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Estamos a mitad del mes de octubre, el mes que la Iglesia le dedica al santo rosario.

Historia del Santo Rosario


La práctica de rezar el rosario comenzó desde los primeros siglos de la Iglesia
cuando los laicos quisieron imitar a los monjes, quienes oraban los 150 Salmos cada
día. Los laicos, que en su mayoría no sabían leer, sustituían los salmos por 150 Ave
Marías; y para contar iban haciendo nudos en un lazo.
En el siglo XIII, Domingo de Guzmán, un santo sacerdote que luchaba para convertir
a los que se habían apartado de la Iglesia, a quienes enseñaban que Jesús no es
Dios, negaban los sacramentos y la verdad de que María es la Madre de Dios, trabajó
por años en medio de estos desventurados. Con su predicación, oraciones y
sacrificios logró convertir a unos pocos, pero las conversiones se desvanecían
rápidamente.
La Virgen acudió en ayuda de Santo Domingo. Se le apareció en el año 1208; en su
mano sostenía un rosario y le enseñó a recitarlo. Le encargó predicar esta devoción
por todo el mundo y le dijo, además, que lo utilizara como arma poderosa en contra
de los enemigos de la Fe, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y
obtendrían abundantes gracias. Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en
la mano. Efectivamente, lo predicó, y con gran éxito porque muchos volvieron a la fe
católica.
El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos. Cuando la
devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció al beato Alano de la Rupe y le dijo
que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que se necesitarían volúmenes
inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y reiteró las
promesas dadas a santo Domingo referentes al rosario.
La palabra Rosario significa ‘Corona de Rosas’. La Virgen María ha revelado a
muchas personas que cada vez que rezan un Ave María le entregan una rosa y por
cada Rosario completo le entregan una corona de rosas. La rosa es la reina de las
flores, así que el Rosario es la reina de todas las devociones a María.
El Santo Rosario es considerado como la oración perfecta porque junto con él está
aunada la majestuosa historia de nuestra salvación. Con el rosario de hecho,
meditamos los misterios de gozo, de dolor y de gloria de Jesús y María. El Santo
rosario es una oración bíblica por excelencia, pues no es más que meditar el
Evangelio con el Ave María como música de fondo.
Es una oración simple, humilde como María. Es una oración que podemos hacer con
ella, la Madre de Dios. Con el Ave María la invitamos a que rece por nosotros. Ella
une su oración a la nuestra. Por lo tanto, ésta es más poderosa, porque María recibe
lo que ella pide, Jesús nunca dice no a lo que su madre le pide. En cada una de sus
apariciones, nos invita a rezar el Rosario como una arma poderosa en contra del
maligno, para traernos la verdadera paz.
Todos necesitamos rezar con mayor urgencia, con más intensidad. Éste es el mejor
camino a seguir si queremos crecer en nuestra relación con Dios.

Para muchos cristianos el rezar el rosario todos los días se ha convertido en parte de
la propia vida y en una poderosa ayuda para seguir a Jesús.

Vivimos en un mundo lleno de ruido y de gente, en un mundo que se enfrenta


continuamente a multitud de sonidos e imágenes, impresiones y sensaciones.
Nuestras tecnologías y nuestra forma de vida nos dificultan el poder apartar un tiempo
y un espacio solo para estar tranquilos y reflexionar, para estar solos con nuestros
pensamientos y “adentrarnos en nosotros mismos”.

Por eso necesitamos el rosario, porque es una oración del corazón, una forma de
contemplación.

En los ritmos y repeticiones del rosario, entramos en un espacio de silencio en el que


abrimos nuestro corazón a la presencia de Dios. Entramos en este silencio,
conscientes de nuestras fallas y pecados, trayendo con nosotros nuestras
preocupaciones por el mundo y por todas las dificultades de nuestra vida.

Es hermosa la manera en la que las repeticiones de esta oración se corresponden


con los ritmos de nuestra respiración y con los latidos de nuestro corazón.

Algunas personas consideran que las repeticiones del rosario son molestas o
simplemente rutinarias. Pero si oramos con verdadera piedad, con verdadero amor
hacia Jesús y María en nuestro corazón, entonces estos patrones de palabras
repetidas, que son, todas ellas palabras de la Sagrada Escritura, nos llevarán a la
presencia de Dios y a la contemplación de sus misterios.

En el centro del Ave María que vamos repitiendo, está el nombre de Jesús, el nombre
en el que tenemos la salvación: “Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.

Es una buena costumbre el rezar el rosario con los Evangelios. San Juan Pablo II nos
recomendó que anunciáramos cada misterio y que luego leyéramos el pasaje del
Evangelio relativo a él, contemplando el rostro de Cristo en el misterio y escuchando
luego la “palabra” que quiere comunicarnos a través de este misterio.

Los misterios de su vida son las grandes verdades de nuestra fe: la alegría de su
encarnación, ya que él “nació de la Virgen María”; la luz que trae con su vida, que
vivió “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”; el dolor de su pasión, ya que
Él “sufrió bajo el poder de Poncio Pilato”; la gloria de su resurrección “al tercer día”; y
su promesa de que “vendrá de nuevo”.

Nuestro santo más reciente, San John Henry Newman, dijo: “El mayor poder del
rosario reside en esto: en que convierte el Credo en una oración [y] nos proporciona,
para meditarlas, las grandes verdades de su vida y de su muerte, acercándolas más a
nuestros corazones”.

El rosario es la oración de los santos, es parte del secreto de su santidad, de su


cercanía a Cristo.

Con María, recordamos su presencia entre nosotros, reflexionamos sobre sus


palabras, sobre sus acciones. Al meditar estos misterios, entramos día a día en su
vida y su vida llega gradualmente a penetrar en la nuestra. Y así como lo hizo María,
abrimos nuestra vida para vivir en respuesta a la palabra salvadora de Cristo:
“Hágase en mí según tu palabra”.

La realidad de nuestra vida cristiana es que Jesús quiere nacer en cada uno de
nosotros. Él quiere que su vida se vuelva la nuestra, y que nuestra vida se vuelva la
suya.

El rosario es una oración que conduce a esta transformación. Cuando oramos con
devoción, cuando ordenamos nuestra vida según la voluntad de Dios, le permitimos a
Él que nos moldee y nos conforme de acuerdo a la imagen de su Hijo. A través de
esta oración, los misterios de su vida continúan cobrando vida en nuestra vida,
conforme Dios va realizando su plan amoroso para nuestra salvación.

La clave es orar como niños, dejar que nuestra madre nos guíe, aprender a mirar a su
Hijo a través de los ojos de ella.

Cuando hacemos esto, cuando el rosario se convierte en un hábito para nosotros,


entonces nos encontramos con que el espíritu de esta oración se desborda hacia
nuestra vida diaria y a nuestras obligaciones en el hogar, en el trabajo o en la escuela,
haciéndonos contemplativos en el mundo.

Todos estamos invitados a rezar el rosario con confianza, esta oración nos llevará a la
paz, y con ella podremos experimentar tener una visión más sobrenatural de las
cosas que suceden en el mundo y en nuestras vidas, y experimentaremos con más
claridad la presencia de Dios y su Providencia.

Promesas de Nuestra Señora, Reina del Rosario


 Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
 Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que
devotamente recen mi Rosario.
 El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados
y abate las herejías.
 El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la
misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del mundo
con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y eternas.
 El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá.
 El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios, no
se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se
convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso será
admitido a la vida eterna.
 Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos.
 Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud
de la gracia y serán participes de los méritos bienaventurados.
 Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario.
 Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
 Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente.
 Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
 He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en
vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la corte
celestial.
 Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi
Unigénito Jesús.
 La devoción al Santo rosario es una señal manifiesta de predestinación de
gloria.
OBJECIONES Y RESPUESTAS ACERCA DEL SANTO ROSARIO
Primera objeción: “El Rosario no está en la Biblia”.
Respuesta: El Rosario es la oración bíblica por excelencia; pues en él se contemplan
uno a uno los misterios de la vida de Cristo, desde su infancia (misterios gozosos),
pasando por su vida pública (misterios luminosos), hasta su pasión y muerte
(misterios dolorosos). El rosario es un compendio del Evangelio. Es una oración
bíblica y Cristocéntrica por excelencia.
El Ave María está en la biblia, es más, es una oración compuesta por el mismo Dios
(Lc 1,28; 39). El Padre Nuestro está en la biblia (Mt 6,8). y cada uno de los misterios
que se contemplan en el corresponden a pasajes del Evangelio.
Segunda objeción: “El Rosario es la repetición de la repetidera”
Respuesta: El Rosario, más que oración es meditación y redunda en el bien de los
cristianos cuando lo hacemos en un profundo espíritu de meditación en los misterios
de la fe.
La repetición de oraciones vocales sólo marca el tiempo de la meditación. El mismo
Jesús (nos dice la Biblia) repetía las mismas palabras una y otra vez en el huerto de
los Olivos (Mc 14, 39). En la liturgia celestial que se describe en el apocalipsis, los
“cuatro vivientes” que estaban ante el trono de Dios “repiten sin descanso día y
noche: Santo, santo, santo, Señor, Dios Todopoderoso, Aquel que era, que es y que
va a venir” (Ap 4,8).
Los hermanos pentecostales repiten una y otra vez palabras, tales como: «Aleluya»,
«Gloria a DIOS», «Amén», entre otras.
La inmensa mayoría de cosas que hacemos en un día son repeticiones: ¿Qué es
caminar? Es repetir pasos, ¿Qué es respirar? Es repetir inhalaciones y exhalaciones.
¿Qué es el palpitar del corazón? repetidos e incansables sístoles y diástoles al ritmo
del “pum”, “pum”... desayunamos, almorzamos y comemos todos los días; nos
aseamos todos los días... eso es repetir. Es más, a todos nos gustaría que nos dijeran
que nos aman; pero si nos lo dicen 50 veces, nos gusta más. Cuando se repite con
una nueva intención, cada repetición es como si fuera la primera vez.
Tercera objeción: “Sólo lo hago cuando siento”
Respuesta: como sabemos, el amor más que un sentimiento es una decisión; una
mamá no solo atiende a su bebé recién nacido cuando siente ganas de hacerlo, de
seguro que si el niño llora en la madrugada ella no se sentirá muy bien levantándose
a ocuparse de él; sin embargo, su amor de madre está por encima de lo que siente.
Así mismo debe ser el amor que nosotros profesamos a Dios y a su Santísima Madre,
no puede estar marcado por el sentimiento, debe ser una fuerte convicción. Sabiendo,
además, que no es Dios quien necesita de mi oración, soy yo mismo quien la
necesita. Si dejo de orar Dios no pierde nada por eso, soy yo quien me pierdo de sus
gracias.

Y pidámosle a la Santísima Virgen María que interceda por nosotros y que infunda en
cada uno de nosotros una nueva experiencia de la belleza y del poder del rosario.
Los nuevos misterios del
Rosario
El 16 de Octubre de 2002, fue presentada la carta apostólica del Papa
Juan Pablo II «Rosarium Virginis Mariae» («El Rosario de la Virgen
María»). El punto más destacado fue la inclusión de cinco nuevos
misterios en el Rosario.

El Papa, al explicar esta decisión en el documento, define el Rosario


como un «compendio del Evangelio» orientado «a la contemplación del
rostro de Cristo» con los ojos de María a través de la repetición del
«avemaría».

Ahora bien, constata, en los quince misterios del Rosario (cada día se
contemplan cinco misterios rezando en cada uno diez avemarías)
faltaban hasta ahora momentos decisivos de la vida de Cristo.

Por este motivo, considera «oportuna una incorporación que, si bien se


deja a la libre consideración de los individuos y de la comunidad, les
permita contemplar también los misterios de la vida pública de Cristo
desde el Bautismo a la Pasión».

Explica que los llama «misterios de la luz, pues en su vida pública,


Cristo se manifiesta como «misterio de luz»: «Mientras estoy en el
mundo, soy luz del mundo» (Juan 9, 5).

Juan Pablo II presenta el enunciado de cada uno de los cinco «misterios


luminosos» sobre la vida pública de Jesús:

1. El Bautismo en el Jordán;

2. La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná;

3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión;

4. La Transfiguración;

5. La institución de la Eucaristía.
La carta apostólica explica después el misterio que contempla el
cristiano en cada uno de estos pasajes de la vida pública de Jesús.

«Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán --constata--. En


él, mientras Cristo, como inocente que se hace 'pecado' por nosotros (cf.
2 Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo
proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17 par.), y el Espíritu desciende
sobre Él para investirlo de la misión que le espera».

«Misterio de luz --añade la carta-- es el comienzo de los signos en Caná


(cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el
corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la
primera creyente».

«Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada


del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Mc 1, 15), perdonando los
pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (cf. Mc 2. 3-13; Lc 47-
48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará
ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del
sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia», sigue aclarando.

«Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración --subraya al


explicar el cuarto misterio añadido--, que según la tradición tuvo lugar
en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de
Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para
que lo "escuchen"».

«Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual


Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del
pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad "hasta el
extremo" (Jn13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio».

El Papa sugiere --respetando la libertad del creyente en este campo--


que los «misterios luminosos» sean contemplados el jueves. Propone,
entonces, que el lunes y el sábado los cristianos recen a partir de ahora
los «misterios gozosos»; el martes y el viernes los «dolorosos»; el
miércoles, y el domingo los «gloriosos».

Juan Pablo II ha proclamado el período comprendido entre Octubre de


2002 hasta Octubre de 2003, Año del Rosario. Aclaró que esta
convocatoria celebra tres momentos significativos: los 25 años de su
pontificado; los 120 años del aniversario de la encíclica «Supremi
apostolatus officio» de León XIII que comenzó una serie de
documentos sobre el Rosario; y el apéndice del Año Santo de 2000.

El Santo Padre concluyó indicando que el Rosario es una oración "tan


fácil y, al mismo tiempo tan rica, que merece de veras ser recuperada
por la Comunidad Cristiana". Y finalizó pidiéndonos con su habitual
solicitud y fuerza: "¡Que este llamamiento mío no sea en balde!

Gracias San Pablo II por esta hermosa herencia en los misterios de luz y por tanto
maravilloso aporte a nuestra amada iglesia católica.

Descripción del icono

La imagen o icono original del Perpetuo Socorro está pintado al temple sobre madera.
Mide 53 cm de alto por 41,5 cm de ancho. Sobre un fondo de oro destacan cuatro
figuras. En el centro, llenándolo todo como protagonistas, la Virgen María y el Niño
Jesús; y en un lejano segundo plano, los dos arcángeles Miguel y Gabriel con los
instrumentos de la Pasión. Según costumbre oriental, cada personaje está identificado
por una inscripción griega en abreviatura.

La Virgen es mostrada sólo de medio cuerpo y de pie. Viste una túnica de color rojo
abrochada en el cuello y un manto azul marino que la cubre desde la cabeza. Bajo el
manto apunta una cofia de color verde mar, que recoge y oculta sus cabellos. Tiene
sobre la frente dos estrellas. Las coronas de oro y pedrería del Niño y de la Madre son
regalos del Capítulo Vaticano para su coronación.

El Niño Jesús descansa sobre el brazo izquierdo de su Madre y se agarra con ambas
manos a la mano derecha de María, buscando protección, al contemplar los
instrumentos de la Pasión que le aguarda. Su figura es de cuerpo entero, vestido con
túnica verde, ceñida con faja roja y de su hombro derecho cuelga un manto de color
rojizo marrón. Tiene entrecruzadas las piernas y lleva los pies calzados con simples
sandalias, con la peculiaridad que la del pie derecho queda suelta y colgando. Los
instrumentos que presenta el Arcángel Gabriel son la cruz griega de doble travesaño y
cuatro clavos. El Arcángel Miguel lleva la lanza y la esponja. Ambos arcángeles ocultan
sus manos que sostienen un pomo con los símbolos de la Pasión. Los abundantes
pliegues y sombreados de las vestiduras van profusamente marcados en color oro.∈

Las abreviaturas griegas que hay escritas sobre el icono significan ´MP-ΘΥ (Μήτηρ
Θεού, Madre de Dios en idioma español, inscripción que se halla en la parte superior
del cuadro); OAM (Ο Αρχάγγελος Μιχαήλ, El Arcángel Miguel, inscripción en el lado
superior izquierdo); OAΓ (Ο αρχάγγελος Γαβριήλ, El Arcángel Gabriel, inscripción en el
lado superior derecho); y Iς-Xς ( Ἰησοῦς Χριστός, Jesús Cristo, al lado del Jesús Niño),
respectivamente.

Mensaje del icono

María del Perpetuo Socorro es un icono bizantino de la escuela cretense, una imagen
representativa de la Virgen de la Pasión. La interpretación general es clara. Los
arcángeles Gabriel y Miguel presentan a Jesús niño los instrumentos de sus
sufrimientos futuros. Al contemplar esta dramática visión, el Niño, en su condición de
hombre mortal, se asusta y se estremece y en un brusco movimiento busca socorro
en los brazos de su Madre, a cuya mano se aferra con fuerza. El susto y movimiento
brusco del Niño están expresados por la contorsión de piernas, el repliegue del manto
y la sandalia desprendida.

El icono representa la realidad teológica completa de la Redención por la Pasión. Los


instrumentos de la Pasión no son sólo presagio de dolor y muerte, aparecen en las
manos ‘veladas’ como trofeo y símbolo de victoria lograda.

La Virgen del Perpetuo Socorro es patrona de numerosos lugares e instituciones. En


España está muy vinculada a los corredores de seguros. Es la patrona de Haití.
Existen veinte institutos religiosos acogidos a la Madre del Perpetuo Socorro.
Igualmente diversas instituciones sanitarias. Numerosas editoriales, libros, revistas,
emisoras de radio mantienen y propagan su devoción.

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