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Clase 1 - Domiciliaria 2015 v2
Clase 1 - Domiciliaria 2015 v2
1. Presentación
Esta es nuestra primera clase, y con ella, deseamos darles la bienvenida a este
curso titulado “Educación Domiciliaria y Hospitalaria” que se enmarca en el
Programa Nacional de Formación Permanente del Ministerio de Educación
Argentino. A través de este curso pretendemos recuperar el recorrido que se fue
construyendo desde el equipo de “Educación Domiciliaria y Hospitalaria” del ME,
recorrido que se vio nutrido por las experiencias que hemos ido recuperando desde
las diversas voces existentes en el sistema educativo –docentes, estudiantes,
familias, etc.- a lo largo de estos años, y desde las diversas regiones de nuestro
país. En el marco de una política de Estado que concibe la educación de los sujetos
en términos de un derecho, y que apuesta a la inclusión con calidad de vastos
sectores de la población tradicionalmente excluidos, silenciados o invisibilizados, es
que hoy nos proponemos pensar con ustedes, desde los objetivos de la propuesta.
Sugerimos seguir esta línea que figura a continuación para definir el trabajo en
estos contextos:
Estos ejemplos dan cuenta de lo que Skliar identifica como una serie de
argumentos -o falta de argumentos- que amparan las leyes, los textos y nuestras
propias prácticas, y que revelan de algún modo el carácter de colonialidad del
proceso educativo, mostrando, en definitiva el tipo de vínculo que suele
establecerse con todo aquello / aquel considerado ‘otro’ respecto de un
determinado modelo pedagógico considerado ‘normal’. Esta normalidad tuvo su
correlato en la normatividad positivista permitiendo así una labor docente centrada
en “encuadrar las tipologías” de acuerdo con las prescripciones emanadas de
fuentes biologicitas de corte médico. Uno de estos argumentos es de la completud,
mediante la cual se entiende que el ‘otro’ está allí porque debe ser completado. En
este contexto, la escuela, estaría destinada a completar al sujeto desde otra
situación, la situación de alumno con potencial a desarrollar. Ligado a este primer
argumento, se encuentra aquel que se refiere al futuro, que nos recuerda que todo
lo que está siendo ahora, no es sino un pretexto de lo que será en el futuro gracias
a la intervención educativa, relegándose la experiencia que ‘está siendo’ (con toda
la potencialidad que ella implica) a una serie de aspectos remotos para los cuales
efectivamente sirve la escuela. Vemos así en juego un modelo simplificador del
hecho educativo en sí mismo con todo el potencial que implica. El último argumento
es aquel que se refiere a la lógica de la explicación que “no es más que la invención
y la construcción constitutiva de la incapacidad del otro. Se explica pues se ha
creado ante un incapaz que necesita explicación”(Skliar, 2005: 14).
Es sabido que mientras que las ciencias humanas y las instituciones modernas
comenzaban a consolidarse como tales en la segunda parte del siglo XIX, se
conformaban como portadoras y dotadoras de determinadas ‘verdades’ mediante la
investigación, clasificación y categorización expresadas como ‘discurso neutral y
objetivo’ frente a los demás saberes. En este sentido, de acuerdo a Foucault, es a
través de las disciplinas científicas que surge el ‘poder de la Norma’ como instancia
que se suma y condiciona a los poderes preexistentes de la Ley, la Palabra, el
Texto. En palabras de Foucault:
Ligado a este cambio discursivo se encuentra una serie de concepciones que han
atravesado a los sujetos de la modalidad: el pasaje de una mirada que nombra al
sujeto como enfermo o paciente, hacia una que señala que son sujetos -niños,
jóvenes-adultos- en situación de enfermedad. Aunque esto podría ser considerado
como una diferencia ínfima, como veremos a la largo del curso,
plantea perspectivas radicalmente opuestas, más potentes aún si consideramos que
las concepciones que tenemos de ‘nosotros’ y de ‘los otros’ no son inocuas, sino
que configuran determinados modos de ser y relacionarnos.
Glosario
Anomalía:
“[…] El campo de la anomalía, tal como funciona en el siglo XIX, ha sido constituido
a partir de tres elementos o, más bien, de tres figuras que poco a poco lo han
dominado: el monstruo humano, el individuo a corregir y el masturbador.
“[…] El individuo anormal del siglo XIX estará marcado –y muy tardíamente, en la
práctica médica, en la práctica judicial, en el saber así como en las instituciones
que lo rodean– por esta especie de monstruosidad cada vez más disminuida y
diáfana, por esta incorregibilidad rectificable y cada vez más rodeada de aparatos
de rectificación. Y, en fin, estará marcado por este secreto común y singular, que es
la etiología general y universal de las peores singularidades […] “El individuo
‘anormal’ del que, desde fines del siglo XIX, tantas instituciones, discursos y
saberes se hacen cargo deriva a la vez de la excepción jurídico natural del
monstruo, de la multitud de incorregibles de los institutos de corrección y del
universal secreto de las sexualidades infantiles. A decir verdad, las tres figuras del
monstruo, del incorregible y del onanista no van exactamente a confundirse. Cada
una se inscribirá en sistemas autónomos de referencia científica”.
Norma:
[…] Para Foucault, en su forma moderna el poder se ejerce cada vez más en un
dominio que no es el de la ley, sino el de la norma, y, por otro lado, no
simplemente reprime una individualidad o una naturaleza ya dada, sino que
positivamente la constituye, la forma.
Tomado del trabajo de Castro Edgardo (2011) Diccionario Foucault: Temas, conceptos y autores, Buenos
Aires, Siglo Veintiuno.
La implementación del sistema educativo como universal de finales del Siglo XIX,
trajo consigo el establecimiento de unos determinados estándares. Los niños que
no se adecuaban a los parámetros educativos, comenzaron, desde los inicios de los
sistemas nacionales de educación, a ser derivados al ámbito médico para su
estudio. Tal como señala Terzaghi (2011b) la institución escolar y la institución
sanitaria adquirieron un rol sumamente importante en la naturalización del binomio
normalidad/anormalidad en la clasificación de los seres humanos. El discurso
médico –entre otros- ha operado tradicionalmente como aquel que establece no
sólo los cánones de salud y enfermedad, sino particularmente, como aquel que en
su carácter científico, ha fijado las bases para determinar lo normal, de aquello que
no lo es. Tal como señala Terzaghi (2011a) la posición de autoridad o de la palabra
autorizada de la medicina, en cuestiones que exceden su campo, ha habilitado que
pudiera decir acerca del mal o del bien de las poblaciones, del destino de la gente,
colaborando en el establecimiento de diagnósticos y habilitando, a su vez,
pronósticos con un fuerte impacto en los procesos de subjetivación de los sujetos
implicados. Dicha posición se vio reforzada en las últimas décadas por el desarrollo
de la industria farmacéutica y la biotecnología.
Tanto a nivel nacional como en otros países del mundo, la educación de los sujetos
en situación de enfermedad se ha visto vinculada a la Educación Especial. Al igual
que lo que ha ocurrido con los sujetos históricamente asociados a la Educación
Especial, la permanencia de niños y jóvenes en el ámbito hospitalario ha sido
significada de manera esencializante, como si se tratase de “sujetos especiales”
más que de “situaciones especiales”. Intentaremos más adelante deconstruir estas
marcas de origen, intentando problematizar especialmente aquello que se concibe o
se nombra como especial, y en relación a qué paradigmas.
En este sentido, tal como se señala en la Resolución Nº 202/13 del Consejo Federal
de Educación, entendemos que “Los marcos normativos y las políticas públicas
tienen como finalidad promover, desarrollar y acompañar los cambios. En busca de
una real inclusión educativa es necesario generar e instituir marcos legales y
políticas públicas que favorezcan la reflexión sobre las prácticas desarrolladas desde
paradigmas contradictorios” (CFE, Res. Nº 202/13).
Cabe señalar que el paradigma que enmarca a los tratados internacionales y que
los convierte en un sistema integrado sostiene que los Derechos Humanos –civiles,
sociales, políticos, económicos-, son inherentes a la propia ‘persona humana’. En
otros términos, se considera un valor ineludible considerar ‘persona’ a todo ser
humano sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma,
religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social,
posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. En la misma línea,
la Declaración Universal de Derechos Humanos sancionada en 1948 por la
Asamblea General de las Naciones Unidas, proclama “… que la libertad, la justicia
y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y
de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia
humana” (Preámbulo de Declaración Universal de Derechos Humanos).
Actividades
Los materiales de lectura obligatoria para esta clase son:
Notas
[1] El texto referido por Veiga-Nieto es Ewald, F. (1993) Foucault, a norma e o Direito, Vega, Lisboa.