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Adáptese a las circunstancias

Imaginemos un barco de vela que surca las aguas a toda velocidad impulsado
por el viento. De pronto, se desata una violenta tormenta, y el capitán se ve
obligado a bajar las velas. Aunque él no puede controlar la tormenta, sí puede
conservar el control de la nave adaptándose a las exigencias del mal tiempo

APLICACIÓN :

De igual manera, hay ocasiones en las que nosotros no podemos controlar las
“tormentas” a las que nos enfrentamos. Con todo, podemos conservar cierto grado
de control sobre nuestra vida si nos adaptamos a las circunstancias y cambiamos
la manera de usar nuestros recursos físicos, mentales y emocionales. Haciendo
esto, podremos conservar la alegría y la satisfacción que sentimos al servir a Dios
(Pro. 11:2).
Veamos algunos ejemplos. Si nos sentimos con pocas energías y esa noche
tenemos reunión, sería bueno no agotarnos durante el día; de ese modo
podremos ir a la reunión y disfrutar la compañía de los hermanos. O si una
cristiana no puede salir a predicar de casa en casa porque su hijo está enfermo,
podría invitar a una hermana a su hogar para predicar por teléfono mientras el
niño duerme.
¿Y qué hay si sus circunstancias no le permiten estudiar toda la información
que se analiza en las reuniones? En ese caso, estudie la información que pueda,
pero hágalo bien. En realidad, podemos mantenernos activos y conservar el gozo
con tan solo modificar ligeramente nuestras metas.
Claro, habrá ocasiones en las que esto exigirá determinación y esfuerzo. Por
ejemplo, Serge y Agnès, de Francia, tuvieron que realizar importantes cambios en
sus planes. “Cuando nos enteramos de que Agnès estaba embarazada —comenta
él—, se esfumó nuestro sueño de ser misioneros.” Serge, que ahora es padre de
dos hermosas niñas, explica lo que hicieron él y su esposa: “Como ya
no podíamos servir en el extranjero, nos propusimos ser ‘misioneros’ en nuestro
propio país, por lo que nos mudamos a un grupo de lengua extranjera”. ¿Qué
resultado ha tenido ese cambio? Serge contesta: “Nos sentimos muy útiles en la
congregación”.
Una hermana de más de 70 años llamada Odile, que también vive en Francia,
sufre de artrosis en las rodillas, por lo que no puede pasar mucho tiempo de pie.
Odile se sentía triste porque su salud ya no le permitía predicar de casa en casa.
Pero en vez de rendirse, se adaptó a sus circunstancias y empezó a predicar por
teléfono. “Es muy fácil y lo disfruté más de lo que me imaginaba”, comenta ella.
Este método de predicación le devolvió la alegría de participar en el ministerio.

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