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CRISIS ECONOMICA DE EGIPTO

Ocupando el nordeste de África, el Egipto es seccionado en dos por el fértil valle del río Nilo.
Su economía era muy centralizada durante el periodo del presidente Gamal Abdel Nasser, pero se
abrió durante los gobiernos de los presidentes Anwar Sadat y Hosni Mubarak.

El gobierno implantó agresivas reformas entre el 2004 y el 2008 con miras a atraer la inversión
extranjera y estimular el crecimiento, que fue superior al 7 % al año el 2007 y el 2008. Sin
embargo, el 2009 el crecimiento cayó al 4,7 %, como resultado de la crisis financiera global, que
afectó los sectores volcados a la exportación, especialmente las manufacturas y el turismo. Hoy, la
economía de Egipto es la segunda de África, según datos del Banco Africano de Desarrollo.

Los miles de millones de dólares  prometidos recientemente por los países del Golfo a Egipto no
representan más  que un balón de oxígeno para el país, al borde de la quiebra por una grave  crisis
económica a la que se suma la convulsión política, estiman los expertos. 

Los millones de egipcios que pedían la dimisión del presidente islamista  Mohamed Mursi le

acusaban, por encima de todo, de haber dejado la economía a la  deriva, con una inflación y un

desempleo en alza, y con escasez crónica de  combustible. La gasolina volvió a las estaciones de

servicio, que habían quedado vacías  por una avalancha causada por un movimiento de pánico

justo antes de que el  ejército derrocara a Mursi el pasado 3 de julio. Rápidamente, varias

monarquías  del Golfo anunciaron una ayuda de un total de US$12.000 millones. 

Pero el clima de inseguridad y de inestabilidad política aleja todavía un  poco más la perspectiva de

un regreso de los turistas, una de las principales  fuentes de ingresos del país, y de inversiones

extranjeras, que se desplomaron  después de la caída de Hosni Mubarak en 2011. Las

negociaciones desde hace dos años con el Fondo Monetario Internacional  (FMI) para un préstamo

de US$4.800 millones parecen eternizarse, ya que por el  momento el país no tiene un gobierno

completo ni un plan de reformas para  someterle. 

"Aunque se llegue a un acuerdo sobe el préstamo (del FMI), no creo que esto  se traduzca en una

afluencia de inversiones. El país está sacudido desde 2011,  acaba de vivir un golpe de Estado

militar y hay disparos contra la gente en la  calle. Difícilmente se puede hablar de un contexto

atractivo", estima el  analista financiero Andrew Cunningham. 

A corto plazo, la ayuda financiera del Golfo  -US$5.000 millones de  Arabia Saudí, 4.000 millones

de Kuwait y 3.000 millones de los Emiratos- aporta  un balón de oxígeno. 


Al final de junio, el Banco Central egipcio no tenía más que US$14.900  millones de reservas de

cambio (contra 36.000 al comienzo de 2011),  que sólo le sirven para pagar tres meses de

importaciones. Los fondos del Golfo podrían permitir al país seguir importando durante los

próximos meses productos básicos, en particular trigo, o carburantes como el  gasóleo. 

"En este país de 84 millones de habitantes, una persona de cada cuatro vive  por debajo del

umbral de la pobreza y sobrevive gracias al trigo  subvencionado", que viene del extranjero, explica

Sébastien Poncelet, analista  del gabinete de consejo francés Agritel. 

Pero, según Cunningham, la inyección de fondos del Golfo no es una solución  a largo plazo: no

hace tanto que el país recibió miles de millones de dólares  de Catar que sirvieron como remiendo. 

"No son más que parches. Los desafíos son enormes y estructurales. La  economía egipcia está

mal gestionada desde hace décadas, y no se solucionó bajo  (la presidencia de) Mursi", afirma. Las

últimas estadísticas muestran una fuerte progresión del desempleo, que  llegó al 13,2% de la

población activa contra el 8,9% de hace tres años. Y  muchos consideran que estas cifras no

reflejan la realidad, que sería todavía  peor. 

Hay que añadir a esto un sistema educativo y un sector médico decadentes,  una corrupción

endémica, una administración pletórica y con salarios miserables  y un régimen de subvenciones

para los productos básicos que dispara el déficit  presupuestario, estimado en un 11,5% del PIB. 

"Hace falta revisar todo el sistema", considera Ahmed Galal, del Foro de  Investigación Económica

de El Cairo. El nombramiento como jefe del próximo gobierno de Hazem Beblawi, un  exministro de

Finanzas con una dilatada trayectoria en instituciones  financieras, parece indicar una voluntad de

enderezar la economía. 

La formación de un gobierno de coalición resulta complicada debido a que  los Hermanos

Musulmanes, que reclaman la vuelta de Mursi, se niegan a  integrarlo y los grupos que apoyaban la

destitución del exjefe del Estado están  divididos.  El instituto estadounidense Stratfor estima que

las dificultades de Egipto  van más allá de los problemas políticos actuales. "La presión

demográfica y económica creciente" seguirá planteando desafíos  "cada vez más grandes año tras

año", advierte Stratfor. 

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