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EMILIO KOMAR

EL TIEMPO HUMANO. Lecciones de antropología filosófica. 1966

(Edic. Sabiduría Cristiana, 2003)

Χρόνος tiempo físico

Καιρός tiempo humano

Últimamente, sobre todo por influencia de los estudios bíblicos de la escuela alemana, se reduce
el καιρός al tiempo de la oportunidad, a la toma de una buena decisión.

El jansenismo o el estoicismo son filosofías angelistas, desdeñan la temporalidad humana.

Ομοιόω significa ir haciéndose cada vez más semejante.

Una buena decisión, una verdad practicada implica una continuidad progresiva: siempre se puede
elegir más y mejor.

La discontinuidad en la decisión hace imposible todo progreso.

El tiempo de la acción y la creación humana.

En la decisión el hombre se crea a sí mismo y también aquí tropezamos con la dimensión


temporal.

El hombre, por material es discursivo, por espiritual, contemplativo. Pero el descuido de lo


discursivo no favorece la contemplación. Toda contemplación empuja a un mayor discurso porque
es insaciable.

El tiempo del arrepentimiento y de la purificación.

Dado que no se puede destruir el pasado, el arrepentimiento no es sólo la condena de una actitud
anterior, sino la purificación posterior. El arrepentimiento se ubica en la proyección temporal. La
purificación es una actitud que en el futuro reemplaza al pasado.

Tridimensionalidad del tiempo.

Pasado, presente y futuro humano, no sólo en sentido cronológico sino también humano.

La tridimensionalidad del tiempo humano traduce el continuo humano.


La prudencia es una virtud esencialmente temporal. Santo Tomás explica que el primer defecto
para la obra prudente es la precipitación: cuando hay precipitación se prescinde del tiempo y nada
puede encarnarse, ni ser educado.

Es necesario unificar las tres dimensiones so pena de no entender ni el presente, ni el pasado ni el


futuro.

De la actividad discontinua proviene la tendencia a empezar de nuevo. Sólo Dios crea de la nada.

El hombre está amenazado por todos lados por la desintegración.

El hombre a la moda es el hombre del olvido. No hay conversión en la discontinuidad.

Puesto que el tiempo es reflejo de la eternidad, todo el tiempo tiende hacia la unidad.

La actualidad del tema.

El tema del tiempo actualmente está influido por tres raíces filosóficas: el hegelismo, Bergson y el
existencialismo –especialmente Heidegger.

Hegel: es el heredero del gran racionalismo europeo, por eso lo que le interesa es la historia. El
racionalismo se caracteriza por una falta de respeto a lo real y, por tanto, lleva al ateísmo.

Hegel inmanentiza a Dios, y entonces los acontecimientos históricos tienen el atributo de la


divinidad. Para Hegel la historia no es una consecuencia del tiempo sino una exigencia de todo
planteo racionalista.

Bergson: reacción vigorosa al racionalismo reinante en su época. Al pensar more geométrico,


Bergson opone la duración, la durée.

Heidegger: como en Hegel, su filosofía es una teología.

LA PRESENCIA.

El término lo introdujo Gabriel Marcel.

La presencia implica la movilización de nuestras potencias intelectivas y volitivas. Es presente


aquello que está cerca de nosotros y en cierto sentido nos compromete.

Presencia es co-esse: el otro es con nosotros. Compromiso: engagement, hace que esa cosa no sea
un mero espectáculo para nosotros, sino una relación que se establece.
La presencia es científicamente indefinible: no es la objetivación propia del conocimiento
científico. Cuando hay presencia, lo otro vive con nosotros y nosotros existimos con aquello.

Des-ontologización es la pérdida de lo presente.

“La presencia impone una visión profunda de lo real y es inseparable del sentido del misterio” (29)

“Lo que nos ilumina en mayor medida es la existencia de la cosa. No la literatura sobre la cosa”.
(29)

“Las ideas se pueden manejar, pero en cambio la realidad escapa a nuestro manejo” (29)

Todo presencia, aún la de una realidad material, es presencia del espíritu.

“Siempre el espíritu está frente al espíritu” (30)

Puesto que Dios es creador y providente, es que es posible la presencia en la amistad, en el


matrimonio, etc. Porque Dios introduce lo infinito en lo finito.

“Cuando no estamos presentes no podemos estar tranquilos. La soledad no es estática, sino que
se caracteriza por la fuga. O estamos presentes, o escapamos. O la cosa tiene sentido para
nosotros, o preferimos huir”. (31)

La presencia en el tiempo.

Todo puede ser tratado como cosa: desde un vaso hasta una persona.

Todo es ajeno cuando no se lo entiende como presente.

El espíritu es vida llena de sentido (E. Stein)

Actualismo y apertura.

Hasta la virtud de la prudencia –virtud que ordena nuestra conducta- es en su primer paso teórica.

“Toda actividad, sea en el orden moral o en el poiético (o técnico), necesita de una cierta
subordinación a la teoría”. (41)

El hombre teórico es un hombre amplio.

La magnanimidad es la capacidad de simpatizar con muchas cosas especialmente con las que son
diferentes. Según Platón, los jóvenes deben ser educados en la magnanimidad y en la visión de las
cosas.

“La apertura significa un esfuerzo máximo de la personalidad” (43)


Toda virtud es arraigo, y arraigo a lo nuestro, a la realidad.

“Vivimos una cultura cargada de abstracción, y por eso a menudo se nos olvidan muchas cosas”
(45)

Más ser = más presencia = más plenitud

El sensacionalismo = sistema = el latigazo afectivo = infidelidad.

Hay que ser muy humilde para aceptar la realidad.

Lavelle, La conscience de soi, París, Grasset, 1933, p. 260 (cit en pag50): “Hay que hacerse
presente a las cosas para que ellas se nos hagan presentes: nuestra actividad en cambio falla a
menudo del tal modo que, si el ser no es presente de una manera permanente, nosotros no le
somos presentes sino de una manera intermitente. Toda presencia es presencia de espíritu. Ahora
bien, lo propio del espíritu es ser presente a sí mismo, es decir, a la luz que recibe: él puede faltar a
ésta, pero ésta no le falta jamás.

El hombre más perfecto es aquel que está lo más sencillamente presente a todo lo que hace y a
todo lo que es. Y la acción que ejerce, la ejerce por su sola presencia sin buscar cómo producirla…

La juventud permanece siempre en el presente y nosotros permaneciendo en el presente


conservamos una soberana juventud. “

“Hay personas que influyen con su presencia y no necesitan más: su presencia colma. Es una
influencia sin presión. Pero para eso, es necesario estar presente a uno mismo y a todo lo que se
hace”. (50)

CAP 2: EL TIEMPO FÍSICO Y EL TIEMPO HUMANO.

El tiempo físico en los clásicos.

Platón en el Timeo considera al tiempo como la imagen móvil de la eternidad, por eso es
semejante y desemejante a la eternidad; es análogo a la eternidad. (54)

El tiempo físico en los modernos.

La divinización del tiempo y de la historia, es decir, la inmanencia pura y cerrada.

En una filosofía de inspiración cristiana, el tiempo es una imagen móvil de la eternidad. En el


hegelismo no hay eternidad, sino nada más que tiempo móvil.
“El que no ve es una persona peligrosa y hace posible toda clase de error: moral o intelectual” (76)

La aceptación de la temporalidad humana es un peso, porque es aceptación de límites. El pasado


ya está fuera de nuestro poder. El futuro en cierto sentido está más en nuestro poder, pero no
podemos controlarlo: es necesaria una actitud de entrega.

“El problema de la seguridad aparece cuando no hay entrega, cuando uno tiene que apoyarse
sobre uno mismo” (90)

LA TEMPORALIDAD, RASGO ESENCIAL DE LA NATURALEZA HUMANA.

El hombre es un ser fronterizo. El hombre divide, como un horizonte, el reino del espíritu del reino
de la materia y en él coexisten las dos realidades.

Los escolásticos definen el conocimiento discursivo como cognoscere cum continuo et tempore:
conocer en el tiempo y el continuo.

El conocimiento del intellectus es sine continuo et tempore. El racionamiento es a la intelección lo


que el movimiento es al reposo, o la adquisición a la posesión: hay por lo tanto entre dichos
términos la misma relación que entre lo imperfecto y lo perfecto” Gilson en el Tomismo.

El hombre es temporal, por temporal es discursivo y por discursivo tiene historia.

Para Hegel, si lo abstracto es lo no contradictorio, lo concreto es lo contradictorio, entonces lo


concreto es agitación, inquietud, devenir, desasosiego. Dice Hegel que el devenir es desasosiego
en sí.

En la filosofía realista, toda conclusión es un aperitivo.

EL ANGELISMO Y LAS ACTITUDES ANTITEMPORALES DEL HOMBRE.

Ciertas actitudes revolucionarias son actitudes atemporales en las que no se está dispuesto a
soportar el fluir de la duración.

EL TIEMPO DEL DEVENIR.

La realidad está hecha, como todas las cosas, por el pensamiento divino. Todo lo que existe ya es
de por sí luminoso. Si no podemos captar cierta realidad, el misterio se debe, no a que la cosa en sí
misma sea oscura, sino en relación a nosotros, a nuestra capacidad. Para nosotros algunas
situaciones reales son oscuras porque incluyen demasiada luz. Es por eso que los místicos llaman a
Dios el rayo oscuro.

El claro-oscuro intelectual es propio de todo pensamiento realista.

Pero también hay otra razón de la oscuridad: la imperfección de la creatura: la creatura es oscura
en cuanto está hecha de la nada (Santo Tomás).

La gente es intolerante porque no quiere aceptar lo distinto. Conocer es hacerse otro en cuanto
otro. Conocer es trascender los intereses utilitarios, egoístas. La capacidad de conocimiento
consiste por esencia en salir del esquema propio.

La tremenda intolerancia por lo otro es lo que en la actualidad combate con mayor éxito el
predominio de la verdad y la primacía metafísica de la inteligencia.

Descartes como filósofo de la contrarreforma (¿???)

El rupturismo es lo más opuesto al sentido histórico. Es consecuencia del angelismo, es decir, de


un concepto atemporal o antitemporal del hombre.

La creatividad no es sólo poiética; también existen la creatividad teórica y la creatividad moral.


Porque la renovación es esencialmente interior. Y sólo lo superior puede explicar, conducir y
juzgar lo inferior.

La revolución es un golpe de puño contra el paralítico (Trotsky). Si no hay paralítico, no hay


revolución.

La temporalidad jamás permite una posesión total, perfecta y simultánea: define Boecio la
eternidad como interminabilis vitae tota simul et perfecta possesio. Pero nosotros siempre
queremos llegar a eso, tendemos a la eternidad, a lo absoluto.

Considerar: concentrar la luz y enfocar un objeto (misma raíz de de-seo, o sideral).

EL TIEMPO DE LA DURACIÓN.

La humildad permite la fidelidad, porque es aceptación de lo finito.

“No es aquel que más piensa en el porvenir, el que lo prepara mejor; sino aquel que se desinteresa
de él para consagrar al presente sus mejores fuerzas” Lavelle, La conscience de soi.

“El tiempo es eternidad diluida” (Confesiones de S. Agustín: verificar en XI, 29)


EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD. Lecciones de antropología filosófica. 1967.

(Edic. Sabiduría Cristiana, 2003)

“La negación de la eternidad lleva a ubicar en el tiempo los valores de la eternidad, divinizando los
momentos del tiempo sin salvarlos. Así, la voluntad de poder, el culto del dinero, el erotismo, el
esteticismo mismo, exacerban ciertos momentos de la existencia que son llevados hasta el
paroxismo porque éste es entonces el único medio de darles una apariencia de salvación. El
paroxismo del tiempo se hace la caricatura de la eternidad”. Jacques Durandeaux, L’éternité dans
la vie quotidienne. Desclée de Brower, 1964, p. 85.

INTRODUCCIÓN AL TIEMPO Y LA ETERNIDAD.

“La exigencia del compromiso (engagement) supone una visión profunda de la realidad, que va
más allá de lo meramente temporal. Estamos de acuerdo que sin compromiso no hay realización
para el hombre. Pero, justamente por eso, no podemos conformarnos con un tiempo que no es
sino tiempo y vemos en él algo más que la mera sucesión de momentos fugaces, vemos en él ‘la
imagen de la eternidad’ (Platón). (12)

Desontologización: prescindencia del ser en el conocimiento, en las concepciones científicas. En


esta perspectiva la realidad en la cual vivimos y nuestra realidad, no es un ser, sino una simple
manifestación, un fenómeno, algo que sucede, ocurre, pero que no tiene ninguna trascendencia…
Los seres no tienen raíz ni fondo. La desontologización está necesariamente acompañada por una
desvalorización de los seres. La cosas como tales, ya si valor, no enriquecen al hombre. Es la era
del dégagement (holgura) “des-compromiso”.

André Gide: no atarse porque atarse es morir, vincularse es morir.

Pero Gabriel Marcel afirmó que sin compromiso no hay libertad. El hombre se libera atándose,
sirviendo.

El hombre moderno ha llenado su vida de medios materiales. Pero lo que provoca el compromiso
es una intensa atracción por los verdaderos fines. Cuando los fines son débiles, el hombre elige sin
mayor compromiso. Los medios materiales, por su propia naturaleza, no nos comprometen.

La superficialidad es la gran represora psicológica.

La desontologización se expresa en el ateísmo práctico, cuando no en el teórico. Las cosas ya no


son seres, sino hechos, fenómenos, casos, algo que se registra, algo que se puede inventariar,
manipular, y que no tiene ninguna trascendencia.

La desontologización es la negación de toda posible participación. Los seres finitos ya no participan


de la virtus essendi del Ser Infinito.
En clave realista, sin embargo, la temporalidad no es sino la dilución periférica de algo central,
infinitamente más consistente: la eternidad” (18)

La eternidad no está más cerca del momento futuro que del momento actual.

Cuando la realidad no vale, el hombre ya no puede quedarse en nada, y puesto que no se queda
en nada, no se desarrolla, no crece.

Todos los dinamismos serios, tanto en lo físico como en lo psicológico, están acompañados por la
estabilidad. Un Estado político necesita estabilidad para desarrollarse.

Es necesario que el hoy, el instante actual, tenga valor propio, no condicionado al mañana, no
como una fase preparatoria del futuro.

Cada instante debe ser igualmente distante de la eternidad. El respaldo de la eternidad es lo que
da valor a la vida cotidiana.

La desontologización hace de la vida cotidiana un infierno.

La realidad se desvaloriza y desacraliza. Queda anulado todo vestigio de participación.

La discontinuidad y dispersión anula al ser humano. Es necesaria la estabilidad, pero no hay


estabilidad sin profundidad.

Renovarse sin una finalidad fija, no tiene sentido.

“Si el tiempo no es nada más que el fluir de los hechos, de los fenómenos, el pasar huidizo, no hay
ninguna razón para que haya continuidad. La continuidad supone algo más hondo, un factor que
hace posible la unidad. La pura inmanencia de lo finito, no se explica, ni se justifica, ni fundamenta
ninguna continuidad: todo es diferente” (29).

El hombre tiene una fuerte tendencia a la unidad…. El hombre sufre con la dispersión. Hay en el
hombre una fuerte tendencia a la permanencia. Las verdaderas amistades son eternas. En la
verdadera amistad, “los ausentes están presentes y los muertos viven” (Cicerón).

Si no encontramos sabor en lo rutinario, en lo cotidiano, nunca encontraremos sabor en nada,


viviremos de ilusiones. No se puede vivir esperando acontecimientos excepcionales,
extraordinarios, excitantes, entusiasmantes.

La cotidianidad es el ingrediente esencial del realismo. Si no se acepta lo cotidiano se está fuera de


la realidad en todos los niveles. Pasa lo mismo en la vida espiritual.
El que vive en lo efímero es muy difícil que pueda establecerse en la presencia; si estoy presente a
mi prójimo, escucho sus problemas, me meto en su asunto, lo hago mío.

“Hoy no se oye, para no tener que contestar y no se contesta, para no tener que comprometerse”.

El compromiso nos lleva al tema del diálogo. Dia-logo: pensamiento partido en dos. El diálogo no
es una negociación ni debe basarse en concesiones. El diálogo es un progresivo esfuerzo para ver
mejor, más honda y lúcidamente.

La inteligencia no es libre. Se puede mentir, engañar, pero no se puede hacer el favor intelectual
de engañar.

La auténtica oración es presencia. Dios se hace presente a nosotros, nosotros nos hacemos
presentes a Él y la presencia de Dios a menudo no es fácil de soportar.

“Dios es molestia” (Danielou). A menudo en la vida espiritual el hombre debe luchar con Dios
como Israel, Jacob, en el A. T. Es una lucha dentro del amor.

El espíritu de evasión se conoce por la inestabilidad esencial. No se va a lo otro para quedarse,


arraigarse y comprometerse allí.

Lo inmanente significa quedarse en la pseudo-concretezza (en el Dasein) sin reconocer ninguna


otra autoridad, ni la Revelación, ni el Magisterio, ni la de quien sabe más.

Toda evasión es huida de una presencia.

El compromiso es la única liberación del hombre, porque en él puede realizar la más plena
expansión de su personalidad. Pero comprometerse es someterse. Quien no se somete, no puede
desarrollar plenamente sus posibilidades.

Siempre se comienza por una sumisión. Cuando la mente y la voluntad no son obligadas a
someterse, no es posible el contacto con la realidad.

“Homo derelinquens, est homo derelictus” (el hombre que abandona, es hombre abandonado).

En todo diálogo hay tres: los dos que dialogan y la realidad objetiva, que se hace verdad cuando el
diálogo da con ella.

APROXIMACIONES PSICOLÓGICAS.

La percepción de lo sucesivo en unidad es el hecho fundamental de la percepción del tiempo.

El ser humano jamás queda sumergido en el correr del tiempo, siempre emerge un poco. Ya sea
para conocer, ya para querer, el hombre necesita salir, superarse, eximirse de este fluido
temporal, porque si no fuese así, no podría conocer, ni querer, ni hacer nada. El fluir temporal del
hombre está interrumpido por los momentos a-temporales.

La a-temporalidad es, según Nietzche, el momento feliz.

Los medios, el método debe ser proporcionado a la vitalidad con la cual yo deseo y apetezco el fin.

No hay estudio contemplativo si no se hace el esfuerzo de encontrar la belleza en el asunto, para


poder quedarse en él desinteresadamente. Cuando algo se conoce muy poco, es difícil que se
despierte el interés gratuito.

Discurrir significa correr de un lado a otro para poder llegar. La contemplación aparece cuando se
llegó al lugar.

“El que enseña tiene esa tremenda y maciza tarea: estudiar un tema, conocerlo a fondo,
masticándolo, repitiéndolo, reviviéndolo, para poder abarcarlo casi con una simple mirada, de tal
manera que ya no necesita discurrir, no necesita argumentar, porque ya todo lo ve y lo conoce de
tal modo, que ese tema o ese ser ha despertado en él un verdadero entusiasmo, un verdadero
amor” (51)

Cuando un profesor enseña, tiene que discurrir, pero discurre para que sus oyentes puedan
discurrir, porque él ya no necesita discurrir en absoluto. Además el alumno tiene que darse cuenta
de que el profesor no está descubriendo las cosas, sino que ya las ve.

El maestro: contemplata tradere. El alumno: contemplata recipere.

Los aletargados en la vida intelectual necesitan ser sacudidos desde el exterior, pero esos
sacudones no transmiten vida. Pasa como con una tormenta en el parque: los árboles se mueven,
el viento los sacude, la lluvia los moja. Uno piensa al verlo: qué dinamismo! Qué fuerza! Pero
termina la tormenta y ninguna planta adquirió dinamismo interior, de ese modo no se crece.
Terminada la sacudida exterior se vuelve a la pasividad mecánica anterior.

Donde falta la contemplación, no hay vida y a menudo la agitación en conferencias, polémicas,


etc., son una máscara para cubrir la falta de vida interior.

Se debe exigir de una verdad, que nos devele su belleza. Debemos tratar a la verdad de manera
que no estropeemos su belleza, porque la belleza ya está en ella. Es allí de donde se nutre nuestra
íntima pasión intelectual.

Cuando nuestro deseo de dominio domina nuestra mente, cosificamos todo. Sólo se dominan las
cosas. Es necesario renunciar a todo dominio para llegar a la verdad, es necesario renunciar a todo
dominio para llegar al amor. Cuando cosificamos, muere el amor y la realidad no nos muestra su
belleza.

Con el ser uno establece una relación, pero no lo domina.


La percepción como absoluto atemporal.

No existen pruebas psicológicas de la existencia de la eternidad, pero sí ciertos enfoques


psicológicos que nos van a ayudar a acercarnos al tema.

Toda verdad filosófica es definitiva.

“Es imposible explicar el devenir y el tiempo si eliminamos todo vestigio de eternidad. La eternidad
es el respaldo necesario de la temporalidad y el tiempo carece de hondura, no tiene extensión,
tiene dimensiones humanas, si le falta la referencia esencial a algo que no es tiempo, es decir, la
eternidad” (64)

El amor auténtico es extático, toda vocación vivida es extática, no es un movimiento inmanente,


nos empuja hacia la trascendencia, en la línea de lo divino.

Los momentos atemporales, que interrumpen los cambios, se caracterizan por tender hacia la
trascendencia; inclinan hacia lo otro, nos empujan hacia lo que está más allá.

La vivencia axiológica como absoluto atemporal.

La vivencia axiológica no está sujeta al devenir; es un acto atemporal; es un acto simple, no


discursivo.

La felicidad como eternidad en el tiempo.

En la filosofía moderna –aun en Hegel- no existe nada parecido a la noción platónica de


participación. Nada es imagen participada de su creador. Nadie puede encontrar su profunda
realización en un valor, en una amistad, porque todo está sujeto al devenir. El mismo absoluto
está sujeto al dinamismo del devenir.

“(…)si hay trascendencia, si hay un Dios creador y sostenedor de las cosas, de cuya existencia
participan todos los seres y todos los momentos son igualmente distantes del absoluto que es
Dios, entonces Dios se refleja en todos los seres y nosotros podemos llegar a Él por los miles y
millones de caminos que se nos ofrecen” (86).

Cuando vemos la realidad con ojos limpios, cuando hemos purificado nuestras mentes, todas las
cosas son caminos hacia Dios.

Cuando el devenir se hace mero devenir, el mundo se desdiviniza, se desacraliza y se desvaloriza;


la condición humana se hace insoportable para el hombre que reclama una condición humana.

La esencia es el lógos presente en las cosas, el quid, la razón de ser, el sentido que habitan en las
cosas, porque todas las cosas tienen un sentido.
Para la filosofía moderna, las cosas tienen el sentido que el hombre les aplique. Ni siquiera el
hombre (Sartre).

Toda felicidad exige una experiencia de lo absoluto.

El hombre llega a su mayor plenitud cuando supera la fugacidad del tiempo, el puro cambio.

En el hombre revolucionario es fácil de ver cómo sus exigencias de cambio siempre son para lo
otro, aunque se niegan a cambiar a sí mismos.

La eternidad puede concebirse como el cumplimiento del deseo de felicidad.

La gente que cambia mucho de gustos, de inquietudes, no alcanza una auténtica vida intelectual,
no puede haber ninguna plenitud, ni perfección, sin estabilidad.

La eternidad es la estabilidad por excelencia y por esto puede ofrecer también la plenitud por
excelencia.

Ir a lo esencial es cultivar la pobreza del espíritu de una manera lúcida. Debemos entender la
eternidad como búsqueda de lo esencial.

Todas estas son aproximaciones psicológicas a la eternidad, no pruebas de la eternidad.

EXPLICACIONES METAFÍSICAS.

La eternidad: “est igitur carens principio et fine, totum esse suum simul habens, in quo ratio
aeternitatis consistit” (es entonces careciente de principio y fin, poseyendo todo el suyo
simultáneamente, en lo cual consiste la razón de eternidad) Santo Tomás, 4 Phys, 18c.

“El instante de la eternidad es un tiempo que no desfallece jamás, donde lo mismo idéntico es
siempre nuevo” (Lavelle, Du temps et de l’éternité) (101)

“El objeto formal que traduce la naturaleza de la actividad trascendental, es decir, el ser y el bien,
como supera todo límite, produce en la vida consciente una necesidad de infinito. Toda empresa
personal del hombre se apoya en esta tendencia indesarraigable y recibe de ella su valor eterno”
(Louis de Raeymaeker) (103)

Cita del Timeo 37 d- 38b…

Las definiciones de eternidad.

No debemos huir de la presencia sino dirigirnos a una mayor Presencia.


La necesidad de diversión en el sentido del divertissement, de salir de aquello en lo cual se está
para ir a otra cosa y de allí a otra cosa, se debe a que se ha perdido la dirección hacia la única y
verdadera expansión que puede corresponder a un ser humano: la expansión a través de la
perfección.

“Eternitas dicitur quasi esse extra terminus” (Santo Tomás, I Sent, I 2, 1c.) En el latín del Imperio
Romano, terminus significa límite, deslinde rural; si se respetaban los límites había paz, pero no
puede prosperar la paz si son discutidos y entonces se producían las guerras entre campesinos, los
propietarios. Se daba un carácter sagrado a los límites, se los cuidaba, el mismo Jupiter terminalis
y otras deidades como Silvano, tuto de los límites, de los términos, cuidaban los límites. Por lo
tanto, la idea de término, de límite, de delimitación es muy importante, porque algo está bien
cuando está dentro de sus límites, sus límites lo constituyen. Exterminatio significa sacar a uno de
sus límites y esta palabra llega a significar la muerte, la liquidación física. “Cada uno es genial
dentro de su campo” (Nietzche). Recordar la pena del exilio.

Todo ser finito tiene la fuerza de su esse, la virtus essendi, dentro de los límites de su naturaleza.
Toda perfección humana tiene que humanizar al hombre y jamás angelizarlo. Angelizarlo es des-
humanizarlo, desnaturalizarlo.

La medida justa es la norma central de toda la vida ética clásica anterior al cristianismo y se explica
porque los seres finitos son determinados, limitados; sin embargo, nosotros vemos que a menudo
el hombre pierde la medida y que en el fondo el pecado, el desorden moral es una pérdida de
medida. Y ¿ a qué se debe esta pérdida de medida? A una exigencia de la misma naturaleza
humana: la necesidad de absoluto, de esa búsqueda de lo divino, de lo infinito, de lo sin medida.

La pérdida de la medida es signo de idolatría, divinizamos algo que no es Dios, porque tendemos a
un ser que es extra términos, y eternidad dicitur quasi ens extra términos.

Tenemos que ser medidos con todos, excepto con Dios. La caridad para con Dios no tiene medida.

No hay que pensar la eternidad como un tiempo que no termina nunca. La eternidad es tota simul.
Totum esse suum simul habens. Dios posee todo su ser simultáneamente.

El hombre, sujeto por naturaleza al devenir, experimenta la nada mezclada con el ser.

El deseo y la eternidad.

En la dialéctica presencia-ausencia se manifiesta sobre todo el deseo, especialmente el deseo


humano, el deseo profundo en sentido humano.

Todo deseo es un deseo de presencia.


“En la sensibilidad estética del mundo contemporáneo, observamos un fenómeno que podríamos
definir como saludable: el rechazo de lo bello demasiado bello, dentro de la escala humana. Se
exige más bien una belleza total, donde la totalidad incluya lo negativo, lo amargo, lo chocante, lo
absurdo, la desarmonía. Un cuadro demasiado idílico, demasiado plácido, no convence, porque
esa perfección no ocurre en lo humano”. (159)

Cada cosa tiene algo valioso en sí, una belleza, una bondad, una perfección de por sí y eso es
importante porque muy a menudo en lugar de tomar contacto con las realidades individuales, se
empieza a relacionar… La inteligencia se transforma en mera capacidad para relacionar, se
considera que entender es relacionar y no captar algo intrínseco. Un gran sector de la psicología y
la sociología modernas no hace más que relacionar: explicar una cosa no por ella sino por sus
relaciones. De ahí los gráficos, estadísticas, curvas, etc. Jamás se penetra en la realidad en sentido
profundo, sino que uno se desliza por las superficies fenoménicas externas.

Esto colabora con la desontologización y desdivinización de lo real y de la vida social.

Todo ser tiene algo de absoluto: si queremos conocer a una persona, o ser amigos de una persona,
no debemos, ante todo, empezar a compararla con otras. Hay que saber encontrar lo bueno, lo
bello, lo perfecto, lo interesante y lo inconfundible en ella y el que no es capaz de esto, es incapaz
por un lado de amar, y por otro, de una vida intelectual.

No está mal comparar, es necesario, pero no es lo fundamental. Cada cosa posee su brillo, cada
época su encanto.

El hombre es un ser hambriento de sentido, siempre va al logos, aún en sus acciones más
abyectas. Y por esto mismo, busca la presencia.

Esa exigencia de presencia es infinita. Por eso es que el hombre busca más, siempre más, porque
lo habita una nostalgia de lo absoluto. Por esto, la vida psíquica es un gran absurdo si no hay Dios.
Ahora bien, en el deseo no buscamos a Dios en cuanto tal, explícitamente, pero sí implícitamente.
Las cosas que salen de Dios tienen un sello divino y es esto divino lo que constituye su valor.

TESIS: todo deseo, toda vivencia axiológica, toda captación del sentido de una cosa, nos abre una
perspectiva de participación y una perspectiva de trascendencia.

Dos siglos de filosofía del devenir han destruido el sentido del ser. Para nosotros, una mayor vida
significa mayor agitación, mayor movimiento.

El devenir humano auténtico, donde hay crecimiento y desarrollo, no meros cambios, es en


general lento y sobre todo no es visible. Son visibles los efectos.

“Será necesario mucho tiempo para que nos liberemos de esa mentalidad del devenir, para poder
entender qué es Dios; que Dios es la perfección. La perfección significa siempre no un mayor
desasosiego, sino un mayor sosiego, una mayor tranquilidad, que no está libre ni desprovista de
inquietudes legítimas –está llena de inquietudes legítimas-, aunque en cierto sentido, ya
armonizadas. Pero está muy lejos de la agitación, porque todo aquello que es más perfecto, que es
más acabado, más realizado, está más colmado, es decir, contiene una mayor presencia, dentro de
los límites humanos”. (170)

“Una amistad, un amor, un conocimiento son como pistas infinitas en las cuales es posible un
desarrollo infinito, porque siempre se puede saber más, más y más y el amor es infinitamente
perfectible: se puede amar más, más y mejor.

Cuando no se encuentra profundidad en las cosas y solamente se camia una cosa por otra, el
hombre se encierra en sí mismo, porque nada para él significa una expansión, porque la energía se
gasta en el mero transcurrir. Ese tipo de vida se caracteriza por una pronunciada ausencia.

La sencillez es riqueza ontológica. Cuando se conoce bien algo, o cuando se quiere fuertemente un
objetivo, un valor, un bien, entonces tanto el conocimiento como la actividad llevan un sello de
sencillez. Lo sencillo es sello de la verdad. Para Horacio, una verdadera poesía debe ser simplex et
una.

Sólo la Eternidad ES. La temporalidad nunca es plenamente, es cierto defecto, un constante


desvanecimiento, algo por lo cual el hombre sufre mucho. En nuestra época se desconoce el
carácter hiriente del devenir, del cambio, de la temporalidad. Cuando la experiencia del devenir es
fuerte, es una experiencia de muerte permanente, no sólo del surgimiento de nuevas cosas sino
también de desaparición de las viejas.

Dios no opera en un lugar después de haber operado en otro. “Dios está en todas las cosas e
íntimamente” (I, 8, 1 ad resp).

Los escolásticos distinguen tres tipos de presencia: a. presencia circunscripta, propia de las cosas
materiales, yuxtapuestas en la extensión espacial; b. presencia definitiva, restringida a una porción
definida o limitada del espacio y propia de la actividad espiritual finita en relación con la materia,
como por ejemplo, la presencia del alma en determinado cuerpo; c. presencia repletiva, propia del
Ser divino, que lo llena todo con su omnipresente actividad creadora.

Pensar en lo penoso de ser un mero hombre de su época.

Según Nietzsche, el mundo es profundo y no advertimos su profundidad porque dormimos. Es


profundo porque tiene hondura el dolor, pero más hondura tiene el goce, porque pide eternidad.

No se puede percibir el tiempo sin introducir alguna unidad.

La felicidad resulta de la presencia total: ¿qué no ven, aquellos que ven a quien todo lo ve?

Anima humana naturaliter christiana (Tertuliano). Está siempre la pretensión de aquella tota
simul possessio.
Nietzsche pide hijos de la eternidad. Chronos devora los hijos que engendra. El hombre busca la
eternidad, necesita de la eternidad, no puede vivir sin eternidad y por eso él verdaderamente ama
la eternidad.

Hoy la humanidad busca sólo el devenir y niega la eternidad. Este espectáculo necesita una
explicación muy profunda porque parece incomprensible, pues en el fondo, buscar el devenir es
buscar la muerte, conformarse con la muerte. Es el colmo del esencialismo: no les interesa la
persona individual, sino la humanidad: los hombres mueren y la humanidad vive.

Sobre la eternidad del mundo y del alma.

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