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Jaime Rodríguez-Arana
1. INTRODUCCIÓN.
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socialistas, esta gente nada tenía que ver con su política. Son los
ideólogos que siempre tienen razón6.
Los ideólogos que siempre tienen razón son una especie a
extinguir en la que afortunadamente ya no militan muchos adeptos.
Para ellos, la utopía debe convertirse totalmente en realidad. Sabemos
que es lícito tener un ideal7. Es más, yo diría que si no se tienen ideales
en la vida, la existencia sería más animal y vegetal que humana. Sin
embargo, tener ideales es una cosa y otra, muy distinta, es aspirar
a construir una utopía entendida como la construcción completa de
un modelo social, tan sumamente perfecto que se proyectaría sobre
una realidad que tiene su propia lógica. Los países, dice RAVEL, que
han alcanzado mejores niveles de vida son los que han procedido
pragmáticamente y los que trataron de aplicar una utopía, como el
socialismo militar argentino, se han arruinado8.
La polémica sobre si la vinculación a la realidad, la toma en
consideración del caso concreto, o la incidencia de la experiencia no
derivarán en un peligroso pragmatismo es una cuestión que se ha
puesto de manifiesto cuando se ha tildado de esa manera el intento
de caracterización del espacio o tendencia de centro. Ya que el espacio
de Centro, como he señalado en escritos anteriores9, renuncia por
definición al carácter ideológico en el sentido de renuncia a una
interpretación global de la realidad humana y social, resulta que
carecería -nada más lejos de la realidad- de un eje sobre el que
articular su respuesta política a los problemas del hombre y de la
sociedad y se reduciría a un puro y burdo pragmatismo.
La argumentación de esta crítica me parece enteramente sólida,
pero parte de nuevo de un supuesto eminentemente ideológico:
considerar que es puro pragmatismo todo lo que no sea un derivado
de las ideologías. Sólo en cierto sentido podría decirse que es así.
Si tomásemos pragmatismo como sentido práctico y sentido de la
realidad, las posiciones de centro son efectivamente pragmáticas, y
de nuevo, las formulaciones ideológicas se encontrarían en regiones
radicalmente contrarias a estas, por cuanto la ideología constriñe la
realidad y la reduce a la congruencia con sus postulados dogmáticos.
La ideología es capaz de retorcer la realidad y actuar contra ella hasta
extremos que resultarían inimaginables de no mediar las experiencias
6 Loc. cit. P. 7.
7 Ibídem.
8 Ibídem.
9 Vid. J. RODRÍGUEZ-ARANA, El espacio de centro, Madrid, 2001, pp. 160 y
ss.
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diversas fuerzas.
Hay muchos aspectos de la vida social y económica en los que
se puede decir -en cierto sentido- que sólo hay una política posible.
La contención de la inflación, por ejemplo, o la reducción del déficit
público, son objetivos de la política económica de cualquier gobierno
que aspire a dar un impulso efectivo a las condiciones de vida de todos
los ciudadanos. Podrá discutirse cómo hacerlo; pero si no se intenta
seriamente y, en alguna medida, se consigue, todos se empobrecen:
los más ricos también, pero sobre todo –cualitativamente- los que
tienen menos recursos.
Reconocer simplemente este hecho, aceptar, con los matices
que se quiera, este planteamiento, sólo es posible, a mi entender,
situándose en las coordenadas de centro. Es una cuestión de atención
a la realidad. Por eso decimos que el centro no es un partido que
lleve ese nombre. No es cuestión de nombres. El centro tampoco es
una posición ideológica establecida sobre conceptos previos a la vida
política. El centro es más bien un espacio desde el que se pretende
dar una respuesta eficaz a las necesidades reales, a las inquietudes,
a las ilusiones de los ciudadanos, implicando a los ciudadanos como
protagonistas de esa acción política.
No se trata, pues, de aplicar una receta universal, no se trata de
tener una fórmula milagrosa para todo tipo de dolencias y malestares,
no se trata de convencer a nadie de que se tiene el remedio que va al
origen de todos los pesares que sufre la humanidad, como se hace
desde las ideologías. En el centro se buscan soluciones concretas
para los problemas concretos que cada sector, cada grupo, cada
entidad tiene en cada momento.
Por eso puede decirse que el centro no es una posición fija,
estática, sino que implica una permanente adaptación al dinamismo
de la sociedad, y conlleva la exigencia de alumbrar, con imaginación,
nuevos planteamientos en la vida política, como respuesta a las
necesidades nuevas, a los nuevos retos, a los que los hombres y las
mujeres permanentemente se enfrentan.
Desde estos presupuestos se entenderá que el centro no se
construye sobre una tarea de adoctrinamiento, ni desde una visión
completa y cerrada del mundo y de la historia, sino desde la aceptación
de la limitación del pensamiento para alcanzar un conocimiento pleno
y completo de la realidad.
Desde las posiciones políticas de raíz ideológica no es lo importante
captar el sentir social, sino transmitir las propias convicciones e
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