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jueves, 13 de Marzo de 1997

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MEDICINA DEPORTIVA

La hormona peligrosa
La Unión Ciclista Internacional va a controlar el
consumo de eritropoyetina

La Unión Ciclista Internacional ha tomado una medida para atajar las muertes
por el consumo de eritropoyetina sintética: prohibir la participación en la carrera
cuando el hematocrito supere el 50%.

_________
IGNACIO ROMO

El dopaje con eritropoyetina es un rumor insistente en el mundo de la


medicina deportiva. El fenomenal escándalo que estalló en Italia el pasado mes
de octubre tras la revelación del llamado informe Donati en el que se acusaba al
80% de los ciclistas profesionales de doparse con eritropoyetina (EPO) aún no
se ha cerrado. La eritropoyetina es una hormona que el organismo humano
produce de manera natural en el riñón. Su producción se ve estimulada en
situaciones (como la hipoxia) en las que es necesario aumentar los niveles de
hematíes en sangre. La síntesis de esta sustancia en los laboratorios obtenida por
vez primera a mediados de la década de los 80 abrió en seguida un amplio
abanico de posibilidades sobre su uso indebido en deportes de resistencia. En un
deportista que practique una especialidad de larga duración, el consumo de EPO
presenta beneficios obvios.

Cuando se inyecta esta sustancia a un


ciclista, se estimula la formación de
hematíes (glóbulos rojos) y al aumentar
éstos se eleva también la tasa de
hemoglobina. Como consecuencia de
ello, los músculos, aun recibiendo la
misma cantidad de sangre, captan más
oxígeno, trabajan de forma más eficaz KRT
y se retrasa la aparición de fatiga. Cuando un ciclista se inyecta eritropoyetina
se estimula la formación de glóbulos rojos.
Como algún experto en medicina deportiva ha observado, el dopaje con
eritropoyetina imita los efectos de las autotransfusiones de sangre (también
prohibidas por la reglamentación antidopaje pero que se hicieron célebres entre
los atletas finlandeses en los años 70), pero sin necesidad de desplazamientos a
zonas en altitud, extracciones, almacenamiento de sangre congelada ni
reinfusiones en vena.

El beneficio en un deportista de la utilización de eritropoyetina exógena


(conocida como eritropoyetina humana recombinante por la ingeniería genética)
no ha sido bien cuantificado aún. Algunos expertos han llegado a cifrar su
efecto en un 8% de mejora de la resistencia, pero éste parece un valor
demasiado alto. En un estudio no publicado aún, el investigador sueco Bjorn
Ekblom predice que el uso de la eritropoyetina sintética puede hacer que un
deportista rebaje en medio minuto su récord personal en una prueba de 20
minutos de duración. Se trataría por tanto de una mejora de un 2,5%. Aplicando
este mismo porcentaje, el consumo de eritropoyetina conseguiría que un
corredor de 10.000 metros rebajara su récord personal desde 27,45 a 27,00, una
diferencia similar a la existente entre el récord de España y el récord olímpico.

Lo cierto es que la EPO está incluida desde hace siete años en las listas
de sustancias dopantes prohibidas por el Comité Olímpico Internacional y las
diversas federaciones deportivas. El problema está en que aún no es posible su
identificación en los controles de orina. Desde un punto de vista médico, con
fines estrictamente terapéuticos, no se debe olvidar que el descubrimiento de la
eritropoyetina sintética representó una excelente noticia. La obtención de esta
hormona por ingeniería genética (comercializada por vez primera en 1985)
aportó un avance significativo en el tratamiento de la anemia asociada a
insuficiencia renal crónica, en pacientes sometidos a hemodiálisis. También se
ha mostrado eficaz en la corrección de anemias presentes en el sida, la cirrosis
hepática o la artritis reumatoide. Sin embargo, como cualquier otro
medicamento, la EPO no está exenta de efectos secundarios. La EPO puede
matar, y eso lo saben muy bien en Holanda.

Los deportistas que se inyectan esta sustancia ven subir sus cifras de
hematocrito (porcentaje que representan los glóbulos rojos frente al total de la
sangre, y cuyo valor normal en un deportista se sitúa entre 42% y 45%) hasta
niveles increíblemente altos, incluso de un 60%. Según los hematólogos,
cuando se supera la cifra de 55% se considera que la sangre comienza a
espesarse de forma peligrosa. Inyectada en grandes cantidades, la EPO eleva las
cifras de hemoglobina en un 20%. La sangre del deportista con un cifra de
hemoglobina muy superior a la normal aumenta peligrosamente su viscosidad y
no circula por los vasos con la misma fluidez. La sangre se coagula fácilmente
(y aquí reside el principal riesgo para el deportista) no sólo por la mayor
viscosidad del torrente sanguíneo sino porque otro de los efectos de la
eritropoyetina es el de elevar la cifra de plaquetas. Si el trombo aparece en
zonas vitales del organismo como las arterias del cerebro o las coronarias, la
consecuencia no puede ser peor: muerte súbita. Precisamente la muerte en
circunstancias extrañas de 16 ciclistas holandeses (incluido el campeón Bert
Oosterbosch) entre 1987 y 1990 fue rápidamente relacionada con la
administración de eritropoyetina. Todas las muertes se iban produciendo de la
misma forma: paros cardiacos mientras los ciclistas dormían. El aumento de la
viscosidad sanguínea, unido a la baja frecuencia cardiaca durante el sueño
fueron apuntadas como causas de estas muertes por diferentes expertos en
medicina deportiva.

El doctor Randy Eichner, catedrático de Hematología de la Universidad


de Oklahoma City, ha declarado recientemente que «el uso de EPO en
deportistas es peligroso porque se está llevando a cabo en personas que luego se
someten a esfuerzos muy exigentes. Si a un ciclista se le está administrando
EPO, puede alcanzar un hematocrito superior al 55% y, si se dispone a
participar en una carrera en ambiente caluroso, se está exponiendo a una
situación muy peligrosa. Durante la carrera, y debido a la deshidratación, el
hematocrito se elevará hasta cifras cercanas al 70%». En ese punto, el ciclista ve
aumentada la probabilidad de formación de trombos con riesgo posterior de
infarto de miocardio, embolia pulmonar o cerebral. Las medidas recientemente
adoptadas por la Unión Ciclista Internacional (UCI) se proponen como objetivo
la protección de la salud de los deportistas antes que la persecución del dopaje.
Ya en esta misma temporada y con anterioridad a las grandes pruebas se van a
llevar a cabo análisis de sangre aleatorios. Aquéllos que presenten niveles de
hematocrito superiores al 50%, serán excluidos de la prueba como medida de
prevención. El límite parece razonable, y desde luego mucho más adecuado que
el 45% que pedían los sectores más radicales de la lucha antidopaje. La
Federación Italiana de Ciclismo, fuente del escándalo, ha tomado también sus
propias medidas. A partir de ahora, todo ciclista deberá aceptar someterse a
controles de sangre, incluso por sorpresa, para poseer la licencia federativa
italiana. Además se aumenta la responsabilidad de los médicos, que deberán
apartar de la competición a los corredores con cifras sanguíneas de riesgo.

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