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Capital de la Hospitalidad…
Desde las primeras luces del alba. Al altar del sacrificio esperaba al
animal.
Todo estaba preparado. Llegaba el matarife y se procedía a la matanza.
Terminada la labor, los fogones ya estaban ardiendo. La paila esperaba ser
alimentada por los enormes trozos de carne.
El chicharronero, empezaba su sudorosa labor. Vueltas y vueltas. La carne
se iba dorando.
Los deliciosos y reclamados chicharrones, estaban presto para ser
servidos y ofrecido a los comensales.