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Tercera guerra púnica

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Tercera guerra púnica
Guerras púnicas
Parte de guerras púnicas
Vitrine 3e guerre punique.jpg
Vitrina del Museo Nacional de Cartago, en la que se exhiben restos del asedio de
Cartago durante la tercera guerra púnica.
Fecha 149-146 a. C.
Lugar Cartago, actual Túnez
Casus belli Cartago declara la guerra a Numidia sin permiso de Roma
Resultado Victoria romana y destrucción de la ciudad de Cartago por los romanos
Cambios territoriales Anexión de los territorios metropolitanos de Cartago a la
República romana
Beligerantes
República romana
Reino de Numidia República cartaginesa
Comandantes
Lucio Marcio Censorino
Manio Manilio Nepote
Lucio Calpurnio
Escipión Emiliano
Lucio Hostilio Mancino
Masinisa Asdrúbal el Beotarca (P.D.G.)
Diógenes de Cartago
Fuerzas en combate
80 000 infantes1
4000 jinetes2 25 000 milicianos
40 000 soldados
1000 jinetes
2000 carros de guerra3
Bajas
Desconocidas 450 000 muertos y 50 000 esclavizados4
(25 000 mujeres y niños)5
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Campañas de la tercera guerra púnica
149-146 a. C.
1.ª de NeferisPuerto de Cartago2.ª de NeferisCartago
La tercera guerra púnica fue el último enfrentamiento militar entre la República
romana y la antigua colonia fenicia de Cartago entre los años 149 y 146 a. C. El
nombre púnico proviene de la denominación que daban los romanos a los cartagineses:
Punici o Poenici.6

Esta guerra fue mucho más corta que las dos anteriores y consistió principalmente
en el asedio romano a la ciudad de Cartago, llevando finalmente a la destrucción
total de la misma y la muerte o esclavitud de todos sus habitantes. Terminó así la
existencia de Cartago como nación independiente.

Índice
1 Antecedentes
2 El conflicto
2.1 Inicio de la guerra
2.2 El asedio
2.3 El asalto final
3 Destrucción de la ciudad
4 En el cine y la literatura
5 Referencias
6 Bibliografía
7 Véase también
8 Enlaces externos
Antecedentes
En los años posteriores a la segunda guerra púnica Roma se dedicó a conquistar los
estados helenísticos del Mediterráneo oriental: Macedonia, Iliria y Siria cayeron
bajo su influencia, además del sometimiento de varios pueblos ibéricos. Cartago por
su parte fue despojada de todos sus dominios no africanos y forzada a pagar la suma
de 200 talentos de plata anuales por 50 años.

Como parte del tratado de paz, Cartago no podía tener una flota armada, tenían
prohibido declarar la guerra sin permiso romano y debieron reconocer la
independencia del reino de Numidia. Como resultado de esto dicho reino expandió su
territorio a costa de los cartaginenses, ya que los romanos casi siempre fallaron
en favor de sus aliados númidas en toda disputa exterior.

Otra consecuencia de este tratado de paz fue que al no poder gastar sus riquezas en
guerras, los ciudadanos de Cartago optaron en usarlo en convertir su ciudad en un
poderoso y rico núcleo comercial. Cuando Catón el Viejo la visitó en el 152 a. C.
en vez de ver una urbe empobrecida contempló una ciudad enriquecida gracias a su
fructífero comercio, lo que llevó a considerar a Cartago como una amenaza. Según
Apiano, Catón consideraba que de permitir el florecimiento económico de Cartago,
algún día esta volvería a declararle la guerra a Roma. Por lo cual a partir de
dicho momento siempre terminaba sus discursos con la frase ceterum censeo
Carthaginem esse delendam (Además opino que Cartago debe ser destruida).7 Se opuso
a Publio Cornelio Escipión Nasica Córculo, que estaba a favor de no destruir a
Cartago, y que por lo general convenció al Senado, debido entre otras cosas a la
oposición del bando de los Escipiones, que consideraban que si el único gran
enemigo de Roma era destruido, los romanos caerían en un relajamiento de costumbres
que les conduciría a su propia decadencia.

A esto se une estrechamente la competencia comercial que representaba Cartago para


Roma, sobre todo para la aristocracia latifundista de Campania en cuanto al
comercio de vinos e higos, lo cual motivó a que esta apoyara a Catón. Otro factor
fue sin duda la explosión demográfica sufrida en ese momento por la población
romana, lo cual ejerció una fuerte presión para conseguir nuevas fuentes de
alimentación, como las fértiles tierras del actual Túnez.

El conflicto
Inicio de la guerra
En el año 151 a. C. Numidia atacó el territorio cartaginés, sitiando una ciudad de
ubicación desconocida llamada Oroscopa en el 150 a. C.,8 lo que llevó a la caída
del gobierno prorromano y la instalación de otro más militarista. Los cartagineses
enviaron una expedición militar al mando de Asdrúbal el Beotarca que fue derrotada
y Cartago fue forzada a pagar una nueva indemnización, esta vez a los númidas,
justo cuando acababa de terminar de pagar la contraída con Roma (motivo por el cual
habían dado por finalizado el tratado con Roma). Lo que fue usado por el Senado
romano como casus belli para iniciar la guerra.

Sabiendo lo que significaba, los cartagineses condenaron a muerte a Asdrúbal y a


los principales miembros del partido militar, y se enviaron dos embajadas para
tratar de solucionar la situación. Sin embargo, Roma no aceptó las excusas
cartaginesas, y declaró la guerra. En consecuencia, el gobierno cartaginés, en un
intento de salvar la ciudad de su destrucción, decidió rendirse incondicionalmente.

Se entregaron 300 niños, hijos de los principales dirigentes de la ciudad, como


rehenes a cambio de garantizar a Cartago su independencia y el mantenimiento de sus
territorios; también como condición se debían cumplir las decisiones de los
cónsules una vez se hubiesen asentado estos en suelo africano.

Cuando el ejército romano de más de 80 000 hombres desembarcó en Útica, Cartago se


pasó al bando romano.9 Los cónsules exigieron la entrega de toda la flota y armas
de asedio de la ciudad, lo que cumplió inmediatamente. Los púnicos entregaron 200
000 equipos individuales para soldados y 2000 catapultas y balistas.10 Pero cuando
se dio como nueva exigencia el traslado de la ciudad fenicia a 15,4 km (80
estadios) tierra adentro y la destrucción de sus antigua localización los
cartagineses se negaron, ya que significaba perder su dominio marítimo y comercial
junto con su identidad cultural, con lo que dio comienzo al asedio.10

Los cartagineses inmediatamente se atrincheraron en su ciudad y asesinaron en todos


aquellos considerados colaboracionistas. Aunque desarmada, Cartago estaba rodeada
por excelentes fortificaciones que permitirían su defensa a los mismos ciudadanos,
aun con inferioridad numérica y de equipo con relación a los romanos. Con el fin de
ganar tiempo para fabricar armas, los cartagineses enviaron una embajada a los
cónsules romanos con el pretexto de un armisticio a fin de negociar con el senado
romano. El armisticio fue rechazado, pero inexplicablemente los romanos no
procedieron a asaltar de inmediato la ciudad.

Gracias a esto, los cartagineses pudieron prepararse para resistir el sitio,


fabricando armas día y noche, construyendo máquinas de guerra (cuyas cuerdas se
prepararon con cabellos donados por las mujeres) reforzando las murallas de la
ciudad y amontonando provisiones en enorme cantidad. Asdrúbal, que después de su
condena a muerte consiguió escapar y formar un ejército propio que ocupaba casi
todo el territorio cartaginés, fue amnistiado y se le imploró que ayudara a la
ciudad, lo cual aceptó de inmediato. Increíblemente los romanos continuaron sin
actuar y cuando finalmente intentaron asaltar la ciudad se dieron cuenta de que
esta estaba totalmente lista para defenderse, lo que quedó comprobado cuando
intentaron asaltar la urbe, siendo rechazados. Asdrúbal ordenó entonces crucificar
a todos los prisioneros romanos que lograron capturar.10

El asedio
Los primeros dos años de guerra, a los romanos les resultó imposible tomar Cartago,
pues contaba con enormes recursos, sólidas fortificaciones y un gran ejército que
impedía su aislamiento total, continuando esta su actividad comercial por vía
marítima. Como el sitio se prolongaba, los comandantes romanos decidieron permitir
la entrada en su campamento de "elementos de distracción": prostitutas,
comerciantes, etc, lo que provocó un relajamiento de la disciplina militar.

Finalmente entre los dirigentes romanos, molestos por la duración del asedio
decidieron nombrar al nieto adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio
Escipión Emiliano, cónsul y comandante supremo del ejército romano en África, en el
año 147 a. C. Su capacidad quedó demostrada cuando resolvió el problema en la
sucesión de Masinisa, dividiendo el poder entre sus tres herederos.

Cuando Escipión Emiliano tomó el mando expulsó a los civiles del campamento romano,
como las prostitutas y comerciantes, imponiendo de nuevo una dura disciplina.
Gracias a esto derrotó a Asdrúbal en una gran batalla que permitió el aislamiento
completo de los sitiados por tierra. La flota romana incursionó masivamente en el
golfo de Túnez, impidiendo la salida de las naves cartaginesas. Por primera vez en
el curso de la guerra, Cartago, durante el invierno del año 147 a. C., estaba
completamente aislada del mundo exterior, lo que provocó la rápida disminución de
sus reservas alimenticias, contribuyendo esto al brote y propagación de
enfermedades que hicieron estragos entre la población de la ciudad.

El asalto final
Al llegar la primavera del año 146 a. C. la población cartaginesa estaba tan
debilitada por el hambre y las enfermedades que los romanos decidieron que era el
momento de asaltar la ciudad. Los romanos penetraron por el puerto atravesando
parte de las murallas mediante una grieta hecha en estas por uno de sus arietes.
Además, con escalas y construyendo una torre de asalto en la muralla, consiguieron
entrar pese a la fuerte resistencia de los ciudadanos. Después de tomar las
murallas los legionarios ocuparon el ágora de la ciudad donde pasaron la primera
noche, los cartagineses estaban demasiado debilitados como para contraatacar.10

Tras entrar en la ciudad, los romanos fueron recibidos por una verdadera lluvia de
lanzas, piedras, flechas, espadas e incluso tejas que lanzaban desde los tejados de
sus casas. Los romanos tuvieron que detener su marcha y con tablones, pasaron de
vivienda en vivienda acabando con los habitantes de la ciudad, la mayoría de los
cuales lucharon hasta la muerte. Durante seis días con sus noches los romanos y los
cartagineses entablaron una gran batalla urbana, cuyo resultado iba favoreciendo a
los primeros. El objetivo de las legiones era tomar completamente la ciudad,
finalizando con la captura de la ciudadela fortificada de Birsa, ubicada sobre la
cima de una colina escarpada, en el corazón de la ciudad, punto a donde se dirigían
los defensores en su continuo retroceder. Los romanos avanzaban demoliendo muros,
abriéndose camino a través de montañas de ruinas o pasando por los techos de las
casas y los edificios. Las tropas de Escipión arrancaron las placas de oro de los
templos sumando todo esto a una gran destrucción.

Los últimos supervivientes de la batalla, unos 50 000, se refugiaron en el templo


de Eshmún (Esculapio para los romanos), situado en Birsa, junto a su necrópolis
sagrada. Allí, la mayor parte de los púnicos rogaron a Escipión que tuviera
clemencia con ellos, incluso Asdrúbal, quien había logrado escapar tras la
destrucción de su ejército y dirigía la defensa de la ciudad. Escipión prometió
respetarles la vida. Solo quedaron en el templo los desertores romanos (cerca de un
millar), que sabiendo que serían ejecutados, se suicidaron, y también la mujer de
Asdrúbal, que vestida con una túnica de gala, insultó a su marido y a los romanos
diciendo «vosotros, que nos habéis destruido a fuego, a fuego también seréis
destruidos» y se lanzó a las llamas del fuego (hay versiones que dicen que
acuchilló a sus hijos y los lanzó consigo al fuego). Los desertores también se
sacrificaron en la misma pira. Una vez esto ocurrió, el flemático Escipión Emiliano
comenzó a llorar, y gritó en griego una frase de la Ilíada (libro IV): «Llegará un
día en que Ilión, la ciudad santa, perecerá, en que perecerán Príamo y su pueblo,
hábil en el manejo de la lanza». Cuando el historiador griego Polibio le preguntó
por qué había recitado aquellos versos, el general romano le contestó: «Temo que
algún día alguien habrá de citarlos viendo arder Roma».10

Destrucción de la ciudad
Artículo principal: Batalla de Cartago (149 a. C.)

Ruinas de Cartago.
Los supervivientes fueron todos reducidos a la esclavitud y la ciudad fue
totalmente saqueada tras su toma;11 sin embargo, la mayor parte se conservaba aún
en pie. Después de la caída de Cartago se presentó en el sitio una comisión del
Senado romano para decidir qué se haría con ella. Según los indicios, el mismo
Escipión Emiliano y algunos senadores eran partidarios de que la ciudad se
conservase, pero la mayor parte de la comisión se puso de parte de la opinión de
que fuese destruida, seguramente aún bajo la influencia de los deseos del ya
fallecido Catón. Por tanto, la historia oficial afirma que Escipión ordenó a las
legiones destruir totalmente la ciudad hasta los cimientos.

Las demás ciudades del norte de África que apoyaron a Cartago en todo momento
corrieron la misma suerte. Las que se rindieron desde el comienzo de la guerra,
como Útica, fueron declaradas libres y conservaron sus territorios. Las antiguas
posesiones de Cartago constituyeron la nueva provincia romana de África,
descontando algunos territorios entregados a los hijos de Masinisa como premio por
su ayuda a Roma durante la guerra.

En el cine y la literatura
La tercera guerra púnica es el eje central de la novela Cartago: El imperio de los
dioses, del escritor gaditano Emilio Tejera Puente.

Referencias
Caro, 1828, pp. 68
Hooke, 1828, pp. 33
Smith, 1854, pp. 543
Sayles, 2007, pp. 5
Roberts, 2004, pp. 74
Sidwell & Jones, 1997: 16
Falconer, 1923: 26
Goldsworthy, 2002, p. 395
Scullard, 2002: 310, 316.
Lago, José I. (2000). La III Guerra Púnica Archivado el 6 de enero de 2010 en la
Wayback Machine.. Cartago.
Scullard, 2002: 316
Bibliografía
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Traducción al inglés y comentarios de Falconer. Loeb Classical Library, Harvard
University Press. ISBN 0-674-99170-2.
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Hooke, Nathaniel (1818). The Roman history: from the building of Rome to the ruin
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Mira Guardiola, Miguel (2000). Cartago contra Roma. Las guerras púnicas. Aldebarán,
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Little, Brown & Company, Boston.
Wagner, Carlos G. (2001) [2000]. Cartago: una ciudad, dos leyendas. Aldebarán,
Madrid, ISBN 84-95414-07-4.
Véase también
Guerras púnicas
Primera guerra púnica
Segunda guerra púnica
Enlaces externos
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