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MEDICINA DEPORTIVA
La hormona peligrosa
La Unión Ciclista Internacional va a controlar el
consumo de eritropoyetina
La Unión Ciclista Internacional ha tomado una medida para atajar las muertes
por el consumo de eritropoyetina sintética: prohibir la participación en la carrera
cuando el hematocrito supere el 50%.
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IGNACIO ROMO
Lo cierto es que la EPO está incluida desde hace siete años en las listas
de sustancias dopantes prohibidas por el Comité Olímpico Internacional y las
diversas federaciones deportivas. El problema está en que aún no es posible su
identificación en los controles de orina. Desde un punto de vista médico, con
fines estrictamente terapéuticos, no se debe olvidar que el descubrimiento de la
eritropoyetina sintética representó una excelente noticia. La obtención de esta
hormona por ingeniería genética (comercializada por vez primera en 1985)
aportó un avance significativo en el tratamiento de la anemia asociada a
insuficiencia renal crónica, en pacientes sometidos a hemodiálisis. También se
ha mostrado eficaz en la corrección de anemias presentes en el sida, la cirrosis
hepática o la artritis reumatoide. Sin embargo, como cualquier otro
medicamento, la EPO no está exenta de efectos secundarios. La EPO puede
matar, y eso lo saben muy bien en Holanda.
Los deportistas que se inyectan esta sustancia ven subir sus cifras de
hematocrito (porcentaje que representan los glóbulos rojos frente al total de la
sangre, y cuyo valor normal en un deportista se sitúa entre 42% y 45%) hasta
niveles increíblemente altos, incluso de un 60%. Según los hematólogos,
cuando se supera la cifra de 55% se considera que la sangre comienza a
espesarse de forma peligrosa. Inyectada en grandes cantidades, la EPO eleva las
cifras de hemoglobina en un 20%. La sangre del deportista con un cifra de
hemoglobina muy superior a la normal aumenta peligrosamente su viscosidad y
no circula por los vasos con la misma fluidez. La sangre se coagula fácilmente
(y aquí reside el principal riesgo para el deportista) no sólo por la mayor
viscosidad del torrente sanguíneo sino porque otro de los efectos de la
eritropoyetina es el de elevar la cifra de plaquetas. Si el trombo aparece en
zonas vitales del organismo como las arterias del cerebro o las coronarias, la
consecuencia no puede ser peor: muerte súbita. Precisamente la muerte en
circunstancias extrañas de 16 ciclistas holandeses (incluido el campeón Bert
Oosterbosch) entre 1987 y 1990 fue rápidamente relacionada con la
administración de eritropoyetina. Todas las muertes se iban produciendo de la
misma forma: paros cardiacos mientras los ciclistas dormían. El aumento de la
viscosidad sanguínea, unido a la baja frecuencia cardiaca durante el sueño
fueron apuntadas como causas de estas muertes por diferentes expertos en
medicina deportiva.