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Sociedad
Española para la Investigación de las
Diferencias Individuales
Presentación
/ Histórico / Afiliación / II Congreso
Nacional de la SEIDI

SEIDI 
   
H. J. Eysenck
Foto.
Día Constitución ORÍGENES, NATURALEZA Y APLICACIONES
DE
Fotografías Hunt
III Jornada-I Asamblea
I Congreso de la SEIDI
LOS RASGOS DE PERSONALIDAD 
V Jornada
VI Jornada
Conferencia Prof. Tous
José M. Tous i Ral
Conf. Prof. Andrés Universidad de Barcelona
Presidente de la S.E.I.D.I
TEXTO
COMPLETO DE LA CONFERENCIA IMPARTIDA EN EL CONGRESO HISPANO
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PORTUGUES DE PSICOLOGIA COMO
PRESIDENTE DE LA SEIDI (22.9.00) Santiago
de
Compostela

1. - Diferencias individuales versus procesos en


psicología de la personalidad

Las
diferencias individuales se han venido considerando como diferencias entre
las personas
que iban más allá de la simple constatación de que las personas eran
organismos
independientes. Las diferencias entre las personas son múltiples y han
sido establecidas
por muy diferentes saberes y metodologías. Aquí nos
centraremos tan sólo en aquellas
diferencias que ha estudiado la Psicología. La
psicología Diferencial se ha centrado,
fundamentalmente, en el estudio de las
diferencias entre las personas que corresponden a
la actividad adaptativa o
funcional de las mismas y que conocemos como conducta. La
psicología se centra
en el estudio de la ejecución, al estudiar empíricamente la
conducta, ya que esta la
ejecución consiste en la definición operacional del constructo
conducta. La
psicología Diferencial se basa en las diferencias entre las personas,
basadas en la
ejecución, para poder discriminar psicológicamente una persona de otra.

Si se nos permite hacer una analogía con el sistema


social es como si
considerásemos tan sólo lo que ha conseguido socialmente cada persona
y
constatásemos que unas han conseguido más que otras, prescindiendo del hecho
que unas
han conseguido más que otras por su pertenencia a una clase social
superior, que otras se
han valido de sus capacidades personales y que incluso otras
lo han conseguido simplemente
por suerte. 

Para algunas personas (incluidos sociólogos y políticos


profesionales) defensoras
de la igualdad humana a ultranza, la injusticia social
consistiría en que todos los
seres humanos no consiguen lo mismo que los demás,
independientemente de su
origen social, de sus capacidades y de su buena o mala suerte.
Esta igualdad
finalista, prescindiendo incluso de que considera erróneamente que lo mismo
es
igual de bueno y apetecible para todos los seres humanos, es frecuentemente causa
de
otras injusticias sociales tan graves como aquéllas que pretendía atajar, ya que
tiende
a premiar la insolidaridad y el oportunismo. 

A nuestro entender la mejor forma de plantear una acción


social justa, solidaria y
que permita el progreso de la humanidad consiste en conseguir
que el punto de

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partida para todos los seres humanos disponga de las mismas probabilidades
de
éxito y realización personal. La sociedad del bienestar no debería convertirse en la
sociedad del clientelísmo de la Roma imperial, sino en la consecución de una gran
cantidad de medios que hagan posible la igualdad de oportunidades con un
esfuerzo personal
adecuado que no conduzca a la alienación de las personas. 

Como psicólogos debemos preguntarnos si desde nuestra


ciencia y por medio de
la aplicación consciente de la misma podemos contribuir a la
sociedad con algo
más que con la simple constatación de que somos distintos, según
nuestra
ejecución. Algún intento en este sentido lo encontramos a finales del siglo XX
con
la proposición de las inteligencias múltiples (todos somos inteligentes, pero cada
uno en diferentes cosas) propuesta por H. Gardner, 1994. 

Con todo la postura predominante a finales del siglo XX ha


sido la de
simplemente negar las diferencias individuales, esconderlas (anulando
asignaturas
como la psicología diferencial de los planes de estudio) o reducirlas a
diferencias
sólo social y políticamente correctas, cuando se limitan al área clínica.
¿Cuál sería
el planteamiento correcto, desde la psicología de la innegable existencia
de
diferencias psicológicas en aptitudes o capacidades, disposiciones, expectativas u
objetivos,... entre las personas.

La respuesta que aquí sugerimos al anterior interrogante


consiste en desplazar,
también en psicología, la atención por las diferencias en la
ejecución (finalista) a
la observación de las diferencias entre las personas en los
procesos. Se me
argumentará que durante todo el siglo XX no se ha desarrollado
suficientemente la
psicología de procesos. Considero que deben existir diferentes razones
o
explicaciones de este hecho; pero yo quisiera destacar tan sólo dos: 

A)     
Una psicología, basada en el estudio de los procesos psicológicos, exige el
estudio de las diferencias intra individuales y la utilización de variables
independientes que no son remotas respecto a la persona considerada como un
todo. Esta
psicología Diferencial deberá estudiar las diferencias entre las
personas en la forma
cómo transforman la frustración en agresividad o en la
forma que mantienen y desarrollan
la espiral que va de la apatía a la depresión,
por poner algún ejemplo.

B)     
Una psicología, basada en los procesos se considera que no tiene ninguna
utilidad
en una sociedad que ya dispone de forma natural de una gran diversidad
de conductas sin
tener que preocuparse por el desarrollo de las mismas. Este
argumento anterior ha erstado
en la base del concepto de especialización vigente
en la actualidad; pero hoy la sociedad
exige a las personas que sean más
versatiles que especialistas.

El primero de los argumentos expuestos forma parte de lo


que podríamos llamar
una crítica epistemológica a la psicología: mientras que el
segundo, corresponde a
una crítica ética a la función social de la psicología.

La psicología de los procesos recibiría una crítica


epistemológica por tener como
objeto de estudio eventos no directamente observables y por
utilizar medidas
repetidas al estudiar las diferencias intra individuales. La psicología
de los
procesos recibiría una crítica ética por cuanto se podría considerar que tan
sólo
complica innecesariamente la respuesta  a
las demandas que la sociedad hace a la
psicología, lo cual como hemos dicho no será
cierto en el futuro, ya que la
demanda de una mayor versatilidad individual por parte de
la sociedad obligará a
que la misma exija a la psicología una respuesta mucho más
compleja que en la
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actualidad. ¿Cómo conseguimos que una persona sea competente en una


mayor
diversidad de tareas?

Allport, G. W. (1961) ya en la década de los sesenta


apuntó que la psicología
americana tan sólo se interesaría por la conducta como
ejecución. De hecho G. W.
Allport considera que existen conductas adaptativas que son
aprendidas y por
tanto modificables y conductas expresivas no susceptibles de aprendizaje.
Nosotros consideramos que toda conducta esta formada por dos componentes: uno
adaptativo
que se evalúa mediante la ejecución y el otro expresivo que
corresponde a una
evaluación del estilo o forma con la que aquella ejecución se ha
realizado. Obviamente,
la evaluación cuantitativa es fácil aplicarla al estudio
empírico del componente
adaptativo de la conducta; mientras que para el estudio
empírico del componente expresivo
de la misma parece más adecuado utilizar una
cuantificación cualitativa. Con todo es el
componente expresivo el que nos
permite la consideración de diferentes estilos o formas
posibles de llevar a cabo
una misma ejecución o conducta adaptativa, por parte de
diferentes personas o de
una misma persona en distintos momentos.

En psicología de la personalidad deberíamos poder


delimitar el estilo personal o
estrategia que constituye la disposición conductual de
cada persona, como un
proceso o sea como un mecanismo mediante el cual se manifiestan las
diferentes
formas de ser o expresividades individuales. El término conceptual y
operacional
que utiliza la psicología de la personalidad para referirse a la taxonomia de
las
distintas estrategias o disposiciones conductuales es el de rasgo, pero el
conocimiento que tenemos de los mismos es todavía muy limitado.

2. - Personalidad y procesos de cambio terapeútico

En
la actualidad (Cloninger, C. R. 1999;  Pervin,
L. A. 1996, Costa, P. T. y
Widiger, T. A., 1994) se considera que las teorías y las
investigaciones en
psicología de la personalidad son de gran importancia para comprender
la
manifestación y el desarrollo de la psicopatología. La A P A (Asociación de
Psicólogos Americanos) ha organizado, en la década de los 90, una reunión de
expertos
para que examinase la relación entre los rasgos de personalidad y los
síndromes de la
psicopatología, desde diferentes perspectivas: descriptiva,
evolutiva, etiológica
(causal) y terapeútica. Algunos de los resultados de esta
reunión ponen de manifiesto el
papel de los rasgos de la personalidad depresiva en
los trastornos del estado de ánimo y
en los trastornos de la alimentación. Las
relaciones de la personalidad introvertida,
inhibida y depresiva con los síndromes
de esquizofrenia, trastorno bipolar, melancolía y
anorexia. Las relaciones entre la
personalidad dependiente, histriónica, narcisista y
antisocial con la psicopatia, la
sociopatía y la paranoia.

Con
todo , se ha criticado, desde la clínica que el conocimiento de las relaciones
entre los
rasgos y los síndrmes sea capaz de generar una intervención psicológica
efectiva, por
lo que para una mejor comprensión de las relaciones entre los rasgos
de personalidad y la
terapia, o intervención psicológica orientada al cambio,
vamos a sistematizar los
diferentes enfoques de las teorías de la personalidad que
se dan en la actualidad.

En
primer lugar están los enfoques transversales ontológicos. Según estos
enfoques
la personalidad es equivalente a persona y por consiguiente todas las
características
psicológicas de la misma son necesarias para poder describir
(explicar) su conducta en
una situación determinada y para predecir la capacidad
de cambio de la misma.  En este enfoque encontramos a Pervin, L. A. (1996)
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cuando nos dice que los elementos de la personalidad son los rasgos, los
componentes
cognitivos y las necesidades y motivos tanto biofisiológicos como
cognoscitivos. Según
este planteamiento las técnicas de intervención deben incidir
en cada uno de los
anteriores elementos diferentes de la personalidad y todas ellas
tienen la misma
importancia para conseguir el cambio en la persona, por lo que se
reconoce este enfoque
como un aprendizaje multiconcepto, multimétodo y
multiobjeto.

En
segundo lugar contemplamos los enfoques longitudinales ontológicos. Según
estos
enfoques la personalidad nace con el individuo y es el resultado de la
interacción entre
las necesidades y los imperativos sociales en cada persona, por lo
que la inadecuada
solución de esta interacción o mal aprendizaje estaría en la base
de los trastornos de
personalidad y esta sería la causa de la psicopatología,
observable en una situación
determinada. Los elementos de la personalidad son el
resultado negativo de la interacción
entre los deseos y los deberes experimentados
en distintos momentos longitudinales, lo
cual da lugar a la denominación de fases
evolutivas disfuncionales como la fase oral,
anal y fálica.  En este enfoque
encontramos
al psicoanálisis y a la psicología dinámica, cuyo representante más
actual es Millon,
T. (1996) Según este enfoque la técnica de intervención se
sustenta en que la
personalidad se aprende y por consiguiente la terapia es un
reaprendizaje, provocado por
el insight.

En
tercer lugar estarían los enfoques evolutivo filogenéticos. En este
planteamiento encontramos a Beck, A. T. (1999) según el cual los elementos de la
personalidad son estrategias anteriores a cada individuo en particular, pero
presentes en
el mismo que se han ido diversificando gracias a la supervivencia del
ser humano a lo
largo de su existencia. Cada ser humano al nacer dispone de una o
varias estructuras de
conducta o estrategias útiles para la supervivencia que
desarrollará en su interacción
con las demás personas. Cuando esta estructura es
única 
y excesiva  se convierte en
disfuncional y lleva a la persona a manifestar lo
que conocemos como trastornos de la
personalidad. En este planteamiento los
elementos de la personalidad son los rasgos, cuyo
estudio más básico lo
constituyen los componentes del temperamento. Por lo que cada uno
de los rasgos,
factores  o tipos de
personalidad debe considerarse como la denominación de una
estrategia distinta de
conducta que actúa como una disposición conductual para
cada persona. Las implicaciones
terapeuticas de este enfoque consisten en que las
personas deben aprender un repertorio
más amplio de disposiciones conductuales
y así poder hacer frente a las situaciones
conflictivas con mayores recursos. La
relación explícita que propone A. T. Beck  (1999) entre trastornos de personalidad
y
estrategias de conducta es como sigue: 

Estrategias
de   Trastorno
de
conducta                 personalidad
                 
     
Predatoria   Antisocial
Solicitar ayuda   Dependiente
Competitiva   Narcisita
Exhibicionista   Histriónica
Autónoma   Esquizoide
Defensiva   Paranoide
Retirada   Evitativa
Ritualista   Compulsiva

 
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En
todos los enfoques que hemos presentado y en cada una de las terapias
psicológicas que
los mismos generan, esta claro y explícito que un mismo común
denominador está presente
y este no es otro que el aprendizaje. Las diferencias
están entonces en lo que debe ser
aprendido y olvidado y en cuales son las formas
de aprendizaje. Proponemos a continuación
el siguiente esquema:

Enfoques   Aprendizajes 
     
Transversal
ontológico Modalidades de  Aprendizaje
por                                                
condicionamiento, vicario.

 
Longitudinal Reaprendizaje  (insight).
ontológico
 
Evolutivo Aprendizaje de nuevas 
disposiciones de
filogenético conducta  rasgos).

  3. - Origen y
naturaleza de los rasgos de personalidad

Una
de las preguntas que deberíamos hacernos al hablar del enfoque de rasgos en
psicología de la personalidad es por el origen de estos rasgos, o sea cuál es la
naturaleza de los mismos. En la actualidad se considera que los rasgos están
presentes,
por lo menos, en todas las especies de mamíferos y que la diversidad de
rasgos que
podamos observar en cada individuo de una especie nos indica la
menor o mayor  complejidad de su sistema  de organización “social” (Fox,  M. W.,
1974) Según este autor y utilizando como
ejemplo la especie de los cánidos
podríamos observar como el zorro muestra muy poca
variación de rasgos de un
individuo a otro, ya que todos ellos se caracterizan tan sólo
por su  mayor o menor
independencia, en cambio
el coyote se diferencia un poco más de un individuo a
otro, ya que además de la
independencia manifiesta en mayor o menor grado entre
sus individuos es posible distinguir
un miembro de otro por su agresividad  y, por
último, el lobo manifiesta una todavía mayor diversidad entre uno y otro miembro
de su
especie, ya que se diferencian no sólo por la independencia, y la agresividad,
sino
también por la dominancia y la seguridad. Esta mayor versatilidad de
conductas debida a
una mayor diversidad de rasgos, en los individuos de una
misma especie, se manifestaría
en una distinta organización grupal de cada
especie. El zorro pasa la mayor parte de su
tiempo en solitario y sólo se junta con
un ejemplar del sexo opuesto para la
reproducción, continuando su vida solitaria
al acabar la crianza. En cambio el coyote
vive en pareja macho hembra durante
toda su vida  y
defiende a su prole hasta que esta  se
apareja. Los lobos viven toda
su vida en jaurías, ya que nacen en las mismas y se aparean
y continúan formando
parte de la jauría. La jauría pone de manifiesto una organización
compleja de
relaciones de subordinación entre los individuos de la especie que la
componen e
incluso de especialización en tareas muy rudimentarias de ataque y defensa del
grupo.

Dado
que la diversidad de características individuales no es una propiedad
exclusiva de los
seres humanos, aunque sí lo es darse cuenta de esta diversidad
personal y colectiva,
podemos decir que todos los organismos mamíferos vienen a
la existencia con un
equipamiento que les predispone a una conductas y les hace
vulnerables a ciertas
condiciones. Según Beck, A. T.  (1999)
existen personas que
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a pesar de haber mejorado su depresión o su ansiedad continúan


siendo
dependientes, negativistas e incluso exigentes con los demás.

Estudiando
la micro-historia de estas personas constató que siempre habían sido
de esta forma, por
lo que consideró que como mínimo existía un sub - grupo de
pacientes que
independientemente de la crisis de depresión o de ansiedad que les
había llevado a la
consulta, eran normalmente personas que manifestaban
conductas disfuncionales (timidez,
inseguridad,...) y distorsiones cognitivas
(amenazas y temores,...) y sentimientos (de
baja auto – estima) fuera de lo común,
debido a su personalidad.

La
constatación de predisposiciones permanentes y de reacciones extremas a
situaciones
normales en las personas, sólo podía explicarse por el efecto que la
selección natural
había producido en el desarrollo filogenético de nuestra especie.
Obviamente la
evolución de la raza humana a lo largo de la historia de la
humanidad sólo puede
entenderse como el resultado de la supervivencia y
reproducción de sus  individuos, en circunstancias realmente adversas,
sobre todo
en los inicios de la humanidad. Esta supervivencia sólo se entiende si
observamos
las estrategias que la hicieron posible tales como la competitividad, la
cooperación, la sexualidad,... Ante este estado de cosas parece lógico que la raza
humana desarrollase una enorme susceptibilidad a una vida de hipervigilancia y
que esta se
transmitiese de generación en generación. La raza humana hubiese
desaparecido si todos
sus miembros hubiesen actuado del mismo modo ante un
cataclismo, una guerra, una epidemia,
una catástrofe. Un ejemplo lo encontramos
al observar la necesidad de que todos los
miembros de una tribu o colectividad no
sean igualmente héroes, ya que entonces la tribu
no tendría quien la guiase en la
derrota y procurase la supervivencia del grupo.

Tenemos
por consiguiente que las cualidades abstractas que presuponemos fueron
necesarias para la
supervivencia de nuestra raza, no son otra cosa que cualidades
individuales que no sólo
se transmiten genéticamente, sino que, además, se
desarrollan en la interacción de los
grupos humanos como el clan, la familia y la
comunidad social.

¿Puede
decirse en la actualidad que la depresión, la agresividad son cualidades
humanas? ¿Ha
fracasado la evolución al seguir dotando a los seres humanos de
estas cualidades a pesar
de haber cambiado su medio natural por un medio social
en constante cambio?

4. - Personalidad, trastornos de personalidad y


psicopatología

La
personalidad desde este último enfoque se considera como el estudio de
diferentes rasgos
factores o tipos que dan lugar a las diferentes estructuras de
afrontamiento (estrategias)
que han resultado filogenéticamente necesarias o más
útiles para la supervivencia y el
desarrollo. Estas estructuras están presentes en los
individuos como características
distintivas y permanentes de los mismos, por
medio de los sistemas psicológicos de
respuesta afectiva, mental y motora. La
relación entre este concepto de rasgo de
personalidad psico-evolutivo y los
trastornos de personalidad y la psicopatología
que tanto ocupa a la psicología
aplicada, lo encontramos, por una parte, en la
consideración de la existencia de
trastornos de personalidad y por otra en el
reconocimiento de síndromes que
aunque cursan con determinadas estructuras de
personalidad no son causados por
estas y por ello las consideramos co – mórbidas.
Desde esta perspectiva un
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trastorno de personalidad puede conceptualizarse en términos de


la presencia de
una estrategia de afrontamiento inadecuada para la situación actual de
aquella
persona.

Es
posible que estrategias diseñadas para la adaptación a las vicisitudes de la vida
prehistórica sigan persistiendo en cada uno de nosotros, aunque no resulten
adaptativas a
las vicisitudes de la vida actual. También es posible que la
polarización en una sola de
las posibles estrategias, o el predominio acusado de
una de ellas por encima de las
demás, en un momento determinado de la vida
personal por la presencia de circunstancias
adversas para la persona, sea causa de
los trastornos de personalidad. Entonces diremos
que las personas con un estilo
personal poco versatil tienen mayor probabilidad de sufrir
un trastorno de
personalidad. Los trastornos de personalidad deberían entonces entenderse
como
estrategias útiles para la supervivencia hasta que las condiciones hubiesen
cambiado, o hasta que la persona hubiese podido desarrollar recursos adecuados.
En este
sentido la técnica del terapeuta consistiría en convertir  
una estrategia
actualmente inadecuada en una estrategia adecuada, mediante la
implementación
de recursos nuevos para la persona o la sustitución de las estrategias
inadecuadas
por otras más adaptativas.

Otra
aplicación, aunque más superficial de los conocimientos de los rasgos de la
personalidad
a la clínica consiste en utilizar este tipo de conocimientos para una
intervención más
eficaz y participativa por parte del paciente.

Temas
como el de la adherencia al tratamiento, o la motivación adecuada, resultan
mucho más
eficaces si están prescritos pensando en la personalidad de la persona
a la que van
dirigidos. Problemas como los de la correcta información del
diagnóstico de una persona
y que la misma pueda ser considerada como positiva
para el mantenimiento de la calidad de
vida de la persona dependen del
conocimiento de la personalidad de aquella persona y del
esfuerzo de adecuar la
información a aquélla. 

5.- Técnicas de intervención basadas en el enfoque de


rasgos

Según
hemos expuesto en el apartado anterior algunas personas no disponen de
estrategias de
afrontamiento afectivas, cognoscitivas y motoras, bien diseñadas
para conseguir seguridad
y satisfacción en su adaptación a las condiciones
sociales actuales, sea por haberse
polarizado en un solo rasgo de personalidad o
estrategia de afrontamiento, sea por carecer
de un repertorio de rasgos de
personalidad que le permita la elección del más adecuado
para cada situación.

Nosotros
consideramos que los rasgos no son más que los elementos que
constituyen las estrategias
heredadas que presumiblemente tiene la persona
normal y que le son útiles para su
adaptación a las circunstancias presentes y
habituales tales como
“dominancia-sumisión”, “competitividad-cooperación”,
“dependencia-independencia” y “asertividad-evitación”. Cuando estas
mismas
estrategias son excesivas, compulsivas e inapropiadas interfieren con nuestra
adaptación y pasan a ser consideradas trastornos de personalidad. Con todo la
inadecuación de nuestras estrategias depende de la normalidad o excepcionalidad
de las
situaciones en las que cada persona se encuentre. Ante una situación de
guerra, de
pérdida de apoyo social por la muerte de un ser querido,... centrarse en
una sola
estrategia de forma compulsiva puede resultar lo más adecuado,
temporalmente. Con lo cual
queremos decir que una estrategia particular que es
disfuncional para una situación
normal puede resultar, puntualmente, funcional
para una situación no habitual.
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En
estos casos la técnica de intervención más adecuada consistiría en el
aprendizaje de
estructuras de comportamiento más funcionalmente adaptativas a
las situaciones que en
estos momentos aquella persona vive. Diferentes autores
(Widiger, 1993)consideran que la
utilización del modelo interpersonal en la
terapìa permite vincular los conocimientos de
la psicología de rasgos a la
intervención. Una de las aplicaciones más superficiales
consiste en la asignación
de pacientes con rasgos de personalidad específicos a
terapeutas con rasgos de
personalidad complementarios. El éxito se ha basado en  la ejecución de diferentes
rasgos de personalidad
por parte del terapeuta mediante el juego de papeles,
procurando que cada rasgo resultase
más potente que el mismo rasgo
predominante en el paciente y de este modo obligarle a la
ejecución (conducta) del
rasgo complementario en el mismo. Una extensión de la técnica
consiste en la
realización de roles rasgo complementarios en dinámicas de grupo lo cual
tiene
como antecedente los psicodramas propuesto por J. L. Moreno. Otras aplicaciones
de
la teoría de rasgos vinculada al modelo interpersonal hacen referencia  a las
exigencias psicológicas que pueden
expresarse mediante diferentes tareas, por
ejemplo tareas de exploración para una persona
baja en apertura a la experiencia,
tareas de atención a los estímulos ambientales para
una persona depresiva, o tareas
de introspección para una persona ansiosa. 

6.-   Limitaciones
de los enfoques ontológico transversal y longitudinal

Consideramos
que todos los enfoques clínicos en psicología, tienen una cierta
tendencia en confundir
las consecuencias con las causas de los fenómenos, con lo
cual caen en un círculo
vicioso que no avanza ningún conocimiento nuevo. Si
llamamos a la conducta de no comer,
aunque el organismo necesite de los
alimentos, anorexia, debemos recordar que esta
denominación es tan sólo el
nombre de una categoría que nos permite clasificar a
diferentes personas según
una misma clase de conductas; pero que esta etiqueta no sirve
en absoluto para ser
utilizada como causa de la conducta que denomina y por consiguiente
no
constituye propiamente un diagnóstico ¿Cuál podría 
ser, entonces, una posible
causa de la anorexia? Si nosotros nos planteamos como lo
hace Beck, la anorexia
como una posible manifestación específica de la depresión
adolescente,
mayoritariamente femenina, estamos ante el inicio de un posible  planteamiento
etiológico (causal) de la anorexia.
En la medida que pueda demostrarse que estas
personas no tienen tan sólo una crisis
depresiva; sino un trastorno de personalidad
depresiva, tenemos una explicación causal
remota e independiente de la 
descripción
misma del fenómeno que hemos llamado anorexia.  

No
nos sorprende que la dificultad de plantear una explicación causal para los
síndromes
haya generalizado la tendencia de considerar como suficiente
explicación la mera y simple
clasificación de los fenómenos observados. Esta
tendencia se hace mucho más abortadora
de nuevos conocimientos en la medida
en que se utilizan para la clasificación de los
síntomas observados
denominaciones de rasgos o trastornos de personalidad que constituyen
los
elementos básicos de las estrategias de afrontamiento individuales.

Un
ejemplo ilustrará mejor lo que venimos diciendo. Tomemos para el caso el
ejemplo que
propone L. A. Pervin (1996) “un muchacho al que le ha abandonado
la novia se presenta
a la consulta con un alto nivel de neuroticismo" 
Según
nuestro planteamiento esta persona no es neurótica porque le haya
abandonado su
novia; sino que ante este problema esta persona por su neuroticismo
reacciona
aumentando la manifestación explícita del mismo. Es la tendencia o
disposición al
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neuroticismo, o sea a una mayor ansiedad, depresión, reflexión,


obediencia y
consecución de logros la que se dispara ante esta situación concreta y
provoca en
esta persona la petición de ayuda. Una constatación descriptiva de lo que
acabamos de afirmar  la encontramos en el
mismo ejemplo propuesto por Pervin,
ya que nos consta que 
este joven reaccionó de la misma manera neurótica ante su
fracaso en los estudios
de abogacía que había emprendido. Por todo ello nosotros
consideramos que la persona no
se hace neurótica porque pasa por muchas
situaciones que la neurotizan. 

La
tendencia a actuar confundiendo la clasificación con la causalidad o etiología
la
encontramos así mismo en los llamados enfoques cognitivo – conductuales,
según los
cuales es el sistema de constructos y de aprendizajes el que esta
disponible de forma
previa e independiente para la futura conducta ante una
situación problema y por
consiguiente se convierte en la explicación causal no
sólo del fenómeno concreto sino
incluso de fenómenos posibles ante situaciones
futuras por lo que adquierre un carácter
predictivo.

El
sistema de constructos cognitivos (atribuciones, expectativas, metas,...)  se
construye  
a partir de la consideración de las propias conductas y de sus
consecuencias. Este
sistema de constructos no puede entonces ser previo a la
experiencia ni independiente de
la misma y en cambio cada persona dispone de un
sistema de constructos que no se explica
por el tipo de experiencias concretas que
haya vivido. Así tenemos personas de mentalidad
pesimista o personalidad seria a
las que todo les ha ido siempre bien y personas de
mentalidad optimista y
personalidad elegre a pesar de que todo les ha ido hasta el momento
mal.

¿Cuál
es el secreto de la construcción de unos constructos mentales tan poco
acordes con
la autoobservación de la conducta por parte de estas personas? En
primer lugar
estas personas perseveran en su error perceptual debido a la rigidez
con que
afrontan la realidad y esta es muy posible  que
este provocada por su
ansiedad e inseguridad. En segundo lugar la incapacidad para poder
modificar su
distorsión perceptual les lleva a una conducta consecuente con su error
perceptivo
y por lo tanto defensiva. Por lo que son sus rasgos de personalidad los que en
último término explican la presencia de unas estructuras de aprendizaje y unos
contenidos mentales determinados y no al revés.

Consideramos,
así mismo, que esta misma tendencia a confundir las
consecuencias con las causas la
encontramos también en las aplicaciones de la
psicolgía dinámica, ya que no se percibe
en este enfoque que la emoción de la
ansiedad no es una causa, sino una respuesta
a una situación. Los mecanismos de
defensa se elaboran como contenidos mentales a
partir de la experiencia que se
alcanza ante el conflicto entre la satisfacción de las
necesidades y la valoración de
lo que es correcto, justo y bueno y por consiguiente no
son más que expectativas
negativas originadas a partir de las respuestas.

Así
tenemos que en los modelos ontogénicos transversales, como el que
fundamenta los
planteamientos conductistas y cognitivo – conductuales y en los
modelos ontogénico
longitudinales,  como el que fundamenta
los planteamientos
de la psicología dinámica, el factor común a todos ellos, como
factor
desencadenante de un trastorno es la ansiedad que se convierte en lo que los
últimos llaman mecanismos de defensa y los primeros cogniciones
desadaptativas. 

Y
aquí nos encontramos con el gran dilema que tiene planteada la psicología
aplicada y que
consiste en: 
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A) si consideramos que la ansiedad la construye el niño


por las dificultades que
encuentra en la construcción de su yo o sí mismo, o B) si
consideramos que la
ansiedad es una de las estrategias que el ser humano desarrolló para
preservar la
raza humana  y que por ello se ha
transmitido hasta nuestros días  sola, o
junto
con otras estrategias, igualmente útiles para la supervivencia del ser humano y
que
ahora quizá necesiten ser adecuadas a las condiciones de vida actuales de las
personas.

Sea
cual sea nuestra opinión hay una respuesta al anterior dilema que integra las
dos
proposiciones de forma parsimoniosa y otra respuesta que hace excluyentes
las
proposiciones. Considerar que las personas se distinguen por su mayor o
menor
predisposición a la ansiedad explicaría que ante los mismos padres o
personas relevantes
para el bebé, un hijo generaría con más dificultad su auto -
concepto, auto - imagen o
identidad y que el otro con menor predisposición a la
ansiedad que el anterior,
conseguiría con mayor facilidad y rapidez su propia
identidad. Evidentemente la respuesta
excluyente favorece  a una u otra  de las
proposiciones que constituyen el dilema. El
determinismo hereditario excluye el
papel de la diatesis en el desarrollo personal y niega
la evidencia de la gran
plasticidad de la conducta humana, incluso en aquellos casos de
personas con una
única estrategia disponible. El ambientalismo sociológico tiende a  considerar que
son los cambios en el estado
psicológico de los padres, o personas significativas
para el bebé, los que explican la
posibilidad de generar mayor o menor ansiedad
en los niños con su interacción y así
pretenden explicar  la diferente ansiedad de
uno u otro hermano, esta proposición no se ha podido confirmar en ningún estudio
empírico.

Ejemplos
de estados psicológicos de los padres que se han utilizado para la
constatación
empírica de la explicación ambientalista son: novicios por ser el
primer hijo, ansiosos
por necesitar de un trabajo más remunerado, depresivo por
haber perdido el empleo,
desmotivados por problemas con su cónyuge.    

Parece
que la mayor aceptación de los planteamientos ontológicos tanto
transversales como
longitudinales en el contexto de la psicología aplicada no ha
generado suficiente
información empírica que permita sustentar unos
conocimientos teóricos que vayan más
allá de la metáfora “es como si...” o de los
saberes propios del desarrollo de
una psicología basada en la “sugestión”.

Conclusiones

El estudio de los rasgos es distinto al estudio de las


conductas o hábitos definidos
como  ejecuciones,
ya que nos aporta una información diferente de la que
obtenemos a partir de la
observación de la ejecución. El estudio de los rasgos nos
permite conocer diferentes
formas de llevar a cabo diferentes ejecuciones e
incluso conocer diferentes formas de
llevar a cabo una misma ejecución.
Podríamos señalar que el llanto no siempre es de
tristeza, también puede
manifestar alegría, etc.

Centrar el estudio de las diferencias individuales en los


procesos o mecanismos
que llevan a la ejecución de las conductas, nos permite abrir el
camino a una
psicología que defienda, realmente, la igualdad de las personas en el punto
de
partida de las mismas. Desde la psicología la diferencia entre las personas más
prominente se basa en la versatilidad presente en algunas de ellas y la rigidez
presente
en otras. Cuantos más procesos (rasgos) distintos estén disponibles para
cada persona
más adaptativa  será su conducta y más
igual resultará  a diferentes
personas. 
www.ub.edu/personal/SEIDI/conferenciatous.htm 10/12
27/9/21 20:12 SEIDI

Dado que a mayor diversidad de procesos llevados a cabo competentemente,


mayor
cantidad de situaciones distintas se podrá afrontar de forma eficaz, la
psicología del
siglo XXI deberá conseguir implementar, en cada persona, aquellos
procesos que la hagan
más versatil y competente. Para enseñar a las personas
diferentes procesos de los que ya
dispone como rasgos, deberemos alcanzar un
conocimiento suficiente de todos los rasgos
disponibles mediante el estudio de
diferentes personas y el análisis de estos rasgos como
procesos. Cómo analizar los
rasgos de tal forma que dispongamos de los mismos, como
procesos capaces de
ser aprendidos, es el objetivo que perseguimos más allá de esta
exposición. 

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27/9/21 20:12 SEIDI

www.ub.edu/personal/SEIDI/conferenciatous.htm 12/12

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