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Pero este concepto dista mucho de la realidad. “La ciencia es aburrida”, dice
Michael Strevens, profesor de filosofía de la ciencia. “La gente ve el 1 por
ciento: los fenómenos intrigantes, las teorías provocativas, las refutaciones
o verificaciones experimentales dramáticas. Detrás de estos logros hay
largas horas, días, meses de tedioso trabajo de laboratorio”. Para Stevens,
esta imagen romantizada que tenemos del científico que teoriza, argumenta
y debate constantemente con sus pares, en realidad “consiste casi
exclusivamente en la producción de datos experimentales”. Yo añadiría que
además de la producción de manuscritos, los académicos pasan gran parte
de su tiempo escribiendo propuestas para becas y llenando aplicaciones
para convocatorias de plazas de profesorado, las cuales son cada vez más
escasas.
Editora en jefe
Observatorio de Innovación Educativa
Espacios ergonómicos en
casa: imprescindibles en
la nueva normalidad
Fernanda IbáñezOctober 9, 2020
Educación privada a la
baja, efectos del COVID-
19 en la educación
Driveth RazoOctober 7, 2020
¿Somos o no ciudadanos
digitales? La realidad de
la conectividad en la
pandemia
Paulette DelgadoSeptember 22, 2020
Por otra parte, aunque según este reporte el 78.78 % de América Latina está
proyectada a digitalizarse este año, esto no significa que la conectividad
mejorará ya que esto puede incrementar la brecha digital. Es importante
considerar no sólo el acceso al internet sino también el acceso a los
dispositivos y tecnología si queremos lograr realmente que la población se
convierta en verdaderos ciudadanos digitales. En la región, un 44.89 % de las
personas cuenta con una computadora en su hogar, lo cual se puede leer
como algo positivo pero, debido a la situación de la pandemia, este
porcentaje podría no ser suficiente para garantizar el acceso al teletrabajo y
a la educación en línea, especialmente si se trata de familias con hijos en
distintos grados escolares.
En el caso de los maestros, aunque muchos han logrado adaptar sus clases
presenciales al entorno digital, esto no los convierte necesariamente en
ciudadanos digitales. Muchas escuelas y universidades no tuvieron el
tiempo o los recursos para prepararse para la educación en línea, ni cuentan
con una base de datos sobre cuántos de sus empleados o alumnos tienen o
no las herramientas necesarias para continuar el ciclo escolar de manera
virtual.
La COVID-19 llegó a poner fin a las dudas sobre cómo se vería la educación
y el trabajo en un entorno en línea. Aunque muchas escuelas y trabajos
buscaban maneras de digitalizarse o ya lo estaban haciendo, nadie estaba
preparado para la cuarentena y los cambios que trajo la pandemia. Sin
embargo, esta es una situación que sólo beneficia a los verdaderos
ciudadanos digitales, aquellos que no sólo tienen acceso a internet, sino
también a las herramientas y el conocimiento necesarios para continuar
con sus trabajos, su educación y sus vidas a pesar de todo. Ojalá esta
época sirva de aprendizaje sobre la urgencia de garantizar el acceso a
internet como un derecho básico universal y de darle a los ciudadanos las
herramientas necesarias para convertirse en verdaderos ciudadanos
digitales.