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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA SANTA ROSA

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

ESCUELA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

2021-II

GUíA DE LA PRIMERA ACTIVIDAD DE F.H. C. III


SESION:D03A
PROFESOR: JOSÉ ANTONIO MATOS CONTRERAS

0
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2021-II

Materia: Formación Humano


Cristiana III
Guía de la Primera actividad de
F.H. C. III Sesion:D03A
ACTIVIDAD-PERSONAL:

1- Lea con detenimiento en la guía


el planteamiento sobre la
pobreza del teólogo cristiano
Gustavo Gutiérrez y preste
atención a la video-clase sobre
La pobreza en la era global de Z.
Bauman
https://youtu.be/nHZvAlRpvg0:
2- Realice las siguientes
actividades: 1-Un cuadro ILUSTRACIÓN 1AUDIO-
CLASE SOBRE LA POBREZA
comparativo entre lo planteado EN LA ERA GLOBAL DE Z.

por G. Gutiérrez y lo descrito en BAUMAN


HTTPS://YOUTU.BE/N
el audio-video sobre la pobreza HZVALRPVG0

destacando algunos elementos


esenciales en ambos esbozos 2-
En base a lo planteado ¿Cuáles
podrían ser el aporte del
cristianismo a la problemática
de la pobreza?
CUESTIONES FORMALES:
preferiblemente en Word o
PowerPoint, en caso de realizarlo a
1
mano avisar con anticipado,
colocar un encabezado con los
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datos básicos: nombre y apellido, universidad, carrera,


sesión, materia, fecha, no es obligatorio una
portada(opcional)en caso de realizar excluir encabezado.

ENTREGA Y VALOR: periodo de entrega del 28-09 hasta


04-10-2021, 25 %
POBREZA Y TEOLOGIA de Gustavo Gutiérrez
Comprender la pobreza
La pobreza es una realidad polifacética, inhumana e
injusta; consecuencia, sobre todo, de la forma como se
piensa y se organiza la vida en sociedad.
Un hecho complejo
La pobreza es un hecho complejo. No se limita, por lo
tanto, sin que esto signifique negar su importancia, a la
vertiente económica. La realidad de países plurirraciales
y pluriculturales, como lo son una buena parte de los
latinoamericanos, el Perú entre ellos, nos puso rápida y
directamente ante esa diversidad. Visión reforzada por la
compleja comprensión que la Escritura, en ambos
testamentos, tiene de los pobres: los que mendigan para
vivir, las ovejas sin pastor, los ignorantes de la Ley,
aquellos que son llamados “los malditos” en el evangelio
de Juan (7,49), las mujeres, los niños, los extranjeros, los
pecadores públicos, los enfermos de males graves.
Presente desde un inicio, como problema y como enfoque,
esta complejidad (realidad que hoy las agencias
internacionales han comenzado a subrayar) fue
ahondada, por la reflexión teológica latinoamericana,
siguiendo variadas líneas, en los años siguientes. 2
Precisamente, la conciencia de esa multidimensionaldad
llevó a las tempranas expresiones de ‘no persona’ y de
‘insignificante’ para referirnos a los pobres. Con ellas se
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quería subrayar lo que tienen en común todos los pobres:


la ausencia del reconocimiento de su dignidad humana y
de su condición de hijas e hijos de Dios, sea tanto por
razones económicas, como raciales, de género,
culturales, religiosas u otras.
Condiciones humanas, estas últimas, que la mentalidad
dominante de nuestras sociedades no valora, creando una
situación desigual e injusta.
Injusticia, no infortunio
La pobreza no es una
fatalidad, es una
condición; no es un
infortunio, es una
injusticia. Es resultado
de estructuras sociales
y de categorías
mentales y culturales,
está ligada al modo como se ha construido la sociedad,
en sus diversas manifestaciones. Es fruto de manos
humanas: estructuras económicas y atavismos sociales,
prejuicios raciales, culturales, de género y religiosos
acumulados a lo largo de la historia, intereses económicos
cada vez más ambiciosos; por lo tanto, su abolición se
halla también en nuestras manos.
Actualmente disponemos de los instrumentos –sujetos al
examen crítico de rigor– que permiten conocer mejor los
mecanismos económico-sociales y las categorías en
juego. Analizar esas causas es una exigencia de
honestidad, y, a decir verdad, el camino obligado si
queremos realmente superar un estado de cosas injusto
e inhumano. Punto de vista que –sin olvidar que en la
pobreza de los pueblos intervienen variados factores– 3
desvela el papel que tiene la responsabilidad colectiva en
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este asunto y, en primer lugar, la de quienes tienen


mayor poder en la sociedad.
Reconocer que la pobreza no es un hecho ineluctable, que
tiene causas humanas y que es una realidad compleja,
conduce a repensar las formas clásicas de atender la
condición de necesidad en la que se encuentran lospobres
e insignificantes. La ayuda directa e inmediata a quien
vive una situación de necesidad e injusticia conserva su
sentido, pero debe ser reorientada y, al mismo tiempo, ir
más allá: eliminar lo que da lugar a eseestado de cosas.
Pese a la evidencia del asunto, no puede decirse, sin
embargo, que esta perspectiva estructural se haya
convertido en una opinión generalizada en el mundo de
hoy, ni tampoco en ambientes cristianos. Hablar de
causas de la pobreza hace ver la delicadeza y, en verdad,
la conflictividad del problema, razón por la cual muchos
buscan soslayarlas.
Una situación que se agrava
A lo anterior se agregan otros elementos de nuestra
actual percepción de la pobreza que deben ser
considerados.
Uno de ellos es la dimensión planetaria de la situación en
que se encuentra la gran mayoría de la población
mundial. Esto vale para el conjunto de lo que entendemos
por pobreza, aunque muchas veces los estudios al
respecto insistan, más bien, en su vertiente económica,
sin duda la más fácil de medir. Por largo tiempo, las
personas sólo conocieron la pobreza que tenían cerca, en
su ciudad o, a lo sumo, en su país; su sensibilidad, cuando
ella tenía lugar, se limitaba, se explica, a lo que tenían 4
ante los ojos y, literalmente, al alcance de la mano (para
dar una ayuda directa, por ejemplo). Las condiciones de
vida de entonces no permitían tener un entendimiento
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suficiente de la extensión de ese estado de cosas. Esto


cambió, cualitativamente, con la facilidad de información
que se fue adquiriendo; lo que antes era distante y
remoto se ha hecho próximo y cotidiano. Además, los
datos y los estudios sobre la pobreza masiva, realizados
por un sinnúmero de organizaciones en nuestros días, se
multiplican y perfilan sus métodos de investigación. No
pueden ser ignorados.
Otro rasgo que ha modificado, asimismo, nuestra
aproximación a la pobreza es su profundización y el
incremento de la brecha entre las naciones y personas
más ricas y las más pobres. Esto, a juicio de ciertos
economistas, está llevando a lo que se ha calificado de
neo dualismo: la población mundial se coloca cada vez
más en los dos extremos del espectro económico y social.
Una de las líneas divisorias es el conocimiento científico y
técnico que se ha constituido en el eje más importante de
acumulación en la actividad económica y cuyos avances
han acelerado la ya desenfrenada explotación –y
depredación– de los recursos naturales del planeta que
son un patrimonio común de la humanidad. Estos factores
han acrecentado la distancia que anotábamos.
No obstante, el asunto no se limita al aspecto económico
de la pobreza y la insignificancia. En el espacio creado por
esa disparidad creciente intervienen y se entrecruzan los
elementos mencionados anteriormente: los que vienen
del terreno económico, por un lado, con los referentes
a las cuestiones de orden cultural, racial y de género, por
el otro. Esto último ha llevado a hablar, con razón, de una
feminización de la pobreza; las mujeres constituyen, en
efecto, el sector más afectado por la pobreza y la
discriminación, sobre todo si pertenecen a culturas o a
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etnias postergadas. Si bien la cuestión ha alcanzadoahora
proporciones escandalosas, el proceso de acentuación de
esa distancia estaba en marcha desde
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hace décadas, lo que explica la alarma que ya provocaba


entonces.
Hoy –y este hoy lleva ya un buen tiempo– la inhumanidad
e injusticia de la pobreza, la ignorancia de sus causas y la
percepción de su complejidad, extensión y hondura,
tengamos o no una experiencia directa de ella, no puede
ser disculpada. Es un conocimiento que se constituye en
pauta importante para apreciar la calidad –y la eficacia–
humana y cristiana de la solidaridad con el pobre.
Interpelación a la fe y anuncio
La pobreza es una realidad inhumana, injusta, y, a la vez,
susceptible de eliminación. Toda tolerancia, acomodo
teórico, actitud ambigua o uso espiritualista de ella es un
insulto a las personas concretas que la padecen. Es más,
la pobreza, la condición de insignificancia humana y de
muerte temprana e injusta, es una condición opuesta a la
voluntad de vida y amor del Dios de la Biblia.
Desafíos y posibilidades
Se trata de un serio desafío al modo de entender la fe y
de dar testimonio de ella. Los términos de ‘no persona’ e
insignificante, no sólo expresan –como lo decíamos líneas
antes– el denominador común de los diferentes aspectos
de la pobreza, nos indican también la hondura de la
injusticia y la gravedad de esa condición. La
insignificancia social y humana no es un asunto que se
enfrenta sólo colocándolo en el casillero de los problemas
económicos y sociales, va mucho más allá: la
envergadura de su globalidad y complejidad nos invita a
releer el mensaje cristiano.
Subrayar el carácter teológico de las preguntas que
acarrea la pobreza no significa, de ningún modo, olvidar 6
que ella y la injusticia social que la provoca tienen una
inevitable y constitutiva dimensión socio-económica y
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cultural. Esto es evidente. Pero no se confina a lo que


alguna vez, se llamó ‘la cuestión social’. La pobreza y la
opresión, con su carga de muerte injusta y prematura,
lanzan un cuestionamiento radical y global a la conciencia
humana, y a la manera de vivir y aproximarse a la fe
cristiana, que ve en el rechazo al amor al otro, el pecado,
la raíz última de la pobreza y la deshumanización.
Sin embargo, no hay que olvidar que los grandes retos
que interpelan a la fe cristiana proporcionan, a la vez,
importantes elementos para configurar un campo
hermenéutico que nos conduce a una relectura del
mensaje bíblico y a discernir el camino por emprender
como discípulos de Jesús. Es algo que ha sucedido
muchas veces antes, recordarlo permite entender el
sentido de una teología como la de la liberación que busca
tomar en serio el desafío de la pobreza, en el hoy de
nuestra historia.
Para decirlo brevemente: la condición de los pobres
interroga el corazón del mensaje cristiano y suministra
perspectivas para responder con creatividad. En ese
horizonte se ubica lo que llamamos la opción preferencial
por el pobre.
Distinguir para unir
Las raíces de esa formulación –nacida en los años que
precedieron a Puebla– están en el inicio de una reflexión
teológica, hacia 1967, por responder a la interpelación
que viene de la pobreza. A esas fuentes hay que remitirse
para captar su significado. En la reflexión aludida se
formulan tres acepciones de la pobreza que Medellín hizo
suyas, dándoles un apoyo decisivo. Posteriormente, se
recogen esas distinciones, con el dinamismo propio de
una frase, por medio de tres palabras: pobre, preferencia 7
y opción. Asumida en Puebla ella tendrá una resonancia
de la que habría carecido si hubiese permanecido
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exclusivamente en el campo de las publicaciones de orden


teológico y en ciertos círculos eclesiales.
Un punto central de la elaboración teológica en que se
sustenta esa opción, algo así como el piso sobre el cual
ella se construye, fue afirmar descarnadamente que la
pobreza real, vivida por los tenidos como insignificantes
por el ‘otro’ de los sectores dominantes de esta sociedad,
es una situación inhumana rechazada por el Dios de la
Biblia. Por ello, en un análisis de fe, debe ser calificada
como un mal, aserción que vale cualesquiera que sean las
formas que esa condición de insignificancia e injusticia
pueda adoptar. Se descarta, de este modo, toda
idealización de la pobreza real y se hacen deslindes que
permiten comprender el sentido de lo que el evangelio
llama la pobreza espiritual, así como del compromiso con
los pobres. Esas conclusiones se convirtieron en una
especie de higiene mental acerca de un asunto que
muchas veces se manifiesta enrevesado, cuando no
claramente desconcertante.
Veamos cómo se presentan las cosas. Para simplificar
estableceremos un paralelo entre Medellín y Puebla que
recogen la elaboración teológica citada.
a. La pobreza real, o material, es un estado escandaloso
e injusto, al que nos acabamos de referir, atenta contra
la dignidad humana y es contrario a la voluntad de vida
de Dios. Ella es “en cuanto tal, un mal” y un “fruto de la
injusticia y el pecado” (Medellín, Pobreza 4). Quienes se
encuentran en esa situación son los pobres por los que se
debe optar según Puebla.
b. La pobreza espiritual es, en primer lugar, un sinónimo
de infancia espiritual, uno de los temas más profundos del
mensaje bíblico y un rasgo central de lo que conocemos 8
como santidad. Es “la actitud de apertura a Dios, la
disponibilidad de quien todo lo espera del Señor”
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(id. 4b). La viven aquellos, como los llamados “pobres de


Yahvé”, que aceptan el designio amoroso de Dios sobre
sus vidas, el desprendimiento de los bienes materiales
deriva de esa posición de fondo. Con ella se relaciona el
término preferencia, en la medida en que el pobre
espiritual hace suyo el amor de justicia y gratuidad de
Dios (cf. Mt.6,33), dirigido a todos, pero que se encuentra
prioritariamente en relación con los pobres. Y finalmente:
c. El término opción proviene de la pobreza vista “como
un compromiso” (id.4c). Ahora bien, en la reflexión
teológica aludida, el compromiso tiene una doble faceta:
solidaridad con los pobres y protesta contra la pobreza en
tanto situación inhumana. Eso es lo que entendemos por
asumir el diverso universo del pobre. Se trata –dice, por
eso, Medellín– de hacer nuestra la condición del pobre
“para dar testimonio contra el mal que ella (la pobreza)
representa” (id.). Esta doble dimensión del compromiso
(solidaridad y rechazo) es capital para comprender el
sentido que debe darse al término opción.
Texto basado en un artículo para un libro en homenaje a
Aloysius Pieris, Encounter with the Word (Sri Lanka, The
Ecumenical Institute for Study and Dialogue, 2003).

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