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Masaje y acupresión
Es posible identificar los principales puntos de tensión de una persona, que suelen ser el
cuello, los hombros y la espalda, colocando simplemente una mano sobre su cuerpo.
Los músculos tensos son duros como una piedra, al tacto parecen como cuerdas tensas
llenas de nudos. También puede haber nódulos de tejido conectivo duro. Los músculos
relajados en cambio parecen masilla, algo firme y al mismo tiempo flexible.
Los diversos movimientos del masaje: acariciar, frotar, amasar, estirar, golpetear...,
ayudan a relajar esos músculos agarrotados y tensos. Además, el masaje facilita la
circulación y ayuda a eliminar los desechos tóxicos.
Las técnicas de acupresión orientales siguen los mismos principios que la acupuntura.
Según ésta, la fuerza vital básica llega a todas las partes del cuerpo pasando por un
sistema de meridianos o líneas de energía.
Estas técnicas son similares a la acupuntura pero sin agujas, pues se utiliza el pulgar y
los demás dedos para hacer presión en los distintos puntos. Los dolores de espalda, los
calambres de la menstruación, los dolores de cabeza, el insomnio, la fatiga, la depresión
y la tensión muscular pueden aliviarse con este tipo de tratamiento. La acupresión se
utiliza también como una técnica de autoaplicación para aliviar el malestar relacionado
con la sinusitis, las migrañas, la neuralgia y otros males provocados por el estrés.
Curso de masaje
Introducción
2. Hombros y cuello
3. La cara
4. Los pies
5. Las manos
Curso de masaje
Dar un masaje
La preparación es esencial para crear el estado de ánimo que lleva a la relajación mental
y a la comodidad física. Necesitas una habitación cálida, bien ventilada, con luz suave e
indirecta. Un poco de música de fondo y algunos aromas ayudan a crear la atmósfera
adecuada. Las velas aromáticas, el incienso o la quema de aceites vegetales impregnarán
el aire con sus aromas y ayudarán al equilibrio mental. De ser posible dedica una hora al
masaje de todo el cuerpo y asegúrate de que durante ese tiempo nadie te interrumpa.
Cuando des un masaje tienes que comprobar si estás trabajando en la postura adecuada,
pues nunca debes sentirte incómodo. Si te cansas o estás tenso transmites la sensación a
la persona que recibe el masaje a través de tus movimientos entrecortados, tensos
desgarbados. Cuando des un masaje en el suelo ponte de rodillas al lado de la manta,
toalla o colchón, para poder volcar así todo tu peso en el masaje. Cuando trabajes de pie
utiliza una mesa que no sea ni demasiado alta ni demasiado baja, para no cansar la
espalda.
Relajación
Relájate durante algunos minutos antes de dar un masaje. Siéntate con la espalda
erguida, cierra los ojos, pon la mente en blanco y concéntrate en tu respiración.
La espalda es una zona muy sensible y propensa a sufrir rigidez y dolores, por lo que
tendrás que dedicar el máximo de tiempo y atención a esta parte del cuerpo. Frota la
espalda con aceite y acaríciala para ayudar al receptor a relajarse y a establecer un
primer contacto. Utiliza esta primera fase para familiarizarte con el cuerpo del otro y
localizar sus puntos de tensión, así como para determinar el ritmo y el grado de presión
adecuados.
Cómo frotar la espalda con aceite
Comienza colocando tus manos suavemente en la parte superior de la espalda del otro.
Deslízalas lentamente por los lados de la columna. Cuando llegues a las nalgas separa
las manos y vuelve hacia arriba deslizándolas por los costados hasta llegar a los
hombros. Repite varias veces estos movimientos hasta que toda la espalda esté cubierta
de aceite.
1. El omoplato
Coloca una mano bajo el hombro del receptor. Con la otra haz un movimiento circular
frotando intensamente la zona alrededor del omoplato con las yemas de los dedos.
Comienza en la parte superior del hombro y baja por todo el hueso.
Con una mano y luego con la otra haz una serie de movimientos circulares en la base de
la espina dorsal con movimientos suaves, como de amasar, y suficientemente amplios
para abarcar toda la zona.
3. Movimiento de oscilación
Pon una mano sobre la otra y deslízalas haciendo presión desde la base de la columna
hasta el cuello.
Luego, con el índice y el dedo medio haz presión en los costados de la columna, con
una mano siguiendo a la otra en un movimiento de oscilación.
Con los pulgares haz pequeños movimientos giratorios y firmes a ambos lados de la
columna comenzando desde la base. Cuando llegues al cuellopresiona brevemente las
cavidades de la base del cráneo. Desliza rápidamente las manos hacia abajo y comienza
de nuevo.
2. Hombros y cuello
Puedes masajear el cuello y los hombros mientras masajeas la espalda, con el receptor
acostado boca abajo. Otra posibilidad es hacerlo con la persona erguida. En este caso es
más fácil sentir la extensión y la ubicación de la tensión y la rigidez. Asegúrate de que
la persona está en posición erguida y de que relaja completamente la cabeza y el cuello.
Sujeta uno de los hombros para que el torso no se incline. Agarra la carne de la parte
posterior del cuello entre el pulgar y el índice y amasa con fuerza. Ves arriba y abajo
desde la base del cráneo hasta los hombros.
2. Los hombros
Agarra la parte superior de los hombros y masajéalos profundamente, desde la base del
cuello hasta el borde exterior. Alterna pases pequeños, profundos y circulares con él
pulgar, con otros más grandes con la palma de la mano.
Desliza los pulgares haciendo presión desde los hombros hasta la base del cuello. Estira
los tejidos sin llegar a hacer daño.
Coge la barbilla y la mandíbula con una mano. Haz girar la cabeza suavemente
colocando la otra mano en la coronilla. Repite en la otra dirección. La cabeza del
receptor debe estar totalmente relajada.
5. Masaje en la nuca
Coloca una mano en la frente y utiliza la otra para masajear la nuca y la zona junto a la
base del cráneo. Con los pulgares haz movimientos giratorios pequeños, y pellizca la
carne entre el pulgar y los demás dedos.
3. La cara
Un masaje facial puede aliviar la tensión, el cansancio de los músculos y de los ojos, las
jaquecas y la sinusitis. La tensión se suele reflejar en la mandíbula, la frente y la boca
apretadas. Otro síntoma de estrés es una expresión rígida o falsa, marcada con líneas de
preocupación o depresión. Cuando masajées la cara asegúrate de que tus manos estén
limpias; quítate el aceite cuando toques el cuero cabelludo y el cabello. Los
movimientos deben ser firmes, especialmente sobre las mejillas. Dirige tu mano hacia
arriba y hacia afuera siguiendo las líneas principales que describen la expresión facial.
No estires, arrastres, pellizques ni aprietes la piel de la cara, especialmente alrededor de
los ojos. No masajées directamente los párpados. La persona que recibe el masaje facial
debe quedarse acostada para aliviar la fuerza de gravedad en los tejidos.
1. Frente
Pon los dedos sobre las sienes y los pulgares en el centro de la frente justo encima de las
cejas. Lentamente separa los pulgares ejerciendo una presión firme. Continúa hasta que
llegues a la línea del cuero cabelludo.
2. Cejas y mejillas
Pasa horizontalmente los pulgares por encima de las cejas y sienes y luego, comenzando
a ambos lados del puente de la nariz desliza los pulgares sobre las mejillas. Continúa
hasta que llegues a la barbilla.
3. Barbilla
Continúa los pases horizontales, esta vez comenzando desde el centro de la barbilla y
separando tus dedos a lo largo de la mandíbula hasta llegar a las orejas.
4. Mejilla y mandíbula
Desciende suavemente la yema de los dedos por la cara del receptor. Sujeta sus mejillas
y los lados de la mandíbula y mueve las manos lentamente hacia afuera, arriba y hacia
los lados.
Continúa el anterior movimiento hacia arriba. Desliza los dedos y las palmas de la mano
por los lados de la cara y sobre el cuero cabelludo. junta los dedos y llega a la parte
superior de la cabeza a través de los cabellos.
4. Los pies
El pie humano es una estructura maravillosamente compleja. Está formado por dos
arcos y veintiséis diminutos huesos conectados por un tupido tejido de ligamentos,
tendones y músculos. La planta del pie contiene una gran concentración de
terminaciones nerviosas y arterias que la vuelven extremadamente sensible al tacto. Un
masaje en los pies hace que éstos recuperen su flexibilidad y agilidad; facilita además la
circulación de la sangre y reduce la retención de líquidos.
Estar mucho tiempo de pie o caminando crea tensiones en los tobillos y en los pies.
Comprueba que tobillos y pies estén lo más relajados posible. Haz girar los tobillos,
dobla los pies e inclínalos de un lado a otro. Las personas que reciben este tipo de
masaje pueden acostarse boca arriba o boca abajo. Los pases del masaje deben ser
firmes y profundos.
1. Abrir el pie
Sujeta el pie con ambas manos de manera que tus dedos apunten en la dirección opuesta
a la de los dedos de los pies. Presionando con todo el pulgar y con la palma de la mano,
separa tus manos desde el centro del pie, estirando hacia fuera.
2. Masaje entre los tendones
Coge la planta del, pie con una mano, con los dedos del pie hacia arriba. Con el pulgar
de la otra mano presiona lentamente las ranuras entre los tendones que van desde la base
del tobillo hasta los dedos.
Coge el pie con una mano. Con el pulgar de la otra haz movimientos circulares y
profundos; comienza cerca de los dedos y ves hacia el talón.
Con el pulgar y los demás dedos ves sujetando cada dedo del píe por la base, estirándolo
y girándolo alternadamente hasta soltar la punta del pie.
5. Acariciar el pie
Sujeta el pie con ambas manos, de manera que tus dedos queden en la dirección opuesta
a los de los pies. Mueve tus manos lentamente hacia ti hasta soltar el pie de la persona
que recibe el masaje.
5. Las manos
1. Abrir la mano
Sujeta la mano de la persona que recibe el masaje con la palma de tus manos pegadas al
dorso de la suya y tus dedos en su palma. Aprieta y estira la mano deslizando los dedos
hacia afuera y al mismo tiempo haciendo presión con las palmas de tus manos.
Sujeta la muñeca y con el pulgar y el índice masajea las partes cóncavas que quedan
entre los huesos de la mano. Comienza en la muñeca y sigue hacia arriba hasta llegar a
los dedos.
3. Tirar de los dedos
Sujeta la muñeca con una mano como en el ejercicio anterior y con la otra ves cogiendo
los dedos de su mano. Estíralos y hazlos girar, mientras los recorres hasta soltar las
yemas. Hazlo con cada uno de sus dedos desde los nudillos hasta las yemas.
El tiempo de que dispongas determina la duración del masaje. Quizá decidas centrarte
en ciertos puntos de tensión, pero vale la pena un masaje total si dispones del tiempo
necesario, que puede ir de 45 minutos a una hora y media. Para un masaje completo
tienes que seguir una secuencia. Comienza lubricando la espalda. Luego, describiendo
diferentes movimientos, concéntrate en partes concretas. Al principio los movimientos
han de ser ligeros, amplios y expansivos; poco a poco comienza a describir
movimientos más penetrantes, pequeños y profundos. Comienza con la espalda, las
piernas y los pies y luego haz que la persona se dé la vuelta y masajea la cara y las
manos. Si el cuello, los hombros y la cabeza están tensos y necesitan una atención
especial, dedica algún tiempo a estos puntos al final de la sesión.
Empieza con círculos amplios que abarquen toda la espalda a lo largo y a lo ancho.
Luego concéntrate en ciertas zonas específicas, por ejemplo la región lumbar, los
omóplatos, la parte superior de la espalda, la parte posterior de los hombros y la espina
dorsal. El masaje debe incluir también las nalgas y la parte posterior de las piernas.
Pide a la persona que se dé vuelta y masajea la parte anterior de las piernas y luego los
pies. Masajea cada brazo y cada mano por separado y luego la parte anterior del torso.
Concéntrate en los costados, plexo solar y caja torácica. Luego masajea la cara desde la
frente hasta la barbilla, y desde el centro hasta la línea del cuero cabelludo, sienes y
orejas. Por último masajea los hombros, cuello y cuero cabelludo, que suelen ser las
zonas con mayor tensión. Termina con movimientos largos e «integradores», que
abarquen todo el cuerpo.