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Tema 5.

La protección de la discapacidad en el derecho español


Contenido
1. Protección en la Constitución Española de 1978
2. Panorama general sobre el ordenamiento jurídico español en relación con la discapacidad: el Texto Refundido de la Ley
General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social.
3. Las personas con discapacidad en el sistema educativo y en el sistema nacional de salud
4. La discapacidad en el mercado de trabajo y la protección del sistema de Seguridad Social
5. Las personas con discapacidad en el sistema de protección por dependencia
6. Las prestaciones económicas del Estado y de otras Administraciones Públicas
7. Fiscalidad y discapacidad

1. Protección en la Constitución Española de 1978


1.1. Antecedentes y contenido de la protección
Pese a que en el ámbito del derecho internacional la discapacidad ya tenía acogida, como ya hemos señalado, en normas tales
como la Carta Social Europea de 1961, en la Declaración de los Derechos del Deficiente Mental de la ONU de 1971, o en la
Declaración de los Derechos de los Minusválidos de la ONU de 1975, fueron los últimos textos constitucionales, la Constitución
Española del año 1978o y la portuguesa del año 1976, la pionera, en dedicar un precepto específico a las personas con
discapacidad.
CE, la inclusión de este precepto no fue objeto de discusión política y fue ya incluido en sus trabajos preparatorios, quedando
incorporado al anteproyecto, si bien con una enumeración distinta al vigente art. 49, como art. 42.
«Los poderes públicos garantizarán a los disminuidos físicos y mentales y personas incapacitadas una atención especializada y un
reforzamiento del amparo que los derechos fundamentales de este Título otorgan a todos los ciudadanos». Este precepto, que sigue
una marcada línea asistencial.
art. 49 refleja una concepción del Estado con una impronta marcadamente social

Del análisis del precepto se extraen las conclusiones siguientes:


1) Son destinatarios de las obligaciones que derivan del mismo los poderes públicos
2) El colectivo de beneficiarios son todas las personas con discapacidad, tanto física, como sensorial y psíquica;
3) su alcance se cifra en el ejercicio de acciones que les garanticen una protección integral—de previsión, tratamiento,
rehabilitación e integración—, a través de una «atención especializada»
4) en especial, han de brindarles el amparo necesario para el disfrute de los derechos que recoge el Título I, en igualdad de
condiciones con los restantes ciudadanos.

Especial hincapié en el elemento de la integración, «la integración sería la base de todas las políticas protectoras, actuando
como criterio que define y permite evaluar el alcance y la eficacia de las medidas puestas en práctica.

Sobre la base del art. 49 de la Constitución, la persona con discapacidad se inserta en la sociedad como un colectivo definido
específicamente, que se encuentra sujeto a un tratamiento y protección especial, diferente del resto de los ciudadanos.
En los casos de no considerarse o respetarse esta protección especial requerida por las personas con discapacidad, nos
encontraríamos ante una violación constitucional.

Si bien el alcance material del precepto puede ser valorado de forma positiva, no lo pueden ser tanto otros aspectos, tales
como su ubicación sistemática. En la medida en que el art.49CE está incorporado en el capítulo III del Título I de la Constitución
«De los derechos y libertades de la Constitución», y no se encuentra formalmente entre los derechos y libertades fundamentales de
del capítulo II, ni en el artículo 14 CE tiene vedada para su defensa la protección excepcional que brinda el recurso de amparo
según lo previsto en el artículo 53 CE. Esta debilidad puede justificar que en la larga vida del precepto su virtualidad
práctica haya quedado o pueda quedaren entredicho.

Así, según un estudio llevado a cabo por el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad(CERMI), en el
año 2002 un 58,6% de las personas encuestadas manifestó que se habían sentido discriminadas por razón de su discapacidad; de
las cuales un 34,4% habían percibido que esa discriminación había sido provocada de forma indirecta por la inadecuación de las
condiciones del entorno, las limitaciones en el diseño de los bienes, productos y servicios o la forma en que estaban organizados y
regulados los procesos y recursos sociales (educación, trabajo, salud, vivienda, transporte y ocio, entre otros); cerca de un 30% de
los encuestados declararon que habían sufrido discriminación en su lugar de trabajo y, de forma mayoritaria, que esa
discriminación era originada por la falta de adaptación del lugar de trabajo. Este porcentaje se elevaba a un 35,6%por razón de la
falta de accesibilidad en los transportes públicos.
Asimismo, según la Encuesta llevada a cabo por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en septiembre de 2016, un
23,6% de los encuestados manifestó haberse sentido discriminado por razón de su discapacidad física o psíquica. Los ámbitos en
los que tal discriminación se apreció fueron, entre otros, el laboral (36,1%), el de acceso a los servicios públicos (16,7%) y el
trato con la gente (25%).
1.2. Significado y alcance de la protección constitucional

Doctrinalmente, hasta la fecha ha imperado el análisis de que el art. 49 podría encuadrarse en un tipo de normas de las que no
se deducen obligaciones jurídicas exigibles, conceptuadas como «leyes-manifiesto» y que siguiendo esta tesis, serían «normas
programáticas, mandatos al legislador permanentes, esto es, carentes de fecha de vencimiento». Como ya hemos manifestado en
diversas ocasiones, puede afirmarse que la configuración prestacional de este derecho social trae al menos, en cuanto a su
eficacia, las siguientes consecuencias jurídicas:

-Los sujetos obligados a desarrollar dichas prestaciones son los poderes públicos y no los sujetos privados (individuos,
empresas, organizaciones, etc.), con lo cual el alcance del mandato es muy limitado.
-El contenido de las prestaciones depende enteramente de la discrecionalidad del legislador; por ello, la oferta de prestaciones
dependerá de las disponibilidades económicas, de las preferencias o sensibilidades u orientaciones políticas del legislador e
incluso la estabilidad misma del mantenimiento de tales prestaciones.
-Los mecanismos de garantía y protección serán únicamente los contemplados en el art. 53.3 de la Constitución, dada la
ubicación de la protección de las personas con discapacidad en el art. 49 que se encuentra dentro del capítulo III del Título I.
Dicho artículo 53.3 CE establece que sólo podrán ser alegados ante la Jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que dispongan
las leyes que los desarrollen, por lo que su configuración y efectividad dependerá de lo que el legislador establezca en cada
momento.

1.3. Un nuevo enfoque constitucional: la protección desde la perspectiva de los derechos fundamentales

En la actualidad parece haberse asumido la posición doctrinal según la cual, sobre la base de la aplicación del art. 53.3 CE, los
derechos a los que se refiere son de configuración legal. Así, este precepto reporta una fuerza extraordinaria y un gran calado
jurídico al quedar afectado tanto el poder legislativo como el judicial, y la actuación de las Administraciones Públicas, así como
una gran carga vinculante. Si bien los derechos que ampara no son derechos subjetivos, y, por lo tanto, no son directamente
esgrimibles por los particulares, sino quela forma de invocación queda relegada a lo que disponga la ley ordinaria en que esos
derechos son desarrollados.

El estudio del texto constituciónal en relación con la protección de las personas con discapacidad ha de ser completado con el
análisis de otros preceptos del mismo que guardan relación y completan su alcance. Los arts. 9.2, 10.1y14, principalmente.

El art. 9.2: corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de
los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la
participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social».
El art. 10.1, «la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la
personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social».
El art. 14, los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento,
raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».

Ninguno de ellos, de forma directa, viene mencionado el término discapacidad


A partir de la aprobación de la LIONDAU, se confirma la relación entre dichos preceptos constitucionales, desde los sectores
representativos de la discapacidad se viene promoviendo una propuesta de reforma constitucional desde distintas perspectivas.

1.-Se propone reubicar estos derechos sociales, ahora configurados como principios rectores, entre los derechos fundamentales.
2.- Se ha propuesto el reconocimiento en la Constitución de las políticas sociales al servicio de la solidaridad e inclusión social.
3.- Se ha subrayado la dificultad que representa que la asistencia social esté prevista como competencia que puede ser asumida por
las Comunidades Autónomas de manera exclusiva, proponiéndose, en consecuencia, el reconocimiento de títulos estatales para
permitir una actuación concurrente del Estado con las mismas y la gestión de las políticas en la materia.
4.- Sería preciso modificar la terminología del artículo 49 Constitución para abandonar definitivamente el modelo rehabilitador al
que se refiere y adecuarlo al actual modelo de derechos humanos a la luz de la CDPD.

Todo ellas propuestas de lege ferenda que ojalá puedan lograrse en un futuro próximo.

1.4. El reparto de competencias entre el Estado y las comunidades autónomas en materia de discapacidad

Sistema de distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas, pues ambos ámbitos territoriales gozan
de título competencial en la Constitución para promulgar medidas legislativas a favor de las personas con discapacidad.

Partiendo de una interpretación literal de los arts. 148 y 149 de la Constitución Española, resultaría que, en cuanto al sistema de
prestaciones sociales, las Comunidades Autónomas ejercerían una competencia exclusiva (148.1.20 CE).
La competencia del Estado quedaría circunscrita a aquélla en materia de legislación básica de Seguridad Social y el
establecimiento de las condiciones básicas que garantice la igualdad de los ciudadanos (149.1.17 y 149.1.1ª,
respectivamente).

Cabría plantearse, no obstante, si es posible concluir sobre la inclusión de otros mandatos dirigidos al poder público en general
(por ejemplo, los contenidos en el artículo 9) o a los valores y principios superiores del ordenamiento (como los contenidos en los
artículos 1 y 10), en la medida en que no se encuentran configurados expresamente como derechos o deberes de todos los
españoles propiamente dichos, si bien, quizás, pudiera entenderse que constituyen “mandatos genéricos” que tendrían cabida en
dicha garantía, conforme a la doctrina del Tribunal Constitucional comentada anteriormente.

En definitiva, la ausencia de un título competencial estatal específico en materia social en el listado del artículo 149 de la CE ha
venido inclinando la balanza competencial en materia social a favor de las Comunidades Autónomas, quienes han asumido
competencias sustantivas en el ámbito social con amparo en la habilitación contemplada en el artículo 148 CE en materia de
“asistencia social” y limitando el alcance de la actuación estatal, tan necesaria desde múltiples perspectivas.

2. Panorama general sobre el ordenamiento jurídico español en relación con la discapacidad: el Texto Refundido de la Ley
General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social.

El Texto Refundido de la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad y de su Inclusión Social (LGD) fue
aprobado por Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre, y constituye en la actualidad la norma de referencia en
la regulación de los derechos de las personas con discapacidad.

Un Texto Refundido dirigido a regularizar, aclarar y armonizar las normas más relevantes en materia de discapacidad en ese
momento vigentes en España: la LISMI, la LIONDAU y la Ley 49/2007, de 26 de diciembre, de infracciones y sanciones en
materia de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las personas con discapacidad.

Dicha habilitación, como apunta el CERMI11, dio respuesta a una petición del movimiento asociativo de la discapacidad, que
consideraba necesario actualizar el marco normativo de la discapacidad en España, en línea con las nuevas obligaciones asumidas
tras la ratificación de la CDPD y las modificaciones jurídicas y sociales producidas durante el tiempo de vigencia de las normas
que se armonizan en el texto refundido.

El TRLGD no supuso innovaciones legislativas

Siguiendo el enfoque introducido por la LIONDAU y consagrado por la CDPD, el TRLGD pone el énfasis en la concepción
de las personas con discapacidad como sujetos titulares de derechos (y no de tratamiento) y en la consiguiente obligación
de los poderes públicos de garantizar que el ejercicio de dichos derechos sea pleno y efectivo. Asimismo, se insiste en el
reconocimiento a las personas con discapacidad de los mismos derechos que los demás ciudadanos y en la importancia de
implementar medidas suficientes para asegurar que el ejercicio de dichos derechos pueda realizarse de forma efectiva y en
condiciones de igualdad y no discriminación en todos los ámbitos de la vida.

2.1. Estructura y contenido


El texto del TRLGD se estructura en 105 artículos, 12 Disposiciones Adicionales, una Disposición Transitoria y tres
Disposiciones Finales.
Los preceptos se distribuyen en cuatro Títulos, que siguen la ordenación y el esquema de la CDPD:
Título Preliminar. Disposiciones Generales.
Título I. Derechos y obligaciones.
Título II. Igualdad de oportunidades y no discriminación.
Título III. Infracciones y sanciones en materia de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las
personas con discapacidad.
Nos referimos brevemente a cada uno de ellos.
A) Título Preliminar. Disposiciones Generales.

La introducción de este Título Preliminar, que se divide a su vez en tres Capítulos, constituye uno de los mejores aciertos del
TRLGD.
Además de delimitar el objeto de la ley, en su art. 1, incluye una importante lista de conceptos, que define, evitando
interpretaciones restrictivas y reiteraciones a lo largo de su articulado (art. 2). Refleja, asimismo, en el art.3, los principios rectores
de la propia ley, sus ámbitos de aplicación subjetivo y objetivo (arts. 4 y 5) y la proclamación del respeto a la autonomía de las
personas con discapacidad (art. 6), poniendo el énfasis en el carácter esencial de la misma para el ejercicio de sus derechos.

Destaca, en particular, la introducción de tres conceptos que no estaban definidos en la LIONDAU: el de “discapacidad”,
como situación resultante de la interacción entre las personas con deficiencias previsiblemente permanentes y cualquier tipo de
barreras que limiten o impidan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con los demás,
siguiendo la definición recogida en la CDPD; el de “discriminación por asociación”, que venía siendo empleado con distinta
terminología, especialmente a partir de la STJUE, de 17 de julio de 2008, en el asunto C-303/06, Coleman v. Atridge; y el de
“inclusión social”, necesario para actualizar el concepto de integración social reflejado en la LISMI en línea con la necesidad de
garantizar el pleno disfrute del derecho a vivir de forma independiente y participar en todos los asuntos de la comunidad.

Por otra parte, el concepto de discriminación se incluye de una forma muy amplia, situando a la legislación española al nivel de
las más avanzadas del mundo, de acuerdo con el CERMI13, al recoger los siguientes tipos de discriminación
«discriminación directa», ante situaciones de trato menos favorable hacia las personas con discapacidad;
«discriminación indirecta», cuando ante situaciones adoptadas con base en un criterio aparentemente neutro, se origina, en la
práctica, una desventaja particular a una persona respecto de otras por motivo o por razón de discapacidad;
«discriminación por asociación», hacia una persona o grupo en el que ésta se integra cuando es objeto de un trato
discriminatorio debido a su relación con otra por motivo o por razón de discapacidad;
«discriminación por acoso», que incluye todas las conductas relacionadas con la discapacidad de una persona que tenga como
objetivo o consecuencia atentar contra la dignidad de la misma o crear un entorno intimidatorio, hostil, degradante, humillante u
ofensivo,
y «discriminación múltiple», para proteger y garantizar los derechos de las personas especialmente vulnerables que puedan
encontrarse en más de una situación por la que sea susceptibles de ser víctimas de discriminación. A este respecto, el TRLGD
incide en la protección de los niños, niñas y mujeres con discapacidad.

Los principios reconocidos son una reproducción del art. 3 de la CDPD, por lo que se incorporan algunos no incluidos
expresamente en ninguna de las normas que se refunden. En cuanto al ámbito de aplicación en materia de igualdad de
oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal, destaca la incorporación del ámbito del empleo a todos los ya
anteriormente reconocidos en la LIONDAU.

B) Título I. Derechos y obligaciones.

Se integra por nueve capítulos, que se abren con una declaración general («las personas con discapacidad tienen los mismos
derechos que los demás ciudadanos conforme a nuestro ordenamiento jurídico») a la que sigue el correlativo mandato a los
poderes públicos de promover las medidas necesarias para hacer efectivo dicho derecho y el reforzamiento de la
consideración de discriminación múltiple, para garantizar los derechos de quienes pueden estar en esta situación de
especial vulnerabilidad.

El Capítulo I regula el Sistema Especial de Prestaciones Sociales y Económicas antes contenido en la LISMI.
Los Capítulos II a VIII regulan, respectivamente, el derecho a la protección de la salud, a la atención integral, a la educación, a la
vida independiente, al trabajo, a la protección social y el derecho de participación en los asuntos públicos.
En relación con el ámbito del empleo, destaca la clasificación, por primera vez, en su art. 37, de los distintos empleos mediante los
cuales las personas con discapacidad pueden ejercer su derecho al trabajo.

Así, el TRLGD distingue entre:


- «Empleo ordinario», en las empresas y administraciones públicas, incluidos los servicios de empleo con apoyo, incluyendo la
medida ya prevista por la LISMI relativa a la necesidad de incluir una cuota del 2% de trabajadores con discapacidad en las
empresas con 50 o más trabajadores.
- «Empleo protegido», en los centros especiales de empleo y enclaves laborales que cumplan los requisitos establecidos por el
Real Decreto 290/2004, de 20 de febrero, por el que se regulan los enclaves laborales como medida de fomento del empleo de las
personas con discapacidad.
- «Empleo autónomo», cuyo fomento se realizará mediante el apoyo a las personas con discapacidad previsto por el Real
Decreto-ley 4/2013, de 22 de febrero, de medidas de apoyo al emprendedor y de estímulo del crecimiento y de la creación de
empleo.

Resulta también particularmente relevante la sistematización y simplificación realizada sobre las condiciones de accesibilidad que
deben reunir los diferentes ámbitos incluidos en la ley con el fin de asegurar la igualdad de oportunidades y las acciones positivas
previstas para garantizar que las personas con alguna discapacidad puedan llevar una vida independiente. Estas condiciones
abarcan prácticamente todos los ámbitos posibles (espacios públicos, infraestructuras y edificación, transportes, relaciones con las
Administraciones Públicas y la Administración de Justicia, etc.) haciendo especial hincapié en las telecomunicaciones y la
sociedad de la información, por la ya comentada relevancia que presentan en la actualidad.

C. Título II. Igualdad de oportunidades y no discriminación.

Regula el conjunto de medidas tendentes a garantizar el derecho a la igualdad de oportunidades y la no discriminación.


Si bien no introduce grandes novedades, sí refuerza algunos derechos de las personas con discapacidad respecto a la regulación
hasta entonces vigente. Así, las medidas de sensibilización y formación previstas en la LIONDAU se recogen en el TRLGD como
obligaciones de los poderes públicos; la participación de las organizaciones representativas de las personas con discapacidad y sus
familias pasa de ser una medida que ha de fomentarse a reconocerse como derecho y, a su vez, lo que la LISMI contemplaba
como principios generales (por ejemplo, el apoyo de las Administraciones Públicas a la iniciativa privada sin ánimo de lucro)
pasan a configurarse como medidas que han de ser objeto de fomento.
Destaca, asimismo, la regulación de la naturaleza, misión y funciones del Observatorio Estatal de la Discapacidad, configurado
como un instrumento técnico de la Administración General del Estado encargado de la recopilación, sistematización,
actualización, generación de información y difusión relacionada con el ámbito de la discapacidad, desde que fue regulado en la
LIONDAU, tras su modificación por la Ley 26/2011.

D. Título III. Infracciones y sanciones en materia de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las
personas con discapacidad.

Integra el régimen de infracciones y sanciones contenido en la Ley 49/2007, de 26 de diciembre, sin apenas cambios. Tan sólo se
suprime la infracción relativa al incumplimiento deliberado del deber de sigilo y confidencialidad con respeto a los datos
personales de las personas con discapacidad por coincidir con la ya contenida en la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de
Protección de Datos de Carácter Personal.

Disposiciones finales, adicionales y transitorias.

Destaca, entre ellas, la Disposición Adicional 3ª, que marcaba como fecha máxima para conseguir la plena accesibilidad para el
acceso y utilización de los espacios públicos urbanizados y edificaciones, los medios de transporte y las oficinas públicas y los
servicios relativos a la atención del ciudadano, la Administración de Justicia y la participación en la vida política y los procesos
electorales el 4 de diciembre de 2017, fecha a la que, sin embargo, no puede afirmarse, desde luego, que se haya logrado
dicha accesibilidad plena estando todavía lejos de su consecución efectiva. En este sentido, creemos que deberían haberse
anudado consecuencias al incumplimiento de dicha obligación o adoptado otras medidas para reforzar e incitar a su mejor
cumplimiento.

En este sentido, la Disposición Adicional 4ª también contemplaba la aprobación por el Gobierno de un plan nacional de
accesibilidad para un periodo de nueve años, mostrando con ello el evidente amplio margen de mejora existente en la materia.

2.2. Modificaciones normativas y otras consideraciones sobre la regulación de los derechos de las personas con
discapacidad: el Código de la Discapacidad

Desde su publicación, el TRLGD ha sufrido muy pocas modificaciones.

La nueva Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público, por la que se transponen al ordenamiento jurídico
español las Directivas del Parlamento Europeo y del Consejo 2014/23/UE y 2014/24/UE, de 26 de febrero de 2014, ha añadido un
apartado 4 al artículo 43 para regular los centros especiales de empleo, a la vez que ha regulado la posible reserva de unos
porcentajes mínimos de los contratos o de los objetos en que éstos se dividan a dichos centros.

También se ha introducido, mediante la Ley 12/2015, de 24 de junio, en materia de concesión de la nacionalidad española a los
sefardíes originarios de España, la Disposición Adicional 12ª del TRLGD, relativa al acceso a la nacionalidad española de las
personas con discapacidad en condiciones de igualdad, previendo la puesta a disposición de estos de los apoyos y ajustes que
hagan efectiva esta garantía de igualdad.

Por otro lado, pese a reconocerse la necesidad de un marco normativo unificado en materia de discapacidad y la importante
función del TRLGD para integrar en un único texto las principales normas en la materia, debe destacarse que únicamente
refunde tres disposiciones fundamentales para la regulación de la discapacidad en España. Pese al empleo del término “general”
en su rúbrica, lo cierto es que no pretende abarcar todas las normas existentes en materia de discapacidad, ni tiene un
alcance totalizador.

De hecho, la dispersión de las normas sobre discapacidad en España, motivada por su tratamiento transversal, ha llevado a que,
con el fin de facilitar la localización de la normativa aplicable en materia de discapacidad a un aspecto concreto, el BOE, en
colaboración con el Foro Justicia y Discapacidad del Consejo General del Poder Judicial, elabore desde 2015 el “Código de la
Discapacidad”.

Dicho Código puede definirse como un documento destinado a facilitar “la búsqueda a aquellas personas que, con alguna
discapacidad o sin ella, quieran hacer una primera aproximación a una cuestión que les preocupe o en la que estén interesados ”
puesto que, como el propio texto reconoce, dicha búsqueda puede resultar muy compleja tanto para los profesionales del Derecho
como, especialmente, para las personas sin formación jurídica.

Se trata de un texto de fácil acceso, gratuito, en constante actualización (su última versión data del 4 de enero de 2018) y que
compila referencias de hasta 150 normas, algunas en texto completo y otras fraccionadas, clasificándolas, para su más sencilla
localización, en diferentes secciones: Civil, Penal, Protección Social, Salud, Trabajo y Empleo, Sistema Tributario, Comunicación
y Sociedad de la Información, Urbanismo y Vivienda, Transporte, Educación Cultura y Deporte, Mercantil, Hipotecario,
Administrativo, Poder Judicial, Protección Ciudadana Extranjeros y Sufragio. El número y diversidad de categorías en las que
pueden encuadrarse las normas sobre derecho de la discapacidad muestra la incidencia transversal del fenómeno de la
discapacidad.
2.3. Estrategia Española sobre Discapacidad 2012-2020

Dicha Estrategia no deriva directamente del TRLGD, sino que debe enmarcarse, por un lado, en el contexto conformado por la
ratificación por España de la CDPD (Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad), el
Informe Mundial sobre la Discapacidad, de la OMS y el Banco Mundial de 2011 y las Resoluciones del Consejo de Derechos
Humanos, y, por otro, en el Programa Nacional de Reformas de España 2011, la Estrategia Europea sobre Discapacidad 2010-
2020 y, muy en particular, en los cinco objetivos cuantificados de la Estrategia Europa 2020, tres de los cuales (“aumentar la
población ocupada hasta el 75%”; “aumentar el nivel de capital humano, reduciendo la tasa de abandono escolar prematuro al
10% e incrementando hasta el 40% la población de personas de entre 30 y 34 años con estudios superiores”, y “reducir en un
25% la población con riesgo de pobreza o exclusión”) guardan relación con las políticas sobre discapacidad.

Es la agenda de crecimiento y empleo de la UE en esta década, que sirve de marco de referencia para las actividades en los
ámbitos de la UE, nacionales y regionales. Fija como objetivos comunes a conseguir para dicha década (2020) los siguientes:
(i) empleo- trabajo para el 75% de las personas entre 20 y 64 años;
(ii) investigación y desarrollo (I+D)- inversión del 3% del PIB de la UE en I+D-;
(iii) cambio climático y energía
(iv) educación- porcentaje de abandono escolar inferior al 10% y mínimo del 40% de las personas entre 30 y 34 años con
estudios superiores finalizados;
(v) pobreza y exclusión social- al menos 20 millones de personas menos en situación o riesgo de pobreza o exclusión social.

Observaciones finales (pág. 53) del citado Informe de aplicación de la primera fase del Plan de Acción de la Estrategia.
Tomando como referente dichos objetivos, la Estrategia establece una serie de medidas estratégicas generales y otras específicas,
cuya implementación se prevé a través de un Plan de Acción articulado sobre cinco ejes esenciales (igualdad, empleo, educación,
accesibilidad y dinamización de la economía) en dos etapas y bajo el control del Consejo Nacional de Discapacidad. Se prevé,
asimismo, la posibilidad de adoptar estrategias sectoriales, planes de actuación concretos o incluso medidas independientes.
En el Informe sobre la aplicación de la primera fase del Plan (2014-2016), elaborado por el Observatorio Estatal de la
Discapacidad se concluyó17 que su cumplimiento se hallaba en progreso, si bien, hasta la fecha eran más las actuaciones en
ejecución que aquellas concluidas. Dicho informe destacaba el área de empleo como aquella con un porcentaje de cumplimiento
de la implementación de las medidas más elevado.

4. La discapacidad en el mercado de trabajo y la protección del sistema de Seguridad Social

4.1. El empleo como factor estratégico de integración social y autonomía económica

Nos encontramos con un derecho, el de las personas con discapacidad a acceder a un puesto de trabajo estable, que,
independientemente de la controversia sobre el rango fundamental o no del derecho que enuncia el Artículo19, en relación con la
integración social de las personas con discapacidad, se vincula de forma íntima con el respeto a la dignidad de la persona y el libre
desarrollo de su personalidad (artículo 10.1 de la CE) y, por lo tanto, con un derecho humano inviolable. Esta especial
consideración del sector en el que nos encontramos viene impuesta por la especial consideración que la integración laboral tiene
como instrumento para la integración social de las personas con discapacidad.

35.1 de la Constitución Española, en relación con la integración social de las personas con discapacidad, se vincula de
forma íntima con el respeto a la dignidad de la persona y el libre desarrollo de su personalidad (artículo 10.1 de la CE) y, por lo
tanto, con un derecho humano inviolable. Esta especial consideración del sector en el que nos encontramos viene impuesta por la
especial consideración que la integración laboral tiene como instrumento para la integración social de las personas con
discapacidad.

Si bien este derecho no queda encuadrado en los que gozan de protección especial atendiendo al artículo53.2 de la CE, hade
ser objeto de una interpretación de configuración especial, a la luz de los tratados y convenios internacionales suscritos por el
Reino de España, según dispone el artículo10 de la CE; entre los que destaca ,en la actualidad ,la CDPD.

Su artículo27 regula el reconocimiento por los Estados Partes del derecho de las personas con discapacidad “a trabajar, en
igualdad de condiciones con las demás; ello incluye el derecho a tener la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo
libremente elegido o aceptado en un mercado y un entorno laborales quesean abiertos, inclusivos y accesibles a las personas con
discapacidad” y su deber de salvaguardar y promover el ejercicio del derecho al trabajo, incluso para las personas que adquieran
una discapacidad durante el empleo, mediante la adopción de las medidas necesarias para ello, incluida la promulgación de
legislación.
Entre dichas medidas, contempla a título enunciativo las siguientes:
“a)Prohibir la discriminación por motivos de discapacidad con respecto a todas las cuestiones relativas a cualquier forma de
empleo, incluidas las condiciones de selección, contratación y empleo, la continuidad en el empleo, la promoción profesional y
unas condiciones de trabajo seguras y saludables”;
“b) Proteger los derechos de las personas con discapacidad, en igualdad de condiciones con las demás, a condiciones de
trabajo justas y favorables, y en particular a igualdad de oportunidades y de remuneración por trabajo de igual valor, a
condiciones de trabajo seguras y saludables, incluida la protección contra el acoso, y a la reparación por agravios sufridos”;
“c) Asegurar que las personas con discapacidad puedan ejercer sus derechos laborales y sindicales, en igualdad de
condiciones con las demás”;
“d) Permitir que las personas con discapacidad tengan acceso efectivo a programas generales de orientación técnica y
vocacional, servicios de colocación y formación profesional y continua”;
“e) Alentar las oportunidades de empleo y la promoción profesional de las personas con discapacidad en el mercado
laboral, y apoyarlas para la búsqueda, obtención, mantenimiento del empleo y retorno al mismo”;
“f) Promover oportunidades empresariales, de empleo por cuenta propia, de constitución de cooperativas y de inicio de
empresas propias”;
“g) Emplear a personas con discapacidad en el sector público”;
” h) Promover el empleo de personas con discapacidad en el sector privado mediante políticas y medidas pertinentes, que
pueden incluir programas de acción afirmativa, incentivos y otras medidas”;
“i) Velar por que se realicen ajustes razonables para las personas con discapacidad en el lugar de trabajo”;
“j) Promoverla adquisición por las personas con discapacidad de experiencia laboral en el mercado de trabajo abierto”;
“k) Promover programas de rehabilitación vocacional y profesional, mantenimiento del empleo y reincorporación al trabajo
dirigidos apersonas con discapacidad”.

En el ámbito de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) quedan también consignados principios tan importantes como la
propia definición de «persona inválida» como «la persona cuyas posibilidades de obtener y conservar un empleo adecuado y de
progresar en el mismo queden sustancialmente reducidas a causa de una deficiencia de carácter físico o mental debidamente
reconocida»;la obtención y mantenimiento de un empleo adecuado como factor de integración en la sociedad; el compromiso del
establecimiento de medidas de readaptación profesional con el fin de creación de oportunidades en el mercado regular; el
principio de igualdad de oportunidades entre trabajadores con discapacidad y el resto de trabajadores, así como la no
consideración como discriminatorias de las medidas de acción positiva tendentes a lograr el principio de igualdad enunciado.

Ya comentamos al inicio de este capítulo la baja tasa de actividad que presenta el colectivo de las personas con discapacidad en
España, pese a los avances de los últimos años. Dicha situación es extrapolable a escala internacional. Así, la propia OIT refleja,
en su Estrategia y Plan de acción para la inclusión de la discapacidad 2014-2017, que en todos los países de los que se disponen
datos fiables, los “índices de desempleo de las personas con discapacidad son más elevados y – lo que resulta aún más
significativo – que sus índices de participación en el mercado laboral son muy inferiores a los de las personas sin discapacidad,
ya que, a menudo, las personas con discapacidad ni siquiera están buscando empleo” 22. Esta exclusión no sólo muestra la
discriminación de las personas con discapacidad en el ámbito laboral, sino que supone una pérdida de talento muy
relevante que, de acuerdo con los datos de la OIT, conlleva una pérdida de PIB de entre el 3 y el 7%.

Con una formación adecuada, una buena adaptación del entorno y una adecuada organización social basada en la integración
y la cooperación, se puede aprovechar todo el potencial que atesoran las personas con discapacidad.

Los artículos 38 y 39 TRLGD, como medidas generales esenciales, encomiendan a los servicios públicos de empleo y a las
agencias de colocación autorizadas la orientación y colocación en igualdad de condiciones de las personas con discapacidad que
se encuentren en situación de búsqueda de empleo, previendo la creación de un registro de trabajadores con discapacidad
demandantes de empleo. Asimismo, prevén la necesidad de fomentar su empleo mediante el establecimiento de ayudas que
faciliten su inclusión laboral (subvenciones o préstamos para la contratación, adaptación de puestos de trabajo, eliminación de las
barreras que dificulten su acceso, bonificaciones en las cuotas de la Seguridad Social o cualesquiera otras que se consideren
adecuadas para promover la colocación de las personas con discapacidad, etc.).

4.2. Prevalencia de las políticas pasivas y complementariedad de las políticas pasivas

Las políticas pasivas de empleo son aquellas que tienen como objetivo paliar el efecto del desempleo y los desajustes en el
mercado de trabajo, asegurando el mantenimiento de rentas de las personas que no tienen empleo, esto es, la protección de los
desempleados. Surgen con el Estado del Bienestar, pero se diferencian de las políticas asistenciales, puesto que éstas últimas se
encuadran en el ámbito de la asistencia social.

Desde un enfoque distinto, las políticas activas de empleo se dirigen a la creación de puestos de trabajo, potenciando dicha
creación de forma directa mediante la oferta de puestos de trabajo o de forma indirecta, mediante la adopción de medidas que
aumenten el número de empleos acorto o medio plazo.

En España ha existido una clara prevalencia de las políticas pasivas y prestacionales, destinadas a suplirla renta de las
personas con discapacidad, sobre las activas que podrían adoptarse para fomentar el empleo de las mismas.
4.3. La protección en el sistema de Seguridad Social

La protección de las personas con discapacidad en el ámbito de sistema de la Seguridad Social viene representada por un conjunto
de prestaciones económicas, en sus modalidades contributiva y no contributiva. En la modalidad contributiva se reconocen las
prestaciones de incapacidad, jubilación y las pensiones de orfandad; en la modalidad no contributiva, las pensiones por invalidez y
las denominadas prestaciones familiares.

En relación con las prestaciones de carácter contributivo (aquellas para las que se reúne por el beneficiario el periodo de
carencia que exige la Ley), el Texto Refundido de la LGSS (aprobada por Real Decreto Legislativo 8/2015, de 30 de octubre)
define en su artículo 193 la incapacidad permanente contributiva como la situación del trabajador que, después de haber estado
sometido al tratamiento prescrito y de haber sido dado de alta médicamente, presenta reducciones anatómicas o funcionales
graves, susceptibles de determinación objetiva y previsiblemente definitivas, que disminuyan o anulen su capacidad laboral, sin
que impida dicha calificación la posibilidad de recuperación de la capacidad laboral de la persona con discapacidad, siempre que
dicha posibilidad se estime médicamente como incierta o a largo plazo.

Tiene también la consideración de incapacidad permanente, en el grado que se califique, la situación de incapacidad que
subsiste después de extinguida la incapacidad temporal por el transcurso del plazo máximo de duración de ésta (365 días), salvo
que se haya dictaminado la prórroga de esta situación hasta un máximo de 180 días , conforme al artículo 169 de la LGSS.

Según la distinta entidad y eficacia invalidante de las lesiones que padece el trabajador, se clasifica en cuatro grados:

1.-incapacidad permanente parcial para la profesión habitual


2.- incapacidad permanente total para la profesión habitual
3.- incapacidad permanente absoluta para todo trabajo
4.-gran invalidez.

La resolución calificadora se realiza sobre la base de un preceptivo dictamen-propuesta del EVI y, en el supuesto de ser
positiva, se fija la prestación económica que corresponda, con la declaración de la entidad o empresario responsables de la
prestación, según se trate de incapacidad derivada de enfermedad común o accidente de trabajo.

De la resolución se da traslado al empresario en la medida en que la declaración de incapacidad permanente total, absoluta y gran
invalidez son causa de extinción del contrato de trabajo, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 49.1.e) del Estatuto de los
Trabajadores.

Los requisitos para acceder a las indicadas prestaciones son: 1) estar afiliado en la Seguridad Social y en alta o en una
situación de asimilación al alta; 2) un periodo determinado de cotización (periodo de carencia) en la fecha del hecho causante; 3)
no superar, en la fecha del hecho causante, los 67 años o la edad necesaria para acceder a la pensión de jubilación, en los términos
establecidos por el artículo 205, teniendo, en tal caso, derecho a la pensión de jubilación. Los derechos económicos que se
obtienen, una vez que es reconocido en sus distintos grados, son, con carácter general, los siguientes: 1) en el caso de la
incapacidad permanente parcial, una cantidad a tanto alzado; 2) en el supuesto de la incapacidad permanente total, una pensión
vitalicia (no inferior al 55% de base mínima de cotización para mayores de 18 años si derivase de enfermedad común), que podrá
sustituirse por una cantidad a tanto alzado, si el beneficiario fuera menor de 60 años; 3) la incapacidad en grado de absoluta,
otorga un derecho al 100% de la correspondiente base reguladora; 4) en caso de gran invalidez, la prestación se complementa, al
menos, con un porcentaje no inferior al 45% de la pensión percibida. De ser trabajador con discapacidad y tener 65 años, y
acceder a la pensión de incapacidad por no cumplir los requisitos para el acceso a la pensión de jubilación, cualquiera que sea el
grado de incapacidad reconocido, la cuantía de la pensión que se le reconoce será equivalente al resultado de aplicar a la
correspondiente base reguladora el porcentaje que corresponda al período mínimo de cotización que esté establecido, en cada
momento, para el acceso a la pensión de jubilación.

Al margen de la declaración administrativa que pueda realizarse, subsiste la aptitud del trabajador declarado incapaz para el
desempeño de otros trabajos distintos al habitual, pudiendo incluso ser compatibilizados con la percepción de las prestaciones
económicas que le hubieran sido reconocidas, situación que se fundamenta en el artículo 35 de la CE. Esta declaración se reserva
exclusivamente para el sistema de prestaciones contributivas, como luego veremos.

Con carácter general, conforme dispone el artículo 24.3 de la Orden de 15 de abril de 1969, de prestaciones por invalidez en el
Régimen General de la Seguridad Social, luego reproducido por el texto del artículo 198.1 de la LGSS, la pensión por incapacidad
permanente total para la profesión habitual es compatible con la percepción de un salario en la misma empresa o en otra distinta
siempre y cuando las funciones no coincidan con las que dieron lugar a la invalidez; en igual sentido, el apartado 2 de ese mismo
artículo establece, para las pensiones vitalicias en caso de incapacidad permanente absoluta y gran invalidez, que no impedirán el
ejercicio de aquellas actividades compatibles con su estado y que no representen un cambio en su capacidad de trabajo a efectos
de revisión. Nueva situación laboral que, en ejecución de determinados convenios colectivos sectoriales, podría llegar a permitir
mantener la ocupación en la misma empresa, en cuyo caso no se produce pérdida de determinados derechos laborales, como la
antigüedad.
Con carácter general y salvo excepciones expresas, como es el caso de las pensiones por incapacidad permanente y la pensión de
viudedad, la Seguridad Social establece la incompatibilidad de pensiones, causadas en un mismo régimen y coincidentes en un
mismo beneficiario, viéndose obligado quien tenga derecho a dos o más pensiones a optar por una de ellas.

Los trabajadores con discapacidad, en cuanto desarrollan una actividad laboral o profesional en virtud de la cual quedan
incorporados al Sistema de la Seguridad Social pueden acceder a la pensión de jubilación, en las condiciones previstas con
carácter general. No obstante, conforme a lo previsto en el artículo 205.2 LGSS, la edad mínima de acceso a la jubilación
establecida en el artículo 205.1 LGSS se ve reducida mediante la aplicación de unos coeficientes de reducción que figuran fijados
en el Real Decreto 1539/2003, que varía según el grado de discapacidad que tuviese reconocida el trabajador afectado: 0,25,
cuando el trabajador con discapacidad acredita una discapacidad en grado igual o superior al 65%; 0,50, cuando el trabajador,
además del grado de discapacidad indicado, requiera de la ayuda de otra persona para la realización de los actos esenciales de la
vida ordinaria, como son comer, desplazarse, aseo personal, etc.

La última característica de las pensiones contributivas que afecta de forma diferente a las personas con discapacidad la
encontramos en la pensión de orfandad, puesto que si para reconocer esta pensión se exige que el huérfano tenga una edad
inferior a los 21 años, dicho límite no opera cuando el beneficiario acredita una discapacidad en un grado equivalente a la
incapacidad permanente absoluta o gran invalidez, en cuyo caso la pensión tiene carácter vitalicio.

En relación con las pensiones no contributivas, el artículo 367.1 de la LGSS establece que podrán ser constitutivas de invalidez
las deficiencias, previsiblemente permanentes, de carácter físico o psíquico, congénitas o no, que anulen o modifiquen la
capacidad física, psíquica o sensorial de quienes la padecen. Según el artículo 363.1 de la LGSS, tienen derecho a las pensiones no
contributivas por invalidez las personas que sean mayores de 18 años de edad y menores de 65 en la fecha de la solicitud, tengan
residencia legal en España y la hayan tenido durante cinco años, de los cuales dos han de ser inmediatamente anteriores a la
solicitud, acrediten una discapacidad en un grado igual o superior al 65% y carezcan de recursos suficientes, entendiéndose
cumplida esta condición cuando las rentas anuales disponibles por la persona con discapacidad sean inferiores a la cuantía,
también en cómputo anual, de la pensión (para el año 2018, 5.178,60 euros/anuales).

La cuantía de la pensión, en cómputo anual, se reduce en un importe igual al de las rentas o ingresos anuales de que, en su caso,
disponga el beneficiario. A iniciativa del movimiento asociativo y del grupo de CIU en el Congreso, se promulgó la Ley 8/2005,
de 6 junio, para compatibilizar las pensiones de invalidez en su modalidad no contributiva con el trabajo remunerado; (previsión
hoy recogida en el artículo 366 del TRLGS) disponiendo una limitación de los ingresos retribuidos por el trabajo y la pensión de
invalidez durante los cuatro años siguientes al inicio de la actividad. Durante el periodo laboral nuevo el trabajador pensionista ha
de satisfacer las mismas obligaciones que cualquier otro trabajador, incluyendo la de darse de alta y satisfacer las cuotas al sistema
de la Seguridad Social, debiendo comunicar a la entidad gestora el inicio de la nueva actividad, conforme dispone el artículo 2.1
del Real Decreto 1071/1984, de 23 de mayo, que modifica aspectos de la normativa en materia de invalidez permanente en el
Sistema de la Seguridad Social, pudiendo ser objeto de sanciones en caso contrario. Por último, indicar que paralelamente a lo
antes indicado para las pensiones de incapacidad permanente en la modalidad contributiva, también en las modalidades no
contributivas se prevé un complemento de pensión para los casos en que el beneficiario de la pensión acredite un grado más
elevado de discapacidad y concurra la necesidad del concurso de otra persona para la realización de las actividades básicas de la
vida ordinaria.

El artículo 351 de la LGSS establece una serie de prestaciones familiares no contributivas de contenido económico, a
saber:
1) asignación económica por cada hijo menor de 18 o mayor de dicha edad, siempre que acredite una discapacidad en un grado
igual o superior al 65%, a cargo del beneficiario, cualquiera que sea la naturaleza legal de la filiación de aquéllos, así como por los
menores acogidos en acogimiento familiar permanente o preadoptivo;
2) prestación económica de pago único a tanto alzado por nacimiento o adopción en supuestos de familias numerosas,
monoparentales y en los casos de madres con discapacidad;
3) prestación económica de pago único por parto o adopción múltiples.

En el ámbito de las Comunidades Autónomas, con carácter general, no se ha regulado el reconocimiento de prestaciones
económicas a favor de las personas con discapacidad, aunque sí especialmente complementos de las prestaciones no
contributivas de la Seguridad Social. Esta competencia ha sido analizada de forma favorable a las Comunidades Autónomas en
la Sentencia del Tribunal Constitucional 239/2003. La incidencia que estos complementos tienen en las pensiones de la Seguridad
Social ha sido regulada por la Ley 4/2005, de 22 de abril, de efectos en las pensiones no contributivas de los complementos
otorgados por las comunidades autónomas.

5. Las personas con discapacidad en el sistema de protección por dependencia

5.1. La protección de las situaciones de dependencia

La Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de
dependencia (LD) constituye una norma clave en materia de discapacidad. El texto, al que comúnmente se le denomina «cuarto
eje del sistema social», responde a la necesidad de asistencia de un colectivo de ciudadanos con necesidades intensas y
generalizadas de apoyo. Así, las razones que pueden abocar a esta situación de dependencia no se refieren exclusivamente a la
discapacidad, sino que quedan ligadas a factores como la edad, la concurrencia de una discapacidad o la existencia de entornos,
prácticas o actitudes discapacitantes, que se traducen en una carencia, en mayor o menor grado, de autonomía personal para llevar
una vida independiente y por cuenta propia. El problema se ha visto acentuado con la creciente incorporación al mercado de
trabajo de la mujer, que era el miembro de la familia que habitualmente pasaba a desempeñar esta tarea; circunstancia ésta
que, sin duda, estuvo presente en la tramitación y aprobación de esta norma. Ante esta nueva situación socio-familiar, reaparece
una necesidad latente en nuestra sociedad, que ha de obtener una respuesta de entidad por parte del legislador. No obstante, el
cambio de reorientación de la concepción social de la persona con discapacidad como sujeto de derechos al que debe garantizarse
su ejercicio, mediante la remoción de los obstáculos que se lo impiden, ha beneficiado sin duda el debate de la dependencia,
quedando orientado en este mismo sentido.

La dependencia se define en el artículo 2 de la LD como “el estado de carácter permanente en que se encuentran las personas
que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física,
mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades
básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su
autonomía personal” , en línea con la artículo definición recogida en la Recomendación No (98)9 del Consejo de Europa,
Siguiendo a Pérez Bueno y De Lorenzo García31, de esta definición se desprenden al menos tres elementos integradores, a saber:

a) La falta o la pérdida de autonomía, es decir, el déficit en la persona.


b) La necesidad de asistencia y ayudas, en grado de importantes, es decir, la atención de un tercero, pero no cualquier atención o
cuidado, sino que éstos han de ser de consideración.
c) Esa atención necesaria debe permitir que la persona lleve a cabo los actos de la vida diaria, es decir, cierta normalidad en la
conducta.

Desde un punto de vista crítico, para Pérez Bueno (2005) el término «dependencia» resulta ingrato, pues pone el énfasis en el
aspecto negativo, en la limitación; acentúa la visión más tradicional de la discapacidad, que hace girar el peso conceptual sobre el
«déficit», sobre las menores posibilidades de la persona que presenta una discapacidad. Por ello, de una visión unipolar como
«dependencia» que recogía el proyecto inicial se ha pasado a incorporar al debate legislativo y a la propia nomenclatura del
proyecto legislativo el término de «autonomía personal». Conforme afirman los autores citados, esta diferenciación «lleva
consigo efectos en la concepción y dimensión de las arquitecturas de respuesta al fenómeno y a las nuevas necesidades sociales».

Se trata, pues, de un colectivo más amplio que el de las personas con discapacidad, en el cual éste es un mero apéndice que, no
obstante, aporta al debate legislativo la madurez que ha ganado a lo largo de los últimos veinticinco años.

5.2. Fundamentación constitucional de la nueva legislación en materia de dependencia

La creación del Sistema de Dependencia tiene su fundamento en la Constitución Española; en concreto, en el artículo 1 CE, que
configura nuestra nación como: «España se constituye en un Estado social y democrático de derecho, que propugna como valores
superiores del ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político».

El ya citado artículo 9.2, que establece que «corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la
igualdad del individuo y de los grupos en que se integran sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten
su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social».

El artículo 41, que declara que «los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los
ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad».

El propio artículo 49, a su vez, obliga a los poderes públicos a realizar una política de integración social de los ciudadanos con
discapacidad «para el disfrute de los derechos que éste título otorga a todos los ciudadanos».

Finalmente, el artículo 50, en el que se insta a los poderes públicos a garantizar «mediante pensiones adecuadas y periódicamente
actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las
obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas
específicos de salud, vivienda, cultura y ocio».

Artículos todos ellos, salvo el último, ya analizados al analizar las cuestiones derivadas de la discapacidad.

El desarrollo de la Ley se ha llevado a cabo, tanto por el Estado como por las Comunidades Autónomas, en el marco de las
respectivas competencias. El Gobierno ha promovido la promulgación de la Ley sobre la base de la competencia del Estado para
promulgar la legislación «básica» sobre las condiciones de igualdad para el ejercicio de los derechos fundamentales (artículo
149.1.1.a), con el ánimo de establecer un mínimo indisponible de cobertura en todo el territorio del Estado, habiendo renunciado a
utilizar el título competencial de Seguridad Social (artículo 149.1.17); y debiendo ser desarrollada por las Comunidades
Autónomas en el ejercicio de las competencias asumidas en materia de asistencia social (artículo 148.1.20).

La propia Exposición de Motivos de la Ley, y su articulado, reflejan la necesidad de que exista un compromiso y actuación
conjunta por parte de todos los poderes e instituciones públicas, destacando la relevancia de la coordinación y cooperación con las
Comunidades Autonómicas, para garantizar el éxito del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia cuyas
condiciones básicas regula.

5.3. Contenido y alcance de la legislación sobre dependencia

La Ley de Dependencia comenzó a gestarse a finales de 2004 con la presentación del Libro Blanco de Atención a la
Dependencia, elaborado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, siguiendo las Recomendaciones del Pacto de Toledo de
1994, que apuntaban ya la necesidad social de crear un sistema de atención a la dependencia.

Partiendo de los resultados obtenidos por el Libro blanco, comenzó un periodo de diálogo del Gobierno con los agentes sociales y
las organizaciones empresariales, cuyos resultados se plasmaron en el Acuerdo de 21 de diciembre de 2005, en el que se acordaba
impulsar un Sistema Nacional de Dependencia mediante una ley que tuviera la condición de norma básica, que promoviera la
autonomía personal y garantizara el derecho a ser atendido en situaciones de dependencia, y en la que se establecieran las
condiciones básicas y los requisitos de acceso a los servicios y prestaciones en condiciones de equidad en todo el territorio del
Estado. El Sistema Nacional de la Dependencia se configuraría, por tanto, como una nueva modalidad de protección social que
amplía y complementa la acción protectora de la Seguridad Social y del Estado.

La tramitación parlamentaria de la Ley se caracterizó por un alto grado de consenso, una cierta rapidez y un considerable
enriquecimiento y mejora del proyecto gubernamental.

En relación con su finalidad, estructura y contenido básico, nos referimos a aquellos aspectos que consideramos destacables.
La gran finalidad de esta ley la encontramos por un lado en algunas afirmaciones de su exposición de motivos, así como en su
propio artículo 1. A título de ejemplo conviene resaltar algunas afirmaciones de dicha exposición: «La atención a las personas en
situación de dependencia y la promoción de su autonomía personal constituye uno de los principales retos de la política social de
los países desarrollados. El reto no es otro que atender las necesidades de aquellas personas que, por encontrarse en situación
de especial vulnerabilidad, requieren apoyos para desarrollar las actividades esenciales de la vida diaria, alcanzar una mayor
autonomía personal y poder ejercer plenamente sus derechos de ciudadanía».

Respecto de las personas mayores y personas con discapacidad, señala que: «La atención a este colectivo de población se
convierte, pues, en un reto ineludible para los poderes públicos, que requiere una respuesta firme, sostenida y adaptada al actual
modelo de nuestra sociedad. No hay que olvidar que, hasta ahora, han sido las familias, y en especial las mujeres, las que
tradicionalmente han asumido el cuidado de las personas dependientes, constituyendo lo que ha dado en llamarse el “apoyo
informal”. Los cambios en el modelo de familia y la incorporación progresiva de casi tres millones de mujeres, en la última
década, al mercado de trabajo introducen nuevos factores en esta situación que hacen imprescindible una revisión del sistema
tradicional de atención para asegurar una adecuada capacidad de prestación de cuidados a aquellas personas que los necesitan.
[...]
Es un hecho indudable que las entidades del tercer sector de acción social vienen participando desde hace años en la atención a
las personas en situación de dependencia y apoyando el esfuerzo de las familias y de las corporaciones locales en este ámbito.
Estas entidades constituyen una importante malla social que previene los riesgos de exclusión de las personas afectadas.

La necesidad de garantizar a los ciudadanos, y a las propias comunidades autónomas, un marco estable de recursos y servicios
para la atención a la dependencia y su progresiva importancia lleva ahora al Estado a intervenir en este ámbito con la
regulación contenida en esta Ley, que la configura como una nueva modalidad de protección social que amplía y complementa la
acción protectora del Estado y del Sistema de la Seguridad Social.

Se trata ahora de configurar un nuevo desarrollo de los servicios sociales del país que amplíe y complemente la acción
protectora de este sistema, potenciando el avance del modelo de Estado social que consagra la Constitución Española,
potenciando el compromiso de todos los poderes públicos en promover y dotar los recursos necesarios para hacer efectivo un
sistema de servicios sociales de calidad, garantistas y plenamente universales. En este sentido, el Sistema de Atención de la

Dependencia es uno de los instrumentos fundamentales para mejorar la situación de los servicios sociales en nuestro país,
respondiendo a la necesidad de la atención a las situaciones de dependencia y a la promoción de la autonomía personal, la
calidad de vida y la igualdad de oportunidades.»

Tras más de una década de su entrada en vigor, ya existen numerosos pronunciamientos acerca de la efectiva implantación y
desarrollo de la Ley de Dependencia, siendo, con carácter general, positivas las valoraciones realizadas.

Resultan destacables, no obstante, algunas de las dificultades encontradas en su proceso de implantación. Así, la norma preveía
una aplicación progresiva en su Disposición Final 1ª, de forma que no surtiría efectos plenamente hasta transcurridos 8 años desde
su entrada en vigor (el 1 de enero de 2007). Sin embargo, antes de que pudiera cumplirse dicho plazo, la crisis económica sufrida
por España y los ajustes presupuestarios que se implementaron para reducir el impacto de la misma (entre otros, mediante el Real
Decreto-ley 20/2011, de 30 de diciembre, de medidas urgentes en materia presupuestaria, tributaria y financiera para la corrección
del déficit público), supusieron un relevante recorte del gasto público, que tuvo importantes implicaciones para la aplicación de la
Ley de Dependencia, que se concretaron, en la práctica, en un aplazamiento del calendario establecido y de la eficacia del
reconocimiento del derecho a las prestaciones.
.
Además, la crisis económica no afectó de forma igual a todas las Comunidades Autónomas, y cada una de ellas estableció un
sistema diferente de atención a la dependencia, en el que “se da prioridad a unas[prestaciones]en perjuicio de otras en razón de
motivos variados, como pueden ser la opción por las prestaciones menos costosas, tanto desde el punto de vista económico como
organizativo”.

En conclusión, cinco años después de la entrada en vigor de la Ley de Dependencia, en 2012, tras los años más difíciles de la
crisis, destacaba la desigual implementación de la misma, debido a las restricciones presupuestarias y a los sistemas de gestión
elegidos por las CCAA, que contribuía a acentuar las diferencias territoriales en España.

En 2017, una década después de la entrada en vigor de la Ley de Dependencia, en el Informe elaborado por la Comisión para
el Análisis de la Situación del Sistema de Dependencia del Sistema de la Dependencia, se alcanzan, entre otras, las siguientes
conclusiones:
-Resulta necesario realizar una revisión de la Ley, fundamentalmente en lo que se refiere al sistema de financiación
actual(constituido por las aportaciones de la Administración General del Estado, las Comunidades Autónomas y la
participación de los beneficiarios), con el fin de garantizar la sostenibilidad del sistema.
-La Ley debe ser revisada teniendo en cuenta las tendencias demográficas actuales, en relación con el previsible crecimiento
de personas en situación de dependencia.
-El coste del sistema de dependencia, a 31de diciembre de 2016,era de 7.986 millones de euros, pero el porcentaje sobre el
PIB de España no llegaba al 0,9%.En todo caso, se han puesto de manifiesto dificultades de carácter técnico para
valorarla realidad económica alrededor de la gestión económica del sistema (dados los retornos económicos generados
vía creación de empleo directo e indirecto, etc.),recomendándose la elaboración de un estudio para conocerlas distintas
magnitudes económicas y financieras implicadas.
-A 31 de agosto de 2017, existen 1.226.738beneficiarios con derecho y 310.809en lista de espera, recibiendo
unaprestaciónefectiva915.929 beneficiarios, lo que supone un grado de cobertura de aproximadamente un 74% del total
de personas con derecho a prestación. La larga lista de espera de personas beneficiarias pendientes de prestación se
achaca las dificultades encontradas para su implantación como consecuencia de la crisis económica.

6. Las prestaciones económicas del Estado y de otras Administraciones Públicas

6.1. Precisiones introductorias

6.2. Prestaciones económicas de la Seguridad Social


Siguiendo la línea establecida por la Ley 26/1990, de 20 de diciembre (desarrollado por el Real Decreto 357/1991, de 15 de marzo
y la Orden PRE/3113/2009, de 13 de noviembre, por el que se dictan norma de aplicación y desarrollo), que situó a las pensiones
no contributivas en el ámbito de la Seguridad Social, aunque no existan cotizaciones previas, en la actualidad las pensiones no
contributivas se regulan en el antes citado Real Decreto Legislativo 8/2015, de 30 de octubre, por el que se aprueba el texto
refundido de la Ley General de la Seguridad Social (LGSS).
Existe, pues, un conjunto de prestaciones a favor de las personas con discapacidad que el conocido y excelente informe
Beveridge clasifica de la siguiente manera:
— «Prestación». Que se configura como un pago continuado, por lo general durante todo el tiempo, generalmente acotado,
que dura la necesidad. Entre estas prestaciones nos encontraríamos las correspondientes a enfermedad o incapacidad
temporal, maternidad o aquellas otorgadas a quienes han perdido involuntariamente su empleo.
— «Pensión». Configurada como un pago periódico que implica una pérdida de la capacidad de obtener ingresos de forma
permanente o muy prolongada, ya sea debida a la edad (pensión de vejez o de jubilación), la incapacidad (pensión de
invalidez o de incapacidad permanente) o la muerte (pensiones de viudedad, orfandad y, en su caso, a favor de otros
familiares del fallecido).
— «Subsidio» o ayuda. Se caracteriza por ser un pago único, reconocido para un propósito específico, como pueden ser los
subsidios por matrimonio o defunción.
— «Asignación». Pago periódico otorgado a favor de las personas dependientes, aunque el perceptor de la asignación sea
la persona de quien dependen aquéllas. Es el caso, por ejemplo, de las asignaciones familiares como consecuencia de la
existencia de hijos menores, cónyuge dependiente u otros familiares.

La (LGSS) reconoce las prestaciones contributivas a la incapacidad y jubilación, y pensiones de orfandad; y en la modalidad no
contributiva, las pensiones por invalidez y prestaciones familiares, a las que nos hemos referido con anterioridad.

6.3. Prestaciones económicas a cargo del Estado


Siguiendo la línea originariamente establecida por la LISMI, el artículo 8 del TRLGD prevé un sistema especial de prestaciones
sociales y económicas para las personas con discapacidad que, por no desarrollar una actividad laboral, no están incluidos en el
campo de aplicación del Sistema de la Seguridad Social. Dicho sistema comprende, conforme a dicho precepto:
- Asistencia sanitaria y prestación farmacéutica.
- Subsidio de movilidad y compensación por gastos de transporte.
- Según lo establecido en la disposición adicional sexta del Real Decreto 1170/2015, de 29 de diciembre, sobre revalorización de
las pensiones del sistema de la Seguridad Social y de otras prestaciones sociales públicas, desde el 1 de enero de 2016, dicho
subsidio quedó establecido en 63,30 euros/mes.
- Recuperación profesional.
- Rehabilitación y habilitación profesionales.

Las condiciones para acceder a dichas prestaciones y sus cuantías son reguladas y actualizadas reglamentariamente. Los
beneficiarios del sistema especial de prestaciones asistenciales y económicas referido están exentos, conforme al artículo 9 del
TRLGD, de realizar aportaciones por el consumo de especialidades farmacéuticas.
Anteriormente se reconocían también subsidios de garantía de ingresos mínimos y por ayuda de terceras personas, que fueron, sin
embargo, suprimidos por la Disposición Transitoria de dicha ley, reconociéndose no obstante el derecho de los beneficiarios que
lo tenían previamente reconocido siempre que no opten por pasar a percibir pensión no contributiva de la Seguridad Social o
asignación económica por hijo a cargo.

7. Fiscalidad y discapacidad

7.1. Algunas acotaciones preliminares

En definitiva, aunque no todas las normas reguladoras de los tributos definen de manera uniforme qué debe entenderse por
personas con discapacidad, debemos concluir que siempre que una norma tributaria se refiera a ellas debe entenderse que a efectos
tributarios, lo serán aquellas que superen ese grado del 33%.

7.2. Beneficios fiscales para las personas con discapacidad


A) Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas34
34 Este impuesto está regulado por la Ley 35/2006, de 28 de noviembre, del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas y de
modificación parcial de las leyes de los Impuestos sobre Sociedades, sobre la Renta de no Residentes y sobre el Patrimonio.
Es un tributo de carácter directo y naturaleza personal que grava la renta de las personas físicas según los principios de igualdad,
generalidad y progresividad, y de acuerdo con las circunstancias personales y familiares de tales personas.
A los efectos de este Impuesto, tendrán la consideración de personas con discapacidad los contribuyentes que acrediten, en
las condiciones que reglamentariamente se establezcan, un grado de discapacidad igual o superior al 33 por ciento. En
particular, se considerará acreditado un grado de discapacidad igual o superior al 33 por ciento en el caso de los pensionistas de la
Seguridad Social que tengan reconocida una pensión de incapacidad permanente total, absoluta o gran invalidez y en el caso de
los pensionistas de clases pasivas que tengan reconocida una pensión de jubilación o retiro por incapacidad permanente para el
servicio o inutilidad. Igualmente, se considerará acreditado un grado de discapacidad igual o superior al 65 por ciento, cuando se
trate de personas cuya incapacidad sea declarada judicialmente, aunque no alcance dicho grado
Los beneficios que en este impuesto tienen las personas con discapacidad son numerosos, tanto para la persona con discapacidad
como para otros contribuyentes que tienen relación con ella de una u otra forma.

A continuación se describen los más relevantes:

a) Prestaciones públicas:

Se encontrarán exentas, entre otras, las siguientes rentas que se regulan en el art. 7 de la citada Ley 35/2006:
1) Prestaciones públicas extraordinarias por actos de terrorismo, y las pensiones derivadas de medallas y condecoraciones
concedidas por actos de terrorismo.
2) Las pensiones por lesiones o mutilaciones con ocasión o como consecuencia de la Guerra Civil Española.
3) Las prestaciones reconocidas al contribuyente por la Seguridad Social a causa de incapacidad permanente absoluta o gran
invalidez. Asimismo, las prestaciones reconocidas a los profesionales no integrados en el régimen especial de la Seguridad Social
de los trabajadores por cuenta propia o autónomos por las mutualidades de previsión social que actúen como alternativas al
régimen especial de la Seguridad Social mencionado, siempre que se trate de prestaciones en situaciones idénticas a las previstas
para la incapacidad permanente absoluta o gran invalidez de la Seguridad Social.
4) Las pensiones por inutilidad o incapacidad permanente del régimen de clases pasivas, siempre que la lesión o enfermedad
inhabilitara por completo al perceptor de la pensión para toda profesión u oficio.
5) Las prestaciones económicas percibidas de instituciones públicas con motivo del acogimiento de personas con discapacidad y
las ayudas económicas otorgadas por instituciones públicas a personas con discapacidad con un grado de minusvalía igual o
superior al 65 por ciento para financiar su estancia en residencias o centros de día, siempre que el resto de sus rentas no excedan
del doble del indicador público de renta de efectos múltiples.
6) Las prestaciones económicas establecidas por las Comunidades Autónomas en concepto de renta mínima de inserción para
garantizar recursos económicos de subsistencia a las personas que carezcan de ellos, así como las demás ayudas establecidas por
estas o por entidades locales para atender, con arreglo a su normativa, a colectivos en riesgo de exclusión social, situaciones de
emergencia social, necesidades habitacionales de personas sin recursos o necesidades de alimentación, escolarización y demás
necesidades básicas de menores o personas con discapacidad cuando ellos y las personas a su cargo, carezcan de medios
económicos suficientes, hasta un importe máximo anual conjunto de 1,5 veces el indicador público de rentas de efectos múltiples.
b) Rendimientos del trabajo o de actividades económicas:

En lo relativo a las rentas exentas que se regulan en el citado art. 7, destaca la previsión contenida en la letra w) del citado artículo,
que considera exentos los rendimientos del trabajo derivados de las prestaciones obtenidas en forma de renta por las
personas con discapacidad correspondientes a las aportaciones a las que se refiere el art. 53 de esta Ley (a planes de
pensiones o mutualidades de previsión social), hasta un importe máximo anual de tres veces el indicador público de renta
de efectos múltiples.

Adicionalmente, las personas con discapacidad (con un grado de discapacidad igual o superior al 33%) en activo podrán deducirse
una cuantía de 3.500 euros anuales adicionales a las generalmente establecidas de los rendimientos íntegros de trabajo que
reducciones. En el caso de trabajadores en activo que acrediten necesitar ayuda de terceras personas o movilidad reducida o un
grado de discapacidad igual o superior al 65 por 100, dicha cuantía alcanzará los 7.750 euros anuales.

En la misma línea, se prevé la minoración del rendimiento neto de actividades económicas obtenidos por personas con
discapacidad en las mismas cuantías.

c) Régimen transitorio de las prestaciones percibidas en forma de capital derivadas de sistemas de previsión social.

En relación con las prestaciones derivadas de contingencias acaecidas con anterioridad a 1 de enero de 2007, aunque se cobren
con posterioridad a dicha fecha, pueden aplicar el régimen de reducciones vigente a 31 de diciembre de 2006, que consistía en
reducción del 40% de las prestaciones por pensiones y haberes percibidos por incapacidad, jubilación, etc., que se perciban en
forma de capital, y el 50% cuando sean como consecuencia de las aportaciones a planes de pensiones, mutualidades de previsión
social y planes de previsión asegurados a favor de personas con discapacidad, siempre que hayan transcurrido más de dos años
desde la primera aportación.

En el caso de prestaciones derivadas de contingencias acaecidas con posterioridad a 1 de enero de 2007, también se permite la
aplicación del régimen de reducciones anterior, si bien en este caso se limita a la parte de la prestación correspondiente a
aportaciones realizadas hasta el 31 de diciembre de 2006.

Además, todo este régimen transitorio, se limita a partir de 1 de enero de 2015 a unos límites temporales en cuanto al momento de
cobrar las prestaciones. Si la contingencia acaeció en 2010 o años anteriores, el cobro de la prestación debe realizarse hasta el 31
de diciembre de 2018 para aplicar el régimen transitorio. Si la contingencia acaeció entre 2011 a 2014, la prestación debe cobrarse
hasta la finalización del octavo ejercicio siguiente a aquel en el que aconteció. Si la contingencia acaece a partir de 1 de enero de
2015, el régimen transitorio aplicará cuando se cobre la prestación en el mismo ejercicio en el que acaece la contingencia o en los
dos ejercicios siguientes.

Por otro lado, el régimen transitorio también aplica a prestaciones de contratos de seguros colectivos que instrumenten
compromisos por pensiones de empresas. En este caso, la reducción será del 75% (rendimientos correspondientes a primas con
más de cinco años de antelación y prestaciones por invalidez permanente absoluta o gran invalidez) o del 40% (rendimientos
correspondientes a primas con más de dos años de antelación o restantes prestaciones por invalidez), sujeto a determinados
requisitos y condiciones.

d) Aportaciones y contribuciones a planes de pensiones, mutualidades de previsión social y planes de pensión


asegurados constituidos a favor de personas con discapacidad

Las personas que tengan una discapacidad psíquica igual o superior al 33%, una discapacidad física o sensorial igual o superior al
65% o una incapacidad declarada judicialmente con independencia de su grado, gozarán de reducciones en la base imponible por
las aportaciones realizadas con un límite de 24.250 euros anuales. Asimismo, podrán practicarse reducciones las realizadas en
favor de una persona con discapacidad por quien tenga relación de parentesco o tutoría con la misma, con un límite de 10.000
euros. El límite total de reducciones por aportaciones realizadas en favor de una misma persona con discapacidad no podrá
exceder los 24.250 euros.

Reducciones por idéntico importe se prevén para las aportaciones a patrimonios protegidos de las personas con discapacidad si
bien se exige que las personas que las realicen en favor de la persona con discapacidad tengan con el mismo una relación de
parentesco en línea directa o colateral hasta el tercer grado inclusive, sean su cónyuge o lo tengan a su cargo en régimen de tutela
o acogimiento.

e) Mínimo por discapacidad, descendientes y ascendientes

El mínimo por discapacidad del contribuyente será de 3.000 euros anuales cuando sea una persona con discapacidad y 9.000 euros
anuales cuando sea una persona con discapacidad y acredite un grado de discapacidad igual o superior al 65 por ciento. Dicho
mínimo se aumentará, en concepto de gastos de asistencia, en 3.000 euros anuales cuando acredite necesitar ayuda de terceras
personas o movilidad reducida, o un grado de discapacidad igual o superior al 65 por ciento.

Además de lo anterior, el mínimo personal y familiar de las personas con discapacidad se incrementa respecto del generalmente
establecido. Asimismo, se da una particularidad en relación con las personas con discapacidad y es que los padres o ascendientes
podrán aplicarse dicho mínimo sin atender a la edad del descendiente cuando éste sea una persona con discapacidad y se cumplan
el resto de los requisitos exigidos.

Se considera también que existe convivencia con un ascendiente con discapacidad del contribuyente en aquellos casos, en los que
siendo dependiente del mismo, se halle internado en un centro especializado.

Las Comunidades Autónomas, dentro de sus competencias legislativas, también han aprobado en algunos casos especialidades en
cuanto a la aplicación de los mínimos, en el caso de personas con discapacidad.

f) Por inversión en vivienda habitual

El régimen transitorio sigue permitiendo aplicar esta deducción por los contribuyentes que hubieran satisfecho cantidades con
anterioridad a 1 de enero de 2013 por obras de rehabilitación o ampliación de la vivienda habitual, siempre que las citadas obras
estén terminadas antes de 1 de enero de 2017. En todo caso, resultará necesario que el contribuyente hubiera practicado la
deducción en relación con las cantidades satisfechas en un período impositivo devengado con anterioridad a 1 de enero de 2013,
salvo que hubiera resultado de aplicación lo dispuesto en el artículo 68.1.2.ª de la Ley del IRPF en su redacción vigente a 31 de
diciembre de 2012. Darán derecho a esa deducción las obras e instalaciones que deban efectuarse en la vivienda habitual del
contribuyente por razón de la discapacidad del mismo, de su cónyuge y ascendientes o descendientes que convivan con él. Las
obras deberán ser certificadas por la Administración competente como necesarias para la accesibilidad y comunicación sensorial
que facilite el desenvolvimiento digno y adecuado de las personas con discapacidad.

La vivienda ha de estar ocupada por las personas con discapacidad mencionadas, en calidad de propietario, arrendatario,
subarrendatario o usufructuario. Por ello disfrutará de la deducción el contribuyente que realice la inversión, aunque no sufra él la
discapacidad.

La base máxima de esta deducción será de 12.080 euros anuales y será independiente; es decir, podrá acumularse a la base general
de deducción por adquisición de la vivienda habitual (si le resulta de aplicación igualmente el régimen transitorio). El porcentaje
de deducción es un 10% (salvo en Cataluña, que es un 15%)..

g) Deducciones en cuota por personas con discapacidad a cargo

Los contribuyentes que realicen una actividad por cuenta propia o ajena por la cual estén dados de alta en el régimen
correspondiente de la Seguridad Social o mutualidad podrán minorar la cuota diferencial del impuesto en las siguientes
deducciones: (i) Por cada descendiente con discapacidad con derecho a la aplicación del mínimo por descendientes previsto en el
artículo 58 de esta Ley, hasta 1.200 euros anuales. (ii) Por cada ascendiente con discapacidad con derecho a la aplicación del
mínimo por ascendientes previsto en el artículo 59 de esta Ley, hasta 1.200 euros anuales.

h) Deducciones autonómicas en cuota

Además, las Comunidades Autónomas han aprobado, dentro de sus competencias legislativas, diversas deducciones autonómicas
que tienen en consideración la situación de discapacidad, bien del propio contribuyente o de personas de su entorno familiar. Las
circunstancias y particularidades en cada caso, dependen de la normativa autonómica y pueden sufrir modificaciones anualmente,
por lo que nos remitimos al texto que esté en vigor en cada ejercicio.

B) Impuesto de Sociedades

La Ley 27/2014, de 27 de noviembre, del Impuesto sobre Sociedades (LIS) contempla determinadas fórmulas favorecedoras de la
integración laboral y social de las personas con discapacidad.

Deducciones:
1) Por creación de empleo: El art. 38 de la LIS prevé una deducción de la cuota íntegra de 9.000 euros por cada persona/año de
incremento del promedio de la plantilla de trabajadores con discapacidad grado igual o superior al 33 % e inferior al 65 %,
contratados por el contribuyente, y de 12.000 euros por cada persona/año de incremento del promedio de plantilla de trabajadores
con discapacidad en un grado igual o superior al 65 %.
2) Por actividades de investigación y desarrollo de un software que facilite el acceso a Internet. El art. 35 establece deducciones
para los sujetos pasivos que realicen actividades de investigación y desarrollo tendentes a la concepción de un software destinado
a facilitar a las personas con discapacidad el acceso a Internet cuando se realice sin fin de lucro. El porcentaje de deducción
aplicable será el 25% sobre los gastos efectuados en el periodo impositivo y, en el caso de que los gastos efectuados en la
realización de actividades de investigación y desarrollo en el período impositivo sean mayores que la media de los efectuados en
los 2 años anteriores, se aplicará el porcentaje establecido en el párrafo anterior hasta dicha media, y el 42 % sobre el exceso
respecto de ésta. También se efectuará una deducción del 8% de las inversiones en elementos de inmovilizado material e
intangible, excluidos los edificios y terrenos, siempre que estén afectos exclusivamente a las actividades de investigación y
desarrollo
C) Impuesto sobre el Patrimonio

La Ley del Impuesto sobre el Patrimonio no contempla beneficio fiscal alguno aplicable a personas con discapacidad. No
obstante, dado que se trata de un impuesto cedido a las Comunidades Autónomas, debemos atender a las particularidades que la
normativa autonómica haya introducido o pueda introducir.

Así, diversas comunidades han aprobado mínimos exentos incrementados o bonificaciones, teniendo en cuenta la circunstancia de
la discapacidad, por lo que la normativa autonómica debe ser analizada en cada caso concreto..

D) Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones

Regulado en la Ley 29/1987, de 18 de diciembre. En su artículo 20 establece una reducción a aplicar sobre la base imponible de
las adquisiciones mortis causa, específica para personas con discapacidad por importe de 47.858,59 euros, siempre que la persona
tenga la consideración legal de persona con discapacidad, con un grado de discapacidad igual o superior al 33% e inferior al 65%.
La reducción será de 150.253,03 euros para aquellas personas con un grado igual o superior al 65%.

El artículo 20.6 establece que en transmisiones inter vivos a favor de cónyuges, descendientes o adoptados de una empresa
individual, negocio profesional o de participaciones del donante en entidades a las que sea de aplicación el art. 4.8 de la Ley del
Impuesto sobre el Patrimonio (i.e. exención de empresa familiar), se aplicará una reducción en la base imponible del 95%.

Además, nuevamente será relevante tener en cuenta la normativa que, en el ámbito de sus competencias legislativas, hayan
aprobado las Comunidades Autónomas al respecto de la circunstancia de discapacidad.

E) Impuesto sobre el Valor Añadido

La Ley 37/1992 del Impuesto sobre el Valor Añadido establece unos beneficios fiscales a favor de las personas con discapacidad
en forma de exenciones sobre ciertos bienes y prestaciones de servicios.
• Educación especial y asistencia a personas con discapacidad: exentas de IVA.
• Deporte o educación física: exentas del IVA.
• La adquisición y reparación de los vehículos destinados a ser utilizados como autotaxis o autoturismos especiales para el
transporte de personas con discapacidad en silla de ruedas, bien directamente o previa su adaptación, así como los vehículos a
motor que, previa adaptación o no, deban transportar habitualmente a personas con discapacidad en silla de ruedas: tipo
impositivo del 4%.
• Prótesis, órtesis e implantes internos para personas con discapacidad: tipo impositivo 4%.
• Equipos médicos, aparatos y demás instrumental, relacionados en el apartado octavo del anexo de la Ley que, por sus
características objetivas, estén diseñados para aliviar o tratar deficiencias, para uso personal y exclusivo de personas que tengan
deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales: tipo impositivo del 10%.

F) Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica El Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica es un impuesto
local, de periodicidad anual, regulado por el Texto Refundido de la Ley de las Haciendas Locales (TRLRHL), aprobado por el
Real Decreto Legislativo 2/2004, de 5 de marzo. El art. 93 de esta norma establece las siguientes exenciones en relación con las
personas con discapacidad:

1) Las ambulancias y demás vehículos destinados directamente a la asistencia sanitaria o al traslado de heridos o enfermos.
2) Los vehículos para personas de movilidad reducida, cuya tara no sea superior a 350 kg, y que, por construcción, no puedan
alcanzar en llano más de 45 km/hora, proyectados y construidos especialmente (y no meramente adaptados) para el uso de
personas con alguna disfunción o incapacidad física.
3) Los vehículos matriculados a nombre de personas con discapacidad para su uso exclusivo, tanto si se trata de vehículos
conducidos por personas con discapacidad como de los destinados a su transporte.

G) Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras

Se trata de un tributo local de carácter indirecto que grava la realización dentro del término municipal de cualquier instalación u
obra para la que se exija licencia de obras, artículo 100 del TRLHL. Como beneficio para las personas con discapacidad, el
artículo 103.2.e establece una bonificación potestativa de los ayuntamientos, consistente en una bonificación de hasta el 90% de
la cuota a favor de las construcciones, instalaciones y obras que favorezcan las condiciones de accesibilidad y habitabilidad de las
personas con discapacidad.

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