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Recientemente, alguien me sorprendió al comentarme que él y su novia estaban “tomándose un
tiempo”. Cuando pregunté qué había sucedido, me dijo que habían discutido sobre si los métodos
anticonceptivos eran válidos para el creyente. Después de una fuerte discusión donde no pudieron
llegar a un acuerdo, la reacción inmediata fue “tomarse un tiempo”.
Cuando me pidió consejo, le recomendé que investigaran el tema juntos: que estudiaran pasajes
bíblicos, que leyeran artículos, y que consultaran con otros matrimonios cristianos. Además, le
sugerí que los dos estudiaran material que defendiera ambos lados del tema. Gracias a Dios,
pudieron superar el desacuerdo y su relación siguió adelante.
Algunos intentan ignorar los desacuerdos. Otros aprenden a manipular a su cónyuge. Otros usan su
personalidad fuerte para intimidar y salirse con la suya.
Tristemente, estas “soluciones” solo siembran semillas de amargura que brotarán en desacuerdos
mayores en el futuro.
1. Reconoce tu orgullo.
En mi matrimonio, he notado que los conflictos casi siempre vienen por causa de mi orgullo. A
veces él me lleva a imponer mis propios deseos u opiniones. Aun en las ocasiones cuando el orgullo
de mi esposa inicia el conflicto, mi orgullo se despierta y se rehúsa a responder con humildad. Mi
respuesta orgullosa provoca que pequeños desacuerdos se conviertan en grandes problemas.
Proverbios nos asegura que el orgullo tiene como fin el conflicto (Pr. 13:10; 28:25).
Nunca seré capaz de resolver los desacuerdos en mi matrimonio si no reconozco que yo soy
orgulloso, y que mi orgullo contribuye al conflicto.
Como resultado de nuestro orgullo, no queremos aceptar la opinión de los demás. Nuestro
egocentrismo nos ciega a ver la situación desde la perspectiva de otras personas (Pr. 12:15; 21:2).
Solamente podemos ver los argumentos que apoyan nuestra postura.
Curiosamente, esta actitud se puede agravar cuando se trata de un tema bíblico. Estamos
convencidos de que sabemos lo que la Biblia enseña y de que tenemos la razón. Sin embargo, el lado
contrario casi siempre tiene argumentos válidos que lo respaldan también. Si no fuera así, cristianos
inteligentes que genuinamente aman a Dios no defenderían esa otra postura.
En mi experiencia, encuentro que los matrimonios más conflictivos tienen por lo menos una persona
que rehúsa reconocer la validez de las opiniones contrarias. Un matrimonio con alguien así no tiene
muchas esperanzas (Pr. 26:12).
Nunca seré capaz de resolver los desacuerdos en mi matrimonio si no soy capaz de aceptar que no
siempre tengo la razón.
Para resolver los desacuerdos, hace falta mucha comunicación, pero no de cualquier tipo. A veces
los matrimonios hablan mucho del tema, pero solo para reiterar su opinión personal e intentar
convencer a su cónyuge. Esta clase de comunicación causará que uno de los dos finalmente ceda,
aunque lo hará con resentimiento y solo porque ya no quiere discutir más. En ese momento, se acaba
el pleito, pero el desacuerdo no se ha resuelto.
¿Cuál es la solución real? Los esposos deben estudiar el tema con una actitud de humildad y amor.
Si el tema es bíblico o teológico, pueden estudiar pasajes bíblicos que toquen el tema.
Pueden leer juntos artículos o libros para descubrir lo que dice la Palabra de Dios.
Si el tema es práctico, pueden investigar, leer artículos y libros, o preguntar a otras
personas. Pueden discutir amablemente los pros y los contras de cada postura.
En cualquier caso, es importante estudiar los dos lados del argumento. El objetivo del estudio no es
amontonar el mayor número de opiniones que apoyen la nuestra para obligar a nuestro cónyuge a
ceder. El objetivo es entender y valorar la postura de nuestro cónyuge. Con la actitud correcta, en la
gran mayoría de los casos, podremos llegar a un acuerdo.
Al estudiar el desacuerdo, quizá encontremos que la Biblia habla específicamente al respecto. Quizá
existan mandamientos bíblicos que nos dicen cómo debemos actuar. En otras ocasiones, no existirán
mandamientos claros, pero sí encontraremos principios que deben guiar nuestro comportamiento.
Cuando es así, no nos queda otra opción: tenemos que someternos a la enseñanza bíblica. Al estudiar
la Biblia y someternos a ella como matrimonio, fortalecemos nuestra relación.
Sin embargo, en ocasiones, es posible que nuestro cónyuge no quiera someterse a la enseñanza
bíblica. ¿Qué hacemos? Si la instrucción bíblica es clara, tenemos que obedecer a Dios antes que a
los hombres, aun cuando nuestro cónyuge no esté de acuerdo. En estos casos aislados, debemos
evitar una actitud contenciosa y mostrar amor al someternos a la Biblia. Si quiero resolver los
problemas en mi matrimonio, debo someterme a las Escrituras.
Nunca seré capaz de resolver los desacuerdos en mi matrimonio si no soy capaz de someterme a las
Escrituras.
Aun cuando seguimos los primeros cuatro pasos, no siempre será posible llegar a un acuerdo. ¿Qué
hacemos cuando esto suceda?
En muchos de los desacuerdos, no existe un claro mandato bíblico a seguir. Los desacuerdos suelen
ser sobre preferencias personales. En algunos casos será posible llegar a un acuerdo mutuo. Es decir,
los dos lados tendrán que ceder un poco y llegar a un acuerdo. Esto requerirá humildad y amor de las
dos partes.
Sin embargo, en otros casos, esto no será posible. En esta situación, solo queda una opción. Cuando
resulta imposible llegar a un acuerdo, uno de los cónyuges tendrá que someter sus deseos y
opiniones a los del otro (Fil. 2:3-4).
Esto no significa que tienes que adoptar la opinión de tu cónyuge por imposición, sino que dejes de
insistir en la tuya y permitir que se haga lo que tu cónyuge desea. Esta sumisión humilde no brota de
manera natural en nosotros. Desde el huerto del Edén, hemos insistido en tener las cosas a nuestra
manera. Solo la obra de Cristo en nuestro corazón hace posible esta clase de sumisión voluntaria.
Entendiendo esto, Pablo inmediatamente nos dirige a meditar profundamente en el ejemplo de Cristo
(Fil. 2:5-11).
Este último paso es difícil. Todo tipo de objeciones y protestas brotan en nuestra mente. Nos cuesta
someter nuestros deseos y opiniones.
¿Por qué nos cuesta tanto? Más allá de que somos pecadores, es porque pensamos que seremos más
felices si tenemos lo que queremos. Muchas veces, en el fragor de la batalla, insistimos tanto en lo
que queremos que sacrificamos lo que realmente deseamos: una relación matrimonial armoniosa.
La carta de Efesios enfatiza que Dios está reconciliando todas las cosas en Cristo para su gloria (Ef.
1:19). Cristo trae paz, armonía, y reconciliación a nuestras vidas, no solo en nuestra relación con
Dios, sino en todos los ámbitos, incluyendo la relación matrimonial. Esto significa que el
matrimonio cristiano debe ser caracterizado por paz, armonía, y reconciliación.
Tristemente, muchos matrimonios evidencian amargura, enojo, ira, y gritería (Ef 4:31). Es por eso
que estos cinco pasos te pueden ayudar a resolver los desacuerdos y honrar mejor al Señor junto a tu
cónyuge.