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ABUSO SEXUAL EN LA FAMILIA.

SANANDO UNA HERIDA


TRANSGENERACIONAL
ABUSO SEXUAL EN LA FAMILIA.
SANANDO UNA HERIDA TRANSGENERACIONAL

Copyright & Credenciales

“ABUSO SEXUAL EN LA FAMILIA. SANANDO UNA


HERIDA TRANSGENERACIONAL”
Por Olga Casteres O.
Copyright © 2020
Olga Casteres Olarreaga
Todos los derechos reservados

Publicado de manera independiente por Olga Casteres Olarreaga,


inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual de Las Palmas de Gran
Canaria, España, con fecha 9 de marzo de 2020 y con número de solicitud:
GC-84-2020.

“Abuso sexual en la familia. Sanando una herida transgeneracional” es


un ensayo de corte psicológico y espiritual basado en la propia experiencia
personal de la autora, así como en los fundamentos teóricos sobre los que
se apoya su trabajo profesional como psicoterapeuta.

Con agradecimiento a mis lectores previos a la publicación: Matthew


Engelman, Vanessa Sooden, Chelo Sánchez y Olga Ortega.

Diseño de portada por Olga Casteres.


Prólogo
Las mujeres y hombres que de niños hemos vivido en nuestro seno
familiar abusos sexuales que no fueron expresados, escuchados,
comprendidos, reparados o sanados a tiempo, vivimos nuestra infancia
desprovistos de algo que intuíamos que sí tenían todos los demás, y
crecimos con un secreto bien guardado en nuestro interior, algo horrendo y
oscuro que no queríamos que nadie supiera que estaba ahí. En lo más
profundo de nuestro ser nos sentíamos como un felpudo al que cualquiera
podría volver a usar y pisar y estábamos convencidos de que éramos
alguien indigno, sin ninguna valía personal, e incapaz de amar y de ser
amado de verdad.
Porque cuando eres aún una niña y es en la propia familia, tu mayor
refugio ante el mundo, donde estás viviendo el acoso, el peligro, el miedo y
la ansiedad que genera el no saber cuándo volverá a ocurrir -sabiendo que
volverá a ocurrir-, ¿cómo podrías esperar algo mejor de la vida?
En los poquísimos casos en los que la niña supera su miedo y su
vergüenza y se atreve a contarlo, tendrá mucha suerte si hay un adulto en la
familia lo suficientemente despierto como para reconocer, aceptar y
afrontar lo sucedido de una manera abierta y reparadora. En el mejor de los
escenarios, el niño o la niña necesitará unos cuidados y una atención
especiales, que incluyen un abordaje terapéutico durante un largo tiempo.
Si no recibe esa ayuda tras contarlo, como me ocurrió a mí, se verá avocada
a enfrentar una vida llena de desafíos y conflictos existenciales, en los que
una profunda inestabilidad emocional marcada por la herida de haber sido
abandonada a su suerte, no le permitirá construir prácticamente ninguna
relación estable y saludable hasta que logre reparar lo sucedido.
Aunque en este libro me voy a centrar en los abusos acaecidos dentro
del seno familiar, he de decir que los casos en los que ocurre en el entorno
exterior, ya sea en el colegio, en alguna actividad deportiva o en los
múltiples escenarios posibles, tienen también unas consecuencias
devastadoras y traumáticas que necesitarán de atención psicológica. La
diferencia primordial es que en estos casos a los niños les resulta más fácil
contarlo a los adultos más cercanos, generalmente a sus padres, pues no
entra en juego el dilema de mantener la lealtad hacia el propio clan. El
grado y la profundidad de su herida emocional dependerá de los muchos
factores que entran en juego en cada caso, pero a diferencia de los que
hemos vivido el incesto, estos niños no llevarán el trauma añadido de sentir
en lo más hondo de su ser una desprotección total. Aun así, el enfoque
espiritual y transgeneracional que desarrollo en el libro es válido para
ambos casos, ya que siempre que tienen lugar experiencias de abuso sexual,
hay una relación directa con traumas no sanados en generaciones anteriores
del sistema familiar.
Las mujeres que hemos vivido abusos no pensamos que era el otro el
que se equivocaba o tenía problemas sin resolver, pues de niñas aún no
teníamos la capacidad cognitiva y racional para comprenderlo de esa
manera. Muy al contrario, la lealtad inconsciente al sistema familiar y
nuestra propia inocencia, nos llevaron a construir en nuestra psique un
sistema de creencias e ideas sobre nosotras mismas que nos hicieron sentir
que la culpa era nuestra, y que “el mal” estaba dentro, muy dentro.
Crecimos sintiendo una envidia desgarradora al ver la estabilidad y la
felicidad que la mayoría de nuestros amigos, hermanos y conocidos eran
capaces de construir en sus vidas, y el anhelo del paraíso que durante un
tiempo sí conocimos y que ya habíamos perdido nos acompañaba de día y
de noche allá donde fuéramos. En el patio del recreo, en los cumpleaños de
las amigas o de algún hermano, en los días de juegos en la playa…en cada
situación cotidiana ya estaba grabada en nosotras aquella voz que nos
repetía una y otra vez: “tú no te mereces vivir como ellos. Tú eres
diferente. No vales nada. Nunca tendrás una vida bonita y feliz. Eres una
mierda”.
Y así fue como aprendimos a levantar una coraza entre el mundo y
nosotras, buscando inconscientemente protegernos de un dolor del que no
había escapatoria, pues sin saberlo, nos habíamos convertido en nuestra
enemiga más despiadada y cruel. Cuanto más nos protegíamos, más
aisladas e infelices nos sentíamos, y no comprendíamos por qué no
podíamos tener una vida “normal” como los demás.
Logramos alcanzar la vida adulta sobreviviendo a nuestras propias
batallas internas, que cargadas de profundos altibajos emocionales e ideas
sombrías acerca de nuestra nula razón de existir, nos convencieron de que
había algo mísero y deplorable en nosotras. Seguimos reforzando nuestra
coraza emocional tratando que los demás no percibieran eso tan horrendo
que queríamos ocultar y subsistiendo en un mundo que cada vez se nos
presentaba más hostil, pues nuestras “rarezas” chocaban cada vez más con
la realidad exterior, al provocar inconscientemente conflictos en
prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida. Enfados y estallidos de ira
“sin motivo”, una susceptibilidad exagerada a las críticas, dependencias y
enganches afectivos, fluctuaciones bruscas y repentinas en nuestro estado
de ánimo, exigencias, desprecios, manipulaciones, mentiras…y un largo
etcétera de conductas autodestructivas que podrían resumirse en una
búsqueda encarnizada y obsesiva del amor, el respeto y la dignidad que
creíamos haber perdido.
En ese afán por sobrevivir, unas desarrollamos un carácter rebelde,
otras el de la buena y sumisa, otras necesitaron intelectualizar cada
experiencia de vida con tal de no volver a sentir, otras se volvieron
dependientes…y muchas, nos convertimos en una mezcla de todo lo
anterior.
Pero el nexo común que realmente nos unió a todas fue que sin saberlo,
traíamos con nosotras la fuerza y el amor necesarios no sólo para sanar
nuestra herida, sino liberar también a nuestro sistema familiar. Dando su
lugar y reconociendo a todas aquellas voces de nuestros ancestros que a lo
largo de siglos y siglos vivieron en silencio la soledad, el miedo y la
angustia ante una experiencia tan devastadora como el incesto, tenemos la
capacidad de sanar su dolor y evitar así que nuestros descendientes vuelvan
a repetir la experiencia. Esto lo entenderás mejor en el capítulo de la
Epigenética Transgeneracional, en el que te explicaré cómo la ciencia ha
demostrado que no sólo heredamos las características de nuestros rasgos
físicos, sino que todo lo que quedó oculto, callado, reprimido y sin sanar en
nuestro sistema familiar se transmite también a las generaciones
siguientes, con el único fin de que el trauma pueda ser expresado y
liberado.
En las páginas que estás a punto de leer vas a comprender por fin no
sólo el motivo sagrado por el que tu alma escogió vivir esta experiencia,
sino que además verás que transitando el camino de la comprensión, la
aceptación y el perdón profundos, podrás liberar a las futuras generaciones
de tu clan, tendiéndoles el puente para que puedan vivir desde una
vibración mucho más elevada, que las llevará un paso más allá en el
camino de despertar espiritual en el que todos estamos inmersos.
Comprenderás también que para tu familia actual, incluido el abusador,
eres una maestra que ha venido a hacer de espejo y a mostrarles los
aspectos de su mente inconsciente que aún no han podido reconocer y
trascender. A través de tus “rarezas”, de tus enfados y de tus conflictos
sempiternos, les estás dando la oportunidad de aprender a ver más allá de
las
formas y de mirarte con un amor y una comprensión totales, si es que
algún día pueden llegar a asumir la experiencia del incesto como una
realidad que les pertenece a ellos tanto como a ti, pues no hay nada que
ocurra en el sistema familiar que no tenga relación de una manera u otra,
con cada uno de sus miembros.
Qué fuertes y valientes hemos sido al aceptar el reto de dar voz a todas
aquellas mujeres de nuestro clan que no pudieron hablar, e incluso en
ocasiones, de redimir a un ancestro que tomó el papel del abusador. Y lo
más importante y liberador: el perdón. Perdonarnos a nosotras mismas y
perdonar a nuestra familia actual por perpetuar el patrón inconsciente del
mutismo y la negación, entendiendo el perdón como la comprensión de que
en realidad no hay nada que perdonar.
La liberación, la paz que anhelamos, llega cuando comprendemos que
todos vivimos atrapados en la ilusión de estar separados de la Divinidad, y
que además cargamos con el miedo y la culpa ancestrales que también
hemos heredado a un nivel inconsciente a través de conceptos absurdos
como el pecado y el castigo. Cuando podemos contemplar a nuestra familia
con esa mirada amorosa, comprensiva y compasiva que durante años hemos
reclamado para nosotras, comprendemos que no hay nada que perdonar ni
nada que podamos juzgar, pues al igual que nosotras, cada cual lo está
haciendo lo mejor que puede y que sabe desde su nivel de conciencia
actual.
Al verlo todo de esta manera, sabemos que no estamos separados los
unos de los otros, que somos y formamos parte de una Totalidad amorosa e
integradora, y que lo que aún juzgamos y rechazamos en los demás, en
realidad es una oportunidad para ver algo que no hemos podido reconocer y
aceptar en nosotras mismas, pues todo lo que vemos fuera no es más que
una proyección de nuestro propio mundo interior.
Cuando lo puedas ver y sentir así, los viejos patrones limitantes que
gobernaban muchos aspectos de tu vida y de tus relaciones interpersonales
romperán sus cadenas y darán paso a todo lo que realmente has venido a
experimentar: el despliegue creativo y amoroso de tus verdaderos
potenciales y dones, que hasta ahora habían permanecido ocultos bajo el
miedo, los juicios, la culpa, la rabia y los resentimientos. Descubrirás que
has venido con el don de sanar aquello a lo que eres más sensible, pues es
en tu herida donde se encuentra la guía hacia lo que has sido llamada.
Cuando estés preparada, podrás cumplir con este propósito sagrado de
tu alma. Algún día le darás forma a esta oportunidad maravillosa de
liberarte y de liberar a tu clan, poniendo amor, comprensión y luz allí
donde tus ancestros no pudieron hacerlo. ¡Este es el legado maravilloso que
has heredado!

Olga Casteres O.
Las Palmas de Gran Canaria, marzo 2020
I: Angustia y Ego

Todos hemos sufrido en la infancia. Unos más que otros, pero nadie
puede eludir el verdadero propósito que hemos venido a realizar en este
plano de conciencia. Aquel dolor emocional que vivimos de niñas y que
reaparece insistentemente en nuestras vidas es en realidad la puerta de
entrada hacia una mayor comprensión sobre por qué la mayoría de las
veces acabamos haciendo justo lo contrario de lo que nos habíamos
propuesto hacer o posponiendo lo que sabemos que nos hará bien,
generando en nuestras vidas frustración, ansiedad, conflictos y todo tipo de
situaciones que no deseamos.
La respuesta es que esas emociones que tanto nos esforzamos en no
sentir son el único camino de vuelta a nuestra esencia, a lo que quedó
oculto bajo aquellas heridas. Así, huyendo del dolor generamos más dolor,
repitiendo conductas tóxicas y autodestructivas que nos mantienen
“distraídas” con nuestros problemas y lamentaciones, sin darnos cuenta de
que se trata de un mecanismo inconsciente del que necesitamos liberarnos
si de verdad queremos construir la vida de paz, amor y plenitud que tanto
anhelamos. Encuentro fundamental hablarte del origen de la angustia
existencial que todos llevamos guardada en nuestro inconsciente, así como
de las estrategias que nuestra mente encontró para huir de ella, pues esto te
va a ayudar a comprender muchas cosas de ti misma que hasta ahora
desconocías.
Constantemente escuchamos y hacemos uso de la palabra “ego” en
cualquier tipo de conversación coloquial, refiriéndonos a ella cuando
queremos indicar que alguien es prepotente o soberbio. “Tiene un ego
enorme”, hemos oído en multitud de ocasiones cuando hablábamos de
personas con alguno de estos rasgos. Así, la definición que encontramos en
el diccionario es “valoración excesiva de uno mismo”. En las líneas que
siguen voy a ceñirme al significado extraído del libro “Un Curso de
Milagros” (a partir de ahora UCDM), lectura y trabajo personal que te
recomiendo encarecidamente si sientes de verdad el deseo de experimentar
un despertar maravilloso en tu vida. En el capítulo 10 me adentraré más
profundamente en sus aportaciones con respecto al concepto del Ego y a su
funcionamiento a través de los mecanismos de la proyección y la culpa, y
también incluiré sus enseñanzas en otros capítulos a través de algunas de
sus lecciones de trabajo. De momento, a modo de presentación, te voy a dar
tan sólo unas pinceladas:
Desde la perspectiva de UCDM nos encontramos con una definición
que incluye el aspecto espiritual de nuestra existencia, y que nos dice que el
ego es la ilusión de la separación, el símbolo de un “yo” que cree estar
separado de la Fuente, y al que esta creencia le hace vivir en la culpa y el
miedo. Es el intento de hacer real una identidad que está separada de Dios,
la parte de nuestra mente con la que nos hemos identificado, pero que
realmente no es lo que somos. Así, UCDM define a nuestro camino de
despertar como “un viaje del miedo al amor”. Siguiendo este hilo, me
vienen a la mente las mismas preguntas que me hice cuando leí sobre esto
por primera vez: ¿Cómo ocurre? ¿Cómo se produce esta idea de estar
separadas de la Fuente, de la Unidad? y ¿para qué necesitamos vivir esta
experiencia de separación si no es real?
Antes de adentrarnos en el tema y para que tengas alguna referencia
sobre UCDM, reseñar que fue dictado por una “voz” a Helen
Schucman, una mujer atea y catedrática de psicología médica en la
Facultad de Medicina de Nueva York en la década de los sesenta. Tras
siete años de transcripción con la colaboración de William Thetford,
un compañero de profesión, fue publicado de forma anónima hasta
que tras el fallecimiento de Helen se desveló su origen. Esta voz se
presentó a sí misma como Jesús de Nazaret y el libro fue un súper
ventas desde la primera edición.
Personalmente hace muchos años que renegué de la doctrina cristiana,
pero esto no me impidió mantener en mi interior un vínculo especial
con la figura de Jesús. A pesar de los mensajes de miedo y de culpa
que recibí de la iglesia al ser una pecadora por el mero hecho de haber
nacido, una voz me decía que nada de aquello encajaba con lo que él
promulgaba. Así que en cuanto dos buenas amigas con las que llevaba
años compartiendo mi trabajo espiritual me contaron cómo había sido
escrito y que su mensaje principal era “éste es el verdadero evangelio
que quise enseñarte”, no lo dudé ni un segundo y empecé a estudiar
sus enseñanzas, que debo decirlo, han cambiado mi vida por
completo.
Quiero prevenirte que al igual que muchos de los que vivimos este
desencanto con la imagen del Dios católico, al principio tuve muchas
resistencias para aceptar la terminología del libro, que es idéntica a la que
había escuchado y leído en la iglesia. Con el tiempo pude ir cambiando las
sensaciones de rechazo que mi mente asociaba con palabras como “Dios”,
“Espíritu Santo”, “Expiación”, “Salvación”, y muchas más, y comprendí
que lo verdaderamente importante era el nuevo significado que UCDM les
brindaba, y no los nombres en sí. Tras el primer año estudiando y
trabajando en él, pude empezar a pronunciar de nuevo la palabra “Dios” en
voz alta sintiendo regocijo y paz, en lugar de aquel rechazo atávico. (No es
que esto tenga mucha importancia, pero he querido compartirlo para que
sepas con lo que te vas a encontrar si algún día decides sumergirte en su
trabajo).
Ahora sí, vamos a responder las preguntas que he planteado más
arriba, apoyándome en una información valiosísima que Paloma
Crisóstomo, terapeuta y facilitadora en Constelaciones Familiares, ha
dejado en multitud de conferencias que podrás encontrar en Youtube. Desde
hace mucho tiempo tengo el hábito de pasar como mínimo una hora al día
buscando y escuchando a terapeutas o coaches que realmente me inspiren,
que me aporten algo nuevo a través de sus conocimientos o sus propias
experiencias de vida. Paloma es, junto con Enric Corberá, Marta Salvat,
Jorge Pellicer, Joe Dispenza, Suzanne Powell y algunos más, de esas
personas que consiguen que su mensaje llegue directamente a mi alma
porque puedo sentir que no sólo me está hablando de una teoría interesante
y reveladora, sino que también ha integrado toda esa sabiduría en su vida.
Así como con Enric y Joe siento que mi mente recibe toda su
información desde la parte más racional, (añadiendo las risas que me echo
con Enric, que es un verdadero maestro a la hora de transmitir sabiduría a
través del humor), con Paloma me ocurre algo muy diferente: su voz
pausada y amorosa, su manera de hablar de su propia historia personal, tan
desgarradora e inspiradora a la vez, automáticamente hacen que se abra mi
mundo emocional, esa parte de mí donde habita la niña que fui. Así,
después de años buscando respuestas a estas preguntas, la explicación de
esta mujer fue la primera con la que por fin dije: “Eureka, ahora sí que lo
entiendo”. Y supuso un antes y un después en mi camino de crecimiento
espiritual.
De niñas no terminamos de sentirnos queridas del todo, porque
nuestros padres sí que nos querían, pero era un amor limitado y con
exigencias, pues tenemos que asumir que realmente en este plano de
conciencia nadie sabe amar de verdad. Ni ellos se querían completamente a
sí mismos, ni pudieron darnos un amor puro e incondicional. Y esto dio
lugar a lo que viene a continuación.
Entre los dos y medio y tres años, empezamos a vivir una desconexión
con nosotras mismas, con la esencia de amor que somos. Esto ocurrió
porque a esa edad las neuronas ya están capacitadas para procesar y aceptar
los mensajes y las normas que vienen de fuera, y empezamos a darnos
cuenta de que el exterior nos valoraba por cómo actuábamos y no por lo
que éramos. Así, llegamos a creer que nuestra manera de hacer las cosas y
de comportarnos era más importante que ser nosotras mismas, lo que nos
llevó a hacer esta desconexión de nuestro centro. Desde ese momento nos
volcamos por completo en el exterior, buscando en él ese apoyo interno de
amor, seguridad y valoración que habíamos perdido. Es lo que en muchas
religiones se ha llamado metafóricamente “la expulsión del paraíso”.
Pero llegó un momento en el que ese exterior también nos faltó, bien
porque a veces no pudimos ser atendidas, o porque nos regañaron, o no nos
comprendieron. No fuimos amadas como necesitábamos y entonces, al
sentir que nos fallaba el único sustento que nos quedaba, experimentamos
por primera vez la angustia, un vacío aterrador provocado por los
pensamientos que aparecieron en nuestra mente: “No me hacen caso porque
soy mala” “algo falla en mí”. “no sé hacer las cosas bien”, “soy débil”, “no
soy importante”, etcétera, pues aún no teníamos capacidad para razonar y
entender que nuestros padres o no tenían tiempo, o tenían sus propios
problemas sin resolver. En realidad sólo sentimos una emoción (tristeza por
el abandono, soledad, miedo…), pero nuestra mente añadió todo lo demás,
dando lugar al inicio de la formación del sistema de creencias y de la
programación mental inconscientes que condicionarían nuestra vida futura.
En ese punto sentimos que no teníamos apoyo interno ni externo y
vivimos un vacío desgarrador, un gran dolor afectivo y una angustia de
miedo y soledad insoportables que sepultamos en nuestro inconsciente para
no volver a sentirlos. Nuestra mente empezó a construir los programas, las
máscaras, las creencias, las corazas, en definitiva, los personajes que se
transformarían después en nuestro ego, y que nos servirían para escapar de
ese terror a toda costa. Así, fuimos adoptando diferentes maneras de
responder a nuestro entorno, buscando siempre sentirnos queridas, vistas,
valoradas y reconocidas. “Si soy buena no me abandonarán”, “si soy fuerte,
me valorarán”. “si estudio mucho, me considerarán”, etcétera.
Hasta aquí te he explicado cómo se produce esta idea ilusoria de que
estamos separados de nuestra Fuente, del Todo del que venimos y del que
seguimos formando parte, lo creamos o no. Ahora paso a detallarte cómo a
partir de ese momento en el que creímos ser un ente separado, nuestra
mente empezó a construir los mecanismos que forjarían nuestra falsa
identidad, nuestro ego, con el único objetivo de impedir que volviéramos a
sentir aquella angustia.
Venimos a este plano de conciencia a experimentar la realidad divina
que somos, y esta realidad nos viene dada en potencial, para que lo
desarrollemos. Somos Plenitud, y su semilla se manifiesta en el plano
físico a través de tres centros de energía fundamentales. Cada cual, en la
medida en que su alma así lo haya elegido, tendrá que trabajar más unos
centros u otros. Estos tres potenciales son el Amor, la Sabiduría y la
Fuerza. A lo largo de la infancia, pasando por la adolescencia y hasta llegar
a la vida adulta, todos hemos experimentado tres tipos principales de
angustia, que se asocian con tres heridas fundamentales que a su vez están
relacionados con estos tres centros energéticos. Dependiendo de la
intensidad y de la repetición de los hechos que nos dolieron, y de otros
factores como la personalidad de los padres o el contexto en el que
ocurrieron, a unos nos afectará más una herida que otra, pero todos hemos
vivido las tres. Todas ellas empezaron a tener lugar a partir de los tres años,
y continuaron manifestándose a lo largo de los años.

Herida Afectiva (centro de Amor): La niña vive la sensación de caer


en un pozo oscuro. Hay mucha soledad, tristeza y un sentimiento profundo
de haber sido abandonada. Esto le impide desarrollar su potencial de amor,
pues es lo que ha venido a trabajar: la afectividad. Esta energía se
manifiesta a partir de los tres años.
Herida de Valoración (centro de Sabiduría): No se ha sentido vista ni
valorada, sus capacidades no han sido reconocidas. No ha desarrollado su
potencial con respecto a su valía, sus capacidades reales. Ha venido a
trabajar la sabiduría, la comprensión última del sentido de su vida. Esta
energía se activa a partir de los siete años.
Herida de Seguridad (centro de Fuerza): Se ha sentido invadida y
débil. No ha desarrollado su potencial de energía, su fuerza. Ha venido a
trabajar la seguridad en sí misma, a descubrir que su verdadera fortaleza
está en su vulnerabilidad. Se activa en la adolescencia a través de una
actitud rebelde y subversiva.
*Como aclaración, decir que aunque cada una de las heridas se “active”
en su etapa correspondiente, en una mayor o menor intensidad ya las
habíamos vivido a la edad de tres años. Después, cada cual desarrollará y
manifestará lo largo de su vida la herida o las heridas que correspondan con
lo que ha venido a trabajar en el plano espiritual. Esto quiere decir que
aunque pasaras algunos momentos de soledad en tu infancia -que es lo más
probable-, si no has venido a trabajar tu potencial de la afectividad porque
tu alma ya lo tiene integrado, no necesitarás que esta herida se manifieste
en tu vida con demasiada intensidad. Aclarado esto, continuamos.
Así, nos encontramos con las tres experiencias de angustia que
corresponden a los tres potenciales y heridas:

Angustia del abandono: La niña se sintió no querida y muy sola, y no


les echa la culpa a los padres, sino a sí misma (en la adolescencia sí que lo
hará). Se convierte en una niña buena para no volver a sentirse abandonada,
y alberga mucha culpa en su interior. Desarrollará unas dinámicas de
necesitar hacer siempre lo que la sociedad, la familia, la religión, dicen que
es lo correcto. Tiene una gran inseguridad en sí misma, se calla, se esconde,
tiene muchos miedos. Anula su energía, porque asocia su fuerza con la
agresividad y siente que eso es algo malo. Con el paso de los años se creerá
responsable de la felicidad de los demás y llevará mucha rabia reprimida en
su interior. Buscará en el exterior que la quieran y la valoren,
convirtiéndose en una persona muy dependiente emocionalmente.
Angustia de valoración: En este caso la niña no es abandonada ni
siente autoridad o enfado fuera, sino que los mayores están muy ocupados y
no la ven. Siente que no existe, que no es importante. Siente la angustia y
piensa: “el exterior es peligroso, me tengo que proteger de él”, “no sé quién
soy”. Se convierten en personas aisladas, solitarias y muy controladoras
desde la cabeza, pues ahí encuentran su seguridad y la huida de la angustia.
Han cerrado su corazón, piensan que sienten, pero en realidad han
bloqueado sus emociones y las viven desde la razón. Necesitan
comprenderlo e intelectualizarlo todo, así como ser consideradas y
admiradas.
Angustia de Seguridad: La niña se siente apabullada. Los padres
suelen ser personas autoritarias y enfadadas y ella se siente débil e
insegura, pues no ha podido desarrollar su sentido de pertenencia. En
muchos casos, serán niños que han vivido maltratos o abusos. Ha
escuchado frases del tipo “no me molestes”, “eres tonta”, y en su interior
siente “no sé”, “no valgo”, pero al contrario que las anteriores, esta niña se
rebela y su mente le dice: “Voy a ser muy fuerte”, “Mamá y papá no saben,
yo tengo la razón”. Esto le ayuda a acallar su angustia pues le hace sentir
segura, y así aprenderá a autoafirmarse y a llevar la voz cantante para no
perder esa falsa sensación de seguridad. A medida que vaya creciendo se
enfadará a menudo y tenderá a culpar al exterior de sus problemas, también
buscando tapar su angustia. No puede reconocer que en el fondo se siente
débil e insegura y en su afán de seguir siendo fuerte, cuidará y protegerá a
los débiles, pero rechazará y juzgará a los sosos, los inactivos, pues así fue
como se sintió de pequeña.

Repito que todos, absolutamente todos, hemos experimentado estas


heridas, y encuentro fundamental sentar esta base teórica para que tú, que
fuiste abusada o incluso violada, o que tienes en tu vida alguna amiga o un
ser querido que ha vivido esta experiencia desgarradora, puedas
comprender mejor que en las niñas y los niños abusados, esta idea de
separación se encrudeció de una manera traumática desde el momento en el
que empezaron los abusos. Es como si hubiéramos tenido una “ración
doble”, con las devastadoras consecuencias que llegaron después. No me
cansaré de repetírtelo a lo largo del libro: por muy ciegamente que nos
hayamos creído estar separadas de la Fuente y no ser dignas de ser amadas,
todo fue una ilusión, un engaño de nuestra mente. ¡No somos lo que
creemos que somos!
Ahora vamos a ver cómo esta falsa identidad que hemos desarrollado
se las arregla para que no volvamos a sentir aquella angustia inicial sin que
nos demos cuenta de que ésta es nuestra mayor trampa, y que precisamente
lo único que consigue es perpetuar ese dolor al que tanto tememos. Más
adelante en este capítulo y a lo largo de los siguientes, te iré dando algunas
herramientas muy útiles para que comprendas mejor cómo funcionan los
mecanismos de tu mente y puedas empezar a vislumbrar la paz que tanto
has anhelado. Te aseguro que se puede. Te aseguro que lo harás.
A partir de los tres o cuatro años la niña empieza a mostrar sus
personajes, que como te he dicho cree que le van a proteger de su angustia,
y va cogiendo hábitos de buscar en el exterior lo que ya no puede encontrar
dentro de sí misma. Dependiendo de qué conductas vea que le funcionan
para no volver a sentir el dolor, actuará enfadándose y culpando a los
demás cuando no consigue lo que quiere, o callándose y siendo una niña
“buena”, o se convertirá en la princesita dulce y encantadora de papá, las
variantes son múltiples. Veamos cómo vivimos esta dinámica en nuestra
vida adulta.

La huida de la angustia:

A medida que vamos creciendo nos identificamos cada vez más con
nuestra mente, con esa identidad que hemos construido a base de
moldearnos para que el exterior nos quiera y no vuelva a
abandonarnos. Así, tal como aprendimos de niñas, perpetuamos el
patrón de vivir hacia afuera, alejándonos cada vez más de nosotras
mismas. Sin darnos cuenta, hemos adquirido el hábito de seguir
tapando aquel vacío inicial y buscamos fuera cómo llenarlo, sin
comprender que nadie puede hacerlo salvo nosotras mismas.
Preferimos que otros lo hagan, y lo buscamos a través de las
relaciones, sustancias, experiencias intensas, sexo, trabajo, y de esta
manera al menos conseguimos que la angustia desaparezca
puntualmente, queriendo creer que esos momentos de “bienestar” son
la felicidad que tanto anhelamos. Pero no. La felicidad es algo muy
diferente. Al hacer esto, la emoción principal que solemos tapar es el
miedo, que es la base de todas las demás: miedo de sentirme pequeña,
de sentirme triste, de sentirme rechazada, incomprendida, sola,
etcétera. Cuando nos negamos a sentirlo, inevitablemente va a
emerger en nosotras otro estado mental que nos desagradará aún más,
pero al que ya nos hemos acostumbrado.
Te explico cómo es esto: te ocurre, como a todos, que en algún
momento vienen a tu vida situaciones o personas que te asusta
afrontar. Al negarte a sentir de verdad la emoción del miedo (porque
realmente no has aprendido cómo gestionarlo), aparece la ansiedad,
que no es más que la manifestación física, visible, de la angustia que
estás ocultando. Por esto es por lo que en ocasiones vivimos crisis de
ansiedad sin una causa aparente, porque ya tenemos el patrón
inconsciente de negar nuestras heridas cuando aparecen y dejarlas sin
ser escuchadas y sin sanar.
Siempre que sientes miedo, se ha activado en ti alguna de las tres
heridas fundamentales: tienes miedo de no ser querida, de sentirte
vulnerable, o un miedo de identidad, de no saber quién eres. Cada vez
que emerge la sensación y buscas en el exterior una salida (tu novio te
deja y sales por las noches para conocer a otra persona enseguida y así
no sentir tu soledad), te sentirás cada vez más ansiosa y no sabrás por
qué. El motivo es que al negar la emoción, automáticamente se dispara
en tu mente toda esa programación inconsciente: cada vez que surge
una emoción en ti, la mente la cataloga rápidamente y echa mano del
programa correspondiente a la herida en cuestión.
Por ejemplo, si sientes miedo porque te has quedado sin trabajo, se
trata de una herida que tiene que ver con la inseguridad, y tienes una
oportunidad para trabajar con el potencial de tu fuerza, de tu energía
creadora. Pero como aún vives atrapada en tu mente y no sabes hacerlo,
aparecerán los mismos pensamientos que te dijiste de niña cada vez que te
sentiste insegura, y será algo totalmente inconsciente: “soy una inútil”,
“soy una fracasada”, “no sé hacer nada bien…”. ¿Vas pillando cómo
funciona? Tú no te darás cuenta, pero serán estos pensamientos y
principalmente el hecho de que te has identificado con ellos, lo que te hará
sentir ansiedad. Mientras sigas sin hacer consciente este proceso, te
resultará imposible salir del circuito interminable y desarrollar tus
potenciales. Y ahora tengo buenas noticias para ti: ¡tú no eres tu mente ni
tus pensamientos! Pero esto lo desarrollaremos algunos capítulos más
adelante. De momento, sigo explicándote:
Resumiendo lo anterior, todas nosotras hemos vivido de niñas
situaciones concretas con unas emociones determinadas, y desde ese
momento empezamos a construir nuestro sistema de creencias y nuestra
programación mental, en definitiva, el ego. Y éste, a través de sus juegos
mentales, siempre buscará que no volvamos a sentir esas emociones, pues
está convencido de que detrás de ellas está aquella angustia que sintió al
verse sin ningún tipo de sustento.
Lo que hacemos después de negar la emoción y generar la ansiedad es
enfadarnos o sentirnos culpables. La energía del enfado nos da una ilusión
de fortaleza, que aunque no es real, sí nos ayuda a escapar
momentáneamente del vacío que subyace en todo lo que nos está pasando,
al impedirnos mirar a nuestra herida. A través de este enfado proyectamos
fuera nuestro malestar, echamos la culpa a los demás y les juzgamos,
echando por tierra la oportunidad de sanación que la situación, con el
miedo, traía consigo (“mira lo que me ha dicho”, “debería haberme
acompañado, es una egoísta”…). Nos cerramos, levantamos corazas y
creamos más soledad y tristeza, sin ver que ahora nos toca a nosotras
aprender a darnos lo que no pudieron darnos en su día. Con la culpa ocurre
algo parecido, pero en vez de proyectar el malestar en el exterior lo
hacemos en nosotras mismas: “siempre estoy igual”, “no tengo remedio”,
“a ver si aprendo de una vez, parezco tonta”…y el resultado es el mismo:
no es más que una escapatoria para evitar sentir la tristeza, la soledad, la
vulnerabilidad, o el miedo.
¿Y qué ocurre cada vez que caemos en esta trampa? Nos paralizamos y
nos bloqueamos, generando más ansiedad. Como te he dicho, esa emoción
que ha quedado sin ser escuchada hace que emerjan en tu mente las
creencias y los programas inconscientes asociados a la herida que la
situación haya activado en ti, y estos programas, al final, te llevan siempre
a enfadarte con los demás o a culpabilizarte. La herida que viviste de niña
cobra vida en el presente pidiéndote a gritos que la escuches, y todo este
batiburrillo de pensamientos se dispara dentro de tu cabeza sin que
probablemente te des cuenta, ya que aún no tienes el hábito de observar a tu
mente. Pero el hecho de que sea un acto inconsciente no significa que no te
afecte. Te afecta, y mucho. Mucho más de lo que piensas. Estos
pensamientos están generando emociones que vibran en consonancia, y
estas emociones son precisamente las que provocan más ansiedad y
bloqueo a la hora de buscar la acción más saludable y satisfactoria para ti.
Como ya sabrás, un pensamiento que te dice “Soy tonta, no puedo”, no va a
provocar en ti una emoción de alegría y de seguridad, ¿a que no? Y así,
vives atrapada en una espiral repetitiva que se podría plasmar de la
siguiente manera:

Situación desagradable---Niego la emoción--- Aparecen los programas


mentales
Genero ansiedad
Me enfado hacia fuera, o me culpo---Genero más ansiedad
Aparece otra situación desagradable o se repite la misma---Repito el
ciclo
Siento cada vez más impotencia y frustración.

Lo que vas a leer a continuación no te va a hacer mucha gracia, pero es


importante que lo veas, pues salvo raras excepciones, las personas que
vivimos abusos de niñas desarrollamos este tipo de coraza frente al mundo:
No entiendes por qué la vida no te da lo que quieres, y no ves que eres
tú misma quien está creando todas las situaciones que vives. Quieres tener
razón, mandar, te sientes insegura y esperas que todo te venga del exterior,
pues en el fondo estás muy enfadada y sientes que la vida te lo debe por
todo lo que te arrebató en su día. Te enfadas y exiges cuando el exterior no
cumple tus expectativas, te has vuelto egocéntrica y sólo ves tu dolor,
yéndote al orgullo cada vez que “te fallan”.
Aunque muestres tu enfado hacia los demás y les eches la culpa a ellos
de lo que te ocurre (“mis padres no me atendieron como debían”, “el
cabrón me engañó”), en el fondo de tu ser estás cada vez más enfadada
contigo misma, por no actuar como te gustaría, por no ser la persona que en
realidad sabes que podrías ser. Te comparas con los demás, te exiges ser de
otra manera y vas acumulando toneladas de culpa inconsciente, sin saber
que hasta que no abraces a tus miedos y revivas tu angustia desde el amor,
no podrás hacer cambios reales en el exterior.
Te identificas, ¿a que sí? Yo viví durante muchísimos años atrapada en
estos juegos inconscientes de mi mente, y te aseguro que cuando por fin
puedes salir de ahí y conocer de verdad a la persona que eres, todo cobra un
sentido maravilloso y ves que eres más fuerte, capaz y digna de amor y
admiración de lo que jamás pudiste imaginar. No te preocupes ahora por
esto, todo llegará. A lo largo del libro te iré dando las claves y algunos
ejercicios para que puedas empezar a verte y a comprenderte de una manera
muy diferente a como lo has hecho hasta ahora.
Hemos sido profundamente dañadas. Te voy a pedir por favor que al
menos mientras estés leyendo este libro, trates de recordar esto y que
pienses que hemos tenido motivos sobrados para vivir enfadadas, ser
inestables, caprichosas, egoístas, rebeldes, raritas, egocéntricas, sumisas,
antipáticas, conflictivas, irascibles, déspotas, promiscuas y todo lo que
hayas podido ser a lo largo de los años. Al menos mientras lees estas letras,
intenta darte un respiro y permítete ser todo lo que has sido y lo que eres
ahora mismo. Respíralo todo ahora, acéptalo y quédate en paz…
Sé que ahora no puedes creerlo, pero aun así yo no quiero dejar de
decírtelo: tal y como eres ahora, ya eres perfecta. Eres amor, eres la
persona más importante de tu vida, y esto es lo único que realmente has
venido a hacer: aprender a amarte incondicionalmente para poder
desarrollar todos tus potenciales. Sólo haciendo este camino de vuelta a tu
Ser, dejarás de vivir a merced de esas fluctuaciones entre los breves
momentos de bienestar y tu eterna frustración, y empezarás a sentir una paz
interior y una serenidad que ya no dependerán de tus circunstancias
externas, pues tendrás una confianza total en la vida, le habrás perdido el
miedo al miedo, y sabrás que en todo momento eres sostenida por el
universo. Habrás descubierto que todo lo esencial ya está dentro de ti y
alcanzarás ese verdadero estado de felicidad y plenitud que siempre ha
permanecido vivo en ti, esperando a que vayas a su encuentro.
Y ahora te estarás diciendo, como me decía yo cada vez que leía
mensajes de este tipo en la cantidad de libros que devoré buscando
respuestas: “Sí Olga, suena muy bonito…pero ¿cómo lo voy a hacer?
¿Cómo voy a amarme incondicionalmente si ni siquiera soy capaz de ver
nada en mí que me guste? Y yo te respondo esto: sigue leyendo. Te
aseguro que éste no es un libro para llenar espacios en blanco con florituras
huecas y palabras bonitas. Lo que vas a leer a lo largo de los siguientes
capítulos es la historia real de la transformación que yo he podido hacer en
mí y en mi vida, y de verdad te digo que difícilmente tú sientes en estos
momentos más desprecio por ti misma del que yo llegué a sentir hacia mí.
O mejor dicho, hacia aquella persona que creía que era.
II: Familia Disfuncional: La Oveja Negra

En este capítulo voy a hablarte de las características psicológicas de los


sistemas familiares en los que además de tener lugar los abusos sexuales,
existe también una fuerte tendencia a negar y a ocultar los hechos (salvo
rarísimas excepciones, esto ocurre en casi todas las familias). También
vamos a ver cómo en el elevadísimo porcentaje de casos en los que los
abusos quedan sin ser reparados, las niñas llegan a la vida adulta
convertidas en las raras, las problemáticas o las depresivas de la familia, y
cómo a la vez que portan este rol de miembro conflictivo y oveja negra,
llevan consigo una información valiosísima sobre secretos y traumas
ocultos del pasado del clan que el inconsciente familiar quiere evitar a toda
costa que salgan a la luz. Esto es debido a la inercia de un patrón que por
supervivencia, busca que todo permanezca igual. Te hablaré de ello en
profundidad en el capítulo 6.
Ahora me voy a centrar en explicarte qué hace que tu familia sea
disfuncional y cuál es la verdadera e importantísima función de tu papel en
ella como chivo expiatorio. Quiero hablarte de esto porque de la misma
manera que a mí me ayudó muchísimo en su día conocer esta información
para poder verme de una manera completamente diferente y liberarme de la
culpa y del eterno sentimiento de inferioridad que siempre tenía ante los
asuntos familiares, sé que a ti también te aliviará saber que muchísimos de
los conflictos que has tenido con tu familia no han sido por tu causa como
siempre has pensado, sino más bien por sus conductas tóxicas y
negacionistas, que como te he comentado unas líneas arriba obedecen a
programas inconscientes que vienen de muy atrás.
También te gustará saber que como alma, asumiste un reto colosal al
aceptar vivir la experiencia de los abusos con el único propósito de sanar y
liberar a tu clan. Llevar el papel de la oveja negra no es nada fácil, y se
requiere mucha fuerza y valor para soportar la carga de ser señalada una y
otra vez como la culpable de casi todos los problemas de la familia. Con
esta información que estás a punto de leer, tan reveladora como
inspiradora, te resultará más fácil empezar a transformar el camino de
espinos en el que has vivido hasta ahora, en un nuevo sendero de
autoafirmación, confianza, comprensión, perdón y amor. Me encantaría que
así fuera. He recopilado fragmentos de diferentes artículos que versan
sobre el tema en revistas y portales de salud mental, tratando de aportarte
toda la información posible. Debido a que hay diferentes variables en cada
caso, seguramente al igual que yo, verás identificada a tu familia en
algunos rasgos y conductas, y en otros no. Lo que me interesa es que te
quedes con lo que te pueda ayudar a empezar a mirarte con una mayor
comprensión. Y ahora, comenzamos
“Prácticamente el noventa y nueve por cien de las familias son
disfuncionales en mayor o menor grado, ya que por lo general casi ninguna
dispone de una capacidad total de garantizar a sus hijos un entorno en el
que se puedan satisfacer todas sus necesidades emocionales y afectivas, lo
que da lugar a diferentes tipos de conflictos y patologías, dependiendo de la
intensidad y la reiteración de dicha desatención”.
Disfuncional en general significa que funciona mal o a medias, es
decir, que no cubre al cien por cien lo que se le presupone. Al aplicar el
término a la familia, entendemos que ésta sí está presente, pero no alcanza
a cubrir las necesidades psicológicas básicas para que los hijos puedan
crecer emocionalmente sanos y felices. Existen otras formas de
desatención, como dejar de cubrir las necesidades materiales y/o sociales,
pero me voy a centrar únicamente en la disfuncionalidad afectiva y
emocional, pues considero que ésta es la base en la que se asienta la
experiencia de los abusos sexuales intrafamiliares. Dicho esto, ya podemos
deducir que en las familias en las que tiene lugar el incesto y en las que
éste no ha sido reparado, por el motivo que sea, existe un alto grado de
disfuncionalidad.
“Estos sistemas familiares están frecuentemente paralizados por sus
miedos, adicciones, desórdenes e inseguridades mal gestionadas, y muy
frecuentemente al menos uno de los dos progenitores tiene un trastorno
mental, diagnosticado o no. Los padres a menudo no ven los problemas
obvios dentro de la familia, y es muy común que los errores y las culpas se
tapen y se proyecten sobre uno de los hijos, generalmente el más sensible y
empático y a la vez el más sano y fuerte interiormente, el que no aceptará
lo establecido. Con el tiempo, el resto de los hijos adquirirá
también el hábito insano de proyectar en esta hermana la causa de los
conflictos familiares, pues no habrán aprendido a gestionar sus emociones
ni a asumir la responsabilidad de su propia vida interior y sus conductas,
desechando por completo la idea de que podrían estar equivocados con
respecto a su hermana la “problemática”.

Éstas son algunas de las características que encontramos en muchas


familias disfuncionales:

-Dependencia o algún tipo de manipulación: uno de los progenitores o


los dos, no tienen el suficiente nivel de madurez para evitar ser manipulado
o sometido por el otro. Esto puede llevar a una situación de dependencia
emocional, que es sumamente limitante e impide el crecimiento y
desarrollo personal de la parte afectada.

- Desigualdad: en la línea del punto anterior, uno de los padres ejerce


dominio sobre el otro. Generalmente son familias de corte machista.

-Sobreprotección: esto puede ocasionar en los hijos falta de confianza


en sí mismos y les predispone a ser personas dependientes.

-Padres autoritarios o permisivos: en estas familias los extremos son


la regla y las posiciones intermedias, la excepción. Un extremo es la
rigidez o exceso de control en las relaciones interpersonales, en los que no
hay flexibilidad y todo se resuelve a través de un autoritarismo extremo,
provocando que lo hijos tengan miedo de esta figura autoritaria. El otro
extremo es la desidia, en la que los padres no corrigen los comportamientos
inadecuados de los hijos y tienen a ceder sus posiciones en casi todas las
situaciones cotidianas.

-Falta de empatía, comprensión y sensibilidad: no se enseña a los hijos


a gestionar y expresar las emociones “negativas”. El enfado, el miedo y la
tristeza son tratadas con rechazo y con juicios. No se habla de lo que los
miembros sienten.

-Falta de comunicación: la familia no comparte abiertamente los


asuntos que les conciernen en cuanto a las vivencias, problemas o
necesidades que puedan presentar los hijos.

-Los padres son emocionalmente ausentes o poco expresivos: aunque


estén presentes en el hogar, no hay calidez ni conexión emocional entre
ellos y sus hijos. Se vive en un entorno que puede llegar a ser frío y
desangelado, especialmente para el niño o niña que ha sido abusada.

-Ausencia continua de uno o ambos progenitores: en estos casos, la


ausencia es física y real, ya sea por trabajo, adicciones, u otros motivos.

-Viven en la negación: no pueden aceptar y reconocer aquellas


situaciones o conflictos que no comprenden o que les desbordan, y hacen
como si no existieran.

-No se respetan los límites de los otros.

-Ausencia de afecto familiar: en los casos graves, los padres o uno de


ellos no quieren a los hijos, o tienen serias dificultades para demostrar ese
afecto.

-Violencia familiar: es el extremo máximo de la gravedad de la


disfuncionalidad: uno de los progenitores o los dos se dirigen a los hijos
con ira y agresividad, ya sea física o verbal de manera recurrente,
provocando que los niños crezcan con muchos miedos e inseguridades. En
muchos casos, por lo general el padre, vuelca su agresividad también sobre
la madre. En estas familias, el hombre ejerce un dominio total y absoluto
sobre el resto de la familia, que llega a aceptar la situación como algo
“normal”.

-Desde la adolescencia (a veces ya desde la infancia), uno de los hijos


-en ocasiones dos-, despunta como el problemático o el rebelde, siendo ésta
su manera de expresar que no acepta que las cosas funcionen de esa
manera”.

En mi caso, la educación judeo-cristiana de mis padres fue


fundamental para su actitud de negación y su incapacidad para afrontar de
una manera adulta y protectora mi situación de abuso. Con diez años le
conté a mi madre que mi hermano mayor llevaba un año tocándome por las
noches, y en un principio me alivió diciéndome que lo hablaría con mi
padre y que él a su vez hablaría con mi hermano. Me habría gustado tener
una conversación abierta con ellos dos e incluso con mi hermano, que me
preguntaran cómo me sentía y qué necesitaba para quedarme tranquila,
pero ahora sé que aquello era lo máximo que podía ofrecer una familia en
la que una comunicación genuina era impensable.
Quiero recalcar que mi objetivo al hablar de esto no es juzgar ni
denostar a mis padres, pues hace ya mucho tiempo que comprendí que lo
hicieron lo mejor que supieron hacerlo, teniendo en cuenta la influencia de
aquella educación católica tan represora, castradora y culpabilizante que
llevaban a sus espaldas.
A los pocos días de haberlo contado mi hermano volvió a venir a mi
habitación mientras dormía, y ni mi madre ni mi padre volvieron a hablar
del tema. Así continuó durante varios años y al haberme sentido
completamente abandonada a mi suerte y haber perdido la confianza en mis
padres, jamás volví a hablar de ello ni a pedir ayuda. Así fue como construí
la creencia de que no me querían y que les daba igual lo que me pasara.
Paulatinamente fui cerrándoles mi corazón y poco a poco me convertí
en la “morros” de la casa, la que se enfadaba “sin motivo”, la adolescente
antipática y rebelde que empezó a salir con un novio tras otro, la que hacía
daño a los chicos, la que soñaba con cumplir dieciocho escuchando las
canciones de Los Pecos para irse de aquella casa y no regresar nunca, y la
que al salir por fin de allí para ir a la universidad, desarrolló un trastorno
alimentario con el que engordó veinte kilos en tan sólo tres meses.
Hasta muchos años después, cuando les pedí hacer terapia familiar al
nacer mi hijo, no supe que mi padre sí había hablado con mi hermano.
Evidentemente no fue suficiente, pero dentro de sus limitaciones sí habían
intentado protegerme. Saber esto supuso el comienzo de mi camino hacia la
paz interior que tanto anhelaba recuperar, aunque en aquel entonces aún no
sabía lo difícil que me resultaría dejar ir algunas de mis resistencias al
cambio. Te iré contando cómo fue este proceso a lo largo de los siguientes
capítulos. Ahora, continuamos con la parte más teórica:

“Los siguientes son algunos de los rasgos y conductas que adoptan el


resto de los hijos dentro del sistema cuando llegan a la vida adulta:

-Necesitan que uno de los hermanos -el rebelde-, sea el chivo


expiatorio en el que proyectar muchos de sus asuntos emocionales sin
resolver.
-Evaden los problemas relacionados con la familia, generalmente
proyectando toda la responsabilidad sobre el miembro “conflictivo”.

-Negación: aprendida de los padres, son incapaces de aceptar que los


problemas del miembro “conflictivo” en realidad tienen que ver con todo el
sistema familiar.

- Existe codependencia entre sus miembros, que forman subgrupos y


lealtades entre ellos a través de una sobreprotección ciega, con la
consiguiente pérdida de objetividad ante los conflictos que atañen a la
familia.

-Ausencia de límites: piensan que tienen derecho a inmiscuirse en


áreas privadas de la vida del miembro conflictivo.

-Falta de comunicación auténtica y sincera entre todos los miembros,


traducido en críticas y juicios sobre el hermano conflictivo cuando no está
presente. En ocasiones las críticas y el enfrentamiento serán abiertos,
especialmente en las reuniones en las que suele haber alcohol u otras
sustancias que propician la desinhibición (Navidades, cumpleaños,
etcétera)”.

A lo largo de los capítulos seguiré compartiendo detalles relevantes


sobre mi historia personal y encontrarás algunos rasgos que encajan con lo
expuesto más arriba, de la misma manera que muy probablemente tú hayas
visto ya muchas cosas con las que te identificas. Al igual que con mis
padres, quiero recalcar de nuevo que mi objetivo no es que ni tú ni yo nos
regodeemos en todo esto para juzgar y echar la culpa de nuestros conflictos
a esos hermanos que no han podido asumir la realidad. Muy al contrario,
mi propósito es ir guiándote hacia tu libertad emocional y espiritual, y que
comprendas que sólo podrás alcanzarlas cuando estés preparada para dejar
de verte a ti misma como una víctima y puedas comprender que todos los
implicados, incluido tu abusador, han actuado de la mejor manera que
sabían hacerlo.

El chivo expiatorio: El reflejo de las heridas no sanadas en


el clan
“Delincuencia, drogadicción, alcoholismo, ludopatía, anorexia,
bulimia, intentos de suicidio, depresión, fracaso escolar, problemas de
comportamiento…se juzgan con altivez e indignación sin tomar en cuenta
que sólo están reflejando al sistema en su conjunto”.
María Clara Ruiz – Psicóloga. (Artículo: “Las familias
disfuncionales”: Agosto 2018)

Este tipo de familias encuentra una manera insana para mantener el


equilibrio y la cohesión entre sus miembros, y lo hace designando un
enemigo dentro del mismo grupo, convirtiéndole en el receptor de las
frustraciones del resto. Este miembro será muy a su pesar el chivo
expiatorio, librando así al resto de cualquier malestar y tensión. Con esto se
obtiene una válvula de escape, un basurero para la familia en quien se
deposita la agresividad del sistema en forma de juicios, ataques y críticas, y
en el que se proyectan las propias culpas, llegando en los casos más graves
a proferir insultos y agresiones verbales y/o físicas.
El mecanismo es generalmente inconsciente y es muy común en
grupos con actitudes punitivas hacia los demás, en donde la sensación de
culpa llega a ser desbordante y la rigidez no permite hacerla consciente
para gestionarla. Se da en grupos propensos al castigo, ajenos a la
autocrítica, a la aceptación de los límites, a la posibilidad de reparación, y
que prefieren proyectar la culpa fuera antes que asumir su propia
responsabilidad sobre lo que sienten y llevan dentro sin sanar. La oveja
negra es señalada por los demás miembros como la causante o responsable
de la mayoría de los problemas familiares, sin que ninguno de ellos,
incluido el propio chivo expiatorio, sea consciente de que representa la
manifestación sintomática de una disfunción que pertenece a toda la
familia.
A menudo, lo que ocurre es que esta hija o hijo actúa sin saberlo como
distractor del verdadero problema familiar. Algunos de estos problemas son
los que hemos señalado anteriormente en las características de las familias
disfuncionales: padres narcisistas con un “Yo” demasiado frágil para
asumir sus propias responsabilidades, abuso físico, emocional o sexual,
traumas no resueltos, problemas maritales en los padres, adulterio, y un
larguísimo etcétera. La oveja negra no solamente representa la
cristalización de la atmósfera dañina que existe en la familia, sino que
además está expresando a gritos la urgente necesidad de un cambio en su
dinámica interna. Sin embargo, este cambio resulta muy difícil sin ayuda
profesional porque por lo general, los demás miembros encuentran esta
situación muy cómoda, pues ellos quedan exentos de cualquier
responsabilidad y no tienen que replantearse nada.
De hecho, es muy común que los demás hermanos sin darse cuenta
hagan lo posible para mantener el statu quo de esta distribución de roles,
tratando de reforzar la etiqueta de “problemática” en la oveja negra cada
vez que se presenta la oportunidad. La situación se agrava cuando los
padres buscan aliados en el subsistema de los hermanos traspasando límites
generacionales, con el fin de reconfirmar el rol del chivo expiatorio y así
evitar tener que confrontar su parte de responsabilidad en el problema.
Esto desespera y aísla aún más al chivo expiatorio, quien en el mejor de
los casos tratará de buscar apoyo fuera del núcleo familiar. A la oveja negra
se le cargará con la mayor parte de la culpabilidad, la vergüenza y la ira de
la familia para que el resto de sus miembros puedan mantener sus roles
disfuncionales con tranquilidad. Pero aunque ella soporte las indirectas,
reproches, acusaciones y traiciones del resto de la familia, aunque aguante
el daño que le provoca la toxicidad generada por esa disfunción familiar,
nunca será una hija y una hermana lo suficientemente buena y ellos, que
apenas se verán afectados por la situación, vivirán fácilmente con ella.
Existen siempre dos vías posibles: que alguno de los hermanos tome
consciencia de lo que está ocurriendo y se dé cuenta de que es imposible
que los problemas tengan su origen siempre en la misma persona, o lo que
suele ocurrir en la mayoría de los casos: los hermanos han desarrollado
personalidades narcisistas a las que les resulta muy difícil siquiera
plantearse que puedan estar equivocados, y adquieren el hábito
inconsciente de poner toda la responsabilidad fuera de ellos mismos. Así, la
oveja negra es la que alivia la culpa, la vergüenza y los sentimientos de
incomodidad de toda la familia disfuncional, facilitando la negación de
toda esa realidad oculta. Se convierte en el cubo de basura de lo indeseable,
de lo que no se quiere que salga a la luz, es el amortiguador de los golpes
contra la dura realidad de que algo va mal en la familia. Y mientras sigan
atrapados en esta dinámica inconsciente, el chivo expiatorio nunca será
escuchado con respeto y su culpa se aceptará sin duda alguna.
¿Ya te has visto reflejada en algo? Estoy segura de que sí.
Continuamos.
Antes o después, él o ella comprende que no puede ganar, que no tiene
sentido luchar para mejorar la opinión de su familia porque ellos no
permitirán que eso suceda. Este es el momento de desesperanza en el que
muchos chivos expiatorios comienzan a adoptar el papel de perdedor,
conflictivo, y esta rendición, que por supuesto es aceptada por el resto de la
familia, les da exactamente lo que su disfunción necesita: algo externo en
donde puedan depositar sus culpas para continuar con la fantasía
tranquilizante de que no es malo lo que hacen con su familia. Con el
tiempo, y para aliviar la angustia causada por los continuos reproches, la
oveja negra suele terminar cediendo y aceptando esa valoración tóxica y
manipuladora de ser siempre la culpable de los males de su familia. De esta
manera, internaliza el mensaje de que es alguien inherentemente
defectuoso, terminando por creer que esas taras pueden verlas todas las
personas con las que tienen contacto y que, antes o después, serán
rechazadas por ellas de la misma forma que por su familia. Y así quedan
marcadas. Y las señales de su inferioridad serán perfectamente visibles en
su paso por la escuela, en el trabajo, con sus amistades, en sus relaciones de
pareja, etcétera.
De esta manera, debido a que su psique está profundamente afectada
por la carga constante y abrumadora de la inferioridad proyectada en ella,
su comportamiento, sus ademanes, sus hábitos, su forma de hablar e
incluso sus posturas, mostrarán las señas inconfundibles de ser una víctima
en ciernes, una persona marcada por la vergüenza y la culpa. De alguien
que cuando adquiere la suficiente experiencia en su rol, se convierte en el
blanco perfecto para el maltrato, del tipo que sea. Porque intuitivamente, él
o ella es consciente de que todo el mundo sabe que es un ingenuo, un
incauto, un blanco fácil que no opondrá mucha resistencia. Un paria
intimidado, un solitario marginado o el eteno problemático al que castigar.
Así, con el paso del tiempo acaba acostumbrándose a aceptar la culpa
de los problemas que surjan en sus relaciones interpersonales, porque ha
sido condicionada para que crea que si ella pudiera cambiar, los retos y las
dificultades de sus relaciones se esfumarían. Esto se puede extrapolar
también al ámbito laboral, donde probablemente tenga serios problemas
para alcanzar una estabilidad y prosperar. Es más que probable que sus
dificultades laborales tomen la forma de conflictos relacionados con
comportamientos rebeldes, improductivos o destructivos, generando
reprimendas y despidos repetidos. En lo social, rara vez encajará
cómodamente y al contrario que el resto de sus hermanos, estará muy
dispuesta a buscar ayuda terapéutica, pues se ha convencido de que todo se
arreglará cuando él o ella deje de ser tan defectuosa, ya que considera que
sus fracasos personales son el motivo por el que recibe el desprecio o los
juicios del exterior.
Se siente incómoda en la escuela, el trabajo y en las relaciones
personales porque en el fondo de su ser se cree inferior, aunque la realidad
es que no existe en ella ninguna inferioridad. Más bien la carga de la
vergüenza y el rechazo que ha vivido en su familia, que le ha llevado a
sentir que realmente es indigna de ser respetada y querida.
En conclusión, mientras el chivo expiatorio no pueda deshacerse de la
mentira proyectada por su familia de que es defectuoso y culpable de todos
sus males, seguirá atrayendo a personas manipuladoras, no logrará
desarrollar todo su potencial y será el peor el emigo para sí mismo.
Yo, mirando en retrospectiva cómo actué no sólo en mis relaciones
afectivas sino en mi vida en general, junto con la imagen que tenía de mí
misma hasta que finalmente me liberé de la culpa y del estigma de ser la
oveja negra de mi familia, me he visto identificada con casi todo. ¿Y tú?
Seguimos:

¿Cómo recayó sobre ti el rol de oveja negra y qué ha


supuesto en tu vida?
Pensar que porque dos hijos han nacido y crecido en la misma familia,
necesariamente han tenido las mismas oportunidades y han debido de pasar
por las mismas dificultades, es una afirmación totalmente ilusoria, por no
decir absurda. Cada hijo ocupa un rol diferente en el sistema familiar y
mantiene relaciones distintas con cada miembro. No es lo mismo ser el
primero que el tercero o la quinta, porque las circunstancias de una familia
son cambiantes, nunca estáticas.
Generalmente el miembro elegido como el chivo expiatorio es un hijo
o hija sensible, empático y con un gran sentido de honestidad y justicia, ya
que se niega a callarse y seguir perpetuando las incoherencias de su
familia. Tiende a mostrarse más vulnerable o más rebelde que los demás
hijos y en algunos casos, cuando la madre o el padre se ensaña
especialmente con él o ella, es porque ese hijo en particular le recuerda o
bien aspectos de sí mismo que no le gustan, o bien a otro familiar con el
que existen conflictos no resueltos. El tipo y alcance de las conductas del
chivo expiatorio varía de una persona a otra: puede ser una persona difícil,
con problemas de comportamiento o manejo de las emociones, en otros
casos puede desarrollar un trastorno depresivo, adicción a las drogas o el
alcohol, y en ocasiones, su falta de validación puede llegar incluso a
precipitar un trastorno de la personalidad.
Una vez en la vida adulta, la oveja negra presenta una inseguridad
crónica en sus relaciones debido a la sensación de traición que ha
experimentado en su propia familia, lo que le lleva a tener problemas para
manejar sus emociones y a mostrarse extremadamente crítica consigo
misma. Ya hemos visto que todo esto va acompañado del sentimiento de
que no merece ser querida, pues los mensajes que ha recibido de su familia
a lo largo de los años es que sólo trae problemas, que hace daño, que sus
reacciones son inadecuadas, que está exagerando, etcétera.
El origen del término “chivo expiatorio” viene de un antiguo ritual
judío llamado Yom Kippur, que consistía en una celebración del día de la
expiación. Por orden de Yaveh, se elegían dos machos cabríos y el azar
dictaminaba que uno de ellos sería sacrificado con todos los honores,
rociando con su sangre el arca de la alianza. El otro, llamado Azazel, estaba
destinado a cargar con las culpas de todos los pecados del pueblo.
Así, el rabino ya purificado y vestido con una túnica blanca, posaba su
mano sobre la cabeza del animal y le confesaba los pecados de la
comunidad, transfiriéndole simbólicamente las culpas y quedando el
pueblo automáticamente limpio de éstas. Después de la ceremonia, el
animal era llevado al desierto en calidad de emisario, dejándole allí en
libertad pero lejos, muy lejos, apartado de quienes deseaban vivir una vida
digna y alejada de los pecados. Son los que la terapia de las Constelaciones
Familiares, que veremos en el capítulo 15, llama “los excluidos”.
También he encontrado esta otra versión, que me resulta muy
interesante y reveladora: la veterinaria Lucía López explica en un estudio
publicado en la bitácora Mallata, que en las empresas ganaderas del Alto
Aragón existe una tradición según la cual la oveja negra es considerada un
animal sagrado porque protege al resto, y en todos los rebaños incluyen
una. Les protege de algunos males, enfermedades, e incluso de las
tormentas. Según el estudio, estos animales tan castigados por el
imaginario colectivo, han sido en realidad sagrados durante siglos. A
diferencia de como ocurre con las ovejas blancas, a ellas jamás se les corta
el rabo o se les quema con la marca de la ganadería. “Enfadarlas puede
traer maldiciones”, escribe literalmente, en alusión a tradiciones que son
incluso anteriores al cristianismo.
Interesante, ¿no? No sé cómo habrá sido en tu caso, pero en el mío, lo
de enfadarme sí que ha traído cola. Continuamos:
Los chivos expiatorios son los hijos que suelen ir por libre, son
diferentes al resto de sus hermanos y suelen ser considerados como un
desastre o “los problemáticos” de la familia. Curiosamente, normalmente
este rol recae en el miembro más sensible, que es a la vez el más fuerte y
sano, o en el más inteligente e independiente, pues como te he dicho antes
se necesita mucha fortaleza para sobrellevar semejante carga, y a un nivel
inconsciente, todos saben quién es el adecuado para asumir el reto de sanar
los asuntos pendientes del árbol familiar.
Sí querida amiga, has leído bien: eres la indicada para arreglar todo el
desaguisado que hay en tu clan (este tema lo veremos con “la epigenética
transgeneracional”, en el capítulo 9). Sigamos avanzando:
Estos niños sensibles y empáticos son utilizados por la familia-
generalmente de forma inconsciente-, como portadores de los “pecados”
del clan. Como todos los niños, buscan de forma natural espejos que los
definan, ya que están desarrollando una identidad, y si su único espejo es
uno que les muestra que son culpables, comenzarán a definirse a sí mismos
como eso que se les dice que son, especialmente a través de los mensajes
que vengan de su familia, aunque estos no se ajusten a la realidad.
Como ya hemos visto, a medida que vaya creciendo se encontrará con
más mundo, pero generalmente recreará la misma dinámica que conoció en
el hogar, porque se ha identificado con esta forma de interactuar. Ella es la
culpable, la que constantemente debe asumir la responsabilidad de los
demás, sus emociones y sus “pecados”, y esto es exactamente lo que hace.
Se preocupa mucho por los demás como una parte natural de su
autenticidad, pero se trata de un cuidado distorsionado por esa identidad
que la lleva a cargar y aguantar el peso de algo que no le corresponde, y que
como niña que es, le va grande.
De esta manera, su don para la empatía se vuelve en su contra, pues no
lo utilizará como un reconocimiento de lo que los demás sienten y que
puedan usarlo para su crecimiento. Lo que hace es llevar la carga de la
culpa y de sentirse responsable de lo que ellos viven, y de esta manera
consigue demostrarse a sí misma que no es la mala persona que le han
hecho sentir que es, pero a un precio muy alto, pues en el fondo, está
llevando consigo los “pecados” de los demás.
Con el tiempo, el chivo expiatorio comienza a presentar síntomas
siquiátricos (trastornos de conducta, uso de tóxicos, fracaso escolar,
depresión, etcétera), y su patología mental se va complicando y
consolidando, lo que trae consigo una dinámica perversa que da pie a los
demás miembros a decirle cosas como: “Es que tú no eres normal” “¿No te
das cuenta de que todos nuestros problemas tienen que ver contigo?”.
Ahora ya existe una patología “real”, algo con lo que pueden atacarle como
causante del malestar familiar, y lo hacen.
Suelen desarrollar también problemas de confianza, resentimientos y
baja autoestima. Se culpan a sí mismos por cómo los tratan los demás,
buscan encontrar razones lógicas que justifiquen el maltrato o la
incomprensión que reciben, y tienden a sentirse inútiles, feos, estúpidos e
incompetentes. Pueden tener dificultades académicas, evitar situaciones u
oportunidades competitivas, y suelen intentar guardar un bajo perfil. Se
pelean con los demás con una ira explosiva, son pesimistas y guardan
resentimiento en las relaciones personales.
Creen que se les debe algo porque ellos mismos tratan de generar esa
deuda, consciente o inconscientemente, al cargar con los problemas de los
demás. Algunos pueden tratar de demostrar su valía convirtiéndose en
“conseguidores de metas”, a menudo en detrimento de sus propias
aspiraciones e intereses en la vida. Muchas veces buscan el reconocimiento
que nunca tuvieron fuera del hogar, por lo que pueden ser vulnerables a los
grupos depredadores y personas que buscan aprovecharse, como los cultos
religiosos, las bandas criminales y los depredadores emocionales y/o
sexuales, que a menudo las atraen al ofrecerles esa validación que tanto
anhelan. Esto es lo que ocurre en un contexto romántico, donde el vínculo
que se produce es tan poderoso para la oveja negra, pues su niña interior
por fin encuentra el amor incondicional que tanto anheló y que no recibió
en su infancia.
Como hemos visto, la presencia de un chivo expiatorio pone siempre
de manifiesto la existencia de una patología familiar camuflada. De hecho,
con frecuencia la verdadera patología de esta persona es mucho menos
grave que la de su familia, y la posición de ésta con respecto al proceso de
cambio del chivo expiatorio es que reciba ayuda profesional de forma
individual, pues según su limitada visión, el problema lo tiene sólo ella. La
realidad es que aparte de esa ayuda individual, todos ellos necesitan una
terapia familiar, pero el narcisismo que caracteriza a las familias
disfuncionales hace que sean especialmente resistentes al cambio, y usarán
miles de estrategias para mantener su dinámica de secretos, exclusión,
chismorreos y manipulación.
En mi caso, como oveja negra de mi familia, llegué a comprender que
realmente soy mucho más fuerte de lo que creía cuando leí por primera vez
acerca de las herencias transgeneracionales. Quiero confesarte, para que te
pares a observarte si te ocurriera algo parecido, que al principio y durante
un tiempo, mi ego me llevó al otro extremo de la situación: empecé a
compararme con mis hermanos pensando que ellos habían estado
equivocados toda la vida y que en realidad yo tenía un papel “especial” en
la dinámica familiar. ¡Yo era la salvadora de todos ellos, la única que podía
traer luz a su corta y limitada visión de las cosas y de la vida! Había caído
en la trampa de lo que UCDM llama el “especialismo egoico”, que nos hace
creer que somos súper especiales, unos salvadores o santos, una heroína o
iluminada que tiene una misión especial en el mundo. Y el único motivo
por el que nos ocurre esto, que siempre es de forma inconsciente, es para
dejar de vernos pequeñas e inútiles, para poder sentirnos buenas personas
porque llegamos a creernos que no lo éramos, y ver a los demás como los
“malos” o equivocados, a los que ahora nosotras vamos a liberar de sus
“pecados”. Eran ideas separatistas y soberbias que sólo manifestaban mi
sentimiento oculto de no pertenecer a mi clan, hasta que un día me di
cuenta y pude cambiar mi perspectiva.
Lo que comprendí después es que a pesar de ser cierto que he vivido
experiencias muy dolorosas por las que mis hermanos no han pasado, tanto
ellos como yo somos maestros los unos de los otros. Yo, como buena oveja
negra, he venido a poner ante ellos muchos de los conflictos que estaban
pendientes de reparar y sacar a la luz en nuestro clan. Y por supuesto, ellos
también me han enseñado y me siguen enseñando muchísimo. Una de las
últimas cosas que pude traer a la consciencia gracias a mi relación con
ellos, es que mi mente seguía juzgando mucho más de lo que creía. Solía
jactarme en mis adentros de que después de llevar tantos años involucrada
seriamente en mi crecimiento interior, era una persona que no juzgaba a los
demás. ¡JA! Fueron mis dos hermanas mayores, precisamente con las que
más he chocado entre todos mis hermanos y con las que me he sentido más
decepcionada a lo largo de mi vida, las que mejor me sirvieron de espejo
para que pudiera ver que sí que juzgaba, y mucho. Me pasaba cada vez que
me sentía juzgada. Pude darme cuenta de que no soportaba que me
criticaran o me echaran algo en cara, y que cada vez que ocurría saltaba en
mí un resorte automático de rabia y juicios hacia ellas. Gracias a la práctica
de los ejercicios de UCDM, un día comprendí que sentirnos juzgados, o
sea, que nos duelan los juicios externos y juzgar a otros son la misma cosa,
pues en realidad no hay nada fuera de nosotros. Todo lo que sentimos lo
estamos creando en nuestra mente, y esto significa que cada vez que
juzgamos a alguien estamos proyectando algo que no nos hemos perdonado
a nosotros mismos, y que si nos duele que nos juzguen, es porque en el
fondo, de forma inconsciente, estamos de acuerdo con ese juicio.
Verlo tan claro me llevó a ponerme a trabajar a fondo en la
observación de cómo aún yo me juzgaba a mí misma. Ya había llegado
tiempo atrás a la comprensión de que cuando me duele algo que viene del
exterior, en realidad no me hace daño lo que el otro me dice o hace, sino
que es mi interpretación y lo que yo me digo con respecto a eso, lo único
que puede herirme. Así que me propuse firmemente mantenerme alerta
para la siguiente ocasión en la que ocurriera, y no reaccionar desde el
automatismo de mi ego, sino mirar a mis hermanas y decir en mi mente:
“gracias por ayudarme a ver que aún me juzgo y me hago daño. Tú lo estás
haciendo en tu vida lo mejor que sabes, igual que yo. Eres inocente, igual
que yo, y mi inocencia y mi luz no desaparecen porque tú ahora no puedas
verlas. Te bendigo y te doy las gracias”.

Cualidades y potencialidades que tienes por ser la oveja


negra:

-Resiliencia
-Independencia
-Inteligencia
-Empatía
-Sensibilidad
-Un fuerte sentido del Yo
-Espíritu crítico
-Fuerza
-Valentía
-Liderazgo
¡¡¡ESTÁN EN TI, TE LO PROMETO!!!

Homenaje a mi hermano
Hasta ahora te he hablado de la figura de la oveja negra desde nuestra
perspectiva, la del niño o la niña que fue abusada. Pero, ¿qué ocurre con el
abusador? ¿No es en ocasiones también un paria, un excluido, alguien del
que es mejor no hablar? ¿No ha traído también consigo una carga enorme
del clan para que pueda ser expresada y reparada? En el caso de mi familia
te aseguro que así fue, y es por esto por lo que ahora quiero hablarte, con
muchísimo respeto, cariño y gratitud, de mi hermano Valentín:
Fue el mayor de cinco chicos y tres chicas, un hijo muy deseado y
querido por mis padres, pues habían pasado por un aborto natural antes de
que él naciera. Al contemplar las fotos de mi madre jugando con él cuando
era pequeño, veo en su carita a un niño siempre sonriente y me puedo
imaginar que realmente tuvo un comienzo feliz en la vida. Al año nació mi
hermana, y dos años después otra niña, mi segunda hermana mayor.
Valentín ya no aparece tan sonriente en las fotos de esta época, y es fácil
suponer que había empezado a acusar el desplazamiento que
inevitablemente le había tocado vivir. A lo largo de los once años
siguientes vio cómo íbamos llegando el resto de hermanos, en intervalos de
uno o dos años.
La dinámica de mis padres con respecto a la crianza era como
correspondía a su época, a la antigua usanza: mi madre se ocupaba del
cuidado de la casa y de los hijos y mi padre salía a trabajar y después iba al
bar a tomar algo y jugar al mus con los amigos. Cuando estaba en casa
podía prestar una atención puntual a alguno de los hijos, pero por lo general
era un padre afectiva y emocionalmente ausente. Su principal interacción
con nosotros consistía en reñirnos cuando correspondía, y una sola mirada
o palabra suya era suficiente para que se restableciera el orden. Como
habían hecho con él, nos educó a través de un autoritarismo insano en el
que no había lugar para la réplica o para una palabra de defensa, y en el que
cuando se enfadaba, todos sentíamos auténtico miedo.
El papel de mi madre también fue el que correspondía a la época y a la
educación que había recibido: sumisión ciega a su marido, callando y
bajando la mirada cuando él gritaba o daba un golpe en la mesa. No es que
esto ocurriera a diario, también había -especialmente a la hora de comer,
cuando nos sentábamos todos juntos a la mesa- momentos de risas, juegos
y canciones en los que mi padre participaba, pero sí flotaba en el aire la
presencia de una amenaza invisible, de algo poderoso y temible que podía
estallar en cualquier momento.
Valentín empezó a mostrar signos de su enfado con la vida y con su
realidad desde pequeño, y aunque yo aún no había nacido, sabiendo cómo
funcionaba la dinámica familiar sé que no fue debidamente comprendido y
recogido en su soledad y su dolor. Llegó a la adolescencia convirtiéndose
en un chico muy inseguro que llegó a sufrir acoso en el colegio, y empezó a
descargar su frustración y su enfado en casa: pegaba a mis hermanas
mayores, escondía la comida que le gustaba en su armario para no tener que
compartirla, mentía y acusaba a los demás…y finalmente, cuando llegó el
momento de su despertar sexual, para el que no había recibido ningún tipo
de orientación, acabó desahogándolo en mí.
Hace muchos años ya que comprendí que él no fue consciente del daño
que me hizo, ni de las nefastas consecuencias que aquello trajo a mi vida.
Era un adolescente perdido con un sentido del yo muy frágil, que tampoco
había encontrado en la familia el apoyo que tanto necesitó. A los dieciocho
años empezó a consumir hachís y marihuana, para ir adentrándose poco a
poco en drogas mayores, acabando siendo uno de los miles de yonkis que
azotaron nuestro país en los años ochenta.
Pasó así los siguientes quince años de su vida, alternando periodos de
robos, cárcel y desapariciones y reapariciones en las que su aspecto
famélico y tétrico recordaba a un cadáver andante, hasta que le dimos el
ultimátum de acudir al Proyecto Hombre. Fue así como consiguió dejar
aquel mundo atrás y vivir una vida digna. Conoció a una chica de la que se
enamoró, se casó con ella y mantuvo esa estabilidad durante diez años,
hasta que finalmente los excesos de su juventud acabaron pasándole
factura. Su hígado enfermó y en nueve meses acabó muriendo. Tenía
cuarenta y tres años.
En vida nunca pude tener con él una relación cercana y de verdadera
amistad. Durante aquellos años “limpios” intenté en varias ocasiones
hablar con él sobre el tema de los abusos buscando quedarnos en paz los
dos, pero él no estaba preparado para asumirlo. Nunca llegó a estarlo. Fue
unos años después de su muerte cuando gracias a las Constelaciones
Familiares y a la epigenética transgeneracional, pude empezar a
comprender y a tener una visión superior de lo que había significado su
vida en nuestra familia: no sólo había asumido el rol del “malo” pegando y
abusando de sus hermanos pequeños, sino que además nos protegió al resto
del mundo de las drogas, haciendo que todos le cogiéramos mucho miedo y
respeto tras ver en él sus devastadoras consecuencias.
Igual que hay que ser muy fuerte para asumir el rol de oveja negra por
haber sido abusada, también hay que serlo para elegir el rol del hermano
cabrón. El papel del “malo” trae información de ancestros que fueron
excluidos del clan por haber hecho algo inaceptable, y el descendiente
recrea situaciones similares buscando una oportunidad de reparación que va
a servir para sanar a todo el clan. En nuestro caso, todos acabamos
aceptándole y ayudándole a dejar las drogas, y durante aquellos diez años
en los que se mantuvo limpio, muchos de mis hermanos sí lograron
establecer una relación de armonía y amistad con él. Se había logrado la
inclusión, la sanación.
Con respecto a los abusos, pude constatar en varias constelaciones que
también habían ocurrido en la familia de mi madre y en generaciones atrás.
Al ver esto empecé a atar cabos y caí en la cuenta de que Valentín y el
hermano de mi madre, mi tío Agustín, habían tenido vidas muy similares:
Agustín había sido también el primogénito problemático, había fallecido
joven a causa de sus abusos con el alcohol, y también abusó de algunas de
sus hermanas. La situación se ocultó, ni siquiera se habló, no fue resuelta y
pasó a la siguiente generación, recayendo en mí (esto lo veremos en
profundidad en el capítulo del inconsciente familiar).
Sin ninguna duda, ahora sé en lo más profundo de mi ser que mi
hermano y yo pactamos como almas recrear lo que se había quedado
silenciado, tapado y sin sanar en la familia de mi madre, para a través del
perdón y el amor, traer luz a nuestro clan. Así que no puedo más que darte
las gracias Valentín, y deseo con todo mi corazón que estés donde estés,
hayas logrado alcanzar la paz que tanto te costó lograr mientras estuviste
con nosotros.
Para concluir con el tema de la oveja negra, quiero transcribir este
texto de Bert Hellinger, el creador de la terapia de las Constelaciones
Familiares, que lo explica de una manera clara y hermosa:

“Ser la oveja negra es un acto de amor al clan”


“Realmente aquella persona a la que la familia excluye y en muchas
situaciones maltrata, es quien a través de un acto de amor, el clan ha
elegido en el momento de ser concebido como depositario de toda esa
información para evidenciar, expresar, manifestar, todos los dramas no
resueltos, como una oportunidad de liberación para el árbol.
Y si te has sentido la oveja negra te preguntarás: ¿por qué me han
tenido que elegir a mí? Paradójicamente quizá seas la más fuerte, la que
puede llevar ese encargo, la que ha obrado al nacer el más alto acto de
amor hacia su familia.
Las llamadas “ovejas negras” de la familia son en realidad
“buscadores natos” de caminos de liberación para el árbol genealógico.
Aquellos miembros del árbol que no se adaptan a las normas o tradiciones
del sistema familiar, aquellos que desde pequeños buscaban
constantemente revolucionar las creencias, yendo en contravía de los
caminos marcados por las tradiciones familiares, aquellos criticados,
juzgados e incluso rechazados, esos, por lo general son los llamados a
liberar el árbol de historias repetitivas que frustran a generaciones
enteras.
Las “ovejas negras”, las que no se adaptan, las que gritan rebeldía,
cumplen un papel básico dentro de cada sistema familiar. Ellas reparan,
desintoxican y crean una nueva y florecida rama en el árbol genealógico.
Gracias a estos miembros, nuestros árboles renuevan sus raíces. Su
rebeldía es tierra fértil, su locura es agua que nutre, su terquedad es nuevo
aire, su apasionamiento es fuego que vuelve a encender el corazón de los
ancestros.
Incontables deseos reprimidos, sueños no realizados, talentos
frustrados de nuestros ancestros se manifiestan en la rebeldía de dichas
ovejas negras buscando realizarse.
El árbol genealógico, por inercia, querrá seguir manteniendo el curso
castrador y tóxico de su tronco, lo cual hace la tarea de nuestras ovejas
una labor difícil y conflictiva. Sin embargo: ¿Quién traería nuevas flores a
nuestro árbol si no fuera por ellas? ¿Quién crearía nuevas ramas?
Sin ellas, los sueños no realizados de quienes sostienen el árbol
generaciones atrás, morirían enterrados bajo sus propias raíces.
Que nadie te haga dudar, cuida tu “rareza” como la flor más preciada
de tu árbol.
Eres el sueño realizado de todos tus ancestros”
III: La Vida te quiere y te cuida

En el primer capítulo vimos cómo se produjo esa idea errónea de estar


separados de la Fuente, cómo construimos el ego para protegernos de
aquella angustia de separación, y cómo llegamos a la vida adulta
convertidos en autómatas dominados por nuestros programas inconscientes.
Ahora te voy a explicar qué hace la Vida contigo para ayudarte a que salgas
del sueño en el que estás atrapada y descubras el verdadero sentido de tu
existencia.
La Vida sólo quiere darnos, cuidarnos y ayudarnos en nuestro proceso
hacia el despertar, pero necesitamos aprender y comprender sus maneras de
hacerlo. Esas partes que has separado de ti, que has negado y rechazado, te
las va a poner delante una y otra vez a través de tus relaciones y
situaciones, como una oportunidad para que puedas verte. Te va a hablar
con cada situación que te pone delante y te va a agrandar tus heridas, para
que no te quede más remedio que mirarlas de frente. Por ejemplo, a un
rebelde que ante todo evita sentirse débil, le traerá situaciones que le hagan
sentir vulnerable e impotente. Ese fue mi caso.
No nos damos cuenta de que cuando estamos viviendo la situación, es un
regalo, una bendición, y te lo puedo asegurar porque lo he vivido en mis
carnes. Durante prácticamente toda mi vida negué mis miedos y mi
fragilidad, me convertí en una rebelde corta cabezas que no se amedrentaba
ante nada, y la Vida abrió mi herida de seguridad a través de lo único que
podía tumbarme y llevarme a sentir mi angustia, a pesar de todas las
resistencias que mi mente activó para no aceptarla: una situación
económica desesperada unida a una gran sensación de impotencia para
cambiar las cosas.
Soy madre soltera de dos adolescentes, y desde los treinta y dos años,
cuando nació mi primer hijo, conté con la ayuda económica de mi tía
Mirentxu, una hermana de mi madre que admiró profundamente mi
determinación para seguir adelante en aquellas circunstancias tan difíciles.
Años atrás había estudiado Turismo y Trabajo Social y había tenido
diferentes trabajos ganando un buen sueldo y logrando fácilmente una
autosuficiencia económica. Incluso con sólo veintiún años en más de una
ocasión en que lo necesitaron, ayudé a mis padres enviándoles dinero y
también acogí en mi casa a mi hermana mayor y a su novio durante unos
meses hasta que encontraron trabajo. Nada parecía indicar que esa parcela
de mi vida sería más adelante mi talón de Aquiles, y éste se activó desde
que me vi siendo madre sola, agudizándose cuatro años después con la
llegada de mi hija, también sin una pareja a mi lado. (Como te imaginarás,
muy probablemente porque te ha ocurrido lo mismo, los abusos vividos en
mi infancia y el hecho de no haber sido capaz de mantener una relación
estable con un hombre durante un periodo más largo de dos años, están
estrechamente ligados. Pero de esto te hablaré en otro capítulo).
Mientras mis hijos crecían pude permitirme dedicarme de lleno a su
crianza, algo prioritario para mí, al tiempo que me formaba en distintas
disciplinas terapéuticas, pues después de años probando todas las terapias
existentes tratando de sanar mis heridas había descubierto que esa, además
de la escritura, era mi auténtica vocación.
Hasta que mi tía falleció, salí adelante gracias a su ayuda más lo que
ganaba con los pacientes que atendía en mi consulta y más adelante con una
prestación social por ser madre sola. Contaba también con una pequeña
manutención del padre de mi hija, pues aunque dejamos de ser pareja desde
antes de que ella naciera, al contrario que el padre de mi hijo él siempre
estuvo muy presente en su crianza y cuidados. En aquel entonces vivía en el
País Vasco, y la imposibilidad de trabajar como educadora o trabajadora
social en un organismo oficial por no hablar euskera hizo que acabara
aceptando mi situación. Al fin y al cabo no vivía con lujos, pero sí con
tranquilidad. Me sentía segura.
Ocasionalmente venían a mi cabeza pensamientos del tipo: ¿qué haré
cuando Mirentxu no esté? ¿Cómo saldré adelante? Aquella confianza que sí
había tenido en mi juventud con respecto a mi capacidad para ser
autosuficiente, había desaparecido por completo. Al haber cumplido mi
sueño de ser madre de una manera tan diferente a como lo había soñado de
niña, con un hombre a mi lado, se activaron en mí varias creencias
inconscientes que pude revelar tiempo después: “una madre debe contar
con el apoyo de su pareja”, “la mujer necesita tener el sustento asegurado
para poder dedicarse por entero a los hijos”. Sin ser consciente de ello, es
lo que había aprendido de la relación de mis padres.
Finalmente pensé que cuando llegara el momento lo mejor sería
mudarme a Canarias, donde vivían cinco de mis seis hermanos. Aunque mi
relación con la mayoría de ellos había sido complicada desde que en la
adolescencia me convertí en la problemática “sin causa” de la familia y
también por su posterior negativa a reconocer que los abusos que había
vivido desde los nueve años habían marcado mi vida entera generando
todos mis conflictos y “rarezas”, a lo largo de aquellos dieciséis años
viéndonos únicamente en las fiestas de Navidad y alguna escapada que otra,
sí habíamos logrado un grado aceptable de respeto y armonía entre
nosotros. Al menos así lo pensaba yo.
Al fallecer mi tía, aquel miedo que había mantenido encapsulado acabó
estallando frente a mí. Me vi sola con un hijo de dieciséis años y una hija
de doce, y con lo que ganaba en mi consulta, la manutención y la ayuda
social, a duras penas cubría todos nuestros gastos. Así que decidí mudarme
a Canarias, donde ya no existiría el impedimento del idioma y donde pensé
que no tendría problemas para encontrar un trabajo hasta tener suficientes
pacientes. Para mi sorpresa, de todos los sitios a los que enviaba mi
currículum recibía la misma respuesta: al haberme dedicado de lleno a mis
hijos y a las consultas, no tenía experiencia como trabajadora social. Ni
siquiera como dependienta o camarera querían a una mujer de cuarenta y
ocho años sin experiencia en esos ámbitos. También se sumó que mi hija
había desarrollado un año atrás un trastorno alimentario y una de las pautas
del tratamiento psicológico que estaba recibiendo era que yo tenía que estar
con ella en casa a la hora de la comida, lo que dificultaba la búsqueda de un
trabajo con un horario compatible.
Entré en un estado mental de desesperación que activó la respuesta
automática del ego que te expliqué en el capítulo 1: el enfado y la queja.
Me enfadé con la vida y le echaba la culpa a Dios y a mi karma por todo lo
que me pasaba. “¿Es que nunca me vas a dar un puto respiro?” “¿No crees
que ya he sufrido bastante?” “¿No te basta con que sea madre sola con todo
lo que eso conlleva, que además tengo que vivir esta situación de mierda?”
(en aquel entonces, aunque ya había empezado a leer y trabajar los
ejercicios de UCDM, aún tenía en mi mente la idea de un Dios que está
fuera de mí, fruto de la educación cristiana que había recibido).
Mi desesperación y mi enfado iban en aumento, agravándose con la
reacción de mis dos hermanas mayores ante mi situación: “No vamos a
permitir que dependas de nosotros”, “eres una caradura”, “te aprovechaste
de Mirentxu y ahora te toca salir adelante por ti misma”, “no trabajas
porque no quieres”, “has usado a tus hijos como excusa para no tener un
trabajo de verdad y ahora lo estás haciendo con lo del trastorno de la niña”,
sumándose a la de mis cuñadas, que empezaron a mostrarme un trato cada
vez más indiferente y despectivo, llegando en ocasiones al desprecio
abierto. Paulatinamente se fue gestando la aquiescencia del resto
de los hermanos, entrando de lleno en el viejo patrón en el que siempre,
pasara lo que pasara, acababa siendo la eterna culpable, juzgada e
incomprendida de la familia, dándose situaciones como los silencios
incómodos que se producen cuando entras en una habitación y sabes que
estaban hablando de ti, dejándome en repetidas ocasiones mensajes sin
responder en el grupo familiar del wassap, o saber, por pura intuición, que
habían hecho otro grupo del que me habían excluido. (Todas estas
conductas las hemos visto en el capítulo anterior, y muy probablemente tú
también las hayas vivido).
A todo esto se añadieron los problemas de convivencia que empecé a
tener con mi hijo, que había entrado de lleno en la rabia y la rebeldía de los
dieciséis sin superar las carencias afectivas por haber crecido con un padre
ausente, así como los celos hacia su hermana, que sí tenía una figura
paterna presente. Aunque en un principio mis hermanos accedieron a
reunirnos con él para hablar del tema e incluso uno de ellos le acogió en su
casa durante varios meses cuando cansada de sus faltas de respeto le había
mandado a vivir con mi padre, el trasfondo de sus juicios hacia mí no tardó
en salir a la luz, llegando a escuchar frases como “lo que te ocurre con tu
hijo no es normal”, “lo único que quieres es librarte de él”, “tus problemas
con él los tienes que solucionar tú, a mí no me metas”, “has cometido
errores aberrantes con él”, “esto te lo has buscado tú”, “le has jodido la
vida”, y la más cruel, de una de mis cuñadas: “todos sabíamos que al venir
aquí ibas a acabar salpicándonos con tus mierdas, tu hijo ahora está en mi
casa y tú ya no pintas nada”, haciendo que la impotencia, la frustración y el
enfado hacia los dos grandes frentes que tenía ante mí, siguieran creciendo
exponencialmente.
En las dos situaciones ellos habían entrado en el automatismo del ego
que te he explicado antes, y ante el miedo de que yo no fuera capaz de salir
adelante y verse moralmente obligados a ayudarme tanto económicamente
como con mi hijo, en lugar de hacerse cargo de sus emociones lo que
hicieron fue proyectarlas en mí juzgándome y culpándome, incapaces de
pararse a contemplar lo que realmente subyacía en lo que estaba
ocurriendo.
En el capítulo del Inconsciente Familiar te explicaré cómo pude
finalmente comprender que tanto ellos como yo, cada uno en su papel,
estábamos recreando sin saberlo situaciones y conductas pasadas del clan
familiar, con el único propósito de sanar y reparar viejas heridas. Esta
comprensión, junto con el trabajo que continué haciendo con UCDM y con
mi niña interior, supuso el comienzo de mi cambio de percepción en todo
lo que me estaba pasando: dejé de sentirme una víctima de la situación,
dejé de culpar a mis hermanos por juzgarme y no comprenderme, y lo más
importante, dejé de juzgarme a mí misma por no saber hacer las cosas de
una manera diferente.
Es a través de esas situaciones de crisis, cambios, desesperación y
confusión total, como la Vida se las arregla para que decidamos hacer algo
distinto a lo que habíamos hecho hasta ahora, empujándonos hacia la
evolución. En esos momentos tenemos la oportunidad de reescribir nuestra
historia, dejar de repetir nuestros programas automáticos y comenzar a
construir una nueva manera de vivir, y esto lo podemos contemplar en la
misma Naturaleza: los cambios han sido necesarios desde el inicio de la
vida, desde que existió la primera bacteria. Toda la evolución de la vida en
la Tierra ha ido acompañada de ciclos de cambios continuados, con sus
picos de máximo estrés. Y es ahí, en ese punto culmen, donde todos los
seres vivos han tenido la posibilidad de hacer un salto cuántico: o se
adaptaban y hacían algo diferente, o desaparecían.
En nuestra vida ocurre exactamente igual: podemos aceptar los
conflictos que se nos presentan y tomarlos como una oportunidad que nos
va a permitir crecer y desarrollar nuestros potenciales, o podemos elegir
mantenernos en la queja y la desesperación, hasta finalmente desaparecer:
contraemos enfermedades, abusamos de sustancias tóxicas, repetimos
conductas autodestructivas, nos deprimimos, etcétera. Pero no se
trata de que la Vida nos esté haciendo duro para que nos hagamos más
fuertes a través del sufrimiento, sino para que nos demos cuenta de lo
fuertes, seguras y amorosas que ya somos. El sacrificio o la fuerza de
voluntad que nos han inculcado es una visión limitada del crecimiento,
pues se centra únicamente en las acciones abocadas hacia el mundo
exterior, y el verdadero cambio, la adaptación y la evolución auténticas,
sólo pueden ocurrir a través de un cambio interior, que más tarde se
manifestará por sí solo en el exterior. En realidad ya somos esa Fuerza, ya
está en nosotros, la Vida sólo nos quiere ayudar a que lo recordemos y la
desarrollemos, cuando vemos de lo que somos capaces de hacer.
Volviendo a mi historia, sí que llegué a ese momento álgido en el que
realmente creí que no podía soportarlo más y pasé varios meses en los que
cada día pensaba seriamente en desaparecer. Cada vez que mi mente se
ponía a idear cómo lo haría, desde despeñarme con el coche por un
barranco a arrojarme delante de un camión en la autovía, siempre acababan
apareciendo ante mí los rostros de mis hijos sonriéndome, y mi
desesperación e impotencia se convertían en una angustia desgarradora.
Muy en el fondo de mi ser sabía que no sería capaz de hacerles esa putada,
pero renunciar al suicidio no eliminaba mi desesperación. Era como una
pescadilla mordiéndose la cola, un juego sombrío, deprimente y demoledor
que parecía no tener fin y que me atrapó por completo durante varios largos
meses.
Como todo tiene su límite, y también por puro agotamiento,
paulatinamente pude ir comprendiendo y asimilando que el exterior sólo
me estaba reflejando el trabajo interior que tenía pendiente por hacer.
Empecé a asumir que necesitaba revivir las heridas que viví de niña para
poder sanarlas, por fin, de verdad. Cuando pude aceptar que yo misma
desde mi inconsciente estaba creando aquella situación manifestando fuera
lo que aún no había sanado en mi interior, no me quedó más remedio que
rendirme. La Vida me estaba obligando a ir dentro de mí, y vaya que si lo
hizo. Comprendí también que cuanto más me resistía a aceptar la situación,
el exterior más iba en mi contra. Mis hermanos tenían la “obligación” de
mostrarme mis heridas, y lo hicieron inconscientemente fallándome una y
otra vez, hasta que pude comprenderlo todo.
Como te he explicado, cuando aparece la angustia el ego siempre se
moverá para que no mires dentro de ti, pero la vida no te va a permitir
seguir haciendo esto. Porque te quiere y te cuida, te tiene que llevar a
revivir esa angustia hasta que seas capaz de sanarla, y lo hará
principalmente a través de tu entorno más cercano: pareja, hijos, familia,
trabajo, etcétera. Esas personas a tu alrededor tienen que decepcionarte,
para que salgas por fin de los viejos patrones y mires lo que necesitas mirar
dentro de ti.
La Vida, que en realidad eres tú misma, te trae esa experiencia porque
necesitas sanar tu miedo, tu impotencia, tu tristeza, y no el enfado, que es
adonde te lleva el ego al rechazar esas emociones genuinas. No me cansaré
de repetirte a lo largo del libro que cualquier conflicto o situación
desagradable que estés viviendo, es una oportunidad para comprenderte y
amarte sintiendo ese miedo y ese dolor, pero tú, como todos, has hecho del
enfado, los juicios y el ataque un hábito malsano. Y cada vez que te enfadas
o juzgas, estás desaprovechando la oportunidad de entrar en ti.

¿Cómo hago el cambio?


Recapitulemos: hemos visto cómo construiste tu ego tras sentir la
primera angustia al verte sin tu sustento interno y después fallarte el
externo. Hemos visto también que te convertiste en una autómata siguiendo
ciegamente los dictados de ese ego, conformado por las creencias y los
programas mentales inconscientes que asimilaste como ciertos. Te he
explicado que este automatismo te lleva a generar cada vez más
sufrimiento y frustración en tu vida, precisamente al tratar de huir del
dolor. Y por último, te he contado que la vida te va a empujar a través de
las situaciones difíciles a que hagas el camino de vuelta a tu esencia, que es
plenitud, sabiduría, paz y amor.
Bien, pues ya estamos en el punto más importante del proceso: ¿cómo lo
vas a hacer? ¿Cómo vas a poder liberarte de esa inconsciencia automática y
crear la vida que realmente deseas? Supongo que a estas alturas y con lo
que te he contado de mi experiencia personal ya te lo estarás imaginando…
Te podría decir que aceptes tus emociones, y que si lo haces, tu mente ya
no juzgará más y te mantendrás en tu esencia. Te podría decir que si sientes
miedo, abraces a tu miedo. Que aceptes todo lo que la Vida te trae, con el
dolor incluido, pues mientras sigas teniendo heridas sin curar, ese será el
único camino de vuelta al Ser. Te podría decir también que mientras sigas
en el enfado no sanarás nada y la Vida seguirá agrandando las situaciones
conflictivas ante ti.
Y tú, muy bien podrías responderme: “Pues vale, Olga. Me quedo
exactamente igual”. Y con razón.
No sirve de nada que te diga todo lo anterior sin más, pues aunque es
cierto, necesitas un mapa que te sirva de guía. Y ese mapa lo encontrarás
enseguida, en el capítulo 5.

“La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el


pecado no existe y el sufrimiento no tiene causa.
La dicha es justa, y el dolor no es sino señal de que te has equivocado
con respecto a ti misma. No tengas miedo de la Voluntad de Dios.
Por el contrario, ampárate en ella con la absoluta confianza de que te
liberará de todas las consecuencias que el pecado ha forjado en tu febril
imaginación”

(Lección 101 – UCDM): “La Voluntad de Dios para mí es perfecta


felicidad”
IV: Mi herida I

Antes de pasar a la acción con respecto a cómo vas a empezar a


hacer cambios reales en tu vida, quiero compartir algunos extractos de
la novela autobiográfica que publiqué en abril del 2.019, “Cuando mi
doble cuántico me salvó de mí misma, de la mano de Un Curso de
Milagros”.
Los iré alternando a lo largo de los siguientes capítulos y en ellos
podrás ver con más detalle las consecuencias que la experiencia de
abusos y abandono tuvieron en mi infancia, así como su agravamiento
a medida que me iba adentrando en la vida adulta. Muy probablemente
te identificarás con las cargas de la culpa, el sentimiento de
inferioridad, la dependencia emocional, y muchos de los demás rasgos
comunes en las niñas y niños que hemos vivido abusos sexuales. Si al
igual que yo creciste en una educación judeo-cristiana, también
resonarán en ti el pecado, la idea de un dios castigador y el
sentimiento de ser una puta condenada al infierno el día del juicio
final. También verás cómo ya en la vida adulta y tras varios años de
terapia intentando lograr la ansiada estabilidad emocional, aún
perduraba en mí la herida principal, la de haber sido abandonada a mi
suerte.
Quiero recalcar de nuevo que mis padres, como los tuyos, lo
hicieron lo mejor que supieron y pudieron hacerlo (profundizaremos
en esto en los capítulos de las Constelaciones Familiares). A estas
alturas del libro ya sabes que al igual que millones de padres de
aquella época, estaban condicionados por aquellos programas oscuros
que gobernaron sus vidas hasta el final, fruto de la educación represora
y castradora que les fue inoculada. Desde aquí les mando un abrazo
con mucho amor y gratitud. Ya no existen en este plano de conciencia,
y estén donde estén, me gusta pensar que ahora se encuentran mucho
más cerca de la Verdad que yo, y que me siguen guiando con todo su
amor para que cumpla el propósito divino que he venido a hacer en
esta vida.
No me voy a cansar de repetir en este libro y en cualquier otro
sitio que en realidad no hay culpables, pues mientras no hagamos un
reseteo profundo en nuestra programación mental y en nuestras
creencias, todos seguiremos funcionando como autómatas a las
órdenes de nuestro inconsciente, esa parte de nuestra mente que vive
en el miedo, la ansiedad y el vacío que como ya hemos visto, son el
fruto de haber olvidado quiénes somos realmente. Dicho esto, paso a
mostrarte los primeros fragmentos:

“Tenerife
1977

“Yo nunca tuve ese algo


que ustedes llaman infancia”

Michael Jackson

Su cuerpo de nueve años permanecía paralizado y en tensión,


atrapado en un estado de sopor que deambulaba aterrado entre la
vigilia y el sueño.
Sentía vagamente cómo unos dedos anhelantes penetraban en su
tierna vagina y cómo sus pechos incipientes eran sobados de forma
enérgica y atropellada. Su mente confusa intentaba mantenerse en el
mundo de los sueños, deseando quedarse allí escondida y a salvo y no
tener que regresar jamás. La cruel realidad acababa siempre
imponiéndose y Sara despertaba para descubrir que una noche más su
hermano Agustín, seis años mayor que ella, aliviaba sus instintos a
costa de su inocencia y de todo lo que hasta hacía poco, había
significado ser niña.
Paralizada por el miedo, el asco y la vergüenza, e incapaz de
afrontar aquel infierno de otra manera, lograba hacer un leve
movimiento con sus pequeños pies simulando estar aún dormida, y
conseguía así que él se escabullera agazapado en la noche,
escurriéndose hacia la puerta de su habitación. No sabía distinguir si
era mayor el alivio que sentía cada vez que él desaparecía, o la
sensación de asco y desamparo en la que finalmente se quedaban
impregnados su cuerpo y su alma.
Se giraba hacia un lado en su cama y colocándose en posición
fetal, lloraba desconsolada en el oscuro silencio sabiendo que una vez
más, nadie estaría allí para abrigar su llanto. Begoña y María, sus
hermanas mayores, dormían plácidamente en las camas contiguas
completamente ajenas a su agonía.
_¿Y si las despierto y se lo cuento? No…él me ha dicho que no se
lo puedo decir a nadie...
Subyugada por el miedo aprendió a convivir con su secreto
funesto, que cada noche adquiría la espeluznante forma de una espada
afilada que se cernía vacilante sobre su cabeza, alejándola cada vez
más de sus risas de niña, de sus deseos de jugar y de sus besos y
abrazos, antaño alegres y espontáneos. Se fue volviendo cada vez más
recelosa y taciturna, sumergiéndose poco a poco en un mundo interior
al que nadie más podía acceder y en el que por momentos y a duras
penas, lograba sentirse a salvo.
Cada noche antes de irse a dormir contemplaba el cielo tinerfeño
parcheado de estrellas infinitas, y allí dirigía su mirada suplicante,
buscando la magia que durante unos instantes la alejaba del infierno
en el que vivía. Sus hijos la miraban desde allí arriba en el mundo
espiritual, y con los ojos anegados en lágrimas les decía que algún día
estarían juntos y que les daría todo el amor que guardaba dentro para
ellos. Soñaba con hacerse mayor y formar una familia con un hombre
que la quisiera y al que ella querría con toda su alma, y poder vivir una
vida plena y feliz, la vida que le había sido ya arrebatada.
Algún día, hijos. Aquí os espero, les decía sonriendo al inmenso
azul.
Las estrellas y la luna se convirtieron así en sus íntimas
confidentes y llorando acurrucada en su balcón de la Avenida Anaga,
envuelta en aquel halo mágico al que accedía cada noche, podía
escuchar una voz en su interior que le susurraba una y otra vez: “Todo
está bien, Sara. Todo tu dolor tendrá sentido algún día. Confía, no estás
sola”. Su Amiga del Cielo, como le gustaba llamarla, conseguía
calmarla y aliviarla por unos momentos y fue aprendiendo a sentirse
cada vez más a gusto en ese mundo interior suyo en el que todo era
posible y en el que sus sueños y anhelos más profundos, algún día se
harían realidad.
Algún día…todo será muy diferente...se decía al apagar la luz
y acurrucarse entre las sábanas, suplicando que esa noche Agustín no
volviera para robarle de nuevo su inocencia”.

“Tenerife
1978

“Marian y Begoña jugaban entretenidas al chinchón en la cama


contigua y ella trataba infructuosamente de encontrar las palabras
adecuadas.
Venga, díselo Sara. Tienes que hacerlo…tienes que pedir ayuda...se
repetía sin dejar de mordisquear su bolígrafo Bic.
Miraba paralizada a un punto incierto sobre la hoja en blanco de su
diario, presa de una encarnizada vergüenza que le impedía lanzarse
cada vez que movía sus labios para comenzar a hablar. Sabía que
necesitaba contarlo, dejar de seguir soportando ella sola aquella
pesada carga que le había robado sus risas de niña, y aunque aquel era
el momento perfecto, un nudo espeso en su trémula garganta apagaba
su voz una vez tras otra.
_¡Menos diez!_, gritó Marian de pronto, arrancándola de sus
pensamientos secretos.
_Otra vez me has ganado, ya te vale, tía_, reía Begoña. _Trae, que
ahora me toca repartir a mí.
Las dos suponían una influencia muy importante en su vida. A
pesar de no tener una relación demasiado cercana debido a sus
diferencias de edad, ambas le brindaban la oportunidad de tener unos
referentes femeninos en los que apoyarse.
Su madre, totalmente entregada a una casa, un marido y ocho hijos
a los que atender, rara vez tenía tiempo para cubrir sus necesidades
afectivas, y ella había encontrado en sus hermanas mayores una
especie de sucedáneo maternal que ocasionalmente compensaba sus ya
reiteradas y profundas carencias.
Marian, con su carácter espontáneo y jovial, era para Sara como
una segunda madre que cuidaba de ella y de sus hermanos pequeños
con mucho cariño y dedicación. Begoña, que era más bien seria y a su
juicio demasiado adulta para su edad, le ayudaba eventualmente con
sus deberes del colegio en las pocas ocasiones en que lo requería. Éste
era uno de aquellos momentos en los que verdaderamente necesitaba a
sus hermanas y no podía dejar de pasar la inusual oportunidad de
tenerlas a las dos tan disponibles, jugando tranquilamente a las cartas
en su habitación.
_¡Chinchón!_, gritó Begoña eufórica_. ¡Por fin te he ganado, ya
era hora!
_Venga, la revancha, que eso ha sido sólo un churro_, le apremió
Marian mientras barajaba con fruición.
_Agustín me toca…por las noches..._, se atrevió a susurrar por fin.
_¿Qué has dicho?_, preguntaron al unísono dirigiendo sus miradas
rápidamente hacia ella.
_Agustín…me toca…por las noches_, repitió con la voz quebrada
y las lágrimas asomando en sus pequeños ojos de diez años, sin poder
apartar la mirada de su diario.
_Y a veces también durante el día...
Así fue cómo por fin sus padres lo supieron. Sus hermanas la
acompañaron para contárselo a su madre y ésta a su vez a su padre,
según le dijeron después.
Su madre no habló más del tema. No se acercó a preguntarle cómo
estaba o cómo se había sentido viviendo aquello ella sola. Su padre
tampoco lo hizo…pero no le importó. Ya no era más su secreto…ellos
ahora lo sabían y harían lo que fuera necesario para protegerla.
Aquella noche al acostarse se sintió la niña más feliz del mundo.
Una renovada sensación de seguridad y protección la llenó por
completo y desde el balcón miró una vez más a sus estrellas. En esta
ocasión, en lugar de soñar con un futuro diferente y más bonito, les dio
las gracias por haberle dado fuerzas para pedir ayuda. Habló también
con sus hijos y les dijo que estaba muy contenta.
Se acordó también de los planes de sus amigas del colegio para
carnavales y empezó a hacerle ilusión acceder a disfrazarse con ellas.
Por primera vez en mucho tiempo se sintió tranquila y feliz, y pudo
regresar a las cosas propias de su mundo de niña, que despertaba ahora
de la oscura pesadilla en la que había vivido atrapada durante aquellos
largos meses”.

“Tenerife
1978

“_No lo cuentes, Sara_, esto tiene que quedar entre nosotros_, le


ordenaba él unos días después mientras la tiraba sobre la cama de su
habitación y se restregaba sobre ella sobándole sus diminutos pechos.
La añorada paz que había podido disfrutar durante aquellos días, se
vio truncada de pronto por la horrenda persistencia de su hermano
mayor. La confusión que golpeó ahora a su mente se disparó a unos
niveles cruelmente extremos, al no poder comprender cómo aquello
seguía ocurriendo después de haber pedido ayuda.
¿Mamá y papá no han hablado con él? Ella me prometió que lo
haría…me prometió que ya no ocurriría más...”
“_Mira, esto es para ti_, le dijo en otra ocasión mostrándole una
preciosa piedra roja que parecía un rubí_. Tú estate quieta, déjate tocar
y luego te la regalaré.
El miedo, el asco y la vergüenza que ya impregnaban todo su ser le
impidieron volver a pedir auxilio, gritar, o hacer algo que no fuera
quedarse quieta, permitir que la sobara y finalmente aceptar la
preciosa y brillante piedra roja sintiendo una insoportable repugnancia
hacia sí misma.
En su mente comenzaron a colarse pensamientos que le hablaban
de suciedad, de castigo divino, de culpa…y de ser una puta de tan sólo
diez años que ya estaba condenada a quemarse en aquel terrorífico
fuego eterno del que había oído hablar en numerosas ocasiones.
Todos los domingos y fiestas de guardar acudía a misa con su
familia y frases como “Señor, no soy digna de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme”, le recordaban una y otra
vez que ella ya no era digna del amor de Dios. Los curas sermoneaban
una y otra vez sobre la pureza de la Virgen María y cómo las mujeres
tenían que seguir su ejemplo, manteniéndose limpias y castas.
Yo no soy pura, Dios ya no me quiere, se decía llorando
desconsolada y asustada, cada vez que Agustín volvía a escurrirse bajo
el manto callado de la noche.
Pasaron los días, las semanas, los meses…y finalmente perdió toda
esperanza de que llegara aquella protección que tanto le había costado
buscar en su día. Ocasionalmente volvió a hablar del tema con sus
hermanas, pero de nada sirvió, pues todo permaneció igual.
Paulatinamente fue encerrándose más aun en sí misma y en el mundo
de maravillosas fantasías que fue creando en su mente, en las que
algún día un príncipe azul la querría por encima de todo y con el que
tendría unos hijos preciosos a los que dar todo el amor que había
encerrado bajo llave en su corazón.
El desconcierto, la decepción y el desgarrador sentimiento de
abandono y de no ser lo suficientemente querida por sus padres, se
fueron convirtiendo en un odio extenuante hacia ellos, hacia ella
misma y hacia el mundo entero.
Su existencia, cada vez más fría y gris, había pasado de ser aquella
en la que durante un corto tiempo había albergado un atisbo de
esperanza, a un desierto totalmente devastado en el que la
desesperación le iba robando cada día un poco más de su infancia y de
su ya deshecha inocencia”.

Tenerife
Mayo 1978 - Diario

“Hola: Cuando sea mayor tendré una casa muy bonita, con jardín y
muchos animales. Me encantan los animales, todos menos las arañas.
Mis hijos serán muy felices y yo jugaré y hablaré mucho con ellos.
Les diré cuánto les quiero y nunca dejaré que se sientan abandonados
por mí. Qué ganas tengo de ser mayor y de que vengan ya…siento que
he venido a la Tierra sólo para eso…
Mi marido será un hombre guapo y nos querremos mucho. No me
hablará como papá a veces habla a mamá, no se enfadará conmigo, ni
con nuestros hijos. Cuando papá grita siento mucho miedo, no me
gusta que se enfade. Nunca viene a hablar ni a jugar conmigo, ahora sé
que no me quiere, ni mamá tampoco.
Ya no les necesito, yo sola saldré adelante. Algún día podré irme
de esta casa para no volver nunca.
Mi Amiga del Cielo me sigue hablando a veces y me dice que
confíe, que todo va a ir bien y que este dolor algún día tendrá un
sentido. Yo todavía no puedo verlo…”

Has podido ver con claridad cómo se fraguó el autoengaño con


respecto a mi fuerza y mi invulnerabilidad, que devino en la falsa creencia
de que no les necesitaba. Las heridas del abandono y la seguridad habían
cristalizado en mí, y al sepultar la tristeza, el miedo, el abandono y la
soledad para no volver a sentir aquel dolor desgarrador, mi mente creó el
consiguiente sistema de pensamientos: “no me quieren, ni yo a ellos”,
“buscaré el amor fuera de aquí”, “yo sola puedo con todo”, “no necesito a
nadie”, “si me muestro frágil el mundo me hará daño”, “que les den”,
etcétera.
Inconscientemente había sepultado mi angustia de abandono e
inseguridad tras la máscara de aquella fortaleza ficticia, y como ya sabes,
las emociones que me permitieron mantener esa mentira durante años
fueron el enfado y la culpa, dirigiéndolos tanto hacia mí misma como hacia
los demás.
V: Mapa de acción

Si has llegado hasta aquí, es buena señal. Una parte de ti al menos ha


sentido curiosidad. Pero con el corazón en la mano te digo que el primer
paso y el más importante si quieres hacer un cambio real, es que tienes que
haber llegado a un punto de hartazgo tal en tu vida, que estés decidida a
implicarte y a comprometerte de verdad en este trabajo contigo misma. Si
no es tu momento no pasa nada, está bien así. Puedes dejar el libro o seguir
leyéndolo si te apetece, y muy probablemente algún día dentro de unos
meses o unos años lo verás en tu estantería y dirás: “¡Ya está bien!”
“¡Ahora sí!”
Si sientes que es ahora cuando realmente quieres adquirir este
compromiso, te prometo que si creas en tu vida los hábitos que estoy a
punto de mostrarte, vas a experimentar auténticos milagros. ¿Estás lista?
¡Vamos allá!
En cuanto sientas la emoción desagradable, que generalmente será el
enfado, la culpa, o alguna proyección para no sentir la verdadera emoción
que tu ego quiere ocultar, lo primero que vas a hacer es reconocer y aceptar
que en este momento estás enfadada o juzgando a alguien para tapar lo que
sientes verdaderamente. Es en este instante crucial cuando tienes la
oportunidad maravillosa de elegir: o sigues la ruta automática de esa
energía, que es lo que llevas años haciendo, o decides atreverte a probar
algo diferente. Los primeros días será suficiente con que llegues a esta
toma de consciencia, aunque no vayas más allá.
Te aseguro que una parte de ti no soportará continuar haciendo lo
mismo ahora que eres consciente de que lo estás haciendo. Será suficiente
con que te digas a ti misma: “ahora mismo veo que estoy enfadada con
esta persona o situación, y sé que cuando siento enfado, estoy desoyendo la
emoción auténtica que mi niña interior trata de mostrarme”. O también:
“ahora estoy juzgando a esta persona o a mí misma, y sé que cuando juzgo,
estoy negando la auténtica emoción de mi niña interior”. Después de unos
días practicando esta nueva presencia en ti, notarás cómo necesitas
profundizar más, querrás buscar la emoción genuina, pues te estarás
acercando a tu verdadero Ser, a la Consciencia, y ésta no soporta vivir en
incoherencia. Verás también que a pesar de tus avances, al principio el
automatismo del enfado, los juicios y la culpa intentarán volver a recuperar
su terreno. No te preocupes por eso, irán perdiendo fuerza a medida que
vayas progresando con tu insistencia.
Cuando te veas en ese momento de ir a buscar la emoción, tómate unos
segundos para respirar profundamente y deja que tu cuerpo te hable. Lo
hará. Las emociones siempre aparecen en forma de alguna tensión, un nudo
en la garganta o en el estómago, agitación, debilidad en las piernas, temblor
en las manos, etcétera. Sólo necesitas darte el tiempo para ir en su busca.
Respira y siéntelo, con cada nuevo intento será más fácil, ya verás. Ahora
ya sabes que el enfado o la culpa no son lo que sientes realmente, ahora
estás preparada para encontrarte con tu verdad. ¿Cuál es? ¿Es tristeza?
¿Soledad? ¿Miedo? Cuando la hayas detectado, pregúntate y observa cuál
de las tres heridas ha abierto en ti esa situación concreta que estás
viviendo:

Herida de abandono: situaciones de pérdidas afectivas,


desengaños amorosos, traiciones o rechazos. La emoción es la
tristeza, el vacío.

Herida de valoración: situaciones de ser incomprendida,


juzgada, no reconocida o respetada. La emoción es la soledad.

Herida de seguridad: pérdidas de trabajo o de dinero,


situaciones de incertidumbre, vulnerabilidad e impotencia. La
emoción es el miedo.

A la hora de reconocer la emoción, puede que algunas veces estés


inmersa en situaciones tan caóticas que parezcan emerger las tras heridas a
la vez, pero si te tomas el tiempo para respirar profundamente, calmar tu
mente y observar dentro de ti, verás que una de ellas es la que más te está
doliendo en ese momento.
El siguiente paso es colocarte frente a un espejo. Después de haber
detectado la emoción y saber de cuál de las tres heridas se trata, te vas a
poner de pie frente a un espejo y vas a tomar dos o tres respiraciones
profundas mientras te miras a los ojos.
En tu mirada vas a buscar a tu niña de tres años y vas a llevar esa
emoción a la infancia, a esa niña pequeñita. Al principio probablemente te
costará conectar. No importa, tú insiste. Te prometo que merece la pena y
que tu niña está deseando que lo hagas. Y un buen día, cuando menos te lo
esperes, ahí la verás. Y llorarás…mucho. Y tus lágrimas empezarán a
limpiar todas aquellas palabras de odio y de desprecio con las que te has
hablado a lo largo de los años. Será el comienzo de un final, el final de esa
etapa oscura de tu vida en la que no recordabas el alma fuerte, sabia y
amorosa que eres.
Recuerda que cualquier emoción que sientas ahora, ya la sentiste
cuando eras pequeña. La estás viviendo otra vez porque la herida necesita
abrirse para poder ser sanada, y seguirá abriéndose una y mil veces, hasta
que te decidas a entrar en ella desde el amor, la comprensión y el perdón.
Así que ahí de pie frente al espejo, cuando sientas que has conectado
con tu niña, vas a empezar a hablarle. Si por ejemplo se trata de una herida
afectiva (de abandono o de no sentirse querida), le puedes decir palabras
como: “me doy cuenta de que estás triste y de que te sientes muy sola.
Quiero que sepas que yo estoy contigo y que te acepto y te quiero con todo
lo que sientes en este momento. No eres tonta ni ridícula por sentirte triste.
Eres muy pequeña y comprendo que esta situación es muy dolorosa para ti.
Yo estoy ahora contigo y no te voy a dejar sola, estamos juntas en esto. No
sé cómo vamos a solucionarlo, pero yo estoy aquí contigo, yo me hago
cargo ahora. Ya no estás sola, mi niña preciosa, vamos a ser una con todo
eso que sientes. Te quiero”.
Dependiendo de la herida de la que se trate, tú misma encontrarás las
palabras que necesites decirle: “Veo que te sientes muy vulnerable y
asustada en esta situación y quiero que sepas que yo te acepto y te quiero
con tu fragilidad. Te mereces vivir una vida bonita y tranquila, y lo vamos a
lograr. Ahora yo estoy contigo”. “Comprendo que te sientas tan sola. No es
tu culpa que los demás no puedan ver lo valiente y maravillosa que eres. Tu
luz no puede desaparecer porque ellos no puedan verla, yo ahora sí te veo y
te quiero mucho. Ya no estás sola, estoy aquí contigo”.
Recuerda que si la emoción sigue siendo el enfado, con él estás tapando
el sentimiento genuino, así que deberás preguntarle a tu niña qué es lo que
siente realmente e insistir hasta que llegues a la tristeza, la soledad,
inseguridad, etcétera. Si ves que te cuesta salir del enfado, dale rienda
suelta y deja que tu niña se explaye con todo lo que necesita expresar. Pero
después tienes que seguir avanzando e ir más allá pues si no, no servirá de
nada. Sólo habrás descargado una rabieta caprichosa de tu niña, no sanarás
la herida que subyace y todo permanecerá igual.
Practicar esto te va a ir llevando cada día a nuevas partes de ti que
habían permanecido enterradas bajo las máscaras que habías construido. Te
darás cuenta de que hay una voz en ti que es pequeña, que no sabe o no
puede hacer lo que le exiges, y que todo eso que habías diseñado para
protegerte tan sólo era una coraza, tus personajes, tu ego. Verás que
aceptando y amando esa pequeñez en ti, encontrarás tu esencia, tu
verdadera fortaleza, y descubrirás que no hay nada más maravilloso que
poder decir “soy pequeña y no sé”. Ya no hay lucha, ni comparación, ni
tienes que demostrar nada, te despojas realmente de todo lo que tu mente
ha construido y te quedas en tu esencia. Es una nueva mirada con la que te
ves a ti misma, una mirada de aceptación, de comprensión y de amor. En
vez de desperdiciar tu energía atacando y juzgando fuera o hacia ti, que es
lo único que antes sabías hacer, ahora la empleas en desarrollar el amor, y
los cambios en tu vida son brutales: te sientes en paz, todo se vuelve fácil,
vives en consciencia.
Puedes empezar a hacer el cambio desde este mismo instante, eligiendo
afrontar cada situación con esta nueva actitud. Al atender y escuchar de
esta manera a tu niña de tres años, cuidándola, queriéndola y respetándola,
poco a poco podrás ir contactando también con la niña de siete y la
adolescente. Te recomiendo que te dediques de lleno con la de tres al menos
durante un mes, y cuando veas que te resulta fácil sentirla y comunicarte
con ella, empezar con la de siete o la adolescente, en función de qué herida
sea la que te toque trabajar.
Una vez que adquieras el hábito de hacer este ejercicio en lugar de
enfadarte o quejarte ante la situación que estés viviendo, comprobarás que
todo lo que la vida te trae es para tu crecimiento y que era tu mente la que
lo convertía en un problema y en malestar. De esta manera, el exterior se
convierte en el termómetro más fiable para que puedas ver qué tal vas con
tu trabajo interior: observando qué situaciones están apareciendo en tu
vida, si hay algo que te duele y te afecta, ahora ya sabrás que es algo que
tiene que ver contigo y con tus heridas aún sin sanar, y no con las personas
implicadas o la situación en sí. Esas personas, sin ellas saberlo en realidad
son “mensajeros” que la Vida pone en tu camino para que puedas verte, así
que lo mejor que puedes hacer cada vez que algo que te dicen o te hacen te
duela, es darles las gracias mentalmente por ayudarte a ver que tienes que
hablar con tu niña.
Lo único que necesitas hacer es reconocer y sentir las emociones que
esa situación te genera y saber que es una oportunidad para sanarlas, para
amarte, para encontrarte, pues esas emociones fueron en su día el camino
de salida del Ser, y ahora son el puente de regreso. Cada vez te resultará
más fácil aceptar y abrazar tu vulnerabilidad, tu inseguridad, tu tristeza y
todos tus miedos. Serás más sincera contigo misma y podrás asumir que
todo lo que sientes nace de ti, que nada puede venir de fuera. Comprenderás
que el exterior es un reflejo que te muestra lo que te falta por abrazar y
sanar en ti.
Cuando hayas convertido esto en una práctica diaria en tu vida, además
del espejo se te ocurrirán otras formas diferentes de mantener un contacto
cercano y continuado con tus niñas. Yo por ejemplo, cuando voy caminando
por la calle me gusta imaginarme que voy de la mano con la de tres años, y
le voy hablando mentalmente. Nos lo pasamos genial, me río mucho con
ella (las primeras semanas lloramos mucho juntas, ella necesitaba sacar
mucho dolor). A veces, cuando lo siento así, incluso voy con las tres a la
vez (debo decirte que pude empezar a hacerlo de esta manera tras varios
meses practicando el ejercicio en el espejo, muchas veces al día).
A medida que iba avanzando en mi reconexión con mi niña
interior, me iba resultando cada vez más fácil hablar con ella. Esto dio paso
a empezar a sentir también a mi niña de siete años y a mi adolescente. Cada
situación molesta que aparecía en mi vida se había convertido en un tesoro
que me podía conducir hasta mi centro, hasta mi verdad interna. Llegó un
día en que mi niña de tres años me guiñaba los ojos y me sonreía nada más
ponerme ante el espejo, y supe entonces que mi herida del abandono estaba
curada. Y empezó a emerger otro sentimiento en mí, ya no tanto de miedo o
soledad, sino de sentirme incapaz e impotente. La incertidumbre con mi
situación económica seguía presente, y ahora, en vez de miedo, la emoción
que emergía en mí era la impotencia. Entrando en ella ante el espejo, pude
ver a mi niña de siete años y a sus pensamientos, que le decían que era
incapaz, tonta, inútil y una fracasada. Me empleé a fondo con ella,
hablándole a diario nada más despertarme, por la noche antes de acostarme,
y durante todo el día cada vez que iba al baño:
“Veo tu impotencia, veo que te sientes incapaz de solventar esta
situación. Eres muy pequeña y es lógico que te sientas así. No eres tonta, ni
una inútil, ni una fracasada, es sólo que eres muy pequeña y esta situación
se te hace grande. No pasa nada, yo te acepto y te quiero con todo esto que
sientes, y quiero que sepas que yo ahora me hago cargo. Yo soy la adulta y
yo sí puedo, yo sí soy capaz de hacerle frente. Aún no sé cómo lo voy a
solucionar, pero tú quédate tranquila, ya no estás sola”.
A medida que iban pasando los días, pude sentir físicamente
cómo algo se abría en mi pecho cada vez que le decía “yo soy la adulta, yo
sí puedo, yo sí soy capaz, yo me hago cargo”. Empecé a sentir una nueva
fuerza en mí, un nuevo convencimiento de que era cierto lo que le decía a
mi niña interior. Mientras ella se iba tranquilizando, yo me sentía cada vez
más fuerte, más segura y confiada ante la situación, aunque ésta aún no
había cambiado en absoluto. Esta liberación de mi niña trajo consigo
recuerdos de momentos de mi infancia que tenía olvidados. Al abrir la
puerta a través de la comprensión y el amor, mi mente empezó a mostrarme
memorias de situaciones que había vivido con siete, ocho, nueve y diez
años, que estaban directamente relacionadas con mi sentimiento de poca o
nula valía: en el colegio me gustaba poner un punto rojo un poco más
grande de lo normal al acabar los dictados, así quedaba más bonito. La
profesora me regañó varias veces hasta que tuve que claudicar, doblegarme,
y hacerlo como los demás niños, con el punto azul pequeño. El mensaje que
quedó grabado en mí fue que tal como yo era, lo hacía mal, no era válida.
Pocos años después, me pasó algo parecido con otra profesora en otro
colegio. En las operaciones de matemáticas me gustaba poner una línea
roja antes del resultado final, y la profesora, igual que la de años atrás, me
obligó a hacerlo como los demás niños. Si aquello hubiera afectado a mi
rendimiento tal vez lo habría entendido, pero al no ser así, de nuevo el
mensaje que se grabó en mí fue que mi manera de hacer las cosas era
incorrecta, que no era bueno querer poner creatividad y color en lo que
hacía.
Con cada nuevo recuerdo que emergía en mi mente, me ponía a
trabajar con aquella niña y a decirle que me parecía perfecta siendo tan
creativa, original y artística, y que a partir de ahora podía volver a actuar
así cuando quisiera. Esto paulatinamente fue trayendo algunos cambios en
mi vida, cada vez me notaba más libre, más segura, más feliz. Cada dos por
tres tenía momentos reveladores, se me hacían evidentes los pensamientos
y las creencias que hasta entonces habían estado ocultos en mi
inconsciente, y al verlos tan claros, podía cambiarlos enseguida. Una de
estas ocasiones me llevó a otro nivel, pues implicó a otro ser humano, y me
encantó evidenciar que cuando nos sanamos, lo que nuestro Ser necesita es
ayudar a otros: había ido a una ferretería para hacer copias de unas llaves y
el chico se veía inseguro, pues tenía problemas a la hora de manejar la
máquina. Estaba tardando más de lo normal y en mi mente aparecieron
pensamientos del tipo “no debe de ser tan difícil copiar unas llaves”,
“seguro que cuando las pruebe en casa, alguna no va a abrir, ya verás”. Me
di cuenta al instante de que se había activado esa parte de mi mente que
juzga automáticamente cuando algo no le sale como quiere, y pensé que mi
niña me estaba mostrando cómo mi inconsciente aún le hablaba cuando ella
se veía en una situación similar, así que decidí hacer con aquel chico lo
mismo que llevaba tiempo haciendo con mi niña. Planté firmemente mis
pies en el suelo, apoyé las manos en el mostrador, y mirándole, a tan sólo
tres metros de mí pasando el mal rato con las llaves, comencé a enviarle
estos pensamientos: “Tú puedes. Tú eres capaz. Eres un chico muy
inteligente y muy valiente, atreviéndote a hacer algo que aún no dominas
del todo. Te admiro por intentarlo y sé que eres capaz de hacerlo. Te
quiero”. Al llegar a casa, todas las llaves abrieron sin ningún problema.
La adolescente me tiene cada vez más fascinada, cuanto más la
conozco más la admiro y la respeto. Es tan valiente, fuerte y decidida...y yo
la tenía totalmente apocada por la culpa y los juicios hacia sí misma. Mi
primer reencuentro con ella fue algo realmente mágico: iba con mi hija en
el coche y de pronto me pidió nombres de cantantes o grupos musicales de
mi juventud. Empecé a nombrarle a Alaska y Dinarama, Sabina, Status
Quo, Eagles, Supertramp y muchos más, hasta que de repente sin saber por
qué, le dije: busca “Y voló”, de Los Pecos. En cuanto empezó a sonar la
canción estallé en un llanto repentino e incontrolable, y ante su cara de
sorpresa la tranquilicé explicándole que algo se había abierto en mí y que
era muy bueno que pudiera sacar aquel dolor (mi hija y yo estamos
acostumbradas a hablar abiertamente de nuestro mundo emocional, así que
lo comprendió al instante).
Me pasé los dos días siguientes escuchando la canción una y otra vez
como una posesa, mientras mis lágrimas parecían no tener fin. Sabía que
estaba limpiando algo profundo e importante de mi yo adolescente y estaba
preparada y decidida a permitirle expresar su tristeza y su vacío como ella
necesitara hacerlo. Sabía que era sagrado y vital hacerme cargo. Una vieja
herida que hablaba de la soledad y de la incomprensión que había vivido en
mi juventud se abrió ante mí con aquella canción que llevaba años sin
escuchar y con la que tanto había llorado a mis quince, dieciséis y
diecisiete. Llevaba bastantes meses haciendo el trabajo con mi
niña de tres años y un par de ellos con la de siete, y sin yo saberlo había
abierto la puerta de acceso a mi adolescente.
No encuentro las palabras para explicar la felicidad y la plenitud que
empecé a sentir los días siguientes, cuando aún bañada en lágrimas, empecé
a hablar con ella también frente al espejo. Me hablaba de lo sola, incapaz y
culpable que se había sentido durante todos estos años, me traía imágenes y
recuerdos que al igual que con la niña de siete también tenía olvidados, y
escuchándola con esta nueva disposición para comprenderla, cada día iba
encontrando en ella nuevos motivos para respetarla, admirarla y quererla
más y más.

El valor del ejercicio diario con tu niña interior:


La importancia de este ejercicio radica en que aunque conscientemente
pensemos que sí merecemos ser amadas, en el fondo no nos lo creeremos
de verdad mientras no hayamos reparado todo aquel dolor. ¿Recuerdas las
creencias que se forjaron en ti cuando aún eras muy pequeñita? “Si mis
padres no me hacen caso, o no me comprenden, o no me escuchan, etcétera,
no merezco ser querida” (porque soy imperfecta, o mala, o tonta, o
torpe…). Es la primera creencia inconsciente que construimos en nuestra
mente y que dio lugar a las miles que vinieron detrás.

¡NO
MEREZCO
SER
QUERIDA!
Créeme, si pudieras contar las millones de veces que te has repetido
estas cuatro palabras a lo largo de tu vida sin darte cuenta de que lo hacías,
ahora mismo te echarías a llorar.
Como ya te he contado, todos los días, nada más levantarme, voy al
baño y lo primero que hago es mirarme al espejo. Me centro en mis ojos y
busco a mi niña de tres años, para ver si está bien o si hay algo que la esté
perturbando. Al principio me costaba acordarme de hacerlo, pero a base de
insistir al final conseguí que si algún día se me olvidaba, en el trayecto a la
cocina para prepararme el desayuno una vocecita interior me decía: “Eh,
que no me has preguntado cómo estoy”. Entonces me paraba en seco,
sonreía, y volvía al baño. No es algo sólo importante. Es sagrado. Ahora sé
que yo soy lo más valioso que tengo y que según lo que haga conmigo, así
serán los frutos en mi vida.
En la actualidad, por lo general a mi niña le basta con ese primer
saludo matinal para empezar el día contenta. La miro a los ojos y enseguida
sé cómo se siente. Si todo está bien, que ahora es prácticamente cada día,
me sonríe y abre y cierra los ojos rápidamente, como jugando conmigo. Si
está inquieta por algo, también lo siento enseguida. Noto alguna tensión en
mi cuerpo o en mi cara, y entonces me quedo de pie, mirándola a los ojos,
respirando despacio y profundamente hasta que la emoción aparece.
Cuando me doy cuenta de qué es lo que estoy sintiendo, empiezo a hablarle,
como te he contado más arriba: “no estás sola, veo y comprendo tu miedo.
Eres la persona más importante de mi vida. Te quiero y te acepto
completamente, con el miedo que estás sintiendo ahora. La verdad es que
esta situación es un poco confusa y tienes motivos para sentirte así. Te
acepto y te abrazo con tu miedo, quédate tranquila que yo ahora estoy
contigo y nada malo puede pasarte. Yo me hago cargo de la situación, tú
sólo descansa en mí”.
Y le sigo hablando de esta manera, hasta que siento que de verdad se
ha tranquilizado y puede sonreírme y hacer eso tan gracioso que hace con
sus ojitos. Muchas veces aparece la niña de entre los siete y trece años, y
otras la adolescente, según la herida que se haya abierto en mí, y con todas
ellas aplico el mismo ejercicio. Hay una diferencia abismal entre vivir las
situaciones “problema” de esta manera tan consciente y amorosa, y vivirlas
como solía hacerlo antaño, enfadándome ante cualquier cosa que no se
ajustara a mis deseos.
Después, a lo largo del día, prácticamente cada vez que voy al baño
vuelvo a mirarlas para saludarlas y recordarles cuánto las quiero. O si por
ejemplo estoy en el salón escribiendo, o en la calle haciendo cualquier cosa
y de pronto siento algún tipo de malestar, sé que hay algo que tengo que
revisar. Antes me levantaba para ir al espejo o esperaba hasta llegar a casa,
pero con los meses de práctica ahora me basta con tomar un par de
respiraciones profundas, visualizar a mis niñas hasta que la emoción se
hace clara, y entonces la reparo. La acepto, la vivo, la contemplo como una
oportunidad para seguir sanando. Ya no me quejo, eso quedó atrás. Te repito
que vas a experimentar verdaderos milagros en tu vida si adquieres la
costumbre de practicar este ejercicio tan sencillo, pues como dijo el gran
Milton Erickson: “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”.
Reflexiones
Nos han educado para saludar y dar los buenos días a todos los que se
cruzan con nosotros por la mañana, ya sea a nuestros seres queridos en
casa, después en el trabajo, o a los vecinos del barrio en la calle. Y hacemos
lo mismo a cualquier hora del día cada vez que vemos a alguien a quien
apreciamos, e incluso con los simples conocidos. Después de un tiempo
haciendo este ejercicio, un día me planteé qué diferente habría sido mi vida
y la de la mayoría de nosotras si nos hubieran enseñado también lo
imprescindible y prioritaria que es esta atención amorosa hacia nosotras
mismas.
¿Cómo crees que una madre va atender mejor a sus hijos desde el
comienzo del día? ¿Teniendo encerradas en su inconsciente las heridas de
su niña interior, o habiéndola escuchado y tranquilizado antes de darles el
beso de buenos días y prepararles el desayuno? ¿Cómo crees que esta mujer
afrontará de una manera más tranquila y confiada los desafíos que se
encuentre en el trabajo o en sus relaciones personales? Sí, ya sé que no has
tardado en responder. También sé cuál ha sido tu respuesta.
A estas alturas ya sabes que tus heridas se van repetir en tu vida una y
otra vez hasta que las sanes, y que sólo podrás cambiar esto trabajando y
desarrollando el amor hacia ti misma. Cuando comprendas que esto es así y
des los pasos necesarios, tú misma harás que el malestar que antes
generabas desaparezca, pues al haber atravesado y trascendido el dolor, ya
no necesitarás seguir reviviéndolo. Es así de simple. Seguirás avanzando y
creciendo en tu vida, pero ya no tendrá que ser a través del sufrimiento y la
frustración, pues habrás accedido a un nivel superior de conciencia.
Las nuevas emociones que vas a ir generando en ti a partir de ahora
(paz, gratitud, alegría, amor, plenitud…), irán desmontando
progresivamente la programación mental que iba asociada a tu anterior
forma de sentir, y se forjarán nuevas creencias en ti, acordes a estas
emociones que sí puedes sentir ahora. Por ejemplo: antes juzgabas y te
enfadabas cuando alguien te hablaba mal, y así no te permitías entrar en la
tristeza que ese gesto activaba en ti. Como no sabías mirarte con amor, era
muy fácil que te doliera prácticamente cualquier cosa que te ocurriera o te
hicieran, pues sin tú saberlo, eras como una herida abierta andante. En esa
situación, una creencia inconsciente asociada a la tristeza que mantenías
oculta podría ser: “no merezco que me quieran”. ¿Recuerdas cómo
funciona? Después, como no querías sentir el dolor que esa creencia,
aunque era inconsciente, te producía, huías de él enfadándote y juzgando a
los demás, o sintiéndote culpable. Primero saltaba el automático de las
creencias inconscientes que el ego fue construyendo con cada herida, y
luego negabas la emoción auténtica. Y así, sin darte cuenta, generabas una
ansiedad y una frustración constantes en tu vida.
Tras haber realizado el trabajo interior y haberte permitido sentir esa
tristeza dándote mucho amor y comprensión, habrás trascendido las viejas
creencias y ahora podrás vivir con otras muy diferentes: “soy digna de ser
querida”, “soy capaz de afrontar esta situación”, “soy una persona muy
fuerte y valiente, con todo lo que he superado”, “el mundo es un lugar
seguro”, “me permito sentirme vulnerable, no hay nada de malo en ello”.
De esta manera, irás dándote cuenta de que las palabras, actitudes o
situaciones externas que antes te dolían habrán dejado de afectarte, pues ya
no habrá herida en ti. Sólo habrá amor, y al amor no se le puede hacer daño.
Como dijo el escritor francés Marcel Proust: “Aunque nada cambie, si yo
cambio, todo cambia”.
Con el tiempo, dejarás de atraer a tu vida aquellas situaciones en las
que sentías las viejas emociones, pues ya no habrá nada que trabajar con
respecto a ellas. Al ver a las mismas personas que antes “te hacían daño”
actuando bajo sus patrones automáticos, serás capaz de mirarles sin
juzgarles, pues ese amor y esa comprensión que te has dado a ti misma,
automáticamente se proyectarán en el exterior. Como bien sabes, lo que es
dentro es fuera, todo lo que ves en el exterior es un reflejo de lo que hay en
tu mente, así que si de verdad has dejado de juzgarte y de hacerte daño a ti
misma, es imposible que lo hagas hacia fuera. Como nos dice UCDM, lo
que percibimos es simplemente del reflejo de cómo nos vemos a nosotros
mismos, es decir, cómo percibimos a los otros nos muestra cómo nos
estamos viendo a nosotros mismos. Y como ya te he dicho, ésta es
tu única función en el mundo, tu propósito divino: verte a ti misma y a los
demás a través de tu propia inocencia, sabiendo que somos todos Uno y que
ellos son tan inocentes y dignos de amor como tú.
A continuación transcribo un párrafo de UCDM que en este punto nos
viene como anillo al dedo:
“A medida que compartas conmigo mi renuencia a aceptar error alguno
en ti o en los demás, te unirás a la gran cruzada para corregirlos. Escucha
Mi voz, aprende a deshacerlos y haz todo lo posible para corregirlos.
Tienes el poder de obrar milagros. De este modo, tú y el mundo sois
bendecidos juntos. Nadie pierde, a nadie se le despoja de nada, todo el
mundo se beneficia a través de tu santa visión”.

Al fin y al cabo, ¿no es esto lo que todos nosotros anhelamos? ¿No


buscamos que los demás nos miren sin juzgarnos, con una comprensión y
un amor incondicionales? Pues bien, el modo de obtener lo que quieres, es
darlo. De verdad te digo que cuando puedas comprender la liberación que
esto que te estoy diciendo va a traer a tu vida, vas a desear hacer lo que sea
necesario para que pase a formar parte de ti.
Retomando el tema de las creencias y cómo al cambiarlas
transformamos nuestra vida entera, en el capítulo de la física cuántica te
explicaré cómo al grabarse una nueva creencia en nuestra mente, ocurre
que las células vibran en esa nueva frecuencia y el inconsciente buscará
nuevas experiencias que vibren en consonancia. Lo hará
programando el cerebro con conexiones neuronales que permiten que esa
creencia se pueda ejecutar a nivel de comportamiento y de experiencias. En
definitiva, verás cómo la ciencia nos ha demostrado todo esto que te estoy
diciendo: el cambio ocurre primero dentro y después se manifiesta
fácilmente afuera.
Es por esto por lo que no me canso de decir que los conceptos de
fuerza de voluntad y sacrificio que tanto nos han inoculado a la hora de
lograr cambios y objetivos, es una estupidez fruto de la ignorancia, pues no
podremos ser efectivas y coherentes a la hora de pasar a la acción mientras
no hayamos hecho ese cambio en nuestro interior. Y como vengo
repitiéndote, sólo podremos hacerlo a través del amor, que es la auténtica
vibración de nuestra esencia.
Por lo que leíste en el primer capítulo, ya sabes que ese amor que es
tu verdadera naturaleza ha venido en forma de semilla. Esto significa que
tenemos que desarrollarlo ahora, pues como también te he explicado, de
niños no aprendimos a hacerlo. Y en este punto sí tengo que hablarte del
esfuerzo, que no sacrificio: no nos enseñaron a tratarnos con amor, sino a
exigirnos y a enfadarnos con nosotras mismas cuando no cumplíamos con
las expectativas que venían impuestas desde fuera. Aprendimos
que mientras tengamos defectos no seremos dignas de ser queridas, y
debemos comprender que el esfuerzo que sí nos corresponde hacer ahora es
aprender poco a poco a aceptarnos y a amarnos tal como somos, pues así
como en la exigencia y el sacrificio no hay amor, en el esfuerzo sí puede
haberlo.
Al trabajar y desarrollar esta nueva relación contigo ti misma, te
resultará cada vez más fácil hacer el esfuerzo para lograr lo que sea que te
hayas propuesto cambiar en tu vida y lo harás por amor, el mismo amor que
te impediría hacer daño a una niña inocente de tres, siete, o quince años.
Recuerda los tres potenciales con los que vinimos, y que en la niña de
tres años encontrarás la clave para desarrollar todo eso que dejaste
bloqueado en ti. Recuerda también que eres lo único que tienes realmente,
y que lo más importante que has venido a hacer es a trabajar este amor
hacia ti misma.
Citando a Doña Magdalena, una curandera mejicana con la que
Jodorowsky se maravilló al ver sus sanaciones milagrosas: “Tú misma, tal
como en realidad eres, te estarás esperando al final del camino”.

“Deseas ser feliz. Deseas la paz. No lo has logrado todavía porque tu


mente no tiene ninguna disciplina, y no puedes distinguir entre la dicha y el
pesar, el placer o el dolor, el amor y el miedo.
Ahora estás aprendiendo a diferenciar entre unos y otros. Y grande en
verdad será tu recompensa cuando lo logres.
Tu decisión de querer ver es todo lo que requiere la visión.
Lo que quieres se te concede.
No cometas el error de creer que el pequeño esfuerzo que se te pide es
una indicación de que nuestro objetivo es de poco valor. ¿Cómo iba a ser la
salvación del mundo un propósito trivial? ¿Y cómo podría salvarse el
mundo si no te salvas tú?
…Con tu decisión de querer ver, se te da la Visión”

(Lección 20 – UCDM): “Estoy decidida a Ver”


VI: El inconsciente Familiar

Abordar este tema es fundamental para que te resulte más fácil entender
de dónde viene esta tendencia al mutismo y a la negación cuando ha
ocurrido el abuso sexual en la familia. Como te conté en el capítulo 3, a mí
me alivió y me liberó muchísimo saber que existe este inconsciente en
todos los sistemas familiares, pues así pude comprender que mis hermanos,
al no aceptar los abusos como algo que pertenecía a todo el clan y al no
asumir que todos mis conflictos eran fruto de aquella experiencia vivida en
mi infancia, simplemente obedecían a un programa ancestral que estaba
muy por encima de su voluntad individual.
Así como todos convivimos con nuestro ego, esa parte inconsciente de
nuestra mente de la que ya te he hablado, coexistimos también entre una
miríada de energías invisibles que forman parte de nosotros y de nuestra
vida, nos guste o no, y seamos conscientes de ello o no. Como ya he
explicado en capítulos anteriores, mientras sigamos atrapados en el
automatismo de nuestra mente inconsciente, ésta seguirá dominando el
95% de nuestros pensamientos, emociones y decisiones diarias,
llevándonos a preguntarnos muchas veces por qué siempre repetimos las
mismas situaciones o atraemos al mismo tipo de personas y circunstancias.
Bien, esto ya está comprendido y asimilado, y ya cuentas con el ejercicio
del espejo para empezar a hacer cambios reales en tu vida desde este
mismo momento. ¿O tal vez hayas empezado ya? (guiño con sonrisa y
mucho cariño).
Pero, ¿qué pasa con el inconsciente familiar? ¿Qué es exactamente? Y
la pregunta más importante: ¿Puede influir en tu vida de la misma manera
que tu propio inconsciente individual? Veámoslo:
Partiendo de los trabajos y postulados establecidos en su día por Freud
y Jung, numerosas investigaciones han desarrollado posteriormente teorías
acerca de un tercer nivel inconsciente, que sería un escalón intermedio
entre el inconsciente individual y el colectivo, llamado inconsciente
familiar o inconsciente del clan. A ello han contribuido las propuestas de
diferentes autores entre los que destaca especialmente Alejandro
Jodorowsky, quien ha impulsado la aceptación del término de una manera
más precisa, así como el hecho de que a partir de los años setenta comenzó
a aumentar el interés por el árbol genealógico en Occidente, desde que se
abordó por primera vez la cuestión de la herencia transgeneracional.
. De la misma manera que el inconsciente personal se compone
fundamentalmente de todo aquello que hemos reprimido, olvidado o
bloqueado de lo que nos ha ocurrido a lo largo de nuestra vida y el
inconsciente colectivo está integrado por valores y arquetipos comunes a
un grupo, a una cultura o a un colectivo social, el inconsciente familiar es
una especie de inconsciente colectivo a pequeña escala en el que se guardan
los programas y patrones familiares. Todo clan familiar cuenta con su
propia historia y sus creencias, y éstas acaban convirtiéndose en una
programación inconsciente, formando un conjunto de memorias, sistemas
de pensamiento y actitudes que comparten las generaciones del pasado, del
presente y del futuro. De esta manera, el inconsciente familiar consolida el
sentido de pertenencia al grupo y la identidad de sus miembros sobre la
base de la historia común de la que forman parte. Dicho de otro modo,
varias generaciones de un mismo clan se relacionan y se desarrollan
siguiendo los dictados de este inconsciente familiar y de sus creencias, que
provienen de las memorias reprimidas de los sucesos traumáticos que
vivieron las generaciones anteriores. Todo lo que le sucede a un miembro
del clan repercute, a través del inconsciente familiar, en los otros
miembros, muertos, vivos, o aún por nacer (esto lo desarrollaré en el
capítulo de la epigenética transgeneracional).
Como miembros del clan, desde que somos concebidos recibimos
inconscientemente las memorias de todas las vicisitudes familiares, las
enfermedades, las tragedias y los traumas ocurridos con el propósito de que
puedan ser reparados, pero ocurre que en el inconsciente familiar existe
también una fuerza que es conservadora y paralizante. Su propósito es
mantener la estabilidad para garantizar la continuidad del clan, por lo que
todo debe supeditarse a unos patrones repetitivos que instintivamente se
vuelcan en el pasado, hacia lo conocido, buscando siempre la conservación.
Así, el clan rechaza la rebeldía, el ansia de libertad o el desarrollo de la
conciencia de cualquiera de sus miembros, porque esas iniciativas
provocarían situaciones desconocidas que pueden ocasionar inestabilidad y
poner en riesgo su supervivencia.
Aquí es donde entramos en juego las ovejas negras. Es como si hubiera
dos fuerzas luchando entre sí: una, la del miedo, la que proviene del grupo
familiar y que quiere que todo permanezca igual, y la segunda, la que
proviene de la Consciencia, que es siempre creadora y que desea la
evolución a través de la sanación. Esta trae consigo todas las posibilidades
de transformación que buscan el desarrollo de la conciencia del clan, y al
contrario que la anterior, no se alimenta del pasado sino de las
posibilidades futuras. Resumiendo, podríamos decir que el árbol
genealógico es un organismo que por imitación y buscando sobrevivir,
intenta imponer a los descendientes sus modelos aprendidos y limitantes a
la hora de pensar y actuar ante determinadas situaciones. Y al mismo
tiempo influye sobre él la fuerza creadora y amorosa de la Consciencia, que
lo empuja desde ese pasado de sufrimiento e inconsciencia hacia un futuro
en el que todos sus miembros hayan podido realizar el desarrollo de su
verdadera esencia. Es por esto que heredamos aquellas situaciones que
fueron vividas con dolor y en silencio, porque traemos con nosotras la
capacidad de vivirlas de una manera diferente y sanadora, para aportar una
nueva información al clan.
Al mismo tiempo, tanto nosotras como nuestro árbol hemos recibido las
influencias de la cultura y la sociedad en la que hayamos crecido, que nos
han moldeado conforme a este patrón de imitación y repetición. Nuestro
trabajo como conciencia individual radica en liberarnos de esos límites,
aportar una información nueva a nuestro árbol y llevarlo hacia su
realización espiritual. En palabras de Jodorowsky: “El pasado quiere dar
sentido al futuro, pero en realidad es el futuro el que da un sentido al
pasado, otorgándole un significado nuevo”. Continuemos:
Si un miembro del clan adopta conductas que chocan con las que son
aceptadas por el grupo, los demás generalmente las considerarán una
traición y condenarán su actitud amparándose en las costumbres, creencias
y prejuicios inherentes al inconsciente familiar. Ante esta amenaza, el
rebelde deberá elegir entre la identidad, la protección, la seguridad y el
sentido de pertenencia que le aporta el clan, o su deseo de libertad y de
crecimiento al margen del grupo. Nuestra memoria instintiva nos hace
creer que fuera del clan somos frágiles y estamos en peligro, por lo que esta
decisión no es fácil, pero son precisamente estas iniciativas desafiantes las
que enriquecen y hacen progresar a un clan familiar, ya que muy
probablemente fomentarán la emulación entre otros miembros, así como la
liberación de las siguientes generaciones. Y el clan que no tiene la suerte de
que emerja en él la figura de esta disidente valiente, aparentemente se
mantiene unido, pero de una manera rígida e inerte, encaminándose sin
darse cuenta hacia su desaparición.
Ante esa supuesta amenaza que he mencionado, la oveja negra siempre
tendrá dos posibilidades a la hora de actuar: seguir imitando los patrones
pasados y aprendidos del clan (miedo, enfado, lucha, sumisión, juicios,
quejas, culpas, victimismo, negación, etcétera), o aportar una salida nueva
al árbol permitiendo la liberación y el desarrollo hacia la Consciencia
(perdón, comprensión, expresión, amor…).
En definitiva, al hablar del inconsciente familiar nos estamos
refiriendo a un nivel de nuestra mente que está situado en un plano más
profundo aún que el propio inconsciente personal, y que contiene
“memorias” de experiencias ancestrales de nuestros antepasados que se
reflejan en nuestra vida a través de patrones de conducta, bloqueos
emocionales, e incluso a una predisposición a vivir determinadas
experiencias. Gracias a la epigenética transgeneracional, hoy sabemos que
nuestro inconsciente conserva las memorias de nuestros ancestros hasta la
cuarta generación, y que no sólo heredamos las características de nuestros
rasgos físicos, sino también los traumas, tendencias psicológicas y
conductuales, conflictos emocionales y todo aquello que se quedó sin
resolver en nuestro sistema familiar.
Como ya hemos visto, todo lo que fue callado, oculto y guardado
en secreto, pasa a las siguientes generaciones en forma de experiencias
generalmente dolorosas y traumáticas, no como una forma de condena ante
la que no podemos hacer nada, sino al contrario, como una oportunidad
sagrada que viene con una fuerza arrolladora para que ahora sí, pueda
manifestarse y sanarse aquello que fue sepultado bajo el dolor, la soledad y
la incomprensión.
El inconsciente familiar es como una entidad que lo sabe todo y
que por amor, siempre buscará la manera de sacar a la luz lo que fue oculto
en el árbol genealógico, pero tendrá que lidiar con esas otras fuerzas que
por inercia y por miedo, prefieren que todo siga igual. Lo cierto es que
ninguna información se puede perder, no existe un secreto familiar que
pueda callar lo que de una forma u otra se tiene que manifestar, y lo hará a
través de síntomas, comportamientos, e incluso de enfermedades en los
casos en los que no se logra la liberación y la sanación a través de la
comprensión y el perdón.
De esta manera, casi todas las experiencias que vivimos tienen
relación con estas memorias familiares, y tenemos ahora en nuestras manos
la posibilidad de hacer lo que nuestros antepasados no fueron capaces o no
supieron hacer, y liberar así a las generaciones futuras del clan para que
puedan seguir evolucionando hacia la paz y el amor que realmente somos y
que todos estamos anhelando volver a experimentar. O por el contrario,
repetiremos las mismas acciones y decisiones que tomaron nuestras
abuelas y bisabuelas, y seguiremos perpetuando el dolor y los conflictos,
hasta que llegue al sistema familiar un alma lo suficientemente fuerte y
despierta para romper el ciclo definitivamente.
Es como si el inconsciente de un antepasado te susurrara al oído:
“Yo no pude hacer más y esto ha quedado pendiente; sácalo a la luz, libera
al árbol de esta limitación, perdona y trasciende este condicionamiento”.
Así, el clan se va enriqueciendo y liberando con las nuevas aportaciones de
los miembros que pueden comprender este sentido sagrado y que aceptan
su desafío con amor, en lugar de vivirlo como si fueran unas víctimas
impotentes atrapadas en un destino indeseable.
Cuando comprendes que tu experiencia no acaba en ti, sino que
continuará a través de tus hijas, nietos, sobrinas y bisnietos, te adueñas de
una visión superior y eres capaz de salir del pensamiento limitante y dual
del yo/tú, para empezar a verte a ti y a tu vida como una parte importante
de la Totalidad: esa Inteligencia Superior en la que todo está conectado,
funcionando en una continua y mágica interacción.

Los secretos familiares


Atendiendo a las conclusiones de Jodorowsky, que yo comparto al cien
por cien, todas las familias tienen secretos guardados, porque todos los
seres humanos hacen cosas de las que luego se arrepienten y las silencian.
“El secreto es como un animalillo inmortal que se pretende ocultar en una
generación, pero que en las siguientes reaparecerá ingeniosamente
disfrazado”.
Por vergüenza, por protección a los hijos o por diferentes miedos, hay
hechos y circunstancias que las familias pretenden mantener ocultos. Estos
secretos se manifestarán de diferentes maneras en las generaciones
siguientes, ya que lo que un antepasado calla, tendrá que ser expresado a
través de uno de sus descendientes. Los secretos más comunes tienen que
ver con enfermedades mentales, asesinatos, suicidios, violaciones,
homosexualidad, infidelidades, incesto, abusos, prostitución, exilios,
cárcel, abortos…etcétera, y frecuentemente aparecen en los descendientes
por medio de accidentes, fobias, repeticiones, psicosis, autismo,
enfermedades congénitas, quistes...
Según la psicogenealogía, cada una de nosotras está habitada por las
tres generaciones que nos preceden, haciendo un mínimo de catorce
personas. Desde esta perspectiva, se considera que los secretos guardados
en una generación son un manantial insano de traumas y conflictos para los
que lleguen detrás, como si fuera “agua sucia”. La familia es como un
caldero psicológico y emocional lleno de secretos, tabúes, silencios y
vergüenzas, y cuando aparece un síntoma o enfermedad en las futuras
generaciones, no es porque ésta sea la solución del problema, sino una
oportunidad para enfrentar ese conflicto concreto que se mantuvo oculto.
Como hemos visto, en muchas ocasiones aparece un héroe o heroína
en el árbol, (esa eres tú), la que lo sana y se sana, la que eleva su nivel de
conciencia e impide que el agua sucia siga fluyendo hacia las generaciones
futuras. La sanación del árbol consiste en comprender esta repetición que
ha tenido lugar en varias generaciones y erradicarla, y si esto último no se
pudiera, repetirla en una forma positiva, es decir, a través del amor y el
perdón. (Ya he mencionado varias veces el perdón como vía hacia la
sanación, y como te dije en el prólogo, no me refiero a ese perdón católico
que nos enseñaron, sino a la comprensión real y verdadera de que no hay
nada que perdonar. Desarrollaré esto en capítulos posteriores).
En mi caso, sé que al haber comprendido desde lo más profundo de mi
corazón el motivo del silencio de mis padres y la posterior cerrazón de mis
hermanos, no sólo me he liberado a mí misma de continuar viviendo como
la víctima que creía ser, sino también a todas las mujeres de mi clan que
vivieron abusos e incluso violaciones, quedándose atrapadas en el miedo, el
silencio y el odio. Al traer amor y perdón a la experiencia, todo cobra
sentido y se transforma. Aparece una nueva oportunidad para el clan de
continuar evolucionando hacia la luz y el amor, a través de esta nueva
información que pasará a mis nietas, bisnietos y tataranietas, que ya no
tendrán necesidad de volver a repetir la experiencia. ¿No te parece algo
fantástico? A mí sí…
No quiero dejar de resaltar que así como en Occidente estamos
empezando a comprender y asimilar que el inconsciente familiar interactúa
con nuestro inconsciente personal, muchas culturas y civilizaciones a lo
largo de la Historia lo han sabido y lo han incluido en sus rituales
religiosos, tales como el animismo en África, que atribuye a todos los seres
y objetos un alma o principio vital, el hinduismo en India, el O-bon en
Japón, festividad que honra a los espíritus de sus antepasados, el culto a los
ancestros de los Mapuches en Chile y Argentina, las tribus taínas de la
actual Costa Rica, y muchísimas otras entre las que destaca especialmente
la tradición religiosa china, predecesora del confucionismo y el taoísmo,
que se centra, a través de la llamada “piedad filial”, en el culto a los
antepasados y a su enorme valor como transmisores de una información
valiosísima para sus descendientes.
Llegados a este punto, imagino que querrás saber cómo se
produce la transmisión de esta información, y esto te lo explicaré en los
capítulos 9, 12 y 14, en los que a través de los nuevos hallazgos científicos,
vas a maravillarte ante la evidencia de la magia que realmente somos y que
nos rodea.
VII: Supremacía masculina: Orígenes
Históricos

Antes de ver cómo la ciencia nos explica los mecanismos por los que
heredamos esta información ancestral, con los datos que vas a leer en este
capítulo quiero aportarte una mayor claridad sobre lo que subyace tras el
acto del abuso en sí, es decir, las causas históricas de esta hegemonía de la
energía masculina sobre la femenina que llevamos siglos viviendo como
especie.
Como ya has podido ver, en este libro no vas a encontrar un solo juicio
ni ataque hacia la figura masculina ni hacia ningún episodio de la
Humanidad, pues mi intención es darte las herramientas para que
comprendas que por muy dura que haya sido tu experiencia de abusos, tú
misma elegiste vivirla con un propósito Superior. Y como ya te he
explicado, este propósito es que a través del desarrollo del amor que eres,
puedas aportar tu contribución en el camino de despertar espiritual que
todos, tanto abusadores como abusados, compartimos. Dicho esto,
empecemos:
Esa mentalidad predominante en el inconsciente colectivo masculino
que durante tanto tiempo ha llevado a muchos hombres a ver a las niñas y a
las mujeres como un objeto sexual al que pueden poseer, dominar y utilizar
a su antojo, tiene sus orígenes en los albores del patriarcado. En la
prehistoria y en los inicios de los tiempos históricos, hubo en distintos
lugares del planeta sociedades matriarcales donde lo femenino era lo que
primaba en prácticamente todos los aspectos de la vida. Eran sociedades
pacíficas que se organizaban en familias autosuficientes, y la mujer, aparte
de tener el poder político, religioso y económico, aportaba los alimentos
vegetales, mientras que los hijos se ocupaban de la caza y la pesca.
También se asociaban con otras tribus y formaban confederaciones
democráticas para resolver cuestiones públicas, religiosas y de la política.
Todo esto comenzó a cambiar cuando el hombre descubrió que él era
una pieza clave en la reproducción y dejó de ver a la mujer como un ser
sagrado por traer vida al mundo. A partir de aquel momento el hombre
empezó a relegarla a un puesto de mero receptáculo que tenía que estar a su
disposición, y para asegurar la reproducción, las alejaron de la educación y
del poder. Este deterioro de lo femenino se acentuó cuando el hombre se
dio cuenta de que los hijos podían ser sus propios descendientes y no los de
otro, y empezó a hacerse cargo del sustento y la protección de la familia,
hasta que con el tiempo instauraron el matrimonio, relegando a la mujer
definitivamente a la procreación. Todo ello rompió también el vínculo que
las mujeres habían tenido antaño entre sí, con todas las ventajas que les
daba estar unidas para dar estabilidad a la tribu, mientras los hombres sólo
eran residentes temporales.
Los hijos pasaron a ser una herramienta para trabajar la tierra y
conseguir excedentes de alimentos, y así podían comerciar con otros
estados, lo que hizo que la familia se convirtiera en una unidad económica.
Con esto vino el enriquecimiento y con él, la propiedad privada, y esto
supuso una mayor decadencia, pues se perjudicó más a la mujer con la
nueva idea de transmitir la propiedad a los hijos, hecho que reforzó el papel
masculino.
Con el paso de los años la mujer vio restringidas las profesiones que
había ejercido antes, fue perdiendo paulatinamente su influencia, su poder
político, religioso y su status. El hombre se convirtió en la figura principal
de la sociedad y se crearon otras formas de sometimiento aparte de la
coacción y la fuerza bruta, hasta eliminar por completo los esquemas
femeninos anteriores. Se empezaron a usar medios más sutiles de
adoctrinamiento como la literatura, los mitos y el arte, que influyeron en el
inconsciente colectivo de la mujer y fueron cambiando sus actitudes,
imponiéndole fidelidad y sumisión, hasta que después de varios siglos de
patriarcado este sometimiento terminó siendo lo natural.
Así surgió también la religión del estado patriarcal: destronaron a la
Diosa y atribuyeron sus funciones a divinidades masculinas, haciendo que
desapareciera el culto a lo femenino. Los nuevos soberanos buscaron el
apoyo de los sacerdotes y poetas para que diesen una base religiosa a su
ideología política, creando mitos para propagar la ideología patriarcal.
Impusieron una situación de superioridad masculina, modelando conductas
propias de cada sexo para someter a las mujeres y justificar así el orden
impuesto con una base moral. Para fortalecer las ideas que querían
imponer, crearon modelos centrados en la violencia, la jerarquía y el
dominio. A partir de entonces la religión se volvió intolerante, y a medida
que las civilizaciones patriarcales fueron cogiendo más poder, extendieron
sus creencias, sus mitos, sus sistemas religiosos y filosóficos sobre otros
pueblos a la fuerza, erradicando las libertades individuales y fomentando la
esclavitud y las guerras.
A los nuevos dioses masculinos se les adjudicaron las antiguas
funciones naturales de la Diosa madre, como Dionisios, Baco, Apolo, e
incluso el mismo Zeus, o simplemente se le cambió el género a la Diosa y
sus sustitutos conservaron a veces incluso el mismo nombre, como Mitra o
Sin, que antes de ser masculinos eran Diosas.
Se rebajó a la gran Diosa madre a Diosa secundaria, y las figuras
femeninas sufrieron cambios de poder en las narraciones. Algunas fueron
convertidas en hijas, esposas, amantes, o hermanas de las deidades
masculinas. En aquellos tiempos, los mismos griegos adoraban aún sobre
todo a la Gran Madre, la madre tierra, a la que llamaban Gea, pero Homero
en el siglo VIII antes de Cristo, convirtió a Zeus en el padre supremo de la
familia olímpica, que se regía por los cánones de la aristocracia patriarcal.
Otra manera de subyugar a la mujer fue demonizar a las divinidades de
la cultura anterior. Por ejemplo en las funciones legislativas, la Diosa que
daba normas y castigaba a los infractores fue convertida en una Diosa
vengativa que personificaba todo lo malo, como los vicios, la guerra, la
peste, el fraude o la miseria, y se acabó degradando su imagen por
completo. La desacreditaron y la convirtieron en Diosa infernal y maléfica,
incluso se la culpó de ser la causante del mal en el mundo, haciendo que la
morada de la gran Diosa Tierra acabara representándose en todos los
panteones como el mundo subterráneo, el mundo de la muerte, el abismo.
Y dada la correlación entre los mitos y la realidad económica y social,
al perder importancia el principio femenino anularon también su
intervención en la vida económica, dando lugar a un cambio radical en toda
la estructura social. El famoso mito de Hércules tuvo muchísima influencia
en la época: en él se cuenta que robó, asesinó y devastó las regiones donde
aún gobernaban mujeres y como recompensa a sus “buenas acciones”, en la
otra vida fue perdonado por Hera y se casó con su hija, la Diosa Hebe. Ese
era el mensaje que se enviaba: los hombres que se comportasen según los
intereses patriarcales serían recompensados al morir y esto influyó
muchísimo en la sociedad durante miles de años, e hizo mover a los
aventureros a ir a otras regiones a colonizarlas.
Cuando el patriarcado y el machismo llevaban ya más de tres mil años
imperando, las ideas de Aristóteles en lo concerniente a la mujer no
ayudaron mucho. Fue un gran biólogo y observador de la naturaleza, pero
en lo referente a la mujer no fue un hombre muy despierto, no como
Sócrates y Platón. Aristóteles fue alumno de Platón y aunque coincidían en
algunas cosas, prácticamente diferían en casi todo. Platón decía que cuando
el alma viene a un cuerpo humano se olvida de las Ideas Perfectas, o sea, de
Dios y que a través de sus experiencias en el mundo físico puede tener
vagos recuerdos y éstos le despiertan el anhelo de regresar a su esencia, a
su alma. En su teoría añadió que cuando el hombre se ve imbuido en el
mundo físico, llega a creer que eso es lo único real, lo plasmó muy bien con
su idea de la caverna y las sombras, y al igual que Sócrates, postuló que la
mujer tenía las mismas facultades que el hombre, en todos los aspectos.
Aristóteles rechazó su teoría teológica, aunque hubo algunos momentos de
su vida en los que sí admitió que tiene que haber un Dios que ha creado la
Naturaleza. En lo que no coincidió nunca fue en su visión de la mujer, a la
que él veía como “un hombre incompleto”, y fue esta idea la que llegó a
dominar en la Edad Media en lugar de las de Sócrates o Platón.
Como he dicho al comienzo, no tiene sentido juzgar ni enfadarnos por
lo que ha sido. Lo cierto es que gracias a ello estamos hoy aquí y podemos
seguir evolucionando. Seguimos:
Mucho más tarde, en el año 313, Constantino aceptó el cristianismo con
el famoso edicto de Milán, y en el 380 fue proclamada como la religión del
estado romano, hecho decisivo para que la mujer siguiera siendo denostada
en los años venideros. San Agustín, uno de los “padres” de la iglesia, llegó
a afirmar que toda la Humanidad entró en perdición después del pecado
original y que Dios dejará que sólo unos cuantos se salven. Dijo también
que es natural que la mujer esté sometida al hombre, porque la razón más
débil se tiene que someter a la más fuerte. Con su teología rechazó a
Sócrates, que decía que todos tenemos las mismas posibilidades porque
todos, hombres y mujeres, tenemos la misma capacidad de razonar. En
definitiva, repudió el Humanismo de Atenas, haciendo que por todas partes
se pregonara que no había salvación fuera de la iglesia.
También fue muy influyente San Jerónimo, otro de los padres de la
iglesia y traductor de la biblia al latín, que entre otras cosas dijo que la
mujer es la puerta del diablo, el camino de la maldad, el aguijón del
escorpión y “cosa” de mucho peligro. Con esto, te puedes hacer una idea de
cómo tradujo los textos bíblicos. Sólo dos siglos más tarde, ya en el VI, la
iglesia cerró la escuela de Platón en Atenas y fundó la orden de los
Benedictinos, la primera gran orden religiosa. Así fue cómo empezó a
borrar los vestigios de la filosofía que habían sobrevivido hasta entonces y
empezó a hacerse con el control de la contemplación y la enseñanza. Desde
este momento empezó la lucha de poder entre el estado y la iglesia, que
duró hasta que llegaron el Renacimiento y la Reforma en los siglos XV y
XVI, cuando se empezaron a escuchar las primeras voces que se atrevieron
a decir que la iglesia no era imprescindible para conocer a Dios.
Volviendo a lo decisiva que fue la proclamación del cristianismo como
iglesia del estado romano para que siguiera denostándose a la mujer, con
los dos ejemplos anteriores ya te puedes imaginar que los cristianos no
ampliaron la visión de sus antecesores en lo que respecta a la imagen de
inferioridad que se tenía de ella, y durante más de mil años esta idea se
perpetuó con sus escritos y enseñanzas.
La iglesia tuvo una oportunidad de cambiar algo al respecto en el siglo
XIII con la influencia tan importante que tuvo Tomás de Aquino, pero éste
cogió lo que le interesó de toda la ideología de Aristóteles, que había
llegado a Europa en aquella época gracias a la influencia árabe y se quedó
también con la visión que él había tenido de la mujer, aquella idea de que
era un hombre imperfecto y que los hijos sólo heredaban cualidades del
padre, pues la mujer es pasiva y receptiva. Según Aquino esto coincidía con
la Biblia, en la que puede leerse que la mujer fue creada de la costilla del
hombre. Habló del uso de “las cosas” imprescindibles, como la mujer,
aduciendo que era necesaria para la conservación de la especie y que fue
creada para ayudar al hombre, pero sólo en la procreación, pues “para
cualquier otra cosa el hombre tendría en otro hombre mejor ayuda que en la
mujer”.
Históricamente la mujer ha sido especialmente despreciada por los
monjes y los teólogos a excepción de los Cátaros, que fueron los únicos en
toda la Edad Media que sí lucharon por que ésta pudiera emanciparse, pero
la iglesia se encargó de hacerlos desaparecer. Surgieron en el siglo XIII, y
pedían no sólo la libertad de la mujer, sino también que la iglesia volviera a
la esencia de los primeros cristianos, a una vida de fe, de sencillez, de
humildad, y protestaron en contra de lo que se había convertido su credo,
en una religión prepotente e intransigente, donde los fieles vivían con
miedo al castigo divino. No sólo fueron perseguidos y asesinados por los
cruzados, sino que la mayor parte de sus escritos fueron quemados por
considerarse herejías. Aun así sobrevivieron algunos libros suyos, y gracias
a ellos se ha podido saber que realmente existieron. El más relevante se
titula “El libro de los dos principios”.
Por supuesto que hubo muchas mujeres sabias, mujeres científicas,
botánicas y pensadoras que se dejaron oír a lo largo de la Edad Media a
pesar de la iglesia, pero inevitablemente y al igual que el Catarismo,
cayeron en el olvido o fueron condenadas por herejes.
Volviendo a Aquino y Aristóteles, hay que reseñar que aunque la
importancia política de Roma desapareció a finales del siglo IV, el obispo
fue nombrado cabeza de toda la iglesia católica romana, es decir, el papa, y
poco a poco se le empezó a considerar como el representante de Dios en la
Tierra. Así fue como Roma funcionó como capital cristiana durante casi
toda la Edad Media, consiguiendo que muy pocos se atrevieran a hablar en
contra de su doctrina. En el siglo VII, cuando murió Mahoma, el Islam
conquistó el norte de África y Oriente Medio y poco más tarde, España.
También se había quedado con Alejandría, que había sido una ciudad
helénica y así habían aprendido gran parte de la ciencia griega y también de
la filosofía de Aristóteles. Por eso fueron los más avanzados con diferencia
en ciencias, matemáticas, química, astronomía y medicina durante la Edad
Media. Resumiendo todo esto, se puede decir que en el siglo XIII la
influencia árabe llegó a Italia través de España, y así fue cómo Tomás de
Aquino y la iglesia perpetuaron aquella visión de la mujer como un ser
inferior al hombre, apoyándose en las ideas originales de Aristóteles.
En este punto cabe preguntarse cómo es que hasta el siglo XIX no
empezaron a surgir movimientos feministas, cuando la iglesia ya había
empezado a perder parte de su hegemonía moral y de pensamiento en el
siglo XV con el Renacimiento. La respuesta está en que después surgió la
Reforma de Lutero, que buscaba volver al cristianismo original ante la
corrupción y la degradación moral de Roma, y acabó produciendo un
importante cisma en la iglesia, dando lugar a numerosas organizaciones
que se agruparon bajo el nombre de Protestantismo y también a numerosas
guerras entre católicos y protestantes, que terminaron con la Paz de
Westfalia.
Pero en sus quejas y planteamientos no había nada referente a la injusta
situación de la mujer en la sociedad. Para que te hagas una idea, Lutero
llegó a decir que Dios había creado a Adán, que era dueño y señor de todas
las criaturas vivientes, pero que Eva lo había estropeado todo. Y también
Erasmo de Rotérdam, que aunque no participó en la Reforma sí fue el
inspirador de Lutero por sus ideas críticas contra la iglesia y su represión
sobre la libertad individual, afirmó que la mujer era un animal inepto y
estúpido, aunque agradable y gracioso.
Un apunte curioso, que yo desconocía hasta hace bien poco, es que
también en las culturas budistas se fomentó el machismo. En el antiguo
texto sagrado “Les vies chinoises du Buddha”, en relación a una mujer que
después de morir renace como hombre, se puede leer lo siguiente: “El
cambio de sexo es un paso hacia delante, hacia la liberación. Ninguna
mujer estará salvada siendo mujer. La última etapa es siempre masculina”.
Según Buda, las mujeres no se pueden iluminar, y para lograrlo, tienen que
morir y reencarnar como hombre. Ni qué decir de la religión musulmana,
en la que no pueden enseñar los brazos y las piernas porque el hombre “no
se puede controlar”.
Ni siquiera más tarde, con la Edad de la Razón en el siglo XVII y la
Ilustración en el XVIII hubo cambios en ese terreno. Sus pensadores
defendían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la
superstición y la tiranía para construir un mundo mejor, pero aún no
estaban lo suficientemente despiertos como para ni siquiera plantearse la
liberación de la mujer, y mucho menos en España, donde la influencia de la
iglesia aún era muy fuerte y el desarrollo de la Ilustración se vio bastante
condicionado.
En el siglo XVIII se empezaron a escuchar las primeras voces de
protesta por parte de las mujeres y fue muy influyente el libro “La
reivindicación de los derechos de la mujer”, de la escritora inglesa Mary
Wollstonecraft, que esgrimía que las mujeres no son inferiores por
naturaleza, sino que es la falta de medios y la imposibilidad de acceder a
una educación apropiada lo que genera esa diferencia. Fue la primera en
decir abiertamente que hombres y mujeres deben ser tratados como seres
racionales e iguales. Coetánea a ella fue Olympe de Gouges, una activista
francesa que escribió entre otras muchas obras, “La Declaración de
Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, en respuesta a “La Declaración de
Derechos del Hombre y el Ciudadano” en la que se había excluido a las
mujeres. A lo largo de toda su vida protestó enérgicamente contra la
traición de la Revolución Francesa, que aun basándose en los principios de
la Ilustración, que defendían que todos los seres humanos nacen libres,
iguales y con los mismos derechos, -la famosa consigna de “libertad,
igualdad y fraternidad”-, se habían olvidado por completo de las mujeres.
Olympe se negó a llevar el apellido de su marido y fue pionera en todos
los aspectos del feminismo, no sólo en la defensa del papel político y
educativo de la mujer, sino también al creer en el amor libre y proponer
nuevos derechos para las mujeres dentro de la vida personal o familiar,
como la eliminación del matrimonio, la defensa de una ley del divorcio u
obligar a los padres a hacerse cargo de los niños y niñas nacidos fuera del
matrimonio. Lo cierto es que fue una mujer muy adelantada a su época.
Después de dedicarse durante toda su vida a defender la educación
femenina, la participación política y el voto de la mujer, la igualdad plena
dentro de la familia y en la iglesia, tuvo que soportar todo tipo de ataques
misóginos y finalmente murió en la guillotina en 1793 condenada por el ala
radical de los revolucionarios, que habían llegado al poder ese mismo año.
Hubo otras, también en el siglo XVIII. Jane Austen, desde el anonimato
eso sí, escribió varias novelas en las que se notaba la influencia de Mary
Wollstonecraft. Sus libros abrieron el camino a escritoras que fueron
surgiendo después, y en el siglo XIX comenzaron a oírse sus voces con más
contundencia. ¡Cuánto tenemos que agradecerles tanto las mujeres como
los hombres, a todas aquellas valientes!
No deja de llamar la atención que en aquellos siglos de supuesto
esplendor de la razón, los “grandes pensadores” siguieran ciegos en
relación a la opresión que aún sufría la mujer, y la explicación está en que
los filósofos de los siglos XIX y XX sólo escribían para cierto grupo social
masculino. También hubo algunos más despiertos, curiosamente, los que
menos relevancia tuvieron. Un claro ejemplo fue Hippel, que fue alcalde de
una ciudad de Prusia oriental y también amigo de Kant. Escribió que el
talento de la mujer era igual al del hombre y que no era simplemente
descuidado, sino deliberadamente reprimido para fomentar su abulia, y que
se las educaba para ser ignorantes.
A continuación te muestro diversas ideas y citas de varios de estos
filósofos, para que puedas comprender cómo no hace tanto tiempo, aún se
nos miraba como a seres muy inferiores a los hombres:
Kant en el XVIII, a pesar de su lucidez en los razonamientos sobre el
criticismo e idealismo trascendental, su investigación sobre la estructura
misma de la razón y su trabajo sobre el empirismo y el racionalismo, habló
de la superioridad natural de las facultades del hombre sobre las de la
mujer.
Rousseau, también en el XVIII, que tanto defendió que el hombre nace
libre pero que en todos lados está encadenado, dijo que la educación de las
mujeres deberá estar siempre en función de la de los hombres.
Literalmente, afirmó: ”Agradarnos, sernos útiles, hacer que las amemos y
las estimemos, educarnos cuando somos pequeños y cuidarnos cuando
crecemos, éstas han sido siempre las tareas de la mujer y eso es lo que se
les debe enseñar en su infancia”. También dijo que a las niñas no les gusta
aprender a leer y escribir, y sin embargo, siempre están dispuestas para
aprender a coser.
Schopenhauer, del XIX, cuya filosofía se concebía esencialmente como
un “pensar hasta el final” y que fue tan influyente en los pensadores de los
siglos XIX y XX, dijo que sólo el aspecto de la mujer revela que no está
destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los materiales.
También llegó a decir que las mujeres son de cabellos largos e ideas cortas.

Nietzsche, tan lúcido en sus críticas a la cultura, la religión y la


filosofía occidental y que llegó a ser uno de los pensadores más influyentes
del siglo XIX, aseveró que todo en la mujer es un enigma y que todo en ella
tiene una solución: ¡el embarazo! También dijo que la mujer no tendría el
genio del adorno si no poseyera por otro lado el instinto de desempeñar el
papel secundario. Y literalmente: “¿Vas con una mujer? No olvides tu
látigo. Las mujeres tienen muchos motivos para avergonzarse, en la mujer
hay mucha pedantería, superficialidad, suficiencia, presunciones ridículas,
licencia e indiscreción oculta”.
Incluso Freud, el llamado padre de la psicología, dijo que las niñas
sufren toda la vida el trauma de la envidia del pene tras descubrir que están
anatómicamente incompletas.
Ortega y Gasset, ya en el siglo XX: “El fuerte de la mujer no es saber,
sino sentir. Saber las cosas es tener conceptos y definiciones y esto es obra
del varón”.
Balzac, del XIX: “Debéis retrasar lo más que os sea posible el momento
en que vuestra mujer os pida un libro”.
Hay muchos más, están Dostoievski, Voltaire, y hasta el mismo
Einstein. También hubo muchas filósofas y escritoras, pero aún hoy la
historia y los libros continúan dejándolas a un lado. No hay más que echar
un vistazo a los libros de texto, donde por ejemplo puede verse un apartado
para Jean Paul Sartre y su existencialismo y ni siquiera mencionan a su
compañera, Simone de Beauvoir, que escribió “El segundo sexo”, un
manifiesto feminista que llegó a causar una revolución de pensamiento en
el siglo XX, como en su día hizo Marx con el Manifiesto Comunista.
Sí que hubo algunos hombres que apoyaron el movimiento feminista,
aunque fueron pocos, y su actividad mucho menos intensa que la de las
mujeres. Algunos fueron bastante conocidos, como el escritor inglés
Bernard Shaw, o el periodista estadounidense William Lloyd. También
hubo otros anónimos que participaron en diferentes actividades a favor de
la causa, e incluso en asociaciones, como “La liga de hombres para el
sufragio femenino”, que se fundó en Inglaterra a principios del siglo XX.
En España la participación de los hombres en el movimiento no supuso ni
una décima parte de lo que fue en Estados Unidos o en Inglaterra, debido al
poder represivo que aún ejercía la iglesia.
Hay que decir que la revolución feminista fue la hija no deseada de la
Ilustración, una parte de las ideas ilustradas que “se les fue de las manos”.
Ya en el siglo XX las mujeres conquistaron el derecho al voto y algunos
otros, pero la sombra del machismo persistió y aparecieron otras formas
para seguir constriñéndolas, y aún persisten. Lo vas a ver enseguida:
¿Conoces a alguna mujer que no esté preocupada por tener kilos de más,
aunque sean unos pocos? Y qué decir de la celulitis, las temibles arrugas y
el envejecimiento. El inconsciente masculino encontró nuevas formas de
mantenernos bajo su control, dictando nuevas normas sociales que jamás
nos permitirían ser libres de verdad. Un ejemplo clarísimo es Disney, con
su eterno mensaje del príncipe salvador sin el que las mujeres podríamos
tener nunca una vida feliz.
A continuación te muestro algunos pasajes bíblicos que van en la
misma línea:

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles:


La mujer cuando conciba y dé a luz a un varón, será inmunda siete días...Y
si diera a luz a una niña, será inmunda dos semanas”. Levítico 12: 1, 2.

“Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste
vive, pero si éste muere, queda libre de la ley del marido”. Romanos, 7:2.
“Pero quiero que sepáis que Cristo es cabeza de todo varón, y el varón
es cabeza de la mujer…porque él es imagen y gloria de Dios, pero la mujer
es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer
del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la
mujer por causa del varón”. Corintios, 11:3, 7, 8 y 9. (Nuevo
Testamento).
“Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es
permitido hablar, sino que estén sujetas, como la ley también lo dice. Y si
quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es
indecoroso que una mujer hable en una congregación”. Corintios 14:34 y
35.

“¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo
tuyo vive en esta era: La CULPA, debe necesariamente vivir también. Tú
eres la puerta del demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol
prohibido; eres la primera desertora de la ley divina; eres la que convenció
a aquél a quien el diablo no fue suficientemente valiente para atacar. Así de
fácil destruiste la imagen de Dios, el hombre. A causa de tu deserción,
incluso el Hijo de Dios tuvo que morir”. Tertuliano, padre de la iglesia, De
Culta Feminarum, 1.1.

“Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer...no


alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se
excluye la función de concebir niños”. San Agustín de Hipona, padre de la
iglesia, uno de los defensores más acérrimos del concepto de pecado
original.
“Por el buen orden de la familia humana, unos han de ser gobernados
por otros más sabios que ellos; por ende, la mujer, más débil en cuanto a
vigor de alma y fuerza corporal, está sujeta por naturaleza al hombre, en
quien la razón predomina. El padre tiene que ser más amado que la madre y
merece mayor respeto porque su participación en la concepción es activa y
la de la madre pasiva y material”. Agustín de Hipona.
Cabe reseñar también el encubrimiento que hizo y que sigue haciendo
la iglesia sobre los evangelios apócrifos, que significan “ocultos”, y que
mencionan entre otras muchas cosas que María Magdalena fue una
importante discípula del movimiento de Jesús, lo que indicaría que las
mujeres pueden ocupar altos cargos en la iglesia.
Aunque muy resumida, creo que esta información te puede servir para
entender muchas cosas, especialmente acerca del tema que nos ocupa.
Aún queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar ese estado mental
colectivo en el que ningún hombre tenga siquiera un pensamiento de abusar
de una niña o de tocar a una mujer sin su consentimiento, pero si
contemplamos a la Humanidad como un Todo que está aprendiendo y
creciendo igual que lo hace un bebé, sólo nos queda observar el proceso con
comprensión, transformándonos cada una de nosotras en la paz y el amor
que queremos ver en el mundo.
Todo lo demás, llegará cuando estemos preparados.
VIII: Mi herida II

En el capítulo “Mi herida I” te mostré cómo viví mi experiencia de


abusos y cómo el dolor se agudizó ante la insoportable desidia de mis
padres. En éste continúo compartiendo contigo algunos fragmentos de mi
novela, en los que podrás ver el desarrollo natural de los mecanismos
defensivos de aquella herida andante en la que me había convertido desde
que tenía diez años.
Quiero recordarte que aunque los abusos y el posterior abandono (que
ocurre en la mayoría de los casos), tengan lugar a los nueve, diez, once
años o antes, esa angustia primigenia ya la habíamos vivido entre los dos y
medio y tres años. En el primer capítulo ya hablamos de esto, y en el
capítulo 3 vimos cómo la Vida se encarga de traernos situaciones que
resuenen con nuestras heridas, para abrirlas y que puedan ser sanadas a
través de nuestro reconocimiento y atención. Así que a los nueve años, yo
ya conocía la sensación de sentirme invadida y avasallada, así como la de
no ser comprendida, recogida o consolada cuando necesitaba ayuda. Mis
heridas, como las tuyas, tuvieron que llegar a ese punto de “activación” a
través de la experiencia traumática del abuso y el abandono, para que más
adelante, a través de la toma de conciencia, pudiéramos desarrollar la
capacidad de sanarlas. Añadido a esto, también hemos contemplado en el
capítulo 6 la relevancia que tiene en nuestras vidas la información que
hemos heredado de nuestro clan familiar, y cómo escogimos vivir nuestros
traumas para reparar viejas heridas del pasado.
Así que sumando todo lo anterior, quiero repetirte una vez más que
tanto tú como yo somos unas almas grandes y valientes que hemos venido a
reparar y traer luz a nuestro árbol, y si en este momento aún te sientes
atrapada en una etapa oscura del proceso y no puedes aceptar esto que te
estoy diciendo, no pasa nada. Vuelvo a insistir en que si empiezas desde
hoy mismo a practicar el ejercicio en el espejo con tu niña de tres años,
antes de un mes ya estarás viviendo unos cambios asombrosos en tu vida.
Este es mi único propósito en este libro: que todas las mujeres que hayan
vivido abusos sexuales puedan comprender el significado sagrado de su
experiencia y liberar los maravillosos potenciales que llevan ocultos tras
sus heridas sin sanar.
Ya conoces bien las dinámicas de la máscara que construimos para huir
de nuestra angustia, así que muy probablemente en lo que vas a leer en este
capítulo te resulte fácil identificar las vías de escape que tú también
aprendiste a utilizar. Comencemos:

“1979 - 1982
Lanzarote
“Hay otra manera de ver el mundo”
Un Curso de Milagros

El “Manuel Soto” zarpaba por fin, dibujando una espumosa estela


blanca e innumerables sueños rotos tras de sí.
Un nuevo comienzo se presentaba ante ella y la ilusión renovada le
permitió vislumbrar un pequeño atisbo de felicidad. Se mudaban a
Lanzarote, y atrás quedaba Tenerife con su majestuosa cordillera de Anaga
peinando el horizonte, mientras el balcón de su habitación, desfigurándose
en un punto diminuto, era ahora apenas perceptible para sus ojos vivaces y
expectantes.
Apoyada en la barandilla, sintió nostalgia al comprender que jamás
volvería a hablar con las estrellas y con sus hijos desde allí, y se animó
pensando que en Lanzarote también encontraría su sitio mágico. Contempló
paciente cómo su rincón en el balcón se fue haciendo cada vez más
pequeño, hasta que la silueta azul de las montañas se convirtió en una fina
línea que terminó desapareciendo en el rojo del cielo, dejando al Teide
adueñarse completamente del ocaso.
_Adiós Tenerife…adiós Teide_, susurró colmada de emoción.
Habían pasado allí los últimos tres años tras mudarse desde Cádiz y
sabía que sería una época de su vida que no olvidaría jamás. Sus
sensaciones al observar la pequeñez en la que se estaban convirtiendo
aquellos años en la isla eran ahora contradictorias. El asco, la rabia, el
miedo y la decepción se mezclaban con imágenes de momentos muy
bonitos que también había vivido allí, y todo ello se impregnaba ahora de
una suave fragancia que le hablaba de nuevas esperanzas y del fin de su
calvario.
_Qué ilusión, hermanita. Me han dicho que es una isla preciosa_, le
decía Marian mientras paseaban felices bajo el manto añil que bañaba la
cubierta del barco, mientras Álvaro correteaba junto a ellas desparramando
grácilmente toda la inocencia de sus cuatro años.
_¿Es verdad que hay camellos?_, le preguntó emocionada, ante la
perspectiva de nuevas aventuras.
_Sí, y me han dicho que hay infinidad de volcanes y también un sitio
donde echas agua en un agujero de la tierra y sale un chorro de vapor a
presión.
_¿En serio? ¡Uau! ¡Seguro que nos va a encantar!”

“_¡Estate quieta, no te muevas!_, le ordenó cuando intentó zafarse de


él_. No seas tonta, si sólo es un juego...
Dos meses después con once años recién cumplidos, descubrió
horrorizada que su tormento había viajado también con ella a Lanzarote.
Agustín continuó arrebatándole sus sueños, que se hicieron añicos junto
con los pequeños vestigios que quedaban de su inocencia y de su infancia,
terminando de romper toda esperanza de tener la vida tranquila y feliz que
tanto anhelaba.
Aun así, Lanzarote le había gustado mucho. Con sus hermosas playas de
arena blanca, los sinuosos volcanes de tintes ocres y rojizos y la infinidad
de palmeras y lava que salpicaban cada rincón de la isla, sentía que vivía en
un paraíso sacado de una postal de ensueño.
Al menos aquí tenemos la playa al lado de casa, intentaba animarse_, y
sigo teniendo a mis estrellas y a la luna...
Su mundo de niña, en el que el emocionante cambio de residencia había
resucitado antiguos deseos de jugar, de explorar y de reír, despertaba
fugazmente cada tarde cuando iba a la playa del Reducto con Felipe,
Manuel y Chema a coger quisquillas y pequeños peces en los charcos, para
echarlos después en el enorme aquarium que su padre había colocado en el
salón de la nueva casa. También le encantaba ir al Islote del Amor, donde
jugaba a los piratas y al escondite con sus hermanos y los nuevos amigos
del colegio. Cuando su padre les inscribió en el Club Náutico pudo disfrutar
más aún, jugando y haciendo carreras en la piscina con las nuevas amigas
que hizo allí.
Al igual que en Tenerife, también cada noche se acurrucaba en un
rincón de su balcón y llorando bajo el inmenso cielo plagado de estrellas,
seguía escuchando aquella voz en su interior que le susurraba
amorosamente que todo estaba bien y que algún día podría darle un sentido
a su dolor. Su Amiga del Cielo no la había abandonado, y aquello
verdaderamente la tranquilizaba y le daba fuerzas para no perder toda
esperanza”.

“Tres años más tarde, en los que las persistentes incursiones de Agustín
ya no dolían tanto como el silencio sepulcral en el que definitivamente se
habían instalado sus padres, el odio que había empezado a gestarse en su
lejana habitación tinerfeña se había convertido en un asco y un desprecio
que se le hacían prácticamente insoportables. Odiaba a su hermano y a sus
padres y se odiaba a sí misma también, y paulatinamente se había ido
convirtiendo en una adolescente díscola, agria y descarada que empezó a
darse cuenta de que no encajaba en su familia.
Solía volar a un mundo secreto de fantasías, que le permitían
sobrellevar su cruda y resignada realidad, y allí soñaba con que era
adoptada y sus verdaderos padres vendrían algún día a rescatarla.
Imaginaba también futuros muy bonitos y diferentes, en los que llegaba el
momento de ir a la universidad, o de casarse y tener a sus hijos por fin en
sus brazos, o cualquier escenario en el que de una forma u otra pudiera
verse marchándose de aquella casa para no volver jamás.
Agustín seguía tocándola con frecuencia y la relación con sus padres se
había convertido en un desolado desierto plagado de ira y de ahogados
reproches que la consumían por dentro. Su odio y su rabia habían ido
creciendo exponencialmente con los años, al ver a su madre quedarse
callada y obedeciendo sumisa cada vez que su padre le mandaba callar con
un grito, o le pedía que le trajera las zapatillas, o simplemente que le
planchara un pañuelo.
Él, que seguía siendo un hombre distante y autoritario, era para Sara un
déspota que sólo venía a casa para dar órdenes y echarse la siesta después
de comer. No recordaba haber tenido con él una sola conversación, no ya
preguntándole cómo iba su vida o interesándose por ella, sino de ninguna
otra cuestión. Su tono solía ser alto y enérgico y cuando se sentaban a
comer y a cenar, lo habitual era que todos callaran y asintieran mientras él
hablaba.
También había momentos de cantos, juegos y risas, y pronto se dio
cuenta de que todo aquello jamás podría compensarla y hacerle reír como
veía hacerlo a sus hermanos. Entre los soliloquios y sermones de su padre,
se esfumaba en secreto a su mente y soñaba con el maravilloso día en que
por fin no tendría que volver a verle ni escucharle.
Odiaba aún más su madre, que le parecía una tonta ridícula y sumisa
que no se hacía respetar por su hombre. Hacerle barrer y recoger a diario la
habitación de sus hermanos por el hecho de ser mujer agudizó aún más su
desprecio hacia ella. Pero por encima de todo, la odiaba por no haberla
protegido como una madre debería proteger a su hija indefensa.
Cuando con catorce años por fin se sintió fuerte para enfrentarse a
Agustín, ya se había convertido en un esperpento malhumorado y rabioso,
un despojo humano roto y malherido que fue levantando entre ella y su
familia unos muros cada vez más altos e infranqueables. Los años de
juegos y risas con sus hermanos fueron dando paso a una distancia que sin
darse cuenta ella misma provocó, sintiéndose cada vez más interesada en el
nuevo y emocionante horizonte que se abría ante sus ojos: le gustaban los
chicos y pronto descubrió que ella les gustaba a ellos aún más. Encontró
una nueva fuente de placer al sentirse admirada y buscada, en la que su
autoestima resquebrajada podía remendarse con excitantes promesas de
romances aún prohibidos.
El pecado, el castigo divino, el infierno y el temido juicio final,
grabados a fuego en su piel con la huella indeleble de las manos de
Agustín, fueron adquiriendo mayor tamaño a medida que su cuerpo le pedía
explorar aquel nuevo mundo que le auguraba unas sensaciones
maravillosas, convirtiéndose en sus nuevos frentes a lidiar.
La iglesia de San Ginés, en Arrecife, no era muy distinta a la de
Tenerife, y cuando a los catorce años su primer novio quiso besarla, no
podía apartar de su mente la imagen de aquel enorme cuadro lúgubre y
siniestro que tenía que ver cada domingo, y que tanto pavor le causaba.
_No puedo hacerlo, Antonio_, le decía aplacando su ansia y su deseo
incipientes.
_Pero si no es nada malo Sara, sólo un beso…
Ella callaba cabizbaja sumida en su tormento, a la vez que escuchaba en
su mente el chillido ensordecedor de una nueva voz clamando libertad. En
cada ocasión, ésta acababa siendo brutalmente aplastada por la culpa
implacable, que aún gobernaba sin piedad su existencia entera.
_Ya te he dicho que no…”

“1986
Lanzarote

“No percibo lo que más


me conviene”

Un Curso de Milagros

_Esto no puede ser pecado…_, gimió cerrando los ojos mientras él la


besaba en el cuello y acariciaba su pubis, custodiado con recelo bajo sus
vaqueros ajustados.
_Déjame que te quite los pantalones, te prometo que no iré más allá_, le
suplicó jadeando cuando ella presionó extasiada el bulto duro que
sobresalía en sus pantalones.
_No...no, ya sabes que no puedo Esteban…no debo..._, se resistía una
noche tras otra.
A sus dieciocho años, era muy consciente del imponente atractivo
sexual que ejercía sobre los hombres. Desde sus primeros años de
adolescencia se había acostumbrado a tener siempre a chicos prendados de
ella y enseguida aprendió a disfrutar del indescriptible placer que suponía
ser el centro de atención cuando había varones de por medio. Con curvas
armoniosas y exuberantes que acentuaban su cintura de avispa
acompañadas de su rostro y sonrisa de muñeca, pronto aprendió que podría
tener a sus pies a cualquier chico que se le antojara.
Había sobrevivido a los abusos de su hermano y a la dejadez de sus
padres forjando a fuego una personalidad tirana, manipuladora y
egocéntrica en el entorno familiar, transformándose en una Sara dulce,
encantadora y sensual que desparramaba todas sus artes de seducción en el
mundo exterior, dominada por la fantasía de que mientras los hombres la
miraran y la adoraran, ella no sólo estaba viva sino que además, tenía algún
valor como persona.
Había idealizado el amor, en un intento inconsciente de aplacar las
voces del angustioso vacío interior y las brumas que la asediaban a diario
desde lo más profundo de sus entrañas. Los chicos guapos, atléticos,
divertidos y carismáticos se habían convertido en su objetivo único e
indiscutible, en los que proyectaba sin saberlo la humanidad que sentía
había perdido.
Cada vez que se enamoraba y empezaba una relación, sentía que su vida
cobraba sentido por fin, y volcaba en el chico en cuestión todos sus
anhelos. Dedicaba a la relación toda su energía y pensamientos, anulando
inconscientemente el resto de las áreas de su vida. No soportando vivir en
su propia piel, se enredó sin darse cuenta en un bucle cíclico que la
zarandeaba una y otra vez desde la euforia más desorbitante, hasta una
abulia plomiza y oscura, dependiendo de su situación amorosa del
momento. Así, la necesidad de amar y de ser amada de forma romántica se
convirtió en su prioridad absoluta…en su única razón de existir y de poder
encontrar su lugar en el mundo.
Antes de conocer a Esteban había salido con cuatro chicos y con los tres
últimos había repetido el mismo patrón: en cuanto veía que sentían algo
más profundo por ella, de la noche a la mañana desaparecía el hechizo y
dejaba de ver al chico maravilloso por el que había estado prendada, para
contemplar horrorizada no sólo que ya no veía nada atractivo en él, sino
que además no podía soportarle.
¿Cómo te va a querer, si eres repulsiva?, le decía una voz desde muy
adentro, sumiéndola en el profundo desprecio que en realidad sentía hacia
sí misma. El hecho de que el chico en cuestión mostrara sentimientos
verdaderos hacia ella le rebajaba automáticamente a su mismo nivel y le
convertía a sus ojos en un ridículo esperpento en el que ya no encontraba
nada que pudiera llenar el enorme vacío que de nuevo la embargaba.
Con Antonio, el primero, todo había sido muy diferente. Dos años
mayor que ella, el mejor jugador del equipo de baloncesto del instituto,
alto, guapo y atlético, había sido su amor secreto y platónico durante meses
y cuando él le pidió salir, casi tuvo que pellizcarse para poder creérselo.
Recién cumplidos los quince, lloró durante semanas cuando tras un mes y
medio saliendo, él la dejó por una chica que tenía fama de dejarse tocar, e
incluso de llegar a mayores.
_Es que si no puedo besarte ni tocarte, no sé qué hacemos juntos _, le
dijo una tarde mientras paseaban por la zona del Charco, en Arrecife_. Lo
mejor es que lo dejemos.
Luis, Chus y Daniel pudieron disfrutar más tarde del sutil despertar
sexual de una Sara díscola, enfadada, y herida en lo más profundo de su
orgullo, que se prometió a sí misma que nunca más un chico la dejaría por
mojigata. Decidió lanzarse, primero con unos besos, después con leves
tocamientos, para después permitirles también acariciarla en su yo más
íntimo y sagrado. Este fue su límite, firmemente enraizado bajo las pesadas
sombras del pecado y el castigo divino, que como buitres hambrientos,
volaban sobre ella sin descanso.
Había conocido a Esteban tres meses atrás, cuando al comenzar el
verano sus padres la dejaron ir a una acampada de varios días a la playa del
Risco de Famara con sus hermanas y amigos. Tres años mayor que ella y
estudiante universitario, se quedó totalmente encandilada con su atractivo,
su simpatía y su arte con la guitarra, y nada más regresar a Arrecife había
dejado a Daniel para empezar a salir con él.
_Déjame, Sara…te prometo que no haré nada que tú no quieras.
_No insistas, Esteban. ¡Te he dicho que no me quito los pantalones y
punto!
Las sombrías reviviscencias de Agustín abalanzándose sobre ella se
agolpaban inexorablemente en su mente, trayendo consigo el implacable
recordatorio de un temible juicio final en el que todos los pecadores
tendrían que rendirle cuentas a Dios. Si había alguna posibilidad de
clemencia por parte de aquel Dios justiciero que la miraba desde las alturas
para valorar si se portaba bien o mal, no podía permitirse dar rienda suelta
al primitivo instinto que bullía en su sexo desde bastante tiempo atrás. Si
hiciera eso antes del matrimonio, ya no habría posibilidad de perdón para
ella.
Su sentimiento de sucia y de puta había ido en aumento a lo largo de
sus años adolescentes con cada beso y cada caricia que había dado, y su
mente atormentada no lograba entender el porqué de tantas y tantas
situaciones que se empeñaban en recordarle incesantemente lo indigna que
ya era. Allí tumbada y excitada junto a Esteban, mientras él le besaba los
pechos con fruición, cerró los ojos y comenzó a visualizar una espeluznante
película en la que diferentes secuencias de su vida se sucedían a toda
velocidad.
“¡Quítate esto ahora mismo! ¡Tú así no vas a ningún sitio!”, le había
dicho su padre zarandeándola delante de su madre y de sus atónitos
hermanos, cuando con quince años se probó un precioso bikini rojo con
rayas doradas que le había regalado Begoña por su cumpleaños. “¡Lo estás
enseñando todo! ¡Quítatelo ahora mismo!”, continuaba gritando mientras
ella corría llorando su vergüenza y su humillación para encerrarse en el
cuarto de baño. Las imágenes se sucedían mientras se debatía entre su
deseo irrefrenable ante el creciente frenesí de Esteban que seguía
acariciándola con pasión, y la culpa que no dejaba de atormentarla
proyectando la vieja película que tantas veces había visto ya.
“Eres una niña muy bonita, ¿seguro que sólo tienes trece años?”, le
había dicho Rodicio, un amigo de su padre que había ido a comer un par de
veces a casa, cuando la acorraló en el pasillo para tocarla en sus partes
íntimas, hasta que pudo zafarse de él y salir corriendo.
“¡Pareces una puta en celo!”, le había dicho Marian delante de una
amiga cuando unos meses atrás había dejado a Daniel para empezar a salir
con Esteban. Al revivir esta imagen, una aguda punzada se hundió en su
pecho con más intensidad aun. Su hermana mayor, lo más parecido a una
madre para ella, había herido a su yo más vulnerable.
“Ven aquí, que te va a gustar”, le había dicho Agustín en repetidas
ocasiones a lo largo de los años sujetándola por los brazos y metiéndole el
dedo en su sexo.
“Si te mueves, nos caeremos”, le había dicho en una ocasión en que la
llevaba en moto al instituto porque se le hizo tarde y a plena luz del día iba
tocándole los muslos mientras con la otra mano conducía.
“Qué cuerpo más bonito tiene Sara y qué carita de muñeca. Marian es la
buena, Begoña la inteligente, y Sara definitivamente es la guapa”, solía
decir su padre haciendo que se le revolviera todo el odio que le quemaba
las entrañas e intentara infructuosamente convencerse a sí misma de que
ella era mucho más que algo bonito a lo que mirar y tocar.
“¡La mujer tiene que mantenerse pura y casta!”, había oído en repetidas
ocasiones en “la casa de Dios”.
La mano de Esteban intentando bajar la cremallera la sacó súbitamente
de su infierno secreto y frenándole en seco, le dijo una vez más: “Ya te he
dicho que no puedo hacerlo. Para, por favor”.

Aquí hemos visto que la decepción y el enfado de los primeros años


fueron convirtiéndose en un rechazo, un asco y un odio atroz e
inquebrantable tanto hacia mí, como hacia fuera. También cómo el
mecanismo de la culpa, que ya había aparecido en mi mente consciente a
los nueve años, se intensifica con la llegada del despertar sexual,
convirtiéndome en una adolescente totalmente subyugada a los engaños y
trampas de mi ego: culpabilidad en mí y proyectada también en el exterior
(todo había sido culpa de mi hermano y de mis padres), evasión de mi dolor
buscando en los chicos el amor y la admiración que ya no era capaz de
sentir hacia mí misma, y evasión también al soñar con un futuro ideal en el
que todo sería diferente, sin ser consciente aún de que aquellas heridas
enterradas bajo toneladas de ira me acompañarían durante muchísimos
años, hasta que finalmente estuviera preparada no sólo para mirarlas, sino
para contemplarlas con la comprensión, la compasión y el amor que había
creído que no merecía.
Para cerrar este capítulo te dejo estas líneas del escritor uruguayo
Eduardo Galeano, que me encantan:

“De nuestros miedos salen nuestros corajes


y en nuestras dudas viven nuestras certezas.
Los sueños anuncian otra realidad posible,
y los delirios otra razón.
En los extravíos nos esperan los hallazgos
porque es preciso perderse para volver a encontrarse”
IX: Epigenética Transgeneracional

Por fin, en este capítulo vamos a profundizar en esa herencia


transgeneracional de la que te hablé en el capítulo 6. Mi mayor deseo es
que a medida que vayas avanzando en el libro, poco a poco puedas empezar
a verte a ti misma como nunca antes lo habías hecho, y la información que
estás a punto de leer te va a aportar algo más de luz para que puedas creer
que es posible dejar de recrear esa imagen pequeña, rarita y conflictiva que
hasta ahora has tenido de ti misma, y despertar a la persona fuerte, segura,
amorosa, plena y feliz que eres de verdad. Vamos a ello.
Para alcanzar la sanación, es decir, para vivir en el amor y la plenitud
que realmente somos, necesitamos comprender que, como ya te he dicho,
no somos un yo aislado sino el fruto de al menos tres generaciones de
ancestros. Esto no significa que estemos condenadas a repetir de por vida
las experiencias dolorosas que ellos vivieron sin ninguna esperanza de
cambio, si fuera así no tendría ningún sentido. El propósito es precisamente
llegar a vernos a nosotras mismas como un ser capaz de desarrollar una
Conciencia superior a la que hemos conocido hasta ahora y de crear la
realidad que deseamos, sanando nuestras heridas y al mismo tiempo, las de
nuestro clan. En este sentido, es muy importante recalcar que así como
heredamos aquellos asuntos que quedaron pendientes en el pasado de
nuestro árbol, traemos también con nosotras las fortalezas, las cualidades,
aptitudes y aprendizajes que ellos adquirieron, y que así como es
fundamental reparar lo que quedó dañado, igual de importante es descubrir,
reconocer y potenciar esos talentos que laten en lo más profundo de nuestro
Ser.
Llegados a este punto, encuentro imprescindible animarte a que te
hagas las siguientes preguntas y que te tomes un momento de reflexión
antes de responder: ¿Cuál es tu finalidad en la vida? ¿Hacia dónde quieres
ir? ¿Qué futuro te gustaría vivir? Deja el libro a un lado ahora mismo, toma
un par de respiraciones profundas y permite que lleguen las respuestas. No
las que ya conoces, las de tu ego, sino las verdaderas, las que te susurra tu
alma desde lo más profundo de tu corazón. Este es un punto de partida
fundamental, pues sin una ilusión, sin un propósito que alcanzar, sin un
sentido profundo con el que abrazar tu día a día, no estarás motivada para
desear descubrir y desarrollar tus potenciales, y difícilmente podrás llegar a
saber quién eres realmente. Para poder sanarnos necesitamos encontrar
nuestra misión en la vida, comprender para qué estamos aquí y sentir que
nuestra existencia tiene un sentido trascendental.
Ocurre que cuantas más carencias viviste en tu infancia y cuanto mayor
fue tu angustia, más dificultades tendrás para proyectarte hacia ese futuro,
y lo más probable es que aún vivas prisionera de aquellas emociones que
aprendiste a reprimir y sientas que no puedes hacer nada por cambiar las
cosas, lo que te impide ilusionarte por un porvenir diferente. Extrapolando
este hecho a la herencia transgeneracional, podemos decir que a través de
tus experiencias de la infancia aún no sanadas, te mantienes atrapada en
una herida similar de algún antepasado que necesita ser reconocida y
reparada.
Aquí volvemos al ejercicio con tu niña interior que te mostré en el
capítulo 5, en el que vimos que tus emociones son la única vía posible
hacia la liberación, y que es fundamental que las vivas y las atravieses con
una presencia total. De una forma gradual y trascendiendo tus límites
mentales con respecto al concepto del tiempo (profundizaremos en esto en
el capítulo 14 con el principio del entrelazamiento cuántico), te liberarás
tú, y habrás liberado también tanto a tus ancestros como a tus
descendientes.
En definitiva, la herencia transgeneracional nos ayuda a comprender
que así como en gran medida somos fruto de las herencias de nuestros
ancestros, también llevamos en nosotras el impulso divino que nos susurra
a cada instante que podemos crear un futuro diferente, pues como te he
dicho, de la misma forma en que se transmiten los fracasos, exclusiones,
ruinas económicas y todo tipo de conflictos, heredamos también las
posibilidades para la realización, a través de todas las capacidades
aprendidas por nuestros ancestros para afrontar las dificultades.
Citando a Jodorowsky: “En realidad, para analizar el árbol genealógico
es indispensable cambiar nuestra percepción del tiempo y liberarnos de los
conceptos propios del pasado, presente y futuro. La realidad es comparable
al chorro de agua que sale de una fuente: está ahí sin estar ahí, no se
convierte en nada, no es la transformación de una forma previa, sino que
surge de manera incesante. Al sanar el árbol nosotros estamos fluyendo
también, y en ese fluir se engloban nuestros antepasados, abuelos, tíos, tías
y padres, al igual que nuestros hijos, sobrinos, nietas y bisnietas”.
Para comprender cómo ocurre esta transmisión del pasado te hablaré de
la epigenética transgeneracional, pero antes necesito explicarte qué es la
epigenética, un campo de la biología que tanto está asombrando a la
comunidad científica en los últimos años.

Epigenética
El término, que significa “por encima de la genética, más allá de ella”,
fue acuñado por primera vez en 1942 por Conrad Hal Waddington, para
referirse al estudio de las interacciones que se producen entre los genes y
su ambiente en todos los organismos. La epigenética se define literalmente
como “el estudio de los mecanismos que regulan la expresión de los genes
sin una modificación en la secuencia del ADN. Los factores
genéticos que son determinados por el ambiente celular -en lugar de por la
herencia-, intervienen en la determinación del desarrollo de un organismo,
así que se puede decir que la epigenética es el conjunto de reacciones
químicas y demás procesos que modifican .la actividad del ADN pero sin
alterar su secuencia”.
Resumiendo y pasándolo a un lenguaje profano para que lo puedas
entender mejor, nos viene a decir que NO estamos condicionados por
nuestra herencia genética como se pensaba hasta hace bien poco, sino que
muy al contrario, nuestras propias experiencias de vida (entre las que
adquieren una importancia fundamental nuestros hábitos, pensamientos,
creencias y emociones), pueden influir en la actividad de nuestros genes de
una forma hasta ahora desconocida, y que además, estas “huellas” pueden
ser transmitidas a generaciones futuras (ese ya es el campo del
transgeneracional que veremos más adelante). Esto que acabas de leer te
puede parecer de entrada contradictorio con lo que llevo tiempo diciéndote
sobre la herencia que recibimos de nuestros ancestros, pero continúa
leyendo, y llegando al final de este capítulo le encontrarás el sentido.
Este nuevo enfoque de la biología lleva décadas acercando entre
sí a las dos corrientes opuestas que hasta entonces trataban de explicar si
los seres humanos “somos” o “nos hacemos”, es decir, si venimos
predeterminados por los genes que nos hayan tocado en suerte, o si nos
construimos a nosotros mismos a través de lo que aprendemos en la crianza
y en nuestro desarrollo.
En el año 2004, los investigadores Michael Meaney y Moshe Szyf
descubrieron que algunos genes de los ratones a los que sus madres no
habían cuidado satisfactoriamente, inhibían su actividad disminuyendo su
respuesta ante el estrés. Es decir, que los cachorros que recibieron menos
atención y cuidados, fueron más propensos a producir hormonas de estrés
en su vida adulta. Más adelante en el 2011, Szyf estudió a diferentes grupos
de niños, unos criados en orfanatos y otros por sus padres biológicos. Sus
conclusiones al observar la actividad génica de estos niños fueron iguales
que con los ratones: cuanto menos cuidados reciben los niños, más
inhibición se produce en la actividad de los genes del hipocampo, la zona
del cerebro que se encarga de la regulación de la respuesta al estrés. Lo que
nos está diciendo todo esto es que la calidad de la atención y los cuidados
que recibamos durante los meses de gestación y en nuestra crianza, hará
que aumente la actividad en algunos genes y que se desactive en otros. La
buena noticia es que estos cambios pueden seguir produciéndose a lo largo
de toda nuestra vida, lo que significa que no estamos condenados ni
predeterminados, pues transformando nuestra manera de pensar y de sentir
frente lo que nos ocurrió en el pasado, por muy desagradable que fuera,
podemos activar los genes que más nos beneficien y desactivar los que no
deseemos. Ahora puede aún que te estés preguntando: “¿Qué tiene que ver
todo esto con la herencia transgeneracional? Lo entenderás pronto…
En este punto tengo que presentarte a Bruce Lipton, biólogo celular y
autor del best-seller “La biología de la creencia”, en el que nos explica y
demuestra de una forma sencilla y magistral cómo nuestras creencias,
pensamientos, sentimientos y emociones afectan a nuestra actividad génica,
haciendo que unos genes se activen y otros permanezcan “dormidos”.
Como te imaginarás, esto nos coloca en un lugar totalmente nuevo ante la
vida, pues hemos pasado de ser las víctimas de nuestros genes que
postulaba el anterior modelo científico, a convertirnos en los creadores de
nuestra realidad.
Continuando con Lipton y sus investigaciones, la epigenética estudia
los mecanismos mediante los que se puede observar que es la membrana de
la célula y su relación con el entorno lo que controla la actividad genética.
Partiendo de esta observación, dedujo que la premisa científica que afirma
que los genes controlan la vida parte de un error fundamental, que es la
idea de que estos se pueden activar o desactivar por su libre albedrío. Sus
investigaciones demuestran que lo que desencadena su actividad depende
de la percepción del entorno de la célula. Siendo esto así, cómo una célula
perciba -interprete- su entorno y cómo responda a él, determinará qué
genes se activarán y cuáles no.
Ese entorno, es decir, la información que recibe del exterior a través de
su membrana, entre otras cosas está fundamentalmente conformado por
nuestros pensamientos y emociones, es decir, por las señales químico-
eléctricas que le llegan a través de éstos. Y puesto que las células tienen
dos mecanismos de supervivencia, el de crecimiento y protección, se sabe
por ejemplo que la química que provocan emociones como la alegría y el
amor, desencadenan procesos de crecimiento y expansión, mientras que el
estrés y la ira aceleran los de protección, que hacen que se suprima por
completo la actuación del sistema inmunológico.
Aplicando el antropomorfismo al estudiar a las células, o sea,
observándolas como si fueran personas en miniatura, Lipton dedujo que
nuestra existencia como seres humanos, lejos de estar determinada por los
“antojos” de nuestros genes, depende básicamente de nuestra manera de
percibir nuestro entorno y de la respuesta que demos al mismo, lo que a su
vez provocará que se activen en nuestro cuerpo unos genes u otros, ya que
todas las células de nuestro cuerpo están influenciadas por nuestros
pensamientos y emociones.
El resumen de todo esto viene a ser que nuestra actividad génica
está determinada por nuestra manera de interpretar el exterior, o lo que es
lo mismo, por cómo vivimos las situaciones de cada día y nuestra vida en
general. A su vez, nuestra percepción o interpretación viene dada por
nuestros sistemas de creencias, que nos han sido dados por lo que hemos
aprendido en la sociedad, en la familia, la herencia transgeneracional,
etcétera. Por pura lógica, dependiendo de cuáles sean las creencias -
inconscientes o conscientes- con las que vivimos, interpretaremos el
mundo y nuestras vidas de una manera u otra, y así, nos sentiremos de una
manera u otra, y responderemos a la situación de una manera u otra.
La conclusión de Lipton es que podemos hacer una transformación
radical en nuestras vidas, además de en nuestro cuerpo y en nuestra salud,
con el simple hecho de cambiar nuestras creencias y en consecuencia, la
manera de percibir nuestra realidad. En definitiva, su mensaje es que la
ciencia está empezando a vislumbrar un camino que deja atrás la antigua
imagen darwiniana del ser humano como una víctima controlada por sus
genes, para colocarle en la posición de ser el co-creador de su propia vida y
de su destino. Como poco, es esperanzador, ¿no te parece?
De esta manera, cuanta más paz y bienestar seamos capaces de crear
con nuestra nueva percepción y pensamientos, más nos acercaremos a
nuestro verdadero estado de ser, a lo que conocemos como Yo Superior,
Consciencia, o como quieras llamarlo. Está demostrado que cuanto más
tiempo permanecen el cuerpo y la mente en un estado de crecimiento y
expansión, nos volvemos más capaces e inteligentes, más intuitivas y
despiertas, incluso aunque aún no hayamos tomado consciencia de que en
todo momento somos nosotras quienes estamos creando nuestra realidad.
En esos casos, la persona en cuestión estará creando una vida de bienestar y
felicidad sin saber que es ella misma quien lo está haciendo posible.
Igual que las células activan genes de salud o enfermedad dependiendo
de qué estímulos perciban, nosotros potenciamos o bloqueamos nuestra
capacidad de conectar con nuestra realidad espiritual, con nuestro Yo
Superior, en función de cuán atrapados estemos aún en nuestros sistemas de
creencias, juicios, asuntos pendientes de sanar, etcétera. Resumiendo, y
citando al doctor Lipton: “Al cambiar nuestras creencias y pensamientos,
transformamos nuestra vida entera”.
Y en este punto tengo que volver a insistir: la única manera posible para
cambiar nuestras creencias y pensamientos, es sanando las emociones de
nuestra niña interior. Ya sabemos que nuestra mente genera siempre
pensamientos acordes a las emociones que estemos habituados a sentir, y
así, si por ejemplo aún vivo con culpa, tendré pensamientos del tipo: “otra
vez he fallado”, “me merezco lo que me ha pasado”, “no hago nada bien”.
Es por esto que las afirmaciones positivas no funcionan, pues tu
inconsciente jamás aceptará como cierto un pensamiento como “me quiero
y me merezco lo mejor”, mientras siga sin sanar en ti la emoción de la
soledad o el abandono. Los pensamientos concordantes en ese caso
serán más bien del tipo: “no merezco que me quieran”, “nunca seré feliz”,
etcétera. Sanando las emociones, gradualmente irán desapareciendo de tu
mente los viejos pensamientos junto con las creencias que los sustentaban,
e irán emergiendo nuevas formas de percibirte y de pensar acerca de ti
misma. Te aseguro que es así de mágico.
Volviendo a Lipton, él va más allá aún y afirma que observando
el simple funcionamiento de las células podemos deducir la existencia de la
Fuente de todo, o sea, de Dios, así como que seguimos existiendo después
de la muerte física. (Esto realmente no tiene relación con el tema que nos
ocupa, pero me parece tan interesante, que no quiero dejar de compartirlo).
Explica que cada una de las proteínas de nuestro cuerpo es un complemento
físico o electromagnético de todo lo que existe en nuestro entorno, y puesto
que somos básicamente máquinas compuestas de proteínas, somos
literalmente un reflejo de ese entorno, del campo cuántico, que algunos
llaman Universo, y otros muchos Dios.
Con respecto a la vida después de la muerte, argumenta que cada uno de
nosotros posee una única identidad biológica gracias a unos receptores de
identidad llamados autoceptores, que se encuentran en la superficie de
nuestras células. Estos autoceptores son el canal a través del cual nuestro
Yo verdadero se “descarga” desde el entorno, desde la Consciencia, es
decir, emite información en forma de vibración, de ondas, que sólo pueden
encajar con la identidad única a la que pertenecen. Estudiando casos de
pacientes que habían recibido trasplantes de órganos y que experimentaron
cambios psicológicos y conductuales, como por ejemplo el gusto repentino
por una comida concreta, llegó a la conclusión de que las células de los
órganos trasplantados aún conservan los receptores de identidad del
donante, y continúan recibiendo la misma “emisión”.
Así, concluyó que nuestra identidad verdadera, nuestro “Yo”, sigue
existiendo en el entorno aunque nuestro cuerpo físico ya no esté vivo, pues
se ha demostrado que cuando el cuerpo muere, la emisión continúa. Y
puesto que el entorno representa todo lo que existe y nuestros autoceptores
no son más que antenas que se sintonizan con una pequeña parte entre todo
el espectro posible, podemos deducir que todos nosotros representamos una
pequeña parte del Todo, una pequeña parte de Dios.
Volviendo al tema que nos ocupa y resumiendo todo lo anterior, la
epigenética, rompe con los cánones científicos que han postulado durante
más de un siglo que estábamos predestinados por la genética, y demuestra
con datos biológicos que son nuestras creencias las que seleccionan qué
genes se van a activar y cuáles no, y así concluye que somos los creadores
de nuestro destino en todo momento, pues nuestros genes dependen de
forma directa de nuestros actos, pensamientos y emociones, así como del
entorno medioambiental. Sabiendo todo esto, en vez de vernos como
víctimas de nuestros genes como hasta ahora, podemos asumir la
responsabilidad de que nuestra percepción, es decir, la manera en que nos
vemos a nosotras mismas y a los demás, moldea nuestra biología y nuestra
vida entera.
Este proceso de activación o desactivación de los genes está
relacionado con el núcleo y la membrana de la célula, y ocurre de la
siguiente manera: hasta hace unos años se pensaba que el cerebro de la
célula estaba en el núcleo porque es el que contiene el ADN, y ahora resulta
que no, que el verdadero cerebro es la membrana, a la que nadie le había
prestado atención, porque hasta la aparición del microscopio electrónico ni
se sabía que existía. En sus experimentos vio que si le quitas el núcleo a la
célula, ésta sigue viva durante varios meses, algo que sería imposible sin
cerebro. Y sin embargo, cuando le quitas la membrana, muere al instante.
Los estímulos ambientales que entran en contacto con ella son percibidos
por unas proteínas receptoras que ponen en marcha una reacción en cadena
de proteínas que pasan mensajes a otras proteínas, para desencadenar una
determinada acción en la célula. Estas señales abren la capa que protege al
ADN y seleccionan qué genes se activarán para responder al estímulo
ambiental. Así que el ADN no es el que desencadena esta reacción, sino la
percepción que tiene la membrana celular. Si no hay percepción, el ADN
está inactivo. Lo que nos lleva a lo dicho anteriormente, que los genes no
pueden activarse o desactivarse por sí solos como se pensaba, sino que la
vida sucede según cómo la célula responde a su medio ambiente.
Y aquí vuelvo a la importancia fundamental de nuestros pensamientos y
emociones, que son unas de las principales señales que va a recibir la
célula, a través de su vibración energética. En la misma línea, en su libro
“La revolución epigenética” Nessa Carey, una bióloga británica que trabaja
en el campo de la biología molecular, define la epigenética como “el
conjunto de modificaciones de nuestro material genético que cambia la
manera en que nuestros genes se encienden y se apagan, sin alterar a los
genes en sí mismos”. Es decir, la epigenética ocurre cuando un cambio en
el ambiente tiene consecuencias biológicas que duran más que la situación
que provocó este cambio.
A Lipton le maravilló también descubrir que frente a dos señales
contradictorias, la célula prioriza las órdenes del cerebro. Explica esto
mediante el experimento en el que introdujo histamina y adrenalina al
mismo tiempo en las células, y vio que las moléculas de adrenalina
anularon a las de histamina. ¿Y qué relación tiene esto con lo que estamos
diciendo de que la célula obedece al cerebro? Pues que la adrenalina se
produce en el sistema nervioso central, o sea, el cerebro, y la histamina se
produce a nivel local. Así que de esta manera tan simple pudo constatar que
definitivamente es la mente la que rige el cuerpo, y esto nos interesa
verdaderamente en nuestro propósito de crear una vida plena y feliz, pues
ya no tenemos ninguna duda de que transformando nuestros pensamientos,
que como ya hemos visto lo haremos sanando previamente nuestras
emociones, nuestra vida cambiará como por arte de magia.
A continuación transcribo un texto suyo que me parece
sumamente interesante e inspirador:

“Nos han hecho creer que el cuerpo es una máquina controlada por
genes sobre los que no podemos ejercer ninguna autoridad. Esto implica
que somos víctimas de esa situación, `pues no los elegimos, los recibimos
al nacer y ellos programan lo que sucederá.
Cogí tres grupos de células, las puse en tres placas de Petri y cambié
las condiciones, cambié el medio de crecimiento y los componentes del
medio ambiente en cada una de las tres placas. Luego verifiqué que en una
de las placas se formó hueso, en otra músculo y en otra, células liposas.
¿Qué fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran
genéticamente idénticas? Esto demuestra que los genes no lo controlan
todo, sino que es el ambiente, el ser humano el que controla, dependiendo
de cómo lee su entorno, de cómo su mente lo percibe.
Estamos en un punto de la historia en el que hemos de elegir ser
soberanos o
permanecer dependientes. No estamos limitados por nuestros genes
sino por nuestra
percepción y nuestras creencias”

Y ahora sí, habiéndote dado esta base, podemos pasar al terreno del
transgeneracional y al final veremos cómo es posible la transmisión.

Enfoque transgeneracional:
Repasando lo que vimos en el capítulo 6, el concepto
“transgeneracional” hace referencia a la información que se traspasa de
generación en generación y que abarca valores, modelos y patrones de
pensamiento y comportamiento que tienen que ver tanto con lo que fue
dicho como con lo que quedó tapado o callado.
Esta transmisión no ocurre solamente entre una madre o un padre y su
hijo, lo que sería una herencia intergeneracional, sino que también hay
influencias de generaciones anteriores en cada nuevo miembro del clan,
con el objetivo de que un conflicto silenciado o no reparado en la familia
pueda ser sanado a través de estos descendientes.
En consecuencia, el enfoque transgeneracional tiene muy en cuenta
nuestra historia genealógica para que podamos asumir el rol que nos
corresponde en nuestro árbol y resolvamos tanto las situaciones excluidas
de la conciencia familiar como las creencias que las sostienen.
Habitualmente, estas transmisiones afectan hasta tres o cuatro
generaciones, en las que los descendientes acabamos expresando de forma
inconsciente la información que hemos recibido en forma de enfermedad,
trauma, conflictos repetitivos, etcétera.
Así, el transgeneracional nos lleva a contemplar el inconsciente no sólo
en el ámbito individual, sino a darle una concepción más amplia que abarca
también los patrones familiares, históricos y culturales. Tal como apunta
Anne Schützenberger en su libro “¡Ay, Mis abuelos!” y como vimos
también en el capítulo 6, la transmisión transgeneracional tiende un puente
entre el inconsciente individual y el inconsciente colectivo.
En la misma línea, en “Tótem y tabú” Freud se pregunta acerca de la
necesaria continuidad de la vida psíquica en las sucesivas generaciones,
pues de lo contrario, nos veríamos obligados a comenzar desde un principio
el aprendizaje de la vida, lo cual excluiría toda posibilidad de progreso en
este terreno.
Esta perspectiva nos obliga inevitablemente a reflexionar sobre
nuestros ancestros, el lugar que ocupan en nuestras vidas, las
identificaciones que establecemos con ellos, y especialmente el legado que
nos han dejado, pues sin saberlo todos tenemos vínculos con nuestro
sistema familiar que nos mantienen ligados a nuestros antepasados y a sus
traumas, mediante una identificación inconsciente.
De ahí que entre nosotros y nuestros ancestros se establezca una lealtad
invisible mediante la cual cargamos con experiencias traumáticas que no
son nuestras, que fueron silenciadas y que no se elaboraron en su momento.
Esta información familiar se transmite en bruto sin haber sido reparada y
podemos afirmar que a partir de esta lealtad, todos recibimos una historia
singular que no es propia, pero que se incorpora en nuestro psiquismo y
determina nuestra experiencia vital.
Vamos a ver ahora el concepto de los traumas, que es lo que hemos
vivido nosotras con nuestra experiencia del abuso sexual, así como la
explicación de que el único propósito que hay en ella es su sanación, con la
consiguiente evolución hacia el despertar, tanto el nuestro como el de
nuestro árbol.
Trauma
Como hemos visto, desde el punto de vista transgeneracional el trauma
se entiende como un vestigio de un hecho doloroso o vergonzoso del
pasado que se desliza por todo el árbol genealógico para que el miembro de
la familia sobre el cual recae, pueda elaborarlo. Cuando en una familia se
producen acontecimientos traumáticos importantes, éstos se mantienen
vivos de manera inconsciente y se transmiten a la descendencia si los que
sobreviven no hablan de ello. Las cargas ancestrales son el residuo de este
suceso traumático silenciado, que se va transformando y afecta de manera
diferente a las posteriores generaciones:
En la primera generación ocurre un hecho que no se puede expresar por
vergüenza, horror, represión, etcétera, y al no poder hablar de ello, la
experiencia no se repara y se mantiene presente en la persona que la ha
vivido. Esta información queda atrapada en el inconsciente y se convierte
en un secreto, en algo que nunca debe ser revelado y del que no se puede
hablar debido al dolor, la vergüenza o la culpa que generaría. Pero el
impulso de la Vida, a través del amor, buscará la manera de que ese secreto
pueda manifestarse para que el clan pueda liberarse del peso que conlleva.
De esta experiencia traumática que heredamos lo importante
realmente no son los detalles de lo que sucedió y a los que difícilmente
tenemos acceso (en las Constelaciones Familiares sí podemos indagar en lo
que ocurrió si es necesario, esto lo veremos en el capítulo 15), sino cómo
nos afecta en nuestra vida y su forma de manifestarse, que suele ser en
forma de repetición, a través del fenómeno llamado “identificación
alienante”. Se le llama así porque la persona que repite la experiencia no
sabe que está manifestando un trauma inconsciente no elaborado, y
dependiendo de cómo lo viva, o bien le impedirá acceder a su identidad y a
su propio desarrollo, o le servirá como trampolín hacia el despertar.
Así, las palabras que fueron silenciadas, las escenas que no pudieron
ser rememoradas, las lágrimas ahogadas, se ocultan con el secreto aunque
quedan “grabadas”. Como ya vimos en el capítulo 6, el síntoma intentará
revelar esta información a la vez que la parte inmovilista del inconsciente
familiar buscará mantenerlo en silencio debido al miedo de hacer algo
diferente, así como a una lealtad inconsciente hacia el ancestro en cuestión.
Con todo esto, tal vez ya hayas llegado a la conclusión de que está en tus
manos, como portadora del trauma en tu familia, sacarlo a la luz y
repararlo a través del amor y el perdón.
Como ya te he dicho, nuestro inconsciente familiar alberga todos los
traumas y heridas no sanados de nuestros ancestros, que son los que nos
llevan a vivir las experiencias necesarias bien en nuestra infancia o bien
más tarde, para que se exprese en nosotros el recuerdo de ese dolor.
Después, como ya te he explicado también, nuestro inconsciente individual
-el ego- buscará escapar de esa herida, llevándonos siempre a evitar
situaciones que intuye serán dolorosas. Esto es lo que UCDM llama “vivir
en el sueño”, cuando aún no somos conscientes de para qué creamos las
experiencias que vivimos, y las seguimos repitiendo cayendo una y otra vez
en los viejos patrones del victimismo y las quejas, los juicios, las
proyecciones, la culpa, el miedo, etcétera.
Si de verdad queremos vivir despiertas y trascender nuestras heridas,
necesitamos adquirir el hábito de observar no sólo nuestras emociones y
cómo éstas se manifiestan en nuestro cuerpo a través de sensaciones o
síntomas, sino también todo lo que está sucediendo en nuestra vida,
especialmente en las relaciones interpersonales, pues ahí es donde más
información relevante vamos a encontrar: en los espejos que la vida pone
en nuestro camino, muchas veces en forma de cuñada insoportable, de
compañero de trabajo intragable, o de hijo toca-pelotas.
Volviendo al tema, si hubo una mujer en el árbol que vivió en la
opulencia a costa de soportar maltratos de un marido, o reproches de otros
familiares y fue expulsada de su propio clan, muy probablemente alguna
mujer de una generación futura elegirá inconscientemente evitar la
abundancia, y mientras no sane la herida oculta, no comprenderá por qué no
logra la holgura económica que sí desea conscientemente. Siguiendo el hilo
conductor de la emoción que despierta en ella la falta de abundancia, esta
mujer podrá llegar a sanar la herida original y cambiará su relación con el
dinero, sin necesidad de saber nada de aquella abuela, bisabuela o
tatarabuela.
Puede ocurrir también que repitamos literalmente la situación
traumática: vivimos la misma experiencia que un ancestro como esa
oportunidad de gestionarlo de una manera diferente y así reparar la herida:
si una mujer vivió abusos en el seno de su familia y no pudo contarlo
porque las condiciones sociales y culturales se lo impidieron (éste fue el
caso de mi familia), la nieta o bisnieta lo vivirá y sentirá un fuerte impulso
de contarlo las veces necesarias hasta ver que la experiencia ha logrado su
objetivo: no sólo reparar el dolor de aquella bisabuela, sino también sanar
el patrón del inconsciente familiar de seguir callando y haciendo como si el
hecho no tuviera importancia.
Cuando eres capaz de Ver más allá de la experiencia, dejas de vivir
como una víctima indefensa y sientes que un nuevo Poder se abre paso
dentro de ti. Esto sólo puede ocurrir a través del verdadero perdón, esa
visión de la que ya te he hablado que nos permite comprender que en
realidad no hay nada que perdonar, pues cada cual estaba haciendo la parte
que le correspondía en la trama. Cuando lo puedes vivir así, empiezas a
experimentar en tu vida los cambios que tanto habías buscado. Esto no
significa que se hará realidad todo lo que tu mente desea, pues
probablemente aún estés proyectando mucho desde el ego, pero sí vas a
empezar a sentir emociones como paz o gratitud ante las mismas
situaciones que antes te producían enfado o algún tipo de malestar. Y este
cambio es el que te llevará al siguiente nivel: te convertirás en la Creadora
consciente de tu vida.
Hilando con lo que comentaba del sentido transgeneracional del trauma,
no es casual que después de llevar toda la vida sintiéndome sola,
incomprendida y excluida frente a mi madre y mis hermanos en lo
referente a la experiencia del incesto en nuestra familia, éste sea el segundo
libro que mi alma me empuja a escribir sobre el tema. Gracias a las
Constelaciones Familiares tuve la oportunidad de ver cómo varias mujeres
de mi árbol vivieron el incesto en silencio, con la vergüenza y la culpa que
siempre lo acompañan, y el día que comprendí que tengo dentro de mí la
capacidad no sólo de sanar todo aquel dolor, sino también de proteger a las
futuras generaciones de mi clan, me resulta muy difícil encontrar las
palabras para transmitirte el enorme regocijo que sentí.
Por otro lado, la sanación no sólo tiene que ver con nosotras o con
nuestro clan, pues también implica a la gran familia que somos como
Humanidad. En mi caso, sé que este libro podrá ayudar a muchísimas
mujeres que hayan vivido o estén viviendo experiencias similares. Y es así
como todo lo que hemos vivido, por muy doloroso que haya sido, cobra un
sentido mágico y espiritual que nos recuerda y nos confirma una vez más
que somos Uno, y que en el fondo de nuestro Ser, desde la esencia que
verdaderamente somos, hay una fuerza y una voz que nos empuja a
colaborar unos con otros, a ayudarnos, a compartir, y a experimentar la
plenitud que sentimos cuando lo que hacemos cobra un sentido superior
sólo por el hecho de saber que le va a servir a otro ser humano.
Porque recuerda: no existe tú y los otros, sólo existe el nosotros, como
Uno. Y que ese Uno, nuestra Realidad Esencial, es siempre Amor, Paz,
Comprensión, Alegría, Plenitud y Compasión.

Repetimos para sanar


Ya hemos visto que el síntoma se repite como una oportunidad de
elaboración y que de esta manera, el trauma aparece una y otra vez de
forma inconsciente en varias generaciones. En cada repetición hay algo
diferente, un nuevo intento de sanación, y de esta forma, nos encontramos
con diferentes formas de repetición de los traumas transgeneracionales, y
que no son excluyentes entre sí:
-La repetición pura, en la que los hechos se repiten tal cual: mi abuela
era maltratada por mi abuelo y todas las parejas que tengo me maltratan.

-La repetición por interpretación, donde la persona repite lo que


interpreta que ha pasado: mi abuela se golpeó gravemente la cabeza y yo
tengo migrañas.

-La repetición por identificación, mediante la cual se repite lo que otra


persona padece: mi abuelo era alcohólico, mi padre tiene una hepatología y
yo desarrollo una hepatitis. La persona se identifica con la familia a través
de la enfermedad.
-La repetición por oposición, en la que se da lo contrario de lo que
ocurrió: mi abuela fue violada y yo siento aversión por el sexo.
-La repetición por compensación, donde se repite para compensar lo
que pasó: mi abuela murió por una complicación en el parto y yo soy
ginecóloga.
Para asegurar la continuidad del clan, los descendientes nos
encontramos en esta recreación inconsciente a la que debemos contribuir lo
mejor que sepamos hacerlo, como capítulos indispensables de un libro en el
que estamos inmersos desde antes de nacer. Sólo tomando conciencia de
que fuimos nosotras mismas las que asumimos el reto de vivir la
experiencia, podemos soltar lo que quedó reprimido en el pasado y hacer
que emerja el nuevo aprendizaje.
Ya te he dicho anteriormente que lo que has heredado no tiene por qué
ser una desgracia que estás condenada a repetir sin posibilidad de
escapatoria, sino que puedes vivirlo como una oportunidad de
transformación y sanación. Y esto ocurre cuando decides hacerte cargo de
ti y de tu vida aceptando tus circunstancias y tus emociones sin echar la
culpa a otros, saliendo de las zonas de confort de tu ego y atreviéndote a
conquistar tu libertad. Ya sabes que la Vida te va a continuar enviando
situaciones espejo de lo que vivió un antepasado con el que estás vinculada,
hasta que las vivas desde tu Yo adulta y amorosa. Como ya he repetido en
varias ocasiones, en cuanto asumimos el conflicto haciéndonos cargo de
nuestras emociones genuinas, se resolverá el tema pendiente de los
ancestros, nos liberaremos de la carga heredada, y liberaremos a las
generaciones futuras.
Adentrándonos ya en el terreno de cómo ocurre la transmisión de esta
información ancestral, la teoría de la resonancia mórfica, un nuevo enfoque
de la biología formulado por Rupert Sheldrake, nos da una perspectiva muy
interesante. Sheldrake esgrime que cada especie tiene una memoria
acumulada que resuena en cada uno de sus miembros y que la mayor parte
de nuestra herencia depende de esta resonancia y no de los genes.
Su premisa fundamental es que las cosas idénticas influyen en otras cosas
idénticas a través del espacio y el tiempo, y que en todos los sistemas
organizados, que indefectiblemente tienen una memoria inherente y
colectiva, cada miembro contribuye y está conectado a la misma fuente.
Esta memoria resuena de distinta forma en cada individuo y es por ello que
se establecen distintos vínculos entre ancestros y descendientes. Él aplica
su teoría a los grupos sociales, y perfectamente se puede extrapolar
también a la herencia transgeneracional.
Ahora sí, vamos a profundizar un poco más en esto, viendo cómo nos lo
explica la epigenética transgeneracional:
Epigenética transgeneracional
A estas alturas ya sabes bien que la idea de que nuestras vidas están
influenciadas por las experiencias de las generaciones anteriores de nuestro
clan, no es algo nuevo. En los últimos treinta años, el concepto de
“inconsciente familiar” ha ido ganando relevancia dando lugar a un
despertar de antiguas creencias sobre la influencia ancestral, que como ya
vimos en el capítulo 6, la religión china entre otras ya había desarrollado en
profundidad.
Hemos visto también que la aparición de nuevos planteamientos
terapéuticos como la psicogenealogía o el enfoque transgeneracional nos
ayudan a entender esas dinámicas familiares que hacen que todos nosotros,
mediante vínculos inconscientes que nos “atan” a nuestro sistema familiar,
repitamos ciertas situaciones en nuestras vidas. Asimismo,
diversos estudios han evidenciado que el hecho de tener en cuenta la
historia transgeneracional al trabajar en nuestra historia personal, nos
ayuda a comprender mejor determinadas reacciones desproporcionadas,
fracasos repetidos o emociones desbordantes para las que resulta imposible
encontrar una explicación si nos ceñimos únicamente a nuestra biografía
individual.
Partiendo de estas observaciones, abordamos por fin el proceso a través
del cual se da esta transmisión, con el que vas a comprender cómo es
posible que estos acontecimientos del pasado de tus ancestros puedan
afectar a tu vida.
Como ya hemos visto en el apartado de la epigenética, actualmente
sabemos que no es cierto lo que se creía hasta ahora, que llegamos a la vida
con una información genética prefijada e inalterable que marca cómo
tenemos que ser y qué tendremos que padecer. Cada vez más estudios
demuestran que muchas de las influencias ambientales pueden provocar
cambios en los genes, alterar el ADN y posteriormente, transmitir esas
alteraciones a nuestros descendientes. Veamos cómo la ciencia nos explica
esto:
Ya hemos visto que buena parte del funcionamiento de nuestro
organismo depende de que determinados genes se activen o no, y que
cuando un gen se activa o desactiva, se ponen en marcha procesos
bioquímicos que acaban provocando por ejemplo, que un gemelo tenga
esquizofrenia y el otro no, a pesar de ser genéticamente iguales. Hemos
visto también que la epigenética ha confirmado la poderosa influencia que
el estrés, la ansiedad, la alimentación, los tóxicos medioambientales, y
especialmente nuestros pensamientos y emociones tienen sobre la
activación de genes concretos a través de la información que recibe la
membrana de la célula. Ahora vamos a ver cómo estas activaciones o
desactivaciones genéticas pueden ser transmitidas a las generaciones
posteriores.
Se han realizado numerosos estudios al respecto, y entre ellos destaca
el de Michael Skinner, biólogo molecular, en el que afirma que las
experiencias de vida de los abuelos e incluso de los bisabuelos, modifican
sus óvulos y espermatozoides de manera tan indeleble que el cambio pasa a
sus hijos, nietos y bisnietos. Es decir, cualquier factor ambiental que
influya en la salud física y emocional no sólo afectará al individuo
expuesto al factor, sino también a su descendencia. Quédate con esto que
acabas de leer, pues es muy importante: una de las claves para entender la
herencia transgeneracional está en los cambios que se produjeron en el
ADN de nuestros ancestros cuando vivieron la experiencia dolorosa.
Seguimos:
Otros estudios sobre la conducta epigenética realizados por Michael
Meaney, neurólogo y psiquiatra biológico que ya he nombrado
anteriormente, demuestran cómo experiencias traumáticas del pasado de
nuestros ancestros dejan marcas moleculares adheridas a nuestro ADN. Es
decir, podemos heredar una predisposición a la depresión causada por un
duelo que no fue realizado, una tendencia a la sobrealimentación por una
situación de hambruna, el aislamiento social por la exclusión que vivió un
bisabuelo, etcétera. Esto se explica gracias a la metilación, que es un
proceso dinámico, en continuo cambio y movimiento, por el que grupos
metilo (moléculas de carbono e hidrógeno) se unen al ADN y modifican su
función bloqueando o desbloqueando la transcripción génica. Se ha
demostrado que las memorias de nuestros ancestros quedan sintetizadas
biológicamente en forma de grupos metilo, y que estos grupos se replican
junto al ADN a lo largo de las siguientes generaciones.
En definitiva, se podría decir que los grupos metilo hacen de
“interruptores” de los genes, permitiendo que se expresen unos y no otros.
De esta manera, nuestra herencia familiar, como dice Rupert Sheldrake,
depende más de la resonancia mórfica y de la información subyacente en el
inconsciente familiar que de los genes en sí.
En resumidas cuentas, la epigenética transgeneracional nos ha
demostrado que no se trata de que algunos heredamos los genes malos que
van a provocar una patología y otros tienen la buena suerte de tener genes
sanos. Lo que heredamos no es sólo la información genética en sí (que
como hemos visto podremos alterar a lo largo de nuestra vida), sino lo más
importante, la forma de vivir las experiencias conflictivas o traumáticas,
que por supuesto, también podemos cambiar. Y aquí radica precisamente la
importancia de observar cómo has afrontado hasta ahora tu experiencia de
abusos y de qué manera quieres encararla a partir de este momento: seguir
en el victimismo, el enfado y los resentimientos, o empezar a plantearte
que existe un camino muy diferente, el único que podrá permitirte
desarrollar todos los potenciales que trajiste contigo. Sólo cuando
contemples lo que has vivido -o lo que continúas viviendo- como una
oportunidad para sanar, podrás trascender la experiencia y evolucionar.
Lo que realmente nos va a llevar a la salud o a la enfermedad, a la
felicidad o al dolor, depende principalmente de la decisión que tomemos en
esas situaciones conflictivas que se repiten en nuestras vidas: aceptamos
que en nuestra familia no se resolvieron determinadas historias y que el
Todo que nos sustenta y del que formamos parte siempre va a empujarnos
hacia su reparación, o rechazamos esta información de la que ahora
disponemos y seguimos actuando como hasta ahora, quejándonos,
enfadándonos y culpabilizándonos, malviviendo en el sueño de miedo y de
separación en el que nuestro ego quiere que permanezcamos.

El Puente Mágico
Recapitulando todo lo anterior diremos que en cualquier sistema
familiar, todo lo que ha quedado sin decir, los secretos, las culpas, los
miedos y traumas, se heredan hasta que algún miembro del clan pueda
repararlos. Hemos visto también que esta herencia no se trata de un castigo
ni de una condena insalvable, sino que es una oportunidad maravillosa de
sanar esta información que se transmite generación tras generación, dando
a las almas de los descendientes una ocasión única para reinterpretar lo que
sus ancestros habían entendido mal.
Te he explicado que esa información se transmite a través de
alteraciones que se producen en el ADN, y que éstas tienen lugar debido a
los grupos metilo, pero ¿qué es lo que hace realmente que se activen unos
genes y otros no? ¿Qué hace que un grupo metilo se adhiera a un gen y no a
otro?
Como ya vimos cuando te hablé de las conclusiones de Lipton, los
genes son activados o desactivados en función de las señales externas que
reciben del entorno, y como ya sabemos, esas señales vienen dadas en
última instancia por nuestra percepción. Esta a su vez se forma a través de
nuestras creencias, que a su vez dan lugar a nuestros pensamientos y
sentimientos. Pero el origen verdadero de todo esto, el crisol en el que se
cuece cada uno de estos ingredientes, es nuestra frecuencia vibracional. Y
ésta la conforman esas emociones limitantes que tanto nuestros ancestros
como nosotras nos habituamos a recrear una y otra vez para no volver a
sentir aquella primera angustia de separación que vivimos en la infancia.
Así que de nuevo, volvemos al lugar donde se encuentran todas las
respuestas que necesitamos, tanto para comprender la transmisión
transgeneracional (hemos heredado ciertas tendencias psicológicas y
conductuales en función de cómo nuestros ancestros vivieron sus
emociones), como para empezar a hacer cambios reales en nuestra vida
aquí y ahora, entrando en nuestras emociones genuinas y atendiendo a
nuestra niña interior, tal como te expliqué en el capítulo 5. Sólo de esta
manera podremos dejar de recrear aquellas emociones paralizantes y
dañinas con las que aquella abuela o bisabuela manejó la situación y
habremos dado un sentido al dolor, tanto al suyo como al nuestro, liberando
al clan de la necesidad de seguir perpetuando la experiencia.
Nuestras emociones. Siempre nuestras emociones, serán ese puente
mágico que nos llevará de la oscuridad a la luz, el vehículo conductor que
nos une a nuestros ancestros y a toda la información inconsciente que
llevamos en nosotras. Fíjate si es importante que nos tomemos el tiempo
para reconocerlas, aceptarlas, entrar en ellas, y darles el amor y la
comprensión que nuestra niña nos está pidiendo a gritos a través de ellas.
Hasta aquí hemos llegado a comprender cómo recibimos esta
transmisión, y también podemos utilizar esta información para darnos
cuenta de que observando las emociones predominantes en nuestra vida
podemos adivinar qué hemos heredado no sólo del clan, sino también del
gran inconsciente colectivo, pues nuestro inconsciente alberga muchísima
información: la que hemos vivido nosotras, la que han vivido nuestros
padres, la de nuestros ancestros, y también las que hemos acumulado en
nuestro inconsciente como Unidad. Y toda esa información es la que nos
hace ver las cosas de una forma determinada, es la que conforma los pilares
de nuestra programación mental, y la que hará que nuestros grupos metilo
activen unos genes u otros.
Además de la actuación de los grupos metilo que acabamos de ver, para
entender en profundidad cómo se transmite la información a través de
nuestras emociones contamos también con las maravillosas aportaciones
que la física cuántica nos está brindando al respecto. El resumen podría ser
que estas emociones de nuestros ancestros llegan a nosotras a través de
nuestra constante interacción con el campo cuántico, y más adelante, en el
capítulo 14, te explicaré con detalle de qué te estoy hablando.
Quiero volver a insistir en esto: desde los primeros capítulos del libro
ya sabes que puedes transformar las emociones de culpa, miedo o ira con
las que habitualmente te has manejado en tu vida, aceptando y abrazando
las emociones auténticas de abandono, tristeza, soledad e inseguridad que
éstas esconden. Sabes también que sólo así podrás atravesar la angustia de
la mano de tu niña interior, y que ésta te llevará directamente al amor y a la
ternura, a la plenitud del verdadero Ser que eres, que te ha estado
esperando desde siempre. De esta forma harás que los grupos metilo
inhiban el estrés, el malestar, la ansiedad, etcétera, y este cambio producirá
a su vez nuevos programas, creencias y patrones mentales en ti, pues como
te he dicho, todo lo que ocurre en tu mente y en tu vida va en función de tu
mundo emocional.
En este punto podrías preguntarme: entonces, si traigo esa información
para luego tener que liberarme de ella, ¿no es contradictorio? Y la
respuesta es que no lo es, pues como hemos visto en varias ocasiones a lo
largo del libro, si la información del clan desapareciese naceríamos vacíos,
sin aprendizajes previos. No evolucionaríamos, tendríamos que empezar de
cero una y otra vez, y como ya sabes, el clan, a pesar de presentar sus
resistencias, es empujado siempre por la Consciencia, que le conduce hacia
la evolución, hacia el despertar espiritual de cada uno de sus miembros.
Como te he dicho en repetidas ocasiones, heredamos la información de
las heridas del clan para sanarlas. No vivimos la experiencia para sufrir,
sino para darle otra visión, ahora sin sentir culpa y sin culpar, sino
perdonando. En realidad es una bendición, no una putada como piensa la
mayoría y como hemos pensado nosotras ante la experiencia de abusos que
vivimos. Si heredamos una información con una carga muy potente, como
en nuestro caso un trauma, es porque tenemos la capacidad de perdonar lo
que nuestros ancestros no supieron comprender o integrar.
De todo el clan, en este momento exacto somos el alma idónea para
perdonar a todos. Nos podemos convertir en la persona que limpia todas las
historias pendientes del pasado, la que puede vivir la misma experiencia de
algún ancestro sin cometer su mismo error. Como ya vimos en el capítulo
del chivo expiatorio, suele ocurrir que el hijo o la hija más problemática,
que es la que carga con el trauma familiar, es la que puede liberar a todos
los demás.
Ya te he explicado que hay una razón superior para que esto sea así, y
reincido en ello porque es vital que lo entiendas y lo integres para que
desde este mismo instante, puedas dejar de verte como una víctima
indefensa, enfadada, y sedienta de justicia. A través de todo aquello que
nuestros ancestros no entendieron o no vivieron desde el amor y la
aceptación, nosotras tenemos en nuestras manos la oportunidad sagrada de
liberar al clan mediante la comprensión y el perdón, no hay más.
Como ya te he dicho varias veces, no se trata del perdón cristiano en el
que tú me has hecho daño o te has equivocado y yo te perdono porque soy
muy buena, colocándome de esta manera por encima de ti. El perdón
verdadero, tal como nos muestra una y otra vez UCDM y que también te he
mencionado, es comprender que en realidad no hay nada que perdonar, pues
todos vivimos atrapados en los programas inconscientes que hemos
heredado. Me viene a la mente un relato que leí hace tiempo que refleja
esto a la perfección: un hombre va en el autobús y de repente alguien le da
un fuerte empujón por detrás, tan fuerte que casi se cae al suelo. Su primera
reacción es darse la vuelta muy enfadado y de manera airada gritarle a
quien le ha empujado. En cuanto se gira, ve a una mujer ciega, y toda su ira
desaparece en cuestión de un segundo.
De igual manera podemos aplicar esta nueva mirada hacia todos
aquellos que pensamos que nos han decepcionado o hecho daño: por un
lado ellos no sabían lo que hacían, pues estaban “ciegos”, condicionados
por sus programas inconscientes y por su propio dolor, y por otro lado,
tarde o temprano tendremos que aceptar que nadie, ni ningún
acontecimiento externo a nosotras, puede realmente hacernos daño. Una
vez más te repito que todo lo que sientes sólo puede venir de tu percepción,
de la forma en que interpretas y vives las situaciones. Nadie te ha hecho
daño, nunca.
Si tú, como niña abusada que fuiste, eres capaz de integrar esta visión
en toda tu situación de vida y “perdonar” tanto a tu abusador como al resto
de la familia por no haberte comprendido y apoyado en los años
posteriores, y lo más importante, perdonarte a ti misma por el daño que
también te has hecho tratándote como te has tratado, estarás trascendiendo
esa herida que viene del clan.
Otras mujeres de tu árbol se quedaron atrapadas en el odio, la ira, una
baja autoestima o el miedo, y dejaron esa herida sin sanar. Tú eres ahora el
“soldado en primera línea”, y en tus manos está en este mismo momento
que a tus hijas, nietas y bisnietas llegue una información nueva y fresca que
les permita vivir experiencias y relaciones más plenas, más cercanas al
amor y a un nivel más elevado de consciencia. A estas alturas ya sabes que
en realidad tu alma aceptó vivir el trauma, independientemente de que tu
ego aún lo siga viendo como una cruz.
En el siguiente capítulo vamos a profundizar en los mecanismos del
ego, la culpa y las proyecciones. Encuentro imprescindible darte esta
información para que veas con más claridad cómo has afrontado hasta
ahora tu experiencia de abusos, atrapada en la percepción limitada de tu
ego y en la repetición de los patrones tóxicos de tu clan.
Como te dije en las primeras líneas de este capítulo, la mayor ilusión y
mi objetivo principal al escribir este libro es que a partir de esta toma de
conciencia puedas despertar en ti el deseo de empezar a verlo todo de una
manera completamente diferente, y que este cambio empiece por cómo te
ves a ti misma.
X: Ego, Culpa y Proyección
Como ya hemos visto en capítulos anteriores, el ego es la ilusión de la
separación, el miedo que surgió en todos nosotros en cuanto nos sentimos
culpables porque pensamos que fuimos separados de la Fuente por haber
hecho algo mal. ¿Recuerdas la explicación del primer capítulo sobre cómo
a los tres años perdimos nuestra conexión interior para amoldarnos al
entorno? Después este entorno nos falló y surgieron en nosotras por
primera vez la angustia y la culpa, que fueron las emociones que
impulsaron a nuestra mente a construir un “yo” separado y diferente de lo
que éramos en nuestra autenticidad.
Encuentro fundamental dedicar un capítulo al ego y a su
funcionamiento, pues nosotras, que hemos sido profundamente heridas,
tuvimos que hacer un doble esfuerzo a la hora de levantar una coraza entre
nuestro corazón y el mundo. En el capítulo 1 vimos también los
mecanismos con los que construimos el ego y cómo éste se las arregla
desde entonces para que sigamos atrapadas en los viejos patrones de
pensamientos y conductas, por mucho que éstas no nos permitan vivir la
vida que realmente deseamos. Ahora nos vamos a centrar en las dinámicas
principales que el ego utiliza para perpetuar nuestro aprisionamiento, que
como ya sabes, es su manera de evitar que volvamos a sentir aquella
angustia original.
Empezaré diciéndote que la buena noticia es que esta separación es tan
sólo una ilusión, pues no estamos más separados de Dios y de Su creación
que lo que una gota de mar puede estar separada del mismo mar. Vivimos
en Dios, nos movemos en Dios, y tenemos nuestro ser en Dios. A
continuación transcribo un fragmento de la lección 45 de UCDM (“Dios es
la mente con la que pienso”), que nos aporta mucha luz con respecto a
nuestra realidad esencial:
“Los pensamientos que piensas con la mente de Dios no abandonan tu
mente, porque los pensamientos no abandonan su fuente. Por consiguiente,
tus pensamientos están en la mente de Dios, al igual que tú. Están en tu
mente también, donde Él está. Tal como tú eres parte de Su Mente, así
también tus pensamientos son parte de Su Mente.
¿Dónde están pues, tus pensamientos reales?....”
“…Debajo de todos los pensamientos insensatos e ideas descabelladas
con las que has abarrotado tu mente, se encuentran los pensamientos que
pensaste con Dios en el principio. Están ahí en tu mente, ahora mismo,
completamente inalterados. Siempre están en tu mente, tal como siempre lo
han estado. Todo lo que has pensado desde entonces cambiará, pero los
cimientos sobre los que eso descansa son absolutamente inmutables.
Ahí es donde tu mente está unida a la Mente de Dios, ahí es donde tus
pensamientos son uno con los Suyos”.
“…Trata de recordar cuán importante es para ti comprender la
santidad de la mente que piensa con Dios. Deja a un lado, aunque sea
brevemente, todos los pensamientos que son indignos de Aquel de Quien
eres anfitrión. Y dale gracias por los pensamientos que Él está pensando
contigo”.

Esta lección nos dice que nuestros pensamientos reales, es decir, los
que pensamos con Dios, no tienen nada que ver con los pensamientos
habituales de nuestra mente, y que nada de lo que creemos que vemos
guarda relación alguna con la verdadera visión, con la Realidad. Esto en un
principio nos podría generar desasosiego e incluso terror, pues podemos
sentir que no tenemos nada a lo que aferrarnos, pero lo cierto es que cuando
comprendemos de verdad lo que nos está diciendo, nos damos cuenta de
que se trata de deshacer la locura en la que hemos vivido hasta ahora para
llevarnos a la cordura, a nuestra verdadera esencia. Debajo de esa coraza
protectora que construyó nuestro ego, hay una mente sana que piensa
pensamientos completamente cuerdos y que únicamente ve la Verdad, y
esos son los pensamientos que tenemos cuando regresamos por fin a la
Fuente, a aquella Unidad de la que creímos habernos separado. Estos
nuevos pensamientos se traducirán en las palabras sagradas que saldrán de
tu boca cada vez que te pongas delante del espejo y mirando a tu niña
interior a los ojos, sientas en lo más profundo de tu corazón que ya no
puedes seguir haciéndole daño.
Recapitulando, el ego es la parte de nuestra mente con la que nos hemos
identificado, es decir, el yo que creemos ser, que no es más que una
estructura defensiva que creamos para sobrevivir al dolor y el desamparo
que sentimos al creernos separados de la Unidad. No somos esa identidad
que creemos ser, y al mismo tiempo ella encierra dentro de sí todo el
potencial que nos puede llevar a nuestra Verdad. ¿Recuerdas cómo? Sí, a
través de nuestras emociones, has acertado. Sigamos.
La conciencia, el ser que eres en esencia, es como una antena que puede
captar mensajes o bien de la Fuente, o bien del ego, pues ambos están en tu
mente. Cuando escuchas a la Fuente sientes paz, plenitud, amor y gratitud,
y cuando escuchas al ego, sientes dolor, ira, miedo y ansiedad. Sabiendo
esto, a partir de ahora puedes prestar atención e intentar darte cuenta de que
en cualquier situación en la que no te sientas completamente en paz, ten por
seguro que es porque has decidido reaccionar sin amor ante ella, es decir, la
estás viviendo desde el ego.
Y ahora me podrías hacer la siguiente pregunta. ¿Por qué hacemos caso
al ego una y otra vez, si nos produce tanto malestar? La respuesta es
simple: por la falsa sensación de poder que nos da el hábito inconsciente de
juzgar, que es lo que hacemos por inercia cada vez que sentimos alguna de
esas emociones desagradables (a no ser que estemos trabajando en nosotras
mismas con un compromiso verdadero). A través de los juicios que
proyectamos en los demás, así es como el ego nos hace creer que tenemos
el control de nuestra vida.
En tu yo egoico, tú tienes una serie de ideas, prejuicios, opiniones y
etiquetas con las que te defines a ti misma y a tu vida, y las decisiones que
tomas se basan en esa jerarquía de valores y creencias, que en realidad sólo
buscan que te sientas aceptada y querida. Pero al mismo tiempo, los demás
también han construido su propia identidad con otros valores e ideas
distintas, y de ahí surgen las comparaciones, los ataques y los juicios, que
vienen de ese estado mental en el que ya no te sientes una con los demás y
con todo lo que te rodea, y que busca siempre, siempre, siempre, recuperar
aquella sensación perdida de saberte amada y segura en todo momento.
El ego no sabe vivir sin verse como una víctima, igual que no sabe
asumir la responsabilidad de lo que ocurre en su vida y de lo que siente con
ello, y lo más importante: siempre busca tener razón, porque si no, cree que
se perdería a sí mismo. Cuando desde el ego crees que tienes que
solucionar los “problemas” que la vida te presenta, te colocas en un estado
mental de ansiedad e incertidumbre en el que sólo esperas que los
resultados se manifiesten en el exterior de la forma en que tú deseas.
Actuando de esta manera, no te das cuenta de que desde ese lugar de tu
mente no puedes escuchar la voz de tu Ser, pues las respuestas que
necesitas sólo pueden llegar a ti cuando te sientes tranquila y confiada.
A medida que vayas trabajando con tu niña interior y tus emociones,
llegará un día en el que ante las mismas situaciones que antes te generaban
miedo, enfado o ansiedad, te sentirás segura y capaz de afrontarlas, aunque
en ese momento aún no sepas cómo lo harás. Dejarás de vivir la situación
como un problema y sabrás que se resolverá por sí misma, ya no esperarás
un resultado concreto y confiarás en que recibirás la guía y las señales que
necesitas. Todo esto ocurrirá porque habrás dejado de preocuparte, y te
estarás ocupando de lo único verdaderamente importante: escuchar y
atender a tu niña y a sus emociones, aquí y ahora.
Al vivir en la Verdad sabrás que lo que necesitas llegará a ti, ya no te
preocuparás de cómo o cuándo ocurrirá, que eran las ocupaciones
preferidas de tu ego, y sabrás que no hay nada externo a ti, que todo ya está
en tu interior. Tu mente estará tranquila porque el miedo habrá
desaparecido y podrás escuchar a tu voz interior, que te inspirará para saber
qué necesitas hacer, que al final, siempre es perdonar. Perdonarte a ti
misma y a los demás, que en realidad son la misma cosa.
La lección 48 de UCDM, “No hay nada que temer”, nos dice que “la
conciencia de que no hay nada que temer indica que en algún lugar de tu
mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedes reconocer, has
recordado a Dios y has dejado que Su fortaleza ocupe el lugar de tu
debilidad. En el instante en que estés dispuesta a hacer eso, ciertamente no
habrá nada que temer”. Nos está diciendo que hay una parte de nuestra
mente -la única que es real-, en la que aún recordamos nuestra conexión
con la Fuente, con Dios, y que es esa parte de nuestra mente la que nos está
guiando hacia el despertar. De esta manera, cada vez que seamos capaces de
vivir una situación “conflicto” sin dejarnos abrumar por el miedo,
significará que hemos logrado reconectar con esa parte de nosotros que
nunca olvidó la Verdad y que está en constante comunicación con Dios,
tanto si somos conscientes de ello como si no. En cada momento somos
libres para elegir a cuál de las dos partes vamos a escuchar, a la voz de las
preocupaciones y las quejas, o a la que nos habla de paz y plenitud.
Comprendo que te pueda resultar muy difícil creer que realmente esta voz
está en tu interior, y yo puedo asegurarte que si de verdad la buscas, la
encontrarás.
Volviendo al ego y a sus mecanismos, además de llevar consigo los
arquetipos, los recuerdos ancestrales y los deseos que ha ido reprimiendo
en el camino, siempre está repitiendo los únicos patrones que conoce y que
te muestro a continuación. Puedes aprovechar para observarte mientras los
lees e intentar darte cuenta de cuántos de ellos resuenan contigo:
El ego…
Juzga, condena y excluye
Señala los fallos, los propios o los de los demás, cuando desde el Ser, ni
siquiera los vemos
Reprime emociones para no sentir culpa
Proyecta fuera sin ver que todo viene de él, que todo es su reflejo.
Proyecta para excluir y así perpetúa la idea de estar separado, generando
miedo y dolor una y otra vez, olvidándose de que el Ser proyecta
únicamente para extenderse desde el amor.
Tiene miedo
Necesita controlar preguntando “cómo”, “cuándo”, “por qué”…
Cree que tiene que hacer algo para demostrar su valía y recibir
reconocimiento
No quiere que las cosas cambien
Cree que si da, pierde. Cuando da, es para obtener algo
Cree que debe valerse por sí mismo para solucionarlo todo, ha olvidado
que el Todo se ocupa en todo momento de cada una de nosotras
Cree en la carencia, que está desposeído, y que tiene que hacer algo
para agradar a Dios
Es egoísta, manipulador y exigente
Busca problemas
Se mete en las vidas ajenas para aconsejar o juzgar
Sufre depresión o ansiedad cuando no consigue lo que quiere
Cuando “perdona”, lo hace para sentir que es bueno. No sabe que el
perdón verdadero es ver que él mismo se ha hecho daño y que el otro sólo
está ahí para reflejárselo
Haciendo un repaso de lo que hemos visto hasta ahora en el capítulo,
podemos decir que la mente es una y que tiene el poder de crear tanto lo
falso como lo verdadero (lo que hemos llamado “partes” de nuestra mente).
La “parte” real, tu verdadero Ser, te enseña a percibir más allá de tus
creencias y de tu ego, porque la Verdad está por encima de ellos. En
definitiva, el sentido de la existencia es experimentarnos en el sueño para
recordar y descubrir quiénes somos, jugando a lo que no somos. Cuando
comprendemos esto, la vida se convierte en una aventura mágica y
maravillosa en la que la alegría, el juego, el disfrute, la empatía, la paz, el
amor y la gratitud son sus principales ingredientes. Para llegar a ello, es
imprescindible que lo deseemos de verdad y que estemos dispuestas a hacer
nuestra parte: observar nuestros pensamientos y emociones y entrar en ellas
atendiendo a nuestra niña. El resto, simplemente sucederá. Te lo prometo.
Ahora voy a hablarte de la culpa, que es la base sobre la que se sustenta
la estructura del ego, y después pasaremos a los mecanismos que éste
utiliza intentar alejarte del dolor.

“Mi vida entera es un reflejo de lo que pienso diariamente, todo lo que


me rodea es una manifestación de mi estado mental”.

Culpa
En el primer capítulo ya vimos cómo ésta nos atrapa cada vez que
vivimos una situación conflictiva desde el ego en lugar de afrontarla desde
el amor y la comprensión.
La culpa es un arquetipo, un constructo universal que tiene un
dinamismo propio y que se activa de forma inconsciente, dependiendo de
cada sociedad y de cada época histórica. Es una de las grandes
programaciones que sufrimos los seres humanos y surge del error de dividir
las cosas en buenas o malas, cuyo ejemplo y legado más vívido en nuestra
cultura occidental podemos encontrar en la historia bíblica de Caín y Abel.
Ahora te voy a explicar cómo apareció en nuestra mente el primer
pensamiento de que Dios está enfadado con nosotras y que tenemos que
hacer sacrificios y sufrir para demostrarle que somos buenas y que
merecemos el cielo, o sea, su perdón. También vamos a ver cómo surgió en
nosotras la idea loca de tenerle miedo, y digo “loca” porque realmente lo
es. Tal como nos recuerda UCDM en la lección 46: “Dios no nos perdona
porque nunca nos ha condenado, y primero tiene que haber condenación
para que el perdón sea necesario”.
En ocasiones recuerdo con mucho amor y ternura lo culpable que me
sentí de niña desde el día que creí que Dios estaba muy enfadado conmigo
y que me había condenado al infierno porque mis genitales ya habían
perdido su “pureza”. Aquella niña que fui ya sabe desde hace muchos años
que ninguno de aquellos pensamientos que fabriqué en mi mente fue real,
pero eso no quita que el sistema automático de la culpa asome
ocasionalmente en mí ante otras situaciones que no tienen nada que ver con
mi sexualidad, por ejemplo en mi papel de madre (*)
Cada vez que me pasa, lo vivo como una oportunidad más para seguir
sanando a mi niña, y con el tiempo he conseguido que ocurra en ocasiones
muy contadas y cada vez con menor intensidad. Te cuento esto porque
todos aprendimos desde pequeños a sentirnos culpables, a todos se nos
exigió que fuéramos diferentes a como éramos, y nos convencimos de que
había algo erróneo en nosotros. Sin importar de qué manera venga
disfrazada la culpa ahora en nuestra vida, siempre tendrá relación con aquel
desamparo y el terror que sentimos al vernos sin un apoyo interno ni
externo, que nos llevó a sentir la angustia original. Así aparecieron los
primeros pensamientos culpabilizantes que nos decían “he hecho algo mal
y por eso sufro. Me merezco lo que me pasa. Soy mala”. Todo se originó
con aquellas ideas de habernos separado de nuestra Fuente y que
merecíamos sufrir por haberla traicionado, y de esta manera aprendimos a
temerla.
Es por esto que si no le tuviéramos miedo a Dios (algo que nos ocurre de
manera totalmente inconsciente), no podríamos sentirnos culpables, y
como ya te he dicho en varias ocasiones, éste es el propósito último de
nuestra existencia: volver a Casa, comprendiendo que nunca existió un sólo
motivo por el que tuviéramos que sentirnos indignas, malas o merecedoras
de castigo, y que jamás se produjo esa separación.
Veo importante señalar que este sentimiento de culpabilidad no afecta
únicamente a las personas religiosas, como muchos piensan. Las personas
ateas también la sienten, ya que es una información inconsciente que
funciona por sí sola en todos nosotros, y los ateos, lo sepan o no, han
recibido también esa herencia ancestral del inconsciente colectivo del que
todos somos parte. El mecanismo se originó como te he explicado unas
líneas más arriba: nos desconectamos de nuestro interior al buscar el apoyo
en el entorno exterior, y cuando este exterior nos falló sentimos la angustia,
que nos llevó a la culpa porque pensamos que habíamos hecho algo mal.
Finalmente, el miedo a volver a vivirla hizo que nuestra mente construyera
el ego, que intenta siempre quitarse esa culpa de encima, a través de
diferentes mecanismos. Entre ellos están los sacrificios, que después se
convierten en resentimientos (después de todo lo que he hecho por él, mira
cómo me lo paga…), que siempre van acompañados de la manipulación, a
través del victimismo y buscando dar pena. Además de estos, los
mecanismos preferidos del ego son la proyección y los juicios, que
veremos enseguida.
En un último apunte con respecto a la culpa antes de entrar en las
dinámicas del ego, quiero recordarte que siempre, en cada momento y
situación, lo tenemos todo potencialmente a nuestro alrededor, y que sólo
está esperando a que vayamos a por ello. El caso es que mientras no
saquemos a la luz esas creencias inconscientes que nos hacen sentir
culpables y no merecedores de todas las cosas buenas que deseamos para
nuestras vidas, no podremos acceder a ellas. Fíjate si es fundamental
observar tus pensamientos y emociones y hablarle a tu niña interior, no me
cansaré de repetirte que ahí encontrarás el tesoro que andas buscando, lo
único que realmente has deseado siempre: sentir y saber que eres Una con
la paz y el amor de Dios, y poder recordar y aceptar por fin que es cierto lo
que nos dicen las lecciones 49 y 50 de UCDM: “La voz de Dios me habla
durante todo el día” y “El Amor de Dios es mi sustento”.

“Si quieres crear cambio, tienes que hacerlo desde un nivel de energía
que sea más grande que la culpa, más grande que el dolor, más grande que
el miedo, más grande que el rencor, más grande que la vergüenza y más
grande que la falta de merecimiento”

Joe Dispenza

*) Dedicaré mi siguiente libro exclusivamente a este tema, ya que la


culpa y la maternidad han ido de la mano prácticamente desde la
instauración de la familia que vimos en el capítulo 7, debido a esos
patrones inconscientes que hemos heredado y que nos dictan que debemos
darnos a nuestros hijos a través del sufrimiento. (Cuanto más entrega,
sacrificio y sufrimiento, mejor madre serás). Afortunadamente esto ha
cambiado bastante, pero las mujeres de hoy traemos con nosotras la
responsabilidad de seguir despejando el camino a nuestras hijas, nietas y
demás generaciones a través de nuestro despertar, tomando consciencia de
que será el amor y no la culpa, lo que hará que la Humanidad pueda
avanzar hacia su desarrollo espiritual.

Proyección
Ves tu vida y todo lo que te rodea desde uno de estos dos lugares: de la
proyección, que viene del miedo y la culpa, frutos de haberte creído que
estás separada de Dios, o desde la extensión de ti misma, que ocurre cuando
te sientes unida a todo y sabes no sólo que tu esencia es el amor, sino que
también eres amada por la Fuente. Esta percepción verdadera se
produce cuando sabes que todo lo que ves fuera viene de tu interior, y ya no
necesitas buscar culpables ni culparte a ti misma. Eres capaz de ver el error
de tu mente, de mirarte con comprensión y compasión, y de ver la
inocencia tanto en ti como en los demás. Comprendes que no hay nada que
perdonar, pues ahora sabes que tanto ellos como tú estabais –o estáis-
dormidos.
Como nos enseña UCDM:
“Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento
y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme,
yo misma lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí”
Cada pensamiento de tu mente está creando tu realidad todo el tiempo,
contribuyendo a la verdad o a la ilusión, al amor o al miedo, a la felicidad o
al dolor. Insisto de nuevo en que si estás decidida de verdad a coger las
riendas de tu vida, necesitas observar tus pensamientos y las consecuencias
que éstos traen siempre consigo, pues como bien sabes, si escuchas y sigues
a la voz en tu mente que justifica tu enfado, tus juicios o la culpa, te
mantendrás atrapada en una espiral repetitiva que no te permitirá liberarte
del hábito insano de vivir a través de esas emociones destructivas.
¿Recuerdas que ya vimos que cada emoción que sentimos lleva inherente
su propio patrón de pensamientos porque el ego no es nada original?
Tendemos a pensar que los sucesos externos son los que hacen que
pensemos de determinada manera, y no nos damos cuenta de que es justo al
revés: el pensamiento siempre ocurre primero, no hay nada fuera de nuestra
mente que pueda causar que pensemos y nos sintamos de una manera o de
otra. Lo que interpretamos, sentimos y pensamos, es lo que ha creado el
mundo que vemos.
Siendo esto así -y lo es-, cuando somos capaces de cambiar la
información de nuestra mente, es decir, nuestra manera de percibirnos a
nosotras mismas, cambiamos también lo que proyectamos fuera, pues no
podemos ver en el exterior algo diferente a lo que vemos dentro. UCDM
nos resume esta idea con una rotundidad cristalina:
“Es imposible no creer lo que veo y también es imposible ver lo que no
creo”.
Existen múltiples caminos que pueden ayudarnos a transformar esta
percepción, desde el mindfulness, la meditación, la psicoterapia y un
larguísimo etcétera, y en mi experiencia personal, después de años
trabajando en mí misma probando muchas de estas vías, la única manera en
que yo pude hacer de verdad este cambio en mí fue cuando mi niña interior
empezó a sonreírme a través del espejo.
Desde ese día cada vez se me fue haciendo más fácil ver oportunidades
para seguir sanándome donde antes veía sólo problemas que “me
enfadaban”, ignorancia o desconocimiento en los demás cuando antes veía
intención de herirme, o ver también a posibles amigas en mujeres que antes
habría percibido como rivales. Al ir sanando mis heridas dejé de
proyectarlas fuera, y todo a mi alrededor comenzó a cambiar de una forma
maravillosa. Debo decir que ahora, mirándolo con retrospectiva, sé que el
trabajo que llevaba tiempo realizando con UCDM supuso un catalizador
extraordinario que aceleró este proceso hacia la paz y la libertad emocional
en las que ahora vivo.
En definitiva y resumiendo lo anterior, lo que te estoy diciendo todo el
tiempo es que no podemos cambiar el exterior, pues eso no es más que un
deseo ilusorio del ego. Lo único que sí podemos transformar es nuestra
mente, nuestra manera de ver. Entonces proyectamos otro mundo, y todo
cambia.

“Todo lo que ves es el resultado de tus pensamientos.


En esto no hay excepciones”.
(UCDM)

Como ya hemos visto, el ego no puede concebir la conciencia de


unidad, porque toda su existencia se basa en la separación, en sentirse
diferente a los demás, y entonces necesita creer que todo lo que le hace
sentir mal es culpa de alguien, pues no quiere sentir ni la emoción en sí, ni
la culpa en sus carnes. De esta manera acaba proyectándolas y pensando
que es el otro el que tiene que cambiar, es decir, coloca fuera lo que en
realidad está en sí mismo pero no puede ver.
En definitiva, la proyección consiste en atribuir a otros defectos o
errores que están en mí para protegerme de la emoción que sentiría si los
asumiera como propios, y siempre tiene relación con lo que viví de niña.
Por ejemplo, si tengo aún sin sanar una herida por no haber sido escuchada,
cada vez que surja esa emoción en mi vida pensaré cosas como: “es que no
se calla nunca”, “no me escucha”, “no me entiende”, etcétera, en vez de ver
y asumir que precisamente todo eso me afecta porque llevo la herida en mí,
y que lo que realmente necesito es pararme yo a escuchar a mi niña.
Vemos nuestra vida y a los demás a través de la percepción, de nuestra
forma particular de interpretar todo lo que ocurre, que es generada por los
programas inconscientes de nuestra mente. Cuando aún no hemos hecho un
trabajo de introspección verdadero, no podemos darnos cuenta de que todo
lo que vemos fuera es una proyección de nuestra manera de observarlo, no
podemos percibir que estamos constantemente interpretando la realidad en
función de nuestros valores y creencias, o sea, de nuestra programación
mental, que como ya sabes, es inconsciente en un noventa y cinco por cien.
Es por esto que cuando llegamos a ese momento en el que decidimos
comprometernos de verdad con hacer un cambio real en nosotras mismas,
es fundamental la auto-observación -sin juzgarnos-, e ir descubriendo
cuáles son esos programas, pensamientos y emociones que dirigen nuestra
vida sin que prácticamente nos demos cuenta.
Los Juicios
“Si yo te diera todos los factores que envuelven una situación y te
pidiera que hicieras un juicio, tú me contestarías: “no puedo” (UCDM)
Nos ocurre que no somos conscientes de que el cambio que buscamos
fuera sólo es posible dentro de nosotras mismas, y por eso repetimos las
mismas historias una y otra vez. Ya hemos visto que no vivimos esas
experiencias “molestas” para sufrir, sino para sanar, para ser capaces de
darles otra visión, una visión nueva en la que ya no haya culpa ni juicios. Y
esto sólo puede ocurrir cuando alcanzas la madurez emocional, cuando ya
ni te culpas a ti ni culpas a nadie, pues ya puedes asumir que en todo
momento y en cada situación que vives, estás frente a ti misma. Sabes que
siempre, siempre, siempre, tienes a los demás como espejos, y que la única
persona a la que necesitas perdonar y dejar de juzgar es a ti misma, pues
absolutamente todo lo que ves en los otros es una proyección de algo que
está en ti.
Siendo esto así, cada vez que juzgas a otro en realidad te estás juzgando
a ti misma, a algo que ocurre en ti y que no aceptas. Es como si fuera una
confesión inconsciente. Ya hemos visto que el ego es adicto a juzgar, no
deja de hacerlo porque así siente que controla, por eso es tan importante la
observación, mantenerte alerta. Y una forma de saber si estás juzgando, sin
excepción, es cuando estás experimentando algún tipo de dolor. Si supieras
el daño y el coste que tiene en ti un simple juicio, dejarías de hacerlo al
instante. Si fueras consciente de que cada juicio que emites tiene un efecto
que va a condicionar lo siguiente que vivas y que así jamás encontrarás la
paz que tanto anhelas, te aseguro que tomarías la decisión ahora mismo de
hacer lo que fuera necesario para aprender a vivir sin juzgar.
El problema es que el ego nos mantiene atrapadas en la inopia,
dándonos esa falsa sensación de seguridad y de poder que no nos permite
ver la mendicidad en la que realmente vivimos. Una vez más, tengo que
repetirte que sólo cuando te coloques de pie ante el espejo, mires a tu niña
interior a los ojos y le hables con la mano en el corazón, podrás empezar a
avanzar hacia tu libertad: “Veo que te sientes culpable en esta situación, he
visto también que yo estaba cayendo en el error de siempre, juzgando a los
demás para no hacerme cargo de este malestar, y a partir de ahora quiero
que sepas que esto va a cambiar. Quiero decirte que no hay ningún motivo
para que sientas culpa, pues eres muy pequeña para afrontar tú sola esta
situación. Veo tu fragilidad, tu dolor y tu indefensión, y es normal que te
sientas así, eres muy pequeñita. Desde este momento estamos juntas en
esto y has de saber que yo ahora me hago cargo, ya no vas a estar sola
nunca más, mi niña preciosa”.
Practicando este ejercicio cada vez que “pilles” a tu mente juzgando
una situación o a una persona, paulatinamente te irás liberando de la
necesidad de tu ego de juzgar, pues esa nueva mirada de comprensión,
compasión y amor que estás volcando en ti misma, tarde o temprano
necesitará extendese también hacia el exterior, pues recuerda, no hay
dentro y fuera, no hay un “yo” y un “tú”, sino un “nosotros”. Dejarás de
esperar nada de nadie ni de las situaciones, y entonces empezarán a ocurrir
los milagros: verás que se va abriendo un nuevo abanico de posibilidades
ante ti, y que cualquier cosa puede hacerse realidad.
“Sin juicios, podré estar en cualquier situación y ver la Verdad que hay
ahí”

Es así como la mayoría de la gente vive atrapada en los resentimientos


hacia los demás, sin comprender el sufrimiento y la culpabilidad que esto
les genera y sin darse cuenta de que sólo están perpetuando su estado
ilusorio de separación, olvidando que si vivieran desde el amor que
realmente son, jamás podría sentir resentimiento hacia nadie, ni la
necesidad de ganar o de tener razón. Creen que están despiertos, pero en
realidad duermen.
Resumiendo lo que hemos visto, el ego se pregunta “por qué me tratan
así”, pone la causa fuera y no aprende nada. El Ser observa para qué ha
atraído esa situación, sabe que todo lo que está sintiendo viene de su
interior y que es una oportunidad de crecimiento, viviéndolo desde el
perdón. Cuando la bendigas y perdones, cuando bendigas a todo aquel que
te ponga en una situación de malestar o dolor, cambiará tu forma de vivirlo
todo: ya no habrá culpa, ni miedo, ni juicios, y verás a los demás como
maestros que te hacen ver algo que está en ti, o que es el reflejo de una
situación o persona que aún no has perdonado en tu vida. Y a estas alturas
ya sabes que si aún no has perdonado a alguien se trata de una proyección,
y que la primera persona a la que estás juzgando y atacando y a la que más
necesitas perdonar, es a ti misma.
¡Cada situación es una oportunidad para expresarme desde el amor que
soy!
Cuando te hablo de bendecir a los demás, me estoy refiriendo a poner la
intención de contemplarles en su inocencia, que es la verdadera naturaleza
de su ser, igual que la tuya. Si supiéramos la paz y la felicidad que este
simple acto nos puede traer, nos pasaríamos el día bendiciendo a todo el
mundo (guiño). Hay una relación indiscutible entre el perdón y la felicidad,
y lo puedes comprobar tú misma observando simplemente cómo te sientes
cada vez que te resistes a perdonar algo o a alguien. Cuando somos capaces
de perdonar, significa que hemos podido liberarnos de nuestras excusas
para seguir siendo infelices, pues cuando perdonamos, la felicidad y la paz
sacuden nuestro corazón de forma automática. Así que una vez más, vemos
que siempre se trata de nuestra elección: ¿Quiero ser feliz, o desgraciada?
Cuando empieces a ver la importancia de cada decisión que tomas en tu
vida y elijas poner presencia e intención antes de decidir si condenar o
perdonar, verás que la elección es en realidad sencilla porque, ¿quién en su
sano juicio buscaría ser infeliz? Cuando te das cuenta de que eso es lo que
estás eligiendo y asumes tu responsabilidad en ello, ¡Enhorabuena! ¡Has
empezado a despertar del sueño!
Ya te he contado en otros capítulos que a medida que iba avanzando en
los ejercicios con mi niña interior, comenzó a emerger en mi mente una
nueva información acerca de mí misma y de lo que más me convenía hacer
en cada situación para seguir sanando mis heridas (de hecho, esto tan
mágico sigue ocurriéndome prácticamente a diario, y lo vivo como una
bendición que sé que seguirá conmigo mientras viva).
Esta información viene a veces en forma de recuerdos que había
mantenido reprimidos durante años, otras veces a través de los sueños, y
otras ocurre de forma repentina, como una sacudida que abre de pronto mi
pecho mientras una voz desde muy dentro me susurra lo que necesito saber
en ese momento.
Pero aunque llevemos tiempo haciendo este trabajo en nosotras mismas
y notemos estos importantes avances, puede ocurrir que en cualquier
momento la Vida nos vuelve a poner una situación que reabre una herida
que creíamos sanada. Esto no significa que lo estemos haciendo mal o que
no podremos conseguir nunca vivir en ese estado de paz que deseamos, lo
único que nos dice es que esa herida en cuestión tiene aún algo pendiente
por revisar.
Es algo que me ha pasado varias veces en relación a mi autosuficiencia
económica, y quiero compartir una de estas ocasiones por lo reveladora que
fue: había empezado a trabajar en una inmobiliaria, pues con mi consulta
no lograba ganar lo suficiente para cubrir todos mis gastos. También
llevaba varios días aprendiendo las tareas en una empresa de catering, para
empezar de forma inminente a trabajar dos días a la semana y cobrar
cuatrocientos euros al mes. Había vendido un par de pisos y también tenía
algunos pacientes, así que por primera vez en muchos meses empecé a
sentir una nueva tranquilidad y la confianza en mi capacidad para ser
autosuficiente. Llevaba un mes aproximadamente viviendo con esta
sensación de bienestar y convencida de que había sanado mi herida de la
seguridad, cuando de pronto una mañana en la oficina, en cuestión de
segundos, todo eso que había logrado acabó desapareciendo de golpe.
Tenía pendiente el cobro de mil trescientos euros de una venta que
aunque finalmente no se había ejecutado, era el dinero que me correspondía
por el trabajo realizado. Contando con ello para terminar de cubrir el mes y
pagar el alquiler y algunos recibos más del mes siguiente, mi jefa me llamó
a su despacho y me dijo que me correspondía cobrar sólo la mitad, y eso
suponiendo que tuviera la suerte de que la otra agencia con la que se había
gestionado la operación decidiera compartir los honorarios.
Al mismo tiempo, en la empresa de catering había tenido una
discrepancia con la dueña, pues pretendió que empezara a trabajar sin estar
lo suficientemente preparada, y le dije que no iba a ponerme a mí misma en
aquella situación, aparte del riesgo que supondría para le empresa. Había
muchos encargos en los que había que poner especial atención, pues tenían
especificaciones de alergias a determinados alimentos, y en tres días de
formación no estaba lista para encargarme yo sola de más de doscientos
pedidos. Pude constatar de primera mano la visión típica del empresario
corto de miras, que piensa que formar bien a sus empleados es una pérdida
de dinero en vez de una inversión. El caso es que desde aquel día
interrumpió mi formación con el pretexto de que estaban muy ocupados, y
me dijo que ya volverían a llamarme. Supe al instante que no lo harían y
aunque sí se activó mi herida de la seguridad, en el fondo agradecí que
hubiera sido así, pues era un trabajo muy estresante y muy mal pagado, y
decidí centrarme en buscar algo mejor.
Hice el trabajo con mi niña ante el espejo, conseguí confiar en que todo
iría bien, y a los pocos días me llamaron dos pacientes nuevas, que
suponían los cuatrocientos euros que había perdido con el trabajo del
catering. Se había compensado el dinero de la tienda, pero aún seguía la
incertidumbre de si finalmente cobraría los seiscientos cincuenta euros de
la inmobiliaria. Mientras pasaban los días, mi inquietud iba en aumento a
pesar de continuar con los ejercicios con mi niña, y en ese ínterin la Vida
volvió a ponerme a prueba.
Estaba teniendo una mañana muy ajetreada en la oficina, atendiendo el
teléfono que no paraba de sonar, así como a los clientes que venían a
preguntar por alguna vivienda en particular, o a anunciar la venta de su
inmueble. Enfrascada en esa situación, de pronto recibí la llamada de un
vecino diciéndome que en ese mismo momento la grúa se estaba llevando
mi coche. Aunque estaba aparcado en una zona no del todo legal pero
habitualmente permitida por la policía local, justo aquel día unos operarios
necesitaban ese espacio libre para hacer una obra en la calzada, y el
Ayuntamiento había ordenado despejar la zona.
Ante la imposibilidad de hacer nada por evitarlo, decidí aceptarlo
y mi mente enseguida se puso a pensar cómo conseguiría los cien
euros que necesitaba para retirarlo del depósito. Esa semana iba a
cobrar cien euros de las consultas de dos pacientes, pero justo ese día
tenía tan sólo veinte euros en el bolso y mis cuentas se habían quedado
a cero después de haber pagado todas las facturas del mes. Di gracias
porque mi hija siempre suele tener algunos ahorros de lo que le dan su
padre y su abuela para sus gastos, y una vez más decidí recurrir a ella
para que me adelantara el dinero. Esa misma tarde, nada más retirar el
coche, me llamó una de las pacientes diciéndome que estaba enferma
y que posponíamos la consulta a la semana siguiente, lo que suponía
una pérdida de otros cincuenta euros. Esa fue la gota que colmó el
vaso.
Esa noche necesité una “sobredosis” de ejercicios frente al espejo.
Pude ver con claridad cómo mi ego se había ido a un enfado
descomunal, y los pensamientos pertinentes ya habían empezado a
asomar: “es que siempre estoy igual”, “no hago nada bien”, “soy una
fracasada que necesita pedirle dinero a su hija de quince años, joder”,
“nunca voy a ser capaz de salir de esta situación”, “olvídate de tu
sueño de una casa con una terraza frente al mar”, etcétera. (acuérdate
de que las emociones que sentimos, siempre traerán consigo su
sistema de pensamientos correspondiente; la verdad es que el ego no
es nada creativo, siempre acaba repitiendo los mismos patrones).
Gracias a que ya llevaba meses entregada al trabajo de observar a
mi mente y hablar con mi niña interior de una manera concienzuda,
pude evitar que aquella energía oscura me atrapara por completo.
Dedicando más tiempo del habitual a la hora de hablar con ella, pude
tranquilizarla y transformar la rabia en una emoción muy diferente.
Con todos los frentes que tenía abiertos ante mí, se habían abierto las
heridas de la seguridad y la valía, y tras varios minutos repitiéndole
“sé que en realidad no estás enfadada y que es otra emoción lo que
estás sintiendo, déjame verla, por favor”, finalmente pude sentir su
miedo, sus sentimientos de incapaz y su dolor. Le hablé como ya
hemos visto en capítulos anteriores, con todo el amor y la
comprensión que ella necesitaba para poder sentirse tranquila y segura
en aquella situación, y finalmente, esa noche conseguí irme a dormir
con una sonrisa en mi cara. Mi niña había dejado de tener miedo y de
sentirse una inútil sin solución ni esperanza para cambiar las cosas. Yo
le había prometido que me hacía cargo, y ella pudo descansar
sabiéndose cuidada y querida por mí.
Al día siguiente me confirmaron en la oficina que finalmente sí
cobraría el dinero, y justo un día después una amiga me habló de una
asociación que concede una ayuda puntual para cubrir los gastos del
alquiler a personas que lo necesiten. La tormenta parecía haber cesado
por fin, y me sentí muy orgullosa de mí misma al haber sido capaz de
no quedarme atrapada en los mecanismos de mi ego.
Aquella noche, al ir al espejo a hablar con mi niña antes de irme a
dormir, una voz dulce, pausada y serena, comenzó a hablarme, y la
sentí como un abrazo cálido y amoroso que venía desde lo más
profundo de mi Ser:

“todo lo que crees que deseas, son sólo reflejos de lo único


verdadero que has deseado desde siempre: sentir la paz y el amor de
Dios”.
Sentí cómo las palabras entraban en mi pecho llenándolo de una
alegría y una paz desbordantes, y de pronto empecé a llorar,
totalmente entregada a la bendición de aquel momento. En cuestión de
segundos, pude comprenderlo todo. Durante toda mi vida había
colocado primero en los hombres y más tarde en el dinero la respuesta
a mi seguridad y a mi valía, y también había puesto en mi deseo de
vivir en una casa con una terraza frente al mar gran parte de mi
felicidad. Y en aquel instante sagrado, mirando a los ojitos radiantes y
llorosos de mi niña sonriéndome frente al espejo, supe que ya tenía
todo lo que quería dentro de mí.
Recordando cómo había vivido la situación y adónde me había
llevado finalmente, pensé que es como si la Vida nos enviara los
mensajes al revés (¿te acuerdas de lo que vimos en el capítulo 3?). La
Vida siempre te pondrá delante y magnificará lo que aún tengas
pendiente de sanar: “te traigo todos estos “problemas” para que puedas
ver por fin que todo está bien y que no tienes nada que temer. Aquí y
ahora, sin importar la situación externa, puedes sentirte segura y sentir
mi Paz y mi Amor. Ya no necesitas buscarme en otro lugar que no sea
dentro de ti”.
Me siento realmente bendecida y agradecida por poder vivirlo así
por fin.
La lección 67 de UCDM, “El Amor de Dios me creó a semejanza
de Sí Mismo”, nos lo muestra de esta manera tan clara y contundente:

“Hoy haremos todo lo posible por llegar a esta verdad acerca de ti


y por darnos cuenta plenamente, aunque sólo sea por un momento, de
que es verdad”.
“…Trata durante un breve intervalo preparatorio, de vaciar tu
mente de todo pensamiento y de ir más allá de todas las imágenes y
conceptos que tienes de ti misma hasta llegar a la verdad en ti. Si el
Amor te creó a semejanza de Su propio Ser, ese Ser tiene que estar en
ti. Y tiene que estar en alguna parte de tu mente donde tú lo puedes
encontrar”
“…Tal vez puedas hoy reemplazar los pensamientos que te
distraen, y llegar a la conciencia de una luz resplandeciente en la cual
te reconoces a ti misma tal como el Amor te creó”.
“…Necesitas oír la verdad acerca de ti tan a menudo como sea
posible, debido a que tu mente está ocupada con las falsas imágenes
que ha creado de sí misma. El Amor te creó a semejanza de Sí mismo,
trata de recordarlo cuantas veces te sea posible hoy, y date cuenta de
que no es tu diminuta y solitaria voz la que te dice esto.
Se trata de la voz de Dios, sustituyendo todo lo que el ego te dice
acerca de ti misma con la simple Verdad acerca de la Hija de Dios”
XI: Mi herida III

Continuando con la progresión del trauma y su forma de manifestarse


en mi vida, en los siguientes fragmentos de mi novela verás cómo el odio
que sentía hacia mí misma y hacia mis padres, junto con el sentimiento de
ser una pecadora culpable e indigna del perdón y el amor de Dios, me
llevaron a vivir una juventud muy diferente a la que había soñado siendo
una niña.
Muy probablemente te vas a sentir identificada con mis patrones
repetitivos de dependencia emocional, así como con la anulación de
prácticamente todas las áreas de mi vida que no tuvieran algo que ver
con encontrar al “amor de mi vida”.
Como bien sabes, esta fue nuestra manera de expresar lo profundamente
vacías y solas que llegamos a sentirnos, que a su vez eran los
ingredientes indispensables en la herida ancestral que traíamos con
nosotras para sanar a nuestro árbol.

“Lanzarote
1992
Los encantos y los músculos de Javi, una especie de Tarzán con un sex-
appeal salvaje y arrollador que no pasó desapercibido para su Diosa desde
que le vio entrar en su pequeño apartamento, fueron los culpables. Con
melena azabache que caía sobre sus hombros bronceados y fornidos, unos
ojos de color café que hacían que se estremeciera cada vez que los clavaba
en ella, y una presencia cautivadora y arrebatadoramente sensual, Sara se
sumergió sin poder evitarlo en una estrepitosa vorágine de emociones y
voces explosivas, en las que por un lado el ávido deseo carnal que había
resucitado desde sus entrañas, y por otro una culpa despiadada y atroz,
luchaban encarnizadamente en su interior, cada cual ansiando lograr su
propia victoria.
¿Pero cómo puedo sentir esto, si estoy enamorada de Jose? ¡Ay, justo
un mes antes de irnos! ¡Joder!
Durante los siete días en los que aquel Dios desparramaba sin pudor su
poderío y en los que las miradas, las sonrisas y los fugaces contactos de
pieles húmedas y saladas la iban extasiando cada vez más, los pequeños
resquicios de cordura que habían quedado indemnes en ella la salvaron de
saltar al pozo profundo y oscuro que la llamaba sin piedad con sus cantos
de sirena.
¡Dios, qué tortura!, se decía cada noche antes de quedarse dormida.
Esto va a ser algo pasajero Sara, en cuanto te vayas a Londres te olvidarás
de él, se repetía, intentando convencerse de que “su rareza” no había vuelto,
pues ya se había curado de aquello y lo que le ocurría era sólo una broma
pesada del destino.
La noche antes de que Felipe y sus amigos regresaran a Las Palmas, su
Diosa y su cuerpo entero seguían estremeciéndose y reverberando en
secreto cada vez que su mirada se cruzaba con la de Javi. Sabía que él
sufría también su propio infierno abrasador y que de manera tácita y por
respeto a Jose, ambos habían decidido no dar rienda suelta a la locura que
les había poseído.
Un roce. Sólo un roce suyo. No necesitó más.
Él deslizó suave, despacio, deliberada y furtivamente un dedo sobre su
hombro desnudo. Y en aquel momento, en el que cada poro de su piel se
estremeció y su sexo dejó escapar un grito mudo ahogando el placer
arrollador que la embargó…lo supo.
Ay Javi…algún día…”

“Gran Canaria
1992
_¡Mi hija amancebada!_, gritó encolerizado_. ¡Mi hija viviendo en
concubinato! ¿Cómo puedes hacernos esto?
Sus padres estaban sentados en la cama de su habitación y Sara
permanecía de pie frente a ellos, dispuesta a escuchar lo que quisieran
decirle para después argumentar su firme decisión de irse a vivir con su
novio sin haberse casado previamente.
_¡Qué decepción!_, seguía gritando su padre con lágrimas en los ojos_.
¡Qué decepción más grande, Sara!
¡Están locos! ¡Estos dos están como unas putas cabras, joder!, pensaba
mientras presenciaba la escena, que le pareció lo más kafkiano que había
visto en su vida.
Pues si supieran lo de Javi…ya me echarían directamente al fuego
eterno...ironizó su payasa interior.
Iba a comenzar a hablar para explicarles que ella no creía en un Dios
que la estuviera mirando desde el cielo midiendo lo bueno o lo malo de su
conducta en función de cómo viviera sus relaciones afectivas y sexuales, y
que al Dios en el que ella quería creer no le importaba que estuviera casada
o no, cuando de pronto su madre intervino.
_¡Si lo sé te aborto!
¿Q…? ¿¿¿Qué???
_¡Si lo sé te aborto!_, repitió, apuñalándola en lo más profundo de su
alma con el frío de una mirada acusadora y glacial.
Sara enmudeció. Sus padres también. Un silencio ensordecedor les
sacudió de golpe, al tiempo que un calor insoportable se quedó incrustado
en su nuca.
No se esperaba aquello. De pronto se hundió en una oscuridad
insondable en la que su mente, incapaz de procesar lo que acababa de
escuchar, la dejó paralizada durante unos segundos que le parecieron
eternos. Aquello dolió. Muchísimo. Sencillamente, no estaba preparada
para algo así.
¡Si lo sé te aborto! Las palabras y su gélida mirada se sucedieron una y
otra vez a cámara lenta en su cabeza, intentando cerciorarse de que no
había sido un mal sueño y que su madre realmente había sido capaz de
soltarle aquella salvajada.
Notó cómo las lágrimas comenzaban a asomar en sus ojos temblorosos
y antes de romper a llorar delante de ellos, pudo reaccionar girándose con
un gesto brusco para marcharse de la habitación, con todo su ser agitado
por la vieja rabia y el profundo asco que desde hacía años no había vuelto a
sentir con aquella intensidad.
_Bueno hija…no he querido decir...
_¡¡¡Estáis locos!!!_, la interrumpió girándose de nuevo, ahora con la
mirada cargada de odio.
¡¡¡Esto es lo que vuestra Santa Puta Iglesia y vuestro Dios han hecho de
vosotros!!! ¡¡¡Me dais pena!!!_, les gritó antes de salir de la habitación
dando un portazo, reprimiendo el impulso de reprocharles que no les había
importado tanto su vida sexual cuando su hermano abusaba de ella siendo
una niña.
¡Se lo tenía que haber dicho, joder! ¡A ver qué habrían respondido a
eso estos dos puritanos de mierda! ¡Bah, que les den por culo de una vez y
para siempre!
Aunque los juiciosos mensajes eclesiásticos que tan fuertemente le
habían inoculado desde pequeña seguían aún incrustados en su psique,
llevaba años escuchando una lejana voz en su interior que le decía que
aquellos mandatos divinos no eran ciertos. Que si realmente existía un
Dios, no podía ser tan justiciero y cabrón.
Su espíritu inquieto y rebelde había ido cogiendo con los años cada vez
más fuerza en su interior frente a aquel Dios que escudriñaba sus pecados y
la condenaba implacablemente a los infiernos. Y en aquel momento,
aquella voz rugió con más fuerza aún dentro de ella.
¡Si existe un Dios, no puede estar tan aburrido como para que su
máxima preocupación sea estar mirando lo que hago con mi coño, joder!
_¡Felipe, esta noche salgo contigo! ¿A qué hora habéis quedado?_, le
preguntó tras darse una ducha y relajarse un poco”.

“Gran Canaria
1992
El bullicioso ambiente nocturno de la capital de la isla le encantó. Las
calles y los edificios eran mucho más bonitos y modernos que los de
Arrecife y aunque ya había estado allí en varias ocasiones, aquella noche
todo parecía estar impregnado de una belleza y una magia que durante unas
horas le hicieron olvidarse del fatal desencuentro con sus padres y de todas
sus cavilaciones posteriores.
Había acordado pasar la noche en casa de una amiga y al día siguiente
coger directamente el vuelo de regreso a Lanzarote, para no tener que
volver a verles. Javi caminaba a su lado, transportándola de nuevo a ese
mundo suyo de Diosa y de poder, en el que acariciarle, besarle y perderse
por completo en el infinito placer que intuía junto a él, eran las únicas
imágenes que su mente torturada podía proyectar. El rojo crepúsculo, con
sus tímidos rayos de sol asomando en el horizonte de la playa de Las
Alcaravaneras, se veía mucho más hermoso entre sus brazos, firmes y
musculosos.
Habían pasado la noche bailando, bebiendo, charlando y riendo…
aproximándose tímida y lentamente con cada roce y con cada mirada a
aquel momento en el que por fin Sara sucumbió a su batalla interna y le
permitió besarla.
No quiso ir más lejos. No quiso lanzarse al pozo oscuro. No quiso irse
con él a casa de su amiga, Jose no se merecía aquello. Sólo necesitaba
comprender qué era aquella atracción arrolladora que se había
desencadenado en ella hacia aquel amasijo de músculos risueño y
encantador, y lo que descubrió al caer rendida entre sus brazos la
descorazonó aún más.
Ay Javi, quiero más… ahora sé que me gusta todo de ti...
Dos semanas después, miraba nostálgica desde la ventanilla del avión
cómo el majestuoso risco de Famara se iba haciendo cada vez más
pequeño, evocando unos deliciosos recuerdos que le hablaban de anhelos y
deseos prohibidos.
Allí fue donde me rozó el hombro, ay…
La niebla y el frío londinense les esperaban y aunque intentó mantener
viva la ilusión que durante tantos meses había forjado junto a Jose, una
parte de ella sabía que ya nada sería igual.
Con el tiempo pasaré página y todo volverá a ser como antes, se mintió,
mientras agonizaba al ver cómo Lanzarote desaparecía en el horizonte azul,
sintiendo que allí se quedaba también la magia que le había unido a aquel
Dios al que difícilmente podría olvidar”.

“Londres
1993
_¿Volverás conmigo algún día?_, le preguntó con los ojos temblorosos.
_No lo sé...tengo que vivir esto...no sé lo que va a pasar…te quiero,
pero para saber si quiero seguir contigo tengo que quitarme estas dudas de
encima...
Jose regresó a Lanzarote y ella se sintió libre por fin para volver a los
brazos de Javi y comprender qué era aquello tan imperioso que la atraía
hacia él.
Tal como había intuido durante los largos meses londinenses, aquel
Dios de pelo azabache y músculos arrebatadores la elevó a un universo de
placer y sensaciones infinitas, en las que por fin pudo despertar a su Diosa.
Volvió a sentirse exultante y plenamente colmada, penetrando sin pudor en
aquella profunda caverna de deleites inconmensurables, a los que se
entregaba cada noche con sus alas desplegadas.
En aquel paraíso plagado de besos y caricias interminables, los
remordimientos solían colarse repentinamente, cuando menos los esperaba.
A medida que iba acostumbrándose a sus labios y a su piel, enamorándose
cada vez más de aquel torrente de sensualidad salvaje, Jose la seguía
llamando desde Lanzarote para contarle que apenas podía comer, que la
echaba de menos y que ya había encontrado un trabajo, animándola a
volver con él. Cada vez que hablaban se le partía el corazón, y llorando
desconsolada intentaba convencerse de que su verdadero amor estaba en
Lanzarote y que Javi era tan sólo un capricho pasajero.
Quería a Jose y quería también a Javi. No podía comprender qué era lo
que le ocurría y las miradas y comentarios reprobatorios de algunos de sus
hermanos se abigarraban sobre los suyos propios, haciendo que su ya
debilitada autoestima se resquebrajara bajo los afilados puñales que se le
clavaban en el alma.
_Le he dicho a Javi que no le conviene estar contigo…que tú haces
daño_, le reprochó Felipe una noche al regresar juntos a casa.
Yo no busco hacer daño…yo sólo quiero amar y ser amada...se dijo al
escuchar sus palabras, sintiendo el agudo dolor de saberse incomprendida
por su hermano. Debido a su corta diferencia de edad, habían sido amigos y
confidentes durante su infancia y adolescencia, pero con los años y sin ella
comprender bien por qué, un muro se había ido levantando entre ellos dos.
_Tú haces daño, Sara. A ningún amigo mío le animaría a salir
contigo_, reiteró.
La opinión de Felipe sobre cualquier asunto siempre tenía mucho peso
en la familia, y también en ella. Respetado por todos debido a su carácter
recio y seguro de sí mismo, sentía ante él -al igual que ante casi todos sus
hermanos- un secreto complejo de inferioridad y vergüenza que la
transportaba con frecuencia a un lugar frío y sombrío en su interior en el
que siempre volvía a sentirse como la niña pequeña, invisible e indefensa
que un día había sido. El tono de Felipe fue firme y severo mientras
conducía impasible, y Sara no pudo más que buscar a sus eternas
confidentes allá en el cielo y desahogar en ellas sus lágrimas mudas, a las
que por más que lo intentó, no fue capaz de frenar.
Yo no soy mala. Os voy a demostrar a ti y a toda la familia que no soy
mala Felipe, siguió animándose en silencio, mirando a las estrellas desde la
ventanilla del coche con los ojos aún llorosos.
Yo sólo quiero ser normal, como todos vosotros…a mí tampoco me
gusta cómo soy… pero no puedo evitarlo…se decía, mientras a su mente
venían unos irrefrenables pensamientos de arrasar la nevera en cuanto
llegaran a casa.
Fueron pasando los meses y de nuevo había irrumpido en ella aquella
desaforada necesidad de comer para acallar las tormentosas voces que la
asediaban sin clemencia. Llenaba así el insoportable vacío interior
en el que realmente vivía, y también liberando a su Diosa cada noche en los
expertos brazos de Javi. Sus padres se habían mudado al País Vasco unos
meses atrás y lo agradeció infinitamente, pues de otra manera habría tenido
que buscarse otra estancia, incapaz como era de volver a vivir bajo su
mismo techo.
Al menos la convivencia con mis hermanos sí es llevadera, solía
decirse, sobre todo por el apoyo incondicional de Álvaro…qué haría sin
él…
_Ahora sí que la he cagado bien. Sí que estoy jodida Álvaro, queriendo
a dos hombres a la vez y sin poder aclararme…estoy más loca de lo que
pensaba..._, le dijo una noche, acordándose con nostalgia de su última
conversación con Jose pocos días atrás.
_Tú no estás loca Sarita, esto le puede pasar a cualquiera, ya verás
cómo algún día lo verás todo más claro_, intentaba consolarla.
_¿Y lo de no poder dejar de comer? ¿y lo de tener problemas con casi
todos los hermanos?”

“Lanzarote - Gran Canaria


1993
Varios meses después, incapaz de liberarse de sus propios reproches
tras empezar a sentir que Javi ya no le gustaba tanto y al conseguir bajar de
nuevo los kilos que había subido, decidió volver a Lanzarote y comprobar
qué sentía realmente por Jose.
Dos meses conviviendo con él, únicamente le sirvieron para volver a
confundirse, echar de menos a Javi, recuperar los kilos que había perdido y
así de nuevo, volver a los sensuales abrazos del Dios de pelo azabache, y a
los cada vez más ácidos y evidentes juicios de sus hermanos.
Y así pasó los doce meses siguientes, a dos pies entre Lanzarote y Las
Palmas, entre un amor y otro, entre dudas, culpas y remordimientos que
venían de su interior y de su implacable entorno familiar, hartos de su
veleidosa actitud mareando e hiriendo de aquella manera a dos de sus
mejores amigos.
_Yo no quiero saber nada Sara_, le dijo Chema con desprecio y
alejándose rápidamente de ella, un día que intentó desahogarse con él y
contarle lo mal que se sentía con aquella situación.
Sin poder remediarlo y sin comprenderse a sí misma, seguía sintiéndose
igual de confundida e impotente que el primer día, y las fluctuaciones en su
peso mostraban la precaria inestabilidad en la que se encontraba su mundo
emocional.
Jose le seguía brindando las promesas de aquel gran amor con el que
durante dos años su “rareza” había desaparecido por fin, y Javi le ofrecía
todo lo que su Diosa necesitaba…hasta que finalmente la situación
comenzó a dilucidarse y no porque ella pudiera aclarar sus sentimientos,
que en más de una ocasión la habían llevado a plantearse el suicidio como
única salida a su tortuosa existencia.
En su último viaje a Lanzarote, Jose no sólo empezó a mostrar un
evidente rechazo hacia ella, sino también a faltarle el respeto como ningún
hombre lo había hecho hasta entonces.
_Te la puedes follar si quieres…es fácil..._, le dijo a un amigo común
que comentó lo guapa que estaba una noche que salieron a bailar.
_Esta postura la habrás aprendido con él, ¿no? Ahora se te ve muy
experta_, le vomitó lleno de odio una noche mientras hacían el amor.
Solían discutir casi a diario, pero aquel comentario la había dejado
completamente indefensa, llevándola de nuevo a sus infiernos más
profundos, donde sintiéndose como una puta sucia y rastrera, sólo pudo
hacerse un ovillo en la cama y echarse a llorar, viendo impotente cómo
aquel chico que un día la había querido tanto, ahora la repudiaba de aquella
manera tan despiadada y brutal”.

“Gran Canaria
1994
Vivió por fin unos meses de tranquilidad, hasta que inevitablemente y
una vez más, se cansó de Javi en cuanto vio que él se había enamorado de
ella. Había comenzado a recordar de nuevo a Jose con nostalgia y de pronto
dejaron de bastarle aquel sexo maravilloso y su cuerpo perfectamente
musculado, ante el que ahora sólo sentía el insoportable sopor que le
producía ver a un chico prendado de ella y entregado a sus pies.
Entró de lleno en una nueva fase de atracones incontrolables ante la
mirada hastiada de sus hermanos, que al igual que ella misma, no podían
entender qué era lo que le ocurría.
¿Por qué no puedo ser como el resto de mis amigas o mis hermanas?
solía decirse sintiendo un profundo desprecio hacia sí misma. Muchas de
ellas llevan ya años con sus parejas y no conozco a nadie que le pase lo
mismo que a mí… y tampoco conozco a nadie que suba veinte kilos en dos
meses y los vuelva a bajar en pocas semanas… ¿qué me pasa, joder?
Dejó a Javi y en secreto siguió acordándose de Jose y del amor que
había perdido con él, aceptando con un dolor desgarrador que cualquier
posibilidad de un nuevo acercamiento era ya completamente imposible.
_Todos sabíamos que nos traerías problemas al venirte a vivir aquí_,
volvió a apuñalarla Felipe una noche que salieron a tomarse unas
cervezas_. No es fácil convivir contigo Sara, sólo vas a lo tuyo.
Para mí tampoco es fácil vivir conmigo, Felipe…se dijo ocultando con
sus largos rizos las lágrimas que comenzaron a correr por sus mejillas.
_¡Aquí eres una intrusa! Estás rompiendo la armonía con la que
vivíamos_, le dijo una tarde Marian, que había vuelto de Lanzarote unos
meses antes que ella.
_¡Pues tendrás que aceptar mi presencia, porque tengo tanto derecho
como tú a vivir en esta casa!_, le devolvió, amparándose en la recurrente
fachada altiva con la que se había acostumbrado a ocultar el insoportable
dolor que realmente bullía por sus venas.
Cuánto daría por ser tan querida y valorada como tú, se dijo mientras
se alejaba de ella dando grandes zancadas entre ininteligibles
imprecaciones. Me gustaría tanto saber qué se siente al ser vista como la
buena de la familia…yo también soy buena…en realidad no me conocéis...
Su carácter arisco, temperamental y confrontador había provocado en
los meses que llevaba conviviendo con sus hermanos enfrentamientos con
todos ellos excepto con Álvaro, al que le seguía uniendo un vínculo
irreductible.
Harta de sí misma y de la inestabilidad que gobernaba su día a día,
decidió parar en seco y cambiar su vida radicalmente. Se propuso no volver
a estar en pareja hasta asegurarse de que no volvería a ocurrirle lo de
siempre y comenzó a leer con avidez libros de autoayuda y a asistir a
charlas sobre crecimiento personal y espiritualidad, buscando
comprenderse a sí misma y reconstruir una vida estable y serena, como la
que durante un tiempo había podido acariciar junto a Jose.
Ya no voy a buscar más mi felicidad fuera de mí, se decía a diario. Está
claro que ahí sólo encuentro confusión y dolor…para mí y para los
demás”.

“Gran Canaria
1997
_De acuerdo David, quiero creerte. Iremos a terapia_, le dijo al aterrizar
en el aeropuerto de Gando, escasas semanas después de aquella
conversación con su amiga.
_En mis primeras citas con una mujer, siempre busco su punto débil
para poder atraparla por ahí.
Sara no daba crédito a lo que estaba oyendo. ¿Quién era aquel
desconocido que estaba sentado frente a ella?
_¿Y cuál...cuál era mi punto débil?_, se atrevió a preguntarle en un
hilillo de voz casi inaudible, temblorosa y asustada, intuyendo su respuesta.
Se encontraban en la consulta de un prestigioso psicólogo de la ciudad,
en un colosal esfuerzo por reparar el desencanto y la amarga decepción que
en cuestión de horas, habían dinamitado sin piedad la plenitud en la que
había vivido durante los dos últimos años.
_Mamá Sara. Ese era tu punto débil_, confesó cabizbajo, metiendo la
cabeza entre las piernas y ocultándola con sus brazos.
_¿Qu...? ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? ¿Me estás diciendo que durante
todo este tiempo has usado mi deseo de ser madre para enamorarme? ¿Me
estás diciendo que estás tan enfermo, David?_. Sara no podía frenar el
torrente de lágrimas que corrían ya desaforadas por sus mejillas, mientras
sentía cómo su alma, una vez más, se resquebrajaba en mil pedazos.
_Lo siento...siento haberte hecho esto..., sólo espero que lo podamos
arreglar y que entiendas...
_¿Y a ella..., a ella también le decías lo mismo?_ Sus ojos temblorosos
seguían desbordados, mientras con las manos trataba de sujetar con fuerza
sus rodillas, que no dejaban de chocar entre sí.
_No_, se limitó a responder, aún cubriéndose el rostro con sus brazos.
_¿Y qué coño le decías a ella?_, gritó finalmente, tratando
infructuosamente de mantener la calma_. ¡Y ten la decencia de mirarme a
la cara!
_Viajes. A ella le gusta viajar_, admitió por fin, atravesándola con
aquellos ojos a los que tanto había amado y que ahora sentía fríos como
puñales.
_¿Qué? ¿Viajes? ¿Y no vas a ser capaz ni de pronunciar su nombre?
¡Quiero oírte decir su nombre, David!_, volvió a gritarle.
_Emi. Su nombre es Emi_, obedeció, agachando de nuevo la cabeza.
Comenzaron a bullir en su mente numerosos recuerdos de los distintos
viajes de trabajo que él había realizado, todas las mentiras que habían
salido a la luz en aquella interminable noche en Madrid...y abatida y
volviendo a atar cabos, se echó las manos a la cabeza sin poder creer lo que
estaba ocurriendo.
¡Mira que me lo advirtieron, joder!, rumiaba para sí, incapaz aún de
digerir todo lo que acababa de oír. Esto tiene que ser un castigo por lo que
les hice a Javi y a Jose…
De pronto, tras uno o dos eternos minutos de silencio en los que la
tensión y el asco se habían clavado en cada poro de su piel como dardos
envenenados, se levantó resoplando y con paso firme, se dirigió hacia la
puerta.
_Adiós, doctor Pacheco_, pudo bufar finalmente tras frenar en seco con
la manilla en la mano_. Gracias por sus esfuerzos, pero aquí ya no hay nada
que arreglar. Ya le pagará él la sesión_, rugió, dando un sonoro portazo.
Poseída por la rabia y sin haber dado aún ningún paso, se giró para abrir la
puerta de nuevo y gritarle: “¡Eres una mierda envuelta en papel de regalo,
David! ¡Eso es lo que eres...un mierda de tío y un desgraciado! ¡No vuelvas
a llamarme ni a buscarme en tu puta vida! ¡Cabrón!
Ya en la calle, deambuló sin rumbo durante horas, intentando aplacar el
torrente de emociones que la embargaban. No le importó que la gente
notara que lloraba y tampoco que en más de una ocasión se la quedaran
mirando cuando gruñía en voz alta un “¡Qué hijo de la gran puta!”. “Es que
no me lo puedo creer”. “¡Mamá Sara!”
Los recuerdos de los últimos días, devastadores como el mayor de los
tornados, se agolpaban implacables en su cabeza en un infructuoso intento
de comprender cómo las cosas habían podido llegar hasta aquel fatídico
final.
Exhausta y destrozada, decidió sentarse en alguna terraza y descargar
toda la rabia en su pequeño diario, que siempre llevaba encima. Como
había hecho desde niña cada vez que algo la perturbaba, necesitaba
imperiosamente vomitar con su puño y letra todo lo que estaba sintiendo.

“Gran Canaria
1998

Tú también me gustas cada vez más, Jonattan. Eres tú, lo que llevo años
esperando..., se repetía mientras le admiraba sumida en un hechizo
irremediable.
_Cariño, te dije que no te emocionaras con él_. La voz de su amiga
Alejandra retumbó en ella sacándola de golpe de su ensimismamiento.
_No, tranquila...es muy simpático, pero nada más_, mintió, intentando
ocultar el embrujo en el que ya nadaba a ciegas.
_Sara, en serio. Es un mujeriego. No es como David, éste al menos no
es un cabrón, pero no es lo que tú quieres.
_No me nombres más a David, por favor. Me lo estoy pasando muy bien
esta noche y no quiero ni acordarme de él. Además, en un mes me iré a
Guatemala, así que no hay ningún problema.
Era la primera vez en un año que había logrado pasar más de dos horas
sin acordarse de su ex, y Alejandra la estaba revolviendo sin darse cuenta.
_Perdona, cariño. Pero por favor, ten mucho cuidado, ¿vale? Me han
hablado de él...
_Uau, te ha dedicado una canción tía, qué fuerte ¿no?_, les interrumpió
Anabel, una amiga de María que las acompañaba esa noche.
_Y cómo te mira, guapa. Ya me gustaría a mí que me hubiera hecho la
mitad de caso desde que le conozco del que te ha hecho a ti sólo en una
noche.
_¿Le conoces desde hace mucho?_, quiso saber.
_Sí, hace un par de años ya, cuando vino de Menorca. Tuvimos una
historia, pero él enseguida se cansó y me dejó por otra.
_¿Lo ves?_, terció Alejandra con vehemencia, visiblemente molesta por
el interés que su amiga empezaba a mostrar ya sin disimulo.
Estuvo tentada de preguntarle a Anabel si era cierto aquello de que era
tan bueno en la cama, pero reprimió su impulso para evitar que Alejandra
siguiera disuadiéndola de caer en sus redes. Tratando de justificar a
Jonattan, pensó que no era de extrañar que hubiera pasado de Anabel. Ella
era unos diez años mayor y aunque sí era una mujer atractiva, no encajaba
con él. No tenía ese algo “especial”, esa profundidad en el alma que ella sí
emanaba y que él había sabido percibir, porque también la tenía.
_Cariño, te conozco bien_, insistió su amiga_. Sé que ahora mismo
estás pensando que por fin le has encontrado, que Jonattan es lo que
siempre has deseado y que vais a vivir una historia de amor maravillosa,
pero...
_¡Para!_, la frenó en seco poniendo su mano frente a ella.
_Si me voy a equivocar, es sólo asunto mío, déjalo ya, coño.
_Pues perdona que te diga que no es sólo asunto tuyo_, le espetó con
tono cáustico_, ¡porque llevo un año entero viéndote llorar por las paredes
y sin hablar de otra cosa que no sea David y del daño que te ha hecho, y no
me apetece nada volver a pasarme otro año viéndote igual por otro hombre!
¡Porque te veo muy capaz de no irte a Guatemala si te enamoras de él!
_¡Pues yo pensaba que las amigas estábamos para ayudarnos en
momentos así, Alejandra!_, le respondió también enfadada ante las miradas
de sorpresa de todas las que estaban sentadas a la mesa, eludiendo el
comentario sobre Guatemala.
_¡Claro que estoy para ayudarte, pero ya me estoy cansando de verte
caer en barrena, Sara!_, hablaba con un tono cada vez más elevado_. Llevas
un año fuera de ti, acostándote con todo bicho viviente esperando encontrar
el amor que perdiste con lo de David, y así no te puede ir bien, ¿no lo
entiendes?
_¿Y qué problema tienes con que me líe con quien quiera? ¿Me vas a
venir ahora con el rollo ese de que una mujer tiene que hacerse respetar y
bla bla bla? ¡No me jodas! ¡Tengo treinta años, y puedo hacer con mi vida
y con mi sexualidad lo que me dé la gana!
Se conocían hacía varios años y tenían confianza para hablarse de esa
manera, aunque era la primera vez que Sara se enfadaba tanto con ella.
Alejandra era dieciocho años mayor, y después de haberse divorciado de
Alex tras un largo matrimonio, llevaba un par de años disfrutando de su
soltería, sin mostrar ningún interés por volver a tener una relación con un
hombre, ni siquiera para algún fugaz encuentro carnal.
_¡Que tú hayas clausurado tu vida amorosa y que estés tan feliz así, no
quiere decir que las demás tengamos que hacer lo mismo!_, volvió a
gritarle.
_No se trata de eso Sara, es que parece que no puedes vivir sin un
hombre al lado y estás dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de no estar
sola_, le respondió con contundencia_. Con David te pasó lo mismo...todos
te advertimos, pero tú decidiste meterte de cabeza y mira lo que te pasó...
_¿Me estás diciendo que yo tuve la culpa de aquello? ¡Esto es lo que me
faltaba por oír, joder!_, se enfureció aún más_. ¿Es que se te ha olvidado
todo lo que ocurrió? ¡El enfermo era él, Alejandra, no yo! ¡No te
confundas! ¡Pero tranquila, que ya no vas a tener que soportar más mis
problemas!_, vociferó mientras cogía el bolso y su Tropical y se dirigía con
pasos agigantados hacia la barra.
Ya me tiene harta joder, siempre con sus soliloquios llenos de consejos.
¡A la mierda!
Apuró en un sorbo lo poco que le quedaba de su cerveza y le pidió otra
al camarero mientras se acomodaba en un taburete, colocándolo en
dirección al escenario.
La mirada de Jonattan, que seguía actuando sobre el tablado, se quedó
clavada en la suya transportándola de nuevo a aquella espiral de ensueños
donde ella era la princesa elegida y sus anhelos más profundos se
convertían en viejas promesas cumplidas.
Ahora cantaba “Whatever you want”, de Status Quo, y le respondió
exhibiendo su sonrisa y su mirada más seductoras.
Tú eres lo que quiero, Jonattan. Y esta noche vas a ser mío, se dijo
mientras se humedecía los labios pasando la lengua muy lentamente sobre
ellos”.

Como has visto en estas páginas, pasé gran parte de mi juventud


atrapada en esa búsqueda incansable del amor fuera de mí. ¿Cómo
no iba a hacerlo de aquella manera, si no era capaz de encontrar
nada en mi interior en lo que apoyarme?
También has visto cómo la Vida se encargó de intensificar el arquetipo
de la culpa a través de aquella época en la que me debatía entre dos
“amores”, que junto a los posteriores juicios e incomprensión de
mis hermanos, supuso el recrudecimiento de aquellas creencias
eclesiásticas que me hablaban de merecer el castigo divino por ser
mala, impura, egoísta y puta.
Al abrirse todas aquellas heridas en mí, sin sospecharlo estaba
avocada a seguir atrayendo en los años siguientes a hombres
también dañados que me harían volver a vivir mi dolor del
abandono y de la soledad de una forma brutal. Aún no podía saber
que todo aquello sería necesario para el camino de despertar que mi
alma había elegido, y hoy, tras vivir desde hace muchos años
sintiéndome completamente libre en este sentido, puedo dar las
gracias de corazón por cada una de aquellas desgarradoras
experiencias.
Transcribo ahora algunos fragmentos de la lección 41 de UCDM, pues
su mensaje encaja a la perfección en este capítulo.

“Dios va conmigo dondequiera que yo voy”

“Con el tiempo, la idea de hoy desvanecerá por completo la sensación


de soledad y abandono que experimentan todos los que se consideran
separados. La depresión es una consecuencia inevitable de la separación,
como también lo son la ansiedad, las preocupaciones, una profunda
sensación de desamparo, la infelicidad, el sufrimiento y el intenso miedo a
perder…”.

Nos está diciendo que todos nuestros problemas y sufrimiento


provienen de la misma raíz, y continúa:

“…Pero lo único que no has hecho es poner en duda la realidad del


problema. Los efectos de éste, no obstante, no se pueden sanar porque el
problema no es real…”

Ante esta afirmación cabe preguntarnos cómo podríamos curar una


enfermedad (o situación problema, preocupación, etcétera), que en realidad
no existe, y la respuesta es que no hay cura, porque no hay enfermedad. Es
por esto que las maneras del ego de buscar “sanarnos” no nos funcionan,
porque como hemos visto, el ego siempre busca fuera lo que sólo se
encuentra en nuestro interior.
…En lo más profundo de tu interior yace todo lo que es perfecto, presto
a irradiar a través de ti sobre el mundo. Ello sanará todo pesar y dolor,
todo temor y toda sensación de pérdida porque curará a la mente que
pensaba que todas esas cosas eran reales y que sufría debido a la lealtad
que les tenía…”

Aquí vemos que el remedio ya está en nosotras, y que éste sana no


venciendo a la enfermedad, que es tan sólo el síntoma que se manifiesta en
nuestras vidas, sino tomando consciencia de que realmente no hay
enfermedad. Dios va con nosotras dondequiera que vayamos, ¿cómo
podríamos estar separadas de Todo lo que Es?

“…Comprendemos que no creas nada de esto. ¿Cómo ibas a creerlo


cuando la verdad se halla oculta en lo profundo de tu interior, cubierta
bajo una pesada nube de pensamientos dementes, densos y turbios que
representan no obstante, todo lo que ves? Hoy vamos a intentar atravesar
esa oscura y pesada nube y llegar a la luz que se encuentra más allá de
ella…”
En definitiva, la presencia de Dios, que es lo mismo que decir la
reconexión con el Ser que somos realmente, significa la desaparición
instantánea de nuestra soledad y sufrimiento, y vivir con la certeza de que
hay “Alguien” amoroso que nos quiere y nos cuida, y que siempre está con
nosotras. Al leer esto, tu ego querrá hacerte pensar que lo que te estoy
diciendo es sólo fruto de mi imaginación, cuando en realidad lo único
ilusorio es la ausencia de esta Presencia.
Para terminar, déjame hacerte esta pregunta: ¿Crees que alguien que
haya logrado alcanzar este estado mental podría perder un sólo minuto en
buscar su felicidad en las relaciones, las posesiones o en cualquier otro
símbolo externo?
Sé que ya conoces la respuesta. Sencillamente, toda búsqueda ha
desaparecido.
XII: La Física Cuántica nos habla de
Libertad

En el capítulo 9 vimos que es a través de las emociones como se


transmite la información que recibimos de nuestros ancestros. En éste voy
a explicarte los fundamentos de la mecánica cuántica, pues conociéndolos
te resultará más fácil entender cómo se produce esta transmisión, cuya
explicación veremos en el capítulo 14. Vamos a ver también cómo sus
teorías y descubrimientos nos abren las puertas hacia una mayor
comprensión sobre el poder que tenemos en el presente para dejar de
repetir patrones tóxicos y construir la vida que realmente queremos, y todo
ello nos va a ir acercando al propósito principal de este libro: que puedas
llegar a ver el sentido sagrado que tiene para ti y para todo tu clan el hecho
de que como alma, hayas elegido vivir la experiencia de los abusos.
He recopilado gran parte de esta información de la mano de diversos
autores como Robert Lanza, Joe Dispenza, Enric Corberá y los físicos
Rosenblum y Kuttner entre otros, cuyas lecturas te recomiendo
encarecidamente si deseas profundizar en este mundo fascinante de la
física cuántica. Ahora sí, vamos allá.

Somos un Todo interconectado

El término “campo cuántico” se refiere al campo de inteligencia


universal que sustenta toda la materia y el mundo que percibimos como
real, al que se refirió por primera vez el científico alemán Max Planck,
premio Nobel de Física en 1.918. Este hombre dejó al mundo estupefacto al
afirmar que microscópicamente no hay nada físico, que todo es energía y
vibración, y que la materia es el efecto de esa energía condensada. Tenemos
mucho que agradecerle, pues además de ser un valiente que se opuso
abiertamente al régimen Nazi, fue quien descubrió que las ondas de luz se
comportan también como una corriente de partículas y que los electrones
son simultáneamente partículas y ondas, fenómeno conocido como
superposición cuántica. Gracias a sus descubrimientos y a su teoría
cuántica, fue posible aplicar la física al mundo de lo infinitamente
pequeño, un mundo que se comporta de una manera muy diferente al de lo
visible regido por la física tradicional. Tan diferente que Niels Bohr, un
eminente físico coetáneo a Planck llegó a afirmar que “si nada de esto te
parece desconcertante, es que no lo has entendido”.
Sumando sus descubrimientos al tema que nos ocupa, el legado de
nuestros ancestros, podríamos decir que más allá de las fronteras entre
nuestros cuerpos, un vínculo invisible nos une a todo lo que nos rodea, pues
formamos parte de una Unidad en la que un solo aprendizaje individual
representa una evolución no sólo para nuestro sistema familiar, sino
también para toda la Humanidad, pasada, presente y futura.
Vamos a empezar viendo algunos datos sobre la mecánica cuántica, que
es la rama de la Física que estudia la naturaleza a escalas atómicas y
subatómicas, pues como te he dicho en las primeras líneas, además de
ayudarte a comprender lo poderosa que eres realmente, lo encuentro
imprescindible para que después puedas ver su relación con la herencia
transgeneracional.
Antes se pensaba que onda y partícula, o sea, energía y materia, eran
cosas diferentes, pero desde el descubrimiento de Planck sabemos que las
partículas pueden comportarse como ondas y viceversa, es decir, que son la
misma cosa funcionando en estados diferentes. Esto significa que nosotras,
al estar formadas por partículas subatómicas, nos comportamos también
como energía: nuestro cuerpo es y está constituido por esa energía que
emanamos constantemente y que nos conecta unos con otros a través de
nuestra propia vibración. Hasta aquí bien, ¿verdad? Continuemos.
Sabiendo que nuestro Ser se mueve en otras dimensiones que no
apreciamos a un nivel consciente, podemos deducir que el “Yo” que
percibimos tan sólo es el fruto de las experiencias que hemos vivido y del
contexto en el que ocurrieron, pero que sólo representa la punta del iceberg,
una ínfima parte de la realidad que somos. La física cuántica nos ha
demostrado que hay una conexión entre el mundo material y el mundo
invisible que lo sustenta todo, de la misma forma que hay una conexión
entre el cuerpo, la mente, y el espíritu que los alimenta.
Los últimos experimentos están demostrando que en el mundo cuántico
todo es energía, luz pura y radiante, tal como apuntó Planck. En ese nivel
pequeño de la amteria, todo, incluido el ser humano, está formado de esa
misma sustancia universal que es el campo cuántico, por lo que somos un
sistema de energías en vibración continua y siempre conectados con este
campo, aunque no seamos conscientes de ello (no podemos serlo porque
como ya hemos visto, desde el ego no percibimos toda la información que
existe, sino sólo la que nosotras mismas proyectamos previamente).
Esta conexión con el campo hace que por resonancia, la vibración que
emanamos con nuestros pensamientos y emociones, nos venga devuelta en
forma de realidad: se manifiesta en las situaciones que vivimos, las
circunstancias, los conflictos sin solucionar, etcétera. En definitiva, nuestra
mente, que nunca deja de crear a través de los pensamientos, se expresa en
este campo y nos hace vivir nuestra realidad, aunque no somos conscientes
de que somos nosotras mismas quienes la estamos creando.
Resumiendo lo anterior, lo que estamos diciendo es que en el mundo
cuántico la energía responde a tu atención y ésta se convierte en lo
siguiente que vas a vivir. Sabiendo esto, vuelvo a insistir en la importancia
de observar en qué enfocas tus pensamientos y en cómo se encuentra tu
mundo emocional, pues tu inconsciente lo acepta todo como real. Si por
ejemplo estás preocupándote por una situación y sintiendo miedo, aunque
en realidad el peligro no sea para tanto y tu mente lo esté magnificando-que
es lo que suele ocurrir- , el inconsciente lo vivirá como algo cierto y
emitirá esa vibración de estrés, que acabará regresando a ti manifestándose
en tu cuerpo y en tus futuras situaciones, relaciones, y experiencias de vida.
Esto ocurre por el principio de resonancia: todo lo que se hace realidad en
tu vida ha resonado primero con tus creencias, pensamientos y emociones,
y éstas están condicionando por completo todo lo que te sucede. En el
campo cuántico todo es energía y vibración y como ya sabes, la energía no
se crea ni se destruye, sólo se transforma, así que la información que tú
emanas desde tu inconsciente no puede perderse, sino transformarse y
cristalizarse.
De esta manera podemos afirmar que no existe la mala suerte, ni el
destino, ni el mal karma y que la causa de tus problemas no está en lo que
te hicieron tus padres, ni en cómo te trata tu pareja o tu jefa en la
actualidad, sino que todo, absolutamente todo está en resonancia contigo.
Esta resonancia está condicionada primero por tus emociones habituales
ante los conflictos, esas con las que tu ego esconde tus heridas sin sanar, y
después por tus creencias, que se forjaron en función de esas emociones
que aprendiste a sentir de niña, y que por último dan forma a tus
pensamientos y sentimientos. ¿Recuerdas que ya mencionamos esto en el
capítulo 5 y en algunos posteriores?
Durante el proceso de sanación de nuestras heridas, poco a poco
comenzamos a sentir las nuevas emociones de paz, bienestar, amor,
plenitud… y con ellas empiezan a grabarse nuevas creencias en nuestra
mente. Las células comienzan entonces a vibrar en esa misma frecuencia y
el inconsciente programará el cerebro con conexiones neuronales que
atraigan experiencias que vibren en consonancia. Es decir, esas mismas
emociones con las que ahora estás sintiendo paz y amor, harán que atraigas
a tu vida situaciones en las que sentirás lo mismo. Hasta que no asumas que
esto es así y tomes la decisión de coger las riendas de tu mundo emocional,
continuarás atrapada en las proyecciones de tu ego, haciendo responsables a
los demás o a las situaciones de cómo te sientes, seguirás actuando como
una víctima y nada podrá cambiar en tu vida.
En este punto no puedo dejar de mencionar que en los últimos años han
proliferado diferentes técnicas fáciles y rápidas para detectar las creencias
inconscientes, y te puedo asegurar sin miedo a equivocarme, que aunque
algunas de ellas realmente sí te van a ayudar a revelar esos mandatos
inconscientes que rigen tu vida, esta información no te servirá de nada si no
va acompañada de un trabajo interior comprometido y continuado, que es
lo único que te llevará a la transformación que deseas. Para que lo veas con
un ejemplo, podemos tener en nuestras manos el mejor manual del mundo
sobre los fundamentos de una materia determinada, que si no sabemos leer,
poco provecho podremos sacar de él. Pues con nuestras creencias ocurre lo
mismo: “saber leer” sería saber qué hacer para que esa información que
estaba en nuestro inconsciente y que ahora ha salido a la luz, se transforme
en algo diferente. Y eso, amiga mía, requiere de tu entrega y tu disposición
para sanar y transformar tus emociones, empezando a mirarte y tratarte a ti
misma con el respeto, la comprensión, el perdón y el amor que hasta ahora
te has negado. Sin amor, no habrá cambio posible. Si no atiendes y reparas
el dolor, la tristeza, la soledad y el miedo de tu niña interior, todo seguirá
igual. Dicho esto, podemos continuar:
La clave para empezar a desarrollar tu capacidad de crear el resultado
que deseas entre los muchos posibles, está en que puedas aceptar que lo que
está sucediendo es lo que tú has elegido sin darte cuenta, y que como ya
hemos visto, ha ocurrido así porque atraes a tu vida todo aquello que vibra
en la misma frecuencia en la que se encuentran tus pensamientos y
emociones. Existen muchos futuros posibles para cada momento de tu vida,
y desde el ego, escoges inconscientemente seguir repitiendo justamente lo
que no deseas. Cada uno de estos futuros se encuentra en estado de reposo,
esperando ser despertado por la decisión que tomes en el presente, y a estas
alturas sabes bien que la decisión más beneficiosa para ti va a ser aquella
que te lleve a sentirte segura, capaz y digna de ser querida, sea cual sea la
situación que estés viviendo.
Al hablar de crear “el resultado que deseas” no me estoy refiriendo a
los deseos materiales del ego, que te hacen creer que una casa más grande,
un coche nuevo o una pareja te harán sentir más segura o te traerán la
felicidad. Estoy hablando del deseo genuino que todos llevamos en nuestro
interior: sentir la reconexión con la Totalidad, que es entrar en un estado
mental y emocional en el que sabes que lo que deseas de verdad ya está en
ti, y que todo lo demás tan sólo eran símbolos con los que tu ego te
mantenía dormida y distraída. En este estado sientes paz, alegría, plenitud,
amor y gratitud aunque vivas en una casa vieja y pequeña y aunque tu
coche se esté cayendo a pedazos. Y como ya hemos visto, será a través de
esas emociones y su nueva vibración como cambiarán tus creencias y
empezarán a manifestarse en tu vida las experiencias y las situaciones que
vibren en consonancia. Si sientes gratitud, atraerás abundancia. Si sientes
amor por ti misma, atraerás relaciones ricas en amor y crecimiento. Si te
sientes segura y capaz, atraerás situaciones en las que puedas fácilmente
desplegar todos tus dones. ¿Ves cómo funciona? Una vez más tengo que
preguntarte: ¿No te parece realmente algo mágico?
Quiero reincidir en que la creencia que sustenta todas las demás es la
única que realmente te causa malestar, sea como sea que se manifieste, y es
la que tu ego quiere evitar a toda costa: la idea que te dice que estás
separada de la Fuente y de todo lo que te rodea. ¿Recuerdas la angustia de
la que te hablé en el primer capítulo y los mecanismos del ego en el
capítulo 10? Proyectas fuera esa culpa que te genera la idea de estar
separada a través de tus mapas mentales, creencias y pensamientos, y no te
das cuenta de que la única posibilidad de cambio es mirar dentro de ti,
atreverte a sentir y abrazar las emociones genuinas que tu niña interior te
está mostrando, y hacerte cargo de ella con el amor y la comprensión que
en lo más profundo de tu Ser estás deseando y necesitando darle.
Dicho esto, veamos ahora cómo es que con tus emociones y
pensamientos puedes conectar con el campo cuántico:
Las conexiones neuronales creadas por tu sistema de pensamientos
lanzan una señal electromagnética al campo cuántico y éste a su vez emite
señales que tú percibes. O sea, que estáis intercomunicándoos
constantemente, pero tu mente no percibe la totalidad de las señales que
llegan, sino sólo lo que la frecuencia de tus pensamientos y emociones le
permite percibir.
Es como si el campo fuera un espejo: tú emites una señal determinada,
y captarás sólo aquello que vibre en la misma frecuencia. Lo cierto es que
en el universo no falta de nada, lo que ocurre es que nosotras hemos creado
esta realidad paralela en la que creemos que sí existe la carencia, sin darnos
cuenta de que esta limitación que percibimos parte de nosotras mismas y de
lo que hemos emitido previamente.
El campo cuántico, o el universo, como quieras llamarlo, emite una
señal completa de todas las posibilidades que existen en una situación
concreta de tu vida, y cuando viene a ti llega perfectamente pero la percibes
incompleta, pues como te he dicho, con tus pensamientos distorsionados
por tu programación mental, donde hay carencia, culpa, dolor, etcétera,
generas un campo de vibración que produce una fractura.
En realidad es como la pescadilla que se muerde la cola, pues como te
he explicado un par de páginas atrás, aunque los pensamientos son los que
generan nuestros sentimientos, si cambiamos nuestra forma de sentirnos
hacia nosotras mismas atendiendo nuestras heridas y sanando nuestras
emociones de soledad, abandono, vacío, etcétera, paulatinamente se va
produciendo también una transformación en nuestro sistema de creencias y
de pensamientos, pues como ya sabes, toda emoción lleva aparejado su
propio patrón de pensamientos. Con este ejemplo lo vas a ver muy claro:
durante unos segundos, intenta imaginar qué tipo de pensamientos vendrían
a tu mente en cualquier situación en la que sintieras una profunda alegría,
gratitud, o cualquier otra emoción agradable.
Habrás visto pensamientos del tipo “qué buena suerte tengo”, “soy muy
eficiente en mi trabajo”, “mi familia me quiere”, “caigo bien a la gente”,
“la gente es buena”, “me encanta sentirme así”, etcétera, y esto ocurre
porque sencillamente, nuestro cerebro no acepta la incoherencia. Es lo
mismo que te decía en otro capítulo sobre la inutilidad de las afirmaciones
positivas: mientras no haya un cambio real en tu estado emocional, tu
inconsciente no podrá asimilar como ciertas las palabras y frases bonitas,
pues siempre se guiará primero por lo que estés sintiendo. Pero para que se
produzca un cambio real en nuestras creencias y patrones de pensamientos,
no basta con tener momentos puntuales de alegría o tranquilidad; eso
supondría tan sólo un descanso, un respiro en el tormentoso camino en el
que solemos estar inmersos. Para que el cambio sea real y duradero, hay
que lograr que esas emociones sean las predominantes y más habituales en
nuestra vida, independientemente de cuáles sean las circunstancias
externas. Y a estas alturas del libro, ya sabes cómo vas a lograrlo, ¿verdad?
Continuemos:
Como ya hemos visto, la mecánica cuántica nos muestra el mundo en
súper pequeñito, y ya está más que demostrado que en ese nivel
subatómico, las cosas no funcionan como en nuestro mundo tal como lo
percibimos. En el mundo cuántico somos materia y energía a la vez,
estamos interconectados formando parte de un todo, y cada parte contiene
en sí misma la información de esa totalidad, es decir, que existe una
interacción instantánea y constante entre cada parte y ese todo.
Para entender todo lo que te acabo de exponer, hay que empezar
hablando de la teoría del holograma (del griego “holos”: la totalidad),
formulada por el científico húngaro Dennis Gabor, que le llevó a ganar el
premio Nobel de Física en 1971. En ella formula una premisa que nos
ayuda también a explicar el tema principal de este libro, cómo el árbol
genealógico guarda la información, y esta idea es la siguiente: “el Todo se
encuentra en la parte y la parte se encuentra en el Todo”.
Aplicándonos esto a nosotras mismas podríamos decir que somos un
holograma, ya que cada célula de nuestro cuerpo lleva consigo toda la
información del mismo (esto ya lo vimos cuando te hablé de Bruce Lipton
en el capítulo de la epigenética, ¿recuerdas?). Extrapolándolo a la herencia
transgeneracional, ese “Todo” sería nuestro inconsciente más el
inconsciente familiar junto con el inconsciente colectivo, y la “parte”
seríamos nosotras. Siendo esto así y siguiendo los fundamentos de Gabor,
nosotras contenemos toda la información que existe en el Todo, pues ésta,
al ser energía, no se puede perder sino repetirse o transformarse, y esta
información se manifiesta en cada parte de una forma única, al tiempo que
no todas las partes manifiestan ese Todo, aunque sí lo contienen.
Trayendo esto último a nuestras vidas, significa que aunque sí llevamos
toda la información de nuestros ancestros en nuestro inconsciente,
individualmente no podemos manifestarla por completo, es decir, no
podemos recrear todas las experiencias que ellos vivieron. Por ejemplo, en
una familia de cinco hermanos, cada cual reflejará en su vida únicamente la
información del clan con la que resuene en ese momento, que será la que
necesite para experimentar lo que su alma ha venido a trabajar, trascender,
y aportar al árbol.
Volviendo a nuestra capacidad para crear nuestra realidad en el
presente, podemos extrapolar esta teoría a nuestra percepción del mundo y
de la vida y hacernos la siguiente pregunta: ¿lo que percibimos con
nuestros sentidos es real, o sólo es un holograma? Es decir, ¿lo que vemos
es una proyección de nuestra mente, una pequeña parte de toda la
información que llevamos en nuestro inconsciente? Esto nos lleva
inexorablemente a David Bohm, científico que en su libro “La Totalidad y
el Orden Implicado” postuló que existe un nivel de realidad no local, es
decir, que lo que percibimos como partículas separadas en realidad no lo
están, sino que en un nivel más profundo de la realidad son meramente
extensiones del mismo “algo” fundamental. Ese nivel en el que las
partículas parecen estar separadas, o sea, en nuestra realidad, lo llamó el
“Orden Explicado”, mientras que el aspecto más profundo de la realidad, el
nivel en el que no existe la separación y todas las cosas se convierten en
parte de una Totalidad, lo llamó el “Orden Implicado”.
Aplicando esto a nuestra existencia en este mundo y al universo,
podríamos decir que somos el orden explicado del “Todo”, o lo que es lo
mismo, la manifestación de una parte de esa información infinita que
contiene. Como dato personal, decirte que Bohm mantuvo durante años una
amistad profunda con Krishnamurti, e incluso publicaron varios libros con
sus diálogos sobre la naturaleza del pensamiento, el universo y el futuro de
la Humanidad, así que ya nos podemos imaginar el nivel de consciencia
que había alcanzado. Es de agradecer que aunque sea de manera ocasional,
los seres humanos contemos con las valiosísimas aportaciones de
científicos que están realmente despiertos.
En definitiva, desarrolló la idea de que nuestro mundo tridimensional es
un reflejo de esa realidad multidimensional, o lo que es lo mismo, que
vivimos en una proyección, que bien podría ser el holograma que te he
mencionado antes. Continuamos:
Como hemos visto, se sabe ya que nuestro cuerpo contiene un patrón
holográfico de energía, que sería nuestro cuerpo energético, y la física
cuántica ha ayudado a demostrar que este cuerpo energético trasciende las
leyes de la energía física tal como la conocíamos, ya que en él está
implicada la conciencia. ¿Qué significa esto? Sigue leyendo, ahora te lo
explico.
Se ha evidenciado que en el nivel cuántico, el observador -es decir,
nosotras, la conciencia-, forma parte de la realidad no sólo como un mero
observador, sino también como una parte que afecta a esa realidad por el
sólo hecho de observarla. Como ya te he explicado, cada cosa en el
universo tiene la capacidad de ser onda y partícula, y numerosos
experimentos han constatado ya que cuando una onda es observada, o sea,
cuando interviene la conciencia, pasa a comportarse como partícula, así que
depende del observador que la realidad cuántica se comporte de una manera
o de otra. Traducido a nuestro mundo, esto viene a decir lo que
hemos visto unas páginas atrás: en lo que tú te enfoques con tus
pensamientos y emociones, esa vibración resonará con algunas de las
infinitas posibilidades que existen en el campo cuántico y se materializará
en tu vida a través de experiencias, situaciones, relaciones, etcétera.
Resumiendo todo lo anterior, podemos decir que el mundo físico que
vemos es la proyección de nuestro inconsciente individual, familiar y
colectivo, y desde nuestra perspectiva, nos parece que todo es tal como lo
vemos y percibimos. Así, el mundo es como una pantalla en la que vemos
proyectadas nuestras creencias y programas inconscientes, lo que nos
retrotrae a lo que te he repetido en varias ocasiones ya: no existe
absolutamente nada fuera de ti, todo lo que ves y experimentas en tu vida
es una proyección de tu mundo interior.
Hilándolo con esto, no puedo dejar de comentar que la percepción
Newtoniana y materialista del mundo y de la vida, en la que las cosas
ocurren por azar y todo está separado, ya se está quedando obsoleta y cada
vez hay más evidencias que demuestran este poder inherente a todos
nosotros a través del cual, sin ninguna duda, estamos creando nuestra
realidad en cada instante y que somos el reflejo de una Unidad en la que
todo está interconectado y funcionando de una forma armoniosa, aunque
desde nuestra percepción limitada no nos lo parezca. La física newtoniana
nos dice que lo que vemos fuera no tiene nada que ver con nosotras, y con
la física cuántica sabemos que todo está relacionado y que nosotras, como
observadoras, influimos en lo que estamos viendo.
Así que llegados a este punto ya sabemos que podremos construir la
vida que realmente deseamos sólo cuando podamos asumir que estamos
atrapadas en los juegos inconscientes y evasivos de nuestro ego y dejemos
de creer que lo que ocurre en nuestras vidas es fruto de la casualidad o de
algo externo a nosotras. De verdad te digo que es una enorme liberación
comprender todo esto, saber que no puede ocurrirte nada que tu mente no
haya proyectado primero. Tu vida entera es un reflejo de la información
que llevas en tu inconsciente, y si quieres transformar algo, sólo tienes que
observar la situación, aceptar que la has creado tú, y que también tú la
puedes cambiar. Trabajando en tus emociones, llega un día en el que has
dejado de verte a ti misma como una víctima, y te has convertido en la
dueña y creadora de tu vida.
Es fundamental tomar conciencia de que todo lo que ves es sólo un
reflejo de tu interpretación previa, que en tu vida sólo puede ocurrir aquello
en lo que te enfocas, y que sólo cuando transformes el “color” de tus
creencias y programas sanando tus emociones, podrás Ver la realidad de
todo lo que ocurre ante ti. La mayor dificultad, como ya vimos en el
capítulo del ego, está en que esa identidad no quiere que cambiemos, nos
hace aferrarnos a nuestras experiencias de dolor y a seguir pensando que la
causa de lo que nos ocurre está fuera, y de ahí vienen sus preguntas de
“cómo”, “cuándo” y “por qué a mí”, perpetuando el ciclo de frustración e
impotencia que no nos deja reconocer y utilizar nuestro verdadero poder.
En definitiva, te conviertes en una creadora consciente cuando puedes
comprender y aceptar que todo esto que acabas de leer, por muy extraño
que te parezca en un principio, realmente funciona así y tomas la decisión
de poner mucha atención a cómo observas a partir de ahora todo lo que ha
pasado y está pasando en tu vida. Si lo miras desde el juicio, la queja y la
negatividad, al menos ahora sabes que seguirás atrayendo a tu vida
situaciones, personas y experiencias que te llevarán a sentir más de lo
mismo.
Si tienes claro que ya no quieres más de eso y decides hacer algo
diferente, empezarás a observar las emociones que las distintas situaciones
te generan, como te he recomendado a lo largo de los capítulos. Al
principio, como en todo, tendrás que poner mucha intención y atención,
pero como has visto en mi propio proceso, en cuanto lleves un tiempo
practicándolo podrás ver cómo cada vez te resultará más fácil observarte
sin juzgarte y acceder a esa parte de ti que es sólo amor y comprensión.
Ahora, imagina cualquier situación de tu vida que te gustaría cambiar o
mejorar. Todas las posibilidades que pueden ocurrir con respecto a esa
situación ya existen en el mundo cuántico, en forma de ondas vibratorias.
Como te he dicho, dependiendo de dónde enfoques tus pensamientos y
emociones, tu mente supra-consciente, tu Yo verdadero, buscará en ese
amplio espectro los mismos parámetros que le has indicado con las
emociones que has emitido, y te enviará aquello que coincida con tu
vibración. El campo cuántico se limita a hacer de espejo, así que
cuanta más armonía y quietud seas capaz de mantener en tu mente, más de
eso estarás creando para tu futuro próximo. Y también más capacitada
estarás para escuchar los “consejos” de tu mente superior, que te llegarán
en forma de intuición, recuerdos, imágenes, frases y canciones que leerás o
escucharás “por casualidad”, encuentros inesperados, etcétera.
En resumidas cuentas, esa Inteligencia amorosa que lo sustenta todo, te
va a llevar siempre hacia lo que has pedido desde tu inconsciente. Y la
mejor manera de saber qué está ocurriendo realmente en tu yo más
profundo es mirar todo lo que está pasando en tu vida, pues siempre será un
reflejo certero. Si al observar con total objetividad y sin juzgarte ves algo
que no te gusta, que es lo más probable, es el momento de indagar con qué
aspectos, situaciones, o personas aún no estás en paz, no has aceptado
plenamente y te mantienes en el enfado, la culpa, los juicios o en el miedo.
Es decir, necesitas ver qué situaciones estás viviendo aún como una víctima
en vez de como la Maestra que eres, y en las que no te estás permitiendo
desarrollar todo el potencial que has traído contigo. Reincido en esto
porque es vital que comprendas que por muy cruda y dolorosa que fuera tu
experiencia de abusos, mientras sigas “enganchada” a aquellas emociones
que te acostumbraste a sentir, vas a seguir atrayendo más de lo mismo a tu
vida.
Al comprender que esto es así, que tu experiencia de dolor tiene este
sentido profundo y sagrado, puedes vivirlo como una bendición en vez de
como un mal karma o simple mala suerte, pues ahora ya sabes que éstos no
existen. Eres la creadora de todo lo que vives a cada momento, ya has visto
que la ciencia nos lo ha demostrado, y necesitas comprender que seguirás
viviendo estas experiencias hasta que puedas darles una visión superior,
agradeciendo de corazón el mensaje y la oportunidad de despertar que
traían para ti.
Lo único real es que somos energía pura, seres de Luz viviendo una
experiencia humana en un mundo tridimensional, con el único fin de
participar e influir en el regreso a la Visión del Todo, esa energía Amorosa
que vive en nosotros y de la que formamos parte. El primer paso para poder
hacer cambios reales es asumir que nada ocurre por casualidad y que ya no
podemos poner la responsabilidad de lo que nos sucede fuera de nosotras,
porque sencillamente, no existe nada externo, todo es una proyección de lo
que estamos creando en nuestro interior. Te transformas en una observadora
y creadora consciente desde el momento en que estás preparada para
asumir que tu realidad diaria es el resultado de cómo decides observarla:
desde el miedo, la culpa y los juicios de tu ego, o desde el amor del
verdadero Ser que eres.
Ocurre lo mismo con tu árbol genealógico: puedes verlo desde una
perspectiva dual en la que todo está separado y pensar que lo que vivieron
tus ancestros no tiene nada que ver contigo y que no puede afectar a tu vida,
o puedes mirarlo con una mente abierta y comprender y aceptar que
muchísimas de las experiencias que has vivido están profundamente unidas
a ellos.
Volviendo a tu presente y a lo que tienes delante ahora en tu vida, el
momento para empezar a cambiar es siempre este instante, y puedes
hacerlo ahora mismo dirigiéndote hacia el espejo que tengas más a mano y
preguntándole a tu niña de tres años cómo se siente ante el hecho de que no
la hayas escuchado en los últimos diez, veinte, treinta o cuarenta años.
¿A qué esperas? ¡Venga, levántate ahora mismo y pruébalo! Te aseguro
que no hay absolutamente nada en tu vida ahora mismo que sea más
urgente que tomar esta simple decisión.
XIII: Mi herida IV

En los fragmentos de este capítulo seguramente volverás a verte


identificada en muchos de los mecanismos que aún presa de mi ego,
continué utilizando en mis treinta y tantos para perpetuar la huida de mi
angustia, que permanecía sepultada en algún lugar recóndito de mi corazón.
Todavía faltaban algunos años más para que empezara a despertar de mi
sueño de dolor y sufrimiento.

“Gran Canaria
1998

Pasaron los meses y sin darse cuenta fue sumergiéndose paulatinamente


en una bruma pesada y oscura en la que uno tras otro, habían acabado
dinamitándose los románticos hechizos, los besos y las caricias infinitas.
_¿Que no queda hachís? ¿Te lo fumaste todo anoche?
Presa del enfado y la decepción, arremetió una vez más en una de sus ya
habituales discusiones. Acababa de llegar de trabajar, estaba cansada y lo
que más le apetecía en el mundo era fumarse un porro. Él estaba aún
dormido y le despertó con sus gritos al ver que la cajita de madera donde
guardaban el hachís estaba vacía.
_¿Qué pasa ahora, chica? ¿A qué viene tanto alboroto?
_¿Que a qué viene? Pues viene a que a me estoy cansando de que
vengan aquí tus amigos cada noche a fumarse el hachís que yo pago. ¿Me
oyes? ¡Ya estoy harta!
Se habían mudado hacía varios meses a un apartamento próximo a Las
Canteras y empezaba a cansarse de cubrir absolutamente todos los gastos.
Los bolos que le salían a Jonattan los fines de semana se los fundía en ron,
cocaína y juergas interminables y
ella empezó a vivir atrapada entre el añorado embrujo que la había
envuelto durante los primeros meses, y las dolorosas evidencias que le
decían que aquella no era la vida con la que había soñado.
Cuando estos pensamientos la sacudían sin piedad, se fumaba un porro
o dos y por unos momentos, todo volvía a ser maravilloso…como antes. Y
ahora quería fumarse ese porro… necesitaba desesperadamente el maldito
porro... ¡Y él se lo había fumado todo!
_¡Toma dinero y vete ahora mismo donde el Litri a comprarle una
china!_, le ordenó furiosa.
Ya relajada y compartiendo el tercer canuto tumbados en la cama, se
abrazó a él con fuerza y se disculpó…una vez más.
_No pasa nada, ya sé cómo eres_, se limitó a responderle sin mirarla.
Había terminado su último contrato de trabajadora social en el
ayuntamiento y llevaba ya un par de meses trabajando en la tienda de un
prestigioso club deportivo de la isla, vendiendo pelotas y palos de golf a un
puñado de snobs a los que no soportaba.
Entre eso y las cada vez más asiduas peleas con Jonattan, se le hacía
cada día más insoportable el infierno en el que sin darse cuenta se había
metido, pero el recuerdo maravilloso de los primeros meses junto a él la
aprisionaba en un vacuo y desesperado anhelo de recuperar lo que
irremisiblemente se le escurría entre los dedos.
Necesitaba un revulsivo, algo que le hiciera tocar fondo y que le
permitiera salir de la dicotomía de la que era presa, pero éste no llegaba.
Sabía que tenía que alejarse de él y al mismo tiempo se le desgarraba el
alma con sólo vislumbrar la posibilidad de hacerlo.

“Gran Canaria – Menorca


Enero - Junio 2000
“El padre y el hijo son dos.
La madre y el hijo son uno”
Lao Tse

¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios!


Su corazón se aceleraba por momentos y la ilusión se fue
transformando en una alegría indescriptible, completamente desconocida
para ella hasta entonces.
¿De verdad me está pasando esto?, se preguntaba pletórica, estallando
en una catarsis de pura felicidad mientras miraba una y otra vez el
predictor con los ojos llorosos.
Voy a bajar a la farmacia a comprar otro por si acaso. ¡Quiero estar
segura de verdad! No quiero emocionarme y después llevarme un chasco.
Pero lo de las tetas… ¿qué va a ser si no? Nunca se me habían puesto tan
duras y con las venas hinchadas…y las cuatro semanas de retraso…yo
siempre he sido como un reloj...¡Voy a ser madre! ¡Dios mío! ¡Jonattan!
¡Esto seguro que sí le ayudará a cambiar! ¡Vamos a tener un hijo!, se
repetía en voz alta una y otra vez entre risas y lágrimas, tratando de
ayudarse a sí misma a creérselo de verdad, al tiempo que acariciaba su
vientre con un amor nuevo y maravilloso que se escapaba a su
entendimiento y a cualquier otro sentimiento que hubiera vivido antes de
aquel día.
Su anhelo más sagrado desde que en las lejanas noches de niña miraba a
las estrellas buscando a sus hijos, por fin se había hecho realidad. El
milagro de la vida la había impregnado de algo más grande que ella misma,
y su esperanza de conocer por fin la plenitud con la que siempre había
soñado resurgía de sus cenizas con una fuerza arrolladora.
Sumida en un paroxismo embriagador, no podía dejar de llorar de
felicidad y de acariciar su vientre, repitiendo las palabras una y otra vez.
“Por fin…por fin estás aquí…”, y sin poder explicar cómo, sabía desde
lo más profundo que aquello era un reencuentro con el alma de su hijo, que
desde hacía mucho tiempo conocía a aquel ser que ahora latía dentro de ella
y que por fin habían vuelto a encontrarse para compartir muchas cosas que
habían quedado pendientes.
Había pasado un mes desde la marcha de Jonattan, y cada uno de
aquellos interminables días luchó encarnizadamente para no pedirle que
volviera. Seguía queriéndole con toda su alma y aún le resultaba imposible
aceptar que un amor como el suyo se hubiera acabado sin darse más
oportunidades. Él la había llamado en varias ocasiones contándole que allí
no había muchos bolos y que seguía trabajando en la construcción en el sur
de la isla.
_Esto es muy duro, Sara. Dormimos en unos barracones y trabajamos
todo el día bajo el sol. Al menos sí nos dan bien de comer...
_¿Todo el día? ¿No tenéis ni un rato de descanso?_, solía preocuparse.
_Bueno sí, al mediodía para comer, ya tú sabes...
_¿Y cuánto tiempo durará la obra? ¿Al menos la cama es cómoda?
La pena la embargaba cada vez que hablaban y en más de una ocasión
se tuvo que morder la lengua para no sucumbir y decirle que el amor que
sentían el uno por el otro, bastaría para solventar todas sus dificultades. No
lo hizo. Una voz dentro de ella acallaba a su yo nostálgica y enamorada,
recordándole implacable los gritos, las discusiones, su dejadez y sus
adicciones, las advertencias de Alejandra y de sus hermanos...y tragándose
el dolor, había conseguido sobrevivir aquel interminable mes sin él, con la
silenciosa y secreta esperanza de que algún día no lejano volvería dispuesto
a cambiar para recuperarla.
Parece que ese día ha llegado, Jonattan. Este milagro sí que te va a
hacer cambiar, se decía mientras marcaba con los dedos temblorosos su
número en el móvil”.

“San Sebastián
2000

_Hija, tu madre y yo hemos hablado de tu situación y… ¿qué te parece


si te vienes a vivir aquí el tiempo que necesites para que puedas criar al
niño tranquila?
_Si queréis que viva con vosotros, tendremos que hacer terapia
familiar, porque si no, la convivencia va a ser insoportable para todos_, les
había dicho por teléfono, con su bebé de tan sólo doce días durmiendo
plácidamente en sus brazos.
_Lo que tú quieras Sara, nos parece bien_, respondieron los dos, para su
sorpresa.
Joder, sí que tienen ganas de tener un bebé en casa…pensó contrariada
y atrapada en la dicotomía de sus emociones, sintiendo al mismo tiempo el
viejo y amargo odio hacia sus padres, y un amor inconmensurable por
aquella preciosa cosita que bostezaba feliz acurrucada en su pecho.
Tras un año acudiendo a la consulta del doctor Lizarra, la rabia y el
desprecio que aún sentía hacia su padre había comenzado a resquebrajarse
poco a poco…hasta que un día, de la forma más inesperada, pudo
vislumbrar en su corazón los primeros visos de un extraño sentimiento…
muy similar al perdón.
”Sí, hijo, tú me has salvado”, continuó escribiendo. “Estaba llena de
odio y todo eso ahora está cambiando. Gracias, cariño. Aprovecho para
contarte una cosa muy graciosa que has hecho hoy: el abuelo te ha dado un
langostino pelado (te encaaantan) y cuando te ha preguntado “¿qué se
dice?”, esperando que le dieras las gracias, vas y le dices con tu preciosa
sonrisita abierta de par en par: “Máz”. Ja ja jaaaa, lo que nos hemos reído,
hijo. Nunca tendré palabras suficientes para agradecerte todo lo bonito que
estás trayendo a mi vida, Andoni...”
Durante unos segundos, pasaron por su mente las imágenes aún claras y
vívidas de aquella tarde ocho meses atrás, en la que su mundo interior
sufrió un vuelco vertiginoso. Tras aquel día y a lo largo de los meses
siguientes, una nueva y extraordinaria sensación de libertad iba creciendo
exponencialmente en ella.
_¿Qué me estás diciendo, Sarita? ¿Cómo que aquello siguió ocurriendo
durante años?
Su padre, arrodillado a sus pies, lloraba desconsolado echándose las
manos a la cabeza y ella no daba crédito a lo que estaba oyendo. Petrificada
con todo el cuerpo en tensión y lleno de odio, no fue capaz de otra cosa sino
de seguir escupiendo toda la rabia y el asco que la habían acompañado
desde que era una niña. Desvió su mirada hacia Josean, su psicólogo,
esperando que hiciera o dijera algo y ante su silencio parsimonioso, volvió
a mirar a su padre, con los ojos aún encendidos en fuego.
_¿Me vas a decir ahora que no lo sabías? ¿Me vas a decir que de verdad
pensabas que aquello había dejado de ocurrir por arte de magia, joder?
_Sara…te juro por lo más sagrado..._, seguía llorando, deshecho y
hundido como ella jamás le había visto_, te juro que yo di por sentado que
aquello se terminó en cuanto hablé con él…
_¿¿¿QUÉ???_, escupió un grito espeso_. ¿Qu...que...hablaste…? ¿Que
hablaste con él? ¿Có...cómo que hablaste con él? ¿Qu...qué me estás
diciendo, papá?
_Sara…hija…_, la miraba ahora a los ojos, aún arrodillado y sin poder
frenar su llanto_, en cuanto tu madre me lo contó, yo le agarré por el cuello
y le dije: “¡Si la vuelves a tocar, te mato!”
¿Que sí hizo algo para protegerme? ¡Dios mío! ¡Sí hicieron algo! ¡Él
habló con Agustín! ¡Dios mío!
_Pero..._, balbuceaba, aún atónita_, ¿por qué...por qué nunca vinisteis a
hablar conmigo…? ¿Por qué nunca me preguntasteis cómo me sentía...?
¿Có...cómo lo disteis por zanjado tan fácilmente_, inquirió una y otra vez,
con la respiración entrecortada y las lágrimas anegando ahora sus ojos.
_Sarita…ya sabes…esos temas…
_¡No me llames Sarita!_, volvió a gritarle, aún aturdida por todas las
emociones que se agolpaban en su interior.
_Perdóname hija, perdóname por favor. En casa no teníamos costumbre
de hablar de eso…_, continuó explicándose, desgarrado por el dolor_. Esas
cosas no se hablan…lo dimos por zanjado y ya está…ahora me doy cuenta
del craso error…ahora comprendo muchas cosas, hija…
_¡Oh, Dios…!
_¡Tú eres la gran desconocida…tú eres la gran incomprendida de esta
familia!_, le dijo con los ojos enrojecidos en su mirada descompuesta, una
mirada que hasta aquel mismo instante Sara nunca había visto en él.
¡Dios mío! ¿Esto está pasando de verdad? ¿Mi padre por fin puede
verme? ¡Sí hizo algo! ¡Sí hizo algo para para protegerme!
¡Y ahora me comprende! ¡¡¡Ahora sabe todo lo que he pasado!!!”

“San Sebastián – Libretita Andoni


2004

“Hola cariño: acabamos de llegar de urgencias, he tenido que llevarte


por una otitis. No dejabas de llorar y de decir: “Mamá, pupa aquí”. Te ha
encantado toda la aventura de ir en el coche en plena noche, ver las
ambulancias en el hospital, ir en brazos de mamá todo el rato, ir a la
farmacia de guardia con las calles desiertas, atravesar toda la ciudad con
mamá hablándote en mejicano para hacerte reír (cosa que conseguí
enseguida), tomarte la medicina mágica en casa, y por fin, ya sin dolor,
meterte en la cama conmigo abrazada a ti.
Debo decirte que una madre pasa un mal rato al vivir todo esto, hasta
ver que su hijo ya está bien. Es duro vivir esto sola Andoni, y más estando
embarazada de ocho meses, pero al mismo tiempo está siendo una
experiencia única que me está permitiendo conocerme mejor, ver que en
realidad somos más fuertes de lo que creemos. La gratificación al ver el
resultado final…tu bienestar y tu sonrisa…es INMENSA y lo compensa
TODO con creces.
En estos tres años y medio me has dado más momentos felices que
todos los que había vivido antes de que llegaras a mi vida, hijo. Aprovecho
para contarte la última de tus gracias: el otro día estábamos cenando
espaguettis (que te encantan) en casa de los abuelos. Se te quedaron
algunos colgando de la boca y me miraste con los ojos bien abiertos como
diciéndome: “¿qué hago?”. Yo te dije: “chupa para dentro” y como aún no
diferencias bien lo de chupar para adentro o escupir para afuera, escupiste
todos los espaguettis por la mesa y el suelo…no veas qué ataque de risa nos
dio. Limpiarlos después fue un trabajo, pero mereció la pena vivir el
momento.
Te quiero, mi vida. Mamá”.

“San Sebastián
2004

_Perdóname...Perdóname...Perdóname_, repetía una y otra vez mientras


la mecía suavemente en sus brazos.
Yo ya sé lo que es desear y querer a un hijo… ¿qué me pasa?

_Perdóname Anne, perdóname_, le susurraba al oído besando sus


mejillas sonrosadas, con mucho cuidado de que las lágrimas no perturbaran
su plácido sueño.
Hacía una semana que había tenido que empezar a darle el biberón,
pues inesperadamente sus pechos dejaron de dar suficiente leche. Sintió un
extraño alivio cuando ocurrió, pero la pena y la culpa que la asediaban día y
noche por lo mala madre que se sentía, eran infinitamente mayores que
cualquier otro sentimiento que pudiera tener en aquel momento tan
delicado de su vida.
Sin pareja, lejos de sus hermanos, sin una amiga íntima con la que
charlar y desahogarse, y criando a un niño de tres años y medio y a una
bebé de tres meses en un lugar que no consideraba su hogar, no conseguía
escapar de la decepción y el enfado descomunal que sentía hacia el mundo
y hacia su vida en general.
Anne crecía sana y feliz, aparentemente ajena al torbellino de
contradicciones que abrumaban a Sara a diario, pero sabía que su hija lo
notaría. Ella, que era la reina de la susceptibilidad, cómo no iba a saber que
la pequeña criatura que dormía en sus brazos sentiría de alguna manera que
no podía quererla de la misma manera que quería a su otro hijo.
_Es normal, Sara. Sólo necesitas tiempo, tus hormonas están ahora
descolocadas y todo volverá a su lugar, ya lo verás_, le explicaba cada
lunes Josean, al que había llamado de nuevo ante la impotencia que sentía
en su nueva situación.
_Me siento tan mal..._, se lamentaba sin poder dejar de llorar_. ¿Cómo
puedo ser tan hija de puta como para no querer a mi propia hija?
_Sara, eres una mujer de treinta y seis años pasando por un momento
sumamente complicado. Te quedaste embarazada justo cuando te habías
desenamorado de su padre y probablemente tu mente está proyectando en
ella el rechazo que sentiste hacia él durante el embarazo. También tus
hormonas están alteradas después del parto, ten eso en cuenta_, le reiteró_.
Se te pasará y poco a poco tu corazón se irá abriendo y podrás conectar con
el amor que ya sientes por ella...
_¿El amor que ya siento? ¡Pero si no puedo sentir nada!_, gritó sin
poder soportarse a sí misma al escucharse decir aquellas horrendas
palabras.
_¿Tú crees que si realmente no quisieras a tu hija dedicarías todas las
sesiones a las que has venido prácticamente desde que nació, a hablar
exclusivamente de ella? ¿Eso tiene sentido para ti?_, le preguntó
sonriéndole, con un tono paciente y amoroso_. Piensa también en tu
preocupación por que Andoni sufra al no tenerte como antes…eso no te
permite conectar con tus verdaderos sentimientos hacia Anne. Sólo es
cuestión de tiempo Sara, tómatelo con calma y trátate con comprensión...
Menos mal que no es nada atractivo…sólo me faltaba engancharme de
mi psicólogo, pensaba cada vez que salía de la consulta. Si al menos
conociera a un hombre que me comprendiera y me hablara igual que él...”

“San Sebastián
2004
Anne era una preciosa bebé que se lo puso muy fácil desde el principio.
Generalmente dormía ya toda la noche seguida, y las horas que pasaba
despierta era todo alegría y caritas sonrientes.
Tal como había vaticinado Josean, fue enamorándose de ella poco a
poco, hasta que una tarde, justo al cumplir su quinto mes, de repente pudo
sentirlo. Su pequeña estaba tumbada estirando los bracitos y riendo a
carcajada limpia, intentando atrapar las burbujas de jabón que ella lanzaba
al aire. Habían jugado a esto muchísimas veces y no fue hasta ese momento
cuando pudo por fin contemplar la belleza angelical que impregnaba a su
hijita, igual que había podido verla en Andoni desde el mismo día en que
nació.
Rompió a llorar emocionada, la cogió en sus brazos y besándola sin
parar sólo pudo decirle: “¡Gracias hija, gracias!”

“San Sebastián
Diario - Abril 2005

Hoy estoy súper contenta. He conocido a una madre con dos hijos de la
misma edad que Andoni y Anne y me ha parecido muy simpática. Nos
hemos contado muchas cosas de nuestras vidas y hemos conectado
enseguida. Echaba en falta una amiga así, con la que coincida en otras
cosas y no sólo con la maternidad. A ella también le gusta leer, es inquieta
y curiosa como yo y además muy positiva y divertida. Con el grupo de las
madres del cole no suelen surgir otras conversaciones aparte de los pañales
o de los problemas con sus maridos y no termino de encajar del todo,
muchas veces me aburro. Hemos quedado en que se pasará una mañana de
éstas por la librería para charlar y tomarnos un café. Poco a poco empiezan
a mejorar las cosas, hoy me siento muy bien.
El otro día le llamé a Jonattan, a ver si viene pronto a ver a Andoni. Me
dijo que en cuanto tenga un par de días libres, vendrá. No me importa
pagarle yo todo, me duele mucho ver a Andoni creciendo sin su padre y
quiero que al menos tenga algunos recuerdos bonitos de él. La librería aún
no me da suficiente como para poder ser
autónoma del todo y sigo necesitando la ayuda de Maite, espero poder
conseguirlo pronto, me sentiré mucho mejor. Ella es un ángel y me ayuda
con todo su amor y se lo voy a agradecer siempre, pero yo necesito sentir
que puedo hacerlo por mí misma. Ya te contaré qué tal.
Con papá sigo más o menos bien, nos contamos todo y confío en él,
aunque a veces se le escapa algún grito de los de antaño y se me revuelven
las tripas. Mamá sigue con su actitud de siempre, metiendo la cabeza
debajo del suelo como una avestruz. No creo que con ella haya nada más
que hacer. Voy al pueblo a comer con ellos todos los sábados y solemos
pasar un rato agradable con los niños, al menos Andoni tiene un referente
masculino con la presencia de papá...
Qué bonito sería que apareciera un hombre en mi vida y le diera todo lo
bueno que Fran sí le está dando a Anne…a veces me siento muy sola y la
situación se me hace demasiado dura en este sentido.
Llevo dos días a dieta, creo que ahora sí me veo por fin con fuerza de
voluntad para bajar los kilos que he subido estos meses. Desde la llegada de
Anne he estado más ansiosa y no he podido controlarme, pero ahora ya me
siento más fuerte. Hace meses dejé la terapia, me ayudó mucho en su día
para comprender lo que me pasaba con Anne, pero ya me veo bien para
seguir avanzando sola.”

“San Sebastián
2007

Habían pasado un par de meses desde el demoledor email de Joseba y ante


su incapacidad para asumir la pérdida desgarradora, había entrado en
barrena en una penosa situación en la que sin darse cuenta, su dignidad
como mujer había llegado a arrastrarse a los niveles más bajos.
Acudía a él sin dudarlo cada vez que le pedía quedar, pasaba los días
mirando el móvil esperando un mensaje o una llamada suya, y en su mente
no había otro pensamiento que no prometiera un futuro cercano en el que él
por fin aclararía sus ideas y acabaría deseando recuperar todo lo
maravilloso que habían vivido durante aquel mes inolvidable.
Joseba se había quedado sin conocer a Andoni y a Anne, y Sara no
podía renunciar a la felicidad que le brindaba aquel sueño que había
acariciado junto a él…un hombre que la quería y que quería también
implicarse con sus hijos. Le sorprendió ver cómo sus uñas, hasta entonces
siempre largas y resistentes, se le fueron partiendo una a una y no parecían
querer volver a crecer con la misma fuerza de antaño”.
Sólo necesita tiempo para darse cuenta de que sí es esto lo que quiere
para su vida y que nos une algo realmente especial, se repetía a diario,
incapaz de ver que los hechos le hablaban de una realidad muy diferente.
Y lo de las uñas, será por la ansiedad…ya crecerán”.

“San Sebastián
2007

_Llevo dos días con una dieta nueva, y me siento genial. Este verano sí
que voy a poder ir a la playa a gusto por fin. ¡Empieza la operación bikini!
_¿Ah, sí? ¿Cuál es?
_Una de unos batidos, los sustituyes por algunas comidas y te
garantizan que bajas dos kilos semanales, o más. ¡Estoy súper contenta!
Se enfrascaban en una de sus entretenidas conversaciones mientras los
niños correteaban felices por el parque. Ya era finales de abril y la
temperatura comenzaba a suavizar en San Sebastián, y como cada año, Sara
entraba de lleno en su enfermiza obsesión por adelgazar ante la
amenazadora y terrorífica realidad que los abrigos y las bufandas habían
camuflado durante el invierno.
_Este año lo tengo que conseguir, Nuria. Lo paso fatal yendo a la playa
con estos jamones_, bramó señalando a sus muslos.
_Pues yo no te veo tan mal…sí te sobran algunos kilitos, pero tienes tu
cinturita estrecha y tus curvas…si te lo tomaras con calma yo creo que irías
bajando casi sin darte cuenta_, intentó disuadirla de continuar con su eterna
contumacia de caer en estrictas e inútiles dietas milagro.
_Ya me he gastado doscientos euros en todo el pack de batidos, así que
la tengo que hacer, sí o sí. Cuando esté en mi peso ya haré lo que dices,
comer de todo un poco para mantenerme_, respondió tajante, como cada
vez que se proponía firmemente empezar una nueva dieta_. Dos meses…a
unos dos kilos por semana…_, calculaba ahora en voz alta_, ¡antes de junio
ya estaré despampanante!
_¿Qué tal con Joseba el viernes?_, Nuria prefirió dejar el tema.
_Muy bien. Me llevó a un restaurante precioso en lo viejo y luego
vinimos a mi casa.
_¿Se quedó a dormir?
_Sí, esta vez sí_, sonrió triunfal_. Le dije que me sentaba muy mal que
se fuera siempre después de hacer el amor y conseguí que se quedara. Se
fue nada más despertarse temprano, pero algo es algo…vamos
avanzando…
_¿Avanzando? ¿En serio crees que suplicar a un hombre que se quede
contigo después de hacer el amor es avanzar?_, le espetó estupefacta”.

“San Sebastián
2008

“Apuntes de la formación Gestalt:


Talón de Aquiles:
Si tuviera que describir mi dolor, ese punto de “muerte”...lo peor que
podría pasarme... ¿Cuál es ese miedo?

“Mi talón de Aquiles es mostrar a los demás que soy frágil y


arriesgarme a que viéndome en mi fragilidad, me rechacen o no me
comprendan. Si muestro mi fragilidad y no me cuidan, volveré a sentir el
dolor que sentí de niña y se me haría insoportable”.
Ejercicio:
-Por parejas, poner la mano en la zona donde está mi talón de Aquiles:
mi vientre. Cerrar los ojos e ir al pasado, dejar sentir la historia que tiene
relación con esa parte de mi cuerpo: veo a Agustín y a mamá.
Palabras claves de esta historia: Abuso-Indefensión-Soledad-Niña-
Rompimiento.
-Luego, cerrar los ojos e imaginar qué podría pasarme, lo peor, para
sentir que se ha tocado mi talón de Aquiles: no veo nada, pero sí tengo la
sensación corporal de cabreo (manos y brazos pesados, en tensión), y yo
seria, cabreada.
-Completar la frase: “Y si me cabreo...”.
-Me sale: “Me siento a salvo”.
“San Sebastián
2008

_Bueno, ¿Y cómo estás con tus hermanos? ¿Ya has digerido lo de la


carta?
Pasaban la tarde del domingo en su casa, como solían hacer los días que
llovía a cántaros. Los niños veían una película en el salón y como siempre,
ellas aprovechaban hasta el último minuto que las dejaban tranquilas para
hablar de sus cosas.
_Más o menos… ¿te puedes creer que le envié hace unos días a Begoña
el relato que escribí en el curso de creatividad y que su respuesta ha sido de
nuevo que eso ya pasó y que tengo que superarlo de una vez?
_No me dices nada que no sepa Sara, es lo mismo que te dijeron con lo
de la carta… ¿no tendrás que aceptar que ellos no te pueden dar lo que
necesitas?
_Es que no puedo entender su actitud, joder. Es como si a alguien le
pilla un camión de niño, sus padres no le llevan al hospital y después la
familia le echa en cara que no se haya curado las heridas y que no camine
al mismo ritmo que los demás. Sería absurdo, ¿verdad?
_Pues sí…visto así, sí...
_¡La putada de las heridas del alma es que no se ven!_, bufó mirando al
vacío.
_Al menos Manuel sí te llamó muy comprensivo, ¿no?
_Sí_, se emocionó_. Felipe también me ha enviado un email bastante
extenso y cariñoso, diciéndome que me quiere mucho y que lamenta de
corazón que haya tenido que vivir todo aquello. Termina su carta con un
“vive o jódete”, pero bueno, le agradezco que al menos a su manera lo haya
intentado.
_Para un troglodita como él eso es mucho, ¿no? Valóralo Sara, yo
siempre he visto que te quieren mucho, pero este tema se les escapa de las
manos…
_Supongo que tienes razón…
_Y tú también les quieres mucho…a todos ellos. No hay más que ver
cómo se te ilumina la cara cada vez que me hablas de las fiestas que hacíais
en la época de la universidad, las acampadas, las risas, los chistes, las
partidas a la escoba para ver quién fregaba después de comer…
_Sí…_, susurró.
_Es como si vivieras una contradicción, ¿sabes?
_¿Cómo es eso? No te entiendo…
_Pues por un lado sigues necesitando ese reconocimiento y cada vez
que sale el tema se te hincha la vena y te pones como una fiera, enfadada y
a la defensiva…pero después todo eso desaparece y me dices que les echas
de menos, que estás deseando irte a vivir allí otra vez...y es cuando sale la
Sara más tierna y cariñosa…cuando conectas con el amor que en realidad
sientes por ellos…
_Oye, ¿tú no te has planteado hacerte terapeuta?_, bromeó_. Ahora que
me dices esto, me estoy dando cuenta de que fue a raíz de venirme a vivir
aquí cuando empezó a agudizarse esa necesidad de su reconocimiento…
creo que vivir lejos mientras ellos seguían allí juntos hizo que se
magnificara la sensación de excluida que tuve siempre. Y también que con
el tiempo fui viendo que algunos de ellos realmente preferían
tenerme lejos…¡menos complicaciones con la problemática a dos mil
kilómetros de distancia!”

“San Sebastián
2009

_Siempre preguntándome por qué me pasa lo de la comida, intentando


comprender y encontrar una explicación que me lo quitara de encima…que
si es para protegerme con los kilos de más como una defensa por los
abusos, que si es por las carencias afectivas que sentí con mamá…y ahora,
después de tres años estudiando la Terapia Gestalt, lo único que he sacado
en claro es que no sirve de nada preguntarme por qué…sino para qué. Y
resulta que el jodido “para qué” tampoco me sirve de nada. ¡Estoy harta de
vivir así!
Nuria la escuchaba con comprensión, sabiendo que su amiga se
encontraba en una de sus rachas de desencanto existencial, en las que
desaparecía la habitual Sara
graciosa, alegre, positiva, profunda, payasa y dicharachera con la que se
reía y disfrutaba como con nadie, y emergía una mujer enfadada e
impotente que lo único que sabía hacer era lamentarse de las penurias de su
vida.
_¡Y encima, lo de Chimo! ¡Menuda rachita de mierda, joder!
_Cuánto lo siento cielo, de verdad.
_¡Es que ya voy a pensar que llevo una especie de maldición con los
hombres, esto no es normal, coño! Y esta vez sí que he tenido cuidado de
no espantarle, ¿eh?_, seguía desahogándose, alternando la rabia y el dolor.
_¿Qué pasó exactamente?
_Pues me dijo que soy de esas mujeres fuertes que son como la luz del
sol, que uno sabe que siempre está ahí, peroooo…siempre el jodido pero,
coño.
_¿Pero qué? ¿Qué te dijo?
_Pues que no ve que vayamos a funcionar juntos…que lo ha pasado
muy bien estos días, pero que prefiere que no nos veamos más. Eso es lo
que me dijo, Nuria. ¡Qué harta estoy, joder!
_Sara cielo…no sé cómo decirte esto sin que te enfades…
_¿El qué? Venga, dímelo, te prometo que no me enfado.
_Bueno…que es lo de siempre, te acostaste con él la primera noche y a
la mañana siguiente ya estabas coladita por él...y después de dos semanas
parece que te ha dejado tu novio de toda la vida y no uno al que
prácticamente acabas de conocer…lo hemos hablado muchas veces y
sigues atrapada en lo mismo...
_¿Y?_, soltó a la defensiva, olvidándose de su promesa_. ¿Qué me estás
diciendo con eso, que no tendría que acostarme con un hombre la primera
noche porque las “mujeres decentes” no hacen eso y los hombres buscan
una mujer recatada en una relación?
_¡No, Sara, sabes muy bien que no te estoy diciendo eso!_, le espetó,
hablándole con tono tajante ahora_. ¡Déjate de chorradas de decencia, sabes
muy bien que yo no comulgo con esa mierda! Lo que intento decirte es lo
que te he dicho ya muchas veces…que si lo que buscas es el amor, no lo
vas a encontrar así. ¿No te das cuenta de que estás repitiendo el mismo
patrón una y otra vez?
Nuria sabía muy bien que con ese tema, Sara sólo accedería a
escucharla si le hablaba en su mismo idioma -con contundencia- y aunque
no era propio de ella mostrarse tan vehemente en su trato con los demás,
notaba cierto subidón cada vez que las estrambóticas situaciones que su
amiga acababa generando en su vida afectiva, requerían que despertara a su
yo más guerrera.
_ ¿Lo ves?_, insistió manteniendo su tono firme.
_No, no lo veo, Nuria. ¿Qué tiene de malo que quiera tener pareja?_,
suavizó su voz, empezando a conectar de verdad con su dolor.
_Nada cariño…lo erróneo es pensar que no podrás ser feliz hasta que la
encuentres. Es parecido a lo que hablamos siempre de tus hermanos…vives
buscando siempre fuera de ti… sin confiar en tus propias capacidades…con
lo fuerte, valiente y decidida que eres y con todo lo que me ayudaste tú a
mí en su día, me entristece mucho verte así, Sara. Desde lo de Joseba
entraste en este bucle y sigues atrapada...
_Sí, creo que empiezo a verlo…_, cedió finalmente, ahora con lágrimas
en sus ojos_. Estoy tan cansada, Nuria...y me siento tan sola…yo…yo
quería una familia completa...
_Lo sé, cariño…_, se acercó para abrazarla_. Pero es que de esta
manera tú sola te estás haciendo daño, llenando tu anhelo de encontrar el
amor con hombres a los que ni siquiera te das la oportunidad de conocer…
_Tienes razón. Esto tiene que cambiar…no quiero seguir viviendo así…
de verdad que no lo soporto más..._, arrastraba las palabras mientras se
secaba las lágrimas_. Y para colmo está mi tía Carmen con sus reproches…
y los comentarios de mis primos y mi tío…_, continuó desahogándose.
_¿Otra vez?
_Sí…lo mismo de siempre…que si debería haber seguido estudiando
euskera para encontrar un trabajo mejor, que no puedo seguir así, dejando
que Maite me pague el piso, que conoce a otras madres solas que luchan de
verdad para salir adelante con sus hijos…que si mis primos y mi tío van
diciendo por el pueblo que así es muy fácil traer hijos al mundo y que soy
una caradura...
_¿Tus primos? ¿Esa es la prima que no quiso saber nada de ti ni de los
niños cuando la llamaste un par de veces para que vuestros hijos se
conocieran? ¿De verdad vas a dejar que esa gente te afecte?
_Ya…tienes razón…es que hoy tengo un mal día…
_¿Y qué te dice Maite?
_Ella es un Ángel Nuria, ya lo sabes..._, susurró con la voz rota,
volviendo a emocionarse_. Siempre me dice que no haga caso, que ella con
su dinero puede hacer lo que quiera y lo que quiere es ayudarme, porque se
siente muy orgullosa de mí…_, añadió con las lágrimas brotando de nuevo
en sus ojos.
_Qué bueno que la tienes a ella, Sarita…céntrate en eso…olvídate de
Carmen y de los demás…”

“San Sebastián
2009

_¿No crees que de alguna manera les has hecho responsables de lo que
te pasó?_, se lanzó Nuria de nuevo, ahora que parecía que estaba más
receptiva a escuchar.
_Buf, no sé chicos, de verdad que ahora no puedo pensar con claridad.
Sólo siento el dolor, eso es lo único que sé.
_Ya, pero…
_No, no les he hecho responsables…_, le interrumpió_. De no haber
querido mirar de frente a lo que me pasó y de juzgarme injustamente…de
eso sí les hago responsables_, sentenció con firmeza.
_Bueno, ya lo irás saneando con el tiempo…pero creo que esto de no
cogerles el teléfono, no va a ser nada constructivo_, insistió él_. ¿No os
enseñan en la formación Gestalt a hablar abiertamente de los sentimientos?
_¡Sí, claro! Como el año pasado, cuando mi padre les llevó mi carta...ya
ves para lo que sirvió…_, le espetó ahora con acritud.
_Así que todo esto viene por lo que pasó con la carta…te has quedado
dolida_, señaló Nuria.
_Pues ahora que lo he dicho en voz alta, creo que sí…no puedo
comprender ni perdonar su actitud, la verdad. Intenté aceptarlo y dejarlo
estar, pero no puedo…no me lo puedo quitar de encima...
_¿Para qué les hiciste llegar aquella carta? ¿Qué esperabas de ellos?_,
le preguntó Mikel.
_Pues…_, se tomó unos segundos antes de responder_, creo…creo que
necesitaba y sigo necesitando…que me vean…_, se emocionó, hablando
ahora con la voz entrecortada y con lágrimas en los ojos_. Necesito que me
comprendan y que reconozcan también mi dolor, no sólo los errores que he
cometido…eso es lo que necesito…_, siguió desahogándose, sin poder
frenar el torrente de lágrimas que rodaban ya por sus mejillas.
_Y no lo recibiste, ¿no?_, siguió preguntándole, mirándola con ternura.
_Toma, cielo_, Nuria le acercó un pañuelo.
_No…no recibí eso. Bueno…de Manuel sí...y Felipe también me
respondió…a su manera…pero al menos sí sentí que me tuvo en cuenta_,
seguía llorando, mientras trastabillaba al hablar. Álvaro también me
llamó…pero no me sentí comprendida…hace tiempo que las cosas
tampoco son lo que eran con él…_, continuó desahogándose.
_Entonces, cariño…_, continuó Mikel_, ¿no crees que no te queda más
remedio que aceptar que por el motivo que sea no te pueden dar ese
reconocimiento...y empezar a buscarlo en otro sitio?
_¿Y dónde? ¿Dónde lo busco? ¿Quién me lo va a dar?_, inquirió al
tiempo que se sonaba con el pañuelo.
_¿Te das cuenta de que hablas como una víctima, Sara?
_¡Es que soy una víctima, Mikel!_, le espetó de nuevo, poniéndose a la
defensiva.
_No, Sara. Lo que yo veo es que fuiste una víctima cuando eras una
niña...y ahora te comportas como si aún lo fueras…pero no es cierto, es un
autoengaño. ¿No lo ves, cielo?
_Sara, muchas veces me has hablado también de todas las cosas
positivas que hubo en tu familia_, terció Nuria con mucha ternura_. Las
canciones de tu padre y su voz celestial que os emocionaba a todos, sus
anécdotas tan bonitas de cuando se enamoró de tu madre siendo sólo un
adolescente, cómo fue a la Basílica del Pilar a hacerle la promesa de que
iría allí con ella si algún día conseguía su amor y cómo años después
cumplió su promesa, los amigos que venían a vuestra casa, las bromas y los
chistes de tus hermanos, todas las veces que te han ayudado...
_¿Y qué puedo hacer? De verdad que no sé qué más puedo hacer…_,
clamó de pronto, sintiéndose verdaderamente impotente y derrotada, casi
sin escuchar lo que acababa de decir.
_¿Qué tal si empiezas tú a darte a ti misma ese reconocimiento y esa
comprensión que tanto necesitas?
_¿Y cómo? ¿Cómo puedo hacer eso?_, imploró, rompiendo a llorar de
nuevo_. ¿Crees que no lo intento? ¿Crees que no me encantaría poder
hacerlo? ¿Creéis que no me encantaría quererme a mí misma y vivir en
paz? No sé cómo hacerlo, joder…de verdad que hasta que ellos no me lo
den, siento que yo jamás podré sentir que me lo merezco de verdad…
_Entiendo.
_¿Sabéis cuántas veces he soñado con ser una más entre ellos, con dejar
de sentirme la rara, la especial? A veces fantaseo que me toca la loto y me
imagino haciendo realidad todos sus sueños…haciéndoles felices…_,
continuó abriéndose_. A Felipe le compraría un barco. Su ilusión es dar la
vuelta al mundo navegando, ¿sabéis? A Manuel, el coche que lleva años
deseando comprarse. A Álvaro, le montaría un club de fútbol para que
pudiera vivir haciendo lo que más le gusta. Y a los demás, les pagaría sus
hipotecas para que vivieran más tranquilos…lo he pensado muchas veces...
_¿Y qué crees que conseguirías con eso? ¿Qué ves en tu fantasía?_,
quiso saber Mikel.
_Me…me querrían..._, les miró fijamente a los ojos_. Dejaría de ser por
fin un problema para ellos, tendría mi sitio en la familia, el sitio que de
verdad me corresponde…_, susurró en un hilillo de voz.
_¿Y cuál es ese sitio, Sara?
_Pues…donde ellos vean todo lo que soy realmente…que soy…que
también soy buena...y que les necesito y les quiero mucho…”

“San Sebastián
2010

Aunque ya entonces su mundo interior no estaba gobernado por aquel


infierno mental y emocional del que había sido presa durante tantos años,
aún había algo en su interior que se resistía a liberarse. Su inestabilidad con
la comida y el peso se había estancado en un punto en el que los atracones
ya no eran tan frecuentes e intensos como antaño, pero tampoco resurgía en
ella la fuerza de voluntad con la que años atrás fácilmente bajaba diez kilos
en tan sólo un mes.
Desde el nacimiento de Anne, algo se había bloqueado en ella y no
conseguía bajar a su peso ideal. Su sobrepeso oscilaba entre ocho y
veintipico kilos, dependiendo de sus fluctuaciones emocionales, y eso la
frustraba mucho. Quería a toda costa recuperar su cuerpazo, y tras tantos
años de cursos y diferentes terapias intentando curar su trastorno
alimentario, se sentía enormemente frustrada y abatida cada vez que sus
circunstancias incidían de una manera tan irracional y devastadora en su
manera de comer.
La frustración y la ira que esto provocaba en ella, sumadas a la
insatisfacción de verse criando sola a sus dos hijos, le habían hecho llegar
al curso de formación como aquel peligroso volcán que muy bien había
descrito Carla unos minutos antes. La decepción y el resentimiento que se
habían quedado enquistados en ella debido a la abulia y la cerrazón de su
madre frente a su proceso terapéutico, tampoco le habían ayudado a
avanzar al ritmo que a ella le habría gustado.
¡Lo que hubiera dado por poder perdonarla y llegar a quererla igual
que a papá!, se dijo sintiendo una pena bañada en la culpa sempiterna y
plomiza. No pudo ser y ya es tarde para eso, no hay nada que ella pueda
hacer ahora para que yo le abra mi corazón. Qué envidia me siguen dando
mis hermanos por haber podido sentir su amor, se dijo, volviendo a sentirse
una mala hija al comparar sus turbios sentimientos con el amor franco y
abierto que sus hermanos mostraban siempre hacia ella.
“Siento mucho que hayas tenido que sufrir tanto, hija”, recordó de
pronto, cuando varios años atrás se había acercado a ella para abrazarla y
pedirle perdón con los ojos anegados en lágrimas.
“Demasiado tarde”, había pensado, muy a su pesar. “Me encantaría
abrirte mi corazón, pero ya no puedo. Ya no puedes entrar aquí, madre. Ha
tenido que pasar un año desde que murió Agustín para que por fin puedas
verme...y ya he esperado demasiado. Demasiado tiempo para una hija
herida”.
Había ahogado sus palabras por no herir a su madre, que estaba
visiblemente hundida en lo que a ella le pareció una bruma de culpa, y
soltándose de su abrazo, reforzó aún más su corazón cerrado bajo llave.
Aparcando ya cerca de su portal, recordó también cómo meses después
de aquello, en un retiro terapéutico-creativo había dibujado una vieja leona
con dos flechas clavadas en sus patas delanteras. Un sentimiento parecido a
la pena se coló de pronto en su mente y decidió pararlo en seco.
Ya es demasiado tarde para nosotras, se dijo, desdeñando el recuerdo
tras cerrar la puerta del coche”.
Una incapacidad absoluta, no ya para encontrar la fuente de mi
felicidad en mí misma, sino para ni siquiera planearme que podría hallarla
ahí.
Enganches afectivos, obsesión por encontrar pareja, una creencia férrea
en que sólo a través del sexo un hombre podría quererme, una gran
decepción y enfado conmigo y con la vida por no ser como la había soñado,
inestabilidad emocional, proyección y juicios, victimismo, adicciones,
complejos, obsesión con mi imagen y trastorno por atracón, culpa,
resentimientos hacia mi madre…Te suena, ¿verdad?
Cuánto amor y ternura siento ahora, escribiendo estas líneas, por
aquella Olga que fui, tan perdida y a la vez tan llena de inocencia sin ella
saberlo.
XIV: Entrelazamiento Cuántico

Ya estamos aquí. Ha llegado el momento de ver cómo la mecánica


cuántica, además de darnos las importantísimas claves que te mostré en el
capítulo12, nos ayuda también a comprender de qué manera se produce la
transmisión de información a través de las generaciones de nuestro clan. En
el capítulo 9 ya vimos que las experiencias de nuestros ancestros
produjeron cambios en su ADN y que esa información ha llegado hasta
nuestro inconsciente a través de las emociones. Veamos cómo esto es
posible:
El danés Niels Bohr, premio Nobel de Física en 1922, descubrió que
cuando las partículas subatómicas como los electrones o los fotones han
tenido contacto, siguen influenciándose la una a la otra de forma
instantánea través de cualquier distancia y para siempre. Este efecto,
conocido como “entrelazamiento cuántico”, nos demuestra que la velocidad
de la luz no supone un límite en el mundo cuántico. Diversos experimentos
del físico francés Alain Aspect y sus colegas han demostrado que esto es
así: al disparar dos fotones a partir de un solo átomo, observaron que la
medición de un fotón afecta al otro al instante, es decir, que los dos fotones
continúan comunicándose entre sí, y que todo lo que le sucede a uno le
ocurre al otro también.
En definitiva, el entrelazamiento cuántico nos muestra que todas las
partículas de un sistema están interconectadas y que intercambian
información entre ellas al instante, sin necesidad del tiempo, por muy
separadas que estén, y que la información que recibe un sistema es la que
vibra igual que la que ese sistema emite. Este principio desecha
completamente la idea de que existe la separación espacial, refutación que
como ya vimos en el capítulo 12, desarrolló David Bohm en su libro “La
Totalidad y el Orden implicado”.
Una vez más, aplicándonos esto a nosotras, que estamos formadas de
partículas subatómicas, podemos afirmar que en lo más profundo de
nuestra esencia física también nos comunicamos entre nosotras y con el
campo cuántico, estamos resonando unos con otros constantemente,
enviándonos información sin ser conscientes de ello. Esto lo corroboraron
los físicos Tom Rosenbaum y Sayantani Gohsh al demostrar que el
entrelazamiento también se produce en las moléculas, pues en sus
experimentos vieron que todos los átomos estaban entrelazados al actuar
como un todo coherente. Además de estos, hay numerosas investigaciones
que evidencian que las partículas en realidad son entes no separados, partes
de un mismo sistema y que la distancia física entre ellas no afecta a su
intercambio de información, sino que en realidad ese sistema se comporta
como un sólo ente.
Como hecho anecdótico, comentarte que Einstein no pudo asimilar la
idea de que las partículas entrelazadas trascienden el espacio. Pensó que la
mecánica cuántica era incompleta porque el entrelazamiento chocaba
frontalmente con el punto crucial de su teoría de la relatividad: que nada
puede viajar más rápido que la luz. Y hasta tal punto creía que era
imposible, que calificó al entrelazamiento como “una acción fantasmal a
distancia”. De hecho, llegó a decir que si había alguien capaz de ir más allá
de la mecánica cuántica, ese era Bohm. Y sí que fue más allá, explicando
que en realidad las partículas no viajan, sino que simplemente actualizan su
información.
Avanzando en el tema, otro estudio llamado experimento de
teletransportación, realizado en la Universidad Hebrea de Jerusalén,
demostró que es posible transportar información al pasado. Sí, has leído
bien: al pasado. El experimento se hizo de la siguiente manera:
Primero pusieron en contacto dos fotones, de manera que ambos
contenían la misma información. Después pusieron una tercera partícula en
contacto con uno de los fotones y al instante, el segundo fotón recibió la
misma información. Y ahora sí, llegamos por fin al punto crucial acerca de
la transmisión transgeneracional: este entrelazamiento se puede producir a
través del tiempo, pues las partículas no necesitan coexistir en el mismo
momento para que se produzca el traspaso de información, con lo que se
puede entrelazar una partícula del presente con otra que existió en el
pasado. Sé que lo que acabas de leer suena a ciencia ficción, pero se ha
demostrado que es así.
Siguiendo este hilo, es fundamental señalar que el inconsciente no sabe
del tiempo. Para él los conceptos de pasado, presente y futuro son ideas
puramente mentales, ya que toda la información existe en el presente, en el
eterno ahora, y se manifiesta en nuestras vidas a través de lo que vivimos a
cada momento desde nuestro inconsciente. No nos damos cuenta de que esa
información que se presenta ante nosotras ahora es la misma que ya
habíamos vivido en nuestro pasado, que a su vez, en muchas ocasiones, es
la que vivieron nuestros ancestros. Estamos recreando una y otra vez
situaciones, hechos, relaciones y circunstancias que tienen una gran
similitud entre sí, y la explicación es que el hilo conductor que une pasado,
presente y futuro, como ya hemos visto, siempre es la emoción. Aquellas
emociones que viviste de niña y que han quedado sepultadas en tu
inconsciente, vienen a tu presente una y otra vez para que cambies aquella
información y puedas poner una nueva en su lugar, y de igual manera
ocurre con las emociones que hemos “heredado” de nuestros ancestros.
Ya vimos que la epigenética nos muestra que las experiencias dolorosas
que fueron reprimidas y ocultadas en sus vidas, dejaron huellas
moleculares codificadas en nuestro ADN. Vimos también que esto ocurre
gracias a los grupos metilo, que hacen de “interruptores”, inhibiendo la
actividad de los genes a los que se fijan, y una vez más, la emoción ocupa
su lugar fundamental en todo esto, siendo el origen de aquel cambio
molecular, como evidenciaron las investigaciones de Meaney y Szyf.
Concluyendo todo lo que te he explicado y como te he ido diciendo a lo
largo de los capítulos, podrás hacer realidad los cambios que deseas ver en
tu vida cuando elijas aceptar y sentir las emociones genuinas que emergen
en ti ante las situaciones molestas, y empieces a darte la atención y el amor
que no recibiste cuando las sentiste de niña. Cualquier situación conflictiva
o dolorosa tiene lugar en un contexto concreto, y lo único de verdad
relevante es la emoción que trae esta experiencia, nada más. No importan
las formas que adopte la situación que sea que estés viviendo, ese sólo es el
escenario, el montaje que el universo te pone delante para darte la
oportunidad de ir a lo auténtico, a lo único que de verdad te va a ayudar a
dar un salto cuántico en tu vida. Es tan simple, y a la vez tan poderoso, que
entiendo que aunque te lo haya repetido ya unas quince veces, aún te cueste
creerlo. Así que sólo te queda probarlo y ver que realmente funciona.
Sanando tus emociones en el presente, estarás sanando tu pasado, el pasado
de tu clan, y al mismo tiempo tu futuro, pues estarás creando nuevas
experiencias que resuenen con tu nueva vibración.
Ya hemos visto en varias ocasiones que aprendiste a ocultar y reprimir
esas emociones en tu inconsciente, y también que es fundamental sacarlas a
la luz y sanarlas, pues ellas son el puente que te van a llevar a descubrir la
historia que “esconde” tu propia historia de dolor. Esta historia soterrada es
la creadora de todos los síntomas desagradables que aparecen en tu vida,
así como de los programas limitantes que has heredado de tu árbol. Cuando
eres capaz de hacer consciente esa información que estaba inconsciente en
ti, podrás cambiar y trascender esos programas heredados, pues sólo
viéndote a ti y a tu vida, sabrás cómo eran, qué vivieron, y qué te han
transmitido tus ancestros.
Cuando paso a paso vayas incorporando este hábito en tu vida, toda la
información que se había acumulado en tu inconsciente en forma de
creencias limitantes, pensamientos de infravaloración, incapacidad,
inseguridad, miedos, bloqueos, etcétera, se va a ir transformando en nuevas
formas de verte y concebirte a ti misma, que irán dando paso a una nueva
estructura mental y emocional. Poco a poco irán emergiendo en ti nuevas
voces que te susurrarán que tú puedes, que eres un ser muchísimo más
valioso de lo que podías concebir hasta ahora, que eres inteligente y capaz,
que tienes un corazón deseoso de dar y recibir amor, y que eres una mujer
muy valiente e increíblemente fuerte por haber sobrevivido a todo lo que
viviste en tu infancia y en los años posteriores. Te irás sintiendo cada vez
más capaz, más segura, más merecedora, más digna de ser amada y
respetada, más agradecida, más plena, más realizada, en paz y feliz. ¡Te
prometo que será así!
Volviendo al transgeneracional, como dijo Jodorowsky: “Nuestro árbol
es un tesoro y está escrito, pero está inconsciente y sólo necesitamos
hacerlo consciente”. Y como ya sabes, sólo lo harás consciente
observándote a ti misma y a tu vida, especialmente a las emociones y
proyecciones que han predominado en ella.
Todos estamos representando estos programas heredados además de los
que hemos aprendido, y estamos viviendo las emociones que vivieron
nuestros ancestros, pues como hemos visto, a través de ellas es como nos
transmitieron la información. Mientras sigamos sin traer esa información a
la consciencia nuestras decisiones estarán condicionadas por estas
creencias y programas, y así es fácil comprender por qué muchas veces
repetimos situaciones o conflictos, aunque nuestro yo consciente quiera
vivir una experiencia diferente.
Muchísimas investigaciones han constatado desde hace tiempo que el
inconsciente controla el 95% de nuestras decisiones, así que mientras
sigamos siendo presas de estos programas y aprendizajes inconscientes, no
podremos elegir nuestras decisiones ni las experiencias que estamos
atrayendo a nuestra vida, pues estos programas que marcan las decisiones
que tomamos necesitan crear esas situaciones una y otra vez hasta que les
demos una salida diferente. Hasta que a través del perdón y el amor,
podamos dar una respuesta que sane nuestras heridas y que nos libere.
Recapitulando todo lo que hemos visto en relación a la mecánica
cuántica en este capítulo y en el 12, me veo en disposición de afirmar que
por supuesto que podemos transformar la información dolorosa que hemos
heredado: el principio del holograma nos mostró que toda la información
del clan está en nuestro inconsciente; el entrelazamiento cuántico nos dijo
que podemos modificar la información al cambiar las emociones asociadas
a lo que ocurrió en el pasado; la epigenética y los campos morfogenéticos
nos demostraron que nuestra vida está en manos de esos programas que
podemos cambiar y no de nuestros genes; y finalmente está el efecto
observador, que es el que nos permite por fin despertar al asumir que
nuestra realidad diaria depende de cómo decidamos verlo e interpretarlo
todo.
Y es en ese momento cuando empezamos a convertirnos en
observadoras conscientes, en las maestras y creadoras de nuestra vida, en
ese instante en el que tomamos la decisión crucial y nos decimos a nosotras
mismas que ya hemos sufrido bastante, que una vida diferente y bonita
también es posible para nosotras, y nos sentimos capaces y dispuestas a
hacer lo que sea necesario para conseguirlo. Por fin, estamos dispuestas a
liberamos, y a liberar también a nuestro clan.
En los capítulos 15 y 17, en los que te explicaré en qué consiste la
terapia de las Constelaciones Familiares y de qué manera el principio del
entrelazamiento cuántico está estrechamente ligado a ella, te daré algunos
ejercicios muy poderosos que te permitirán revelar y empezar a sanar esta
información tan valiosa que está reprimida en tu inconsciente, tanto de tu
vida actual, como de las vidas de tus ancestros.
XV: Constelaciones Familiares: Magia en
Movimiento

El creador de esta terapia, Bert Hellinger, fue un filósofo,


pedagogo y teólogo alemán (1925-2019) que convivió con la tribu zulú
en África del Sur durante años, donde conoció y estudió sus rituales de
comunión profunda tanto entre ellos como con sus ancestros a través
de la música y el movimiento en grupo. Esto despertó en él la
necesidad de seguir investigando acerca de las relaciones
interpersonales, y se trasladó a Viena y después a Estados Unidos para
profundizar en ellas a través de los estudios psicoanalíticos, la
psicoterapia corporal, la Gestalt y la terapia sistémica familiar, todo lo
cual le llevó a ahondar en las relaciones intrafamiliares al observar
cómo determinadas "huellas" del pasado ejercían una influencia sobre
las nuevas generaciones.
Llegó a la conclusión de que en toda familia existen determinados
órdenes naturales a los que llamó “Órdenes del Amor”, y que cuando
éstos se trastocan, surgen situaciones conflictivas que repercutirán en
las generaciones posteriores. Observó también que este orden familiar
está dirigido por una conciencia común, la cual busca siempre que
ningún miembro del clan pueda ser excluido. Como hemos visto en el
capítulo del inconsciente familiar y en otros tantos, cuando se produce
una exclusión o cualquier otro trauma que ha quedado silenciado y sin
sanar, la herida de este ancestro volverá a aparecer en forma de
repeticiones e identificaciones en las generaciones siguientes, con el
único propósito de que el daño pueda ser reparado. Siendo esto así, vio
que es necesario entonces establecer un orden nuevo para esas
estructuras familiares que están heridas, y encontrar una salida a sus
conflictos o traumas actuales. De esta manera surgieron las
Constelaciones Familiares, que es una terapia revolucionaria en el
sentido de que se puede comparar con que antaño viajábamos en
carruajes tirados por caballos y hoy en día nos movemos en coches
que alcanzan altísimas velocidades, puesto que como todas las cosas,
el campo de la psicología también va cambiando y evolucionando, ya
que nada escapa al proceso de crecimiento en el que estamos inmersos
como Humanidad.
Hechas las presentaciones, vamos a ver ahora en qué consiste una
constelación y cómo nos puede ayudar a tomar consciencia y
desbloquear aquellas áreas de nuestra vida en las que aún nos sentimos
atrapadas. Hay que entender tres aspectos fundamentales para conocer
cómo funciona esta terapia, y el primero es saber que está englobada
dentro de la Psicología sistémica, que se rige por la ley física de los
sistemas, según la cual un sistema siempre está dentro de otros
sistemas y todos ellos actúan regidos por unas leyes universales.
Cuando vamos en contra de esas leyes, que es lo que hace la mayor
parte de la Humanidad sin percatarse de ello, nos estamos poniendo
zancadillas en la vida. Un sistema es una serie de elementos que están
unidos entre sí e interactuando, como lo hace la Tierra en el sistema
solar. La interrelación de todas las partes dentro del sistema es
importantísima, ya que unos no podrían sobrevivir sin los otros.
Extrapolando esto a un nivel pequeño, por ejemplo a nuestro
cuerpo, el corazón también está en el sistema circulatorio y de la
misma manera, todos los sistemas corporales están relacionados e
interactúan entre sí. Volviendo al universo y tomando como ejemplo
una constelación de estrellas, éstas se relacionan unas con otras
creando campos de fuerza que mantienen unida la estructura del
sistema. Tienen un movimiento, pero no dejan de mantenerse unidas.
La ley de sistemas nos indica que si actuamos en un punto de un
sistema, esa actuación repercute en los demás miembros del mismo. Si
yo actúo, genero una fuerza en un elemento del sistema y esto va a
repercutir en los demás miembros. Así, nos encontramos con dos
premisas fundamentales: la fuerza que genero repercute en los demás,
y ningún elemento del sistema puede ser excluido. Cuando esto
sucede, se impide que reciba y que emane su fuerza, lo cual rompería
su estructura y se produciría un caos. Entonces, los elementos buscan
otra serie de campos para buscar un equilibrio, pues como ya sabes, en
la existencia todo busca el equilibrio.
Desde la perspectiva de las Constelaciones Familiares, la Vida no
puede permitir este caos así que si hay exclusión, buscará la manera de
restablecer la armonía perdida. ¿Y cómo lo hace? Como ya hemos
visto, la busca a través de los descendientes: los demás miembros se
cargarán energéticamente para compensar este desequilibrio, para
mantener el orden en el clan. Retomando el símil con el cuerpo, vemos
que ocurre lo mismo: cuando se amputa una pierna los demás órganos
se recargan y se tensan, pues asumen nuevas cargas buscando el
equilibrio perdido.
El segundo aspecto importantísimo a considerar para comprender
las Constelaciones Familiares es que la información que recibimos en
ellas proviene de todo aquello que quedó oculto, callado, reprimido o
excluido en generaciones anteriores y que continúa manifestándose en
la generación actual a través de nuestras emociones, tal como hemos
visto a lo largo de diferentes capítulos.
Y por último el tercer aspecto, que nos lleva de nuevo a esa
interconexión de la que todos formamos parte y que a su vez nos
mantiene conectados con “Algo” más grande: la constelación nos
permite sentir y traer a la conciencia lo que necesitamos ver, respetar,
honrar y agradecer en nuestro momento actual de vida para que
podamos restablecer esa conexión que quedó dañada en su día y que
rompió el orden y el equilibrio en ese Todo en el que nos movemos.
Este despertar nos impulsa a hacer un movimiento nuevo
(“movimientos lentos del alma”) en el que hay comprensión y perdón
donde antes había resentimiento y exclusión, y este cambio será el que
nos abrirá las puertas hacia la vida plena, armoniosa y feliz que
realmente nos corresponde vivir.

“Cuando nuestro amor haya crecido lo suficiente


para que todos tengan un lugar
en nuestro interior,
entonces habrá para nosotros
solamente un adentro y ningún afuera”
Bert Hellinger

Leyes de las Constelaciones Familiares: Órdenes del


Amor
Todos los sistemas familiares albergan en un nivel inconsciente
una serie de principios universales que cuando son transgredidos, dan
lugar a un sufrimiento inevitable de sus miembros mientras el hecho
en sí no sea reparado. Siendo esto así, podemos decir que el equilibrio
físico, mental, emocional y espiritual de cada miembro de la familia
dependerá del respeto que se guarde a estas leyes sobre las que se
sustenta el sistema.
Estas leyes, como no podría ser de otra manera, se mueven en la
estructura del campo cuántico, esa Totalidad amorosa que lo abarca
todo y de la que somos parte y en la que ninguna exclusión podría
tener cabida, de la misma manera que una gota de agua de mar nunca
dejaría de pertenecer al mar por mucho que la alejáramos a kilómetros
de distancia de él.
Según Hellinger, estas leyes son la base fundamental que
necesitamos tener en cuenta si realmente queremos que nuestra vida
fluya en paz y en equilibrio, tanto a nivel individual como familiar.
Son tres, y te las explico a continuación.

Primera Ley: Ley de Pertenencia


Basada en la ley física de los sistemas que ya hemos visto, este
principio nos dice que el Todo, la Consciencia, no tolera la exclusión
de ninguna de sus partes (tal como acabamos de ver unas líneas más
arriba), pues su equilibrio radica precisamente en la inclusión de todas
ellas. Por lo tanto nadie puede ser excluido, y en los casos en los que
esto ocurre, los demás miembros del sistema acusan también ese
desequilibrio y se ven abocados a asumir cargas que no les
corresponden. La pertenencia es una ley universal de todo sistema, y si
elegimos ir en contra de ella, será inevitable que tanto nosotras como
nuestro sistema familiar vivamos sus consecuencias.
Al hablar de exclusión no se alude únicamente a las situaciones en
las que se expulsa a alguien del clan, sino también y sobre todo, a las
que se le cierra el corazón a otra persona. Así, cuando en
Constelaciones Familiares se habla de exclusión, se hace alusión tanto
a cuando ésta ocurre de forma literal y física, como a la emocional.
Todas hemos visto o vivido relaciones en las que mantenemos el
vínculo con alguien por los motivos que sea, pero en realidad le hemos
cerrado nuestro corazón, levantando una barrera que impide que el
amor pueda fluir. Cuando hacemos esto no nos damos cuenta de que
este cierre afecta a nuestras vidas más de lo que imaginamos, y que a
su vez tendrá repercusiones en las vidas de nuestras hijas y nuestros
nietos. Se genera una campo de frialdad que sólo trae dolor, y esta
energía bloqueada, que no se puede destruir sino transformase, pasará
a las siguientes generaciones hasta que finalmente pueda vibrar en la
frecuencia del amor y de la inclusión
Ya sabemos que hay un ADN genético que nos viene dado, y el eje
fundamental de este trabajo terapéutico es que hay otro ADN
emocional actuando en nosotras, tal como vimos en el capítulo de la
epigenética. La emoción es un campo energético que actúa con un
peso importantísimo en nuestras vidas, y sabemos también que la
energía no se destruye, pues sólo se transforma. Ya hemos visto
también que este campo emocional que hemos heredado de nuestros
ancestros va a ir pasando generación tras generación mientras no sea
visto y reparado, y que lo mejor que podemos dejar a nuestros hijos y
futuras generaciones es sanar nuestras heridas, para que puedan vivir
experiencias de vida de una vibración más elevada.
Este campo que hemos heredado generalmente tiene que ver con
los que han sido excluidos. Por ejemplo, un abuelo estuvo en una
guerra y no se habló más de él (casi todos tenemos familiares que han
participado en guerras). Siempre que hay una exclusión, se trata de un
miembro que ya no está en el sistema, del que no se quiere saber nada,
bien porque es doloroso (hijos no nacidos o fallecidos
prematuramente), vergonzoso (chica soltera que se quedó embarazada
y fue enviada lejos, violencia y enfrentamientos por herencias), o por
múltiples motivos. Un excluido es alguien al que se le ha cerrado el
corazón, no se le quiere recordar, no se le nombra ni se quiere saber de
él. Pero ya hemos visto que nadie puede ser excluido del sistema, así
que buscando el equilibrio, los descendientes llevarán esta carga hasta
que sea reparada. Son las llamadas “cargas especiales”.
En el trabajo con las Constelaciones podemos contemplar sin lugar
a dudas que la mayoría de los sistemas familiares tiene excluidos sin
saberlo, y en la generación actual pasa a ser algo que forma parte del
inconsciente familiar, que se reflejará en alguno o algunos de los
descendientes: será el problemático, el chivo expiatorio, la oveja
negra, el miembro que ha venido a sanar.
Otro ejemplo de exclusión son los casos de las rupturas de pareja.
Esto es muy llamativo y sorprendente, pues un exnovio también puede
pasar a formar parte del sistema. Por ejemplo, una mujer está con un
hombre y se enamora de otro. Al novio, porque llegó el primero, hay
que reconocerle su lugar y agradecerle todo lo que ha dado a esa
mujer. Si no se hace esto, se quedará con una carga de tristeza y de
soledad, la carga del excluido. No siempre sabemos romper de una
manera saludable las relaciones, y este sentimiento de exclusión es
algo que ocurre mucho. Esta carga se quedará en el campo energético
de la nueva pareja, esperando su momento para poder expresar esa
tristeza y repararla. Así, si esta pareja tiene hijos, alguno de ellos
atraerá inconscientemente situaciones similares que se repetirán en su
vida (todas las parejas le acabarán dejando), como una oportunidad de
sanación de esa herida que se enquistó en el sistema, y no sabrá por
qué le ocurre. Este descendiente tendrá que vivir el dolor y la tristeza
de aquel primer novio de su madre, hasta que pueda sanarla. Quiero
recalcar una vez más que esto no ocurre como un castigo, sino todo lo
contrario: hay una fuerza muy poderosa en el sistema que siempre
está buscando el equilibrio y la sanación, a través del reconocimiento
y el amor.
Otro ejemplo son las enfermedades mentales, que generalmente
vienen de situaciones de asesinato o de muertes en guerras en el
pasado. Por ejemplo la esquizofrenia, en la que la persona tiene dos
vertientes: un lado pasivo y otro agresivo. Bert Hellinger explicaba
que la parte agresiva es el asesino y la pasiva la víctima, que no se han
reconciliado a nivel del alma, y el descendiente asume las dos partes.
Si nunca has visto una Constelación, soy muy consciente de que esto
te puede sonar a ciencia ficción e incluso a un sinsentido, pero te
aseguro que es así, lo he visto muchísimas veces. Tanto es así, que en
muchas ocasiones he llegado a pensar: “Si no estuviera aquí viendo lo
que estoy viendo, no me lo podría creer”.
Tras leer esto, nos podemos hacer la siguiente pregunta, que nos
lleva a lo que explicamos en el capítulo del chivo expiatorio: ¿Por qué
elijo yo como descendiente vivir esto, si es muy doloroso? ¿Por qué
tengo que ocupar este lugar en el sistema? Desde una óptica de
autoconocimiento, desde una perspectiva personal de vida, yo he
venido aquí a hacer un aprendizaje, a estudiar una lección concreta
como alma en evolución que soy. Puede que haya venido a trabajar el
perdón, la asertividad, la seguridad, la sabiduría, el amor, a sanar una
herida de abandono, etcétera. Por lo tanto, iré a la “escuela” donde sé
que encontraré el material necesario para ese aprendizaje. De
esta manera, he elegido mi sistema familiar porque sé que aquí voy a
tener los ingredientes para desarrollar lo que haya venido a trabajar.
Nada es al azar, no he cogido esta carga energética por casualidad,
sino que estoy dentro de un campo energético de evolución, un campo
de autoconocimiento, de aprendizaje, de ampliación, de desarrollo, y
éste es el lugar idóneo para mí. La vida jamás se equivoca, es pura
sabiduría. Es cuando vivimos las situaciones desde el ego cuando no
podemos comprender lo que nos sucede y nos quejamos, nos
enfadamos y buscamos culpables fuera, desaprovechando la
oportunidad que subyace en la experiencia y abocándonos a repetirla
una y otra vez, sin saber que somos nosotras mismas quienes la
estamos creando.
Por lo tanto, estoy aquí viviendo esto porque es lo que necesito
para mi evolución. Todo tiene un sentido mayor, y se trata de
comprender que el fin último de la Vida es mi autodescubrimiento.
Elijo un sistema familiar concreto con unas connotaciones
emocionales concretas en las que voy a vivir mis experiencias siempre
para despertar, que sólo significa una cosa: abrir mi corazón al amor
que soy. El amor es la única energía que puede sanar ese campo
energético bloqueado que hemos heredado, y las Constelaciones nos
ayudan a transmutar el odio, la tristeza, la ira y cualquier emoción que
esté cargada de aquel dolor del pasado, en ese amor que nos llevará
hacia la liberación.
Retomando el ejemplo anterior de la pareja y siguiendo el hilo de la
pertenencia, este descendiente de la segunda relación tendrá que
reconocer al primer novio de su madre, agradecerle todo lo bueno que
le dio mientras estuvieron juntos, y pedirle disculpas por lo que no
supo hacer su madre. La nueva pareja tendrá que darle las gracias al
primero por haberle dejado ese espacio y así todo quedará sanado,
pues se le habrá incluido.
No es que todo esto tenga que hacerse en la “vida real”. En este
punto entramos de lleno en lo más fascinante de esta terapia
maravillosa, que en definitiva viene a mostrarnos la magia de la que
realmente estamos hechas. Un poco más adelante pasaré a explicarte
cómo se realiza una Constelación Familiar, ahora continuamos con las
otras dos Leyes del Amor:

Segunda Ley: Ley del Orden


Según este principio, los primeros en llegar al sistema tienen
prioridad, tanto en cuanto a derechos como a obligaciones, y en
nuestra familia actual este papel les pertenece a nuestros padres. Esta
ley nos dice que hay un orden en la familia a través del cual todas y
cada una de las personas que forman parte del sistema merecen recibir
respeto y reconocimiento, y en la medida en que todos los integrantes
del grupo respeten el criterio de antigüedad en el clan, se garantizará
el reconocimiento personal.
El orden es vital para que haya armonía. Si no lo hay se genera un
caos, se pierde el equilibrio, y como vimos en el capítulo de las
familias disfuncionales, se dan muchísimas situaciones en
prácticamente todos los sistemas familiares en las que este orden se
rompe.Cuando los hijos nos colocamos en una posición de
superioridad frente a nuestros padres al enfadarnos con ellos y
echarles en cara los errores que hayan podido cometer, o si les
infravaloramos por haber estudiado y progresado en lo que ellos no
pudieron, cuando les decimos lo que tienen que hacer y cómo vivir sus
vidas, cuando pensamos que sabemos más de ellos, etcétera. Nos
colocamos por encima de nuestros padres y esto provoca más
problemas en nuestra vida de lo que podemos imaginar.
En estos casos, el hijo de este hijo se colocará también por encima
de sus padres y se convertirá en un rebelde, pues cuando el orden se
rompe, se rompe completamente. Cuando yo no respeto a mis
mayores, cuando no les puedo agradecer, alguno de mis hijos me
mostrará ese trabajo que tengo pendiente dándome a mí lo mismo que
yo doy a mis padres (puedo garantizar que esto es así, y que fue
gracias a mi hijo como pude darme cuenta de que aún necesitaba hacer
las paces con mis padre, así como con los hombres en general).
Este orden es vital, sagrado. La Vida es una vibración energética
física, emocional y mental, y cuando no respetamos este orden,
entramos en unos campos de vibración que hacen que todo nos resulte
difícil y no sabremos por qué nos pasa lo que nos pasa. En el peor de
los casos, seguiremos culpándoles a ellos por nuestros problemas y sin
saberlo, estaremos perpetuando este ciclo que no acabará hasta que
tomemos conciencia de lo que está ocurriendo realmente.
Quiero insistir en la importancia de esta necesidad que tenemos
como alma de ser capaces de mirar a nuestros padres con respeto y
gratitud, hayan hecho lo que hayan hecho. Si no lo logramos, además
de enquistar nuestras propias heridas negándonos una vida plena y
feliz, provocaremos que nuestros hijos no puedan respetarnos a
nosotras tampoco, haciendo que se expanda esta energía de dolor. Es
así de categórico, no falla.
Nuestros padres nos han dado la vida y lo han hecho lo mejor que
han podido, dadas las circunstancias de su época y la educación
castradora que recibieron. Si de verdad queremos sanar nuestras
heridas, tendremos que pararnos a contemplar que en la gran mayoría
de los casos lo pasaron muy mal y que sus niños interiores también
estaban muy heridos y se sentían abandonados. Si agradecemos a
quien nos ha dado la vida, si les abrimos nuestro corazón, la Vida se
abre para nosotras. Si no lo hacemos, si nos mantenemos por encima
de ellos juzgándoles o reprochándoles sus fallos, ésta se cierra ante
nosotras. Mientras sigamos enfadadas con ellos, la Vida no podrá
mostrarse con sus infinitas posibilidades, aunque esté deseando
hacerlo. Elegimos a nuestros padres para vivir las experiencias que
necesitábamos para nuestro aprendizaje, y debemos recordar que ellos
también vivieron las carencias de las que nosotras nos quejamos, e
incluso más. Nos dieron lo que tenían para darnos, y lo hicieron lo
mejor que supieron y pudieron hacerlo.
Y ahora, si eres madre o padre toma un par de respiraciones
profundas antes de leer lo que viene a continuación, porque a tu ego no
le va a gustar nada:
Si no amamos a nuestros padres, no sabremos amar a nuestros
hijos, pues una vez más, se tratará de un amor condicionado. Les
querremos, sí, pero no será un amor incondicional, un amor puro y
verdadero. No seremos capaces de amar a nadie incondicionalmente
mientras no amemos y honremos nuestras raíces, y en consecuencia,
podamos amarnos a nosotras mismas. Exigiremos a nuestros hijos lo
mismo que nos exigimos a nosotras y a nuestros padres, y cuando
“fallen” les trataremos igual que lo hacemos con nosotras cuando
sentimos que fallamos. De esta manera, como te he dicho en unas
líneas anteriores, continuaremos perpetuando los patrones pendientes
de sanar de nuestro clan.
Además de con los padres, también se ven muchos casos de
transgresión de esta ley en los conflictos entre hermanos, cuando por
ejemplo un hermano mayor ejerce sobre sus hermanos menores las
funciones que les corresponden a los padres, evitando así que cada
cual encuentre su lugar adecuado en el sistema y generando que las
relaciones entre ellos se distorsionen.
En definitiva, las Constelaciones Familiares nos dan la
oportunidad de comprender la Vida en unos planos que desconocíamos
hasta ahora, pues nos permiten ver las limitaciones con las que vemos
todo a través de nuestras heridas sin sanar y la percepción errónea de
nuestro ego, ampliando nuestra visión y liberándonos.

Tercera Ley: Ley del Equilibrio


Esta ley no tiene tanta fuerza como las anteriores, aunque no por
ello deja de ser importante. En todo sistema tiene lugar una
interacción que permite que éste siga viviendo, y ésta consiste en un
dar y un recibir constante, que tiene como fondo el amor, y que busca
que haya siempre una compensación.
Es una ley que se da entre iguales, en pareja, amigos, hermanos,
etcétera, en la que si uno da, tiene que haber una compensación o un
agradecimiento. Siempre tiene que haber un equilibrio entre el dar y el
recibir, y cualquiera de los dos extremos intoxicará una relación, tanto
si sólo sabemos dar, como si sólo sabremos recibir. En ambos, no
habrá compensación ni equilibrio.
En este punto es muy importante hacer una distinción entre los dos
tipos diferentes de vínculos que mantenemos en nuestras relaciones: el
regalo más grande que hemos recibido es la vida misma a través de
nuestros padres, y esta ley nos dice que esto jamás se podrá
compensar, pues nuestro vínculo con ellos es complementario, no
simétrico. Pretenderlo nos generaría problemas, pues la relación con
nuestros padres es la única en la que jamás podremos llegar a un
equilibrio.
Mientras que en una relación simétrica (hermanos, amigos,
pareja), sí es fundamental mantener un equilibrio entre el dar y el
recibir, en una relación complementaria tratar de encontrar este
equilibrio sería perjudicial, pues no se puede compensar de ninguna
forma lo que hemos recibido. Sólo se podrá aliviar esta deuda con
nuestros padres a través de lo que podamos dar a nuestros propios
hijos o a la comunidad, haciendo algo útil y valioso con nuestra vida.
Y podremos hacer esto cuando tomemos sin reservas el regalo de la
vida que nos han dado, les aceptemos y respetemos tal como son, y
honremos y agradezcamos lo que nos pudieron dar. Sólo así podremos
evolucionar y realizar el propósito divino que vinimos a hacer en esta
experiencia de vida.
El desequilibrio de esta ley, es decir, cuando aún no hemos logrado
aceptar, respetar y honrar a nuestros padres, o en el caso contrario,
cuando sentimos que estamos en deuda con ellos, se ve claramente
reflejado en ciclos de violencia o codependencia en nuestras
relaciones interpersonales, ya sea con las parejas, con los compañeros
del trabajo, con amigos, los hermanos, grupos sociales, etcétera.
Todos hemos conocido infinidad de parejas en las que
principalmente las mujeres han asumido el rol de cuidar de su
compañero como si fuera un hijo en vez de un igual, y en las que se
han volcado tanto en sus parejas e hijos, que se han olvidado de sí
mismas. Cuando estas mujeres realicen el trabajo personal de
equilibrar su relación con sus padres, podrán mantener vínculos
saludables en todas las áreas de su vida.
Explicada esta base teórica, ahora sí, vamos a ver cómo se realiza
una Constelación Familiar y cómo se despliega la magia a través de
ellas:

Si no lo veo, no lo creo
Si no has presenciado nunca una Constelación y no sabes
absolutamente nada sobre cómo funcionan, con las explicaciones que
te voy a dar a continuación enseguida vas a comprender su
mecanismo.
La persona que va a constelar algún conflicto de su vida, le cuenta
a la terapeuta la situación y lo que siente que necesita desbloquear
(por ejemplo, siempre se enamora de hombres casados y repite una y
otra vez este ciclo de sufrimiento y frustración sin saber por qué, o
siempre tiene problemas económicos, o está atrapada en una relación
de dependencia con sus padres y se siente incapaz de hacer algún
cambio, etcétera).
Los demás participantes están sentados en círculo y no saben nada
de lo que esta persona va a trabajar. La terapeuta entonces le pide que
escoja del grupo un “representante” de algún miembro de su familia:
puede ser su madre, su padre, un hijo, etcétera (esto dependerá de lo
que se está trabajando, aunque lógicamente, los padres tendrán que
aparecer siempre), así como otras personas que estén implicadas en la
situación (jefes, compañeros de trabajo, amistades…). Estos
representantes, sepan o no a quién corresponde el papel que están
desempeñando, se ponen de pie dentro del círculo y empiezan a sentir
“cosas”. Hay terapeutas que siguiendo la línea de los orígenes de las
Constelaciones, les dicen a quién van a representar, y se les da la
consigna de esta manera: “tú eres mi madre”, “tú eres mi hija”,
etcétera. Yo particularmente prefiero la nueva “versión”, en la que los
representantes no saben absolutamente nada sobre su papel en la
constelación. De esta manera no hay posibilidad de que su mente
consciente intervenga con posibles ideas o prejuicios sobre lo que
“debería” sentir.
Una vez dentro del círculo, empieza a verse cómo estos
representantes cambian sus posturas corporales, se alejan de unos y se
acercan a otros, sienten una emoción muy fuerte de ira, tristeza,
miedo, soledad o de alegría y amor según el caso, y la terapeuta
comienza a trabajar con ellos. Preguntándoles cómo se sienten unos
con otros les hará repetir unas frases “clarificadoras” hasta dar con la
raíz del conflicto, y después pasará a las frases “sanadoras”, con las
que ese sistema familiar recuperará su orden y su equilibrio a través
de la comprensión, el perdón y el amor. Mientras esto ocurre, la
persona que se está constelando lo observa todo sentada y en silencio,
maravillada y preguntándose en su interior cómo es posible que esas
personas a las que acaba de conocer puedan sentir y expresar
exactamente lo mismo que tanto ella como los miembros de su familia
experimentan en esa situación real de su vida.
Es en este punto donde entra en juego el principio del
entrelazamiento cuántico que vimos en el capítulo anterior y que nos
demuestra que todos estamos conectados con todos y que la
información, que es energía, se manifiesta a través de nuestra
conciencia. Nada más entrar en el círculo, “despierta” en el
representante esa información concreta de la persona a las que está
representando y sorprendentemente, esas emociones que emergen en
él o ella durante la constelación y que aparentemente pertenecen a
alguien ajeno, también tiene que ver con ella y con algún conflicto que
tiene pendiente de resolver en su vida. De esta manera, una
Constelación Familiar tiene una doble vía de sanación: se libera la
persona que se está constelando, y se liberan también los que hacen de
representantes.
Después de haber hecho una constelación, con el tiempo (esto
dependerá de cada caso y de si realmente la consultante se atreve a
abrir su corazón y a conectar con la emoción reprimida), empezará a
experimentar cambios en sus relaciones interpersonales y verá que se
ha roto el viejo patrón de atraer sólo hombres casados, o de tener
problemas económicos. He visto constelaciones en las que la persona
no estaba preparada para esta apertura y ha necesitado trabajarlo
varias veces hasta lograr romper a llorar y descargar de verdad toda
aquella tristeza o soledad reprimidas, que es la catarsis imprescindible
para que se produzca la verdadera sanación, tanto en ella como en su
sistema familiar.
Cuando llegamos a este punto, nos atrevemos a entrar en ese
campo emocional que estaba enquistado y a repararlo a través de la
expresión auténtica de la emoción, pues éste es un trabajo
exclusivamente emocional. Y es a través de la descarga de esas
emociones bloqueadas y de su reparación a través del amor, como se
recoloca lo que estaba desequilibrado en el sistema. Es como una flor
que se abre, una alianza con la Vida que ahora se vuelve a nuestro
favor, así como con todos los miembros del sistema. Nos
liberamos de aquella carga y la Vida se vuelve mucho más fácil, pero
en este punto veo muy importante recordarte que esta sanación sólo
ocurrirá siempre que estemos comprometidas con nuestro propio
trabajo personal y no vayamos a una constelación esperando que el
conflicto se solucione por sí solo. Una implicación honesta y
verdadera en nuestra liberación nos llevará a tomar consciencia de
cuál era nuestro lugar en aquella situación, cuál era nuestro
aprendizaje, nuestra misión, y nos permitirá quedarnos en paz con ello
y poder agradecer de corazón que las cosas ocurrieran como
ocurrieron, por muy dolorosa que haya sido la experiencia.
Como ya hemos visto, todo lo que aparece en una constelación
tiene que ver con el ADN emocional que hemos heredado, y en la
mayoría de ellas sale el tema de los excluidos, pues casi todas las
familias tienen muchos, por diferentes circunstancias. En realidad se
trata de una especie de cirugía en la que abrimos la herida para buscar
dónde está el dolor, y así poder sanarlo y liberamos de una carga que
tiene que ver con nuestro sistema familiar y que llevábamos por
fidelidad al clan. Es lo que Bert Hellinger llamaba “Amor ciego al
sistema”, y debido a este amor, muchos niños al nacer buscan un
“agujero” de exclusión para ocupar ese lugar y tener la oportunidad de
sanarlo.
Como te expliqué en el capítulo de la formación del ego, nos da
mucho miedo llegar a esa catarsis liberadora, pero si estamos
verdaderamente comprometidas y decididas a hacer cambios reales en
nuestra vida y a vivir el despertar espiritual que hemos venido a hacer,
te aseguro que algún día serás capaz de atravesar ese dolor y conocerás
una nueva dimensión del Ser pleno, amoroso y feliz que eres
realmente. Te ocurrirán cosas como recibir de pronto una
llamada de algún familiar con el que hacía años que no te hablabas, o
de tu madre, con la que la relación era sumamente tensa porque
inconscientemente arrastraba su culpa y tú se la recordabas sin ella ser
consciente. Cuando los nudos se liberan, de repente la otra persona
puede mirarte con otros ojos, con una mirada limpia y amorosa, sin el
peso de la culpa, la ira o la emoción que fuera que había arrastrado
durante años.
Si el conflicto es transgeneracional, es decir, si viene de más atrás,
es importante recalcar que no es necesario conocer previamente los
detalles de lo que ocurrió en las generaciones anteriores, pues si de
verdad es relevante, toda esa información va a aparecer en la
constelación. Está deseando salir para ser sanada, y tan sólo necesita
que nos atrevamos a entrar en la emoción y dejar que ésta nos lleve
hacia su liberación. Tampoco es necesario que los demás
miembros de la familia estén presentes en la constelación, ni siquiera
que sepan nada del trabajo que hemos hecho, pues su inconsciente
individual y el inconsciente familiar, que forman parte de su psique
profunda y de su campo energético, recibirán esta nueva información y
sentirán una especie de alivio y paz que no sabrán de dónde viene.
Como ya sabes, a través del principio del entrelazamiento cuántico
se ha logrado comprender este fenómeno que hasta hace bien poco nos
parecía algo totalmente inexplicable. También la teoría de los campos
morfogenéticos que vimos en el capítulo de la epigenética supone una
importante aportación a la hora de entenderlo, y la verdad es que para
mí, a pesar de contar con estas explicaciones científicas, no deja de
sorprenderme y de maravillarme. Lo cierto es que somos pura magia
en acción, y nadie nos lo había dicho hasta ahora.
En mi caso, y en relación a las dificultades que he atravesado para
ser autosuficiente económicamente, mi abuelo paterno fue un
empresario adinerado y sus hermanos le dieron la espalda de por vida
por discrepancias en temas relacionados con una herencia. Según me
contó mi padre, fueron injustos con él pues le reclamaron algo que a él
no le correspondía darles, y en su funeral, mi padre presenció cómo
todos ellos le pidieron disculpas entre sollozos. Cuando ocurre una
exclusión por motivos de herencias o alguna situación relacionada con
el dinero, algún descendiente tendrá problemas de liquidez. La historia
se repitió con mi padre, que también fue el excluido de su familia,
pues tanto su madre como sus hermanos le hicieron responsable de
haber llevado a la ruina la empresa de mi abuelo. Y adivina quién en
mi familia asumió también ese papel. A veces pienso, bromeando
conmigo misma, que en esta vida me he pasado de la raya escogiendo
temas para trabajar, pero enseguida me acuerdo de que tengo en mis
manos el poder de reparar lo que quedó pendiente atrás para abrir los
caminos a los que vendrán, y eso me llena de fuerza y de ilusión.
Mis hermanos no me han echado ni apartado de la familia de una
forma explícita como hicieron con mi abuelo sus hermanos, pero
muchos de ellos sí han cerrado su corazón a los conflictos de “Olga la
problemática”, y sé que está en mis manos reparar esta situación a
través del amor. Después de llevar tres años viviendo en Las Palmas,
sé que la mayoría de ellos habría preferido que me hubiera quedado en
el País Vasco y así no tener que vivir “mis” problemas tan de cerca.
Conocer y comprender este mundo de energías invisibles e
inconscientes que subyace bajo las conductas y las palabras hirientes,
me ha ayudado muchísimo a no seguir atrapada en los viejos patrones
de resentimiento y de perpetuación del dolor, y a medida que he ido
avanzando en mi disposición para contemplarlo todo desde esta
perspectiva, poco a poco he podido cambiar mis sentimientos hacia
ellos y hacia la situación. Mirar a alguien que aún no ha sido capaz de
salir de sus patrones automáticos de juicios y proyecciones y pensar
para tus adentros: “Eres inocente igual que yo, y comprendo que no
sabes hacerlo de otra manera. Te quiero y te doy las gracias por
ayudarme a ver mis heridas”, te da una libertad y una paz enormes.
Para finalizar con este tema, te animo a que te hagas esta pregunta:
¿Cuál es tu problema de vida ahora mismo? Todas tenemos alguno,
pues la Vida siempre nos trae oportunidades para seguir avanzando.
Mira con qué ley tiene que ver: ¿con la exclusión? ¿Con el orden?
Ambas tienen muchísima relación con nuestras heridas afectivas.
Y lo más importante. ¿Cómo está la relación con tus padres?
¿Realmente les puedes agradecer y sentir amor hacia ellos? En el
capítulo 17 nos adentraremos en este tema y verás lo vital que es lo
que te he dicho en líneas anteriores: necesitamos restablecer la paz en
la relación con nuestros padres si de verdad queremos hacer cambios
en nuestra vida. Déjame recordarte que este cambio, tal como nos
señala UCDM en su lección 308, sólo puede ocurrir aquí y ahora:

“Este instante es el único tiempo que existe”

De manera que únicamente cuando logremos quedarnos con


nosotras mismas en nuestra emoción, que siempre existe en el ahora,
podremos sanar todo aquello que tengamos pendiente en el pasado y
abrir así nuevos caminos para nuestro futuro.
También en el capítulo 17 te mostraré otra modalidad de
Constelación, la llamada “Constelación Cuántica”, que si cabe, es aún
más sorprendente y fascinante que las que acabamos de ver.
XVI: Mi herida V

En este capítulo voy a mostrarte diferentes situaciones y conductas en


las que a pesar de intentar algunos cambios, en el fondo seguía reflejándose
mi inestabilidad emocional y mi contumacia al repetir los mismos errores
una y otra vez.
También vas a encontrar un apartado que muestra los resultados de
diversos estudios sobre las consecuencias emocionales y conductuales de
los abusos sexuales en la infancia a medio y a largo plazo. Estoy segura de
que igual que me ayudó a mí en su día, te servirá para comprenderte a ti y a
tus “rarezas” al menos un poco mejor, y también para que empieces a
mirarte con la comprensión y el amor que de verdad mereces.

“San Sebastián
2010

_¿Cómo se llamaba el libro que te estás leyendo ahora? Me lo dijiste el


otro día, pero se me ha olvidado…
_”Conversaciones con Dios”. ¡Una ma-ra-vi-lla! Es una trilogía, ya voy
por el segundo…la verdad es que te lo recomiendo...
_Bueno, pásame el primero, pero ya sabes que yo todo eso lo miro de
reojo. Oye que casi se me olvida, ¿cómo estás con lo de tus hermanos? No
me has dicho nada más desde la noticia...
_Pues la verdad es que eso sí que me está quitando bastante paz…tengo
un cabreo de puta madre.
_Ya. ¿Y qué les vas a decir a los niños al final?
_Que Luna está embarazada y no puede viajar.
_¿Se lo creerán?
_Sí, en cuanto me llamó Chema se me ocurrieron varias ideas y esta me
parece la más convincente.
_Bendita inocencia…,todavía se lo creen todo...
_No quiero involucrarles en mis problemas familiares, aún son muy
pequeños para comprender.
_Ya, no lo entenderían. Bueno, ¿y qué te apetece que pongamos para
cenar en Noche Buena?
_Ay Nuria, cuánto te agradezco que podamos pasarla con tu familia…si
no, sí que me hundiría de verdad. ¡Esto sí que no se lo voy a perdonar
nunca! ¡Piña de familia! ¡Ja!
_En parte yo sí puedo comprender su punto de vista, ya te lo dije…
Chema lleva años pagándote los billetes y no cogerle el teléfono en tu
cumpleaños, ni a él ni a algunos de ellos, aunque tuvieras tus motivos…
puedo entender que les doliera…
_¿En serio? ¿No crees que si fuéramos una piña de verdad llamarían a
sus sobrinos en sus cumpleaños o me llamarían de vez en cuando para saber
cómo estoy?_, insistía en sus argumentos de siempre, empezando a
enfadarse_. ¿Quieren limitar nuestra relación a una llamada obligada en los
cumpleaños para mantener las formas? Lo siento, pero yo no sirvo para
fingir que todo está bien entre nosotros. No me apeteció cogerles y mira
cómo me “castigan”. ¡Hay que joderse! Lo que más me duele son los niños,
ellos disfrutan mucho esas dos semanas en Canarias, yendo a la playa en
pleno diciembre y jugando con sus primitas. Esto es muy fuerte, Nuria.
Podían habérmelo dicho con tiempo para que yo pudiera ahorrar para los
billetes, ¡pero no! Me lo dicen un mes antes y encima estaban casi todos de
acuerdo. ¡Los de siempre, claro! ¡Qué harta estoy de la puta familia, de
verdad!
_Bueno, ya se arreglará todo, ya verás. ¿Y qué les dirás a los niños
cuando vean que no hay cachorritos?
_Pues que era una falsa alarma. Ya la cruzaré más adelante, todavía es
muy joven. ¡También podrían haberme llamado para decirme que aquello
les dolió!_, retomó el tema, aún enfurecida_. ¡O reunirnos todos allí y
hablarlo en persona, como hacen las personas civilizadas! ¡Pero no, ellos se
han quedado en su orgullo y no se han parado a pensar en lo que esto va a
suponer para mis hijos!_, seguía esgrimiendo, elevando cada vez más la
voz_. ¡Anda y que les den por culo de una vez!_, rugió_. Al menos no me
vendrá la alergia estas Navidades…siempre hay algo positivo en todo…
_¿Y eso qué tiene que ver…?
_¿No te he contado que no falla…que siempre que nos reunimos me
brota, sin excepción? Y lo paso fatal, yendo a urgencias y poniéndome
inyecciones de cortisona y todo.
_Anda, pues no me habías dicho que solía coincidir…qué curioso, ¿no?
_Sí, hace años que me di cuenta y a veces hasta hacemos bromas con
eso…en cuanto se me empieza a hinchar la cara y todo el cuerpo les digo
que le tengo alergia a la familia...y se descojonan. No ven más allá_,
frunció el ceño.
_¿Y qué habría que ver? ¿Tú lo relacionas de alguna manera? La
primera vez que te vino no estabas con ellos, ¿no?_, preguntó extrañada.
_No, fue en Lanzarote, cuando estaba con Jose. Menudo susto me llevé,
de repente todo el cuerpo hinchado, desde los pies a la cabeza y con un
dolor insoportable...¡Incluso me desmayé! El pobre Jose también se asustó
y me llevó a urgencias enseguida…_, recordó ensimismándose_. Y así
estuve durante años, brotándome cada dos por tres con un picor y un dolor
tremendos, sin que los médicos supieran lo que me pasaba realmente.
_Sí, eso ya me lo habías contado…pero sigo sin ver la relación con la
familia…
_Nuria, está demostrado que en las víctimas de abusos sexuales que no
han podido sanar su herida emocional porque no recibieron el apoyo
familiar que necesitaban, sus cuerpos tarde o temprano acaban escupiendo
como pueden toda la rabia y el dolor que llevan guardados dentro…_, le
explicó, poniéndose más seria aún.
_Anda, no me habías hablado de esto.
_Bueno, tampoco quiero estar siempre con lo mismo, ¿sabes? El caso es
que con los años ha ido remitiendo y ya no me viene con la frecuencia ni la
virulencia de los primeros años, pero no falla: siempre que me reúno con la
familia, me brota sin excepción.
_¡Qué pasada!”

“San Sebastián
2010

_Qué suerte hemos tenido de coger plazas por fin..._, dijo Carla muy
animada.
_Sí, al final lo hemos conseguido_, comentó ella acercándose su coca-
cola light a los labios.
Llevaban tiempo esperando para poder acceder al primer nivel del curso
de Bioenergética que la prestigiosa terapeuta Valeria Messi impartía cada
año en la ciudad, y tras adelantar puestos en la larga lista de espera, por fin
lo habían logrado.
Trabajar el carácter y las emociones a través de los bloqueos
corporales, eso va a ser lo que me va a curar de una vez por todas, pensó
mientras sus amigas seguían hablando entusiasmadas ante el inminente
comienzo del curso.
_¿Y cómo te estás sintiendo, Sarita? ¿Sigues firme con tu celibato? Sé
que es algo muy importante para ti..._, quiso saber Carla, siempre directa y
al grano, un rasgo de su carácter que le recordaba a sí misma, y que le
encantaba.
_Pues ya llevo más de un año_, presumió orgullosa_. A veces me cuesta
mucho, sobre todo cuando me da un ataque de soledad por las noches…mis
tendencias automáticas aún me tientan con pensamientos de sexo y amores
fáciles, pero tengo muy claro que ya no quiero más de aquello. Después del
año y medio que pasé tan perdida desde lo de Joseba, estoy decidida de
verdad a aprender a llenar por mí misma mis vacíos. Y cada vez me voy
sintiendo mejor, la verdad.
_¿Todavía te acuerdas de él?
_Sí…a veces sí…_, bajó la mirada.
_Ppuess yo tte ffelissito. Ssé qque estto ess mmuy diffíssil ppara tti_, la
animó Noreen con una enorme sonrisa en su rostro.
_¿Te acuerdas de cómo estabas cuando empezamos la Gestalt? Menudo
cambio has dado en estos años, guapa_, recordó ahora Carla apretando
cariñosamente su mano.
_Sí, sí que noto muchos avances_, le respondió, convencida de que por
fin había encontrado el camino que la sacaría de la frustración constante en
la que se había acostumbrado a vivir durante los últimos años.
_Ess marravillossso lo qque esttáss hassiendo, Sara. Tu consscienssia
cadda vezz mayor asserca dde ttus limmittassioness y cappassidaddess, tu
emppeño en curartte y el connvenssimientto dde qque algún ddía poddráss
vivir ppor finn en pass, yo nuncca ha vissto antess a naddie tann ¿cómo sse
disse? ¿pressevarrantte?
_Perseverante_, le corrigió Carla entre sus risas y las de Sara_. Es
cierto_, continuó_, hace cuatro años eras un volcán andante, echabas
chispas llenas de furia cada vez que algo no te salía como tú querías o
alguien no encajaba en tus expectativas, y ahora se te nota que has
aprendido a pararte, a respirar, a mirarte y también a mirar al otro…la
verdad es que es una gozada ver tus avances. El sólo hecho de que hayas
decidido no seguir viviendo tu sexualidad de aquella manera compulsiva y
dañina dice mucho de los progresos que estás haciendo.
Escuchando a sus amigas, de pronto recordó con tristeza aquella lejana
conversación con Joseba en la que sin darse cuenta él se había delatado y le
había mostrado cómo la veía realmente.
Qué cabrón, se dijo. Mujeres para pasar el rato…se fustigó evocando
las fatídicas palabras.
_Bueno…aún me falta controlar esa furia con los niños…_, les
respondió volviendo al momento presente_. Todavía a veces les grito sin
poder evitarlo..._, confesó en voz baja y mirando de nuevo al suelo,
sintiendo cómo la culpa la atenazaba
dejando a un lado la nefasta imagen de Joseba y recordando que a pesar
de sus muchos progresos, aún tenía muchos aspectos por resolver en su
vida.
_Sarita, no puedes quitarte de encima en unos pocos años lo que desde
niña mamaste en tu familia con un padre tan autoritario y explosivo_,
intentó animarla Carla mirándola con ternura_. Y con todo lo demás..._,
añadió, rotunda_. Date tiempo, cariño.
_Ssí, es ssierto Sara, datte tiemppo, tus hijos ssabránn valorar ttodo lo
ddemáss qque tú less dass…tuss risass, los cuenntoss qque les esscribbess,
lo payassa qque eress cuanddo estáss dde buenn humor, tu comprenssiónn,
tuss abbrazoss y bessoss, lo dialogalissadora qque eress annte loss
connflictoss… ¿sse disse assí?
Sus risas hicieron que Noreen se percatara al momento de que acababa
de cometer otra de sus divertidas pifias y se sumó a ellas sin dudarlo, con
aquel desparpajo y espontaneidad tan propios de ella.
_Pero yo pensé que al arreglar las cosas con mi padre estaría más
tranquila con los niños, que dejaría de hacer lo mismo que hacía él y que yo
tanto odiaba..._, continuó desahogándose, sintiéndose completamente
segura y a salvo hablando con sus amigas de aquel tema tan delicado,
sabiendo que sólo recibiría amor y comprensión.
_No tiene nada que ver, Sarita. Has arreglado muchas cosas con él, sí,
pero aún no has llegado a establecer un vínculo firme y estable con tu niña
interior…claramente aún se ven en ti los introyectos de ese juez interno
que te sigue torturando...y mientras no consigas perdonar, comprender y
amar de verdad a tu niña, esa ira seguirá explotando cada vez que ella se
sienta amenazada, rechazada, no vista, juzgada, etcétera, etcétera.
_A veces sí he sentido ese acercamiento hacia ella. Con las regresiones
por ejemplo, entonces sí que lo pude sentir…pero después no continué
trabajando en ello…di por hecho que ya lo había conseguido por fin y
después, todo lo que había avanzado se me escurrió de las manos con lo de
Joseba…
_Nadda ess en vanno, ya veráss cómmo siguess avanssanddo commo lo
estáss hassiendo ahora...y toddo lo qque hass vividdo, los logrosss y los
fraccassoss, tte iránn llevanddo a donnde estáss destinadda a ir…toddo al
finnal tienne un sentiddo sagraddo y maravillossso...
Al escuchar a Noreen, recordó con nostalgia aquella voz que desde que
era una niña había sentido tantas veces en su interior y de la que hacía
mucho tiempo no sabía nada.
_Pero sigo sin entender por qué hago con mis hijos exactamente lo
mismo que hacía mi padre con nosotros, si a mí me hizo tanto daño
aquello...
_No haces exactamente lo mismo Sara, date cuenta. Tú tienes un mayor
nivel de consciencia de ti que el que él tenía de sí mismo. Tú ahora te das
cuenta cuando caes en tu reacción automática y pones los medios para
ayudar a tus hijos a canalizar lo que sienten. Te sientas a hablar con ellos, te
disculpas, les explicas lo que te ocurre, les intentas compensar con otras
muchas cosas, te acercas a ellos…y tu padre no hizo nada de eso. No haces
exactamente lo mismo que hizo él.
_Tienes razón, es verdad_, susurró”.

“Febrero 2011 - Libretita Anne


Hola de nuevo, chiquitina: las risas siguen siendo casi diarias contigo.
Te cuento algunas anécdotas: la semana pasada la tía Carmen te preguntó
qué quieres ser de mayor y vas y le dices: “Petrona”. Querías decir
“matrona” hija, qué risas echamos. Antes solías decir “sacadora de bebes”,
y hace un tiempo te expliqué que se dice matrona, y se ve que aún no has
retenido la palabrita...
Otra gracia: ayer estabais jugando Andoni y tú a haceros cosquillas y de
repente vas y le dices muerta de risa: “Ay Andoni, no me toques el
chichiiiii, que ya lo tengo reservadoooo”. Me quedo alucinada con tus
cosas, mi niña.
De ahí surgió la conversación de los “novios” que has tenido hasta
ahora (Jon y Yoritz), y que ahora no tienes ninguno, pero que te gusta un
niño que se llama Alex. Y entonces te pregunté: “¿O sea que Yoritz ya pasó
a la historia?” Y vas y me respondes, poniendo las dos manitas en tu
corazón: “Mamá, Yoritz siempre será una historia para mí”. Ayyy, qué
risas, Anne. ¡Me encantas, pequeñina!
¿Sabes qué? Cada vez que sacas estos temas de novios y de
romanticismo, me viene a la memoria cómo mis padres reprimieron y
juzgaron todos esos impulsos en mí, e intento darte todo aquello que
necesité y que ellos no supieron darme, por su educación restrictiva y
castradora en todo lo relacionado con lo sexual. Quiero ayudarte a que
dejes volar a tu Afrodita bien alto, y que a lo largo de tu vida te sientas muy
orgullosa de ser como eres, Anne. Te quiero mucho, mi niña”.

“Email de: Valeria Messi


Fecha: 13 de febrero de 2011. Hora: 21:05h
“Hola Sara:
Aquí tienes los textos que te comenté. Esto es una breve introducción al
tema y más adelante te enviaré el enfoque y el método de trabajo desde la
bioenergética ante los bloqueos particulares y especiales que se producen
en el cuerpo cuando ha sufrido abusos en la niñez. Si te surge cualquier
duda, no tengas ningún reparo en consultarme.
Un abrazo,
Valeria

1.- Consecuencias de los abusos sexuales en la infancia:


Numerosos estudios han evidenciado que la experiencia de abuso sexual
en la infancia constituye un importante factor de riesgo para el desarrollo
de una gran
diversidad de trastornos psicopatológicos en la edad adulta, constatando
las siguientes consecuencias tras la experiencia traumática:
.- Consecuencias iniciales a nivel emocional:
-Vergüenza
-Desconfianza
-Asco
-Miedo
-Hostilidad
-Ansiedad
-Culpa
Con el paso del tiempo, si el niño o la niña no recibe la atención y
protección que necesita, la ira será la emoción predominante en su vida.
Pues sí, así ha sido en mi caso. No me sirve para justificar nada, pero sí
que me ayuda a comprenderme mejor…comenzó a emocionarse, sintiendo
un ligero alivio en su interior.
.- Consecuencias iniciales a nivel conductual:
-Hiperactividad
-Problemas de concentración
-Déficit de atención y/o bajo rendimiento académico
-Tendencia al aislamiento
-Fantasías de suicidio
-Alteración en el ritmo normal del sueño
-Pesadillas en los niños más pequeños
-Rechazo a la proximidad física
-Pérdida de control de esfínteres
-Enuresis
Coño, yo me hice pis en la cama hasta los catorce, justo cuando aquello
terminó…y en la adolescencia sí que solía fantasear con suicidarme…
.-Consecuencias emocionales a medio/largo plazo:
-Ira
-Síntomas depresivos
-Ansiedad
-Baja autoestima
-Sentimientos de inferioridad o de estigma
-Cambios de humor muy pronunciados
-Muy sensible a la crítica
-Baja tolerancia a la frustración
-Culpa
-Vergüenza
-Miedo generalizado o focalizado hacia algo o alguien
-Desconfianza
-Rechazo al propio cuerpo
-Hostilidad
-Agresividad
Sí que me veo en muchos…
.-Consecuencias conductuales a medio/largo plazo:
-Reviviscencias (flash-backs):
Un olor, una palabra, una situación determinada o cualquier otro
detonante, pueden provocar que la persona reviva los abusos de una manera
muy intensa y casi real.
Esto me ha pasado durante toda mi vida…
-Escasa habilidad social o conductas antisociales
-Desconfianza generalizada
-Aversión sexual
-Hipersexualización: la niña asumió que sólo podría recibir afecto del
sexo opuesto a través de la conducta sexual, dando lugar a actitudes
erotizadas y seductoras, y promiscuidad.

Voilà!!! ¡Esa sí que he sido yo!


-Masturbación compulsiva
-Vocabulario soez
-Conductas autodestructivas o autolesivas
-Consumo de alcohol o drogas
-Comportamientos de riesgo
-Tendencia a culparse por todo
-Intentos de suicidio
-Pocos amigos o cambio permanente de amigos
-Conducta perfeccionista
-Múltiples parejas
-Problemas de orientación sexual o de identidad sexual
-Embarazo precoz
-Trastornos alimentarios
-Autocrítica excesiva
-Descuido de la higiene personal
Pues sí. No encajo en todo, pero casi…se reconfortó, sintiendo una gran
liberación al leer todo aquello. Trastornos alimentarios…aquí lo dice muy
claro, ¿tendrá relación con los abusos, o me afectó más el abandono que
viví?
Y ¿quién está peor? ¿el que sabe que tiene un problema y lo expresa
abiertamente para sanarlo, o el que teniendo evidencias sobradas de que el
problema está fundamentado, lo niega diciendo que ya tendría que estar
superado?, volvía a rumiar sin poder quitarse a muchos de sus hermanos de
la cabeza.
¿Y si les envío el correo? No, mejor no. Van a decir que ya estoy otra
vez con lo mismo de siempre. No me quiero exponer otra vez así, tengo que
aprender a cuidarme de una vez por todas. Bueno, sigo leyendo...
La relación de estas consecuencias con la experiencia de abusos
sexuales en la infancia también ha sido observada en otros estudios, como
el realizado por McLean y Gallop, que comprobaron que las mujeres
víctimas de abuso sexual que participaron en su estudio eran diagnosticadas
tanto con trastorno por estrés postraumático como por trastorno límite de la
personalidad. Otros estudios, como el de Bernstein, Stein y Handelsman,
han concluido que, al contrario que en los demás tipos de maltrato infantil,
el abuso sexual no correlaciona con ningún trastorno de personalidad
específico, si bien, en cierta medida, lo hace con todos ellos.
2.- El incesto entre hermanos:
El abuso sexual intrafamiliar es una de las formas más severas de
maltrato infantil. En la mayor parte de los casos no suelen darse conductas
violentas, ya que los abusadores, que frecuentemente son adolescentes que
muestran un problema de insatisfacción sexual, se ven tentados a buscar
esporádicas satisfacciones sexuales en los menores que tienen más a mano
y que menos se pueden resistir.
En estos casos, los abusadores pueden mostrar distorsiones cognitivas
para justificarse ante ellos mismos por su conducta: “No se resiste porque
también desea el contacto”, o “en realidad, es una forma de cariño”, etc.
Los casos más frecuentes de este tipo de abuso ocurren en familias
numerosas donde hay un varón adolescente y una niña bastante menor que
él, especialmente si el chico no ha recibido una orientación y educación
sexual saludable.
Esto fue lo que le pasó a Agustín…menuda anti-educación sexual de
mierda nos dieron papá y mamá. Me puedo imaginar lo perdido que estaba,
con todas las hormonas disparadas. Ya leí hace tiempo lo de las familias
numerosas…por lo visto es algo muy habitual. Bueno, el caso es que hace
tiempo que tengo claro que los dos planeamos aquello como almas antes de
encarnar, para que cada uno trascendiera lo que necesitaba aprender con
la experiencia…y también me lo confirmó el médium en su día.
La verdad es que si no hubiera sido por lo que viví en mi infancia, no
creo que me hubiera interesado por estos temas del crecimiento personal y
no sería quien soy. Bueno, sigo leyendo...
A mayor represión sexual, mayor confusión y justificación de sus
conductas abusivas, que le impedirán tomar consciencia del daño que
inflige realmente sobre la menor, produciendo en ella, ante todo, un
profundo sentimiento de culpa y de rechazo hacia sí misma.
Pues sí.
En general, las niñas que viven esta experiencia traumática tienden a
presentar reacciones ansioso-depresivas, alteraciones en la esfera sexual,
altibajos emocionales, conductas autodestructivas, así como un control
inadecuado de la ira. Tan sólo un cincuenta por cien de las víctimas suelen
revelar su secreto, ya sea a otro miembro de la familia en quien confía, o a
alguna figura de confianza extrafamiliar. Las consecuencias en la menor
oscilarán entre diferentes grados en un amplio espectro de síntomas, que
dependerán de los siguientes factores:
-Frecuencia, duración e intensidad de los abusos. Cuanto más crónico e
intenso es el abuso, mayor es el desarrollo de un sentimiento de
indefensión y de vulnerabilidad y más probable resultará la aparición de
síntomas.
-Reacción de la familia: desempeña un papel fundamental. El apoyo y
la protección parental, especialmente de la madre, es un elemento clave
para que la víctima mantenga o recupere su nivel de adaptación después de
la revelación del secreto.
Aquí está mi principal herida, ahora lo sé...y que tiene relación con mi
problema con la comida, también lo sé, ya no tengo duda, comenzó a llorar.
-Perfil individual de la víctima (estabilidad psicológica, edad y
contexto familiar).
Con nueve años, por muy estable que estuviera hasta ese momento, sin
la respuesta familiar adecuada tuve todos los boletos para acabar jodida
como estoy, suspiró secándose las lágrimas.

Email de: Sara Montes


Fecha: 13 de febrero de 2011. Hora: 23:53h
“Hola Valeria:
Me ha ayudado muchísimo leer todo esto, especialmente la importancia
de la reacción de la familia. Me ha servido para constatar que no estoy loca,
sino que mi niña interior lleva años pidiendo a gritos el reconocimiento, la
comprensión y el apoyo que le faltó en aquel momento crucial al pedir
ayuda y no recibirla.
Y sobre todo, he podido comprender que más que los abusos de mi
hermano, mi verdadera herida ha sido esa indefensión que sentí por parte
de mis padres y posteriormente del resto de la familia. Toda la vida he
sentido ese abandono grabado a fuego en mi piel y es algo que a día de hoy
no sé cómo superar.
No se me quita de la cabeza que si algunos hermanos vieran de corazón
la magnitud de mi trauma y me dijeran con el alma en la mano, como me
dijo mi padre en su día, que ahora me ven y me comprenden, muchos de
mis problemas emocionales desaparecerían al momento. Muchísimas
gracias. Ahora sí estoy deseando trabajar esos bloqueos en mi cuerpo.
Un abrazo,
Sara”.

“Cádiz
2011

_Gracias al GPS encontró con facilidad el barrio donde había vivido de


niña y cuando al pasar con el coche vio su edificio, sintió un inesperado
vuelco en el corazón, casi como si hubiera visto un fantasma.
Una sensación extraña y algo molesta se apoderó de ella, sin poder
distinguir de qué se trataba exactamente. Una mezcla de alegría, ilusión,
miedo y nostalgia comenzó a bullir en su interior y a medida que se iba
acercando a él ya a pie, la extraña sensación comenzó a intensificarse aun
más. Su corazón comenzó a latir con mayor fuerza a cada paso, que eran
cada vez más rápidos y firmes, como si una fuerza ajena a ella la estuviera
empujando hacia un destino ineludible.
Su sorpresa fue mayor cuando al verse a pocos metros frente al edifico,
alto y bonito como lo recordaba, de repente comenzaron a llegar a su mente
multitud de imágenes de diferentes momentos que había vivido allí: su
madre acercándose a ella desde el portal, guapísima y sonriente con un
vestido azul celeste llevando a Álvaro en su vientre abultado, y ella
admirándola y queriéndola con todo el amor y la inocencia de sus siete
años, con los brazos abiertos de par en par para recibir su abrazo antes de
marcharse al hospital. Corriendo en tropel junto a sus hermanos hacia la
playa, entre risas, cantos y juegos de niños felices. Las bulliciosas y
emocionantes carreras de escarabajos en el patio trasero del edificio.
Ernesto, un amigo de Felipe, escapándose de ella porque quería darle un
beso pidiéndole que fuera su novio. Las nanas que cantaba a su hermanito
cuando por fin nació y el inmenso amor que sentía por él…
De pronto, completamente desolada y perdida en los recuerdos,
comenzó a llorar y entonces sí, pudo sentirlo con toda su cruel
contundencia: una tristeza y un vacío desgarradores, gritando desde lo más
profundo de su ser, recordándole sin piedad la niña dichosa y
despreocupada que un día sí había sido.
Aquellos momentos dorados de su infancia que había borrado de su
mente, la atravesaban ahora como cuchillos afilados mientras permanecía
allí parada frente al que había sido su hogar, aquel testigo imperturbable de
un paraíso perdido.
No podía parar de llorar y de estremecerse, sintiéndose como una
intrusa intentando arañar desde la distancia aquella inocencia feliz, ahora
cruelmente inalcanzable.
Tras pasar el resto del día sumida en aquel catártico estado de profundo
dolor y llanto sin consuelo, al caer la noche pudo comenzar a serenarse.
Tras cenar un bocata vegetal en la terraza de su hotel se dispuso a seguir
leyendo los apuntes, tratando de escapar de aquel inesperado tormento que
parecía no querer abandonarla”.

“San Sebastián
2011

Tras relatarles lo ocurrido, no tardaron en mostrarle todo su apoyo y


cariño, una vez más.
_Uau Sara, qué fuerte. Parece que viviste una regresión in situ, ¿no?
¡Menudo regalazo!
_No sé si fue un regalo Carla, aún hoy cuando lo recuerdo me entran
ganas de llorar_, su mirada se agitó_. Volví al edificio cada día para ver lo
que sentía y cada vez que me paraba frente a él, me ocurría lo mismo;
empezaba a llorar sin poder parar, totalmente desconsolada y seguían
viniendo a mi mente los mismos recuerdos, maravillosos y dolorosos al
mismo tiempo, una y otra vez…
_Cclaro qque ffue unn reggalo, ppuddisstte dessperttar a el Ssara niñña
qque vivvió feliss allí…ess unna opporttunnidadd dde segguir enn
cconttactto con ella…ahora ssabess qque ess real…qque vivve en tti…
_Sí, supongo que tenéis razón…pero es que me he quedado más en el
resentimiento que en esa oportunidad de la que habláis. Todavía culpo a mi
madre -y a mi padre a veces-, según cómo esté con él, por haber vivido
después la mierda de infancia que tuve que vivir...y también a mis
hermanos, por haberme juzgado por ser como era sin molestarse en
comprender que hubo motivos reales para ello...y me resulta imposible
salir de esto…el rencor pesa más que el amor que sentí hacia esa niña...
_Bueno, poco a poco lo irás consiguiendo Sara. Te irás liberando de
todo eso. Has avanzado mucho y estoy segura de que vas a seguir
haciéndolo, y ¿sabes por qué?
_¿Por qué?_, quiso saber, ahora con la voz entrecortada.
_Porque eres la persona más luchadora y perseverante que he conocido
en mi vida y sé que hasta que lo consigas, no vas a parar.

“San Sebastián
2012
_¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es que no me lo merezco yo también?
_, se desahogaba sollozando completamente rota sobre el hombro de
Nuria_. Es que…es que de verdad siento que ya no puedo más..._, seguía
llorando, aferrándose fuertemente a ella_. No me quedan más fuerzas
Nuria, con esto no puedo...
_Claro que te mereces el amor cielo, ya verás que con el tiempo
volverás a estar bien. El problema lo tiene él, no tú..._, le repetía
acariciándole el pelo, sin saber qué más podría hacer o decir para sacar a su
amiga de aquel estado tan lamentable.
Al igual que años atrás, Joseba le había enviado un mensaje la noche
anterior diciéndole que necesitaba poner distancia durante un tiempo para
aclarase.
Ante la impotencia de Nuria, Sara no podía hablar de otra cosa que no
fuera lo destrozada que se sentía.
_Me siento morir, Nuria…ya nada tiene sentido…, sólo mis hijos…si
no fuera por ellos me daría todo igual..._, repetía entre gemidos con la voz
entrecortada, mientras una espesa amargura atravesaba su garganta_. ¿Por
qué quiso entrar otra vez en mi vida? ¿Por qué insistió en irnos de viaje?
¿Por qué hizo que Andoni también se encariñara con él?_, repetía,
retorciéndose entre los incontrolables espasmos que la angustia provocaba
sin cesar a lo largo de todo su cuerpo”.

Como has visto, a pesar de mis intentos de liberarme del automatismo


de mi mente de llenar mis vacíos y encontrar el amor a través del sexo,
todo continuó prácticamente igual, pues mi herida necesitaba mucho más
que aquella simple renuncia para poder ser sanada. Aún me quedaba mucho
camino por recorrer.
También continuaba atrapada en la culpa y la exigencia, así como en la
proyección y en los juicios, haciendo responsables a mis hermanos de todas
mis penurias existenciales. Aún estaba muy lejos de poder comprender y
aceptar que yo era la única causante de todo aquel dolor.
De lo que sí me he dado cuenta al leerlo de nuevo, es que siempre se
mantuvo viva en mí una tenue pero firme voz que me hablaba de fe y de
esperanza, que nunca me permitió rendirme en mi empeño por sanarme.
Ahora la siento como ese faro que permanece impertérrito sobre su roca
ante la peor de las tempestades, y que no deja de guiar a los barcos con su
luz hasta que llegan a puerto.
Hoy, años después y con el corazón lleno de amor y gratitud por todo lo
que he sido y he vivido, sé que aquella era la voz de Dios hablándome en
mi mente, llamándome para que regresara a Casa.

“Permítaseme reconocer que mis problemas se han resuelto”


(Lección 80 UCDM)
XVII: Constelación Cuántica y
Constelación Milagro

Constelaciones Cuánticas
Recapitulando lo esencial de los capítulos anteriores, sabemos que
a un nivel cuántico, es decir, subatómico, formamos parte de un
campo energético en el que todo está entrelazado y que somos un
canal perfecto para traer a nuestra conciencia la información que
necesitamos en cada momento.
La física cuántica nos ha revelado que somos pura energía al
observar que los átomos, que son de lo que está compuesto nuestro
cuerpo, no tienen en realidad estructura física, sino que son más bien
una especie de espiral energética en continuo movimiento. El
entrelazamiento cuántico, que te recuerdo es el fenómeno por el que
hemos podido observar que en realidad nada está separado de nada y
que todo forma parte de un campo en el que todo interactúa con todo,
nos permite acceder a cualquier información a través de nuestra
realidad cuántica, es decir, a través de nosotras mismas en nuestro
nivel subatómico. La información está ahí disponible para nosotras, y
tan sólo necesitamos un medio para acceder a ella.
Y ese medio es algo tan simple como nuestro propio cuerpo, pues
en él es donde se manifiestan nuestras emociones, que como también
sabes ya, son la vía por la que fluye esta información. En el capítulo
15 vimos que estas emociones enquistadas en nosotras y en nuestro
sistema familiar se manifiestan en las Constelaciones Familiares de
una manera clara e indiscutible, y cómo a través del perdón y el amor
logramos transmutarlas trayendo al clan y a nuestra vida el equilibrio
que habíamos perdido y que tanto necesitamos para liberar los
potenciales que hemos venido a desarrollar.
En este capítulo vamos a seguir profundizando en este mundo tan
fascinante a través de las Constelaciones Cuánticas, y éstas nos darán
pie para mostrarte una nueva manera de constelar que yo misma he
ideado aunando los principios de éstas con los de las Constelaciones
Familiares. A este método le he llamado “Constelación Milagro”, pues
es tan fácil y sencillo, que parece un milagro que en tan sólo unos
veinte o treinta minutos podamos desentrañar esa información oculta
que está bloqueando nuestros avances en cualquier área de nuestra
vida.
No puedo dejar de resaltar que sin un trabajo serio y
comprometido con tus emociones y con tu niña interior, utilizar esta
técnica podría reducirse a un juego estéril e infantil del que no podrás
sacar provecho. Sería algo así como tener un Maserati y conducirlo en
carreteras secundarias, sin explotar todo su potencial.
La diferencia entre una Constelación Familiar y una Cuántica es
que en la segunda, el terapeuta prácticamente no interviene
preguntando a los representantes cómo se sienten ni indicándoles qué
hacer o qué decir, sino que les deja que vayan conectando con sus
emociones y que hagan los movimientos y expresiones que sientan que
necesitan hacer. Así, en cuestión de minutos, va emergiendo la
información necesaria y ellos mismos finalmente llegan a la sanación
de la situación. Es algo alucinante de verdad, pues la constelación va
prácticamente sola.
El escenario es el mismo que en las Constelaciones Familiares: la
consultante quiere desbloquear una situación concreta de su vida y un
grupo de personas se presta para hacer de representantes. A partir de
aquí ya aparecen las diferencias, y una de ellas es que en la
Constelación Cuántica, cuando el terapeuta o la consultante ya han
elegido a los representantes, el resto de las personas que se han
quedado sentadas se dejan llevar por sus sensaciones y pueden salir al
círculo si tienen el impulso de hacerlo, sin necesidad de que la persona
que se constela les elija. Una vez en el círculo, van a interactuar y a
expresar lo que sienten, a veces en silencio y otras hablando, según las
situaciones y todos ellos, por sí mismos y únicamente atendiendo a sus
emociones, llegarán a la solución (reparación) de la situación en
cuestión.
En este punto quiero compartir que tras muchos años estudiando y
participando en sesiones de Constelaciones Familiares con su método
original y acostumbrada ya a asumir esa magia como algo normal e
inherente a nosotros, la primera vez que vi una Constelación Cuántica
me quedé con la boca abierta. Alucinada podría ser la palabra perfecta
para describir cómo me sentí.
Una vez más pensé aquel “si no lo veo, no lo creo” que había
sentido en mis primeras constelaciones años atrás, y lo que presencié
me llevó a reflexionar profundamente sobre nuestra autonomía y
capacidad reales para resolver todos nuestros “problemas”. Estas
reflexiones finalmente me condujeron a desarrollar este método que te
he mencionado antes y que enseguida paso a mostrarte. Pero antes
quiero compartir mi experiencia personal en una Constelación
Cuántica, la primera que hice como consultante, en la que vas a poder
observar la belleza, la sencillez y la magia cooperando juntas entre sí:
Aún preocupada por la incertidumbre en mi situación económica,
decidí probar este método que me había sorprendido de aquella
manera. El terapeuta sólo necesitó saber qué aspecto de mi vida quería
consultar, nada más. “Mi relación con la abundancia”, le dije. Escogió
a dos mujeres del grupo, y ellas se colocaron de pie una frente a la
otra, mirándose en silencio. Permanecieron así aproximadamente un
minuto, hasta que de pronto la más joven, una chica de veintipocos
que al principio tenía una expresión seria, rompió a llorar. La más
mayor permaneció sin moverse de pie frente a ella, mirándola con
mucha ternura. La joven continuó llorando cada vez con más
intensidad, apretando ahora sus brazos contra su vientre.
Al cabo de un minuto o dos su llanto se calmó y de pronto dio dos
pasos al frente para acercarse a la otra mujer. Le acarició la mejilla
con una tímida sonrisa y acabó arrodillándose ante ella, abrazándose
con fuerza a sus piernas sin dejar de sonreír. Sus lágrimas brotaron de
nuevo, pero ahora eran lágrimas de pura felicidad y entrega. En ese
momento la más mayor la cogió de las manos con una delicadeza y un
amor que casi se podían ver en el aire, se sentó en una silla y la puso
sobre su regazo mientras abrazándola y sonriéndole, la colmaba de
besos y caricias. La joven la miraba embelesada y la acariciaba
también, y permanecieron así otros dos o tres minutos más, hasta que
el terapeuta dio la Constelación por terminada.
Debo confesar que mientras lo presenciaba, sentí una pequeña
decepción. Yo ya sabía que nuestra relación con el dinero está
estrechamente vinculada a cómo han sido las cosas con nuestra madre,
pero en aquel momento aún no estaba preparada para aceptar que si
quería vivir con una tranquilidad económica, tendría que abrir mi
corazón y entrar en mi herida de abandono.
Aquella constelación me mostró el proceso por el que tendría que
pasar para llegar a la sanación de mi conflicto emocional con ella, y
fue justo un año después, como verás en el último capítulo, cuando
finalmente pude lograrlo y comenzar a experimentar unos cambios
asombrosos en mi vida.

Constelación Milagro
A la mayoría de la gente le ocurre que cuando quieren hacer algún
cambio en sus vidas, lo intentan durante un tiempo y al final
acaban autosaboteándose sin saber que lo hacen debido a sus
creencias inconscientes. Después de comprender la dinámica
de las Constelaciones Cuánticas, llegué a la conclusión de que
ya que toda la información está en nosotras, debemos de tener
también la capacidad, no sólo de traerla a la conciencia
poniendo la intención para hacerlo, sino también de sanarla,
como siempre, a través del perdón y el amor.
Vi también que en prácticamente todas las Constelaciones Cuánticas
la información se desvelaba a través del mismo patrón: el
origen de la situación, las creencias limitantes inconscientes
que la sustentaban, sus consecuencias (de qué manera había
afectado a la vida de la consultante), y finalmente la solución,
la sanación desde el amor. Y fue así cómo un día de pronto
sentí un “Eureka” que me llevó a idear esta manera tan sencilla
con la que cualquier persona puede consultar la situación que
desee en su propia casa, tan sólo con la ayuda de unos
papelitos.
Con este método rápido y sencillo vas a poder traer a la conciencia y
desbloquear las creencias limitantes y las emociones
reprimidas que están impidiéndote avanzar en alguna de las
áreas de tu vida, y antes de mostrártelo quiero una vez más
insistir en que para que esto sea realmente efectivo y no se
quede en una mera exploración que te deje “flipada”, o en algo
para contar a tus amigas, es fundamental que vaya
acompañado de una observación diaria de tu mente y de tus
emociones, así como de un compromiso contigo misma de
hacerte cargo de todo lo que sientes.
Hemos visto a lo largo de los capítulos que durante mucho tiempo
has vivido atrapada en el automatismo de tu programación mental y de
tus creencias limitantes, repitiendo una y otra vez patrones y
situaciones que te gustaría poder cambiar, y aunque muy
probablemente hayas oído hablar de múltiples técnicas y terapias que
te pueden ayudar a hacerte consciente de ellas y transformarlas, ahora
vas a aprender a hacerlo tú sola, pues ya estás en disposición de saber
que en realidad todas las respuestas que necesitas están, y siempre han
estado, dentro de ti.
Al realizar este ejercicio muy probablemente te ocurra como a mí,
especialmente al principio, que al colocarte sobre el papel de “Origen”
emerjan emociones relacionadas con tu experiencia de abusos. No es
de extrañar que nos ocurra esto, ya que la gran mayoría de nuestras
creencias limitantes, inseguridades y demás conflictos emocionales
provienen de ahí, así que te animo mucho a que sigas explorando y
avanzando, tanto con tu niña interior como con estos ejercicios, pues
verás cómo paso a paso irás quitando las capas de la cebolla y algún
día, cuando menos te lo esperes, sentirás el enorme regocijo y
satisfacción de haber llegado al mismo centro de tu Ser.
Y ahora te muestro cómo funciona:

Constelación Milagro: Ejercicio


-Antes de empezar, asegúrate de que dispones de al menos una media
hora de tranquilidad, en un lugar donde nadie pueda interrumpirte.
Piensa en una situación de tu vida en la que necesites algún tipo de
respuesta o que sientas que aún falta algo por solucionar, y sigue
estos pasos:
-Coge un folio, unas tijeras y corta cinco papelitos
-En un papel, escribe el tema en cuestión. Por ejemplo: “Mi
relación con mi novio”, “Mis problemas en el trabajo”, “Mi
sentimiento de incapaz”, etcétera. Cuanto más explícita seas, mejor. Es
decir, en “Mi relación con mi novio” podrías poner: “La inseguridad
que siento con mi novio”, “las dudas que tengo en mi relación”, y en
“Mis problemas en el trabajo”, podrías poner: “La rabia que siento con
mi jefa”. Si incluyes alguna emoción en el tema que vas a trabajar,
siempre será mejor.
-En los cuatro papeles restantes, vas a poner lo siguiente:
-en el primero: “Creencias limitantes”.
-En el segundo: “Origen”.
-En el tercero: “Consecuencias”,
-Y en el último: “Visión del Ser”, que es tu visión superior, la capacidad
que tienes de ver más allá, cuando sales de las
limitaciones del ego y accedes al perdón y al
amor..
-Cuando ya tengas los papeles preparados imagina un círculo en el
suelo, o delimítalo con una cuerda.
-Pon en el centro del círculo el papel del tema a tratar, y los otros
cuatro, uno en cada extremo del círculo rodeándolo, en el orden en el
que los has escrito (puedes ver cómo queda en la ilustración). Ponlos
boca arriba, de manera que veas qué pone en cada uno. O sea, en el
punto de partida pones el de las “creencias”, a la derecha el de
“origen” y así sucesivamente.

-Colócate en el centro del círculo, sobre el papel en el que pone


situación de conflicto. Cierra los ojos y comienza a respirar despacio y
profundamente, llenando por completo tu estómago, como si
respiraras por el ombligo. Cuenta cuatro segundos para inhalar,
después retén el aire durante seis o siete segundos y luego cuenta otra
vez cuatro para exhalar. Y así varias veces, mientras permaneces de
pie sobre el papel. Tómate el tiempo que necesites y confía en que tus
células, a través de sus sensaciones, te van a traer toda la información
que necesitas ver en estos momentos.
Sin prisa, totalmente dispuesta a comprender y a aclarar la
situación, sabiendo y confiando en que las respuestas ya están en ti.
Cuando empieces a conectar, puede que sientas que tu pecho se cierra,
o que necesitas ponerte de cuclillas y abrazarte, o simplemente gritar,
o llorar. Cualquier movimiento y expresión que quiera hacer tu cuerpo,
permíteselo, dale rienda suelta por completo.
-Cuando sientas que ya has terminado en este papel, sal del
círculo, escribe en el folio tus sensaciones y pasa al siguiente.
-A continuación te colocas de pie sobre el papel en el que pone
“creencias limitantes”. Al igual que en el anterior, cierra los ojos,
respira hondo y céntrate en el tema o situación que estás trabajando.
Mientras respiras y te dejas llevar por tus sensaciones corporales,
recuerda que este círculo donde estás ahora representa el Campo
Cuántico, esa energía que lo sustenta todo y donde siempre está
disponible toda la información que necesitas. En él no existen el
espacio y el tiempo, y tu Ser puede conectar, sólo con que tú lo desees,
directamente con esa fuente de información, que en realidad ya está en
ti.
-Cuando empieces a conectar con alguna sensación o emoción,
abre los ojos y di en voz alta todo lo que te venga a la mente. Le vas a
hablar directamente al papel del centro, al tema o situación que estés
trabajando. Confía y saca todo lo que te venga, mientras sigues
prestando mucha atención a tus sensaciones corporales. Si tu cuerpo
quiere hacer algún movimiento, hazlo. Puede que te sorprendas al ver
cómo salen por tu boca palabras y frases inconexas sin un sentido
aparente. No le des importancia a esto, y sigue expresando todo lo que
necesite salir. Cuando sientas que has terminado, sal del círculo de
nuevo y escribe en un folio todo lo que has expresado.
-Después de escribirlo todo, vuelve al círculo y colócate sobre el
papel donde pone “origen”, y ahí vas a hacer lo mismo. Y así
sucesivamente, hasta llegar al final.
-Cuando hayas llegado a la “Visión del Ser”, sigue respirando
hondo y colocada de pie sobre el papel, date el tiempo que necesites
para conectar y después, termina esta frase: “Ante esta situación, aquí
y ahora yo…” (Podría salirte algo así como: “aquí y ahora yo ya no
tengo necesidad de seguir perpetuando tu rabia, papá. Estoy en paz
contigo”, “aquí y ahora sé que tengo capacidades de sobra para ser
autosuficiente”, etcétera). Lo que te salga, sin pensarlo mucho, sólo
confiando en lo que estás sintiendo en ese momento.
Puedes estar segura de que en este papel encontrarás la respuesta
que puede ayudarte a cambiar la situación, o tu percepción de ella
(esto suele ser lo que más necesitamos). Si de verdad estás dispuesta a
coger las riendas de tu vida, es muy importante que des credibilidad a
esta respuesta y que adquieras un compromiso contigo misma para
realizar las acciones que tu propia Sabiduría Superior te ha mostrado
en el ejercicio. Con respecto a la creencia limitante, es posible que
bajo una misma situación se escondan varias creencias, y si sientes
que en tu caso esto es así, sería conveniente volver a repetir el
ejercicio pasados algunos días.
Una vez más puedo garantizarte que si incorporas este método a tu
vida de una forma habitual junto con el trabajo con tu niña interior,
vas a ser capaz de afrontar de una manera muy diferente muchas
situaciones que hasta ahora creías que se escapaban a tu control, y vas
a poder hacer los cambios que necesitas para vivir la vida que tu alma
realmente desea.
-Cuando hayas repetido la frase varias veces y puedas notar cómo
la nueva emoción que ésta te trae entra en cada célula de tu cuerpo sin
que aparezca ninguna resistencia, quema todos los papeles excepto el
de la “Visión del Ser”. Mientras los ves quemándose, toma consciencia
de lo que esto supone para ti y para tu vida, date cuenta de todo lo que
estás dejando ir, desde el amor, la comprensión y la gratitud.
-Escribe en ese papel la frase que has dicho, y dite a ti misma que
esas palabras van a ser a partir de ahora un mantra sagrado para ti.
-Desde este momento, cada vez que sientas que emerge en ti el
impulso de la rabia, la impotencia, el miedo, o cualquier emoción
bloqueante en relación a esa misma situación, vas a repetir
mentalmente el mantra, todas las veces que lo necesites.
Y así, con este ejercicio tan simple, verás que no sólo vas a
desvelar las creencias y las emociones que te limitaban y a dar con la
solución a esa situación concreta, sino que podrás ir mucho más allá.
Verás también la herida que se ocultaba tras ella y ahora, cada vez que
te veas en una situación similar tan sólo necesitarás respirar hondo,
repetir tu mantra, y volverás a conectar con tus respuestas.

Ejercicio de Constelación Familiar: Mis padres, mi clan y yo


Ahora voy a explicarte cómo vas a poder realizar una pequeña
constelación familiar también tú sola, desde la tranquilidad de tu casa.
Al igual que con el ejercicio anterior, quiero animarte a que confíes
plenamente en que esa fuerza sanadora y amorosa que está presente en
ti, en mí, en todos nosotros y que está conectada con todo nuestro
sistema familiar y con el universo, se va a manifestar y va a
expresarse a través de tu cuerpo, de tus sensaciones y emociones, para
que puedas liberar los bloqueos que te están impidiendo vivir como el
ser libre que eres.
En este caso el procedimiento es similar, aunque con algunos
pequeños cambios:
-Tras delimitar un círculo en el suelo, coge un folio y corta tres
papeles.
-En el primero escribe “Papá”, en el segundo “Mamá”, y en el
tercero, pon tu nombre.
-Cuando tengas los tres papeles escritos dóblalos varias veces, de
tal manera que no puedas ver lo que pone en cada uno.
-Una vez doblados y sin saber cuál es cuál, vas a enumerarlos:
escribe el número uno sobre el primer papel que cojas, el dos sobre el
segundo, y el tres sobre el último.
-Ahora deja los papeles a un lado y prepara otro folio aparte, en el
que después escribirás las sensaciones y emociones que surjan con
cada papel.
-A partir de ahora, mientras comienzas a respirar despacio y
profundamente como en el ejercicio anterior, visualiza también el
círculo como ese campo cuántico en el que toda la información que
necesitas está disponible para ti.
-Después, coge cualquiera de los tres papeles y colócalo dentro del
círculo, sin pensar, confiando totalmente en tus sensaciones.
- Luego, coloca el segundo papel, y por último, el tercero.
-Ya tienes los tres papeles dentro del círculo. Desde fuera, fíjate
cómo están colocados, y sobre todo presta atención a tus sensaciones
al observarlos. La parte delantera del papel, donde ha quedado la
abertura, te indica en qué dirección está mirando. Fíjate si se miran
entre ellos, si se dan la espalda, si alguno mira hacia el exterior del
círculo, si están cerca o alejados entre sí, etcétera. Sólo observa
mientras sigues respirando profundamente, contando cuatro segundos
en cada inhalación, siete segundos reteniendo el aire en tu estómago, y
otros cuatro en cada exhalación.
-Ahora entra en el círculo y colócate sobre uno de los papeles, el
que tú sientas, dejando que tu cuerpo te guíe, confiando en todo
momento en que la Totalidad está manifestándose en ti, que formas de
ella, y que en este momento vas a acceder a la información que
necesitas para sanar cualquier asunto que tengas pendiente con tus
padres.
-Ya sobre del papel, mantén tu respiración lenta y profunda y con
los ojos abiertos, escucha a tu cuerpo. No sabes si estás en el papel que
representa a papá, a mamá, o a ti misma, y eso ahora no importa. Tú
sólo confía, respira, escucha, siente, y deja que tu cuerpo haga los
movimientos o sonidos que necesite. Mira a los otros dos papeles y
date cuenta de qué sientes con cada uno de ellos. ¿Estás bien en esa
posición y ese lugar? ¿Te gustaría estar más cerca? ¿O tal vez más
lejos? Presta total atención mientras sigues respirando profundamente.
Si sientes la necesidad, puedes hablarles. Diles lo que te surja, date
total libertad. Cuando sientas que has terminado con ese papel, sal del
círculo y escribe en el folio tus sensaciones, indicando el número del
papel en el que estabas colocada.
-Ahora, colócate sobre el siguiente papel y haz lo mismo que en el
anterior. Al terminar, vuelve a escribir tus sensaciones y por último, ve
al tercer papel y haz lo mismo que en los otros dos.
-Cuando hayas escrito todo lo que has sentido con los tres papeles,
empieza a abrirlos uno por uno, dejándolos colocados donde están
dentro del círculo. Lee lo que has escrito en cada uno de ellos y muy
probablemente te va a sorprender cómo la información que ha salido
en cada papel encaja y coincide de esta manera tan abrumadora con la
persona a la que representa. Esta es la magia del entrelazamiento
cuántico. Bien. ¿Estás dispuesta a seguir? Ahora es cuando vas a
empezar el trabajo de verdad:
-Colócate sobre el papel de “papá”, respira de nuevo lenta y
profundamente y mirando hacia el papel de “mamá”, céntrate en lo
que sientes. Si surge tensión o conflicto, exprésalo, deja que salga
todo.
-Luego te colocas sobre el papel de “mamá” y haces lo mismo
mirando al papel de “papá”.
-Cuando los dos hayan expresado todo lo que tenían guardado,
acerca los dos papeles y colócalos uno enfrente del otro.
-Vuelve a colocarte sobre el papel de “papá” y mirando al de
“mamá”, vas a decir estas palabras: “Tú eres la madre de nuestra hija.
Te reconozco, te respeto y te doy las gracias por ello. Los problemas
que haya habido entre nosotros son nuestros, no le pertenecen a ella.
Comprendo que lo has hecho lo mejor que has sabido o podido, y
quiero que sepas que yo lo he hecho también lo mejor que he podido.
Ahora te veo y siento de corazón el daño que haya podido hacerte. Me
quedo con todo lo bueno que me has dado y guardo respeto al amor
que nos unió. Acepto y respeto la mitad de ti que hay en nuestra hija.
Estoy en paz contigo”.
-Al terminar de decir estas frases sanadoras, fíjate si notas alguna
resistencia o si realmente sientes paz al decirlas. Si hay resistencias,
vuelve a decirlas, hasta que encuentres dónde está el impedimento, y
exprésalo. Y entonces, añade: “Yo tengo derecho a equivocarme y tú
no”. Fíjate cómo te sientes al decir esto, suele ser un revulsivo muy
eficiente para derribar resistencias, pues nos ayuda a ver la arrogancia
de nuestro ego, aunque estemos representando a otra persona. Vuelve a
decir las frases sanadoras, hasta que sientas que ya no queda nada
pendiente (si ves que te resulta imposible quedarte en paz, déjalo
estar, ya continuarás otro día. Está bien así para empezar).
-Cuando hayas terminado en el papel de “papá”, haz lo mismo en
el de “mamá” hablándole y mirando a “papá”.
-Finalmente, cuando haya paz entre ellos dos, colócalos uno al
lado del otro, con el papel del padre a la izquierda, los dos mirando
hacia el papel que te representa a ti.
-Colócate sobre tu papel mirando hacia tus padres, y respirando
profundamente, date cuenta de cómo te sientes y a cuál de los dos
necesitas hablar primero. Si estás dolida, decepcionada o enfadada,
exprésalo. Date total libertad.
-Y ahora, después de haber expresado tu enfado y tu rabia, (si ese
era el caso), vas a decirle esta frase: “Yo tengo derecho a equivocarme,
y tú no. Date cuenta de si estas palabras te ayudan a bajar tus
resistencias, y continúa con las frases: “Tu eres el padre, yo soy la
hija. Siente que te vas haciendo pequeña ante él, esto es fundamental
para que puedas agradecerle la vida que te ha dado. Ahora dile:
“Gracias por la vida que me has dado”. Deja que tu corazón se abra,
para que puedas sentir la necesidad vital que tienes de amarle,
agradecerle y honrarle, y también de sentir su amor hacia ti. Permítete
ahora sentirte muy pequeña y ver que él es el grande, esto te ayudará a
sentir su fuerza y su amor en tu vida. Probablemente hubo muchos
momentos que fueron difíciles entre vosotros, seguramente en tus
reproches le has dicho que te habría gustado que las cosas hubieran
sido diferentes, pero ahora le vas a decir que aprendes de lo vivido,
que te atreves a transmutarlo y a amar incondicionalmente, porque
“eres mi padre, te debo la vida, y eso es sagrado”. Termina diciendo:
“Te acepto y te honro como mi padre, yo no soy quién para juzgarte”.
-Si notas resistencias, ponte de rodillas ante él con el cuerpo
pegado al suelo y las manos hacia arriba y di: “Con todos mis respetos
me inclino ante ti. Gracias por darme la vida. Ahora comprendo que lo
hiciste lo mejor que supiste hacerlo y que también tenías tus propias
cargas. Si yo hubiera vivido tus mismas circunstancias desde que
naciste, habría actuado igual que tú. Gracias por darme la oportunidad
de hacer las cosas diferentes a ti. Te tomo como mi padre, eres el
mejor padre que podía tener para trabajar lo que he venido a sanar”.
- Cuando termines, haz lo mismo con tu madre. Quédate pequeña
ante ella, y mira si quizás aún estás enfadada. Date cuenta de que en
realidad es un capricho, y suéltalo. Quédate en el amor que de verdad
necesitas, atrévete ahora a sentir el amor que sientes por ella y el que
ella siente por ti, a pesar de los errores que pudiera cometer. Dile que
ahora sabes que no es fácil ser madre, reconoce que te ha dado a luz y
dile: “Gracias por la vida que me has dado mamá, sólo anhelo sentir tu
amor hacia mí y el mío hacia ti. Sólo anhelo sentir el amor que sé que
llevo en mi corazón. Tú eres la grande y yo la pequeña. Con tu fuerza
y la de papá sé que puedo afrontar la vida que tengo delante, porque la
vida me ha venido a través vuestro, y eso…es sagrado”. Igual que con
tu padre, si notas muchas resistencias ponte de rodillas ante ella y
repite las mismas frases. (lo hiciste lo mejor que supiste…eres la
mejor madre…).
-Ahora, cuando ya has conseguido sentir ese amor que tanto
anhelabas, siente que te giras quedándote de espaldas a ellos, y cada
uno pone una mano sobre tus hombros, tu padre en el hombro derecho,
tu madre en el izquierdo. Si has logrado sentir un agradecimiento
verdadero y profundo, ahora sabes que ellos van a estar siempre ahí en
tu corazón. Si aún no puedes sentirlo no pasa nada, sólo necesitas
seguir trabajando con tu niña y tus heridas y volver a repetir este
ejercicio las veces necesarias, y un día lo conseguirás. En el caso de
que sí puedas agradecerles ahora, siente cómo esa energía es un
empujón hacia la vida, una puerta que se abre delante de ti.
-Si en tu relación con alguno de ellos has recibido un trato
realmente doloroso y traumático, difícil de comprender y de aceptar,
te puede ayudar imaginártelo desde una perspectiva superior, desde la
mirada de la Consciencia, y reconocer que existes gracias a que
cumplió con su función de padre o de madre, dándote la vida. Por el
momento basta con que puedas aceptar esto, que te han dado lo más
valioso que tienes: tu vida.
-También puede ayudarte recordar, como vimos en el capítulo de
las ovejas negras y la herencia transgeneracional, que siempre que
existe un trauma familiar se trata en realidad de una herencia de
nuestros ancestros. Es una oportunidad de trascenderlo y sanarlo,
dándole una visión y una salida diferente a la que ellos le dieron, y
esta salida es siempre el amor. Tus padres cumplieron con su función
sagrada, dándote justo las experiencias que necesitabas para hacer el
trabajo que viniste a hacer. Cuando antes puedas comprender y aceptar
esto, antes podrás comenzar a realizar la verdadera misión de tu alma.
-En el caso de que uno de los dos falleciera dejando un gran vacío
en ti, puedes decirle estas frases, poniendo las manos sobre tu corazón:
“Acepto tu destino, y te agradezco que me dieras la vida. A partir de
ahora te honraré viviendo una vida plena y feliz. Siempre te llevaré en
mi corazón y sé que volveremos a encontrarnos. Te quiero”.
-Si tienes hijos, visualiza a tu derecha al padre de tus hijos, y si
eres hombre, mira a tu izquierda a la madre. Agradéceles todo lo
bueno que habéis vivido juntos, independientemente de cómo esté
vuestra relación ahora, y sobre todo agradécele los hijos que has
tenido con esta persona. Este agradecimiento profundo va a dar una
fuerza brutal a tus hijos. Acepta al padre o a la madre de tus hijos, este
será el mayor gesto de amor que harás por ellos. Si ha habido
conflictos entre vosotros, quédate con tu parte de responsabilidad, dale
a él la suya, y agradécele que te haya dado ese hijo o hija. No le
excluyas mirando sólo lo negativo, pues así les estarás quitando fuerza
a tus hijos. Mira desde tu alma la vida que has traído al mundo gracias
a esa persona, mírale con amor y agradecimiento, y siente el regocijo
y la libertad en tu corazón.
-Y ahora, mirando a tus padres, puedes ver detrás de ellos a tus
abuelos, y detrás de ellos a tus bisabuelos, y a los tatarabuelos. Date
cuenta de cuántas personas han sido necesarias para que tú existas,
aquí y ahora. Cuántas vidas, cuántas experiencias…y tú, en este
instante sagrado, eres el sentido de todo lo vivido, pues en tus manos
está ahora el sueño que muchos de ellos no pudieron realizar. Toma
una respiración profunda e inclina tu cabeza ante ellos, y agradéceles
la vida que te ha sido dada a través suyo. Honra a tus ancestros y toma
su fuerza también. Respírala, siéntela.
Entre ellos hay de todo: personas que fueron excluidas, otras que
asesinaron, otras que fueron violadas, y les das las gracias por todo lo
que vivieron. Dejas que cada uno se quede con su responsabilidad y tú
aceptas y asumes tu vida, que se abre ahora frente a ti con la nueva luz
de la gratitud y del amor.
-Quédate así un rato, sintiendo esa fuerza y esa seguridad,
permitiendo que entre en tu corazón y en cada una de tus células,
sabiendo que a partir de este momento su amor y el de todo tu clan te
va a acompañar para siempre, y que aquellos miedos e impedimentos
con los que solías vivir antes, van a ir desapareciendo de tu mente y de
tu vida para transformarse en la verdadera voz que siempre ha estado
dentro de ti, y que nunca dejó de confiar en que lograrías reencontrarte
con ella.
Date cuenta de que éste es un primer acercamiento hacia esta
nueva manera de ser y de estar que estás tratando de lograr en tu vida,
así que no te sientas decepcionada ni pienses que estás haciendo algo
“mal” si aún tienes resistencias y no consigues quedarte en paz. Como
te he dicho, eso sólo sería un indicador de que necesitas seguir
trabajando en ello, nada más.
El ejercicio del espejo con tu niña interior te ayudará muchísimo a
completar este trabajo, y una vez más te aseguro que si persistes, irás
notando cómo se van produciendo cambios en tu interior, que
inevitablemente se traducirán, como por arte de magia, en unos
cambios extraordinarios en tu vida. Con el tiempo llegarás a verte a ti
misma, a tus padres, y a cualquier otro ser humano que aparezca en tu
camino, como los seres de Luz que todos somos realmente.
Esta constelación con los papeles la puedes hacer de muchísimas
maneras, y aquí entran en juego tu creatividad y tu imaginación. Una
por ejemplo es poniendo el nombre de las personas implicadas en
diferentes papeles, así como la situación o conflicto que quieras
trabajar. Luego te vas poniendo de pie sobre ellos uno a uno con los
nombres ocultos, y como en los ejercicios anteriores, respirar,
conectar, y dejar que las respuestas vayan saliendo.
*(Si crees que vas a necesitar ayuda a la hora de practicar estos
ejercicios, en mi canal de Youtube, “Olga Casteres”, encontrarás
varios vídeos en los que explico cómo hacerlos. Tal vez así te resulte
más fácil).

En situaciones de dudas: Ejercicio


En esta ocasión vamos a centrarnos en esa situación en la que
vislumbras dos o más posibles caminos a elegir, y no terminas de ver
con claridad cuál será el más beneficioso para ti. Son situaciones de
nuestra vida cotidiana, como: ¿Me conviene vender la casa ahora, o
mejor espero un tiempo? ¿Acepto esa nueva oferta de trabajo?
¿Estudio esta carrera que es la que me gusta de verdad, o escojo la
otra, que tendrá más salidas? Creo que quiero dejarle, pero, ¿y si
después me arrepiento?
En un momento piensas que por fin te has decidido por la opción
A, y a los pocos minutos la opción B irrumpe con fuerza en tu cabeza
volviendo a llevarte al punto de partida, manteniéndote en ese estado
de bloqueo y paralización, que es simplemente el fruto de estar
escuchando a los miedos de tu mente, en lugar de a tu verdadera voz
interior.
Con este ejercicio vas a conseguir muy fácilmente conectar con las
respuestas que esa voz está deseando que recibas, y al igual
que con los anteriores, te vas a maravillar al descubrir que
estaban al alcance de tu mano, de esta forma tan sencilla.
Igual que has hecho en los otros ejercicios, vas a seguir estos pasos:
-Coge un folio, unas tijeras y un bolígrafo.
--Corta el folio en dos o tres trozos, dependiendo de las diferentes
opciones con las que estés dudando y coge también un folio
aparte, para después escribir tus sensaciones en él.
-Ahora, escribe en uno de los papeles tu primera opción. Por ejemplo:
“Vendo el piso ahora”.
-En el otro papel, escribe la otra opción: “Espero un tiempo para
venderlo”. Si hay una tercera opción, como podría ser alquilar
en lugar de vender, o incluso si hay una cuarta, escríbelas en
otros papeles.
-Ahora, dobla cada papel varias veces, hasta que no puedas ver qué
pone en cada uno.
-Después, enuméralos escribiendo en ellos el número uno, el dos, y
así sucesivamente.
-Ya lo tienes casi todo listo, sólo te falta delimitar el círculo en el
suelo como ya has hecho otras veces, y comenzar a respirar
lenta y profundamente, confiando en que el campo cuántico y
amoroso que te rodea y del que formas parte está deseando que
accedas a la información que más te va a beneficiar en esta
situación.
-Coge uno de los papeles y colócalo dentro del círculo. Y después,
coloca los demás. Sin prisa, respirando despacio y profundo, entrando
cada vez más en ti.
-Quédate unos segundos observándolos desde fuera y date cuenta
de cómo te sientes con cada uno de ellos. Fíjate si hay alguno que te
atrae, o si sientes rechazo por otro…
-Ahora entra en el círculo y colócate encima de uno de los papeles,
el que tu cuerpo “elija”.
-Respira y siente. Deja que tus emociones te hablen a través de las
sensaciones, y permite que tu cuerpo se exprese con total libertad a
través de los movimientos, posturas o sonidos que surjan en ti. Ya
sabes que tus emociones son el canal por el que se mostrará esa
información que está en cada una de tus células deseando expresarse…
-Cuando hayas terminado con el primer papel después de permanecer
varios minutos sobre él, sal del círculo y escribe tus
sensaciones en el folio que has dejado aparte.
-Ahora colócate sobre el segundo papel y otra vez, confía y
entrégate por completo a tus emociones
y a la información que éstas te traen. Al terminar, vuelve a escribir tus
sensaciones en el folio y así sucesivamente, hasta
que lo hayas hecho con todos los papeles.
-Para finalizar, ve desvelando los papeles uno a uno y verás al
instante cómo todas las dudas con las que tu
mente te mantenía atrapada y bloqueada han quedado completamente
despejadas al haber visto las respuestas de una manera
tan clara y contundente. Sabrás cuál de las
opciones es la que ha “elegido” tu alma porque al colocarte sobre ese papel
habrás sentido que tu cuerpo se fortalecía, o tus
brazos se abrían de par en par, o que todo tu Ser te
empujaba a avanzar hacia adelante. Puede que te sorprenda descubrir que lo
que tu Sabiduría interior quiere que hagas en esa
situación, es justo la opción más
descabellada, o la que más miedo te da.

La primera vez que utilicé este sistema fue para intentar dilucidar
una situación ante la que llevaba meses paralizada: había una tubería
rota en el patio interior de mi piso que me acarreaba serios problemas
de humedad, mal olor y mosquitos que entraban en la cocina. En fin,
un verdadero asco. Tras haber pedido en varias ocasiones al casero que
la arreglara, siempre me respondía que no encontraba una empresa que
hiciera esa obra, lo que evidentemente sonaba como lo que era: una
simple excusa.
El caso es que después de un año aguantando aquella situación ya
estaba harta, y llevaba bastante tiempo planteándome pedirle que me
descontara cien euros mensuales con carácter retroactivo por los doce
meses transcurridos, y también seguir descontando esos cien euros
mientras el problema persistiera. Sabía que esto era algo razonable,
pero no me atrevía a dar el paso. Normalmente no me suelo
amedrentar a la hora de pedir lo que considero que es justo, pero mis
dudas venían por mis perritos. Tengo dos preciosos Shih Tzu a los que
mis hijos y yo adoramos, y me había costado muchísimo encontrar un
piso en el que estuviera permitido tener animales. Durante los meses
en los que estuve buscando, en prácticamente todos los anuncios ponía
en mayúsculas: “Prohibido mascotas”, así que me daba miedo apretar
las tuercas a mi casero y provocar que no me renovara el contrato.
Así fueron pasando los meses, debatiéndome entre las dos voces en
mi cabeza y enfadándome cada vez más con la situación y con mi
impotencia, hasta que un día se me ocurrió mirarlo con los papelitos.
Puse en un papel “pedirle el descuento” y en otro “seguir como estoy”.
Los tapé, los puse en el círculo, me coloqué sobre ellos, primero uno y
luego el otro, y lo que sentí fue algo realmente alucinante. En cuanto
me puse sobre el primer papel mi cuerpo entero se vigorizó, sentí
cómo me estiraba y empecé a extender los brazos abriéndolos y
trayéndolos hacia mí, como queriendo coger algo que estaba ahí
delante, y no podía dejar de decir en voz muy alta: “¡Es mío! ¡Es de
justicia que lo recupere, joder! ¡Es lo justo!”. Supe al instante que esa
era la respuesta que necesitaba, pero me coloqué también en el
segundo papel, sólo para cerciorarme. Y vaya que si lo hice: mi cuerpo
enseguida perdió fuerza, me sentí abatida y derrotada, y lo vi todo más
claro aun. Al abrir los papeles, en el primero ponía “pedirle el
descuento”.
¡No esperé ni un segundo! Lo sentí tan claro, estaba tan llena de
fuerza y de convencimiento, que cogí el teléfono directamente y le
expuse el tema al casero, sin titubear. Y cuál fue mi sorpresa, que su
reacción fue completamente comprensiva y receptiva, y no tuve que
extenderme ni repetírselo ni una vez más. Con aquella simple llamada
que no duró más de un minuto, me ahorré en total mil doscientos
euros. Y para más inri, conseguí también que finalmente arreglara la
tubería.

Quiero avisarte que cuando realices este ejercicio y hayas salido de


tu asombro inicial por su claridad y contundencia, tu mente querrá
volver a ganarte el terreno y lo llamará casualidad, o te hará dudar con
pensamientos del tipo: “Pues yo sigo sin ver cuál es la mejor opción”.
A tu ego le cuesta mucho aceptar lo mágica y lo poderosa que eres
realmente, pero tú, que eres la verdadera dueña de esa voz que estás
reaprendiendo a escuchar por fin, puedes empezar ahora mismo, en
este instante, a decidir a cuál de las dos voces vas a seguir de ahora en
adelante: la del miedo, las quejas y las dudas, o la del amor y la
confianza en ti misma y en la Vida.
Y aquí y ahora, yo te pregunto con muchísimo cariño y
comprensión: ¿Qué vas a decidir?
XVIII: Necesitamos Perdonar

“El perdón me ofrece todo lo que deseo”


(Lección 122 UCDM)
Con la información que te he dado en los dos capítulos de las
Constelaciones, no te sorprenderá que te diga que el hecho de no haber
perdonado a las personas hacia las que aún guardas rencor o
resentimiento, entre las que sin duda te encuentras tú misma, es el
origen principal de todos los problemas que tienes en tu vida actual.
Antes de ver cómo ocurre esto y de qué manera vas a poder
cambiarlo, encuentro importante resaltar que las mujeres y hombres
que hemos vivido abusos sexuales en la infancia tenemos un arduo
trabajo por hacer con respecto al perdón, pues en el cien por cien de
los casos nos convencimos de que había algo horrendo en nuestro
interior y esto nos llevó a culparnos a nosotras mismas por lo que nos
ocurrió.
Como ya mencioné en las primeras páginas del prólogo, llevamos
incrustado en lo más profundo de nuestro corazón un fuerte
sentimiento de ser sucias e indignas, de no valer nada y de no merecer
una vida bonita y feliz, y con el tiempo aprendimos a proyectar todo
ese odio hacia el exterior. Como en el resto de las personas,
esta proyección se convirtió en la trampa que nos llevó a perpetuar
nuestro dolor provocando conflictos en prácticamente todas nuestras
relaciones, con el agravante de que en nuestro caso, este sufrimiento
crecía exponencialmente a medida que iban pasando los años.
Ahora vamos a ver qué más puedes hacer al respecto además de
todas las recomendaciones que te he ido dando a lo largo del libro, y
para ello repasaremos primero algunos datos relevantes que hemos
visto anteriormente:
El mundo, tal como lo percibimos, es simple y llanamente una
ilusión. Esta idea, que ya vimos en el capítulo12, dicha así de entrada
puede inquietarte y producirte cierto rechazo, pero cuando comprendas
bien lo que realmente significa, vas a sentir un alivio y una esperanza
enormes. Tal como nos han enseñado diferentes pensadores y
corrientes místicas a lo largo de la Historia, como el advaita en el
hinduismo, Heráclito o Lao Tse, así como autores más recientes como
el físico David Bohm y su teoría de Orden Implicado y el maravilloso
Curso de Milagros, la realidad es un todo indivisible, una Consciencia,
un campo cuántico, Dios, o como prefieras llamarlo, en el que existe
un orden y en el que todas las cosas están envueltas y conectadas entre
sí.
También hemos visto que esto ha quedado demostrado gracias al
fenómeno del entrelazamiento cuántico, que nos ha permitido
constatar que todo lo material existe en un estado único que engloba
todas las cosas, aun cuando están separadas en el espacio. Es decir,
que dos partículas separadas entre sí por una distancia abismal, son
capaces de comunicarse y conectarse sin que exista ningún canal de
transmisión entre ellas. Esto nos ha llevado a comprender que las
conexiones que existen en este Todo indivisible no tienen ninguna
relación con el espacio y el tiempo, ni con las leyes newtonianas que
han dominado nuestra concepción del mundo en los últimos siglos,
sino que tienen que ver con algo más sutil, con un potencial cuántico
que lo envuelve absolutamente todo y que nos cuesta comprender
desde nuestra mente dualista, ya que nos hace creer que todo está
separado de todo.
También nos habló de esto el mismo Platón: “Estamos dentro de
una realidad que también está dentro de nosotros”. Siguiendo el hilo
de lo que vimos en el capítulo de la Física Cuántica, el mundo es el
reflejo de la realidad que se manifiesta desde esa Totalidad, de manera
que lo que percibimos es la expresión de un escenario más profundo
que nos llega a través del tamiz de nuestros sentidos limitados, nuestra
programación mental y nuestras creencias. Así, podemos afirmar que
estamos en un contacto total con la realidad esencial, y que al mismo
tiempo nuestros propios filtros mentales -y emocionales- nos impiden
percibirla por completo.
De esta manera creemos que lo que estamos viendo es lo único
real, sin darnos cuenta de que sólo estamos percibiendo lo que nuestra
propia mente dormida ha proyectado previamente en el exterior. O lo
que es lo mismo, todo lo que experimentamos es una proyección de
nuestro nivel de conciencia, y esta proyección, que en un noventa y
cinco por cien proviene de nuestro inconsciente, da lugar a lo que
percibimos como verdadero.
Resumiendo todo lo anterior -y con esto ya nos vamos acercando
al tema que quiero abordar en este capítulo-, somos un aspecto de la
Consciencia y vivimos en ella, pero con nuestra percepción
constreñida conocemos sólo una parte, dependiendo del nivel de
ilusión en el que nos encontremos. En función de ese nivel, cada uno
de nosotros afrontamos lo mejor que sabemos nuestra vida en este
sueño, y el mensaje esperanzador una vez más es que podemos
cambiar esa manera limitante y castradora de percibir el mundo y a
nosotras mismas, que en gran medida ha sido la causa de nuestros
“problemas” y nuestro sufrimiento. Llegados a este punto, me podrías
preguntar: ¿”Qué tiene que ver todo esto con el perdón, Olga?”
Enseguida lo verás.
UCDM nos refleja lo que estoy tratando de explicarte de esta
manera tan clara y hermosa:
“Todas mis esperanzas, aspiraciones y planes parecen estar a
merced de un mundo que no puedo controlar. Sin embargo, la
seguridad perfecta y la plena realización constituyen mi verdadera
herencia a cambio del mundo que veo…”
“Al reconocer que lo que veo es un reflejo de lo que creo ser, me
doy cuenta de que mi mayor necesidad es la Visión. El mundo que veo
da testimonio de cuán temerosa es la naturaleza de la imagen que he
forjado de mí misma. Si he de recordar Quién soy, es esencial que
abandone esta imagen y a medida que ésta sea reemplazada por la
Verdad, se me concederá la Visión. Y con esta Visión contemplaré al
mundo y a mí misma con caridad y con amor”.
“…Dejaré que la puerta que se encuentra detrás de este mundo se
abra, para así poder mirar más allá de él al mundo que refleja el
Amor de Dios”.
“Tras cada imagen que he forjado, la Verdad permanece
inmutable. Tras cada velo que he corrido sobre la faz del amor, su luz
sigue brillando sin menoscabo. Más allá de todos mis descabellados
deseos se encuentra mi voluntad, unida a la Voluntad de Dios. Él sigue
estando en todas partes y en todas las cosas eternamente y nosotros,
que somos parte de Él, habremos de ver más allá de las apariencias y
reconocer la verdad que yace tras ellas”.
“…Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de
haberlo olvidado. Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de
Dios, Quien no ha abandonado Sus pensamientos. Y yo, que me cuento
entre ellos, soy una con ellos y una con Él”.

UCDM nos repite una y otra vez que el perdón es lo mismo que el
deshacimiento del ego, y que esto implica erradicar de nuestra mente
toda ilusión de pecado, culpa, miedo, castigo y sacrificio, todos ellos
fruto de nuestra creencia de estar separados de Dios. Podríamos
asemejar la práctica del perdón como un jabón potentísimo que
usamos para limpiar nuestra casa y darnos cuenta de que así como la
suciedad no nos deja ver el brillo de los muebles, nuestras creencias
inconscientes y emociones sin sanar ocultan el amor y la alegría que
brotarían en nosotras de forma natural, y nos hacen vernos a nosotras
mismas y a los demás como pecadores impuros y merecedores de
castigo.
Ya hemos visto que el perdón de UCDM no es aquel perdón
cristiano que nos enseñaron de pequeñas, en el que dábamos
credibilidad a los pecados de los otros y les perdonábamos o los
pasábamos por alto porque así éramos “buenas” a través de nuestra
generosidad, nuestra falsa bondad y nuestra disposición al sacrificio,
perpetuando de esta manera la culpa tanto fuera como dentro de
nosotras -que en realidad son la misma cosa-, al dar por válido el error.
Cuando practicamos el perdón del que nos habla UCDM,
renunciamos a la idea de que el pecado es algo real y dejamos de
atacar y de sentirnos atacadas. Con este acto no se libera la persona a
la que perdonamos sino nosotras mismas, pues en realidad estamos
perdonando nuestra culpa inconsciente, que antes, cuando vivíamos en
la ilusión, proyectábamos en los demás. Al ser capaces de ver nuestra
inocencia, ya no podremos ver más culpa fuera de nosotras, pues
habremos dejado de proyectarla.
Viviendo el perdón de esta manera le quitamos el poder a las
ilusiones del ego (nuestros sistemas de creencias, pensamientos,
juicios, etcétera), y podemos ver que éstas no eran reales. Como ya
vimos en el capítulo 3, la Vida nos pone delante situaciones que nos
muestran las ilusiones que nuestro ego ha fabricado para que ahora
podamos darles un propósito divino, y así, cada situación que en
apariencia supone un problema para el ego, en realidad es una
bendición, un regalo que nos trae la oportunidad de seguir ejercitando
nuestra capacidad de perdonar y perdonarnos.
No se trata de prestar atención únicamente a esas personas o
relaciones de nuestra vida que nos causan un malestar importante, sino
a cualquier cosa que perturbe mínimamente nuestra quietud interior,
que es nuestro estado natural de ser. Puede ocurrir a través del
personaje de una película, un político o un acontecimiento deportivo,
una noticia que escuchamos en el telediario…todas ellas pueden,
cuando menos lo esperamos, abrir alguna de nuestras heridas con toda
su carga de pensamientos y emociones correspondientes.
Lo cierto es que el verdadero perdón no juzga ni condena, ni ve
ninguna razón por la que haya algo que perdonar. Con esta nueva
comprensión, reconocemos fácilmente que no hay necesidad de
perdonar lo que era una simple ilusión, y en ese reconocimiento todo
queda perdonado al instante. El verdadero perdón le devuelve a la
mente su inocencia, al percibir la inocencia en todas partes.
Como vengo repitiéndote a lo largo del libro, para ejercitarte en
este trabajo contigo misma es imprescindible que hayas llegado a ese
punto de hartazgo tal en tu vida, que estés motivada de verdad y con
una honestidad total para soltar los viejos parámetros de tu mente
automática y empezar a ser tú quien la dirige a ella. Recuerda que no
se trata de fuerza de voluntad, ni de sacrificio ni de exigencia, sino del
deseo profundo de salir de las zonas de confort de tu ego y querer
explorar otras partes de tu Ser que ahora intuyes que están ahí, aunque
aún no sepas cómo son ni hacia dónde te llevarán.
Este deseo te da la fuerza para adquirir un compromiso contigo
misma y con tu niña interior y eliges estar atenta a todo lo que ocurre
en tu mente y en tu mundo emocional, pues ahora sabes que en este
viaje que has decidido emprender todo tiene importancia, ya que no
hay dificultades más grandes o más pequeñas, todas ellas perturban tu
paz mental por igual. Estás dispuesta a traspasar los límites de esa
personalidad que creías ser, y poco a poco te vas sintiendo cada vez
más contenta, más realizada y feliz, pues por fin, al atreverte a
adentrarte en la incertidumbre de lo desconocido, le estás dando a tu
alma el escenario que necesitaba para desarrollar sus potenciales.
Con la práctica irás viendo que el desapego te resultará cada vez
más fácil: serás capaz de dejar ir las causas del conflicto, dejarás de
proyectarlas fuera de ti y confiarás cada vez más en esa fuerza
amorosa que te sustenta siempre, que vive y te habla en tu mente, y a
la que podrás acudir siempre que lo necesites. Esta confianza te
permitirá vivir en la certeza de que todo lo que ocurre es justo lo que
necesitas en cada momento, y que encaja perfectamente con el Plan
que Dios tiene para ti, que es que regreses a Casa…a su Amor.
Es tu ego el que al sentirse separado y vivir desde la comparación,
necesita ver el error fuera porque para él, ver la inocencia en los que le
juzgan o no le comprenden supondría tener que aceptar que estaba
equivocado. El ego no puede asumir que la inocencia está tanto en ti
como en los demás y que en una situación de discrepancia todos
tenemos nuestra razón, pues desde la idea de separación en la que está
atrapado, alguien siempre tiene que perder, tiene que haber lucha,
conflicto, y un culpable.
Con su mecanismo automático de la proyección, no te das cuenta
de que lo que te impide verte como un ser inocente (libre de pecado y
de culpa), es tu incapacidad de ver a los demás de esa manera,
precisamente porque lo que proyectas en ellos es tu propia culpa. Lo
cierto es que es tan simple como esto: tal como ves al mundo, así te
ves a ti misma, y tal como te ves a ti misma, así ves al mundo.
“Mi hermano impecable es mi guía a la paz. Mi hermano pecador
es mi guía al dolor.
Y el que elija ver será el que contemplaré”
(UCDM - Lección 351)
Así que puedo afirmar sin miedo a equivocarme, que cada vez que
te veas atacando o juzgando a otro en realidad te estás atacando a ti
misma, pues la guerra contra otro siempre es contigo. Cuando puedas
bendecir y perdonar a todo aquel que te ponga en una situación de
malestar o dolor, cambiará tu forma de vivirlo todo: ya no habrá culpa,
ni miedo, ni juicios, y verás a los demás como maestros que la vida te
trae para ayudarte a ver algo que está en ti, o que es el reflejo de una
situación o persona que aún no has perdonado.
De manera que en esas situaciones, lo mejor que puedes hacer tal
como nos recuerda constantemente Enric Corberá, es repetirte
mentalmente las siguientes palabras, siempre mágicas y sagradas:

Bendigo la situación…
Pido inspiración…

Me perdono por no saber qué hacer…

Soy una hija de Dios y por lo tanto no puedo sufrir ni sentir


miedo…

A medida que vayas avanzando con los ejercicios con tu niña interior,
una nueva percepción en ti, el latido de tu verdadero Ser, te irá
guiando hacia la Visión real, la que te permitirá sentir que dentro y
fuera son lo mismo, y que sólo existe la Unidad. Así que no importa
cómo decidas volcarte en este trabajo interior, los resultados
finalmente serán igual de beneficiosos y sanadores para ti. El
acercamiento hacia tu niña te irá aportando cada vez más claridad y
libertad interior, y en cada situación “conflicto” que la vida te ponga
delante, podrás percibir enseguida qué necesitas perdonar, tanto en el
exterior como en ti misma.
Llegados a este punto, muchos nos hemos hecho alguna vez la
siguiente pregunta: ¿hay que perdonar primero fuera para poder
perdonarme a mí misma, o es al revés? Es decir, si quiero ser capaz de
mirarme siempre con amor y comprensión, ¿primero tengo que
hacerlo con los demás, o debo empezar conmigo misma? Habrás
escuchado diferentes opiniones al respecto, yo misma durante muchos
años pensé que la respuesta acertada era la segunda, y un tiempo
después la primera me pareció tener más sentido. Fue el
trabajo con UCDM lo que finalmente me dio la comprensión
definitiva y de la que llevo tiempo hablándote: ¡No existe la
separación entre el mundo que veo y yo! Así que no hay un primero y
un segundo, no hay un orden “adecuado”. Cuando experimentas la
bendición de poder perdonar, los demás son esos actores que la vida
coloca en tu escenario para que a través de ellos, puedas ver por fin tu
inocencia. Que la puedas percibir primero en ti y después en ellos o
viceversa, no es algo que realmente importe pues ocurrirá al unísono:
si de verdad tienes la Gracia de ver la inocencia, la verás en todas
partes.
A colación con esto último, leí hace tiempo una frase sobre el
perdón que me pareció muy reveladora:
“Sentir rencor hacia alguien es como tomar veneno
y pensar que será él o ella quien sufra las consecuencias”.

Y esto es ciertamente así porque somos Uno, y si no puedes perdonar


a otro es porque no te has perdonado a ti misma, así de simple. El
perdón de UCDM te lleva a reconocer que nadie sino tú misma puede
herirte, y comprendes que en realidad no hay nada que perdonar, pues
todo lo que sientes viene de ti.

“Dios no perdona porque nunca ha condenado. Y primero tiene


que haber condenación para que el perdón sea necesario.
Aquellos que perdonan se liberan a sí mismos de las ilusiones,
mientras que los que se niegan a hacerlo se atan a ellas. De la misma
manera en que sólo te condenas a ti misma, de igual modo sólo te
perdonas a ti misma.
El miedo condena y el amor perdona, y el perdón deshace lo que el
miedo ha producido, llevando de nuevo a la mente a la conciencia de
Dios. Por esta razón, al perdón puede llamársele ciertamente
salvación”.

(“Dios es el Amor en el que perdono” Lección 46 UCDM)

Una vez más, UCDM nos muestra a Dios como esa Conciencia
amorosa que no está enfadada con nosotras ni es vengativa, y que ni
siquiera sabe nada de castigos. Muy al contrario, su corazón
permanece abierto para nosotras eternamente, esperando con una
paciencia infinita a que regresemos a Ella. Y lo haremos cuando
podamos liberar a los demás y a nosotras mismas de esa culpa que
hemos aceptado como real y que prácticamente todo el tiempo
estamos proyectando fuera a través de nuestros juicios. Si repites
varias veces las frases “Dios está en mí y es el Amor en el que me
perdono”, “Dios está en mí y es el Amor en el que perdono a X
persona”, y consigues sentir de verdad el poder que lleva cada una de
esas palabras, al menos por un instante serás capaz de sumergirte en la
paz y la quietud que realmente te pertenecen, y te darás cuenta de lo
ciega que has estado durante toda tu vida al no ver tanto en ti como en
los demás el Ser inocente y amoroso que se ocultaba tras los miedos
de tu ego.
Sé que en nuestra experiencia de haber vivido abusos sexuales
cuando aún éramos pequeñas, muchas podríais responderme que el
dolor que vivimos sí que fue real, así como el acto del abuso en sí. Y
por supuesto que sentimos en su día el dolor, tanto físico como
emocional, pero el verdadero daño nos lo hicimos nosotras mismas
después, con los pensamientos y juicios de infravaloración y de
suciedad, el odio, la culpa y el rencor que añadimos a la experiencia.
Aquí y ahora, tenemos la libertad de elegir cómo queremos ver a
aquella persona que abusó de nosotras: como un cabrón egoísta al que
no le importaba el daño que nos estaba haciendo y que merece nuestra
condena de por vida, o como un ser que estaba tan solo y tan perdido
en su propio sufrimiento, que se convirtió en alguien incapaz de ver el
dolor de los demás, incluso el de una niña. También
podríamos verlo como ese descendiente que ha venido a repetir una
experiencia de incesto en el clan con el único propósito de sanar y
liberar, o como un alma amiga con la que pactamos vivir esta
experiencia concreta porque sabíamos que era lo que necesitábamos
para evolucionar.
Ya mencioné esto al principio del capítulo: nuestro camino es
especialmente arduo porque nos hemos aferrado al rencor para no
asumir la responsabilidad que verdaderamente nos corresponde a la
hora de reparar nuestra verdadera herida, que no es la de haber vivido
los abusos, sino como te he dicho, todo lo que nuestro ego añadió a
posteriori. Este mecanismo de defensa nos sirvió durante un tiempo
para tapar el dolor y sentir que éramos fuertes, pero sabes bien que
llegó un momento de tu vida en el que sin saber cómo, te habías
convertido en tu peor enemiga.

“Los que no han sanado no pueden perdonar, pues son los testigos
de que el perdón es injusto. Prefieren conservar las consecuencias de
la culpabilidad que no reconocen. Los enfermos siguen siendo
acusadores, no pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí
mismos.
Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, pues
ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su hermano. Por lo
tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eliminado de su propia
vista.
El perdón no puede ser para uno y no para el otro. El que perdona
se cura. Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado
verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que
todavía pudiese utilizar contra sí mismo o contra cualquier cosa
viviente”
(UCDM: “El temor a sanar”. Pág.639)

Cuando estés preparada para asumirlo así, comprenderás que en


cualquier situación que se te presente en la que necesites perdonar
algo o a alguien, siempre tendrás que entregarte completamente y con
el corazón abierto a la experiencia, con una convicción y un deseo
férreos de liberarte del conflicto, y para ello será imprescindible que
primero hayas podido atravesar los siguientes pasos:

-Has aceptado que todo sucede en tu mente y que lo que percibes


con tus sentidos son sólo reflejos de tus propios pensamientos.
Observas y aceptas los pensamientos y emociones que emergen en ti y
te limitas a ser consciente de ellos, sin juzgar ni condenar nada.

-Has aceptado que en todo momento tienes el poder de elegir y que


eres responsable de lo que decides percibir. Asumes que lo que
percibes es tu propia culpa proyectada en el mundo, y que sólo tú la
has creado. Al ver esto, te cuestionas tu decisión de ser culpable y
reconoces que todo juicio o ataque lleva implícito el miedo al castigo
divino por la creencia en la separación. Sabes que para el ego la mejor
defensa es un buen ataque, y que todo ataque es en realidad una
petición de Amor. Te responsabilizas de todo lo que está sucediendo
alrededor y dentro de ti, y de esta manera refuerzas tu compromiso de
sanar tu culpabilidad inconsciente.

-Has aceptado que la separación con la Fuente no puede ser real, y


puesto que toda tu culpa provenía de esta idea, comprendes que eres
un Ser completamente inocente. Al ver y sentir tu inocencia, ves en
todo lo que percibes en el exterior la misma inocencia que hay en ti.

-Has aceptado que no puedes vivir ni tomar ninguna decisión


separada de tu Fuente, y te entregas por entero a Ella, a su Verdad, a su
Amor y a su Paz.
Visto todo lo anterior, es importante recordar que puedes perdonar
cualquier cosa, da igual lo grande que sea, y que no se trata de
absolver al otro, sino de liberarte de tu carga de rencor, quedarte en
paz tú. Y lo lograrás, como te he dicho en la página anterior, viendo
que la acción sí fue desacertada, pero contemplando y comprendiendo
también que la persona en cuestión estaba sufriendo para actuar como
lo hizo, que era inconsciente y que estaba perdida en su dolor y en los
automatismos de su ego.
La inmensa mayoría de las personas están profundamente dañadas,
y numerosos estudios han constatado que los que más dolor causan a
los demás, son los que más han sufrido y continúan aún atrapados en
sus heridas. En realidad son las personas que más comprensión y
compasión necesitan, y cuando entiendes esto, cuando puedes verlo y
sentirlo de verdad, automáticamente te liberas y te quedas totalmente
en paz.
A mí particularmente me ayudó mucho en su día esta frase que leí
en uno de los libros de Donald Walsch, en la que Dios le decía:
“Sólo te he enviado Ángeles. Necesitabas vivir esa experiencia
para crecer.
Todo es por tu bien”.
Ahora te voy a contar una anécdota que hace un tiempo me
permitió poner en práctica todo esto que te estoy diciendo, y constatar
una vez más que siempre tenemos en nuestras manos la libertad para
elegir lo que vamos a vivir en el momento siguiente. Inmersa
aún en mi proceso de aceptación de mi situación económica aún sin
resolver, viví una situación con el casero de mi piso que resultó ser
enormemente reveladora: como ya te he contado en algún capítulo
anterior, estaba trabajando en la inmobiliaria y tenía algunos
pacientes, pero aún me faltaba ingresar unos cuatrocientos euros al
mes para cubrir todos mis gastos. Ya te conté también que una amiga
me había hablado de una asociación que presta una ayuda puntual para
pagar un mes de alquiler a familias que lo necesiten. Pues bien, en tres
días ya había presentado toda la documentación necesaria, y tras
aprobar mi expediente me explicaron cómo sería el proceso. En lugar
de ingresar el dinero directamente en mi cuenta, era necesario que mi
casero me firmara un reconocimiento de deuda y el ingreso iría unos
días después a su banco. También me dijeron que había que hacerlo
rápido, o sea, los primeros días del mes que entraba en curso en sólo
una semana, pues se les estaba agotando el presupuesto. En cuanto
escuché a la trabajadora social decirme aquellas palabras, supe que
tendría problemas. Mi casero es un hombre soltero de unos sesenta y
pico, con muchas inseguridades y complejos que trata de camuflar con
una pose soberbia y prepotente ante la vida, además de estar
abiertamente en contra de “esos caraduras que piden ayudas sociales
porque no quieren trabajar”, como me había dicho en un par de
ocasiones. Mi primer pensamiento fue: “Me va a poner pegas, ya
verás”.
Y efectivamente, así fue. Tras plantearle la situación me dijo que
no firmaría con fecha del día cinco, que eso era muy precipitado y
podría traerle problemas, y que como mucho me firmaría el quince o
el veinte. Al principio intenté razonar con él de una forma tranquila,
tratando de convencerle de que ese era el procedimiento habitual y que
no le supondría ningún tipo de problema. Le expliqué también que si
firmaba tan tarde me quedaría sin la ayuda, por el tema del
presupuesto. Él se mantuvo en sus trece y pude vislumbrar un perverso
disfrute en su mirada y en su forma de hablarme. Percibí ese falso
poder insano que sienten algunas personas -completamente perdidas
en su ego-, cuando saben que tienen a otro ser humano en sus manos.
Al ver cómo se esfumaban ante mis ojos quinientos treinta euros por
la ceguera de una mente llena de miedos y prejuicios, mi ego no pudo
soportar la impotencia y la frustración, y se adueñó de la situación sin
yo poder hacer nada por evitarlo. Salió al ruedo ese “pronto” exigente
y enjuiciador que hace responsables a los demás de lo que siento
cuando no me gusta eso que siento, y acabé gritándole “¿¿¿PERO QUÉ
TE CUESTA???” Me lanzó una mirada fulminante y salió escopetado
de mi casa sin firmar el documento, por supuesto.
Esa misma noche le llamé para pedirle disculpas, pues tras varias
horas de reflexión pude ponerme en su piel y comprender su miedo y
sus reticencias. También pude dejar a un lado su sadismo antes de
marcar los números en el móvil, visualizando a su niño interior de tres
años sintiéndose pequeño e inseguro ante la vida. No me cogió el
teléfono. Le envié un audio por wassap expresándole mis disculpas, y
no me respondió. Al día siguiente volví a llamarle, y tampoco me
cogió. Y aquí fue donde empezó lo verdaderamente relevante de esta
historia.
Mi ego volvió a aparecer con pensamientos del tipo “este
gilipollas rencoroso me va a joder y no puedo hacer nada por evitarlo,
coño”, “tengo que conseguir que firme como sea”, “me cago en la
madre que lo parió”, “como me haga perder este dinero, cuando me
vaya a ir del piso dejaré de pagarle los últimos tres o cuatro meses y
que se joda”, “como al final no firme, le voy a meter pegamento en la
cerradura del ascensor, a ver cómo sube seis pisos todos los días el
cabrón orgulloso éste” (como ves, mi ego había pasado a un primer
plano completamente, a pesar de mis largos meses de trabajo con mi
niña interior). Tras pasarme un día entero sumida en esta vorágine de
pensamientos de enfado, ataque y venganzas, pude ir regresando poco
a poco a mi Ser. Esa Voz que conocía bien comenzó a
susurrarme que estuviera tranquila, que todo estaba bien. Fui al espejo
a hablar con mi niña y tras ver su miedo, me sorprendí al escucharme
diciéndole: “En realidad no necesitamos ese dinero, ese no es el
problema. El único problema es que una vez más tú estás sintiendo
miedo y yo no me había parado a escucharte. Ya estoy aquí otra vez,
mi niña bonita. Estate tranquila”.
Dejé de juzgar al casero por su actitud, me perdoné a mí misma
por haber perdido los nervios con él y provocar su enfado, y acepté la
situación. La acepté, la bendije y se la entregué a Dios, pidiéndole que
me indicara qué quería que hiciera. Y lo que Dios quería que hiciera -
lo pude sentir al instante-, era sencillamente que confiara y que soltara
la causa del conflicto. Y lo hice. Pude soltar mi sentimiento de
carencia, entregarme y agradecer totalmente aquella experiencia, y
seguir ocupándome de lo único que me correspondía: atender a mi
niña interior.
Tan sólo diez minutos después de haber llegado a este estado en mi
mente, sonó el teléfono. Una nueva paciente había oído halar de mí y
quería una cita en mi consulta. Aún no tenía lo suficiente para cubrir
todos mis gastos, pero claramente, iba por el buen camino. Recuerda:
el cambio ocurre dentro y se manifiesta después en nuestra vida.
A la vez que iba sanando mis emociones con respecto a mi
economía y mi capacidad para ser autosuficiente, fui notando también
cómo mi relación con la comida empezaba a cambiar. Ya has visto en
capítulos anteriores que desde hacía muchos años había sido presa de
un trastorno alimentario que me impelía a comer para anestesiar mi
ansiedad o cualquier sensación de malestar, y poco a poco, a medida
que iba trabajando con mi niña y viviendo los efectos del perdón en mi
interior, empecé a sentir que aquella “prisión” comenzaba a
resquebrajarse.
Llegó un día en el que cuando esa voz en mi mente me pidió
comida sin tener hambre realmente, fui capaz de decirle: en realidad
sabes que no quieres comer, mi niña bonita. Lo que necesitas es amor,
y es lo que te voy a dar ahora mismo.
Sencillamente, ya no era capaz de seguir haciéndome aquel daño a
mí misma. Paulatinamente fui notando cómo mi cuerpo empezó a
perder volumen (no sé cuantos kilos he bajado desde entonces, pues
hace años decidí que lo que pese mi cuerpo no va a definir quién soy y
no he vuelto a subirme a una báscula), aparte de que ahora sé que eso
realmente es lo menos importante.
Lo único y verdaderamente importante de todo esto es que después
de más de treinta años atrapada en aquella locura de no poder
controlarme cuando esa voz me decía “¡Dame!”, ahora soy capaz de
distinguir lo que en verdad me está pidiendo. Y esto lo he podido
lograr únicamente perdonándome a mí misma, y siendo yo ahora
aquella adulta amorosa que tanto necesité cuando era una niña.

“La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana;


toda aflicción queda reemplazada por la dicha. Las puertas de la
prisión se abren, y se comprende que todo pecado no es más que un
simple error”
(Lección 359 UCDM)

La lección 34 de UCDM, “Podría ver paz en lugar de esto”, una


vez más nos recuerda que en cada instante y en cada situación tenemos
la libertad de elegir cómo vamos a ver el mundo y las cosas que nos
suceden en él. Nos recuerda también que somos nosotras mismas las
que hemos construido la prisión mental en la que vivimos, y que
podemos liberarnos de ella en cuanto tomemos la decisión de hacerlo.
Esta prisión es tan sólo una ilusión, pues siempre somos libres para
elegir nuestros pensamientos y en consecuencia, lo que vemos en
exterior.
Somos libres para ver paz o para ver lucha, esa es siempre nuestra
elección, y nunca depende -aunque a nosotras nos parezca que sí-, de
nada que esté sucediendo fuera. Cuando somos capaces de elegir la
paz mental -el perdón- en una situación “conflicto”, hemos
comprendido lo que significa ser libres de verdad, hemos aceptado en
lo más profundo de nuestro ser que nuestra paz no puede depender
nunca de nada que esté fuera de nosotras.
Lo mismo ocurre con la felicidad, la alegría, la gratitud, y
cualquier emoción que pueda favorecer nuestra paz interior. En todo
momento podemos decidir qué vamos a pensar y sentir, así de
poderosas somos realmente. La realidad es que no necesitamos nada
externo para sentirnos plenas y dichosas, se trata simplemente de una
elección, y nadie ni nada salvo nosotras mismas puede impedirnos
elegir esa opción.
A continuación transcribo dos ejercicios con los que el escritor y
orador de origen hindú Vishen Lakhiani trabaja el perdón en sus
talleres, que te recomiendo practicar por la sencillez y al mismo
tiempo la fuerza que llevan consigo.
Antes de hacerlos, tómate un momento para reflexionar sobre lo
que llevo tiempo repitiéndote: tu dolor es mental y nadie puede
hacerte daño. Aunque el otro te haya atacado o se haya equivocado,
puedes decidir no prestar atención al error, pues ahora escoges
bendecirle y ver la inocencia en él. Recuerda también que cada vez
que sientes que “te atacan”, el universo te está dando una oportunidad
para perdonar, que es lo mismo que ver en el otro la inocencia que
deseas ver en ti. Como ya vimos en el capítulo 5:

“Esta es tu única función en el mundo, tu propósito divino: verte a


ti misma y a los demás a través de tu propia inocencia, sabiendo que
somos todos Uno y que ellos son tan inocentes y dignos de amor como
tú”.

Ejercicio: Practicando el perdón:


Te recomiendo practicarlo una vez al día hasta que sientas que has
conseguido quedarte en paz, y que empieces con cosas que no sean
muy graves. Al igual que con los ejercicios de las Constelaciones,
busca un momento del día en el que puedas estar tranquila y sin
interrupciones durante al menos media hora. Siéntate en una posición
cómoda, respira profundamente, y sigue estos pasos:
1.- Imagina tres guías, los que tú quieras: pueden ser personas a las
que admiras, personajes históricos, un animal al que identificas con la
sabiduría, o alguien que forme parte de tu vida y que te sirva de
inspiración. Tómate tu tiempo. Cuando ya los puedas ver en tu mente,
pídeles que te acompañen en el ejercicio que estás a punto de hacer.

2.- Identifica a la persona o situación que necesitas perdonar

3.- Visualiza un lugar en el que te sientas bien. Te vas a ver a ti


misma con la persona a la que quieres perdonar, y con tus guías
acompañándote. El lugar puede ser el mismo en el que ocurrió la falta,
u otro distinto si lo prefieres.

4.- Léele las acusaciones: durante dos minutos (no más),


desahógalo todo: “No me puedo creer que me hicieras esto, estoy muy
enfadada contigo, no quiero volver a verte…”. Deja que tu rabia se
exprese sin ninguna censura.

5.- Al pasar los dos minutos para, y hazte la siguiente pregunta:


¿Qué aprendí de esta experiencia? Tal vez me ayudó a hacerme
más fuerte, a tolerar el dolor, a saber que podía soportarlo, etcétera.
Observa todo lo que venga a tu mente. Algo aprendiste, seguro.

6.- Ahora, hazte la siguiente pregunta:


¿Qué provocó que esa persona hiciera eso? Mirarlo desde su
perspectiva, métete en su piel recordando que los que sufren dolor,
causan dolor. Esto te ayudará a verlo de otra manera, pues ahora
puedes ver la situación con sus ojos. Te imaginas su infancia, sus
heridas del alma, sus momentos de soledad y de llanto, su
abandono...No justificas lo que te hizo, sólo intentas comprender cómo
llegó a actuar así. Si percibes resistencias, te puede ayudar recordar
que la Consciencia sólo te ha enviado maestros y que necesitabas vivir
esa experiencia por tu bien, para crecer y aprender algo muy
importante en el camino de tu alma.
7.- Cuando sientas que has liberado bastante enfado y
resentimiento (o todo), le dices:
“Puedo ver tu dolor. Te comprendo”. Y le abrazas. Te quedas así un
buen rato, hasta que sientas que has terminado.

8.- Les preguntas a tus guías si ya has terminado realmente. Si


sientes que los tres te dicen que sí, lo has conseguido. Si uno sólo de
ellos te dice que no, repite el ejercicio al día siguiente, hasta que
logres llegar a la paz.

“Estoy aquí, hoy como siempre, para reflejar el Amor de Dios.


Estoy aquí para ver la inocencia.
Estoy aquí para ver a todos como hermanos y percibir todas las
cosas como buenas y bondadosas.
Estoy aquí para bendecir a mis hermanos y pedirles que
compartan mi paz y mi dicha”.

Ejercicio: Perdonándote a ti misma:

Igual que en el anterior, te recomiendo empezar con errores


pequeños

1.- Piensa en la situación con que necesitas quedarte en paz

2.- Llama a tus guías y pídeles que te acompañen

3.- Mírate a ti misma haciendo la acción y expresa en voz alta


todos los juicios y reproches que tengas hacia ti, durante dos minutos.

4.-Hazte la pregunta: ¿Qué provocó que hiciera eso? ¿Tenía


miedo…me sentía sola…no sabía hacerlo de otra manera? ¿Cuáles
eran mis circunstancias? Mira todo el conjunto, con comprensión y
compasión.

5.- Mira a aquella Tú a los ojos y dile: “Ahora comprendo que lo


hiciste lo mejor que supiste hacerlo”. “Estoy en paz contigo”. “Tienes
un corazón puro y no quiero que te sigas haciendo daño por esto”. Le
das un abrazo, hasta que sientas que estás en paz de verdad.
6.- Visualiza de nuevo la situación, y ahora revívela viéndote a ti
misma actuando como te gustaría hacerlo en este momento. Mientras
lo haces, dite a ti misma: “Ahora sé tomar la decisión más beneficiosa
para mí y para todos los implicados”.

7.- Pregunta a tus guías si has terminado. Si te dicen que no, repite
al día siguiente, y así hasta que consigas quedarte en paz.

Como nos recuerda UCDM,


“Nunca estoy disgustada por la razón que creo porque estoy
tratando constantemente de justificar mis pensamientos.
Estoy tratando constantemente de hacer que sean verdad. Hago de
todas las cosas mi enemigo de modo que mi ira esté justificada y mis
ataques sean merecidos.
No me he dado cuenta del mal uso que he hecho de todo lo que veo
asignándole ese papel. He hecho esto para defender un sistema de
pensamiento que me ha hecho daño y que ya no deseo.
Estoy dispuesta a abandonarlo”

Nos está diciendo que lo que “vemos”, que viene a través de


nuestros juicios, nuestra comprensión, nuestros pensamientos y
nuestro sistema de creencias, en realidad no es ni significa nada, y que
necesitamos darnos cuenta de esto para abandonarlo y permitir que la
Visión verdadera ocupe su lugar. En realidad no vemos cosas, ni
personas ni situaciones, sino nuestros juicios sobre ellas, y si
queremos de verdad la Visión, necesitamos comprender que estos
juicios y las emociones que nos provocan no tienen ningún valor y así
podremos impedirles que gobiernen nuestra vida.
Recapitulando lo que hemos visto, cada vez que nos enfadamos,
tenemos dudas o juzgamos algo o a alguien, es fundamental que
seamos capaces de aceptar que hemos entendido mal esa situación o a
esa persona, pues nuestra “comprensión” de las cosas no se basa en la
realidad, sino en las proyecciones de nuestras creencias.
La buena noticia de todo esto es que a cada instante podemos
elegir cambiar nuestras percepciones erróneas por la comprensión
verdadera, que siempre estará basada en el amor en lugar de en los
juicios. Ya sabes que nuestros juicios son tan sólo el reflejo de
nuestros pensamientos y percepciones basados en la ilusión de la
separación, que nos hacen ver a los demás como enemigos. Estos
pensamientos de estar separados de Dios requieren una justificación
constante, y cuando sentimos algún tipo de malestar no es más que
nuestro intento de justificar nuestra ira y nuestros ataques contra el
mundo.
En este punto, te invito a que te hagas la siguiente pregunta: ¿Estás
decidida a desprenderte de lo que ves, de tus juicios, de tu rencor y
resentimientos, de tu comprensión de todas las cosas, de tu sistema de
creencias y de tus pensamientos? ¿Estás verdaderamente dispuesta a
abandonar todo esto, o aún vas a seguir permitiendo que tu ego tenga
más poder en tu vida que el que tú podrías tener si decidieras
liberarte?
Te voy a pedir un favor: ahora mismo, sin pensarlo dos veces, ve
corriendo al espejo que tengas más a mano, toma un par de
respiraciones profundas y pregúntale a tu niña de tres años qué quiere
ella que hagas. (sonrisa con mucho cariño).
La señal definitiva
No puedo terminar este capítulo sin hablarte de uno de los cambios
que ocurrirán por sí solos a medida que vayas avanzando en este viaje
hacia tu interior. Se trata de una consecuencia maravillosa e inevitable,
y que será un clarísimo indicador de que verdaderamente estás
regresando a Casa. Sabrás que lo estás logrando cuando observes que
lo primero que emerja en tu mente nada más despertarte cada mañana,
sean pensamientos de gratitud.
A lo largo de todo el libro te he repetido en muchas ocasiones que
realizamos esta vuelta a Casa entrando en nuestro dolor para
reencontrarnos con el amor que realmente somos. A medida que
vamos perdiendo el miedo a sentir nuestras heridas y esas emociones
“molestas” de las que antes huíamos, vamos teniendo cada vez una
mayor conciencia de la magia que nos rodea y de que ciertamente la
Vida nos quiere y nos cuida en todo momento. Vemos con facilidad
que todos nuestros miedos provenían de nuestra propia mente y nos
vemos en disposición de entregarlos a un Poder que es más grande que
nosotras, y que al mismo tiempo vive dentro de nuestra mente y
formamos parte de Él.
Mientras avanzamos en este proceso vamos a travesando
diferentes etapas, por llamarlas de alguna manera, que son necesarias
para que nuestra mente puede hacer un cambio gradual. Al principio
necesitamos un detonante, una situación de extrema gravedad o
sufrimiento, que será el trampolín que nos lleve a tomar la decisión de
hacer un cambio verdadero en nuestra vida. Como recordarás, en mi
caso este detonante fue encontrarme en una situación económica
desesperada.
En ese momento de desestabilización tenemos la sensación de que
nuestra vida se pone patas arriba y que nada podría ir peor, pues
vivimos situaciones que provocan que nuestros mayores miedos se
intensifiquen: pérdida de un trabajo o una relación, una enfermedad,
etcétera. Como vimos en el capítulo 3, la vida, por amor, nos ha
obligado a ver lo que por nosotras mismas no nos habíamos atrevido a
mirar. Este puede suponer el principio de nuestra sanación si
aprovechamos la oportunidad, o podría ser nuestra propia condena a
quedarnos atrapadas ahí, paralizadas o continuando con nuestra huida.
En la segunda etapa sentimos que ya hemos tenido suficiente dolor
y tomamos la firme decisión de hacer cambios reales. Sentimos en
nuestro interior el impulso y el deseo verdaderos de implicarnos en el
trabajo con nuestras emociones, y observamos nuestros pensamientos,
nuestros miedos, nuestras culpas y nuestra angustia, que aún siguen
repitiéndose en nuestra vida y todavía a veces nos abruman.
Por último, en la tercera etapa seguimos teniendo situaciones
“conflicto” en nuestra vida, pero ahora sabemos que vienen para que
sanemos alguna herida. Sabemos sin ninguna duda que esas
situaciones en realidad son una bendición, y es en ese momento donde
empezamos a experimentar gratitud. Todavía necesitan emerger en
nosotras el miedo, el enfado, el dolor o la culpa, pero ya no los
reprimimos, no nos quedamos paralizadas ni huimos de ellos. Los
aceptamos y los abrazamos, agradeciendo desde lo más profundo de
nuestro corazón cada experiencia, pues hemos comprendido que
TODO es para nuestro bien y para que podamos ir hacia el amor.
En relación a la gratitud, quiero señalar que muchas personas al
comenzar este proceso, han caído en la trampa del ego de querer
construir la casa por el tejado. Me explico: ya vimos que las
afirmaciones positivas no funcionan, pues para que nuestro
inconsciente acepte algo como cierto, tiene que haber coherencia entre
lo que pensamos y lo que sentimos. Así que de nada te servirá sentarte
en posición meditativa y decir mil veces para tus adentros “gracias,
gracias, gracias”, si en tu interior sigue habiendo un cabreo
descomunal que aún no has atendido.
Lo que sí funciona y podemos hacer es cambiar nuestros
pensamientos, que como sabes, provienen de las viejas rutas
automáticas que nosotras mismas fabricamos al construir el ego. Estas
rutas a su vez vienen de las emociones que nos hemos acostumbrado a
sentir en nuestra vida, y si nosotras las creamos, nosotras podemos
eliminarlas y poner otras en su lugar. Acuérdate de que siempre, en
cada instante, somos libres para elegir. Ante una situación de enfado,
miedo o dolor, tendrás que elegir entre quedarte atrapada en la queja,
la culpa y los juicios, o ir al espejo a hablar con tu niña interior y
decirle que ya no está sola, que tú ahora te haces cargo.
Así que una vez más volvemos a la emoción, la reina madre de
todas las cosas que nos suceden. Cambiando nuestra manera de
sentirnos con respecto a nosotras mismas, a nuestra vida y al resto del
mundo, irá transformándose también nuestro patrón de pensamientos,
y algún día aparecerá en tu mente ese “Gracias” de corazón. Y existe
únicamente una emoción que es capaz de conducirte hasta ese lugar de
tu Ser. Esa emoción, como bien sabes, es el amor.
Si te dices a ti misma “doy gracias por el trabajo que tengo”
cuando en el fondo sientes que es un trabajo de mierda o que está muy
mal pagado y vas cada mañana a la oficina o al taller echando pestes,
si das gracias por este trabajo que te hace sentir tan mal, estarás
atrayendo a tu vida más de lo mismo y nada cambiará. Algo que sí
puedes hacer para empezar a notar cambios -además de los ejercicios
que te he ido mostrando a lo largo del libro-, es simplemente practicar
el darte cuenta de lo que tienes en cada momento. Como te he dicho no
se trata de agradecer algo cuando aún no lo puedes sentir de verdad,
sino de practicar la presencia, que siempre ocurre en el aquí y ahora.
Por ejemplo, puedes decir en voz alta en diferentes momentos del día:

-Me doy cuenta de que este trabajo que no me gusta me permite


pagar las facturas y todo lo que necesito.
-Me doy cuenta de que ahora estoy comiendo un plato de comida,
que me está quitando el hambre que tenía.
-Ahora me estoy duchando con agua caliente y es muy agradable.
-Me doy cuenta de que tengo una casa y una cama en las que
descansar.
-Me doy cuenta de que disfruto de verdad de estas horas de
descanso en mi sofá por las noches leyendo un libro, viendo la tele o
hablando con mis hijos. ¡Me doy cuenta de que estar en la tranquilidad
de mi casa y encender la tele con un mando es un lujo!
-Me doy cuenta de que ahora estoy pagando el alquiler de este
mes.
-Estoy caminando hacia el trabajo y me doy cuenta de que tengo
salud para poder no sólo trabajar, sino también caminar y hacer
muchísimas cosas más.
-Me doy cuenta de que vivo en un país en el que no hay una guerra.
-Me doy cuenta de que mis hijos están sanos.
-Me doy cuenta de que hay X personas (el número que sea) en mi
vida a las que quiero y que me quieren.
-Me doy cuenta de que cada vez que siento frío, tengo algo con lo
que abrigarme.
-Me doy cuenta de que aunque es viejo, mi coche me lleva adonde
necesito.
-Me doy cuenta de que ahora mismo estoy respirando y estoy viva.

Sólo date cuenta. Respira profundamente cada vez que digas la


frase, pon toda tu presencia en lo que estás diciendo, y siente su
energía y su vibración. Esta está entrando en cada célula de tu cuerpo
y generando cambios a nivel molecular, estás sacando a tu ego de sus
tendencias automáticas de centrarse en la carencia y en la
comparación con los que tienen lo que él desea. Tarde o temprano todo
esto se traducirá en cambios en tus emociones, y finalmente, en tu
sistema de pensamientos.
Si practicas esto a diario junto con el ejercicio con tu niña interior,
vuelvo a prometerte una vez más que llegará ese día, cuando menos te
lo esperes, en el que sentirás una paz y una dicha de tal magnitud, que
sólo podrás cerrar los ojos, sentir cómo algo nuevo y maravilloso se
abre en tu pecho, y decir Gracias. Gracias por todo lo vivido. Gracias
por todo lo que ha sido. Gracias por todo lo que está siendo.
XIX: Mi herida VI

Nos vamos acercando al final, y con él, por fin al comienzo del
despertar. Nada podría hacerme más feliz que este proceso que yo necesité
transitar y que estoy compartiendo contigo, te sirva para que el tuyo se
haga más llevadero y puedas al menos empezar a vislumbrar la esperanza
de que el cambio es posible para ti también.
Como te dije en los primeros capítulos, a lo largo de mi vida no he
conocido a muchas personas que sintieran por sí mismas el odio y el
desprecio tan profundos que yo llegué a sentir hacia mí, y si yo he logrado
encontrar al fin esta paz y este amor con los que ahora vivo, una vez más
me atrevo a prometerte que tú también podrás conseguirlo. Aunque
en este momento te cueste creerlo, sólo necesitas tomar la decisión de
hacerlo.

“San Sebastián
2012

Amelia, una de sus profesoras en la formación Gestalt, era según le


había contado a Nuria la mejor psicoterapeuta que había conocido a lo
largo de los muchos cursos y talleres a los que había acudido en los últimos
años.
De unos cincuenta y muchos, bajita y delgada y con cara de niña
traviesa, a Sara siempre le había parecido una duendecilla juguetona que al
mismo tiempo irradiaba sabiduría en cada cosa que hacía o decía.
_Bueno Sara, parece que esta vez sí que has tocado fondo…_, le dijo en
cuanto le contó cómo se sentía con su situación_. ¡Te felicito!
_¿Qué? ¿Que me felicitas? ¿En serio, Amelia?_, fue lo único que pudo
responder entre lágrimas, luchando por controlar su temperamental
impulso de salir corriendo de allí. La confianza ciega que aquella mujer
menudita le había infundido desde el día en que la conoció, le ayudó a
permanecer sentada en la silla.
_Recuerdo que hace unos años, en la formación, tu coraza del orgullo
era aún muy espesa para que pudieras permitirte hundirte así…_, continuó
hablándole_. Te felicito porque por fin estás preparada para atravesar y
sobrevivir a tu punto de muerte Sara, a tu talón de Aquiles…
_¿Y cuál es mi talón de Aquiles?_, preguntó, totalmente perdida en su
algarabía emocional.
_El abandono. Esa es tu herida.
_Sí, eso es justo lo que siento…que él me ha abandonado…_, pensó en
voz alta_, pero no estoy segura de estar preparada…_, gimió de pronto con
lágrimas en los ojos_, nunca me había sentido así…tan…tan abatida, tan
rota…
_Claro que te habías sentido así, lo que pasa es que no lo recuerdas.
Todas las penas por las que pasamos y más aún las que nos hacen tocar
fondo de esta manera, nos hablan de viejas heridas que se reabren para
poder ser sanadas…
_No sé…yo sólo sé que me duele mucho y con sólo pensar en perderle
me siento morir, Amelia_, continuaba sollozando hablando a duras penas,
con la voz entrecortada_. No es que quiera morirme, no es eso…es que…es
que…literalmente siento que algo se está muriendo en mí…y se me hace
insoportable…
A esto se referían en aquel curso del Eneagrama…nuestro punto de
muerte…, pudo recordar durante unas milésimas de segundo. El talón de
Aquiles que ha nombrado Amelia… ¡Es horrible sentirlo!
_¿Dónde sientes esa muerte en tu cuerpo?
_Es aquí, en el pecho_, se llevó las manos al corazón sin poder dejar de
llorar_. Es como si algo muy profundo aquí me estrujara y me vaciara todo
lo que tengo dentro…
_Y si eso que está saliendo de ti, tuviera voz… ¿qué diría? Toma un par
de respiraciones profundas ahora y siéntelo, siente cómo sale y ponle voz,
Sara.
_Soy…soy una niña pequeña…_, susurró llorando más intensamente
ahora_, soy muy pequeña y estoy sola…tengo miedo…
_¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes miedo?
_No me ven…no les importo…me han dejado sola…papá y mamá no
me protegen y yo soy muy pequeña…tengo miedo…_, seguía llorando con
todo su cuerpo en tensión, meciéndose hacia adelante y atrás, con los ojos y
los dientes apretados y abrazándose fuerte a sí misma.
_¿De qué tienes miedo?
_Estoy sola…les he pedido ayuda y me han abandonado…no quiero
sentirme así…me duele mucho…no me quieren, no soy importante para
ellos…
_¿Igual que para Joseba?_, dijo de pronto.
_Sí…igual…a él tampoco le importo y no soporto el dolor..._, no dejaba
de mecerse a sí misma_. Le abrí mi corazón otra vez…confié en él...y sin
esperármelo, de un día para otro se alejó de mí_, musitó aún llorando,
sonándose los mocos ruidosamente con el cleenex que Amelia había
colocado en su mano.
_¿También confiaste en tus padres cuando les necesitaste?
_Ssss...sssí…_, gimió en un ronco susurro, ahogándose en las
interminables lágrimas y en su dolor.
_¿Y qué hiciste? ¿Qué hiciste cuando te fallaron? Siéntelo ahora, Sara.
Tomó un par de respiraciones profundas, cerró los ojos y se dejó llevar
por su emoción.
_¡Me cerré!_, dijo finalmente tras varias respiraciones pausadas_. ¡Mi
corazón se cerró!_, añadió cambiando su voz y mostrando a una Sara muy
diferente. Su cuerpo se irguió de pronto y las facciones se habían
transformado, exhibiendo ahora a una mujer fuerte y poderosa, enfadada,
desafiante, rígida y en tensión, con el entrecejo fruncido y las mandíbulas y
los puños fuertemente apretados_. ¡Me cerré y me cabreé!_, rugió
mirándola fijamente a los ojos.
_Sí, eso ya lo sé, ya conocemos bien a esta Sara cabreada, pero dime...
¿qué hiciste cuando te abandonaron? ¿Qué pasó antes de cerrarte? Vuelve
ahí otra vez, ¿cómo te sentías?
_No quiero volver ahí. Estoy muy cabreada_, gritó.
_¿Con quién estás enfadada?
_¡Con mamá! ¡Le pedí ayuda y me abandonó!_, volvió a gritar, esta vez
con más furia. ¡Yo sólo tenía diez años, joder!
_¿Con quién más estás enfadada?
_¡Con la puta iglesia! ¡Y con Dios! Tanto rollo y tanta mierda con el
sexo, el pecado y el castigo...¡Que les den por culo a todos!_, seguía
explayándose, permitiéndose liberar toda la ira que le corroía por dentro.
_¿Con quién más?
_¡Con mis hermanos! ¡Me han juzgado mucho! ¡Mucho!_, bramó,
acordándose especialmente de Begoña, Marian y Chema.
_¿Qué te da este cabreo? ¿De qué te protege?
_¡Me da fuerza! ¡Ya no les necesito! ¡Yo sola puedo con esto y con todo
lo demás!
_¿Eso es verdad, Sara?_, le preguntó ahora acercándose a ella y
poniendo una mano sobre las suyas_. ¿Es cierto esto que acabas de decir?

“San Sebastián
2012

Begoña siempre había supuesto un tema delicado y pendiente de


resolver. La hija perfecta que nunca había defraudado a sus padres salvo por
un par de hechos puntuales, Sara nunca había podido ver en ella a una
amiga en la que apoyarse y poder confiar, sino más bien un muro con el que
desde su juventud chocaba estrepitosamente cada vez que surgía alguna
discrepancia entre las dos, algo que solía ocurrir con bastante asiduidad.
_Y no me vengas con eso de que ya tienes bastante con los niños, que
yo conozco varios casos en Las Palmas y no es tan difícil ser madre sola_,
le soltó.
_¿Tú te estás oyendo? ¿Tú, que no tienes hijos, te atreves a decirme que
no es tan duro ser madre sola? ¿A ti qué coño te pasa?_, le gritó, presa ya
de la furia_. ¡Si tanto te preocupan papá y mamá podrías pedir una
excedencia y venirte aquí varios meses, pero no…tú como siempre
exigiendo a los demás que hagan lo que tú no estás dispuesta a hacer!
_Mira Sara, llevas once años viviendo aquí y te has acostumbrado a
tenerlo todo muy fácil con la ayuda de Maite. ¿Te crees que a mí no me
gustaría poder seguir estudiando y hacer también los cursos que tú haces?
¡Pues claro que me gustaría, pero no puedo, porque tengo que trabajar!
_¿Y a qué viene lo de los cursos ahora? ¿A ti qué te pasa conmigo,
Begoña? ¿Es que acaso yo no trabajo?_, le espetó, estupefacta ante lo que
estaba escuchando.
_¡Me pasa que estoy harta de que me laven la cara por tu culpa!_, gritó
mirándola con una frialdad glacial.
_¿¿¿Qué??? ¿Tú eres consciente de lo que me acabas de decir? ¿Pero tú
te estás oyendo?_, siguió gritando, pasando de la furia a un asco
insoportable.
_Bueno…se me ha escapado…no quería decir…
_¡Pues lo has dicho!_, vociferó, poseída por una cólera desatada_. ¿Que
estás harta de que te laven la cara por MI culpa? ¡Esto es ya lo que me
faltaba por oír!_, rugió mientras se acercaba con dos grandes zancadas al
perchero para coger su abrigo y su bolso.
_¡Yo me largo! Ya volveré la semana que viene, cuando ésta ya no
esté_, le dijo a su padre, que lo había presenciado todo en silencio, antes de
salir de allí dando un sonoro portazo.
Esta tía es imbécil. No, imbécil no… ¡Lo siguiente!, se decía mientras
conducía como una posesa en dirección a San Sebastián. Siempre igual
joder, con esos aires de superioridad juzgando y diciéndole a todo el
mundo lo que tiene que hacer.
No me ha preguntado ni una sola vez cómo estoy, ni cómo está mi vida
ahora, no sabe el momento de mierda que estoy pasando y sin saber nada
de mí viene a decirme lo que debería hacer, cuando sabe de sobra cuáles
son mis sentimientos hacia mamá. ¡Anda y que le den por culo de una vez a
esta estúpida, siempre igual!
Y lo de que le laven la cara por mi culpa…eso sí que ha sido fuerte.
Está claro que Carmen y los primos siguen despotricando de mí por la
ayuda de Maite, de esos amargados no me extraña ya nada, pero que ella
haya caído tan bajo sabiendo perfectamente las dificultades que tengo aquí
con lo del euskera...¡Esto sí que no me lo esperaba, joder!
Y tampoco ha pensado que el pueblo está a veinticinco kilómetros y que
a veces no tengo ni para gasolina, coño. Antes de ir a casa paro en el súper
para comprar pizza y chocolate. ¡Esta noche necesito desconectar de todo!
¡Y una botella de cava también!”

“San Sebastián
2013
_¿Qué me dirías si te dijera que aquí y ahora, en este mismo instante,
puedes perdonar a Joseba?
_Buuuf, eso sí que no, Vera. ¡Me falta muuucho para llegar a ese
punto!_, le espetó, aún incapaz de abrir su corazón hacia el perdón_.
Cuando he dicho lo de los viejos patrones me refería a mi aislamiento, a
que he caído otra vez de lleno en el “no necesito a nadie” y a otras
conductas destructivas porque estoy rabiosa y resentida en general con la
vida, pero perdonar a Joseba…¡eso sí que no!
_¿Y cómo te sientes con esto?
_Pues…cada vez que me acuerdo de él me cabreo, claro.
_Entiendo. ¿Y con qué parte de ti estás enfadada también?
_¿Qué?_, preguntó confundida.
_Sara, siempre que nos cuesta perdonar a alguien, hay algo que no nos
hemos perdonado a nosotros mismos…
_Pues no sé, la verdad. No sé qué es lo que no me he perdonado…
suponiendo que eso sea así…
_Cuando podemos mirarnos a nosotros mismos con amor, respeto y
comprensión, nos resulta mucho más fácil aceptar cualquier cosa que
estemos sintiendo_, continuó Vera_. Sin juzgarnos, sin reprocharnos nada,
imaginando que
somos una niña que no ha aprendido a hacer y sentir las cosas de otra
manera y que podemos comenzar a aprender a partir de ahora, empezando
por tratarnos a nosotras mismas de esta nueva forma, totalmente diferente a
la única que conocíamos…¿ves por dónde voy?
_Creo…creo que sí…_, empezó a emocionarse.
_Sólo cuando puedas mirar a lo que te pasó con este hombre sin
juzgarte a ti misma, podrás ver lo enfadada que has estado realmente
contigo y todo lo que te has castigado por lo que ocurrió…y entonces,
también podrás comprenderle y perdonarle
a él. Recuerda que todo lo que te ocurre lo has creado tú, y mientras
sigas poniendo en él esa responsabilidad, no podrás liberarte y coger tu
poder…
Sus palabras fluían como suaves cánticos por los que Sara, poco a poco,
comenzaba a dejarse llevar. El sólo hecho de imaginar poder hablarse y
tratarse a sí misma con aquel amor y comprensión, le hacía estremecerse.
Se dio cuenta de que aún vivían en su mente muchísimos introyectos que
gobernaban su vida y comenzó a sentir una ligera esperanza de que algún
día realmente todo aquello podría cambiar.
_Vera, llevo mucho tiempo probando diferentes tipos de terapias_, dijo
con tono reflexivo_. Es cierto que a lo largo de los años he conseguido
mejorar muchos aspectos de mi carácter, e incluso he vivido épocas de
auténtica felicidad y consciencia, pero hay algo en mí que no termina de
desbloquearse...tarde o temprano siempre acabo repitiendo el mismo
patrón, y la verdad es que ya estoy cansada, me siento muy impotente...y
creo que lo que me pasa está muy relacionado con que no puedo mirarme a
mí misma con esa comprensión de la que hablas...
_¿A qué te refieres? ¿Dónde ves ese bloqueo?
_Pues claramente, en mi relación con mi cuerpo y con los hombres_, su
mirada se apagó.
_¿Qué crees que te pasa con tu cuerpo?
_No aprendí a quererlo…a respetarlo…_, respondió cabizbaja_. Me
obsesioné con mi atractivo físico convencida de que no había nada más que
valiera la pena en mí y llevo muchos años atrapada en la locura de las
dietas estrictas y los atracones, subiendo y bajando kilos como un yo-yo...
_¿Y cómo te hace sentir esto? ¿Cómo es vivir atrapada de esa manera?
_¡Es una mierda!_, exclamó, alzando la mirada.
_Define mierda.
_Mierda es que mi primer pensamiento cada mañana nada más
despertarme sea: “Hoy, dieta estricta todo el día”, pasarme cada hora del
maldito día pensando en toda
la comida prohibida y deliciosa que me gustaría meterme en la boca y
llegar a la noche con tal grado de ansiedad que no hay nada ni nadie que
pueda frenar mi impulso de comer todo lo que se me antoje en el momento,
que siempre son cosas que engordan, claro.
_¿Y qué pasa cuando...?
_¡Mierda es quedarme tirada en la cama con el estómago lleno y con la
culpa y la frustración carcomiéndome por dentro_, continuó, ahora con los
ojos temblorosos_,
ver cómo voy subiendo kilos sin poder evitarlo y como colofón,
descargar mi ira y mi frustración sobre mis hijos, añadiendo más culpa a la
tremenda mierda en la que llevo viviendo desde hace tanto tiempo!
_Entiendo_, se limitó a asentir, comprendiendo que necesitaba
desahogar aún mucho más.
_¡Mierda es estar dos años sin acostarme con un hombre, sentir que por
fin he aprendido a cuidarme y a respetarme y que aparezca un enfermo
como Joseba para destrozarme la vida! ¡Por segunda vez!_, gritó, ahora sin
poder parar el llanto_. ¡Y llevo un año entero aislándome y perdiéndome
muchas cosas buenas que sé que la vida podría ofrecerme, pero es que ya
no sé qué otra cosa puedo hacer, Vera! Y conocer a
Robert ahora… siento una esperanza…parece que todo esto puede
empezar a cambiar por fin...
_¿Cómo es tu relación con Dios, Sara?_, le interrumpió.
_¿Dios? ¿Y qué tiene que ver Dios con todo esto?_, se extrañó ante la
inesperada pregunta.
_Pues…más de lo que piensas, querida...veo que no has estado atenta a
todo lo que hemos comentado antes…
Debió ser cuando hablaba con Nuria de lo de Robert…
Confundida y vulnerable como estaba, decidió seguir confiando en que
aquella mujer angelical sabía lo que hacía, y tras meditarlo unos segundos,
respondió.
_Mi relación con la Divinidad ha sufrido muchos altibajos a lo largo de
los años. Desde niña creí que había algo superior a nosotros y solía mirar al
cielo y hablaba con las estrellas..._, hizo una pausa para sonarse la nariz y
descargar de nuevo su llanto, emocionándose al recordar a la niña mágica e
inocente que había sido en un tiempo muy lejano_. Pero todo eso
cambió..._, dijo en un ronco susurro, con la voz cargada de pena_. La
iglesia…la educación de mis padres…el sexo…el pecado…todo se fue
convirtiendo poco a poco en una gran mierda enorme..._, tomó el aire que
empezaba a faltarle con un par de respiraciones profundas, y prosiguió_.
Desde la adolescencia algo dentro de mí me decía que aquello no tenía
sentido, que si Dios realmente era amor no podía pasarse la vida buscando
mis pecados para castigarme en un juicio final…así que más adelante
comencé a buscar otras respuestas.
_Ya_, Vera asentía, manteniendo una mano apoyada sobre su muslo.
_Me alivió mucho la idea de la reencarnación, y más aún la de que Dios
vive en nosotros, que no está en el cielo escudriñando todo lo que
hacemos...y tuve épocas en las que sí pude sentirme liberada de aquella
culpa y de las cargas que arrastré desde
niña, pero de un forma u otra, al final acababan desvaneciéndose para
volver a lo de siempre, a la mierda de siempre...y ya no sé qué más puedo
hacer para salir de ahí...
_¿Cómo era aquel otro Dios, el que conociste en la iglesia y en casa?
Toma, mejor si lo escribes..._, le tendió un folio en blanco y un bolígrafo_.
Tómate tu tiempo Sara, no hay prisa. Escribe todas y cada una de las
características de aquel Dios que se quedó impregnado en ti.
Buf, resumiendo podría decir que aquel Dios era un cabrón, joder. Un
cabrón y un sádico”.

“San Sebastián
2013

_Papá, necesito hablar contigo de algo muy importante_, le dijo


mirándole a los ojos, mientras se servía un trozo de pollo.
_Dime, hija.
Como cada sábado, había ido con sus hijos a comer a casa de sus
padres. Incapaz de soportar el rechazo que llevaba tiempo sintiendo hacia
él, decidió abordar el tema una vez más, sabiendo que así lograría al menos
otra temporada de calma emocional, hasta que volviera a decepcionarla.
_Normalmente hablamos de nuestras cosas en privado, pero esta vez
quiero que estén los niños delante porque también les afecta a ellos, sobre
todo a Andoni, y quiero que pueda expresar también cómo se siente.
_Creo que ya veo por dónde vas… _, se puso a la defensiva mientras
cortaba un trozo de pechuga aún humeante.
_Bueno, ya lo hemos hablado un par de veces en los últimos meses_,
comenzó a explicarle con suma delicadeza_. Te ruego que no te lo tomes
como un ataque, sólo estoy tratando de encontrar una solución a lo que está
ocurriendo…
_De acuerdo, hija_, suavizó el tono y la mirada_. Te escucho.
_Desde que saliste del hospital has cambiado papá. Sin darte cuenta has
vuelto a tus formas déspotas de antaño y te digo con el corazón en la mano
que no puedo soportarlo...
_Yo no creo que sea para tanto, Sara…ya sabes que siempre he tenido
un carácter fuerte...y ahora con esta situación, pues me sale mi pronto, pero
ya sabes que luego se me pasa y ni me acuerdo…
_¡Tú no te acuerdas, pero los demás, sí!_, le respondió sin pensarlo_. Sé
que es difícil papá, sabes que a mí a veces me pasa lo mismo con ellos_,
dijo mirando ahora a sus hijos, que estaban sentados frente a ella
escuchando con atención.
_¿Y qué quieres que haga?
_Pues que te controles, eso es lo que necesito. Tú no eres el único que
tiene una situación difícil, no eres el único que sufre_, dijo con los ojos
llorosos, reabriendo sin darse cuenta muchas otras heridas.
_Ya, ya lo sé, bonita..._, le respondió su padre, que ante sus lágrimas
siempre acababa derritiéndose_. Ya sé que lo has pasado muy mal con lo
del farmacéutico aquel...
_Es eso…y muchas cosas más que ya sabes...y no puedo soportar perder
a mi papi tierno y amoroso_, le dijo ahora con la voz quebrada_. ¡Tú eres
mi apoyo más importante, papá!
_Te prometo que lo intentaré, hija. No me vas a perder, no digas eso_, la
tranquilizó mirándola a los ojos, visiblemente emocionado también_. Al
final me vas a hacer llorar, cabrona…_, bromeó, secándose las lágrimas
con su servilleta.
Sara se levantó sin dudarlo para abrazarle y sintió cómo su corazón
comenzó a abrirse, permitiéndole vislumbrar de nuevo el inmenso cariño y
gratitud que en el fondo de su ser sentía hacia él.
_Bueno, ¿y tú qué tienes que decir?_, le preguntó a Andoni, siguiendo
con su tono jocoso.
_Pues…eso…lo que ha dicho mamá…_, logró responder, en un titánico
esfuerzo por vencer su timidez a la hora de expresar sus sentimientos con
cualquiera que no fuera su madre.
_Vale. Pues a ti también te prometo que voy a intentar controlarme,
¿vale, campeón? Y ahora…¿quién quiere probar el postre que os he hecho
hoooooy?_, preguntó con tono cantarín, levantándose para acercar una
bandeja inundada de deliciosas torrijas.
Media hora después, con los niños ya en el salón frente al televisor y
mientras recogían la mesa, pensó que por fin tenía ante sí el momento que
tanto tiempo había esperado.
Ay, qué difícil…pero quiero hacerlo…necesito saber…
_Papá, hay otro tema…_, se lanzó sin pensarlo, con el corazón en un
puño.
_Dime, hija.
_Es muy difícil para mí hablarte de esto…no quiero echarte nada en
cara ni que te sientas culpable…_, empezó a trastabillar_, es sólo que
necesito que sepas cómo lo he vivido yo, y…
_¿De qué hablas?
_Bueno…pues…mejor nos sentamos, ¿vale?
_Sara, me estás asustando…
_No, no es nada grave, es sólo algo que llevo años queriendo hablar
contigo…
_Pues venga, dime…_, la apremió, sentándose en la silla más próxima a
ella_. A estas alturas tú y yo no nos vamos a andar con remilgos, ¿no?
Vale. Allá voy y que sea lo que tenga que ser.
_¿Tú te acuerdas de que me contaste hace años que habías tenido una
amante cuando éramos niños?_, se atrevió finalmente, hablando con su
tono más suave.
_Sí, me acuerdo…_, respondió abatido, con la mirada contrita.
_No quiero que te sientas mal por esto papá…pero sí necesito decirte
que aquello me hizo muchísimo daño…no sólo por el mazazo del engaño a
mamá, sino por cómo me lo contaste…de aquella manera precipitada, con
todos alrededor a punto de sentarnos a cenar…
_Sí, hija, sí_, su padre asentía una y otra vez, ahora cabizbajo.
_Necesito saber por qué lo hiciste así…_, continuó, sintiendo cómo
desataba un viejo nudo en su garganta_, por qué no escogiste otro momento
y otro lugar…
_Tienes razón…_, seguía escuchándola, asintiendo una y otra vez.
_Esto que te voy a decir puede sonarte muy duro, pero necesito que
sepas que me pareció una forma cobarde de hacerlo…no fue la mejor
manera de soltarle algo así a una hija…y necesito saber por qué no…
_Te pido perdón, Sara_, volvió a interrumpirla, mirándola a los ojos_.
No tengo palabras para explicar por qué lo hice así…supongo que fue por
miedo…
_Algo se rompió en mí desde entonces, ¿sabes?_, continuó, con mucho
cuidado de no herirle_, como si se hubiera resquebrajado el modelo ideal
de pareja que había construido en mi psique…y desde aquel momento sólo
he atraído a hombres infieles o inalcanzables…
_Lo siento mucho cariño, sé que has sufrido lo indecible…_, había una
profunda pena en su mirada_, pero es importante para mí decirte que
aquello ocurrió en un momento de mi vida en el que estuve muy perdido.
Las cosas iban mal en el trabajo, también con mi familia, y estuve un par
de años alejado de la iglesia y de todas mis creencias espirituales…
_Anda, esto no me lo habías contado…
_En cuanto recobré la fe fui a confesarme, volví a ir a misa todos los
domingos, y desde entonces no he vuelto a estar con otra mujer, Sara_,
hablaba con los ojos temblorosos_. Amo profundamente a tu madre y me
costó muchos años perdonarme aquello...
_Jo, si me lo hubieras contado así entonces, no creo que me hubiera
afectado tanto…_, comenzó a sentir un ligero alivio.
_Ya sabes hija_, seguía mirándola con los ojos llorosos, llenos de
ternura hacia ella_, en nuestra época no nos enseñaron a comunicarnos
abiertamente…eso es algo que aprendí a hacer contigo en la terapia. Ya
sabes que con ningún otro hijo tengo la confianza que tenemos nosotros, y
si esto te puede ayudar a que te quedes en paz, me alegro mucho de que
hayas sacado el tema.
_Sí, me reconforta mucho saber cómo ocurrió realmente_, le dijo,
comenzando a recuperar el respeto y la gratitud que desde hacía años
guardaba en su corazón para él.
_Te quiero mucho hija, y deseo con toda mi alma que algún día
consigas vivir la vida feliz que te mereces.
_Yo también te quiero papá, y te agradezco mucho tu generosidad al
aceptar hablar de esto.
_No me des las gracias. Ya sabes que me tendrás aquí siempre que me
necesites, Sarita”.

“San Sebastián
2013

_¿Qué es lo que más te reprochas en tu vida, Sara? ¿Cuál es tu culpa


más grande, eso que nadie o casi nadie sabe de ti?_, le preguntó de pronto.
Se quedó pensando durante un largo rato, hasta que por fin se animó a
responder.
_Bueno…_, titubeó ante la vergüenza que le daba hacer aquella
confesión_, cuando eran pequeños, varias veces metí a mis hijos en el
cuarto de baño con la luz apagada. No me lo puedo perdonar Vera, cómo
pude ser tan hija de puta y tan cruel para hacerles eso. No les dejaba mucho
tiempo, unos segundos como mucho…en cuanto empezaban a llorar les
abría la puerta, pero ahora cuando lo recuerdo me siento fatal...
_¿Cómo ocurrió? ¿Cómo te sentías tú para llegar a ese punto?_, volvió
a preguntarle con mucha dulzura.
_Bueno…recuerdo que fueron noches en las que estaba muy mal,
estresada porque no me llegaba para pagar algunas facturas y por tener que
depender de la ayuda de mi tía, o simplemente harta y decepcionada con
todo, viviendo justo lo opuesto de lo que siempre había soñado...
_Comprendo. ¿Qué hacían ellos para que tú te enfadaras tanto?
_Pues…no me hacían caso…
_Cuéntame_, le pidió con la misma dulzura en su voz.
Se paró un momento para recordar y las imágenes comenzaron a
aparecer en su mente, acompañadas de afiladas punzadas de culpa y de
dolor.
_Tras pasar casi una hora -y a veces más- tumbada con ellos en la cama
para que se durmieran, cuando ya me iba agotada al salón para tener por fin
un rato para mí después de pasar todo el día con ellos, empezaban a hacer
risitas, o a hablar entre ellos, o a pelearse. Y por más que les decía que ya
tenían que dormir, no me hacían caso.
_Y no podías dejar que eso también escapara a tu control…sintiendo
que la vida que habías planeado para ti se te había escapado de las manos…
_Sí, supongo que sería algo así lo que sentía… ¿y qué tiene que ver eso
con...?
_¿Sabías que numerosos estudios han evidenciado que las madres solas
desarrollan más autoritarismo, en un intento inconsciente de suplir la
carencia del rol masculino en la crianza?
_Anda, no lo había oído…pero eso no justifica…
_En tu caso, como en el de tantas madres, fue una forma de autoridad
explosiva_, continuó_, estallidos puntuales de ira, que en realidad sólo
buscaban liberar tu frustración…
_Entiendo lo que tratas de decirme Vera, pero no puedo perdonármelo
por más que…
_Sara_, le interrumpió colocando suavemente la mano sobre su muslo_,
yo pegué a mi hijita de tres años varias veces para hacerla callar.
_¿Qué? ¿¿¿Tú???_, abrió los ojos, atónita”.
“San Sebastián
2013

_Reflexionaré sobre todo lo que me has dicho…_, dijo ahora más


calmada_ y también sobre mi parte de responsabilidad…pero aún me
resulta imposible mirarle con esa comprensión, Vera. ¡Me destrozó! ¡Dos
veces!
_Está bien así, Sara. No hay prisa para que lo veas…todo necesita su
proceso_, apoyó de nuevo la mano en su muslo.
Cuánta paz me da hablar con esta mujer, se dijo. Con ella sí que me
siento libre para ser realmente yo misma y mostrarle todo lo que hay en mi
interior, sin ocultarme, sin mentiras ni manipulaciones. Ella acepta todo lo
que soy y lo que hay en mí, me comprende y no me juzga…qué bien me
siento…
_Algo parecido ocurre con tus hermanos…_, prosiguió, sacándola de
sus pensamientos.
_¿Qué? ¿Qué tienen que ver ellos con Joseba?_, se extrañó.
_Más que con él…contigo, Sara.
_No entiendo...
_Durante toda tu vida les has juzgado por no haberte dado la
comprensión y el reconocimiento que necesitabas…
¿Y cómo sabe esto, si no lo hemos hablado?, se sorprendió.
Sara, lo sabe y punto. ¿Te has olvidado de que es vidente?, le aclaró
Atenea, alentándola a centrarse en lo que acababa de decirle sin perderse en
divagaciones.
_Pues sí…eso es verdad_, admitió finalmente.
_¿Y qué te dice eso de ti?
_¡Pues que me han faltado muchas cosas!_, respondió sin dudar.
_Sí, eso es cierto. ¿Y qué más? ¿Qué más dice de ti el hecho de que aún
a día de hoy vivas esperando eso de ellos?_, insistía, llena de dulzura y
paciencia.
_Pues…me viene la palabra “dependencia” a la mente…_, titubeó algo
contrariada.
_¿Y de qué te habla esa dependencia? ¿De qué crees que dependes?
¿Qué es lo que necesitas de ellos?
Me está recordando a Amelia, cuando me explicó que las víctimas
siempre necesitan culpables. No lo vi entonces y tampoco lo veo ahora…
¡Mis hermanos me lo deben, coño!
_¡Su reconocimiento!_, volvió a aseverar, dejando a un lado sus
recuerdos_. Necesito que reconozcan de una vez que realmente tuve
carencias importantes desde niña y que para mí las cosas no han sido tan
fáciles como para ellos.
_¿Qué sabes tú realmente de las dificultades que han tenido que
afrontar en sus vidas?_, continuó inquiriendo.
_Bueno…han tenido algunos problemas…pero a ninguno se le jodió la
infancia como a mí…_, insistió, ahora a la defensiva.
_No te estoy atacando cielo, sólo intento llevarte a un lugar de ti donde
puedas ver desde otra perspectiva. Todo ha sido perfecto como ha sido Sara,
lo has hecho lo mejor que has sabido hacerlo y te comprendo, no te juzgo,
cariño.
Sus palabras penetraron en ella como una brisa fresca que una vez más
volvía a hacerla sentir como flotando en un mar de infinita calma y
seguridad.
_¿Qué sabes realmente de sus conflictos, de sus heridas del alma, de su
sufrimiento?_, volvió a preguntarle.
_Pues…la verdad…algo sí sé, pero…
_Has estado tan obsesionada en ti misma, en tu herida, en tu
sentimiento de carencia, que no has tenido tiempo para mirarles a ellos,
mirarles de verdad. No desde el reproche, el resentimiento o la exigencia
como lo has hecho siempre, sino desde el corazón…desde el amor…¿te das
cuenta?
_No lo veo, Vera…lo único que puedo ver es que algunos de ellos nunca
me han comprendido y se han quedado encasillados en el juicio y en la
crítica, señalándome con el dedo acusador cada vez que he cometido algún
error en mi vida_, se puso tensa de nuevo_. ¡Ha sido muy cómodo para
ellos tener un chivo expiatorio donde echar toda la mierda familiar!_, gritó
ahora con tono airado y frunciendo el entrecejo_. ¡Yo estoy rota Vera, me
rompí siendo una niña...y ni me han comprendido ni me han aceptado en mi
trauma!_, sentenció.
_¿Quién crees que tiene el problema, Sara? ¿El que no puede
comprender y juzga, critica y condena, o el que es incomprendido y
juzgado?_, le preguntó obviando su creciente enfado.
_Pues…los dos…supongo…
_¿Qué problema tiene el que juzga y critica?_, persistió.
_Pues…que no sabe ponerse en la piel del otro…le cuesta mirarle con
comprensión y empatía...
_Eso es. ¿Y por qué crees tú que le ocurre eso?
_¡Porque es lo más fácil! ¡Opinar y juzgar sin molestarse en conocer el
trasfondo de las cosas! Te acomodas en esa postura posicionándote en un
altar, y ¡hala! ¡A juzgar!_, espetó airada.
_¿Y qué crees tú que hay detrás de esa conducta? ¿Qué le mueve a
alguien a actuar así?
_¿Que tampoco se mira a sí mismo con comprensión?
_¿Y qué más?
_¿Que también fue incomprendido?_, preguntó sin estar segura de lo
que decía, perdida como estaba en la confusión que siempre despertaba en
ella el sórdido tema familiar.
_Igual que tú…_, le susurró_. ¿Y qué problema tiene el que es juzgado
y criticado?
_Pues le duele, joder.
_¿Por qué le duele?
_Porque le importa, porque necesita que la vean con todo lo que es, no
sólo en sus errores...
_¿Quién le importa?
_Ellos…sus hermanos...
_¿Por qué le importan tanto?
_No sé…aquí me pierdo…
_¿Tú crees que si tú te miraras a ti misma con esa comprensión que les
pides a ellos, te importaría tanto? Intenta imaginártelo. Intenta sentir que
de verdad miras con amor a todo lo que has sido y hecho, a todo lo que eres
ahora, incluidos tus kilos de más, los atracones, los enfados con tus hijos, el
resentimiento hacia tus hermanos y tu madre, tu dependencia económica, tu
soledad…respira profundamente e intenta durante unos segundos poner
compasión en todo esto...
Obedeció y tomó varias respiraciones profundas con los ojos cerrados.
Un par de minutos después, con las lágrimas asomando de nuevo en sus
ojos, por fin respondió.
_No. Ya no me importa cómo me miren. Yo sé...sólo yo sé todo lo que
he pasado_, dijo con una voz totalmente diferente, ahora impregnada de
una serena dulzura, mientras sus lágrimas rodaban despacio por sus
mejillas.
_Y ahora, ¿podrías mirarles a ellos con esa misma comprensión, Sara?
¿Puedes ver sus dificultades y que también lo han hecho siempre lo mejor
que han podido?
_Creo…creo que sí…siento algo, es muy vago, pero puedo sentirlo..._,
dijo sin poder dejar de llorar y sintiendo cómo su pecho se abría como un
cielo despejado, despertando en su interior una extraña sensación que la
llenaba de paz.
Creo que empiezo a ver lo que quería decirme Amelia. No hay
culpables…todo está dentro de mí…siempre lo estuvo…se decía,
comenzando a acariciar algo nuevo y maravilloso.
Vera, también emocionada, se acercó a ella y abrazándola fuerte le dijo:
_Eres una campeona, Sara. ¡Te felicito!
_Gra...gracias, Vera…_, se secaba las lágrimas con un pañuelo que le
había acercado, aún confundida por aquella nueva comprensión que había
podido acariciar durante un breve instante.
_Y éste es el verdadero perdón Sara_, le susurró mientras acariciaba su
pelo_. No es posicionarnos por encima de alguien y decirle que aunque se
ha equivocado le perdonamos…sino comprender que en realidad nunca
hubo nada que perdonar, que todo fue siempre un reflejo de nuestra propia
realidad interna. En tu caso, de tu miedo al abandono y tus sentimientos de
carencia…
_Ssssí…_, susurró_, aunque noto que la rabia quiere volver a coger
terreno…
_Es normal querida, todo necesita su tiempo. Recuerda esto siempre:
cuanta menos comprensión seas capaz de darte a ti misma, más dependerás
de los demás, más te afectarán sus críticas o cualquier opinión que tengan
sobre ti, y más necesitarás seguir juzgándoles tú a ellos también. Has sido
durante muchos años una dependiente emocional hacia tus hermanos, y
sólo te liberarás de verdad cuando tú misma puedas darte lo que les pedías
a ellos…
_Buf, qué difícil…
_Serás libre cuando comprendas que por los motivos que sean_,
insistió_, no han podido ni pueden darte lo que tú querías tal como tú lo
querías…
_Antes he podido sentirlo...
_Cuando aceptes que ese reconocimiento y comprensión que tanto les
has exigido sólo lo puedes encontrar dentro de ti, empezarás a vivir de
verdad_, continuó_. Y ya no necesitarás reconocimiento…ni de ellos, ni de
nadie_, concluyó.
_Tiene sentido….
_En la ceguera de tus exigencias, acabaste haciendo lo mismo que ellos,
¿lo ves? Tú también les has juzgado sin comprenderles, Sara_, remarcó_.
Especialmente a tu madre...
_Sí…_, reconoció_. Buf…tengo tanto en qué pensar…
_¿Sabes? Llevo un buen rato viendo la imagen de una leona ya mayor,
con dos flechas clavadas en sus patas delanteras…_, le dijo de pronto,
haciendo que se estremeciera_. Te mira con tanta dulzura y con tanto amor,
Sara...
Oh Dios, ¡¡¡mamá…!!!
_E…eso…también lo tengo pendiente…lo de mi madre…_, musitó
emocionada.
_Tiempo al tiempo Sarita, no vamos a arreglar el mundo en una noche,
¿verdad?_, le susurró sonriendo, volviendo a pasar el brazo sobre sus
hombros.
_Sí, tienes razón. Ahora, a aprender a mirarme a mí misma con
comprensión, respeto, compasión, perdón y amor. Eso es lo que tengo que
hacer”.

“San Sebastián
2013

Tras la intensidad de todo lo vivido aquella noche, agradeció poder


estar un rato con ella misma. Respiró profundamente todas las sensaciones
que se amontonaban en su pecho, y de pronto sintió un deseo irrefrenable
de desparramar todas y cada una de ellas en su diario. Cogió la libretita del
bolso y comenzó a escribir. Las voces de Hera y Afrodita irrumpieron con
fuerza entre las letras, resistiéndose ferozmente a renunciar a la
maravillosa historia de amor que de ninguna manera estaban dispuestas a
dejar atrás.
La prometedora esperanza de las palabras de Vera resonaba con fuerza
también en su interior y en pocos minutos fue capaz de serenar a sus diosas
y centrarse en lo que su yo más íntimo realmente necesitaba. Tomando
varias respiraciones profundas y preguntándose cuál era el verdadero
anhelo de su corazón, poco a poco todas sus yoes comenzaron a relajarse,
hasta acabar fundiéndose en una sola voz que ahora le enviaba suaves y
dulces susurros que le hacían estremecerse de puro amor y compasión.
De pronto, mirando al cautivador azul del Cantábrico, sintió un amor
inconmensurable e indescriptible hacia las diferentes Saras que empezaron
a colarse en su mente, como queriendo enviarle un saludo desde el pasado.
La adolescente díscola y malhablada…la hija y hermana incomprendida y
resentida…la mujer y madre enfadada con el mundo y con su
circunstancia…la amante tantas veces rechazada y despechada...y en
especial, aquel bendito ser de mirada viva e inquieta que tan pronto había
perdido la inocencia y la alegría de ser niña.
Amor...Comprensión...Perdón...Compasión..., le susurraba la dulce voz
desde su interior cada vez con más intensidad, mientras su mente seguía
bañada en un torrente de vívidas imágenes de las muchas Saras que había
sido. ¡Cuánto amor sentía ahora por aquella dulce, maravillosa y perfecta
niña!
La vio con nueve años, llorando hecha un ovillo en el desamparo de la
noche. Vio también su imagen con diez años hablando con sus hijos desde
el balcón de su casa de Tenerife, y también con once, entregada al cielo
estrellado en Lanzarote, pidiendo ayuda con su rostro empapado en
lágrimas. Jamás había podido verse a sí misma de aquella manera, con esa
mirada limpia y enternecida que seguía irradiando sólo amor y compasión
hacia aquella preciosa niña rota.
De pronto y sin esperarlo rompió a llorar, dejando salir desde un lugar
muy profundo un dolor ancestral que llevaba mucho tiempo pugnando por
ver la luz. Lloraba, gemía y se estremecía abrazándose a sí misma,
liberando desde su pecho el inmenso amor que ahora podía sentir hacia
aquella pequeña criatura, y sin pensarlo, comenzó a decirle en voz alta sin
dejar de sonreírle: “Todo está bien Sara, algún día todo esto tendrá un
sentido...confía...no estás sola…”
Embargada en las sensaciones, lo repitió una y otra vez y se emocionó
más aún al ver que la niña percibía sus palabras y se sentía algo aliviada.
Continuaba hablándole y consolándola, empapada en aquel amor profundo
sin poder dejar de llorar y sonreír al mismo tiempo, hasta que de pronto
algo inesperado y maravilloso sacudió con fuerza su corazón, abriéndolo de
par en par. Una nueva comprensión penetró súbitamente en ella atravesando
todo su ser, elevando y ampliando su conciencia, que ahora se había
tornado completamente nítida y cristalina.
¡Oh, Dios! ¡Dios mío!
Se abrazó más fuerte aún, atrapando el momento…la revelación…la
apertura interior descomunal y alucinante que estaba experimentando,
sumida en una catarsis ancestral que en aquel momento lo envolvía
absolutamente todo. Sintió que era sólo amor...y de pronto, todo cobró
sentido...y Luz.
¡Era yo! ¡Era yo! ¡¡Yo era mi Amiga del Cielo!!!
Durante unos maravillosos instantes, supo que todo lo que siempre
había buscado en el exterior sólo se encontraba dentro de ella misma, en el
Ser extraordinario y perfecto que realmente era. Recordó de pronto un
comentario que le pareció escuchar a Vera sobre algo relacionado con un
doble cuántico, y sonriendo, continuó susurrando...
Tranquila mi preciosa niña, todo está bien. Todo esto tendrá sentido
algún día...mientras seguía abrazándose y acariciándose a sí misma
envuelta en una espiral de nuevas ilusiones y promesas que venían desde un
lugar ya no tan lejano de su interior, que ahora le decía:
“Lo estás haciendo muy bien, Sara…sigo aquí contigo…siempre. Te
espero…te quiero”.
Sonrió llena de dicha, sumergida en el océano de paz en el que vibraba
cada célula de su cuerpo.
Robert, ahora sé lo que necesito realmente…
Mi Amiga del Cielo…gracias…”

Ahora puedo ver a Joseba como el “maestro cum laude” que la Vida
puso en mi camino para forzarme a entrar de lleno en mi angustia del
abandono, en ese punto de muerte en el que literalmente, sentía que todo
había acabado.
Ya me había traído a muchos maestros antes de conocerle a él, pero yo
no había podido aprovechar aquellas oportunidades para entrar de verdad
en mí, y terminaba cada historia con el hombre de turno siempre igual:
“Otro cabrón que sólo me quería para el sexo”, “este viernes tengo otra cita
a ciegas, a ver si esta vez hay suerte”, “lo que tengo que hacer es adelgazar
de una vez, así sí encontraré a un hombre que se quede prendado de mí”.
Con Joseba sí se pudo abrir por fin mi herida, pues esa vez había sido
diferente. No pude entender por qué la Vida me hacía repetir la misma
experiencia tras haber pasado los dos años anteriores en celibato y
cuidando -o así lo creía yo-, a mi mundo interior. Lo que no sabía entonces
es que no bastaba con dejar de buscar el amor a través del sexo, pues sin
darme cuenta seguía tapando mis vacíos y mi herida de soledad ya no sólo
con la comida, sino también con las copas de cava que había empezado a
tomar por las noches antes de que él reapareciera en mi vida.
Pasé todo el año siguiente sumida en una rabia ciega, aún atrapada en
los mecanismos automáticos de mi ego, hasta que poco a poco pude ir
comprendiendo. El enfado y mis proyecciones sobre él, que le culpaban de
todo mi dolor, fueron dando paso a una capacidad real para verme y asumir
mi parte de responsabilidad en la experiencia.
Dejé de tomarme aquellas copas de cava y tomé la firme decisión, esta
vez sí, de entrar en mí. Un año después, dos buenas amigas (Noreen y Carla
en la novela), me propusieron empezar a trabajar juntas “Un Curso de
Milagros”, sin yo sospechar que aquel sería el catalizador definitivo que
me llevaría por fin a encontrar la paz que con tanto ahínco había buscado.
También veo ahora a mis padres y a mis hermanos como los grandes
maestros de mi vida, pues sin su desamparo y su incomprensión hacia mi
historia no podría haber atravesado y sanado las heridas que ya traía
conmigo, ni servir como puente reparador entre mis ancestros y mis futuras
generaciones. ¡Qué bendición poder sentirlo así!
Las partes de mi novela en las que se plasma el desarrollo de mi herida
hasta comenzar el proceso de sanación terminan en diciembre del 2013, así
que no puedo seguir compartiendo más capítulos sobre ese tema.
Tal vez algún día los continúe, todo dependerá de esa Voz que me habla
en mi mente, que es la que me guía y me dicta lo que Ella quiere que
escriba.

“Dios es mi fortaleza. La visión es su regalo”


(Lección 42 UCDM)
XX: Últimas Reflexiones

Haciendo un repaso de lo que te he transmitido en el libro acerca de lo


que puedes hacer desde este mismo momento para empezar a crear cambios
en tu vida, podemos concluir que vivimos esperando que la felicidad y la
plenitud vengan a nosotras, y muchas veces tenemos la impresión de que la
Vida no nos favorece, no nos lo permite. Ya sabes que lo que la Vida hace es
“obligarnos” a afrontar esas emociones que aún no hemos sanado en
nuestro interior, y que nuestro mayor impedimento para aprovechar esas
oportunidades es nuestro ego, que se resiste con todas sus fuerzas a entrar
en ellas.
Sabes también que todos hemos elegido las experiencias que hemos
vivido, porque nuestro Ser sabía antes de venir a este plano de conciencia
qué necesitábamos experimentar para desarrollar nuestros potenciales y
seguir creciendo en nuestro despertar espiritual. El latido real que somos,
nuestra esencia verdadera, que es amor, muchas veces grita en nuestro
interior para que la escuchemos, pero nos hemos desconectado de ella y nos
hemos volcado en el mundo exterior buscando sucedáneos de aquel amor y
seguridad que creímos perder de niñas. En realidad es como un juego al que
hemos venido a desconectarnos para luego volver a encontrarnos.
Aparte de esta sensación de pérdida y separación, a lo largo del camino
hemos vivido también heridas emocionales, que han hecho que el juego se
haga aún más complicado. No nos enseñaron qué hacer con esas heridas,
cómo afrontarlas y gestionarlas, y es por esto que el ego le da la orden a
nuestro cerebro de que las tape, que ni las mire. Pero como has visto, la
Vida tiene que mostrárnoslas continuamente y nos trae personas,
situaciones y circunstancias con las que va a hacer que se abran una y otra
vez, hasta que la sanemos.
Cuando ocurre, desde el ego creemos que es el otro el que nos ha
producido el daño, pero a estas alturas ya sabes que esto no es cierto. Esa
herida ya está en nosotras, y es por esto precisamente por lo que nos
afectan determinadas situaciones y conductas, y otras no.
De la misma manera que cuando se produce una herida en nuestro
cuerpo la miramos para ver qué tenemos que hacer para curarla, la misma
atención necesitan nuestras heridas emocionales, que están en nuestro
cuerpo emocional. Éstas producen mucho dolor en nuestro interior y
seguimos actuando desde el automático sin darnos cuenta del juego en el
que estamos atrapadas. Así como curamos el cuerpo físico a través de
diferentes abordajes según el caso, el cuerpo emocional siempre se va a
curar con la única medicina posible: el amor.
Es la niña que fuiste la que tiene la autoestima muy dañada porque se
sintió tonta, incapaz, mala, culpable e indigna de amor, y lo único que
necesita para poder salir de los patrones automáticos de tu mente es que
tomes la decisión, aquí y ahora, de empezar a
hablarle con el amor y la comprensión que no supieron darte los adultos
que estuvieron allí contigo, y dejar de tratarla con la exigencia con la que lo
has hecho hasta ahora.
Si te paras unos segundos ahora mismo y te haces la siguiente pregunta,
vas a poder sentir cómo es en este mismo instante tu relación con esa niña:

¿Puedes decir con la mano en el pecho que te amas a ti misma?

Haz la prueba, pon tus dos manos sobre tu corazón y di en voz alta “me
gusto, me acepto, me quiero y me respeto”. ¿Qué ocurre? Date cuenta de
qué se mueve en ti, qué pensamientos y emociones surgen. Si no has
percibido ninguna resistencia en tu cuerpo y puedes afirmar que sientes
todo eso por ti misma, hazte la siguiente pregunta: ¿Me gusto, me acepto,
me quiero y me respeto sólo cuando me salen las cosas bien, cuando
consigo mis objetivos, o también cuando fallo, cuando me equivoco,
cuando me siento insegura, cuando me deja una pareja, cuando no llego a
fin de mes, cuando no encuentro trabajo, o cuando discuto con mi familia?
¿Ves la diferencia? ¿Qué sensaciones surgen en ti en esas situaciones?
Es ahí donde tenemos que prestar atención, pues éstas son las
situaciones y emociones que activan nuestras heridas. Nos enfadamos sin
darnos cuenta de que vivimos en una insatisfacción permanente con
nosotras mismas, con una autoexigencia que no nos permite liberarnos, y
recuerda esto: donde hay exigencia, no puede haber amor. Queremos llegar
a ser perfectas, que nos salgan las cosas bien, dar la talla, cumplir las
expectativas, pues es lo que nos marcaron desde el exterior cuando éramos
pequeñas. Aprendimos que sólo en la perfección podríamos ser aceptadas y
queridas, y eso es lo que nos estamos haciendo a nosotras mismas ahora.
Mientras esté la herida sin atender en nosotras, no sabremos amarnos ni
amar a los otros de verdad y viviremos ese amor condicionado de “Te
quiero para que me quieras, para que me des lo que necesito”. Así funciona
la mayoría de la gente en sus relaciones interpersonales sin ni siquiera
darse cuenta, lo que me trae la siguiente frase a la mente:

“El mayor problema del ignorante, es que ignora que ignora”.

También hemos visto que todas nuestras emociones se manifiestan en el


cuerpo, que es donde se instalaron las principales corazas que construimos
para no sentir el dolor. Cada vez que se activa una de nuestras heridas
tenemos una oportunidad de romper su coraza correspondiente, y si
permitimos de verdad que el dolor penetre en nosotras, al final, sin ninguna
duda, nos llevará al amor.
Simplemente observando tu respiración te podrás dar cuenta de que
normalmente la cortas antes de llegar al esternón. Si haces el ejercicio de la
respiración consciente que te he mostrado en otros capítulos cada vez que
te acuerdes, te ayudará a reabrir este canal en tu cuerpo que lleva tantos
años bloqueado, y te servirá también para potenciar tu presencia en el aquí
y ahora, pues recuerda que siempre es en este instante donde puede ocurrir
el cambio. Ni el pasado ni el futuro te podrán traer todo eso que anhelas,
sólo lo hallarás en el presente, dentro de ti. Y como vimos también en los
ejercicios con los papelitos, puedes utilizar a tu cuerpo como un canal
maravilloso para realizar este viaje.
Sabiendo ahora que nuestras heridas son el camino hacia el amor, hacia
nuestra verdadera esencia, si de verdad queremos liberarnos y construir una
vida diferente, no nos queda más remedio que entrar en ellas y romper
nuestras corazas.
En el fondo de nuestro pecho ese amor nos está esperando y cuando
llegamos a él, ya no necesitamos seguir buscando fuera. Desde ese instante,
podemos seguir sanando nuestras heridas a través de esta nueva reconexión
con nosotras mismas, aceptando todo lo que sentimos.
Ahora abrazamos nuestra frustración, nuestro miedo, nuestra
inseguridad, nuestra impotencia, nuestra rabia, y nos atrevemos a entrar en
ellas con esta nueva mirada de comprensión y compasión, y entonces sí:
entonces sí empiezas a sentir que te quieres a ti misma al completo y de
verdad, y lo podrás decir en voz alta y respirarlo profundamente, y ni una
sola célula de tu cuerpo te dirá que no es cierto.

Tus padres, el trampolín sagrado hacia tu niña interior


Como vimos en los capítulos de las Constelaciones Familiares, volver a
conectar con el amor profundo que realmente sientes hacia tus padres y que
está en lo más profundo de tu corazón, será una de las experiencias más
maravillosas y liberadoras que vas a poder sentir en la vida.
El problema de todas nosotras es que hemos tapado ese amor con
nuestra mente, con nuestros reproches y juicios hacia ellos. Cuando
podemos llegar realmente a ese amor soltando el enfado de nuestra niña
herida y el deseo de que las cosas hubieran sido de otra manera, nos
capacitamos para entender que la Vida tiene unas reglas, y que éstas nos
están mostrando un camino. Cuando superamos nuestros juegos mentales
decididas de verdad a atravesar nuestras heridas, empezamos a sentir paz,
amor y gratitud y accedemos a ese latido divino que está en lo más
profundo de nuestro Ser. Y en ese momento, como por arte de magia, la
Vida ya se puede abrir para nosotras.
Sabes bien que mientras sigamos en la queja jamás podremos lograr
que esto suceda, pues desde ahí vivimos atrapadas en los juegos infantiles
de nuestro ego, que nos mantienen en la negación y en la separación. Para
liberarnos y sanar de verdad, necesitamos poder agradecer de corazón a
nuestros padres todo lo que nos dieron. Agradecerles, honrarles, sentir que
realmente están dentro de nuestro corazón, y que les queremos y
necesitamos muchísimo más de lo que jamás llegamos a pensar.
Para mi sorpresa, después de llevar años buscando en todas las terapias
habidas y por haber poder sentir el amor de mi madre hacia mí, un buen día
comprendí que no era eso lo que realmente necesitaba. Lo que mi Ser
estaba anhelando realmente era volver a conectar con el profundo amor y
admiración que mi niña interior sí había sentido por ella antes de cerrarle
mi corazón.
Comprendo que para las personas que no han llegado a vivir una
desconexión tan profunda con sus padres como lo hice yo será difícil
entender esto, y pueden incluso preguntarse cómo una hija puede llegar a
odiar a sus propios padres. Los que sí habéis vivido esta experiencia, sabéis
bien de lo que os hablo. El vacío profundo y desgarrador que se adueñó de
nosotras y de nuestra vida entera, y que al final resultó ser nuestro camino
de vuelta a Casa.
Pude llegar a esta comprensión uno de esos días que estaba trabajando
con mi niña frente al espejo. No recuerdo bien qué emoción estaba
observando, pero sí sé que era algo relacionado con mi madre. De repente
empecé a llorar y a decir en voz alta con voz de niña: “Yo te tero mutto,
amatito” (“yo te quiero mucho, amatxito”) (*), sin poder dejar de repetirlo
mientras las lágrimas brotaban cada vez con más intensidad, a la vez que
sentía cómo algo muy antiguo, pesado y doloroso se abría en mi pecho. Las
lágrimas se convirtieron en un sollozo y unos gemidos incontrolables,
mientras necesitaba seguir repitiendo una y otra vez con la voz
entrecortada: “Yo te tero mutto, amatito”, “yo te tero mutto, amatito”.
Estuve así durante varios minutos, presionando las manos sobre mi pecho
como queriendo atrapar el momento, hasta que mi llanto se fue calmando.
Mientras la experiencia duró, pude conectar con una alegría y una paz
indescriptibles al tomar conciencia que verdaderamente siento mucho amor
por mi madre, muchísimo amor. Mi corazón había empezado a
“descongelarse”, y supe entonces que estaba preparada para seguir
avanzando en mi camino hacia mi liberación.

(*) (“Amatxo” en Euskera significa “mamá”, y el diminutivo


“amatxito”, es como llamaba a mi madre cuando era pequeña).
A partir de ese día me propuse repetir aquella frase a cada momento,
visualizándome como la Olga que fui con dos y tres años, cuando aún
sentía aquella admiración y amor profundos por mi madre. Sabía que en esa
niña estaba mi salvación, así como en los recuerdos que iban viniendo a mi
mente y en las emociones maravillosas que me permitían por fin ver quién
soy realmente.
Pronunciaba la frase cada vez que me acordaba, en voz alta y con voz
de niña, “yo te tero mutto, amatito”, “yo te tero mutto, amtito”, en un
segundo volvía a conectar con la alegría y aquella paz de la primera vez, y
poco a poco fui notando cómo realmente algo se estaba liberando en mí.
Me empezó a resultar cada vez más fácil afrontar las situaciones
“conflicto” cuando éstas se presentaban, tenía una nueva confianza en la
vida y en que mis problemas económicos se solucionarían fácilmente, y lo
que más me sorprendió: en mi día a día me volví más “niña”, más
juguetona, más espontánea, más payasa…más feliz.
Uno de esos días vino a mi mente el recuerdo de aquella Constelación
Cuántica que había hecho un año atrás para trabajar mi relación con la
abundancia, y todos aquellos cambios que estaba experimentando en mí y
en mi vida cobraron más sentido aun.
Por las noches al ir a acostarme me encantaba visualizar que era
pequeñita y que estaba en la cama con mis padres acurrucada entre ellos, y
abrazada a mi madre mientras ella me acariciaba el pelo, yo le decía una y
otra vez: “Te tero mutto, amatito. Te tero y te netetito en mi codazón”. De
hecho lo sigo haciendo cada vez que mi niña me lo pide, que aún suele ser
muy a menudo. Muchas veces también me imagino que voy por la calle con
ella. Igual que en el ejercicio con mi niña interior, pero en este caso lo hago
al revés: yo me convierto en la niña de tres años y voy de la mano con mi
madre. Me visualizo a mí misma mirándola y sonriéndole, y enseguida
siento cómo ella me sonríe también y se para para acariciarme la cara. ¡No
tengo palabras para explicarte el gozo que inunda mi corazón y que abre
por entero mi pecho, cada vez que ella acaricia mi carita de niña inocente!
Las maravillosas sensaciones que he podido sentir gracias a estos
simples ejercicios, poco a poco me han ido llevando a la conciencia plena
de que realmente nunca dejé de quererla y de necesitarla, y que a los diez
años, cuando me sentí abandonada por ella, sencillamente yo decidí
sepultar aquel amor para que dejara de dolerme lo que yo interpreté como
desidia.
Comparto ahora un último fragmento de mi novela, y con todo el amor
y la gratitud que ahora sí puedo sentir, se lo dedico a ella. A aquella mujer
de preciosos ojos azules que me encantaban, que me dio todo lo bonito que
llevaba en su corazón de la mejor manera que supo y pudo hacerlo.

“Gran Canaria
2019

“Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.


Lo único que quiero son los dones de dicha y paz de Dios.”

Tras tomar varias inhalaciones profundas, enraizando con ellas la


sabiduría de lo que acababa de leer, cerró el libro dando gracias y se
levantó de un salto. Se dirigió despacio hacia el extremo del camino
parándose frente a su querido amigo, que permanecía imperturbable más
allá del mar.
Hoy pongo toda mi atención en lo único que es verdaderamente
importante: mi felicidad y mi paz mental. La dicha es mi derecho divino, se
repetía sonriendo.
Oteando el horizonte, volvió a ver a la niña de carita de muñeca en su
rincón del balcón, y una vez más la acarició con sus palabras cargadas de
amor.
Estoy aquí contigo, confía…no estás sola…todo tu dolor tendrá sentido
algún día…
Regocijándose al vislumbrar una leve sonrisa en su rostro, de pronto
una vieja imagen irrumpió en su mente. Una escena que llevaba años sin
recordar provocó un súbito vuelco en su corazón, que comenzó a latir con
un júbilo desbordante.
Una superviviente. Una leona fuerte, ágil, sabia y segura de sí, con una
gran cicatriz ya curada en una de sus patas traseras, contemplaba el mar
desde lo alto de un acantilado, igual que lo hacía ella en ese momento. Su
cuerpo entero se estremeció.
¡Kira!
Sentada junto a ella, otra leona bastante más mayor también con antiguas
cicatrices en sus patas, miraba hacia el líquido ondulante. Sara volvió a
temblar, al sentir en su alma el amor inmenso y sagrado que las unía. Un
amor que hablaba de pactos entre almas, de experiencias necesarias
disfrazadas de dolor, y de la certeza de haber cumplido las dos con su
Propósito Divino.
¡Oh, mamá! ¡Gracias! ¡Gracias por todo lo que me diste!
Las dos se sonrieron, y sin mediar palabra se adentraron en el inmenso
azul.
Gracias por todo lo que ha sido. Gracias por todo lo que está siendo…,
se dijo mientras pequeñas lágrimas colmadas de dicha y plenitud rodaban
por sus mejillas”.

Sé que no ha sido la “casualidad” la que me ha llevado tanto en este


libro como en mi novela, a dedicar a mi madre el último capítulo.
Como ese adorno único y especial que reservas para colocarlo en lo alto
de una tarta que te ha llevado largas horas preparar…
Ese “pequeño” detalle que lo transforma todo con su sola presencia…

“Yo te tero mutto, amatito,


te tero y te netetito en mi codazón”

FIN
Bibliografía
- “Un Curso de Milagros” - Foundation for Inner Peace

- “El enigma cuántico. Encuentros entre la Física y la conciencia” -


Bruce Rosenblum, Fred Kuttner

- “Visión cuántica del transgeneracional” - Enric Corberá, Rosa


Rubio

- “Metagenealogía” - Alejandro Jodorowski, Marianne Costa

- “Biología de la creencia” - Dr. Bruce Lipton

- “Ay, mis ancestros” - Anne Schützenberger

- “Cuando mi doble cuántico me salvó de mí misma, de la mano de


Un Curso de Milagros” - Olga Casteres O.

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