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Las caracterizaciones hechas en los manuales psiquiátricos como el DSM IV o DSM 5 han
ayudado a profundizar en las diferencias que se pueden encontrar a la hora de acercarnos a
términos como pasión, emoción, sentimiento o estado de ánimo, las primeras
aproximaciones apuntan a diferenciarlas con base en su duración (el sentimiento menos
duradero a comparación del estado de ánimo) e intensidad (la pasión más intensa que la
emoción); los manuales proponen los términos conceptos humor y afecto, siendo el primero
un clima emocional duradero -cercano al estado de ánimo- y constante, el segundo en
cambio es la manera en que se expresan los sentimientos individuales a través de
comportamientos. Dentro de esta segunda categoría se ubica a la tristeza con las siguientes
características: surge gracias a un acontecimiento doloroso que revela verdades del sujeto
que la siente y se puede dividir en tres tipos (reactiva, endógena y existencial).
Pese a lo útiles que resultan estos manuales para el entendimiento general de lo que es la
tristeza, sus definiciones carecen de profundidad y resultan monótonas pese a que el
acercamiento a los afectados por esta emoción muestre su lado multifacético, es decir, un
amplio abanico de posibilidades ligadas a la tristeza como pueden ser la nostalgia, la
soledad, la cobardía o hasta el egoísmo. Si se comparan con las concepciones que se tenían
en otras épocas de este mismo término veremos cómo ha cambiado radicalmente el uso y
las implicaciones que posee. Los antiguos, como los nombra Álvarez, tenían una impresión
muy distinta, la tristeza se asemejaba más a una falta moral que posee distintas tonalidades
en vez de acercarla a una afección mental que se limita al dolor como se concibe en la
actualidad. Los contrastes con otras épocas no son evidentes solamente de manera
conceptual, la recepción de las personas ante esta emoción también ha cambiado
considerablemente. Si tomamos a los estoicos como ejemplo de una manera de ver el
mundo podemos ejemplificar el rechazo que se tenía en el pasado ante la tristeza, se
evitaba, moderaba y rechazaba; posición antagónica al trato especializado que se le da a
esta afección en el mundo contemporáneo.
Luego de todas estas consideraciones Álvarez hará aclaraciones para entender a qué se
refiere, finalmente, la tristeza. Entendida como un afecto innato a todos los seres humanos
que altera al sujeto que lo sienta, la tristeza puede aparecer en distintas proporciones y con
efectos distintos, comúnmente las situaciones que generan las emociones relacionadas a la
tristeza (aflicción, pesadumbre, desagrado, incomodidad, dolor, egoísmo, soledad, etc.) son
circunstancias donde el fracaso o la incapacidad del sujeto se haga latente, la pérdida o las
decepciones; la tristeza tiene la cualidad de volverse densa con el tiempo que se
experimente y suele esfumarse gracias a la compañía ola comprensión de otros sujetos.
Volviendo a tomar la palabra de los antiguos para entender el trato que se le da a la tristeza
podemos identificar un debate que ha atravesado el tiempo: el carácter dual de la tristeza,
noble y vulgar, salutífera y mortífera, activa y pasiva, voluntaria e involuntaria. Esta última
oposición remite a la idea de la elección del individuo entre aceptar o rechazar la tristeza,
aquí se añaden al debate consideraciones éticas que se demuestran en consignas como las
de Cicerón, quien considera que la tristeza al ser necedad no aporta provecho, por lo que
hay que oponerse a ella, esta posición estoica frente a la tristeza tiene su contraparte en el
discurso del psicoanálisis, donde a partir de las consideraciones de Freud sobre la pulsión,
el sujeto triste no considerará argumentos ya que su voluntad se verá sobrepasada por la
fuerza, empuje o pasión que lo domine, haciendo que el dilema de la elección pierda
cabida.
Así, la psicología y la ética entran en un dialogo donde las consideraciones más simplistas
-la tristeza como elección entre blanco y negro- pueden ser relegadas y devaluadas, entre
estas encontramos propuestas como la de Sartre en Bosquejo y por parte de la semiología
clínica la diferenciación entre tristeza pasiva como depresión y la activa como la
melancolía, ambas guiadas por cómo reacciona el cuerpo (fatiga, desaliento e inhibición
motriz en la primera y dolor anímico, limitación de la conciencia y afectación psicomotriz
en la segunda) del sujeto a la hora de padecer la tristeza. Por el lado de la neuropsicología
Álvarez recuerda a Antonio Damasio, quien en el campo de la ciencia de las emociones
propone que el conjunto de respuestas química y neuronales son lo que denominamos
emociones divididos en tres modos de percepción: el estado del cuerpo, el pensar y
pensamientos temáticos.
Matices de la tristeza.
El duelo.
Las teorías médico- psicológicas han abandonado este tema más de lo oportuno ya que
puede ser una de las causas más comunes de la depresión o la melancolía. Apoyado de los
clásicos, como Cicerón y Ovidio, se entiende que la tristeza ha estado asociada a la pérdida
(sea de una persona o de algo más) desde muy atrás en el tiempo y por lo mismo se
encuentran pautas de cómo afrontarla. El proceso para un duelo acertado va acompañado de
la constante reflexión ya que una persona en este estado es susceptible a los recuerdos y la
añoranza del pasado, esto trae dolor, pena y nostalgia al sujeto; el transcurrir del tiempo no
es suficiente para superar este estado de abatimiento.
Soledad.
Creación.
Otra vez tomando el ejemplo algunos artistas como Pessoa, Ovidio, Cicerón y Montaigne,
se destaca cómo la creación llega a ser consecuencia de la tristeza, el arte se alimenta de
todos los sentires humanos y muchas obras se distinguen por tener dentro de sus
motivaciones este afecto. Esta relación llega a ser tan común y profunda que se tienen
consideraciones en el campo de la psicopatología al respecto con los genios enfermos, ya
que muchos artistas destacables han padecido de alguna afección mental. En el
psicoanálisis este tema también es mencionado, haciendo la relación entre locura y
creación, la segunda vendría a ser un medio para estabilizar a los sujetos.
Inutilidad.
Como fue mencionado en fragmentos anteriores del texto, la tradición antigua -entre ella la
tradición estoica- considera a la tristeza un sentimiento inútil, recomiendan luchar contra
ella para no caer en la quietud y el abatimiento que trae consigo ya que hace a los sujetos
seres deplorables.
Goce.
La relación entre tristeza y placer puede parecer extraña, Alavarez en este apartado invita a
quitar los estigmas que puedan aparecer para entender las visiones de personajes com
Platón o Montaigne, quienes en sus escritos expresan que la tristeza tiene un componente
ambivalente donde el dolor se liga al placer y resultan siendo casi que dos caras de la
misma moneda, gracias este carácter de la emoción es fácil que muchos individuos se
valgan de sentimientos ligados a la tristeza como la melancolía para alimentarse, su
aparición involucra una especie de delicia. Esto está profundamente ligado a la idea de que
las emociones humanas no son puras por lo que es posible experimentar cosas que parecen
antagónicas. Se destacan en las posibilidades de la tristeza términos como la dulzura (traída
a colación por Ovidio) y de manera más filosófica, la tristeza se considera un estado donde
la percepción del tiempo se enriquece (Schopenhauer lo dice de manera más articulada).
Mal.
La tristeza es directamente asociada con el mal en distintas concepciones del mundo, una
muy fuerte entre estas es el cristianismo, que con representantes como Gregorio de Nisa,
que considera que la tristeza por su naturaleza es un mal, esta opinión se matizada por
Tomás de Aquino, pero aun así es predominante. Esta idea se desarrolla de nuevo en
Cicerón al considerar la tristeza como el peor mal de los hombres, un buen hombre debe
anteponerse a ella y no consentirla, ya que no pertenece a algo externo sino al sujeto en sí.
Inacción.
Cobardía.
Mentira.
Egoísmo.
Sumado a todo esto, las concepciones antiguas sobre la tristeza donde e toma como un
estado voluntario nutre la idea de que es un afecto ligado al egoísmo, los moralistas
compartían esta visión y pensaban que este estado era una opinión del sujeto y no un suceso
natural en él, es una cuestión de voluntad y de criterio, aquel que no lucha contra la tristeza
es entonces un egoísta. Hoy en día podemos encontrar replicada esta opinión, por ejemplo,
en la iglesia católica.
Autores como Kant y Aristóteles hicieron una diferenciación entre el amor propio y el
egoísmo ya que sus fronteras llegan a ser difusas, la tristeza entra en la segunda categoría
por lo que se le asocia con la autocompasión, la soberbia y el victimismo, en cambio el
amor propio resulta una cualidad noble para quien la posee.
Comentario.
A modo de conclusión Álvarez recuerda las posiciones que los antiguos tomaban ante la
tristeza: la responsabilidad frente a ella es del sujeto, las pasiones en general deben ser
moderadas y observadas, por último, hay que tener cuidado con la tristeza que lleve a la
soberbia, menciona el género Consolatio en el que se pueden ver estas apreciaciones de
manera más detallada. Comparando esta y otras visiones polifacéticas sobre la tristeza a lo
largo del texto, encontramos que nuestra posición contemporánea frente a la tristeza resulta
monótona, nombrarla síntoma limitó las posibilidades para enfrentarse a ella, la enfermedad
hace que el sujeto que padece de la afección se sienta relegado a la espera, necesita de una
ayuda de alguien más ya que sele quita responsabilidad ante sus propias pasiones, así los
terapeutas terminan siendo figuras sanadoras.
La respuesta común ante la tristeza es la evasión, muchos factores hacen que la idea de
estar triste no sea algo deseable o si quiera tolerable; entre ellos se encuentra la necesidad
actual de la constante productividad, el movimiento constante de la información y los
acontecimientos ponen a los individuos en una carrera por resultados constante, la tristeza
termina siendo un obstáculo para lograr este objetivo por lo que se intenta rechazar a toda
costa; por otro lado encontramos el discurso religioso -con elementos de tradición estoica-
que ve los estados de tristeza como un acercamiento al mal, al egoísmo y la soberbia,
ejercen presión sobre el individuo al hacerlo sentir que su voluntad los lleva por un camino
equivocado. Estas ideas de distintos cauces llegan a la misma conclusión: la tristeza es un
mal que no hace digno al individuo, hay que eliminarla.
BIBLIOGRAFIA
J.M, Álvarez. (2017). Cap. IV "La tristeza y sus matices" de Estudios de psicología patológica.
Xaroi ediciones, España.