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Índice
I. Crónicas de guerrillas…………………………………………………….06
A. Juegos de guerra……………………………………………………………….06
Ñangaras televidentes………………………………………………………...…06
Mingo en vengador…………………………………………………………..….06
El negro Teodoro………………………………………………………………..07
Pedrito, el malo………………………………………………………...………..07
Guillermo de la tranquilidad……………………………………………...……..07
Alberto El sin camisa…………………………………………………...……….07
El Zorro dulcero…………………………………………………………..……..07
Chiquitin. ……………………………………………………………………….09
El sargento Ricardo………………………………………………………...….. 09
Tibaldo, el Pataruco…………………………………………,,,,,……………..,,,09
B. Recuerdos guerrilleros……………….………………………...…………….10
Cara pálida………………………………………………………………………10
Don Ace, alias El Pingüino…………………………………………...…………10
Crónica del General cubano Arnaldo Ochoa en Venezuela, 1966 ………..……11
Sueños definidores…………………………………………………...…………12
El estruendo……………………………………………………………………..13
Pasión y muerte de Argimiro Gabaldón …………………………..……………14
Doña Esther………………………………………………………...…..………18
Un legendario guerrillero internacionalista llamado José Rafael Toro Torres....19
El primer combate…………………………………………………….………..20
El corrido de Ramón Castillo……………………………………………..……21
Recomposición…………………………………………………………...…….23
El viejo Comandante Gavilán……………………………………………..……24
Desaparecidos. …………………………………………………….………...…27
El patriarca…………………………………………...………………………….41
Paramero……………………………………………………………………..….42
Mal de amores ………………………………………………………………….42
Fugitivo ……………………………………………………………………..…..43
Beatas ……………………………………………………………………..…….43
El cimarronaje del África en Venezuela………………………………………..44
El guerrero infiel………………………………………………………….……..44
La despedida a mi chamán Juan Dionisio………………………………………45
La necrofilia alegría del negro Eucario…………………………………………48
La invasión a Camboya……………………………………………………...….48
Cercas……………………………………………………………………….…..50
Historial bolivariano…………………………………………………….………50
El misionero de sesos calientes…………………………………………………50
Los recuerdos de un amigo llamado Juan de Dios………………………...……51
Metrópolis………………………………………………………………..……..53
El tiempo……………………………………………………………………..…54
La diferencia entre un pintor y un poeta……………………………………..…54
La otra derecha………………………………………………………………….55
El dejo……………………………………………………………………….…..55
El Paco del pueblo………………………………………………………………56
Arepera capitalina…………………………………………………………….…56
Primitivo…………………………………………………………………..…….57
Diversidad……………………………………………………………………….57
La Tierra desnuda……………………………………………………………….58
Nazi……………………………………………………………………………...58
Paisanaje……………………………………………………………………….. 58
OVNIS……………………………………………………………………….….58
Escapada………………………………………………………………………...59
El buen diablo……………………………………………………………...……59
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Soledad concurrida………………………………………………………….…..59
El indio y el barba blanca…………………………………………………….…60
El peligro de un soñador despierto…………………………………………...…60
Nicas……………………………………………………………………….……61
Sólo si sobra………………………………………………………………….…61
Guerrero atormentado………………………………………………………...…62
El desvivido………………………………………………………………….….62
Espejos……………………………………………………………………….….62
No me tentéis………………………………………………………………...….63
Soledad……………………………………………………………………….…63
Ese Perucho………………………………………………………………..……63
La espora viajera………………………………………………………….……..63
Pescadores………………………………………………………………...…….64
Herencia infiel…………………………………………………………………..66
Inobediencia……………………………………………………………………..66
A parir madre latina………………………………………………………..……66
Torrijos……………………………………………………………………….…67
Remordimientos……………………………………………………………....…67
El beso en la boca…………………………………………………………...…..67
Otra voz……………………………………………………………………..…..68
La maraquita……………………………………………………………….……68
Aquerencia…………………………………………………………………..…..69
Levadura infructuosa……………………………..………………………….….69
El perro enamorado…………………………………………………………..…69
El paisa: El último hablador caminante…………………………………………70
El loco de la bicicleta……………………………………………………………71
El viejo pintor del muelle…………………………………………………...…..72
El vientecito azul…………………………………………………………….….73
El viejo topo………………………………………………………………….…74
Tesista………………………………………………………………………...…74
Si no fuera por nosotros…………………………………………………………75
El dejo……………………………………………………………………….…..79
Madre……………………………………………………………………………79
A. Cuentos de niños……………………………….………………………………81
Descubrimiento. …………………………...……………………………………81
Compensación…………………………………………………………………..81
Eres natural y divino………………………………….…………………………81
Malicia……………………………………………………………………..……81
Hijos……………………………………………………………………………..82
Caballito…………………………………………………………………………85
Así es que me gusta……………………………………………………………..85
Gregarismo putañero…………………………………..………………………..86
El galo y la oriental……………………………….……………………………..86
IV. Texticulitos………………………………………….………………………87
A. Apuntes del desamor …………………………………..…..………………………87
B. Ánforas……………………………………………………………….…………….89
C. Cantos a la pachamama……………………………………………...……………..95
D. Sentencias para un atardecer……………………………………………………….96
E. ¿Qué hacen juntos pájaro y flor?...............................................................................97
V. Textos varios……………………………………………………………………100
I. Crónicas de guerrillas
A. Juegos de guerra
Ñangaras televidentes.
-Es que nosotros vemos en las películas que con un golpecito en la cabeza caen largo a
largo.
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Mingo en vengador.
Mingo era tan alegre que llegaba a las fiestas del barrio a bailar salsa sin ningún
complejo de culpa cuando venía de ajusticiar a un torturador. Celebraba danzando su
ceremonia de guerra.
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Una vez en su oficio de vengador contó que le había montado cacería a un esbirro.
Lo esperó en la mañana, cuando iba a llevar a su hijo al colegio. Cuando fue a dispararle el
desalmado alzó a su hijo como escudo. No imaginó tal cobardía y tuvo que pegar un
carrerón y huir del sitio sin lograr su objetivo.
Cada acción era para él un juego de vida o muerte. Al final, cuando se salvaba, reía
y meaba. Drenaba el miedo, que no se permitía, orinando y riendo.
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El negro Teodoro
Uno de ellos, el negro Teodoro, era el más comedido de los cimarrones. Cuando
armaban las tomas de barrios o de caseríos siempre pedía que lo pusieran de centinela,
porque “y que era el más alto y podía ver al enemigo desde lejos”. Se descubrió su
poquedad cuando esperando el tiempo para una acción dijo muy asombrado que sentía una
vaina rara y fea en el estómago. Ahí fue donde el responsable lo puso en evidencia y le dijo
muy seco y lacónico:
Pedrito, el malo
Una vez desde la montaña vieron al ejército que venía a lo lejos. Chiquitico se veía
el convoy avanzar en el serpentear. Pero Pedrito el malo, murmuraba muy nervioso a su
compinche, en el oído, mientras se escondían agachados:
Como si, no más por la vista, los soldados podían descubrirlos, aún en lejanía, entre
el puntico donde se veía el convoy y los altos cerros del verde monte donde estaban
agazapados.
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Guillermo de la tranquilidad.
Menos mal que lo hizo. Justo a los 5 minutos se sentó al lado de la bomba un niñito
a comer helado. Guillermo desesperado por salvarlo le lanzaba piedras al tiempo que le
gritaba:
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El Zorro dulcero
Cheo, alias El Zorro, era un rapazuelo goloso y mañoso que en la noche robaba las
raciones de dulces de la despensa guerrillera. Se le había aleccionado varias veces y con
autocríticas insinceras siempre prometía no volver hacerlo.
Una vez llegaron varias cajas de leche condensada y varios frascos de dulces
caseros que mandaron familiares.
-Cheo, antes que las robe, los combatientes le regalan todos estos manjares para usted solo.
Fue tan grande la pena del Zorro que al otro día desertó. Los glotones también
tienen su dignidad.
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Chiquitin.
El policía quizás por la edad del muchacho hizo caso omiso e intentó sacar el arma
pese a estar apuntado. Entonces Emilio, que cargaba un Mauser más grande que él, le
arrancó el brazo de un tiro al gendarme. Luego, sin inmutarse, cargó con el botín para el
partido.
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El sargento Ricardo
Ricardo, joven duro y presto, con cursos en el exterior, se había ganado el rango de
sargento. Ese día, con todos sus pertrechos, formo filas con el personal momentos antes de
entrar en combate.
-El que no se sienta capaz de dar la vida por la patria, que dé un paso adelante.
Todos miraron al frente con sus pechos henchidos, excepto Ricardo que esta vez
tuvo la cobardía valiente, ante la atónica tropa, de dar un paso adelante.
Casi llorando pidió en ese instante la baja, prometiendo que se iba a perder y nunca
iba a delatar.
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Tibaldo, el Pataruco
- Compas, ¿qué saben Uds., si una de esas hojas me da poderes como a Superman y
nos economizamos esta guerra rapidito con esos super recursos?
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B. Recuerdos guerrilleros.
Cara pálida
En tiempos de violencia al pecoso de gelatinosos nervios le tocó llevar un camión
cargado de armamentos, con un mulato como chofer.
-Lo que llevo es a este cara pálida que ya no va pa’l baile, se desmayó hace rato.
Entre la chercha y las risotadas despectivas hacia el blanco color, los negros
cargaron y revivieron al combatiente, como si siempre se hubieran visto.
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Enseguida los compas buscaron el papel y el lápiz, pero cuando se lo van a dar a
Elías, ven la culebra en la hamaca y empiezan todos a carcajearse, jajajaja se ríen, -Toma,
escribe si quieres tu despedida, pero no vas a morir, es simplemente una bejuquilla y no es
venenosa. Era la chanza que le tenían y se mofaban cada vez que Elías aparecía.
Salió sin cambiarse, su impecable flux negro. Llegando al pueblecito oriental, buscó
la concha donde se escondía el camarada clandestino. Inútil fue pasar desapercibido en el
pueblo. Con su atuendo y su nariz árabe prominente, resaltaba su parecido a un pingüino en
un caluroso pueblo. Para más ñapa, en esa época había una promoción de un jabón, donde
un personaje llamado Don Ace, le regalaba costosos obsequios a la casa seleccionada, si
ésta poseía dicho detergente. En este caso, era un carro lo que se otorgaría al dichoso
beneficiario. Antes de dirigirse directamente al domicilio seleccionado, se hacía una
agitación con parlantes en todo el barrio, cosa que permitía ir aglutinando una multitud que
en expectativas acompañaba al personaje.
Cuando aparece Eljuri, enflusado, en el centro del pueblo, alguien gritó: ¡Llegó Don
Ace! Abrahan no podía zafarse de la multitud, y sin comprender el asunto siguió
avanzando hacia el escondite del compañero clandestino, que al verlo por una rendija
caminar entre la muchedumbre, no le quedó otra que brincar solares y perderse entre sus
bases de apoyo.
Y dice la joda que un paisano que sí se percató del asunto, le comentó discretamente a
su compadre, en voz oriental:
- Si, si, si, ese debe ser el contacto de Caracas que viene a buscar a David, el espía. Él
está escondido en esa casa, y ya debe haber transmitido por radio a La Habana,
Cuba, la noticia de la llegada del hombre pingüino.
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Baltazar Ojeda junto a Lunar Márquez, Oswaldo Barreto y Luben Petkoff formaron
un movimiento que se llamó MOSAN (Movimiento de Salvación Nacional) Ellos junto a
un grupo de internacionalistas cubanos encabezados por el, luego General, Arnaldo Ochoa,
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organizaron una expedición que penetró por las costas venezolanas en las inmediaciones de
las poblaciones de Chichiriviche y Tucacas, en Falcón, un 24 de julio del año 1966.
Ochoa era Comandante, jefe del Ejercito del Centro y miembro del Comité Central
del Partido Comunista de Cuba, junto a sus iguales Raúl Castro y Ernesto Che Guevara,
responsables del Ejercito de Oriente y Occidente respectivamente. Para el tiempo era un
joven de unos 25 años, de aspecto indio con apenas cuatro pelos en la barbilla.
Las condiciones geográficas y políticas, por supuesto, eran muy diferentes a Cuba.
Los insurrectos pedían combate en un momento de reflexión y repliegue de las direcciones
tradicionales. Aún así, fue una marcha de mucha muerte y combate. Los que sobrevivieron
se fueron bravos por falta de guerra.
Sueños definidores
Entre las brumas oníricas, estaba Simón Bolívar, con toda su pléyade de célebres
patriotas, acompañados de llaneros descalzos y lanzas ensangrentadas, dando vivas a la
patria.
Ahí estaban, con sus gritos ¡Ah jajai! mexicanos. Animando con violines, trompetas
y vigüelas, a andar a rienda suelta. Obligaban, por las buenas, a tomar la lira que ansiaba
ejecutante.
Fue entonces cuando tomó la decisión de su vida. A paso firme se acercó a las
huestes donde Bolívar, apurado y confiado, le ofrecía un hermoso caballo bayo.
Con confianza, casi cómplice, le tomó por el codo y le comunicó con brío:
-No, Bolívar. Vas a ir perdonando. Ya yo te pagué servicio, voy a perdonarme la vida.
Parto con Pedro Infante. Él me necesita más.
Desde entonces anda por su tierra, cantando baladas y corridos que animan la vida.
Danzando despacio. Sabiendo que la canción es corta y un día de estos tendrá su final.
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El estruendo
Todavía contaba el cuento con pelos de gallina. Sucedió que unos guerrilleros iban a
capturar a un campesino delator para juzgarlo.
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Estuvo en el exterior, Buenos aires y Río de Janeiro, entre 1938 y 1945. Estudió
arquitectura en Argentina. En el tercer año de su carrera, detuvo su visión arquitectónica
para adentrarse en el mundo de la pintura, la literatura y el arte. Con su morral al hombro se
fue a Brasil, proyectándose luego como poeta, novelista, periodista, dibujante, matemático,
maestro alfabetizador y profesor de Artes plásticas. Tenía un gusto muy particular por la
historia patria, materia que con los años impartiría en el liceo Lisandro Alvarado de
Barquisimeto. Entendió que había que conocer la historia de su país para poder actuar sobre
ella, y se dedicó a formular preguntas y a encontrar respuestas.
Cuando llega el año 1958, comienza a ver con cierto recelo las políticas de unidad
impulsadas por el Partido Comunista. Para el momento del III Congreso del PCV, fue quien
planteó la necesidad de ir hacia otras formas de lucha. Es el inicio de la experiencia
guerrillera en Humocaro. En octubre de 1961 se cuenta el comienzo de las guerrillas, que,
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según Tirso Pinto, llegó a tener 1500 combatientes. Al incorporarse a las guerrillas Chimiro
tenía 22 años de militancia y 40 años de edad, tiempo perfecto para las grandes decisiones.
Desde fines del 61 hasta el 13 de diciembre de 1964, el Comandante Ulises, que fue su
primer seudónimo, estuvo al frente de esa lucha como Primer Comandante del Frente
guerrillero Simón Bolívar. En ese proceso le tocó vivir los vaivenes de unos dirigentes que
se amoldaban a las circunstancias, antes que analizar histórica, táctica y estratégicamente la
realidad sobre la que actuaban.
Para Argimiro “la lucha armada es una salida de masas”. Precisaba que debía ser
“un movimiento de masas armado que no excluyese ninguna forma de lucha”. No para
regalarle mesianicamente “revoluciones” al pueblo, sino para que este asumiera su papel
histórico, sin reformas que debilitaran la necesidad del cambio radical. En sus proclamas
expresaba: “El pueblo está cansado de que las revoluciones sean cambios de personas,
nuevas constituciones, nuevas divisiones territoriales, perviviendo siempre la misma
injusticia, la misma miseria, el mismo abandono. Es hora ya de tocar fondo, hay que
cambiar los hombres, pero fundamentalmente es necesario transformar los sistemas”. Su
predica se afincaba contra los dirigentes del estilo antiguo, los profesionales de la política
que terminan burocratizándose, convirtiendo su actividad en pura negociación.
Consideraba, como Mariátegui, que “las revoluciones son cada una un hecho
original, aun cuando estén sometidas a leyes generales”. La copia mecánica de realidades
distintas sería un traspié para el proceso revolucionario. Por eso oía al pueblo, a la vez que
sistematizaba sus experiencias más allá de la ortodoxia de los manuales eurocéntricos. En
una entrevista razonaba a manera de balance: “Cuando sus esquemas fallaron, cayeron en la
desilusión, y tomaron los libros y folletos, en busca de nuevos esquemas, de nuevos
patrones. Se olvidan de nuestra realidad y se dejaron penetrar por las tendencias de
capitulación y conciliación”.
ese fastidio. Ya quisiera estar yo en Sabana Grande con una motocicleta oyendo a Los
Beatles.” Esto para el momento histórico que se vivía podría verse como una blasfemia,
pero para Gabaldón era la autenticidad de su sentir. Y es que en la hermenéutica de sus
discursos se puede apreciar cómo Argimiro respetaba la rebeldía de los jóvenes del
momento.
Obsérvese su posición abierta hacia la utopía juvenil: “La cordura, virtud honorable,
no debe jamás tratar de sustituir a la locura de la juventud, porque solo conseguirá castrar a
los pueblos y producir la infecundidad de la historia. La juventud es “loca”, pero su locura
es sublime. Es irreflexiva, afortunadamente irreflexiva, porque si la juventud se pusiera a
reflexionar sesudamente, como pueden y deben hacerlo los hombres maduros, entonces
estarían bailando el “twist” que es mejor que hacer la revolución.” Para los oídos
sacralizantes del momento esta posición, sin lugar a dudas, hubiera sido etiquetada “de
derecha”. Pero, ¿cómo mancillar a quien no exigió sacrificio que no estuviera dispuesto a
rendir, incluyendo el supremo, el de su propia vida?
Argimiro Gabandón buscaba ganarse hasta al que parecía más enemigo del
movimiento, decía que era obligatorio hablar con todo el mundo. Con su carácter jovial
hablaba un lenguaje claro y sin titubeos que todos entendían. En su conversación sencilla
daba una clase de política que siempre acompañaba con un chiste, manteniendo contentos y
regocijados a sus oyentes. Formó 125 comités del FLN en igual número de caseríos, lo que
implicaba una influencia en unos 75.000 habitantes. Chimiro, con gran capacidad de
convencimiento, argumentaba en pocas palabras el por qué y el para qué de la lucha. Para
él, nuestros campesinos eran permeables a la lucha porque “siempre han soñado con una
revolución”. Tenía el don de la palabra, sus paisanos lo consideraban “el hijo del rico que
comprendía las penalidades de los pobres”.
Era terrible con el enemigo para el momento de la pelea, aún cuando confesaba que
“No era un guerrero, y nunca lo había pensado ser, pues amaba la vida tranquila”. Argimiro
no deseaba andar con ninguna cachucha militar, añoraba una gorra inglesa para caminar
paveando como cualquier muchacho de su tiempo.
Era fiel a la palabra empeñada, su referencia era la palabra del gallero, la de una
eticidad que nunca miente. En la Asamblea Legislativa de Barquisimeto, no había
contrincante adeco que sostuviera el paso de su oratoria mordaz, incisiva e irónica, y a la
vez, colorida y pintoresca, como sus lienzos.
Incansable, de ancho pecho, enseñaba en las marchas a sus cachorros, los Tigres de
Miracuay, a dominar el terreno para el combate. Estaba en su mejor edad, cuando afloraban
sus canas de “viejo”, como le decía, la selecta juventud que lo acompañó en sus andanzas
guerrilleras. Para su espíritu indómito no importaban nada los años, pues era tan enérgico
como su caballo Lucero, que tenía en la Hacienda Santo Cristo.
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Siempre hemos deseado que nuestros políticos sean poetas que culturicen la política
con nuevos planteamientos y estilos que superen el maquiavelismo pragmático y
panfletario de nuestros intermediarios. Ese era Argimiro, el que sintetizó el discurso
emancipador con radicalismo y ternura. Se recuerda una oportunidad cómo en el vesperal
de la vida cimarrona le leyó con lágrimas en los ojos un poema de su soledad a dos
guerrilleros centrales que tristes recordaban su vida urbana. Por su integralidad fue como si
hubiéramos tenido al Ché en Venezuela, y parte de nuestra tarea sería colocarlo entre los
precursores de la Patria Grande.
Pero los héroes no mueren para la historia. En los pueblos que caminó se encuentra
en cada casa la causa de su vida. La eternidad de los héroes del pueblo, sobresale a cada
rato en las distintas situaciones de la vida cotidiana. Son un recuerdo que perdura en cada
caserío: “Acuérdate de Carache”, “Argimiro decía…” o “Por aquí pasó Chimiro”. En La
Palomera, de Humocaro se oyó esta crónica que une la fantasía de la religiosidad con la
convicción de que no ha muerto. “Argimiro tenía una ruana que lo protegía por un rezo que
le hizo un brujo. Un renegado le llegó cerca y le ordeñó su revolver sin que Chimiro
sufriera un rasguño. Entonces se quitó el poncho y le dijo al traidor: -Te voy a enseñar
como se mata a un hombre. Y ahí lo dejó”.
El infortunio ocurrió en las afueras del caserío El Hato, del estado Lara. Argimiro
sabiéndose mortalmente herido, pidió que lo afeitaran para ser bajado a El Tocuyo. Con
entereza mantuvo su capacidad de mando. Se despidió de sus más allegados con breves
consejos y como un gesto final, donde afloró su grandeza humana, extrajo de su morral
unos chocolates, tesoro de una guerrilla, y los repartió entre sus hombres.
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Doña Esther
Dicen que en esas caminatas Argimiro era un líder, que aunque ya maduro,
aleccionaba a los jóvenes sin demostrar cansancio. Pero esa vez subiendo la Teta de
Niquitao, le comentó a Espartaco, uno de sus allegados en la intimidad del camino:
“Carajo, yo he mamao muchas tetas, pero esta me mamó a mí”, le dijo al espaldero de
sonrisa cómplice.
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Así seguían, en la vigilia unos y en el alerta otros. Un día jueves, temprano, apareció
el teniente Isidro. Despiadado asesino de campesinos, que sin miramientos ordenó la
requisa del rancho de doña Esther. Voltearon todo, hasta llegar a una petaca, que al
destaparla salió un reguero de balas de FAL. A lo que el enloquecido teniente le requirió, la
causa, motivo o circunstancia del por qué dicho arsenal estaba en su casa. A lo que doña
Esther, con voz inocentona le explicó.
-Mire teniente, esas cosas a mí me dan miedo. ¿Qué voy a saber yo de dónde salieron esos
proyectiles. Con decirle que aquí, en las mañanas, este patio amanece esteraito de
cagarrutas de chivo. Y yo no tengo chivos. Dese usted cuenta.
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Toro Torres fue uno de los presos más antiguos e irreductibles de la democracia
representativa. Estuvo en la Cárcel Modelo de Barquisimeto y luego en la del San Carlos,
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de donde sale utilizando tácticas de inteligencia y contrainteligencia, con las cuales logra
identificar, ya desde la calle, a los delatores que formaban parte de la DISIP. En un acto
público de la UCV, en 1981, dio la cara con coraje y gallardía ante el desprestigio que
intentaban darle sus perseguidores encaminadas a poner en duda su condición
revolucionaria. Para el momento se encontraba identificado con las propuestas del
Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT) quienes editaban el periódico Al
Rojo Vivo.
Al agudizarse la persecución por las denuncias realizadas, sale del país, dirigiendo
los últimos secuestros de aviones que en número de tres fueron desviados a Cuba y por los
cuales pedían la libertad de los presos políticos venezolanos. Posteriormente se integra, por
casi 30 años, a la lucha revolucionaria por la liberación de Colombia, formando parte de los
cuadros de dirección del Ejército de Liberación Nacional (ELN) al lado de los curas
Domino Lain y Manuel Pérez. En su siembra uno de los combatientes elenos narró un
episodio que quedará en el misterio entre los seres unidos. Fue el caso que Toro Torres,
hombre sano, fornido y curtido, tuvo un desmayo en plena montaña, sin causa aparente.
Luego se supo que a la misma hora de su desfallecimiento su única hija, residente en
España, había fallecido en la península ibérica. Misterios de la vida y la muerte, comentó el
combatiente colombiano.
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El primer combate
De apellido Ochoa, ubicado por los lados de Valle de la Pascua, Venezuela, el hijo
de terratenientes, y posterior dueño de la hacienda, siempre colaboraba con los barbudos, ya
en dinero, hombres o logística.
Era ya un secreto a voces que el jovencito patrón estaba formando un “frente” en los
peladeros de chivos de su propiedad.
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Al fin apareció la primera avanzada del rastreo: una luz iba subiendo, peinando la
zona y ellos quietecitos esperando.
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Pero el cuero seco por doquier se levanta. La nueva arma esgrimida, por una
generación de cuadros medios, fue la actividad cultural. Ya Alí Primera, con su primer LP
de vinil, "La Estrella roja", grabado por el Partido Comunista de Venezuela, PCV,
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empezaba a sonar clandestino, en tocadiscos plásticos de mano, que funcionaban con pilas.
Él, junto a transitores "Trasatlantics" de muchísimas bandas, sintonizaban el faro de luz de
Radio Habana Cuba, con sus himnos, noticias y canciones de Carlos Puebla, eran oídos en
bajo volumen o pegados en la oreja, para evadir a los esbirros civiles que espiaban por
ventanas, prestos a recordar las planchas calientes que ponían en las nalgas en el temido
TO3.
Al primero que interrogó fue a Ramón Castillo. Mire Ramón, le dijo, yo conozco a
su familia, pero me va a perdonar, aquí hay una denuncia y me los tengo que llevar presos
a todos.
- Mire Ramón, yo lo que estoy viendo es que usted no quiere ir preso, Ramón. Dijo en
medio de la chercha y las risotadas de los uña y carne del cantor.
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Y así fue que empezó esta recomposición, otra "batalla" de la rebeldía tocuyana. Lo
cultural siguió andando solo. El alma de los pueblos es indestructible. Bombitas de tiempo
cantadas por los descamisados que reventaron años después.
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Recomposición.
Empezaba la década de los 70. La derrota huérfana olía a seguir, no más por
revancha, no más por tantos muertos, no más por el Ché y su bandera del escalón más alto
que habría de conquistarse: el Hombre nuevo.
Volver a las masas era la consigna de recomposición, vivir y sentir como ellas,
autonegarse el pequebú que imaginariamente renacía. Para ello inventaron el militante
integral, el tiempo completo, profesional de la revolución, decían. Era mucho camisón pa'
Petra. Igual se hizo el esfuerzo, y mucho. Se abandonó estudios, familia y diversiones de
muchacho. Proyecto de vida: la revolución.
Así vino el relevo a recomponer, cuando apenas "dos patriotas eran ya un núcleo
revolucionario" como decía el afiche del Congreso cultural de Cabimas.
A todo brío para los barrios. Nada de enamorarse de una clase media, y profesional,
menos. Nada de hijos, cuidarse, un combatiente no debe estar atado a nada, menos a la
familia, la propiedad privada y el Estado.
- ¿Quién se murió en esta vaina? Imaginando la música sacra que pone el Estado en la
radio, cuando hay duelo nacional por alguien.
-¿Y por qué estás tan triste? ¿Y esos, lagrimones? Fue lo segundo que preguntó.
- ¿Y vas a llorar por esa vaina? Eso queda muy lejos, chico. Y empezó a almorzar, al
tiempo que descubrió un oleo en casa. Una obra sub realista que me había regalado un
amigo pintor que podía interpretarse por media vida imaginando intensiones plasmadas.
Ahí dijo:
Entonces decidí conocer qué habia dentro de aquel ser, o sujeto histórico como
llamaban, curucutear lo que nunca habiamos hablado. Y le pregunté:
- ¡Un bombillo!
Ahí se volvió añicos todo. Y recordé muchas tareas pendientes para la revolución, y
le contesté:
Nuu vieja, se me olvidaba decirte que me voy al combate para otro sitio. Me está
llamando el partido. Y salí para el nunca jamás, a recomponerme.
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perseguido por la Guardia Nacional se lanzó desde un abismo a un río con los brazos
abiertos. -Parece un gavilán, dijeron los guardias.
Dirigente del transporte, y luego enguerrillado con Argimiro Gabaldón, por parte
del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, tuvo sus combatientes al lado del PCV,
en el Frente Simón Bolívar. Menguados por el abandono de las direcciones tradicionales y
con un cáncer en los huesos, bajó con parte de su tropa y fue recluido en el TO3 Urica, de
El Tocuyo, Lara. Acusado por algunos de desertor y delator, nunca se supo de alguien,
caído o preso, por tal decisión.
Así empezó este aleccionar, con la atención y el respeto que irradiaban estos personajes
y la autoridad del Partido en sí.
Siguió en la escuela, el caminar en el monte. Cuando el viejo nos vio sigilosos por el
andar entre hojas y la posibilidad de culebras, se levantó el pantalón en una de sus piernas
para que le observáramos varias mordidas de culebra, a las cuales, decía, era inmune.
Luego el caminar en silencio pisando hojas, nos mostró que se debe caminar colocando el
pie de medio lado para irlo asentando poco a poco para evitar el sonido alertador de las
hojas secas. Y así, truquitos como el nudo del Libertador para colgar hamacas y
descolgarlas a prisa ante la llegada del ejército. El collar de dientes de ajo en las botas para
espantar serpientes. A la olla del café cuando estaba poporeando le introducía un leño con
braza e inmediatamente el nepe se iba al fondo. La orientación de las nervaduras
pronunciadas en el tronco cortado de un árbol para orientarse con el norte. El ramal para
borrar huellas. Los cactus que en su corazón quitan la sed y el hambre. Nos guiaba cómo
debe comportarse un jefe, siempre al lado de su tropa. Uno debe hacer las mismas tareas, si
es de hacer una alambrada te pones a clavetear con el combatiente, un rato. Después le
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dices que debes hacer una tarea pendiente y ahí lo dejas, satisfecho de que estuviste con él.
Hay que saber delegar, nos encaminaba. Eran juegos de guerra, pendejeras, pero para
nosotros eran enseñanzas del nunca olvidar.
El viejo Gavilán era un excelente ranchero. Las sardinas nos las preparaba de distintas
formas y no repugnaban, ni siquiera se repetían. Al finalizar el reparto de raciones, sonaba
una olla gritando: ¡Repele! Y acudían los más glotones. A pesar de que no repartía por
igual si no por tamaño y peso.
-Anoche robaron el abastecimiento. Que aparezcan los culpables y se queden sin comer.
Fue su sentencia.
-Yo propongo que los compañeros se presenten y se hagan una autocrítica, con eso
basta.
Y aparecimos los culpables. Con mucha pena, por ser el responsable, me hice mi
autocrítica, que creo fue la única insincera de mi vida militante, pues me parecía una
exageración. Todavía no entendía lo sagrado de la comida y el abastecimiento.
El viejo comandante, era un autoritario querendón. En el fondo creo que nos veía como
sus hijos, quizás le recordábamos a Toñito Díaz, su hijo muerto por el ejercito en una cueva
donde le lanzaron granadas. Luego de aleccionar siempre venía una anécdota para ilustrar
su comportamiento, y lo hacía como un cuento con mucha ternura paternal.
Hablando de la adicción al dulce, nos contó que el también estuvo a punto del egoísmo
goloso. Una vez, nos dijo, me mandaron de mi familia unos dulces de leche con papelón,
que eran mis favoritos. Agazapado me fui a la troja a comérmelos yo solito. Y carajo, no
pude. Por las rendijas de la enramada me parecía ver los ojos de los combatientes mirando
mi tacañería. No lo logré. Llamé a toda la tropa y con una cucharita le di una migajita de
dulce a cada cual. Con esto el comandante también nos mostraba los valores de un buen
comunista. Esas primeras enseñanzas de la ética y la moral nos marcaban.
hacer afiches. En el transcurso y ya cercana la hora de comer, el Gavilán echó un grito: -Ay
mi madre! Ya no sirvo para esto-. Sucedió que al probar la comida sabía insoportablemente
a combustible. Y fue que confundió el vinagre con el thiner de la propaganda y se lo echó
al sancocho. Con mucho pesar nos contó que era la segunda vez que dejaba sin rancho a la
tropa. La primera fue un sancocho de pájaros negros que un combatiente había cazado en
gran cantidad con un flower. Son amargos e incomibles. Es la única carne junto al sapo,
que es imposible comer.
Fueron varias las mujeres vergajas, diestras con las pistolas, que visitaban al viejo
Comandante, y quién sabe qué secretos se ocultaron en estos encuentros subversivos de los
cuales poco se sabrá, por las máximas inviolables que nos involucraban en esos tiempos:
“No preguntes, no cuentes, ni dejes que te cuenten”.
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Desaparecidos
La figura de los desaparecidos fue estrenada en Venezuela, antes que otros países.
La Escuela de las américas dio mayores frutos cuando el Presidente Raúl Leoni, dio carta
blanca a los militares para que pusieran en práctica esta despiadada forma de desaparecer,
sin dejar rastros, a cientos de revolucionarios en la década se los 60. Lo extenso de
semejante matanza, se viene ampliando con nuevos testimonios y el actuar colectivamente
en la recolecta de datos para el patrimonio de nuestro proceso.
pacto convencional que ha querido sepultar estos acontecimientos, ricos en heroísmo pero
putrefactos en las graves responsabilidades que conllevaron a la derrota momentánea de
este único proceso que hasta ahora se mantiene.
Necesario es desentrañar este capítulo de nuestra historia. Una lucha armada que
declaran y abandonan al poco tiempo. A la temprana retirada de los viejos comunistas le
siguieron otros dirigentes, fundamentalmente universitarios, que fueron apoyados por un
relevo, casi ignorado, de cuadros medios y regionales que continuaron por casi 20 años
más, el camino abandonado. Fue una doble traición. Al tiempo los segundos también
negociaron y dejaron solos a sus militantes. Queda la tarea de reconstruir estas historias
regionales, locales y personales para darles una justa valoración en la llamada Historia de
los vencidos. Los derrotados de una causa invencible, diría un poeta.
Fueron duros enfrentamientos que marcaron a una generación. Este proceso que
vivimos tiene una historia inmediata: centenares de combatientes han dado su vida por el
socialismo. La abnegación, el estoicismo fueron valores de esa contienda. La perseverancia
de estos combatientes fue una muestra más del vigor y la reciedumbre de nuestro pueblo.
Estos nombres no pueden olvidarse, su honra será eterna en esta lucha que continúa. Esas
vidas no fueron entregadas inútilmente. Sus retratos, sus historias de vidas sigue siendo una
tarea que será más rica en tanto más colectiva sea. Rescatar episodios, anécdotas, hechos,
cuentos de pueblos enteros que han fabricado sus imaginarios para resistir, es tarea noble.
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Disparar primero y averiguar después, fue la orden de esos días aciagos. Sería
menester mencionar algunos casos para ilustrar esta carnicería. Situaciones inverosímiles
como el de Silverio Peralta, muerto con sus tres de sus amigos en Barinitas y enterrados en
el mismo carro en que andaban. Fueron sapeados a los militares por una mesonera porque
hablaban pendejadas contra el gobierno en un bar.
La lista se hace interminable y cada vez más descarada. El niño de 8 años, Luís
Enrique Lozada, muerto en Humocaro el 23/03/1965 por un soldado del Cuerpo de
Cazadores cuando el infante le exigió el pago de una empanada que el militar había
comido. José Gregorio Rodríguez, lo matan en su celda y es presentado por Carlos Andrés
Pérez como un "Suicidio involuntario". Argelio Reina, la Guardia Nacional lo entrega sin
uñas, ni dientes, ni ojos y dicen que murió en un accidente. Al combatiente Juan Chacón
Lanza, lo queman vivo, como lo hacía el Apartheid, pero en el Teatro de Operaciones de
Cocollar.
En su mayoría eran gente muy joven, casi niños de la guerra. La entrega del hijo a
los cimarrones era cosa común en el cotidiano desprendimiento de nuestros campesinos de
pasado indígena. La simple exposición de tres preguntas del por qué, para quién y cómo,
bastaba para que entregaran su muchacho al ejército embrionario. La cimarronera natural,
la montonera intacta en la mente, la arrechera represada que desborda, era la diaria comida
que la levadura sazonaba. Seguía intacta la memoria de la guerra federal cuando el
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campesinado ofrecía su vida a los revolucionarios. Debemos dar todo, aunque sea la vida,
rezaba un dicho.
De ahí la vigencia de hacer realidad la proposición del Bosque de los caídos, donde
cada árbol lleve un nombre y sea cuidado con espero por sus amigos y familiares
mostrando las cualidades humanas del combatiente y sus cotidianidades extraordinarias.
Con sus dientes haremos un collar/ En su cráneo beberemos fermentos/ Con sus
huesos haremos flautas/ Con su piel haremos un tambor/ Y bailaremos.
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Zapatería.
Temblando, sin poder contener su cuerpo por el miedo a la muerte súbita, pero con
zapatos rotos entró a la zapatería.
Indeciso y cobarde no atinaba a tomar nada. Uno con pilas puestas que le vio el temblor le
preguntó:
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Orden, señores, orden.
En el centro los policías impotentes ante la gran avalancha, se convirtieron en
mantenedores del orden.
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Acción combinada.
Después de saquear los víveres, sólo quedó la máquina corta huesos. Pesadísima,
fue arrastrada. Al subir, chocó impotente con las angostas escaleras residenciales. En
fracciones bajaron como veinte vecinos con picos. Destruyeron las escaleras. Y siguió
rumbo arriba.
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Obstinación.
Comentario:
-¡Coño, cuándo se acabará esta vaina del toque de queda!
Tengo 7 noches durmiendo con la vieja de mi esposa.
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Proceso.
El 27 F, hito doloroso y fundacional, una masacre que quebró un rumbo. Un pueblo
con rabia que destruyó con justicia sin dirección. Terminado el saqueo, los perros
guardianes de la propiedad arremetieron asesinando aún más, para crear el precedente del
nunca jamás. Pero siempre surgió el peligro esperado. Ahora sí, el pueblo construye su
porvenir.
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Si te calientas te fríes.
En Propatria descubrieron un acaparamiento de aceite en un almacén chino.
Pararon al chino en medio de la calle y cada persona en fila lo bañaba de aceite.
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Risa y llanto.
En la avenida Lecuna, cerca del Terminal de camioneticas hay un viejo burdel; los
parroquianos siempre se han quejado de ello. Al llegar los saqueadores los vecinos se
unieron en un solo grito:
¡Quémenlo! ¡Quémenlo!
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Carnicería en vivo.
En la autopista vía Caracas, en horas de silencio y soledad, se volteó una gandola de
reses.
Sin saber cómo llegaron, apareció una turba con filosos cuchillos tasajeando
magníficos cortes.
-Coño señores, está bien, llévense la carne, pero permítanme matar primero a las reses.
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Exotismo popular.
En los días post saqueo, en pleno toque de queda, la escasez reinó y la plata no
servía.
-Jabalí a la cazadora.
-Gacela infraganti.
-Sancocho de Ave del paraíso.
-Muslos de avestruz a la parmesana.
-Cabra africana con coco.
-Asado negro de tigre pintao.
-Paticas de cebra con revoltillo de mono.
-Antílope esmechado.
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Si es de morir se muere.
Con los genes intactos de sangre Caribe, el barrio San Andrés se burló de la muerte.
Cada vez que caía un muerto, los pobres le pedían “Taime” a los pobres soldados. Pobres
contra pobres hacían un alto, al grito infantil de “Taime”, entregaban el cadáver y al
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instante de la entrega se acababa el tiempo. Los soldados disparaban a sus espaldas y estos
corrían a risotada limpia.
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Mayoría.
De niño jugó a los blancos de la Wells Fargo, de adolescente estudió artes de guerra
en Vietnam y Panamá. De hombre admiró a Rambo. En su primera misión despreció las
destrezas del barrial.
-Será fácil acotó. Operación tenazas por retaguardia. No necesito ni casco ni chaleco.
Olvidó que La Montañita, también mira hacia atrás. Lo esperó un aguacero de balas.
A este adelantado catire, alumno, de la Uninet States Military Academy West Point,
le faltó aprobar Barrio I y Barrio II.
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El sostén de familia.
Al loquito José Ignacio del barrio Las Malvinas le preguntaron: ¿Sabes
rezar?...porque vas pa´ la morgue.
Cuando alegó que era el único sostén de su mamá, antes de disparar le gritaron:
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Los profesionales.
De las ventanas residenciales el profesional miraba las turbas en acción.
Radicalícimo se dirigió a la familia: Coño, esto lo entiendo yo: falta harina Pan, café, papel,
jabón y de paso nos subieron la gasolina. Yo bajo a unirme con mi pueblo.
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Conciencia.
Una señora flaca en plena faena, dice con rabia:
-Qué saqueo ni que saqueo, esto es una RECUPERACIÓN.
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El muerto asustado.
Por vía cristiana, murió sin culpa, Ceferino Camacaro, el día lunes pre- saqueo en el
barrio San Andrés.
Y los hechos ocurrieron. Dos bandos: piedras y tanques. El muerto hinchado bajó el
martes, entre sus más allegados. La marcha -sin carros- pasó a los franco tiradores
Pero fueron menos. Pasó a las turbas. Pero fueron menos.
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El “paquetazo” fue anunciado apenas dos semanas después del discurso inaugural
en el que había atacado a las instituciones prestamistas.
Desde ese tiempo cambió el calendario Juliano: ahora será: Diciembre, enero, verguero…
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Toque de queda.
El toque de queda empezaba a las 6. A esa hora exacta, sonaban miles de disparos
desde cerros y residencias, en medio de parlantes caseros, que colocaban en los balcones a
todo volumen con la melodía de Ali Primera, “El pueblo manso”.
Se oían gritos teatrales de ¡Asesinos! Y los soldados disparaban sin piedad contra lo
que se moviera o no. Los frisos de los edificios caían como barro por el aluvión de
proyectiles.
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El Otro poder
Hay una consigna que pegó y se interiorizo en los venezolanos: “El petróleo es
nuestro”. Y no es de CAP, fue Bolívar quien dictaminó el derecho común a lo que yace en
el subsuelo.
La pregunta existencial es: ¿De dónde saldría tanto parque? Era demasiado.
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-Somos la misma gente. Tranquilo amigo, se dijeron, como si siempre se hubieran visto.
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La IV Guerra mundial.
El 27 de febrero de 1989 fue una Intifada Caribe, que como una andancia se regó
por el mundo. No fue el estallido del ¡Ya basta! zapatista del 94 contra el TLC, ni Seattle
del 1998, quien inició la respuesta a la IV Guerra mundial contra el neoliberalismo, fue el
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mal llamado Caracazo, la revuelta más violentamente reprimida contra las medidas de
austeridad en la historia latinoamericana.
Como recuerdo, la III Guerra mundial o Guerra fría, (1946-89) buscó frenar el
avance socialista, librándose 149 guerras en todo el mundo, con la bicoca de 23 millones de
muertos.
Siguió una IV Guerra, la del hambre neoliberal, que el poeta radical, Luis Brito
García, ilustra como el conflicto entre las potencias y la humanidad, en un escenario que
ocupa toda la extensión del globo. Dice: “Cuando la concentración de capitales y la
automatización acumulen toda la propiedad del planeta en pocas docenas de propietarios,
todos los demás seres humanos serán desechables. Adivine usted en cuál grupo quedará
comprendido, y sabrá qué bando le corresponde en la última Guerra Mundial.”
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Dos precisiones
El “Caracazo” es engañoso, oculta la naturaleza generalizada y nacional de la
rebelión. En todo caso, sería el Guarenazo.
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El Presidente Carlos Andrés Pérez había satanizado al FMI como una “bomba que
sólo mata a la gente.” Luego, engancha y cambia, procediendo a implementar al pie de la
letra el recientemente formulado Consenso de Washington. El “paquetazo” fue anunciado
apenas dos semanas después del discurso inaugural en el que había atacado a las
instituciones prestamistas.
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Si los sesenta representaron al final unas vanguardias sin masas, el último año de los
ochenta inició un proceso de masas sin vanguardia. Y si coincidimos en que este despertar
empezó en 1989 con sus 3000 muertos, y a estos les sumamos los del 4 de febrero, los del
27 de noviembre, los asesinatos de abril, los degollados por las guarimbas y casi tres
centenas de campesinos asesinados en la lucha por la tierra, entonces este proceso no ha
sido nada pacífico, como algunos dicen.
Ese día asesinaron mucha gente. Aprovecharon y mataron la inocencia. Hasta los
agradables locos caraqueños desaparecieron esos días. Los nadie, los olvidados, los sin voz,
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los hambrientos de sed y de justicia, sólo se llevaron migajas para su hambre o alguno que
otro paquete de harina con manteca. Sólo fue una masa robando masa. Porque el saqueo, el
desgarrador y feroz saqueo, ya había sido hecho por los señores del dinero, organizado, con
estricto orden y cuidado.
Fue buena la versión del dramaturgo José Ignacio Cabrujas, sobre el saqueo. Cuenta
que después que el mandatario ofreció una coronación monárquica, con un séquito de
presidentes del mundo, el pueblo pensó que ya venía la fiesta de la casa y el anuncio como
en el 73, cuando el embargo petrolero de Irán y el barril a 36 $ con medidas populistas, y de
nuevo el “ta’ barato, dame dos”. Pero la respuesta de Pérez fue empaquetar al pueblo. Este
ni corto ni perezoso montó su propio show el 27:
-No importa Carlitos no me des nada, yo mismo me sirvo mi vaina. ¿Quién ha visto toma
de posesión sin fiesta pa’ los de la casa?
Para ese tiempo, del pos saqueo, la prensa sólo repetía la palabra de los asesinos. La
tal concertación caía en desconcierto. La represión selectiva y preventiva llevó a los sótanos
de la tortura y a Tribunales Militares a decenas de luchadores sociales, “culpables del
Caracazo”.
El toque de queda empezaba a las 6 de la tarde. A esa hora exacta, sonaban miles de
disparos desde cerros y residencias, en medio de parlantes caseros, que colocaban en los
balcones, a todo volumen, con la melodía de Alí Primera, “El pueblo manso”. Se oían
gritos teatrales de ¡Asesinos! Y los soldados disparaban sin piedad contra lo que se moviera
o no. Los frisos de los edificios caían como barro por el aluvión de proyectiles. Como
perros guardianes de la propiedad, golpeaban o mataban a quien apenas saliera. Eso eran,
perros de presa.
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Pero se fue creando el Otro poder. Hay una consigna que pegó y se interiorizo en los
venezolanos: “El petróleo es nuestro”. Ese slogan no era de CAP, fue Bolívar quien
dictaminó el derecho común a lo que yace en el subsuelo. El alza de la gasolina agitó el
fermento revolucionario, uniendo estudiantes, profesionales e informales. Pero sobre todo,
al bajo pueblo. La respuesta a la suspensión de garantías y toque de queda se expresaba al
vesperal, a las 6 en punto, a plomo cerrado. Una poder de fuego inigualable desde los
cerros barriales. La pregunta existencial que se hacia era: ¿De dónde saldría tanto parque?
Eran demasiadas municiones.
Si la III Guerra mundial o Guerra fría, (1946-89) buscó frenar el avance socialista,
librando 149 guerras en todo el mundo, con la bicoca de 23 millones de muertos, la IV
Guerra, la del neoliberalismo y sus potencias contra la humanidad, abarcará a todos los
continentes. El poeta radical, Luis Brito García, hace una ilustración sepultante: “Cuando la
concentración de capitales y la automatización acumulen toda la propiedad del planeta, en
pocas docenas de propietarios, todos los demás seres humanos serán desechables. Adivine
usted en cuál grupo quedará comprendido, y sabrá qué bando le corresponde en la última
Guerra Mundial.”
El 27 de febrero de 1989 fue una Intifada Caribe, que como una andancia se regó
por el mundo. Fue la primera respuesta al neoliberalismo en Latinoamérica y al inicio de la
IV Guerra mundial. No fueron el estallido del ¡Ya basta! zapatista del 94 contra el TLC, ni
Seattle del 1998, quienes iniciaron esta respuesta, fue el mal llamado Caracazo, la revuelta
más violentamente reprimida, en la historia latinoamericana, contra las medidas de
austeridad.
Bochinche, puro bochinche, dijo una vez Miranda. Esa reflexión mirandina se une a
los recuerdos en el belicoso el barrio San Andrés, en El Valle. A ese suburbio le lanzaron
hasta tanquetas que abrían boquetes en ranchos enteros. Altaneros, los milicos ametrallaron
multitudes, que como si fuera un juego, a veces les pedían “taima”, para retirar sus
cadáveres, burlándose de la vida y de la muerte.
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Para cubrir la masacre, más con circo que con pan, al año les hicieron una fiesta en
la entrada del barrio, con los clásicos merengues Billofrometistas de la cultura adeca.
Desclasados, muchos bailaron como si nada. Sólo un perro sin sus patas traseras, perdidas
por la metralla indolente, se arrastraba con rabia, como recordando, quizás, lo sucedido.
Con el tiempo al pueblo caraqueño le dio como pena. Hay historias que se buscan
sepultar. Las derrotas son huérfanas, reza un dicho, recordando tantos muertos. “El país
lucía entristecido. La salsa sonaba con culillo en las esquinas del barrio. El vallenato temía
orientar nacionalidades señaladas como causales. La misma enfermedad silencia el
merengue y otros ritmos Caribes. Casi que hacen perder el humor que nos caracteriza como
pueblo alegre y jodedor”, escribía un periodista amigo. Se hacía un silencio con cierto
bochorno cuando se recordaba el asunto. ¿Será que para rehacerse del agravio, nuestra
gente hace que se olvida? Ah, pero… no hay pueblo vencido, también dicen. Eso nos salva,
de otro despertar, sin ver terminado el sueño.
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V. Historias de vidas
El patriarca
Siempre visitaba al patriarca en su montaña. Este lo esperaba con sus cuarenta hijos.
Cada uno llevaba un licor distinto que circulaba en el ruedo humano entre preguntas
disímiles sobre la vida y la política.
Él debía decir —contra su voluntad— que muchas de sus suspicacias eran inciertas
y explicaba los por qué.
Al final, ante la mirada de los hijos —hombres curtidos de sol y siembra— tomaba
el patriarca las manos del hablador y en tono triste y reflexivo le decía:
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Paramero
Yo tuve un amigo de páramo adentro. Pasó su infancia entre la niebla de duendes
abismales y soledades familiares.
Ya crecidito, llegó el día en que tuvo que bajar al pueblo. La tradición decía que
paramero bajaba cuchillo presto frente a la afrenta. Así lo entendió.
Lo primero que sintió fue un fuerte olor que le cosquilleó la nariz. La piquiña iba
acompañada de la visión de un armatoste de hierro que retumbaba y avanzaba con una
rapidez inaudita. Luego supo que era un carro que funcionaba con gasolina. En el encuentro
sólo pensó en defenderse y pudo lanzar una roca que rebotó en la carrocería ante la histeria
del extranjero que lo sacudió exigiendo indemnización. -Menos mal que el musiú fue
comprensivo, contaba luego, y aceptó un arreglo con mi mamá que era la que me
acompañaba.
Eso le sirvió para enfrentar las injusticias que muchas encontró en la vida.
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Mal de amores
- La cuestión es buscar las causas, saber el efecto y buscar las soluciones- Decía.
- Yo no entiendo, hay tantas mujeres, para echarse a morir por una.. Tantos problemas por
resolver.
Su lógica para todo, era: “No sólo hay que decidirse a hacerlo, sino hacerlo bien”.
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- Fíjense. Recién tuve una desgracia en mi casa. A una de mis hijas le ocurrió un terrible
accidente. Se fueron por un barranco, el marido murió, ella perdió un brazo, los niños
quedaron afectados y su apartamento estaba a punto de perderse. Mi partido es mi familia.
Convoqué una plenaria familiar. Todos fueron. Me plantee con ellos treinta y dos tareas a
resolver.
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Fugitivo
Víctor Rivero, gallero y agricultor. Palo de hombre. El mismo que murió en mis
brazos, soplándome en la cara su último suspiro. Agonizante me dijo: Páreme. Y así
falleció, de pie, como un roble.
-“Y yo cuando vi que eran las 3 de la madrugada, me dije, ya esa gente no irá a
venir ya”. Me contaba riéndose.
Víctor era tan buena gente que al terminar sus juegos de gallos, se metía en un
botiquín y llenaba de monedas la rockola. Les marcaba muchas rancheras y se iba. Para
quien tuviera a bien oír.
Por sus andanzas, quizás por un traspié, cayó prisionero del dictador Juan Vicente
Gómez. Por artimañas huyó a nado del castillo Puerto Cabello.
A los días, muy cansado, vencido por la sed, bajó al lecho y bebió agua. Allí quedó
dormido.
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Beatas
La beata del pueblo alelada salía del templo sin percatarse del joven de los patines
que la tropezó cayendo largo a largo.
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En pueblo de negros, hasta las muñecas se les parecen. Sus ojos siempre andan en
una fiesta interminable. El cuerpo es morada de dioses y jolgorios. El orden del blanco
le es ajeno. Alegres para un fandango, tristes para un fogón, reza el dicho.
El Tambor y el sexo les ha hecho tener más músculos para el ritmo, mayor cadencia
para la copla pícara y la embriaguez libertaria.
En Farriar, Yaracuy, los que regresan al pueblo derrochan sus mejores prendas.
Adidas, Nike, plata, oro y whisky, traen los capitalinos como muestra de “progreso” en
los días de San Juan, su santo borracho.
Suenan los cueros y el frenesí no se hace esperar. Es el tan-tan ancestral del corazón
de la madre África amamantando y el llamado del cimarrón a romper cercas.
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El guerrero infiel.
- ¡Coño, hasta al enemigo hay que dejarle un respiradero para que huya!
Porque si no se devuelve a matar o a que lo maten.
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Murió mi viejo y antiguo chaman Juan Dionisio Jiménez, en San Miguel de Quibor,
Lara. Albañil, curandero, partero, rezandero, y muchos otros misterios de sus facultades
extraordinarias. Yo le decía El Afinador, pues volvía todos los tendones a su sitio
llevándolos como ríos a su puesto y la sanación era inmediata.
Muchas veces por el estrés de entregas de trabajos académicos iba tullido y tieso en
su ayuda y salía nuevecito, lo hacia, después que la ciencia y los medicamentos fracasaban.
Así le decía a mi médico: "Yo sólo recurro a ti cuando mi brujo fracasa". Cuando me
curaba el condenado viejo porno y juguetón le decía a mi pareja: "Te lo voy arreglar y esta
noche te lo gozas" jiji reía.
Murió a los 97 años, su nieta dice que más, pues en los campos se presentan los
niños a los años. Yo le imaginaba el don de la eternidad, recordando a los cronistas de
Indias que afirmaban que nuestros indios podían pasar de 150 años de vida. A esa edad
caminaba hasta el pueblo diariamente, unos 12 kilómetros, oía y veía perfecto. Sabia de la
ubicación de la dolencia sólo con medio apretar la parte de la mano entre el índice y el
pulgar. De allí iba guiando sus dedos al centro neurálgico, a veces salía una especie de bola
que perseguía por el cuerpo y la aplastaba en la cabeza, con una tremenda risotada cuando
terminaba. "Aquí ta' la vaina" y reía ante la satisfacción del paciente.
Conocí niños que habían salido de nacimiento con piernas como fideos, que no
caminaban, y los hacia andar, según me contó una madre agradecida. Al preguntarle al
chaman cómo lo hacía, me contesto que necesitaba el tuétano de un venado de cornamenta
morada, sólo de ese podía extraer la sustancia sanadora, que por fin un día consiguió. Los
campesinos le llevaban animales maleados, chivos, puercos y sobretodo caballos que
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curaba masajeándolos con graso y una tusa. Hasta en helicóptero se lo llevaron unos ricos a
Valencia a curar caballos millonarios de carrera. Y esa era mi argumentación cuando me
decían que lo mío con él era fe. Entonces contestaba: los caballos no tienen fe y Juan
Dionisio los curaba.
Mientras atendía las dolencias desarrollaba una especie de soliloquio que poco yo
entendía. Sólo mi acompañante después me contaba. Hablaba de un cucarachero que le
había sacado a una doña del cuerpo y que las botó por la boca. Uno de mis asombros fue
cuando me contó muy preocupado que había avizorado la muerte del Comandante Chávez,
porque el viejo era chavista y luego nicolacista. Me contó como los culpables fueron un
hombre y una mujer, lo contagiaron fue por la boca, me decía apesadumbrado, para luego
afirmar: "y yo desesperado sin encontrar algún amigo común que le avisara", afirmaba con
mayor tristeza.
Igual sabía de rezos para proteger o salvar cosechas, muy buscado por ello por los
campesinos de la zona. Una vez fue una aprendiz para adiestrarse con sus dones y no pudo.
Me dijo: "Como enseño yo lo que nadie me ha enseñado". Hacía pócimas, menjurjes de
yerbas que sólo él conocía, a algunos les recetaba y les vendía. En su casa tenía cactus para
hacer plantillas de tuna España, y curar el espolón y dolencias musculares. Al concluir sus
digitalizaciones sanadoras aconsejaba no bañarse ese día. Odiaba a quien le llegara
hediondo a alcohol. Una de sus preguntas frecuentes era: "¿Fue que se cayó, fue?", lo hacía
para socializar. Había una gente de un jeep que lo sacaba por doquier a los tratamiento.
Seguramente era su gallinita de los huevos de oro.
En mis visitas me llamaba la atención que le conocí como cuatro mujeres de campo,
jóvenes ellas, que vivían con él, me imaginé que sabían que el viejo ganaba su platica y lo
chuqueaban. Mas me asombré cuando conversando con los niños que habitaban la casa, le
decían "papá", para mí era un misterio, ¿preñar a los 80 años y dele?
Construyó en su vida más de 300 casa, y así lo conocí, dateado por agricultores de
café de Guaríco, Lara. Muy pesaroso fui con dolencias acompañado por el poeta Luis
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El viejo además era músico, violinista. Nunca pude oírlo. Lo frecuentaba llevándole
pacientes: músicos, deportistas y amigos con viejos esguinces que salían muy agradecidos,
hasta al gordo Páez llevé cuando andaba que casi no caminaba. Cuando nos extraviábamos,
preguntábamos, y el pueblo siempre sabía donde encontrarlo. Era su venerable vigilado.
Y así murió mi amigo, mi respetado chaman. Viejo jodido, suspicaz y mañoso con
los extraños y con los ricos que se atrevían a solicitar sus servicios sin buscar conocer al
hermoso ser humano. A muchos los dejó plantados, por no respetar sus códigos. Yo lo
disfruté abrazándolo, haciéndole cariños y jugándome con él como seguramente nadie lo
hacía, por el respeto que irradiaba.
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Reunidos los parientes para las exequias, quedaron como en el aire, pues no hubo
ley de cierre, ni familiar ni cristiana. De la cama a la camilla, movieron los bomberos el
cadáver del donante voluntario que en vida fuera sólo rochela.
Este cuerpo nos pertenece, fue lo que pareció oírse. Lo tomaron y se fueron. Sin
lloriqueos, ni rezos ni adioses.
Y se salió con la suya. Así, por fin, pudo entrar a la universidad, para enseñar, como
había soñado.
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La invasión a Camboya
Corría el año 1970, época de efervescencia estudiantil. Eran comunes las grandes
manifestaciones, incluso por la solidaridad con países desconocidos y lejanos. La sola
presencia agresora mandaba a la calle a miles de protestantes de diferentes procedencias.
Una de las más grandes manifestaciones que se suscitaron por esa época ocurrió por
la invasión de los gringos a Camboya.
En Lara, se partió del Liceo Mario Briceño Iragorry, se incorporó al Liceo Eliodoro
Pineda, y ya, entre la Técnica Industrial y el Pedagógico de oeste, empezó la trifulca. Allí
nos asesinaron al estudiante de la ETI, Alarcón Galíndez. Al otro día su entierro fue
multitudinario. Barriadas completas bajaban a unirse. Se recuerda que hasta intentos de
linchamiento a sapos infiltrados, hubo. Por supuesto, después la saña policial capturó y
torturó gente que había participado.
Fue una protesta que para el ojo humano no tenía ni principio ni fin.
Aconteció en todo el país, pero este relato se ubica en Mérida, ciudad universitaria y
combatiente.
Allí se libró una lucha de piedras contra disparos. Todo el día se mantuvo en jaque a
los policías que todavía podían llamarse “de pueblo”.
Como es la ciudad de los caballeros en el transcurrir de la lid llegó “la hora del
burro”. El mediodía se convierte en tedio, hambre y cansancio. Los contendores se miraron
con ganas de tregua. Por voluntad silenciosa surgió un tiempo para secarse la frente,
paladear algún mojito en el comedero más cercano o deleitarse con un pastelito andino.
Al rato los rivales reiniciaban la frontal lucha. Bombas contra piedras parecían
interminables.
A lo que el mozalbete, tira piedras profesional, que parecía tranquilo saltó como un
resorte y le gritó encolerizado:
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-Y es que hasta razón tendrán. ¿Qué le cuesta al gobierno darle la libertad a ese tal
bachiller Camboya?
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Cercas
Hace tiempo, miles de años quizá, cuando lo profundo era cuestión de ases de
corazones y el respeto era cosa santa, un viejo cronista, perdido en el destiempo de la
historia, me contó de socialistas épocas donde todo era de todos.
Una melodía colectiva envolvía la Tierra, y la riqueza era repartida por igual, sin
que nadie se considerara más vivo que otro. Era la verdad del hombre.
Desde entonces, cada vez que pueden unirse más de una persona, hay una
irresistible tendencia a encender fuego, añorando la hoguera de los juntos, siempre
buscando la canción perdida.
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Historial bolivariano
decírsele fracasado. A ese modo de vida lo mentó Socialismo y lo apellidó Del Siglo XXI,
para diferenciarlo del que vivimos cuando indios éramos todos.
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Todos sus intentos parecían fallidos. Había probado diferentes formas de vender la
levadura, sin resultados.
Su nuevo discurso para azuzar, parecía nuevamente derrotado por la apatía cuando
uno de los más silenciosos oyentes reflexionó en voz alta:
-La cosa se solucionaría, si pasáramos arrastrando, ahorcado, al patrón, por la calle del
pueblo. –
Al religioso le parecía que se le venía el cielo encima por la alegría. Por fin había un
rebelde, uno que se daba cuenta.
El para quién, debía ser, para los trabajadores, por supuesto, eran los creadores del
producto y la infinita ganancia. Les hablaría de la contradicción capital-trabajo, les haría
ver lo mucho que valen, lo inmensurable que producían para que la ganancia quedara en
pocas manos. La cantidad de los Presupuestos Nacionales sería la guía de quiénes podían
ser si se distribuyeran mejor los recursos.
-Calculen el número más alto que se puedan imaginar en un cielo infinito! -fue su primera
intervención ante la ansiosa concurrencia-
Todos pensaron mirando al cielo. Sacaron cuentas con sus dedos. Uno se agarró las sienes
con sus manos; duro se apretaba como un pomo su cabeza para que saliera el número más
alto.
¡Cien!
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Luego salimos a buscar a Juan de Dios, con la chiquillería que se espitaba a correr a
distintas direcciones. Los chavalos se perdían rápido entre los cafetos, en pos de su captura.
Al quedar solos en la espera pudimos ver el hermoso valle, donde la neblina se deposita en
el suelo dando la sensación de un gran lago blanco lleno de frondosos cipreses.
-Ah no, dijo la doña, si estaba con el pantalón blanco, no lo busquen más. Ese ya no
está en el pueblo. Se emparrandó.
Ya hacía un mes que habíamos sembrado a nuestro querido poeta Pedro Luis
Hernández. Con ciertos complejos de culpa recordábamos que Pedro Luis había estado
llamando a sus amigos días antes de su partida. Estos le respondían con excusas, en medio
del apuro que significan las innumerables tareas que exige la capital. La vieja guardia de
amigos andaba en la seriedad de los negocios. Para ellos todo es un apremio. La actividad
de los noveles empresarios, no daba el espacio para atender poetas existenciales.
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La noticia de que nadie respondía en su cuartico alquilado, nos llega con la casera.
Luego de insistir, Catirito, periodista amigo, logra entrar al pequeño recinto, consiguiendo
al juglar parado frente al closet. En su mano extendida, la botella de ron Cacique, de la que
nunca pudo echarse su último trago.
Para aplacar las mea culpas, se decidió darle una “solenata” a su tumba, a un mes de
su siembra. Nada mejor que traer a Juan de Dios, para lograr indulgencias. Quizás un
puente de neblinas con el duende montañés, encabezando la procesión, permitiría el
encuentro con el desatendido amigo.
El contacto en el Cementerio General del Sur, fue tan puntual como una
conspiración. Los amigos, al fin de cuestas siempre empresarios, miraban con cierta
angustia sus relojes del tiempo que vale oro. - Tranquilo, no pierdes nada, sólo dejas de
ganar-, fue la lógica de algún extraviado para calmar el ánimo gerencial.
El desconcierto fue total. La tumba nunca fue conseguida por el grupo que,
desesperado, se dispersó a diferentes lugares del Campo santo. Ni aún con la ayuda de los
enterradores del cementerio, fue posible el planificado encuentro. Una vez más el poeta nos
jugaba una buena pasada.
Simón asombrado por las destrezas preguntó: - ¿Quién enseñó a este hombre a tocar
de esa manera? A lo que García Márquez serenamente respondió: “El mismo que enseñó a
cantar a los pájaros”.
En su inmensa alegría y con el agua hasta las rodillas, Juan de Dios, tomó con sus
manos, como un ceremonial, sorbos de agua salada. Al subir, ya un poco más calmado y
reflexivo, nos dijo:
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Los amigos a distancia y con los ojos aguarapados, lo miraban con el respeto que se
brinda a la autenticidad de un ser.
En estos días de agosto, cruel mes de agosto, Juan de Dios se nos fue. Vivía en
Humocaro alto, solito, y se le cansó el corazón. Siempre al final, el poeta queda solo, canta
la milonga. Ahora sí, dijo Juan José Peralta, cuando supo la mala noticia, Juan es de Dios.
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Metrópolis
Avanzaba el loco caraqueño piropeando en la gran ciudad a cuanta falda pasaba y
saludando con cortesía a los transeúntes que le llamaban la atención.
- ¡Nadie se quiere, nadie se mira! ¿Pa’ qué tienen los ojos, pa’qué tiene los ojos?
Pa’ cagar, pa’ cagar!!!
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El tiempo
Ocurrió en uno de esos encuentros internacionales de poesía. Llegó a Caracas el
poeta árabe en medio del ajetreo capitalino. Fue dura la jornada pues eran trasladados a
sitios distantes a pregonar la palabra. Todo estaba cuadricularmente calculado. Al
amanecer el poeta se montó en unas camionetitas que se caían de pasajeros. Aquello
parecía una guerra. A prisa transitaba la gente mirándose los relojes.
- A lo que los anfitriones le explicaron que la gente tenía varios trabajos. Otros
estudiaban y trabajaban. Todos tenían que cubrir una apretada división del trabajo.
Fue entonces cuando con toda calma el poeta reanudó la marcha y les comentó:
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Cada cual exhibió sus dones, pero al final se confirmó la lógica de que al hombre se
enamora por los ojos y a la mujer por el oído.
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La otra derecha.
Y preguntaron.
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El dejo
Por fin se esfumó, luego de varios intentos en que volvía con su malogro.
Aquello fue la desgracia para su pareja. Los gritos se oían en todo el barrio.
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- ¡Me dueeeeeele! Gritaba la mujer a cada rato, por la ventana que daba a la calle.
-Es que esta vez se llevó su caja de herramientas, respondió pesarosa estallando
nuevamente en llanto.
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Arepera capitalina
En el pueblo nunca había existido una arepería. Uno que volvió de la capital hizo la
inversión.
Arepas no necesitaban, salían al campo con una inmensa, acompañada con papelón
y agua.
Al tiempo se animó un paisano a probar la variedad capitalina.
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Primitivo
Primitivo, se llamaba el personaje que en apartadas playas había construido un pequeño
paraíso para el deguste de paladares. Como un frasquitero les galanteaba de todas las
formas, buscando la cercanía de los recién llegados a la aldea. De alguna manera el misterio
obra para acercar esencias y unir piedras que andan en el mismo río.
Luego de dar vueltas y limpiarles la mesa varias veces, les habló de su vida con detalle.
-Yo perdí el mucho miedo que tenía, les contó. Sufría de un gran vértigo a los abismos,
Luego comprendí que en el fondo de ellos también se cultiva.
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Diversidad
Entendiendo que había que hacer algo porque era la Humanidad la que estaba en
juego, se reunió la diversidad.
- Muy buenos sus planteamientos, le dijo a los marxistas, pero Dios sí existe.
-Opino que el mundo se divide en dos partes: los que cagan bien y los que cagan mal.
Al final, cuando ya casi nadie se oía, un poeta hizo una propuesta bien bonita. Pero
ninguno la entendió.
- Nadie dijo que era fácil. Nadie dijo que era fácil. Repetía incansable el moderador.
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La Tierra desnuda
Al ver la transmisión desde la Luna
vio la Tierra sin límites ni fronteras
ni esos colores que le ponen a los países en los mapas.
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Nazi
Cuentan de un nazi sensible.
la cámara de gas.
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Paisanaje
Yo no digo que no tengan plata, decía.
Quien trabaje que viva bien.
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………………………………
OVNIS
Venían de otro mundo
Sabían nuestro pasado y nuestro futuro.
Pidieron audiencia para, en rueda de prensa, revelar nuestros misterios.
Antes de que ello ocurriera,
la sabia multitud,
los ahorcó en plaza pública
……………………………….
Escapada
Igual se lanzó,
si se estrellaba no sería cosa de él.
En su huida
destrozó la última puerta que habían cerrado.
Un esplendor se alzaba
con su partida.
…………………………….
El buen diablo
En Yare, estado Miranda, miles de fieles se disfrazan de diablo el día de Corpus
Chisti. Desfilan irreverentes bailando por el pueblo. Luego de danzar en el cementerio y
salir caminando para atrás, van al templo donde los espera un sacerdote para la
juramentación.
O sea, debe prometer ser muy malo. Porque al igual que a un buen corrupto, un
buen ladrón o un buen asesino, para ser un buen diablo hay que ser muy malo.
……………………………….
Soledad concurrida
Creía mucho en el amor
también sobrevaloraba la amistad
Siempre al final
el poeta queda solo.
……………………….
La barba blanca también acarició el pelo lacio repitiendo las palabras del dialecto y
los suaves empujones.
Entonces el indígena corrió desbocado como un perrito alegre por toda la aldea.
…………………………….
Alucinados con el hacer diseñaron canales colocando en cada curva carteles patrios,
como “El Golfo es nuestro” “La Guyana nos pertenece”, “Patria grande”. Ello,
pensando en un navegar de niños en un viejo bote que lograron traer de la costa hasta
ese paramo andino.
No contentos, averiguaron con los ancianos los nombres de los antiguos árboles que
crecían en la laguna seca y a lomo empezaron a traerlos de montaña arriba. Ello, sólo
pensando que con éstos florecidos, volverían los pájaros extinguidos que contaban sus
abuelos.
………………………………
Nicas.
El inmigrante llegó con su familia y sólo un pequeño saco. Al preguntársele por sus
pertenencias, extrajo un gallo de pelea.
Venía a jugárselas.
…………………………..
Sólo si sobra.
Pasaba en Anzoátegui, pueblo de Lara, amante de la música de cuerdas y cuya
mayor atención al visitante era el sancocho de gallina, rito sagrado e indespreciable,
rayano en afrenta para el anfitrión que la ofrece.
El dueño de la casa emocionado ofreció que si era de amanecer mataba una gallina.
Los párvulos en euforia dijeron:
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.- Yo no digo ni que se queden ni que se vayan. Pero a los muchachos se les da si sobra.
…………………………….
Guerrero atormentado
Acosado por su mujer al guerrero infiel no le respetaban ni el retrete.
Hastiado gritó al fin:
- ¡Coño, hasta al enemigo hay que dejarle un respiradero para que huya!
Porque si no se devuelve a matar o a que lo maten.
…………………..
El desvivido
El borracho solitario daba golpes en el aire. Con sus manos parecía estrangular un
ser imaginario.
………………………………..
Espejos
……………………………..
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No me tentéis
- Mi cuchillo es de la cacha pa’ ca
…………………………..
Soledad
Avanzó el mendigo en la incertidumbre del almanaque que larga hojas sin descanso.
………………………………..
Ese Perucho
Perucho Aguirre, juglar y compositor oriental, hizo una plaza en su casa con la
escafandra de un buzo de la II guerra mundial. Excelente anfitrión y cocinero de tripas
de perla.
Ya llevábamos varios días en su morada, ante el extravío de las llaves del carro. Por
fin, en una de esas, de sacar botellas del frízer, las consiguió y con pena nos confesó:
Ya para irnos intentamos tomar una guitarra. Una vieja lira del bardo, llena de polvo
y descuido.
…………………………….
La espora viajera
Mandó una espora a fisgonear el mundo, a realizar los sueños que él no podía.
La espora le escribía largas cartas desde Laos, en camiones militares desde El Salvador,
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-“No hay más búsqueda del ser. No tienen que dividir al mundo en tres pedazos,
el hombre es el mismo en cualquier parte”.
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Pescadores
Allí estaba el mar bajo el inmenso cielo ofreciendo su fatal hermosura. Bajo la
sombra de una palmera reposaba un pescador acostado en la arena viendo la delicia marina,
justo donde descansan los pájaros viajeros. A su lado, un amigo, compañero de farras y
embusterías de mar adentro. Con el litro de caña clara ya por la mitad, le confesó su sentir:
-Si, si. Ya atarrayamos. Los muchachos están comidos y guardamos algo para compartir.
- Porque eso significa mejorar, tener capacidad adquisitiva. Así pudieran comprar un bote
más grande.
-Si aumenta la demanda, lo que ofertes tendría mejor precio y habría más dinero.
Para comprarte una casa bien grande y más espaciosa, para meter de todo.
-Chico, porque llega un momento en la vida, donde uno lo que debe buscar es la
tranquilidad.
Herencia infiel.
Inobediencia
Incapaz de desamor.
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Torrijos
-Mire señorita —le contestó— hay tres cosas en la vida en las que no se puede ser ex:
ni ex-comunista, ni ex-poeta, ni ex-marico.
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Remordimientos
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El beso en la boca
Se destacaba ella, la esposa del dueño de la pequeña finca, femenina como nunca.
Resaltaba su vaivén en la desfresadora de pulpa de café. El vestido holgado ofrecía al
molinear, fulgentes senos de porcelana que adivinaban un resto. Un marido anfitrión
derrochaba atención y complacencia con los recién llegados.
Venida la noche, el miche, el sancochear y los dulces; afinaron los músicos sus cuerdas
de alambre y tensó la fiesta. El moreno de golondrinas migraciones atisbó al ama de casa
para el saque de baile. Nunca se había visto semejante pareja, taconeaban a saltos el ritmo
del seco tambor, bailaban al aire, retozaban la hermosa danza precoital de nocturna fuga.
A los días, por la única calle del pueblo, en ese silencio de la noche que sólo interrumpen
los perros, se oyó la voz del moreno ebrio y amenazante:
-¡Fulanito, yo me zumbé a tu mujer! ¡Fulanito, sal pues pa’ que des la cara! ¡Yo me zumbé
a tu mujer!
Por fin salió el esposo. Calmadamente abrió el cerrojo de la empalizada y cuando pudo
estar frente al bailador, lo tomó del hombro y le dijo:
-Tranquilízate chico, que ella habló conmigo, me dijo que se habían acostado, pero también
me aclaró que no te había besado en la boca, y eso es para mí lo más importante.
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Otra voz
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La maraquita
Al tiempo le enseñó las artes del Kama Sutra y luego, se hastió de ella.
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Aquerencia
Maldiciendo con los peores epítetos a la esposa infiel, in fraganti sobre el lecho, el
asesino en prisión recibió a su amigo con mayores improperios contra la interfecta.
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Levadura infructuosa
En una diapositiva de una imagen de China, con miles de asiáticos trabajando a pico y
pala, se habló del trabajo empleador adaptado al medio y las técnicas milenarias que
lograban satisfacer necesidades.
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El perro enamorado.
tropieza y la hace caer, brinda con ella y la repone de inmediato para seguir la parranda
tamborera, ayudado por San Isidro labrador, el mismo que quita el agua y pone el sol, en el
jolgorio lomero.
Uno de estos refugios etílicos está bajando la Panamericana, en San Antonio de los
Altos vía Caracas, casi llegando al IVIC, y cruzando a la derecha. Es un botiquín que
llaman el Bar de los caracheros y su mayor atracción es un perro sentimental que añora a su
pareja desde que un vehículo acabó con su vida, atropellándola.
Desde entonces el perro llora su despecho, pero sólo cuando escucha en la rockola
del bar la melodía de Zorba El Griego.
Así pasa la noche el perro enamorado, entre la indolencia y la juerga michera. Vida
de perro la suya.
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El Paisa era un viejo juglar que recorría caminando el occidente del país desde tiempos
imprecisos. Hasta los más ancianos cuentan haberlo visto cuando niños. Él siempre
aparecía en el imprevisto, sonando, al llegar y al irse, unas botellas que cargaba en un fardo.
Allí la chiquillería se llenaba de gozo, las mujeres dejaban el fogón mustio, los hombres las
escardillas y los viejos sus tristezas, llenándose de brillo sus ojos. Era esa savia anónima
que hace vivir a los pueblos. El hablador daba noticias de sucesos, muertes y hasta del
cielo, si le preguntaban.
El ruedo humano se aglutinaba con respeto alrededor del anciano parlante. Las mujeres
traían sus dulces y tortas de maíz rellenas y el paisa contestaba cada pregunta ampliándolas
con noticias del más allá.
Una vez, al entrar a una aldea señaló un viejo roble y le dijo a alguien como si lo
conociera: “Allí los hombres me mataron, pero me gustó tanto la muerte que volví a vivir,
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Paisa, preguntó otro: ¿Cómo hago para llegar rápido a la capital por estos cujisales?
Otro joven estudiado y de visita le preguntó por la oscuridad de la noche. “La noche –
dijo el hablador- fue la desgracia de un muchachito de estos lados. Con una fonda de ligas
muy fuertes, le dio por matar a un pájaro de dulces coloridos. La estiró hasta lo último,
apuntó y falló; la piedra iba tan fuerte que quebró al sol. El niño corrió asustado por el
estallido y los añicos; y de ahí para delante: la noche. Porque antes habían dos soles: uno
para la noche y otro para el día”.
Así pasaba los ratos contando cuentos de asombros, hasta recoger sus botellas y volverlas
a sonar, con su música característica, para regresar algún día.
Apurado, siempre salía. No tengo tiempo, decía. Sólo pegándosele detrás, efímero y
apuraito con él, se le podían oír nuevas ocurrencias. Sus historias, reales o fantasiosas, las
expresaba dependiendo con qué corazón usted lo acompañara.
En otra oportunidad, uno de esos que marcharon a la ciudad y que vuelven con armas y
camioneta nueva, le ofreció la cola. El paisa, sin mirarlo, la rechazó diciéndole a otro:
“Cómo le parece Don fulano, ahora y que se llega más rápido sentado que caminando”.
A dos años después de haberlo conocido, supe de la muerte del Paisa. Me cuentan que en
sus delirios hablaba de un lugar llamado Soroapo donde batallaba contra los españoles.
“Eran muchos –dicen que decía-, peleé hasta el final y cuando ya no pude con ellos, me
acosté pecho en tierra y con los brazos abiertos para sentirla, pero siempre me apuñalearon.
Las puntas de sus espadas venían desde adentro del suelo mismo”.
Esta es una historia de vida que siempre quedará grabada en los caseríos larenses de
Boro, Cimarrona, Maraca, Ira y todos los que se encuentran por esas rutas de yabos, cañas y
cujíes, hasta el estado Zulia.
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El loco de la bicicleta
Para vivir en un refugio de soledad, quitó prestada el poeta, una casa en la montaña.
Disfrutaba del paisaje para inspirarse en sus versos, siempre en el vesperal.
En esos atardeceres aparecía un loco que por esos montes se mudaba de casa, sin tiempo
preciso, utilizando como vehículo una bicicleta.
Así pasó el tiempo en estos encuentros silenciosos, hasta que el propio dueño de la casa,
artista del óleo, requirió con urgencia su propiedad.
Ya al final de los múltiples temas tratados, preguntó el marchante por el destino del loco
solitario que veía espigas en la tarde.
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Y así pasaba su desprevenida existencia, hasta que lo dejó su amada. Se fue con otro
para mejor decir. Él, acérrimo de la nostalgia no paraba de llorar, en la súplica de que
volviera.
Está bien –le dijo-, si quiere tanto a ese señor, tráigaselo, aquí viviremos los tres, a mí
me bastará con verla.
De esta suerte, se instaló el trío en el refugio del muelle. El recién llegado hacía de las
suyas, con esas disciplinas del inverso, en un espacio concebido para dos. Reguero era
poco. Paciente el pintor ordenaba con pildoritas de aguante. Hasta que un día el
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entrometido galán, en un decir de reclamo terminó pateando el cuadro que reposaba entre
el piso y la pared.
Hasta allí llegó todo. El fresquista tomó las dos maletas y le dijo a la mujer:
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El vientecito azul
La búsqueda de la historia de un viento azul nos llevó a varias regiones del país oyendo
versiones que fueron completando el efecto, color, olor, hora y sonido de una flatulencia
femenina, -seguramente descubierta por indígenas latinoamericanos- que logra el efecto de
debilitar al macho sí este yace indefenso en las cercanías de su amada.
El tal -peíto azul- nos fue referido, en un primer momento, por un viejo guerrero cuyo
legendario nombre era El Gavilán. Apodo que le viene desde que, perseguido por la
Guardia Nacional, se lanzó por un abismo con los brazos abiertos hacia el río. Guerrillero
desde la dictadura, comandante de la guerrilla del 60 en Humocaro Alto, y ya casi a los 80
años, continuó en su lucha por dignificar al hombre y sus espacios..
El viejo Gavilán tenía una posesión en las afueras de Barquisimeto. Allí, entre los
árboles de su solar, estaba su dormitorio. Encima de la cama, un pequeño techo del mismo
tamaño del lecho, en un reducido pretil. Debajo de la cama, diseñó un compartimiento para
el último libro que leía; el cuatro, para alguna tonada nostálgica; un machete “por si acaso”,
y encima, a su diestra, un cordel que terminaba en una campana en el cuarto de su amada,
“por si se repetía el infarto”.
Siempre habíamos creído su primera versión, según la cual, tenía que morar en troja
porque si no veía a las estrellas, le era imposible conciliar el sueño. Hasta que un día, de
visita y entre tragos, nos confesó:
-Mire, yo le hice a mi familia, por allá, una buena casa con toda sus comodidades, pero ni
por el carajo duermo ahí. La mujer, entre las dos y las tres de la madrugada, larga un pedo
terrible que debilita a hombre. ¿No me ve cómo estoy?. Con 80 años y mire, -mientras
sacaba músculos de su brazo- ¡No sufro de nada!. Gallo no -duerme con gallina-. Igual
versión daba el andino Juan Vicente Gómez, pero sin explicar su por qué.
Luego, en la población de El Tocuyo, también de Lara, supimos el color. _Ahh noo, -nos
dijeron-, eso es el peito azul. Es un viento finito que va llenando el cuarto de una neblina
azulita, y en la mañana uno amanece “jipato”de la palidez y debilidad que produce.
En el Carúpano oriental, nos lo verificaron unos ancianos. Con sonrisas sin dientes, el
viejo narró que ellos hacían sus “cositas” y luego, “Mííí... -decía, palmoteando sus manos
en forma de huida- Antes que llegue el vapor... ¡Me voy pa´fuera!”. Su esposa, bastante
mayor lo secundaba atacando: “Sudor de hombre, sudor de burro. Eso de dormir
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Finalmente, en un sitio desértico, vía Falcón, donde venden toda clase de comida
caprina, una vieja india, entre ricitas de pena y boca tapada con sus manos, nos confesó con
picardía: “Esa es una pestilencia que uno se tira de madrugada y que suena: ¡Aguacatico
pun-túúúúúú!.
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El viejo topo
En la inmensa fábrica donde todo está organizado y cada quien hace su parte, el viejo
obrero del monta carga quería llorar. Otro trabajador -parte del eslabón productivo- observó
la parálisis del “tiempo que vale oro”, se acercó y vio al viejo sobre el volante a punto de
estallar.
Entre la tribulación y el desconcierto solidario, miró a los lados para constatar que el
supervisor no lo observaba. Se acercó cómplice y en voz baja le recomendó:
-Váyase con cuidadito, por aquí derecho y llore por allá para que no lo vean.
En su camino con la “tarea asignada” encontró el viejo al obrero poeta Luis Torres, que
había observado todo. Con una mano en el hombro le dijo:
-Yo sé cómo es eso. Pierda este día. Váyase al pueblo donde nació, cómprese dos botellas
de caña con estos cobres y busque algún amigo de infancia -que allá debe tener-
Cuéntele y llore.
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Tesista
Poeta y recién graduado de Psicólogo, había diseñado tesis con los locos de un
psiquiátrico.
Pudo penetrar los recónditos espacios de los que en verdad habían perdido todo.
Habitaban esos galeras llenas de excrementos que el sistema quiere esconder, nidos de
ignominia de los que sin familia pudieron saltar la raya de la “objetividad” y la
cordura.sensata.
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Ante los argumentos de despedida y esperanzas de porvenir que les daba el tesista,
uno de los que había creído en la amistad esperada le confesó con dolor:
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El poeta Jasmil Mendoza, visitaba ese día a uno de sus viejos camaradas, este, había
fundado una editorial y reunía a los amigos los viernes por las tardes. Entre las máquinas de
exactitudes bebían tragos amables, balanceando y siguiéndose en sus nuevos quehaceres.
Fulgencio -que así se llamaba su amigo- entre el tipeo y la distracción, miró el mensaje
entre los cientos.
- Miren este mensaje, una loca dice morirse hoy a las cinco en punto en la estación de
Capitolio.
Jasmil, entre las risotadas de los otros colocó en silencio su vaso de whiski en la
estantería de revistas, miró su reloj y a la francesa abandonó la oficina. Apuró el paso hacia
la estación del metro más cercana mientras pensaba, maquinaba, se desesperaba...
había aprendido comunicación y sistemas cuando jugaba al guerrero, quizás podría...
La puerta del metro se abrió atropellante, los que a porrazos entraban se alineaban como
por arte de magia en un orden funcional, acomodándose los fluxes y adoptando al unísono
la figura del gentleman circunspecto y ausente. Otros, los más jóvenes, los del fast-food,
oscurecían sus ojos con lentes para ver lo menos posible y con su walkman se aislaban en la
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realidad virtual; los trabajadores, por su parte, mantenían la mirada fija hacia la nada,
mirando de vez en cuando sus relojes, reflejo condicionado de la disciplina del timbre
laboral.
Armígero al fin, al poeta le fue fácil instalar con pinzas el micrófono, que nunca se sabrá
por qué cargaba, interviniendo la mecánica locución del empleado; justo cuando decía:
Estación Plaza Vene... surgió el verso de Heredia en la voz del lírico:
Los pasajeros empezaban a sonreír, unos identificados con el mensaje se daban la mano,
a su vez, las mujeres piropeaban a rienda suelta; una, la más atrevida, le dijo: !Bello! a otro,
y allí mismo se entraron a besos como calmando una antigua sed.
Resonaba la voz cuando pasaron embriagados sin detenerse por la estación Colegio de
Ingenieros, ante la mirada atónita de los de afuera y el “pasó algo” de sus caras.
Con más fuerzas y con piel de gallina sensible, o más bien, de guanábana madura, se
sentía la nitidez del verso:
Cundía la alarma por la estación Parque Carabobo, cuando pasó la algarabía sonriente en
los vagones. Los que empezaron con sonrisas tímidas, ya cómplices, se tocaban las rodillas
con golpecitos amigables, mientras el negro de Sarria, tamboriqueaba rítmicamente el
asiento plástico acompañando a la voz de Jasmil que se oía como nunca:
La estación La Hoyada bullía de verde olivo, las armas dispuestas, el uniforme negro de
la seguridad estatal apuntaba con odio cada rendija por donde salía el silbo colectivo.
Acercándose al final, el poeta matizaba con más fuerza:
La mujer del vestido azul hacía su último balance en la inercia hacia la muerte; confusa,
oyó el rebullicio de la alegría muy cerca de los rieles. La música y los gritos apocaron la
voz de alto de la gendarmería.
-Y tener una concha de abrigo y los peces de colores ¡nos lleven a pasear!-.
La gritería pasó por encima del charco, ignorando colores, y entre la muchedumbre y los
altavoces con órdenes, gravitaba llamativo el poeta con el brazo en alto, sosteniendo entre
el índice y el pulgar una hermosa canica azul, regalo salvador que no llegó a entregar,
arrastrado en desconcierto por la corriente de personas en la transferencia de estaciones.
Eran extraños los dos ríos; ver subir una masa alegre, juvenil, como liceístas que
finalizan exámenes y ver bajar otra masa triste, apurada, como rebaño al matadero.
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El dejo
- ¡Me dueeeeeele! Gritaba la mujer a cada rato, por la ventana que daba a la calle.
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Madre
Un dolor de ayer,
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Temida despedida,
una historia múltiple yace horizontal y para siempre.
Tú me hiciste libertario,
amalgama de estigmas, espejo reflejo de causas perdidas.
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C. Cuentos de niños
Descubrimiento.
El niño le preguntó al escultor
cómo era que sabía que
dentro de esa gran roca …
había un caballo tan bonito.
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Compensación.
La niña se acercó al minusválido y notó su tristeza.
No estés triste -le dijo- que tus piernas segurito, están en el cielo.
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La madre le contestó:
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Malicia
La madre pobre reunió a sus hijos para informarles sobre la crisis por las que
pasaba el Niño Jesús.
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Hijos
Hermoso recordar las ocurrencias de nuestros hijos, cuando la inocencia era la reina
de sus vidas. Estas historias familiares están llenas de nostalgias y anécdotas picarescas:
Mi niña de 4 años. La hija siempre veía a su papá tocando guitarra acústica pero
nunca había visto en casa una guitarra eléctrica. Luego de una parranda su padre llevó una a
su cuarto; cuando mi niña la descubrió dijo asombrada: ¡Una guitarra para presentaciones
públicas!
Mi niña de 5 años. De todas las niñas del colegio mi hija escogió una que pertenecía
a los "Testigos de Jehová". La niña no asistía a cumpleaños y sus padres le tenían algunas
prohibiciones. Mi hija le preguntaba los por qué de tales privaciones a lo que la niña
respondía que ella era Testigo de Jehová a la vez que le repreguntó que qué era ella. Mi
pichona todavía no se había planteado el "Yo qué soy?" y con esta crisis de identidad llegó
a su casa.
-Mamá ¿Yo qué soy?, fue la primera pregunta que le soltó a su madre.
-Bueeeno...yo soy católica, dijo su madre.
-¿Y mi papá? Tu papá es ateo le respondió.
-¿Y yo que soy? Volvió a preguntar la niña.
- Pregúntale a tu papá.
Mi niña a los 6 años una vez su papá le preguntó cuánto lo quería y le respondió la
más alta cantidad que alguien pueda querer:
-"Te amo hasta todo lo que veo y hasta todo lo que no veo". Eso si es el infinito.
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Historia familiar del varón, menor menos de un año de su hermana. Nos daba risa
porque le decía, muy chico, a los perros callejeros, perros callejones.
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El hijo varón aprendió a silbar a muy temprana edad: dos años; él mismo se
sorprendió con sus primeros silbidos: ¡Ey! estoy silbando; y así siguió perfeccionando sus
silbos.
Una vez paseando y mirando los transeúntes en el carro de la abuela lanzó uno de
sus silbidos, ante su sorpresa le preguntó: ¿Muchacho, tú silbas?. A lo que de inmediato le
respondió muy serio: "Yo silbo cuando me gusta una mujer".
Su hermana era siempre fue muy cariñosa con él pero a veces el tripón estaba muy
huraño y no se dejaba acariciar. Cada vez que en la cama, frente al televisor, cuando su
hermana lo iba a acariciar le devolvía un sonoro pescozón. Mi hija bañada en llanto recurrió
a su papá:
-Mi hermano no me quiere, yo sólo iba a darle un besito y un abrazo-, le dijo a lágrima
viva.
Ante estas explicaciones, al parecer inútiles, para el machito de ese tiempo, sin
dejar de ver la TV respondió indiferente, cual patriarca, sin darle importancia a "ese asunto
de faldas":
Ese era mi pichón, el que decía que "Me le gustaban todos los lugares de la vida,
menos la escuela. Ese hijo, en su primer día de clases quiso ser amable con uno de sus
compañeros. Al intentar ayudar a uno nuevo del salón de clases, el niño reaccionó de
manera autosuficiente: "Deja yo me basto por mí mismo" le dijo de manera altanera.
Al tiempo, cuando estudiaba 2do grado llegó a la casa muy sucedido y lloroso. Al
interrogarle contó que su maestra ante la inasistencia de uno de los alumnos del salón les
narró que los padres del niño se habían divorciado. Los niños quedaron con el padre, pero
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el fin de semana la madre se los robó y ahora la policía los busca por todo el país. Mi hijo
se sensibilizó mucho y lloró a moco tendido.
A lo que respondió:
-Y entonces por qué lloraste con su historia? le dijo su papá, a lo que contestó:
Otra vez llegó casi lloroso, ofendido, rayano en despecho. Al interrogarlo confesó
que le había declarado su amor a una niña y la respuesta fue una soberana cachetada.
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El pálpito
Contaba el escritor García Márquez que en sus tiempos mozos mataba sus deseos
carnales con la mujer de un policía. Aprovechaba sus guardias nocturnas para gozar de las
delicias de lo prohibido y peligroso que significaba el riesgo de que el gendarme apareciera
de un momento a otro.
Una noche abandonó el lecho infiel un poco más temprano, por leve corazonada.
Menos mal. A pocos pasos de brincar la pared consiguió al guardián que le inquirió
identidad y la causa, motivo o circunstancia de que anduviera por ahí a esas horas de la
noche. Entonces al Gabo sólo se le ocurrió inventar que venía de un burdel. A lo que el
policía, convencido por la excusa, le devolvió sus papales, no sin antes decirle:
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Fisty fisty
Al salir de la pieza y finalizar su faena coital el paisano preguntó cuánto eran los
honorarios. A lo que la mujer respondió que eran 1000 pesos. Entonces extrajo su cartera y
sólo le dio 500 pesos.
Ahí la mujer reclamó el resto, como era de esperar. A lo que el cliente le contestó lacónico:
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Caballito
Al viejo paramero nunca lo habían llevado al burdel del pueblo. Reacio se mostraba,
hasta que por fin lo convencieron del abrazo mercenario.
-Estábamos muy bien pero cuando lo fui a cabalgar se paró furioso, agarró sus ropas y
vistiéndose me gritó:
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- Fiao.
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Gregarismo putañero
El mismo grupo de amigos se había mantenido por años sin obstrucciones externas.
Este gregarismo obedecía a que para mantener la unidad, cada vez que aparecía una
enamorada de uno de los inseparables Marcos, el más celoso guardián del equipo, les
decía:
Así cundía el despecho pero continuaban unidos sin que ninguna mujer interfiriera con
sus artimañas divisionistas la unidad camaraderil.
Siempre decía lo mismo. “Esa es puta, yo la conozco”. Luego murmuraba como para sí:
“Todas las mujeres son putas, menos mi madre”. Hasta que por fin Cupido hizo de las
suyas con el suso dicho difamador. Enganchado del brazo por una astuta fémina lo
encontraron en la calle.
Cuando los amigos lo miraron inquisidoramente, antes que le dijeran nada les repostó:
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El galo y la oriental
En búsqueda existencial partió el francés a Tailandia a escrutar otros pueblos y
descubrir otras lógicas de vida. Por sus necesidades naturales conoció a una prostituta
pero sus frenos judeo cristianos impedían la fiesta de los cuerpos.
En su primera salida le confesó sus contradicciones entre el sexo y el amor. Sus rígidos
prejuicios sobre la pasión tarifada y lo antinatural que consideraba prostituir en subasta
los genitales.
Ella le oyó paciente sus lógicas occidentales. Entonces le explicó que la vagina sólo
es una parte del cuerpo. Que más grave podría ser prostituir las manos en un trabajo
denigrante. O tus ojos por la pornografía comercial cotidiana. O la boca cuando engulle
santos animales o comida basura. O tu cerebro cuando te cosifica ante la mercancía. O
tu olfato cuando lo agredes con la combustión del automóvil que te hace feliz. O tus
oídos cuando oyes estruendosas palabras agresivas que deberían ofender todo tu ser.
Remecido en su más íntimo adentro del francés brotaron lágrimas vivas. Desde
entonces vaga por el mundo, como buscando lo que no es.
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IV. Texticulitos.
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La máquina del tiempo le predijo la despedida en algunos años. Soltó a su mujer, de una
vez.
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De un mismo sino rechazaban verse. Nadie aguanta mirarse tanto en un espejo sin
quebrarlo.
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88
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89
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B. Ánforas.
Siempre preguntaba
sin esperar respuesta.
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Soy la cicatriz que ya no existe
Un beso lavado por el tiempo
Un amor y otro amor que ya enterraste
Pero estás en mis manos
y en tus manos estoy
Braza o ceniza
Para secar tus lágrimas que lloro.
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De acuerdo a Marx
y su lucha de contrarios,
todo amor es igual
pero al revés.
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Cuando la belleza
ataca su propia imagen
se enturbia el agua clara
del humano.
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Lo no nacido lo entristecía.
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El exitoso
cumplía con todas las reglas.
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Perdemos la mitad
durmiendo.
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Furiosa la lluvia
No penetraba el concreto.
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Las uñas
eran las flores de sus manos.
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Un disparo a la noche
hizo el guerrillero
con arrechera.
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Perdiendo el tiempo
recuperó lo extraviado.
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Apuesten,
que el relevo
vence.
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Se encontró.
Fue un real enfrentamiento
sin forcejeo
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Yo trabajé demasiado
Dijo el moribundo.
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Responsable la espora
florece donde cae.
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Cuando la belleza
ataca su propia imagen
se enturbia el agua clara del humano.
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Sentó el precedente
Y surgió el peligro.
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Nunca encontró
el cementerio de los pájaros.
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Si pudiéramos vencer
la gran dificultad
de ser universales.
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El armatoste de orugas
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La gente de la casa
estaba triste y silenciosa,
pero la lora tenía una fiesta en su jaula
recordando mejores tiempos.
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E. Cantos a la pachamama
Que bien sonaría la Tierra
con un canto colectivo.
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Es la mujer que por más manos del hombre ha pasado. Ha sido arañada millones de veces
en su rostro.
Sigue triunfando la tierra.
Desde el suelo también se vence.
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Siguió regando
la matica seca.
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Se siente a diario
Camina a nuestro lado
Vuela a mansalva
Es el acabose,
fin del color,
la música
y los sueños.
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Ahí está la mendiga muerte
como una gata,
velándome la vida.
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Morimos tantas veces
y un puntico claro
en la inmensidad
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nos reanima.
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Dolores de parto tiene la partida.
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Ese cielo azul es una ola antigua que está por caerme.
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La mosca fue la primera en adivinar su muerte.
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Yo lo vi vivo
cuando ya era un cadáver
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Finalmente, la lucha del humano siempre ha sido
contra la muerte y su reloj.
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Cardenales,
estos pequeños vagabundos del mundo
llevan ya la sangre por fuera.
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Haré lo posible
Dijo la flor al sol poniente.
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¿Las mariposas son flores voladoras?
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Ojala nunca encontremos
el cementerio de los pájaros.
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Ave, te pregunto:
¿Podremos volver a no estar solos?
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Las pequeñas flores son la antítesis de los grandes Reinos.
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El humilde silencio de la flor
hizo dudar la temblorosa mano del jardinero.
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El Cristofué
¿Es un pájaro delator?
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Las flores agradecen el zumba que zumba de las mielosas abejas
meciéndose en sus tallos.
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Miles de veces, el colibrí, bebedor empedernido, empina el codo.
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A algún lado
A alguna hebra
A alguna minucia
debe irse la hermosa energía
que nos habitaba en vida.
¿Y si fuéramos el esplendor?
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V. Textos varios
Hijo, eres una de mis más hermosas creaciones, te envío estas mis palabras que
palpitan por sí solas ante el dilema de tu ausencia y tu reacomodo en tierras ajenas. Sin la
protección del familiar cercano, bajo el juicio implacable de la xenofobia a todo lo que
signifique ser extranjero.
Sales del nido. Ya no eres la hoja en blanco que vino a través de mí, sin
pertenecerme. Me dueles, sabiéndome el arco compartido que te lanzó a la vida.
Te deseo que mantengas tu temple de decir lo que no te guste. Que el silencio no sea
tu vocación.
A ser corajudos y dar la cara ante cualquier torpe oralismo que por nuestra conducta
impropia afecte a un ser. Responsabilizarse es la gallardía de los valientes. Por eso en este
mundo de oportunistas y pragmáticos, que a todo le quieren poner precio, que todo lo
justifica en función de los fines, no debe ser sencillo ejercitar ser un anti Príncipe.
Quisiera que mantuvieras tu temple. El mismo que esgrimiste cuando, zafándote del
desanudo de mis lágrimas, hablaste al público ante la fosa donde sembrábamos al abuelo.
Porque ya eres todo un hombre rodeado del amor que te hemos dado. Ese amor que es
remedio de curación, de regeneración y renacimiento ante la muerte que nos hiere sin
matarnos.
Aún con las más grandes perdidas, la vida no se agota, y el corazón continuará en
sus búsquedas insaciables.
Hijo, no nos perdamos. Yo ya perdí lo que tenía que perder y no pienso perder más.
Un hijo o un progenitor son irremplazables. Quizá sólo seamos lo único real que da la vida.
Por eso, te ofrezco mi madurez, te doy mi edad para ser tu lazarillo, un faro
referencial que te cuide y guíe en la obscuridad. Quiero que tengas los ojos míos en la
contemplación del mañana... el gesto de mi cara en la honda preocupación de tus
búsquedas.
Qué más puedo darte, hijo mío, que no sean estas manos para el abrazo y este
cerebro curtido para protegerte de cualquier abismo que amenace tu candor.
Te amo tanto. Un abrazo de pana, de cómplice amigo y padre que tiembla por tu
incertidumbre.
-----------------------------
Hoy, ante los corazones saturados, el cochero detiene las bestias y nos pide direcciones
precisas.
El poder real, el de los Señores del dinero, sabe de nuestras debilidades y chantajea.
Es igual, ayer los indios, hoy nosotros.
Pero ¡Carajo! cuánto costará explicarle a la almohada eso de dar concesiones cada
vez más, sin dar el salto definitorio. La rendición de cuentas nos las piden de todas las
formas, y con mucho derecho, pues han dado lo que les hemos pedido.
------------------------------
Indígenas anónimas que se sacrificaban arrojándose sobre agudas estacas para eludir
la servidumbre y otras, que se lanzaban desde altas rocas antes de ser esclavas, sin ignorar
los que se ahorcaban con sus manos para no buscar perlas al codicioso conquistador. Todos
son enseñanzas de heroísmo y resistencia. Nuestra intencionalidad es la valoración de estas
madres, que preñadas de libertad, dieron a luz a una generación sobrehumana, gestora de
nuestra nacionalidad y de posteriores procesos emancipadores.
Mujeres que en medio del reguero de sangre fueron madres, esposas, hermanas o
hijas. Madres sufridas que en un mar de lágrimas daban sus hijos a la libertad, victimas de
innumerables violaciones y otras que arrastraban las penalidades del trabajo que el hombre
no realizaba por su condición de combatiente. Con su presencia empujaban ejemplarmente
a los patriotas, en ocasiones suministraban asistencia a los heridos, mitigando la sed al
104
Por eso, para visibilizar a estos personajes que fueron omitidos por los señores del
dinero y contada por mentalidades colonizadas, a esas memorias, le faltan nuevos capítulos.
Se viene descubriendo y sistematizando una historia de la insurgencia, que como proceso
llega hasta el siglo XXI.
Por estos sacrificios ellas se hicieron inmortales y hoy, en medio de logros políticos
del pueblo trabajador, afloran por justicia patria.
-----------------------------------
De regreso a la utopía
La resistencia es per se, una actitud rebelde ante cualquier forma de poder. Un des
etiquetarse existencial frente al reduccionista perenne. A nadie debe juzgarse con el criterio
del opresor. En el desafío de actuar de manera diferente al estándar diseñado, comienza la
sedición simbólica de tejer la subjetividad naciente. Las nuevas sensibilidades buscan
cautivar para crear estilos de vida discrepantes. La cotidianidad abordada con otras miradas
busca anunciar profundos cambios en nuestras vidas, diferentes a la interminable crueldad
con el que fuimos construidos; afortunadamente estamos pendientes e inacabados.
105
Nadie debe temer ir a la raíz del maleficio para extirparla definitiva. Dejar de ser
espectador y caricatura andante, para autenticar nuestros propios procederes, donde cada
humano en la colmena sea su mismo dibujante, esa es la intención. Asirnos de una
subversión intracultural que toque todas las aristas que recuperen nuestro ser y nuestro
entorno, sería el timonel.
Sin materia prima armónica no pueden forjarse sociedades superiores. Habría que
perfilar un gran salón de fiesta que permita la alegría, el encantamiento comunal, amigarse
superando querellas no antagónicas, ejercitar el derecho a la discrepancia, el pensamiento
crítico, mirándonos, porque ahorcando nuestras miserias y hábitos perturbados, podríamos
cambiar todo.
…………………………………
¿Qué es lo que están haciendo con el ideal que mantenía nuestra inocencia? Andábamos
envueltos en el mismo jugo, con un sino universal en la sangre.
Hay victorias que no alegran.
Recuerden. Somos la gota que colma la paciencia. Cundimos de miedo con nuestra sombra
a quien la debe.
Retomemos el camino de los juntos. Seamos de nuevo el Diógenes que recoge las
luciérnagas, para alumbrar con botellas transparentes estos senderos de sueños prometidos.
El frío de las alturas obnubila la visión.
Dice el pueblo que cuando las piedras andan en el mismo río, chocan.
Quiera la vida que nos encontremos en el mismo río jugueteando con el agua que nos lleve
a su fin inevitable.
¡¡Sólo el sueño del despierto destruirá el bunker que la dominación ha construido en
nuestros corazones!!
¡Sea!
--------------------------------
El Cubrimiento
Y aquí estoy yo, idéntico a nadie, igual a todos
con mi ser inconcluso negado por el colectivo
Indio por mi madre Luna cristiana
Negro por mi padre que oigo en sueños con su ritmo de sexo y tambor, tambor y sexo
Blanco por el que vino con sus azares, sus frenos y su ciencia
Aturdido aún por mi yopo, tabaco y chicha.
Negado en mi palabra,
que intento expresar con la música del tono de mis regiones
Y este corazón de México azteca y rockolero que me despecha inclemente
Sigo remedando a dioses, duendes y demonios
Burlándome de esta vida y de esa muerte
que, mestizándome,
me mata a cada tiempo.
-------------------
Elogio a la utopía.
Venezuela, amor mío, no hay concepto que se detenga en ti.
Una meada en casa de ricos, puede ser, de nuevo, la chispa de una insurrección andina.
150.000 indios podrían asaltar, de un momento a otro, el Metro caraqueño.
Una nube estacionaria casi deslava La Guaira y el Proyecto Harp queda descubierto como
un Programa de Derechos Inhumanos del país norteño.
Un río transformado en mar, avanza en arrollada concentrada limpiando de sucios la
patriótica Aragua.
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----------------------------------------
Demostrada su utilidad, faltaría completar el para qué, para quién y cómo. Pero si algo
hay que resaltar es su función social como aparato de fuerza y arma de lucha a favor de
procesos revolucionarios.
En Latinoamérica lo que nos emparenta y nos diferencia está dado por la realidad
social, histórica y étnica, de donde surge la canción. Las raíces culturales de cada pueblo
determinan su fisonomía, es la forma como cada cual adopta su poesía y su música.
Hay un nuevo canto y es el del humano que se viene liberando del capitalismo en su
país, es un canto que construye su futuro, es un canto de lucha, de contradicciones y
esperanzas en esta etapa transicional. Una reafirmación, más que una protesta. Y hay otro
canto, el de los países sometidos, no soberanos, donde prevalece el explotado, el torturado,
el exiliado, el que convoca la liberación. Sirve para reflexionar. Busca decir, por todos los
medios, que hay un mundo del otro lado. Hemos insistido, y ese es nuestro objetivo
primordial, que ella, la canción, tiene un compromiso político y social. Nuestra canción
busca por todos los medios mitigar la alienación, a la vez que es una de las formas de cómo
los pueblos comienzan a pensarse a sí mismos.
La música está en todo. Es usada como dominación (pan y circo, evasión, distractor,
alienación) pero también es un instrumento de liberación. Se canta para adormecer y para
despertar, por goce y por conciencia.
Sirve para romper paradigmas en los clásicos estilos. Dar contenidos conservacionistas
para proteger el planeta. Es un vehículo expresivo para lo exterior y lo íntimo (Crecimiento
110
interno) Puede emplearse para dar conciencia de ser mejor persona, instrumento de modelar
la arcilla hacia formas superiores del ser. Cantamos para impulsar una voluntad de
mejoramiento humano, una fe dolida en el hombre, un amor sin fronteras a la vida y un
odio mortal a los que quieran deshumanizarnos.
Para esta historia del canto rebelde, cada tiempo tiene un sonido. Se calcula que a la
llegada del europeo la población indígena Latinoamericana ascendía a noventa millones. A
principio del siglo XVI no quedaban más de doce millones. La visión de los vencidos, la
del esplendor azteca revela los sentimientos y la saña por los años 1519-1521, recordando
las masacres hispanas como “La noche triste” y otras tantas. En irreverencia el indio, bajo
la apariencia de una plegaria, insulta a ese dios crucificado –impuesto por una cruzada
sangrienta a quien llama: Padre Santa Veracruz: / Dices que soy tu hijo./ pero si no tienes
falo,/ ¿con qué me ibas a engendrar?/ Padre Santa Veracruz,/me dices que soy perezoso./
Tú lo eres más que yo:/ ¡estás durmiendo de pie! Padre Santa Veracruz, / Te saludé
¡Buenos días! Como no me respondiste,/ te mandé a revolcarte con los cerdos.
A partir del siglo XVI aparece un nuevo elemento humano. Diezmada la mano de obra
indígena, traen las primeras “piezas de ébano”. Nuevas voces, otros ritmos manifiestan la
pérdida de su condición humana para asimilarse a Los minerales: “Con los minerales vine/
con los minerales voy./ Ajé! Ajé! Je! Je!/ Me voy con los minerales”. Luego vendrán los
himnos creando conciencia de nacionalidad. Surge la Carmañola americana y su canto de
libertad de los descamisados, siguiendo con la democratización de la tierra y la melodía
zamorana de “Oligarcas temblad”, hasta llegar al Gloria al bravo pueblo, con contenidos
todavía en discusión.
Sigue la primera liberación con Cuba Socialista y los tradicionales de Carlos Puebla y el
“Llegó el Comandante y mandó a parar”. Su influencia se extiende con cantos y corridos
por las sierras guerrilleras y sus líderes regionales, cuya mayor referencia era el Ché y su
proposición, mil veces cantada, la del “Hombre Nuevo”.
111
Surgen nuevas influencias con la Trova cubana y la música brasileña, y con ellas la
capacidad de musicalizar la prosa poética. Así, la Nueva Canción Latinoamericana se
convierte en un símbolo de consciencia latinoamericana, expresada en la continuidad y
consonancia de ideas compartidas sobre el destino que deben tener los pueblos de América
Latina.
Vendrá luego la llamada “década perdida” donde surgen pausas. El “fin de la historia”,
la “muerte de las ideologías”, la caída del muro, la perspectiva tecnocrática. El brillo del
mercado opaca la esperanza utópica. En esta nueva era se conforman otras características,
es la época de la globalización, del poder financiero, de la exclusión y las grandes
migraciones del sur al norte en busca del paraíso que le han vendido. Junto a la revolución
tecnológica y la destrucción de los Estados Nacionales se crean despoblamientos,
reconstrucciones y reordenamientos, es el fin de la “Guerra Fría” y el comienzo de la IV
Guerra Mundial. En esta hibridación postmodernista pesca Ricardo Arjona, buscando a una
generación sin rumbo que aplaude el menosprecio anticomunista. Por esos tiempos también
se produce cierto desdibujamiento en las canciones de Alí, por obra de la industria cultural
y el mercado complaciente, insustancial e inofensivo.
Somos pueblos hermanados por una matriz de enemigos comunes con nuestros
diferentes matices regionales diferenciadores. Nuestra canción se asume en unidad con el
pueblo. Ello implica: afirmar nuestro origen; ser y vivir como el pueblo. Asumir sus
compromisos, metas y riesgos enmarcados en la emancipación.
El énfasis se orienta hacia los jóvenes y los niños, pero la canción debe ser para todos,
no puede haber exclusión. No importa el extracto, es para todos, para el diferente, para el
indiferente, para “el rico” y sus descendientes. Hay que entender que hay grandes vacíos
que llenar y la juventud es arcilla y en consecuencia, se pueden fortalecer sus aciertos y
opacar sus carencias, lagunas, ausencias y penetraciones del mercado.
Buena parte de las reflexiones de nuestros cantores apuntan hacia la necesidad de que la
música revolucionaria debe ser hecha por hombres verdaderamente revolucionarios. Se
hace necesario el compromiso político de los músicos con la izquierda latinoamericana, en
esencia antiimperialista y revolucionaria. En lo fundamental, hay la idea compartida que la
música revolucionaria sólo debe provenir de hombres revolucionarios, identificados con el
pueblo y vinculados con la realidad social que lo envuelve. El cantor y compositor debería
devolverle al pueblo su legítima autenticidad cultural, definida por lo autóctono
latinoamericano y enmarcada en la sensibilidad poética propia de cada país. Se tiene una
gran deuda con nuestro pueblo amoroso, y amor con canción se paga.
Los cantores deben dar el ejemplo en su proceder. Saber que son observados. Exigirse
en la palabra y en la acción. En lo fundamental, no deberían dar concesiones de principios.
Su búsqueda primordial es la estética, con afinaciones particulares para los matices del
decir. Nada es peor que sonar como una flauta desafinada. Debe cantar bien sus opiniones,
siendo a la vez un cronista acucioso de este tiempo complejo y cambiante. En su canción
debe aplicar la dialéctica: saber que hay una canción para cada momento concreto y para
cada público particular, por eso su repertorio debe ser muy variado.
El trovador debe tener el valor de la humildad, apreciar y creer en lo humano. Vive con
lo que necesita decir, con palabra melodiosa, con mensajes que sirvan al pueblo. Por eso el
cantor debe ser revolucionario y moverse por sentimientos profundos hacia la humanidad.
Tomó la decisión de vivir y componer como su segunda naturaleza.
sortear las mil y una cabezas de la prostitución que lo acecharán cuando se haga referencia.
La canción es un campo más de batalla; allí se libran dos luchas: la de dar sus contenidos
revolucionarios, por un lado, y por otro, su lucha interna de autonegación, la que busca a la
vez, descolonizarse, liberarse del mercantilismo, de lo reaccionario y lo ortodoxo.
Debe ser diferente y antítesis al sistema alienante. Entender su papel anti enajenante. El
sistema del mercado busca sacarnos de lo que somos, mientras el canto comprometido
busca empujarnos a salir de los estereotipos controlados por la industria cultural. Por eso el
cantor debe entender que está en la cúspide de una gran pirámide, pero esa cima está hecha
de sangre, lodo, historia, solidaridad y esperanza. Si logra sensibilizarse ante esto sabrá
decidir qué empleo le va a dar a sus éxitos, entendiendo que tiene muchos deudores.
Sentirse libre y sin autochantajes. Cantar lo que quiera cantar. La honestidad debe ser su
brújula. Genuino en sus aportes, decir lo que siente, beber de su realidad. Pensarse como
pueblo, con sus alegrías y tristezas, anhelos y necesidades. Mientras el cantante tiene con
qué cantar y deja la comunicación a sus discos, el cantor mira de frente y sabe por qué
cantar. Como Víctor Jara, conoce el peso histórico que le tocó vivir, está consciente de sus
complejidades, riesgos y consecuencias.
El pueblo debe conocer e identificar a sus cantores. Entre ellos hay una común-unión y
la guitarra es esa convergencia. La unidad se dará sola si se es consecuente y el canto se
hará verdad si tiene la voz de nuestra gente. El trovador no será más que un hombre del
pueblo con ciertos atributos. En lo directo del trovador y su guitarra no se verán artificios,
nuestra gente lo verá como el ser humano que es, el que se equivoca, improvisa, desafina.
En fin, su canto le servirá para acercarse a los demás y acercar a los demás a sí mismo.
Los virtuosos buscarán instrumentar la democratización del saber musical, enseñar la
elaboración de instrumentos, dar talleres musicales, dar muestras de la variedad con
intercambios entre paisajes sonoros. Conocer además, las cofradías regionales para nutrirse
de sus saberes. El pueblo enriquece el canto del cantor. Ambos se brindan sentimientos.
Algunos cultores consideran que se parte de una idea inmaterial y estática de lo que es o
debe ser el pueblo, obviando las características heterogéneas presentes en los grupos
sociales, que se traducen en formas distintas de entender el mundo y que se expresa en la
variabilidad significativa de las necesidades sociales. Consideran que pretender que el
pueblo sea una unidad monolítica y homogénea es una ingenuidad. Habría que abrir el
concepto de pueblo y precisar si es al pueblo pobre y explotado a quien se refiere la
definición. Según el enfoque de otros expositores, el pueblo al que le cantan los músicos, es
un pueblo socialista por definición, cuyas necesidades sólo son comprendidas por los
114
grupos revolucionarios que luchan por la liberación. Así, el pueblo sería sólo aquella
fracción de la población que se identifica ideológicamente con la revolución, lo que explica
la imposibilidad de la disidencia, siempre entendida como un resabio pequeñoburgués al
servicio del imperialismo mundial. Ideas de esta naturaleza fosilizaron internamente el
movimiento revolucionario. Pareciera no estar plenamente consciente de las
contradicciones internas que se articulan en el mosaico de la vida social, de lo que se deriva
la precisión de la canción para todos, porque de alguna manera la diversidad también es
víctima.
Es, sin lugar a dudas, un instrumento político estético para ideologizar en los nuevos
tiempos. Estimula el espíritu crítico y revolucionario, entendiendo que el silencio acrítico es
la muerte lenta de las utopías realizables y que además venimos de rupturas de guiones
115
No obstante, la dinámica de este proceso pareciera no haber roto del todo con los
dogmas y resurge la necesidad de uniformar las ideas desde arriba, desde la élite
gobernante que cree poseer la fórmula ideológica y cultural para tener una sola identidad.
Estándar que consideran imprescindible para la unidad emancipadora del pueblo. Se
olvidan de la necesidad de la disidencia y de la alteridad como formas naturales de
coexistencia social; se cae en el conservadurismo que, a la postre, mina el impacto de la
Nueva Canción en la sociedad, haciéndola panfletaria y una fotografía para la frustración y
la nostalgia.
Las lógicas del poder siempre tienden a uniformar. Pensamos que a la diversidad, o las
muchas identidades, no hay que temerle. El sepultamiento de esencias culturales ha dado
como resultado grandes estallidos de pueblos represados por estar culturalmente negados.
La falta de autenticidad, como producto de la dependencia y dominación, eclipsa la
posibilidad de que el pueblo se conozca a sí mismo y valore sus propias raíces. Habría que
pescar con pinzas lo rescatable de una tradición que fundamentalmente ha estado marcada
por la hegemonía de las élites oligarcas, exceptuando, por supuesto, la cultura de nuestros
pueblos originarios, los que en verdad han resistido o han sido menos permeados por las
lógicas de las clases dominantes. Ahí estaría parte del papel primordial del músico. El
cultor cantorilero a través de sus investigaciones y canciones, podría devolverle al pueblo la
parte de la “identidad” robada por el colonialismo cultural y hacerlo más consciente de su
realidad.
El eje orientador de la búsqueda de las raíces podría partir del estudio del folclore de las
culturas ancestrales y de las nuevas formas de expresión que se desarrollan en el pueblo. El
músico debe sumergirse en su propio contexto sociohistórico, dialogar con ese pueblo que
es fuente, inspiración y aprendizaje. Así, la Nueva Canción sería el espacio multiforme para
el amor, la protesta, la nostalgia bucólica y la crítica política.
La tendencia es a crear una definición abierta que abarque la complejidad del fenómeno
creativo y sociológico de la Nueva Canción. Muchos cantautores apuestan a una definición
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amplia que no se limite sólo a la protesta, porque habría que abrir otras brechas; espacios
para la innovación, para la poesía, para lo sublime y para el amor, sin dejar a un lado el
compromiso político implícito en este género. La canción se sabrá lograda cuando haya una
interpretación múltiple en un público diverso. Es un ejercicio para hacer pensar, y lo
diferente es enriquecedor, siempre que no atente contra la esencia humana del buen vivir.
Somos constructores de sonidos. Debemos beber de todo, sin dogmas; andar en una
búsqueda permanente. Vivimos una época de resúmenes, donde hay validez hasta de lo que
no se ha oído. Buscamos hacer síntesis de los intentos emancipadores de la humanidad.
Actuando bajo la necesidad de no repetir lo trillado, pero temblando de indignación ante la
injusticia. Hay una posible clave: Cuando hay algo que te conmueve surge lo original. Aún
cuando alguien dijo que la “originalidad” es el mejor de los plagios. En todo caso, lo
“sentipensante” es razón y corazón, al unísono, lo que logra la correspondencia armónica.
Los ritmos que se imprimen en estos cantos expresan el colorido frescor musical de
la liberación, expresando penas, desesperanzas, rabias y cantos de trabajo; faenas de canto
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hondo por revueltas que anuncian amaneceres, vivencias de héroes o el traspié de algún
traidor. Debemos repetir, como trémolos que muestran al tiempo su luz de vida, historias de
liberación anticolonial, luchas contra el esclavismo, tiranías y caudillajes registradas por
siglos en la poesía y el canto popular.
Hay quienes opinan que debemos trascender la balada triste e iniciar búsquedas
hacia canciones más alegres. Subirle dos tonos para buscar ritmos asociados al Caribe.
Aunque también se dice que la canción por muy alegre que sea, nuestra pasión la hace
agónica. La idea consensuada es insistir en descubrir en la tradición lo que pudiera servir
para la emancipación. Lo universal de la tradición para preservarlo. No todo ha sido
dominación.
La Nueva trova implicó una fusión que englobó innovación con tradición. Una
fusión de temas que abarca la antigüedad-modernidad, música y poesía. Sincretismos estos
que ayudan a parir la mestiza canción. Abordando encarecidamente vivencias colectivas, lo
cotidiano y lo que nos afecta y nos impide ser. Hurgando en nuestras raíces, rescatando
cantos laborales, trinares de aves, resonancias de la misma naturaleza que entrompen hacia
sonidos genéricos ancestrales; sinfonías que nos lleven al inconsciente de esencias perdidas.
Todo bajo un imaginar que la música nos puede llevar a colores y olores de nuestra gens
memorial. Un gesto pasional de un músico o un director de orquesta transmite infinitud de
sentires. Saber comunicar, instrumentando canciones que hagan percibir que alguna vez
fuimos felices y podemos volver a serlo. En síntesis, transmitir con energía la belleza del
concebir.
En nuestra propuesta está el ver al pueblo opuesto como una víctima más,
cultivando la tolerancia con el diferente. Intentamos ser una contra respuesta a lo absurdo, a
lo que no tiene mensaje. Estamos mostrando la posibilidad que otro mundo es posible, que
poseemos conciencias sociales diferentes a la clase dominante, y eso está dado en formas
de ver, de percibir, de valorar, de vivir diferente, por tener nosotros otro modo de vida.
ser rebelde, con reflexiones, alertas y desvelamientos que incluyan denuncias de los
contenidos inmersos en la devastación cultural de la guerra de IV Generación.
Nadie dice que será fácil, nos han ninguiniado y diferenciado demasiado. Lo mal
logrado ha sido la constante en nuestra historia pos invasión. Aún recuerdo, por las lecturas
de antiguos cronistas, la admiración alucinante que tenían los peninsulares por estas tierras.
La mudez por lo extraordinario no obstaculizaba sus juicios de funestas intensiones; el vivo
amor de nuestras hembras indígenas fue puesto en entredicho por los “olorosos a chivo”,
como así les decían nuestros aborígenes, el desprecio y la soberbia ibérica las catalogó de
mujerzuelas y de ahí se inspiraron para bautizar a nuestro país. Nuestra vecina Colombia, el
pueblo que más se nos parece, tiene nombre de vil rufián. Por allí empezaron pretendiendo
aniquilarnos junto a la “nación sin nombre” que les secundó hasta hoy.
Bajo la política de eliminar a los pueblos libres nucleados en torno a las tierras
comunales se arrasó con los Yaquis en México, buscando con ello no sólo la apropiación
sino la eliminación de ese fundamento socializante que creaba filosofías de vida diferente a
la cruzada de quienes nunca vinieron a descubrir. Argentina, bajo la égida del “orden y el
progreso” cuadruplicó su población con inmigrantes, para “mejorar la raza” y borrar el
rastro indígena de las Pampas. Uruguay, creación artificial inglesa, fue puesto de espaldas a
sus hermanos, disfrazándolo de “perfecta Suiza”. Del Perú poco se sabrá, por tanta
masacre, oro y latifundio oligarca. Haití, castigado por su osadía libertaria con culturas del
miedo. Chile siguió sumiso a la autoridad, inventando dictadores, siguiendo nazis, que son
escuela, y Centro América sólo sembró bananos. Decir América, es ya coloniaje.
Esa política de odio de cruzada con que vinieron, el odio del negro traído a rastras,
el odio indígena, con su silencio encadenado, la deformación mestiza, históricamente
gestada forzosamente por los blancos amos, preñó más odio de mezclas, y nos hizo ir
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quedando en plena orfandad e intemperie identitaria. No somos ni los unos, ni los otros.
Toda esta malevolencia ha privado el encuentro de los juntos. Desprendimos fuimos, como
papagayo reventado y sin rumbo, de nuestro sino natural. Luego, el vacío de autoridad
dejado por España, fue llenado por la balcanización de los países nacientes y su manera de
ser “argentinos”, “chilenos” o “paraguayos”. Para ello se creó un andamiaje de estructuras
pétreas, un Estado Nacional hecho a prisa, con sus instituciones y códigos a imagen y
semejanza del invasor y el apuro por acomodar los nuevos amos.
Jugando al proceso presentimos una esperanza; una fe espumosa que no corta los
nudos para hacernos posibles. Inacabado a quedado este continente aún con sus 40.000
años de existencia, más por dominación y dependencia que por falta de valores, saberes y
filosofías de vida, mucho más ricas que las impuestas por la concepción “civilizatoria”
occidental.
Más nunca pensaron que con el tiempo podríamos descubrirnos nosotros mismos,
en un abrazo franco, o una conversa que devele inconscientes colectivos. Afloran en
tiempos de emergencias y éxitos políticos genes memoriales asidos en el mutualismo del
arrabal, bajo la magia de un río o en esa tristeza inesperada sin causa aparente que busca el
recuerdo de la despreocupación comunal. Cada vez que vibramos y nos atrevemos al vuelo,
sólo recordamos a los juntos. Esa armonía intrínseca que nos ha negado el cultivo de la
angustia como política infernal. Algunos se fueron acostumbrando a lo horroroso y ya les
parece normal. Otros, seguimos levantando piedras para asombrarnos, a lágrima viva, con
el trabajo de las hormigas.
Los Ciudadanos del mundo, como antes nos decíamos, seguimos surcando síntesis
emancipadoras. Abarcando variadas formas de resistencia, sembrando bombitas de tiempo,
que no se sabe cuándo explotarán. Porque esta Nación de utópicos que alcanza desde la
Patagonia hasta las puntas prohibidas, vive desde hace tiempo anónima, en nuestra
privacidad colectiva.
penetrando auténticos a sus territorios. La creación latina, esa nación continente que los
confunde y permea, será su perdición. Somos la antítesis en plena real maravilla. Los
desarreglados que transforman, en un insólito real la antigua pesadilla. La antilógica que
burla lo convencional. Salvajes encantadores de serpientes que buscan el sol de la justicia.
Total, ¿Qué más vamos hacer? Si nuestros padres nos hicieron de muy buenas ganas y
reales y claras intenciones libertarias.
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Identidades
Un estigma del humano es ser inconforme y eso es bueno pues permite la
superación.
Quizá esté en lo mejor de la vida la valoración de las cosas sencillas que nos llenen lo vital
del alma.
Un modelo civilizatorio nos clasifica, nos amasa, con exámenes de eficiencia, para
ver qué tan capaces somos en el “éxito” instituido como estándar.
Uno no es el nombre, ni el lugar, ni el título, ni el carro que tiene.
Sólo es lo que es y la vida que hemos vivido es nuestro verdadero capital. Es lo que
podemos dar y lo que nos vamos a llevar a la hora final.
Nuestra alma debería de ser un andar degustado, un hálito que pasea valorando sus
propios pasos en esa búsqueda de los escondrijos del afecto.
Avanzar en un destilar sin prisa, da un sabor siempre diferente, una conciencia de lo que se
tiene y todavía no se ha perdido.
Sobre todo porque el hoy siempre será mejor que el ayer... cuando no existíamos.
Quizás comparar con otras realidades más destrozadas ayudaría a ponderar lo todavía
virginal de nuestro país y lo infinito por hacer.
La queja y el dolor son punto muerto si nos atrevemos a descubrir lo que la vida se cansa de
mostrarnos, y luego se repliega, agotada por nuestra indiferencia.
En buena parte hemos perdido el niño que habitaba en nosotros.
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Hay tantas cosas que valorar: el juego al azar, que en nuestra tierra mágica es lo
real maravilloso, la embriagante bohemia; el compromiso con una causa que nos
trascienda; el afecto, la amistad, el sortilegio de los amantes, la fiesta de los cuerpos
retozando, la abstracción artística, el escribir y escribirnos, las notas de despedida en un
espejo, el beso sorpresa, la sonrisa sola y pícara, el mirar para arriba, el dejarse mimar, el
todavía sonrojarse, el bordón de una guitarra en serenata, el bailar solo; fundirse con un río
o mirar juntos la inmensidad del mar... Pero ya esas son cosas “raras” que se reducen a un
desconocido amigo que llamamos “personaje”, pues pareciera que somos extraños a la vida.
Es de vida o muerte, volver a nosotros mismos. Nos hemos esperado por siglos.
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Involución.
O ser batracio, en el estar y no estar. Sin que te dañe la naturaleza líquida o sólida.
Jugar a dos mundos, esquivar realidades, medrar en el pantano. Este animal corre el riesgo
de morir aplastado.
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Ser reptil, pegado al suelo, calculando el asalto. Por debajo de… Pasar
desapercibido, hacerse el quieto cuando te observan, hundirse en oscuras cuevas, lanzar
veneno.
El tal mono, estúpido animal que payasea ser pensante. Caricatura cómica de lo
que somos. Le da pena ser hombre, por eso es así: Mono.
Ave, ansiado animal de visión perfecta. Sabe nutrirse de las dispersas migas de
sueños que la humanidad ha dejado en lo inconcluso. Camina a saltos, se entera y vuela, a
construir nidos hasta en los lugares donde no son posibles.
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Utopos
del pueblo.