emprende la tarea con renovado ímpetu y date por satisfecho
si la mayor parte de tus acciones son bastante más humanas y ama aquello a lo que de nuevo encaminas tus pasos, y no retornes a la filosofía como a un maestro de escuela, sino como los que tienen una dolencia en los ojos se encaminan a la esponjita y al h u e v o c o m o otro acude a la cataplasma, como otro a la loción. Pues así no pondrás de manifiesto tu sumisión a la razón, sino que reposarás en ella. Recuerda también que la filosofía sólo quiere lo que tu naturaleza quiere, mientras que tú querías otra cosa no acorde con la naturaleza. Porque, ¿qué cosa es más agradable que esto?, ¿no nos seduce el placer por su atractivo? Mas examina si es más agradable la magnanimidad, la libertad, la sencillez, la benevolencia, la santidad. ¿Existe algo más agradable que la propia sabiduría, siempre que consideres que la estabili- dad y el progreso proceden en todas las circunstancias de la facultad de la inteligencia y de la ciencia?
10. Las cosas se hallan, en cierto modo, en una envoltu-
ra tal, que no pocos filósofos, y no unos cualquiera, han creído que son absolutamente incomprensibles; es más, in- cluso los mismos estoicos las creen difíciles de comprender. Todo asentimiento nuestro está expuesto a cambiar; pues, ¿dónde está el hombre que no cambia? Pues bien, encamina tus pasos a los objetos sometidos a la experiencia; ¡cuán efímeros son, sin valor y capaces de estar en posesión de un libertino, de una prostituta o de un pirata! A continuación, pasa a indagar el carácter de los que contigo viven: a duras penas se puede soportar al más agradable de éstos, por no decir que incluso a sí mismo se soporta uno con dificultad.
Sobre el uso y la eficacia de esta práctica curativa, cf. PMNIO, His-