La mayoría de los sistemas de control del organismo actúan
mediante una retroalimentación negativa. Por ejemplo, la concentración elevada de dióxido de carbono inicia una serie de sucesos que disminuyen la concentración hacia la normalidad, lo que es una señal “negativa” para iniciar el estimulo. Por el contrario, una concentración de dióxido de carbono que disminuye demasiado produce una retroalimentación que tiende a aumentar la concentración. Esta respuesta también es negativa para iniciar el estímulo. Otro ejemplo son los mecanismos que regulan la presión arterial, cuando esta se eleva provoca una serie de reacciones que favorecen el descenso de la presión o unas presiones bajas provocan una serie de reacciones que favorecen la elevación de la presión. En ambos casos, estos efectos son también negativos con respecto al estimulo que inicio la reacción.
El grado de eficacia con el que un sistema de control mantiene
las condiciones constantes esta determinado por la ganancia de la retroalimentación negativa. Retroalimentación positiva La retroalimentación positiva puede provocar círculos viciosos y la muerte ya que no consigue la estabilidad, sino la inestabilidad. Pondremos como ejemplo la eficacia del bombeo del corazón, un humano sano bombea alrededor de 5L de sangre por minuto. Si una persona tiene bruscamente una hemorragia de 2L, la cantidad de sangre del organismo disminuye hasta un nivel tan bajo que no queda sangre suficiente para que el corazón bombee eficazmente. Por lo que cae la presión arterial y disminuye el flujo de sangre que llega hacia el músculo cardiaco a través de los vasos coronarios. Esto lleva a que el corazón se debilite, el efecto de bomba pierda eficacia, disminuya más el fujo sanguíneo y el corazón se debilite aún más; este ciclo se repite una y otra vez hasta que se produce la muerte. Básicamente el estimulo inicial provoca mas reacciones del mismo tipo, que es en lo que consiste la retroalimentación positiva.
La retroalimentación positiva a veces es útil, por ejemplo, el
parto: cuando las contracciones uterinas son suficientemente fuertes como para que la cabeza del feto empuje el cuello uterino, el estiramiento de este envía señales a través del músculo uterino que vuelven hasta el cuerpo del útero, provocando contracciones aún más potentes, es decir que este estiramiento provoca contracciones más fuertes. El feto nace cuando este proceso alcanza la potencia suficiente, sino lo hace, las contracciones paran y vuelven a comenzar en algunos días.