Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
conectado para hacer un solo proceso. Los alumnos identifican bien el camino
que se les propone y logran esta integración de todos los medios formativos. No
existen actividades yuxtapuestas, sino profundamente complementarias entre sí,
ordenadas en su conjunto a un fin.
Es propositivo. Invita constantemente al seminarista a comprometerse en su
formación en momentos bien definidos de su proceso vocacional. No establece
más normas disciplinares, no pretende coaccionar, sino proponer un camino de
crecimiento personal y comunitario que puede ser evaluado así como es
propuesto de manera pedagógica. Pretende fijar la atención del alumno en un
objetivo concreto, unificador de su momento formativo. El estilo propositivo
supone dos actitudes formativas: se cuenta con la inteligencia y la voluntad del
alumno, es decir, con su capacidad de comprender lo que se le propone y de
asumirlo personalmente; pero sobre todo se propone con el propio ejemplo de
vida, con la participación en el proceso del mismo equipo formador.
Es gradual. Propone pasos consecutivos, en donde un elemento lleva a otro de
modo dinámico, bien organizado, incluso experimentado a lo largo de los años.
Da el tiempo suficiente para que el muchacho comprenda lo que se le pide,
consulte sus dudas, se determine y dé los pasos correspondientes. Por ello no
debe ser agobiante para el muchacho. Al contrario, hay que seleccionar bien lo
que se le propone para que pueda realizarlo con serenidad, respetando el ritmo
de crecimiento de cada uno.
Implica un acompañamiento personal y grupal. Este camino pedagógico debe ser
explicado a cada grupo de seminaristas con detalle, en reuniones amplias en las
que se va proponiendo el camino a seguir y los medios formativos. Pero también
exige que las entrevistas, se realicen en sintonía con los objetivos que se van
planteando y que esto lo hagan todos los que intervienen en el proceso. El
itinerario es orientación para diversos elementos formativos como son los
ejercicios espirituales, las celebraciones litúrgicas, los paseos comunitarios, la
organización del deporte, la formación complementaria o práctica, etc.
Resonancias psicoafectivas
Si estas son las características objetivas y pedagógicas del proceso formativo, no
dejan de tener importancia las resonancias psicológicas del mismo. Proponer a los
alumnos itinerarios bien diseñados es:
■ Alentador. Tener un rumbo fijo, bien definido, es fuente de aliento, un verdadero
estímulo para el formando. No tiene la sensación de caminar sólo o de ir a la
deriva, o de vivir sujeto al capricho de los formadores. Su esperanza de ir
avanzando en el camino se ve afirmada por la experiencia concreta de pasos que
se le van proponiendo y por el ejemplo de otros compañeros que ya han
transitado por la propuesta. Hay que reconocer que muchos de los
Itinerarios formativos 8 ¿Qué es un itinerario?
seminaristas llegan a una situación de desaliento que viene provocada por la falta
de calidad de los procesos formativos.
■ Exigente. Un itinerario bien elaborado plantea exigencias concretas para los
seminaristas en cada uno de los momentos de su formación. Así como van
cambiando los objetivos y el carácter de cada etapa, así el muchacho va descu-
briendo exigencias para cada momento formativo. De modo que no es un clima
que acoja a personas que no trabajan sobre sí mismas o que se refugian en la
pereza mental. En un ambiente verdaderamente formativo no es posible
permanecer pasivamente, sino que cada uno debe afrontar la exigencia de una
verdadera perseverancia. Aquí conviene distinguir entre la mera permanencia de
una persona, que está como un mueble, sin plantearse objetivos de crecimiento,
y la perseverancia de quien formula y replantea continuamente objetivos para su
formación.
■ Confrontador. La confrontación es una regla fundamental del clima que forma. El
alumno se acostumbra a recibir confrontaciones porque sabe que es la única
manera de progresar en la ¡nternalización de los valores cristianos y vocacionales.
La relación con los formadores, sin perder en nada su sentido fraterno, es
reconocida por el alumno como una referencia indispensable y como una
inestimable ayuda para llegar a ser él mismo. No solamente soporta la
confrontación, sino que aprende a abrirse a ella de corazón, experimentando de
un modo muy vivo que no se puede caminar sólo en la vida de fe. Se sabe amado
en la confrontación.
■ Cuestionante para los formadores. Tampoco el formador puede estar fácilmente
en un clima como el que estamos describiendo. El solo hecho de proponer
itinerarios a los jóvenes hará que los formadores se vean cuestionados en su
propio camino de conversión y de formación permanente. Para ellos el ministerio
presbiteral ejercido en la formación se torna en invaluable oportunidad para
retomar los retos pendientes de su propia formación. Esto provoca que no tengan
lugar las actitudes de orgullo y de altanería que muchas veces han padecido
nuestros formandos cuando se tropiezan con formadores que no están en
camino, y por ello no tienen verdadera autoridad para proponerles un camino de
fe.
El itinerario es, sobre todo, una guía y un estímulo para los mismos seminaristas. Se
comprende más como guía para los alumnos que como acuerdo del equipo formador.
Itinerarios formativos 10 ¿Qué es un itinerario?
De modo que ellos puedan conocer los pasos que objetivamente es necesario dar en su
proceso y tengan criterios de autoevaluación. Evidentemente el itinerario es para quien
emprende el viaje. Sería poco estimulante que la agencia de viajes guardase en secreto
los detalles del trayecto. Al contrario, se esfuerza por darlo a conocer a los viajantes para
que se sientan confiados durante el recorrido y estimulados para llegar a la meta.
Crear los itinerarios formativos implica un salto de calidad en la formación, que se
puede describir de la siguiente manera:
■ El paso de una formación que obedece a la improvisación y a la inevitable falta de
experiencia de los formadores, a una formación que propone un método bien
reflexionado por el equipo, probado y mejorado a lo largo de los años y en
circunstancias reales. El itinerario no sólo exige acuerdo del equipo formador,
también conlleva el estudio, la preparación detallada de la propuesta misma y de
los diversos momentos formativos. Exige también un esfuerzo de continuidad
entre los formadores que se van sucediendo en la responsabilidad formativa sin
que esto vaya en detrimento del proyecto.
■ El paso de la transmisión automática e inconsciente de las deficiencias forma-tivas
de los mismos formadores a los alumnos, hacia un cuidado más objetivo y
armónico del equilibrio entre las diversas dimensiones de la formación. Esto se
puede dar porque la estructura de la formación depende de un plan y no sólo de
unas personas. El equipo formador se ve exigido, por el propio itinerario, a cultivar
un mayor equilibrio, a caminar hacia una formación más integral.
■ El paso de los desacuerdos y las rupturas entre los criterios de un formador que
sucede a otro, a la continuidad del proyecto formativo apoyada por las distintas
generaciones de formadores. Los nuevos miembros que llegan al equipo
formador, reciben los materiales que concretan la experiencia y el aprendizaje de
los anteriores. Más allá de las personas prevalece el proyecto.
■ El paso de la experiencia del alumno en un "régimen" formativo o de internado,
donde muchos de los elementos que teóricamente apoyan su formación no son
comprendidos por el sujeto y por ello no son aprovechados, a quien vive
apasionadamente un camino de crecimiento personal en torno a los valores
evangélicos que ha comprendido y ha aceptado como buenos para sí en el camino
de su vocación específica y contempla cómo se constriyen en su vida espiritual.
■ El paso de una casa en la cual la disciplina, comprendida como norma exterior,
ocupa el centro, a una casa en la que la autodisciplina es vivida como camino de
exigencia y vía de plenitud personal y comunitaria. Desde una formación que
consiste en sobrevivir en una estancia cronológica a una formación kairológica, es
decir, donde el hoy del encuentro con el Señor ocupa el centro.
Itinerarios formativos 11 ¿Qué es un itinerario?
■ El paso de la dolorosa experiencia de grupos de seminaristas que se van desmembrando
poco a poco, según van teniendo dificultades de distinto orden en su proceso, creando toda
una situación de desaliento, a grupos que tienen el gozo de culminar como tales las etapas
formativas y donde todos cubren los objetivos que se les propusieron, más allá de su
perseverancia o no en este camino vocacional. De ver la ordenación como único objetivo a
considerar la formación como un proceso de crecimiento en la fe y en el discipulado.
■ El paso del desequilibrio entre las dimensiones formativas, que nos lleva a darles nombres
que privilegian una de ellas en detrimento de las otras, como "etapa filosófica", "facultad
de teología", etc., a una propuesta integral de la formación en la cual el eje identificador y
unificador del proceso está en la línea de la identidad espiritual y vocacional del alumno.
Este segundo modelo se plasma en nombres como "etapa discipular", "etapa
configuradora", "cenáculo", etc.
■ El paso de una formación rutinaria, en la que es frecuente la desconfianza y la falta de
transparencia, a una formación impregnada por el sentido místico y ascético propio de los
procesos de maduración en la fe.
■ El paso de alumnos que cultivan miras humanas desde su formación como el prestigio y la
competitividad, a alumnos que polarizan sus energías en torno a objetivos específicamente
formativos y por ello pueden vivir en libertad, más allá de estas ambiciones de cargos y
privilegios.