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Una montaña, ¿para mirar? ¿o para escalar?

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Japón

A MENUDO la primera vista que el viajero obtiene del Japón


es la cumbre del monte Fusi Yama, o Fuji-Yama, descollando
tímidamente sobre las nubes en señal de bienvenida. Esa vista no
se olvida fácilmente. Prescindiendo de lo muy a menudo que se
haga el viaje, uno siempre vuelve a buscar la familiar vista del
pico entre las nubes. En el caso de algunas personas, esa
primera vista comienza cierta clase de amistad con la montaña
que al fin los convierte en observadores confirmados del Fusi
Yama. Sin embargo, otros se sienten tentados a subir por sus
laderas para escalar hasta la nublada cima.
Esta fascinación con Fuji-San, como llaman los japoneses a la
montaña (san es montaña en japonés), de ningún modo es
nueva. Desde tiempos remotos la gente de esta nación insular se
ha interesado en el monte Fusi Yama. La más antigua antología
del Japón, compilada en el siglo octavo, contiene muchos poemas
que expresan el deleite y la admiración que los antiguos sentían
por Fuji-San.
Tal vez en el principio esto se fundaba en el temor, debido a
las muchas erupciones volcánicas que formaron el Fusi Yama. De
las que hay registro en la era común, se produjeron 18 de 781 a
1707 E.C. Los sintoístas creían que las erupciones eran obra de
la diosa de la belleza y la virtud, y efectuaban ritos para
apaciguarla. Más tarde, los sacerdotes budistas edificaron el
templo Dainichi en la cima de la montaña y enterraron allí
escrituras budistas. Así comenzó una tradición de ascetismo en la
que los ascetas escalaban la montaña y rendían homenaje al
Buda de Dainichi como gobernante del universo, y adoraban el
fuego del cráter.
Aunque sin duda algunas personas todavía sienten esa
adoración religiosa por el Fusi Yama, la mayoría se contenta con
ver en la montaña un símbolo de la belleza de su país. La forma
casi perfectamente cónica del volcán definitivamente atrae el
sentido de belleza simétrica de la gente. La atracción que los
japoneses sienten por el Fusi Yama se demuestra por el hecho de
que han dado el nombre de esa montaña a bancos, negocios y
productos, y hasta el billete de 500 yenes tiene el Fuji-San
retratado en el dorso.
Contribuye a la atracción del Fusi Yama el hecho de que está
situado en un marco sumamente favorable. La zona del monte,
que al norte tiene cinco lagos pintorescos, al este y sudeste el
Parque Nacional Izu-Hakone, al sur el océano Pacífico y al oeste
los Alpes meridionales, es en toda su extensión un regalo a la
vista. Además, el clima es sumamente moderado y atractivo para
el visitante, lo cual ha producido un excelente paraje donde pasar
las vacaciones.
Para mirar
Es natural que Fuji-San, una montaña independiente que da la
impresión de elevarse directamente desde el llano, reclame
mucha atención de las personas que se encuentran en sus
alrededores. El ver el Fusi Yama saltar de súbito a la vista del
viajero cuando éste sale de una curva de la carretera siempre
produce una agradable sacudida a los sentidos. Por supuesto, la
montaña no es visible todos los días del año. A veces queda
completamente invisible. Cuando la zona está envuelta en nubes
parece que allí no hay montaña alguna.
Imagínese la cima coronada de nieve al amanecer de un
fresco día invernal; note el contraste entre los cielos azules y la
resplandeciente nieve rosada. La puesta del Sol no es menos
excitante. A medida que el Sol se hunde en el Pacífico deja un
resplandor crepuscular de color rojo anaranjado en las laderas del
Fusi Yama. ¿Y qué hay de las mañanas veraniegas en las que la
luz solar hace jugarretas con la ceniza volcánica en la cima sin
nieve, de modo que el monte primero parece de color púrpura y
entonces azul y después rojo y pardo, y finalmente desaparece de
la vista en la bruma estival?
También están esas sobresalientes formaciones nubosas que
atraen al observador. Dependiendo de la hora del día, el Fuji-San
puede dar la apariencia de tener un halo o de llevar puesto un
sombrero de señora, o hasta de estar rodeado por un anillo de
nubes a través del cual solo pueden verse porciones y trocitos de
la montaña. Estas formaciones nubosas no solo cambian la
apariencia del Fusi Yama, sino que también permiten que las
personas de la localidad predigan el tiempo. Para las personas
que propenden a lo romántico, pocas cosas pueden igualar el
espectáculo del Fusi Yama en otoño con su nueva capa de nieve,
brillando, bajo la luz de la Luna, sobre los campos recién segados
de las laderas.
Para escalar
No se conoce el momento preciso en que la gente comenzó a
escalar el Fuji-San, pero unas descripciones que se registraron en
el siglo octavo son clara manifestación de que el escritor mismo
escaló el monte. Las peregrinaciones religiosas comenzaron a
subir con regularidad alrededor del siglo 12, y del siglo 17 en
adelante se formó una asociación de peregrinos llamada “Fujiko.”
Aún puede verse a estos peregrinos de la “Fujiko,” vestidos de
largas ropas blancas, mientras suben por las veredas, u
ofreciendo oraciones en la cima de la montaña.
Aunque el Fusi Yama, que tiene una elevación de 3.779
metros, es la montaña más alta del Japón, de ningún modo es la
de más difícil ascenso. Por lo suave de sus laderas, es más bien
una montaña para el excursionista que para el alpinista
consumado. Casi cualquier persona con ropa apropiada puede
escalar con éxito una de las seis veredas que llevan a la cima.
Puesto que su base de 906 kilómetros cuadrados se extiende
sobre las tres prefecturas de Yamanashi, Shizuoka y Kanagawa,
hay varias vías de acceso a la montaña. Hay 10 estaciones en las
veredas, y cada una está equipada de modo que el excursionista
pueda descansar y refrescarse. Cada estación tiene una cabaña
de piedra en la que muchos pasan la noche antes de subir a la
cima a tiempo para la salida del Sol. Otros comienzan a subir al
caer la noche y pasan toda la noche escalando la montaña.
Es un deleite ver la rica variedad de fauna silvestre que
ofrecen las veredas que atraviesan las arboledas de los niveles
inferiores de la montaña, pero a los excursionistas siempre se les
advierte que no se salgan de las veredas. No pocos escaladores
han perdido la vida por desatender este consejo. Debido a la
atracción magnética de la lava, las brújulas pierden su eficacia en
muchos lugares de la montaña. Además, el escalar la montaña
fuera de temporada puede ser peligroso. En los meses más fríos
el tiempo es impredecible y sumamente caprichoso. La temporada
oficial es del 1 de julio al 31 de agosto.
La meta de la mayoría de los escaladores es obtener una vista
clara del amanecer desde cualquiera de los ocho lugares
ventajosos de la cima de la montaña. Cuando hay buena
visibilidad, la vista ciertamente es espectacular. Pero es triste
decir que todos los años miles de excursionistas quedan
desilusionados al ver solo nubes después de haber pasado horas
subiendo, lado a lado con otros, por una de las laderas cubiertas
de escoria volcánica.
Es triste decir que una secuela de toda esta atracción es que
los peregrinos, observadores y esquiadores dejan tras de sí una
montaña de desechos. El año pasado la Agencia Ambiental del
Gobierno anunció que los más de tres millones de excursionistas
que visitaron el monte Fusi Yama durante ese año dejaron 164
toneladas de basura en la ladera Yamanashi y otras 80 toneladas
en la ladera Shizuoka del monte. Por esta razón algunos grupos
han comenzado a oponerse al desarrollo de la zona del Fusi
Yama. Opinan que la belleza natural del Fusi Yama debe dejarse
intacta, que no se debe desmeritar a causa del turismo.
Prescindiendo de nuestra preferencia, la de ser observadores
o ser escaladores, deseamos mantener un punto de vista
equilibrado de las cosas creadas. En vez de caer en el lazo de
adorar el objeto, debemos temer respetuosamente a Jehová Dios,
el Hacedor de todas las cosas hermosas. Al hacer eso no solo
estaremos disfrutando de la creación, sino que la respetaremos lo
suficiente como para retraernos de estropearla. Así, la belleza
natural quedará para deleitar a otros en el futuro.
[Nota a pie de página]
Toda la nieve desaparece de junio a octubre. La mejor época
para ver el Fusi Yama cubierto de nieve es de diciembre hasta
abril, inclusive.

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