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PRIMER ACTO a ella— un paso hábil y vigoroso hacia la

CUADRO PRIMERO Ausencia. Hacia la Muerte. ¿Hacia Dios? (Con


una sonrisa.) Os veo venir. (A su mitra.) Tú,
Colgando del techo, una araña que Permanecerá
mitra, en forma de bonete de obispo, no te
siempre en escena. El decorado representa una sacristía
formada por tres biombos de paño color sangre. En el olvides que si mis ojos se cierran por última vez,
lo que veré detrás de mis párpados serás tú, mi
biombo del fondo han hecho una Puerta. Encima, un
enorme crucifijo, español. En el tabique de la derecha, bonito sombrero dorado... Sois vosotros, lindos
un espejo de marco dorado y esculpido refleja una cama adornos, capas, encajes...
deshecha que, si la habitación tuviera una disposición IRMA (brutalmente. A Io largo del cuadro apenas se
lógica, se encontraría en la sala (en las Primeras filas moverá, está situada muy cerca de la puerta): Lo
de platea). Una mesa con un jarro. Una butaca dicho, dicho. Cuando la suerte está echada...
amarilla. Encima de la butaca, un pantalón negro, una EL OBISPO (con mucha dulzura, apartando a Irma con
camisa, una chaqueta. El Obispo, con su mitra y su capa un ademan): Y los dados ruedan...
dorada está sentado en la butaca. Se ve claramente que IRMA: No. Dos mil, he dicho dos mil y se acabó. O me
es más alto de lo normal, El Papel lo representará un enfado. No tengo costumbre de enfadarme... Pero
actor que calzará coturnos de trágico, de unos cincuenta si tiene dificultades...
centímetros de tacón. Su espalda, en que descansa la EL OBISPO (con tono seco, tirando su mitra): Gracias
capa, será lo más ancha Posible, para que aparezca al IRMA: No rompa nada. Eso tiene que servir. (A la
alzarse el telón como un Personaje descomunal. Su cara Mujer.) Guarda eso. (Pone la mitra sobre la mesa
está sumamente maquillada. A su lado una Mujer al lado del jarro.)
bastante joven, pintadísima y vestida con un peinador de
EL OBISPO (después de dar un profundo suspiro): Me
encaje, se seca las manos con una toalla. De Pie, una han dicho que iban a cercar esta casa. Los
mujer de unos cuarenta años, morena, de cara austera,
rebeldes ya han pasado el río.
vestida con un traje sastre my sobrio. Es Irma.
IRMA: Tendrá que seguir la tapia del palacio arzobispal.
EL OBISPO (sentado en la butaca, en medio del Cogerá la calle de la Pescadería... (De repente se
escenario, con voz sorda Pero fervorosa): La oye un fuerte grito de dolor dado por una mujer a
verdad es que ni la dulzura ni la unción tendrían
quien no se ve. Irritada.) Con lo que les había
que caracterizar a un prelado, sino la más recomendado silencio. Menos mal que he tomado
rigurosa inteligencia. El corazón nos pierde.
la precaución de tapar todas las ventanas con una
Creemos ser dueños de nuestra bondad: somos
cortina acolchada. (De repente, amable,
los esclavos de una serena molicie. Incluso insidiosa.)Y… ¿qué hecho esta noche?
tendríamos que hablar de algo muy diferente que
¿Bendición? ¿Oración? ¿Misa? ¿Adoración
la inteligencia... (Lo duda.) Habría que hablar de Perpetua?
crueldad. Y más allá de esa crueldad —y gracias
EL OBISPO (grave): No hable de esto ahora. Ya se IRMA: ¡Eso no! Ya estoy oyendo ahora mismo sus
terminó. Sólo pienso en volver... reclamaciones cuando vuelva. No, eran ciertos.
LA MUJER: Hubo bendición, señora. Luego mi (A la Mujer.) Quítale los cordones. Quítale los
confesión… zapatos y mientras le vistes que no coja frío. (Al
IRMA: ¿Y después? Obispo.) ¿Quiere un ron caliente, una bebida?
EL OBISPO: ¡Basta de una vez! EL OBISPO: Gracias. No me da tiempo. Tengo que
marcharme. (Soñador.) Sí, seis, ¡pero capitales!
MUJER: Nada más. Al final, mi absolución.
IRMA: Acérquese. Le vamos a desvestir.
IRMA: ¿Conque nunca podrá nadie asistir a ella? ¿Ni
siquiera una vez? EL OBISPO (suplicando casi de rodillas): No, no, aún
no.
EL OBISPO (asustado): No, no. Esas cosas tienen que
permanecer y permanecerán secretas. Ya es IRMA: Ya es la hora, vamos, deprisa, más deprisa.
indecente hablar del asunto mientras se me (Mientras habla le desvisten. O más bien le
desviste. ¡Nadie! ¡Que cierren todas las puertas! quitan los alfileres, desatan cuerdas que Parecen
Pero bien cerradas, atrancadas, abrochadas, sostener la capa, la estola, la sobrepelliz)
atadas, cosidas... EL OBISPO (a la Mujer): Los pecados los has cometido,
IRMA: Se lo preguntaba... ¿verdad?
EL OBISPO: Cosidas, señora. 'LA MUJER: Sí.
IRMA (irritada): Por lo menos me permitirá que me EL OBISPO: ¿Es cierto que has hecho los gestos, todos
inquiete... ¿profesionalmente? Le he dicho dos los ademanes?
mil. MUJER: Sí.
EL OBISPO (de repente su voz se aclara, se Precisa, EL OBISPO: Cuando te acercabas a mí con la cara tensa,
como si se despertara. Deja ver un poco de eran los reflejos del fuego los que la iluminaban,
irritación): No nos hemos cansado. Apenas seis ¿verdad?
pecados y muy lejos de ser mis preferidos. MUJER: Sí.
MUJER: seis, ¡pero capitales! y me costó encontrarlos EL OBISPO: Y cuando mi mano con su sortija se ponía
EL OBISPO (inquieto): ¿Cómo? ¿Eran falsos? sobre tu frente al perdonarla...
MUJER: Todos auténticos. Me refiero á lo que me costó MUJER: Sí.
cometerlos. Si supiera lo que hay que atravesar y EL OBISPO: ¿Y cuando mi mirada se perdía en tus
soportar para llegar a la desobediencia. lindos ojos?
EL OBISPO: Lo imagino, hija mía. El orden del mundo LA MUJER: SÍ.
es tan anodino que todo está permitido en él, o IRMA: En sus lindos ojos, Su Ilustrísima, por lo menos,
casi todo. Pero si tus pecados eran falsos, puedes ¿vio el remordimiento?
decírmelo ahora.
EL OBISPO (levantándose): fugazmente. Pero ¿buscaba IRMA: ¡Otra vez ellos! Voy a hacer que se callen.
en ellos el remordimiento? Vi en ellos el deseo EL OBISPO: Este grito no era fingido.
goloso del pecado. Al invadirla el mal de repente IRMA: ¿Cómo saberlo? Y, además, ¿qué importancia
la bautizó. Sus grandes ojos se abrieron para ver tiene?
el abismo... Una palidez mortal encendía su cara.
EL OBISPO (acercándose lentamente al espejo y
Pero nuestra santidad sólo consiste en poder
Plantándose frente a él): Pero conteste, espejo,
perdonar los pecados. ¡Aunque sean fingidos! conteste, por favor. ¿Vengo yo aquí para
LA MUJER (de repente coqueta): ¿Y si fueran ciertos descubrir el mal y la inocencia? (A Irma, con
mis pecados? mucha dulzura.) Salga, déjeme solo
EL OBISPO (con tono distinto y teatral): ¡estás loca! IRMA: Es tarde. No podría irse sin peligro...
¿Espero que no hayas hecho de verdad todo eso?
EL OBISPO (suplicando): Un minuto, nada más.
LA MUJER (con maldad): me ha dicho hace poco, ¿no
IRMA: Hace dos horas y veinte minutos que está usted
es eso?, Que usted no sería nadie si frente a usted
aquí. Es decir, se ha pasado veinte minutos…
yo no fuera la que pretendo ser.
EL OBISPO (de repente enojado): Pero déjeme solo.
EL OBISPO: La que pretendes ser. Pero no la que eres. Escúcheme detrás de la puerta si quiere, ya sé
Y era una aventura que teníamos que
que lo hace, y vuelva a entrar cuando haya
experimentar juntos, dentro de límites estrictos.
terminado.
IRMA (al Obispo): Pero no le haga usted caso. En cuanto (Las dos mujeres salen suspirando con cara de fastidio.
a sus pecados, tranquilícese. Aquí no hay quien... El Obispo permanece solo.)
EL OBISPO (interrumpiéndola): Ya lo sé. Aquí no existe
EL OBISPO (después de hacer un visible esfuerzo Para
la posibilidad de hacer el mal. Vivís en el mal. calmarse, frente al espejo y sujetando su
Con ausencia de remordimientos, ¿cómo podríais
sobrepelliz): Contésteme, espejo, contésteme.
hacer el mal? El diablo representa un papel. ¿Vengo yo aquí para descubrir el mal y la
Gracias a eso se le reconoce. Es el gran Actor. Y
inocencia? Y en sus espejos dorados, ¿qué era
por eso la Iglesia maldijo a los cómicos. yo? Nunca, lo afirmo ante Dios que me está
LA MUJER La realidad le asusta, ¿verdad? mirando, nunca deseé el trono episcopal. Llegar a
EL OBISPO: Si fueran ciertos, tus pecados serían ser obispo, subir escalones —a fuerza de virtudes
crímenes, y buena la habría hecho yo. o de vicios— hubiera sido alejarme de la
LA MUJER: ¿iría a la policía? dignidad definitiva de obispo. Me explico: (El
(Irma sigue desvistiéndole. Sin embargo aún tiene la capa Obispo hablará con tono muy Preciso como si
en los hombros.) discurriera lógicamente.) Para llegar a ser obispo
IRMA: Déjele en paz con todas esas preguntas. (Otra vez hubiera tenido que porfiar por no serlo, sino por
se oye el grito terrible de antes.) hacer lo que me hubiera conducido hacia ello.
Una vez obispo, para serlo, hubiera sido armar el escándalo y levantarte las faldas, puta,
necesario —para serlo a mis ojos, ¡claro está!— putaza, pellejo, pellejaza...
que no dejara de saber que lo era para cumplir mi IRMA (volviendo): Basta ya. Hay que irse.
función. (Coge el bajo de su sobrepelliz y lo EL OBISPO: Están locas, no he terminado. (Las dos
besa.) ¡Oh, encajes, encajes, labrados por miles mujeres han vuelto.)
de manecitas, para velar tantos pechos jadeantes,
IRMA: No intento pelear con usted y lo sabe muy bien,
pechos pechudos, caras y pelos; me ilumináis pero no hay tiempo que perder...
con ramos y con flores! Sigamos por donde iba.
EL OBISPO (irónico): Confiese que dentro de unos
Pero —y esto es el hic. (Se ríe.) Ahora resulta
minutos alguien va a sustituirme y que es
que hablo en latín— una función es una función.
necesario preparar los espejos y los jarros.
No es una manera de ser. Ahora bien: ser obispo
IRMA (irritadísima): No son cosas suyas. Le he tratado
es una manera de ser. Es un cargo. Una carga.
con mucho respeto durante todo el tiempo que ha
Mitras, encajes, telas de oro y de pacotilla,
estado usted aquí. Y le repito que es peligroso
genuflexiones... (Ráfagas de ametralladora.)
para todos salir a las calles.
¡Que la función se vaya a cagar!
(Ruido de ametralladora a lo lejos.)
IRMA (sacando la cabeza por la puerta entornada): ¿Ya
ha terminado? EL OBISPO (amargo): ¡Es falso! Mi seguridad le
importa un comino. Cuando todo se acaba, a
EL OBISPO: Déjeme en paz, me cago en Dios.
usted le trae sin cuidado la gente.
Lárguese. Me interrogo. (Irma cierra la Puerta.
Hablando al espejo.) La majestad, la dignidad IRMA: (a la Mujer): No le hagas caso y desvístele. (Al
que iluminan mi persona, no tienen su origen en obispo que ha bajado de sus coturnos y que ahora
las atribuciones de mi cargo. Ni tampoco, ¡por tiene la estatuara normal del más corriente de los
Dios!, en mis méritos personales. La majestad, la acores. Ayúdese. Esta usted tieso
dignidad que me iluminan, proceden de un EL OBISPO (con cara de idiota) ¿tieso? ¿Estoy tieso?
resplandor más misterioso: el obispo me precede. Rigidez inmovilidad definitiva...
¿Lo he dicho correctamente? Es, pues, IRMA: (a la Mujer): Ponle la chaqueta.
importante, para que este resplandor me ilumine EL OBISPO (mirando su disfraz que se va amontonando
más, que ese obispo que me precede tan sólo en el suelo): Adornos. Encajes, gracias a vosotros
brille para sí y que nunca empañe mi cargo entro en mí mismo. Reconquisto dominio.
opaco. ¿Está bien dicho, espejo, reflejo dorado, Invado una fortaleza muy antigua de la que me
adornado como caja de puros mejicanos? Y echaron. Me instalo en el claro de un bosque
quiero ser obispo en la soledad, por mera donde por fin es posible el suicidio. El juicio
apariencia... Y para destruir todo cargo, quiero depende de mí y heme aquí a solas con la
muerte.
IRMA Muy bonito, pero hay que marcharse. Ha dejado que cuando se levante parecerá descomunal; él
el coche en la puerta de la calle. Cerca al también lleva coturnos 'invisibles bajo su toga, y
transformador... con la cara pintada, se arrastra hacia la mujer,
El, OBISPO (a Irma) ¡porque nuestro jefe de policía, ese que retrocede a medida que él avanza.
pobre incapaz nos deja degollar por la canalla!
(Volviéndose al espejo en tono declamatorio) LA LADRONA (tendiendo el pie): ¡Todavía no! ¡Lame!
¡adornos! Mitras, encajes, y sobre todo tú, capa Lame primero...
dorada, me proteges del mundo. ¿Dónde están El Juez hace un esfuerzo para arrastrarse más, luego se
mis piernas, dónde están mis brazos? Bajo tus incorpora y despacio, penosamente,
faldones atornasolados, brillantes, ¿qué hacen aparentemente feliz, va a sentarse en un taburete.
mis manos? Ineptas a cualquier otro gesto que Ladrona (la mujer descrita antes) cambia de
no sea un ademán que revolotea, se han vuelto actitud y de dominadora pasa a ser humilde.
muñones Capa rígida: permites que se elabore en
EL JUEZ (severo): ¡Porque eres una ladrona! Te han
el calor y dentro de la oscuridad la más tierna, la pillado in fraganti... ¿Quién? La policía... ¿Has
más luminosa dulzura. Mi caridad, que va a
olvidado que una red sutil y sólida, mi policía
inundar el mundo, la he ido destilando bajo este secreta apresa vuestros gestos? Insectos con
caparazón... ¡A veces, igual que un cuchillo, mi miradas inquietas, instalados sobre pivotes, os
mano aparecía para bendecir! ¿O para cortar, o
acechan. ¡A todas! Y a todas cautivas os traen a
para segar? Cabeza de tortuga, mi mano apartaba este tribunal... ¿Qué puedes responder? Te
los faldones. ¿Tortuga o víbora prudente? Y
pillaron... debajo de tu falda... (Al verdugo.)
luego se volvía a meter en la ropa. Por debajo,
Mete la mano debajo de sus enaguas, encontraras
soñaba mi mano… Adornos, capas doradas... el bolsillo, el famoso bolsillo canguro. (A la
ladrona.) Que llenas con cuanto te cae a mano sin
CUADRO SEGUNDO más miramientos. Porque eres insaciable y no
La misma araña. Tres biombos pardos. Paredes tienes ningún discernimiento. Porque además
desnudas. El mismo espejo a la derecha en el que eres idiota… (Al verdugo.) ¿Qué había en ese
se refleja la misma cama deshecha de/primer famoso bolsillo canguro? ¿En esa enorme tripa?
cuadro. Una mujer joven y guapa parece EL VERDUGO. Perfumes, señor juez, una linterna, un
encadenada, con las manos atadas. Su vestido de frasco de DDT, unas naranjas, varios pares de
muselina -esta...rasgado_ Se ven sus pechos. De calcetines, erizos de mar, una toalla-esponja, un
pie delante de ella el verdugo. Es un gigante con pañuelo de seda. (Al Juez.) ¿Me ha oído?, he
e1 pecho al aire. Muy musculoso. Su látigo está dicho un pañuelo.
en la hebilla de su cinturón en la espalda, de EL JUEZ (sobresaltado) ¿Un pañuelo? Hemos dado en el
manera que parece que lleva una cola. Un Juez, clavo. ¿Y qué querías hacer con el pañuelo?
Dime, ¿qué querías hacer? Estrangular, ¿a quién? VERDUGO. — Anteayer, señor juez.
Contesta. ¿Estrangular a quién? ; ¿Eres una JUEZ (otra vez leyendo y con tono teatral). -Déjala
ladrona o una estranguladora? (Con mucha hablar. Me gusta esta voz inconsistente, esta voz
dulzura, CON tono de súplica.) Dime, hija mía, dispersa... Óyeme: tienes que ser una ladrona
te lo suplico, dime que eres une ladrona. modelo si quieres que yo sea un juez modelo. Si
LA LADRONA. ¡Si, señor juez! eres una falsa ladrona, me convierto en un falso
EL VERDUGO. ¡NO! juez. ¿Está claro?
LA LADRONA (mirándole sorprendida). ¿No? LA LADRONA: Ah, sí, señor juez.
EL VERDUGO. Eso luego. EL JUEZ (sigue leyendo) — Bueno. Hasta ahora todo ha
LA LADRONA. ¿Cómo? salido bien Mi verdugo te pegó de firme... porque
él también tiene su cargo. Estamos vinculados:
EL VERDUGO. He dicho: la confesión vendrá en su
momento. Niega. tú, él y yo. Por ejemplo, si no te pegara, ¿Cómo
podría yo detener su brazo castigador? Por lo
LA LADRONA. ¿Para qué me pegues aún más?
tanto tiene que pegar para que yo intervenga y de
EL JUEZ (meloso). Precisamente, hija mía: para que te prueba de mi autoridad. Y tú tienes que negar
pegue aún más. Primero tienes que negar, luego
para que él te pegue.
confesar y arrepentirte. De tus lindos ojos quiero
(Se oye un ruido: algo ha caldo en la habitación de al
ver brotar el agua tibia. Quiero que estés
lado. Con tono natural)
empapada por ella. ¡El poder de las lágrimas!
¿Dónde está mi código? (Busca debajo de su ¿Qué pasa? ¿Están bien cerradas todas las puertas?
¿Nadie puede vernos ni oírnos?
toga y saca un libro)
El VERDUGO: No, no, tranquilícese. He corrido el
LA LADRONA. — Ya he llorado. ..
cerrojo. (Va a examinar un enorme cerrojo en la
EL JUEZ (parece que lee). Gracias a los golpes. Exijo
puerta del fondo.) Y el corredor está atrancado.
lágrimas de arrepentimiento. Hasta ahora sólo me
fijé en tus gritos —sublimes— desgarradores. EL JUEZ (con tono natural). — ¿Estás seguro?
Pero lo que me interesa es tu dolor por la culpa. El VERDUGO. — Se lo juro. (Mete una mano en su
Cuando te haya visto tan mojada como un prado, bolsillo.) ¿Puedo echarme un pitillo?
¡me sentiré satisfecho del todo! EL JUEZ (con tono natural). — El olor del tabaco me
LADRONA. No es fácil. Antes intenté llorar... inspira. Échatelo. (El mismo ruido que antes.)
Pero, ¿qué pasa? ¿Pero qué será eso? ¿No van a
EL JUEZ (ya no lee, tono entre teatral y familiar). Eres
muy joven. ¿Eres nueva? (Inquieto.) ¿No serás dejarme en paz? (Se levanta.) ¿Qué sucede?
menor, de edad, imagino? El VERDUGO (seco). — Nada. Habrán dejado caer algo.
Es usted el que está nervioso.
LA LADRONA. — No, no, señor,..
J UEZ. — Llámame señor juez. ¿Cuándo has llegado?
EL JUEZ (tono natural). — Puede ser, pero mis nervios EL VERDUGO, ¿Empleo el látigo?
me informan; me mantienen despierto. (Se 'LA LADRONA (gritando). ¡Arturo!
levanta y se acerca a la pared.) ¿Puedo mirar? EL VERDUGO ¿te pasa? No me dirijas la palabra.
El VERDUGO — Un vistazo nada más, porque ya se nos Contesta llámame señor verdugo.
hace tarde. 'LA LADRONA sí, señor verdugo.
(El VERDUGO se encoge de hombros y guiña el ojo a EL JUEZ (leyendo.) vuelvo a empezar: ¿has robado?
la ladrona)
'LA LADRONA sí, sí señor juez
EL JUEZ (después de mirar). — Está iluminado. EL JUEZ (leyendo) bueno .ahora contesta de prisa y
Deslumbrador, pero vacio. dime la verdad: ¿Qué más has robado?
El VERDUGO (encogiéndose de hombros). — ¡Vacío!
'LA LADRONA he robado pan porque tenía hambre.
Juez (con tono aun más familiar). — Pareces
EL JUEZ (se incorpora y deja el libro). — ¡Sublime!
preocupado. ¿Hay algo nuevo?) ¡Profesión sublime! Tendré que juzgar todo esto.
El VERDUGO: esta tarde, poco antes de su llegada, tres Hija mía, me reconcilias con el mundo. ¡Juez!
sectores Importantes han caído en manos de los ¡Voy a ser el juez de tus actos! De mi dependen
rebeldes. Hicieron varios incendios ningún la balanza, el equilibrio. El mundo es una
bombero salió. Todo ardió. El tribunal... manzana, la parto por la mitad: los buenos, los
EL JUEZ Y el jefe de policía, ¿qué? Como de malos. ¡Y tú aceptas, ser la mala, gracias! (Frente
costumbre, sin dar ni golpe, al público.) A la vista de todos; nada en los bol-
LA LADRONA No hemos tenido noticias suyas sillos, nada en las mangas, quitad lo podrido y
durante cuatro horas. Si puede escapar tiradlo. Pero es una ocupación dolorosa. Si se
probablemente vendrá aquí. Se le espera de un juzgara con seriedad cada fallo, me costaría la
momento a otro. vida. Por eso estoy muerto. Vivo en la región de
EL JUEZ (a la ladrona, sentándose) De todos modos, la exacta libertad. Rey de los Infiernos, lo que
que no espere pasar por el puente de la Reina. peso son muertos corno yo. Es una muerta como
Voló esta noche. yo.
'LA LADRONA. Estábamos enterados. Oímos la LA LADRONA. — Me asusta, señor.
explosión desde aquí. EL JUEZ (con mucho énfasis). — Cállate. En el fondo
EL JUEZ, (de nuevo, con tono teatral. Lee el código) del Infierno, divido los humanos que se
Por fin. Comencemos otra vez. Conque aventuran hasta allí. Una parte a las llamas, la
aprovechando el sueño de los justos, otra a los aburridos campos de asfódelos. A ti, la-
aprovechando el sueño de un segundo, los drona, espía, perra, Minos te habla, Minos te
desvalijas, los despojas, hurtas y robas… pesa. (Al VERDUGO.) ¿Cancerbero?
'LA LADRONA No, señor juez, nunca. , EL VERDUGO (imitando a un perro). — ¡Guau! ¡Guau!
EL JUEZ. ¡Qué mono! Y, la vista de una nueva víctima te LA LADRONA (apurada). — Se lo juro: se me olvidó.
embellece aún más. (Le tira de los labios.) EL VERDUGO. — ¿Le pego? ¿Le pego, señor juez?
¡Enseña los colmillos! ¡Terribles! ¡Blancos! (De EL JUEZ (al VERDUGO, acercándose a él). — ¡Eh!
repente parece inquieto; a la LADRONA.) ¡Eh!, tu placer depende de mí. Te gusta pegar,
Supongo que por lo menos no mientes; esos ¿verdad? Te doy la razón, verdugo. Magistral
robos los has cometido, ¿verdad? montón de carne, ¡cacho de carnaza que una de-
EL VERDUGO. — Puede tranquilizarse. Se hubiera cisión mía hace mover! (Finge mirarse en el
librado mucho de no hacerlo. La arrastraría si VERDUGO.) ¡Espejo que me glorifica! Imagen
fuera necesario. que puedo tocar, te quiero. Nunca tendré la
EL JUEZ. — Soy casi feliz. Sigue. ¿Qué has robado? fuerza ni la habilidad suficiente como para dejar
(De repente se oye la ametralladora.) Nunca va a en sus espaldas rayas de fuego. Además, ¿para
terminar. Ni un momento de descanso que me serviría tanta fuerza y tanta habilidad?
LA LADRONA. — Ya se lo he dicho. La rebelión ha (Le toca.) ¿Estás aquí? ¡Estás aquí, enorme brazo
alcanzado todos los barrios del norte... mío, demasiado pesado para mí, demasiado
VERDUGO. — Cierra el pico. grueso, demasiado repleto para mi hombro y que
anda sólo al lado mío! Brazo, quintal de carne,
EL JUEZ (irritado). — Vas a contestarme, ¿sí o no?
sin ti no sería nada... (A la LADRONA.)
¿Qué más has robado? ¿Dónde? ¿Cuándo?
¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Por qué? ¿Para quién? Tampoco sería nada sin ti, hija mía. Sois mis dos
complementos perfectos... ¡Vaya trío el que
LA LADRONA Muy a menudo entré en las casas cuando
formamos! (A la LADRONA.) Pero tú tienes un
no estaban las criadas, pasando por la escalera de
privilegio sobre él, sobre mí también: el de la an-
servicio... Robaba en los cajones, rompía la
terioridad; el hecho de ser juez es una emanación
alcancía de los niños. (Visiblemente está
de tu ladronicio. Bastaría con que te
buscando las Palabras.) Una vez me disfracé de
negaras…Pero no se te ocurra… que te negaras a
mujer honrada, me había puesto un traje sastre de
ser quien eres —lo que eres, por lo tanto quién
color pulga, un sombrero de paja negro con
eres— para que yo dejara de ser... y que
cerezas, un velo y un par de zapatos negros —de
desapareciera evaporado. Reventado.
tacón alto—; entonces entré. ..
Volatilizado. Negado. De ahí: el Bien que
EL JUEZ (con prisa). — ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? — procede de... ¿pero entonces?, ¿pero entonces?...
¿Adónde?— ¿Dónde? ¿Dónde entraste?
pero no te negarás, ¿verdad?, ¿no te negarás a ser
LA LADRONA. — Se me olvidó, perdóneme. una ladrona? Sería grave. Seria criminal. ¡Me
EL VERDUGO. — ¿le pego? impedirías ser! (Suplicante.) Dime, hija mía,
EL JUEZ. — Todavía no. (A la ladrona.) ¿Dónde amor mío, ¿no te negarás?
entraste? Dime dónde. LA LADRONA (coqueta). — ¿Quién sabe?
EL JUEZ. — ¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Me lo negarías? EL JUEZ. — ¿Tendré lo que quiero?
¿Dime dónde? Dime también lo que robaste. LA LADRONA (coqueta). — Sale caro robar.
LA LADRONA (con tono seco y levantándose). — No. EL JUEZ Pagaré. Pagaré lo que sea necesario señora...
EL JUEZ. — Dime dónde. No seas cruel. Pero si no tuviera que separar el bien del mal,
LA LADRONA. — Deje de tutearme, ¿no le parece? ¿para qué serviría?, me lo pregunto.
EL JUEZ. — Señorita... Señora. Se lo ruego. (Se LA LADRONA. — Me lo pregunto.
arrodilla ante ella.) Ya ve, se lo suplico; no me EL JUEZ (con tristeza infinita). — Hace un momento iba
deje en esta postura, esperando ser juez; si no a ser Minos. Ladraba mi cancerbero (al
hubiera jueces, ¿adónde iríamos a parar?; pero, verdugo.), ¿te acuerdas? (el verdugo interrumpe
¿y si no hubiera ladronas? al juez restallando el látigo.) ¡Qué cruel qué
LA LADRONA (irónica). Y si no hubiera ¿qué? malo! ¡Bien! Y yo inexorablemente, iba a llenar
EL JUEZ. — Sería terrible. Pero usted no me jugará esta los infiernos de condenados, llenar las cárceles.
mala pasada, ¿verdad? ¡Usted no hará que no los ¡Cárceles! ¡Cárceles! ¡Cárceles!, calabozos,
haya! ¡Compréndeme bien!, que te disimules benditos lugares donde el mal es imposible,
durante tanto tiempo como puedas y qua mis puesto que son las encrucijadas de toda la
nervios lo aguanten, después de que te hayas maldición del mundo No se puede cometer el
negado a confesar, que me hagas languidecer mal dentro del mal. Y conste que condenar no es
maliciosamente, patalea, si quieres; piafar, lo que más deseo, sino juzgar... (Intenta incorpo-
babear, sudar; relinchar de impaciencia; rarse.)
arrastrarme. ¿Por qué quieres que me arrastre?... EL VERDUGO. — Arrástrese. Y dése prisa, tengo que ir
EL VERDUGO (al JUEZ). — Arrástrese. a vestirme.
E t. JUEZ. — Tengo mi orgullo. EL JUEZ (a la ladrona) ¡Señora! Señora, acepte, se lo
ruego. Estoy dispuesto a lamer con mi lengua sus
EL VERDUGO (amenazador). — Arrástrese.
zapatos, pero dígame que es una ladrona…
Juez, que estaba de rodillas, se cae de bruces y se arrastra
lentamente hacia la LADRONA. Conforme va LA LADRONA (gritando). — Todavía no, ¡lame!,
¡lame!, ¡lame primero!
arrastrándose, la LADRONA retrocede.
VERDUGO. — Está bien, siga. El escenario anterior y se hunde entre bastidores, Por
la derecha. A lo lejos se oyen ametralladoras
EL JUEZ (a la LADRONA). — Que ordenes que me
arrastre después de ser juez, bribona, haces muy
bien, pero si me lo negaras definitivamente, CUADRO TERCERO
zorra, sería criminal… Tres biombos .dispuestos como los anteriores,
LA LADRONA. — Llámeme señora y solicite las cosas pero de un verde oscuro. La misma araña. El mismo
cortésmente. espejo, que refleja la cama deshecha. Sobre la butaca un
caballo de los que utilizan los bailarines folklóricos, con IRMA. Creo que no, desgraciadamente. Arturo no está
una faldita de pliegues. En la habitación un señor con libre. (Larga pausa.)
cara de tímido; Es el GENERAL. Se ha quitado la EL GENERAL (bruscamente, impaciente). Pero, ¿no
chaqueta, luego el bombín y los guantes. Irma está a su viene ella?
lado. IRMA. No sé lo que estará haciendo. Le había
EL GENERAL (señala el sombrero, la chaqueta y los aconsejado que todo estuviera preparado a su
guantes), — Que no dejen estas cosas por aquí. llegada. Ya está el caballo. Voy a llamar.
IRMA. Vamos a doblarlas, a empaquetarlas… EL GENERAL. Déjelo. Me encargo yo mismo. (Llama.)
EL GENERAL. Que las hagan desaparecer. Me gusta llamar. Eso sí que es un acto de
IRMA. Vamos a guardarlas, incluso a quemarlas. autoridad. ¡Ah! Llamar para que cargue la
EL GENERAL. Eso es, ¿sabe?, me gustaría que ardieran, caballería.
como las ciudades al crepúsculo. IRMA. Luego, mi general. ¡Oh! Perdone, acabo de darle
IRMA ¿Ha visto algo al venir aquí? título. Luego val usted…
EL GENERAL. He corrido riesgos muy graves. El EL GENERAL. Calle, no hable de esto.
populacho ha volado los embalses y barrios IRMA: ¡Qué fuerza tiene, qué juventud, qué petulancia!
enteros están inundados. El arsenal en particular, EL GENERAL. ¿Y las espuelas? ¿Tendré espuelas?
y por lo tanto toda la pólvora está mojada. Y las Mandé que me las sujetaran a las botas, Botas
armas oxidadas. Tuve que dar muchos rodeos; color de caoba, ¿verdad? IRMA, — SI, mi
sin embargo, no tropecé con un ahogado. general, color de caoba y brillantes.
IRMA. No me tomaría la libertad de preguntarle cuáles EL GENERAL: Brillantes, de acuerdo, pero con lodo.
son sus opiniones. Todos somos libres y yo no IRMA: Con lodo y quizá con un poco de sangre. Mandé
me ocupo de política. colocar las condecoraciones.
EL GENERAL. Hablemos de otra cosa. Lo importante es EL GENERAL: ¿Autenticas?
cómo me iré de esta casa. Será tarde cuando IRMA. Autenticas. (De repente, fuerte grito de mujer.)
salga. ..
EL GENERAL: ¿Qué es eso? (quiere acercarse a la
IRMA. — A propósito de tarde... pared de la derecho y yo la tocha para mirar,
EL GENERAL. Es cierto. (Busca en su bolsillo, saca pero Irma interviene.)
billetes de banco, los cuenta y da unos cuantos a IRMA. Nada. Siempre hay actos irreflexivos por ambas
Irma. Ella los conserva en la mano.) Decía, pues, partes.
que cuando salga no me interesa que me maten
EL GENERAL. Pero ese grito, un grito de mujer,
en la oscuridad. Porque, naturalmente, no habrá
pidiendo socorro, quizá. Corro a liberarla, mi
nadie para acompañarme. sangre se agita. A por ella…
IRMA (muy fría) Aquí no quiero líos, cállese. De LA CHICA (con tono seco). — En la rosaleda.
momento aún está usted de paisano. (Rectificando.) Perdone, en la capilla ardiente.
EL GENERAL: Es cierto. (Nuevo grito de mujer.) Pero (Cierra la puerta.)
es inquietante, Además, va a ser molesto. EL GENERAL (irritado). — Espero que me van a dejar
IRMA. — Pero, ¿qué estará haciendo? (Se prepara a en paz. Además tienes retraso. ¿Qué demonios
llamar, pero por la puerta del fondo entra una estabas haciendo? ¿No te habían dado tu saco de
mujer joven muy guapa, pelirroja, con el pelo avena? ¿Sonríes? ¿Sonríes a tu jinete? ¿Re-
suelto desatado. Su pecho esta casi desnudo, sólo conoces su mano suave y firme? (La acaricia.)
lleva un corsé negro, medias negras, zapatos de ¡Mi bonito corcel! Mi linda yegua, ¡qué de
tacón muy altos. Trae un uniforme completo de galopes ganamos entre los dos!
general, con la espada, un sombrero de dos LA CHICA. — Y no hemos terminado. Bien herrados
picos y las botas.) mis cascos, con mis patas nerviosas puedo
EL GENERAL (severo). — Por fin ha llegado. Con recorrer el mundo. Quítese el pantalón y los
media hora de retraso. Por menos se pierde una zapatos para que le vista.
batalla. EL GENERAL (ha cogido la vara). — Si, pero primero
IRMA. — Lo compensará, mi general, la conozco. de rodillas, de rodillas. Vamos, dobla las corvas,
EL GENERAL (mirando las botas.) ¿Y la sangre?, no dobla... (La CHICA se encabrita. Relincha de
veo la sangre. gusto y se arrodilla como un caballo de circo
ante el GENERAL.) ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Paloma!
IRMA. — Se secó. No se olvide que es la sangre re de
No te has olvidado de nada. Y ahora vas a
sus batallas de antaño. Está bien. Les dejo. ¿No
ayudarme y contestar a mis preguntas. Está
necesita nada más?
exactamente en el orden de las cosas que una
EL GENERAL (mirando a la derecha y a la izquierda).
buena potranca ayude a su amo a que se
— Se está olvidando…
desabroche, a que se quite los guantes y que le
IRMA — Atiza, se me olvidaba, es cierto. (Deja en la conteste pizpireta. Por lo tanto, empieza por
silla las toallas que llevaba en el brazo. luego
desatar mis cordones,
sale por el fondo. El General va hacia la puerta
(Durante toda la escena que viene a continuación, la
y la cierra con llave. Pero apenas ha cerrado la
CHICA va a ayudar al GENERAL a que se
puerta, citando llaman a ella. La Chica va a
desnude y luego a vestirle de general; cuando
abrirla. Detrás y un poco apartado, El Verdugo,
éste esté completamente vestido, los
sudando la gota gorda, enjugándose con la
espectadores se darán cuenta que ha tomado
toalla.)
proporciones gigantescas gracias a un truco de
EL VERDUGO. — ¿No está aquí la señora Irma?
teatro; coturnos invisibles, espaldas
artificialmente anchas, cara pintadísima.)
LA CHICA. — ¿Sigue hinchado el pie izquierdo? un escondrijo previsto en algún sitio, (La CHICA
EL GENERAL. — Si. Es el pie de la partida, el del hace un paquete con la ropa y lo escondo detrás
pataleo. Igual que tu casco cuando echas de la butaca.) La túnica. Bueno. ¿Están todas las
incienso. medallas? Cuéntalas.
LA CHICA. — ¿Qué hago yo? Desabróchese. LA CHICA (después de contar muy de prisa), Están
EL GENERAL. — ¿Eres caballo o analfabeta? Si eres todas, mi general.
caballo, echas incienso; ayúdame... Estira. Estira EL GENERAL. ¿Y la guerra? ¿Dónde está la guerra?
menos fuerte. ¡Vamos! No eres un caballo de LA CHICA (con mucha dulzura). Se acerca, mi general.
labranza. Es la noche. En un campo de manzanos. El cielo
LA CHICA. — Hago lo que debo hacer. está tranquilo y color de rosa. Una paz repentina
EL GENERAL. — Te rebelas, ya. Vas a ver cuando esté —las quejas de las palomas— que precede los
preparado. Cuando .te meta el bocado en los combates, baña la tierra. El tiempo es suave. Una
morros. manzana ha caído en la yerba. Es una piña. Las
cosas contienen su respiración. La guerra está
LA CHICA. — No, eso no.
declarada. Hace calor...
EL GENERAL. — ¡Un general que recibe órdenes de
.su caballo! Tendrás el bocado7brida, el jaez, las EL GENERAL. — ¿Pero de repente?
cinchas, y con las botas y el casco pego latigazos LA CHICA. — Estamos a orillas del prado. Hago un
y voy que ardo. esfuerzo para no dar coces y relinchar. Tus
muslos son tibios y aguijan mis ijares. La
LA CHICA. — Es terrible el bocado. Hace sangrar las
muerte…
encías y la comisura de los labios. Voy a echar
babas de sangre. EL GENERAL. — ¿Pero de repente?
EL GENERAL. — ¡Echar espuma rosada y echar LA CHICA. — La muerte está atenta. Con un dedo en
chispas! ¡Pero qué galope! Por entra los campos los labios incita al silencio. Una última bondad
de centeno, entre -la alfalfa, en los prados, en los ilumina las cosas. Tú mismo ya no estás atento a
caminos polvorientos, en los montes, tumbados o mi presencia.
de pie, desde la aurora al crepúsculo y del EL GENERAL. — ¿Pero de repente?
crepúsculo... LA CHICA. — Abróchese solo, mi general. El agua
LA CHICA. — Métase la camisa. Estire los tirantes. No estaba inmóvil en las charcas. Hasta el viento
es poca cosa g vestir a un general vencedor a esperaba una orden para hinchar las banderas.
quien van a enterrar. ¿Quiere el sable? EL GENERAL. — ¿Pero de repente?
EL GENERAL, — Parecido al de Lafayette, que LA CHICA. — De repente, ¿qué? ¿De repente? (Parece
permanezca sobre la mesa. Muy en evidencia. que busca las palabras.) Ya, de repente, ¡fue el
Pero esconde la ropa. ¿Dónde? No lo sé. Habrá hierro y el fuego! ¡Las viudas! Fue necesario
tejer kilómetros de velo para ponerlo en los morir, fue por este minuto próximo a la muerte.
estandartes. Bajo sus velos las madres y las (De repente se para, perece que le preocupa una
esposas tenían los ojos secos. Las campanas se idea.) Dime, paloma.
caían de los campanarios bombardeados. En la LA CHICA. Sí, señor.
esquina de una calle un lienzo azul me asustó, EL GENERAL. El jefe de la policía, ¿qué tal lleva el
me encabrité, pero domada por tu mano suave y asunto? (La CHICA dice que no con la cabeza.)
pesada mi temblor cesó, volví a andar al ¿Nada? ¿Nunca nada? Total, todo fracasa entre
portante. ¡Cuánto te quería, héroe mío! sus manos y nosotros perdemos el tiempo.
EL GENERAL. — Pero ¿y los muertos? ¿No había LA CHICA (autoritaria) En absoluto. Y de todos modos,
muertos? no son cosas nuestras. Sigamos. Usted decía:
LA CHICA. Los soldados se morían besando el para este minuto próximo a la muerte. .. Y luego,
estandarte. Eras todo victorias y bondades. Una ¿qué?
noche, recuerda... EL GENERAL (dudando)... próximo a la muerte... en
EL GENERAL. Me sentía tan dulce que me puse a que no seré nada, pero reflejada hasta el infinito
nevar. A nevar encima de mis hombres, A en esos espejos que mi imagen..., tienes razón,
sepultarlos bajo la más tierna de las mortajas. A peina tus crines. Almoházate. Exijo una potranca
nevar. ¡Beresiná! bien vestida, Por lo tanto, dentro de poco a la
LA CHICA el estallido de obús había partido los llamada de las trompetas, vamos a bajar —yo
limones. Por fin la muerte era activa. Ágil, iba de cabalgándote— hacia la gloria y la muerte, pues
uno a otro, cavando una llaga, apagando un ojo, voy a morir. Por lo tanto, se trata de bajar al
arrancando un brazo, abriendo una arteria, dando sepulcro...
a una cara el color del plomo, cercenando un LA CHICA, — Pero, mi general, usted está muerto desde
grito, un canto, la muerte estaba agotada. Por fin, ayer.
agobiada, hasta ella misma muerta de cansancio, EL GENERAL. Ya lo sé…pero de una bajada solemne y
se amodorró ligera en tus hombros. Se durmió pintoresca por escalera: inesperadas...
encima de ellos.
LA CHICA. Usted es un general muerto pero elocuente.
EL GENERAL (embriagado por la alegría). — Para,
EL GENERAL. Por muerto, caballo parlanchín. Lo que
para, aún no ha llegado el momento pero
está hablando y con tan bonita voz, es el Ejemplo. Ya no
presiento que será magnífico. ¿El tahalí?, ¡muy soy sino el reflejo del que fui, A ti te toca ahora, vas a
bien! (Se mira en el espejo.) Wagram, general. agachar la cabeza y taparte los ojos, porque quiero ser
Hombre de guerra y de desfile, heme aquí en
general en la soledad. Ni siquiera para ti sino para mi
mi pura apariencia. Nada, tras de mí no reflejo, y mi reflejo para su reflejo y etcétera. En fin,
arrastro ningún ejército. Aparezco y nada más,
estaremos entre iguales. Paloma, ¿estás preparada? (La
si atravesé miserias sin morir, si ascendí sin
CHICA asiente con la cabeza.) entonces, Ponte tu pelaje, esperando. El VIEJECITO también. Está impaciente,
bayo caballo. Mi bello caballito español. (El GENERAL nervioso. La CHICA inmóvil.
le pone, el caballo ficticio encima de la cabeza. Luego El VIEJECITO se quita temblando los guantes
restalla el látigo.) ¡'En marcha! (Saluda su reflejo en el rotos. Saca del bolsillo un pañuelo blanco y se enjuga la
espejo.) ¡Adiós, mi general! (Luego se tiende en la cara. Se quita las gafas. Las cierra y las mete en un
butaca, con los pies sobre la silla y saluda al público, tan estuche y luego mete el estuche en el bolsillo.
rígido como un cadáver; la CHICA se, coloca delante de Se seca las manos con su pañuelo. Todos los
la silla, y sin moverse esboza los movimientos de un ademanes del Viejecito se reflejan en los tres espejos.
caballo en marcha.). (Hacen falta, Pues, tres actores haciendo-el papel de
LA CHICA — Ha empezado el desfile... Cruzamos la reflejo.)
ciudad… Bordeamos el rio. Estoy triste... El cielo está
anubarrado. El pueblo llora a tan gran héroe muerto en la
Por fin llaman tres veces a la puerta del fondo.
guerra...
La CHICA pelirroja se acerca a ella. Dice "Sí".
EL GENERAL (sobresaltado). — ¡Paloma!
La puerta se abre un poco. Y por el espacio libre
LA CHICA (volviéndose, llorando). — ¿Mi general? asoman las manos y los brazos de IRMA, que sujetan un
EL GENERAL. ¡Añade que he muerto de pie! (Luego látigo y una peluca muy sucia, desgreñada.
vuelve a guardar la postura.)
La CHICA los coge. La puerta se cierra.
LA CHICA. — A mi héroe muerto de pie. Sigue el La cara del VIEJECITO se ilumina.
desfile. Tus ordenanzas me preceden… Luego
La CHICA pelirroja pone una cara
héroe aquí a mí, Paloma, su caballo de batalla...
particularmente altiva y cruel. Le Pone sin miramientos
La música militar toca una marcha fúnebre.
la peluca sobre la cabeza brutalmente.
(Canta la chica, andando inmóvil, la Marcha
fúnebre de Chopin, que una banda invisible, con El VIEJECITO saca de su bolsillo un pequeño
ramillete de flores artificiales. Lo sujeta como si fuera a
instrumentos de cobre, prolonga. A lo lejos se
ofrecerlo a la CHICA, que le da latigazos y se lo arranca
oyen las ametralladoras.)
de un azote.
CUADRO CUARTO
La cara del VIEJECITO está bañada de dulzura.
Muy cerca se oyen las ametralladoras. El VIEJECITO
Es una habitación, cuyas tres paredes visibles
toca su peluca.
son tres espejos en los que se reflejan un VIEJECITO
vestido de vagabundo pero bien peinado, inmóvil en
medio del cuarto. Cerca de él, indiferente, una CHICA El VIEJECITO ¿Y los piojos?
pelirroja muy guapa. Corpiño de cuero, botas de cuero, LA CHICA (muy seca). Los hay.
muslos desnudos y bonitos. Chaqueta de pieles. Está
CARMEN (haciendo cuentas): Dos mil del obispo... dos
mil del juez (Levanta la cabeza.) No, señora, aún
nada. Nada del Jefe de la policía.
CUADRO QUINTO IRMA (irritada): Y sin embargo...
' CARMEN: Ya sé. El mundo no es de color de rosa. Pero
ni sombras del jefe de la policía. (Vuelve a
El decorado representa una especie de vestíbulo
con una puerta guarnecida de hierro. Enormes calcular.) Dos mil del general... dos mil del
cerraduras. A la izquierda, un esbozo de escalera. Sobre marinero... tres del nene...
la escalera, casi en lo alto, inmovilizado en su actitud, un IRMA: Ya se lo he dicho, Carmen, eso no me gusta nada.
chico joven parece que sube deprisa esta misma CARMEN (agria): Una puede confundirse.
escalera. Pero permanece inmóvil en el movimiento. IRMA: ¡sin insolencias! Y exijo que se respete a las
Otro, en lo alto de la escalera, en cuclillas, con las visitas. ¡Visitas! Ni siquiera yo me permito, yo
manos en las rodillas, Parece dispuesto a dar un salto. (insiste en la palabra), decir los clientes. Y sin
El tercero fuma un cigarro, andando Por la habitación embargo...
de arriba abajo. (Hojea de una manera ordinaria los billetes nuevos de mil
Los tres chicos jóvenes (unos veinte años) son francos que tiene en la mano.)
muy guapos. Tienen el pelo desaliñado que les cae sobre CARMEN: Señora, les doy los títulos y los grados
los ojos y llevan una camisa de cuello abierto: uno de cariñosamente. Incluso soñando sobre sus
ellos tiene botas; el segundo, con pantalón corto, lleva imágenes, bordo un uniforme.
las piernas desnudas, un jersey con cuello alto. El IRMA: Todavía éstos se pueden aguantar, pero cuando se
tercero lleva encima de su traje blanco de tenis una capa trata de aquel a quien hay que atar al poste.
roja de spahi.
CARMEN: Con un poco de ternura le llamo la Cabra. Es
Este cuadro no se ha inmovilizado. Tan sólo ha decir, lo que logra ser durante media hora.
cruzado de izquierda a derecha muy despacio.
IRMA (como entre sueños): Ternura... ternura... Claro,
CUADRO SEXTO se me olvidaba que estuviste relacionada con
La habitación de Irma. Muy elegante. Es la misma ellos.
habitación que se reflejaba en los espejos en los CARMEN (dura; se ha vuelto y clava la mirada en
tres Primeros cuadros. La misma araña. Irma): Se atreverá a reprochármelo.
Grandes adornos de encaje caen de la
IRMA (quiere hacerse transigente): ¡Esos ojos! No seas
techumbre. Tres butacas. Gran ventanal a la injusta. Desde hace algún tiempo eres irritable.
izquierda. Puerta a la derecha. Está haciendo
Ya sé que los acontecimientos nos ponen
cuentas delante de su coqueta. Cerca de ella una nerviosos a todos, pero la cosa va a calmarse.
chica, Carmen. Se oyen las ametralladoras.
Ahora va a venir lo bueno. Don Jorge...
CARMEN (con el mismo tono que antes): ¡ése! por el poli, o, en fin, no voy a enumerarle la lista,
IRMA: No digas nada en contra del jefe de la policía. Sin sabría usted lo que eso deja en el alma y que es
él estaríamos aviadas. Sí, nosotras, porque necesario deshacerse de ello con un poco de
dependes de mí. Y de él. (Larga pausa.)Tu ironía. Pero no, usted no quiere siquiera que
tristeza me inquieta sobremanera. (Con tono hablemos de eso entre nosotras. Una sonrisa, una
docente.) Has cambiado, Carmen. broma, le asustan.
CARMEN: No pinto nada en su casa, doña Irma. IRMA (muy severa): No tolero que se bromee, es cierto.
IRMA (desconcertada): Pero... Te he confiado la Una carcajada o una sonrisa, incluso lo echan
contabilidad. todo abajo. Si hay sonrisa hay duda. Los clientes
quieren ceremonias graves. Mi casa es un lugar
Te instalas ante mi escritorio y de repente mi vida entera
se abre ante ti. ¿Ya no tengo secretos y no te severo. Sólo os tolero jugar a las cartas.
sientes feliz? CARMEN: En ese caso no debe sorprenderle nuestra
tristeza. En fin, yo pienso en mi hija.
CARMEN: Desde luego; le agradezco su confianza,
pero, no es lo mismo. IRMA (se levanta, pues se ha oído un timbre, y va hasta
un curioso mueble colocado a la izquierda, una especie
IRMA: ¿Te falta «eso»? (Silencio de Carmen.) Vamos,
Carmen, cuando subías a la roca cubierta de de aparato provisto de una mirilla, un auricular y de
nieve y de un rosal florido de papel amarillo — muchas palancas. Mientras habla con el ojo en la
mirilla, después de bajar una palanca): Cada vez que te
que voy a tener que guardar en la bodega
también— y cuando el curado por milagro se hago una pregunta un poco íntima, tu cara se vuelve
impenetrable y me echas en cara tu hija. ¿Sigues
desmayaba ante tu aparición, ¿no te tomabas en
deseando verla? Pero, imbécil, entre la casa y el campo
serio? ¿Dime, Carmen?
de tu nodriza hay el fuego, el agua, la rebelión y el acero.
(Breve silencio)
Incluso, me pregunto si... (El timbre suena de nuevo,
CARMEN: Una vez terminadas las sesiones, usted no
Irma. levanta la Palanca y baja otra.) ... a don Jorge no
permite nunca que se hable de ellas, doña Irma.
se lo han cargado en el camino. Aunque un jefe de la
Por lo tanto, no conoce usted nada de nuestros
policía sabe protegerse. (Mira la hora que es en un reloj
verdaderos sentimientos. Todo eso lo observa
que saca de su blusa.) Tiene retraso.
usted de lejos, patrona. Pero si una sola vez se
CARMEN. — Para llegar a sus salones, esos señores son
pusiera el vestido y el velo azul, o si fuera la
capaces de atravesar la metralla sin temor, y yo
penitente desabrochada o la yegua del general, o
para ver a mi hija…
la campesina violada en la paja...
IRMA: ¿Sin temor? Con una cagalera que les excita. Con
IRMA (Pasmada): ¡Yo!
las ventanas de la nariz dilatadas, detrás de la
CARMEN: Sí, usted, doña Irma. O la doncella con el cortina de fuego y de acero olfatean la orgía. Tú,
delantal rosado. O la archiduquesa desvirgada
las orgías de tu corazón. .
CARMEN. Son un obstáculo más, señora. Mi hija me mí se vuelve hacia mi hija, doña Irma. Ella está
quiere. en un verdadero jardín...
IRMA. — Eres la princesa lejana que -viene a verla con IRMA. — No te costará reunirte con ella. Y dentro de
juguetes y perfumes. Te pone por las nubes. poco el jardín estará en tu corazón.
(Riéndose a carcajadas.) Vamos, ¡qué gracia CARMEN. — Cállese.
tiene la cosa!, para alguien, mi burdel, es decir, el IRMA (inexorable.) — La ciudad está llena de
infierno, ¡es la gloria! ¡Es la gloria para tu niña! cadáveres, todos los caminos están cortados. La
(Se ríe.) Luego, ¡harás de ella una puta! rebelión alcanza a los, campesinos. Cualquiera
CARMEN. — ¡Doña Irma! sabe por qué, dicho sea de paso. ¿El contagio? La
IRMA. — Es verdad. Tengo que dejarte en tu burdel rebelión es una epidemia. De ella tiene el
secreto, tu antro precioso y rosado, tu casa de carácter fatal y sagrado, Ocurra lo que ocurra,
putas sentimental. .. ¿Me crees cruel? A mí vamos a encontrarnos cada vez más aisladas. Los
también esta sublevación me ha trastornado los sublevados odian al clero, al ejército, a los
nervios; sin embargo, todo lo intenté, incluso magistrados, a mí, Irma, alcahueta y patrona de
rezar. (Sonríe.) Igual que tu curado por milagro. burdel. A ti te matarán, te destriparán, y a tu hija
¿Te hiero? la adoptará un virtuoso rebelde. (De repente un
CARMEN (decidida). — Dos veces por semana, el timbre. IRMA corre hacia el aparato, mira y
martes y el viernes, Inmaculada Concepción de escucha como antes.) Salón 24, llamado salón de
Lourdes, tuve que aparecerme a un contable del las arenas. Pero, ¿qué pasa de raro? (Mira atenta,
Crédito Lionés. Para usted era dinero en su caja y larga pausa.)
la justificación del burdel; para mí, creyente, CARMEN (se había sentado a la mesa de IRMA y volvía
era... a hacer las cuentas. Sin 1evantar la cabeza) ¿La
IRMA (sorprendida). — ¡Si aceptaste! No parecías legión?
molesta. IRMA (con el ojo pegado al aparato). — Si, es el
CARMEN. — ¿Molesta? ¡Era feliz! legionario heroico que cae en la arena. Y Raquel
IRMA. — Pues, entonces, ¿dónde está lo malo? le ha lanzado una flecha de juguete en la oreja, la
muy tonta de ella. Corría el riesgo de haberse
CARMEN. — Vi el efecto que le producía. Vi su frenesí,
desfigurado. ¡Vaya idea!, la de hacerse apuntar
sus sudores, oí sus estertores...
como si fuera un árabe y de morir —digámoslo
IRMA. — Basta. Ha dejado de venir. Me pregunto por
así— firme en un montón de arena. (Pausa. Mira
qué, dicho sea de paso. Quizá su mujer esté al
atentamente.) Ahora Raquel le cura. Le prepara
tanto.
una venda y él parece feliz. (Muy interesada.)
CARMEN. — ¿Y qué Más da? Pero usted comprenderá ¡Atiza! Parece que le gusta. Tengo la impresión
que este mundo de ilusión me pesa y que todo en
de que quisiera modificar el escenario y de que a
N

partir de hoy va a morir en un hospital militar CARMEN: Cuando están con sus esposas, con el amor
trizado por una enfermera... Un nuevo uniforme que les tienen, ¿guardarán su fiesta muy
que comprar. Siempre gastos. (De repente, reducida, minúscula, en un burdel?...
inquieta.) Pero eso no me gusta, no me gusta IRMA: ¡Asquerosa!
nada; Raquel me preocupa cada vez más, sobre CARMEN: Discúlpeme, señora... En una casa de
todo que no se le ocurra hacerme lo de Chantal. ilusiones. Decía: ¿guardarán su fiesta en una casa
(Volviéndose a CARMEN.) A propósito, ¿no hay de ilusiones, minúscula, lejos, en el trasfondo de
noticias de Chantal? su cabeza, pero presente?
CARMEN. — No, ninguna. IRMA: Puede ser, mujer. Estará presente. Como un farol
IRMA (vuelve a coger el aparato). — ¡Y este maldito que queda de un 14 de Julio esperando el
aparato funciona mal! ¿Qué le dice él? Explica… próximo, o, si quieres, como una luz
él la escucha, ella comprende. Temo que él imperceptible en la ventana imperceptible de un
comprenda también. (Nuevo timbre. Oprime otra imperceptible castillo que bruscamente pueden
palanca y mira.) Falsa alerta. Es el fontanero que agrandar para descansar en él.
se va. CARMEN: Sin embargo, dará gusto estar en una
CARMEN: ¿Cuál? verdadera casa.
IRMA: El verdadero. IRMA: Vete a saber. Pero, Carmen, pero si a mis chicas
CARMEN: ¿Cuál es el verdadero? se les antoja tener parecidas ideas, se acabó el
IRMA: El que arregla los grifos. burdel. Creo, en efecto, que echas de menos tu
CARMEN: ¿El otro, es falso? aparición. Oye, puedo hacer algo por ti. Se lo
había prometido a Regina, pero a ti te lo
IRMA (se encoge de hombros, oprime la primera
palanca): Lo que yo decía, las tres o cuatro gotas prometo. Si aceptas, naturalmente. Ayer me
pidieron por teléfono una Santa Teresita...
de sangre de su oreja le han inspirado. Ahora se
hace mimar. Mañana por la mañana estará en (Silencio.) Desde luego, de la Inmaculada
Concepción a Santa Teresita, es un paso atrás,
forma para ir a su embajada.
pero tampoco está mal... (Silencio.) ¿No dices
CARMEN: Está casado, ¿verdad?
nada? Es para un banquero. Muy limpio, ¿sabes?
IRMA: En principio no me gusta hablar de la vida Nada exigente.
privada de los que me visitan. En el mundo
CARMEN: Me gustaba el vestido, el velo y el rosal.
entero es conocido el Gran Balcón. Es la más
sabia, pero la más honrada casa de ilusiones... IRMA: En la Santa Teresita también hay un rosal.
Piénsalo. (Silencio.)
CARMEN: ¿Honrada?
CARMEN: ¿Y cuál será el detalle auténtico?
IRMA: Discreta. Pero más vale ser sincera contigo,
indiscreta. Casi todos están casados.
IRMA: el anillo, Porque lo tiene todo pensado. El anillo IRMA: Los otros. En la vida son las bases de una
de boda. Ya sabes que como esposa de Dios, representación que tienen que arrastrar en el lodo
cada monja lleva un anillo de boda. (Ademán de de la realidad y de lo cotidiano. Aquí la
sorpresa de Carmen.) Sí, por eso sabrá que se Comedia, la Apariencia, se conservan puras,
trata de una verdadera religiosa. intacta la Fiesta.
CARMEN: ¿Y el detalle falso? CARMEN: Las Fiestas que me brindo...
IRMA: Es casi siempre el mismo encajes negros. Debajo IRMA (interrumpiéndola): Ya sé cuáles son: consisten
de la falda de estameña. ¿Aceptas? Tienes la en olvidar las de ellos.
dulzura que le gusta. Estará satisfecho. CARMEN: ¿Y usted me lo reprocha?
CARMEN: Usted es muy buena: ¡haber pensado en él! IRMA: Las de ellos consisten en olvidar las tuyas. Ellos
IRMA: Estoy pensando en ti. también quieren a sus hijos. Después... (Suena el
CARMEN: Que usted es buena, lo decía sin ironía, doña timbre como antes.)
Irma. Su casa tiene la ventaja de traer el (Irma, que seguía sentada cerca del aparato, se vuelve,
consuelo. Usted sube y prepara sus teatros pega el ojo a la mirilla y acerca el auricular a su
clandestinos... Usted tiene los pies en la tierra. La oído. Carmen, otra vez se pone a hacer cuentas.)
mejor prueba es que usted cobra. Para ellos… El CARMEN (sin levantar la cabeza): ¿Es el señor jefe de
despertar tiene que ser brutal. Apenas está la policía?'
terminado, cuando hay que volver a empezar. IRMA: No. Es el camarero del restaurante, que acaba de
IRMA: Felizmente para mí. llegar. Otra vez va a protestar... Ya está, se
CARMEN: Volver a empezar. Y siempre la misma enfada porque Eliane le presenta un delantal
aventura, de la que nunca quisieran salir. blanco.
IRMA: No comprendes nada. Lo veo en sus ojos, CARMEN: Ya se lo había dicho a usted, él quiere que
después tienen las ideas claras. De repente sea rosado.
comprenden las matemáticas. Quieren a sus hijos IRMA: Mañana irás al bazar si está abierto. Comprarás
y a su patria. Como tú. también un plumero para el empleado- del
CARMEN (presumiendo): Hija de oficial superior. ferrocarril. Un plumero verde.
IRMA: Ya sé. Siempre hace falta una en un burdel. Pero CARMEN: ¡Ojalá no se lo olvide a Eliane dejar caer la
piensa que general, obispo y juez en la vida son... propina al suelo! Exige una verdadera rebelión.
CARMEN: ¿De cuáles está hablando? Y vasos sucios.
IRMA: De los verdaderos. IRMA: Todos quieren que todo sea lo más auténtico
CARMEN: ¿Cuáles son los verdaderos? ¿Los de nuestra posible... Menos algo indefinible que hará que no
casa? sea cierto.
CARMEN (volviéndose): En público un obispo conserva llamado del Heno, tapizado de escenas rústicas;
su prestigio. Sé que el que juega a la cabra es un el salón de las Colgaduras, salpicado de
falso conde. No sabe que yo lo sé. Pues bien, lágrimas; el salón Sala del Trono, cubierto de
créame, cuando le doy su título yo misma estoy terciopelo con flores de lis; el salón de los
convencida. Espejos, el salón de Ceremonia; el salón de los
IRMA: yo fui quien decidió dar a mi establecimiento el Chorros perfumados, el salón Urinario, el salón
nombre de casa de ilusiones. Pero sólo soy la de Anfitrite, el salón Funerario, adornado con
directora de ella. Y cada uno, cuando llama al urnas de mármol; el salón Claro de Luna, todo se
timbre y entra, trae su guión perfectamente a desvanece: salones. ¡Ah!, se me olvidaba, el
punto. Sólo me toca alquilar la sala y salón de los mendigos, de los vagabundos, donde
proporcionar los accesorios, y las actrices. A mi son exaltados la mugre y la miseria. Prosigo:
hija, a mi casita, conseguí arrancarla de la tierra, salones, chicas, cristales, encajes, balcón, todo
¿sabes a qué me refiero?, hace tiempo que la lan- escapa, se levanta y me lleva. (Larga pausa. Las
cé y vuela, vuela. Rompí las amarras, y vuela. O, dos mujeres permanecen inmóviles de pie la una
si quieres, boga en el cielo, adonde me lleva enfrente de la otra.)
consigo. Pues bien, cariño mío... — ¿me CARMEN: ¡Qué bien sabe hablar!
permites algunas palabras tiernas?—, cada mujer IRMA (modesta): Llegué hasta el cuarto curso de
de burdel tiene tradicionalmente una leve bachillerato.
inclinación por una de sus chicas... CARMEN: Me había dado cuenta. Mi padre, el coronel
CARMEN: Ya me había dado cuenta, señora. Y yo de artillería...
también a veces... (Mira con cara lánguida a IRMA (rectificando, severa): De caballería, querida.
doña Irma.)
CARMEN: Discúlpeme. Es cierto. El coronel de
IRMA (se levanta y la mira): Estoy emocionada, caballería quería darme carrera. ¡Pobre de mí!...
Carmen. (Larga pausa.) Pero volvamos al Usted sí que ha triunfado. En torno a su bonita
asunto. Cariño mío, la casa se despega de verdad, persona ha podido organizar un teatro fastuoso,
abandona la tierra, boga en el cielo cuando me una fiesta cuyos esplendores la envuelven,
llamo a mí misma en lo más secreto de mi ocultándola al mundo. Para su putanería era
corazón, pero con gran precisión, patrona de necesario este rumbo. ¿Y yo no seré nada más
burdel. Cariño, cuando secretamente, en el que yo, no seré nada más que yo, tan sólo? No,
silencio me repito en silencio: eres una alcahueta, señora. Ayudada por el vicio y la miseria de los
un ama de casa de citas y de antros, cariño mío, hombres, ¡yo también conocí mi hora de gloria!
todo (de repente lírica), todo se desvanece: Desde aquí, con el auricular al oído y la mirilla
arañas, espejos, alfombras, pianos, cariátides y ante el ojo podía verme usted, erguida, a la vez
mis salones, mis famosos salones, el salón soberana y buena, maternal y tan femenina, con
mi talón pisando la serpiente de cartón y las rosas pueda para ayudarte a eso... No sólo eres la más
de papel rosado. Usted también podía distinguir pura alhaja, sino también aquella en que pongo
al contable del Crédito Lionés de rodillas ante toda mi ternura. Sabes que sólo puedo hacerlo en
mí, desmayándose ante mi aparición; secreto, por culpa de Arturo... (Llaman. Irma se
desgraciadamente le daba la espalda y usted no sobrecoge.)
podía ver ni su mirada de éxtasis ni las IRMA (en voz baja): Hablaba de Roma y por la puerta
palpitaciones precipitadas de mi corazón. Mi asoma... (A Carmen.) Decídete. ¿Te quedas? Di
velo azul, mi vestido azul, mi delantal azul, mis que sí, Carmen, di que sí, Carmen, un vestido de
ojos azules... estameña gris, un ramillete de rosas... (Nuevos
IRMA: ¡Color tabaco! golpes a la Puerta.)
CARMEN: Azules aquel día. Para él era el cielo que CARMEN: Pero, señora, yo creo en eso... (Nuevos
bajaba en persona hasta su frente. Me celebraba golpes más autoritarios.)
confundiéndome con el color que le encantaba y IRMA: ¡idiota! ¡Pasen!
cuando me llevaba hasta la cama penetraba en lo (Se abre la puerta. Entra el Verdugo, a quien de ahora
azul. Desgraciadamente, ya no me tocará nunca en adelante llamaremos Arturo. Lleva el clásico traje de
más aparecer. chulo, de un gris claro, un sombrero de fieltro blanco,
IRMA: Te propuse lo de Santa Teresita. etc. Acaba de hacer el nudo de su corbata.)
CARMEN: No estoy preparada, doña Irma. Hay que IRMA: ¿La escena se ha terminado? No ha tardado nada.
saber lo que el cliente va a exigir. ¿Todo está a ARTURO: Sí. El viejecito se está abrochando. Está
punto? agotado. Dos sesiones en media hora.
IRMA: Cada puta tiene que saber — ¿me disculparás?—, IRMA: ¿No has pegado demasiado fuerte? La última vez
a estas alturas —hablamos de hombres—, tiene la pobre chica tuvo que quedarse dos días en la
que saber afrontar cualquier situación. cama.
CARMEN: soy una de sus putas, patrona, y una de las ARTURO: No te hagas la buena chica. Ni la falsa zorra.
mejores, estoy orgullosa de ello. En una sola La última vez y esta noche ha tenido lo
noche, a veces llego a hacer... merecido: en dinero y en golpes. Como mandan
IRMA: Conozco tus récords. Pero cuando te exaltas a los cánones, con acento en la ene. El banquero
propósito la palabra puta que repites y de la que quiere ver la espalda rayada, yo rayo.
presumes como si fuera un título, no es del todo IRMA: Espero que no saques gusto haciéndolo.
igual como cuando yo utilizo esta palabra para
ARTURO: Con ella, no; tan sólo te quiero a ti. Y el
nombrar una función. Pero tienes razón, cariño
trabajo es el trabajo. Lo hago con austeridad.
mío, de exaltar tu profesión y de estar orgullosa
de ella. Hazla resplandecer, que te ilumine, si ya
sólo la tienes a ella. (Con ternura.) Haré cuanto
IRMA (autoritaria): No tengo celos de esa chica. Pero ARTURO (saludando irónicamente a Carmen): ¿Se trata
no me gustaría que estropearas al personal, que de su cajero?, digo, ¿su contable? (A Irma.)
es cada vez más difícil de renovar. ¿Cuánto has cobrado hoy?
ARTURO: Dos o tres veces quise dibujarle señales en la IRMA (a la defensiva): Carmen y yo aún no hemos
espalda con pintura morada, pero falló. Al llegar, terminado las cuentas.
el viejo la examina y exige que se la entregue ARTURO: Yo, sí. Según mis cálculos, la cosa andará por
sana. los veinte mil.
IRMA: ¿Pintura, dices? ¿Quién te dio permiso? IRMA: Es posible. De todas maneras, no temas nada. No
ARTURO (encogiéndose de hombros): ¡Una ilusión más hago trampas.
o menos! No creía que era malo. Pero ARTURO: Te creo, amor mío. Pero es más fuerte que yo.
tranquilízate, ahora doy latigazos, azoto, ella Las cifras se alinean en mi cabeza. ¡Veinte mil!
chilla y se arrastra. La guerra, la rebelión, la metralla, el hielo, el
IRMA: De todas maneras, sé prudente. Que la casa está granizo, la lluvia, la mierda a chorros, nada los
amenazada. arredra. Al revés. Se matan al lado, el burdel está
ARTURO: Ya lo sé. Todos los barrios del norte se han amenazado, se' lanzan sin embargo. Yo te tengo
rendido esta noche. Es una lástima: el juez quiere a ti en casa, tesoro mío, si no...
gritos. IRMA (tajante): El miedo te paralizaría en una bodega.
IRMA: El obispo es menos peligroso. Se contenta con ARTURO (ambiguo): Haría lo que los demás, amor mío.
perdonar los pecados. No olvidas mi pequeño porcentaje, ¿verdad?
CARMEN: Primero exige que se hayan cometido, ya que IRMA: Te doy más de la cuenta.
su felicidad consiste en perdonarlos. No, el mejor ARTURO: ¡Amor mío! Encargué las camisas de seda.
es aquel a quien ponemos los pañales, a quien ¿Y sabes de qué clase de seda? ¿Y de qué color?
azotamos, a quien damos la azotaina, a quien IRMA (con ternura): Vamos, se acabó. No en presencia
mecemos y que ronca. de Carmen...
ARTURO: ¿Quién le mima? (A Carmen.) ¿Tú? ¿Le das ARTURO: Al contrario. ¿Sabes de qué clase de seda?
el pecho?
IRMA: ¡Cariño! Pensar que Carmen va a enterarse que tu
CARMEN (seca): Yo también conozco el oficio. torso en la seda de mis blusas..., por favor,
ARTURO: ¿La señorita quiere darme una lección? cariño, cállate.
IRMA: Déjale, Carmen; él sufre. (A Carmen.) Entonces, ARTURO: Entonces, ¿aceptas?
para lo de Santa Teresita, ¿estás de acuerdo? IRMA: Las cuentas aún no están hechas.
CARMEN (quejosamente): Déjeme pensarlo más. ARTURO: ¿Y sabes otra cosa? Tenías que haber visto la
cara que puso el camisero. Ni pa contao: exijo
que las camisas se abrochen a la izquierda. IRMA (misteriosa): Una personalidad, y no me hagas
¡Como si fueran para ti! más preguntas.
IRMA: ¡Amor mío! ARTURO (se prepara para salir, luego vacila): ¿No le
ARTURO: Entonces, ¿aceptas? dan un beso a uno?
IRMA: Sí. IRMA: Cuando vuelva «uno», si vuelve.
ARTURO: ¿Cuánto? ARTURO: ¡Zorra! (Se vuelve y sonríe.) ¡Adorable zorra!
IRMA (recobrando fuerzas): Ya veremos. Tengo que (Sale.)
hacer las cuentas con Carmen. IRMA (a Carmen, después de un silencio): Volvamos a
ARTURO: Ya me dirás cuando vuelva. Confío en ti. hacer las cuentas, ¿quieres?
Tengo que ir a llevar el resto de lo almacenado, CARMEN: Bien calculado todo, incluyendo al marino y
porque he recibido la orden. Podíamos haber las visitas sencillas, llegamos a treinta y dos mil.
dicho al obispo que se acordara de mí en sus IRMA: Muy bien, Cuanto más se matan en los arrabales,
oraciones. Pero es verdad que yo no le intereso, y tanto más entran los hombres en mis salones.
me pregunto si voy a volver con tu Arturo entero. CARMEN: ¿Los hombres?
No, no es cosa que me agrada. Si pudiera... IRMA (tras un silencio): Algunos. Atraídos por mis
IRMA (severa): No tienes derecho. No tienes derecho a espejos y mis arañas. Siempre los mismos. Para
vacilar. Te han confiado una misión que has los demás el heroísmo sustituye a la mujer.
aceptado, vas a cumplirla. Yo aceptaría temblar CARMEN (amarga): ¿La mujer?
por tu vida.
IRMA: ¿Cómo os llamaría? Mis altas, mis esbeltas
ARTURO: No te preocupes, voy. Pero, arriesgo mi vida. estériles. Ellos nunca os fecundan-y sin
Mientras que tú, te quedas aquí, al calor y a embargo... ¿si no existierais?
salvo, esperando la llegada de don Jorge.
CARMEN: Usted tiene sus fiestas, doña Irma.
IRMA: Si te perteneciera a ti y a ti solo, aviados IRMA: Cállate. Mi tristeza, mi melancolía, son las
estaríamos. Vete. Y vuelve pronto. Esta noche consecuencias de este juego glacial. Menos mal
tienes una sesión, ¿lo sabes?
que tengo mis Joyas. Aunque corren mucho
ARTURO (iba hacia la puerta): ¿Esta noche? ¿Otra? peligro. Puedo perderlas de un momento a otro.
¿Qué es? IRMA: ¿No te lo he dicho ya? Un (Se oye la ametralladora.) ¿Has oído?
cadáver.
CARMEN: El Ejército combate con valor.
ARTURO: ¡Qué bonito! ¿Y qué tengo que hacer con él?
IRMA: Y los sublevados con más valor aún. Y nosotras
IRMA: Nada. Permanecerás inmóvil, y te amortajarán. estamos bajo los muros de la catedral, a dos
Podrás descansar. pasos del arzobispado, y no me juego la cabeza,
ARTURO: Conque soy yo el que... ¡Muy bien! ¿Y el sería pedir demasiado, pero se sabe que invito a
cliente? ¿Es uno nuevo?
cenar a las personalidades. Por lo tanto estoy sangre y fuego. Será muy bonito. No tenemos
amenazada; y no hay hombres en casa. que desear otro final. Y tú piensas en irte...
CARMEN: Don Arturo va a volver. CARMEN: Pero, doña Irma...
IRMA: ¿Te burlas en mis barbas? Él no es un hombre, es IRMA: Sí, Sí. Cuando la casa va a arder, cuando la rosa
un accesorio. va a ser apuñalada, tú, Carmen, sólo piensas en
CARMEN: Supongamos lo peor... huir.
IRMA: Si ganan los rebeldes estoy perdida; son obreros, CARMEN: Si quería ausentarme, sabe usted muy bien
desprovistos de imaginación. Gazmoños y cuál era el motivo.
posiblemente castos. IRMA: ¿Por tu hija? Pero si tu hija ha muerto...
CARMEN: Pronto se acostumbrarán a las orgías. Basta CARMEN: ¡Señora!
con un poco de aburrimiento... IRMA: Muerta o viva, tu hija ha muerto. Imagina la
IRMA: Te confundes. O bien no tolerarán el tumba encantadora, adornada con margaritas y
aburrimiento. Pero soy yo la que corre mayor con coronas de perlas, en el fondo de un jardín...
peligro. Para vosotras es muy diferente. En toda Y ese jardín, en tu corazón, donde podrás
revolución, hay una puta exaltada que canta la cuidarte de él...
Marsellesa y se virginiza. Tú serás ésta. Las otras CARMEN: Me hubiera gustado volverla a ver...
darán piadosamente de beber a los moribundos; IRMA: Conservarás su reflejo en el reflejo del jardín, y
después... os casarán. ¿Te gustaría estar casada? el jardín en tu corazón bajo el vestido, ardiente
CARMEN: Tules, azahar... de Santa Teresita. ¿Y lo dudas? ¿Te ofrezco la
IRMA: ¡Muy bien! Casada, para ti significa disfrazada, mejor de las muertes y vacilas? ¿Eres cobarde?
querida mía; se ve que perteneces a nuestro CARMEN: Bien sabe que le tengo cariño.
mundo. No, yo tampoco te imagino casada. IRMA: Entonces, ¿te quedas? ¡Te enseñaré las cifras!,
Además, sobre todo ellos piensan asesinarnos, las maravillosas cifras que pasaremos noches
Tendremos, pues, una bonita muerte, Carmen, enteras, juntas; en caligrafiar.
será terrible y suntuosa. Puede ser que penetren
CARMEN (despacio): La guerra alcanza su apogeo.
por la fuerza en mis salones, que rompan la Usted lo ha dicho, es la horda.
cristalería, que rasguen los brocados y que nos
IRMA (triunfando): La horda, pero nosotros tenernos
degüellen...
nuestras cohortes, nuestros ejércitos, nuestras
CARMEN: Tendrán compasión... milicias, nuestras legiones, batallones, barcos,
IRMA: No. Su furor se acrecentará al saber que es heraldos, clarines, trompetas, nuestros colores,
sacrilegio. Con los cascos y. las botas puestas, banderas, estandartes, gallardetes... ¿y tiemblas?
con gorras y despechugados, nos harán perecer a Pero, querida, aún no se ha perdido todo. Vamos
a machacarlos. Don Jorge aún es todopoderoso.
De todos modos espero que pueda venir. El jefe pero antes. Durante la lucha resulta más difícil.
de la policía siempre encuentra el medio de Primero los bandos están mejor señalados, se
pasar. Vas a vestirme. Antes quiero vigilar a puede escoger. En plena paz es demasiado
Raquel. (Se oye el mismo timbre que antes, Irma confuso. No sabemos a punto fijo a quién
pega el ojo a la mirilla.) Con este artefacto los traicionamos. Ni siquiera si traicionamos. De
veo y hasta oigo sus suspiros. (Silencio. Está Chantal no se sabe nada. Ni siquiera si vive aún.
mirando.) Sale el Cristo con todos sus pertrechos. IRMA: Pero, dime,- ¿no tendrás escrúpulos?
Nunca he comprendido por qué se hace atar a la CARMEN: No. Entrar en el burdel es rechazar el mundo.
Cruz con cuerdas que lleva en una maleta. Aquí estoy y aquí me quedo. Mi realidad son sus
¿Quizá sean cuerdas benditas? Una vez llegado a espejos, sus órdenes y las pasiones; ¿qué joyas se
su casa, ¿dónde las guardará? Me trae sin va a poner?
cuidado. Miremos a Raquel. (Oprime otra palan-
IRMA: Las perlas. Mis joyas. La única cosa auténtica
ca.) ¡Ah!, ya han terminado. Están hablando. que tengo. Con la certidumbre de que todo el
Guardan las flechas, el arco, las vendas de gasa,
resto es falso. Tengo mis joyas como otras tienen
el kepis blanco... La verdad, no-me gusta en una hija en el jardín. ¿Quién traiciona? ¿Lo
absoluto la manera con que se miran, tienen los
dudas?
ojos claros. (Se vuelve hacia Carmen.) Estos son
CARMEN: Todas desconfían de mí. Tomo buena nota de
los peligros de la asiduidad. Sería una catástrofe
su pequeño informe. Se lo entrego a usted, usted
si mis clientes cambiaran con mis chicas una
se lo entrega a la policía, ella controla..., yo no sé
sonrisa amistosa. Sería una catástrofe aún mayor
nada.
si el amor interviniera. (Oprime, sin darse cuenta,
la palanca y deja la auricular, pensativa.) IRMA: Eres prudente. Dame un pañuelo.
Vísteme: CARMEN: No. Vista desde aquí, donde de todos modos
los hombres se desabrochan, la vida me parece tan lejana,
CARMEN: ¿Qué se va a poner?
tan profunda, que tiene tanta irrealidad como una película
IRMA: El deshabillé beis. (Carmen abre la puerta de una
o como el nacimiento de Cristo en el portal. Cuando un
alacena y saca de ella el deshabillé, mientras
hombre en la habitación, sin darse cuenta, me dice:
Irma desabrocha su traje sastre.) Dime,
«vamos a tomar el arsenal mañana por la noche», tengo
Carmencita, ¿Chantal?...
la impresión de leer una inscripción obscena. Su acto
CARMEN: ¿Señora? (Silencio.) llega a ser tan loco, tan... voluminoso, como aquellos que
IRMA: Oye, dime, ¿qué sabes tú de Chantal? se describen de cierta manera en ciertos lugares...
CARMEN: He examinado a todas las chicas: a Rosina, (Llaman a la puerta. Irma se lanza hacia su aparato, y
Eliane, Florencia y Marlyse. Han preparado su gracias a un mecanismo, lo disimula en la pared. Luego
pequeño informe. Voy a entregárselo. Pero no grita.)
me han dicho nada importante. Se puede espiar,
IRMA: Sí, pase. (A Carmen.) Salga usted. (Carmen se IRMA: Carmen se pinta sola para describir las cosas.
prepara para salir, pero por el fondo entra el Pregúnteselo.
Jefe de la policía. Gran pelliza, sombrero, puro.) EL JEFE DE LA POLICÍA (a Carmen): Dime,
EL JEFE DE LA POLICÍA: No, no, quédese, Carmen. siempre...
Me gusta su presencia. (Guarda el sombrero CARMEN: Sí, señor, siempre los mismos pilares del
puesto, el puro y la pelliza, pero se inclina ante Imperio.
Irma.) ¡Qué calores tan dulces, qué olores tan EL JEFE DE LA POLICÍA (irónico): Nuestras
ligeros!... (Besándole la mano a Irma.) ¡Gran alegorías, nuestros blasones parlantes. Y luego,
belleza! ¿hay...?
IRMA (sofocada): Ponga la mano aquí. (Sobre su CARMEN: Como cada semana, un tema nuevo. (El Jefe
pecho.) Estoy emocionada, trastornada. Aún me de la policía hace un ademán de curiosidad.)
muevo. Sabía que usted estaba en camino y por Ahora es al bebé a quien le dan una azotaina, una
lo tanto expuesto al peligro. Estremecida bofetada, a quien le trizan, y a quien mecen, y
esperaba... que por su parte llora.
.EL JEFE DE LA POLICÍA: Más despacio, más EL JEFE DE LA POLICÍA (impaciente): Bueno. Pero...
despacio, que tome nota. ¿Qué estaba usted
CARMEN: Es encantador, señor. ¡Y tan triste! -
diciendo?
EL JEFE DE LA POLICÍA (nerviosísimo): Vamos, hay
IRMA: ¡Soez! o no hay el simulacro...
EL JEFE DE LA POLICÍA: Dejemos el asunto: Y basta
CARMEN (estúpida): ¿El simulacro?
de juegos. La situación es cada vez más grave —
EL JEFE DE LA POLICÍA: Claro, idiota, el simulacro
aún no es desesperada, pero va siéndolo— fe-liz-
del jefe de la policía. (Silencio tendido.)
men-te. ¡Han sitiado el castillo real! La Reina se
esconde. La ciudad, que atravesé por milagro, IRMA: Aún no ha llegado el día. Querido amigo, su
cargo no tiene la nobleza suficiente para
está desolada por la matanza y el fuego, la
proponer a los soñadores una imagen que los
rebelión en ella es trágica y alegre, al revés que
consagrara. Quizá porque no tiene antepasados
en esta casa donde todo transcurre en la muerte
ilustres. No, querido amigo..., tiene usted que
lenta. Por lo tanto, hoy mismo me juego la última
resignarse: su imagen aún no forma parte de la
carta. Esta noche estaré en la tumba o en un
liturgia del burdel.
zócalo. Por lo tanto, el que la quiera o que la
desee a usted no tiene importancia alguna. ¿Va EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Quién se hace representar
bien el negocio, ahora? aquí?
IRMA: ¡A las mil maravillas! He tenido algunas grandes IRMA: Los conoces, puesto que tienes sus fichas. (Va
funciones. pasando lista con los dedos.) Hay dos reyes de
Francia con ceremonias de coronación y
EL JEFE DE LA POLICÍA (impaciente): ¿De qué clase?
diferentes ritos, un almirante que se hunde en la de las quejas. Yo te voy a enseñar que los juegos
popa de su torpedero, un obispo durante la del burdel son, ante todo, juego de espejo... (Con
adoración perpetua, un juez ejerciendo sus mucha tristeza.) ¡Nadie todavía! Pero obligaré a
funciones, un general a caballo, un dey de Argel mi imagen a que se despegue de mí, a que
capitulando, un bombero apagando un incendio, penetre por la fuerza en tus salones, a que se
una cabra atada a un poste, una mujer de su casa refleje, a que se multiplique, Irma. Mi cargo me
volviendo mercado, un ladrón, una víctima atado abruma. Aquí se me aparecerá con el sol terrible
y molido a golpes, un San Sebastián, un del placer y de la muerte.
campesino en su granero..., nada de jefe de la IRMA: Hay que matar de nuevo, mi querido Jorge.
policía... ni de administrador de colonias, pero sí EL JEFE DE LA POLICÍA: Hago lo que puedo, te lo
un misionero muriendo en la cruz y el mismísi- aseguro. Me temen cada vez más. IRMA: No lo
mo Cristo. bastante. Tienes que hundirte en la noche, en la
EL JEFE DE LA POLICÍA (tras un silencio): Te olvidas mierda y en la sangre.
del mecánico. EL JEFE DE LA POLICÍA (irritadísimo): Te repito que
IRMA: Ha dejado de venir aquí. A fuerza de dar vueltas hago lo que puedo. (Irma se encoge de hombros.)
a las tuercas corría el peligro de construir una ¿Qué más sabe? ¿Usted, Carmen?
máquina, y que hubiera podido funcionar. ¡A la CARMEN: Yo no salgo nunca, señor...
fábrica!
EL JEFE DE LA POLICÍA: Admitámoslo. Pero en este
EL JEFE DE LA POLICÍA: Por lo visto, a ninguno de suntuoso teatro, en que a cada minuto se
tus clientes se le ocurrió... La remota idea apenas representa un drama —como en el mundo se dice
esbozada... que se celebra una misa—, ¿qué ha observado
IRMA: Nada. Ya sé que usted hace todo lo que puede: usted?
usted intenta suscitar el odio y el amor; pero la CARMEN (después de dudarlo): Una sola cosa muy
gloria le huye. grave y que merece que se cuente: sin los muslos
EL JEFE DE LA POLICÍA (con fuerza): Mi imagen que cabían en él, un pantalón sobre su silla, ¡qué
crece cada vez más. Llega a ser colosal. Todo en bonito es!, señor. Despojados de nuestros
torno mío me la devuelve y me la refleja. ¿Y viejecitos, nuestros adornos son de una tristeza
nunca la has visto representada en tu casa? mortal. Son de esos que se ponen sobre el
IRMA: De todos modos, incluso si la celebraran, no me catafalco de los altos dignatarios... Sólo cubren
daría cuenta de nada. Las ceremonias son cadáveres que tardan años en morir, y sin
secretas. embargo...
EL JEFE DE LA POLICÍA: Mentirosa. En cada tabique IRMA (a Carmen): El señor jefe de la policía no le hace
has ocultado mirillas. Toda pared y todo espejo esta clase de preguntas.
son falsos. Aquí se oyen los suspiros, allí el eco
EL JEFE DE LA POLICÍA: Déjela, querida amiga. Por destruirlo todo y cambiarlo todo... Ya, ya sé,
fin me he acostumbrado a los discursos de siempre hay el detalle falso que les recuerda que
Carmen. (A Carmen.) Usted decía: y sin en determinado momento, en determinada parte
embargo... del drama tienen que pararse e incluso
CARMEN: Sin embargo, la alegría que se ve en los ojos retroceder... Pero si llevados por su pasión, no
de los clientes, no me puede confundir, cuando reconocen nada y saltan sin darse cuenta en...
se fijan en los disfraces, de repente es el brillo de EL JEFE DE LA POLICÍA: Quieres decir, en la realidad.
la inocencia... ¿Y qué? Que lo intenten. Yo hago lo que ellos,
EL JEFE DE LA POLICÍA: Se cuenta que nuestra casa penetro de una vez en la realidad que el juego
los manda a la muerte. nos propone y como tengo el papel airoso, los
(De pronto suena el timbre. Irma se sobrecoge. Un domo.
silencio.) IRMA: Ellos serán los más fuertes.
IRMA: Han abierto la puerta. Pero ¿quién puede venir a EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Por qué dices serán? Y yo,
estas horas? (A Carmen.) Baje usted, Carmen, y ¿es que no tengo tesoros escondidos y mil
cierre la puerta. recursos? Ya está bien, dejemos esto. ¿Eres o no
(Sale Carmen. Largo silencio entre Irma y el Jefe de la eres la dueña de una casa de ilusiones? Sí,
policía.) ¿verdad? Pues bien, si vengo a tu casa es para
satisfacerme en tus espejos y en sus juegos. (Con
IRMA: He llamado yo, quería quedarme un momento a
solas contigo. (Un silencio, durante el cual se ternura.) Tranquilízate, todo sucederá como las
otras veces.
miran a los ojos gravemente.) Dime, Jorge...
(Ella duda.) IRMA: Hoy, no sé por qué, estoy inquieta. Carmen me
parece que está rara; los rebeldes, cómo te lo
EL JEFE DE LA POLICÍA (un poco irritado): ¡Habla!
diría, tienen una especie de gravedad.
IRMA: ¿Te sigue interesando este juego? No, no, no te
impacientes. ¿No estás harto? EL JEFE DE LA POLICÍA: Así lo exige su papel.
IRMA: No, no, una especie de determinación. Pasan
EL JEFE DE LA POLICÍA: Pero ¿qué quieres decir?
Dentro de poco vuelvo a mi casa. debajo de las ventanas amenazadores, pero no
cantan. La amenaza está en sus ojos.
IRMA: Si puedes. Si te lo permite la rebelión.
EL JEFE DE LA. POLICÍA: ¿Y qué? Suponiendo que
EL JEFE DE LA POLICÍA: Irma, estás loca. O juegas
eso sea cierto, ¿es que me tomas por un cobarde?
que vas a estarlo. Hasta la rebelión es juego.
¿Crees que debo desistir y volver a mi casa?
Desde aquí no puedes ver nada de lo de fuera,
pero todo rebelde juega. Y le gusta su juego. IRMA: No, además creo que es demasiado tarde.
Hablemos de otra cosa.
IRMA: Pero, por ejemplo, si se pasaran de la raya, quiero
decir, si tomaran este juego en serio hasta
EL JEFE DE LA POLICÍA (irritadísimo): Si te parece, IRMA: No. Tengo ganas de hablar. La catástrofe está a
hablemos de Arturo. Abandónale. mis puertas. Un sueño esta noche me lo previno,
IRMA: No. Me lo impusiste tú. Exigiste que un hombre pero...
se instalara aquí contra mi voluntad y mi parecer, EL JEFE DE LA POLICÍA: No tienes nada que temer.
en un dominio que tenía que quedar virgen... La casa
Imbécil, no te rías. Virgen, es decir, estéril. Pero Está vigilada por la policía.
tú querías un pilar, un eje, un falo presente, IRMA (encogiéndose de hombros): ¿Y quién vigila a la
entero, erguido, de pie. Aquí está. Me impusiste policía? Pero tengo ganas de hablar porque en la
este montón de carne congestionada, esa ursulina situación tan tensa en que vivimos, es lo único
con brazos de luchador —porque si tú conoces su que puedo hacer para tomar parte en vuestro
fuerza en la verbena, ignoras su fragilidad—. Me patetismo. Y para empezar y ver las cosas más
lo has impuesto con estupidez porque te sentías claras, voy a volverte a contar la noche de
envejecer. El poder te atareaba. Sin satisfacerte. bodas...
Y descansabas aquí por mediación de Arturo.
EL JEFE DE LA POLICÍA (abofetea a Irma, que cae en
el sofá): Trágate eso. Y no llores o te parto los
EL JEFE DE LA POLICÍA: El peligro de la situación ha morros. Si me entero que cuentas lo que sucedió,
suprimido el aburrimiento y el gusto de los prendo fuego a tu tugurio. Os asaré el cabello y
placeres por procuración. Actuando vuelvo a ser los pelos y os soltaré. Iluminaré la ciudad con
activo y te necesito. Echa a Arturo. putas incendiadas. (Con dulzura.) Crees que soy
IRMA: Se queda. Tengo necesidad de él. No me hago capaz de hacerlo, ¿verdad?
ilusiones. Soy su mujer, y él cuenta conmigo, IRMA (suspirando): Sí, cariño.
pero tengo necesidad de este trapo, musculoso, EL JEFE DE LA POLICÍA: Entonces, hazme las
lleno de nudos y estúpido, agarrado a mis faldas. cuentas. Resta si quieres lo del crespón de China
Si quieres, él es mi cuerpo, pero puesto a mi de Apolo. Y date prisa. Tengo que volver a mi
lado. puesto. Por ahora tengo que actuar, después...
EL JEFE DE LA POLICÍA: Tengo celos. Después todo saldrá bien. Mi nombre actuará en
IRMA: ¿De esa muñecaza que se las da de verdugo para mi lugar. ¿Así es que Arturo?...
satisfacer a un juez recortado en el vacío? Oye, IRMA: Habrá muerto esta noche.
cariño, no siempre te dio asco que yo te EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Tienes noticias?
apareciera bajo las apariencias de este cuerpo
IRMA: Gracias a Chantal antes de su huida. La central
magnífico... eléctrica la ocuparán a eso de las tres de la
EL JEFE DE LA POLICÍA: Cállate. madrugada.
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Estás segura? ¿Quién se lo y a metamorfosearse en cantos. Deseemos que
ha dicho? sean bonitos.
IRMA: Los partidarios del sector número cuatro. El IRMA: ¿Y si sus cantos dan ánimo a los rebeldes? ¿Y si
sector Andrómeda. quieren morir por ellos?
EL JEFE DE LA POLICÍA: Puede ser. ¿Cómo se enteró? EL JEFE DE LA POLICÍA: La belleza de sus canciones
IRMA: Fue ella la única a estar al corriente del les ablandará. Desgraciadamente, aún no han
chivatazo. No vayas a desprestigiar mi casa... llegado ni a este grado de belleza ni de blandura.
EL JEFE DE LA POLICÍA: Tu burdel, amor mío. De todos modos, los amores de Chantal fueron
providenciales.
, IRMA: Burdel, Antro, Casa de putas, Casa de citas,
Tugurio. Todo lo acepto. Chantal, pues, es la IRMA: No metas a Dios...
única que pertenece al otro bando... Ha huido, EL JEFE DE LA POLICÍA: Soy masón. Por lo tanto...
pero antes ha hecho confidencias a Carmen y IRMA: ¿Tú? No me lo habías dicho.
Carmen sí sabe vivir. EL JEFE DE LA POLICÍA: Era inútil.
EL JEFE DE LA POLICÍA: Pero ¿cómo lo sabía ella? IRMA (irónica): El hermano... Con el delantalito. ¡Con
IRMA: Gracias a Rogelio. El fontanero. Un lío tonto. un macito, una caperuza y un cirio! ¡Qué gracia!
Los hombres no entran aquí fácilmente: es un (Una pausa.) ¿Tú también?
convento. Los hombres... ya sabes a quién me EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Por qué? ¿Tú también?
refiero... IRMA (riéndose): Sí. (Ríen durante mucho tiempo los
EL JEFE DE LA POLICÍA: A los que no pierden su dos. Carmen vuelve sofocada.)
sangre fría. CARMEN: Son... tres chicos jóvenes, señora... Están en
IRMA: Muy elegante. Había aceptado, pues, que viniera la escalera.
a arreglar la cañería. Gasto mucho: diez mil IRMA: ¿Qué dices? Pero si no había nadie.
francos por mes en tuberías... ¿Te interesa?
CARMEN: Sí. Acababan de entrar, estaban en los
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Tus servicios sanitarios? escalones dispuestos a saltar...
Te enviaré a mi jefe del negociado.
IRMA: ¿Jóvenes? Si son menores no les dejes que suban.
IRMA: Prosigo. Dejé que viniera el fontanero. ¿Cómo le EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Qué pasa? ¿Hay soldados?
imaginas? ¿joven, guapo? Pues, no. Cuarenta
CARMEN: No han dicho ni una sola palabra. (A Irma.)
años. Achaparrado. Con la mirada irónica y
Creo que vienen a verla a usted.
grave. Chantal le habló. Le eché demasiado
IRMA: ¿A mí? Pero ¿qué aspecto tienen?
tarde. Forma parte de la célula Andrómeda.
CARMEN (buscando las palabras): ¡Son guapos! Pero
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¡Bravo! La rebelión se
guapos como los hombres que se ven en los
exalta y se exilia de este mundo. Si da a sus
sueños.
sectores nombres de constelación va a evaporarse
IRMA (gritando): ¡Mi sueño! LAS LÁGRIMAS: ¿Extrañas palabras? ¿O vulgares
EL JEFE DE LA POLICÍA: Le había pedido que me lo humores? ¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? Si
contara. nuestros padres, me refiero a los dioses, son ríos
IRMA: No puedo. que circulan en los hombres, hemos salido de
madre. Sorprendente aventura la nuestra. ¿Tengo
EL JEFE DE LA POLICÍA: Inténtalo, por lo menos.
que recordárosla? Hermanos que no sois sino yo.
IRMA: No me había dormido pero estaba muy cansada y
¿Es que fuimos primero tres palabras des-
me había amodorrado en una butaca. Hacía un
membradas sobre un fondo nocturno por unos
gran bochorno, el aire estaba pegajoso. Me
poetas o es que la impaciencia que sentíamos por
derretía. Incluso durante un momento temí verme
escaparnos de ellos nos dio la apariencia que hoy
convertida en una minúscula charca de agua
tenemos...?
templada que más tarde encontrarían debajo de la
butaca. A lo lejos se oía el traqueteo de las LA SANGRE: ... ¿O es que nadando río arriba a lo largo
de las venas y de las arterias desde una inmortal
ametralladoras. Quizá para escapar al fuego me
veía convertida en una charca liquida. De repen- fuente hemos llegado para explorar las tres
palabras tenebrosas?... ¿Y es que nuestra
te, una música... (Se oye una música.)... Una
especie de nube se desgarró... (Los encajes de apariencia tendrá que cederles el paso?
arriba se rasgan.) De todos modos, hace tiempo que esperaba este
momento de escaparme del verbo para
CARMEN (llamando): ¡Salón 17, aún llamado salón de
utilizarle...
los sueños! (Da unas palmadas.) ¡Los señores al
salón! (Da unas palmadas.) ¡Vamos, señores!... LAS LÁGRIMAS: Nuestros bonitos nombres nos
condenan a la noche, próxima a la Muerte. Nos
(En este momento la escena queda oscura, pero se
enciende una luz en las arañas. Después de cada costará reponernos y utilizar el lenguaje.
música distinta se oye:) LA SANGRE: Como vosotros, como la muerte, me
siento presa de una larga utilización decorativa.
¡La sangre!
¡Las lágrimas! IRMA (entra despacio, como empujada a pesar suyo. En
la mano lleva tijeras y un rollo de gasa): No he
¡El esperma!
hecho nada. Y no veo por qué me perseguís.
(Los tres protagonistas han desaparecido. Desde Estáis aquí, en mi casa...
la techumbre parece que bajan tres muchachos muy
LA SANGRE: ¿Usted se sorprende de que hayamos
guapos, aquellos mismos a quienes vimos en la escalera
decidido —o que los dioses nos hayan traído
en el quinto cuadro; personifican a la Sangre, las
hasta aquí— de que hayamos decidido aparecer
Lágrimas, el Esperma. Los tres están heridos.)
en su casa?
LA SANGRE: Hablaremos, o más bien...
IRMA: Estoy cansada y duermo.
EL ESPERMA: Es el sueño el que encantamos, o el (Los tres chicos jóvenes están perplejos. De repente Irma
ensueño. No se sorprenda. Además, no queremos se agacha, corta una tira de gasa y con ella venda el
hacerle ningún daño. Ningún bien tampoco. muslo desnudo de uno de los chicos jóvenes. La
IRMA: ¡No tengo nada que ver con vosotros! No sé oscuridad va cayendo, poco a poco.
quiénes sois. Cuando vuelva la luz, Carmen, Irma y el Jefe de la
LA SANGRE: Estamos heridos los tres y hemos pensado policía estarán en los mismos sitios que antes)
que aquí es donde mejor nos curarían. Usted CARMEN (llamando): Corred el cerrojo del salón 17.
tiene lo necesario para vendar nuestras heridas. Eliane, dése prisa. Y haga bajar el salón... (De
Dése prisa. repente llaman a la puerta.) No, no, espere. (Se
IRMA: No hay yodo ni agua oxigenada y tengo las abre la puerta y aparece Arturo, temblando, con
manos sucias. Mi casa está vacía, excepto un traje roto.)
disfraces y máscaras... ARTURO: Discúlpame, creía que estabas sola. Le saludo
EL ESPERMA (interrumpiéndola): No hable mal de respetuosamente, señor jefe de la policía.
ellas. Lo que hay de bonito en esta Tierra lo IRMA: Vamos, ¿qué hay de nuevo? Puedes hablar,
debemos a las máscaras. Carmen es de los nuestros.
IRMA: ¿Y lo que hay de bueno? ARTURO (jadeante): Pues, mire. Tras los almacenes,
LA SANGRE: Estamos heridos, dése prisa. como convenido. Toda la ciudad está iluminada
por los incendios. Los insurrectos se han hecho
IRMA (asustada): ¡Estáis locos! Sin duda seréis tres
los dueños de casi todo. Y dudo que pueda usted
gamberros, ya que habéis entrado sin que os
sienta. Así que ¡idos! ¡Vamos, salid! ¡Marchaos! volver a su casa, señor jefe de la policía. Pude
¡Pero salid de una vez! alcanzar el palacio real y vi al gran Chambelán.
Me dijo que procuraría venir aquí. Me dio un
LA SANGRE: Señora, no nos paramos de fluir.
apretón de manos, dicho sea de paso. Y me fui de
Torrentes, ríos, palanganas, lluvias torrenciales,
nuevo. Las mujeres son las que están más excita-
cataratas, géisers, que nos agotamos alimentando
das. Incitan al saqueo y a la matanza. Pero la más
y cuyas fuentes...
terrible es una chica que cantaba una canción...
IRMA (asustada): Están ocultas como las del Nilo y son (Se oye un chasquido muy seco. Un cristal de la
múltiples... ¡Idos! ¡idos, gamberros, salid!
ventana cae hecho añicos. Un espejo también,
LAS LÁGRIMAS (tristísimas): Una imagen cerca de la cama. Cae Arturo herido en la frente
desgarradora, con. que la vista, sí, la cara de un por una bala que viene de fuera.)
crucificado...
EL JEFE DE LA POLICÍA: Total, que no puedo salir de
IRMA (grave, de repente): ¡Callaos! ¡Idos! Si no salís de aquí.
aquí, señores, me despierto.
CARMEN (con voz dulce): Si va a volar la casa... El CHANTAL: ¡Hay, huy! Tienes celos, ¿de quién?, ¿de
traje de Santa Teresita está en el ropero, doña qué? De mí dicen que floto por encima de la
Irma. insurrección, que soy el alma y la voz de ella y tú
(El escenario se mueve de izquierda a derecha, como en te quedas en la tierra. Por eso estás triste...
los cuadros anteriores, pero en este último y el ROGELIO: Chantal, por favor, no seas ordinaria. Si
que viene a continuación tiene lugar un largo puedes ayudar... (Uno de los hombres se acerca.)
momento oscuro, lleno de relámpagos, de EL HOMBRE (a Rogelio): Vamos, ¿dices que sí o que
tiroteos, de ametralladoras, de gritos confusos, no?
de suspiros.) ROGELIO: ¿Y si se la cargan?
EL HOMBRE: Te la pido sólo por dos horas.
CUADRO SÉPTIMO ROGELIO: Chantal pertenece...
El decorado representa una plaza con CHANTAL: iA nadie!
numerosos trozos de sombra. En el fondo, a lo lejos, se
ROGELIO: A mi sección.
adivina la fachada del Gran Balcón, con las persianas
EL HOMBRE: A la insurrección.
bajadas. Chantal y Rogelio están abrazados. Tres
hombres Parecen Protegerlos. ROGELIO: Si queréis una líder, fabricadla.
EL HOMBRE: La hemos buscado. No las hay. Hemos
intentado fabricar una, bonita voz, bonito pecho,
CHANTAL (con voz dulce): Guárdame, si quieres, amor
despechugada como conviene; pero su mirada no
mío, pero guárdame en tu corazón. Y espérame.
era ardiente, y ya sabes, sin ardor... Hemos
ROGELIO: Te quiero por tu cuerpo, tu pelo, tus pechos, pedido las de los barrios del norte y las del barrio
tu vientre, tus entrañas, tus humores, tus olores.
de la Esclusa: no están libres.
Chantal, te quiero en mi cama. Ellos...
CHANTAL: ¿Una mujer como yo? ¿Otra? Sólo dispongo
CHANTAL (sonriendo): Les traigo sin cuidado. Pero yo de mi cara de mochuelo inspirado, de mi voz
sin ellos no sería nada.
ronca. Las presto al odio. No soy nada sino una
ROGELIO: Eres mía. Te he... cara, una voz, y dentro de mí, una bondad
CHANTAL (irritada): Ya sé, sacado de la tumba. Y encantadora y envenenada. ¿Tengo dos rivales
apenas liberada de mis lienzos, ingrata, me voy populares? ¿Otras piojosas? Que aparezcan, les
de picos pardos. Me entrego a la aventura y te haré morder el polvo. No tengo rival.
escapo. (De repente, con ternura irónica.) Pero, ROGELIO (estallando): La arranqué —arranqué, sí— de
Rogelio, amor mío, sabes muy bien que te una tumba. Ya se me escapa y se va derechita al
quiero, y sólo a ti. cielo si os la presto...
ROGELIO: Acabas de decirlo, te escapas. No puedo EL HOMBRE: No te pedimos eso. Si la llevamos, la
seguirte en tu carrera heroica y estúpida. alquilamos.
CHANTAL (divertida): ¿Cuánto? ROGELIO (que sigue pensativo): Y gracias a ella
ROGELIO: Incluso si la alquiláis para que vaya a cantar probablemente vencerán; ya encarna a la
y a entrenar a la gente de vuestro arrabal, si la revolución...
diña lo perdemos todo. Nadie podrá sustituirla. El, I IOMBRE: Ciento. ¿Estás de acuerdo?
EL HOMBRE: Antes aceptó ella. ¿Adónde la llevas? ¿Y qué tendrá que hacer?
ROGELIO: Ya no se pertenece a sí misma. Es nuestra. CHANTAL: Ya veremos. Tranquilízate, tengo mi buena
Es nuestra señal. Vuestras mujeres .sólo nos estrella. Y además, conozco mi poder. Se me
sirven para arrancar y llevar piedras o para cargar quiere, se me escucha, se me sigue.
vuestras armas. Ya sé que eso es inútil, pero... ROGELIO: ¿Qué hará ella?
EL HOMBRE: ¿Cuántas mujeres quieres a cambio de EL HOMBRE: Casi nada. Al amanecer, como sabes,
ella? atacaremos el palacio de ilusiones. Chantal
ROGELIO (pensativo): Es tan preciosa una mujer que entrará la primera y cantará desde un balcón.
canta en las barricadas... Nada más.
EL HOMBRE: ¿Cuántas?, ¿diez mujeres a cambio de ROGELIO: Cien mujeres. Mil y quizá más. Por lo tanto,
Chantal? (Silencio.) ¿Veinte? ella ya no es una mujer. La mujer en quien la
ROGELIO: ¿Veinte mujeres? ¿Estaríais dispuestos a quieren transformar por la rabia y la
darme a cambio de Chantal veinte mujeres de desesperación, tiene su precio. Es para 'luchar
poca monta, veinte bueyes, veinte reses? ¿Será, contra una imagen por lo que Chantal se ha
pues, excepcional, convertido en figura simbólica. La lucha ya no se
Chantal? ¿Y sabes de dónde sale? verifica en . la realidad, sino en un recinto
cerrado. En un escudo azul. Es el combate de las
CHANTAL (a Rogelio, con violencia): Todas las
alegorías. Ni los unos ni los otros distinguimos
mañanas vuelvo porque me consumo de noche;
vuelvo a una chabola para dormir castamente, ya los motivos de nuestra rebelión. Será que
fatalmente tenía que ir a parar a eso.
amor mío, y para emborracharme con vino tinto.
Y yo, con mi voz áspera, mi cólera fingida, mis EL HOMBRE: Vamos, ¿aceptas? Chantal, a ti te toca
ojos de drogada, mi iluminación pintada, mi pelo contestar, contesta.
andaluz, consuelo y encanto a los piojosos. CHANTAL (al Hombre): Aléjese. Tengo aún algunas
Vencerán y ¡menuda victoria será para mí! cosas que decir. (Se apartan los tres hombres, se
ROGELIO (pensativo): ¿Veinte mujeres a cambio de pierden en la sombra.)
Chantal? ROGELIO (violento): No te he robado para que te
EL HOMBRE (tajante): Ciento. conviertas en un unicornio o en un águila
bicéfala.
CHANTAL: ¿No te gustan los unicornios?
ROGELIO: Nunca supe acostarme con ellos. (La
acaricia.) Ni contigo, dicho sea de paso.
CHANTAL:- Quieres decir que yo no sé querer. Te
defraudo. Sin embargo, te quiero. Y tú me has
alquilado a cambio de cien cavadoras.
ROGELIO: Perdóname. Me hacen falta. Y sin embargo
te quiero. Te quiero y no sé decírtelo. No sé
cantar. Y el último recurso es el canto.
CHANTAL: Antes de que amanezca tendré que irme. Si
la sección del barrio norte ha triunfado, dentro de
una hora habrá muerto la Reina. Habrá perdido el
jefe de la policía. Si no, nunca saldremos de ese
burdel.
TELÓN.
SEGUNDO ACTO EL DELEGADO: Soy yo quien tiene que disculparla. Y
CUADRO OCTAVO sé muy bien lo que cuesta tomar la apariencia de
El salón funerario evocado en la enumeración de nuestro abismo. (Toca con el pie el cadáver de
los salones por Irma. Este salón está en ruinas. Las telas Arturo.) Sí, este cuerpo le hubiese sobrecogido
—encajes negros y tercio pelo— cuelgan, rotas. Las de placer a nuestro querido ministro.
coronas de perlas están deshechas. El vestido de Irma IRMA: Desengáñese, señor delegado. Lo que quieren
está hecho trizas. El traje del Jefe de la policía también. estos señores es la ilusión. El ministro deseaba
El cadáver de Arturo sobre una especie de falsa tumba un falso cadáver y este muerto es auténtico.
de falso mármol negro. Junto a él un nuevo Personaje: el Mírele: es más auténtico que cuando vivía. Todo
Delegado de la Corte. Uniforme de embajador con en él se precipitaba hacia la inmovilidad.
condecoraciones, esputos, grandes cordones. Es el único EL DELEGADO: Por lo visto, estaba hecho para la
que está en buenas condiciones. Carmen lleva el traje de grandeza.
Santa Teresa. EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Él? Ramplón y timorato...
IRMA (tocando el cadáver con el pie): El no creía que EL DELEGADO: Él, como nosotros, se sentía atraído
tendría que hacer esta noche, sin fingirlo, su por la búsqueda de la inmovilidad. Por lo que
papel de cadáver. llamamos lo hierático. Y de pasada, déjeme que
EL DELEGADO (sonriendo): A nuestro querido salude la imaginación que mandó hacer en esta
ministro de la Gobernación le hubiera encantado casa un salón funerario. ¿A quién se le ocurrió?
si le hubiera tocado a él mismo un destino igual. IRMA: Al sentido común de los pueblos, señor delegado.
Desgraciadamente he tenido yo que sustituirle en EL DELEGADO: Sabe hacer las cosas bien hechas.
su misión ante usted, y no me gustan en absoluto Pero, hablemos otra vez de la Reina, que tengo la
esta clase de placeres. (Le pellizca la barbilla a misión de protegerla.
Carmen, vestida de Santa Teresita.) ¡Preferimos
EL JEFE DE LA POLICÍA: Usted lo hace de una manera
esta rosa púdica! Estoy satisfecho de ella. Todo
muy curiosa. El palacio, según lo que dice...
sucedió a las mil maravillas, para nuestra
EL DELEGADO (sonriendo): De momento, Su Majestad
satisfacción.
está a salvo. Pero hay que darse prisa. Al
(De repente, molesto.) Y esto a pesar de la aparente prelado, según dicen, le han decapitado, el
irritación de la Bella
palacio del arzobispo está saqueado, el Palacio
CARMEN (seca): Hago mi trabajo. de Justicia, el Estado Mayor están en el camino
IRMA. (A Carmen): Cállese. (Al Delegado) Perdónele, de la derrota...
excelencia; se considera venida a menos porque EL JEFE DE LA POLICÍA: Pero ¿y la Reina?
con usted tan sólo es una santa. Con uno de esos
EL DELEGADO (frívolo): Está bordando. Durante una
señores alcanzaba mayores honores. Pero conoce
temporada Se le ocurrió curar a los heridos. Pero
su obligación.
se le advirtió que; ya que el trono estaba IRMA: ¿La Reina?
amenazado, tenía que observar con la mayor EL DELEGADO: No, una mujer, todas las mujeres lo
severidad los privilegios reales. hacen.
IRMA: ¿Cuáles son? IRMA: Pero ¿la Reina?
EL DELEGADO: La ausencia. Su Majestad se ha EL DELEGADO: No cura a los heridos, borda un
retirado a una habitación solitaria. La invisible pañuelo...
desobediencia de su pueblo la entristece. Está EL JEFE DE LA POLICÍA: ¡Me cago en Dios! ¿Qué ha
bordando un pañuelo. He aquí el motivo del dicho usted de Su Majestad? Conteste y sin
dibujo: las cuatro esquinas están adornadas con rodeos. Yo no me estoy divirtiendo...
corolas de adormidera. En el centro, siempre
EL DELEGADO: Está en un cofre. Está durmiendo.
bordado con seda de un azul pálido, habrá un
Enroscada en los pliegues de la monarquía, está
cisne parado en el agua de un lago. Llegado a
roncando...
esto, Su Majestad se inquieta: ¿será el agua de un
EL JEFE DE LA POLICÍA (amenazador): ¿Ha muerto la
lago, de un estanque, de una charca? ¿O
Reina?
sencillamente la de un cubo o de una taza? Es un
grave problema. Lo hemos escogido porque no EL DELEGADO (impasible): Ronca y no ronca. Su
cabeza, minúscula, sostiene sin moverse una
tiene solución y así la Reina puede sumirse en
corona de metal y de piedras.
una meditación infinita
EL JEFE DE LA POLICÍA (cada vez más amenazador):
IRMA: ¿La Reina se divierte?
Dejemos el asunto. Usted me ha dicho que el
EL DELEGADO: Su Majestad se aplica —mi miserable
palacio estaba en una situación peligrosa... ¿Qué
función me obliga a emplear esta palabra—, se
hay que hacer? Aún tengo a mi favor casi toda la
aplica a llegar a ser del todo lo que debe ser la
policía, Los hombres que me quedan se dejarán
Reina. (Examina el cadáver.) Ella, también, va
matar por mí... Saben quién soy yo y lo que haría
rápidamente hacia la inmovilidad.
por ellos... ¿Por dónde va la sublevación? Sea
IRMA: ¿Y borda? claro.
EL DELEGADO: No, señora. Digo que la Reina borda
EL DELEGADO: Júzguelo mirando la situación en que
un pañuelo, porque si es mi obligación
se encuentra esta casa. Y examinando la suya...
describirla, es también mi obligación disimularla. Todo parece perdido.
IRMA: ¿Quiere usted decir que no borda?
IRMA: Usted pertenece a la corte, excelencia. Antes de
EL DELEGADO: Quiero decir que la Reina borda y que establecerme aquí estaba con la tropa, donde hice
no borda. Se limpia las ventanas de la nariz, mi debut. Puedo asegurarle que he conocido
examina las cacas que saca y se vuelve a meter peores situaciones. La chusma —de la que logré
en la cama. Después seca la loza. salir con un taconazo—, la chusma aúlla bajo mis
ventanas multiplicadas por las bombas; mi casa misma razón. Su Majestad se traslada de una
resiste. Mis habitaciones no están intactas, pero cámara secreta a otra, de la despensa a la sala del
aguantan. Mis putas, excepto una loca, siguen trono, de las letrinas al gallinero, a la capilla, a la
trabajando. Si el centro del palacio es una mujer sala de banderas... Actúa para que no la
como yo... encuentren y de esta manera recobra una
EL DELEGADO (impertérrito): La Reina está de pie y se invisibilidad en peligro. Esto es lo que pasa
apoya en una sola pierna, en medio de una dentro del palacio. Por filera ha salido una
habitación vacía y ella... estrella en el cielo de la insurrección. Usted la
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¡Basta! Estoy harto de sus conoce. La imagen de esta mujer ha tomado
acertijos. Para mí tiene que ser alguien y la proporciones espantosas. Ya tiene las
situación concreta. Descríbamela con fidelidad. dimensiones de la muchedumbre que quizá va a
No tengo tiempo que perder. devorarla o quedarse a su sombra, cualquiera
sabe.
EL DELEGADO: ¿A quién quiere usted salvar?
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Y el generalísimo?
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¡A la Reina!
EL DELEGADO: Está loco. Se ha perdido en la
IRMA: ¡Mi propio pellejo!
muchedumbre, donde nadie le hará daño porque
EL DELEGADO (al Jefe de la policía): Si usted quiere
su locura le protege.
salvar a la Reina y por encima de ella a nuestra
bandera y todos sus flecos de oro y su águila y EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Y el fiscal supremo?
sus cuerdas y su asta, ¿quiere usted EL DELEGADO: Está muerto de miedo.
describírmelos? EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Y el obispo?
EL JEFE DE LA POLICÍA: Hasta ahora he servido a las EL DELEGADO: Su caso es más difícil. La Iglesia es
mil maravillas a lo que usted dice, y sin secreta. No se sabe nada de él. Nada preciso. Han
preocuparme de conocer otra cosa que lo que creído ver su cabeza cortada en el manillar de
veía. Seguiré haciéndolo. ¿Por dónde va la una bicicleta; era falso, naturalmente. Por lo
sublevación? tanto, sólo contamos con usted. Pero sus órdenes
EL DELEGADO (resignado): Las verjas de los jardines no se reciben normalmente. Saben que usted está
van a contener a la muchedumbre un momento prisionero...
más, los guardias son fieles como nosotros, de IRMA: No, señor, el jefe de la policía está libre. Ni a él
una oscura fidelidad. Se dejarán matar por su ni a mí nos impresionan los honores, diga lo que
soberana; darán su sangre, pero, diga él. Queremos vencer pero no muriendo.
desgraciadamente, no habrá bastante para sofocar EL DELEGADO: ¿Para salvar a quién? (Pausa.) ¿No
la rebelión. Han amontonado sacos de tierra contesta? ¿Le molestaría ver las cosas como
delante de las puertas ara desorientar hasta la Son? ¿Mirar con tranquilidad al mundo y aceptar
la responsabilidad de su mirada, fueran cuales que sean manchas o nobles hemorragias, estas
fueran las cosas que Vieran? huellas indican la tragedia. Me gusta la tragedia.
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Para qué ha venido, de Permite abandonar con mayor facilidad el
verdad? planteamiento elemental de un problema. Henos
EL DELEGADO: Ya que no podía venir el señor aquí, pues, en plena batalla heroica. Si, como lo
ministro de la Gobernación, para describirle la parece, nos dirigimos todos hacia la muerte,
situación. Para entregarla entre sus manos. Para vamos aún más lejos que ella. Quiero decir que
salvar a la Reina. ¡A la Reina! Porque mi mirada nuestra razón intenta ofrecernos, a nosotros que
se niega a distinguir otra cosa que las estamos vivos, la imagen de lo que seremos en la
apariencias. Se resigna a ello. muerte, es decir, en la conciencia de los hombres.
Tenemos una única preocupación: la de proponer
IRMA: ¿Y está dispuesto a morir por ellas?
a la posteridad una estatua definitiva, absurda o
EL DELEGADO (sonriendo); Ese es otro problema.
familiar, tierna o severa, amable o brutal,
EL JEFE DE LA POLICÍA: Pero, vamos a ver, cuando siempre impresionante, eterna.
vino usted a buscarme, ¿pensaba en algo preciso?
Desgraciadamente, nuestros ojos de vivos no
¿Tenía un plan? Dígalo.
lograrán vernos en nuestra muerte real, ni
EL DELEGADO (tras un momento de silencio): Tiene nuestros ojos de muertos lograrán vernos en las
razón, señor jefe de la policía, pero son ideas conciencias futuras y, por lo tanto, hemos
filosóficas las que me preocupan. inventado y perfeccionado esta amable farsa:
IRMA: No importa, dígalas. inmovilizarnos en esta vida en una actitud eterna.
EL DELEGADO (después de corta reflexión y con tono ¿Está claro?
de conferenciante): Señoras, señoritas, señor. IRMA: Dé un ejemplo.
Desde muy joven estuve mezclado a la vida de la EL DELEGADO: Cuando Su Majestad... Digo, cuando
Corte. Mi padre, como ya sabe, fue el gran usted misma, señora, sirve el té con el codo así,
chambelán. Mi madre era su esposa, la princesa, con el dedo meñique... No, perdone... uno de mis
hija de un archiduque, archigranjefe de compañeros de armas de origen humilde—
caballerizas. (El Jefe de la policía e Irma trabajó durante mucho tiempo, días y noches,
saludan.) Este saludo se hace ante mi persona, para llegar a ser oficial, a fin de que, caso de
pero no se dirige a ella. De esto estoy seguro, por estallar una guerra, la muerte le siegue en su
eso lo acepto... ¿No se dirige ella? No estoy tan uniforme de oficial, y para que, en el monumento
convencido de ello como pretendo. La Corte, de los muertos de su pueblo natal, enfrente de su
pues, me es familiar. Quedo mezclado a sus apellido se leyera su grado. ¿Comprendido?
esplendores y más interesado por ellos.
EL JEFE DE LA POLICÍA: Pero ¿qué quiere usted
Mutiladas, salpicadas de sangre, ¿de qué sangre?,
demostrar? Para llegar a ser oficial es necesario,
como usted lo ha dicho, trabajar día y noche y de IRMA: ¿No querrá decir?
esta labor puede surgir... EL DELEGADO (examinándola con detalle): ¡Bonita
EL DELEGADO: Lo que puede surgir de ella no le cabeza! ¡Muslos firmes! ¡Recios hombros!
interesaba. Le interesaba menos de todos modos IRMA (de repente, muy impresionada): No sé hablar. Mi
que aquella imagen con la que aspiraba a lengua tropieza cada medio minuto.
confundirse. EL DELEGADO: Todo debe verificarse en un silencio
IRMA: Cuando sirvo el té, es para que usted lo beba. que el protocolo no permite a nadie que se
EL DELEGADO: También es para que lo beba. Pero rompa...
también es para que usted me lo sirva. Perdone, IRMA: Pero, señor, yo soy muy débil, al fin y al cabo, y
es para que usted me lo haya servido: la Reina muy frágil...
borda y no borda... Si estornuda, sé que Su EL DELEGADO: Todos la ayudaremos. En torno a este
Majestad está presente en un estornudo, pero en núcleo delicado y precioso, labraremos un hueso
un estornudo que llega a ser sagrado, puesto que de oro y de hierro.
procede, no, no, señora, no procede, de esa
IRMA: Déjeme aún un momento de descanso...
persona que quiere ser la Reina. (Una pausa.)
EL DELEGADO: Unos segundos. El tiempo va deprisa.
¿Aunque...? Pero de esa a quien con un ligero
EL JEFE DE LA POLICÍA: Sí, dése prisa... Si la
descuido he llamado la Reina, para que esta
explosión viene del palacio, la Reina estará
persona que continuamente retrocede, haga
debajo de los escombros...
continuamente retroceder a mi propia persona, a
mis propios ojos, y me precipite... EL DELEGADO (sonriendo misteriosamente):
Tranquilícese, Su Majestad está a salvo. Y la
(De repente se oye una explosión tremenda. Todos,
muerte, esa ave Fénix, lograría escapar de las
excepto Irma, se acurrucan y luego se levantan.)
cenizas de un palacio real. Comprendo su
EL DELEGADO (sonriendo): Podría ser que fuera el
impaciencia de darle pruebas de su valor, de su
Palacio Real. Ha muerto el Palacio Real, viva el
fidelidad, para consagrarse de esta manera... Pero
Palacio Real, (A Irma.) Tengo que rendir
la Reina, le esperará el tiempo que sea necesario.
homenaje, señora, a su sangre fría, y a su valor...
EL JEFE DE LA POLICÍA (a Carmen): ¿Y el obispo, el
IRMA: Usted está olvidando a quién se dirige. Es verdad
general, el juez?
que regento un burdel, pero no he nacido de la
unión de la luna y de un caimán; vivía en el CARMEN: Aquí están los tres...
pueblo... EL DELEGADO (al Jefe de la policía): ¡Pero, cuidado!
Hay que vencer al pueblo con su aparición. Es un
EL DELEGADO (severo): Déjelo. Cuando se va la vida,
juego peligroso. Si le adora, su orgullo patético
las manos se agarran a una sábana. ¿Qué
es capaz de sacrificarle. A usted le ve rojo, ya sea
significa este trapo cuando usted va a penetrar en
de púrpura, ya sea de sangre. Si mata a sus ídolos
la inmovilidad providencial?
y los empuja hasta la alcantarilla, nos arrastrará IRMA (como ofendida): ¡Jorge! ¡Si Carmen me adora!
con ellos... (A Carmen.) Aceptas, ¿verdad, cariño?
EL JEFE DE LÁ POLICÍA: La Reina está en peligro. CARMEN: Mi hija ha muerto, señora.
EL DELEGADO: ¡Y usted desea la gloria! Otra cosa, IRMA: Muy bien muy bien; además, tu traje te servirá
más delicada; he hablado de una imagen que con todos esos señores. (Severa.) No te olvides
desde hace unos días sube al cielo de la rebelión. que vas hacia ellos en nombre de una verdad
IRMA (inquieta): ¿A quién se refiere? superior, vete.
EL DELEGADO (inclinándose ante Irma): A Chantal, EL JEFE DE LA POLICÍA (a Irma): En cuanto a usted,
señora. Su imagen circula por las calles. La señora, creo que va siendo hora de que se
celebran, la cantan. Una imagen estilizada que se prepare.
le parece y que ya no se le parece. Todos quieren (El Jefe de la policía y el Delegado se inclinan ante
imitarla. Su valer y su humanidad son capaces de Irma; Carmen hace una reverencia, Irma sale
hacer de ella no sé qué diosa... por la izquierda.)
IRMA: ¿Hasta este punto? EL JEFE DE LA POLICÍA (a Carmen): ¡Vaya! Y sea
EL DELEGADO: Lo que le cuento es inferior a la elocuente.
realidad. Ella domina los combates. Primero (Carmen sale a su vez Por la izquierda. Largo silencio,
lucharon contra los tiranos ilustres e ilusorios. durante el cual el Delegado y el Jefe de la
Luego por la libertad: mañana se dejarán matar policía parecen meditar.)
sólo por ella. EL DELEGADO: ¿Qué arriesgamos? ¿Que aparezcan al
EL JEFE DE LA POLICÍA: No resistirá. Es como yo, no público y mantengan la ilusión? Con esta sola
tiene ni padre ni madre, y si llega a ser un aparición nos salvan. Después, terminada la
símbolo, nos serviremos de él. comedia, los devolveremos al burdel, donde
EL DELEGADO: Ande con ojo. Es muy fuerte. Una seguirán dándola por su cuenta...
sangre popular corre por sus venas: es capaz de EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Y si se lo llegaran a tomar
rechazar el cielo de la historia. en serio?
EL JEFE DE LA POLICÍA: Salvemos lo que podamos. EL DELEGADO: ¿Qué quiere decir?
(A Carmen.) ¿Están todos aquí? EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Si al aparecer, si al
CARMEN: Sí, señor. Mientras esperan el momento de comenzar de nuevo su ceremonia en público,
volver a sus casas, se miran en los espejos. poco a poco sus ademanes perdieran su rigidez,
EL JEFE DE LA POLICÍA (a Carmen): ¿Sabrá usted su dureza de rito y si con facilidad se inscribieran
convencerlos? Pero lo primero de todo: ¿es usted en la vida? En fin, si llegaran a ser auténticos
de los nuestros? obispos, jueces, generales...
EL DELEGADO (perplejo un momento): ¡Caray! Pero EL JUEZ (quejicoso): No podré nunca. No he estudiado
no, tranquilícese. Pronto se verán paralizados por Derecho, No sabré juzgar según el código. Usted
el hielo de la ceremonia. me obliga a cometer un crimen...
CUADRO NOVENO CARMEN: Un juez juzga no según el código, sino según
El escenario se mueve de derecha a izquierda. la dignidad de su cargo y Dios le inspira.
Representará en el orden inverso los cuatro EL JUEZ: Mi orgullo me prohíbe...
cuadros (pero en ruinas) que se han visto al CARMEN (hipócrita): Centenares de miles de culpables
principio. se le ofrecerán todos los días. Piénselo. Ya no
El decorado del cuadro noveno es parecido al tendrá que arrastrarse en busca de su personaje
cuadro cuarto. La Mujer guapa y pelirroja está en medio de juez. Porque se lo traigo.
de la habitación de los espejos que la reflejan. En la EL JUEZ: Usted escucha detrás de las puertas.
mano tiene un látigo. El Viejecito se mete el manojo de CARMEN: El mundo entero está al tanto de todo lo que
violetas en su bolsillo, luego los guantes, el sombrero. ocurre aquí.
Carmen está a punto de salir.
EL JUEZ: ¡Carmen!
LA MIJER: Obedecerá, no tenga miedo.
CARMEN (dirigiéndose hacia la salida): No se olvide:
CARMEN (al Viejecito): Mire que es fácil. Sólo tendrá dentro de diez minutos en el salón de gala.
que gritar viva la Reina!
(Sale.)
(Sale.)

CUADRO DÉCIMO
CUADRO DUODÉCIMO
Es el tercer cuadro, con el General. El General, Es el del Obispo. Primer cuadro. Lleva un traje
que estaba tumbado, se levanta. Se abre la Puerta. de burgués. Carmen está ya presente, voluntariosa.
Aparece Carmen. Hace una señal. El General hace el
EL OBISPO: Pero usted, Carmen, ¡sabe muy bien que es
saludo militar. Carmen parece satisfecha. Sale. Escena
una locura! Ha sido una estupidez volver aquí
completamente muda.
para esconderme...
CARMEN: ¿Usted quiere a su Reina? Es el segundo
cuadro, con el Juez.
CUADRO UNDÉCIMO
EL OBISPO: ¿Por qué me lo pregunta?
CARMEN: Porque lo dudo. Anoche podía usted volver a
Es el segundo cuadro, con el juez. Carmen ya esta su casa. Las calles estaban llenas de peligros,
presente. Está arreglando la toga del juez y pero con un poco de habilidad otra vez
luego le pone el birrete. encontraba su camino, su casa con su esposa y su
hijo. Luego... luchaba contra nosotros... es CARMEN: ¿Qué impostura? ¿Por qué sería «usted más
decir... obispo o menos obispo que otro aquí o allá?
EL OBISPO: Los rebeldes hacían barricadas en las EL OBISPO: Pero hay que tener estudios. La ordenación,
calles. Disparaban desde los tejados, desde los la unción. Y yo soy el empleado de la compañía
respiraderos... Perdigones en la cabeza y del gas, y al fin y al cabo sólo me encuentro a
perdigones en las patas... gusto con Rosita.
CARMEN: Y usted ha preferido venir a refugiarse a casa (Entra Rosita, es la mujer que estaba con el Obispo en el
de Irma sabiendo que la casa estaba en peligro y Primer cuadro.)
que iba a morir en ella. Si no me confundo, ROSITA: Pues aquí está. ¿Ha llamado?
¿usted ha querido tostarse en medio de lo que CARMEN: Sí. El uniforme 17, deprisa y corriendo. (Sale
tanto ama? Rosita.) Al principio estará presente para
EL OBISPO: Le prohíbo... ayudarle. ¿Y de qué manera seguiría siendo el
CARMEN: Basta de bromas. Y sobre todo, nada de empleado del gas si nadie reconoce en usted al
melindres, incluso hay que evitar el de la empleado del gas? ¿Porque sabe sumar? Un
delicadeza. Nadie mejor que yo conoce el teatro obispo también, por si fuera poco. Pero ya dejará
encantador, cuyo héroe es usted. No, no proteste. de hacer sumas. Usted empezará por ignorarlo
Yo tengo otro papel..., pero usted no sabrá cuál. todo. Luego, ¿cómo no sería usted el obispo si
Volvamos a lo nuestro. Unas exigencias todos le reconocen por obispo? Porque no le he
superiores que vienen de lejos han decidido dicho que será éste o aquél. Usted será el obispo
entronizarle definitivamente en su papel. y nada más.
EL OBISPO: ¡Se vuelve loca! (Vuelve Rosita llevando al brazo un uniforme de marino
CARMEN: Casi. Pero de cualquier manera, usted va a con cuello azul y borla roja.)
ponerse sus adornos... Tiene que meterse en el CARMEN: Idiota. He dicho el traje de la habitación 17.
pellejo, en el alma, en el espíritu, en todas las ¿Se da cuenta de lo que me trae?
circunstancias del obispo. Exijo que lo haga ROSITA (confusa): Oh, perdone, señorita..., pero es la
perfectamente. Y durante el tiempo que me guerra y todos los vestidos están mezclados; es
parezca... (Llama.) un lío.
EL OBISPO: Me niego a representar este papel en CARMEN (autoritaria): El traje de obispo y deprisa. (Al
público. ¿Qué es eso? ¿Revelar mi vergüenza? Obispo.) Su papel será fácil. (Llamando de nuevo
¿Ponerme yo mismo en la picota? a Rosita.) ¡Rosita!, el traje de obispo número 17.
CARMEN: puesto que nadie lo sabe sino nosotros... (Al Obispo.) Usted parecerá, pero primero
EL OBISPO: Pero bastará con que lo sepa yo, que saludará a la Reina...
conozca la impostura... EL OBISPO: ¿Está aquí?
CARMEN: Saludará a su soberana. El juez, el general y desdobla y se despliega, abre las alas... va a
usted le rendirán homenaje. Lo aceptará. cantar el Kyrie Eleison!
Después aparecerá el héroe. La Reina y él, (Carmen sale sigilosamente, tranquilizada.)
acompañados por usted, se presentarán en el EL OBISPO: Alicia, ¿estás aquí?
Gran Balcón de esta casa. Resonarán las
ROSITA: Aquí estoy, Excelencia. Le traigo la mitra.
ovaciones de la multitud. La Reina saludará.
Toque, Excelencia...
Saludará el héroe. Luego... (Duda.)
EL OBISPO: Adornos, preciosas galas, me protegéis de
EL OBISPO: ¿Luego? la vida, de la tierra y del cielo. A partir de
CARMEN: Irán en carroza hasta... por entre la vosotros, para poder mejor poneros de
muchedumbre atónita o rabiosa, hasta la basílica manifiesto, dibujo mis ademanes. Luego, de mis
o hasta el cadalso. ademanes nacidos de vosotros, de vuestras telas,
EL OBISPO (horrorizado): ¿Qué muerte me reserva es mi pensamiento, es mi lenguaje, y por fin es
usted? mi mensaje al mundo. No vivo sino que bailo...
CARMEN: Cruzará en carroza la ciudad pacificada por
su gesto o será pisoteado por los caballos.
EL OBISPO: Pero si nunca podré... Me reconocerán... CUADRO DECIMOTERCERO
Mi señal de la cara, mis tics... mi voz.
CARMEN: Sé cómo se transformarán: señales humanas
En la calle enfrente del burdel. Chantal y
y enternecedoras o figuras de blasón definitivo
Rogelio están abrazados en la misma postura que al final
que será el obispo. del cuadro séptimo.
EL OBISPO: Pero, no quiero. Tres rebeldes están en la sombra, apartados de
CARMEN: Cállese. (Entra Rosita llevando los adornos ellos; parecen vigilarlos.
del Obispo, pero hechos trizas.) He aquí todo el
atavío, señor. Se lo va a poner. (A Rosita.)
CHANTAL: Sí, amor mío, durante toda mi vida.
Ayúdele. (Ella misma le quita la chaqueta.)
ROGELIO: ¿Y tan sólo a mí?
EL OBISPO (atemorizado): Déjeme. Necesito estar solo.
CHANTAL: Eres el primero, el único, para siempre.
Alicia, Alicita mía, dile que todo sucedía de otra
Ahora, déjame irme. Ya amanece. (Intenta
manera...
escaparse de los brazos de Rogelio, que la
ROSITA (quitándole la chaqueta): Excelencia, alargue
sujetan.)
los brazos... Va a ponerse el alba de encaje.
ROGELIO: Un minuto más, amor mío, vida mía... Aún
EL OBISPO: Es terrible. Tendré frío. Tendré hambre...
es de noche.
ROSITA: Toque el encaje. (Le pone el alba.) Mire, mire;
usted se transforma a ojos vistas. ¡El obispo se
CHANTAL: Es la hora en que la noche se separa del día, Tu dulzura y tu ternura son tales que te hacen tan
deja que me vaya, paloma mía. severa como una lección, tan dura como el
ROGELIO: Se me harán insoportables los minutos que hambre, tan inflexible como un carámbano. Tus
pase lejos de ti. pechos, tu piel, tu pelo, son más reales que la
CHANTAL: No estaremos separados, te lo juro. Les certidumbre del mediodía. Me envuelves y te
hablaré con un tono muy frío, mientras que para contengo.
ti susurraré palabras de amor. Desde aquí las CHANTAL: Cuando esté allí, cuando les hable,
oirás y yo escucharé las que me digas tú. escucharé en mí tus suspiros y tus quejas. Y los
ROGELIO: Pueden exigir que te quedes con ellos, latidos de tu corazón; deja que me vaya.
Chantal. Son fuertes. De ellos se dice que son tan (La sujeta.)
fuertes como la muerte. ROGELIO: Aún te da tiempo. Queda un poco de sombra
CHANTAL: No temas nada, amor mío. Conozco el alrededor de las paredes, pasarás por detrás de la
poder de ellos. El de tu dulzura y de tu ternura es casa del arzobispo. Conoces el camino.
más fuerte. Les hablaré con voz severa. Les diré UNO DE LOS REBELDES (en voz baja): Ya es la hora,
lo que el pueblo exige. Me escucharán porque Chantal. Ya amanece.
tendrán miedo. Deja que me vaya. CHANTAL: ¿Has oído? Me llaman.
ROGELIO (gritando): Chantal, te quiero. ROGELIO (de repente, irritado): Pero ¿por qué tienes
CHANTAL: Pero, amor mío, porque te quiero tengo que que ser tú? Nunca sabrás hablarles.
darme prisa. CHANTAL: Sabré mejor que nadie. Estoy superdotada.
ROGELIO: ¿Me quieres? ROGELIO: Ellos son sabios, taimados...
CHANTAL: Sólo te quiero a ti. CHANTAL: Inventaré los ademanes, las actitudes, las
ROGELIO: Pero ¿por qué? Si me quieres, quédate otro frases. Antes de que hayan dicho una sola
poco conmigo. palabra, habré comprendido y te sentirás
CHANTAL: Te quiero porque eres tierno y dulce, tú, el orgulloso de mi victoria.
más duro y el más severo de los hombres. Y tu ROGELIO: Que los demás vayan allí. (A los rebeldes les
dulzura y tu ternura son tales que te hacen tan grita.) Id vosotros allí. O yo, si tenéis miedo. Les
ligero como un jirón de tul, tan sutil como un diré que tienen que someterse porque somos la
copo de bruma, tan aéreo como un capricho. Tus Ley.
músculos, tus gruesos músculos, tus brazos, tus CHANTAL: No le hagáis caso, está borracho. (A
muslos, tus manos, son más irreales que el paso Rogelio.) Ellos sólo saben luchar y tú quererme.
del día a la noche. Me envuelves y te contengo. Es el papel que os han enseñado a representar.
ROGELIO: Chantal, te quiero porque eres dura y severa, Para mí es otra cosa. Por lo menos me habrá sido
tú, la más tierna y la más dulce de las mujeres. útil el burdel, porque él me enseñó el arte de
fingir y de representar. Tuve que hacer tantos CUADRO DECIMOCUARTO
papeles, que los conozco casi todos. Y tuve
tantas parejas... EL BALCÓN
ROGELIO: ¡Chantal!
CHANTAL: Y eran tan sabios y tan taimados y tan Es el Propio balcón, que sobresale de una
elocuentes, que mi ciencia, mi doblez y mi fachada de casa de citas. Postigos cerrados frente al
elocuencia, son incomparables. Puedo tutear a la público. De repente todos los postigos se abren
Reina, al héroe, al juez, al obispo, al general, a la espontáneamente. El borde del balcón se encuentra
tropa heroica... y engañarlos. exactamente en el borde de las candilejas. Por las
ROGELIO: Conoces todos los papeles, ¿verdad? Antes, ventanas se distingue al Obispo, al General, al Juez, que
conmigo, ¿representabas una comedia? se preparan. Por fin la ventana se abre de par en par.
CHANTAL: Esto se aprende pronto. Y tú mismo... Penetran en el balcón. Primero el Obispo, luego el
General, luego el Juez. Luego el héroe. Luego la Reina
(Los tres rebeldes se acercan.) (doña Irma), con la frente ceñida de una diadema y un
manto de armiño. Todos los Personajes se acercan y se
UNO DE LOS REBELDES (agarrando a Chantal): Basta
acomodan con gran timidez permanecen silenciosos, se
de discursos, ven.
dejan ver, nada más. Todos tienen proporciones
ROGELIO: Chantal, quédate.
descomunales, gigantescas —excepto el héroe, es decir,
(Chantal se aleja, dejándose llevar por los rebeldes.) el Jefe de policía—y todos van vestidos con trajes de
CHANTAL: Te envuelvo y te contengo, amor mío... ceremonia, Pero rotos y polvorientos. Entonces aparece
(Desaparece camino del balcón, empujada por los tres a su lado, Pero fuera del balcón, el Viejecito. Con voz
hombres.) dulce grita.

ROGELIO (solo): ... Y tuvo tantas parejas y eran tan EL MENDIGO: Viva la Reina.
sabias, tan taimadas... que no había más remedio
para ella que intentar encontrar las réplicas. Las
(Se marcha tímidamente, como ha venido.
que ellos querían. Dentro de poco tendrá parejas
Por fin, un viento fuerte mueve las cortinas: Chantal
taimadas y sabias. Ella será la contestación que aparece.
esperan... La Reina le hace una reverencia. Se oye un estampido,
cae Chantal. El General y la Reina se la llevan
(Conforme va hablando, se aleja el decorado hacia la muerta.)
izquierda, oscurece y él mismo se aleja hablando
y desaparece entre bastidores; cuando vuelve la CUADRO DECIMOQUINTO
luz, el decorado del cuadro está en su sitio.)
El salón de gala. Espejos. Arañas. Mesas bajas. poder trágico y altivo? (Los mira.) Cuando se les
Sofás. Se nota cierto desvencijamiento ligeramente examina, en efecto, parecen anémicos. No.
arreglado. A la derecha, en unos cojines de satén rosa, Quiero que mi reflejo sea a la vez legendario y
están sentados el Juez, el Obispo y el General, con sus
humano, que participe por cierto de los
uniformes y sus trajes. Sin embargo, el General ya no
tiene botas. En el rincón de la derecha, en el de la principios eternos, pero que en él se reconozca
izquierda y en el fondo tres máquinas fotográficas con mi cara. No se les olvide. Quiero atormentar la
pedestales, cubiertas con un velo negro. Cuando se alza memoria de los hombres. Vuelvan, pues, a sus
el telón, el Jefe de la policía, a la izquierda, está máquinas y puesto que son incapaces de hacer
hablando con los tres muchachos —las Lágrimas, la otra cosa, mírenme vivir. Y que les inspire.
Sangre y el Esperma—y éstos le enseñan varias ¡Váyanse! (Luego cambia de decisión y les
fotografías. El Jefe de la policía lleva una chaqueta gris,
lanza) He dicho vivir, señores. O morir.
un Pantalón de jinete y botas de color de caoba; lleva en
la mano el látigo de verdugo. (Los tres jóvenes vuelven cada uno a su máquina
fotográfica se esconden bajo el velo negro.)
EL JEFE DE LA POLICÍA (al Esperma): Usted exagera. EL JEFE DE LA POLICÍA (al Juez, al General y al
EL ESPERMA: De todas maneras, señor, es este reflejo Obispo): ¿Qué ocurre, señores, de nuestro lado?
de sí mismo el que le obsesiona y el que debe (Los tres hombres se levantan.)
causarles obsesión EL OBISPO: Estábamos recuperando la mayor cantidad
(El Jefe de la Policía hace un ademán irritado.) posible de muertos. Pensábamos momificarlos y
EL JEFE DE LA POLICÍA (a la Sangre): ¿Y usted, depositarlos en nuestro cielo.
señor? EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Qué significa recuperar,
LA SANGRE (enseñando un clisé): El manto rojo del Excelencia?
verdugo y su hacha. Propongo el rojo amaranto y EL OBISPO: Nuestra grandeza y la suya, exigen...
el hacha de acero. EL JEFE DE LA POLICÍA (irritado y seco): Su
EL JEFE DE LA POLICÍA: Ya se ha representado. En el grandeza exige la mía.
salón 14, llamado el de las ejecuciones capitales. EL OBISPO (inclinándose): Su grandeza exige que haya
(A las Lágrimas.) ¿Y usted, señor? hecho una hecatombe en el campo rebelde. Sólo
LAS LÁGRIMAS (enseñando su clisé): Quise reaccionar conservaremos para nosotros, caídos en nuestras
contra que insiste en la brutalidad, y he preferido filas, algunos mártires, a quienes rendiremos
romántica... (El Jefe de la policía le interrumpe) honores que nos honren.
EL JEFE DE LA POLICÍA (malhumorado). Esas EL JEFE DE LA POLICÍA: Muy bien. No vacile en
mascaradas, ponen de manifiesto su falta de multiplicar los cadáveres de godos los tamaños.
imaginación ¿quizá estéis agotados? ¿Hasta la EL JUEZ: Que no se toque a los niños.
sangre, las lágrimas, el esperma perderían su
EL JEFE DE LA POLICÍA: Al contrario. Tengo que EL OBISPO: Yo, de todas maneras y en todas las
actuar contra las nuevas generaciones. Y por el ocasiones, tengo que actuar. En plena tempestad
terror. Porque, naturalmente, ¿nunca hay nada tengo que sosegar las olas en el momento más
nuevo? (Silencio molesto.) ¡Contesten! ¿Nada? Y desesperado del combate. Atraer sobre nuestros
sin embargo, han bajado las persianas. ¿Nadie ha ejércitos la amable mirada de Dios. Y después de
venido? la victoria, cantar un tedéum.
EL OBISPO (tímidamente): Acaban de levantarlas. EL GENERAL: ¿Y después de la derrota?
EL JEFE DE LA POLICÍA: Puede ser, pero tengo prisa. EL JEFE DE LA POLICÍA: Silencio, mi general. Es una
Es necesario, pues, que las imaginaciones se posición indigna, impensable.
conmuevan, primero las más impresionables, las EL JUEZ: ¿Costará mucho trabajo establecer los
más cándidas. tribunales? Mataron a muchos magistrados.
EL JUEZ: Hemos ahorcado a setecientos ochenta. ¿No le EL GENERAL: Desengáñese. Los muy cobardes se
parece suficiente? Tuve que juzgarlos a escondieron. Dentro de unos días volverán a
velocidad del rayo. Déjeme un momento de florecer.
descanso. EL JUEZ (con fuerza): La mayor parte ha sido asesinada.
EL JEFE DE LA POLICÍA: Las matanzas son también Habrá que nombrar a otros nuevos y volver a
una fiesta en la que el pueblo nos odia de todo educar a los que sobreviven... Temo mucho que
corazón. Me refiero, claro está, a «nuestro» la justicia tenga que sufrir de este miedo que ha
Pueblo. Por fin, ha logrado levantar una estatua experimentado y que se muestre estúpidamente
en su corazón para acribillar a cuchilladas. Lo injusta.
espero, por lo menos. EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Usted teme, pues, la
EL JUEZ: ¿Y eso no le inquieta? injusticia?
EL JEFE DE LA POLICÍA: De momento, no; sólo he EL JUEZ (hipócrita): No me comprende bien. Digo que
ahorcado a unos traidores y he brindado al mi propia crueldad cobra tanto más relieve
pueblo un héroe: el cadáver de Arturo está cuanto más se destaca sobre un fondo de
expuesto día y noche en el salón funerario, donde clemencia.
todos pueden deleitarse a su vista. El pueblo EL OBISPO: Deje un poco de severidad a la Iglesia. Su
tiembla. intervención es necesaria.
EL JUEZ: Alterne el miedo y el odio con la esperanza. EL JUEZ: Creía que usted era todo dulzura...
EL GENERAL: Durante el período de esperanza, ¿qué EL JEFE DE LA POLICÍA (muy autoritario): Ustedes
haremos nosotros? ¿Nada? serán, pues, clementes y duros a la vez y
EL JUEZ: Usted, nada. Pero el obispo y yo tendremos alternativamente. Exijo una Iglesia todopoderosa.
trabajo. Pero, señores, tengo la impresión de que ustedes
divagan. Es cierto que en un momento decisivo, EL OBISPO: Es verdad y es falso. Es verdad, porque
en determinadas coyunturas, tuve que recurrir a cada acto tenía que llevarnos hacia la Gloria
ustedes para subyugar al pueblo sublevado. buscada. Es falso, porque cada acto contenía en
Reconozco que los unos y los otros se mostraron sí mismo su fermento de novedad.
a la altura de la situación. Pero, señores, sus EL JEFE DE LA POLICÍA: No, señor.
papeles eran honoríficos y quiero que lo sigan EL OBISPO (ofendido): ¿Señor?
siendo. Pero he aquí que ustedes confiesan sus
EL JEFE DE LA POLICÍA (con una sonrisa): Perdone,
deseos de actuar... Excelencia. Pero ese fermento de novedad se
EL OBISPO: Usted mismo nos ha reunido para veía inmediatamente esterilizado por el hecho de
consultarnos. que el acto se cerraba en sí mismo.
EL JEFE DE LA POLICÍA: No ha sido para EL JUEZ: Eso nos hacía adquirir mayor dignidad.
consultarles, sino para darles mis órdenes.
EL JEFE DE LA POLICÍA: Desde luego, señor juez,
EL GENERAL: ¿Y usted ya no tolera que pero esa dignidad que ha llegado a ser tan
intervengamos en sus decisiones? humana como el cris-tal, hace que usted esté
EL JEFE DE LA POLICÍA: De ninguna manera. Soy yo negado para llegar a gobernar a los hombres.
quien manda y quien lo organiza todo. Porque, al EL OBISPO: Lo que dice usted es bastante sensato, pero
fin y al cabo, hay que ser lógico. Aceptarán que usted mismo no podría gobernar sin el prestigio
los defina: si ustedes son lo que son... que nuestra dignidad nos concede.
EL JUEZ: Por favor, un poco de pudor. EL JEFE DE LA POLICÍA: Por encima de ustedes, más
ELJEFE DE LA POLICÍA: No se apuren. Decía que si sublime que ustedes, está la Reina. De momento,
ustedes son lo que son, es decir, general, obispo, ella me concede el poder y el derecho. Por
juez, es porque han deseado llegar a serlo. Y encima de ella está nuestro estandarte y ella se
deseado que se sepa que lo han llegado a ser. Por refiere a él, en el que he hecho descuartizar la
lo tanto, han hecho todo lo necesario para imagen de Chantal victoriosa, nuestra santa.
alcanzarlo y lograrlo a los ojos de todos. ¿No es EL OBISPO: Por encima de Su Majestad, a quien
eso? veneramos, y de su bandera, está Dios, y habla
EL GENERAL: Poco más o menos. por mi voz.
EL JEFE DE LA POLICÍA: De acuerdo. Por lo tanto, EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Y encima de Dios?
nunca han hecho un acto por el acto en sí mismo, (Silencio.)
sino siempre para que ese acto, encadenado con Vamos, señores, ¿no contestan? ¡Por encima de Dios
otros, haga de ustedes lo que son: obispo, juez, están ustedes, porque sin ustedes Dios no sería
general... nada! Y por encima de ustedes estoy yo, porque
sin mí...
EL JUEZ: ¿Y el pueblo? EL.OBISPO: Nadie tiene poder. Pero usted quiere que lo
EL JEFE DE LA POLICÍA: Está de rodillas ante Dios, tengamos sobre el pueblo, Para tenerlo sobre él,
por lo tanto... (Los cuatro sueltan la carcajada.) primero tiene usted que reconocer que lo
por eso quiero que ustedes me sirvan. tenemos sobre usted.
EL OBISPO (presumido): Aquí es donde se plantea el ELJEFE DE LA POLICÍA: ¡Nunca!
problema, y con mucha seriedad: ¿Se va a servir EL OBISPO (de pie): Está bien. En este caso, volvamos
usted de lo que representamos o nosotros (señala a nuestras habitaciones, para seguir buscando en
a los otros dos) vamos a hacerle servir lo que ellas una dignidad absoluta. Más hubiera valido
representamos? no salir de ellas jamás. Porque en ellas estábamos
EL JEFE DE LA POLICÍA (enfadado): A mi favor tengo a gusto y usted vino a extraernos. Porque, señor,
la inteligencia y la fuerza. era una situación agradable. Una condición muy
EL OBISPO. Tenemos poderes quizá más eficaces. Con tranquila: en la paz, en la dulzura, detrás de los
la inteligencia de usted y sus claras nociones, el postigos, detrás de las cortinas acolchadas,
pueblo puede entablar un diálogo. Puede discutir. protegidos por unas mujeres solícitas, protegidos
Nuestro poder es oscuro e indiscutible. por una policía que protege los burdeles,
podíamos ser general, juez y obispo hasta la
EL JEFE DE LA POLICÍA (levantándose): ¡Usted es tan
perfección y hasta el gozo. De este estado
charlatán!
adorable, envidiable, sin desgracia, usted nos. ha
EL OBISPO (levantándose) Puede gritar más fuerte que
sacado brutalmente, pero después hemos probado
yo si quiere, pero no olvide mi dignidad.
otras dulzuras: las dulzuras amargas de la acción
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¡No es gran cosa! Yo fui el
y de la responsabilidad. Éramos juez, general,
que le nombró. Fui yo el que le encontró en una
obispo, para ser obispo, juez, general, bajo una
habitación de burdel...
perfecta, total, solitaria y estéril apariencia. Usted
EL OBISPO (fuera de sí): Mientras estábamos en una ha querido, señor, que lo fuéramos esta noche
habitación de burdel, pertenecíamos a nuestra para contribuir a una revolución, o más bien a un
propia fantasía: ya que la hemos expuesto, ya que Orden, y para perfeccionarlo, para asentarlo de
la hemos nombrado, ya que la hemos publicado, cierto modo. Nuestra aparición en público nos
ahora nos vemos comprometidos con los hizo, ya, tomar parte en la aventura. La pureza
hombres, comprometidos con usted, y nos vemos ornamental, nuestra lujosa y estéril —y
en la obligación de seguir adelante con esta sublime— apariencia estaba roída. Ya no la
aventura, según las leyes de la visibilidad. recobraremos. De acuerdo. Pero esa dulzura
EL JEFE DE LA POLICÍA: Ustedes no tienen ningún amarga de la responsabilidad de la que hablaba,
poder. su sabor permanece en nosotros y nos parece
agradable. Ya nuestras habitaciones no son
secretas. Usted nos ha hecho daño al arrastrarnos EL JUEZ: ¡Es demasiado!
hacia la luz, vamos a vivir en la luz, pero con PL JEFE DE LA POLICÍA: No tanto. Ustedes han
todo lo que eso implica. Juez, obispo, general, exigido que les rinda el homenaje debido a sus
vamos a obrar ahora para reducir sin tregua esos dignidades y que los llame excelencia, mi
adornos y esas divinidades. Vamos a hacerlos general, etc. De acuerdo. ¿Esto significa, pues,
servir. Pero para que nos sirva y le sirva — que desean seguir siéndolo? ¿Sí o no?
puesto que hemos escogido defender su orden EL GENERAL: Sí.
(quiero decir, que nuestra dignidad sólo podía
EL JEFE DE LA POLICÍA: Tocado! Puesto que desean
defender ese orden) —, tiene usted que reconocer
que los reconozca por tales, ¿quieren seguir
su poder y rendirle homenaje. Por Io tanto, señor, siéndolo según la idea que tengo del hecho? Y
no se olvide al hablarnos de valerse de un
siguiendo el sentido general que suelen implicar
lenguaje que reconozca nuestro poder. ¿Me
tales dignidades. Está bien. Por lo tanto, es
comprende, verdad? necesario que yo vaya siempre hacia el
EL JEFE DE LA POLICÍA: Excelencia, señor juez, mi máximum de reconocimiento en sí mismo. Muy
general... (Larga pausa, mientras tanto, el Jefe bien. ¿Sí o no? (Nadie contesta.) Vamos, señores.
de la policía parece preocupado e intenta ver ¿Sí o no?
claro.) Ustedes han hablado muy bien y primero
EL JUEZ (tímidamente): Podemos intentar, con
quisiera rendir homenaje a su elocuencia, a su
prudencia, desde luego, torcer hacia una
facilidad de elocución, a la limpidez de su dirección ligeramente nueva...
timbre, al poder de su voz. Sólo soy un hombre
EL GENERAL: ¿Está loco? Si pensamos, los hombres a
de acción enredado en mis palabras y en mis
lo mejor nos siguen en pensamiento y, en este
ideas cuando no son inmediatamente aplicables;
caso, ¿dónde nos pararemos?
por eso, durante unos segundos, me pregunté si
EL JEFE DE LA POLICÍA: Muy bien dicho, mi general.
os mandaría volver a la perrera. No lo haré. Por
Y ahora, ¡a la perrera! Pues bien, señores, si yo y
lo menos, no por ahora, puesto que... ya han
gracias a mí, el pueblo entero les reconocemos en
vuelto ustedes allí.
su dignidad, y cada vez más en ella, y en el
EL GENERAL: ¡Caballero!
sentido más estricto de la palabra, púes bien,
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¡Tocado, mi general!. Es señores... pero...¡aún están en el burdel!
verdad; aún no puedo jugar con mi juego de
(Uno tras otro los tres hombres dejan escapar un
peones. Ustedes están solos. Necesito tiempo
inmenso suspiro.)
para reproducirlos. Sin embargo, están ustedes en
EL JEFE DE LA POLICÍA (prosiguiendo): Esto es un
un atolladero y yo no les prohíbo pensar ni
alivio para ustedes, ¿verdad? En realidad, a
actuar, sino que se lo impiden sus propias
ustedes no les apetecía de sí mismos y
dignidades.
comunicar, aunque fuese con actos de maldad, EL JEFE DE LA POLICÍA (casi con ansiedad): ¿Han
con el mundo. Los comprendo. (Amistoso.) A mí examinado bien todos los salones?
mismo, ¿saben?, me sucede cuando estoy EL JUEZ: Todos, sí, señor. Si sucede el acontecimiento,
demasiado cansado de inventar para los hombres, todos los timbres nos informarán. He dado
cuando estoy demasiado rendido por el peso del órdenes.
poder y de la responsabilidad, me sucede, pues, EL JEFE DE LA POLICÍA: Nada. Ya lo ven, la Gloria y
desear huir en una de mis imágenes. la Muerte huyen de mí. Cuánto les envidio a
Desgraciadamente, mi imagen aún es demasiado ustedes, que estando vivos conocen la una y la
agresiva. Aún es eficaz para la acción. No está otra. Y sin embargo, lo he intentado todo: he
representada. Incita a un progreso cada vez calzado sus botas, mi general. (Señala las botas.)
mayor, Y si intento fundirme en ella, no
EL GENERAL: No me atrevo a echarlas de menos, y sin
encuentro descanso. Desgraciadamente, mi
embargo...
imagen está en movimiento. Aún no está
EL JEFE DÉ LA POLICÍA: ¿Me lo reprocha? (Al Juez.)
definida. En resumidas cuentas, como ustedes lo
Señor juez, conservo en la mano el látigo de su
sabrán, no pertenece a la nomenclatura de los
verdugo, y usted, Excelencia, me queda el
burdeles. (De repente, muy cansado.) Vamos,
rosario. Y aún con esto les rindo homenaje. Pero
señores, ¿ustedes no se compadecerán del pobre
¡nada, nada, nada, nada, nada!
hombre que soy yo? (Los mira alternativamente.)
Vamos, señores, ¿se les ha secado el corazón? EL OBISPO (al Juez y al General): Puede ser, en efecto,
que no hayamos medido toda la profundidad de
(Los tres hombres agachan la cabeza.) Ustedes
su tormento. Hemos ido demasiado lejos y
se callan. ¿Qué tengo que decirles más? ¿Creen
demasiado brutalmente. Pensemos en lo que
que en mi voluntad de asumir todas las
vamos a perder si abandonamos nuestras
responsabilidades de la acción, no hay algo de
máscaras.
ternura hacia ustedes? ¿Y mucha generosidad?
(Con mucha tristeza.) Y ustedes, en vez de EL JUEZ: Es cierto que la justicia sólo puede.
agradecérmelo, de ayudarme, con una pasividad beneficiarse exaltándose en la soledad.
cada vez mayor, se empeñaban en abandonar sus EL JEFE DE LA POLICÍA: Piénsenlo, señores. Para
admirables y cómodos atavíos. Pero ustedes se precisaron, con exquisitos balbuceos,
¡desgraciados!, si actúan, dentro de poco estarán esos salones y esos ritos ilustres. Necesitaron un
desnudos. Señores, temen la desnudez. ¡Ah!, si largo trabajo, una larga paciencia. Una
pudiera adornarme... Porque, naturalmente, no experiencia varias veces centenaria. Ustedes
hay nada nuevo, ¿verdad? tienen la suerte de sacar provecho de ellos; y sin
EL JUEZ: Me lo temo. Nos habrían avisado. embargo, ¿querrían volver hacia el aire libre?
¿En el combate?
EL GENERAL: Pero, usted mismo... EL JUEZ: ¿Ha renunciado a ellos definitivamente?
EL JEFE DE LA POLICÍA: Lo mío es distinto. Una EL JEFE DE LA POLICÍA: Sí... casi... no... No sé, en
especie de escozor me obliga a intentar realizar fin, si fuera necesario...
un nuevo tipo, una nueva ilustración. Soy el EL GENERAL: Era... ¿muy audaz?
Hombre del Destino, pero ¡cuánto me cuesta! EL JEFE DE LA POLICÍA: Mucho, demasiado; nunca
Incluso, ¿triunfaré un día? me atreveré a decírselo.
EL OBISPO: Todos lo esperamos, ¿verdad, señores? EL OBISPO: ¿Incluso en la confesión?
EL JUEZ Y EL GENERAL: Sí, de verdad, lo esperamos. EL JUEZ: En una confesión, usted sólo se enteraría, y
EL JEFE DE LA POLICÍA (emocionadísimo): Gracias, nosotros, ¿qué?
amigos míos. Gracias. (Un silencio bastante EL OBISPO: Busco una manera de liberar una
largo, durante el cual; el Jefe de la policía conciencia desdichada.
parece meditar.) Lo más difícil, ya ven no habrá
EL JEFE DE LA POLICÍA: Señores, tengo bastante
sido intentar y conseguir, eso espero, una confianza en su juicio y en su abnegación. Bien
aventura heroica, eso no, sino de dar al héroe que
mirado todo, puedo el combate también por la
yo seré, su apariencia definitiva. Con una audacia de las ideas. Además, al fin y al cabo, ya
facilidad desconcertante, casi obscena, Chantal,
no sé qué hacer. He aquí: Me han aconsejado
nuestra santa, ha entrado en la Historia. Es cierto
aparecer bajo la forma de un falo gigante, de un
que murió por eso. Yo he intentado varios sexo mayúsculo. (Los tres hombres parecen
envoltorios: ninguno ha dado resultado. Me
atónitos.)
sometieron muchos proyectos...
EL JUEZ: ¿Un falo? ¿Mayúsculo? ¿Quiere decir,
EL JUEZ: Le temen, sin embargo. Le tienen miedo y enorme?
envidia.
EL JEFE DE LA POLICÍA: De mi estatura.
EL JEFE DE LA POLICÍA: Tengo miedo de que teman,
EL JUEZ Pero es muy difícil de hacer!
que envidien a un hombre... pero... (busca) pero
EL JEFE DE LA POLICÍA: No tanto. Las técnicas
no una arruga, por ejemplo, o un mechón de pelo
nuevas, nuestra industria de la goma, permitirían
o un látigo.
los más logrados milagros. No, esto no es lo que
EL GENERAL: ¿Usted probó varios?
me preocupa, sino más bien... (Volviéndose hacia
EL JEFE DE LA POLICÍA: Ya se lo he dicho, me el Obispo.) ¿Qué opinaría de eso la Iglesia?
presentaron muchos proyectos; el último hasta
EL OBISPO (después de pensarlo): Nada definitivo
esta fecha me ha sido propuesto hace un
puede fallarse esta noche. Desde luego, la idea es
momento. (Señala con el dedo el lugar donde
audaz, pero si su caso apareciera desesperado,
estaban los fotógrafos.) Pero de verdad no me
quizá podríamos examinar el asunto. Sería, eso
atrevo a hablarles de ellos.
sí, un temible disfraz y, si usted tuviera que
transmitirse de esta forma de generación en EL JEFE DE LA POLICÍA (Precipitándose). Pero, ¿qué
generación... (Hace un ademán, un gesto pasa, Carmen, está usted enferma? Está roja. ¿Es
equívoco.) sangre? ¡Carmen!, ¿está herida? (dice que no con
EL JEFE DE LA POLICÍA: ¿Usted me lo desaconseja? la cabeza.) Entonces, ¿de qué se trata?,
EL GENERAL (tímido): Quizá si pintáramos en él explíquese. ¿De dónde viene la sangre?
nuestros colores nacionales... CARMEN (le cuesta mucho hablar) . Esta mañana,
EL JUEZ: Y si escribiéramos en él un texto de ley... Elyane ha trabajado con el primer cliente. El
legionario…
EL OBISPO: Si de él se escapara la paloma del Espíritu
Santo... EL JEFE DE LA POLICÍA. — Muy bien. La vida vuelve
a la normalidad poco a poco.
EL GENERAL (con fuerza): Tiene que ser un emblema
patriótico. CARMEN. — Y hace poco ha venido uno para mí. No sé
cómo decírselo, señor. Se ha mostrado
EL JUEZ: Servirá a la magistratura. Vara de justicia...
curiosamente exigente.
EL OBISPO (autoritario): Llevará el testimonio del más
venerable principio del mundo, pero surcado de EL JEFE DE LA POLICÍA. — Divertido. ¿Qué
arañazos, azotado, cubierto de heridas. exigencias? Hable. Estamos entre hombres.
EL OBISPO (vuelto hacia el JUEZ y el GENERAL).
EL GENERAL (con fuerza): Será el asta.
Conocemos esas cosas. (Todos ríen con risa
EL JUEZ: El fiel de la balanza.
sonora.)
EL OBISPO (tajante) El motivo de nuestro odio.
CARMEN (al JEFE de la policía): Señor, ha pedido un
JEFE DE LA POLICÍA (aplacándoles con un ademán).
brazalete como el suyo, un sombrero como el
Por favor, un poco de calma, todavía no he
suyo…
tomado mi decisión. Pero ya lo pueden
EL JEFE DE LA POLICÍA (tras un taconazo). — Y
comprobar, señores, mi situación no es
luego, ¿qué?,
envidiable. (De repente, con rabia.) Y sin
embargo, me niego a darme por vencido. CARMEN. — Una peluca como la suya.
De repente se abre la puerta y aparece CARMEN. Está EL JEFE DE LA POLICIA ¿Una peluca? ¿Sabìa que
llevo una peluca?
Pálida. Asustada y cubierta de sangre. Se
tambalea y se recuesta en el tabique. Pt, JUEZ (sonriendo). Usted es el único que no sabe que
todos lo saben.
EL JEFE DE LA POLICIA, Carmen, ¿qué pasa?
(Silencio.) hable, ¿qué hace Su Majestad? CARMEN. Se ha pintado en la frente su cicatriz…
CARMEN (con voz apagada y tono mecánico). Está (Silencio.)
bordando, Borda y no borda... Borda un EL JEFE DE LA POLICIA (con mucha impaciencia). Y
Invisible... (Se para, como si de repente sintiera por fin, ¿qué ha hecho?
gran malestar.) Carmen se calla, muy largo silencio.
EL OBISPO (al JEFE de la policía, saludándole) ¿Estará que decir que no sabe jugar. (Solemne.) Por lo
usted contento? tanto, una imagen mía viva va a perpetuarse
EL JEFE DE LA POLICIA. Señores, accedo vete, secretamente. El drama empieza a ser
Carmen (CARMEN no se mueve.) ¡a la gloria! representado. Se celebrará una misa rezada a mi
Una nueva constelación se inscribe en el cielo gloria. Por lo tanto, a partir de este instante todo
que ya conocen. Pero mi trabajo tendrá que cambia. Les convido a glorificarme y a glorificar
multiplicarse porque tendré que encontrar la mis funciones. ¡De rodillas!, vamos, señores, ¡de
fuerza necesaria para actuar cerca de los hombres rodillas! (Los tres hombres se arrodillan,
y para alimentar con toda mi vida una imagen de mientras CARMEN queda en un estado de
burdel. Pero no se confundan: en vez de estar Postración blanducha; recostada en la pared.)
aterrorizado, me siento reconfortado... (A ¡Y ahora, recen! ¡Recen, señores!
CARMEN.) Pero no has terminado; esta sangre, LOS TRES JUNTOS Padre nuestro que estás en los
¿qué es?, ¿y quién es este primer cliente? cielos... (De repente, como espontáneamente, se
(Riéndose,) Ese desvirgador inesperado, ¿le abre la puerta de par en par. El DELEGADO de
conozco? la corte aparece el primero y anuncia: "Señores,
CARMEN. No sé si acordará de él, es el antiguo la Reina".)
fontanero de doña Irma. Es el que pervirtió a IRMA aparece con la corona puesta, una cola,
Chantal. joyas, etc.; la siguen ARTURO, todas las putas,
EL JEFE DE LA POLICIA (intentando acordarse). No, ROGELIO y por fin CHANTAL. Todos sonríen gran
no veo. Pero poco importa. Lo principal es que satisfacción.
mi imagen haga soñar…,pero esta sangre, EL JEFE DE LA POLICIA. — ¡De rodillas, señora!
Carmen, porque tú no eres virgen! (todos ríen.) IRMA. ¡Jorge! (Reparando en CARMEN.) Carmen,
CARMEN. — No, señor, la sangre… Él se vistió, pues, ¿estás muerta? (Se Inclina hacia CARMEN.)
se disfrazó de usted mismo. Hizo lo que no EL JEFE DE POLICIA. — Irma, ¿me escuchas? (IRMA
puedo decir, luego sacó un puñal de una de sus levanta la cabeza y le mira.) Irma, desde hace un
botas y me tiró a la cara la cosa con la cual, momento, pertenezco a la lista. (IRMA saluda,
señor, ya no desvirgará a nadie. (Se cae. luego se arrodilla, al mismo tiempo el
Mecánicamente, el JEFE de la Policía lleva la DELEGADO.) ¡Y recen, me cago en Dios!
mano a su bragueta, toca muy claramente sus (Avanza hasta el centro del escenario, mira a los
cojones y, tranquilizado, da un suspiro. fotógrafos, y por lo tanto está de espadas al
EL JEFE DE LA POLICIA (estallando de repente) ¿Y público.) Y para la posteridad, ¡fuego! (Tres
nada más? ¿Y quizá se creerán que esto me va a relámpagos casi simultáneos de magnesio.) ¡Otra
asustar? Al revés; esta anécdota me divierte. vez! (Tres nuevos relámpagos. Se vuelve hacia el
(Breve silencio.) En cuanto a ese fontanero, Hay público.) Y ahora voy a poder ser bueno.
(Volviéndose hacia el GENERAL, luego hacia el
OBISPO, luego hacia el JUEZ.) ¡Y piadoso!, ¡Y
justo! (Permanece inmóvil en medio del
escenario, bajo los relámpagos de magnesio, y
con el canto de los órganos que se acaban de oír,
su cara se ilumina y se tranquiliza.)
LA REINA (a coro, con los demás). — Padre nuestro
que estás en los cielos, hágase tu voluntad. ,
Música, trompetas a lo lejos.
TELÓN

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