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Revista de Psicoanálisis
EDITADA POR LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA
Voces del
pluralismo
ISSN 0034-8740
indice-revista2/3-2011_Índice APA 2/3 2011 10/14/11 6:47 AM Page II
Secretaria Administrativa
SILVINA RICHICHI
revista@apa.org.ar
Responsable de la Indización
SARA HILDA FERNÁNDEZ CORNEJO
Corrección
VALERIA MUSCIO
Diagramación y Armado
MIGUEL ANGEL GRAMAJO
Imagen de Tapa
Técnica: Tinta // Título: Salón Butacas
Autora: Hilda Clelia Catz
www.hildacatz.com
Registro de la Propiedad
Intelectual N° 56.921
Hecho el depósito
que marca la ley 11.723
CENTRAL (B)
ARGENTINO
SUC. 10 (B)
INTERÉS GENERAL
CORREO
Concesión N° 1.510
FRANQUEO PAGADO
Concesión N° 13513
Revista de Psicoanálisis
PUBLICACIÓN TRIMESTRAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA
FILIAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA INTERNACIONAL (API)
SOCIEDAD COMPONENTE DE LA FEDERACIÓN PSICOANALÍTICA DE AMÉRICA LATINA (FEPAL)
Comité Editor
Directora
CLAUDIA LUCÍA BORENSZTEJN
Secretaria
LILIANA NOEMÍ PEDRÓN MARTIN
Índice
Editorial
• Voces del pluralismo
Comité Editor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VII
Revista de libros
• Hacer camino con Freud, Eduardo Braier
Por Norberto Marucco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 585
• Pulsión de vida y pulsión de muerte, Cordelia Schmidt–Hellerau
Por Juan Carlos Weissmann . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 589
Revista de revistas
• Revista Docta. Asociación Psicoanalítica de Córdoba
Por Mirta Noemí Cohen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 593
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VII
VIII
IX
señala que el hecho de que el analista se preste para ser usado denota una
operatoria que posibilita la transferencia; tiene que ver con su ética y las po-
sibilidades del fin de análisis.
Muchos debates sobre el pluralismo se han conectado con el tema del psi-
coanálisis como ciencia y como investigación. Por eso retomamos esta po-
lémica, en este caso en las voces de Viñar y Bernardi.
El trabajo de Viñar “De la Torre de Babel a los senderos fundadores.
Algunas premisas para investigar en el proceso psicoanalítico” poéticamente
cuenta una historia a partir de la cual se pregunta el autor cuál es el con-
cepto de ciencia que nos proponemos. La multiplicidad de teorías es un
hecho en Psicoanálisis. El reconocimiento y revelación del Inconsciente
que cada uno ha vivido alguna vez en su vida es punto princeps de la expe-
riencia analítica. Nuestra práctica es un quehacer científico reglado, pero
el objeto a aprehender es efímero, singular y a reinventar. El momento
creativo se acerca más a la creación poética que al experimento científico.
El intento de validez es a posteriori. Bernardi, que discute estas ideas, ha
escrito una addenda 20 años después, para este número.
XI
XII
Finalizamos esta nota citando el párrafo con el que concluye el prólogo men-
cionado al comienzo: “En estos últimos años y atravesando diversas crisis la
APA ha recreado el proyecto pluralista bajo el cual se fundó esta Asociación.
El problema futuro – desde una perspectiva histórica – es el mantenimiento
institucionalizado del mismo y su caracterización como movimiento original.”
Creemos que este camino, quizás no el más transitado pero sí el más crea-
tivo, es el que elegimos.
XIII
Two roads diverged in a yellow wood, And sorry I could not travel both And be one
traveler, long I stood And looked down one as far as I could To where it bent in the
undergrowth; Then took the other, as just as fair, And having perhaps the better
claim, Because it was grassy and wanted wear; Though as for that the passing
there Had worn them really about the same, And both that morning equally lay In
leaves no step had trodden black. Oh, I kept the first for another day! Yet knowing
how way leads on to way, I doubted if I should ever come back. I shall be telling this
with a sigh Somewhere ages and ages hence: Two roads diverged in a wood, and I— I
took the one less traveled by, And that has made all the difference.
Sobre la cultura psicoanalítica: alegato por
un pluralismo riguroso1
1 Versión ampliada del trabajo ganador del Premio Especial Creación de la IPA (1910-
2010) “Cien Años de Psicoanálisis: Subjetivación y Cultura” APA-Octubre 2010.
* errezeta@fibertel.com.ar / Argentina
** Agradecemos los aportes bibliográficos de Nicolás Zukerfeld y Gilda Zukerfeld.
258 | Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld
1.2. Y así es que surge la pregunta ¿es normal que la teoría y práctica analítica
se encuentre fragmentada en escuelas, grupos y subgrupos que tienden –
con cierto etnocentrismo – a considerarse a sí mismos el verdadero psico-
análisis? Si así fuera este trabajo intenta parafrasear en su título al del célebre
libro de Joyce McDougall (1982) Alegato por cierta anormalidad. Anormalidad
que titulamos “pluralismo riguroso” porque pensamos que los problemas
son tanto la normalidad “normopática” de la fragmentación como la inten-
1.4. Por otra parte, es importante señalar que en la forma de expresar acuerdos
y desacuerdos, tanto en el citado mundo interno como en relación al mundo
externo al psicoanálisis, pueden utilizarse tanto argumentos que describan y
fundamenten la propia opinión, como otros donde predomine –a veces con
un particular estilo persuasivo– la calificación de la opinión del otro, gene-
rando niveles de discusión diferentes. Es conocido el papel que juegan aquí
las disputas narcisistas en el sostenimiento de identidades o en el manteni-
miento de cierto poder en detrimento de la producción de conocimiento. Es
entonces necesario puntualizar que –como escribe Ricardo Bernardi (2003)–
argumentar “ implica rechazar las certezas dogmáticas tanto como la incerti-
dumbre universal o el ‘cada cual con su verdad’” (pág. 252). Y es sabido –como
cita dicho autor– que existen argumentos con correspondencia con la expe-
riencia empírica o que se fundamentan en su coherencia interna o valor heu-
rístico, y otros que se sustentan solamente en la autoridad o prestigio.
En este sentido, al primer tipo de argumentación lo entendemos como
estipulativo ya que establece y fundamenta opiniones alternativas para ex-
presar acuerdo o desacuerdo, con el sustento que da el dato empírico y/o
la coherencia lógica. En cambio, categorizamos al segundo tipo de argu-
mentación como calificativo ya que la autoridad y el prestigio suele implicar
valoraciones y/o adjetivaciones que pueden llegar a ser ad hominem, tanto
para expresar acuerdo como desacuerdo con la opinión del otro. Cuando
se da este último caso con cierta intensidad o frecuencia, pensamos que en
una discusión se corre el riesgo de que el proceso argumentativo quede en
el Grado 0, donde, como escribe Bernardi4 (2003): “No hay controversia
real: no hay puntos de debate que interesen a ambas partes o existen premisas
que limitan el campo, quedando excluida a priori una de las posiciones (por
ejemplo, cuando se dice “eso no es psicoanálisis”). Ya en el Grado 1 “[…]
se parte de diversas posiciones todas ellas legítimas, […] pero este contacto
es impreciso debido a dificultades u oscuridades en la comunicación”. Es
recién en el Grado 2 “[…] donde los puntos en controversia están expuestos
con claridad y existen posiciones diferentes acerca de ellos, pero los des-
arrollos argumentativos no pueden llevarse hasta el final por razones de
orden práctico o porque se trata de cuestiones que resultan indecidibles por
el momento”. Finalmente el mayor grado del proceso argumentativo
(Grado3) es aquel “[…] donde el discurso argumentativo avanza lo suficiente
para permitir una exploración adecuada de los fundamentos de cada posición
y para lograr un cierto consenso sobre el estado de la cuestión y sobre los
puntos de acuerdo y desacuerdo” (pág. 266).
“El Sr. Y me llega derivado por un colega quien me comenta que es una persona
que necesita analizarse porque –según dicho colega– no ha elaborado la separación
de su mujer. Se trata de un hombre de 55 años, ingeniero, quien parece estar en
una buena posición económica. Está vestido con un traje con corbata que le queda
algo holgado y apenas se sienta me dice. “vengo por recomendación pero – discúl-
peme – yo no creo mucho en los psicólogos”. Posteriormente, a medida que le voy
preguntando, me describe que está “muy cansado” y que le cuesta mucho levantarse
a la mañana para ir a trabajar a la empresa constructora. Relata que es el mayor
de tres hermanos y que todos trabajan en la empresa que fundó el padre, quien
falleció hace cinco años. Desde ese entonces él debe hacerse cargo de otras funciones
“y hace un tiempo se generaron problemas que no me dejan dormir”. Me describe
entonces episodios de insomnio con angustia que atribuye a las exigencias laborales.
En un momento de la entrevista le pregunto por su familia actual y los ojos se le
llenan de lágrimas: “Discúlpeme doctor, ¿o licenciado?, pero me cuesta hablar de
mi separación. Ella tuvo razón en dejarme porque la verdad, ¿quién puede estar
con alguien como yo?...”. Le pregunto cuándo se produjo la separación y a qué se
refiere con su comentario y entonces dice: “Nos divorciamos hace dos años: ella se
fue con su hijo de otro matrimonio. Decía que estaba cansada de alguien tan rígido.
Yo me quedé solo...pero estaba bien. Ahora no se que me pasa, no tengo hambre;
en realidad no tengo ganas de nada, a veces pienso que lo mejor sería morirse....”.
Me relata que su madre falleció cuando él tenía cinco años y su padre se volvió a
casar y que sus hermanos son hijos del segundo matrimonio de su padre: “Él no
tuvo mas ganas de vivir, no se cuidaba. Hizo bien, cuando uno no quiere vivir
¿por qué tiene que seguir?”. En ese momento sentí que había cambiado el tono
de su voz y su mirada, y le pregunté si tenía “pensamientos negativos”. Me res-
pondió: “¿usted quiere saber si yo me quiero suicidar? Hoy no sabía si venir aquí
o irme con el auto por la autopista...” .
Le dije que lo veía muy deprimido, lo cité para una próxima entrevista y le sugerí
que sería bueno pensar en consultar también a un psiquiatra para ver si es ne-
cesario que tome una medicación antidepresiva”.
264 | Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld
Interrogado el analista X acerca de cuáles considera que son los hechos (H)
de la entrevista, cuales sus teorías o interpretación de los mismos (T) y cuales
sus intervenciones (I), responde:
2.2. Los resultados mostraron en primer lugar que las opiniones de los ana-
listas participantes abarcaron las ocho posibilidades diferentes con distintas
prevalencias y se pudo constatar que casi el 30% estaba en desacuerdo con
todo lo declarado por el analista que realizó la entrevista y el 75 % estaba
en desacuerdo con su intervención. Por otra parte los argumentos utilizados
por los analistas en sus comentarios sobre esta última fueron en un 60 %
calificativos, 30% no hicieron comentarios y solo un 10% planteó argumen-
tos que consideramos estipulativos. Ejemplos de argumentos calificativos
fueron: “el analista se asustó”, “estuvo apresurado” o “reedita sus propias pérdidas”.
Ejemplos de argumentos estipulativos fueron: “pienso que los hechos signifi-
cativos son la anorexia y el insomnio”, “creo que la depresión es un diagnóstico teórico
y no un hecho”, y también “la muerte de la madre es el hecho principal”, “mandado
por otro es el hecho a tener en cuenta”.
Estos resultados sugieren en principio la existencia de una diversidad im-
portante de opiniones con un predominio del desacuerdo con el analista que
realizó la entrevista. Es interesante señalar que el caso clínico correspondía
a una situación bastante habitual en la práctica y estaba encuadrado en lo
que puede llamarse ‘problemática depresiva’ (Winograd, 2005). En este sen-
tido existe un contraste entre la variedad de argumentos de los psicoanalistas
frente a cierta tendencia a la unanimidad que se supone tendrían los psi-
quiatras, en especial en cuanto la intervención psicofarmacológica.
Por lo general sucede que, como es sabido, la aplicación técnica de un
conocimiento implica una articulación entre el área empírica y el área teórica
(ver Figura 1). Pero las prácticas clínicas muestran cierto sesgo hacia el do-
minio de lo empírico en la psiquiatría “ateórica”6 y otro sesgo equivalente
hacia el dominio de lo teórico suele ser propio de la perspectiva psicoana-
lítica. Se desprende del simple esquema de la figura 1 que el progreso de
una disciplina implica que su tecnología o método de desarrollar acciones
sobre sus problemas siga el vector 1.
Área Tecnológica
7 Aquí vale la pena señalar la diferencia entre convicciones, es decir, creencias firmes pero
modificables, y certezas, que implican el problema del fundamentalismo.
266 | Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld
3.1 Aslan (2006) escribe que “es relativamente fácil señalar los límites entre
la rigidez y la flexibilidad. Pero es más difícil señalar los límites entre la flexi-
bilidad y el desorden”.Y además agrega que “el pensamiento subyacente a la
idea del pluralismo psicoanalítico es que la verdad no es monolítica y que as-
pectos de ella pueden estar en otros esquemas referenciales”, pero que los pe-
ligros son el “Escila del babelismo” y el “Caribdis del dogmatismo cuasi-re-
ligioso” (pp.259-260) Este último monstruo es de fácil detección cuando utiliza
permanentemente argumentos y citas de autoridad, pero también se esconde
en la tarea imposible de unificar el lenguaje psicoanalítico en una suerte de es-
peranto de aspiración científica. Sin embargo, el “Escila del babelismo” cons-
tituye un problema más complejo: una cuestión es la diversidad de lenguas psi-
3.2. Paul Ricoeur en su texto Sobre la Traducción se ocupa del “desafío y fe-
licidad de la traducción”, de “traducir lo intraducible” y de su tesis principal
sobre el paradigma de la traducción. Es aquí donde planteará al menos varias
cuestiones que entendemos útiles para el estudio del pluralismo en psicoa-
nálisis y las discusiones intra e interdisciplinarias. La primera de ellas es di-
ferenciar la traducción externa “en su sentido estricto de transferencia de
un mensaje verbal de una lengua a otra” de lo que en un sentido amplio es
una traducción interna como “sinónimo de interpretación de todo conjunto
significante dentro de la misma comunidad lingüística” (pág 31).
En el primer caso Ricoeur plantea el trabajo del traductor como una tarea
de riesgo donde se sirve a dos amos, “al extranjero en su obra, al lector en su
deseo de apropiación” (pág.19) y donde se debe atravesar lo que Antoine Ber-
man (1981) llama “la prueba de lo ajeno”. No hay una traducción perfecta
porque no hay una lengua originaria o pura que sea “horizonte mesiánico del
acto de traducir” (pág. 39). Hay, eso sí, un deseo de traducir y un trabajo que
Ricoeur compara con las descripciones freudianas del trabajo del duelo o del
recuerdo. La diversidad de las lenguas, lejos de ser un castigo como supone
el mito de Babel, está presente para que podamos atravesar la prueba y la ex-
periencia de lo extranjero. Ricoeur señala con claridad que la interpretación
tradicional del mito de Babel “[...] hace soñar hacia atrás, en dirección de una
268 | Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld
[...] toda cultura resiste la traducción, aún si tiene una necesidad esencial
de ésta. La meta de la traducción –abrir a nivel de lo escrito una cierta re-
lación con el Otro, fecundar lo Propio por la mediación de lo Extranjero–
golpea de frente la estructura etnocéntrica de toda cultura, o esta especie
de narcisismo que hace que toda cultura quiera ser un Todo puro y no mez-
clado” (pág 125, la cursiva nos pertenece, las mayúsculas son del autor).
¿Es posible que la cultura psicoanalítica pretenda ser “un Todo puro” y que
resista entonces tanto el valor de la diversidad en su seno como la fecundación
de otras disciplinas? Creemos que no y que además los intentos de hacerlo
serían contraproducentes. No existe una “lengua [freudiana] paradisíaca per-
dida” ni ninguna otra que se entronice como el “verdadero” psicoanálisis.
Existe – eso sí – una disciplina en movimiento con avances y retrocesos y la
metáfora de Babel podría aplicarse a la fragmentación que implica la compe-
tencia de los narcisismos, pero no a la diversidad comunicable, es decir a la
comprensión del otro. Por eso pensamos que la intención ética de comprender
al otro y hacerse comprender por el otro es un núcleo duro de toda disciplina
que se sustente sobre una mínima base racional. Y esto es viable porque, tal
como escribe Ricoeur, “siempre es posible decir lo mismo de otra manera”
“que no caiga en el olvido este relato, ni otros miles más del mismo tenor.
A la pregunta acerca de cómo comportarse frente al otro no encuentro más
manera de responder que contando una historia ejemplar: la del descubri-
miento y conquista de América. Al mismo tiempo, esta investigación ética
es una reflexión sobre los signos, la interpretación y la comunicación: pues
la semiótica no puede pensarse fuera de la relación con el otro” (pág. 14).
Y ese otro es aquí el indio y su figura estelar, Moctezuma, que tantos interro-
gantes ha generado a los historiadores: ¿Por qué triunfó Hernán Cortés con
sus centenares de hombres frente al imperio más poderoso de América y sus
cientos de miles de guerreros aztecas? ¿Qué sucedió en este choque de culturas
para que unos hombres ávidos de riquezas destruyeran a un pueblo entero
que poseía una organización y adelantos culturales extraordinarios? El pro-
blema es complejo y no debiera simplificarse, pero la tesis de Todorov cuya
fundamentación es exhaustiva consiste básicamente en señalar que:
9 La improvisación tiene además aquí el sentido que posee en el jazz. PeeWee Rusell, un
eximio clarinetista de un conjunto de Louis Armstrong, cuando un estudiante de música
es capaz de cambiar de acuerdo a lo que comprende del mensaje del otro10.
De este modo se abre a lo nuevo y busca respuestas nuevas para hechos di-
ferentes. Como vemos, Todorov señala que Cortés es también consciente de
su propio estilo de pensamiento y acción, y cita el propio relato del español
cuando éste escribe “hay necesidad que a nuevos acontecimientos haya nue-
vos pareceres y consejos” (pág 107). Los aztecas, en cambio, viven en un rí-
gido determinismo donde el sentido final de un hecho está dado desde el
principio y los argumentos decisivos son de autoridad, no de experiencia. Es
así que Todorov señala que “los aztecas están convencidos que las profecías
se cumplen. El mundo se plantea de un modo sobredeterminado, todo es
previsible y todo está previsto” (pág. 80). La relación del indio es con el
mundo y toda su estructura ritual aspira a comprenderlo y a seguir sus de-
signios. Pero Cortés, el conquistador, es especialista en relaciones entre hu-
manos, y lo que le interesa es conocer al otro. Y tiene “la preocupación cons-
tante de la interpretación que darán los otros – los indios – a sus gestos”. Por
otra parte es notable que “lo primero que quiere Cortés no es poseer, sino
comprender; lo que le más le interesa son los signos, no sus referentes. Su
expedición comienza por una búsqueda de información, no de oro” (pág.121).
La diferencia con el otro estimula la curiosidad y la intención de compren-
derlo para lo que es necesario modificar la rigidez del pensamiento propio.
le muestra la transcripción escrita de uno de sus solos improvisados dice: “Yo no toqué
eso. Además no sabría como tocarlo” (En Hentoff ,1982).
10 Gabbard y Ogden (2010) señalaron recientemente, en un trabajo sobre educación psi-
coanalítica, que hay que “atreverse a improvisar” porque la vitalidad del analista “puede
depender de la voluntad y habilidad para improvisar y [...] dejarse improvisar por lo in-
consciente de la relación analítica” (pág. 236).
Sobre la cultura psicoanalítica: alegato por un pluralismo riguroso. | 273
GR 3
GR 2
Argumentos
GR 1 Estipulativos
A
GR 0
Argumentos
Calificativos
B
RESUMEN
12 Es asimismo la respuesta de Fonagy (2003) a las críticas de Green sobre las investiga-
ciones en la primera infancia, señalando que estos investigadores desean trazar puentes
hacia el psicoanálisis.
SUMMARY
About psychoanalytic culture: a plea for a rigorous pluralism
The plurality of theories that nowadays exists in the psychoanalytic clinic brings
about a large amount of problems in the communication among psychoanalysts. It
makes it difficult to determine, in a discussion, if the debate is based on differences
in the appraisal of clinical facts or in different theoretical interpretations or its de-
rivative interventions. It is presented a research in which thirty psychoanalysts ex-
pressed their opinions on the report of an interview done by another analyst in a
supervision. The arguments were of two types: stipulative and qualifying. The latter
would favor the fragmentation and / or the dogmatic attitudes. It is suggested that
devices of systematic investigation and changes in attitudes in the own thoughts and
towards the other’s thoughts are necessary. The notion of “after Babel” translation
/ comprehension of Ricoeur and the concept of improvisation / plasticity of Todorov
are developed. The rigorous pluralism is defined as: the possibility of understanding
the thought of the other and modifying the own (translation and plasticity), and of
using mostly stipulatives arguments in discussions. The evolution and regression
of the pluralism, according to the degree of translation and plasticity in the discus-
sions among analysts, is represented in a graph.
RESUMO
Sobre a cultura psicanalítica: em defesa de um pluralismo rigoroso
A pluralidade de teorias que hoje em dia existem na clínica psicanalítica gera uma
enorme quantidade de problemas quando os psicanalistas têm que comunicar-se entre
eles. Em uma discussão é muito difícil determinar se se trata de diferenças ao se con-
siderar os fatos clínicos, ou se o que se debate são diferentes interpretações teóricas
280 | Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld
dos mesmos ou das intervenções decorrentes. Apresenta-se uma pesquisa em que trinta
psicanalistas deram seu parecer sobre o relato de uma entrevista feita por outro analista
em uma supervisão, estabelecendo-se dois tipos de argumentos: estipulativos e quali-
ficativos. Constata-se que este último tipo de argumento poderia favorecer a fragmen-
tação e/ou as posturas dogmáticas. Propõe-se que são necessários dispositivos de in-
vestigação sistemática e mudanças nas atitudes do próprio pensamento e do pensamento
do outro. Desenvolve-se a noção de tradução/compreensão “pós–babélica” de Ricoeur
e a de improvisação/plasticidade de Todorov. Define-se o pluralismo rigoroso como
possibilidade de compreender o pensamento do outro e de modificar o seu próprio
pensamento (tradução e plasticidade), e de discutir com o predomínio de argumentos
estipulativos. Acompanha um gráfico sobre a evolução e involução do pluralismo de
acordo com o grau de tradução e plasticidade nas discussões entre os psicanalistas.
Bibliografía
* André Green
Es un gran honor para mí que se me haya solicitado dar una charla pública
en el marco de esta excepcional y notable conferencia acerca del pluralismo
de las ciencias, sobre la cual, como investigador, no se me escaparon algunos
detalles. Por un lado, se me ha concedido el privilegio de ser el primer y
único orador –como si se esperara algún mensaje de mí– en vísperas del sim-
posio propiamente dicho, que comienza mañana. Por otro lado, frente al
anuncio de mi charla hay una fotografía de Freud. Algunos pensarán que
lo que está junto a mi nombre es mi retrato; o bien, si identifican a Freud,
¡tal vez piensen que hemos intercambiado nuestros nombres!
Ésta es sólo a medias una broma. Cuando traté de comprender cómo es
que se me había concedido este honor, tal vez di la impresión de que mi po-
sición reflejaba la que podría haber ofrecido Freud si hablara desde la
tumba... lo cual no es más que una pura expresión de deseos.
No resistí la tentación de abrir el volumen 24 de la Standard Edition de
sus obras completas, donde aparece el “General Subject Index”. Lo que
encontré no me sorprendió. En ese repaso terminológico de la obra de
Freud no se menciona la palabra research (investigación).2 Se me ocurrieron
dos respuestas para esto, de las cuales la primera es de lejos la más impor-
tante. Freud no habló de investigación porque estaba seguro de que toda
su obra era una investigación, y de que ni siquiera alguna ínfima porción
de ella escapaba a ese rótulo. No sentía la necesidad de aplicar otro método
a sus investigaciones. De ahí que no me sorprenda el título del trabajo de
Alain de Mijolla, “Freud y la investigación psicoanalítica”. La segunda po-
sible respuesta es que, en la época de Freud, esa investigación de la actividad
1 Este trabajo forma parte del libro Pluralism and Unity. Methods of Research in Psycho-
analysis, editado por la IPA en 2003 con las presentaciones de la Conferencia Interna-
cional que sobre este tema se realizó en Frankfurt en septiembre de 2002.
* andregreen@wannadoo.fr / Francia
2 Sin embargo, figura la entrada “scientific research”, que remite a algunas páginas del volumen
17 y a varias del volumen 22 de las Obras completas. (N. del T.)
284 | André Green
De lo que llamamos nuestra psique (vida anímica), nos son consabidos dos
términos: el primer lugar, el órgano corporal y escenario de ella, el encéfalo
(sistema nervioso) y, por otra parte, nuestros actos de conciencia, que son
dados inmediatamente y que ninguna descripción nos podría transmitir. No
nos es consabido, en cambio, lo que haya en medio; no nos es dada una re-
ferencia directa entre ambos puntos terminales de nuestro saber (pág. 143).
Muchas veces hemos oído sostener el reclamo de que una ciencia debe cons-
truirse sobre conceptos básicos claros y definidos con precisión. En realidad,
ninguna, ni aun la más exacta, empieza con tales definiciones. [...] Ya para
clínico es que es dialógico; vale decir, no sólo se ocupa del paciente que pa-
dece, sino también de la persona –el analista– cuya tarea es escuchar ese
padecimiento en la pareja que ambos forman, gracias a una clase muy par-
ticular de escucha y empatía. Hoy sabemos que es imposible tratar las cues-
tiones vinculadas con la transferencia sin tomar en cuenta la contratrans-
ferencia; tal es lo que nos dicen, cada una en su propio contexto, la teoría
de las relaciones objetales y la de la intersubjetividad.
Por otra parte, no importa la diversidad y profundidad con que respon-
damos a las preguntas y enigmas clínicos, siempre habrá una “brecha teó-
rico-práctica” (Donnet) que será fuente de dificultades. Quiero decir que,
según nuestra experiencia, ninguna teoría será capaz de abarcar el campo
íntegro de la práctica psicoanalítica, y ninguna práctica psicoanalítica se
amoldará total y exactamente a los límites de cualquiera de las teorías exis-
tentes. La causa reside en la naturaleza de la actividad psíquica. “Límites del
alma: No podrás salir y encontrarlos, por más que el camino te lleve a ellos. El alma
incluye un Logos profundo” (Heráclito, en Bisch, vol. 45). Éstas son las limi-
taciones aceptadas de nuestra disciplina, y promueven nuestra necesidad de
saber algo más acerca de ella.
Tal vez en muchos de los problemas que enfrentamos haya cierto grado
de confusión. El psicoanálisis fue descubierto dentro del marco de la me-
dicina. Fue un médico, que también poseía una avanzada formación cien-
tífica, quien descubrió el inconsciente; y lo descubrió porque las ense-
ñanzas de la ciencia eran desalentadoras, y el pensamiento clínico, muy
limitado. Todos los psicoanalistas conocen el intento inicial de Freud de
incorporar el pensamiento biológico en su “Proyecto de psicología” (1950
[1892-99]), que escribió (¡en su mayor parte mientras viajaba en tren!)
para ayudar a Fliess a comprender, en su propio lenguaje, lo que Freud
quería transmitirle, ya que sintió que Fliess tenía mucha reticencia al res-
pecto. Y los psicoanalistas saben también que su próxima medida fue
negar lo que había escrito (se opuso a que fuera publicado). Le volvió la
espalda al “Proyecto” y, años después, escribió La interpretación de los sueños
(1900), obra que reflejaba su auténtico pensamiento analítico. Incluso
hoy, muchos científicos lamentan que Freud haya pasado de la fisiología
a la psicología. Quisieran que corrigiéramos este error retrotrayéndonos
a 1895, año de inspiración del “Proyecto”. Son incapaces de ver la dife-
rencia que existe entre este último y el libro de 1900, y además critican
las ideas de Freud sobre los sueños (Allan Hobson, M. Jouvet). Por suerte,
otros científicos están mejor capacitados para entender lo que Freud quiso
decir (Kustadt, 2001). Pero en lo concerniente a los psicoanalistas, La in-
terpretación de los sueños es el primero de los libros de Freud, y quizá el
más importante.
Estoy bastante convencido de que todas estas preguntas son legítimas. Sin
embargo, coincidirán conmigo en que la ouverture de hoy no puede abarcar
todas las perspectivas que ellas abren.
En septiembre de 1997 se llevó a cabo en el University College de Londres
una conferencia presidida por Joseph Sandler en la cual Daniel Stern y yo
expusimos nuestras opiniones sobre la investigación psicoanalítica clínica y
observacional. Cuando Sandler decidió publicar una monografía para dar
a conocer nuestra polémica (Sandler, Sandler y Davies, 2000), incluyó en
el mismo volumen la controversia que yo había mantenido con Robert Wa-
llerstein en el Newsletter de la Asociación Psicoanalítica Internacional (Green
y Wallerstein, 1996). Supongo que mi presencia hoy aquí se debe a mis apor-
tes a estos dos debates. No retomaré mis opiniones en detalle, porque se su-
pone que son conocidas, y no he cambiado de modo de pensar. Peter Fonagy,
estaba fuera de Inglaterra y no pudo asistir a la conferencia de 1997; esta
vez está con nosotros y podrá decir cuánto discrepa conmigo, como lo ha
hecho en anteriores ocasiones. Pero la semana pasada ambos nos encontra-
mos en Munich y, cosa muy sorprendente, ¡estuvimos casi completamente
de acuerdo!
Tomaré sólo algunos de los nueve puntos que he enumerado y trataré de
responder a ellos lo mejor que pueda.
Los autores de la introducción a esta conferencia señalan correctamente
que los temas que vamos a discutir son, en gran medida, el producto del
Zeitgeist, del espíritu de la época. Al siglo XVII, del cual puede decirse que
de explicar las razones de nuestra manera de pensar, y resultó obvio que ésta
sólo podía comprenderse examinando las tradicionales psicoanalíticas de la
Sociedad a la que cada cual pertenecía. Y aun siendo ciudadanos de un mismo
país, los analistas diferían en sus enfoques, no sólo como consecuencia de
la personalidad de cada uno, sino además por su formación y por el modo
en que habían aprendido a reflexionar sobre los problemas que enfrentaban.
Algunos consideraban que era muy urgente llegar a un consenso, en tanto
que otros, por el contrario, pensaban que no debíamos alcanzarlo demasiado
pronto. En definitiva, diré que la tarea de este grupo, más que una investi-
gación sobre pacientes fronterizos, resultó ser una investigación sobre nos-
otros mismos. La contratransferencia, al interponerse entre el paciente y el
analista, era un buen tema. En mi opinión, el grupo evolucionó de una forma
tanto o más promisoria de lo que se previó en un principio. Y me convencí,
una vez más, de que antes de dirigir cualquier investigación sobre los pa-
cientes como objetos, los analistas deben empezar por saber más de sí mis-
mos en comparación con los otros. Para que una investigación tenga éxito,
como sabemos, es muy importante que se realice con un corpus homogéneo.
En otros términos, me parece que antes de ponernos a investigar cómo son
los pacientes tiene prioridad que conozcamos con claridad cómo somos re-
almente nosotros, ya que vemos, comprendemos y tratamos a esos pacientes
de diferentes maneras.
Esto nos lleva, naturalmente, a examinar la utilidad de la investigación
conceptual. Nuestro Presidente, Daniel Widlöcher, ha resuelto abrir un
nuevo campo de investigación. Concuerdo en la necesidad de la investiga-
ción conceptual, pero, nuevamente, tenemos que preguntarnos cuál será su
punto de partida. Considero imposible una investigación conceptual que no
tenga sus raíces en la historia del psicoanálisis. Formularé la siguiente hi-
pótesis para su discusión: sería interesante examinar toda la bibliografía psi-
coanalítica no sólo como un conjunto de libros, escritos, artículos, etc., sino
como un organismo humano, por así decir, compuesto de cuerpo y mente,
que nació con Freud pero ha cambiado en forma constante desde entonces
y mucho más desde que él murió. Comprenderíamos entonces que los nue-
vos movimientos no surgieron de la nada sino que la mayor parte de las veces
fueron una reacción de discrepancia con la corriente ortodoxa anterior. Por
ejemplo, podríamos decir, muy esquemáticamente, que la teoría de las re-
laciones objetales nació para combatir la teoría freudiana de las pulsiones,
a la que consideraba solipsista y centrada en sí misma. En otra dirección, la
psicología del yo creía en la existencia de un yo autónomo en un área libre
de conflictos, con lo cual se escapaba a la gravitación de las pulsiones y se
cumplían a la vez fines adaptativos. Después de estos dos movimientos, re-
nació el narcisismo con la psicología del self, de Kohut, que allanó el camino
296 | André Green
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Validez y validación del método
psicoanalítico1
Alegato sobre la necesidad de pluralismo metodológico
y pragmático en psicoanálisis.
* Juan Pablo Jiménez
INTRODUCCIÓN
La actitud adecuada para indagar sobre los fundamentos del método psico-
analítico es la escéptica, en el sentido original del término griego. Σκεπτιο-
μαι significa “mirar cuidadosamente” (una cosa, o en torno), “vigilar”, “exa-
minar atentamente”. Entonces, “escéptico”, originariamente significa “el
que mira o examina cuidadosamente” antes de pronunciarse sobre algo.
Freud hablaba de una exposición genética –en oposición a una dogmática–
cuando en su discurso iba argumentando y fundamentando sus dichos. En
mi presentación me restringiré sólo a algunos aspectos del tema de la rela-
ción del método con la realidad que se trata de conocer (o de modificar),
asunto que se inscribe dentro del problema general de la validez (y de la va-
lidación) del método psicoanalítico. Dejaré sin tocar otros importantes tó-
picos como, por ejemplo, el candente asunto de la extensión de la aplicabi-
lidad del método. Tampoco me adentraré en la discusión de si el psicoanálisis
es o no es una ciencia, o de las condiciones que debería cumplir para poder
ser considerado como tal (véase Strenger 1991; Wallerstein 1993).
Antes de entrar en materia, debo referirme brevemente a dos cuestiones
generales. Se tiene un método cuando se sigue un cierto “camino”, οδοσ,
para alcanzar un cierto fin propuesto de antemano. Este fin puede ser el co-
nocimiento o también el logro de algún bien determinado (p.ej., la “verdad”
personal o la curación). Un método es, ante todo, un orden manifestado en
un conjunto de reglas. Por definición, el método debe poder ser usado y apli-
cado por cualquiera que siga las reglas. Esta condición fue establecida por
Descartes, cuando en su Discurso del método indicó que las reglas metódicas
2 “La solución de los conflictos y la superación de sus resistencias sólo se logra si se le han
dado las representaciones-expectativas que coinciden (tally en la S.E.) con su realidad interior
[del paciente]” (Freud 1916-1917 p.412; la cursiva es mía).
del trabajo analítico”, desde que Adolf Grünbaum (1984, 1993) criticara agu-
damente el uso del así llamado “argumento de la coincidencia” (2) para fun-
damentar la unión inseparable entre interpretación y cura, la afirmación del
Junktim requiere de urgente reconsideración.
“En psicoanálisis existió desde el comienzo mismo una yunta (1) entre curar
e investigar; el conocimiento aportaba el éxito (terapéutico), y no era posible
tratar de enterarse de algo nuevo, ni se ganaba un esclarecimiento sin vivenciar
su benéfico efecto. Nuestro procedimiento analítico es el único en que se
conserva esta preciosa conjunción... Esta perspectiva de ganancia científica fue el
rasgo más preclaro y promisorio del trabajo analítico.” (Freud 1927a AE, p.240;
la cursiva y la traducción son mías).
1 Strachey tradujo el término alemán (del ámbito jurídico), Junktim, por “unión inseparable”.
306 | Juan Pablo Jiménez
4. Como sucede con el resto de las orientaciones terapéuticas, hay poca evi-
dencia de que la efectividad del tratamiento analítico resida en sus inter-
venciones específicas.
tido, los límites del pluralismo están definidos, precisamente, por la cuestión
acerca de los factores curativos, cuya respuesta exige investigación empírica
en proceso y resultados (Thomä 2000).
Sin embargo, Carlo Strenger nos recuerda que, en psicoanálisis, “la com-
paración entre teorías y prácticas alternativas... es... más complicada de lo
que un no pluralista pudiera suponer. Ésta incluye diferentes tipos de ope-
raciones intelectuales. Por cierto, una de ellas puede ser la investigación em-
pírica sobre la eficacia relativa de los enfoques terapéuticos. Sin embargo,
aún aquí, entra a jugar una complejidad adicional. Dado que las formas de
terapia pueden estar guiadas por perspectivas diferentes, pudiera no ser po-
sible traducir la terminología de las unas en los estándares de salud mental
de las otras. Por lo tanto, la comparación empírica directa debe estar pre-
cedida por la investigación conceptual cuidadosa de la cuestión acerca de
los puntos en los que los enfoques son conmensurables (3). La posición plu-
ralista implica que el resultado de tal investigación puede ser bastante frus-
trante y hasta es posible que no se pueda encontrar alguna base común de compa-
ración” (1991, pp.160f; la cursiva es mía).
A pesar de los riesgos y las dificultades, sugiero que el psicoanálisis con-
temporáneo no tiene otra elección más que asumir una posición pluralista
que aplique estrategias de validación basadas no sólo en la coherencia y en
la correspondencia, sino también en la utilidad del conocimiento como cri-
terio de verdad.
RESUMEN
SUMMARY
Validity and validation of the psychoanalytic method. A plea for methodologi-
cal and pragmatic pluralism in psychoanalysis
Since Freud’s time, the psychoanalytic method has been idealized as a valid and re-
liable instrument of knowledge and therapeutic efficacy. However, this idealization
has collapsed in recent decades and, from an epistemological viewpoint, we need
to differentiate between the heuristic value of the clinical method and procedures
of validation of the hypotheses generated by its application. Contemporary psycho-
analytic knowledge exhibits an immense plurality of theoretical and practical posi-
tions. The author suggests that contemporary psychoanalysis needs to accept a plu-
ralistic conception that is able to apply strategies of validation that would combine
coherence and correspondence with usefulness of this knowledge as criteria of truth.
RESUMO
Validez e validação do método psicanalítico. Em defesa da necessidade do pluralismo
metodológico e pragmático na psicanálise.
Bibliografía
* Thomas H. Ogden
fenómenos que se dan en el contexto clínico. Por ejemplo, la transferencia es una teoría
clínica según la cual algunos de los sentimientos del paciente por el analista tienen su
origen, sin que el paciente lo sepa, en otros sentimientos, que aquél vivenció en sus re-
laciones objetales reales e imaginarias, por lo común infantiles. Otras teorías psicoa-
nalíticas, en cambio, que implican niveles más altos de abstracción (v. gr., el modelo to-
pográfico de Freud, el concepto kleiniano de mundo objetal interno y la teoría de Bion
sobre la función ) proponen, para pensar la forma en que opera la mente, metáforas
espaciales y de otra índole.
... más o menos como la Sra. Gilbreth en Más barato por docena,4 quien
cuando el menor de sus hijos estaba llegando al final de su lactancia le
dijo a su marido: “¡Sin duda va a ser muy raro no despertarse, por primera
vez en dieciséis años, para darle de mamar a un bebé a las dos de la ma-
ñana!” (pág. 183).
... fui preocupándome cada vez menos por estas reacciones mías, sintién-
dome menos constreñido a ocultárselas al paciente; y cada vez estaba más
convencido de que ellas no eran un mal augurio sino uno bueno en cuanto
al desenlace de nuestra relación, y de que aumentan la autoestima del pa-
ciente si percibe que él o ella es capaz de suscitar tales reacciones en su
analista. He llegado a creer que existe una correlación directa entre la in-
tensidad afectiva con que el analista experimenta en sí mismo la conciencia
de dichos sentimientos –y su imposibilidad de concretarlos– y, por otro
lado, la maduración profunda que logra el paciente en el análisis (pág.
183; el subrayado es del autor).
Este pasaje ilustra la importancia de aquello que Searles deja sin decir en
sus trabajos. No menciona para nada la idea central del artículo: a fin de
analizar con éxito el complejo de Edipo, el analista debe enamorarse del pa-
ciente, al par que reconoce que nunca podrá realizar sus deseos. Por exten-
sión, para ser exitosa, una experiencia edípica infantil exige que el padre o
la madre edípicos se enamore profundamente del niño edípico sin dejar de
ser consciente de que ese amor no puede sobrepasar el ámbito de los sen-
timientos. (En fragmentos como el citado, Searles genera, sin solución de
continuidad, una teoría clínica a partir de la descripción clínica de la trans-
ferencia-contratransferencia).
La presentación que hace Searles de su primer ejemplo clínico nos señala
que en el amor edípico sano subyace una paradoja esencial: tanto en la in-
fancia como en la transferencia-contratransferencia, el matrimonio anhelado
es considerado a la vez real e imaginario. Se lo cree posible, pero al mismo
6 En lo que sigue, el autor no reproduce ninguna oración completa en inglés, sino sólo
las siguientes frases y palabras aisladas: “while we were” (mientras nosotros estábamos),
“sitting in silence” (sentados en silencio), “away” (lejos), “was” (era), “when” (cuando),
“including my wife” (incluida mi esposa). (N. del T.)
332 | Thomas Ogden
Ese detalle final de que iban “a comprar muebles juntos” transmite agu-
damente el entusiasmo que provoca, no la excitación sexual, sino planear una
vida con la persona que uno ama. En el amor edípico, estos sueños –tanto del
hijo con su madre o padre, como del paciente con su analista, o viceversa– no
pueden concretarse con el objeto actual de amor: “Me colmaba el agudo per-
catamiento de que los deseos de este hombre, que llevaba internado catorce
años, eran total y trágicamente irrealizables” (pág. 185). En este segundo ejem-
plo de amor edípico por un hombre, el amor que siente por el paciente no
aterra a Searles, pero lo entristece. A esta altura de su artículo, me sorprende,
pero no me conmociona, que Searles trasladara en su auto a un paciente por
quien sentía amor y con quien tenía fantasías de casarse. Para usar la misma
palabra que Searles, su capacidad para reinventar el psicoanálisis con este pa-
ciente me “asombró” [amazed], pero no me conmovió ni me horrorizó (ver
Ogden, 2004, 2005). No sólo Searles creció emocionalmente en el curso de
los trabajos que nos ha presentado hasta ahora, sino que tal vez yo mismo,
como lector, haya madurado durante esta lectura.
A mi entender, el artículo de Searles tiene un punto culminante cuando,
hacia el final, habla de su experiencia como padre y marido. Citaré estos párrafos
en su totalidad porque ninguna paráfrasis o conjunto de fragmentos pueden
transmitir el efecto que crea el vigor de sus palabras, cuidadosamente elegidas:
padre que la conoce tan bien y desde hace tanto tiempo, y con quien está
ligada por lazos de sangre, razonaba yo ¿qué confianza en el poder de su
feminidad podrá tener cuando crezca y sea una joven mujer?
Tuve también la fuerte impresión de que los deseos edípicos de mi
hijo, a la sazón de once años, encontraban una respuesta singularmente
vivaz y sin reservas en mi esposa; y estoy igualmente convencido de que
su franca y profunda atracción mutua es buena para él y enriquecedora
para ella. Para mí tiene sentido afirmar que, cuanto más ama una mujer a
su marido, más amará, análogamente, a ese muchachito que, al menos en
un grado considerable, es la versión más joven del hombre a quien ella
adoró tanto como para casarse (págs. 185-86; el énfasis es mío).
en los propios padres; un impulso natural vela por que el hombre halague
a su pequeña y la madre favorezca al varón” (Freud, 1900, págs. 257-58, ci-
tado por Searles, 1959, pág. 186). Pero aun esta declaración del amor edípico
de un progenitor por un hijo no es más que una pálida versión de lo que,
en manos de Searles, es algo vibrante y vívido, que constituye gran parte de
la riqueza de la vida humana, tanto para los niños como para sus padres.
No obstante, el núcleo de la diferencia entre las concepciones freudiana
y searliana del complejo de Edipo no radica aquí. Para Freud (1910, 1921,
1923, 1924, 1925), la historia del complejo de Edipo sano es la de un deseo
sexual y un amor romántico triangular de un niño por uno de sus progeni-
tores, y la de los celos, rivalidad intensa y deseos de muerte que le provoca
el otro. Es la historia de la renuncia del niño, temerosa y culpógena, pro-
vocada por las amenazas de castración, a esos deseos sexuales y románticos,
así como la historia de la internalización de esos padres edípicos amenaza-
dores y punitivos en el proceso de formación del superyó.
Para Searles, en cambio, es la historia de la experiencia que tiene el niño
de un amor romántico y sexual recíproco con uno de sus progenitores (el
deseo de “casarse”, de tener un hogar y una familia con él). Cierto es que
hay rivalidad y celos hacia el otro progenitor, pero todo está mucho más
apaciguado que en la concepción freudiana de los deseos de muerte del niño
hacia éste. En la versión de Searles, la experiencia edípica del niño no cul-
mina con sus sentimientos destruidos por las amenazas de castración, con
sentimientos de culpa, renuncia obligada y vergüenza ante esos deseos se-
xuales y románticos que tiene que esconder. Por el contrario, el complejo
de Edipo sano es una historia de amor y de pérdida, de un amor romántico
recíproco entre el progenitor y el hijo, puesto a resguardo por el firme pero
compasivo reconocimiento, por parte de ambos padres, de sus roles como
tales y como pareja. Dicho reconocimiento ayuda al niño (y a los padres mis-
mos) a aceptar el hecho de que es preciso renunciar a esa relación amorosa:
Creo que también esta renuncia es, tanto para el niño como para el pro-
genitor, una experiencia mutua, generada por la aceptación y reconoci-
miento de una realidad limitativa mayor, una realidad que no sólo incluye
el tabú preservado por el progenitor rival, sino además el amor que el
progenitor edípicamente deseado tiene por su esposo o esposa –amor an-
terior al nacimiento del niño y al cual éste debe, en un sentido, su exis-
tencia– (pág. 188).
2. IDENTIFICACIÓN INCONSCIENTE
Hace muchos años que disfruto cuando debo lavar los platos, y más de
una vez tuve la sensación de que es una de las tareas en las que me siento
totalmente cómodo e idóneo. Siempre supuse que, al lavar platos, me
identificaba con mi madre, que cuando yo era niño lo hacía en forma de
rutina. No obstante, en los últimos años [...] se me ha dado pensar que
no sólo me identificaba con ella en la forma de lavar los platos, sino tam-
bién en el espíritu con que lo hacía. Antes no me había permitido consi-
derar la posibilidad de que también ella pudo haberse sentido crónica-
mente abrumada, sobrepasada más allá de sus fuerzas, a punto tal que esa
actividad de lavar platos era el aspecto de su vida que la hacía sentirse per-
fectamente idónea y capaz de actuar con soltura (pág. 224).
Nadie más que Searles pudo haber escrito este párrafo, en parte porque re-
vela un dominio exquisito del arte de penetrar en una experiencia consciente
aparentemente común. Él sabe, como pocos analistas lo han sabido, que sólo
hay una conciencia, y que el aspecto inconsciente de la conciencia no está
detrás o debajo de ella, sino en ella. Paradójicamente, aunque lo sabe en su
práctica y hace uso de ese saber en casi todos los ejemplos clínicos que pre-
senta, jamás ha examinado en sus escritos (hasta donde estoy enterado) esta
concepción de la conciencia. Por otra parte, en la primera oración del ar-
tículo de 1990, contradice expresamente esta idea sobre la relación entre la
experiencia consciente y la inconsciente, al afirmar que las identificaciones
inconscientes están “por debajo y por detrás” de las identificaciones cons-
cientes. Sin embargo, creo que esta concepción (y la correspondiente me-
340 | Thomas Ogden
3. SEARLES Y BION
CONTINENTE Y CONTENIDO
nálisis sin la idea de una mente inconsciente que, de algún modo, estaba se-
parada de (“debajo de”) la consciente. Las mentes consciente e inconsciente
de Bion no son entidades aisladas, sino dimensiones de una conciencia única.
La separación aparente entre ambas es, según Bion (1962), un mero artificio
creado por la perspectiva desde la cual observamos y pensamos la experiencia
humana. En otras palabras, lo consciente y lo inconsciente son aspectos de
una entidad única vista desde distintos vértices (ver Ogden, 2004). Lo in-
consciente es siempre una dimensión de la conciencia, ya sea que se lo pueda
percibir fácilmente o no, así como las estrellas están siempre en el firma-
mento, ya sea que las oculte o no el brillo del sol.
Bion (1962) desarrolló su concepto de “ensueño” (reverie) –un estado de
receptividad ante la experiencia consciente/inconsciente propia y del pa-
ciente– al mismo tiempo que Searles hizo sus primeras descripciones (escritas
en las décadas de 1950 y 1960) de su labor con esquizofrénicos crónicos,
donde recurrió a un estado mental que desdibuja la diferenciación entre los
aspectos consciente e inconsciente de la experiencia. Es imposible decir hasta
qué punto influyó Searles en Bion o Bion en Searles. Searles sólo hizo refe-
rencia a los trabajos relativamente iniciales de Bion sobre la identificación
proyectiva; Bion no lo menciona en absoluto en toda su obra. Sin embargo,
espero haber demostrado que la obra de Searles se enriquece conceptual-
mente cuando se conoce la de Bion, así como la de este último cobra mayor
vividez experiencial cuando se está familiarizado con la de Searles.
RESUMEN
Mediante una lectura detenida de dos artículos de Searles, “El amor edípico
en la contratransferencia” (1959) e “Identificación inconsciente” (1990), el
autor explora no sólo qué piensa Searles sino la manera en que piensa y la
forma en que trabaja dentro del contexto analítico. Searles aplica una forma
de respuesta emocional sensible a la transferencia-constratransferencia que
supone una continuidad fluida de receptividad y de pensamiento consciente
e inconsciente. Sus descripciones, inexorablemente sinceras, sobre los pro-
cesos concernientes a la transferencia-contratransferencia parecen generar
en sí mismas una teoría clínica original; por ejemplo, implican una recon-
ceptualízacíón de lo que significa el análisis exitoso del complejo edípico.
Searles expone su propia forma característica de pensamiento e interpreta-
ción analíticos, que el autor describe como “volver externa la experiencia
interna” como quien da vuelta un guante. En cada uno de sus ejemplos clí-
344 | Thomas Ogden
SUMMARY
Reading Harold Searles
RESUMO
Lendo a Harold Searles
A partir de uma leitura detalhada de dois artigos de Searles, “O amor edípico na con-
tratransferência” (1959) e “Identificação inconsciente” (1990), o autor explora não
só o que pensa Searles, mas também a maneira como pensa e a forma em que trabalha
dentro do contexto analítico. Searles aplica uma forma de resposta emocional sensível
à transferência-contratransferência que pressupõe uma continuidade fluida de re-
ceptividade e de pensamento consciente e inconsciente. Suas descrições, inexoravel-
mente sinceras, sobre os processos inerentes à transferência-contratransferência pa-
recem gerar em si mesmas uma teoria clínica original; por exemplo, implicam uma
reconceitualízação do que significa uma análise bem sucedida sobre o complexo edí-
pico. Searles expõe a sua própria forma característica de pensamento e interpretação
analítica, que o autor descreve como “tornar externa a experiência interna”, algo pa-
recido com virar pelo avesso uma luva. Em cada um de seus exemplos clínicos trans-
forma o que havia sido o contexto emocional invisível e que não pode ser descrito
sobre a experiência do paciente, em um conteúdo psicológico verbalmente simbo-
lizado que se transforma em algo que pode ser pensando e do qual é possível falar.
No final do seu artigo, o autor examina uma importante (e inesperada para ele) com-
plementaridade entre a obra de Searles e a de Bion. A obra de Searles dá uma forma
clínica e vitalidade às construções, muitas vezes teóricas e abstratas de Bion, como
por exemplo, o conceito continente-conteúdo, a necessidade humana da verdade, e
a relação entre a experiência consciente e inconsciente. Ao contrário, Bion situa a
obra de Searles dentro de um contexto teórico mais amplo.
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* Haydée Faimberg
INTRODUCCIÓN
1 Publicado en The Psychoanalytic Quarterly Vol. LXXVI, 2007 Nº 4, 1221 – 1240. Société
Psychanalytique de Paris. Este trabajo fue presentado el 6 de mayo de 2006 como tributo
a Sigmund Freud en un congreso internacional realizado en Praga, República Checa, para
conmemorar el 150º aniversario de su nacimiento. La autora agradece a tres comentaristas
anónimos de The Psychoanalytic Quarterly su atenta revisión y sus sugerencias relativas a una
versión anterior de este artículo.
* h.faimberg@orange.fr / Francia.
348 | Haydée Faimberg
ahora. Mediante el examen a fondo de una viñeta tomada de este caso clí-
nico, confío mostrar que esa conceptualización más amplia del concepto
no sólo es pertinente sino que además es fiel a la idea original que tenía
Freud sobre la temporalidad psíquica.
Mi alegato en favor de la ampliación de este concepto surge de mi propia
experiencia clínica.2 También la he aplicado al reexaminar las comunicacio-
nes de Winnicott (1974) sobre su labor clínica. Aquí volveré a una tesis mía
anterior (que, por lo que sé, nadie formuló antes) según la cual el “temor al
derrumbe” de Winnicott (1974) es paradigmático de este concepto ampliado
de Nachträglichkeit (Ver Faimberg, 1998).
La conceptualización más amplia que postulo desempeña un importante
papel en la asignación retroactiva de un nuevo sentido (por lo común, mer-
ced a una interpretación) –o incluso a la asignación de un sentido por primera
vez (por lo común, merced a una construcción) – a lo que el analizando dice
y a lo que no puede decir. De este modo, en su significado amplio, la Nach-
träglichkeit es una operación propia de la situación clínica en el proceso psi-
coanalítico, gracias a la cual es posible explorar y comprender de qué manera
el psicoanálisis produce el cambio psíquico. Se muestra así en primer plano
la eficacia del psicoanálisis.
¿En qué momento del proceso psicoanalítico entra en acción la Nachträ-
glichkeit? Lo hace en la situación clínica, foco del presente ensayo. O sea,
siempre tiene lugar en el presente de la sesión y da valor retroactivo a una
experiencia anterior. Ambos momentos temporales están ligados por una
relación de sentido.
2 En otro lugar (Faimberg, 2005) he ofrecido más detalles sobre mi manera de trabajar
en la clínica. Allí mostré cómo se articula el après-coup con la escucha de la escucha del
paciente, la reconstrucción de las identificaciones narcisistas inconscientes enajenadas
en las que se superponen tres generaciones, y otros temas.
3 Para comprender cabalmente cómo genera cambios estructurales, este concepto debe
integrarse a otros conceptos psicoanalíticos. Esta integración merece, en sí misma, que
se le dedique un ensayo. Expuse mis opiniones al respecto en Faimberg (2005).
está hoy bajo la compulsión de no poder ir sola a una tienda. Como funda-
mento, [dio] un recuerdo de cuando tenía doce años (poco después de la pu-
bertad). Fue a una tienda a comprar algo, vio a los dos empleados (de uno
de los cuales guarda memoria) reírse entre ellos, y salió corriendo presa de
algún afecto de terror. Sobre esto se despiertan unos pensamientos: que esos
dos se reían de su vestido, y que uno le había gustado sexualmente. [...] La
exploración ulterior descubre un segundo recuerdo [...]. Siendo una niña de
ocho años, fue por dos veces a la tienda de un pastelero para comprar go-
losinas, y este caballero le pellizcó los genitales a través del vestido. No obs-
tante la primera experiencia, acudió allí una segunda vez. Luego de la se-
gunda, no fue más. Ahora bien, se reprocha haber ido por segunda vez, como
si de ese modo hubiera querido provocar el atentado. De hecho, cabe re-
conducir a esta vivencia un estado de “mala conciencia oprimente” (p. 400-
1, el subrayado está en el original).
Aquí Freud aún veía la sexualidad como algo que le sobrevenía al individuo
desde afuera y constituía una primera escena. A esa altura –es decir, en la época
de su teoría sobre la “proton pseudos histérica”– no pensaba que hubiera sexualidad
en el niño; en cierto sentido, consideraba que éste era “inocente”.8 9 Freud en-
tiende que la segunda instancia de este episodio, la segunda escena, tiene que
ver con la pubertad, a la que Emma sentía como algo ajeno a ella. En cierta
forma, el “desprendimiento sexual” (según las palabras de Freud) que el hecho
despierta en ella también le provoca displacer; y atribuye este displacer al re-
cuerdo del primer suceso, de la primera escena, cuando dicho desprendimiento
sexual no era posible. La conclusión de Freud es la siguiente:
8 Uno o dos años más tarde modificaría su manera de pensar, al postular su teoría de la
sexualidad infantil. Ver la nota al pie de Strachey en Freud (1895, 403, n. 21].
9 En mi opinión, cuando Ferenczi (1932) habla de la “confusión de lenguas” (o sea, la
confusión entre la sexualidad del adulto y la búsqueda de afecto del niño), se refiere a
esta teoría, aunque sólo en cierto sentido. Al igual que Ferenczi, Laplanche y Pontalis
(1964) avalan la teoría freudiana de la seducción, a la que no juzgan incompatible con
el concepto de realidad psíquica inconsciente, y proponen conservar ambas formula-
ciones. Como sabemos, Freud creó el concepto de realidad psíquica inconsciente una
vez que hubo abandonado su teoría de la “proton pseudos histérica”. Ver Freud (1895).
man un dejà la (ya allí), lo cual es algo que queda excluido de la psique pero
permanece en su interior. Lo esencial aquí es que la segunda etapa, que su-
cede en un momento cronológicamente distinto, da sentido retroactivo a
lo que ya estaba allí. Eso que “ya estaba allí” es lo que Freud denominaba
las “reminiscencias que padece el histérico” (Freud y Breuer, 1895, p. 33].
Como señalaron con acierto Laplance y Pontalis (1967), sin ese “ya allí”, el
mecanismo de la Nachträglichkeit no sería diferente del concepto de Jung
sobre la fantasía del adulto atribuida en forma retroactiva a un momento de
su niñez. El concepto junguiano de fantasía retroactiva (Zuruck-phantasieren)
desconoce el descubrimiento de la sexualidad infantil, que como sabemos
fue decisivo en la teoría de Freud.
Resumiendo: en el funcionamiento de la Nachträglichkeit hay una etapa
que llamo anticipatoria (la etapa del “ya allí”) y una etapa de asignación de
un sentido retroactivo. Ambas etapas son necesarias y cuando me refiero a
la Nachträglichkeit las tengo presentes a ambas. Volveremos a encontrar esta
estructura en el concepto ampliado de Nachträglichkeit que deseo proponer.
10 Modell adopta este concepto, y señala lo siguiente: “La profunda intelección de Freud
según la cual la memoria se retranscribe de acuerdo con la experiencia posterior ha sido
confirmada en un ámbito imprevisto. Gerald Edelman, que recibió el Premio Nobel por
sus trabajos sobre inmunología, ha vuelto su atención a las neurociencias y ha propuesto
una teoría revolucionaria de la memoria basándose en avances recientes en dicho campo.
Según él, la memoria no es un registro del sistema nervioso central de carácter isomórfico
con la experiencia del pasado, sino una recategorización de la experiencia” (pág. 16).
352 | Haydée Faimberg
que a mi entender dar un sentido retroactivo por primera vez no es, por
definición, una “retranscripción” (como le dice Freud a Fliess). Vengo
utilizando, pues, el concepto de la Nachträglichkeit con un significado más
amplio que el que le dio Freud. Creo, empero, que este sentido ampliado
es congruente con la idea que tenía Freud de la temporalidad y de la cons-
trucción, según he examinado en otro lugar (Faimberg y Corel, 1989), y
según confío en demostrar en este trabajo para el caso de Kardiner, ana-
lizado por Freud.
En lo que sigue, repasaré algunos aspectos de la labor clínica de Freud y de
Winnicott a la luz de la noción ampliada de la Nachträglichkeit que propongo.
Recordemos las dos etapas que es necesario transitar para que este sea
un proceso de Nachträglichkeit. La primera, que llamé “anticipatoria” (la del
“ya allí”), es en este caso el rostro imperturbable de la madre. No se trata
de una representación (Vorstellung) que pudiera retranscribirse en otra, como
en la formulación inicial de Freud a Fliess, sino de una presentación (Dars-
tellung). La segunda etapa es aquí el primer sentido retroactivo, la primera
representación (Vorstellung) que le da Freud. Si tomáramos la Nachträglichkeit
en su versión original de 1896, no podríamos apreciar su característica esen-
cial de dividirse en dos etapas. Por otra parte, estos dos momentos tempo-
rales están unidos por una relación de sentido (Faimberg, 1993, 1998; Faim-
berg y Corel, 1989; Neyraut, 1997).
¿A partir de qué momento en el tiempo cobra efecto la Nachträglichkeit
en el proceso psicoanalítico? Como vimos en el análisis de Kardiner, en la
situación clínica siempre cobra efecto en el presente de la sesión, y desde
ahí confiere sentido retroactivo a la experiencia previa. La segunda etapa –
ejemplificada aquí por la construcción de Freud – ocurre en el presente de
la sesión y da sentido retroactivo a la primera etapa: a lo que “ya estaba allí”,
el rostro imperturbable de la madre. Ese carácter “imperturbable” es la re-
lación de sentido que le permite a Freud proponer su construcción. (Seña-
lemos al pasar la sensibilidad de Freud ante lo dicho por Kardiner, que se
expresa en el estilo de su construcción).
Repasemos brevemente la secuencia con el fin de descubrir esa relación de
sentido sobre la que Freud basa su construcción, a la luz de mi concepto del
après-coup ampliado. Kardiner sueña con una máscara; sus asociaciones lo llevan
a descubrir un sueño recurrente y su fobia infantil a las máscaras. “¿Qué había
en la máscara que lo aterrara tanto?”, le pregunta Freud. Kardiner responde:
“su inmovilidad facial, su falta de expresión, el hecho de que no se sonriera ni
se riera, de que estuviese inmóvil”, y luego asocia con el sueño recurrente, en
el cual “me veía a mí mismo en el espejo, y el rostro no reflejaba mi expresión
emocional; o sea, yo podía sonreír o fruncir el ceño, pero en el espejo la expre-
sión no cambiaba”. Kardiner nos transmite que en el sueño hay una distancia
entre los diversos afectos que él exhibe y el rostro imperturbable del espejo.
En la obra de Winnicott encontramos apoyo para esta manera de ver esa
sesión. Refiriéndose al estadio del espejo, de Lacan, Winnicott (1967) dice
lo siguiente: el espejo son los ojos de la madre, que reflejan la forma en la
que ella ve al niño. En el caso que examinamos, el espejo muestra que los
ojos de la madre reflejan que ella ya no ve a su hijo: se vuelve aún más com-
prensible, entonces, la inferencia de Freud de que estaba muerta. Puede de-
cirse que la muerte de la madre existe como tal por primera vez (en la psique
de Kardiner) después de la construcción de Freud, después de que ha ope-
rado el proceso de la Nachträglichkeit.
358 | Haydée Faimberg
15 En este trabajo, considero equivalentes estos cuatro términos o frases: huellas, “ya allí”,
algo excluido de la psique, y presentación (Darstellung). También son para mí equiva-
lentes representación (Vorstellung) y retranscripción. Nuevos estudios podrían examinar
cómo se articulan estos conceptos a la luz de los problemas que plantea el relato del
análisis de Kardiner. Por ejemplo, la presentación del rostro imperturbable de la madre
muerta parece haber sido transcripta en otras representaciones: la máscara del sueño
que precedió a la sesión, y antes aún en las máscaras y figuras de cera temidas en la niñez,
así como en la propia expresión facial imperturbable del analizando cuando se mira en
el espejo en su sueño infantil recurrente.
PROBLEMAS DE TRADUCCIÓN
16 Dice Laplanche que la traducción deferred action es correcta en algunos casos. Para exa-
minar los diferentes sentidos de la palabra en la obra de Freud, consúltese Laplanche
(1998) y Green (2000, 2002).
17 Para evitar esta significación de lo “diferido”, Thoma y Cheshire (1991) propusieron re-
trospective attribution [“atribución retrospectiva”] y Laplanche, afterwardsness [nota de haydee
faimberg: aunque se que suena muy raro Laplanche escribe, es seguro, afterwardsness].
360 | Haydée Faimberg
CONCLUSIONES PROVISIONALES
Podríamos preguntarnos si las ideas expuestas en este artículo son teórica-
mente esenciales para comprender lo que los psicoanalistas ya hacen, o si es-
taría más cerca del propósito de este trabajo afirmar que, al tomar en consi-
deración tales ideas, sobreviene un cambio en nuestra escucha psicoanalítica.
Esto nos lleva a esta interesante pregunta: ¿cómo trabajaban los psicoa-
nalistas antes de que se crearan determinados conceptos? Refiriéndose a cier-
tas ideas introducidas poco tiempo atrás, Glover (1931) manifestaba: “Cuando
suceden tales avances, es probable que nos preguntemos: ‘¿Qué sucedía en
nuestros casos clínicos antes de que nosotros estuviéramos en condiciones de
aprovechar estos nuevos conocimientos?’” (pág. 397; el subrayado es mío).
Yo diría que si las ideas que aquí he expuesto le resultan significativas a
un analista, es porque se refieren a algo que éste ya hace como tal. Además,
pueden conferir un nuevo sentido a los problemas de los que se ocupa o ayu-
darlo a resolver nuevos problemas. Al mismo tiempo, esta perspectiva puede
sugerirle formas innovadoras de escuchar al paciente y, de ese modo, generar
cambios cualitativos en algunos análisis. Es interesante especular sobre la
forma en que se leerá este artículo a la luz de diferentes experiencias psico-
analíticas y la clase de preguntas a las que puede dar lugar. En lo que a mí
respecta, el concepto ampliado de la Nachträglichkeit está en el centro mismo
de mi pensamiento y de mi escucha psicoanalíticos.18
Se presenta este interrogante: la presente perspectiva, ¿aumentará el interés
por las construcciones en el análisis? Strachey (1934), Loewald (1960) y mu-
chos otros analistas han abordado el tema de qué es lo que cambia en la tarea
psicoanalítica. Aquí solo me he ocupado de una dimensión de este problema:
la temporalidad psíquica y el concepto ampliado de la Nachträglichkeit.
Llegamos así a lo que considero una de las conclusiones provisionales de
este trabajo, abierta a futuras indagaciones. Según confío en haber transmi-
tido, el concepto más amplio de la Nachträglichkeit que he propuesto cumple
un importante papel en el proceso de asignar nuevo sentido, retroactivamente
(en general, mediante las interpretaciones) – e incluso en el proceso de asig-
narlo por vez primera (en general, mediante las construcciones) – a lo que
el analizando dice y a lo que no puede decir. En este sentido amplio, la Nach-
träglichkeit actúa en la situación clínica, en el proceso psicoanalítico, y nos
da un marco conceptual vinculado con la temporalidad psíquica inconsciente
para explorar y comprender cómo produce el psicoanálisis el cambio psíquico.
Lo que está en juego es nada menos que la eficacia del psicoanálisis.
Traducción de Leandro Wolfson
RESUMEN
SUMMARY
A plea for a broader concept of Nachträglichkeit
RESUMO
Argumento a favor da ampliação do conceito de Nachträglichkeit
Bibliografía
* Fernando Urribarri
* zonaerogena@yahoo.com / Argentina
366 | Fernando Urribarri
2 “Pasión clínica” es una expresión referida a André Green que debo a J-B.Pontalís (2009,
Comunicación Personal)
368 | Fernando Urribarri
A comienzos de los años ochenta una serie de artículos, que serán reunidos
en Narcisismo de vida, narcisismo de muerte (1983) y en De locuras privadas
El “giro del año 2000” está marcado por el reconocimiento de la crisis del
psicoanálisis y el proyecto de un nuevo paradigma. Sin desconocer sus as-
pectos externos (sociales, etc.) desde el punto de vista específico de la historia
del psicoanálisis la crisis es definida como crisis de los modelos (y los mo-
vimientos) post-freudianos a causa de su dogmatismo intelectual, su reduc-
cionismo teórico, su esquematismo técnico y sus impasses frente a los des-
afíos de la clínica actual.
André Green señala que la crisis del psicoanálisis post-freudiano es una
crisis “melancólica”: tiene la marca del duelo interminable por la muerte de
Freud. De manera sintomática, cada autor post-freudiano importante ha
querido remplazarlo como figura principal, cada movimiento militante ha
buscado revivir la situación originaria de los pioneros y del padre fundador.
La psicología del yo, la psicología del self, los movimientos kleinianos y la-
canianos han repetido el mismo proceso que consiste en instituir su propio
modelo reduccionista, en convertirlo en dogma, en generalizar una técnica
particular e idealizar un jefe de escuela.
El proyecto contemporáneo, según Green, aspira a superar esta dinámica
repetitiva. En lugar de un “discurso” o de un “sistema” greeniano, en lugar
de un nuevo ideolecto, apunta a construir una nueva matriz disciplinaria,
una articulación de ciertas preguntas y ciertas ideas directrices para orientar
un programa de investigación que reconozca y aborde los desafíos específicos
de la etapa actual. Una de las claves del movimiento contemporáneo que lo
diferencia de sus predecesores es la construcción de una posición histórica
(e historizante) de filiación pluralista con Freud. Postula como fundamento
epistemológico el distanciamiento ineludible y potencialmente fecundo con
el padre fundador y su Obra. Sostiene que toda relación con ésta está irre-
mediablemente mediada por el recorte y las opciones de cada corriente. Es
desde esta perspectiva que es ahora posible distinguir en la historia del psi-
coanálisis tres grandes etapas y movimientos a los que corresponden tres
tipos de modelos teórico-clínicos (esbozados en 1975): freudianos, post-
freudianos y contemporáneos.
En una aproximación sintética, podemos considerar que la matriz disci-
plinaria contemporánea se funda sobre cuatro ejes. El primero es una lectura
contemporánea de Freud, “crítica, histórica y problemática” (Laplanche,
1986), que vuelve a situar la metapsicología y el método freudianos como
fundamentos del psicoanálisis. El segundo propone una síntesis crítica y cre-
ativa de las principales contribuciones post-freudianas, así como una aper-
tura al diálogo pluralista con las diversas corrientes actuales. El tercero co-
rresponde a una ampliación de los límites de la analizabilidad, a una
372 | Fernando Urribarri
EL TIEMPO FRAGMENTADO:
LA COMPULSIÓN DE REPETICIÓN Y EL ASESINATO DEL TIEMPO
3 Al leer este párrafo del Post-facio André Green me propuso insertar la siguiente indi-
cación: “El concepto esencial es el de transformación”.
376 | Fernando Urribarri
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(2001) Entrevistas con Ferando Urribarri, preparatorias del libro “Ideas directrices
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Un extracto ha sido traducido en la Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 2009, Nº3.
* Luis Hornstein
* luishornstein@gmail.com / Argentina
396 | Luis Hornstein
1 ¿Existe la pureza? En sentido material puro es lo limpio, lo que no tiene mancha. El agua
pura es agua sin mezcla, un agua que sólo es agua y, por lo tanto, es un agua muerta, lo cual
dice mucho sobre la vida y sobre una cierta nostalgia de la pureza. La pureza es imposible:
sólo podemos elegir entre diferentes tipos de impurezas, y a esto se lo llama higiene. La
pureza esta del lado de la muerte o de la nada. El agua es pura cuando no tiene gérmenes,
ni sales minerales. Es, por lo tanto un agua que sólo existe en nuestros laboratorios.
2 Para dilucidar estas vicisitudes deberíamos asimilar lo que los historiadores llaman es-
tudio de las mentalidades. Una mentalidad no es sólo el hecho de que varios individuos
piensen lo mismo: este pensamiento, en cada uno de ellos, está de diversas formas, mar-
cado por el hecho de que los demás lo piensen también. “No se trata de un problema
de historia de las ideas, sino de sociología de la creencia” (Veyne, 1974, p. 91).
398 | Luis Hornstein
3 “No soy un aficionado, sino un profesional, entendiendo por esto que mi profesión me
da de comer. Por tanto, pertenezco a un gremio que tiene sus rituales, su jerarquía y su
pequeño terrorismo interno. Mis más estrechas relaciones se establecen con mis colegas,
con los maestros, con los compañeros que me ayudan y con los aprendices a los que enseño.
Hablamos entre nosotros de nuestras prácticas, en nuestro lenguaje de estudio. Intercam-
biamos, como es debido, el resultado de nuestras investigaciones, al contar detalladamente
las recetas que utilizamos y el camino que seguimos. Este comercio nos hace más eficaces
y, por otra parte, es agradable. Sin embargo, estoy convencido de que nuestra profesión
pierde su sentido si se repliega sobre sí misma. Creo que la historia no debe ser consumida
principalmente por los que la producen. Si las instituciones en las que se asienta nuestra
profesión parecen estar hoy en día en tan mala situación, ¿no será por ese mismo repliegue,
por haberse separado tanto del mundo?” (Duby, G. 1980, p. 38).
4 En el lenguaje corriente ilusión quiere decir muchas cosas: creencia, fantasía, proyecto,
etc. Acá tratamos de darle un significado preciso. Lo primero será separarla de la noción
de error. Los errores saltan a la vista. Las ilusiones falsas no. El error es una carencia
(de conocimiento). La ilusión, un exceso de creencia, de imaginación. Hacerse ilusiones
es tomar los propios deseos por la realidad. Puedo equivocarme sin que sea en función
de mis deseos (entonces se trata de un error, no de una ilusión). La ilusión, aunque
pueda ser falsa, y aunque lo sea la mayoría de las veces, no es error. Es una creencia:
“Llamamos ilusión a una creencia cuando en su motivación esfuerza sobre todo el cumplimiento
de deseo” (Freud, 1927, p. 31). Parafraseando a Althusser: Sólo una concepción ideológica
de la sociedad ha podido imaginar sociedades sin ideologías, sólo una concepción ilusoria de
la humanidad ha podido imaginar una humanidad sin ilusiones.
400 | Luis Hornstein
hijo del padre —dar un hijo a un padre —y al ser madre, anhelar que su hijo
se convierta en padre o madre.
La madre es portavoz. Comenta al conjunto de las manifestaciones del
niño, así como es portavoz de un orden histórico-social. La ilusión de una
concordancia perfecta – entre lo que la madre cree que el niño piensa y lo
que éste piensa – se rompe cuando el niño habla.
El discurso materno anticipa. Transforma en formulable parte de lo in-
decible de lo originario. Lo originario y primario incorpora materiales que
han sido metabolizados por la psique materna. Alucinar el pecho es procesar
lo que amamantar significa para la madre.
La sombra hablada condensa enunciados que testimonian el anhelo ma-
ternal concerniente al niño. Ilustra lo verbalizable de lo que el niño repre-
senta para el deseo inconsciente. A esa sombra hablada se dirigirá su discurso
(Aulagnier, 1985).
La mirada materna está marcada por su relación con el padre del niño,
por su historia infantil, por su represión, por su cuerpo. Antes de devenir
el yo, ya el bebé propone al investimiento de la madre su cuerpo. Su realidad
corporal marca un límite a la omnipotencia materna y la hacen dudar. No.
No conoce todas sus necesidades, no puede adivinar siempre lo que él espera.
Convicción que habrá sido esa ilusión necesaria, sin embargo, para que ella
pueda anticipar al yo que habitará ese cuerpo. Ese “yo anticipado” al que
se dirige el discurso materno, inscribe al niño en un orden temporal y sim-
bólico (Aulagnier, 1985).
El “deseo de hijo” es heredero de un pasado, pero apuntando a un futuro
que ningún hijo real puede saturar. Distancia deseable entre el “deseo de
hijo” y del deseo por este hijo. La madre otorga deseo pero se niega a ser
donante del objeto.
La madre es única, pero el niño no lo es para la madre. Si bien es inves-
timiento privilegiado, no es exclusivo, ya que ella mantiene otras relaciones,
su interés por otras actividades y su investimiento narcisista. El niño no
puede repartir sus investimientos. La madre los acapara, excepto ese que él
destina a su propio cuerpo. Observemos una madre con su recién nacido.
¡Qué avidez la del bebé! En él sólo hay necesidad imperiosa. En ella apenas
se nota, hasta tal punto está transfigurada por la ternura. El niño toma; la
madre da. En él está el placer corporal; en ella, la alegría.
La madre imagina por anticipado para su hijo un proyecto que lo ubica
como padre o madre futuro. El niño hereda, entre otras, dos relaciones li-
bidinales: la de la madre con su propio padre y la que vive con aquél al que
le dio un hijo. El padre es el primer representante del “discurso del con-
junto”. Es un referente que garantiza que el discurso materno con sus an-
helos, sus exigencias, sus prohibiciones sean acordes a lo socio-histórico.
404 | Luis Hornstein
LA TÓPICA
TRAYECTO IDENTIFICATORIO
LA TRAMA PULSIONAL
LO HISTÓRICO SOCIAL
Bibliografía
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Análisis, pulsión y uso de objeto en
D.W. Winnicott
* Julieta Bareiro
* jumba75@hotmail.com / Argentina
416 | Julieta Bareiro
1. LA PULSIÓN EN WINNICOTT
“En las primerísimas fases del desarrollo de un niño, por tanto, la fun-
cionalidad del ego debe ser tomada en calidad de concepto inseparable
del de la existencia de la criatura en tanto que persona. Podemos hacer
caso omiso de la vida instintiva que pueda haber aparte de la funcionalidad
del ego, ya que la criatura todavía no es una entidad que viva unas expe-
riencias. No hay id alguno antes del ego” (1965 p. 65).
1 Sin embargo existe un problema terminológico: la traducción de trieb por instinct o drive.
Levin de Said establece que Winnicott “denomina instinto (instinct) a las poderosas mo-
ciones biológicas (drive) que van y vienen en la vida del bebé y del niño y que demandan
una acción. No obstante, no considera necesaria una clasificación del instinto. Sí le im-
porta “la elaboración imaginativa del funcionamiento corporal”, concepto intrínseca-
mente ligado con el de “ausencia”. Dicha idea posee imágenes cercanas al concepto de
trabajo de la pulsión de Freud como exigencia de trabajo” (2004, p. 90).
Sin embargo también reconoce que esta fuerza está al comienzo de la exis-
tencia del bebé, incluso en la misma gestación2. Se trata de una energía que
va desde la musculatura hasta caminos cada vez más sofisticados, como la
creación de objetos. Al comienzo:
“rehúsa hacer comenzar las cosas por el Ello. Para él la idea de una ins-
tancia impersonal, de una pulsionalidad anónima (y no sólo descentrali-
zada), es totalmente incompatible con la idea de experiencia que, como
tal, no puede ser sino un índice de subjetividad-subjetivación. Debería
haber introducido allí, entonces, su propio término de self. En lugar de
eso, vuelve la segunda tópica contra sí misma, enfatizando que sin Yo no
hay experiencia, y que el Ello es relativo a este Yo” (2009, p. 230).
“No es dable enunciar esta unidad mocional, sin hacer referencia al am-
biente. La moción es potencialmente destructiva, pero que lo sea o no
dependerá del objeto: ¿el objeto sobrevive; o sea, conserva su carácter, o
reacciona? (…) En este grado extremo de provisión ambiental, el bebé
prosigue siguiendo una pauta de desarrollo de su agresividad personal,
que sirve de telón de fondo a una continua fantasía (inconsciente) de des-
trucción” (Winnicott, 1989, p. 292).
10 Rodulfo afirma que “de no manifestarse alguien que oponga resistencia a la manipula-
ción, alguien que no se deje tratar de cabo a rabo como objeto –o como Winnicott llama
objeto subjetivo –aquel hallará muy dificultadas las cosas. Es imprescindible que algo
del otro en el otro se comporte como distinto. De nuevo paradójicamente esto debe
darse en la experiencia de fusión. La diferencia debe ser creada en el seno de ella, no
se la puede encontrar como un dato de la realidad, ya que la realidad puede ser por
entero colapsada fantasmáticamente” (2009, p. 152-153).
422 | Julieta Bareiro
“En el curso del tiempo el niño pone su conducta destructiva bajo control
y utiliza su agresividad, que tanta espontaneidad y fuerza vital conlleva,
no sólo al servicio del odio (y en consecuencia al amor, que es el otro lado
de la medalla), ni sólo contra lo que verdaderamente amenaza desde el
exterior, sino también para realizar sus propósitos y metas en la vida y
para conservar un sentimiento de realidad. Entretanto es la pauta de des-
arrollo de la agresividad personal que proporciona el fondo de una con-
tinuada fantasía inconsciente de destrucción la que guía el crecimiento
por uso de objetos” (1981, p. 91).
Sobre este tema el aporte del Grupo canadiense de estudios sobre Win-
nicott dirigido por Melded-Posner y colaboradores es el siguiente:
Ahora bien, lo que se puede establecer es la relación que existe entre la agre-
sividad primaria, la alteridad y la constitución de los objetos. Es posible hallar
la misma correspondencia en el modo en que Winnicott entiende su clínica.
En efecto, el modelo de análisis y de todos aquellos elementos que le
pertenezcan están inspirados en esas primeras vivencias del lactante y su
entorno. El camino que el niño hace hacia el desarrollo de su propia sub-
jetividad es semejante a lo que se pone en juego en el encuadre analítico.
La problemática que todo paciente lleva a su tratamiento implica de alguna
manera cuestiones referidas a la propia existencia. Winnicott entendía que
del paciente; y objeto de uso, a las habilidades del analista. Ambos términos
no son idénticos, pero sí familiares: pertenecen a una lógica analítica donde
las dos partes asumen desafíos inherentes a sus propios roles12.
Esta idea resulta fecunda en la medida en que habría un momento, o mo-
mentos, donde la cuestión del uso denotaría cierta habilitación al trabajo te-
rapéutico. En efecto, todo análisis presentaría, bajo transferencia, experien-
cias donde se ponen en juego la agresividad, la alteridad y la tolerancia del
ambiente. La suma de estos factores se conjuga en el problema de la exis-
tencia mediante la destructividad potencial. Sin embargo, Winnicott percibe
que el desafío es inherente a todo tratamiento y resulta un reto que todo
analista debe tanto propiciar como resolver.
Si esto es posible, algo de la alteridad se pone en juego y, entonces sí, la
agresividad puede encontrar un curso creativo y el analista puede ubicarse
como objeto de uso en transferencia. El usar y sus consecuencias señalan
tanto un cambio en el horizonte del análisis, como de su progreso y fin.
Estos momentos estarían enfatizados por la apuesta, por decirlo así, del ana-
lista a ser usado13. Winnicott explica que usar significa hasta gastarlo (1989,
p. 279), frase que adquiere sentido en términos transferenciales. Esta idea
sugiere cierta pérdida de la significatividad de la figura del analista a lo largo
del tratamiento y, a su vez, la emergencia de la “capacidad de jugar a solas,
en presencia de alguien”, por parte del paciente. Que el analista se desgaste
como objeto, indica cierta decadencia de su valor, lo que sugeriría una di-
rección hacia un fin del análisis, en la medida que el paciente va “soltando”
esa dependencia al ambiente terapéutico. Vale recordar que, para este autor,
“el vivir mismo es la terapia que tiene sentido” (Winnicott, 1971, p. 119).
4. CONCLUSIONES
12 “¿No ocurre acaso que antes del pasaje hacia el uso, el paciente (sujeto) protege al analista
(objeto) de ser usado? En el caso extremo, el sujeto queda con un objeto ideal, o con
un objeto idealizado, perfecto e inalcanzable” (Winnicott, 1989, p. 280).
13 “Y quizás el mayor cumplido que puede hacérsenos es que somos a la vez encontrados
y usados” (Winnicott, 1989, p. 279).
RESUMEN
El presente trabajo tiene por propósito articular una serie de conceptos y fenómenos
propios de la clínica psicoanalítica, tales como análisis, pulsión, y uso de objeto. Y
particularmente, como éstos se articulan en el psicoanálisis desarrollado por D.W.
Winnicott. Justamente, a la hora de definir la agresividad y la cuestión del uso en
la praxis, el autor inglés nos propone una novedosa manera de comprender la clínica
y teorizar la pulsión freudiana.
SUMMARY
Analysis, drive and use of the object in D.W. Winnicott
The purpose of this paper is to articulate a set of concepts and phenomena in clinical
psychoanalysis, such as analysis, drive, and use of the object. And particularly, how
these concepts are articulated on D. W. Winnicott s psychoanalysis develop. Pre-
cisely defining the aggressiveness and the issue of use in practice, the English author
proposes a new way to understand the clinical and Freudian instincts theorizing
RESUMO
Análise, pulsão e uso do objeto em D.W. Winnicott
O presente trabalho tem como objetivo articular uma série de conceitos e fenômenos
próprios da clínica psicanalítica, tais como análise, pulsão e uso do objeto. E, especial-
mente, como estes se articulam na psicanálise desenvolvida por D.W. Winnicott. Jus-
tamente, na hora de definir a agressividade e a questão do uso na práxis, o autor inglês
nos propõe uma nova maneira de compreender a clínica e teorizar a pulsão freudiana.
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* Marcelo N. Viñar
PRÓLOGO
* marvin@belvil.net / Uruguay
428 | Marcelo N. Viñar
“Hay entre la pura estupidez y la más grande inteligencia, una cierta afinidad,
en el sentido de que ambas no buscan más que lo real absoluto.”
Schiller, citado por Marcuss en Eros y Civilización.
1 “Ocurre con más frecuencia de lo que decimos que elijamos hablar menos de lo que sabemos
que de eso que nos gustaría saber.” (La traducción me pertenece)
430 | Marcelo N. Viñar
El dilema es freudiano y atraviesa su obra; Freud nos lega no sólo sus ha-
llazgos sino sus interrogantes y enigmas y los herederos hurgan más en uno
u otro saco del tesoro freudiano.
La diferencia de posturas es radical, probablemente irreconciliable. Con
esas diferencias pueden llevar a la guerra de religiones, que en nuestro caso
son arrogantes escisiones. O podríamos tratar de pensar que los enemigos
de creencias son también seres inteligentes y buscar nutrimos – en la fobia
o el odio de las diferencias – de cómo sus fundamentos y modelos cuestionan
nuestras hipótesis.
2. TEORÍA Y CREENCIA .
2 En Nuevos Fundamentos para el Psicoanálisis (1989) Jean Laplanche retoma este punto de par-
tida.
432 | Marcelo N. Viñar
3. DE LA EXPERIENCIA .
Marcelo N. Viñar
Febrero de 1990.
3 Eludimos por su vastedad el tema de los criterios de curación. Sólo quiero apuntar, por su rui-
dosa actualidad, esta cuestión del carácter efímero y finito de la relación de análisis y los mil
subterfugios, los mecanismos denegatorios y renegatorios para eludir y anular el imperativo
de finitud. La didactización aparece a este respecto por su frecuencia, un tema necesario y
difícil, a interrogar. En la operación de cuestionamiento con que hemos caracterizado el proceso
analítico, con el énfasis puesto en la incertidumbre y la sustracción, algunos pilares axiomáticos
o dogmáticos deben persistir incólumes. El de la finitud y la prohibición de actuar el cuerpo
erótico me parecen mandamientos esenciales e ineludibles; no sólo en sus formas de transgre-
sión ostensible y escandalosa, sino en sus formas subliminales y racionalizables.
442 | Marcelo N. Viñar
“Parler à quelqu’ un c’ est accepter de nes pas l’ introduire dans le système de choses ou
des êtres à connaître. C’ est le reconnaître inconnu et l’ accueillir étranger, sans lòbliger à
rompre sa difference. En ce sens, la parole est la terre promise où l’ exil s’ accomplit en
séjour, puisqu’ il ne s’ agit pas d’ y être chez soi, mais toujours au dehors, en un mouve-
menrt où l’ Etrenger se délivre sans renonver. Parler, c’ est en définitive, chercher la
source du sens sans le préfixe que les mots exil, exode, existence, extériorité, étrangetçe,
ont pour tâche de déployer en des modes divers d’ expériences préfixe qui nous désigne l’
écart et la séparation comme l’ origine de toute valeur positive.”4
RESUMEN
Este texto fue concebido como relato al tema: “Investigar en el proceso psicoana-
lítico”, abordado en el último congreso de FEPAL.
La multiplicidad de esquemas referenciales post-freudianos comunican entre sí con
dificultad creciente por su concepción y semántica diversas.
Apuntando a la discusión y controversia, el autor presenta su propia perspectiva tra-
tando de localizar puntos álgidos y equívocos de la conceptualización. Intenta una se-
miotización de zonas cruciales de la experiencia analítica para luego esbozar los im-
plícitos epistemológicos que mejor le convienen y los que a su entender la violentan.
Parte de la noción de campo bipersonal (W. y M. Baranger) y entiende que el psi-
coanálisis no se acomoda al método observacional de las ciencias naturales. Presenta
como alternativa la intertextualidad y el principio dialógico de M. Bajtin. Alguna
puntualización sobre transferencia, neutralidad, interpretación y poder del analista
surgen como consecuencia de la perspectiva adoptada.
SUMMARY
From the Tower of Babel to foundational paths: Some premises to investigate
in psychoanalytic process
This text was conceived as a contribution to the subject: “Investigate the Psycho-
analytic Process”, discussed at the last FEPAL congress.
The multiplicity of post-freudian frames of reference communicate with each other
with increasing difficulty due to the diversity in their conception and semantics.
Aiming towards discussion and controversy the author presents his own perspective,
trying to localise hot spots and misunderstanding in conceptualisation. He attempts
a semiotisation of crucial zones in analytic experience enabling him to later trace
the epistemological implications which better serve and those which in his view
work against it. Parting from the notion of bipersonal field (W. and M. Baranger)
the author understands that psychoanalysis is not suited for the observational me-
thod of natural sciences and presents intertextuality and the dialogical principle of
M. Bajtin as an alternative. Some precisions contransference, neutrality, Interpre-
tation and the analyst’s power appear as a consequence of the perspective adopted.
RESUMO
Da Torre de Babel para o início do caminho.
Algumas premissas para serem analisadas no processo psicanalítico.
Este texto surgiu como um comentário sobre o tema que foi tratado no último con-
gresso da FEPAL: “Investigar no processo psicanalítico”.
A multiplicidade de esquemas referenciais pós-freudianos estabelece entre si uma
dificuldade que cresce devido a diversidade na concepção e na semântica.
Visando a discussão e a controvérsia o autor apresenta a sua própria perspectiva tra-
tando de localizar pontos álgidos e equívocos da conceitualização. Tenta uma se-
miotização das zonas cruciais da experiência analítica e logo trata de esboçar os im-
plícitos epistemológicos que melhor lhe convém e aqueles que, em sua opinião, são
transgressores.
Ele parte da noção do campo bi-pessoal (W. e M. Baranger) e acredita que a psica-
nálise não se encaixa no método observacional das ciências naturais. Apresenta como
alternativa a intertextualidade e o princípio dialógico de M. Bajtin. Como resultado
da perspectiva adotada surge alguma pontualização sobre transferência,
neutralidade, interpretação e poder do analista.
444 | Marcelo N. Viñar
Bibliografía
* Ricardo Bernardi
* bernardiric@gmail.com / Uruguay
446 | Ricardo Bernardi
Marcelo N. Viñar
Tanto o más que los elogios (fraternos) quiero agradecer a Ricardo Bemardi
los puntos controversiales y de desacuerdo que bien formula.
La noción de Texto a la que apunto encuentra en ese desacuerdo entre
mi postulación y sus objeciones, una buena, si no la mejor, ilustración.
Siguiendo a M. Bakhtine y su principio dialógico, los criterios de eviden-
cia y de verdad (dicho esto con la rapidez de un comentario breve) se generan
en el lector tercero, si es que tenemos la suerte de tenerlo, que piensa, que
busca en los argumentos de Bernardi y en los míos y sobre todo cuando un
lector supera la aporía de nuestra contradicción de modo convincente.
Quiero decir que no hay punto óptimo de objetividad, ni verificación po-
sible, sino criterio histórico justo o arbitrario, de adoptar una fundamenta-
ción y excluir otra.
Mientras tanto el criterio de verdad es controversial y señala un espacio
448 | Marcelo N. Viñar
Ricardo Bernardi
la valoración mutua. Como dice el dicho, una cosa no quita la otra: amigos
de Platón, pero no por ello menos amigos de buscar cada uno su verdad.
La presentación original que dio origen a la discusión fue titulada por
Marcelo Viñar: “De la Torre de Babel a los senderos fundadores. Algunas
premisas para investigar en el proceso psicoanalítico”. La referencia a la
Torre de Babel destaca un problema de entonces y también de hoy: existen
en el psicoanálisis actual múltiples enfoques teóricos y técnicos y no dispo-
nemos de criterios compartidos que nos permitan ponernos de acuerdo en
base a qué criterios examinar cuál es el grado y las condiciones de validez
de cada uno de ellos. Más aún, es difícil decidir, incluso, en qué medida los
espacios conceptuales propios de las diferentes posiciones teóricas y técnicas
pueden ser considerados coincidentes, complementarios, contradictorios,
o pertenecen a paradigmas inconmensurables, entre los cuales no es posible
poner de manifiesto la existencia de congruencia lógica o compatibilidad
semántica. Este es, sin duda, un buen punto de partida para preguntarnos
qué es lo que puede aportar la investigación frente a esta situación y, más
en concreto, qué tipo de investigación resulta más útil frente a qué tipo de
problema. Esta última pregunta marca el camino que yo hubiera seguido y
que de hecho estuvo presente en los itinerarios que recorrí en estas dos dé-
cadas. Pero creo que el trabajo de Viñar marca otras prioridades.
La segunda parte del título pone de manifiesto el camino que el trabajo
propone: el retorno a los “senderos fundadores”, es decir, al momento en
el que “el fundador está solo frente a su enigma y su creatividad”. Coincido
plenamente en que un analista tiene que tener una experiencia analítica que
le permita entender de qué trata el análisis. Pero más allá de esto: ¿de dónde
surge el privilegio epistemológico de los momentos fundadores? Freud se
pasó toda su vida yendo de unas a otras ideas buscando mejorar sus formu-
laciones originales. Su preocupación estaba puesta en lograr una mayor com-
prensión del funcionamiento mental que permitiera que el análisis fuera más
eficaz en su intento de comprender y promover el trabajo con los pacientes
para lograr el cambio psíquico. Estaría de acuerdo con el retorno a esta pre-
ocupación y, por tanto, a partir de la Babel actual de propuestas teóricas y
técnicas, las preguntas que se me abren son en qué medida estas distintas
propuestas ayudan a un trabajo analítico que beneficie más al paciente a lo-
grar los cambios que busca en el análisis.
El privilegio otorgado por Marcelo Viñar a los momentos fundadores
conlleva además una paradoja que formula de este modo: ¿cómo posesio-
narse del momento instituyente si ya está convertido en discurso instituido?
F. Roustang había señalado una paradoja similar con la que se encontró
Freud: ¿cómo lograr discípulos que fueran a la vez fieles y originales? La
solución a la que arriba Marcelo Viñar (siguiendo probablemente ideas de
452 | Ricardo Bernardi
1 Jiménez, J.P. (2009). Grasping Psychoanalysts’ Practice in its Own Merits. Int. J. Psycho-
Anal., 90:231-248
454 | Ricardo Bernardi
2 Bernardi, R (2010). DSM-5, OPD-2 y PDM: Convergencias y divergencias entre los nuevos
sistemas diagnósticos psiquiátrico y psicoanalíticos. Revista de Psiquiatría del Uruguay. 74:2,
2010. Las mismas convergencias fueron señaladas en un Panel sobre este tema que tuvo
lugar en el Congreso de la IPA en México (Agosto de 2011)
3 Sandell, R., Blomberg, J., Lazar, A., Carlsson, J., Broberg, J., Schubert, J. (2000). Varieties
of Long-Term Outcome Among Patients in Psychoanalysis and Long-Term Psychotherapy:
458 | Ricardo Bernardi
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Psychotherapy: Basic Science and Clinical Applications. J Neuropsychiatry Clin Neurosci
17:145-158
7 Ver por ejemplo: Josephs, L, Bornstein, R. F. (2011). Beyond the illusion of structural change:
a process priming approach to psychotherapy outcome research. Psychoanalytic Psychology,
28:3, 420-434
460 | Ricardo Bernardi
Agosto de 2011
8 Schore, A. N. (2005) Back to Basics: Attachment, Affect Regulation, and the Developing
Right Brain: Linking Developmental Neuroscience to Pediatrics. Pediatr. Rev. 26;204-217
9 M. Bajtín (o Bajtín – Voloshínov) formularon severas objeciones al psicoanálisis (Bakhtin,
M. M. A critique of Marxist apologies of Freudianism. Soviet Psychology, Vol 23(3), Spr 1985,
5-27). Esto no ha impedido que se diera un diálogo fértil entre sus ideas y la de autores tales
como Winnicott, Lacan, Fonagy, o, en este caso, Marcelo Viñar.
* Jorge L. Ahumada
1
Basado en parte en la alocución, representando a APA, en la mesa “Klimovsky y su
visión del psicoanálisis”, los otros panelistas fueron los Dres. R. Horacio Etchego-
yen (APDEBA), Eduardo Issaharof (SAP) y Samuel Zysman (APDEBA). Homenaje
al Prof. Gregorio Klimovsky, Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, 26 de sep-
tiembre de 2009.
*
jahumada@elsitio.net / Argentina
462 | Jorge L. Ahumada
“Se dice que el naturalismo acepta lo que aceptan las ciencias naturales.
Pero, ¿es la biología una ciencia natural? Si la biología lo es, ¿lo es la eto-
logía? Si lo es la etología, ¿qué sucede con la etología de los seres huma-
nos, que incluye a la cultura? Nos topamos ahí con una vuelta de tuerca
pues el naturalismo supone representarlo todo -las plantas, el compor-
tamiento animal, las culturas humanas- en términos de una ciencia natural
que se supone universalmente aplicable, la física. El naturalismo quedó
así atado al proyecto del reduccionismo fisicalista. El reduccionismo fi-
sicalista es un emprendimiento enteramente implausible, y es inaceptable
que, por ejemplo, se ligue a él lo concerniente a un enfoque naturalista
de la ética. Debemos apartarnos del reduccionismo. Los temas del natu-
ralismo no conciernen a la reducción sino a la explicación. Desde ya, me
doy cuenta de que así queda casi todo abierto” (2002, p. 22-23).
gica” (p. 279). La contraposición de estos dos asertos que pudieran parecer
contradictorios, el segundo de los cuales rompe con el logicismo de su
maestro, refleja a mi entender su sensibilidad ante el hecho de que, para
decirlo en términos de Peirce, lo psíquico es en sí mismo de naturaleza in-
ferencial, y es por ende harto esquivo a las ambiciones de reducción. Prueba
de dicha sensibilidad respecto de la capacidad inferencial de lo psíquico es
su referencia, en su libro final, Mis diversas existencias. Apuntes para una au-
tobiografía, a los experimentos de Wolfgang Köhler en la isla de Tenerife
en la década del 30 acerca del proceso de “Eureka”, el proceso de descu-
brimiento de lo nuevo en el chimpancé, aceptando Klimovsky como evi-
dente que el chimpancé reflexionó a partir de captar una estructura, los
palos susceptibles de ser enchufados, en función de su objetivo, obtener el
cacho de bananas (2008, p. 232).
El tema de fondo radica pues en qué admitir como “empiria”. Ocurre
que lo que tanto el logicismo popperiano cuanto esa otra forma de hipoté-
tico-deductivismo, el llamado empirismo estricto, admiten como “empírico”
se restringe a las magnitudes supuestamente homogéneas, válidas en todo
contexto, independientes y mensurables, esto es, a las variables “proyecta-
bles” que hallan cabida en los sistemas deductivos formales y son aptas para
la predicción punto-por-punto.
Nada de eso, desde ya, vale para el psicoanálisis, ni tampoco para amplias
áreas del estudio de los seres vivos donde entra centralmente en juego alguna
forma de intencionalidad, como ocurre con la etología: en el abordaje de vas-
tísimos terrenos de la empiria los conceptos empleados por las ciencias están
lejos de ser “claros y distintos, indudables”, como pretendió imponer a toda
ciencia en su Discurso del Método (1637) Descartes quien, no olvidemos, era
desde el cuño geómetra. Ilustrando que nuestros conceptos científicos suelen
no ser claros ni distintos, ni mucho menos indudables, Darwin sostuvo en
El origen del hombre que no hay modo de distinguir en forma neta a lo largo
de la evolución de las especies entre la noción de instinto y la noción de
razón, debiendo esto evaluarse en cada caso según las circunstancias (1879,
p. 96-97), y sostuvo asimismo que las diferencias psíquicas entre el hombre
y los animales superiores, aunque grandes, lo son más de grado que de cua-
lidad (p. 151). No es necesario abundar en cuanto al naturalismo amplio de
Freud, que está en la base no sólo de su postura epistémica sino también de
su postura clínica: baste recordar su afirmación en “El Yo y el Ello” (1923)
en cuanto a que el Yo es primeramente y por sobre todo un Yo corporal.
A contrapelo de la atemporalidad que rige el hipotético-deductivismo,
fue con la obra de Darwin, indica el filósofo de la historia Roger Colling-
wood (1946, p. 129), que la naturaleza accedió por fin a la dimensión his-
tórica. En los campos de las ciencias naturales donde juega la intencionali-
quien los investigadores pasaron a llamar “la tía”, quien acompañaba a Patti
en forma habitual, supliendo sus falencias al punto de que durante las reco-
rridas del grupo Tapit estaba tanto o más tiempo con ella que con su madre.
Esta situación se prolongó hasta que el infante llegó a la edad de cuatro años;
poco después su madre se embarazó nuevamente y Gigi retomó su papel con
la nueva cría, pero para entonces las cualidades maternales de Patti habían
evolucionado, dice Goodall, pasando a ser una excelente madre.
¿Sería plausible acaso enmarcar los hechos de esta breve descripción – la
presunta traumatogénesis en la infancia de Patti, la traumática crianza de sus
sucesivos bebés, la percepción de dicha traumática crianza por parte de Gigi
y su sostenido acercarse en función de ayuda, la ulterior evolución de las cua-
lidades maternales de Patti – en la postulación cartesiana de los animales
como estructuras mecánicas? Es más, ¿hay algo en los procesos descriptos
que se preste a la reducción a variables independientes homogéneas, men-
surables, universalmente aptas para la proyección más allá del contexto y por
ende aptas para la deducción rigurosa? ¿Hay chance alguna de aplicar a la
descripción de los sucesos arriba descriptos, sin destrozarlos en el proceso,
las cualidades que exige Quine del lenguaje de la ciencia, cualidades que trans-
pone a la empiria a punto de partida en la universalidad y la atemporalidad
del lenguaje de la lógica formal y de las matemáticas? Podemos sí apreciar
en nuestro breve ejemplo de una observación etológica que lo psíquico, in-
cluyendo en primer lugar lo psíquico afectivo, es en sí mismo inferencial, lo
cual vale tanto para los gruesos fracasos inferenciales de Patti en el trato de
sus primeros bebés cuanto para la apreciación por parte de Gigi de la nece-
sidad de ayuda, así como para la ulterior capacidad de Patti de evolucionar
aprendiendo de la experiencia apoyando en dicha ayuda. Estamos pues ya
aquí, en pleno campo de la observación de las conductas animales, ante un
universo irreductiblemente intencional, relacional, personal e inferencial, a
más de instintivo; un universo donde en un decurso histórico eventos únicos
evolucionan en dimensiones harto esquivas a la predicción. Nos hallamos
lejos pues de la visión cartesiana de los animales como máquinas y lejos tam-
bién de la regularidad de variables, universalidad y atemporalidad que signan
el universo de la mecánica física, el ámbito del Sistema del Mundo donde
implantó sus formalizaciones el método hipotético-deductivo. Hace ya tres
décadas un matemático volcado a la biología, René Thom, advirtió que la
aproximación reduccionista, que requiere aislar entidades inmutables, fracasa
en gran número de situaciones, en particular ante el fenómeno casi universal
de una jerarquía de los niveles de organización (1980, p. 89).
No queda pues, en amplios terrenos de la empiria y más aún en el psi-
coanálisis, otra opción que abandonar las estrecheces del hipotético-deduc-
tivismo y de la reducción a variables, buscando otras epistemologías para
RESUMEN
SUMMARY
The pluralism of science: A tribute to Gregorio Klimovsky
After a career in mathematics and mathematical logic Gregorio Klimovsky met epis-
temology through Popper’s logicism. Later on, his contact with psychoanalysis, of
which the epistemic issues are, he acknowledges, quite different from those of ma-
thematics and physics, led him to his best contribution in passing from the naïve
falsationism of Popper’s simple version of hypothetico-deductivism to the sophis-
ticated falsationism of a complex version of the hypothetico-deductive method
where theories may, upon contact with the object of study, be adjusted or modified
at any of their several levels. The present paper goes on to consider the characte-
ristics and limits of hypothetico-deductivism, focusing on a critique of reduction
to variables as a general scientific strategy to be applied in all fields of empiry. In
order to make adequate place for the characteristics of their objects of study, it is
here sustained, epistemic pluralism is a must for ample fields of inquiry, and no
doubt for psychoanalysis. Whenever psychic processes are involved the object of
study is irreductively personal, intentional, relational, inferential and historical, as
well as subjective, and being such it does not lend itself to abstraction.
RESUMO
O pluralismo das ciências. Homenagem a Gregório Klimovsky
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476 | Jorge L. Ahumada
* amvinoly@gmail.com / Argentina
478 | Ana María Viñoly Beceiro
Para encontrar una respuesta a la cuestión habría que definir qué se en-
tiende por ciencia y qué por psicoanálisis. Se puede afirmar que cuando se
habla de ciencia se hace referencia al método científico, a sus teorías y/o a
sus investigaciones, así como cuando se habla de psicoanálisis se delimita
la cuestión al método psicoanalítico de teorización y al método psicoanalítico
de tratamiento, siendo ambos aspectos del psicoanálisis definibles como per-
tenecientes a la categoría de ciencia.
En el momento actual existen diferentes enfoques epistemológicos. Por
una parte una posición ortodoxa domina el panorama, por la otra encon-
tramos una serie de modelos heterodoxos, muy distintos entre sí, los que
no han alcanzado todavía suficiente consenso para oponerse al punto de
vista principal.
Algunos autores como Suppe (1974) denominan a la idea ortodoxa del mé-
todo científico ‘concepción heredada’; idea que representó el intento más re-
finado de sentar los fundamentos de un neo-positivismo que constituyó una
de las expresiones más acabadas de la concepción disociada del hombre con
respecto a sus emociones, acciones, experiencias, productos culturales, su pro-
pio cuerpo y la realidad social en la que estas cuestiones se ponen en juego.
El énfasis recayó en la propuesta de la base empírica como dadora de sig-
nificado a los niveles teóricos, la creencia en la existencia de un lenguaje ob-
servacional neutral, la imagen acumulativa del desarrollo científico, su con-
fianza ciega en las soluciones técnicas y científicas y la total exclusión de las
ciencias sociales de la categoría de ciencia (Lores Arnaiz, 1986).
En honor a la verdad, esta concepción heredada coincide con el método
hipotético deductivo, basado en un lenguaje que admite la distinción entre
métodos empíricos u observacionales por una parte, versus términos teóricos
o no observacionales por el otro, lo que permite hablar de tres niveles de
hipótesis: enunciados observacionales, es decir enunciados singulares o
muestrales que hacen a la casuística con vocabulario descriptivo empírico;
enunciados empíricos generales, es decir leyes empíricas; y enunciados te-
óricos que poseen al menos un término teórico.
En esta manera de pensar el método científico, lo fundamental reside en
el proceso de contrastación, que permite evaluar las hipótesis enfrentándolas
con la práctica, y en los procedimientos inductivos, que permiten pasar de
los datos de la práctica o la observación al nivel de las hipótesis.
En relación a esta concepción del método científico, el psicoanálisis cum-
ple con los requerimientos de deductividad, contrastabilidad y análisis se-
mántico de las teorías, lo que le confiere estatuto científico.
En oposición a esta concepción positivista, el pensamiento europeo pro-
dujo otras alternativas epistemológicas antipositivistas como son las obras
de Putnam, Toulmin y Kuhn.
LA INVESTIGACIÓN PSICOANALÍTICA
de uno en otro, sino de enunciar esa experiencia desde una perspectiva axio-
lógica diferente. De esta manera el psicoanálisis, en su práctica, procede a la
objetivación de lo subjetivo a través de la producción de un discurso.
Cabe abrir aquí una pregunta sobre qué tipo de saber se genera en esta
experiencia dialogal que es la experiencia analítica, y en qué se diferencia y
distingue de otras experiencias humanas, también de matriz dialogal.
Lo singular del encuentro analítico reside en que, desde los albores de
la vida psíquica, la matriz dialógica organiza la pregunta humana sobre:
“¿quién soy”?, pregunta que no hace a la lógica del yo consigo mismo, sino
que está referida a otro esencial.
Ese “¿quién soy?” estará siempre mediado por otro, a quien se necesita
y a quien se acude para encontrar sentido.
Uno de los principales descubrimientos freudianos reside en que esta
pregunta que existe desde siempre y que comienza como una curiosidad del
hombre sobre sí mismo, requiere de un otro, de ese “tú” a quien se le reclama
un “tú sabes”, a quien se le atribuye un saber que organiza la situación ana-
lítica en la fecundidad de un equívoco, el de saber.
El sujeto acude en su creencia de que el otro sabe y que es ese “tú” a quien
se interroga con el “tú sabes”, el que podrá liberarlo de la trampa de su re-
petición compulsiva.
La creencia del analista reside en pensar que su escucha de las repeticiones
del sujeto, que su escucha de las características con las que aquél teje sus vín-
culos y relaciones, le permitirá una reformulación del texto primario.
El sujeto y el encuentro sólo tendrán, entonces, futuro en la palabra. Y
si la promesa de ser ocurrirá en el tiempo futuro de una articulación signi-
ficante, no debe sorprender que el pasado sea también un futuro que se cons-
truye sobre un antes que no era.
El tiempo psíquico se presenta como una causalidad circular cerrada
como una noria al fenómeno de la compulsión de repetición, o abierta al
espiral de la resignificación elaborativa.
He aquí la riqueza del concepto freudiano de Nachtraglichkeit y la con-
sideración de que el psicoanálisis es el aprendizaje de la separación, reflejado
en ese descubrimiento freudiano que es el juego del carretel, cuyo tiempo
lógico fundamental es el pasaje de un universo fusional a otro de mediaciones
lúdicas y de palabras, matriz de simbolización.
LA IRRUPCIÓN DE LO INCONSCIENTE
PARA TERMINAR
Mucho camino queda por recorrer en esta compleja articulación entre psi-
coanálisis y ciencia.
La epistemología reflexiona sobre qué métodos utiliza una ciencia, cómo
490 | Ana María Viñoly Beceiro
se construyen las teorías, qué anclaje presentan ellas en los hechos obser-
vables, cómo se justifican las mismas, cómo cambian y surgen nuevas teorías
mientras otras dejan de tener vigencia.
Vale pensar que los métodos y los procesos científicos son siempre con-
tingentes. La prueba está en que en este último siglo cada cambio episte-
mológico dio lugar a diferentes sistemas de creencias y cada uno de ellos fue
modificando la manera de mirar la totalidad, lo que permitió poner en cues-
tión los fenómenos que antes se consideraban relevantes, facilitando que se
fueran ajustando y adoptando viejos y nuevos modos de investigación.
Estas modificaciones en las perspectivas científicas de nuestra cultura im-
pactan e influyen sobre la consideración del psicoanálisis como ciencia y sus
métodos de investigación.
Distintas ideas se entrecruzan y buscan, cada una de ellas, responder a
este desafío de dar cuenta de la cientificidad del psicoanálisis.
Algunos sostendrán que el psicoanálisis es en sí mismo una ciencia por
derecho propio, autónomo de las otras ciencias por sus características esen-
ciales, con su propio tema, el inconciente, y sus propios métodos para dar
explicación del mismo.
Otros destacan el peligro del aislacionismo, especialmente a partir del
diálogo establecido con las neurociencias, y postulan la necesidad de que el
psicoanálisis se abra a un pluralismo metodológico que le permita su inte-
gración al medio académico (Jiménez, 2006, p. 638).
Esto no constituirá en sí mismo un problema siempre que las diferentes
convicciones que debatan sean capaces de sostener una constante y auténtica
competencia discursiva entre ellas, único modo de asegurar un pluralismo
válido que enriquezca las ideas.
RESUMEN
Este trabajo revisa los conceptos de ciencia y psicoanálisis y considera que en ambos
campos del saber, que constituyen fenómenos históricos que ocurren en un deter-
minado marco social, las ideas de método, conocimiento y teoría van cambiando
según las corrientes epistemológicas dominantes en cada período.
Formula la pregunta de si puede considerarse ciencia al psicoanálisis para luego enu-
merar distintas posiciones que buscan darle respuesta.
Plantea que la investigación psicoanalítica se desarrolla en zonas de frontera y que,
desde una posición determinada, la especificidad del psicoanálisis radica en privi-
legiar un espacio transferencial en el cual el texto que en él se despliega pasa a ser
el objeto de investigación de esta ciencia que se encuadra en el marco de las ciencias
humanas.
SUMMARY
Some reflections on the scientific character of psychoanalysis
The author reviews the concepts of science and psychoanalysis, and considers that
both fields of knowledge constitute historical phenomena occurring in a given social
frame, and that ideas of method, knowledge and theory gradually change depending
on the epistemological currents dominant in each period.
She formulates the question whether psychoanalysis may be considered science, and
then enumerates different positions that attempt to answer it.
She proposes that psychoanalytic investigation develops in frontier zones and that,
in a certain position, the specificity of psychoanalysis resides in the priority given to
the transference space in which the text that develops therein becomes an object of
investigation of this science that is framed in the framework of the human sciences.
The author emphasizes that the proof of direct objectivation in psychoanalysis is
based on the bi-personal field and its aperture through interpretation, since the field
of practice is articulated with the fields of theory and of technique. Thus, two roads
may be considered in theoretical developments: one in extension and another in in-
tension with its dangers and successes.
She concludes by stressing the need of debates that will ensure authentic pluralism.
RESUMO
Algumas reflexões sobre o caráter científico da psicanálise
Bibliografía
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Los cuatro niveles de observación en el
método de Esther Bick1
* Didier Houzel
ILUSTRACIÓN CLÍNICA
COMENTARIOS
CONCLUSIÓN
Espero haber ilustrado con este ejemplo la intrincación de los cuatro niveles
de observación que describí anteriormente: el nivel del desarrollo (inicio
de control del aseo esfinteriano, imitación del mayor y de los adultos), el
nivel de decodificación de los mensajes emitidos (representado lo malo a
evacuar por el juguete-monstruo, la escupida al suelo, las defecaciones), el
nivel de los patterns interactivos en el seno de la familia (la connivencia
entre la madre y el mayor para controlar lo que hay de inquietante en los
aspectos arcaicos del psiquismo expresados por el bebé Daniel), y por último
el nivel de las interacciones fantasmáticas (la rivalidad de la madre con su
propio hermano, proyectada sobre sus hijos y vivida por la observadora en
su contratransferencia).
Cada uno de estos niveles de observación podría ser abordado por otro
método o en otro marco. Sólo el método que nos dejó Esther Bick nos per-
mite captarlos del natural, vincularlos entre sí y ponerlos en perspectiva.
RESUMEN
SUMMARY
The four levels of observation in the Esther Bick Method
The author proposes to examine the levels of observation in Esther Bick’s method
of observation of infants. The first is the observation of the development of the in-
fant, whose developing capacities we see. The second is the level of meaning attri-
buted to the messages emitted by the baby. The third is the level of interactions bet-
ween the baby and the environment; the fourth is the level of unconscious
projections by the father or mother on to their relationship with the child, referred
to as “fantasmatic interactions” by Kreiler & Cramer. This is a psychoanalytic me-
thod of observation, other methods being the experimental and the etological me-
thods. Psychoanalysis uses the psychoanalytic method of observation, and the spe-
cificity of this observation consists in the inclusion of the observer as an object of
observation. This is called ‘participative observation’ and is one of the foundational
elements of a science of subjectivity.
RESUMO
Os quatro níveis de observação no método de Esther Bick
Bibliografía2
2 La lista bibliográfica se basa en una búsqueda realizada por Margarita Zelaya, Biblio-
tecaria de APA.
506 | Didier Houzel
Willy Baranger
CRISIS DE IDENTIDAD
1 Este dato permite ubicar en 1980 la conferencia mimeografiada de Willy Baranger ce-
dida para su publicación por Claudia Lucía Borensztejn.
508 | Willy Baranger
mas!). O, en otra variante: “tal autor no ve tal evidencia porque está “mal
analizado”, o porque “no ha superado tal conflicto personal”, o porque “no
escucha sino su propia campana”, o porque “tiene resistencias”, etc... todo
lo cual puede ser cierto pero no atañe a lo esencial del problema.
Nuestra originalidad consistió en reconocer abiertamente la existencia
de los discursos múltiples y la inexistencia de pruebas decisivas susceptibles
de convalidar la supremacía de un discurso sobre los demás, y de sacar las
consecuencias tanto institucionales como formativas de tal reconocimiento.
Con ello hemos renunciado a la ilusión de un saber acumulativo, como
si el edificio teórico del psicoanálisis se fuera levantando en forma paulatina
por agregados sucesivos de nuevas elaboraciones teóricas y de nuevas expe-
riencias clínicas.
En apariencia nos hemos ubicado en una situación de riesgo: si un grupo
humano de cualquier índole se define en función de un discurso común a
sus miembros, nuestra ubicación teórica parecería prometernos un destino
de fragmentación ineludible. El concierto podría volverse cacofonía y hun-
dirse en la confusión de los idiomas.
Sin embargo, estamos convencidos de que se trata de un riesgo menor: la
cristalización del discurso grupal lleva en sí la certidumbre de la involución
porque disimula —a duras penas— el riesgo, pero no lo evita. No escasean,
en la historia del psicoanálisis, ejemplos de tales cristalizaciones e involuciones.
Sabemos por demás que los discursos se desgastan con el uso y pierden su valor
de verdad. Desde el momento en que el “acceso del paciente a la posición de-
presiva” se vuelve el “happy end” obligado de todo trabajo de análisis clínico,
es que el concepto de posición depresiva ha perdido parte de su vigencia.
Otro riesgo que se nos señala en forma iterativa se refiere a la formación.
¿Cómo vamos a formar a nuevos psicoanalistas sin un cuerpo de conocimientos
claro, coherente y sistematizado? ¿Cómo vamos a evitar la improvisación y la
arbitrariedad en el nivel clínico? A lo cual se podría contestar “¿cómo vamos
a trasmitir en nuestra enseñanza una unidad que no existe en nuestra teoría?”.
Aquí también tuvimos que sacar las consecuencias de la pluralidad de los dis-
cursos. Formarse analíticamente implica, de parte del impetrante, un riesgo,
el mismo que tendrá que enfrentar en toda su carrera ulterior, y su tendencia
natural es negar la existencia de este riesgo, aferrándose al cuerpo doctrinario
más sencillo y con la mayor coherencia posible. Por ello pensamos que lo mejor
que podemos hacer es enfrentarlo desde el principio con la pluralidad de los
discursos, reconociéndole la responsabilidad de sus elecciones y de su forma-
ción. El discípulo, cuando habla como analista, no habla en nombre del maes-
tro, sino en su nombre propio, y asume la responsabilidad de lo que dice.
Reconocer la pluralidad de los discursos, ubicarnos en la posición de
riesgo constante de error o de involución que ello implica, no significa una
EN BUSCA DE ANTEPASADOS
tantes que otros” (los seis primeros capítulos de la “Interpretación de los sue-
ños”, “La psicopatología de la vida cotidiana”, “El chiste” y muchos otros).
La segunda fuente de errores de lectura provenía de que tendíamos a leer
a Freud a través de Klein, como si Freud fuera un antecesor de Klein, y no
Klein una sucesora de Freud. En cierta época, el estudio de la obra de Freud
en seminarios parecía un rodeo, interesante por cierto, pero prescindible,
para llegar al estudio de Klein, que debía servir de fundamento a la actividad
clínica del candidato. Tomábamos como asegurado que los mismos términos
tenían el mismo significado en Freud y en Klein, pasando por alto la rebelión
de los textos de Freud en contra de semejante equiparación. ¡Cuántos errores
ha podido engendrar la creencia ingenua que, cuando Freud y Klein escriben
la palabra “objeto”, ambos se refieren a lo mismo!
En nuestra genealogía hemos vuelto a descubrir nuestra filiación con res-
pecto a Freud, pero ya no se trata del mismo Freud, de tal manera que,
cuando ciertos colegas se definen como “freudianos”, no les falta el derecho
a considerarlo, en parte, como una novedad.
Pero ¿qué pasa con Klein? Durante decenios, en los círculos internacio-
nales, presentarse como psicoanalista argentino equivalía a recibir, con o sin
razón según los casos, la etiqueta de “kleiniano”. El motivo de esta fama era
la difusión importante del pensamiento kleiniano en la APA, que precedió
con mucho su llegada al continente europeo y a Norteamérica. Con todo,
éramos “kleinianos” bien particulares. Nuestro alejamiento geográfico tuvo
la ventaja de mantenernos relativamente apartados de las vicisitudes internas
del grupo kleiniano de Londres, y de sus relaciones polémicas con las otras
tendencias. Primero, fue un kleinianismo cambiante: estricto en un co-
mienzo, bioniano en parte después. Además, podíamos tomar distancia con
respecto a ciertas posiciones de Klein misma y de sus discípulos. Citaré como
ejemplo la cuestión de la contratransferencia. En franca divergencia con el
grupo de Londres, aceptamos en general la existencia de la contratransfe-
rencia como un fenómeno normal susceptible de ser utilizado como instru-
mento en la comprensión de la situación analítica y en la actividad inter-
pretativa. Otro ejemplo sería nuestra aceptación de ciertas prácticas
psicoterapéuticas derivadas del psicoanálisis, como la psicoterapia analítica
de grupo. Sobre todo, escapamos desde el principio a la disyuntiva Freud o
Klein, ineludible para los kleinianos de Londres, debido a las polémicas en
las cuales se veían involucrados.
La predominancia de la tendencia kleiniana en el interior de la APA pudo
parecerse, por momentos, a un amago de establecimiento de una “ortodoxia”
institucional, nunca demasiado estricta, hay que reconocerlo.
Correlativamente al redescubrimiento de Freud, y siguiendo una especie
de movimiento pendular, surge una reacción iconoclástica con respecto a
Klein, como si todo nuestro pasado como analistas hubiera sido un error.
En ello corremos un riesgo de automutilación. Tanto kleinianos como no-
kleinianos, hemos sido influenciados por la teoría y por la experiencia klei-
nianas. Existe en ellas algo concreto y viviente que ha contribuido poderosa-
mente a la formación de nuestra identidad. Sin hablar de los invalorables
aportes de M. Klein al análisis de niños, no podemos prescindir de su descrip-
ción del mundo terrorífico imaginario de la fantasía inconsciente, de su dis-
criminación de las grandes formas de angustia, de su estudio de los mecanismos
esquizoides, de las defensas maníacas, de los procesos de duelo, de su teoría
de las posiciones o del objeto —para citar tan solo algunos de los ítems en los
cuales la referencia a Klein se impone a cada paso de nuestro trabajo clínico.
Ya es tiempo de que tomemos la distancia necesaria para ajustar nuestras
cuentas con la teoría kleiniana, para encarar las dificultades de su metapsi-
cología, eventualmente para reformular ciertas de sus conclusiones, pero
sin dejar perder lo auténtico y perdurable de su experiencia.
El factor de cambio teórico que ha influido sobre nosotros en los últimos
tiempos en la forma más decisiva puede resumirse en el nombre de Jacques
Lacan. Fue para muchos de nosotros como la aparición de un cuerpo extraño:
la de un autor objeto, en otras latitudes, de la polémica más acalorada, ca-
racterizada por su estilo personal de acceso voluntariamente arduo, elíptico,
alusivo, gongorista que trastorna nuestros hábitos de pensamiento, pero, al
mismo tiempo, aporta una serie de evidencias masivas e ineludibles y nos
obliga a leer a Freud y a mirar nuestra experiencia de un modo distinto.
Lo menos que produjo sobre nosotros el impacto del pensamiento de
Lacan fue “despertarnos de nuestro sueño dogmático”.
Sabíamos todos que nuestro campo, como psicoanalistas, es el lenguaje
y nuestra herramienta, la palabra, pero no se nos había ocurrido sacar de
esta evidencia las implicancias que encierra. Sabíamos que, cuando analiza-
mos, nos estamos dirigiendo a alguien, a un sujeto, pero no advertíamos con
suficiente claridad que cuando teorizamos acerca de él, lo tratamos como
si fuera un objeto. Sabíamos que “el yo es el lugar del desconocimiento” (de
la represión, de la negación, del clivaje...) pero admitíamos con tranquilidad
que el fin del proceso analítico es reforzar el yo. En estos puntos, y muchos
más, Lacan nos enfrenta con nuestras contradicciones, y nos obliga a volver
a pensar nuestras teorías.
No nos obliga a ningún embanderamiento (además, difícilmente conce-
bible —tratándose de un pensamiento en perpetuo movimiento y reacio a
toda sistematización cerrada — pera esto es el problema de la “Escuela Freu-
diana de Paris”, no el nuestro). Uno no puede cambiar de teoría (y por ende
de práctica) como cambia de casaca, pero sí puede aprovechar los impactos
teóricos originados en el mundo exterior a fines de su propio progreso.
514 | Willy Baranger
En este punto me parece residir lo esencial del bullicio teórico que reina
actualmente en la APA: no podemos ni debemos renunciar a nuestros pro-
pios aportes; no podemos perder nuestra experiencia kleiniana, tenemos que
buscar nuevas síntesis.
* Madeleine Baranger
El título del Congreso es tan general que podría dar lugar a una exposición
bastante completa de todo el psicoanálisis, lo que nos exige precisar qué pre-
ferimos tratar.
Me parece importante, de todos modos, subrayar que se trata por lo
menos de una evolución – indicada por el término “contemporáneo” – o de
una revolución, si ponemos el acento sobre una oposición y quizá con un
proyecto de valuación de la práctica actual.
Me siento tentada de revisar las posibles causas y las modalidades de tal
evolución.
Cuando me preguntaron de qué tema pensaba hablar, respondí rápida-
mente “¡El futuro del psicoanálisis!”. Tenía ganas de retomar una contri-
bución mía en el congreso de Berlín, demasiado escueta por las circunstan-
cias, en la cual consideraba preocupaciones y dudas sobre derivaciones
actuales o pretendidos progresos que podían, si no lo advertíamos a tiempo,
desvalorizar y casi aniquilar, lo que la mayoría de nosotros entendemos como
psicoanálisis tanto en las teorías como en su práctica. Mencioné entonces,
citando a otro introductor, el Dr. Bergman, la multiplicidad de escuelas en
que se diversifica el psicoanálisis y el peligro que podía entrañar una lucha
entre sendos representantes, cada uno deseando ser reconocido por su propia
escuela y su pensamiento original, con desprecio y crítica correlativos de los
otros autores y la tentación de eliminarlos descalificándolos.
Este peligro no puede sino haberse incrementado considerablemente por
el ritmo acelerado de nuevas ideologías y prácticas “psicoanalíticas”, muchas
de ellas alejadas en distintas formas de los conocimientos transmitidos por
Freud y sus discípulos inmediatos.
Se requiere de nosotros un estudio mucho más preciso, y aún sofisticado,
de su relación con las teorías y técnicas psicoanalíticas “clásicas” si las se-
guimos considerando básicas.
* madeleineb@fibertel.com.ar / Argentina
1 Conferencia de Madeleine Baranger en el Congreso realizado en Atenas, en octubre
de 2010, cuyo tema fue «El porvenir del psicoanálisis»
516 | Madeleine Baranger
No pretendo que podamos aquí hacer una lista de las desviaciones y no-
vedades, pero sí quizá precisar algunos aspectos para analizar en cada caso
y apreciar su alejamiento mayor o menor del psicoanálisis aprendido y prac-
ticado tradicionalmente por nosotros. También, y sobre todo, dentro de los
aportes supuestamente nuevos a los cuales podemos entender como un des-
arrollo natural y creativo, lo que en definitiva es lo que se espera como cre-
cimiento en una disciplina determinada.
No citaré de nuevo aquí los criterios enunciados por Freud, pero al no
tener más a Freud para que opine, si nos consideramos sus sucesores, sus
discípulos y, como tales, psicoanalistas, en nuestros estudios, desarrollos,
pensamientos y en nuestra práctica declarada, deberíamos confiar más en
nuestro juicio.
La organización misma de este congreso y en general de todas las reu-
niones científicas internacionales apuntan a que nuevas ideas y concepciones
puedan ser reconocidas como desarrollo legítimo bienvenido y enriquecedor
para una disciplina compartida.
Frente a la multiplicidad de “escuelas” apreciamos que cada una, para
poner el acento sobre un punto preciso de la comprensión psicoanalítica,
se fundamente en elementos proporcionados por el paciente: sueños, aso-
ciaciones en as sesiones, también su aspecto físico y su presentación general,
sus conductas observables o las que relata y, más que todo, su sentir, en la
medida que puede reconocerlo y se permite comunicarlo.
Dentro de las múltiples comprensiones que nos pueden enfrentar a pro-
pósito de la clínica (diagnóstico), pero también de la elaboración (metapsi-
cológica) y de la práctica, tenemos que preguntarnos qué condiciones nos
permiten dialogarlas e incluirlas en nuestro pensamiento o al contrario, cuá-
les nos constriñen a rechazarlas de inmediato como incompatibles y ame-
nazas para nuestra identidad de psicoanalistas.
Este rechazo es casi automático cuando lo sostenido por algún colega re-
vela concepciones que comprometen o contradicen demasiado nuestra ide-
ología, a la cual queremos y consideramos coherente. El fenómeno se ob-
serva con mucha frecuencia en otras disciplinas pero tengo la impresión de
que la reacción es más intensa entre psicoanalistas.
¿Será porque el psicoanálisis con o sin nuestro querer y acuerdo conscientes,
involucra una concepción del ser humano y de su destino? No seríamos ana-
listas sin el anhelo y la construcción de un concepto así. Ya se que el psicoanálisis
reemplaza para muchos lo que los mitos religiosos aportan a la sociedad.
El título mismo del foro afirma un cambio (¿será solo diferencia o evo-
lución?) entre el psicoanálisis generalmente practicado y teorizado ahora
(«contemporáneo») y el descubierto por Freud, desarrollado por él mismo
y sus discípulos.
Un buen punto de partida para nuestro estudio puede ser una revisión
de la historia del psicoanálisis, de su objeto y su método. Reconocemos que
el psicoanálisis fue creado por Freud para pacientes que requerían de un te-
rapeuta comprensión e intento de alivio para un sufrimiento o malestar al
cual no se podía atribuir una causa biológica o cultural: por más que se in-
vocaran y se intentaran cambiar estos contextos no se modificaba la enfer-
medad. Se suponía entonces que la causa perturbadora provenía del psi-
quismo. Freud inventó un modo de acceder a él (fue la asociación libre) para
estudiarlo y descubrió qué relaciones y acontecimientos del pasado califi-
cados de “traumáticos” podían ser considerados causantes de las perturba-
ciones actuales.
Si esta hipótesis convencía al paciente cuando era comunicada, le permitía
retrotraer a un ámbito distinto del actual los acontecimientos traumáticos
recordados por él mismo o reconstruidos por el analista si no los recordaba.
El paciente se podía liberar en parte de sus consecuencias y de su malestar
y acceder a un estado psicológico algo normalizado y menos sufriente.
En esta descripción de cómo fue inventado el psicoanálisis ya notamos
los descubrimientos que la práctica reveló a Freud. Hemos citado hasta ahora
la hipótesis de que diversos trastornos por los cuales lo consultaban se debían
a influencias remotas muchas veces olvidadas (Freud las llamaba “reprimi-
das”), que habían ocurrido en la infancia. Junto con esta hipótesis también
fue el descubrimiento de que el paciente, aún sin conocerlas, se sentía obli-
gado a repetirlas. “Represión” y “compulsión a la repetición” fueron los dos
primeros descubrimientos que la práctica reveló a Freud. El primero podía
corresponder a una intuición del terapeuta proveniente de experiencias con-
sigo mismo (nada menos que su autoanálisis) y de la observación de otros
sujetos. El segundo era la comprobación in vivo y en carne propia del primer
descubrimiento.
Es obvio que el psicoanálisis de nuestra práctica actual no se conforma
con señalar como responsable de una evolución (buena o mala) a los pri-
meros objetos del niño (padre y madre y el ambiente general de su infancia),
evolución que podía complicarse más todavía por relaciones posteriores ne-
fastas.
El psicoanálisis actual pone el acento en lo intersubjetivo: quedará a cargo
de nosotros definir este término. Freud reconoció tempranamente que las
perturbaciones del paciente atribuidas a una historia negativa y ya consti-
tuyente de su personalidad tendían a repetirse en su vida ulterior y causaban
gran parte de sus dificultades con otras personas, con sus “objetos”. Es lo
que Freud llamó “transferencia”, un fenómeno común que el analista se pro-
ponía estudiar para descubrir los antecedentes dañinos de las quejas y tras-
tornos del paciente.
518 | Madeleine Baranger
* Eduardo Agejas
* rageyas@intramed.net.ar / Argentina
1 Presentación sobre “Poder, locura, cultura”, en el VIII Congreso Argentino, realizado
en Rosario en el año 2010.
526 | Eduardo Agejas
La actitud de los colegas con respecto a qué se entiende por material clínico
se puede agrupar del siguiente modo:
3- PSICOPATOLOGÍA Y DIAGNÓSTICO
Si bien podemos considerar que hay bastante acuerdo respecto de los puntos
centrales en la problemática del paciente en un nivel descriptivo, la situación
comienza a divergir a medida que se plantean mayores niveles de abstracción
y, a partir de los mismos, las posiciones acerca del modo en que debería ac-
cionarse clínicamente comienzan a ser controversiales. Es de hacer notar la
existencia de cierta discrepancia entre lo recién dicho y lo anteriormente
afirmado en el sentido de la influencia de la teoría en la clínica, discrepancia
que parece sostenerse cuando el analista comienza a teorizar
Es así que a nivel de las consideraciones psicopatológicas llama la atención
la existencia de posiciones marcadamente diferentes. Parecería que cada
corriente de pensamiento permite focalizar ciertos aspectos con mayor pre-
cisión, pero a la vez deja un resto sin incluir o incluido con poco peso. En
todos los casos las opiniones se fundamentan en el material y responden a
aspectos existentes en el mismo, no existiendo procedimientos arbitrarios
en la elección de los puntos de apoyo en que se sustentan. Para dar un ejem-
plo: en temas como bisexualidad e identidad, en un sentido general o más
528 | Eduardo Agejas
a- La doxa
* José E. Fischbein
INTRODUCCIÓN
* jefischbein@gmail.com / Argentina
532 | José E. Fischbein
lista que lo busca, y esta escucha está condicionada por los presupuestos te-
óricos de este analista y de su grupo. Un ejemplo podría ser la concepción
del sueño como una realización de deseos, o como un intento de resolución
de la situación traumática.
Podemos pensar que cuando un analista cambia sus teorías no sólo re-
significa un mismo material, sino que además hace una selección distinta
del material a partir de su nueva escucha en el campo clínico. De lo anterior
surgen algunas reflexiones, que enunciaré como preguntas:
¿Se puede hoy homologar a la teoría psicoanalítica con el estado de la
teoría de la época en que Freud enuncia el concepto de neutralidad? ¿Cómo
entendemos la neutralidad en el estado actual de múltiple teorización psi-
coanalítica? ¿Qué es la neutralidad? ¿Es un modelo compartido por la co-
munidad psicoanalítica? ¿De qué creencias, hipótesis, valores y vivencias se
compone? ¿Qué implicancia y operatividad tiene en la clínica? ¿Cómo in-
fluyen las teorías en la selección y la significación de datos clínicos?
¿Es el material lo que el paciente le trae y se le impone como hecho al
analista o lo que éste puede percibir y seleccionar de aquél? ¿Es acaso un
armado conjunto?
¿Es lo mismo pensar en datos aportados por el paciente a lo seleccionado
por el analista? ¿Qué ilumina o deja en la oscuridad cada teoría y cuáles son
las raíces comunes?
DESARROLLO DE LA PROPUESTA
invita a ejercer una neutralidad podemos decir que es una tarea ardua la que
se nos encomienda. Más aún si nos ubicamos en una postura de respeto por
la subjetividad del paciente; entonces podemos llegar a pensar, también aprio-
rísticamente, que la neutralidad es prácticamente un imposible.
Para incursionar en el concepto de neutralidad debemos interrogarnos
sobre nuestra concepción epistemológica de la relación del observador en el
campo científico con su objeto de observación. Desde sus orígenes, el psi-
coanálisis defendió una posición que lo diferenció de métodos sugestivos y
estimuló entre sus practicantes la prescindencia de toda influencia deliberada
sobre el paciente. Su objetivo fue siempre el estudio del funcionamiento in-
consciente dentro del marco de la situación transferencial. La neutralidad
del analista deja de lado todo intento de influir intencionalmente en el pa-
ciente, permite la observancia de la regla fundamental, así como la de absti-
nencia, eludiendo cualquier reproche de manipulación del analista. Esta
norma – que no ha perdido vigencia – necesita de todas formas una revisión.
Si bien Freud ya se había referido a la actitud del psicoanalista frente a
su material de observación, tanto en el libro de la histeria (1895), como en
el de los sueños (1900[1899]) y en los historiales (1901-1914), la idea de una
supuesta neutralidad queda enunciada en los artículos técnicos del año 1912.
Esta neutralidad difícil de mantener, aún para Freud mismo, está inscripta
en ideas científicas vigentes en ese momento. La neutralidad es una reco-
mendación instrumental y operativa que tiene como objetivo la conducción
del tratamiento.
Los consejos que Freud brinda tratan de preservar al objeto de su estudio
de las distorsiones del observador, pero tienen un sesgo defensivo ante las
críticas por la sugestión del analista y la creación de lo inconsciente como
una inducción de algo inexistente para el sujeto.
Las nociones de “objetividad” y “experiencia fija y neutra” teñían el ideario
freudiano. Un observador que quedara por fuera del hecho de observación y
no lo influyera era una idea predominante en la ciencia positivista del siglo
XIX. Entramos en este momento en una serie de contradicciones lógicas, que
incluso son exacerbadas desde el seno mismo del desarrollo freudiano. La pro-
puesta de objetividad de una ciencia empírico-positivista colisiona con el ideal
de subjetivación que es la propuesta del análisis. El estudio de la realidad psí-
quica lleva al desarrollo de una creciente apuesta por la subjetivación, que choca
con el ideal de objetividad. Con su aporte al descubrimiento de lo inconsciente
Freud queda inmerso en esta contradicción, contradicción de la que sale con
su invitación a continuar a ultranza con el trabajo analítico, que dará por re-
sultado un mayor saber objetivo sobre la subjetividad a través de la indagación
sostenida de la realidad psíquica. El objeto del conocimiento dentro del psi-
coanálisis es la concepción que el analista tiene sobre el psiquismo del sujeto.
534 | José E. Fischbein
“una de las cualidades que definen la actitud del analista durante la cura.
El analista debe ser neutral en cuanto a los valores religiosos, morales y
sociales, es decir, no dirigir la cura en función de un ideal cualquiera, y
abstenerse de todo consejo; neutral en cuanto a las manifestaciones trans-
ferenciales y neutral en cuanto al discurso del analizado, no otorgando a
priori una importancia preferente, en virtud de prejuicios teóricos, a un
fragmento o a un determinado tipo de significaciones” (p.266).
b) La neutralidad y la subjetividad
“La situación analítica tiene por lo tanto que formularse no como situa-
ción de una persona frente a un personaje indefinido y neutral – al final
de una persona frente a sí-misma – sino como situación de dos personas
indefectiblemente ligadas y complementarias mientras está durando la
situación, e involucradas en un mismo proceso dinámico. Ningún miem-
bro de la pareja es inteligible sin el otro (p. 129) (...) El otro (analista) se
compromete a tratar de entender el primero, y de proporcionarle, me-
diante la interpretación una ayuda para resolver sus conflictos, se com-
promete a la discreción y a la abstención de todo intervencionismo en la
vida “real” del otro”. (p. 131). (…) [El analista] no puede ser “espejo” por-
que un espejo no interpreta. (…) Se exigen de él actitudes en cierto modo
contradictorias o por lo menos muy ambiguas” (p. 140).
536 | José E. Fischbein
teórica de los hechos”, que pasan a ser seleccionados y saturados por las ideas
que los sustentan. Perdemos la tranquilidad de lo absoluto que brinda una
concepción empírico-positivista sobre el dato objetivo para ganar confianza
en la subjetividad del observador y en el rescate de la singularidad de cada
campo transferencial.
Las distintas teorías aprendidas e introyectadas por un analista actúan
como representaciones inconscientes que guían la escucha y configuran la
realidad clínica. La significación de un hecho y la orientación de un proceso
terapéutico responden, a veces sin saberlo siquiera el analista, a un guión
inconsciente que está dado por las teorías, las instituciones y la pertenencia
u oposición a tal o cual marco teórico.
Todo psicoanálisis sigue, a sabiendas o no, un texto que lo guía. A más
de un siglo de desarrollos pasamos del paradigma freudiano como paradigma
único, al apoyo que éste da a los desarrollos que surgen de él.
La técnica psicoanalítica ha sufrido revisiones y cambios desde que fuera
enunciada por Freud. Todos buscamos confirmación a nuestras propias te-
orías tanto en la clínica como al dialogar con otros colegas. La idea de que
un analista percibe, selecciona, significa y sostiene el campo clínico desde su
esquema referencial no es fácil de aceptar, como es probable que tampoco
sea fácil trabajar en otros medios con el concepto de “lo Inconsciente”. Sin
el texto teórico subyacente el campo clínico se vuelve confuso e ilegible. Por
lo tanto, el esquema referencial es una guía orientadora que aporta operati-
vidad, una lógica y la semántica para el campo clínico que ese esquema crea.
Un analista no halla más de lo que sus conocimientos le permiten encontrar.
Las conexiones significativas que se descubren en el discurso del paciente de-
rivan de las premisas de su esquema teórico. Éste que es inconsciente en un
sentido descriptivo, orienta la escucha y hace que aparezcan coincidencias en
la lógica, el lenguaje y conexiones entre los analistas que lo comparten.
Entre distintos grupos es necesario establecer correspondencias que no
siempre son fáciles de establecer. Con analistas que adhieren a un esquema
unívoco, con el que se corre el riesgo de auto-validar su clínica, nos trope-
zamos con una situación análoga a la existente en el momento en que Freud
recomienda la neutralidad, momento del paradigma freudiano como única
teoría existente; es decir, la necesidad de incrementar la auto-observación
para no caer en la fascinación de un esquema indiscutible.
La existencia de tensión y conflicto entre teorías en un esquema pluralista,
que adviene con los desarrollos post-freudianos, no sólo genera enfrenta-
miento y confrontación, sino que además permite crear nuevas combina-
torias para los obstáculos y anomalías del campo clínico. A su manera Freud
creó, y nos legó, el modelo de poner en duda su descubrimiento cuando la
clínica le hacía obstáculo.
538 | José E. Fischbein
CONCLUSIÓN
RESUMEN
SUMMARY
Can a psychoanalyst be neutral? Some reflections on theoretical pluralism.
The author suggests revising the Freudian premise regarding the psychoanalyst’s
neutrality within a pluralistic institution in the current historical context. He sets
forth the objectivity-subjectivity pair. The former is inherent to the Freudian con-
RESUMO
Um psicanalista pode ser neutro? Reflexões sobre o pluralismo teórico
Bibliografía
* Amada Lloret
PLURALISMO IDEOLÓGICO
PLURALISMO CIENTÍFICO
señalar algunas líneas posibles de cómo pensar el pluralismo. Dado que en vida
de Freud no existían otras escuelas – implico en esto un conjunto teórico com-
plejo – que se atribuyeran un modo diferente de pensar y conceptualizar abar-
cando la complejidad teórica y no solo parcialidades, aunque sí muestras de
esa tendencia en cuestiones más puntuales, podemos señalar en base a ellas
que la preocupación de Freud se centraba en el temor de las distorsiones que
su pensamiento pudiera sufrir, y ningún deslizamiento era considerado nimio
en este terreno, “su terreno”, que tanta lucha le había representado; así sus re-
flexiones aunque limitadas pueden ser también líneas de encuadre para nuestras
discusiones. En ese punto sólo mencionaré dos citas que incitan a pensar.
“Cuando las diferencias de opinión rebasan cierta medida, lo mejor es separarse
y seguir cada quién su camino, en particular si la diferencia teórica tiene por con-
secuencia un cambio en la práctica.” (1932, p. 132)
“Es casi un carácter universal de estos movimientos de secesión apoderarse cada
cual de cierto fragmento tomado de la riqueza de motivos del psicoanálisis e inde-
pendizarse sobre la base de ese patrimonio usurpado...”(1932, p. 133).
Freud no se anda con vueltas, el psicoanálisis es “su” riqueza y no la dejará
en manos ajenas, no a la usurpación de los títulos del psicoanálisis, sí a la
aceptación de inevitables otros rumbos.
También en el uso de las palabras era riguroso en defensa de su teoría, “..pri-
mero uno cede en las palabras y después, poco a poco, en la cosa misma” (1921, p. 87)
Creo que, por otra parte, la política de difusión del psicoanálisis que inte-
resaba mucho a Freud no estuvo ajena a un juego de tolerancias y límites.
Pero es sólo a partir del desarrollo del pensamiento freudiano, reelabo-
rado por diferentes autores, que el pluralismo se hace posible en las Insti-
tuciones de formación psicoanalítica.
La misma pregunta acerca de la posición pluralista podríamos plantearnos
respecto a Klein, Lacan, Winnicott... y tal vez sea posible extenderla a cada
psicoanalista que conforma su propio pensamiento identificándose y formán-
dose con alguna corriente que le da su marco de pertenencia teórica sin por
ello excluir otras líneas de pensamiento y su propia conceptualización.
Un tema no menor es el lugar que ocupa hoy la teoria freudiana, si por
un lado es considerado el fundamento, y esto se ve reflejado en las exigencias
curriculares de formación, por otra parte pareciera que pluralismo es tal
en cuanto se oriente básicamente hacia otras teorizaciones: así, permanecer
en el pensamiento de Freud, y no sólo considerarlo como un momento de
origen, se sindica como anacrónico. No confundamos pluralismo psicoana-
lítico con toda teoria que se aparte o reconstruya el pensamiento freudiano.
Me importa agregar que sostenerse en las ideas y palabras de un creador
como Freud también es un acto creativo, es la aceptación de la creatividad
de otro.
546 | Amada Lloret
RESUMEN
SUMMARY
Concerning pluralism: Pluralism in the APA
The author examines the different meanings pluralism has acquired in our institu-
tion, the APA, and describes her opinion concerning the pluralistic conception in
the light of Freud’s thinking..
RESUMO
Sobre o pluralismo. O Pluralismo na APA
Bibliografía
* Agradezco a los Dres Olga Belmonte Lara y Fernando Weissmann, candidatos de APA
en el momento de los cambios, por sus comentarios y aportes.
Podríamos decir que una primera manera de pluralismo tiene que ver con
la convivencia en una institución de colegas que sostienen distintos marcos
teóricos referenciales. Si nos alcanza esta modalidad estaríamos más en el
terreno de la tolerancia de la vecindad. En una sociedad en un pueblo mul-
tiétnico puede ocurrir que cada etnia tenga sus colegios, sus templos, sus
sociedades y si avanzamos, casi sus medios de transporte, o que el compartir
el tren no sea más que eso mismo. Podría ser también que cada uno vaya
aprendiendo del otro alguna palabra e incorporando al uso cotidiano ciertos
modismos, o pasos de baile, el tarareo involuntario de una música “ajena”.
En el reconocimiento del semejante, en la diversidad, podría ocurrir que un
día sea horadado el espíritu de cuerpo y que alguno del grupo A diga que
en tal discusión sintió verdadera curiosidad por lo dicho por un B. Que en
una forma de contagio o aprendizaje otros entiendan que un B puede aportar
al pensamiento de un A. Si esto se hace conciente y se puede poner en pa-
labras alguno del grupo A y quizás del B también se pondrá a pensar, y des-
cubrirá que el propio mundo puede conmoverse sin sucumbir. Un tercero
descubrirá la riqueza de esta nueva modalidad. En la discusión uno va a re-
descubrir que cada vez que se estudia y se aprende un nuevo concepto toda
la estructura se conmueve, cada nueva idea que “entra” interactúa con nues-
tro conocimiento y se vuelve a armar/enriquecer nuestra existencia. Este
3 El neologismo es mio.
La idea que el diván, las cuatro sesiones semanales y que el análisis transcurre
en la interpretación de la transferencia es “de antes” implica de hecho la cre-
encia de que debemos ir haciendo evolucionar la teoría acorde a nuestras
“adaptaciones” del presente, sin animarnos a descubrir que muchas de ellas
no son otra cosa que la renuncia a observar y analizar nuestras propias re-
sistencias.
Aún así surgen, como siempre, teorías que justifican estos cambios. Siem-
pre las “nuevas verdades” vienen avaladas por nuevos asertos teóricos. Pero
como son palabras que avalan nuevas praxis, el pluralismo, para serlo, debe
poner a jugar la discusión acerca de ellas.
Hace años hablábamos con un colega acerca de que es más fácil llenar las
horas del consultorio en épocas de crisis económica y gran cantidad de oferta
psi con tratamientos más light. Creo que es cierto ya que la razón está ín-
timamente ligada a que el trabajo psicoanalítico lo es contra resistencia del
paciente y, fundamentalmente, del analista. Nuestras propias resistencias
conducen a veces a aumentar la oferta, y si el paciente no busca psicoanálisis,
podemos ofrecer alguna técnica alternativa. No estoy hablando de un ca-
mino en el que a veces acompañamos al paciente desde su demanda por su
padecer hasta el ingreso al trabajo psicoanalítico.
Hay veces en que el sufrimiento del paciente es tan importante que arrasa
la palabra, en este caso veremos como opera el psicoanalista.
En tiempos en que algunas disciplinas biológicas van descubriendo incluso
validaciones a las hipótesis freudianas enunciadas en el ‘Proyecto’ y posterio-
res, si pensamos en los sabios de la antigüedad que abarcaban en su búsqueda
todas las disciplinas de lo humano, vemos que la curiosidad de quien se inte-
rroga es siempre pluralista y siempre avanza venciendo resistencias.
552 | Gustavo Enrique Dupuy
EL LÍMITE DE LA TOLERANCIA
PLURALISMO Y ECLECTICISMO4
Cuando nuestra institución decide abrir el juego a través de la reforma del 74,
se produce un sismo tal como si no fuera otra cosa que una religión instituida.
El punto es que la Reforma no es un nuevo reglamento sino que, muy
por el contrario, abre a la diversidad. Abre la puerta a todos los autores psi-
coanalíticos o a todos los autores a los que alguien llame psicoanalíticos. La
reforma en sí, desde su letra es como un sistema autolimpiante, me animo
a decir tal como el psicoanálisis.
Desde la física, el trabajo siempre es contra la resistencia. El trabajo psicoana-
lítico también lo es, en él la resistencia no es obstáculo sino su misma materia.
De la misma manera que la incertidumbre es un bien inestable ya que,
tal como en un pozo el agua tiende a nivelarse, la libertad es un camino ya
que en cada esquina amenaza la tentación del refugio de las creencias y del
espíritu de cuerpo.
¿No nos genera acaso cierta rivalidad la presencia de otras instituciones?
¿No es acaso la política psicoanalítica, claramente y a la vista, un juego
en el que el poder tiene su protagonismo? Este protagonismo ¿está siempre
amparado en las férreas y sinceras convicciones, o no será que es fácil ver
las apetencias narcisistas, los juegos de nombres y protagonismos en el in-
terjuego institucional?
Y, puertas adentro, en un sistema pluralista tal como trabajamos ardua-
mente por sostener en APA, ¿no vemos acaso en grupos, la tendencia a armar
pequeñas familias? Recordemos la cita de Cabral, mencionada más arriba,
“alcanza con que aparezca el concepto de lo fraterno para que el ajeno de-
venga en enemigo”.
Decíamos antes que la incertidumbre es un estado inestable, no lo es
menos la libertad y el pluralismo, ya que sumen a quien adhiere a la máxima
orfandad, sin bautismo, sin la protección de ser recibidos al final del camino
por quien nos salve de la muerte.
No me cabe la menor duda de que algunas instituciones que siguen a un
autor y líder serían impensables si no fuera porque la enorme mayoría de
los miembros adhieren incondicionalmente al líder.
Aún en caso de que esto sea un análisis correcto de la situación, me parece
que la verdadera libertad de pensamiento es el más inestable de los estados
y requiere que sigamos insistiendo varios años más y al mismo tiempo cu-
rándonos a nosotros mismos de las tentaciones de la verdad.
RESUMEN
SUMMARY
Psychoanalysis and Pluralism. The heretical institution.
The author reviews the concepts of ideological and institutional pluralism, eclec-
ticism, democracy and truth.
The central thesis aims to demonstrate that pluralism, as a free exercise of tolerance
with active interchange with other theoretical referents, encounters interference
from the same resistances found in the practice of psychoanalysis. Thus, a position
of full pluralism requires us to hold to a position of uncertainty, an unstable state
that constantly vacillates and tends to search for certainties as a refuge for existence.
The search for pluralism and the truth is a position, even as we recognize the limits
of its achievements. The road of pluralism is no different from the conviction sup-
porting the analytic position in regard to the ‘via del levare’.
RESUMO
Psicanálise e Pluralismo. A institução herética.
Bibliografía
Cabral, A. (2009). Lacan y el debate por la contratransferencia, Buenos Aires, Letra Viva.
Corominas, J (1961) Diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid, Gredos.
Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA Nihil Obstat, March 1, 1907. Remy
Lafort, S.T.D., Censor Imprimatur +John Cardinal Farley, Archbishop of New York.
Freud, S. (1905), “Sobre psicoterapia”. O.C., T. VII, pag. 249., 1978, Buenos Aires,
Amorrortu.
Groddeck, G. (1919) El libro del ello, Sudamericana, 1978, Buenos Aires.
Kristeva, J. (2009) Esa increíble necesidad de creer, Buenos Aires, Paidos.
Laurent, E. 1996 La pragmática del grupo y el más-uno, Más uno n° 1. EOL, Bs.
As., Julio.
Pavón, Héctor, Entrevista a Gianni Vattimo, publicada el Clarín del 4 de junio de 201
I- INTRODUCCIÓN
el otro, previo a su pérdida, y que el sujeto pueda tolerar el dolor por su ausencia.
En este sentido, veremos cómo la posibilidad de construir una historia y tem-
poralizar la experiencia implica la aceptación de los duelos que la vida conlleva.
Asimismo, trabajaremos con la hipótesis de que la construcción de la tem-
poralidad coexiste con la estructuración psíquica.
En la segunda parte, analizaremos el paso del tiempo del narcisismo al
tiempo del Ideal del Yo. Mientras que el narcisismo tanático buscará des-
mentir el paso del tiempo y la aniquilación del deseo configurando un tiempo
circular y repetitivo en un eterno presente, el Ideal del yo, en tanto sustituto
del narcisismo infantil y heredero del Complejo de Edipo, se constituirá
como organizador de una temporalidad prospectiva. El duelo por el yo ideal
y por los padres de la infancia, le permitirá al sujeto la búsqueda de un objeto
exogámico y la posibilidad de situarse en un tiempo trascendente y simbó-
lico, encontrando su lugar en el tiempo de las generaciones. Por ello, ter-
minaremos con algunas reflexiones acerca del tiempo de la finitud.
En nuestro recorrido nos encontraremos con el memorioso Funes, el
joven Narciso y la ninfa Eco, y finalmente, con el astuto Ulises. Estos per-
sonajes de la mitología y de la literatura representarán distintas posiciones
subjetivas en relación a los propios deseos omnipotentes, las que darán ori-
gen a diferentes temporalidades.
1 Para mi lectura del Proyecto… fue de gran utilidad el trabajo que Valls, J. (2004) realiza
sobre el mismo.
3 Esta vivencia estaría conformada por la sensación placentera, la imagen mnémica del
objeto y de las acciones realizadas junto a él.
562 | Paola Alejandra Machuca
4 Luego Freud (1915) dirá que lo que existe es una inscripción investida de un modo di-
ferente, una mudanza en la investidura.
6 Freud (1911) señala que la represión de la sexualidad infantil “es el lugar más lábil de nuestra
organización psíquica” (p.227-28), a ello contribuyen tanto el autoerotismo como el período
de latencia. Esto permite siempre la posibilidad de una “regresión” y el repliegue sobre
el objeto de la fantasía. Cabe recordar que en esta primera época, la repetición va a estar
en relación con la pulsión sexual y con el principio del placer. Lo reprimido de la sexualidad
infantil va a retornar en el presente a través de las formaciones de compromiso.
7 Hornstein, (1990), trabaja la relación entre ambos principios y la temporalidad. Tam-
bién véase Galende (1992).
mundo sólo existe la inmediatez de los detalles: “Cada imagen visual estaba
ligada a sensaciones musculares, térmicas… (p. 488)”. Así, en-ajenado frente
a un caudal de sensaciones, su propia imagen se esfuma al contemplarse en
el espejo en el que sólo percibe diferencias. Por ello Funes exclama: “Mi
memoria, señor, es como un vaciadero de basuras... (p. 488)” Agobiado por
un pasado que no es posible conservar a distancia de la conciencia, no puede
desechar nada. La posibilidad de acceder a un pensamiento claudica ante la
totalidad empírica y simultánea a la que asiste como espectador solitario:
“(…) No sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada
una de las veces que la había percibido o imaginado (p. 489)”. Exiliado del
universo metafórico, las representaciones advienen a un automatismo de re-
petición. Es la monotonía del reloj que se ha detenido, marcando las horas
muertas de un hastiante presente. Por lo tanto, podríamos afirmar que la
inmovilidad es el precio que ha debido pagar quien ha renegado del duelo
por los propios deseos omnipotentes.
La repentina adquisición de esta memoria omnisciente lo ha alejado de
los “demás cristianos”, desmemoriados, dejándolo “tullido” para acceder a
una temporalidad que contenga recuerdos de experiencias afectivas signi-
ficativas. Así, el “precursor del superhombre” deviene antihéroe, extranjero
de un tiempo que le pertenezca.
8 Esta temporalidad está bellamente representada en la obra “Dalí de espaldas pintando a Gala
de espaldas eternizada por seis corneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis verdaderos es-
pejos.” (1972-73, Fundación Gala-Salvador Dalí, Figueras), inspirada en Las Meninas de
Velásquez. En ella Dalí es tanto el objeto de su admiración como el rey; Gala es reina e
infanta. Dalí pinta a Gala y a sí mismo delante de un espejo, donde él- se-ve mientras pinta
y ve la mirada de ella-mirándolo a él. En este cuadro convergen tres miradas: la de Gala,
la de Dalí y la nuestra, o la de Dalí pintor y espectador de su obra. La sucesión de espejos
utilizados replican las imágenes y multiplican las miradas, en donde el espacio se define
como proyección de otro, en un tiempo que reverbera sobre sí mismo.
570 | Paola Alejandra Machuca
Por lo tanto, podemos afirmar que el destierro del paraíso perdido y mí-
tico implica el advenimiento de la sexualidad y de la muerte: el hombre queda
sujetado al tiempo. Es en este saber que adviene en sujeto del tiempo y se
hace histórico.
En el narcisismo patológico toda relación con lo extraño se constituye
como amenaza. Es el modo de funcionamiento de la identidad de percep-
ción, donde la búsqueda de lo idéntico concierne a hechos que no pudieron
ser elaborados psíquicamente, retornando como automatismo de repetición.
En esta temporalidad existe un predominio de lo simultáneo donde lo actual
y lo pasado se yuxtaponen o confunden, generando representaciones indis-
criminadas y sincréticas: es el tiempo simultáneo y paradojal.
Si la pérdida del objeto constituye al sujeto como deseante, son los des-
plazamientos, los movimientos y los cambios en relación al otro, los que le
permitirán al ser humano construir su experiencia del devenir temporal.
Los desencuentros entre los tiempos del sujeto y los del otro también se
hacen intolerables, pues resquebrajan la ilusión de la común-unión entre ambos.
Por lo tanto, toda experiencia de cambio o duelo9 puede conducir al sujeto a la
búsqueda regresiva de un objeto que suture la herida narcisista, que obture cual-
quier carencia y que se constituya como garante incondicional de la vida. Este
es el tiempo del Ananké, del apremio de la vida, del perentorio reclamo hacia
el otro para existir, de lo contrario, el sujeto podrá precipitarse en el vacío.
El encuentro con la falla del objeto confronta al sujeto con su propia vul-
nerabilidad. Así en la frustración quedan cuestionados simultáneamente el
otro omnipotente, omnisciente y sostenedor y el sujeto sostenido e invul-
nerable, his majesty the baby.
sismo tanático de sus padres, el que se plasma como inexorable destino. Así,
Narciso encuentra su muerte en las aguas de su padre, el dios-río Cefiso, lo
que podría representar la entrega pasiva y absoluta al padre primitivo.
Ese otro que se les impone como destino a Eco y a Narciso, también es
lo familiar de antaño, el doble que pertenece a los confines de lo ominoso
y que, destinado a permanecer oculto, ha salido a la luz, lanzándolos a la
muerte.
Así, será el amor el que preserve la vida, pues como advierte Freud: “Un
fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que amar para
no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración
no puede amar” (1914, p.82).
EL TIEMPO DE LA FINITUD
12 Al respecto véase “La persistencia de la memoria”, Salvador Dalí (1931, MOMA, N. York)
13 Cf. Swinglehurst, E. (1996)
14 Sobre el desarrollo de este tema véase la enriquecedora lectura que realiza Milmaniene
(2005) acerca del sujeto, el tiempo y la muerte.
15 La transitoriedad. En este bello artículo encontramos una enunciación sobre la teoría del
duelo, que Freud había escrito unos meses antes, aunque se publicara dos años después.
578 | Paola Alejandra Machuca
16 Uno de los conceptos fundamentales en el mundo griego es el de hybris que significa: so-
berbia, arrebato, desenfreno, violencia o daño. Su significación originaria es acción que
perjudica a alguien. La peor ofensa para los dioses es “no pensar humanamente” y aspirar
a poseer atributos divinos desconociendo los límites humanos.
580 | Paola Alejandra Machuca
son las del reconocimiento de su finitud, así como las de su anhelo por los que
ama. Por lo tanto, podemos afirmar que el viaje de Ulises encarna la larga travesía
que todo ser humano debe realizar hacia el otro, y ésta lleva el nombre de deseo.
Como en este héroe, la propia existencia cobra sentido al ligarse a un
proyecto en virtud del cual se investirá a los otros y al tiempo futuro. En
este sentido, el Ideal del yo se revelará como organizador de una tempora-
lidad prospectiva y trascendente.
La vida del sujeto se temporaliza al encontrar su lugar singular en el
tiempo de las generaciones. Para ello deberá realizar el duelo por el narci-
sismo infantil y por los objetos incestuosos, así como reconocer el don re-
cibido de quienes lo precedieron y que entonces podrá ofrecer a su hijo por
amor. Se despliega así el tiempo simbólico de la filiación.
El trabajo de duelo que implica el sepultamiento del complejo de Edipo,
devela las distintas caras del desvalimiento humano, ya sea la de su prema-
turez o la de su vulnerabilidad ante el otro prehistórico y ante las exigencias
pulsionales. Es en el interior de la trama edípica, en las relaciones y prohi-
biciones que ella establece, donde el ser humano se hace histórico rompiendo
con la lógica dual pre-edípica.
Por el contrario, la dificultad para realizar los duelos que el paso del
tiempo conlleva, eclipsa la diferencia generacional prevaleciendo la tempo-
ralidad propia del narcisismo. Entonces, predominará un tiempo centrado
principalmente en el presente con la consiguiente desinvestidura de pro-
yectos, y la búsqueda inmediata de realizaciones personales, desdeñando
todo esfuerzo que se haga en pos de un ideal. La desmentida de la diferencia
generacional y del paso del tiempo configura un espacio donde el futuro se
presenta como el retorno del pasado, y la alteridad, como una identidad.
La historia del hombre se irá escribiendo en estas distintas temporalidades,
que en su coexistencia y entrecruzamientos complejizarán el aparato psíquico.
Por ello la historia que escribimos con el paciente, y la que intentamos
reconstuir con él, no es una crónica. Estas múltiples dimensiones temporales,
que expresan distintas formas de funcionamiento psíquico, también posi-
bilitan nuevas articulaciones de sentido donde cada quien pueda construir
un fragmento de verdad atravesada por el tiempo, y por ello siempre pro-
visoria y siempre sorprendente.
Tanto en su historia personal como la de la humanidad, el hombre va re-
signando ilusiones y creencias, aventurándose en nuevas conquistas y apren-
diendo a reconocer en los inevitables límites que la realidad le impone, el
acceso a un tiempo propio y singular; éste es el tránsito de la indefensión a
la capacidad de pensar. Así, la muerte del “his majesty the baby” (héroe) ne-
cesita análogamente la muerte de los padres omnipotentes (dioses y semi-
dioses), atravesando el dolor de saber-se castrado, finito y mortal.
Bibliografía
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—— (1911) Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico, O. C., Vol.
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—— (1914) Introducción del narcisismo, O. C., Vol. XIV, Buenos Aires, Amorrortu,
1990.
584 | Paola Alejandra Machuca
Hacer camino con Freud luz del desarrollo del psicoanálisis pos-
tfreudiano, iluminando algunas de sus
EDUARDO BRAIER zonas oscuras, enalteciéndolo con su in-
Lugar Editorial: Buenos Aires, 2009. teligente mirada crítica. Presenciar este
diálogo trasciende lo fascinante como
Prologar un libro es un privilegio muy espectáculo, ya que invita al lector a in-
grande. Aceptar la invitación generosa teresarse por participar activamente de
de un autor para participar de tan sig- ese trabajo de reflexión. También con-
nificativa empresa implica convertirse voca a desandar el camino recorrido por
en testigo del alumbramiento de una este autor “transoceánico” que nunca
obra y, por tanto, la enorme responsa- deja de ser “de aquí” y “de allá”: por el
bilidad de estar a la altura de la feliz cir- arraigo que denota el compromiso con
cunstancia así como de la aventura inte- su propia formación como analista, y
lectual que el lector está dispuesto a por la libertad que inspira (y se respira
emprender al abordar el texto. Mucho en su enorme amplitud de mira) para se-
más si el anfitrión es un colega con la guir nutriendo permanentemente el
trayectoria científica, la solvencia teórica pensamiento psicoanalítico, y permea-
y la pericia clínica de Eduardo Braier. bilizando fronteras en la clínica.
En principio, y dando testimonio de Por si el lector no ha tenido la buena
mi propio entusiasmo como lector de fortuna de escuchar a Braier tocar el
estas páginas, puedo asegurar que seguir piano, me animo a advertirlo de algo
el recorrido por los caminos de Eduardo que quizás descubra por sí mismo al leer
Braier junto a Freud es una experiencia estas páginas: Eduardo Braier es un in-
impactante. Nos recibe un autor lúcido, térprete enorme. Para la música como
inquieto, que nos acompaña en la revi- para el psicoanálisis posee el conoci-
sión de la obra freudiana a la vez que miento que le permite entender y leer
construye la propia, y nos muestra con con solvencia las más diversas partituras.
meticulosidad sus cimientos, su estruc- Y puede también traducir en los signos
tura, el andamiaje de sus elaboraciones de su pentagrama teórico (con particu-
teórico-clínicas: Hace camino con lar creatividad) aquello que resuena
Freud mientras honra su pensamiento desde la escena clínica develando el te-
leyéndolo reflexivamente, rastreando atro privado de las fantasías, de los trau-
sus huellas conceptuales, de-constru- mas y sus ecos repetitivos, de los silen-
yéndolo en la clínica, discutiéndolo a la cios atronadores de la destructividad, de
586 | Revista de libros
nocidas como tales por una persona que cuenta de la resistencia que muchos ana-
no es ni psicótica ni perversa, que no listas tienen a develar su clínica. También
afectan el juicio de realidad, que en su lo es cuando se apasiona como lector y
contenido manifiesto refieren a deseos nos entusiasma con cierta complicidad
pregenitales y de naturaleza incestuosa) febril en la exploración de la Begoña de
Braier también enriquece sus reflexio- Delgado. También es realmente noble
nes con la ilustración de dos viñetas clí- cuando reconoce las fuentes teóricas en
nicas, profundiza en consideraciones las que abreva y valora con parejo respeto
acerca del papel de la escena primaria en y reconocimiento las ideas de otros que
la teoría psicoanalítica, pormenoriza en lo han inspirado (los maestros, los pio-
la caracterización de estas fantasías “per- neros, los contemporáneos interlocuto-
versas”, e hipotetiza acerca de su génesis res desde diversas latitudes del psicoaná-
y su papel en la estructuración y orga- lisis, y los colegas-pares a quienes ha
nización del psiquismo. Yo quiero invi- leído y con quienes ha dialogado e inter-
tar muy especialmente al lector a “reco- cambiado ideas por igual). Es éste un
ger el guante” de lo que Braier deja mérito singular que nos dice mucho más
planteado en los puntos suspensivos del de la persona del autor que de su admi-
último párrafo de su capítulo 11, tras rable erudición. Y también es magná-
formular una serie de interesantísimas nimo en la claridad expositiva que pro-
preguntas en torno a las cruciales dife- diga al lector, en su cuidadoso interés por
rencias que establece entre las fantasías acompañarlo mientras “hace camino” en
de seducción y las fantasías “perversas” la reflexión psicoanalítica y por dejarlo a
en la histeria. Allí nos convoca y nos im- solas, respetuosamente, cuando se le
plica en una reflexión actual y renovada abren los múltiples interrogantes y cues-
para la demanda clínica de hoy. Su úl- tionamientos que él mismo estimula.
timo capítulo, a través del análisis de las Por todo ello cabe agradecer y feste-
tribulaciones erótico-amorosas del per- jar este “reencuentro en el camino” con
sonaje literario de Begoña, ilustra deta- Eduardo Braier y su obra. Leerlo es
llada y deliciosamente las conceptuali- descubrirlo en la frescura del analista
zaciones psicoanalíticas que ha venido experimentado que no ha perdido la ca-
desplegando acerca de las fantasías en pacidad de sorpresa ni de reformulación
esta suerte de “nueva” histeria ubicada de lo ya aprendido; es escuchar en sus
en una especie de “territorio de transi- reflexiones teóricas la compleja armo-
ción” entre la neurosis y la perversión. nía de su melodía y el resonante vibrar
A esta altura de mi lectura del libro de de su sutil instrumento clínico. Por eso
Braier, no me caben dudas de que también estoy gustoso de invitarlo a
Eduardo es un hombre generoso. Lo es usted, lector, a sumarse a este apasio-
cuando nos acerca a la complejidad de la nante recorrido que, seguramente, lo
comprensión metapsicológica la con- inspirará como a mí para continuar dia-
tundencia del hecho clínico. Es generoso logando de manera íntima con este
al mostrarnos cómo piensa mientras tra- autor tan sugerente.
baja, y eso es muy valorable habida Norberto Marucco
guiente modo. En la base del sistema je- tica. Quedan así establecidos cuatro ni-
rárquico subordinado del sistema pul- veles Preinc. Inc. Prec y Cc y la autora
sional encontramos las dos pulsiones señala las vinculaciones entre ellos .
antagónicas, las pulsiones de autocon- En la Parte III toma los textos de
servación y las pulsiones sexuales; en la “Más allá del principio del placer”, “El
base del sistema perceptual colocamos Yo y el Ello”, entre otros. Comienza re-
las fuentes pulsionales (biogénico y sumiendo lo desarrollado hasta ese mo-
zonas erógenas con los componentes mento diciendo: “Hemos dividido todo
pulsiones establecidos desde ellos); el sistema constituido por la psique en
mientras que en la base del sistema M cuatro sub-sistemas Preinc, Inc, Prec y
están las imágenes motoras – como son Cc, cada uno caracterizado por diferen-
denominadas en el Proyecto – es decir tes y sucesivos niveles superiores de or-
los patrones de acción específica, o re- ganización, resultado del aumentado
presentación de acción”. número de operaciones de switch (com-
Ya ha incorporado aquí todos los es- binaciones). De esta forma cada com-
tudios publicados sobre metapsicología plejo estructural, operando en su propio
escritos por Freud, por ello puede in- nivel de integración funcional (cada
cluir los afectos como descarga dentro nano sistema, micro sistema, subsistema
del sistema M, al igual que las represen- y macro sistema), tiene definido su pro-
taciones palabra desde las representa- pio estado de equilibrio y, su propio y
ciones cosa. En uno de los cuadros con específico rango de estabilidad diná-
que la autora ejemplifica, resalta la or- mica. La autora especifica: “Lo que es
ganización de los sistemas P y M en di- correcto –es decir, lo que constituye
ferentes niveles de complejidad especi- equilibrio– para un sistema (digamos el
ficando los enlaces intermedios, Inc) puede perfectamente no ser apro-
básicamente para el sistema P es: P1 piado para otro (el Cc) para el cual cons-
fuente pulsional (biogénica y zonas eró- tituye una salida del equilibrio”. Este es
genas); P2 representación objetal [Yo el punto de partida freudiano para este
(Objeto) Objeto (YO)] y P3 represen- período en el cual el conflicto y su re-
tación cosa. Para el sistema M es M1 re- solución toma el centro de su estudio.
presentación de acción (acción especí- La Dra. Cordelia Schmidt-Hellerau
fica), M2 representación de afecto y M3 explica que: “En vista a la tendencia
representación de palabra. quiescente de la pulsión de muerte…,
Continuando con el desarrollo del sugiero que a la energía que se adscribe
modelo resalta la organización del sis- a ella la denominemos lehte, término
tema inconsciente, preconciente y prestado de la mitología griega. Lehte
consciente, al que agrega un sistema significa olvido; lleva ese nombre un río
pre-inconsciente como zona previa o en el Hades o en las fronteras de lo real
más allá del proceso primario que se su- de la muerte. La mitología griega, a la
merge en la teoría de la de-somatización que Freud recurrió tantas veces en su
a la exclusivamente somática, o sea una elección de sus términos teóricos, puede
región psíquica previa diferente o un venir nuevamente en nuestra ayuda,
nivel distinto de regulación homeostá- pues me parece que lethe satisface todo
592 | Revista de libros
aspecto que requiere lo establecido por de switchs en una base integrada dentro
Freud de un término que denota la de un sistema dinámicamente estable,
energía de la pulsión de muerte, como fue deliberadamente realizado de modo
mostraré ahora. Lethe es un término lo más parsimonioso posible”.
análogo y equivalente a libido, y el Hecha esta aclaración pasa a resaltar
hecho que signifique olvido (represión) cómo concibe la formación del Ideal,
es consistente con nuestro constante del superyó, de las identificaciones, etc.
énfasis en la dirección (-) interna de la dentro del modelo establecido, con los
pulsión hacia el inconsciente; el término distintos niveles de organización del yo,
lethe, a través de la imagen de un río, así como las distintas etapas evolutivas
evoca la idea del flujo de energía de la de la libido, la bisexualidad, el complejo
pulsión, dado que el río Lethe fluye de Edipo completo en sus vertientes se-
desde el mundo de los vivos hacia el de xuales y de autoconservación. La autora
los muertos. El nombre lehte también concluye el apartado señalando: “Freud
toma en cuenta el último requisito pos- llama una presentación metapsicoló-
tulado por Freud para la pulsión de gica, una aproximación que describe los
muerte, en el relevante plano de signi- procesos psíquicos en sus aspectos di-
ficado. Expresa precisamente lo que námicos, topográficos y económicos.
hemos determinado y establecido desde Por último en “Perspectivas: la me-
el principio en el nivel formal de la me- tapsicología como concepto puente”
tapsicología, es decir, la tendencia (-) Cordelia Schmidt-Hellerau efectúa una
‘energética’ de una pulsión, que ahora comparación del modelo cerebral de A.
ha sido posible demostrar en la tenden- Luria con el modelo metapsicológico de
cia quiescente de la pulsión de muerte la mente, aclarando que a posteriori en-
en la versión final de la teoría pulsional. contró aun más vínculos con los aportes
El término lethe es consistente con el del Dr. Solms.
lenguaje metapsicológico, puesto que Es una obra impactante por su con-
no hay objeción para hablar de una ca- sistencia y seriedad, plantea y permite
texia lethica y, last but not least, lehte es una re-lectura de los textos freudianos
usado en todas las lenguas precisamente que entusiasma y abre nuevas posibili-
en nuestro sentido: llamamos a alguien dades de pensar los procesos psíquicos,
de comportamiento letárgico, y habla- así como los psicopatológicos desde una
mos de letargo a una condición deleté- óptica enriquecida y vita.
rea y de una dosis letal de una sustancia Juan Carlos Weissmann
particular, tal como una droga”….
En una nota al pie, la autora aclara
(pg. 209) “… Dado que este libro in-
tenta concebir la metapsicología como
una teoría del vínculo entre procesos
psíquicos y somáticos, la presente con-
cepción de estructura como un switch
ó, si ustedes quieren, como una serie je-
rárquica y operativamente organizada
tura.”(p. 24). Más adelante, al referirse Barcelona, quien hace un análisis del
a la regla fundamental, agrega: […] “no “concepto de intimidad en el pensa-
se alcanza por medio de una búsqueda miento de Meltzer”
intencional sino dejándose llevar para Carlos Tabbia nos dice que “La inti-
acceder a lo que se esconde en los la- midad, que posibilita la creación de la fa-
berintos del relato del analizante y sólo milia interna, que nos permite descubrirnos,
se revela parcialmente.” (p. 25) que se sostiene en el diálogo con los objetos
Más adelante la autora, Claudia internos y que no se siente ofendida por la
Lara, plantea que el deseo incestuoso privacidad ajena.[…] Una caracterización
no pertenecería a un estado natural uni- mas precisa de una relación íntima es aque-
versal, sino cultural particular y que la lla en la que ambos participantes se consti-
organización conyugal crearía las con- tuyen como continentes mutuos, que a través
diciones para la estructuración de una de la reverie posibilitan el desarrollo del vín-
sexualidad incestuosa. Por el motivo culo que los hace crecer como personas y como
anterior y coincidiendo con la afirma- pareja (conyugal, paterno-filial, científica,
ción de Roudinesco afirma que la fa- analítica, amistosa, etc.).Por eso mismo creo
milia actual se encuentra en desorden. que la intimidad que permite el desarrollo
Para ello se basa en el estudio de una de la personalidad y de los intereses que tras-
comunidad china “Mouso” formada cienden a la misma pareja es la que está ba-
como una organización matriarcal en la sada en la “reciprocidad estética” con predo-
cual las mujeres están al mando. minio del vínculo K.” (p. 48).
En otro artículo de esta suculenta En otro párrafo establece una dife-
revista Janine Puget, a partir de distin- rencia entre intimidada y complicidad.
tas viñetas, nos ayuda a repensar y dis- Me sorprendió, dice Tabbia, cuando
cernir para aclarar presupuestos y pre- Meltzer1 nos propuso la intimidad como
juicios que traen los pacientes al una de las tres dimensiones para com-
consultorio. Puget comenta cómo in- prender la estructura de la personalidad.
terviene el marco referencial de cada También establece que los límites y
uno al operar terapéuticamente. Este la distancia son condiciones fundamen-
sería el lugar que damos a los recuer- tales para las relaciones íntimas. Afirma
dos, a la historia, al presente, a las pa- que si la distancia entre dos objetos es
rejas, a la repetición y a lo que nos sor- excesiva o no existe porque se superpo-
prende. Por último, nos alerta sobre la nen es imposible establecer una rela-
dificultad de escuchar al otro que es ción. Las relaciones necesitan de la dis-
condición necesaria en la vida coti- tancia, para la intimidad; es tan dañino
diana y fundante de nuestra actividad. el aislamiento como la fusión. Es nece-
Otro artículo de esta sección es de sario encontrar la distancia óptima. En
esos que hay que tener siempre a este punto habla sobre la relación del
mano. Se trata del texto de Carlos Tab- padre en la familia y sobre la búsqueda
bia, colega del grupo psicoanalítico de de identidad en el adulto joven.