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ha vivido o es incierto; insignificante es, por tanto, la vida


de cada uno, e insignificante también el rinconcillo de la tie-
rra donde vive. Pequeña es asimismo la fama postuma, in-
cluso la más prolongada, y ésta se da a través de una suce-
sión de hombrecillos que muy pronto morirán, que ni
siquiera se conocen a sí mismos, ni tampoco al que murió
tiempo ha.
11. A los consejos mencionados añádase todavía uno:
delimitar o describir siempre la imagen que sobreviene, de
manera que se la pueda ver tal cual es en esencia, desnuda,
totalmente entera a través de todos sus aspectos, y pueda
designarse con su nombre preciso y con los nombres de
aquellos elementos que la constituyeron y en los que se
desintegrará. Porque nada es tan capaz de engrandecer el
ánimo, como la posibilidad de comprobar con método y
veracidad cada uno de los objetos que se presentan en la
vida, y verlos siempre de tal modo que pueda entonces
comprenderse en qué orden encaja, qué utilidad le propor-
ciona este objeto, qué valor tiene con respecto a su con-
junto, y cuál en relación al ciudadano de la ciudad más ex-
celsa, de la que las demás ciudades son como casas. Qué
es, y de qué elementos está compuesto y cuánto tiempo es
natural que perdure este objeto que provoca ahora en mí
esta imagen, y qué virtud preciso respecto a él: por ejem-
plo, mansedumbre, coraje, sinceridad, fidelidad, sencillez,
autosuficiencia, etc. Por esta razón debe decirse respecto a
cada una: esto procede de Dios; aquello se da según el en-
cadenamiento de los hechos, según la trama compacta, se-
gún el encuentro casual y por azar. Esto procede de un ser
de mi raza, de un pariente, de un colega que, no obstante,
ignora lo que es para él acorde con la naturaleza. Pero yo
no lo ignoro; por esta razón me relaciono con él, de acuer-

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