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“JUDAS ISCARIOTE”

(Luc. 6:l6 # Mt. 27:3-5)

Vamos a considerar la vida de este discípulo de Jesús, bajo siete aspectos:

I) LA ELECCIÓN DEL DISCÍPULO NÚMERO DOCE.

. (Mt. 10:4; Mr. 3:19; Luc. 6:16; Jn. 6:64,70-71)

II) LA CASA SE LLENÓ DEL “OLOR DEL PERFUME”,

JUDAS, “DE OLOR DE MUERTE PARA MUERTE”.

. (Jn. 12:1-8; Mt. 26:6-13; Mr. 14:3-9) # (2ª Cor. 2:14-16)

III) ESCUCHEN LA OFERTA:

“TREINTA PIEZAS DE PLATA, POR EL SEÑOR”.

. (Mt. 26:14-16; Mr. 14:10-11; Luc. 22:3-6) è (Zac. 11:12-13)

IV) EN LA ÚLTIMA CENA JESÚS NOS PRESENTA A SU

INVITADO DE HONOR: “AL TRAIDOR”.

. (Mt. 26:21-25; Jn. 13:2, 10-11, 18-19, 21-30)

V) APARECE EN ESCENA “EL HIJO DE PERDICION”.

. (Jn. 17:12) è (Sal. 41:9)

VI) LA TRAICIÓN SE FIRMA CON UN BESO.

. (Mt. 26:47-50; Mr. 14:43-46; Luc. 22:47-48; Jn. 18:2-5)


VII) EL REMORDIMIENTO, “NO” SALVA.

. (Mt. 27:3-10; Hech. 1:16-20,25) è (Sal. 69:25; 109:8)

# (Jer.18:1-4; 19:1-3 è Zac. 11:12-13).

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I) LA ELECCIÓN DEL DISCÍPULO NÚMERO DOCE

(Mt. 10:4; Mr. 3:19; Luc. 6:16; Jn. 6:64, 70-71)

Siempre figura “el traidor”, como el último apóstol, en la lista de los doce. Su nombre es “Judas
Iscariote”, o “Ish Keriot”, “un hombre de Keriot”, o “Queriot” que es una ciudad de Judá
(Jos.15:21-25). Así, resulta ser que solamente este apóstol era originario de Judea, en tanto que
todos los demás, eran galileos; arrojándonos esto bastante luz sobre su historia posterior - (Los
habitantes de Judea pensaban que nada bueno podría salir de Nazaret y también,
menospreciaban a los Galileos - Jn. 1:46; 7:52).

Se lo llama a Judas como: “Judas Iscariote, hijo de Simón” (Jn. 6:71), sin especificarnos las
Escrituras, quien era ese “Simón”.

Es de destacar, que hay pocos nombres que ocurran con más frecuencia en el N.T. (*),
encontrando los siguientes:

1) El apóstol Simón, llamado también Pedro.

2) El apóstol Simón, llamado también Zelote, o el cananeo.

3) Simón el hermano de nuestro Señor (Mt. 13:55).

4) Simón el leproso, en cuya casa tuvo lugar la unción (Mt. 26:6).

5) Simón el cirineo, que llevó la cruz (Mt. 27:32).

6) Simón el fariseo (Luc. 7:40).

7) Simón el mago de Samaria (Hech. 8:9).

8) Simón el curtidor (Hech. 9:43).

9) Simón Niger, de Antioquía (Hech. 13:1).

Sería curioso saber si Judas, fue el hijo de alguno de estos “Simón” mas no hay indicio bíblico, ni
modo de averiguarlo.

Pero es notable digno y solemne que antes del llamamiento, Cristo, pasó una noche de oración
solitaria (Luc. 6:12, literalmente expresa: “pasar la noche velando en la oración de Dios” – Lo cual
nos indica un “estado de recogimiento y de súplica intensa en la comunión de Dios”), en la ladera
de la montaña, luego, Jesús, al amanecer, convocó a “sus discípulos” y escogió de entre ellos
“doce” a quienes puso también el nombre de “apóstoles”, un círculo verdaderamente
representativo de los que se reunían alrededor de Cristo.

El Señor eligió a sus doce apóstoles, para que estuvieran con Él, y que Él pudiera “enviarlos a
predicar”, todos ellos, y que tuvieran, incluido Judas Iscariote, “poder para sanar enfermedades y
echar fuera demonios” (Mr. 3:13-15). Sin embargo, Judas no evitó que Satanás, entrase en él.

Probablemente sea inútil especular acerca de las razones que indujeron a Jesús a elegir a este
hombre como “uno de sus discípulos”. La respuesta básica podría estar incluida en pasajes tales
como (Luc. 22:22 - “el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado [en el conocimiento
divino]; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!”) y en (Hech. 2:3; 4:28), versículos
estos que hablan de la “predestinación”, y que explicamos, en mayor detalle, en el punto “IV”, al
hablar de: “El traidor en la mesa”.

(*) Nota: En el A.T., sólo encontramos el nombre de “Simón”, en (1ª Crón. 4:20) “Los hijos de
Simón:...”.

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Pero de estos “Doce”, Cristo sabía que uno era “diablo” (Jn. 6:70), como aquel ángel caído desde
la mayor altura a la mayor profundidad. La “apostasía” de “Judas el hijo de Simón Iscariot” - así
dice exactamente (Jn. 6:71) - , ya había comenzado en su corazón.

Y cuanto mayores habían sido la expectativa popular y el desengaño (“desde entonces muchos
de sus discípulos volvieron atrás - o sea se volvieron a su antigua manera de vivir -, y ya no
andaban con Él” - Jn. 6:66), mayores fueron la reacción y enemistad que siguieron.

La traición había comenzado y la muerte del Señor, se asomaba en el horizonte.

Este hombre, aunque completamente responsable de sus propias obras malas, era un
“instrumento del diablo” (Jn. 6:70-71) y mientras que, otras personas al sentir que ya no estaban
de acuerdo con las enseñanzas de CRISTO, o que no las toleraban, sencillamente se apartaban de
Él (Jn. 6:66), Judas, permanecía como si estuviera completamente de acuerdo con JESÚS.

Puesto que era una persona egoísta, no quería dejar de tener posibilidad de obtener venganza y
lucro, de la actividad santa y desinteresada del Señor, cuyo “amor hasta lo sumo (Jn. 13:1)”, no
comprendía el alma satánica del traidor.
La participación en el ministerio de los “Doce” corresponde a un acto soberano de Dios, quien a
veces utiliza a hombres réprobos para sus economías [por ejemplo Balaam (significa “devorador”
o “glotón”) el cual siendo un hombre religioso, sucumbe ante la tentación de la avaricia (Núm.
22), buscando solamente hacer negocios con su don]. Así también, Judas, es el apóstata que
profesa la verdad y que traiciona deliberadamente, lo cual el Señor conocía de antemano,
“porque Jesús sabía desde el principio quienes eran los que no creían, y quien le había de
entregar” (Jn. 6:64).

Aquí, la expresión “Jesús sabía desde el principio”, debemos interpretarla en el sentido que el
Señor, conocía desde el mismo momento en que la hipocresía; la ambición y la codicia, entraron
en el corazón, la mente y la voluntad del “traidor”, y no que sabiéndolo de antemano - ya que el
Señor, había limitado su presciencia divina en su humanidad, “al despojarse a sí mismo y tomar la
forma de siervo” (Filip. 2:6) -, eligió al discípulo, “para que la Escritura se cumpliese” (Jn. 17:12).

Sin intentar sondear el abismo misterioso del elemento satánico de su apostasía, podemos
rastrear el curso seguido por Judas en su desarrollo psicológico.

No podemos considerar a Judas como un monstruo, sino como uno que tenía pasiones
semejantes a las nuestras, externamente, él no escandalizaba a sus semejantes, ni desentonaba
entre los doce. Aunque es cierto que padecía de una terrible pasión dominante en su alma: la
“codicia”, su deseo desmedido de poseer riquezas; su “ambición”, su deseo apasionado de poder;
y, tal vez, fama.

Los pensamientos que había encandilado su imaginación y que le indujeron a seguir al Mesías
habían sido enfocados hacía el “Rey de Israel”. Pero los hechos reales, gradualmente y de modo
progresivo, le fueron desengañando.

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El Reino de Cristo resultaba ser otra cosa a la esperada por Judas; la realeza y riquezas que
hacían brillar sus ojos eran muy otras, y sus sentimientos hacía su Maestro y futuro Rey se
tornaron en odio y resentimiento hacía Jesús.

Su confianza empezó a vapulearse cuando Juan el Bautista fue decapitado (Mt. 14:10). ¿Así
terminaban los seguidores del Rey?; ¿ese había sido el mayor profeta del Señor? (Luc. 7:28).

¡Baya, Qué contraste!, venía mal la cosa.

Su próximo desengaño vendría cuando Jesús impidió que le hicieran Rey (Jn. 6:15).
¡¿Por qué no, si era Rey?! Pero, en lugar de aceptar, ¡se retiró sólo, al monte! y luego dice que
“su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida” (Jn. 6:55). Evidentemente, este
hombre no está en sus cabales, razonaba Judas. Y así, fue descendiendo escalón tras escalón,
hasta que su idealismo mesiánico se quebró y se transformó en “instrumento del diablo”.

Que hizo que este privilegiado discípulo convirtiera en el traidor que estregó a Jesús?:

¿Fue su orgullo herido, la ambición defraudada, la codicia profundamente enquistada y el temor


de ser expulsado de la sinagoga? (Jn. 9:22).

Sin duda todas estas cosas estaban incluidas, pero, indudablemente, había entre el corazón
completamente egoísta de Judas y el corazón infinitamente abnegado y generoso de Jesús, un
abismo tan inmenso que, una de dos, o imploraba al Señor que le diera la gracia de la
regeneración y de la completa renovación - petición que el traidor, no quería hacer - o debía
ofrecer su ayuda “para deshacerse de Jesús”. Alternativa, esta, que él eligió.

Una cosa, sí es cierto: La espantosa tragedia de la vida de Judas, no prueba la impotencia de


CRISTO, sino ¡la impenitencia; la obstinación en el pecado, del apóstol número doce!, “... mas ¡ay
de aquel hombre ...!”, dijo el Señor (Mt. 26:24).

Judas, al ver que su “Maestro” ya no podía ser el “Rey” que él esperaba, y que, en lugar de
buscar el trono, se dedicaba a exaltar el antagonismo de los líderes de la nación (Luc. 22:2 – “Y
los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo”), su
mente sin regeneración, no vio otra solución y, satánicamente inspirado, codicia en grado tal, que
cambia a su Maestro por un valor equivalente al que se pagaba por un esclavo.

De alguna manera, podemos concluir diciendo que, ya, en esta circunstancia, se pone de
manifiesto que Satanás, había subyugado “el corazón y los sentimientos” de Judas.

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