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Significante. EDIPO.
Significante. EDIPO.
Si el psicoanálisis nos enseña algo, es precisamente que el desarrollo del ser humano
no puede en modo alguno ser directamente deducible de la construcción, de las
interferencias, de las composiciones, vale decir, de los instintos. El mundo, en el que
vivimos, en medio del cual nos orientamos, y sin el cual de ningún modo podemos
orientarnos, no implica solamente la existencia de las significaciones, sino el orden del
significante.
“si el comlplejo de Edipo no es la introducción del significante, les pido que me den de
él alguna concepción distinta. Su grado de colaboración sólo es tan esencial para la
normalización sexual porque introduce el funcionamiento del significante en tanto tal
en la conquista del susodicho hombre o mujer.
Pero aún es necesario que el sujeto adquiera el orden del significante, lo conquiste,
sea colocado respecto a él en una relación de implicación que lo afecte en su ser, lo
cual culmina en la formación de lo que llamamos en nuestro lenguaje el superyó.
¿a partir de qué momento decimos que el sujeto pasó la barrera, que está en el
delirio? Tenemos el periodo prepsicotico. Nuestro presidente scrheber vive algo cuya
índole es la perplejidad. Nos da, en estado viviente, esa pregunta que yo les decía
estar en el fondo de toda forma neurótica. Es presa uno lo dice retroactivamente – de
extraños presentimientos, es invadido bruscamente por esa imagen, la que menos
hubiera uno penasdo que iba a surgir en la mente de un hombre de su especie y estilo,
que debe ser muy agradable ser una mujer sufriendo el acoplamiento es un periodo de
confusión pánico ¿basta esto para ubicar la entrada en la psicosis? De ninguna
manera. Ejemplo:
Katan: hombre joven en pubertad, inducido por un camarada se interesa por un joven
que es la misma de interés del camarada, una vez sufrientemente avanzado en su
identificación a su camarada, la joven caerá a sus brazos. Lo anterior es un
mecanismo de compensación imaginaria, compensación imaginaria del Edipo ausente,
que le hubiera dado la virtualidad del Edipo ausente, no de la imagen paterna, sino del
significante, del NOMBRE DEL PADRE.
La defensa, en efecto, es esto, en tanto tiene una relación esencial con el significante,
no con la prevalencia de la significación, sino con la idolatría del significante en tanto
tal. Los sujetos inmiscuidos ¿no es eso precisamente lo que se nos aparece en el
delirio? Ejemplo: notese toda la diferencia que hay entre “el medico jefe que hizo
operar al enfermo por su interno, y el medico jefe que tenia que operar al enfermo, lo
hizo operar por su interno.
Se dan cuenta de que aunque culmine en la misma acción quiere decir dos cosas
completamente diferentes. Todo trascurre cual si el sujeto reaccionase a él mediante
una tentativa de restitución, de compensación. La crisis se desencadena
fundamentalmente por una pregunta: ¿qué es…? no sé. Supongo que el sujeto
reacciona a la ausencia de significante por la afirmación tanto más subrayada de otro.
El complejo de Edipo es esencial para que el sujeto pueda acceder a una estructura
humanizada de lo real. Para que haya realidad, para que el acceso a la realidad sea
suficiente, para que el sentimiento de realidad sea un justo guía, para que la realidad
no sea lo que es en la psicosis, es necesario que el complejo de Edipo haya sido
vivido. Sin embargo, solo podemos articular este complejo, su cristalización triangular,
sus diversas modalidades y consecuencias, su crisis terminal, llamada su declinar
sancionada por la introducción del sujeto en una nueva dimensión, en la medida en
que el sujeto es a la vez el mismo y los otros dos participantes. El termino de
identificación que ustedes usan a cada momento, no significa otra cosa. Hay allí pues
intersubjetividad y organización dialéctica. Esto es impensable, a menos que el campo
que delimitamos en los nombres de Edipo tenga una estructura simbólica.
Estamos seguros que los neuróticos se hicieron una pregunta. Los psicóticos, no es
tan seguro. Quizá la respuesta les llegó antes que la pregunta: es una hipótesis.
No hay preguntas para un sujeto sin que haya otro a quien se le haya hecho. Alguien
me decía recientemente en un análisis. A fin de cuentas, no tengo nada que pedir a
nadie. Era una confesión triste. Le hice notar que en todo caso, si tenia algo que pedir
era forzoso que se le pidiese a alguien.
Esta verdadera desposesión primitiva del significante será lo que el sujeto tendrá que
cargar, y aquello cuya compensación, deberá asumir, largamente, en su vida, a través
de una serie de identificaciones puramente conformistas a personajes que le darán la
impresión de que hay que hacer algo para ser hombre.
Schreber mismo nos indica que algo en él, en un momento dado, se vio
profundamente perturbado.
Esta problemática se inserta entre la imagen del yo, y esa imagen sobrelevada
encumbrada con respecto a la primera, la del otro con mayúsculas, la imago paterna,
en tanto instaura la doble perspectiva, dentro del sujeto, del yo y del ideal del yo, para
no hablar en esta ocasión del superyó. Tenemos la impresión de que en tanto no
adquirió, o bien perdió ese otro, que se encuentra con otro puramente imaginario, el
otro disminuido y caído con quien solo son posibles relaciones de frustración: ese otro
lo niega, literalmente lo mata. Este otro es lo más radical que puede haber en la
alienación imaginaria.