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LECTURAS PARA LA SESIÓN DEL 19 DE OCTUBRE.

La pandemia acentúa los


problemas que enfrenta
la academia
Karina FuerteOctober 13, 2020
Mensaje editorial - 13 de octubre 2020

No es casualidad que las historias y artículos que compartimos en el


newsletter de esta semana estén relacionados con la academia y las
adversidades que está enfrentando la comunidad científica ante la
pandemia: la brecha de género y el racismo en la academia, el bullying, la
crisis de salud mental que permea en toda la comunidad académica, la
cultura tóxica del “publish or perish”, la precariedad e inestabilidad laboral, y
la otra “epidemia” a la que nos enfrentamos hoy, la infodemia o
sobreabundancia de información; temas que hemos leído (y escuchado de
viva voz), publicado y compartido hasta el cansancio, especialmente en los
últimos meses.

Sin embargo, estas problemáticas no son recientes ni consecuencia de la


crisis sanitaria que vivimos actualmente. La COVID-19 solo ha evidenciado y
empeorado la serie de problemáticas que la academia ya viene arrastrando
desde hace más de una década.

Para quienes seguimos la ciencia desde afuera, la profesión científica nos


parece fascinante. Una vida dedicada al descubrimiento científico y a la
producción del conocimiento; pasar horas y horas en el laboratorio
pensando y observando fenómenos intrigantes, elaborando teorías y
desarrollando experimentos hasta llegar a ese efecto “¡Eureka!” tan
esperado. Tenemos esta imagen del “científico loco” que pasa días enteros
en su laboratorio sin descansar ni rechistar porque le apasiona lo que hace.

Pero este concepto dista mucho de la realidad. “La ciencia es aburrida”, dice
Michael Strevens, profesor de filosofía de la ciencia. “La gente ve el 1 por
ciento: los fenómenos intrigantes, las teorías provocativas, las refutaciones
o verificaciones experimentales dramáticas. Detrás de estos logros hay
largas horas, días, meses de tedioso trabajo de laboratorio”. Para Stevens,
esta imagen romantizada que tenemos del científico que teoriza, argumenta
y debate constantemente con sus pares, en realidad “consiste casi
exclusivamente en la producción de datos experimentales”. Yo añadiría que
además de la producción de manuscritos, los académicos pasan gran parte
de su tiempo escribiendo propuestas para becas y llenando aplicaciones
para convocatorias de plazas de profesorado, las cuales son cada vez más
escasas.

Si bien durante la cuarentena hemos visto una sobreabundancia de


publicaciones científicas (particularmente relacionadas con la COVID-19),
estos meses de confinamiento no han sido los más productivos para
muchos académicos, especialmente para las mujeres. De acuerdo a
diversos estudios, las académicas y científicas han sido las más afectadas
durante esta pandemia, especialmente aquellas que tienen hijos. Años de
investigación han demostrado que las profesoras luchan constantemente
por equilibrar el trabajo y la familia, lo que a menudo las lleva a abandonar la
academia. La llegada de la pandemia solo ha exacerbado la brecha de
género y los obstáculos que enfrentan las mujeres para avanzar en sus
carreras.

Para muchas personas, esta pandemia y la crisis que ha desatado en todo el


mundo representa la oportunidad perfecta para reimaginar la universidad,
para erradicar estos problemas que ya venimos arrastrando desde hace
años. Pero para ello necesitamos tiempo. Tiempo y espacio para reflexionar,
analizar, discutir y debatir sobre la sociedad que queremos. Necesitamos
parar de vez en cuando, desacelerar este ritmo de vida que llevamos con el
pretexto de que “el mundo avanza a pasos agigantados” y nosotros
necesitamos correr para seguirle el paso. Por nuestra parte, ya que no
podemos controlar el tiempo, por lo menos intentaremos que aquí puedan
encontrar ese espacio para la reflexión, el análisis y la discusión.

Editora en jefe
Observatorio de Innovación Educativa

Espacios ergonómicos en
casa: imprescindibles en
la nueva normalidad
Fernanda IbáñezOctober 9, 2020

Un estudio reciente sobre la importancia de la ergonomía en


la "nueva normalidad" analizó los espacios de trabajo de los
estudiantes y el personal académico de una universidad
estadounidense durante la cuarentena.

La pandemia por coronavirus ha llevado las oficinas y las aulas a nuestros


hogares, y aunque algunos países ya están regresando a la “nueva
normalidad” presencial, todo parece indicar que el teletrabajo y la enseñanza
online están aquí para quedarse. Ante la posibilidad de que no tengamos
pronto una vacuna para el COVID-19, el Dr. Kermit G. Davis, de la Sociedad
Internacional de Biomecánicos (International Society of Biomechanics),
destaca la importancia de los espacios ergonómicos en esta “nueva
normalidad”.

Un reciente estudio sobre la importancia de la ergonomía en la “nueva


normalidad” se dio a la tarea de analizar los espacios de trabajo de alumnos
y personal académico de una universidad en Estados Unidos durante la
cuarentena. El estudio titulado “The Home Office: Ergonomic Lessons From
the “New Normal”, en el que el Dr. Davis es coautor, señala que hoy en día es
más importante que nunca conocer sobre ergonomía para evitar las
implicaciones que un espacio de trabajo incorrecto pueda tener en nuestra
salud.

Un objeto ergonómico, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia


Española, es un utensilio, mueble o máquina que están adaptados a las
condiciones fisiológicas del usuario. Esto puede ir desde un escritorio, hasta
una silla, un aparato médico o científico. La ergonomía, es el estudio de la
adaptación de las máquinas, muebles y utensilios a la persona que los
emplea habitualmente, para lograr una mayor comodidad y eficacia. Los
objetos ergonómicos son más comunes de lo que pensamos, algunos de los
más conocidos son aquellas sillas de altura ajustable mediante una palanca
en la parte inferior, también escritorios con extensiones para las
computadoras, entre otros.

Las prácticas ergonómicas llegaron a Latinoamérica en la década de los 60,


haciendo su primera aparición en Brasil, y años más tarde en México. La
Sociedad de Ergonomistas de México, A.C. (SEMAC) fue fundada en 1979,
con el objetivo de educar en este tema. Los primeros cursos de los que se
tienen datos recabados son de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM) que se llevaron a cabo en la carrera de Diseño Industrial y,
posteriormente, en la Universidad Iberoamericana, ambas en la capital del
país. Actualmente este campo tiene un papel muy importante en la medicina
moderna, donde se imparten cursos especializados en este tema a los
residentes de Medicina de Trabajo Ambiental y de PEMEX (Petróleos
Mexicanos).

Anteriormente el término “riesgos ergonómicos” solamente se usaba para


trabajos pesados donde podría haber riesgos físicos evidentes, sin embargo,
gracias a la evolución y los cambios que hemos visto en esta “nueva
normalidad”, ahora un trabajador de oficina, un alumno, o un profesor,
podrían sufrir las mismas consecuencias físicas que un trabajador de una
planta de petróleo.
La pandemia por COVID-19 obligó a que los espacios de trabajo y estudio se
trasladaran a las casas, en muchos casos sin contar con el tiempo y los
recursos para hacer las adaptaciones necesarias para estos cambios. Para
estudiar esta problemática, los investigadores del estudio anteriormente
mencionado enviaron una encuesta a los alumnos y el staff de la
Universidad de Cincinnati para que mostraran con una fotografía el espacio
de trabajo que han estado utilizando estos meses, y una foto de ellos
trabajando en ese espacio. Las recomendaciones que se adjuntaron de
regreso a los participantes iban desde la altura de sus sillas, la cantidad de
luz, la postura de la persona, la posición de la computadora, y hasta si sus
pies tocaban el suelo o no.

Además, el estudio hace algunas recomendaciones sobre cómo hacer


modificaciones sencillas caseras, ya que muchas personas no se pueden
adaptar a soluciones profesionales que son más costosas. En primer lugar,
recomiendan familiarizarnos con las funciones que tengan los muebles que
tenemos en casa, desde la altura, los descansabrazos, la forma y las
funciones, para poder modificarlos de acuerdo con lo que se moldee a
nuestro cuerpo. Sin embargo, si el usuario no cuenta con muebles de este
tipo, existen algunas soluciones que las personas podrían poner en práctica
en casa. 

Ejemplo de mala postura. Foto por Skoivuma.

Soluciones ergonómicas para aplicar en casa


1. Usar una almohada para elevar la altura de la persona en la silla.
2. Usar una almohada o una toalla para colocarla en la espalda y
eliminar la necesidad de tener que inclinarse hacia delante.
3. Mover la silla más cerca o lejos del escritorio (depende del caso), para
que la espalda quede completamente recargada a la silla.
4. Si se está usando una computadora portátil, poner una almohada
debajo de esta para elevarla y que esté nivelada con el cuello.
5. Usar un ratón o un teclado por separado, para tener mayor movilidad.
La pandemia nos ha puesto en prueba, especialmente en nuestra capacidad
de adaptación. Ya sea que esta situación continúe a corto o largo plazo, los
espacios ergonómicos serán indispensables para lograr esta adaptación ya
que presentan una gran variable en nuestra salud durante la cuarentena.
Nos ayudarán a evitar enfermedades esqueleto-musculares, adquirir una
buena postura, tener mejor desempeño en nuestro trabajo, y representarán
una inversión a largo plazo, para mejorar nuestra salud y el área de trabajo o
enseñanza a la que nos dediquemos.

Educación privada a la
baja, efectos del COVID-
19 en la educación
Driveth RazoOctober 7, 2020

La pérdida de empleo y reducción de horas laborables han


sido algunas de las consecuencias que trajo consigo la
COVID-19. Las familias mexicanas comienzan a reducir
gastos, entre ellos, las colegiaturas de la educación privada. 

La pandemia trajo consigo el cierre de diversos espacios físicos, entre ellos,


los centros educativos. Lo que se creyó que sería una medida temporal de
algunas semanas, se convirtió en meses y con el paso del tiempo, la
incertidumbre no ha hecho más que aumentar. 

La pérdida de empleo y reducción de horas laborables han sido algunas de


las consecuencias que trajo consigo la COVID-19. Lo cual a su vez trajo
inseguridad económica, ya que algunos sectores se han visto en necesidad
de reducir sus nóminas, mientras que algunas empresas han tenido que
cerrar permanentemente.

En este contexto es cuando más se cuidan los recursos económicos que


llegan a las familias mexicanas. Se comienzan a reducir gastos que, por el
momento, pueden verse como innecesarios e imprescindibles. Entre esos
gastos se encuentran las colegiaturas de la educación privada. 

En México, la educación privada representa 5 millones 321 mil 481 alumnos


y 485 mil 188 profesores, lo que representa el 15 % de la totalidad del
sistema educativo. A pesar de no haber cifras definitivas, se calcula que casi
2 millones de alumnos, de diferentes niveles académicos, se dieron de baja
este año y buscarán hacer esta transición de escuela privada a pública. Se
estima que 4 de cada 10 escuelas desaparecerán, lo cual representaría la
desaparición de 18,657 escuelas privadas. Si bien en el comienzo de la
pandemia se estimaba que sólo quebraría el 25 %, después del anuncio de
AMLO respecto a la educación impartida por televisión abierta, el Fomento
Educativo y la Asociación Nacional de Escuelas Particulares en la República
Mexicana anticiparon que dicho cierre alcanzaría al 40 % de las academias
privadas. 

Por otro lado, la Confederación Nacional de Escuelas Particulares (CNEP) de


México, mencionó que la mayoría de sus afiliados tendrán una disminución
del 30 % en matrícula, mientras que otros podrían llegar al 60 %. Se ha
confirmado que, por lo menos, 1500 estudiantes que cursan educación
básica han emigrado de las escuelas privadas. Ana Isabel Vásquez Jiménez,
Secretaria de Educación en Quintana Roo, comentó que como consecuencia
de la pandemia se han cerrado al menos tres escuelas privadas en el
estado, por lo que se han creado programas de estímulos con respecto a
impuestos y registros en aras de evitar los cierres. Por su parte, Claudia
Sheinbaum afirmó que el programa “Mi Beca para Empezar” apoyará a los
estudiantes que migren de la educación privada a la pública. 

En Jalisco, del 9 al 18 de mayo se llevó a cabo el Sondeo sobre la educación


a distancia en las escuelas privadas de Jalisco. Dicho sondeo reveló que, de
las personas que han considerado en algún momento en retirar a sus hijas
y/o hijos de las escuelas: el 30.3 % prefiere cambiarlos a una escuela
pública, el 21.9 % eligió educarlos en casa,  el 21.9 % sacarlos de la escuela
y que pierdan el ciclo escolar, y el 12.8 % cambiarlos a una escuela privada
de menor costo.

A su vez, Raúl Silva Perezchica, director del Instituto de Educación de


Aguascalientes (IEA), mencionó que la migración de alumnos de colegios a
escuelas públicas representa alrededor de mil estudiantes con relación a los
50 mil que integran la educación privada en Aguascalientes. Entretanto, el
estado de Guanajuato prevé el cierre de 30 escuelas privadas y el paso de
aproximadamente mil alumnos a escuelas públicas acorde a su Secretaría
de Educación. 

Mientras que lo mencionado con anterioridad está focalizado en las


medidas estatales, por su parte, la Secretaria de Educación Pública (SEP) de
México ha afirmado que está preparada para recibir a todos los estudiantes
que abandonen la educación privada. Marcos Bucio, subsecretario de
Educación Básica, afirmó: “El sistema educativo en México es muy
poderoso. Nadie se va a quedar afuera, estamos preparados para recibir esa
migración que se de escuelas privadas de forma natural por las condiciones
económicas”. Así también lo confirmó el titular de la Secretaría de
Educación Pública y Cultura del Estado de Sinaloa (SEPyC), Juan Alfonso
Mejía López, quien incluso afirmó que ya habían previsto este escenario.

Sin embargo, Yoloxóchitl Bustamante, secretaria de Educación de


Guanajuato y ex directora del Instituto Politécnico Nacional, durante su
participación en el Foro EF Meet Point, explicó que lo que sucede en realidad
es que las escuelas públicas no tienen la posibilidad de rechazar a los
alumnos que transitarán de lo privado a lo público, pero que tampoco
existen los espacios suficientes para recibirlos. “Sobre todo si vamos a
regresar en esta modalidad de la ‘nueva normalidad’ de que se guarda la
distancia, cada salón tendrá capacidad para la mitad o menos de los
alumnos que normalmente se colocaban en ella. Y si además vamos a tener
el extra de estudiantes que vengan de escuelas particulares, la única manera
sería tener más salones y más docentes, para lo cual no hay ningún
presupuesto”, puntualizó.
Al día de hoy se sigue a la espera de que el semáforo COVID-19 cambie y así
poder regresar a las aulas escolares. Mientras tanto, la incertidumbre de lo
que sucederá respecto a la educación privada al terminar la pandemia
continuará.

¿Somos o no ciudadanos
digitales? La realidad de
la conectividad en la
pandemia
Paulette DelgadoSeptember 22, 2020

Con la llegada de  la pandemia por COVID-19 el trabajo, la


enseñanza y gran parte de nuestras vidas se han mudado al
entorno virtual. ¿Esto nos convierte en ciudadanos digitales?

Ante la situación ocasionada por la pandemia, la mayoría de las personas se


han visto con la necesidad de adaptarse a trabajar y estudiar desde sus
casas. Este escenario podría implicar que, poco a poco, la gente conectada
se está convirtiendo en ciudadanos digitales pero, la realidad es más
complicada. 

En América Latina, sólo el 23 % de la fuerza laboral puede trabajar a


distancia. Esta situación es muy similar en España, donde se estima que tan
solo el  22.3 % de los trabajadores pudieron aprovechar esta modalidad.
Debido a que actualmente muchas personas pasan su tiempo en línea, la
sociedad se ha tenido que digitalizar y los usuarios se han convertido en
ciudadanos digitales pero, ¿esto qué significa?
¿Qué implica la “ciudadanía digital”?
Para poder distinguir si por adaptarse al teletrabajo o a la educación en línea
significa que alguien es un ciudadano digital, es necesario entender qué
significa este concepto, lo cual es complicado porque varía mucho según
quien lo defina. 

El libro “Digital Citizenship. The Internet, Society, and Participation” define la


ciudadanía digital con una simple frase, “la capacidad de participar en la
sociedad en línea”. Pero, ¿qué implica esta participación en línea? La
profesora Sofia Ranchordas de la Universidad de Groningen, define la
ciudadanía digital como “la capacidad de utilizar Internet con regularidad de
forma competente, crítica y segura”. Por su parte, Neelie Kroes, ex
vicepresidenta de la Comisión Europea, dijo que los ciudadanos digitales
son “personas con mayor acceso a la información, personas empoderadas
para dar forma al mundo que los rodea. Más capaz de aprender y participar”,
durante su participación en la conferencia Science 2.0 de Hamburgo, el 26
de marzo de 2014.

De acuerdo con la UNESCO, “la ciudadanía digital es un conjunto de


habilidades que permite a los ciudadanos acceder, recuperar, comprender,
evaluar y utilizar, crear y compartir información y medios en todos los
formatos, utilizando varias herramientas, de manera crítica, ética y forma
eficaz de participar y comprometerse en actividades personales,
profesionales y sociales”.

Estos distintos significados demuestran que ser ciudadanos digitales no es


solo implica estar conectados, también se requieren habilidades para saber
navegar. Lamentablemente, el hecho de que una persona tenga acceso a
internet no lo convierte en un experto en su uso, mucho menos un “nativo”.
Un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) descubrió que
sólo el 39.8 % de los participantes con internet tenían habilidades
avanzadas. 

De inmigrantes digitales a nativos digitales


Marc Prensky es conocido por “adueñarse” de los términos nativo e
inmigrante digital. El primero se refiere a aquellos que están inmersos en la
tecnología y que nacieron con ella, y los inmigrantes son aquellas personas
a las  que les cuesta más adaptarse al mundo digital. 

Incluso antes de la pandemia muchos “inmigrantes digitales” se veían


obligados a digitalizarse ya sea para utilizar las redes sociales, los teléfonos
inteligentes, la banca electrónica o en su ambiente laboral. Aún así, la
adaptación puede ser similar a aprender un nuevo idioma, lo que explica por
qué muchos maestros batallan tanto con adaptarse a plataformas de
aprendizaje en línea. Pero la llamada brecha generacional va más allá de la
edad, también se puede dar por falta de recursos o acceso a internet. 

Aunque el acceso a internet es un bien común y se busca que sea


reconocido como un derecho básico para los humanos, al igual que en el
caso de la ciudadanía de un país, este no siempre es garantizado. El acceso
a internet tiene valores como la seguridad, la transparencia, la legalidad, la
inclusión, entre otros. En este sentido, la seguridad y legalidad son
fundamentales ya que uno de los mayores riesgos que sufren los
ciudadanos digitales es la ciberseguridad. Debido a que el usuario sube y
almacena información sensible a internet, la protección de datos es
sumamente importante, de lo contrario, los pone en situaciones vulnerables
y propensas a ser hackeados o chantajeados por cibercriminales. 

Para ser ciudadanos digitales hay que estar conectados


El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) reportó que un 56 % de los
latinos y caribeños usan el internet y de estos, un 45 % cuenta con internet
en sus hogares, mientras que sólo el 45.5 % tiene acceso a una conexión de
banda ancha. El panorama no cambia mucho al hablar de banda ancha
móvil ya que sólo el 54 % de la población tiene acceso a esta, aunque la
tecnología móvil en sí alcanza al 90 % de las personas. 

En un reporte del 2017, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT


por sus siglas en inglés) encontró que más de 200 millones de personas en
Latinoamérica en edad de trabajar están digitalmente excluidos,
demostrando que existe una brecha digital gigante. 
En esta época de pandemia, el internet ayuda a que se garantice la
continuidad de los trabajos, la educación y vida social, por lo que es urgente
que se garantice el acceso a todas las personas. Para lograrlo, la UNESCO
sugiere incorporar como reconocer las barreras críticas de accesibilidad,
habilidades digitales y su relevancia, y crear normas en la planificación de
proyectos de inclusión digital. En este último punto, incluir políticas públicas
que promuevan la conectividad en las escuelas, el desarrollo de plataformas
para apoyar a aquellos con poco acceso a las nuevas tecnologías, como los
adultos mayores y poblaciones indígenas, además de otorgar subsidios de
conectividad. 

Según el Sistema Económico de Latinoamérica y del Caribe (SELA), el


esquema de políticas para atacar este problema consiste en infraestructura
tecnológica; infraestructura de conectividad y alfabetización tecnológica o
digital. Estos tres puntos aseguran que la población podrá convertirse en
una sociedad en la red, además de que promueve el desarrollo individual y
social debido a su inclusión digital. De desarrollarse estas políticas,
permitiría a los ciudadanos no sólo acceder a internet y contar con conexión,
sino a que entiendan el lenguaje digital y dominen las nuevas tecnologías. 

El ecosistema digital: ¿está lista Latinoamérica para sus


ciudadanos digitales?
El reporte El estado de la digitalización de América Latina frente a la
pandemia del COVID-19, de Telecom Advisory Services para el CAF (Banco
de Desarrollo de América Latina), califica a la región en un desarrollo
intermedio en cuanto a su ecosistema digital, pero esto no significa que
tiene lo que se necesita para mitigar los efectos de la pandemia. 

Debido a que a raíz de las medidas de contingencia sanitaria por la


pandemia, ahora muchas personas  trabajan desde casa, el tiempo que
estas pasan conectadas a internet ha aumentado. Por ejemplo, en el mes de
marzo, en pleno inicio de la pandemia, en México el tiempo que una persona
pasa en internet incrementó un 7.4 %, en Chile un 19 % y un 11. 8 % en
Ecuador. 
El reporte del CAF ayuda a entender la importancia de la conectividad, más
en tiempos de pandemia. El reporte indica que la velocidad de la banca
ancha impacta el PIB 0,73 % cuando la velocidad se incrementa en 100 %, lo
que implica una influencia negativa en la economía. Parte del problema
viene de que el internet de los hogares no está preparado para el incremento
del 80 % del tráfico de subida de datos, ni de las videoconferencias. 

Por otra parte, aunque según este reporte el 78.78 % de América Latina está
proyectada a digitalizarse este año, esto no significa que la conectividad
mejorará ya que esto puede incrementar la brecha digital. Es importante
considerar no sólo el acceso al internet sino también el acceso a los
dispositivos y tecnología si queremos lograr realmente que la población se
convierta en verdaderos ciudadanos digitales. En la región, un 44.89 % de las
personas cuenta con una computadora en su hogar, lo cual se puede leer
como algo positivo pero, debido a la situación de la pandemia, este
porcentaje podría no ser suficiente para garantizar el acceso al teletrabajo y
a la educación en línea, especialmente si se trata de familias con hijos en
distintos grados escolares. 

El uso que se le da al internet en el hogar dice mucho sobre lo preparadas


que están las personas para ser ciudadanos digitales. Según datos del
reporte del CAF, en promedio, 30.3 % de la población latinoamericana se
limita a navegar en redes sociales y utiliza el internet para comunicarse,
mostrando resiliencia a herramientas de tipo educativas o de comercio.

Esto no sólo se ve a nivel personal, sino también en las empresas. El 85 %


de todos los países en la región tienen acceso a la red, pero este acceso
varía mucho cuando se analiza el uso de herramientas para realizar
actividades como la  compra de insumos por internet. En Perú, por ejemplo,
sólo el 15.20 % lo hace en línea, a diferencia de Brasil donde el 66 % de las
personas realizan compras por internet. 

¿El COVID-19 nos convierte en ciudadanos digitales?


Ser un ciudadano digital significa tener acceso a internet, contar con una
conexión de banda ancha, con el equipo necesario para conectarse y, sobre
todo, contar con las habilidades básicas para navegar. Sobre este tema, la
profesora Sofia Ranchordas señala que un dispositivo móvil no es suficiente
ya que no permite al usuario tomar cursos en línea o trabajar plenamente. 

En el caso de los maestros, aunque muchos han logrado adaptar sus clases
presenciales al entorno digital, esto no los convierte necesariamente en
ciudadanos digitales. Muchas escuelas y universidades no tuvieron el
tiempo o los recursos para prepararse para la educación en línea, ni cuentan
con una base de datos sobre cuántos de sus empleados o alumnos tienen o
no las herramientas necesarias para continuar el ciclo escolar de manera
virtual. 

La COVID-19 llegó a poner fin a las dudas sobre cómo se vería la educación
y el trabajo en un entorno en línea. Aunque muchas escuelas y trabajos
buscaban maneras de digitalizarse o ya lo estaban haciendo, nadie estaba
preparado para la cuarentena y los cambios que trajo la pandemia. Sin
embargo, esta es una situación que sólo beneficia a los verdaderos
ciudadanos digitales, aquellos que no sólo tienen acceso a internet, sino
también a  las herramientas y el conocimiento necesarios para continuar
con sus trabajos, su  educación y sus vidas a pesar de todo. Ojalá esta
época sirva de aprendizaje sobre la urgencia de garantizar el acceso a
internet como un derecho básico universal y de darle a los ciudadanos las
herramientas necesarias para convertirse en verdaderos ciudadanos
digitales. 

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