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RESUMEN
Se revisa el desarrollo del pensamiento sanitario a lo largo del Siglo XX. Se parte de la
premisa de la existencia de un pensamiento sanitario, identificable por el enfoque colectivo y social
adoptado por los autores. Se divide el período en grandes etapas, preferentemente determinadas por
acontecimientos históricos y políticos: los principios o la primera mitad del Siglo, el período posterior
a la 2ª Guerra Mundial, las décadas del 50 y 60, las del 70 y 80 y, finalmente, la década del 90. Se
discuten los rasgos salientes en cada etapa, haciendo hincapié en los modelos predominantes de
organización sanitaria de cada momento, en la posición desde la cual se ubicaban las sucesivas
generaciones de sanitaristas, en los instrumentos de gestión preferentemente empleados y en los
principios lógicos que sustentaron las acciones de salud desarrolladas. Se rastrean los orígenes
conceptuales en que se inspiró la corriente de calidad predominante en los '90, evocando aportes de
Avedis Donabedian publicados en los '70. Se concluye que el pensamiento sanitario fue cambiando
su punto de enfoque a lo largo del Siglo.
Palabras clave: medicina sanitaria, salud pública, evolución histórica, historia del pensamiento,
calidad en salud.
Abstract
The development of the health care thinking during the 20th Century is reviewed. It starts
from the premise that the health care thinking actually exists and can be identified as the collective
and social focus adopted by different authors. The period under study is divided into wide stages,
preferably established by historical and political events: the beginning or first half of the Century, the
'50 and '60 decades, the '70 and '80 ones and, finally, the '90 decade. Prominent characteristics of
each stage are discussed, stressing on the predominant models of healthcare systems at each time, the
point of view from which the consecutive generations of specialists in Public Health looked at, the
management tools that preferably they used and, the logical principles that supported their actions.
Conceptual origins that inspired the quality movement dominating the '90 were traced, by bringing to
mind Avedis Donabedian's contributions published in the '70. We conclude that the health care
thinking suffered a position's change of focus on the Health System along the Century.
Key words: health care policy, public health, historical evolution, history of thinking, quality in
health care.
* Médico Sanitarista. Profesor de Políticas de Salud, Maestría en Salud Pública, Universidad de Buenos Aires
Presidente del Instituto Técnico para la Acreditación de Establecimientos de Salud (ITAES). Ex Subsecretario
de Salud del Gobierno Nacional.
Paraguay 631 6º Piso “B” 1057 Ciudad de Buenos Aires- E-mail: arce@satlink.com
ANTECEDENTES
En diferentes oportunidades, motivado más por el interés de entender el estado actual del objeto
de estudio, que por vocación en la investigación histórica, encaré el análisis evolutivo de algunos
aspectos del sistema de salud, con el fin de encontrar en las causales de los antecedentes,
explicaciones valederas para interpretar los fenómenos a los que estamos asistiendo.
En esta línea de trabajo exploré, en primera instancia, la evolución del concepto de
hospital desde su "medicalización" en el Siglo XIX, hasta las características de su funcionamiento
actual (1,2,3). Más tarde procuré, junto con otros autores, encontrar una "taxonomía" que permitiera
definir el modelo de organización sanitaria prevalente, en cada momento político del Siglo XX
(4,5,6). Posteriormente, revisé los cambios y identifiqué las tendencias que se estaban produciendo en
el Sistema de Salud, a partir de la hiperinflación de 1989/90 (7,8,9). Finalmente, aporté algunos
elementos para evocar la diferenciación de la profesión médica, desde los orígenes de la humanidad
hasta su ejercicio actual (10,11).
INTRODUCCIÓN METODOLÓGICA
Los trabajos citados no fueron investigaciones históricas propiamente dichas, más bien se
basaron en la identificación de hitos destacados y de procesos políticos de alcance universal. La
racionalidad de sus consideraciones, responde más al análisis político-económico sustentado en datos
técnicos que a la metodología científica aplicada a la investigación de hechos históricos. Se utilizan
aquí información de origen periodístico, datos cualitativos, estudios de "caso", referencias
documentales, etc.
En mi opinión, ambas vías de abordaje son igualmente legítimas: la investigación histórica
aporta datos parciales para acceder a conclusiones generales; el análisis político parte de las
consideraciones generales para interpretar hechos individuales. La Política Sanitaria, en tanto
disciplina política, debe necesariamente emplear ambas modalidades de análisis, siempre que sean
encaradas con la objetividad y el rigor de los conocimientos seriamente acopiados.
El enfoque histórico para interpretar los rasgos salientes de cada momento es, desde mi
punto de vista, un componente sustantivo para comprender sus determinantes y los factores
ambientales que los condicionaron. No niego el peso de las vertientes ideológicas predominantes en
cada circunstancia; tampoco creo en un determinismo histórico absoluto. Pero entiendo que la
autonomía de los impulsos ideológicamente sustentados, está fuertemente condicionada por las
circunstancias históricas y, que lo que los dirigentes o los estadistas en tal caso logran, es "cabalgar" a
favor de esos condicionantes; pocas veces en contra (12).
Creo pertinente analizar ahora la evolución del pensamiento sanitario en el curso del Siglo
XX. También me interesa discutir cómo emerge la tendencia al mejoramiento de la calidad, que
impregnó el campo de la salud en la década del 90, ya que constituye un fenómeno emblemático
presente, que refleja el dinamismo del enfoque sanitario y evidencia que el Sector Salud recibe
diversas influencias extrasectoriales. En particular, deseo analizar qué cambios conceptuales introdujo
Donabedian en el pensamiento sanitario, posibilitando la expansión de esta corriente.
El primer interrogante que cabe es si existe un pensamiento sanitario identificable y, más
aún, si éste tuvo alguna evolución. Voy a partir de una definición amplia: el pensamiento sanitario es
la forma de estudio y acción, mediante la cual la Medicina, la Política y/o los estadistas, analizaron los
problemas sociales y ambientales relacionados con la salud, mediante un abordaje colectivo antes que
individual, procurando establecer medios de acción apropiados para resolverlos.
En mi opinión, esta modalidad específica del pensamiento existe, y tuvo un
desenvolvimiento particular, influido por los grandes cambios políticos y económicos ocurridos
durante el Siglo, por las diversas características que fueron adquiriendo los sistemas de Seguridad
Social, así como por la visión predominante de los médicos y otros profesionales con vocación social
y ambiental.
Tras el último período evolutivo analizado, cabe preguntarse si el fenómeno de la Calidad, que
se expande en forma explosiva en la década del 90, responde a factores extrínsecos al Sector Salud o
es la consecuencia de un trazado histórico intrínseco que desemboca en los hechos actuales. En
realidad, ambas vertientes contribuyeron a que se desarrolle la Calidad como una idea-fuerza de
progreso, y no sólo como una variable a evaluar.
Lo primero que debe reconocerse es que la evaluación de la calidad de la atención médica no
es un hecho novedoso, ni es ajena al comportamiento tradicional de las instituciones de salud. Es
parte del desempeño habitual del trabajo hospitalario, desde los orígenes mismos de la Medicina
contemporánea. En efecto, la evaluación de historias clínicas, las recorridas de sala y la discusión de
casos en ateneo, son todas modalidades de evaluación de calidad, que fundamentan la lógica del
funcionamiento institucional de la atención médica: las decisiones compartidas, que posibilitan el
mayor respaldo científico de la conducta clínica.
En este sentido, la propuesta que ahora predomina de Medicina basada en evidencias, no hace
más que actualizar esa idea, apoyándose en una modalidad propia de la planificación: las normas o
protocolos de diagnóstico y tratamiento por problemas (o "clinical guidelines"). Desde los orígenes
de la Medicina de raigambre positivista y empírica, el conocimiento médico procura basarse en
evidencias. Lo que ahora se plantea es que, ante la inabarcable expansión, diversificación y ultra-
especialización del conocimiento científico, la práctica clínica se disperse en múltiples conductas
empíricas y diversidad de experiencias. Se procura entonces homogeneizar el comportamiento clínico
a través de conductas normativas. Pese al enorme desarrollo científico que las separa, esta disyuntiva
parece equivalente -siglos mediante- a la que se produjo después de la Revolución Francesa, entre
legitimar los conocimientos empíricos de todos los médicos, o retener esta facultad en los ámbitos
académicos, donde se generaban los conocimientos sólidamente fundados (58).
Pero detrás de esta tendencia, también se encuentra el anhelo gerencial de evitar, por ejemplo,
procedimientos diagnósticos no motivados por la necesidad de optar entre distintas alternativas
terapéuticas. Es decir, estandardizar la conducta profesional bajo la guía de un algoritmo lógico que
concentre más evidencias científicas que las que un médico podría reunir individualmente. La eficacia
de estas guías en el mejoramiento de la práctica asistencial ha sido objeto de un prolongado debate y,
en algunos países, forman parte de programas nacionales (59, 60, 61). Pero su tendencia a uniformar
conductas y a ubicar al equipo de salud como operador de esas actitudes uniformadas, también
cuestiona la propia profesionalidad del trabajo asistencial y la condición de arte de su ejercicio,
aunque sea aplicando criterios científicamente definidos (62). Se genera así una sorda resistencia (63),
cuando no una oposición franca de los médicos, para sujetar su actividad a la aplicación de guías
(51,64).
La diferencia fundamental entre las modalidades de evaluación y mejoramiento de la calidad
mencionadas hasta aquí -que tienen absoluta vigencia- y las que ahora vamos a abordar es que, en
aquéllas, el patrón de comparación sólo es el conocimiento científico vigente o el estado del arte. En
las modalidades de evaluación y de gerenciamiento que forman parte de la corriente actual de
Calidad, el patrón de comparación no sólo se basa en el estado del conocimiento, sino también en el
conjunto de elementos que intervienen en la atención: las expectativas y los derechos del paciente, el
medio-ambiente físico, el equipamiento, la organización administrativa, el análisis de costo-
efectividad de los procedimientos aplicados, los resultados clínicos y el impacto epidemiológico de
los servicios sobre la población.
¿En qué momento surge el concepto de Calidad, como parte del andamiaje académico que
sustenta a la Medicina y, en particular, al enfoque sanitario? A comienzos de la década del 70, un
profesor de Medicina Preventiva y Social de las Universidades de Michigan y Harvard (EE.UU.),
Avedis Donabedian, planteó un análisis teórico muy simple para interpretar el conjunto de
construcciones conceptuales y herramientas en que se apoya la administración de los servicios de
salud. En realidad -reflexionaba Donabedian- todo lo que analizamos e instrumentamos, lo hacemos
adoptando el punto de vista de alguno de los dos polos de la ecuación básica, sobre la que se asienta
el sistema de salud: la relación entre el médico y el paciente o, en términos de mercado, la oferta y la
demanda o, usando sus propias palabras, la necesidad y los recursos (65).
Cuando pensamos en la organización, planificación y asignación de los recursos de salud,
adoptamos -en una escala más compleja- el punto de vista del médico, el de la prestación de
servicios, el de la oferta o el de los recursos. Cuando evaluamos las enfermedades prevalentes en la
población, o la racionalidad de los recursos empleados, establecemos niveles de cobertura o
vigilamos los costos financieros de la atención, estamos adoptando el punto de vista del paciente o -
también en una escala más compleja- el de la financiación de los servicios, el de la demanda o el de la
necesidad. Pero existe un tercer punto de vista de esta ecuación básica, el del observador objetivo de
la relación médico-paciente, es decir, el abordaje integral de las necesidades y los recursos y, el patrón
de medida adecuado para esta posición, es la evaluación de la calidad (66). A partir de este
razonamiento -brillante por su simplicidad- Donabedian habilitó un nuevo campo de estudio, en la
administración de servicios de salud.
La Calidad ocupó desde entonces un espacio tan importante, que aún los instrumentos que
anteriormente estaban orientados por los puntos de vista del médico o del paciente, tomaron como
base conceptual para el análisis a la Calidad. Así, se introdujo la planificación, programación y
normatización de los servicios, en función de las necesidades de mejoramiento de la calidad. Por el
otro lado, también se promovieron coberturas y planes de salud, diseñados para mejorar la calidad en
función de las necesidades y expectativas de los pacientes. Es frecuente encontrar hoy trabajos
publicados sobre experiencias en organismos estatales, por ejemplo, presentados como evaluación de
la calidad de..., mientras que en otra época se hubieran titulado como planificación o programación
de....
Otra influencia destacada en el desarrollo de la corriente de Calidad en el campo de la salud,
puede encontrarse en el desarrollo paralelo que tuvo este fenómeno en el sector de la producción
industrial. En este campo, el control de la calidad de los productos y servicios, fue inherente como
componente explícito -desde sus orígenes- al desarrollo mismo de las escuelas y teorías, que se
fueron enunciando respecto al gerenciamiento de las empresas. Debería analizarse en forma
pormenorizada esta evolución y, en qué medida se reflejaron estas teorías originadas en el modelo
industrial en las distintas modalidades de gestión de la calidad aplicadas a los servicios de salud. Pero
este análisis implica una exposición tan extensa como el presente trabajo y ha sido presentado en otra
publicación (67).
Sin embargo, debe admitirse como fenómeno novedoso en el Sector Salud, la presencia
creciente de métodos, denominaciones, modelos de evaluación, modalidades de gestión y
profesionales especializados, propios del campo de la producción industrial y del comercio. En
efecto, algunos servicios más comparables a una línea de montaje, como Hemoterapia, Laboratorio o
Diagnóstico por Imágenes, procuran certificar sus procesos con Normas ISO, que fueron elaboradas
para todo tipo de empresa, no específicamente las de servicios de salud. Diversos consultores o
administradores de empresas, recomiendan estrategias de marketing y modelos de gerenciamiento,
orientados a la "satisfacción del cliente". Del mismo modo, para adecuar la organización hospitalaria
a una administración descentralizada, se habla "reingeniería" institucional e, incluso de la
incorporación de "ingenieros gerenciales". ¿Cómo explicar la presencia de este fenómeno, propio de
la década del 90?
Una de las tendencias económicas que se ha manifestado con características de universalidad,
en las tres últimas décadas del Siglo XX, ha sido la de la terciarización( de la Economía. Es decir, un
mayor crecimiento relativo del sector terciario o de servicios (comercio, servicios públicos y
privados), con respecto a los sectores primario o extractivo (materias primas o "commodities") y
secundario o manufacturero (industrias). De tal modo, que la participación del sector terciario en el
producto bruto nacional y en la inversión bruta, es proporcionalmente mayor cada vez. Esta
tendencia sería irreversible, ya que está vinculada al desarrollo tecnológico; es el sector terciario el que
actualmente funciona como tomador de mano de obra, frente a los otros que la expulsan, por la
incorporación de tecnología.
Dentro del sector terciario, los servicios de salud, que forman parte de ellos, han sido también
beneficiarios de la corriente de inversiones dirigidas a esta área de la Economía. En la Argentina
fueron evidentes, durante la década del 90, la concentración de capitales en el subsector privado, las
inversiones extranjeras, la posibilidad de que se tercerice la atención por empresas privadas de
poblaciones cubiertas por la Seguridad Social, o la contratación de consultoras internacionales para
reconvertir instituciones públicas o privadas. A través de este encadenamiento de hechos económicos
y tendencias, la inserción del factor Calidad -con los rasgos propios del sector productivo- como
elemento extrínseco, se engarza con las vertientes intrínsecas descriptas más arriba. Por esta vía, el
modelo industrial o productivo ejerció su influencia en el campo de la salud.
CONSIDERACIONES FINALES
Esta recorrida acerca de la evolución histórica del pensamiento sanitario, muestra que diversos
paradigmas se sucedieron para signar, a lo largo del siglo, los propósitos, los instrumentos y también
los patrones de análisis de los sanitaristas que protagonizaron cada etapa. No existieron criterios y
conceptos ajenos a los condicionantes espaciales y temporales; éstos se han ido adaptando a las
circunstancias condicionantes. Una prueba más de que las políticas de salud, carecen de autonomía, y
están fuertemente condicionadas por el marco político, económico y social en que deben
desenvolverse (68). Lo común a todas las etapas ha sido el enfoque social o colectivo, en lugar y/o
como complemento del enfoque clínico individual.
En la primera mitad del Siglo XX, el enfoque sanitario se presentó con carácter esencialmente
episódico, en función de circunstancias laborales, epidemias o decisiones políticas. La intervención
del Estado en los sectores sociales y, especialmente en salud, era tangencial y subsidiaria. La salud no
formaba parte de la cosa pública. Al término de la Segunda Guerra Mundial, los servicios sociales y,
la salud como parte de ellos, pasan a ocupar el centro de la escena en la implementación del Estado
de Bienestar. El protagonista principal de las reformas al Sector Salud de ese momento, fue sin duda
el Ministerio de Salud nacional de cada país y, en ese marco se incorporaron los sanitaristas, como
mano de obra profesional especializada. De tal modo que las generaciones de sanitaristas formadas
en estas circunstancias, se posicionaban en el vértice de la pirámide imaginaria que representaba al
conjunto del Sistema de Salud, dirigido u orientado por el Ministerio nacional del área, según las
particularidades de cada país. Esta posición o enfoque desde el vértice se expresaba a través de
trabajos publicados, artículos y documentos políticos, sustentados principalmente en el instrumento
planificación. En este sentido, el Servicio Nacional de Salud británico ocupó un papel emblemático.
En las décadas del 70 y el 80, adquiere protagonismo una nueva función, la de los terceros
pagadores, producto del desdoblamiento entre la prestación o provisión de servicios u oferta y, la
financiación o compra de servicios o demanda. Los sistemas se fragmentan, no sólo en estos dos
polos complementarios, sino también en el interior de ambos extremos. Los organismos estatales
encargados de regular estos sistemas fragmentados se descentralizan. Los respectivos Ministerios
nacionales reducen sus intervenciones en la conducción del Sector. La mano de obra de los
sanitaristas, especializada en la administración de servicios de salud, es requerida ahora desde la
conducción de las diversas instituciones que integran el sector. De tal modo que la nueva posición
predominante de estas generaciones de sanitaristas, ha transitado desde el vértice de la pirámide
imaginaria del Sistema de Salud, al vértice de las instituciones que forman parte de él. El instrumento
principal desde esta nueva posición, es el gerenciamiento de las instituciones y la evaluación de la
atención médica o auditoría médica.
En la década del 90, el eje orientador del enfoque sanitario pasa a la base de la pirámide del
Sistema de Salud. El crecimiento de la corriente de mejoramiento de la calidad, ubica a las nuevas
camadas de sanitaristas, evaluando desde una posición objetiva, la relación entre el médico y el
paciente, entre la provisión y la financiación de los servicios de salud, o entre la oferta y la demanda.
El instrumento central, desde este nuevo punto de vista, es la evaluación y la medición de la calidad.
Los rasgos predominantes de esta etapa, no significan que los instrumentos típicos de las etapas
anteriores se hayan abandonado. Por el contrario, han sido incorporados y enriquecidos con las
nuevas vertientes de análisis. Se ha pasado de una actitud sanitaria, sustentada en ciertos modelos
paradigmáticos, el Servicio Nacional de Salud británico, la Seguridad Social alemana, el Seguro
Nacional de Salud canadiense, a una posición más flexible, dotada de ciertos instrumentos y
tecnologías de gestión, dispuesta a mejorar los sistemas existentes, en función de las necesidades y
expectativas de la población (69,70,71). Los ejemplos referidos son sólo algunos de los más cercanos,
aunque las citas al respecto podrían ser ampliadas considerablemente (ver Síntesis Figurativa).
Si se admite la interpretación histórica propuesta en este análisis, el pensamiento sanitario ha
transitado desde el vértice del Sistema de Salud, a los lugares de conducción o el vértice de las
instituciones que lo integran y, posteriormente, a la evaluación de la relación entre los actores del
Sistema, en la base de la organización sanitaria general. Pareciera que, al término de este tránsito,
concluye la historia; que se ha arribado al "fin de la historia", al decir de Francis Fukuyama (72). Pero
esta conclusión sería contradictoria con la base conceptual de este trabajo. No se realiza un análisis
de etapas históricas, para concluir que en la última etapa se ha llegado al estado ideal, porque el
modelo presente es ahistórico. Se procura, en cambio, rastrear en la historia las raíces de lo que
actualmente está ocurriendo, para hacer la prospectiva del curso que seguirán las tendencias
observadas y preparar los instrumentos adecuados para prevenir sus distorsiones.
OJO
AQUÍ VAN
1º CUADRO SINOPTICO
2º SINTESIS FIGURATIVA (en disquette original)
RECONOCIMIENTOS: el autor agradece a los Dres. Isabel Molinero y Carlos García Díaz por
sus comentarios y , al Dr. Aquiles Roncoroni, por sus observaciones.
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