Está en la página 1de 2

El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde De Robert L.

Stevenson

Adaptación de guion literario por Patricia Abigail Cañas Porras

Capítulo I

Escena 1

Dentro del despacho para abogados de Nueva York, Utterson se encuentra sentado en una silla
giratoria de piel color rojo carmín frente a un escritorio de madera con cajones de chapa de oro, se
encuentra con la mirada perdida, pensativo. Viste una gabardina de color gris y cuello negro, un
pantalón extremadamente almidonado y del mismo color, camisa blanca y una corbata gris
perlada que hacia juego con un sombrero tipo Fedora.

Utterson está rondando los cuarenta años, es de tez blanca, ojos inexpresivos, profundos y negros,
de nariz mediana al igual que la boca, la cual es tensa, partida, de labios delgados y se distingue
por su frente grande.

Voz en off

Utterson: -Sería rencillo que a un abogado como a mí me reconociesen aun en lo más profundo de
la soledad centelleante…

Mi oficio como abogado me ha permitido ver lo más cruel e inhumano del hombre. Reconozco que
soy contradictorio; severo y compasivo aunque menos compasivo, en realidad. Mis conocidos y
amigos me definen perfectamente como un casi ser frio, inexpresivo, triste hasta el llanto, de alma
y presencia perturbadora. Toda mi escueta vida he estado abrazado de la miseria que soy, me
consume la errante agonía de mí ser desnutrido, sin carne ni alma, el más vil de los desdichados;
aunque aún… conservo un rastro de humanidad: mis estrechos lazos con mis amigos y colegas, me
han provisto de aliento, de sociedad.

Escena 2

Solía caminar después del trabajo para despejar mi mente, ese día fue viernes… nueve y treinta
para ser exactos, deambulaba por el parque 47. Caminaba algo engorroso sobre la acera derecha
de la amplia y solitaria avenida, cuando del lado opuesto salió corriendo una pequeña de entre
ocho y diez años a cruzar; al mismo tiempo que un hombre bajo y de aspecto detestable caminaba
sobre ese lado de la calle. Segundos después tropezaron y enseguida ese nefasto enano golpeo sin
piedad a la niña hasta llevarla al suelo, prosiguiendo con una tranquilidad inalterable su camino.

Escena 3

Mientras aquello sucedía escuché los lloriqueos de la niña y caminé rápidamente para ayudarla, la
calle olía a tierra mojada, comida italiana, un gato maullaba y al final de la avenida un borracho
silbaba And I Love Her de los Beatles, hechos que juntos me parecieron una orquesta de dolor…
me estremecí.
Levanté la mirada y sentí que la furia se apropió de mi ser, creí que perdía el control, tuve ganas de
matar a ese mal nacido, quien yo juré no podía tener más sangre que yo en un dedo, mucho
menos alma. Al llegar a su lado, ya se había aglomerado cierta cantidad de gente, entre la
multitud, se encontraba la familia de la niña, que estaba furiosa.

Sus caras denotaban odio, asedio, hambre de asesinar al asqueroso hombrecillo, quien mantenía
una expresión retadora; aunque me pareció que en el fondo tenía miedo.

Mr. Hyde -Si lo que quieren es sacar dinero a costa de este incidente, me declaro vencido. Todo
caballero desea evitar el escándalo. Digan la suma que pretenden.-

También podría gustarte