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DE LA LAGUNA (CANARIAS)
Se tomaron las disposiciones oportunas para que la nueva construcción parroquial englobara,
dentro de su capilla mayor, la vieja ermita, dejando dispuesto que el terreno de los solares
colindantes se dejaran libres con el fin de acondicionar una plaza alrededor. Esta primera
fabricación de la iglesia, realizada por el portugués Miguel Alonso y por Juan Valenciano,
canteros de profesión, finalizó en 1517, fecha en la que se contrató los oficios de los
carpinteros Luis Barba y Antón López quienes, con la madera de un solo pino, según afirma la
tradición, realizaron el techo del edificio. En 1521 una iglesia de una sola nave, de tipología
canaria, con 80 pies de largo y 48 de ancho se abría al culto, rodeada de zonas no construidas,
consideradas públicas, en forma de solares libres, conocidos como corrales.
La obra de esta parroquia fue modificada frecuentemente con el transcurso de los años
conociéndose que, de una sola nave, pasó a disponer de tres en 1590, fecha en la que parece
haberse fabricado el primer campanario que dispuso del reloj del Cabildo que, por el peso de
las campanas se resquebrajó. El Obispo Corrionero, en 1618, mandó realizar una torre nueva
para la iglesia más en consonancia con la verdadera importancia de la parroquia, por no tener
donde colgar las campanas, que fue encargada al cantero Manuel Penedo quién derribó la
primera torre del reloj y construyó la nueva a la derecha de la entrada principal. Trabajaron en
su levantamiento Jorge de Silva y Diego Penedo quién la finalizó con cinco pisos de altura en
1656, siendo en su momento la más alta de las islas. Su duración se prolongó hasta 1691 en
que fue derribada y cambiada por otra nueva.
El callejón trasero de la capilla mayor de la iglesia fue mandado cerrar por el Cabildo en 1745 lo
que permitió crecer la capilla y la nave y, siete años mas tarde, en 1752, se construyó un nuevo
crucero y se abrieron las capillas laterales por medio de arcos, lo que transformó la edificación
en una iglesia de cinco naves. En la ultima fase como parroquia, 1795, fue cambiado el
primitivo coro que ocupaba el centro de la nave mayor, trasladando el altar del fondo de la
capilla al lado de las gradas, tras el que colocaron la sillería del nuevo coro.
Pero antes de continuar con la evolución arquitectónica que tuvo el edificio hasta convertirse en
lo que hoy conocemos, diré que, en 1751 fue colocado otro reloj, costeado por el Cabildo, en la
torre que lo sustentaba. Es la historia que aquí nos ocupa sobre el reloj de la catedral de La
Laguna.
Dos parroquias de prestigio en un corto espacio de terreno, en una misma calle, a la vista una
de otra, no podía sino traer problemas entre los feligreses de la ciudad lagunera. Problemas
muy antiguos, litigios y luchas de siglos de existencia que comienzan en 1521 cuando se
pleiteó la salida de la procesión del Corpus desde una u otra iglesia. Controversias entre
cofradías y beneficiados, incluso antes, por la reducción de una a favor de la contraria. Ánimos
exaltados en la defensa de la libertad e independencia de la jurisdicción del Cabildo en cuanto
al afán de no reconocer la autonomía de la primera iglesia, la de Santa María de la Concepción,
la Antigua, la Mayor; luchas por el asentamiento de la Catedral, tras la Bula de Pío VII, de 1818,
separando las cuatro islas occidentales del Obispado de Canarias y conformando la diócesis
Nivariense , momento en que la parroquia de Los Remedios pasó a tener el rango catedralicio,
por la residencia del Sagrario Catedral; y tantas otras cosas.
La Villa de Arriba con la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción donde
habitaban los labradores, los artesanos, los trabajadores, el vulgo; la Villa de Abajo con la
iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, lugar de mayor abolengo social, de gentes nobles
de apellidos linajudos, gentes adineradas, la aristocracia. Terreno y condicionantes,
circunstancias propicias para la polémica, la disputa, las rencillas pueblerinas. Y en cada
iglesia, en cada torre, las campanas que tañían, que sonaban con sus ecos en toda la
población y que cada vecino identificaba con su entorno habitual. La importancia de las
campanas, su tamaño, su peso y su sonoridad siempre fue motivo de orgullo y diferenciación
entre los pobladores.
Entre los años 604 y 606 se ordenó colocar campanas en todas las iglesias católicas para que
se tocaran en los oficios, misas y en las festividades religiosas. Al ir creciendo su uso fue
preciso construir torres mayores donde ubicarlas y para que su sonido se difundiera más y
mejor. Más modernamente, durante los Concilios celebrados en 1584 y posteriores se prohibió
que las campanas se destinaran a otros usos que no fueran los religiosos; pero ya en el siglo
XVI se dispensó de tales prohibiciones siendo de uso para el anuncio de catástrofes,
invasiones, fuego, mezclándose, desde entonces, los avisos religiosos con los civiles.
Los toques de las campanas los realizan los campaneros cuyo oficio fue de importancia en las
sociedades de antaño ya que debían entregar mucho tiempo al mismo, estando prácticamente
durante todo el día pendiente de repicar los diferentes toques que debían realizar además de
encargarse del mantenimiento del reloj de la torre. Estos toques anunciaban tres momentos
diferentes al día ofrecidos para la oración: por la mañana rememorando la Resurrección, al
mediodía en memoria de la Pasión y por la tarde, en recuerdo de la Encarnación. Durante la
Misa Mayor se toca, primero, para convocar a los fieles a la misma y luego, en el momento de
la consagración, al elevar la hostia, se toca la campana más grande del campanario,
cumpliendo la norma de Gregorio IX, de 1240, para que los que no estén en la iglesia, oren y
pidan a Dios en reverencia y adoración.
En las grandes efemérides y festividades que conmemoran los aniversarios de los Cristos,
Vírgenes y Santos las campanas suenan con alegría; mientras, en la Semana Santa no se
tocan hasta el momento de la Resurrección. Y existen toques diferentes como los de bendición,
los realizados para las novenas, para las pascuas, para las procesiones y para las
festividades, los de oración, ya enunciados para el alba o el angelus; y los toques tristes para
los funerales, a fuego, a rebato…Y existen toques de primera clase, segunda y tercera según
sea la técnica del repique y las campanas utilizadas.
En resumen, las campanas son instrumentos musicales que con sus voces metálicas anuncian
multitud de acontecimientos siendo su sonoridad lo más importante de sus elementos, mucho
más que el tamaño o el peso y que viene dada en función de la nobleza y aleación de sus
metales.
Las de la Villa de Arriba, las de la Concepción, fueron primeras ya que en 1541 existían tres
campanas que fueron cambiadas y aumentadas con otras nuevas años después. En su
momento la campana mayor fue la más grande en la isla, pudiendo contener en su parte
cóncava hasta doce fanegadas de trigo y que, para subirla, se precisaron doce parejas de
bueyes debiendo perforarse todos los pisos en el centro para poder colocarla definitivamente
en la torre. Esta campana se trajo de Flandes y su sonido no se correspondía con su gran
tamaño por estar colocada, según se ha dicho, en el centro de la torre y no en sus huecos que
no eran capaces de albergar semejante mole.
Las de Los Remedios, las de la Villa de Abajo fueron consideradas por sus feligreses como de
mayor importancia que las otras; más grandes, mas pesadas; de veinte quintales la
llamada Santa María y San José, fundida en Holanda de un cañón inservible que donó el
Ayuntamiento o Cabildo de la isla, y la Inglesa, la menor, de quince quintales de peso y fundida
en Inglaterra, todas ellas consagradas un 11 de Diciembre de 1649 por el Arzobispo Francisco
Sánchez de Villanueva con asistencia de numeroso público.
Las campanas que en la actualidad tañen en la catedral lagunera se distinguen cada una por
su nombre. La principal, de clase, tiene la inscripción que dice” Santa María de los Remedios”
que según información de del Gremi de Campaners Valencians, la hizo traer don Gonzalo de
Castro, mayordomo de dicha iglesia, debiendo ser de 1700, aunque la fecha que tiene grabada
es ininteligible. Otra se nombra La Esquila, de 1808; la siguiente La Chueca en la que se lee
“me fecit Hijos Marcos”; en una más dice “reinaba Pontífice Máximo León XIII. Obispo D.
Raimundo Torrijos Gómez. Me fecit Carolus Marcus et Ragel. Anno 1893”; la última es la María
Antonia en la que pone “Deus meus et omnia. Año 1914. Construida por Esteban Puig. Gerona.
Año 1914”.
Esta situación de pique entre los habitantes laguneros trajo como consecuencia la aparición de
una copla, sin duda nacida de la mente de un vecino próximo a la Concepción, que recorrió las
calles y que se recitaba por las esquinas: