oración que conduce a esta transformación. Cuando oramos con
devoción, cuando ordenamos nuestra vida según la voluntad de Dios, le permitimos a
Él que nos moldee y nos conforme de acuerdo a la imagen de su Hijo. A través de
esta oración, los misterios de su vida continúan cobrando vida en nuestra vida,
conforme Dios va realizando su plan amoroso para nuestra salvación.
La clave es orar como niños, dejar que nuestra madre nos guíe, aprender a mirar a su
Hijo a través de los ojos de ella.
Todos estamos invitados a rezar el rosario con confianza, esta oración nos llevará a la
paz, y con ella podremos experimentar tener una visión más sobrenatural de las
cosas que suceden en el mundo y en nuestras vidas, y experimentaremos con más
claridad la presencia de Dios y su Providencia.
Y pidámosle a la Santísima Virgen María que interceda por nosotros y que infunda en
cada uno de nosotros una nueva experiencia de la belleza y del poder del rosario.
Los nuevos misterios del
Rosario
El 16 de Octubre de 2002, fue presentada la carta apostólica del Papa
Juan Pablo II «Rosarium Virginis Mariae» («El Rosario de la Virgen
María»). El punto más destacado fue la inclusión de cinco nuevos
misterios en el Rosario.
Ahora bien, constata, en los quince misterios del Rosario (cada día se
contemplan cinco misterios rezando en cada uno diez avemarías)
faltaban hasta ahora momentos decisivos de la vida de Cristo.
1. El Bautismo en el Jordán;
4. La Transfiguración;
5. La institución de la Eucaristía.
La carta apostólica explica después el misterio que contempla el
cristiano en cada uno de estos pasajes de la vida pública de Jesús.
Gracias San Pablo II por esta hermosa herencia en los misterios de luz y por tanto
maravilloso aporte a nuestra amada iglesia católica.
La imagen o icono original del Perpetuo Socorro está pintado al temple sobre madera.
Mide 53 cm de alto por 41,5 cm de ancho. Sobre un fondo de oro destacan cuatro
figuras. En el centro, llenándolo todo como protagonistas, la Virgen María y el Niño
Jesús; y en un lejano segundo plano, los dos arcángeles Miguel y Gabriel con los
instrumentos de la Pasión. Según costumbre oriental, cada personaje está identificado
por una inscripción griega en abreviatura.
La Virgen es mostrada sólo de medio cuerpo y de pie. Viste una túnica de color rojo
abrochada en el cuello y un manto azul marino que la cubre desde la cabeza. Bajo el
manto apunta una cofia de color verde mar, que recoge y oculta sus cabellos. Tiene
sobre la frente dos estrellas. Las coronas de oro y pedrería del Niño y de la Madre son
regalos del Capítulo Vaticano para su coronación.
El Niño Jesús descansa sobre el brazo izquierdo de su Madre y se agarra con ambas
manos a la mano derecha de María, buscando protección, al contemplar los
instrumentos de la Pasión que le aguarda. Su figura es de cuerpo entero, vestido con
túnica verde, ceñida con faja roja y de su hombro derecho cuelga un manto de color
rojizo marrón. Tiene entrecruzadas las piernas y lleva los pies calzados con simples
sandalias, con la peculiaridad que la del pie derecho queda suelta y colgando. Los
instrumentos que presenta el Arcángel Gabriel son la cruz griega de doble travesaño y
cuatro clavos. El Arcángel Miguel lleva la lanza y la esponja. Ambos arcángeles ocultan
sus manos que sostienen un pomo con los símbolos de la Pasión. Los abundantes
pliegues y sombreados de las vestiduras van profusamente marcados en color oro.∈
Las abreviaturas griegas que hay escritas sobre el icono significan ´MP-ΘΥ (Μήτηρ
Θεού, Madre de Dios en idioma español, inscripción que se halla en la parte superior
del cuadro); OAM (Ο Αρχάγγελος Μιχαήλ, El Arcángel Miguel, inscripción en el lado
superior izquierdo); OAΓ (Ο αρχάγγελος Γαβριήλ, El Arcángel Gabriel, inscripción en el
lado superior derecho); y Iς-Xς ( Ἰησοῦς Χριστός, Jesús Cristo, al lado del Jesús Niño),
respectivamente.
María del Perpetuo Socorro es un icono bizantino de la escuela cretense, una imagen
representativa de la Virgen de la Pasión. La interpretación general es clara. Los
arcángeles Gabriel y Miguel presentan a Jesús niño los instrumentos de sus
sufrimientos futuros. Al contemplar esta dramática visión, el Niño, en su condición de
hombre mortal, se asusta y se estremece y en un brusco movimiento busca socorro
en los brazos de su Madre, a cuya mano se aferra con fuerza. El susto y movimiento
brusco del Niño están expresados por la contorsión de piernas, el repliegue del manto
y la sandalia desprendida.