SAN FRANCISCO SOBRE LA ORACIÓN:
lejos de provocar saciedad, despertará en los hermanos
«Vigilad, pues, orando en todo tiempo, para que seáis
considerados dignos de huir de todos los males que
han de venir, y de estar en pie ante el Hijo del
Hombre». Y cuando estéis de pie para orar, decid:
«Padre nuestro, que estás en el cielo». Y adorémosle
con puro corazón, «porque es preciso orar siempre y
no desfallecer»; «pues el Padre busca tales
adoradores». «Dios es espíritu, y los que lo adoran es
preciso que lo adoren en espíritu y verdad»
Y porque el que es de Dios escucha las palabras de
Dios, nosotros, los que más especialmente estamos
dedicados a los divinos oficios, debemos, por ello, no
sólo escuchar y hacer lo que dice Dios, sino también
custodiar los vasos y los libros litúrgicos que contienen
las santas palabras, para que en nosotros vaya calando
la celsitud de nuestro Creador y él vaya percibiendo
nuestra sumisión. Por eso, amonesto a todos mis
hermanos y les animo en Cristo a que, dondequiera
que encuentren las palabras de Dios escritas, las
veneren como mejor puedan, y, por lo que a ellos toca,
si no están dignamente colocadas, o sin respeto están
tiradas y dispersas en algún lugar, las recojan y las
coloquen dignamente, honrando al Señor en las
palabras que él pronunció. Pues son muchas las cosas
que se santifican por medio de la palabra de Dios y en
virtud de las palabras de Cristo se realiza el
sacramento del altar
HIMNO
Luce el cielo su manto de estrellas
en la noche callada y serena;
cuando todos descansan y duermen,
fray Francisco absorto está en vela.
Y sus ojos, al cielo elevados,
son plegaria de amor y de entrega,
y su voz, un susurro de rezos,
convertidos en dulces poemas.
«¡Quién sois Vos, Señor mío y Dios mío!
¡Quién soy yo, vil gusano en la tierra!»
Y así pasan las horas volando,
y Francisco, extático, sueña:
¡es heraldo del Rey de la gloria,
y la Dama Pobreza es su dueña!
Ya no cuentan dolores ni gozos,
sufrimientos y dichas no cuentan.
Demos gloria al Dios increado,
Trino y Uno en personas y esencia,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
alabanzas y gloria eternas. Amén.
CANTO
PASAR DE LA ORACIÓN POR OBLIGACIÓN A
LA ORACIÓN PARA EL ENCUENTRO
(Informe del Ministro General sobre la oración y
devoción)
Sin negar la obligación que tenemos de orar los que
hemos sido llamados a «estar con el Señor para luego
ser enviados por Él» (Mc 3,14), hemos de hacer todo
lo posible para ver en la oración un tiempo
privilegiado de encuentro con aquel que sabemos que
nos ama. La oración hecha por simple obligación
termina por ser oración abandonada por puro
cansancio. El deseo de encuentro con quien nos ama,
un deseo cada vez mayor de renovar la experiencia
vivida.
La oración no puede ser vista sólo como una
obligación, sino como el alimento indispensable de
nuestra vida. Y es que, si vida es amar, y si ama sólo
quien se siente amado, alcanzado y trasformado por el
amor, orando uno se deja amar por Dios y nace al
amor, nace a la vida. La inmersión en Dios es lo que
nos da fuerza cada día, el anhelo por el que cualquier
pérdida, cambio o esfuerzo resulta aceptable.
En estos momentos en que muchos sufren las
consecuencias del estrés, y el secularismo se ha
introducido también entre nosotros, se hace más
necesaria una vida intensa de oración: «Ha llegado el
momento de reafirmar la importancia de la oración
ante el activismo y el secularismo». Cada vez que un
hermano o una fraternidad están paralizados por la
angustia, están desorientados y desanimados, necesitan
entrar en la habitación alta del Cenáculo, en un lugar
íntimo, donde Dios sea reconocido y adorado, donde a
Dios suba nuestra súplica y nuestro agradecimiento.
En tiempos en los que la tentación de construir cada
uno su propia estrategia y encender su pequeño fuego
se deja sentir fuertemente entre nosotros, se hace
necesario orar y contemplar para recibir juntos el
Fuego único de Pentecostés, el Espíritu que viene de
Dios. Cuando la superficialidad y la dispersión hacen
acto de presencia en nuestras vidas, es necesario que
toda nuestra existencia se sumerja en un clima de
oración, de contemplación, de adoración, de abandono
y de acción de gracias. En todas estas situaciones es
necesario dejarnos "trabajar" por la oración. La oración
y la contemplación señalarán la diferencia tanto en
nuestra vida de fraternidad como en nuestra
evangelización. La idea de ser buscadores de Dios y
sólo de Dios, da a la vida una fuerza que de otro modo
no tendría.
Se trata, en definitiva, de superar la mentalidad que
entiende la oración como acto cumplido, y de adquirir
una mentalidad nueva, según la cual los hermanos,
como todo creyente, están llamados a orar siempre, sin
desfallecer.
Nuestra identidad de Hermanos Menores, tal como se
describe en la Regla y en las Constituciones, exige de
nosotros que en nuestra vida demos prioridad al
espíritu de oración y devoción, de tal forma que cada
hermano se convierta en maestro del espíritu y
nuestras fraternidades sean escuelas de espiritualidad,
ámbitos privilegiados de oración, contemplación,
meditación, "cenáculos" de búsqueda y encuentro con
el Señor, así como de celebración gozosa de cuanto Él
hizo y hace por nosotros.
PARA REFLEXIONAR
 ¿Cómo vivimos esta prioridad de
«Prioridades»?
 ¿Qué hemos de hacer para que el espíritu de
oración y devoción, la oración y la
contemplación, sean vida de nuestras vidas?
 ¿Cómo considero la oración, como una
simple obligación, como un peso, como
tiempo perdido, o como una necesidad vital?
 ¿La vida personal y comunitaria, qué puesto
concreto da a la oración?
 La oración que hacemos, ¿ilumina realmente
nuestra vida?
 ¿Qué espacios de creatividad hay en nuestra
oración?
 ¿Cómo renovar -dar nueva vitalidad- a la
oración, de tal modo que no sea monótona y
rutinaria?
 ¿Qué importancia damos a los gestos y a los
símbolos en la oración?
 ¿Qué lugar ocupa la oración en el proyecto de
vida personal y en el proyecto de vida
fraterno?
 ¿Qué lugar ocupa en mi vida y en la vida de
la fraternidad la lectura orante de la Palabra?
Salmo 112
Ant. Alabado sea el nombre de Dios  El Señor reconstruye Jerusalén,
Alabad, siervos del Señor,  él sana los corazones destrozados,
alabad el nombre del Señor.  venda sus heridas.
Bendito sea el nombre del Señor, 
ahora y por siempre:  Cuenta el número de las estrellas,
de la salida del sol hasta su ocaso,  a cada una la llama por su nombre.
alabado sea el nombre del Señor.  Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,  El Señor sostiene a los humildes,
su gloria sobre los cielos.  humilla hasta el polvo a los malvados.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro, 
que se eleva en su trono  Entonad la acción de gracias al Señor,
y se abaja para mirar  tocad la cítara para nuestro Dios,
al cielo y a la tierra?  que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
Levanta del polvo al desvalido, 
alza de la basura al pobre,  que hace brotar hierba en los montes,
para sentarlo con los príncipes,  para los que sirven al hombre;
los príncipes de su pueblo;  que da su alimento al ganado
a la estéril le da un puesto en la casa,  y a las crías de cuervo que graznan.
como madre feliz de hijos.
CANTO No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
Salmo 146
que confían en su misericordia.
CANTO
Ant. Nuestro Señor es grande y poderoso
  CONVERTIR LA ORACIÓN EN ALMA DE NUESTRA
Alabad al Señor, que la música es buena; ACTIVIDAD
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
(Informe del Ministro General sobre la oración y
devoción)
reúne a los deportados de Israel; Con frecuencia separamos la oración del trabajo
apostólico, separamos los "tiempos para la oración" de
los "tiempos para la acción", olvidando que la calidad
y la fecundidad de nuestra actividad, también de
nuestra evangelización, dependen directamente de la
experiencia contemplativa, y corriendo el riesgo de
"hacer por hacer". Es hora de asumir que todo ha de
estar «enraizado en la contemplación y en la oración»
(NMI 15); es hora de resistir a la tentación de
contentarnos con el hacer, sin tener en cuenta el ser, la
calidad de vida. Lo que distingue al consagrado -y
también al franciscano- no es simplemente lo que hace,
sino cómo lo hace y por qué lo hace. No se trata sólo
de orar, por un instante, antes y después de la acción.
Todo lo que hacemos debe estar animado y sostenido
por la oración, debe hundir sus raíces en una oración
asidua, paciente y perseverante. Ello nos llevará a
encontrar a Dios en la densidad y espesor de la vida.
Como en el caso de Francisco, también en el nuestro,
la oración debe ser como el substrato, el mantillo del
que se nutre la planta de nuestra vida, también la de
nuestra vida apostólica. Sólo así, al igual que
Francisco, también nosotros podremos llegar a ser, no
sólo orantes, sino también oración. En este contexto
tiene pleno sentido la oración mariana. Cuando nace la
Iglesia, la de ayer y la de hoy, María está allí. ¿Cómo
hubiera sido posible el nacimiento de la Iglesia y su
crecimiento sin la presencia de una madre? Por otra
parte, María es la primera que ha pronunciado el "sí"
de la fe. En el "sí" de María, acogemos el Evangelio; y
en aquel "sí", nuestro testimonio da fruto. Si no
queremos que nuestra actividad, convertida en afanosa
y ansiosa, termine cansándonos y agotándonos, hemos
de aprender a dar tiempo a Dios, vacare Deo. Hemos
de dar tiempo a la oración, pues sólo orando se
aprende a orar, sólo orando se toma gusto por la
oración, sólo orando se siente la necesidad de orar y me unges con aceite nuevo. 
cada vez más. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, 
mis oídos escucharán su derrota. 
CANTO 88
El justo crecerá como una palmera, 
Salmo 91 se alzará como un cedro del Líbano: 
plantado en la casa del Señor, 
Ant. El cielo proclama la gloria de Dios crecerá en los atrios de nuestro Dios; 
Es bueno dar gracias al Señor  en la vejez seguirá dando fruto 
y tocar para tu nombre, ¡Oh! Altísimo,  y estará lozano y frondoso, 
proclamar por la mañana tu misericordia  para proclamar que el Señor es justo, 
y de noche tu fidelidad,  que en mi Roca no existe la maldad.
con arpas de diez cuerdas y laúdes, 
sobre arpegios de cítaras.  CANTO
Tus acciones, Señor, son mi alegría,  ORACIÓN Y ACCIÓN DE GRACIAS
y mi júbilo, las obras de tus manos.  Nada, pues, impida, nada separe, nada se interponga;
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,  nosotros todos, en todas partes, en todo lugar, a toda
qué profundos tus designios!  hora y en todo tiempo, todos los días y continuamente,
El ignorante no los entiende  creamos verdadera y humildemente, y tengamos en el
ni el necio se da cuenta.  corazón y amemos, honremos, adoremos, sirvamos,
alabemos y bendigamos, glorifiquemos y sobre
Aunque germinen como hierba los malvados  exaltemos, engrandezcamos y demos gracias al
y florezcan los malhechores,  altísimo y sumo Dios eterno. Trinidad y Unidad, Padre
serán destruidos para siempre.  e Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas y
Tú, en cambio, Señor,  salvador de todos los que en él creen y esperan y lo
eres excelso por los siglos.  aman; que, sin principio y sin fin, es inmutable,
invisible, inenarrable, inefable, incomprensible,
Porque tus enemigos, Señor, perecerán,  inescrutable, bendito, loable, glorioso, sobre exaltado,
los malhechores serán dispersados;  sublime, excelso, suave, amable, deleitable y sobre
pero a mí me das la fuerza de un búfalo  todas las cosas todo deseable por los siglos. Amén.