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Contratos
Contratos
En cualquier contrato bancario intervienen como partes contratantes una entidad de crédito
y un cliente. En relación con las entidades de crédito vale lo dicho en la introducción a este
tema.
Y en relación con el cliente, en una situación de desigualdad respecto de la entidad de
crédito, ya que la entidad predeterminará las condiciones de la relación contractual,
imponiendo dichas condiciones al cliente. Al cliente, no le quedará otra opción que
adherirse al contrato en todos sus términos o rechazarlo de plano, pero sin opción a
negociar dichas condiciones preestablecidas.
De esta circunstancia se desprende que el cliente bancario requerirá una protección más
intensa que la que existe en otros ámbitos de la contratación mercantil. Razón por la cual
existe una normativa y una serie de figuras e instituciones específicamente destinadas a la
protección de los clientes de las entidades de crédito. Y además hay que tener en cuenta que
cuando el cliente bancario tenga además la condición de consumidor o usuario también será
protegido por la normativa general de defensa de los consumidores o usuarios.
El objeto de los contratos bancarios
El objeto de los contratos bancarios, como de muchos otros contratos, es la entrega de una
cosa a cambio de un precio. La particularidad reside en este caso en que esa cosa objeto del
contrato es el dinero, o una prestación o serie de prestaciones relacionadas con el dinero.
La forma de los contratos bancarios
Con carácter general puede decirse que los contratos bancarios, son válidos y producen
obligación y acción en juicio cualquiera que sea la forma en que se celebren, siempre que
conste su celebración por alguno de los medios de prueba establecidos en Derecho.
Así pues, no se pueden configurar con carácter general como contratos formales. Sin
embargo la realidad termina siendo la contraria, y resulta que por una u otra vía se acaba
por establecer para estos contratos una serie de formalidades. Así, se impone la forma
escrita para la validez de los préstamos bancarios, las fianzas bancarias y los contratos de
crédito al consumo. Mientras que en otros casos esto no es suficiente y se impone además la
realización en documento público y la posterior inscripción registral del mismo, como
sucede en el caso de la hipoteca bancaria.
Cuando no es ninguna disposición legal la que impone la forma escrita serán los propios
contratantes, quienes por seguridad jurídica establezcan la forma escrita como obligatoria.
También tienden a imponer la intervención de fedatario público en contratos para los que la
normativa legal no lo requiere, en aras también a incrementar la seguridad jurídica de las
relaciones contractuales.
El contrato de mandato es aquel en el que una persona contrata a otra para que gestione sus
negocios, para que se haga cargo de ellos, o para que lo represente en determinada tarea, actividad o
gestión.
El contrato de mandato es un contrato bilateral, donde una parte actúa como mandante, y la otra
como mandatario; como diría la abuela: el mandante el que manda y el mandatario es el mandadero.
El artículo 2142 del código civil define el contrato de mandato de la siguiente forma:
«El mandato es un contrato en que una persona confía la gestión de uno o más negocios a otra, que
se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera.
La persona que concede el encargo se llama comitente o mandante, y la que lo acepta apoderado,
procurador, y en general, mandatario.»
El contrato de mandato puede ser gratuito o remunerado, pero lo normal es que quien delega a otro
sus negocios remunere al mandatario o delegado.
La remuneración puede ser una comisión o una remuneración fija por la tarea o encargo realizado.