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Domingo 21 de agosto, 2016

XXI Domingo Tiempo Ordinario - Ciclo C


¡Naciones y pueblos todos, alaben al Señor!” Salmo 117

Espíritu Santo, Dios de amor,


Concédeme:
una inteligencia que te conozca;
una angustia que te busque;
una sabiduría que te encuentre,
una vida que te agrade;
una perseverancia que, al fin, te posea.
Amén1

Lucas 13, 22-30

22
En su camino a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba. 23Uno le preguntó:
—Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Y él contestó:
24
—Procuren entrar por la puerta angosta; porque les digo que muchos querrán entrar, y no podrán. 25Después que el
dueño de la casa se levante y cierre la puerta, ustedes, los que están afuera, llamarán y dirán: “Señor, ábrenos.” Pero
él les contestará: “No sé de dónde son ustedes.” 26Entonces comenzarán ustedes a decir: “Hemos comido y bebido
contigo, y tú enseñaste en nuestras calles.” 27Pero él les contestará: “No sé de dónde son ustedes. ¡Apártense de mí,
malhechores!” 28Entonces vendrán el llanto y la desesperación, al ver que Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas
están en el reino de Dios, y que ustedes son echados fuera. 29Porque va a venir gente del norte y del sur, del este y
del oeste, para sentarse a comer en el reino de Dios. 30Entonces algunos de los que ahora son los últimos serán los
primeros, y algunos que ahora son los primeros serán los últimos.

1
Santo Tomás de Aquino

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Algunas preguntas para una lectura atenta

¿A dónde iba Jesús? ¿Qué hacía mientras llegaba allí? ¿Por dónde deben procurar entrar para salvarse? ¿Según las
palabras de Jesús a quién responde: “No sé de dónde son ustedes”? Después de ser echados fuera ¿Quiénes
vendrán y a qué? ¿Qué ocurrirá con algunos últimos y algunos primeros?

Algunas pistas para comprender el texto:


Padre Daniel Kerber2

Jesús sigue su camino hacia Jerusalén, que había comenzado en 9,51. Lucas va marcando el itinerario con la
enseñanza de pueblo en pueblo.

La narración puede organizarse de la siguiente manera: una alusión al viaje (v.22); una pregunta (v.23ª) y la respuesta
de Jesús que tiene tres partes: la alusión a las dos puertas (vv.23b-24); la imagen del Reino como un banquete (vv.25-
29) y finalmente la inversión de situaciones en el Reino futuro (v.30).

Después de la mención del viaje hacia Jerusalén, uno hace una pregunta a Jesús que desencadena toda la enseñanza.
La pregunta se refiere estrictamente a si son muchos los que se salvan. Pero la respuesta de Jesús no se refiere a la
cantidad, lo que da a entender que la pregunta tampoco era por la curiosidad del número de los salvados sino que se
refería al interés, por salvarse, del que preguntaba.

Muchas ciudades del tiempo de Jesús eran amuralladas y tenían un gran portón que, por seguridad, se cerraba antes
de la caída del sol. Si alguien llegaba más tarde, no se abría el portón, sino que había una puerta angosta, por la que
pasaba solo una persona a la vez.

El dicho de Jesús, “Procuren entrar por la puerta angosta”, está indicando que alcanzar la salvación requiere la
libertad, la decisión y el esfuerzo. El verbo que se traduce por “procuren” es mucho más fuerte en el original, y quiere
decir: esfuércense, luchen, ¡incluso hasta la muerte! La salvación que el Señor nos trae es un regalo, pero un regalo
por el que merece la pena jugarse del todo. No basta formar parte de un pueblo o de un grupo, es necesaria la
decisión y el compromiso personal para acoger la salvación que el Señor trae.

En el diálogo siguiente se contrapone el pedido de los que están fuera: “Señor, ábrenos… Hemos comido y bebido
contigo, y tú enseñaste en nuestras calles”, reclaman conocer al señor, haber compartido la mesa con él, pero desde
dentro el señor les responde: “No sé de dónde son ustedes. ¡Apártense de mí, malhechores!” (v.27). El señor no
reconoce a los que lo llaman por una participación externa, sino que “los malhechores”, los que hacen la injusticia,

2
Es presbítero de la Arquidiócesis de Montevideo, Uruguay. Vicario de Pastoral de la Arquidiócesis. Fue auditor en el Sínodo de los Obispos sobre La Palabra
de Dios en la vida y misión de la Iglesia (2008). Es miembro del equipo de apoyo de la escuela bíblica del CEBITEPAL- CELAM.

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con sus mismas obras están manifestando que no lo conocen. Otra vez más se reclama el compromiso personal que
se manifiesta en la vida y en las obras de cada uno.

El pueblo judío se sentía seguro por ser el pueblo elegido y por eso Dios los salvaría, pero Jesús afirma que vendrán
de todos lados (es decir los pueblos gentiles) (v.29) a sentarse en el banquete del reino, mientras los que hacen el
mal serán echados fuera.

El último versículo (30) indica la inversión de situaciones, de manera semejante a como se da en la parábola del
fariseo y el publicano (Lc 18,9ss; ver 16,15).).

El Evangelio dominical nos invita a valorar de manera importante el regalo que nos dio Jesús en la Cruz: la salvación.
Es un precio que Él ya pagó y un don con el que contamos desde que fuimos bautizados. Es posible que pensemos
que al aceptar su salvación, asistir a la Eucaristía, orar con la Lectio Divina, ya hicimos lo necesario por nuestra parte.
Y creemos que la puerta estrecha es para aquellos que no se atreven a recibir a Jesús. Sin embargo, la puerta estrecha
son las exigencias del Evangelio, aquellas que más nos cuesta: amar al enemigo, perdonar de corazón, ser
misericordiosos con los más necesitados, predicar el Evangelio. Al tener con nosotros mismos estas exigencias de
vida y de fe, sin andar midiendo el tamaño de la puerta de entrada o quien será el primero o el último, continuamos
nuestro camino de Salvación.

Nuestro Papa Francisco nos comparte la siguiente reflexión. “En la actualidad pasamos ante muchas puertas que
invitan a entrar prometiendo una felicidad que luego nos damos cuenta de que dura sólo un instante, que se agota en
sí misma y no tiene futuro. Pero yo les pregunto: nosotros, ¿por qué puerta queremos entrar? Y, ¿a quién queremos
hacer entrar por la puerta de nuestra vida? Quisiera decir con fuerza: no tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe
en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestras tormentas, de
nuestras indiferencias hacia los demás. Porque Jesús ilumina nuestra vida con una luz que no se apaga más. No es un
fuego de artificio, no es un flash. No, es una luz serena que dura siempre y nos da paz. Así es la luz que encontramos
si entramos por la puerta de Jesús.

Cierto, la puerta de Jesús es una puerta estrecha, no por ser una sala de tortura. No, no es por eso. Sino porque nos
pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de
tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él. Jesús en el Evangelio nos dice que ser
cristianos no es tener una «etiqueta». Yo pregunto: ustedes, ¿son cristianos de etiqueta o de verdad? Y cada uno
responda dentro de sí. No cristianos, nunca cristianos de etiqueta. Cristianos de verdad, de corazón. Ser cristianos es
vivir y testimoniar la fe en la oración, en las obras de caridad, en la promoción de la justicia, en hacer el bien. Por la
puerta estrecha que es Cristo debe pasar toda nuestra vida.” 3

Sigamos nuestra meditación con estas preguntas:

¿Mi experiencia de fe me anima a esforzarme en la vida? ¿Decidirme vivir según el evangelio, aunque sea difícil, me
hace vivir la alegría de la salvación? ¿He cruzado la puerta del Jubileo de la Misericordia, de qué manera?

3
Papa Francisco, Angelus. 25 de Agosto de 2013

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Tú eres, Señor Jesús, amigo verdadero
que ya nunca nos llamará siervos.
Tú eres amigo que me has dado a conocer
los secretos del corazón del Padre;
Eres amigo que ha salvado mi vida
dejándote colgar del madero.
Enséñame, Señor Jesús, a dar mi vida
por los que necesitan seguir viviendo.
Enséñame, Señor Jesús, a permanecer fiel
al lado del hermano que está solo.
Tú eres mi puerta que abre el camino
hacia el corazón del Padre.
Guíame, amigo, y condúceme
hacia las aguas tranquilas de tu Reino. 4

Señor, permítenos entrar a tu Reino por la puerta de tu Divina Misericordia

En oración, me comprometo con Jesús a hacer un gran esfuerzo por cultivar mi fe en una actividad específica, por
ejemplo, hablar con alguien con quien esté enojado o llevar ayuda a una familia necesitada.

“Salvar siempre, salvar a todos, salvar a costa de cualquier sacrificio,


con pasión redentora y con holocausto redentor.”
San Luis Orione

4
Salmos de un Corazón Joven, Emilio L. Mazariegos, pág. 45

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