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David Alvargonzález (1992) El sistema de


clasificación de Linneo. Oviedo: Pentalfa

Book · March 2019

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David Alvargonzález
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David Alvargonzález

El sistema de
clasificación de Linñeo

PENTALFA
C. Linneo (1707-1778) ocupa, sin duda, un lugar des-
tacado entre los clásicos de la historia de la biología, y
continúa siendo una referencia inexcusable a la hora
de discutir los problemas relativos a las clasificacio-
nes biológicas. Tradicionalmente se ha considerado a
Linneo como el paradigma de la biología esencialista
y fijista, anclada firmemente en el aristotelismo y en
la escolástica: efectivamente las obras de Linneo ante-
riores a 1753 ofrecen gran cantidad de textos que ex-
plícitamente avalan esta intepretación, de modo que
no es difícil entender las razones por las que el célebre
botánico sueco ha llevado siempre asociada la etique-
ta del fijisnio.
A nosotros nos parece posible, sin embargo, hablar de
una evolución del pensamiento de Linneo, evolución
que habría venido, de algún modo, forzada por los
propios materiales con los que tuvo la oportunidad de
trabajar. Las obras de Linneo posteriores a 1753 se
habrían ido alejando de los planteamientos escolásti-
cos que, sin duda, estaban presentes con anterioridad:
los géneros anteriores, propios de un sistema de clasi-
ficación descendente (que va de lo general a lo espe-
cial), habrían dejado paso a géneros posteriores, aso-
ciados a una vía de clasificación ascendente (que parte
de las especies para construir los géneros); el sistema
de denominación esencialista porfiriano habría resul-
tado desbordado por la propia variedad de los especí-
menes, y habría conducido a la nomenclatura bino-
mial; por último, las tesis sobre el carácter primitivo y
fijo de las especies habrían dejado paso a concepcio-
nes en las que la hibridación, gobernada por las leyes
de la Naturaleza, sería la responsable de las especies
actualmente presentes. Nos proponemos, en este ensa-
yo, estudiar las condiciones que llevaron al propio
Linneo a desbordar el marco conceptual tradicional,
con el objeto de rectificar el tópico simplista de un
Linneo fijista escolástico, y hacer así mayor justicia a
la complejidad de su obra. De este modo, creemos
también estar contribuyendo a hacer más inteligible el
hiato entre las taxonomías de inspiración escolástica y
el transformismo y evolucionismo ulteriores.

Portada: Linneo impartiendo una clase práctica en el campo, según


una litografía del siglo XIX.

PENTALFA EDICIONES
Apartado 360 ¡ 33080 Oviedo (España)
Biblioteca de Historia Natural
Dirigida por Alvaro Bueno Sánchez

'2
El sistema de clasificación de Linneo
Reservados todos los derechos. Queda terminantemente
prohibido reproducir este libro, total o parcialmente, sin
la previa y expresa autorización escrita del editor.

© Copyright 1992, Pentalfa Ediciones.


Apartado 360. 33080 Oviedo (España)

Diseño y composición: Piérides C&S


Edición preparada por: Meletea CJR
Tratamiento informático y filmación: AZ Fotocomposición
Imprime: Lidergraf. Gijón
ISBN: 84-7848-451-5
Depósito legal: AS-3170-92
DAVID ALVARGONZALEZ

El sistema de clasificación
de Linneo

PENTALFA EDICIONES
OVIEDO, 1992
Nota preliminar

La obra escrita que nos legó Linneo (1707-1778) es tan am-


plia que su mera enumeración ha dado lugar a repertorios biblio-
gráficos de varios centenares de páginas. Entre los más comple-
tos y exhaustivos y, por tanto, difícilmente mejorables, se encuen-
tra el de J. M. Hulth, Bibliographia Linneana (Uppsala, Almqvist
& Wiksells, 1907), y el de W. Heimann, A Catalogue of the Works
of Linnaeus (Estocolmo, Sanbergs Bokhandel, 1957). El libro de
R. Pulteney, A General View of the Writings of Linnaeus (Lon-
dres, J. Mawman, 1805, 2 1 ed.), es también de gran utilidad para
recorrer la obra del botánico sueco, contando, además, con el ali-
ciente de llevar añadido el diario del propio Linneo traducido al
inglés. Ante la imposibilidad de abarcar íntegramente toda la obra
linneana en el contexto de este ensayo, parece obligado adoptar
algún criterio selectivo. Ello es perfectamente posible toda vez que
muchos de los escritos de Linneo no afectan directamente al tema
que estudiaremos aquí: se trata de apuntes de viajes (Olandska
och Gothlünska Resa, Estocolmo y Uppsala, 1745; Watsgota
Resa, Estocolomo, 1747; Skanska Resa, Estocolomo, 1751; Iter
Hispanicum, Estocolmo, 1758; etc.), de tratados de farmacolo-
gía (Materia Medica in Regno Vegetabili, Estocolmo, 1749; Ma-
teria Medica in Regno Animali, Uppsala, 1750; etc.), o bien de
herbarios y descripciones de floras y jardines (Hortus Clzffortia-
nus, Amsterdam, 1737; Hortus Uppsaliensis, Estocolomo, 1748;
Flora laponica, Amsterdam, 1737; etc.). Toda esta importante
8 David Alvargonzález

bibliografía puede tener interés para el botánico especialista en


una flora determinada, o para el biógrafo linneano, pero no lo
tiene tanto (al menos, no es imprescindible) en el contexto de esta
obra que intenta discutir la lógica material implicada en el proce-
so de construcción del sistema de clasificación de Linneo.
Vaya entonces por delante que, aun habiendo tenido presen-
tes algunas obras de Linneo de interés estrictamente biográfico
o botánico, nuestro estudio se basa fundamentalmente en las obras
que pasamos a citar a continuación, pues son éstas las que resul-
tan significativas para el tema que nos ocupa.
Fundamenta Botanica quae majorum operum instar scien-
tiae botanicesper breves aphorismus tradunt (Amsterdam, apud
Salomonen Schouten, 1736), 1 ed. en 8, 35 pp. Hemos tenido
acceso a esta obra a través de la edición bilingüe (latín, español)
Fundamentos botánicos que en forma de aforismos exponen la
teoría de la ciencia botánica (Madrid, Imprenta Real, 1788), 8,
97 pp., traducción de Angel Gómez Ortega.
Methodus juxta quam physiologus accurate & feliciter con-
cinare potest historiam cujuscun que naturalis subjecti, sequenti-
bus hisce paragraphis comprehensa (Lugduni Batavorum, apud
Angelum Silvium, 1736). Esta obra es una hoja que normalmen-
te se incluía en la primera edición del Systema Naturae. En 1952
Karl P. Scmidt (1890-1957) tradujo esta pequeña obra al inglés
y la publicó en el Journal of the Society for the Bibliography of
Natural History, 2: 369-374. También fue reproducida ulterior-
mente por W.T. Stearn en las notas a la edición facsímil del Spe-
cies plantarum de la Ray Society, 1957 (vid. infra).
Critica Botanica in quae nomina plan tarum generica, speci-
fica, & varian tia examini subjiciuntur, selectiora confirmatur, in-
figna rejiciuntur; simulque doctrina circa denominationem plan-
tarum traditur (Leiden, Conradum Wishoff, 1737), la ed. en 8,
270 pp.
Genera plan tarum eorum que characteres naturales secundum
numerum, figuram, situm & proportionem omniumfructUicatio-
nis partium (Leiden, Conradum Wishoff, 1737), la ecl. 384 pp.
Nosotros hemos tenido la oportunidad de consultar la edición se-
gunda actualizada y enmendada (Leiden, Conradum Wishoff,
1742). Nuestras citas irán referidas, como viene siendo habitual,
a la edición quinta (Estocolmo, Laurentii Salvii, 1754), 500 pp.
El sistema de clasificación de Linneo 9

De esta edición existe además un facsímil (Weiheim, Cramer,


1960), con introducción de W.T. Stearn.
Classes plantarum. Seu Systemata plantarum omnia fructi-
ficatione desumta, quorum 16 universa/ja & 13 partialia, com-
pendiose proposita secundum classes, ordines et nomina generi-
ca cum clave cujusuis methodi et synonymis genericis (Leiden,
Conradum Wishoff, 1738), 1 ed., 659 pp.
Oratio de telluris habitabilis incremento (et Andraea Celsii
Oratio de mutationibus generalioribus quae in superficie corpo-
rum coelestium contingunt) (Leiden, Cornelium Haak, 1744), i a
ed., 104 pp.
Philosophia Botanica in qua explicantur fundamenta bota-
nica cum definitionibus parium, exemplis terminorum, observa-
tionibus rariorum, adjectis figuris aeneis (Estocolmo, Gedofr. Kie-
seweter, 1751), i a ed., 362 pp. Hay una edición facsímil (Wein-
heim, Cramer, 1967). Hemos tenido también presente la edición
española de Casimiro Gómez Ortega (Madrid, viuda et filii Petri
Marín, 1792), 426 pp., así como la de Antonio Palau Verdera,
Explicación de la filosofía y fundamentos botánicos de Linneo,
con lo que se aclaran y entienden fácilmente las instituciones bo-
tánicas de Tournefort (Madrid, Antonio Sancha, 1778), 295 pp.,
9 láms. Esta obra de Palau sigue en parte la Philosophia Botani-
ca introduciendo añadidos de la Critica Botanica y del propio
autor.
Systema Naturae, sive regna tria naturae systematica propo-
sita per classes, ordines, genera & species (Leiden, Theodorum
Haak, 1735), i a ed. La edición que hemos manejado de esta obra
es la décima (Estocolmo, Laurentius Salvius, 1758-59), t.I sobre
los animales, 824 pp.; t.II sobre los vegetales, 825 pp.; el tomo
III sobre los minerales no llegó a publicarse, conservándose los
manuscritos en la Linnean Society de Londres. La décima edi-
ción es la que se suele tomar como canon de esta obra pues en
ella Linneo extendió a los animales el sistema de nomenclatura
binomial. Esta edición es considerada internacionalmente como
la obra que da comienzo a la nomenclatura zoológica moderna.
Species plantarum, exhibentes plantas rite cognitas, ad ge-
nera relatas, cum differentiis specificis, nominibus trivialibus,
synonymis selectis, locis natalibus, secundum systema sexuale di -
gestas (Estocolmo, Laurentius Salvius, 1753), 1a ed., 2 vols. Hay
10 David Alvargonzález

un facsímil (Londres, Ray Society, 1957, vols. 140 142) con in-
troducción y apéndice de W.T. Stearn. Nosotros, aparte de este
facsímil, hemos tenido a la vista la versión española de D. Anto-
nio Palau Verdera (Madrid, Imprenta Real, 1788).
Ordines naturales. Esta es una pequeña obra de cuatro pági-
nas editada en 1764 y que, a partir de esa fecha, se introdujo en
la sexta edición del Genera plantarum. Tiene importancia aquí
por su tema. Se encuentra también reproducida en las notas de
W.T. Stearn a la edición facsímil del Species plantarum citada
más arriba.
Systema vegetabilium secundum classes, ordines, genera, spe-
cies cum characteribus et differentiis (Gotingae et Gothae, 1744),
i a ed. 844 pp. Hemos tenido también presente la traducción es-
pañola de Antonio Palau Verdera (Madrid, Imprenta Real, 1788),
713 pp.
JO David Alvargonzález

un facsímil (Londres, Ray Society, 1957, vols. 140 y 142) con in-
troducción y apéndice de W.T. Stearn. Nosotros, aparte de este
facsímil, hemos tenido a la vista la versión española de D. Anto-
nio Palau Verdera (Madrid, Imprenta Real, 1788).
Ordines naturales. Esta es una pequeña obra de cuatro pági-
nas editada en 1764 y que, a partir de esa fecha, se introdujo en
la sexta edición del Genera plantarum. Tiene importancia aquí
por su tema. Se encuentra también reproducida en las notas de
W.T. Stearn a la edición facsímil del Species plantarum citada
más arriba.
Systema vegetabilium secundum classes, ordines, genera, spe-
cies cum characteribus et differentiis (Gotingae et Gothae, 1744),
i a ed. 844 pp. Hemos tenido también presente la traducción es-
pañola de Antonio Palau Verdera (Madrid, Imprenta Real, 1788),
713 pp.
Abreviaturas

Estas obras de Linneo aparecerán citadas en nuestro texto


del siguiente modo:

F.B.: Fundamenta Botanica


M. Methodus
Critica Botanica
G.P.: Genera plantarum
C.P.: Classes plantarum
Or.: Oratio de telluris habitabilis incremento
Ph.B.: Philosophia Botanica
S.N.: Systema Naturae
S.P.: Species plantarum
O.N.: Ordines naturales
S. V.: Systema vegetabilium.
12 David Alvargonzález

Un tilo (lind en sueco, un en la variante esmalandesa) crecía en la finca de Nils


Ingemarsson, padre de Carl Linneo. Nils sustituyó el patronímico Ingemarsson
(hijo de Ingemar) por un nuevo apellido que hacía referencia al tilo de la propie-
dad familiar, Linné.
Introducción'

El sistema de clasificación de C. Linneo (1707-1778) ha pa-


sado a la historia de la biología asociado a la idea del fijismo de
las especies, y suele figurar como el paradigma de la antigua bio-
logía de corte aristotélico. Así, por ejemplo, Rádl en su Historia
de las teorías biológicas2 nos presenta un Linneo formado con
los aristotélicos y fiel a la escolástica durante toda su vida, un
Linneo que menosprecia la naturaleza desde un culto obsesivo ha-
cia la Lógica. De modo similar, para Cassirer, las dos grandes
obras de Linneo, el Systema Naturae y la Philosophia Botanica,
no serían más que «resonantes triunfos» de la lógica de Aristóte-
les aplicada a la biología 3 : Linneo habría sido un lógico de cla-
ses incansable que, apoyado en unos presupuestos fijistas
1 El presente ensayo es una versión revisada de la memoria de licenciatura
defendida por el autor en setiembre de 1984 que llevaba por título Análisis gno-
seológico del sistema de clasificación de Karl von Linné. Dicho trabajo fue reali-
zado en la Universidad de Oviedo durante el curso 1983-84 bajo la dirección del
profesor Gustavo Bueno, y fue juzgado por un tribunal compuesto por el propio
G. Bueno, catedrático de Filosofía, Alfonso García, catedrático de Lógica, y Mafias
Mayor, catedrático de Botánica, mereciendo la calificación de «sobresaliente por
unanimidad».
2 Rádi, E.M., 1913, Historia de las teorías biológicas, t. 1: Hasta el s<glo
XIX; t.2: Desde Lamarck y Cuvier, Madrid, Alianza, 1988. T. 1, cap.X. Rádi
demuestra una gran antipatía por el célebre naturalista sueco.
3 Cassirer, E., El problema del conocimiento en la filosofía y en laaen-
cia modernas, Méjico, F.C.E., 1963, t. IV, p.156.
14 David Alvargonzález

metafísico-teológicos, habría desarrollado el sistema biológico de


clasificación más exhaustivo de la época. Opinión parecida ex-
presa Svenson 4, para quien la transferencia de la idea de género
y de especie desde la lógica aristotélica, a través de John Ray
(1627-1705) y Joachim Jung (1587-1657), hasta Linneo, condu-
jo, en la Philosophia Botanica, a un magnífico éxito que influi-
ría poderosamente en la historia ulterior de las clasificaciones bio-
lógicas. Aristóteles y Linneo utilizarían además, según Schiller 5 ,

la misma perspectiva basada en la anatomía y desdeñosa de las


consideraciones fisiológicas. Todavía más crítico se muestra E.
Guyenot 6, siguiendo las tesis de J. von Sachs, al considerar que
el horizonte teórico en el que se mueven las obras de Linneo no
presenta ninguna aportación original si se compara con otros auto-
res anteriores como Cesalpino, Jung, Ray, Rivinius o Boerhave,
dentro de la tradición escolástica.
Hay, sin duda, versiones más matizadas dentro de esta línea
interpretativa que intenta mostrarnos la semejanza entre Linneo
y Aristóteles. Así, por ejemplo, Cain dice que Linneo era un aris-
totélico en su teoría biológica pero no lo era tanto en su
práctica 7 . Igualmente, para Stearn 8, Linneo también habría he-
cho uso de una lógica aristotélica que se habría extendido desde
la Teología a la filosofía y posteriormente a la ciencia, pero esta
lógica no explicaría íntegramente la complejidad de la obra lin-
neana.
Tampoco vamos a negar aquí que haya bases para conside-
rar a Linneo como un representante de la tradición aristotélica.
Svenson, H.K., «Linnaeus and the Species Problem», Taxon, vol.2,
1953, p.55.
Schiller, Joseph, Physiologie et classiflcation, París, Maloine S.A. ed.,
1980, pp.3 y 4.
6 Guyenot, E. Las ciencias de la vida en los siglos X Vily XVIII, Méjico,
UTEHA, 1956.
Cain A.J., «Logic and Memory in Linnaeus's System of Taxonomy», en
Proceedings of the Linnaean Society of London, n.169, abril 1958, p.163.
También del mismo autor: «The Post-linnaean Development of Taxonomy»,
en Proceedings of the Linnaean Society of London, n.170, 1959, 3, p.234.
8 Stearn, William T., «Four Supplementary Linnaean Publications: Met-

hodus (1736), Demonstrationesplantarum (1753), Generaplantarum (1754), Or-


dines naturales (1764)», en la edición'facsímil del Species plantarum, Londres,
Ray Society, t.II, p.73, nota.
El sistema de clasificación de Linneo 15

El capítulo primero de nuestro ensayo intentará hacer un breve


repaso de las razones que esgrimen estos autores para poder ha-
blar de semejanza entre las clasificaciones biológicas de Linneo
y Aristóteles (un Aristóteles, como veremos, siempre «transmiti-
do» por Porfirio). Efectivamente, si nos referimos a la obra un-
neana anterior a 1753, podemos documentar algunas de estas se-
mejanzas. En primer lugar, el rechazo al método platónico de cla-
sificación por medio de dicotomías 9. Linneo también habría to-
mado de Aristóteles la utilización del género y la especie como
categorías fundamentales de clasificación 10, aunque estos géne-
ros y especies no serían exactamente categorías lógicas. Linneo
utiliza la lógica porfiriana de la definición que procede añadién-
dole al género la diferencia específica: los géneros, por tanto, son
anteriores, y la vía de clasificación descendente. En esta primera
época, además, el sistema linneano de denominación es esencia-
lista, como el aristotélico. La taxonomía esencialista aristótelica
se basa en la práctica de poner nombres diagnósticos en los que
definición y denominación coinciden, de suerte que el nombre,
además de referirse a un grupo de objetos, proporciona inmedia-
tamente el carácter esencial de ese grupo", carácter que, ordi-
nariamente, está basado en aspectos morfológicos de los orga-
nismos. El sistema sexual de Linneo' 2 también es esencialista
puesto que la fructificación, en la que se basa la clasificación,
se considera la esencia de los vegetales: los caracteres de la fruc-
tificación son los caracteres esenciales que definen la planta a la
vez que la clasifican. También se pueden perseguir deudas de Lin-
neo con Aristóteles en lo que hace a sus criterios para clasificar
los reinos, y en mucho de lo referente a su clasificación zoológi-
Platón, El sofista, 264e, y El político, 1060 y ss.
'° cfr. Aristóteles, Categorías lb, 25 y 2a, 11, y Linneo, Philosophia Bo-
tanica, Estocolmo, 1751, afors. 152, 158-161.
11 Slaughther, Mary M., Universal Languages and Scientfic Taxonomy
in t/ie Seventeenth Century, Cambridge University Press, 1982, p.42.
12 De los tres métodos de clasificación utilizados por Linneo según Croi-

zat (Croizat, Leon, «History and Nomenclature of the Higher Units of Classifi-
cation», en Bulletin Torrey Botanic Club, n.72, enero 1945, p. 57), nosotros sólo
hacemos alusión aquí al sistema sexual, ya que el método del cáliz era, por lo
que parece, exclusivamente pedagógico, y en cuanto al método llamado «natu-
ral», el propio Linneo admite que, aurf siendo el mejor, está muy lejano el tiem-
po en que sea factible.
16 David Alvargonzález

ca. En el capítulo primero de este ensayo nos proponemos estu-


diar todas estas características que hacen posible hablar de un Lin-
neo aristotélico. En ese contexto, será necesario diferenciar aque-
llos componentes de la obra de Linneo que puedan considerarse
genuinamente aristotélicos de aquellos otros que sean imputables
a la tradición porfiriana y escolástica.
En todo caso, este reconocimiento no creemos que dé cuen-
ta apropiadamente de la complejidad de la obra de nuestro autor
pues no se referiría a cierto proceso que, según creemos, condu-
jo a Linneo a variar sustancialmente sus puntos de partida esen-
cialistas. A la hora de valorar la importancia de este proceso, como
ocurre en otros casos en la historia de las ciencias, resulta impres-
cindible referirse a episodios posteriores de esa historia. Lo mis-
mo que resulta imposible explicar los Elementos de Euclides sin
referirse al problema del quinto postulado y, consiguientemente,
a las geometrías no euclidianas, del mismo modo que resulta inin-
teligible la identidad entre masa de inercia y masa gravitacional
en la mecánica clásica sin contemplar ésta desde la relatividad ge-
neral, también pretendemos que el sistema de clasificación de Lin-
neo, para ser correctamente entendido, debe ponerse en relación
con los sistemas actuales de clasificación, y debe ser estudiado
teniendo presente el darvinismo y la teoría sintética de la evolu-
ción. Las polémicas actuales entre escuelas taxonómicas (taxo-
nomía numérica, cladismo, taxonomía evolutiva) arrojan luz so-
bre la complejidad de los problemas con los que se enfrentó Lin-
neo, sobre sus errores necesarios, y sobre la magnitud de sus acier-
tos. Los diferentes modos de entender hoy el concepto de especie
(tipológico, nominalista, biológico, evolucionista), y los reduc-
cionismos consiguientes de unas posiciones frente a otras, son re-
ferencias inexcusables para poder estudiar hoy el sistema linnea-
no. Por otra parte, como tantas veces ha sido puesto de mani-
fiesto 13, el fijismo de Linneo, al establecer una disposición or -
denada de los organismos, sentó las bases sobre las que luego se
13 Por citar tres referencias de procedencia muy diversa: Gilson, E., De
Aristóteles a Darwin (y vuelta), Navarra, Eunsa, 1976, pp. 79-91.; Lévi-Strauss,
C., «Ji limite del concetto de struttura en Etnologia», en Usi e significati del ter-
mini struttura, ed. de Bastide, Milán, 1965, p.38 (hay una versión española, Usos
y significados del término estructura', Buenos Aires, Paidós, 1969); Edey, M.A.
y Johanson, D.C., La cuestión esencial, Barcelona, Planeta, 1990, p.21.
El sistema de clasificación de Linneo 17

construyó el evolucionismo y la teoría de la variabilidad de las


especies. El capítulo catorce de El origen de las especies es un re-
conocimiento explícito de la deuda contraida por Darwin con los
biólogos sistemáticos (sistemáticos a los que E. Rutherford lla-
maba despreciativamente «coleccionistas de sellos»). Y es que,
efectivamente, sin los fundamentos de la biología fijista, el evo-
lucionismo sería simplemente creacionismo o degeneracionismo,
ese creacionismo o degeneracionismo que encontramos en la me-
tafísica de algunos filósofos presocráticos. Porque el evolucio-
nismo presocrático, lo mismo que el atomismo de Demócrito, no
es propiamente una construcción científica sino una parte de un
sistema metafísico. Resulta imposible pensar la moderna teoría
atómica sin los fundamentos de la química clásica (Lavoisier,
Proust) y, en nuestra opinión, resulta impensable la teoría
científica 14 de la evolución biológica sin la sistemática predarvi-
nista. Sin antes definir, describir, y catalogar las especies sujetas
a evolución, hubiera sido de todo punto imposible llegar a las con-
clusiones de El origen de las especies. De hecho, fueron el trans-
formismo y el evolucionismo los que dieron lugar a la idea actual
de fijismo ya que éste se define hoy frente a aquéllos. De este
modo, incluso los historiadores que evitan hablar del evolucio-
nismo al referirse al Linneo fijista, estarían implícitamente reali-
zando las contraposiciones fijismo-transformismo, fijismo-
evolucionismo, ya sea para ensalzar el fijismo (como E. Gil-
son 15), ya sea para condenarlo (lo que es más común).
Ahora bien, en este ensayo no sólo intentamos probar que
el fijismo de Linneo fue una condición imprescindible para el de-
sarrollo del evolucionismo. También nos proponemos mostrar
cómo, dentro de la propia obra de Linneo, a partir de 1753 (fe-
cha de publicación del Species plantarum), están teniendo lugar
14 Bien es sabido que para ciertos filósofos de la ciencia, como K.R. Pop-
per, el darvinismo no es propiamente una teoría científica sino más bien un «pro-
grama metafísico de investigación». Por razones que aquí no tenemos ocasión
de desarrollar, nosotros vamos a considerar la teoría sintética de la evolución corno
una verdad científica estricta (lo mismo que lo habría sido el darvinismo en su
día) sin que esto signifique renunciar al análisis del estatuto gnoseológico carac-
terístico, y en ciertos tramos problemático, de esta verdad. Tampoco nos parece
imprescindible, en este contexto, argumentar contra el creacionismo, a pesar de
su actual resurgimiento en ciertos paiSes.
15 Gilson, E., op.cit.
18 David Alvargonzdlez

cambios de gran importancia que, en mayor o menor medida, po-


sibilitan e incluso preludian. las tesis transformistas y evolucio-
nistas, y que alejan a nuestro autor de la tradición escolástica y
aristotélica. El análisis de estos cambios es el tema de nuestro ca-
pítulo segundo.
En primer lugar, los conceptos de género y especie fijos, de-
finidos y clasificados por una característica esencial, irán dejan-
do paso a géneros y especies donde será necesario tomar en cuen-
ta muchos caracteres, ninguno de los cuales será ya esencial. La
definición de las especies al modo porfiriano, añadiendo al géne-
ro la diferencia específica, según una vía descendente (del género
a las especies), irá dejando paso paulatinamente a un procedimien-
to de clasificación de sentido inverso, ascendente (de las especies,
e incluso las variedades, al género), en el que es preciso valorar
simultáneamente multitud de características (cualitativas y cuan-
titativas), y donde el género es posterior, combinatorio (aunque
sobre los límites de esta combinatoria habrá algunas cosas que
precisar) y está construido a partir de la comparación de unas es-
pecies con otras.
Estrechamente relacionada con el abandono del procedimien-
to porfiriano de definición de las especies se encuentra otra inno-
vación linneana de la máxima importancia: la gran cantidad de
diferencias que fue necesario tener en cuenta para distinguir unas
especies de otras hizo que resultara imposible seguir mantenien-
do una nomenclatura esencialista (donde la definición y la deno-
minación coincidían) de modo que se impuso la necesidad de un
sistema de denominación arbitrario, la famosa nomenclatura bi-
nomial. Linneo utilizó de un modo explícito la nomenclatura esen-
cialista porfiriana en su Fundamenta Botanica (1736), en su Cri-
tica Botanica (1737), y en su Philosophia Botanica (1751): este
sistema de denominación, a la vez que nombra las plantas, las
define por sus características esenciales. Ahora bien, este tipo de
nombre presenta el inconveniente de ser engorroso en el momen-
to en que las diferencias entre unas especies y otras se van com-
plicando paulatinamente. Por eso surge la necesidad de poner a
las especies un nombre trivial que sólo las nombra pero no las
define. Este nombre específico trivial fue usado por primera vez
por Linneo en su obra Olanclska och Gothlándska Resa (Esto-
colmo y Uppsala, 1745) y posteriormente en Pan suecicus (Upp-
El sistema de clasificación de Linneo 19

sala, 1749) y Skanska Resa (Estocolmo, 1751), pero fue en la pri-


mera edición del Speciesplantarum (Estocolmo, 1753) donde fue
utilizado de un modo sistemático y generalizado. El nombre es-
pecífico trivial, precedido por el nombre genérico esencial que Lin-
neo había determinado en el Genera plantarum, dio lugar a la
nomenclatura binomial. Este sistema de nomenclatura supone una
economía de esfuerzo y de tiempo, y rompe con el procedimien-
to aristotélico, en el cual definición y denominación coincidían.
Paralelamente a la invención de la nomenclatura binomial, apa-
rece en la obra de Linneo un cierto cambio de actitud ante la im-
portancia de las especies y de las variedades, cuyo estudio pasará
ahora a ser de capital importancia. En el Speciesplantarum, Lin-
neo separará claramente las variedades de las especies, y se dedi-
cará celosamente al estudio de ambas, llegando a describir 5.938
especies vegetales. Posteriormente, en la décima edición del Syste-
ma Naturae, describiría alrededor de 4.500 especies animales. La
opinión de Dobzhansky 16, según la cual la especie es launidad
taxonómica fundamental en Linneo, se basaría en el estudio de
esta segunda parte de la obra del autor sueco. La especie pasa
ahora a ser la categoría taxonómica básica coincidiendo con un
aumento de la preocupación por la determinación de las varie-
dades.
La crisis del procedimiento de definición porfiriano, y de su
sistema de denominación asociado, sería ya suficiente para apre-
ciar la importancia de la obra linneana en cuanto lugar de infle-
xión que dejaría a la biología sistemática lista para ser incluida,
como un curso operatorio más, en la identidad sintética evolu-
cionista. Dicho sea de paso, de no analizar la obra de Linneo te-
niendo presente el curso ulterior de la historia de la Biología (que
incluye episodios como el transformismo, el darvinismo o lateo-
ría sintética), esta «revolución» en los procesos lógico-materiales
de la clasificación biológica, esta reorganización de los materia-
les del campo de la biología sistemática, pasaría completamente
desapercibida o sería considerada como una falta de articulación
entre teoría y práctica (Cain, Stearn), y la obra de madurez de
Linneo resultaría claramente minusvalorada. Pero, además, hay
otros cambios novedosos, explícitos y sorprendentes (sorprenden-
16 Dobzhansky, Th., Evolución, Barcelona, Omega, 1980. p.167.
20 David Alvargonzález

tes por tener lugar dentro de la propia obra linneana): las primi-
tivas intenciones de Linneo de construir unas especies y unos gé-
neros invariables, finitos, y cerrados, que pudieran ser ordena-
dos de una vez para siempre, chocaron con evidencias materiales
que condujeron al propio Linneo a una reconsideración del fijis-
mo. Podrá quizás pensarse, ateniéndonse a las obras anteriores
al Species plantarum (1753), que hay razones más que sobradas
para defender el fijismo dogmático de Linneo. Pero, en todo caso,
en el Speciesplantarum, Linneo se dio cuenta de que algunas es-
pecies tenían que ser necesariamente derivadas de otras, y en la
Disquisitio de sexuplantarum (1760), en la Fundumentafructifi-
cationis (1762), y en la sexta edición del Generaplantarum (1764),
Linneo ya no defendió el fijismo de las especies sino que admitió
explícitamente la existencia de especies surgidas por derivación
de otras. Y es que los monstruos y los híbridos interespecíficos,
negados en principio como relevantes para la clasificación bioló-
gica con el fin de mantener la coherencia de un sistema estático
fijista, cobran cada vez mayor importancia en la construcción de
la clasificación, hasta el punto de que Linneo revisa sus teorías
acerca del fijismo de las especies. Observamos, por otra parte,
que la noción de género monotípico (género con una sola espe-
cie), introducida por Linneo profusamente en estas obras de ma-
durez, entra en contradicción con el esquema esencialista de cla-
sificación biológica, lo cual abunda en nuestro argumento sobre
el progresivo abandono de la tradición aristotélica por parte de
Linneo. Efectivamente, en los géneros monotípicos, el género y
la especie coinciden, y así una relación de inclusión entre clases
se convierte en una relación de pertenencia de un individuo a una
clase. Linneo se ve en la necesidad de apuntalar esta noción me-
diante consideraciones exteriores a la lógica de la clasificación,
procedentes de la Teología, y llega a decir que Dios habría crea-
do unos protogéneros monotípicos que por hibridación habrían
dado lugar a los géneros y las especies actuales; los géneros mo-
notípicos actuales serían aquellos protogéneros monotípicos que
no hubieran hibridado. Como fácilmente puede suponerse, estos
géneros y especies que se hibridan y que pueden coincidir (me-
diante la noción de género monotípico) ya tienen muy poco que
ver con los géneros y las espeGies de Aristóteles o de Porfirio, o
de la propia obra de Linneo anterior a 1753.
Capítulo primero

El sistema de clasificación de Linneo


en su obra de juventud (hasta 1753)

El periodo de la obra linneana que estudiamos en este primer


capítulo, pese a no ser considerado por renombrados especialistas
(como, por ejemplo, W.T. Stearn) como el más importante y sig-
nificativo de nuestro autor, ha marcado de un modo indudable
la mayor parte de las interpretaciones históricas sobre el botánico
sueco. Así, conocidas historias de la biología, como las de Sachs,
RádI, Guyenot o Cassirer 1, insisten en presentar a Linneo como
el más cualificado representante de una posición heredada de la
escolástica y, en última instancia de Aristóteles, y lo hacen citan-
do las obras linneanas de juventud, tomando la parte por el todo.
Esta sinécdoque, en nuestra opinión, no está justificada pues im-
pide entender muchos de los problemas presentes en la obra liii_
neana: nuestro capítulo segundo intentará estudiar algunos de ellos
tal como se aprecian cuando se considera la obra en su conjunto.
Proponemos ahora como tema para este primer capítulo estudiar
las razones que más comúnmente se han esgrimido para conside-
rar a Linneo como un epítome de la tradición escolástica y aristo-
télica. Conforme las presentamos y comentamos veremos cómo,
por lo que se refiere a la obra de juventud, esta interpretación puede
sostenerse, aunque haya cierta tendencia a no distinguir suficien-
temente la filosofía aristotélica propiamente dicha de los desarro-
llos ulteriores porfirianos o tomistas.
1 Ya citadas supra en nuestra «Introducción».
22 David Alvargonzález

Louis Prosper Roux, en 1847, recreó de este modo la imagen de Linneo a la edad
de veinte años cuando ya desarrollaba su pasión por la botánica.
El sistema de clasificación de Linneo 23

§1. Aristóteles y Linneo frente a Platón

Si hubiera que situar a Linneo en relación con esas dos gran-


des tradiciones filosóficas que abren Platón y Aristóteles, indu-
dablemente no resulta gratuito elegir la opción aristotélica. Y no
sólo porque esta opción pueda tener la ventaja de ser más facti-
ble y más fértil, dada la importante obra biológica del estagirita,
sino también porque ciertos pasajes del De partibus animalium
y de los Analíticos parecen inspirar, efectivamente, el proceder
clasificatorio del biólogo sueco (sin duda no directamente sino
a través de la tradición escolástica). Nos referimos aquí, en este
primer apartado, a la crítica que Aristóteles lanza implacablemente
contra el método clasificatorio por dicotomías expuesto por Pla-
tón especialmente en el Fedro, el Sofista, y el Político. Aristóte-
les considera que el método de la dicotomía es demasiado rígido
y nos conduciría rápidamente a situaciones enojosas, por ejem-
plo, romper la unidad del grupo de los pájaros para distribuirlos
entre los grupos de animales terrestres y animales acuáticos: la
dicotomía conduce a la división arbitraria y a la dislocación. Aris-
tóteles pone como ejemplo paradigmático la dicotomía entre ani-
males salvajes y domésticos que divide internamente especies ho-
mogéneas puesto que la mayor parte de los animales domésticos
se encuentran también en estado salvaje (y cita al caballo, al pe-
rro, a la cabra y a la oveja, pero también al hombre) 2. Utilizan-
do el método dicotómico tan pronto nos veremos obligados a me-
ter en el mismo grupo especies claramente diferentes como a se-
parar arbitrariamente especies semejantes. Además, el método
propugnado por Platón supone considerar que los determinan-
tes negativos, las características negativas que surgen en todo pro-
ceso dicotómico, tengan el mismo estatuto que los positivos: pero
para Aristóteles esto es imposible porque «no hay especies de lo
que no existe», una privación no puede constituir una diferencia
específica. Aristóteles califica el método de las dicotomías como
inútil, ineficaz, y vano. También dice de él que es impracticable
pues, si tenemos que proceder mediante formas opuestas de cier-
tas determinaciones, pronto se nos acabarán las diferencias sin
haber podido abarcar todas las especies que se nos aparecen en
2 Aristóteles, De partibus animalium, libro 1, 2-4.
24 David Alvargonzdlez

el mundo sublunar; el método platónico de la división sería como


un silogismo al cual faltara el término medio 3 . Como alternati-
va, Aristóteles propone tomar como punto de partida las clasifi-
caciones ordinarias del sentido común teniendo como guía el len-
guaje e inventando nuevas palabras cuando sea necesario. Pro-
pone también que, desde el primer momento, se ponderen ade-
cuadamente muchos caracteres, tomando los comunes a cada
género y atendiendo también a las muchas características especí-
ficas existentes. En este punto podemos decir que Linneo es más
aristotélico que platónico (al contrario que Ray) pues en varios
lugares deja bien claro que el ideal clasificatorio sería el llamado
«metodo natural» 4, un método que tendría en cuenta simultá-
neamente todas las características del organismo que se clasifica.
También es bien sabido que el propio Linneo considera este mé-
todo como prácticamente utópico, ideal, y se decide en favor de
un sistema artificial sexualista. Pero aun así, este método artifi-
cial se parece más al utilizado por Aristóteles (a quien, como ve-
remos en el párrafo tercero de este capítulo, prácticamente copia
todo lo relativo a la sistemática zoológica) que al método de las
dicotomías de Platón. Quizás el método platónico, o una varie-
dad suya, se podría poner hoy en relación con las clasificaciones
cladistas que entienden la filogenia como una sucesión de esci-
siones dicotómicas, y basan el parentesco genealógico en grupos
holofiléticos 5 : en todo caso, estos procedimientos clasificatorios
están claramente alejados de la tradición linneana.

§2. Sobre el alcance de las semejanzas entre Linneo y Aristóteles

Vamos ahora a referirnos a otras semejanzas importantes en-


tre Linneo y Aristóteles (esta vez ya de carácter más positivo, no
meramente crítico) tal como han sido expuestas en diversas oca-
Anal. pr., 1, 31, 46-31.
' vid., por ejemplo, Ph. B., afor. 69, y afors. 7-53.
Sobre las diferencias entre clasificaciones numéricas, cladistas y evoluti-
vas puede verse, por ejemplo, Ernst Mayr, «Biological Classification: Toward
a Synthesis of Opposing Methodologies», en Science, 1981, n° 214, pp. 510-516
(también publicado en Toward a Phllosophy of Biology, Cambridge, Harward
University Press, 1988, cap. 16: «Toward a Synthesis in Biological Classification»).
El sistema de clasificación de Linneo 25

siones 6 . En este sentido, resulta obligado mencionar la interpre -


tación de A. J. Cain 7 ya que es este autor quien realizó el estu-
dio más pormenorizado y más ampliamente citado acerca del aris-
totelismo de Linneo. Cain comienza recordando el hecho de que
todas las personas instruidas, en tiempos de Linneo, conocían de
modo más o menos indirecto los principios generales de la clasi-
ficación tal como habían sido enseñados por Aristóteles. En su
estudio, sin embargo, Cain no cita a Aristóteles directamente, ni
se detiene en el estudio comparativo de las clasificaciones linnea-
nas y aristotélicas tal como aparecen en la obra del sueco y en
los tratados biológicos del estagirita (en el Departibus animalium,
682a-697b, en la Historia animalium, 732a,25-736b,16, y en el De
generatione animalium, 732a5 y Ss.). Cain se interesa por la lógi-
ca de la clasificación y, siguiendo la interpretación dada por Ma-
ritain y Joseph 8, resume así la teoría de la predicación: «Si B se
predica de A, entonces se refiere a A según una de estas cinco
relaciones: puede ser una definición, un género, una diferencia,
una propiedad o un accidente. La definición de un sujeto es una
afirmación acerca de lo que ese sujeto debe ser para ser él y no
otra cosa, es la afirmación de la esencia. No puede cambiarse la
esencia y que el sujeto continue siendo el mismo. La esencia es
aquello que media su existencia actual. El género es aquella par-
te de la definición (y de la esencia) de un sujeto que es predicable
también de otros sujetos. Por ejemplo, en la famosa definición
del hombre como animal racional, el género es el animal, este gé-
nero puede predicarse no solamente del hombre sino también de
otros seres vivos (por ejemplo, de los no-racionales). La diferen-
cia es la parte de la definición que no puede predicarse de otras
6 Podemos citar la Historia de las teorías biológicas de J. Rádi (Madrid,
Galo Sáez, 1931), t. 1, p. 253, así como la interpretación de E. Cassirer en El
problema del conocimiento en la filosofía y en las ciencias modernas (Méjico,
F.C.E., 1963), t. IV, p. 156. También de interés en esta misma línea el trabajo
de H.K. Svenson, «Linnaeus and the Species Problem», en Taxon, 1953, v.2, p.55.
7 Cain, A.J., 1958, «Logic and Memory in Linnaeu's System of Taxo-
nomy», en Proceedings of the Linnaean Society of London, v.169, abril 1958,
pp. 144-163.
8 Maritain, J., 1946, An Introduction to Philosophy, Londres, pp. I-XVI,
y 17-207. Maritain, J., 1946, An Introduction to Logic, Londres, pp. 1-XII, y
1-300. Joseph, H.W.B., 1916, An I.'ftroduction to Logic, Oxford, pp. 1-XII, y
1-608 (citas tomadas de Cain, A.J., op.cit.).
26 David Alvargonzdlez

especies de ese género y, por tanto, expresa la diferencia entre


una especie y todas las demás del género. Una propiedad es un
atributo de un sujeto que es común y peculiar suyo y que se sigue
como consecuencia de su esencia; por tanto, no está incluido en
la definición. Un accidente es un atributo del sujeto que no tiene
conexión necesaria con su esencia, y que puede estar o no pre-
sente en un individuo dado [ ... ] De acuerdo con la lógica aristo-
télica, el género no debe ser entendido como una mera colección
de especies. El género y la diferencia juntos son la definición de
la especie, la afirmación de su esencia [...]». Consecuentemente,
como dice el propio Joseph 9 , « los individuos no están incluidos
en un género porque compartan ciertos atributos, y en una espe-
cie del género porque compartan otros atributos que no tengan
conexión alguna con los primeros E ... 1. La diferencia no está uni-
da al género externamente; es un modo particular de existencia
del género [ ... ] El principio de que la diferencia debe ser afín al
género se expresa técnicamente diciendo que debe haber un fun-
damentum divisionis». Linneo habría declarado precisamente que
la clasificación de las plantas en lo referente al estableciemiento
de las clases, los órdenes y los géneros se llevaba a cabo de acuer-
do a principios teóricos '°: estos principios eran los del sistema
sexual, en donde las características de los órganos de reproduc-
ción de las plantas actuaban como fundamentum divisionis 11 (sin
embargo, el hablar en este contexto de principios teóricos resulta
ya ello mismo problemático pues la elección de la fructrificación
como fundamentum divisionis probablemente obedeció, como el
mismo Cain reconoce, al hecho de que los caracteres florales son
fácilmente apreciables y pueden estudiarse sin problemas en los
especímenes de herbario). Además, el carácter genérico, en Lin-
neo, coincide con la definición del género 12 de modo que la cla-
sificación y la denominación son procesos coimplicados. Lo mis-
mo ocurre en la determinación de las especies, pues el nombre
específico verdadero se construye con el nombre genérico y la di-
ferencia esencial 13 Cain considera que, tanto en Aristóteles
citado por Cain, A.J., op. cit, p. 146.
Ph.B., afor 152.
11 Ph.B., afors. 26, 92 y 93.
12 Ph.B., afor 186.
13 Ph.B., 257, 258.
El sistema de clasificación de Linneo 27

como en Linneo, la definición debe dar la esencia de aquello que


se define y debe hacerse por género y diferencia. En cuanto al
proceso de división, también Linneo se atendría a las condicio-
nes estipuladas por el estagirita que, según Cain, son tres: que
la división sea exhaustiva', que las especies de un mismo géne-
ro sean mutuamente excluyentesl 5 , y que la división proceda,
hasta donde sea posible, siguiendo un solo fundamentum
divisionis 16• Efectivamente, Linneo dice explícitamente que los
géneros deben tener nombre claros y separados 17, y que no pue-
de haber contenidos intermedios entre unos géneros y otros 18
También insiste en la Critica Botanica'9 en que la determinación
del género debe preceder siempre a la de las especies lo cual pon-
dría de manifiesto el carácter descendente del proceso de clasifi-
cación que partiría de las categorías más amplias para ir determi-
nando sucesivamente las inferiores, más restrictivas. Precisamente
algunos de los comentarios críticos del propio Cain al proceder
linneano tienen que ver con un uso al parecer excesivo de la lógi-
ca (en detrimento de un enfoque alternativo que se considerará
más empírico): «se debe recordar constantemente que para mu-
cha gente en tiempos de Linneo, la división lógica significaba el
intento de encontrar la naturaleza real de las cosas, en vez de ocu-
parse de apariencias superficiales; su error fue aplicarla para todo
tipo de materias en vez de restringirla para conocimientos aprio-
ri, pero considerando los triunfos de las matemáticas en su apli-
cación a la armonía musical por los griegos y a la mecánica por
Galileo, Newton y otros, era razonable en aquel tiempo la creen-
cia de que podían encontrarse en la naturaleza principios que fue-
ran descubiertos con el sólo uso de la razón. En la medida en que
Linneo utilizó los principios de la división lógica, se estaba for-
zando a sí mismo al punto de vista según el cual eran conocidos
los principios en base a los que las plantas estaban construidas,
podían determinarse el número y peculiaridades de todos los gé-
neros subalternos, y podían profetizarse las propiedades y las for-
14 vid. S.N., p.7.
15 vid. G.P., 5, y C.B., 246 y 285.
16 vid. Ph.B., afors. 26, 92 y 93.
17 C.B., 225, y S.P., «Introducción»
18 C.B., 224, 246 y 285. G.P.,' 5.
19 C.B., 285, 225.
28 David Alvargonzález

mas todavía no descubiertas» 20 Cain supone que el fracaso de


Linneo al intentar hacer uso de un sólo fundamentum divisionis
para cada género demostraría precisamente que los principios ló-
gicos, válidos en la geometría y en las matemáticas, no serían,
sin embargo, de aplicación en una ciencia empírica como la bio-
logía. Ahora bien, esta falta de concordancia entre los principios
lógicos y la práctica biológica también se ha puesto de manifies-
to a propósito de la obra aristotélica 21 , de modo que hoy puede
ponerse en tela de juicio la tesis clásica de Brunschvicg 22 según
la cual los orígenes de la lógica aristotélica habría que buscarlos
en los estudios biológicos del estagirita. Cain, ateniéndose siem-
pre más a Linneo que a Aristóteles, sigue en este punto la tesis
de Álvarez López 23 quien ya había puesto de manifiesto que los
géneros linneanos no son géneros estrictamente lógicos (i.e.:
lógico-formales).
Existen, además, otras coincidencias que permiten hablar con
sentido de un Linneo aristotélico: no puede negarse, a la vista
de ciertos textos, que tanto en Linneo como en Aristóteles la dis-
tinción entre género y diferencia no es solamente una cuestión
de grado sino de naturaleza. En Aristóteles la ciencia se refiere
al género porque es en el género donde reside la demostración.
En Linneo la prioridad del género respecto de la especie es explí-
cita: en la Philosophia Botanica, por ejemplo, el tratamiento del
género ocupa un lugar central (en las partes VI y VII) mientras
que el estudio de las especies se deja para el capítulo que trata
«sobre la diferencia» (capítulo VIII), ya que la especie surge pre-
cisamente de aplicar la diferencia al género y, por tanto, es éste
el que ha de determinarse en primer lugar. Álvarez López 24 y de
modo análogo A.J. Cain 25 y W.T. Stearn 26 han insistido ya so-
20 Cain, A.J., op. cit., p. 154.
21 vid. A. Gotthelf y J.K. Lennox (eds.), Philosphical Issues in Aristotle's
Biology, Cambridge, 1987.
22 Brunschvicg, L., Las etapas de la filosofía matemática, Buenos Aires,
Lautaro, 1945, pp. 96-98 y 121.
23 Alvarez López, E., «De la Philosophia Botanica de Linneo a algunos
temas fundamentales de la biología», Anales del Jardín Botánico de Madrid, t.
VIII, 1947, p. 42.
24 vid. Álvarez López, E., op. cit.,
pp. 37 y 38.
25 vid. Cain, A.J., op.cit., p. 158.
26 vid. Stearn, W.T.,«Notes mi Linnaeus's Generaplantarum», en la cd.
facs. de la 5° ed. del Genera plantarum, Weinheim, Cramer, 1960, p.XIV.
El sistema de clasificación de Linneo 29

bradamente en esta interpretación según la cual el género es, en


la clasificación linneana, la unidad taxonómica más importante
a partir de la cual se derivan las especies y variedades.
Dobzhansky 27 , sin embargo, mantiene una tesis diferente según
la cual Linneo habría considerado la especie prioritaria frente al
género. Como ya hemos adelantado en nuestra introducción, nues-
tro ensayo pretende que fueron los propios materiales del campo
de la biología con los que tuvo que enfrentarse Linneo a lo largo
de su biografía los que determinaron paulatinamente la necesi-
dad de construir la nomenclatura binomial y los géneros poste-
riores, pasando entonces a primer plano el análisis y la determi-
nación de las especies.
Ahora bien, también es cierto que no se pueden exagerar las
semejanzas entre Aristóteles y Linneo asignándole a la escolásti-
ca un mero papel de agente transmisor de la doctrina aristotéli-
ca. Sin negar los nexos históricos entre la filosofía medieval y el
aristotelismo, es necesario, sin embargo, darse cuenta de que cier-
tos principios gnoseológicos y ontológicos de la filosofía cristia-
na transformaron profundamente la naturaleza de los problemas
(y consiguientemente de las soluciones) con los que se enfrentaba
Aristóteles. No procede en el contexto de este ensayo analizar de
un modo extenso la transformación sufrida por la doctrina aris-
totélica en la época medieval, pero sí vamos a referirnos a algu-
nas cuestiones puntuales que afectan de modo central a la lógica
material de la clasificación.
En primer lugar, quizás merezca la pena destacar la diferen-
cia entre los conceptos de género y especie tal como aparecen en
la obra aristotélica y estos mismos conceptos tal como son utili-
zados por Porfirio y, ulteriormente, por Linneo. Para Aristóte-
les, la esencia de una cosa es lo que hace que ésta sea lo que es,
y no otra cosa diferente y, por tanto, conocer algo implica nece-
sariamente conocer su esencia 28 . Ahora bien, el conocimiento de
la esencia no es un conocimiento inmediato, sino que nos llega
a través de la sustancia. Ésta puede ser primera (individuos), o
segunda (géneros y especies). El procedimiento de la división ló-
gica de Aristóteles tiene precisamente como finalidad conocer a
27 vid. Dobzhansky, T., Evolución, Barcelona, Omega, 1980, pJ67
28 Aristóteles, Analíticos posteriores, 94a, 5, y 93b, 38-39.
30 David Alvargonzdlez

través de las sustancias segundas 29. El verdadero método para al-


canzar definiciones correctas (que tengan en cuenta la esencia)
no es otro que el proceso de división y generalización combina-
dos: división, porque es preciso dividir el género en sus infimae
species, pero también generalización, para elegir los elementos
comunes a todas las especies del género 30• La taxonomía esen-
cialista de Aristóteles se basa en la práctica de poner nombres diag-
nósticos que son transparentes, en los que definición y denomi-
nación coinciden, de suerte que el nombre (genérico o específi-
co), además de referirse a un grupo de objetos, da inmediatamente
el carácter esencial de ese grupo 31 , carácter que normalmente
está basado en aspectos morfológicos o fisiológicos de los orga-
nismos. En la clasificación de los predicables de Aristóteles 32 ,
cuando el predicado es convertible en el sujeto y expresa su esen-
cia, entonces ese predicado es la definición del sujeto. Pero Aris-
tóteles (a diferencia de Porfirio) considera que la especie no es
un predicable: la especie es el sujeto de la predicación puesto que
los juicios son siempre juicios sobre especies, no sobre individuos.
Ahora bien, en Aristóteles puede decirse que coexiste la interpre-
tación de la proposición de un modo extensional y de un modo
intensional 33 . Tampoco está claro en Aristóteles si los géneros
deben entenderse como géneros anteriores o posteriores a las es-
pecies, probablemente porque esta indefinición no es sino una mo-
dulación más de un problema general de intepretación de la obra
aristotélica y de sus tensiones internas a". Efectivamente, no fal-
tan textos 35 en los que basar el carácter anterior de los géneros,
según una interpretación que algunos han considerado platoni-
zante 36, pero tampoco faltan lugares 37 en los que parece que la
29 Aristóteles, Metafísica, 1038a, 20-25.
° Ross, W.D., Aristóteles, Buenos Aires, Charcas, 1981, pp. 77-83.
31 Slaugther, M.M., Universal Languages and Scientiflc Taxonomy in the
Seventeenth Century, Cambridge University Press, 1982, p.42.
32 vid. Aristóteles, Tópicos, 101b, 38 103b.
vid. Velarde, J., Historia de la lógica, Oviedo, Servicio de publicacio-
nes de la Universidad de Oviedo, 1989, pp. 49 y ss.
34 Quizás podría entenderse que la discusión sobre la anterioridad o no de
los géneros frente a las especies fuese un episodio más de la discusión acerca de
la anterioridad de la Metafísica con respecto a la Física.
35 por ejemplo, Top., VI, 4, 141a 27 ss.
36 vid. Aubenque, P.,1962, El problema del ser en Aristóteles, Madrid,
Taurus, 1974, p. 64, n.81.
por ejemplo, Met., Z, 3, 1029a 34, 63 ss.
El sistema de clasificación de Linneo 31

vía del conocimiento procede a partir de los seres sensibles 38 .


Frente a la doctrina filosófica de Aristóteles, habría que decir que
el procedimiento linneano para establecer las relaciones entre gé-
nero y especie está determinado, según creemos, por la tradición
escolástica de la logica vetus que, a su vez, en lo referente a este
extremo, es heredera de la teoría de los predicables de la Isagoge
porfiriana. Porfirio estaba interesado en demostrar que las filo-
sofías platónica y aristotélica coincidían en lo fundamental y en
su Isagoge realizó serios ajustes a la teoría de la predicación aris-
totélica. Porfirio interpretó los predicados en términos de clases
e individuos, y de relaciones de inclusión y de pertenencia (es de-
cir, en una perspectiva extensional que queda reflejada en su cé-
lebre árbol): el individuo está incluido en la especie y ésta en el
género, los géneros porfirianos son anteriores a las especies y la
especie se define añadiéndole al género la diferencia 39. De este
modo, en su teoría de las quin que voces hizo de la especie un pre-
dicable más, extremo este que no parece enteramente compatible
con la teoría aristotélica donde la especie no era un predicable
sino que era el sujeto de la predicación 40. Al mismo tiempo, al
entender la definición a través del género y de la diferencia espe-
cífica, no hacía falta ya considerar la definición como un predi-
cable (tal como ocurría en Aristóteles). Linneo, por su parte, dis-
tingue cinco estratos en la clasificación biológica: la clase, el or-
den, el género, la especie y la variedad. De entre todos ellos, el
género ocupa un lugar central y privilegiado: las unidades supe-
riores de clasificación (la clase y el orden) son obra de la natura-
leza y del arte 41 , y varían según el autor que realiza la clasifica-
ción: unos se fijarán en la forma de la hojas (Matías de l'Obel,
1538-1616), otros en la forma de la corola (A.Q.Bachmann, Ri-
vinius, 1652-1723), otros en el cáliz (Pierre Magnol, 1638-1715),
etc. 42 Las variedades, por su parte, son obra del cultivo, y sería
38 Siguiendo a P. Aubenque (op. cit., p63, n.76) suponemos que la dis-
tinción escolástica entre lo mejor conocido quoad nos y lo mejor conocido sim-
pliciter no aparecería todavía en Aristóteles de modo explícito y que, por tanto,
el texto de los Analíticos posteriores (1, 2, 72a 1) sería una interpolación.
Isagoge, 15, 17 y 17, 9.
40 Tópicos, 1, 4 y 5.
41 vid. PII.B., afor. 162.
42 Linneo en el Classesplantarum, 1738, hace un repaso exhaustivo de los
diferentes sistemas de clasificación en lo que se refiere a los órdenes y a las clases.
32 David Alvargonzález

inútil basar en ellas la clasificación biológica. Sólo quedan pues


los géneros y las especies que son obra de la naturaleza 43 . Aho-
ra bien, de estos dos, sólo los géneros se conservan invariable-
mente en todos los sistemas, ya que las especies son, muchas ve-
ces, confusas. El nombre genérico debe fijarse necesariamente
antes que el nombre específic0 45 : un nombre específico sin uno
genérico, dice Linneo, es como una campana sin badajo. El gé-
nero linneano, como el porfiriano, es, por tanto, anterior a las
especies. Si se confunden los géneros surge el caos en la
biología 47 porque el nombre genérico es como la moneda de bue-
na ley en la república botánica 48 . Esta interpretación extensional
de los predicables, y este modo de entender el género como ante-
rior (y, por tanto, la clasificación como procediendo por vía des-
cendente, de lo más general a lo más especial) no son rasgos que
puedan imputarse directamente a Aristóteles.
Recordemos, además, que la recepción de Aristóteles en el
siglo XIII sería la base sobre la que se levantaría la polémica en-
tre nominalistas y realistas. En taxonomía el nominalismo supo-
ne negar la existencia de los géneros y de las especies, que pasan
a ser puros nombres, construcciones, artificios para conocer el
mundo: lo único efectivamente existente son los individuos, de
los que se ocupa la ciencia real (en cuanto distinta de la ciencia
racional que se ocuparía de los términos por medio de los cuales
se llevan a cabo las demostraciones lógicas) 49. El nominalismo
tuvo gran cantidad de partidarios entre los científicos: el físico
corpularista Robert Boyle (1627-1691), para quien la esencia está
en los corpúsculos, siendo los nombres artefactos que nos permi-
ten acercarnos a ellos; en biología adoptaron posiciones nomina-
listas, entre otros, John Ray (1628-1705), Buffon (1707-1778) y
Lamarck (1744-1829). Todavía en la actualidad hay biólogos que
mantienen un concepto nominalista de especie: las especies son
43 vid. P/I.B., loc. cit.
vid. Ph.B., afor. 202, C.B., 216, 224 y 225, y M., 9-14.
45 vid. C.B., 219.
46 vid. C.B., 286.
vid. C.B. afor. 225, y G.P., intr. n° 6.
48 vid. C.B., afor. 284.
49 vid. Bochenski, I.M., Histoi'ia de la lógica formal, Madrid, Gredos,
1967, apartados 9-16 y 33.
El sistema de clasificación de Linneo 33

construcciones mentales arbitrarias, convenciones (Burma, Gil-


mour, Ehrlich y Holm 50). Sin embargo, el concepto tipológico
de especie (Linneo, Lyell) es realista: supone que una especie se
puede definir por una serie de características constantes. Como
bien sabemos hoy, este concepto de especie no es suficiente, y pue-
de ser engañoso en el caso, relativamente frecuente, de especies
indistinguibles morfológicamente que luego resultan ser diferen-
tes desde un punto de vista genético, ecológico o evolucionista.
En todo caso, el concepto de especie biológica (genética, ecológi-
ca) o evolucionista (cronoespecie), no podía ser construido por
Linneo: piénsese que en la época de Linneo (antes de Werner y
Hutton) los conocimientos de geología y paleontología eran real-
mente fragmentarios y se carecía por completo de mapas crono-
lógicos y paleontológicos. En este contexto de geología precien-
tífica o protocientífica habría que incluir la propia Oratio de te-
lluris habitabilis incremento linneana. Así pues, Linneo se deba-
tía entre el realismo (morfológico o, a lo sumo, fisiológico) o el
nominalismo. Su solución consistió en adoptar una posición no-
minalista en lo que se refiere a los órdenes y las clases (éstas son
en parte obra del arte y en parte obra de la naturaleza), y una
posición realista para los géneros y las especies (obra exclusiva
de la naturaleza) 51 .
Por último, es preciso señalar que los presupuestos ontoló-
gicos y gnoseológicos de la filosofía aristotélica son muy diferen-
tes de aquellos otros utilizados por Linneo, impregnados de con-
tenidos religiosos, y esto tiene su influencia sobre los respectivos
sistemas de clasificación. Para Aristóteles, el orden natural es eta-
no, sin un origen pasado que haga necesaria la referencia a un
creador. La naturaleza es inmanente y su estabilidad afecta tan-
to a la regularidad de los movimientos celestes como a la invaria-
bilidad de las especies orgánicas. El fijismo aristotélico no nece-
sitaba de un Dios creador, y resultaba constantemente corrobo-
rado por los hechos del mundo sublunar en unos tiempos en los
SO Burma, M.,eThe Species Concept: A Semantic Review», enEvolution,

1949, 3, pp. 369-370; Gilmour, J.S.L., «TaxonomyandPhilosophy»,eni.Hux-


ley (ed.) The New Systematics, Londres, Clarendon Press, 1940, pp. 169-190; Ehr-
lich, P.R. y R.W. HoIm, «Patterns and Population», en Science, 1969, 165, pp.
1228-1232.
51 vid. P/i.B., afor. 162.
34 David Alvargonzález
El sistema de clasificación de Linneo 35

que no había conocimientos para poder proponer un transfor-


mismo, un degeneracionismo, o un evolucionismo que no fueran
directamente mitológicos. Incluso los organismos monstruosos,
esas obras fracasadas de la naturaleza, son necesarios, aunque
sean «necesarios por accidente» 52 : la inmanencia del mundo su-
blunar en Aristóteles es algo tan explícito que le conduce incluso
hasta este tipo de formulaciones de estructura paradójica (donde
subyace una dialéctica ejercida). En Linneo, por el coiitrario, el
fijismo de las especies y su invariabilidad en el tiempo, defendi-
dos con toda claridad en la obra de juventud que ahora comen-
tamos, sólo resultan inteligibles cuando se conectan con los pre-
supuestos ontológicos de la dogmática religiosacristiana tal como
se expresa en el relato bíblico del Génesis: «Hizo Dios todas las
bestias de la tierra según su especie, los ganados según su especie
y todos los reptiles de la tierra según su especie. Y vio Dios que
era bueno. Díjose entonces Dios: hagamos al hombre a nuestra
52 vid. Gen. Animal., IV, 3, 767b 13.

Frontispicio del Hortus Cl,ffortianus de Linneo (Amsterdam, 1737). Stearn nos


describe de la siguiente forma el dibujo barroco de Jan Vandelar (1690-1759):
«En el centro de la pintura una diosa coronada, Cibeles o la tierra madre, se sien-
ta sobre un león símbolo de su poder; en una mano sostiene un par de llaves que
representan su derecho al jardín en todo momento; a sus pies hay un tiesto de
Cliffortia, un plano de Hartekamp y dos querubines explicando uno de ellos el
termómetro centígrado de Linneo [...]. Un negro le lleva un Aloe de África, una
mujer árabe una planta de Coffea arabica, un emplumado indio americano una
Hermandia de América. Tras ella descansa en un pedestal un busto parecido a
Jano rodeado de Kaemferia, etc.; la cabeza con barba representa probablemente
a Clifford, contra un fondo de setos recortados. A la derecha, dominándolo todo,
un platanero con flor y fruto para subrayar el éxito de Linneo al cultivarlo en
Hartekamp. Un joven y bello Dios, Apolo, avanza bajo aquél llevando una an-
torcha en su mano izquierda, mientras que con la derecha descorre el velo de os-
curidad que envuelve a la diosa; lleva una corona de laurel, y su cara es la del
joven Linneo; su pie aplasta el dragón de la mentira, muerto por una de sus fle-
chas: clara alusión a la falsa hidra de Hamburgo [ ... ]. Así se expresa gráficamen-
te la opinión del propio Linneo acerca de su posición en la Botánica» (Stearn,
W.T. «Introducción a la edición facsímil del Speciesplantarum de Linneo», en
la edición de Londres de la Ray Society, 1957; Stearn, por su parte, se está basan-
do en el análisis de esta ilustración realizado por Callmer, C. y O. Gertz, «Om
illustrationerma tilI Hortus Cliffortianusr, Svenska Linné-Süllsk Arsskv, n° 36,
1953, pp. 81-88).
36 David Alvargonzález

imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces


del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas
las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre
ella». Linneo se consideraba a sí mismo como la persona escogi-
da por Dios para desvelar los secretos de la naturaleza que esta-
ban ocultos (el frontispicio del Hortus Cliffortianus que repro-
ducimos con el comentario de W.T. Stearn puede servir para ilus-
trar este extremo). El hombre, como ser sintiente que es, invita-
do al mundo gracias a la magnificencia divina, debe adquirir
conocimiento de éste a través de las ciencias: la química permite
conocer los elementos, y la zoología, la botánica y la mineralo-
gía, los tres reinos de la naturaleza creada por Dios 53. Linneo se
autorrepresenta la ciencia como un proceso de descripción de la
obra divina, como una investigación acerca de los planes de Dios
al crear el mundo: «No sólo la Sagrada Escritura, sino también
el juicio sensato muestra que la asombrosa máquina del Univer-
so fue presentada y creada por la mano del infinito Artífice» 54;
«al principio de todo fue creado un sólo sexo par de cada especie
de los seres vivos» 55. Las páginas de la Oratio de telluris habi-
tabilis incremento de Linneo están llenas de referencias bíblicas
al acto divino de la creación y al relato adámico (aunque sea más
escéptico en relación con la leyenda del diluvio universal). De este
modo, Linneo con su ciencia botánica corroboraba las creencias
cristianas en el acto singular de la creación.
Ahora bien, según Linneo, el estudio de la obra divina sola-
mente podría ser completado con éxito desde la seguridad de un
cierto sistema. En la Philosophia Botanica (1751), apartado 1 (la
biblioteca) y apartado II (los sistemas), Linneo hace un repaso
de todos los que, antes que él, se han distinguido con algún escri-
to sobre las plantas (los «fitólogos»), y los clasifica. De esta cla-
sificación se desprende que para Linneo solamente los botánicos
metódicos sistemáticos ortodoxos universales hacen progresar la
ciencia botánica. Los filósofos y los nomencladores también son,
sin embargo, botánicos metódicos, pero no son sistemáticos (los
primeros redujeron la botánica al estado de ciencia y los segun-
53 vid. S.P., «Prefacio».
Linneo, Or., afor.1.
vid. F.B., 132.
El sistema de clasificación de Linneo 37

HORTUS
CLIFFOR`FIANUS
Plantas exhibens
Q UAS

In HortistamVivis quam Siccis,


HARTE CAMPI inHollandia,
COLUÍT

VIRNOBILISSIMUS& GENEROSISSJ1I4US

GEORGIUS CLIFFORD
7UR!S UTRIUS.QCTE DOCTOR,

Reduitis Varietatibus ad Species


Spcciebus ad Genera,
Generibus ad Clafls,
Adjeis Locis Plantaruin natalibus
Diilrentíisque Specierum.
Cian 7A8UL1sNEfs.

AU CTORE

AMSTEL.DAMI. x''.

Pl. 8.
Feuillet inifial dii Hortijs CHffoetianus

Hoja inicial del Hortus Cl,ffortianus de Linneo (Amsterdam, 1737). La viñeta


que aparece en la parte inferior es obra de A. van der Laan.
38 David Alvargonzdlez

dos se preocupan de la denominación de los vegetales). Los co-


lectores están interesados tan sólo en determinar las especies, ol-
vidándose del resto del sistema. Los botanófilos, por último, son
puestos en lugar aparte de los botánicos pues se acercan a las plan-
tas con intereses muy variados (médicos, jardineros, etc.). La ne-
cesidad de un sistema es pues una condición previa para que haya
ciencia botánica. Este sistema podrá ser ortodoxo si usa como
principio la fructificación, o heterodoxo si utiliza algún otro prin-
cipio. Linneo se clasifica como un sistemático ortodoxo univer-
sal ya que intenta realizar un sistema para todas las clases exis-
tentes (a diferencia de los parciales que sólo componen el sistema
para una clase de plantas). Linneo, además, es sexualista pues
se basa en los caracteres de los órganos sexuales para determinar
las clases y los órdenes. El botánico debe suponer que la natura-
leza es un todo ordenado que puede ser conocido y descrito y,
basándose en estos presupuestos, o bien adopta un método natu-
ral (como Adrian van Royen, 1704-1779, Albrecht von Haller,
1708-1777, o Eherhard Jacob Wachendorff, 1702-1758) 56que es
el mejor, pero no siempre posible, o bien adopta un sistema arti-
ficial (que elige un número limitado de rasgos) como los
sistemáticos 57 . Esta clasificación de los fitólogos realizada por
Linneo demostraría precisamente que su opción en favor del sis-
tema artificial sexualista no era ingenua, sino que brotaba de la
confrontación y evaluación del resto de las opcioneiposibles. El
método natural de clasificación sería sin duda el mejor pues nos
permitiría conocer con total exactitud los planes de Dios al crear
la naturaleza. Para Linneo, el método natural es el primer y últi-
mo objetivo de los botánicos 58 , pero él mismo reconoció haber
trabajado duro para poner este método a punto sin lograrlo
(«aquél que lo logre será considerado un Dios entre los botáni-
cos» 59). La imposibilidad de construir una clasificación por este
procedimiento (que habría de tener en cuenta simultáneamente
todas las partes de los organismos) convenció a Linneo de la ne-
cesidad de desarrollar un sistema artificial basado en la fructifi-
56 vid. Ph.B., afor. 69.
vid. Ph.B., afors. 7 al 53.
58 vid. Ph.B., afor. 77.
vid. C.P., 484-487, y M.
rs

re
o n
n

co

S.

fi-

re
colectores (58)
I
Cuadro 1: Clasificación de los sifitólogos» en la

padres (9)
comentadores (10)
iconógrafos o retratistas (It)
descriptores (12)
monógrafos (13)
curiosos (14)
adonistas(15)
Philosophia Botanica
(los números que aparecen entre paréntesis hacen referencia a los aforismos de la Philosophia Botanica donde se trata cada apartado)

&stas
(54 y 59)
1
1
1
Cesalpino
Morison
Hermanno
Knaucio
Boerhaave
Rayo

re floristas (16) 1 Rayo


55 0'
55 rs viajeros (17) 1 Kanucio
1 Boerhaave
1 Csmelli
corolistas (60 y 65)
1 Rivino
.2. botánicos universales (27) - aucio
(7) Tournefort
Pontedera
oradores (20) calicislas (66 y 67) - iv
Magnol iv
erísticos (21)
filósofos (19) fisiólogos (22) ix
sexuslislas (68) L~0
LO
1 institucionistas (23) o
re 1 _• tomdoxos (26 y 53)
orto 1 Vaillant
FITÓL000S de las compuestas ( 70) 1 Pontedera
an como rs
(6) 1 fundamento la

1
metódicos (18) sistemáticos (24)
<Dr fructificación) de las umbela.das (71)1
1 Morison
Arledi
5'
o heterodoxos (25)

o fi.
re
fi
anat micos (44) nomencladores (38)
s inonimistas (39)
crílicos (40)
parciales (32)
(componen el
11
ó Secheuchzer
Rayo
Monli
de las gramas (72)

I
jnrdinerosv.i elimologislas (41) sistema de una Micheli
1 astrólogos (47)
° bolanófilos hortelanos (45)
signadores (47) lexicógrafos (42) sola clase) 1
L~0 fi
(43) chímicos (48) fi
fi médicos (46) de los musgos (73) - Dileno co
observadores (49) o
dietéticos (50) de tos hongos (74) ........J1 Dileno
misceláneos (52) botánico—sistemáticos (51) Micheli
40 David Alvargonzález

cación. El método natural, y la investigación de las intenciones


del creador, cumplirían en Linneo la función de un horizonte teó-
rico (metafísico, para nosotros) sobre el que se desarrollaría la
botánica sistemática, y pondría de manifiesto el nexo entre Lin-
neo y la filosofía del conocimiento escolástica (por ejemplo, to-
mista) en la que el proceso cognoscitivo siempre exige la partici-
pación de las rationes aeternas.

§3. Las clasificaciones zoológicas de Aristóteles y de Linneo

Aún puede determinarse otro aspecto de la taxonomía de Lin-


neo en el que éste se aprovecha de la tradición aristotélica: nos
referimos al criterio para la delimitación de los reinos de la natu-
raleza. Cuando Aristóteles intenta describir la esencia y los atri-
butos del alma 60 , procede por división y distingue un alma nu-
60 vid. Aristóteles, De anima, 402a, 7; la palabra «alma» en Aristóteles
tiene un significado mucho más amplio que en la tradición cristiana medieval:
las plantas y los animales tienen alma, aunque no sea un alma racional, propia
sólo del hombre.

Las clases del sistema sexual de clasificación de Linneo. El dibujo original hecho
por Georg Dionys Ehret (1708-1770) se conserva en el Departamento de Botánica
del Museo Británico de Londres. Fue publicado por primera vez por el propio
Ehret en Leiden en 1736. De esta publicación se conservan dos copias, una en
Uppsala, y la otra está incluida en un ejemplar del Systema Naturae de Sir Hans
Sloane y ahora se encuentra en el Museo Británico. Las letras de la «A» a la «Z»
corresponden a las 24 clases del sistema sexual. Durante su estancia en Holanda
Linneo conoció a Ehret, quien también trabajo en Hartekamp bajo los auspicios
de George Clifford (1685-1760), y le enseñó el sistema sexual. Posteriormente,
Linneo muy mal dibujante por lo que se deduce de sus apuntes de viaje utilizaría
este dibujo de Ehret sin citarle: el segundo grabado corresponde a esta ilustra-
ción tal como apareció en la segunda edición del Generaplantarum: Linneo cambió
el encabezamiento y en vez de letras puso números. Como dijo el propio Ehret
en su autobiografía: «cuando él [Linneo] era un principiante se apropiaba de todo
lo que tenía noticia con el objeto de hacerse famoso» (Ehret, G.D., «A Memoir
of George Dyonisus Ehret ... Written by Himself (in 1758) and Translated with
Notes by E.S. Barton», Proceedings of the Linnaean Society of London, ses.
1894-95, pp. 41-58). Esta lámina volvería a aparecer sin ningún agradecimiento
en otras obras de Linneo.
El sistema de clasificación de Linneo 41

Ctarisí LNNI.M.D.
METHODUS plantarum SEXUALIS
¡u SLÇTEMATE NATURJ€
defc ri f1a

i 1
1

G.D. EHRET. PaLatheiJe[L:


lugd. IMt 1736 fecit bK edxlit
42 David Alvargonzález

CAROLI LTNNI CLAS.LITER

19 IL

Vjj¿-l f
-
El sistema de clasificación de Linneo 43

tritiva, que sostiene las funciones básicas de todo ser vivo (nutri-
ción, crecimiento y reproduccción), y que es propia de las plan-
tas, y un alma sensitiva 61, que percibe y siente, y de la que sur-
gen las facultades de la imaginación y la memoria, así como el
movimiento. Los animales, además de tener alma nutritiva, tie-
nen alma sensitiva. También habla Aristóteles, por último, del
alma racional que es específica del hombre. El alma y el cuerpo,
en Aristóteles, son inseparables 62 y, puesto que los animales y las
plantas también tienen alma, debemos suponer que este criterio
taxonómico utilizado para distinguir los reinos animal y vegetal
(y para poner al hombre en lugar aparte) no es metafísico ni psi-
cológico, sino que más rectamente podría ser interpretado como
un criterio fisiológico, tal como hace Schiller 63 . Linneo, por su
parte, en su Philosophia BotanicaM, dice: «Lapides crescunt. Ve-
getabilia crescunt et vivunt. Animalia crescunt, vivunt et sentiunt».
Este aforismo guardaría un claro paralelismo con Aristóteles en
los siguientes aspectos: en primer lugar, llama la atención que el
criterio de clasificación de los tres reinos de la naturaleza sea fi-
siológico (en un sentido amplio). Una segunda semejanza con la
clasificación del estagirita sería que los animales se diferencian
de los vegetales en el hecho de que sienten. Linneo, lo mismo que
Aristóteles, aceptó las zoofitas dentro del reino animal ya que,
aunque morfológicamente son plantas, sin embargo, tienen sen-
sibilidad, cosa que pone de manifiesto que el criterio morfológi-
co usado por Linneo para la determinación de órdenes, clases,
géneros, especies y variedades no es pertinente en la delimitación
de los reinos. Otro paralelismo entre Aristóteles y Linneo se en-
contraría en las características que se conceden a los vegetales.
Veíamos antes que el alma nutritiva se caracterizaba por la nutri-
ción, el crecimiento y la reproducción. En términos parecidos se
expresa Linneo cuando explica las razones por las que podemos
considerar los vegetales como seres vivientes 65•
Un estudio comparado de las clasificaciones de Aristóteles
61 vid. Aristóteles, De anima, 413 y SS.
62 vid. Aristóteles, De anima, 403a, 5, 412b, 6-9, y 413a, 4-9.
63 Schiller, J., P/isyologie et class,fication, París, Maloine, S.A., 1980,
pp.3 y 4.
vid. Ph.B., afor. 3.
65 vid. Ph.B., afor. 133.
Cuadro II: Clasificación zoológica de Aristóteles

SANGUINEOS (vertebrados)
u.
oc
Vivíparos (con calor suficiente 1.—Hombre o
para producir crías parecidas a 2.—Cuadrúpedos peludos (mamíferos terrestres) o
(-JI
sus padres) 3.—Cetáceos (mamíferos marinos)

en

00
con huevo perfecto
I 4.—Pájaros
5.—Cuadrúpedos escamosos y ápodos (reptiles y anfibios)

6 .—Peces
Ovíparos
con huevo imperfecto
(pasan por el estado NO SANGUINEOS (invertebrados)
de larva)
7.—Malacodemos (cefalópodos)
8.—Malacostráceos (crustáceos)
Vermíparos 9.—Insectos
Producidos por limo generador, brote
o generación espontánea 10.—Ostracodermos (moluscos distintos de los cefalopodos)

Producidos por generación espontánea 11 .—Zoofitos (esponjas, celentéreos, etc.)


E
Cuadro III: Clasificación zoológica de Linneo
CID v
(sm- -- .
cr O() 1 62 ventrículos, MAMMALIA 1.-primates: hombres, monos, lemores, moreiClagos.
dos aurículas, (mamíferos, 2.-bruta: elefantes, manatíes, perezosos de tres dedos, pangolines.
st rs O. fincas. h ero gatos,han
sangre caliente cuadrúpedos,
-best ren dIl eso
00 O vivíparos) 5.-glires: rinocerontes, liebres, conejos, castores, ratones, etc.
a 61enorat camello, llama, jieafa, ciereo, cabros, ovejas, vacas, etc.
7.-bribas cabello, burro, cabra, hipopótamo.
' ' &-eetae: neeval, ballenas, marsopas, delfines.
t) (5
AVES (aves, oví- 1.-areipitera: buitres, halcones, gavilanes, milanos, águilas, etc.
paros) 2.-picar: loros, tocones, cornejas, cuclillas, ele.
O rs ea
(-e SANGRE 3.-anseres: palos, cisnes, gansas, aleas, petreles, pelícanos, etc.
4.-gratines flamencos, espátulas, garzos, grullas, perdiz, etc.
E' ROJA 5.-galtinaes raisanes, aves de caza es general, pavo eral, etc.
CD o 6.-pasaeres: palomas, tórtolos, alondras, estominós, pinzones, ele.
-s fa
O E
. E 1 ventrículo,
ANPHIBIA (anfibios, l.-erptil'mat tortugas y galápagos, lagartos, ranas, etc.
ANIMAL con pulmones) 2.-serpentes. serpientes.
16 2 aurículas, 3.-nantest rayas, esturión, etc.
e-y - ras
o sangre fría
E' —í
ID
tas
ras
el
'(5
E
PISCES (peces, 1.-ápodas: anguilas, barbos, ele.
con branquias) 2.-jugulareat bacalao, rubios, torillos, etc.
3.-theraeicit peces planas, gasterósteos, góbidos, peces mariposa, etc.
fa rs
CID 4.-abdominalrat salmón, trucha, lucio, caspa, arenque, etc.
N fi en E 5.-branehimtegit peces globo, peces ballesta, etc.
N fa E <D

(5 1 ventrículo, INSEC'I'A (insectos, 1.-coiropteras escarabajos, tijemlas, saltamontes, cucarachas, etc. rs


fa
el SANGRE 2.-lzptdoptero: mariposas y polillas. (5
sin aurícula, con antenas) (5
INCOLORA sangre fría 3.-msearapteras asisópteros, efessoeópteros, mecópteros, ole.
4.-bymenoptera: hormigas, abejas, avispas, áeg:dos, etc.
5.-siyterat mascas.
O -
6.-aptera: piojos, pulgas, arouas, garrapatas, etc.
(el

VERMES (gusanos, 1.-intestinas lombrices de tierra, poliquetos, sanguijuelas, ele.


2.-molbasca: babosas, cefalópodos, calamares, pulpos, erizos, etc. rs
fi 0 (5 invertebrados, O
o ele.
con tentáculos)
5.-aoophytat plomas de mar, hidroideos, beioaoos, ele.
46 David Alvargonzález

y de Linneo resulta muy revelador para evidenciar las deudas del


botánico sueco para con el estagirita. Esta comparación choca,
sin embargo, con varias dificultades. La primera es que Aristóte-
les limitó sus estudios a la zoología y olvidó por completo (al me-
nos, que se conozca) la clasificación de las plantas, para la que
sólo dió nociones generales. Fue su discípulo Teofrastro (307-287
ane) quien en su obra Historia plantarum aplicó los principios
aristotélicos esencialistas a la clasificación botánica, tomando
como criterio las características de la germinación de las semi-
llas. Teofrastro no llegó a entender la distinción real entre plan-
tas masculinas y femeninas (salvo en el caso de las palmeras) que
sería la clave del sistema sexual de Linneo. Por su parte, éste de-
dicó más atención a las plantas que a la zoología, como lo de-
muestra su abultada bibliografía botánica. Sin embargo, en la pri-
mera edición de su obra Systema naturae (1735), realizó una di-
visión de los animales que luego se ampliaría sustancialmente en
la décima edición (1758). La segunda dificultad para realizar esta
comparación reside en que dentro de la obra de Aristóteles se en-
cuentran diluidas varias clasificaciones de los animales. Éstas son
el resultado de la observación de varios centenares de animales
diferentes, que aparecen mencionados en sus obras 66 . En el De
partibus animalium hace una clasificación basada en las diversas
funciones y formas de las partes internas y externas de los ani-
males, y en su Historia animalium67 , ordena a los animales se-
gún su modo de respiración y su habitat, procedimientos clasifi-
catorios que tienen antecedentes claros en Homero 68 . La clasifi-
cación más famosa, y con más repercusión en la historia de la
zoología (aparte de la más interesante para el tema que nos ocu-
pa), es la que se desprende del De generatione animalium 69, ba-
sada en el grado de desarrollo que posee lo reproducido en el mo-
mento de su expulsión del cuerpo de la madre. Esta clasificación
se coordina con aquella otra que divide los animales en sanguí-
neos y í° (hoy vertebrados e invertebrados). Lin-
66 vid. Ross, W.D., op.cit., p.434.
67 Aristóteles, Historia animalium, VIII, 2.
68 Kórner, O., Das homerisch Tiersystem un seine Bedeutungfur die zoo-
logische Systematik des Aristoteles, Wierbaden, 1927, pp. 22 y Ss.
69 Aristóteles, De generatione animalium, 732a, 25 733b, 16.
70 Aristóteles, De partibus ani'malium, 682a-697b, y De generatione ani-
malium, 732a 5 y ss.
El sistema de clasificación de Linneo 47

neo tomó de Aristóteles la importancia concedida a la generación


como criterio taxonómico, y basó en los órganos sexuales de las
plantas su sistema de diferenciación de órdenes y clases. No fué
el primero en descubrir los órganos reproductivos de las plantas
ni en describir su funcioñamiento, pero silo fué en usar estas ca-
racterísticas con fines taxonómicos de una manera sistemática, ge-
neral y regular. En lo que hace referencia a la clasificación de los
animales, a nadie se le oculta la deuda contraída por Linneo para
con la clasificación aristotélica. En la primera edición del Systema
naturae (1735), se presenta en dos grandes páginas en folio una
clasificación zoológica en seis clases (cuadrúpedos, aves, anfibios,
peces, insectos y gusanos). En la décima edición de esta misma
obra, y llenando un volúmen de 824 páginas en octava, se desa-
rrolla y amplía esta clasificación, aplicando, además, el sistema
de nomenclatura binomial (del que hablaremos más tarde en el ca-
pítulo segundo), y delimitando claramente géneros y especies. Com-
parando las clasificaciones zoológicas de Linneo y de Aristóteles
se observa que las cuatro primeras clases de Linneo (mamíferos,
aves, anfibios y peces) habían sido ya agrupadas por Aristóteles
como animales de sangre roja (hoy vertebrados). Hay un claro pa-
ralelismo en este punto en la importancia concedida a la sangre
y al sistema de reproducción como criterios taxonómicos pertinen-
tes. En cuanto a las dos clases comprendidas en el grupo de sangre
incolora, la clase de los gusanos resultó ser una agrupación dema-
siado variopinta, que pronto se olvidaría, al contrario que la clase
de los insectos que, como ha puesto de manifiesto Horstadius 71 ,
fué de una importancia y utilidad posterior innegable, además de
suponer una aportación linneana original: fué precisamente nues-
tro autor quien dividió a los insectos en coleópteros, hemípteros,
lepidópteros, neurópteros, hymenópteros, dípteros y ápteros. Lin-
neo hizo aportaciones interesantes en zoología con sus observa-
ciones sobre la vida de los insectos, advirtiendo su importancia en
el equilibrio ecológico. Escribió sobre las migraciones de las aves
(Migrationes avium, 1757), y sobre diversas faunas (Ichlyo!ogia,
1738; Fauna suecica, 1746; Cervus rheno, 1754; etc.).
71 Horstadius, S., «Linnaeus, Animais and Man», en Procee4ings of ¡1w
Linnaean Society of London, n. 6, 1974, 4 pp.
72 sobre la importancia de los estudios zoológicos de Linneo véanse los ar-
48 David Alvargonzález

No debe ocultársenos, sin embargo, una diferencia impor-


tante entre las clasificaciones de Linneo y de Aristóteles en lo que
se refiere a los reinos de la naturaleza: Aristóteles, fijándose en
el tipo de alma, distingue los vegetales, los animales, y el hom-
bre; Linneo distingue los minerales, los vegetales y los animales.
Por tanto, para Linneo, los minerales son un reino más de la na-
turaleza, a pesar de que no se alimentan ni se reproducen, y el
hombre no constituye un reino aparte (el reino hominal) sino que
quedará incluido dentro del reino animal, en el grupo de los an-
tropomorfa, al lado de otros primates (monos, lemures, etc.) 73 .
Esta decisión, que Haeckel consideraba muestra del genio de Lin-
neo, le valió, sin embargo, fuertes reproches de sus contemporá-
neos. Haller, en su Fauna suecica (1746), se queja: «la ilimitada
potestad que Linneo se ha atribuido en el reino animal ha de re-
sultar sumamente detestable para muchos. Se ha considerado un
segundo Adán y da nombres a todos los animales según sus ras-
gos característicos, sin preocuparse en ningún momento de sus
predecesores. Apenas consigue aguantarse las ganas de hacer del
hombre un mono y del mono un hombre». Thomas Pennant, en
su Historia de los cuadrúpedos, comenta molesto: «mi vanidad
no me permite colocar a la humanidad al nivel de los gorilas, man-
driles, macacos y murciélagos». De la Mettrie también habría acu-
sado a Linneo por su intento de clasificar al hombre «entre los
caballos y los cerdos»; Voltaire saldría al paso: «sí, pero conven-
dreis conmigo en que, si el Sr. Linneo es un caballo, es el prime-
ro de todos». Esta decisión linneana tampoco sería compartida,
ya en el siglo XX y desde posiciones evolucionistas, por Julian
Huxley (nieto de Thomas Henry Huxley) quien consideraba al
hombre merecedor de un reino separado al que puso por nombre
Psychozoa. La Tesis sobre los antropomorfos (1760) resulta in-
sustituible para hacerse una idea clara del parecer de Linneo so-
bre el lugar de la especie humana en su clasificación: «Entre to-
dos los seres creados, dice Linneo, no hay duda de que no hay
tículos de Heller, J.L., Smit, P., Wheeler, A., Shillito, J.F., y Sourander, P,
en la obra Linnaeus. Progress and Prospects in Linnaean Research, Estocolmo,
Almqvist & Wiksell, 1980.
73 vid. S.N., 10 ed. y Disertatio in antropomorfa, 1760.
la autoría de las famosas disertaciones (tesis) de los alumnos de Linneo
ha sido, a veces, puesta en duda, argumentando que eran obras originales de sus
El sistema de clasificación de Linneo 49

nada más cercano al hombre que las razas de monos; sus caras,
sus manos y pies, brazos y piernas, pechos y espaldas, son como
los nuestros; incluso sus cientos de cabriolas, haciéndose los lo-
cos o divirtiéndose, imitando todo lo que ven, se nos parecen tanto
que es difícilmente posible definir una línea divisoria [ ... ]. Mu-
cha gente quisiera pensar que hubiera una diferencia mayor en-
tre el hombre y los monos que entre el día y la noche; pero si
uno pone juntos a un educadísimo primer ministro de Europa y
a un hotentote [ ... ] sería difícil creer que tuvieron un ancestro
común, o si uno compara una dama elegantísima de corte con
una silvestre y solitaria salvaje difícilmente adivinaría que perte-
necen a la misma especie». Este texto linneano sería digno de El
origen de las especies si no fuera porque el mismo Darwin fue
muy prudente a la hora de referirse en dicho libro al parentesco
del hombre con los primates. Incluso, nos consta que, en su Te-
sis sobre los antropomorfos, Linneo proponía, en un principio,
que los hotentotes eran un híbrido entre el hombre y el mono,
pero esta frase probablemente le pareció excesivamente arriesga-
da, y fué retirada antes de su impresión. De cualquier forma,
la inclusión del hombre en el grupo de los antropomorfos, al lado
del resto de los primates, supone un cambio importante con res-
pecto a la tradición aristotélica. El hombre pasa de ser un grupo
singular, separado del resto de los animales en la clasificación de
Aristóteles, a ser un género dentro de los antropomorfos, en com-
pañía de otros primates, en la clasificación de Linneo. Claro que
la Tesis sobre los antropomorfos es, como ya hemos dicho, una
obra de madurez (fue publicada en 1760), posterior a la generali-
zación del sistema de nomenclatura binomial (1753), y contem-
poránea de otras obras de Linneo (como la Disquisitio de si
plantarum de 1760 y el Fundamenta fructificationis de 1762) en
las que ya es muy problemático hablar del aristotelismo de Liii-
neo. El capítulo segundo de este ensayo tratará precisamente de
estudiar la reorganización llevada a cabo por Linneo en el cam-
po de la biología sistemática.
alumnos y no de él. El detallado estudio de W.T. Stearn («Introducción a la edi-
ción facsímil del Speciesplantarum de Linneo», en Speciesplanrarum, fá. de
la Ray Society, Londres, 1957, PP. 54-64) pone de manifiesto que estas obras pueden
considerarse como auténticamente linileanas.
75 vid. Horstadius, S., op.cit., p.257.
50 David Alvargonzález

Linneo en 1738 regresa del extranjero y se encuentra con su novia Sara Lisa Mo-
raea. Así nos los presenta el libro de Florence Caddy, de 1887, Through theFields
with Linnaeus.
Capítulo segundo

El sistema de clasificación de Linneo


en sus obras de madurez (1753-1778)

Muchas de las interpretaciones de la obra linneana se detie-


nen en tratar un asunto que, al parecer, resultaría imprescindible
discutir para aclarar el lugar de nuestro autor en la historia de
la biología. Se trataría de saber si Linneo era más bien un botá-
nico experimental o si, por el contrario, quedaría mejor definido
como un biólogo teórico. Para Pennelll, por ejemplo, el méto-
do linneano de delimitación de los géneros es experimental, y su-
pone un conocimiento exhaustivo de las especies de cada género.
Idéntica opinión es la mantenida por Croizatz quien dice que
Linneo se fijaba más en cuestiones de hecho (prácticas) que en
teorías abstractas, lo cual explicaría su interés por el método na-
tural de clasificación. Igualmente, Alvarez López 3 , argumentan-
do en contra de Rádl 4, mantiene que el género linneano no es
puramente lógico, sino que es en gran parte empírico, como lo
demostrarían las reglas dadas por Linneo para su determina-
1 Penneil, F.W., «Genotypes of the Scrophulanaceae in the First Edilion
of the Species plantarum», en Proceedings of the Academy of NaturaISciences
of Philadelphia, n.82, 1939, pp. 9-26.
2 Croizat, L., «History and Nomenclature of the Higher Units of Qas-

fication», en el Bulletin Torrey Botanic Club, n.72, enero 1945, pp. 52-75.
3 Álvarez López, E., «De la Philosophia Botanica de Linneo a algunos te-
mas fundamentales de la biología», en Anales del Real Jardín Botanico de Ma-
drid, t.VIII, 1945, pp. 47-49.
Rádi, J., Historia de las teorías biológicas, Madrid, Galo Sáez, 1931, .
254-255.
52 David Alvargonzález

Un retrato de Linneo joven sosteniendó la Linnaea borealis (autor y fecha desco-


nocidos).
E1istema de clasificación de Linneo 53

ción 5 , y la existencia de los géneros monotípicos. Incluso, según


Álvarez López, la decisión de Linneo de ser sexualista es un im-
perativo práctico para realizar la clasificación, que no tendría nada
que ver con el esencialismo aristotélic0 6 . Guyenot, sin embargo,
se apunta a la tesis de Sachs según la cual Linneo parte de ideas
a priori heredadas de la filosofía y de la botánica anteriores sin
llegar a rebasarlas nunca: el sistema linneano no sería el resulta-
do de una actividad práctica ni tendría nada de original frente
a los de Camerarius (1500-1574), Jung (1588-1657), Boerhaave
(1668-1738), Cesalpino (1519-1603), etc. 7 Stearn argumentó con
gran prolijidad la tesis de que el empirismo de Linneo es innega-
ble: Linneo habría recolectado plantas en sus propios viajes, y
habría estudiado gran cantidad de piezas de herbarios, así como
importantes especímenes enviados por sus alumnos desde las zo-
nas más variadas del planetas. Además, la práctica de Linneo en
la determinación de los géneros sería más bien empírica que lógico-
formal 9. Linneo habría hecho pocas contribuciones en terrenos
abstractos, y las que hizo fueron, siempre según Stearn, poco
afortunadas 10 Sin embargo, para este autor, existiría un conflic-
to dentro de la obra de Linneo entre su práctica empírica y su
aproximación teórica escolástica. Este conflicto se pondría espe-
cialmente de manifiesto cuando, al delimitar los géneros, Linneo
salta, a veces, por encima de su propio sistema artificial 11 Se-
gún Cain 12, este conflicto estaría también presente en Cuvier, De
Candolle y Lamark.
vid. Ph. B., afors. 176-183.
6 Alvarez López, E., op.cit., p. 24.
7 Guyenot, E., Las ciencias de la vida en los siglos X VIly XVIII, Méji-
co, UTEHA, 1956, p. 25.
8 Stearn, W.T., «Botanical Exploration to the Time of Linnaeus», en~
ceedings of the Linnaean Society of London, n. 169, diciembre 1958, pp. 173 y
Stearn, W.T., «Four Supplementary Linnaean Publications. Methodi
(1736), Demonstrationes plantarum (1754), Genera plantarum (1754), Ordi,,
naturales (1764)», en la edición facsímil del Species plantarum, Londres, Ray So-
ciety, 1957, t.II, p.96.
10 Stearn, W.T., «Introducción a la edición facsímil del Spedes plai,z-
rum» en la edición de la Ray Society, Londres, 1957, t.I, p.97.
11 Stearn, W.T., «Método, nomenclatura y clasificación Iinnean, es
Blunt, W., El naturalista. Vida, obra y viajes de Carl von Linné (1707-1778).
Barcelona, Ediciones del Serbal, 1982, p.261.
12 Cain, A.J., «Deductive and'Inductive Methods in Post-linnaean Taz&i-
mp>, en Proceedings of the Linnaean Socieiy of London, n.170, 2, 1959, ¡ 1-217
54 David Alvargonzdlez

La polémica entre el Linneo empirista y el Linneo teórico


sigue presente en publicaciones más recientes: así, G. Eriksson' 3
argumenta que la gran fama de nuestro botánico se debe a sus
contribuciones teóricas a la biología: organización, nomenclatu-
ra, sistemática. Estos aspectos, abordados por Linneo con clari-
dad, aplicabilidad universal, simplicidad y economía, habrían sido
los que aseguraron su éxito. De modo similar, Lindroth insiste
en la posición de Stearn: Linneo es , en parte un teórico escolás-
tico, y en parte un magnífico observador empírico de los reinos
animal y vegetal 14•
No es nuestra intención abundar en esta polémica adscribién-
donos a alguno de los dbs bandos ya que, en nuestra opinión,
esta discusión sería, más bien, una consecuencia de la propia fi-
losofía de la ciencia que mantienen los hitoriadores implicados.
Esta filosofía supone, en todos los casos que hemos tenido oca-
sión de estudiar con relación a Linneo, la separación de dos tipos
de contenidos completamente diferentes: aquéllos que tienen que
ver con el trabajo de campo o de laboratorio, y aquellos otros
que tendrían más que ver con libros, teorías, etc. Partiendo del
supuesto de que estas dos esferas pueden existir por separado,
se postula luego, o bien la irrelevancia de lo teórico (desde un des-
cripcionismo empirista), o bien la irrelevancia del llamado traba-
jo experimental (desde un teoreticismo muchas veces formalis-
ta), o bien la adecuación entre teoría y experiencia (desde un ade-
cuacionismo que es ecléctico). Estas tres alternativas dan lugar
a otras tantas posiciones en la polémica que estamos comentan-
do. Sin embargo, nosotros creemos que es la propia separación
radical entre teoría y experiencia la que debería ser revisada, ya
que los contenidos puramente teóricos o puramente experimen-
tales no existen propiamente (teoría y experiencia son ideas que,
en cualquier caso, no debemos hipostasiar): todo fenómeno <(ex-
perimental», por ejemplo, la observación de un organismo bio-
lógico, está cargado de contenidos teóricos en su ejercicio (pun-
13 Eriksson, G., «The Botanical Success of Linnaeus. The Aspect of Or-
ganization and Publicity», en Broberg (ed.), Linnaeus. Progress and Prospects
in Linnaean Research, Estocolmo, Almqvist & Wiksell, 1980, pp. 57-67.
14 Lindroth, S., «Linnaeus in his European Context», en - Broberg (cd.),
Linnaeus, Progress and Prospects in Linnaean Research, Estocolmo, Almqvist
& Wiksell, 1980, p. 10.
El sistema de clasificación de Linneo 55

tos de partida implícitos, hipótesis que se pretenden contrastar,


selección de datos, etc.) y, de igual modo, aquellas actividades
de apariencia más teórica, por ejemplo, la construcción de un sis-
tema de clasificación o de una tabla periódica, implican un ejer-
cicio experimental, aunque sólo sea el relativo a las materialida-
des tipográficas que se están manejando en cada caso (si bien,
por lo común, tal ejercicio no se reduce exclusivaxnnete a ellas) 15 .
De este modo, nosotros no vamos a suponer que Linneo parte
de unos presupuestos teóricos escolásticos que luego abandona-
ría en su madurez para sustituirlos por una aproximación exclu-
sivamente empírica. El escolasticismo del Linneo joven no se re-
fiere solamente a hipótesis, ideas o teorías, sino también, y fun-
damentalmente, a procedimientos lógico-materiales de construc-
ción de las clasificaciones. Esta lógica ejercida implicaba la
práctica de poner nombres diagnósticos, y el hábito de definir las
especies por la vía de la división, procediendo a partir del género
(considerado como anterior) hasta las especies. Por tanto, los cam-
bios que se aprecian en la obra linneana de madurez respecto de
las obras anteriores no son tanto cambios en la autoconcepción
acerca del trabajo clasificatorio (acerca de la cual, sin duda, tam-
bién se aprecian variaciones), sino cambios que se refieren al pro-
pio ejercicio de las labores clasificatorias: cambios en el procedi-
miento de denominación de las especies, cambios en el modo de
determinación de los géneros (que ahora serán posteriores a las
especies), y cambios que llevan a considerar importante el estu-
dio de las variedades (que antes se despreciaba como tarea pro-
pia de jardineros). Siendo así, el progresivo abandono de la tra-
dición escolástica en las obras de Linneo que ahora estudiamos
no debe buscarse sólo, ni siquiera principalmente, en las posicio-
nes teóricas explícitas que Linneo mantiene, sino en los procedi-
mientos desplegados para desarrollar la clasificación. Es fácil que
Linneo, inmerso como estaba en la dinámica de dicha transfor-
mación, no fuese capaz de entender el significado final de aque-
llos cambios (que a sus ojos parecerían, probablemente, meros
15 vid. Bueno, G., «Conceptos conjugados», en El Basilisco, ni (la q
ca), 1978, pp. 88-93, y Bueno, G., «El cierre categorial aplicado a las ciencias
físico-químicas» en Actas del Congreso de Teoría y Metodología de las Qen-
cias, Oviedo, Pentalfa, 1982, pp. 101-175.
56 David Alvargonzdlez

ajustes). Esto es así, entre otras cosas, porque solamente desde


la idea de especie biológica actual es posible apreciar la impor-
tancia de esa reorganización efectuada por Linneo que le llevó
desde los géneros anteriores a los posteriores (combinatorios, in-
cluso climacológicos), y desde una taxonomía cuyo eje de rota-
ción era el género a otra que giraba en torno a la especie. Antes
del concepto de especie cladista y evolutivo, y antes del concepto
genético de especie, Linneo, que se había formado, en su juven-
tud, en una biología sistemática basada en el género y que había
desarrollado él mismo ese procedimiento taxonómico hasta lími-
tes nunca alcanzados antes, reorganizaría la estructura del cam-
po de la ciencia biológica haciendo de la especie la categoría ta-
xonómica básica, y abandonando los procedimientos de nomen-
clatura que hemos llamado esencialistas (en los que coincidían de-
finición y denominación). Esta «vuelta del revés» condujo, ya en
el mismo Linneo, a un concepto de especie morfológica y fisioló-
gica muy próxima, en cuanto a su formato gnoseológico tipifica-
dor, a la moderna especie de la taxonomía numérica, y en algu-
nos extremos también semejante al concepto biológico de espe-
cie (como grupo de individuos reproductivamente aislado de otros
grupos). Desde la moderna biología evolucionista podemos apre-
ciar hoy la importancia gnoseológica de esta reorganización del
campo biológico que prepara el camino al transformismo y al dar -
vinismo.

§1. Géneros posteriores y combinatoria

El sistema artificial de Linneo se basa en la fructificación para


la determinación de las clases, de los órdenes y de los géneros.
Sin embargo, para determinar estos últimos no basta con fijarse
en la disposición de los estambres y del pistilo (como en las clases
y los órdenes) 16, sino que es preciso distinguir una serie de ca-
racteres más extensa. En la Philososphia Botanica'7, Linneo ha-
bla de 38 partes de la fructificación que deben ser tenidas en cuenta
para hallar los géneros; en la introducción a la quinta edición del
16 vid. S. Y.
17 vid. Ph.B., afor. 167.
El sistema de clasificación de Linneo 57

Genera planatarum'8 quedarán reducidas a 26. Estas partes se-


rían, según Linneo, como las letras de alfabeto vegetal, escritas
por Dios, y su compresión nos permitiría realizar una clasifica-
ción biológica adecuada 19 Cada una de estas partes de la fruc-
tificación debe ser determinada de acuerdo con cuatro notas ca-
racterísticas, a saber: número, figura, proporción y situaciónzo.
Según Linneo, el número y la proporción son fáciles de asignar,
la situación y la figura son más controvertidas y exigen un análi-
sis más cuidadoso 21• Si para determinar los géneros debemos fi-
jarnos en 38 partes, cada una de las cuales puede variar según
cuatro notas (número, figura, proporción y situación), entonces
Linneo concluye 22 que solamente existen 5.776 géneros
(3 8x38x4 =5.776). Cabría entonces pensar en una especie de «ta-
bla periódica de los géneros», similar a la tabla periódica de los
elementos químicos, que sería una matriz tridimensional (x = 38,
y= 38, z = 4) donde cada uno de los 5.776 géneros existentes po-
dría hacerse corresponder con un triplete (x i, y, zk): de este
modo, se podrían predecir exactamente los géneros aún no
descubiertos 23 . Álvarez López reprocha a Linneo un optimismo
que «no ha reparado en la profunda diferencia que para la cien-
cia existe entre la posibilidad de existencia y el hecho de la exis-
tencia misma» 24 . Foucault 25 intepreta estos pasajes de Linneo de
un modo entusiasta considerando que por este procedimiento se
lograría el cuadriculado de todo el reino vegetal, y se podría dar
un nombre inequívoco a cada género. En el mismo sentido se ma-
nifiesta Roger 26 , para quien este determinismo finito y discreto
de los géneros no sería más que una muestra del rigor geométri-
18 vid. G.P., «Introducción», no. 11 y 20.
19 vid. G.P., «Introducción», n° 11.
20 vid. Ph.B., afors. 92, 167 y 327.
21 vid. Ph.B., afors. 97, 299, 331.
22 vid. Ph.B., afor. 167.
23 vid. S.P., «Prefacio».
Álvarez López, E., «De la Philosophia Botanica de Linneo a algunos
temas fundamentales de la Biología», en Anales del Real Jardín Botánico de Ma-
drid, t.VIII, 1947, p.53 (subrayado en el original).
25 Foucault, M., Las palabras y las cosas. Una arqueologíade lascien-

cias humanas, Méjico, S.XXI, 1968, pp. 141-142.


26 Roger, J., «Linné et l'ordre de la nature», en La Recherche, n°. 86, fd
1978, p.183.
58 David Alvargonzdlez

co, lógico y filosófico linneano. Sin embargo, esta interpretación


que pretende que Linneo diseñó una clasificación botánica cerra-
da, finita y determinista, basada en la combinación de «n» ca-
racteres, tropezaría, en nuestra opinión, con algunos problemas
que mostrarían los límites del propio sistema combinatorio lin-
neano. Efectivamente, Linneo intentó realizar un sistema de cla-
sificación que fuera finito y discreto, donde el espacio entre un
género y otro estuviera vacío 27• Ahora bien, creemos que es po-
sible argumentar que Linneo ejecutó esta tarea de un modo me-
ramente tentativo: en la Philosophia Botanica28 habla de 38 par-
tes de la fructificación cuando anteriormente sólo había descrito
31 29 . Es más, en el aforismo 167, cita solamente las 31 partes
descritas anteriormente, pero luego se confunde, y en vez de 31
partes, suma 38 30 , lo cual hace que en sus cálculos esté toman-
do siete partes de la fructificación que no ha descrito y que, por
tanto, desconocemos. Además, en la quinta edición del Genera
plantarum 3 (que es posterior a la Philosophia Botanica) sola-
'

mente distingue 26 caracteres de la fructificación pertinentes para


la delimitación de los géneros 32 : serán estos los que use de he-
cho en esa obra, y es importante destacar que es precisamente
esa obra la que suele considerarse fundamental en lo que se refie-
re al estudio de los géneros de las plantas. Por otra parte, los co-
nocimientos de combinatoria utilizados por Linneo son escasos
y equivocados y, desde luego, están muy por debajo de los cono-
27 vid. C.B., 225, y S.P., «Introducción».
28 vid. Ph.B., afor.167.
29 vid. .Ph.B., afors. 86 y 98-104.
30 las 31 partes de la fructificación citadas en los aforismos 86 y 98-104
son las siguientes: CÁLIZ: 1. periantio, 2. involucro, 3. spatha, 4. amento; 5.
gluma, 6. caliptra, 7. volva, COROLA: 8. pétalo, 9. nectario, ESTAMBRES: 10.
filamento, 11. polen, 12. antera, PISTILO: 13. germen, 14. stilo, 15. stigma, PE-
RICARPIO: 16. cápsula, 17. siliqua, 18. legumbre, 19. nuez, 20. drupa, 21. baya,
22. poma, 23. strobilus, 24. cascarilla, 25. vilano, 26. cotiledones, RECEPTÁ-
CULO: 27. de la flor, 28. del fruto, 29. de la fructificación, 30. cyma, 31. spa-
dix. (traducción tomada de D. Antonio Palau Verdera, en la del Species planta-
rum de Linneo, Madrid, Imprenta Real, 1788).
31 vid, G.P., «Introducción», n°. 11.
32 Linneo suprime el carácter 11 (polen), el 23 (strobilus), el 26 (cotiledo-
nes), el 30 (cyma), y el 31 (spadix).
El sistema de clasificación de Linneo 59

Linneo a sus cuarenta años de edad según un bosquejo en sepia de Juan Ex Rdi
60 David Alvargonzález

cimientos que se poseían en la época 33 . Linneo hace un cálculo


muy simple de los géneros que pueden existir. Dicen que, pues-
to que hay 38 caracteres (sic) y cada uno de ellos puede variar
según cuatro parámetros (número, figura, situación y proporción),
entonces habrá 38x38x4 = 5.776 géneros. Este cálculo es incom-
pleto y erróneo: incompleto porque hay que tener en cuenta que
en cada uno de esos cuatro parámetros caben n 1 , n2,n3, y n4 va-
lores para cada parámetro. Por ejemplo, si tomamos el carácter
12 (la antera), en cuanto a su número n 1 , éste podría tomas va-
rios valores n 12, n 13 , respecto de su figura n, ésta po-
...);

dría ser de diversos tipos (n 21 , n 2 , 2 , 1133, ...), e igualmente con


respecto a su situación (11 311 n 32, n 33 , y su proporción (n 41 ,
...)

n 4 , 2 n 43 , De este modo, para que el cálculo fuera comple-


...).

to, necesitaría tener determinados todos los valores que puede to-
mar el número, la figura, la situación y la proporción de cada
carácter, para luego empezar a combinarlos. Pero es que, ade-
más, aunque el cálculo linneano fuera completo, dicho cálculo
es, de todas formas, erróneo, ya que la matriz tridimensional que
él propone no tiene ningún significado combinatorio claro apli-
cada a ese caso 35. Por otra parte, Linneo no cuenta con la posi-
bilidad, existente de hecho, de que alguno de esos caracteres puede
no aparecer en algunas ocasiones, con lo cual habría que calcu-
lar también el caso en que se combinen sólo 37, 36, 35, 34,
de esos caracteres dando, por tanto, lugar a otra larga lista de
géneros. Hay indicios que harían posible interpretar la clasifica-
ción linneana de los géneros como si estos fuesen parte de una
totalidad atributiva susceptible de ser dividida de un modo ex-
haustivo. Para Linneo los géneros existentes no podían ser tan-
tos como se creía ya que los caracteres esenciales eran relativa-
mente pocos, y permitían una variabilidad desde luego finita, y
33 vid. Ceñal, R. (S.J.), La combinatoria de Sebastian Izquierdo, Madrid,
Instituto de España. 1974. En la época de Linneo ya estaban perfectamente re-
sueltos los problemas que implicaran variaciones, permutaciones y combinacio-
nes con o sin repetición de elementos así como el cálculo de la suma de los térmi-
nos de una combinación dada.
34 vid. PII.B., afor. 167, y S.P., «Prefacio».
35 Linneo nos tiene ya acostumbrados a sus torpezas y equivocaciones no
sólo referentes al arte de la combinatoria sino también relativas a los más senci-
llos cálculos aritméticos: vid., por ejemplo, Or., nums. 55 y 60.
El sistema de clasificación de Linneo 61

no muy elevada que haría posible conocer todos los géneros en


un tiempo relativamente breve 36. También es verdad que Linneo
estaba interesado en construir un sistema estructurado que tuvie-
ra cierto margen de predictibilidad: «systema etiam omissas in-
dicat per se plantas, quod nunquam Catalogi enumeratio». Las
plantas desconocidas se pueden predecir con verosimilitud y en
ningún caso parece que vaya a haber más de 10.000 géneros
diferentes 8• Pero para que tenga éxito un sistema combinatorio
en la tarea de determinar el número de géneros posibles es nece-
sario precisar: 1. Qué caracteres son los que forman el género (cosa
que Linneo hace, aunque cambia de 31 a 26). 2. Con respecto
a qué parámetros pueden variar esos caracteres (cosa que Linneo
también hace diciendo que varían en número, figura, situación
y proporción). 3. Dentro de esos parámetros, qué valor puede to-
mar cada parámetro (es decir, definir su campo de variabilidad,
cosa que Linneo no parece tener en cuenta). 4. Se necesita, ade-
más, precisar si algunos de los caracteres, o varios, pueden to-
mar el valor «0» (es decir, no aparecer en un determinado especi-
men). 5. Por último, es necesario un conocimiento del cálculo de
combinaciones (cosa que Linneo no tiene, como lo demuestran
sus estimaciones erróneas) 39. Linneo mismo parece darse cuen-
ta de la poca fiabilidad de sus previsiones y, de hecho, en la quinta
edición del Genera plantarum (1754)40, habla sólo de 26 carac-
teres y no menciona la posibilidad de una combinatoria demasia-
do estricta. Y es que las intenciones de Linneo en sus obras de
juventud, y sus autorrepresentaciones acerca de la estructura de
la clasificación biológica no se corresponden siempre con los pro-
cedimientos efectivos utilizados. De hecho, no parece que haya
36 vid. S.P., «Prefacio».
vid. P/i.B., afor. 156.
38 vid. SP., «Prefacio».
u Esto sería, aproximadamente, lo que Cain ha llamado una lógica de as-
tidades analizadas: vid. Cain, A. J., «Logic and Memory on Linnaeus' s Sysan
of Taxonomy», en Proceedings of the Linnaean Society of London, u° 169, abril
1958, pp. 144-163, y en Cain, A.J., «Deductive and Inductive Methods in Pos-
linnaean Taxonomy», en Proceeedings of the Linnaean Society of London, n%70,
1959, pp.185-217. Las ventajas de una clasificación de este tipo es que no hay
omisiones ni grupos artificiales (supuesto que los caracteres escogidos son todos
ellos, y sólo ellos, esenciales).
vid. G.P., «Introducción».
62 David Alvargonzdlez

unas normas rígidas para determinar los géneros, sino más bien
una serie de consejos prácticos 41 : ninguna parte de la fructifica-
ción es perfectamente constante dentro de un género 42, y un de-
terminado carácter genérico irá adquiriendo mayor valor confor-
me aparezca más asiduamente dentro de ese género en las dife-
rentes especies 43 . Como Penneli ha puesto de manifiesto en su
estudio del género scrophulanaceae en el Species plantarum 44, el
procedimiento que usaba Linneo para determinar los géneros no
era de tipo apriorístico, como se podría deducir quiza de sus pre-
visiones basadas en la combinatoria. Linneo hacía un estudio de
la que pareciera ser la principal especie de un género y la compa-
raba luego con otras especies de ese género para quitar de la des-
cripción genérica todos los caracteres que no estuviesen de acuerdo
con el conjunto de las especies estudiadas. W.T. Stearn 45 consi-
dera también que era éste el procedimiento seguido por Linneo
para la determinación de los géneros. Por otra parte, como he-
mos visto, el número de caracteres que es preciso tener en cuenta
para la definición del género es significativamente grande, y la
ponderación de su importancia (incluso de su ausencia) en cada
caso resulta ser bastante discrecional. Esta discrecionalidad pa-
rece estar basada (según Penneli y Stearn 46) en el análisis com-
parativo de las especies incluidas en el género ya que no hay nin-
gún carácter que, tomado aisladamente, pueda ser considerado
determinante a la hora de clasificar y definir el género.
La utilización de este procedimiento para la construcción de
los géneros tiene que ver, según creemos, con una transición des-
de los géneros porfirianos, que son anteriores a las especies, has-
ta los géneros modulantes, posteriores a las especies. En los gé-
neros anteriores, las especies se definen a partir del género por
el procedimiento de añadir a éste una diferencia: las especies reí-
41 vid. Ph.B., afors. 170-193.
42 vid. Ph.B., afor. 175.
vid. Ph.B., afor. 174.
Penneli, F.W., «Genotypes of the Scrophulanaceae in the First Edition
of the Species plan tarum», en Proceedings of the A cademy of Natural Sciences
of Philadelphia, n° 82, 1939, pp. 9-26,
45 Stearn, W.T., «Notes on Linnaeus's Generaplantarum», en la edición
facsímil del Genera plantarum de Winhem, Cramer, 1960, en la p. XI.
46 vid. loc. cit.
El sistema de clasificación de Linneo 63

teran las características genéricas y, por tanto, en ningún caso pue-


den traspasar los límites del género. El género es «absorvente»
y sus especificaciones son subgenéricas. Como ya hemos visto en
el capítulo primero de este ensayo, Linneo, en sus primeras obras,
insiste en la utilización de géneros anteriores absorventes, consi-
derando que el género es la categoría taxonómica básica, y que
no pueden definirse ni nombrarse las especies antes que el género
pues aquéllas son determinaciones de éste. Sin embargo, la prác-
tica operatoria de la clasificación dentro del campo biológico ha-
bría conducido a Linneo a utilizar otro procedimiento para defi-
nir y clasificar los géneros. Este procedimiento, considerado por
Penneil o Stearn como «empírico» (como si aquel otro no lo fue-
ra), se caracterizaría, tal es nuestra tesis, por hacer uso de géne-
ros posteriores modulantes. En los géneros posteriores son las es-
pecies las que se determinan en primer lugar, y sólo después, me-
diante el análisis comparativo de éstas y de sus rasgos caracterís-
ticos, se puede llegar a definir el género. Las especies, entonces,
no son subgenéricas (reiterativas de un género anterior) sino co-
genéricas (o incluso transgenéricas) ya que cada una de ellas con-
tribuye de diferente modo y en diferente grado a la constitución
del género (ahora posterior). El género puede llamarse entonces
«modulante» pues adquiere contenidos diferentes dependiendo
de las especies que lo forman. Los géneros posteriores son, en
cierto sentido, anómalos ya que no todos los caracteres que los
conforman son considerados combinados de igual modo y en idén-
ticas proporciones; hace falta compararlos, y ponderarlos de
modo diferente en cada caso a la luz de los materiales. Por esta
razón, el sistema combinatorio de Linneo del que venimos ha-
blando, y su relativo fracaso (que impidió su aplicación rígida,
automática), abundan en nuestra suposición de que Linneo aban-
donó el procedimiento de clasificación porfiriano de los géneros
anteriores (a los que se añade una diferencia para definir la espe-
cie) en favor de estos géneros posteriores (modulantes, combina-
torios, anómalos) que se construyen a partir de las especies (pon-
derando un conjunto amplio de caracteres). El género anterior,
porfiriano, aparece como si estuviera dado de antemano (por
ejemplo, deducido de las clases o de los órdenes) mientras que
este género posterior (anómalo).tiene que construirse por vía de
una tipificación. El género anterior es «perfecto», acabado de una
64 David Alvargonzález

vez por todas; el género posterior es «infecto», constitutivamen-


te incompleto y problemático. El género anterior es esencial, in-
mutable; el género posterior, sin embargo, puede llegar a trans-
formarse, a degenerar (géneros climacológicos), incluso a desa-
parecer, como consecuencia de la influencia de sus especies 7 .
Una muestra de este carácter climacológico de los nuevos géne-
ros la tendríamos en el concepto de género monotípico. Como
es sabido, Linneo, en el Speciesplantarum clasificó cerca de tres-
cientos géneros monotípicos. Los géneros monotípicos son aque-
llos que sólo están formados por una especie. Como ha argumen-
tado Alvarez López 48 , el género monotípico, ese género contra-
dictorio que consta de una sola especie, es uno de los indicios más
importantes para demostrar que en Linneo el concepto lógico de
género, heredado de la Isagoge porfiriana, dejó paso a un con-
cepto biológico.

§2. La nomenclatura binomial

Linneo, en su obra Fundamenta Botanica (1736)49 , habla de


la existencia de dos tipos de nombre para las especies. Por una
parte está el nombre específico legítimo, para cuya determinación
Linneo da una serie de normas 50 y, por otra parte existe un nom-
bre específico trivial, cuya elección carece de reglas. En su Criti-
ca Botanica (1737) 51 y en la Philosophia Botanica (175 1)52, Lin-
neo discute con gran detenimiento las reglas que ha de cumplir
el nombre específico legítimo pero no parece interesado en abso-
luto por la determinación del nombre específico trivial.
El nombre específico trivial fue usado por primera vez por
Linneo en Oliindska och Gothlandska Resa (Estocolomo y Upp-
47 Sobre la diferencia entre géneros anteriores y posteriores, y especifica-
ciones subgenéricas y cogenéricas vid. Bueno, O., Estatuto gnoseológico de las
Ciencias Humanas, Madrid, Fundación Juan March, 1976, t.I, pp. 319-333 y Bue-
no, G., Primer ensayo sobre las categorías de las ciencias políticas, Logroño,
Cultural Rioja, 1991, cap. 1, §1.
48 Alvarez López, E., op. cit.
49 vid. F.B., afor. 257.
50 vid. F.B., afors. 258-305.
51 vid. C.B., afors. 256-305.
52 vid. PIS.B., afors. 256-305.
El sistema de clasificación de Linneo 65

Linneo en 1753 según un retrato de Gustaf Lundberg.


66 David Alvargonzález

sala, 1745). Posteriormente, en Pan suecicus (Uppsala, 1749) y


en Skanska Resa (Estocolmo, 1751) 53 , hizo frecuente utilización
de este procedimiento para nombrar las especies estudiadas. Ul-
teriormente, Linneo, en el Speciesplantarum, comenzó a utilizar
el nombre trivial de una manera generalizada, al tiempo que dio
unas reglas para su correcto uso. El nombre específico trivial, pre-
cedido por el nombre genérico esencial que Linneo había deter-
minado en el Genera plantarum, dio lugar a lo que se conoce como
la «nomenclatura binomial». El Species plantarum es una obra
fundamental en la bibliografía linneana ya que en ella se toman
en consideración gran parte de las obras anteriores de Linneo (las
diversas floras, hortus y viajes del periodo 1736-1753), según ha
puesto de manifiesto Stearn 54, y es por ello especialmente signi-
ficativo que Linneo eligiera esta obra para aplicar sistemáticamen-
te este nuevo procedimiento de denominación (se nos ocurre su-
gerir que quizá la razón última de esta elección tenga que ver con
la dificultad indudable de llevar a cabo el trabajo de otro modo,
es decir, con el sistema de denominación de las especies esencia-
lista). La nomenclatura binomial se haría famosa por su econo-
mía de esfuerzo y de tiempo ya que evita el engorro del nombre
específico esencial, que es normalmente muy largo. En 1905 se
tomó un acuerdo internacional en el gremio de los botánicos para
considerar el Species plantarum como el comienzo de la nomen-
clatura botánica moderna. Este sistema de nomenclatura sería ex-
tendido por Linneo al reino de la zoología en la primera parte
de la décima edición del Systema Naturae, que el gremio interna-
cional de zoólogos acordaría más tarde en tomar como el comien-
zo de la nomenclatura zoológica actual. Con razón Eriksson 5
considera que la invención del sistema binomial por parte de Lin-
neo fue uno de los factores que contribuyeron a su fama. La apa-
rición del nombre específico trivial liberó a los libros de botánica
de largas y engorrosas descripciones, y convirtió al Species plan-
53 vid. Sprague, T.A., «The Plan of the Species plantarum», en Procee-
dings of theLinnaean Society of London, n° 165, 1955, p.151, y Ramsbotton,
J., «Linnaeus's Nomenclature», en Proceedings of the Linnaean Society of Lon-
don, n° 165, 1955, p. 165.
54 Stearn, W.T., «Introducción a la edición facsímil del Species planta-
rum», en la edición de la Ray Society de Londres de 1957, p. VIII.
Erikson, G., op.cit., pp. 57-67.
El sistema de clasificación de Linneo 67

tarum y al Systema Naturae en manuales de referencia insustitui-


bles para todos los biólogos posteriores.
Laín Entralgo 56, Truil Blasco y Vidal Casero 57 sostienen que
ya Caspar Bauhin (1550-1624) y Joachim Jung, entre otros, ha-
brían usado un método de nomenclatura binomial, y que, por tan-
to, Linneo no habría hecho más que copiarles. En nuestra opi-
nión no se puede decir con propiedad que Bauhin y Jung inven-
taran un sistema binomial de nomenclatura; aunque sí es verdad
que a veces dieron algunos nombres de plantas siguiendo este pro-
cedimiento, en ningún caso llegaron a generalizarlo como méto-
do ni, probablemente, a sospechar su extrema utilidad. Este mé-
rito es, sin duda, de Linneo y, además, incluso dentro de la obra
de linneana, no se puede decir que sea una invención temprana
ya que, como quedó dicho, la nomenclatura binomial no fue uti-
lizada de forma organizada y generalizada hasta la primera edi-
ción del Species plantarum en 1753, probablemente porque sólo
entonces el conjunto de conocimientos botánicos alcanzó una
«masa crítica>) tal que hacía inviable el sistema esencialista de de-
nominación (al que, por tradición, se le reconocían ciertas ven-
tajas).
En el capítulo primero, al referirinos a las obras de juven-
tud de Linneo, hemos visto cómo su taxonomía podía caracteri-
zarse de esencialista pues basaba la clasificación en la determina-
ción de ciertos caracteres esenciales (en cuanto distintos de los
caracteres facticios y de los caracteres naturales 58). Los caracte-
res esenciales tenían la ventaja, según vimos entonces, de que,
a la vez que son útiles para clasificar los organismos, permiten
definirlos y, además, nos sirven para nombrarlos. Así, por ejem-
plo, el término «diandria» permite clasificar una planta en una
determinada clase, a la vez que nos la define como «planta con
flor hermafrodita, con dos estambres de igual tamaño separados»
56 Lain Entralgo, P., Panorama histórico de la ciencia moderna, Madrid,
Editorial Guadarrama, 1963, p. 149.
Truil Blasco, R. y M. C. Vidal Casero, «Desarrollo de la Botánica en
los siglos XIX y XX. Estudio realizado utilizando el Enumeratio plantarum Horti
Botanici Valen tini Anno 1856», en Actas del II Congreso de la Sociedad Espa-
ñola de Historia de las Ciencias (Jaca, 27 set-JO oct. 1982), Mariano Hormigón
editor, 1982, p. 470.
58 vid. Ph.B., afor.190.
68 David Alvargonzdlez

y, al mismo tiempo, nos sirve para nombrarla. Lo mismo ocurre


con los caracteres esenciales de los órdenes, los géneros y las es-
pecies. Así pues, el carácter legítimo esencial, que da lugar a un
nombre específico esencial, logra que este nombre sea un diag-
nóstico de la planta, es decir, cumple, al mismo tiempo, las fun-
ciones de clasificación, definición y denominación de esa espe-
cie. Como consecuencia de ello, resulta que este nombre tiene que
ser compuesto, para poder contener los caracteres específicos esen-
ciales suficientes como para poder definir una especie y diferen-
ciarla de otras. Linneo había limitado este nombre a un máximo
de doce palabras. Podemos decir, por tanto, que Linneo, en sus
primeras obras, lo mismo que otros botánicos sistemáticos esco-
lásticos, identificaba el problema de definir una especie con el de
darle un nombre 59 : la taxonomía era a la vez clasificación, de-
nominación y definición.
Ahora bien, este sistema de nomenclatura con nombres es-
pecíficos esenciales es muy fatigoso dado que estos son general-
mente muy largos. Además, Linneo reconoció 60 que la tarea de
determinar los caracteres esenciales para las especies no era fácil,
ya que requería conocer muchas especies, estudiar sus partes, es-
coger sus caracteres diferenciales, y buscar una terminología ade-
cuada. Es por eso por lo que a determinadas especies se les ponía
un nombre arbitrario, llamado trivial (¡.e.: no esencial). Como
ya hemos dicho, en su Speciesplantarum, Linneo generalizó este
tipo de nombres para todas las especies, y dio reglas para su uso.
Esta nomenclatura arbitraria hará uso de nombres de botánicos
o de topónimos para nombrar las especies, de manera que ya no
habrá una conexión esencial entre la especie y el nombre. De esta
forma, definición y denominación se separan. La especie, dentro
de la nomenclatura binomial, tiene un nombre arbitrario, sin re-
lación con lo que se quiere nombrar. Así, interceptado por el nue-
vo sistema de denominación, fracasó el viejo proyecto de reali-
zar un lenguaje botánico universal esencialista. Nosotros creemos
que este cambio es relevante porque el hecho de separar denomi-
nación y definición hace que las especies, en lo sucesivo, tiendan
a diferenciarse según un conjunto de caracteres cada vez más am-
59 vid. PIS.B., afors. 256-258.-
60 vid. S.P., «Prefacio».
El sistema de clasificación de Linneo 69

pijo, ninguno de los cuales es propiamente esencial. Esto supone


un acercamiento de la taxonomía de Linneo al método de Adan-
son (Familles desplantes, 1763), en lo que se refiere a la delimi-
tación de las especies, quien pretendía que una buena clasifica-
ción debería tener en cuenta todas las partes del organism0 61 . La
especie se separó del esencialismo filosófico para pasar a ser una
unidad sistemática construida conforme a criterios muy variados
y este hecho fue, en nuestra opinión, propiciado por la nomen-
clatura binomial que separó la definición de la denominación. Lin-
neo, de hecho, al final de su vida, se acercó a la postura adanso-
niana, como lo demostraría una carta que su hijo escribió el 21
de abril de 1778 al Dr. Abrahan Baeck que estaba en ese momen-
to preparando un homenaje póstumo a Linneo. En ella, el joven
Linneo dice que su padre muchas veces se desviaba de sus pro-
pios principios y hacía caso del aspecto global exterior de la planta
para determinar los géneros 62 El estudio realizado por Smit so-
bre las treinta disertaciones zoológicas linneanas 63 corroboraría
nuestra tesis acerca del progresivo alejamiento de Linneo de los
procedimientos de clasificación porfirianos y escolásticos pues,
según parece, sería precisamente en sus estudios de zoología en
donde Linneo habría hecho un uso más extensivo del llamado
<(método natural» adansoniano. Este método implica necesaria-
mente un sistema de denominación no esencialista que deje liber-
tad para ponderar, en cada caso y comparativamente, las dife-
rentes características de los organismos. De este modo, a noso-
tros nos parece que, paralelamente a la generalización de la no-
menclatura binomial y del procedimiento clasificatorio por medio
de géneros combinatorios modulantes, aparece en la obra de Lin-
neo un importante cambio de actitud ante la importancia de las
especies y de las variedades. Como sabemos, Linneo, en su Criti-
61 sobre las relaciones no muy amistosas entre Linneo y Adanson vid. Lin-
droth, S., «Linnaeus in his European Context», en Broberg (ed.), Linnaeus. Pro-
gress andProspects in Linnaean Research, Estocolmo, Almqvist & Wiksell, 1980,
pp. 14-15.
62 esta carta se halla reproducida parcialmente en Cain ,A.J., «Logic and
Memory in Linnaeus's System of Taxonomyx, en Proceedings of the Linnaean
Society of London, n°. 163, abril 1958, p. 159.
63 Smit, P., «The Zoological Dissertations of Linnaeus», en Broberg (ed.),
Linnaeus. Progress and Prospects in Linnaean Research, Estocolmo, AlmqYist
& Wiksell, 1980, pp. 118-136.
70 David Alvargonzdlez

ca Botanica64, despreció el concepto de variedad, considerando


absurdos los nombres de las variedades, resultado de la ociosi-
dad de los jardineros. Incluso, en la Philosophia Botanica65 ,

deja bien claro que la separación y reunión de los vegetales (su


clasificación, dispositio) puede ser teórica (para dar lugar a las
clases, órdenes y géneros) y práctica (para dar lugar a las espe-
cies y las variedades 66). Esta «disposición práctica» que Linneo
despreció en su Critica Botanica le ocupó, sin embargo, en el Spe-
cies plantarum. En esta obra, Linneo es el primer autor que se-
para sistemáticamente las especies de las variedades. A partir de
entonces, el estudio de las variedades irá aumentando progresi-
vamente su importancia de modo que se empieza a dar una con-
tinuidad operatoria entre la investigación de los biólogos siste-
máticos y las actividades técnicas de mejora animal y vegetal, y
se comienza a reconocer el interés de estudiar determinadas par-
celas de la biología que antes movían al desprecio (hasta el punto
de quedar segregadas del auténtico trabajo de los botánicos sis-
temáticos: vid, nuestro capítulo primero). El hecho de separar con
claridad las variedades y dar cada vez más importancia a este es-
tadio de la clasificación repercute en el concepto de especie: an-
tes la especie se componía directamente de individuos (ya que las
variedades no eran consideradas en la práctica), y estos indivi-
duos, al ser todos supuestamente iguales, no enriquecían para
nada la especie. Sin embargo, una vez que damos importancia
a las diferentes variedades el propio concepto de especie se hace
inevitablemente más complejo. La especie suele coincidir con la
planta más conocida, y las variedades con las menos estudiadas,
aunque también, a veces, una especie se divide en varias varieda-
des coordinadas, ninguna de las cuales se considera más impor-
tante a la hora de determinarla 67 . Como habría ocurrido antes
con la categoría del género, las especies ahora dejan también de
vid. C.B., afors. 306 y 310.
65 vid. P/i.B., afor.152.
66 esta distinción será de gran importancia posteriormente en Cuvier
(1769-1832), De Candolle (1806-1893) y Lamarck (1744-1829), como ha puesto
de manifiesto A.J. Cain, «Deductive and Inductive Methods in Post-linnaean Ta-
xonomy», en Proceedings of the Linnaean Society of London, n° 170, 1959, 2,
pp. 188 y ss.
67 vid. Sprague, T.A., «The Plan of the Species plantarum», en Pro cee-
dings of the Linnaean Society of London, n° 165, 1955, pp. 151-156.
El sistema de clasificación de Linneo 71

Linneo en 1774, a sus 67 años de edad. Retrato de P. Krafft (padre).


72 David Alvargonzález

ser totalidades «perfectas» para convertirse en totalidades «in-


fectas», internamente anómalas, problemáticas. Siendo esto así,
no es raro constatar como Linneo, a partir de los años 1752-53,
va centrando cada vez más sus investigaciones sobre el estudio
de las especies. De este modo, en el Species plantarum, describe
5.938 especies vegetales y, en la décima edición del Systema Na-
turae, describe alrededor de 4.500 especies animales. Linneo, que
en un primer momento se ocuparía del estudio de los géneros como
unidades básicas de clasificación (Genera plantarum, Philosop-
hia Botanica), habría ido reconociendo paulatinamente la impor-
tancia de las especies (Species plantarum y décima edición del
Systema Naturae). La especie sería la unidad natural más peque-
ña que es posible determinar pues la variedad es obra del arte.
Además, los géneros deben ser revisados continuamente de acuer-
do con las especies que contienen 68 ya que son las especies las
que crean el carácter genérico y no al revés. Si en su juventud
Linneo afirmaba taxativamente que el género era el fundamento
de la ciencia botánica, ahora reconoce de manera inequívoca que
todo verdadero conocimiento descansa sobre el estudio de las
especies 69, aunque esto en ningún caso implique considerar su-
perflua la categoría del género ya que ésta continúa teniendo un
importante significado pragmático cuando se trata de establecer
correlaciones más amplias entre especímenes de muy diferente pro-
cedencia geográfica. Todavía hoy, la categoría del género tiene
un estatuto característico en la biología evolutiva, y sobre todo
en la paleontología, que hace que no pueda ser considerada en
los mismos términos que otras categorías superiores de clasifi-
cación.

§3. Sobre el fijismo de las especies

No existe la menor duda de que Linneo, en sus obras de ju-


ventud, defendió la tesis del fijismo de las especies: sus declara-
ciones en la Fundamenta Botanica70, en la Critica Botanica7', en
68 vid. Ph.B., afors. 160, 193 y 196.
69 vid. SP., «Prefacio».
70 vid. F.B., afor. 157, 120-126,,y 185.
71 vid. C.B., afors. 258, 259, 271, y 275-80.
El sistema de clasificación de Linneo 73

el Genera plantarum72, y en la Philosophia Botanica73 son tan


terminantes como explícitas. La inmutabilidad de las especies en
el tiempo, el fijismo, aparecía para Linneo como un postulado
ontológico (pero, a la vez, intuitivo por sí mismo) ligado a creen-
cias religiosas y del sentido común, al tiempo que era, de hecho,
un supuesto gnoseológico irrenunciable para poder enfrentar la
tarea de construir un sistema de clasificación: precisamente por-
que las especies eran finitas, invariables y creadas de una vez por
todas, podía pensarse en el proyecto de clasificarlas y ordenarlas
para mejor conocer, describir y venerar la obra de Dios. Los in-
dividuos que no podían ser incluidos en ninguna especie eran con-
siderados excepcionales, monstruosos y, en cuanto tales, queda-
ban fuera del ámbito de la sistemática. También quedaban fuera
las variedades que, al ser obra del arte y del cultivo, eran produc-
to de hortelanos y jardineros. En el capítulo primero ya hemos
hecho referencia a los antecedentes no ya tanto aristotélicos como
escolásticos de estas tesis: supuestos ontológicos (la existencia de
un Dios creador), pero también supuestos gnoseológicos (la teo-
ría tomista de la verdad que exige la participación divina).
Sin embargo, los cambios en los procedimientos lógico-
materiales de la clasificación de los que venimos hablando en este
segundo capítulo (la utilización de géneros modulantes, el siste-
ma binomial de nomenclatura y la crisis del esencialismo, la con-
sideración de la especie como categoría básica, y el estudio siste-
mático de las variedades) llevaron asociada una revisión radical,
y no menos explícita, del postulado del fijismo. Esta revisión tie-
ne lugar, dentro de la biografía de nuestro autor, en un periodo
que algunos estudiosos han considerado como el más caracterís-
ticamente linneano 74 y, en todo caso, como el más significativo.
Es, por tanto, llamativo que muchos historiadores de la biología
prefieran escoger obras de una época anterior (prelinneana, en
72 vid. G.P., «Introducción».
73 vid. Ph.B., afors. 157, 185, y 120-126.
74 W.T. Stearn, en la página 18 de su «Introducción a la edición facsímil
del Speciesplantarum», distingue cuatro periodos en la biografía y bibliografía
linneanas: primer periodo, prelinneano, desde 1735 hasta 1752; segundo perio-
do, o periodo principal o de la nomenclatura binomial, desde 1752 hasta 1769;
tercer periodo, declinar, desde 1770 hasta 1778; cuarto periodo, obra póstuma,
desde 1781 en adelante.
74 David Alvargonzalez

la terminología de Stearn) para colgarle a nuestro -botánico el sam-


benito, que aún perdura, del fijismo dogmático escolástico". En
el Species plantarum (1753), por ejemplo, Linneo se da cuenta
de que hay algunas especies que tienen que ser necesariamente
derivadas de otras, especies que son «hijas del tiempo». En la Dis-
quisitio de sexu plantarum (1760), admite ya, sin dudar, que al-
gunas especies surgen por hibridación, de un modo análogo a
como se produce la hibridación en la práctica de horticultores y
jardineros. En su Fundamenta fructificationis (1782), Linneo dice
que el Sumo Hacedor, en el momento de la creación, creó sólo
una especie de cada orden natural de plantas y, por consiguiente,
en el origen todos los géneros estaban constituidos por una sola
especie 76, Pero, todavía más, en la cuarta edición del Genera
plantarum, de 1764 (obra, por tanto, central en su biografía in-
telectual), Linneo, en vez de proponer el fijismo de las especies,
sostiene que, en el comienzo, el Omnipotente mezcló las clases
de las plantas de donde aparecieron los géneros existentes, y la
naturaleza hizo el resto siguiendo las leyes dadas por Dios 77 . En
Ordines naturales (1764) podemos leer: «3. Estas plantas genéri-
cas han sido mezcladas por la Naturaleza, de donde han procedi-
do tantas especies de cada género como existen en la actualidad.
4. Estas especies han sido mezcladas por el azar, de donde proce-
den tantas variedades como se nos aparecen. 5. Estos procesos
tuvieron lugar a causa de las leyes del Creador que conducen desde
lo simple a lo complejo; a causa de las leyes de la Naturaleza que
producen híbridos; y por las leyes del Hombre que observa lo que
ocurre. 6. El botánico debe observar estas leyes hasta donde pue-
da» 78 Este texto habla explícitamente de especies que son obra
ya hemos hecho referencia a estos historiadores en otros lugares de nues-
tro ensayo con lo que no es preciso volver a reiterarlos aquí.
76 vid, la citada «Introducción ala edición facsímil del Species plantarum»
de W.T. Stearn.
7 Broberg, G., «Linnaeus and Genesis: A Preliminary Surveyx, en Bro-
berg (ed.), Linnaeus. Progress and Prospects in Linnaean Research,Estocolmo,
Almqvist & Wiksell, 1980, p.35.
78 Ordines naturales (1764). Nuestra traducción está realizada siguiendo
la de W. T. Stearn (que es el más importante especialista en estudios linneanos):
vid. Stearn, W.T., «Four Supplementary Linnaean Publications: Methodus (1736),
Demonstrationes plantarum (1753), Genera plantarum (1754), Ordine-s natura-
les (1764)», en la edición facsímil del Species plan tarum de Linneo de la Ray So-
ciety, Londres, 1957, t. II, pp.96-97.
El sistema de clasificación de Linneo 75

de la naturaleza, producto de la hibridación que está regida por


leyes. Es el estudio de estas leyes la tarea más importante de las
que tiene encomendada el botánico. Además, en este texto, las
variedades ya no se presentan sólo como obras del arte de los hor-
telanos sino como resultado de las mezclas entre especies produ-
cidas por azar. Como vemos, el papel de la hibridación, como
operación característica del campo de la biología, y como con-
texto determinante de ciertas categorías taxonómicas, es ahora
reconocido y reivindicado por Linneo. Según Herbert Butter-
field 79 este hecho tendría que ver con los propios experimentos
efectuados por Linneo en su jardín que le habrían llevado a ob-
tener numerosos híbridos. De ser así, se puede dar por estableci-
da una continuidad entre las «operaciones de la naturaleza» (aun-
que sean «operaciones al azar», en términos gnoseológicos «pseu-
dooperaciones», resultados) y las operaciones del propio biólo-
go que contrahacen de algún modo a aquéllas. En el Systema
vegetabilium (1774) Linneo insiste nuevamente en que los proge-
nitores de nuestros géneros actuales se hibridaron para dar lugar
a nuestras especies modernas, y ya al final de su vida parece que
Linneo no ponía limites al entrecruzamiento y la hibridación. Los
«monstruos», que quedaban antes segregados de la sistemática,
serán entendidos ahora como híbridos interespecíficos. También
se ensaya una interpretación para explicar los géneros monotípi-
cos. Estos géneros entraban en contradicción con dos reglas bá-
sicas del sistema linneano: aquélla en la que se dice que cuanto
más constante en varias especies es la fructificación tanto más se-
gura es como nota genérica 80, y aquella otra en la que se asegu-
ra que ningún carácter genérico es infalible si no ha sido coteja-
do con todas las especies del género en cuestión 81• Por tanto, en
los géneros monotípicos, el carácter genérico (que coincide con
el específico) es muy poco seguro ya que no tiene comparación
ni confirmación posible con otras especies del mismo género. Esta
dificultad gnoseológica, esta contradicción que supone la existen-
cia de un género con una sola especie, es «salvada» por Linneo
79 Butterfield, H., Los orígenes de la ciencia moderna, Madrid, Taurua,
1958, p. 309.
80 vid. PII.B., afor. 174.
81 vid. Ph.B., afor. 193.
76 David Alvargonzdlez

mediante el expediente de suponer que los géneros monotípicos


actualmente existentes son algunos de aquellos géneros primor-
diales, puestos por el Creador, sobre los que la naturaleza no ha
actuado para dar lugar a especies por hibridación. Quizás aquí
pudiera perseguirse una primera interpretación de los géneros en
términos de lo que luego se llamarían «grupos históricos» 82 aun-
que, naturalmente, no se nos escapa que el adjetivo «histórico»
en este contexto linneano tiene tanto significado de historia sa-
grada (historia de ese Dios que crea unas plantas genéricas), como
de historia biológica (de la naturaleza que da lugar a las especies
por hibridación): en cualquier caso, ya hay un tramo, el que re-
corre la transformación de los géneros en especies y estos en va-
riedades, que cae de lleno en el campo biológico y en la historia
natural, y para el que se propone un modelo de especiación, lo
cual no es poco. Se podría diagnosticar que la sistemática del si-
glo XVIII hay que asociarla a la figura gnoseológica de la clasifi-
cación a diferencia del evolucionismo que tendría el formato gno-
seológico de un modelo. Y esto es generalmente cierto, pero, sin
embargo, en estas obras linneanas que estamos citando, la hibri-
dación empieza ya a funcionar como modelo (arcaico, desde lue-
go, pero no gratuito ni mítico-religioso) para entender las rela-
ciones entre géneros, especies y variedades, y para explicar el te-
rreno de lo teratológico. A las unidades de clasificación superio-
res al género (órdenes, clases, reinos) seguía dándoles Linneo,
como también es común darles hoy todavía en muchos contex-
tos, un valor exclusivamente posicional.
Resulta por lo menos sorprendente que estas obras de Lin-
neo en las que se hace mención de especies y variedades nuevas
surgidas por hibridación, estas obras donde aparecen géneros y
especies mezclados después de la creación de acuerdo con leyes,
estas obras donde aparece el hombre clasificado al lado de los
monos antropomorfos, sean tan poco citadas a la hora de inten-
tar reexponer el papel jugado por nuestro autor en la historia de
la biología. W. Blunt, autor de una de las más importantes bio-
grafías de Linneo, no se deja arrastrar por los tópicos de esas in-
82 por ejemplo, por E. O Wiley, «Is the Evolutionary Species Fiction? A
Consideration of Classes, Individuals, and Historical Entities», en Systematic Zoo-
logy, 1980, n° 29, pp. 76-80.
El sistema de clasificación de Linneo 77

Linneo a los 68 años de edad según un retrato de A. Roslin.


78 David Alvargonzález

terpretaciones que tachan a nuestro autor de un fijismo dogmá-


tico y cerril: «[Linneo] con el tiempo llegó a dudar de la verdad
histórica de ciertos acontecimientos de los primeros capítulos del
Viejo Testamento. Una vez escribió, «me gustaría creer que la
Tierra es tan vieja como dicen los chinos, pero las Escrituras no
lo permiten»; empero, más adelante descubrió que no podía se-
guir aceptando un diluvio universal o que el mundo había sido
creado y aprovisionado en sólo seis días. Procuraba reservarse
esas heréticas opiniones; no obstante, aunque nunca las aireó por
escrito, se llegaron a conocer y motivaron que su portador fuera
considerado en ciertos medios como un criptoateo» 83 Natural-
mente, este escepticismo acerca de ciertos relatos del Antiguo Tes-
tamento resulta muuy significativo para dar cuenta de la impor -
tante reorganización que está teniendo lugar en la teoría biológi-
ca pues es sabido que en esta época, quizás más que en otras, no
estaban claramente delimitadas las fronteras que separan los cam-
pos de las ciencias de las creencias religiosas. Es lógico, por tan-
to, que los dogmas religiosos afecten a la práctica clasificatoria
biológica, pero tampoco puede extrañar, entonces, que los cam-
bios introducidos en esa práctica repercutan sobre aquellas creen-
cias y promuevan el escepticismo e incluso el criptoateismo. Po-
dría decirse que los presupuestos ontológicos y, sobre todo, teo-
lógicos de la escolástica cristiana, presentes de un modo evidente
en el Linneo joven, siguen funcionando en este Linneo maduro
(ya sea por prudencia o por convicción) pero sustancialmente ami-
83 Blunt, W., El naturalista. Vida, obra y viajes de Carl von Linné
(1707-1778), Barcelona, Ediciones del Serbal, 1981, p. 191. Sería interesante, aun-
que cae fuera del ámbito necesariamente restringido de este ensayo, perseguir los
orígenes y las fuentes de estas «heréticas opiniones» pues se pueden rastrear in-
cluso en el Linneo que aquí hemos llamado de juventud. Efectivamente, en la
Oratio de Telluris habitabilis incremento (1744), Linneo propuso una hipótesis
geológica que entraba en contradicción con varios pasajes del Antiguo Testamento,
singularmente con el relato del Diluvio. La Oratio aparece encabezada por una
carta de Linneo a Gronovius donde se lee: «Si ederem hanc dictam Philosophiam
Botanicam reperires in ea ubique fimilia paradoxa & Eridis poma [ ... ] Vereor enim,
quod si hunc libellum, utj deberem, omnino immutatum, ederem, totum orbem
Botanicum in me incitarem. Ego potius tranquille vivere desidero, quam ad ad-
versariis Victorias & Tropaea reportare. Quum mea aliis expono, ipse inde non
sapientor redeo; memor sum obsoleti proverbii: tacitus pasci si posset corvus, ha-
beret plus dapis, minus rixae».
El sistema de clasificación de Linneo 79

norados desde el momento en que las especies dejan de estar «bau-


tizadas»: si antes se suponía que había tantas especies como Dios
creó al comienzo del mundo, ahora se supondrá que Dios creó
unos protogéneros, de los que tenemos noticia por los géneros
monotípicos actuales, que por hibridación regulada por las leyes
de la naturaleza habrían dado lugar a las especies actuales. El es-
tudio de las especies, que constituía el campo más propio de la
biología empírica, escapaba de este modo de los dominios de la
teología para entrar en el terreno de la filosofía de la naturaleza
(de lo que hoy consideramos una protociencia natural). Esta si-
tuación contrasta con aquella otra estudiada en el Linneo de ju-
ventud: allí los géneros eran anteriores, y las especies se ajusta-
ban de hecho a los géneros, hasta donde ello era posible, precisa-
mente porque se estaba partiendo del supuesto de que Dios ha-
bía creado al principio todas las especies de acuerdo con un plan
racional y completo. Al género se le otorgaba entonces prioridad
ontológica pues nos daba la esencia de la planta y, consiguiente-
mente, nos permitía rehacer el «mapa» del planeamiento divino
(el proyecto linneano de reconstruir ese «mapa» se puede perse-
guir en los tanteos infructuosos para construir una combinatoria
exhaustiva de rasgos que definieran los géneros, proyecto, y fra-
caso, que paradójicamente posibilitaría la superación del propio
concepto de género anterior). Pero al género se le daba también
prioridad gnoseológica porque, en esta primera época de juven-
tud, Linneo consideraba el género como la categoría taxonómica
fundamental también desde un punto de vista pragmático: sólo
los géneros eran grupos estables, ya que los grupos superiores va-
riaban de autor en autor, y las especies suscitaban a menudo im-
portantes discusiones. Por esta razón, los botánicos debían co-
nocer y recordar todos los géneros, y así lo exigía Linneo a sus
alumnos. Precisamente, en opinión de A.J. Cain 8 , muchas de
las reglas de nomenclatura establecidas entonces por Linneo se-
rían consecuencia de este requerimiento de conocer y recordar de
memoria todos los géneros. Además, dentro de cada género, sólo
podía utilizarse un único fundamentum divisionis para la deter-
minación de todas las especies, lo cual implica que la anteriori-
84 Cain, A.J., «Logic and Memory on Linnaeus's System of Taxonomy»,
en Proceedings of the Linnaean Society of London, no 169, abril 1958, pp 144-161
80 David Alvargonzdlez

dad del género era llevada en la práctica hasta el extremo (ese ex-
tremo donde empieza a ser ella misma problemática). Vistas así
las cosas, de acuerdo con lo estudiado en este capítulo, resulta
obligado concluir que la aportación más sobresaliente de Linneo
(sobre todo a la luz de la biología posterior) fue la reestructura-
ción del concepto de especie. Puede decirse que en el proceder
clasificatorio del Linneo de madurez las especies son anteriores
al género, y que no se clasifican ni definen a partir del género.
También puede afirmarse que las especies son hijas del tiempo,
fruto de la hibridación (efectuada por la naturaleza) de ciertos
individuos protogenéricos (que, evidentemente, no se identifican
aún con especies previas). Se admite explícitamente la aparición
de variedades por hibridación y se establece una continuidad en-
tre las operaciones de los jardineros y horticultores y las opera-
ciones de una naturaleza que mezcla las especies según leyes (no
hace falta encarecer la importancia que ulteriormente tendría esta
continuidad como uno de los cursos operatorios más fértiles que
condujeron a Darwin al modelo de la selección natural, modelo
importado de la práctica fenomenológica de la selección artifi-
cial). Esta es la situación en la que queda el concepto de especie
tras la muerte de Linneo. Indudablemente no puede afirmarse que
Linneo sea un evolucionista avant la lettre. Es más, no puede de-
cirse que sea un evolucionista en absoluto porque el evolucionis-
mo incluye una serie de presupuestos ausentes de la obra linnea-
na (la idea de selección natural, la idea de lucha por la supervi-
vencia, el concepto de ecosistema). Sin embargo, tampoco pode-
mos caracterizar el concepto linneano de especie (este concepto
que aparece en su obra de madurez) como un concepto esencia-
lista ya que, aun concediendo que lo fuera intencionalmente (cosa
que también es discutible), no lo era en el ejercicio al incluir va-
riabilidad individual y variabilidad en el tiempo. Naturalmente,
el único mecanismo de que disponía Linneo para explicar la va-
riabilidad en el tiempo era la hibridación y ésta, a su vez, inter-
sectada por contenidos que hoy llamaríamos ideológicos (esta-
mos pensando en el postulado de existencia de una suerte de pro-
togéneros creados por Dios y más tarde hibridados). Desde la pers-
pectiva de la teoría sintética de la evolución, con sus mutaciones
genéticas y su constante proceso de selección, la hibridación pue-
de parecer un procedimiento explicativo demasiado tosco para
El sistema de clasificación de Linneo 81

dar cuenta de la variabilidad. Sin embargo, el ingreso de la hibri-


dación como operación característica del campo biológico (cuando
anteriormente quedaba relegada al terreno de la jardinería) im-
plica necesariamente que la especie, hasta entonces construida
como especie morfológica, adquiera algunos de los rasgos de una
especie biológica definida (operatoriamente) por la fertilidad de
los cruces intraespecíficos, por el aislamiento reproductivo fren-
te a otras especies, y por poseer las características de un conjun-
to relativamente estable con respecto a la operación de reproduc-
ción. Ahora bien, tampoco se puede decir que Linneo llegara a
construir el concepto de especie como población biológica debi-
do a que sus trabajos incidieron fundamentalmente sobre espe-
cies simpátricas al contrario que los de Darwin donde abundan
los casos de especies alopátricas. Parece que la comparación de
especies y variedades alopátricas conduciría más fácilmente ha-
cia un concepto de especie poblacional, ecológico; parece tam-
bién que es el análisis de estas variedades alopátricas y de sus di-
ferencias el que puede conducir hacia una teoría más compleja
sobre la especiación como un proceso ligado a la variación, la
restricción espacio temporal, y las diferencias en los medios de
cada especie. Ciertamente, el evolucionismo es una construcción
científica que, por mucho que nos esforcemos, no podemos en-
contrar en las obras de los sistemáticos del siglo XVIII, entre otras
cosas porque en 1778, fecha de la muerte de Linneo, faltaban to-
davía tres décadas para que se pudiera hablar de una paleontolo-
gía y una geología científicas mínimamente desarrolladas. Pero,
en todo caso, tampoco nos parece una interpretación adecuada
la de catalogar sin más la obra linneana como un episodio de
«ciencia normal» (en el sentido de Kuhn), como una muestra de
la «posición heredada», porque algunos de los componentes más
importantes de la biología ulterior están aquí brotando con fuer-
za de un modo quizás ininteligible para los propios autores (que
no gozan de la divina ciencia de visión), por ello quizás de un
modo confuso, pero no por eso menos presente.
82 David Alvargonzdlez

Grabado que muestra la inauguración de una estatuta dedicada a Linneo en el


Jardín Botánico de Parfs, en 1790.
Bibliografía

La recopilación bibliográfica que aquí presentamos no pre-


tende ser una bibliografía exhaustiva de los trabajos publicados
sobre Linneo. Tan sólo intentamos hacer mención de algunas
obras que se refieren al sistema de clasificación linneana de una
forma más o menos directa, y que nosotros hemos tenido pre-
sentes a la hora de redactar este ensayo.

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84 David Alvargonzález

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Indice onomástico

Adán 48 Caddy, Florence 50


Adanson 69 Cain, A.J. 14, 19, 25-28, 53,
Alvarado, R. 83 61, 69, 70, 79, 83, 84
Alvarez López, E. 28, 51, 53, Calimer, C. 35
57, 64, 83 Camelli 39
Apolo 35 Camerarius 53
Aristóteles 13-15, 20, 21, Candolle, Augustin Pyrame de
23-26, 28-34, 40-42, 47-49 53, 70
Artedi 39 Cassirer, E. 13, 21, 25, 84
Aubenque, P. 30, 31 Celsii, Andraea 9
Baeck, Abrahan 69 Cefíal, R. (S.J.) 60
Bachmann, A.Q. 31 Cesalpino 14, 39, 53
Barton, E.S. 40 Cibeles 35
Bauhin, Cas3r' 67 Clifford 35, 40
Blunt, W. 46, 76, 78, 83 Croizat, Leon 15, 51, 84
Boerhave 14,39, 53 Crusafont, M. 83, 84
Bochenski I.M., 32 Cuvier 53, 70
Boyle, Robert 32 Darwin 16, 17, 49, 80, 81
Broberg, G. 54, 69, 74, 83 Demócrito 17
Brunschvicg, L. 28 Dileno 39
Bueno, Gustavo 13, 55, 64 Dobzhansky, Th. 19, 29, 84
Buffon 32 Edey, M.A. 16
Burma, M. 33 Ehret, Geroge Dionys 40
Butterfield, Herbert 75 Ehrlich, P.R. 33
90 David Alvargonzdlez

Eriksson, O. 54, 66, 84 Lindroth, S. 54, 69, 85


Euclides 16 l'Obel, Matias de 31
Foucault, M. 57, 84 Lundberg, Gustaf 65
Galileo 27 Lyell 33
García, Alfonso 13 Magnol 31, 39
Gertz, 0. 35 Maritain, J. 25
Gilmour, J.S.L. 33, 84 Mayor, Matías 13
Gilson, E. 16, 17 Mayr, Ernst 24, 85
Gómez Ortega, Angel 8 Mettrie, Julien Offroy de la 48
Gómez Ortega, Casimiro 9 Micheli 39
Gotthelf, A. 28 Monti 39
Gronovius 78 Moraea, Sara Lisa 50
Guyenot, E. 14, 21, 53, 84 Morison 39
Haeckel 48 Newton 27
Haller, Albrecht von 38, 48 Palau Verdera, Antonio 9, 10,
Heimann, K. 7, 84 58
Heller, J.L. 48, 84 Pennant, Thomas 48
Hermanno 39 Pennell, F.W. 51, 62, 63, 85
Holm, R.W. 33 Platón 15, 23, 24
Homero 44 Pontedera 39
Horstadius, S. 47, 49, 85 Popper, K. 17
Hulth, J.M. 7, 85 Porfirio 15, 20, 29, 30, 31,
Hutton 33 Proust 17
Huxley, Julian 48 Pulteney, R. 7, 85
Huxley, Thomas Henry 48 Rádi, J. 13, 21, 25, 51, 85
Ingemarsson 12 Ramsbotton, J. 66, 85
Johanson, D.C. 16 Ray, John 14, 24, 32, 39
Joseph, H.W.B. 25, 26 Rehn, Juan Eric 59
Jung, Joachim 14, 53, 67 Rivino 14, 31, 39
Knaucio 39 Roger, J. 57, 85
KÉrner, 0. 44 Roslin, A. 77
Krafft, P.(padre) 71 Ross, W.D. 30, 44, 45
Kuhn, T. 81 Roux, Louis Prosper 22
Laan, A. van der 37 Royen, Adrian van 38
Lain Entralgo, P. 67, 85 Rutherford, E. 17
Lamarck 32, 53, 70 Sachs, J. von 14, 21, 51, 85
Lavoisier 17 Scheuchzer 39
Lennox, J.K. 28 Schiller, Joseph 14, 43, 85
Lévi-Strauss, C. 16 Schmidt, Karl P. 8
El sistema de clasificación de Linneo 91

Shillito, J.F. 48, 85 Tournefort 39


Singer, Ch. 85 Truli Blasco, R. 67
Slaughther, Mary M. 15, 30, 86 Vaillant 39
Sloane, Sir Hans 40 Vandelar, Jan 35
Smit, P. 48, 69, 86 Velarde, J. 30
Sourander, P. 48,'86 Vidal Casero, M. C. 67
Sprague, T.A. 66, 70, 86 Voltaire 48
Stearn, W.T. 8-10, 14, 19, 21, Wachendorff, Eherhard Jacob
28, 35, 36, 45, 49, 53, 54, 38
62, 63, 66, 73, 74, 86 Werner 33
Svenson, H.K. 14, 25, 86 Wheeler, A. 48, 87
Teofrastro 44 Wiley, E.O. 76
Indice

Nota preliminar .................................

Introducción . 13

Capítulo primero: El sistema de clasificación de Linneo


en sus obras de juventud (hasta 1753) .........21
§l. Aristóteles y Linneo frente a Platón ...... 23
§2. Sobre el alcance de las semejanzas entre Lin-
neo y Aristóteles ........ . ......... 24
§3. Las clasificaciones zoológicas de Aristóteles y
de Linneo ........................40

Capítulo segundo: El sistema de clasificación de Linneo


en sus obras de madurez (1753-1778) ..........51
§l. Géneros posteriores y combinatoria 56
§2. La nomenclatura binomial .............. 64
§3. Sobre el fijismo de las especies ..........72

Bibliografía .....................................83

Indice onomástico ............................... 89


D ii Ah argonzulez (Gijón, 1960) es profesor titular
de filosofía de la ciencia en la Facultad de Filosofía de
la Universidad de Oviedo y autor del libro Ciencia y
materialismo cultural (UNED, Madrid, 1989).

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788478 484515

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