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Scripta Nova.
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788]
Nº 94 (105), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica


(Actas del Coloquio)

LA 'OKUPACIÓN' DEL ESPACIO SAGRADO: LAS SANTAS


INMIGRANTES EN CORNELLÀ

Josefina Roma y Grupo de Antropología Religiosa 2000


Universidad de Barcelona

La 'okupación' del espacio sagrado: las Santas inmigrantes en Cornellà


(Resumen)

El culto a las Santas Nunilo y Alodia, emigró desde su tierra natal, Adahuesca en
Aragón, a Navarra, y de allí a Andalucía. Paralelamente, la propiedad de sus
reliquias acompañó la difusión de su devoción. Un segundo movimiento
migratorio en el siglo XX, ha llevado a diferentes ciudades, Madrid, Valencia,
Murcia y Cornellà (Barcelona) a comunidades, cuya devoción a las Santas era
parte central de su patrimonio identitario, a reformularse el nuevo entorno para
reproducir en él los signos de su memoria colectiva.

Palabras clave: antropología del espacio sagrado / Cornellà / fiesta / ritual en


inmigración.

The sacred space 'okupation': The Immigrant Saints in Cornellà (Abstract)

The cult and ritual to the aragonese saints Nunilo and Alodia migrated in early
Middle Ages to Navarra and later on, to Andalusia (S.XV). In a parallel way,
their relics followed the diffussion of this devotion. A second movement of
migration leaded some andalusian groups, in the XX th century, to several big
capitals far from their villages: Madrid, Valencia, Murcia and Barcelona. These
groups developped their ancient rituals and devotion to the Saints as a central
part of their heritage and at the same time, they reformulated the new
environment in order to fit the new landscapes with their common memory.

Key words: sacred space antropology / Cornellà / feast / ritual and immigration

Una de las configuraciones culturales más significativas de las poblaciones en


migración es la remodelación del nuevo entorno, conformándolo al universo
simbólico de procedencia, de manera que la transmisión del patrimonio cultural
pueda tener unos soportes en referentes visibles. Esta apropiación del entorno,
dándole nuevos significados, convenientes para la memoria, se hace más visible
cuando se trata de reconstruir una fiesta, una actividad fuertemente connotada
por multitud de interrelaciones en la cultura de origen.

Emigración y Fiesta

Ante la celebración de una fiesta considerada primordial para la propia


existencia del grupo, caben dos estrategias. La primera consiste en regresar al
lugar de origen y esperar que las nuevas generaciones se injerten de nuevo en la
vida local. Esto es posible si el lugar de origen es asequible por los medios de
transporte de los que disponga el grupo (coches particulares, autocares, tren ).
Un fin de semana puede ser suficiente para desplazarse, en cambio, una fiesta
entre semana, que haya conservado su carácter sagrado, y por tanto no pueda
desplazarse a otra fecha, será más difícil para organizar la asistencia de los que
viven lejos. De este modo, el grupo emigrado puede volver solamente los años
en que la disposición del calendario alargue el tiempo libre. Si la fiesta se celebra
dentro de alguna de las vacaciones, sea Navidad, Semana Santa o un mes de
verano, la posibilidad de retorno para la celebración se acentúa, e incluso a
veces, la población de origen espera la llegada de los emigrados para hacer
posible su celebración, por la aportación demográfica que complementa los
grupos de edad, mermados por la misma emigración.

Toda la gama de estrategias que se ponen en marcha para hacer posible la fiesta,
nos hace ver la importancia relativa de los emigrados en la celebración, que llega
incluso a cambiar las fechas de la misma para tener todos los roles del
ceremonial festivo con la presencia de los desplazados, en los núcleos donde la
emigración ha cruzado la frontera del despoblamiento.

En otras circunstancias en que el grupo de origen conserva suficiente población


para el ritual festivo, la complementareidad de los forasteros se ve menos por
parte de los que permanecen en el grupo de origen y sí en cambio, entre los
desplazados, que necesitan actualizar su pertenencia al grupo e iniciar a sus hijos
en ella.

La segunda posibilidad de celebración, se da cuando las distancias, en relación


con los medios de transporte y el tiempo libre disponible dan un balance
negativo. En este caso, la recreación del nuevo espacio tiene una función
primordial en el ritual, ya que se trata de reproducir en el lugar de la migración
las condiciones para que el ritual festivo pueda realizarse. La coyuntura del
entorno y las relaciones y posiciones relativas del grupo con la población e
instituciones de acogida nos presentan también un abanico de posibilidades. En
algunos casos, es la nostalgia que empuja a algunos, a una tímida reproducción
marginal de la fiesta, como en el inicio de las procesiones de la cofradía del
15+1, cuya persistencia y posterior desarrollo aglutinó los sectores más diversos,
enmarcándose en una confrontación de dos conceptos de la expresión religiosa,
el de la jerarquía eclesiástica, llevada por su afán de austeridad y recogimiento,
emanado del Concilio Vaticano II, y el de la nostalgia del grupo inmigrante, que
trataba de trasladar al nuevo entorno las configuraciones de su memoria
colectiva. La intervención de las necesidades electorales de los partidos políticos,
ha puesto de manifiesto la complejidad de estos fenómenos.

Otros ejemplos llevan a reproducir totalmente el camino de una romería,


rebautizando la topografia con la imagen superpuesta del recuerdo, como ocurre
con la Romería de la Virgen de la Peña de Cabra, en Badalona.

Esto no quiere decir que el grupo que reproduce una actividad sagrada en un
nuevo entorno, apropiándose de él, ya sea dándole nuevos nombres, ya buscando
un parecido formal con su itinerario de origen, no vea la diferencia de
situaciones y de interrelaciones con nuevos elementos a los que hay que
domesticar, o simplemente asumir. Verbalmente o a través de sus actuaciones, el
grupo se muestra consciente de esta nueva situación, que tratará o no de
reconducir, ya que también el grupo celebrante ha cambiado respecto a su
situación de origen, de modo que algunas innovaciones se van aceptando como
naturales, cuando en realidad se está operando ya un sincretismo dinámico. La
comparación con la evolución en el lugar de origen se irá incorporando a su
universo simbólico, a veces viendo las diferencias como secundarias, creyendo
que se mantiene la unidad en lo que se considera esencial y los actantes todavía
se consideran intercambiables. Otras veces, se acepta la diferencia como parte de
la nueva identidad que se va adquiriendo, dando lugar a la competividad, a
discursos sobre la autenticidad y la heterodoxia.

El caso que vamos a mostrar para la reflexión, el de la Cofradía de las Santas


Alodía y Nunilón de Cornellà reune toda una serie de transformaciones y de
persistencias en un entorno cambiante, y nos permite reflexionar sobre este
fenómeno tan humano de la transmisión del patrimonio etnológico.

Había estudiado ya el culto a las Santas Nunilo y Alodia en Aragón y conocía la


peregrinación de su culto por Leyre (Navarra) y Huéscar (Granada) así como
sabía de su reproducción en Cornellà por el grupo procedente de Huéscar y La
Puebla de Don Fadrique. Por tanto, aprovechando la posible efectividad en la
enseñanza de Antropología Religiosa en nuestra Facultad, con una aproximación
a la experiencia de lo vivido, nos reunimos con los alumnos en la Fiesta de Las
Santas, contando además entre los alumnos con Encarni Sánchez, de Cornellà,
que conocía personalmente al grupo y que fue un valioso enlace, junto con la
colaboración de los demás alumnos. A ellos, cuyo nombre figura al final de la
comunicación, debo la multiplicación de las observaciones y experiencias. De
todos es, pues, el resultado de las discusiones y reflexiones.

Voy a organizar la reflexión en tres frentes. En primer lugar, propongo el


conocimiento del culto de las Santas y sus manifestaciones festivas, como una
migración del culto y de las reliquias, siguiendo su expansión desde Adahuesca,
en el s.IX, pasando por la expansión del culto en Navarra y La Rioja, en la
misma Alta Edad Media y su llegada a Andalucía en el s.XV, a raíz del destierro
del conde navarro de Lerín.

Un segundo frente será la difusión contemporanea a través de las migraciones


desde Huéscar y La Puebla de Don Fadrique (Granada) a los lugares de su
emigración.

Finalmente mostraré la reproducción del culto en la migración como una síntesis


de la memoria colectiva, el nuevo entorno y el conocimiento de los focos de
culto entre sí, esto es, su mutuo redescubrimiento.

Santas Nunilo y Alodia, itinerantes en el culto y en su mito de origen.

Las Santas, niñas, nacidas en Adahuesca (cerca de Barbastro, Huesca) en el s.IX,


presentan una compleja trayectoria en su culto y en la apropiación de sus
orígenes. La historia de su martirio, ocurrido el 21-22 de octubre de 851, no fue
debido a una persecución de los musulmanes sino a las denuncias de un tio de las
santas que siendo hijas de matrimonio mixto entre musulmán y cristiana, habían
sido educadas por la madre, como cristianas, y habían quedado huérfanas,
primero de padre y luego de madre. Al tener una gran fortuna cobra sentido el
afán del tio paterno en denunciarlas a la autoridad para quedarse con sus bienes,
ya que las leyes vigentes obligaban a los hijos a seguir la fe de su padre. Las
autoridades de la Barbitaniya, no hacen mucho caso de las denuncias del tío que
insiste en instancias superiores, hasta que, negándose a abandonar el
cristianismo, son decapitadas en el lugar donde se alza San Pedro el Viejo, en
Huesca, después de haber estado en prisión en la fortaleza de Alquézar.

Los cuerpos de las santas, fueron sepultados en una sima, de la que fueron
sustraídos por un vecino del monasterio de Leyre en Navarra, hasta donde había
llegado la fama del martirio de las santas. Este vecino, llamado Auriato, había
tenido una locución, en la que se le revelaba el lugar exacto donde encontrar los
cuerpos santos. Clandestinamente trasladó los cuerpos hasta el monasterio de
Leyre.

Con este primer viaje empieza un itinerario migratorio en el culto a las santas,
con el que voy a proponer una doble mirada basada en el paralelismo entre la
migración de las reliquias por una parte, y la de los propios fieles, por otra. En
ambos itinerarios podremos comprobar como las primeras configuraciones del
mito siguen presentes a pesar de los cambios de entorno, al tiempo que se van
encarnando en las nuevas realidades que ocupan, tejiendo nuevas historias y
recreando el mito de origen para hacerlo más próximo y exclusivo.

Efectivamente, las reliquias de las Santas, recibieron culto en Leyre y estuvieron


depositadas en una arqueta hispanoárabe, de marfil, hasta 1672. El culto se
centraba en la fecha del dies natalis 21-X y el 18-IV fecha del traslado de las
reliquias, en que se hacía una romería que reunía 20 pueblos, más la presencia de
los reyes Garcia Iñiguez, en 876, Fortún Garcés, Sancho Garcés y la reina Toda,
etc. En este centro, tienen lugar dos de los milagros que han configurado el
ritual: la curación del rey García en 1051 en el santuario, y mucho más tarde, en
el s.XVII, con motivo de una larga sequía, que se organizó una romería de los
pueblos navarros a Leyre para implorar la lluvia a las Santas. El prior del
monasterio, Antonio de la Reque, revestido con sus ropajes litúrgicos, sacó un
fragmento de hueso de la arqueta y fue seguido de los romeros a la fuente
llamada de las Vírgenes (observemos un primer intento de fijación al territorio
por incorporación a la toponimia) y siguiendo un ritual muy extendido en la
Corona de Aragón, pero no exclusivo de ella, moja la reliquia en la fuente y en
aquel caso, la reliquia goteó sangre. Este prodigio se complementó con la
deseada lluvia.

Con este hecho, las reliquias de las Santas se convierten en el centro de la


devoción, de modo que empezaron a mermar porque todos los pueblos e incluso
particulares, querían tener un fragmento. Finalmente, el mismo monasterio pide
a la Santa Sede que se prohiba extraer reliquias bajo pena de excomunión, en
1672.

Sin embargo, Adahuesca, el pueblo natal de las santas no tenía ninguna reliquia y
desde la segunda mitad del s.XVII intentó una y otra vez que se les devolviera
alguna parte de los cuerpos, que habían adquirido tanta fama en aquel siglo. El
monasterio del Salvador de Leyre siempre se negó a ello, hasta que el abad
Roberto de Ulzurrun, en 1671 cayó enfermo de una grave enfermedad que se
consideró como un castigo a su negativa a devolver parte de las reliquias a
Adahuesca. Hizo pues una promesa si curaba de la enfermedad y una vez
sanado, cumplió su promesa el 1 de setiembre de 1672, con una procesión en la
que todos los pueblos por donde pasaban se unían a la celebración, y en el
monasterio cisterciense de Casbas, se operó la curación de una monja paralítica
al ser tocada con las reliquias.

En la Rioja, donde se extendió la devoción a las santas alrededor de la ciudad de


Nájera, primero con un eremitorio, después con un convento de monjas
procedentes del monasterio de S. Cristobal de Leyre. El convento desapareció en
el s.XVI pero persistió la devoción a las santas en una ermita en el vecino
término de Horcajos y otra en Bezares. En el s.XVIII se pidieron reliquias a
Leyre pero todo lo que obtuvieron fue pasar un lienzo por las reliquias.

Durante la invasión napoleónica, las reliquias fueron ocultadas en el archivo del


monasterio de Leyre. La exclaustración de 1820 supuso una dispersión de las
reliquias. A San Salvador de sangüesa fueron a parar cinco urnas de reliquias, un
relicario de plata y la arqueta de marfil. Más tarde se dividirían las reliquias entre
Sangüesa, Adahuesca, Pamplona y otras parroquias navarras.Cuando la
comunidad de Leyre vuelve al monasterio en 1826, sólo pudo recuperar parte de
las reliquias dispersas. Con la desamortización de Mendizábal en 1836, las
reliquias vuelven a Sangüesa, hasta que Adahuesca solicitó el retorno de las
reliquias en 1862 junto con la arqueta de marfil. Pero el pueblo de Sangüesa se
reveló ante este expolio y después de un largo litigio, la arqueta se la quedan en
Pamplona, las cabezas de las santas, en Sangüesa y el resto de las reliquias a
Adahuesca. En 1949, un incendio destruyó gran parte del relicario de Adahuesca,
que fue restaurado en 1950 y puesto en el altar mayor de la parroquia.

Cuando el monasterio de Leyre se volvió a abrir al culto en 1954, los monjes


intentaron que se les devolviera parte de las reliquias, cosa que no logró hasta
que la catedral de Pamplona les cedió parte de las que tenía en la catedral.

Huéscar y la Puebla de Don Fadrique, poblaciones granadinas cuya participación


en esta historia constituye el núcleo de mi reflexión y que trataré con detalle, ya
que son el precedente inmediato de la cofradía de Cornellà, tienen también parte
de las reliquias, que han ido compartiendo con las cofradías emigrantes en
Murcia, Valencia, Cornellà y Madrid.

En el Dictionnaire critique des reliques de Colin Plancy, de 1821, se afirmaba


que las cabezas de las Santas Nunilo y Alodia se veneraban en Bolonia, pero la
autenticidad de esta fuente no ha sido contrastada.
He querido mostrar los avatares de las reliquias, no como una curiosidad erudita
sino como un hecho paralelo a la migración del culto, diferenciado claramente en
tres etapas. Hasta ahora me he centrado en la primera, la de la difusión primera
en territorios vecinos, con intervención de las comunidades religiosas como
propagadoras del culto, aunque hemos visto que también las poblaciones
asumieron como emblema e historia sagrada propia, la presencia de ermitas,
romerías y reliquias, jalonadas por la fijación de las Santas a su propio territorio,
con los milagros obtenidos, no sólo individualmente, sinó por las comunidades,
como en el caso de la sangración de las reliquias que acabó con la sequía. Por
esto, no es de extrañar la lucha popular por la posesión de las reliquias que se
desarrolló en Sangüesa para evitar el expolio de patrimonio, de una forma
parecida a como hace unos años, la población de Pastrana (Guadalajara) se
opuso a la marcha del patrimonio artístico y devocional de un convento de
monjas de la localidad.

La segunda etapa la forma el traslado de la devoción junto con la migración


forzosa del conde de Lerín y su gente, desde Navarra hasta la Sagra en Granada.
Zona ésta, que se convertirá en un nuevo foco de irradiación de identidad a
través del culto a las Santas en la posterior oleada migratoria del s.XX.

El conde de Lerín, D. Luís de Beaumont del Reino de Navarra, recibió como


premio a su intervención en la conquista de Granada, la villa de Huéscar. Al
tomar posesión de la misma, se trajo unas reliquias de las santas y construyó un
templo en su honor. Más tarde, el mismo conde fue desterrado de Navarra a raíz
de su intervención en las luchas de su monarquía. Fue entonces cuando con sus
fieles y seguidores se estableció en Huéscar, llevando consigo unas imágenes
góticas de las santas. En años posteriores, el Duque de Alba recibe el título de
Marqués de Huéscar mientras que al conde de Lerín le son devueltas sus
posesiones navarras y vuelve a ellas, aunque parte de su gente se quedó en
Huéscar, junto con la devoción a las santas, que asumieron totalmente, hasta el
punto de haber creído hasta hace 20 años, que las santas eran originarias de
Huéscar.

Un pueblo vecino y anejo por mucho tiempo a Huéscar, La Puebla de Don


Fadrique, llamada así por D.Fadrique Álvarez de Toledo, (condestable vitalicio
de la villa), ha participado desde muy tempranamente del culto a las santas,
convirtiéndolas también en su emblema identitario. Entre estas dos poblaciones
se originará un ritual de competitividad por su culto, como respuesta a un
problema de prelación y de límites que perdura hasta hoy.

La apropiación de los orígenes como localización del sagrado


Hoy día, las investigaciones históricas y documentales han podido esclarecer el
bosque de pueblos natales que figuraban en todas las explicaciones locales de la
advocación de las Santas. De hecho, todos los grupos que representaban centros
de devoción, con altares, ermitas y reliquias, se erigieron en su día como lugares
del nacimiento de las santas. Este fenómeno no es nada extraño, pues responde
simplemente a la necesidad de contacto directo con los personajes celestiales
tenidos como antepasados locales. De esta forma, la vida de un santo, de la
misma Madre de Dios, deja de tener una historia canónica para enraizarse en
todos los lugares de culto, con particularidades del nombre, que los grupos van
generando, renominando como acto de pertenencia o posesión. Pero el proceso
más claro de apropiación local se origina presentando un testimonio actual del
paso de las santas por su topografía. Hemos visto ya, como el primer ritual que
impresionó el imaginario colectivo, el de mojar las reliquias para acabar con la
sequía, alrededor de Leyre, se hacía ya en la llamada Fuente de las Vírgenes,
nombrada así por las Santas.

En Aragón, además de su origen real y comprobado en Adahuesca, también se


les atribuyó su nacimiento en Valdonsella (Zaragoza) próxima a Leyre, y con un
parecido y encaje de los datos conocidos, alrededor del castillo de Royta, según
S. Contin.

En La Rioja, una zona con gran difusión del culto a las santas, los eruditos
locales potenciaron la creencia popular del origen riojano de Santa Nunilo y
Santa Alodia, al interpretar el texto del Pasionario de Cardeña, uno de los textos
primeros que narran el martirio de las santas,de manera que identificaron Castro
Vigeti como Castroviejo y villa a Boscha como Bezares.

En Andalucía, se las ha hecho originarias de Córdoba, leyendo, en lugar de


civitate oschense, civitate ischense, en lugar de Osca sería Iscar y Castro Vigeti
sería Castro del Río, en cuyo término existe también el topónimo de la Cuesta de
las Vírgenes y el Cortijo de las Vírgenes, tenido popularmente como el lugar de
nacimiento de Santas Nunilo y Alodia. Se basan en la narración del martirio que
hizo San Eulogio en su Memoriale.

El origen granadino se basa popularmente en la devoción de Huéscar y La


Puebla. En Huéscar está la Huerta de las Santas, que se consideró siempre como
una prueba de su origen local. Se mostraba donde habían estado prisioneras,
donde habían padecido martirio. Su geografía se llenaba con testimonios de su
paso. Rafael León fue el erudito encargado de poner en tesitura académica la
creencia popular, basándose en la similitud del nombre (Huéscar, Huesca).

D. Antonio Duran Gudiol, archivero de la Catedral de Huesca, ha sido el


estudioso que más luz ha arrojado sobre el origen de las Santas, al contar no solo
con la narración de San eulogio de Córdoba, el Martirologio de Cardeña, el de
Usuardo y la documentación del monasterio de Leyre, sino con los textos de
maitines de la festividad de las Santas, de tres códices del s.XIII de la catedral de
Huesca, que tradujeron al latín el texto árabe del protocolo judicial del waliato de
Huesca. Accidit autem in territorio Barbutano iuxta antiquissimum locum qui
dicitur Castro viginti m. Ab Osca. Una revisión de los textos del P.Huesca sobre
este tema le proporcionó la prueba de que se había transcrito Abosca en lugar de
ab Osca. El Castrum latino es al-Qasr árabe o Alquezar actual.

Lo importante aquí es el afán de todos los pueblos por hacerse suyo el origen de
los personajes sagrados que se constituyen en su verdadero mito, entendido éste
como historia sagrada. La aparición de los eruditos e historiadores no es más que
una conversión homologable, redimensionada, de sus aspiraciones locales.
Después de siglos de creerse los herederos de esta saga, de ver sus aspiraciones
confirmadas por los historiadores locales, finalmente, los grupos emigrantes de
estas zonas, se han comunicado entre sí, han conocido la existencia de otros
pueblos que también tenían su devoción a las Santas como patrimonio y poco a
poco se han ido simplificando las diversas tradiciones al visitarse entre ellos y
comprobar el camino que había seguido su tradición. Son pues, los emigrantes
los que, al participar de varias visiones del mundo han podido dar este paso. A
ellos les debemos esta nueva etapa.

El ritual de las Santas en Huéscar y La Puebla

El antiguo ritual que probó su eficacia en Leyre, el de sumergir las reliquias en el


agua, acompañó al grupo navarro del conde de Lerín en su destierro y se
reproduce hoy día el Lunes de Pascua. Por la mañana sube la gente acompañada
de los sacerdotes, desde Huéscar hasta la ermita de las Santas al pié de La Sagra.
Se hacen dos paradas, en el Puente de Roque, para tomar dulces y aguardiente, y
en el Salto Moro, donde se toma vino y embutidos. Al mediodía se celebra la
misa en la ermita. Al final de la misa, se canta el Himno a las Santas, mientras
que los miembros de la comisión suben al Camerín a recoger las imágenes. A
continuación se dirigen todos al Cortijo Guijarro donde se prepara el Arroz de
las Santas y otros preparan la carroza donde irán las Santas, con retama y ramas
de sabina. Cuando, de vuelta a casa, se llega a un lugar llamado humilladero, se
grita: Santas al agua! Y se entra en el río con la peana de las Santas. Sólo se
mojan quienes llevan las andas y no las imágenes, como sucedió en la primera
realización de este ritual, en Leyre, pero se muestra igualmente efectivo para la
consecución de lluvias y buenas cosechas.

Ya de noche se llega al pueblo y se para el cortejo en la plaza de Santo Domingo,


donde el párroco bendice e inciensa las imágenes. Cuando se llega ante el
ayuntamiento se produce un silencio total, que la gente rememora con gran
emoción, hasta que se entona otra vez el Himno a lsa Santas, para llevarlas
finalmente a la parroquia de Santa María.

El día de San Marcos, el 25 de abril, las Santas se trasladan a la ermita de La


Soledad para que bendigan los campos.

La advocación de la fertilidad de los campos, es la que ha permanecido como


principal en los grupos andaluces, además de ser su emblema identitario, alejada
de las curaciones milagrosas desde el foco de Leyre, y del patronazgo sobre las
mozas navarras que les encomiendan sus amores.

Pero el foco de Huéscar- La Puebla ha añadido a la advocación de fertilidad de


las tierras, la novedad de la interpretación de sus relaciones identitarias entre los
dos pueblos. El proceso iniciado por Huéscar, siempre más importante
políticamente, en el lunes de Pascua de Resurrección, concluye en lunes de
Pascua de Pentecostés, con el reconocimiento de los derechos de La Puebla, no
sin una violencia ritual en el acto de entrega de las Santas.

El lunes de Pentecostés, los de La Puebla peregrinan a la ermita y esperan a los


de Huéscar y el acto de entrega se hace con el simulacro, muy real, de un
forcejeo y batalla entre los dos pueblos. En la emigración, estas diferencias
locales y su competitividad se han reducido mucho y lo consideran cosa del
pasado, ya que no pueden mantenerla en los lugares de emigración que les
obligan a reunir sus fuerzas, pero cuentan con detalle y fruición las batallas y
peleas de su juventud.

En el acto de la entrega se canta significativamente el himno de La Puebla.


Después de la comida en torno de la ermita y del baile acompañado por la banda
de música, se llevan las Santas a La Puebla, que dista 8km de la ermita. Cuando
llegan, el alcalde les ofrece a las Santas su vara de mando, se colocan bajo un
arco de sabina y se hace una ofrenda floral. Finalmente, entran en la iglesia,
donde permanecerán hasta el domingo después de San Juan que serán devueltas
a los de Huéscar y a su ermita.

La implicación del municipio como entidad responsable del traslado se hace


evidente en ambos pueblos. Además de las parroquias, los ayuntamientos, el
canto del himno de La Puebla, la pelea por la entrega, nos habla de identidad,
prelación y relaciones de poder entre comunidades.

Las Santas y la emigración

Alrededor de las décadas de 1950-60, se producen las grandes migraciones de


los pueblos de Huéscar y La Puebla de Don Fadrique, enmarcadas en una doble
corriente de cambio, bien conocida, del campo a la ciudad y sobretodo a
ciudades con más posibilidades de trabajo, lejos de Andalucía. En el caso que
nos concierne, hay cuatro ciudades de destino, Murcia, Madrid, Valencia y
Barcelona.

Los llegados a Murcia se unieron en octubre de 1960 en una cofradía llamada


Colonia Puebla-Huéscar-Murcia, propuesta por Antonio Berruezo y Lorenzo
Sánchez, ambos muy religiosos, que lograron reunir varios centenares de
cofrades. Además de las actividades sociales propias de una cofradía, han
realizado dos lineas de actuaciones, en primer lugar, el asentamiento en el nuevo
entorno, de su patrimonio local. En el año 1962, realizaron una reproducción de
las imágenes y las instalaron en la parroquia de Campoamor-Alcantarilla, de
Murcia. A partir de sus 25 años de existencia, en 1985, la cofradía trasladó las
imágenes a un lugar más de acuerdo con su memoria colectiva, el Monasterio de
la Luz. Allí suben en romería desde Alcantarilla, Murcia y Molina, el 29 de
junio, día de San Pedro, y el 22 de octubre, la fiesta de las Santas.

La segunda línea de actuación, muy propia de esta etapa de migraciones, es la de


entrar en contacto con las demás cofradías y centros de veneración de las Santas.

Los emigrantes a Madrid, se reunieron en cofradía en 1978. Ubicaron las


imágenes de las Santas en el monasterio benedictino de Nuestra Señora de
Montserrat, en la Sierra del Guadarrama, (encomendada su restauración de 1923
a los monjes de Silos) que visitan en romería el último domingo de junio, y se
organiza una comida rememorativa de los orígenes, con vinos, embutidos y hasta
el arroz de las Santas. Naturalment, también celebran el día 22 de octubre.

De Valencia no tenemos más noticia que la existencia de la cofradía y la


celebración de la fiesta del 22 de octubre.

Las Santas en Cornellà

Y llegamos al grupo de Cornellà de Llobregat (Barcelona). El grupo de Huéscar


y La Puebla llegó a esta población a finales de los años 50, para trabajar en
fábricas del entorno, como Siemens, aunque ya habían inmigrado
individualmente algunas personas que ayudaron a la reconstrucción de la iglesia
de Santa maría de Cornellà. Al principio vivieron aislados hasta que su mejora
económica les permitió reagrupar las familias. Intentaron constituirse en cofradía
en la parroquia de san Miguel, pero las cosas no fueron fáciles. De hecho, uno de
los estandartes presentes en la procesión lleva la inscripción: Hermandad de los
Hijos de Huéscar: Granada-Cornellà 21-X-1956. El párroco de Santa María de
Cornellà, en el centro de la ciudad, mossèn Manuel Balasch, les acogió en su
devoción por las Santas. Entonces se iniciaron los trámites con el obispado para
que les fuera reconocida su ubicación en la parroquia. Una vez lograda, (el
segundo estandarte de la procesión reza: Hermandad de las Santas Alodía y
Nunilón-1960 ) se encargaron las imágenes y su templete, con el modelo de las
de Huéscar, al taller de imágenes religiosas Botxaca. En aquel momento les
costaron 6500ptas. Se las trasladó en procesión de la iglesia de San Miguel a Sta.
María donde fueron bendecidas por el obispo Isidro Martínez, venido
expresamente de Andalucía. Los promotores de la cofradía fueron el Sr. Pedro
Ruíz y el Sr. Basilio, a los que se recuerda con admiración. La familia local Rius,
les regaló la bandera. También fue en 1960 que salió por Cornellà la primera
procesión de las Santas.

Sin embargo, la disposición de los párrocos de Santa María no ha sido siempre la


misma, y después de haber estado las Santas ubicadas en un altar lateral de la
iglesia, se las relegó a un lado del amplio atrio, donde además del templete con
las Santas, se ha pintado en la pared el paisaje de los distintos lugares de la
romería en Huéscar y La Puebla. De este modo pueden presentar un referente
visual de los lugares sagrados a las nuevas generaciones. Aunque existe la
percepción de estas dificultades, en general, los devotos se muestran satisfechos
con el estado actual de lo conseguido, así como con la imposibilidad de que
finalmente se quiera sacar a las Santas de la iglesia, ya que ahora está autorizada
la cofradía en su actual ubicación. Por otra parte, la parroquia les concedió un
local al lado mismo de la iglesia, en 1988, donde consta el nombre de la Junta, y
del consiliario Mn. Balach. Allí se reunen, programan las fiestas y mantienen
vivo el recuerdo de su origen, con fotografías, carteles, videos, medallas, llaveros
y estampas con el himno de las Santas. Donde se muestran unos a otros los
álbums de fotos de su estancia en el pueblo.

Las actividades que llevan a cabo como cofradía representante del grupo, aparte
la preparación de las fiestas de las Santas, son, la misa por sus difuntos, en
noviembre, la preparación de un pesebre de grandes dimensiones, en el local, la
participación desde los inicios en la romería conjunta de cofradías de toda
Cataluña a Montserrat, y ultimamente, la celebración Día de Andalucía. Ello nos
muestra la evolución del grupo, por una parte, integrándose en las estructuras de
la sociedad receptora, con su participación en una romería al centro identitario
religioso de Cataluña, y por otra, con la disolución local en una identidad más
amplia, la andaluza, auspiciada por la renovación identitaria del llamado Estado
de las Autonomías, en clave política.

La cofradía cuenta en la actualidad con 1300 cofrades. La junta de la cofradía la


forman 29 personas, con un 40% de mujeres. De hecho, la edad de los cofrades
oscila entre los 50 y 70 años, echándose a faltar el entusiasmo de la juventud, ya
que se centra en personas que han vivido las fiestas de Huéscar en su niñez o
juventud. En cambio, la segunda generación, los nacidos en Cornellà, no
comparte las mismas manifestaciones de identidad. A pesar de asistir los
cofrades a la celebración con los hijos o nietos de pocos años, la juventud está
ausente. Hay pues una inflexión en la trasmisión del patrimonio, cosa que no
ocurre en la fiesta de Huéscar y la Puebla, donde asisten unas 5000 personas y
los jóvenes participan en lo más central del ritual, en las promesas a las Santas,
yendo descalzos a la procesión.

Sin embargo, si bien falla la transmisión religiosa en Cornellà, la segunda fiesta


de las Santas, consistente en una romería en el término de Arbúcies, iniciada el
1983, para reproducir la romería de Huéscar, ésta sí que consigue convocar a los
jóvenes, porque subraya un aspecto más identitario-lúdico.

La fiesta del 22 de octubre consiste en una procesión con la peana de las Santas,
adornada con flores. La llevan hombres, aunque afirman que puede llevarla
quien quiera, por una promesa o devoción, sean hombres o mujeres. Primero
marchan los estandartes, luego el portante de las reliquias de las Santas, la peana
rodeada de mujeres con ramos de flores, fruto de promesas por gracias recibidas,
y detrás el sacerdote revestido con capa pluvial, junto con quienes van a relevar a
los portantes. Entre este grupo más cercano al centro del ritual y los fieles va la
banda de música, generalmente la de Sant Boi de Llobregat, porque sabe
interpretar el himno a las Santas. Durante el recorrido interpreta marchas,
pasodobles, alguna canción religiosa actual y sólo en los momentos más
importantes, a la entrada del templo o al final de la misa se toca el himno. El
inicio del recorrido lo marcan los Vivas! a las Santas. El momento es muy
emocionante. Después, el recorrido se centra en los alrededores de la iglesia,
habiéndose reducido en los últimos años. El retorno al templo es sin duda el
momento culminante, cuando se entona el Himno a las Santas, que son llevadas
al pie del altar mayor. La banda acompañará la misa a la que acuden también
devotos de Cornellà no descendientes de Huéscar o La Puebla. Después de la
misa, un cofrade da a besar las reliquias que han llegado a esta cofradía alejada
del centro devocional primero, y de las cuales se sienten muy orgullosos. El
himno a las Santas cierra la ceremonia junto con el Virolai, el himno religioso a
la Virgen de Montserrat, cosa que manifiesta hasta que punto la tradición de
Huéscar y La Puebla se ha integrado al nuevo entorno. Las imágenes son
llevadas a su lugar acostumbrado en el atrio y el grupo sigue la celebración en el
local parroquial, con un baile y merienda preparada por los propios cofrades.

La segunda fiesta celebrada por el grupo de Cornellà es la romería que se hace


con las imágenes a Arbúcies (Girona) desde el año 1983. No tiene día fijo,
aunque se realiza a finales de mayo o comienzos de junio, alrededor de la
Ascensión o de Pentecostés, recordando la gran romería original de la Sagra.
Aquí, como en Madrid, o en Murcia, se ha intentado reproducir el lugar de la
ermita de Huéscar, con vegetación abundante que recuerde el itinerario de su
juventud. También necesitaban un río donde sumergirse los portantes de las
andas, al grito de Santas al agua! Si en otros lugares se reproduce la comida, con
el arroz de las Santas, el grupo de Cornellà ha considerado esencial repetir el
ritual más arcaico, el de impetrar la fertilidad de los campos, pero con una
variedad respecto de las otras poblaciones emigradas. A diferencia de aquellas,
que situaban las imágenes en lugares que recordaban la ermita primigenia de
Huéscar y acudían allí en romería en los días de su fiesta, el grupo de Cornellà
decidió activar el ritual sin el referente de la ermita. De hecho, llevan consigo las
imágenes al lugar considerado idóneo para llevarlo a cabo. Se trata de reproducir
en la memoria y en los sentidos las experiencias de la romería. Todos coinciden
en señalar como motivo de escoger aquel lugar, el parecido con el recuerdo de su
pueblo. Para la romería, alquilan varios autocares, que entonces sí aparecen los
jóvenes, y tras la procesión, se hace una comida también recordatorio de su
pueblo.

Conclusiones

Así, de este modo vemos como la fiesta religiosa se refuerza con el carácter
lúdico de la romería, obedeciendo a una tendencia general, tanto en inmigrantes
como en otros colectivos autóctonos, de desplazar la identidad hacia la fiesta.

Como ya hemos señalado, es en la migración que los grupos aprenden de otros


lugares donde se veneran también las Santas y una de sus actividades será la de
peregrinar con todas ellas, comparar sus tradiciones y su forma de festejarlas.
Así, la gente de Cornellà se sitúa en un nuevo contexto, en el que los lugares de
tradición más antigua, como Adahuesca, les sorprenden por el poco desarrollo de
sus fiestas, frente a la complejidad de las romerías andaluzas.

Con la apertura hacia todas las ramificaciones peninsulares de la cofradía de las


Santas ha llegado también el conocimiento de los orígenes históricos de las
mismas. La gente lo ha aceptado, pero sigue considerando a las Santas como
propias, y no podía ser de otra manera. El mito, como historia sagrada se enraiza
en la localidad para unir la población con lo sagrado. Es a través de él, que el
grupo cuenta su historia y se siente formando parte de una identidad. No importa
que la historiografía desmienta la explicación popular ni que el entorno no refleje
las antiguas cosmovisiones. Los grupos humanos sabrán conformar los nuevos
avatares, los nuevos paisajes al contenido referencial de su memoria colectiva.

Bibliografía.

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1989.
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ROSILLO, J. Celebración y culto a las santas Nunilón y Alodía en la Puebla de Don Fadrique y en
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© Copyright: Josefina Roma y el grupo de Antropología Religiosa 2000


Ipolita Alberti, Samuel Blazquez, Xavier Campon, Maria del Mar Castells,Laia
García, Mónica Garrigó, Susanna Gimenez, Alicia Guidonet, José A. Guillén,
Joanna Khananie, Begoña Orive, Núria Palomeras, José Pérez, Mª Jesús Pinto,
Antonia Planell, Ana Mª Puig, Marta Puig-Samper, Rosa Presmanes, Marta
Requena, Belen Rodriguez, Dolores Rodriguez, Encarni Sanchez, Gemma Sas,
Santiago Subirats, Jaume Vidal, 2001
© Copyright: Scripta Nova, 2001

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