Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ESFAL/N/10
En las últimas dos décadas (1980 y 2000) se han presentado una serie de eventos y procesos
que han creado un ambiente más o menos alentador a la condición del sector forestal
guatemalteco, especialmente con el fortalecimiento del marco institucional y de políticas
vinculadas al sector, donde sobresalen la aplicación de algunos instrumentos de política como el
otorgamiento de concesiones forestales de Petén, la creación de incentivos de tipo económico
para actividades de reforestación y manejo del bosque natural; el desarrollo de cluster forestal,
el fortalecimiento de los procesos de descentralización y la organización y participación de
nuevos actores en el sector.
El sector forestal de Guatemala ha sido definido como “un subsistema del sistema económico
nacional, que sobre la base de motivaciones y decisiones socioeconómicas y ambientales
desarrolladas en torno de ecosistemas con distintos grados de intervención, cuyo componente
dominante son los árboles, genera múltiples bienes maderables y no maderables y servicios
ambientales, producto del desarrollo de un conjunto de actividades que se aplican de acuerdo a
un régimen de ordenación con objetivos bien definidos que pueden incluir la extracción y
aprovechamiento, la protección absoluta o la restauración de tierras forestales degradadas.
Estas acciones descansan sobre una plataforma institucional pública y privada que incluye los
ámbitos legal, financiero, académico y empresarial y que en conjunto determinan un desempeño
que se refleja en las cuentas nacionales“ (MAGA/PAFG, 2002).
Bajo ese concepto el sector forestal comprende un conjunto de actores (sector público, sector
privado empresarial, ONGs, pequeños, medianos y grandes propietarios individuales,
comunidades y grupos de campesinos propietarios colectivos de bosques, comunidades
beneficiarias de concesiones forestales otorgadas por el Estado; municipalidades que tienen bajo
su dominio tierras y bosques municipales) que se relacionan entre sí por intermedio de las
actividades de aprovechamiento, protección, comercialización, industrialización, entre otras);
recibe insumos (servicios primarios y secundarios como el transporte, financiamiento, seguros,
capacitación, publicidad, comunicaciones, entre otros) y genera productos para otros sectores en
el contexto del sistema económico nacional y global (bienes y servicios forestales).
En las cuentas nacionales no se tiene cuantificados los aportes en términos económicos de todos
los bienes no maderables y servicios ambientales generados por el sector forestal en benéficio
de la sociedad guatemalteca; sin embargo, partiendo del estudio sobre la determinación del
valor económico del Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas –SIGAP- (CATIE-CONAP, 2000),
dentro del cual está contenido más del 55 por ciento de la cobertura forestal del país, se ha
estimado el valor anual de los bienes no maderables y servicios ambientales del SIGAP,
estimado en 252 millones US$ anuales, de los cuales los bienes no maderables (flora, cacería)
representan 250 millones US$ anuales; y la función de sumideros de carbono76 millones US$
anuales.
En el plano social, más del 60 por ciento de la población depende de los recursos forestales,
especialmente de la leña, utilizada como fuente energética para la cocción de alimentos
principalmente en áreas rurales. Situación que ha sido corroborada con datos del inventario
forestal nacional (FAO-INAB 2004) donde se encontró que para el 65 por ciento de los
pobladores, uno de los principales usos de los productos y servicios del bosque, es para leña. El
consumo de leña se estimaba para 1,996 en 11 millones de m³/año, que significaba un valor de
US$300 millones de dólares, si esta tuviera que sustituirse por un derivado de petróleo.
(MAGA/PAFG, 2000c)
Otro de los aspectos importantes del sector es la condición de generador de empleos directos e
indirectos ligados a la producción y transformación de productos forestales.
La cobertura forestal del país al año 2002, ha sido estimada en 4 286 650 hectáreas, que
representan el 39,4 por ciento del territorio nacional; y de las cuales el 55.6 por ciento (2 383
460 ha) se encuentra dentro de áreas protegidas y el 44.4 por ciento (1 903 190 ha) se ubican
fuera de áreas protegidas. (INAB, CONAP; MAGA; UVG, 2004).
El Inventario Forestal Nacional refleja cifras similares de cobertura forestal, con una superficie de
4 046 016 hectáreas (INAB-FAO, 2004). Según esta última fuente; la cobertura forestal por
tipos de bosques es de 3 336 435 hectáreas de bosques latifoliados, que representan el 30.6 por
ciento de la cobertura total; 396 938 hectáreas de bosques de coníferas equivalentes al 3.7 por
ciento de la cobertura y 312 641 hectáreas de bosques mixtos para un 2.9 por ciento del total de
bosques.
La posesión o propiedad de los bosques esta definido básicamente por tres tipos de regímenes:
bosques de propiedad nacional 1 367 133 hectáreas equivalente al 37.8 por ciento; bosques
privados 1 531 133 hectáreas equivalente a 37.8 por ciento; bosques municipales y/o comunales
934 630 hectáreas, equivalente al 23.1 por ciento (INAB-FAO, 2004).
El 27,6 por ciento del territorio guatemalteco está cubierto por áreas protegidas legalmente
declaradas. El cuadro 4, presenta la distribución de las áreas protegidas en Guatemala en las
seis categorías de manejo reconocidas internacionalmente. La categoría con mayor extensión es
la de uso múltiples que incluye a la Reservas de la biosfera Maya y la Reserva de la biosfera
Sierra de las Minas como las más representativas.
La dinámica de la cobertura forestal se analiza, en este documento, desde el punto de vista del
cambio en el uso de la tierra, manejo de bosques y tala ilegal.
Las últimas estimaciones realizadas por FAO en el 2001, señalan una pérdida anual de cobertura
de 53 700 ha. Se considera como realista una cifra entre 50 000 a 60 000 hectáreas por año.
Sin embargo, resulta difícil deducir en que dirección han sido los cambios en la tasa anual de
deforestación; aunque comparando las diferentes categorías de bosques entre el mapa de
cobertura de 1992 y el de 1999; se visualiza que proporcionalmente la categoría que se está
perdiendo más rápidamente es la de coníferas. Loening, L; Markussen, (2003) generaron un
modelo econométrico para explicar el incremento en la deforestación per cápita en Guatemala
en el cual relacionan el área total de las microfincas1, la pobreza extrema rural, el rendimiento
del maíz como una variable para la productividad agrícola, el empleo rural no agrícola y la
educación, partiendo de una relación lineal entre variables; y encontraron que existe una
relación significativa entre el consumo per cápita de recursos forestales y la pobreza rural,
señalan que con una proporción creciente de la población rural en condiciones de extrema
pobreza, se da un incremento de la deforestación per cápita a nivel departamental.
El manejo de bosques naturales tomo auge a partir de 1,999 con la implementación de la política
de otorgamiento de concesiones forestales de Petén y últimamente con el otorgamiento de
incentivos económicos a la actividad, a través del Programa de Incentivos Forestales, y del
Programa de Apoyos Forestales Directos. Situación que ha contribuido a mantener la cobertura
forestal, lo cual es más evidente en las áreas concesionadas en Petén. Los bosques naturales
que se encuentran sometidos bajo algún sistema de manejo representan más de 500 000
hectáreas. Detalles del manejo de los bosques bajo manejo se presentan en secciones
posteriores de este documento.
La tala ilegal sigue siendo una de las causas de perdida de cobertura en Guatemala; y a criterio
de la Red de Manejo de Bosque Latifoliado de Honduras, este fenómeno representan un grave
problema para el sector forestal de Centro América, pues tiene implicaciones sobre los siguientes
aspectos: “causa pérdidas económicas a los países de la región; erosiona los mecanismos
formales de gobierno; impacta negativamente sobre los pobres rurales; desincentiva las
actividades de manejo forestal sostenible; y deteriora el recurso forestal de la región” (Del
Gatto, 2002).
En Guatemala se han realizado en la última década, importantes esfuerzos por apoyar el manejo
de los bosques naturales21, orientados principalmente a la generación de instrumentos de
apoyo, entre estos: el desarrollo de modelos simplificados para el manejo de coníferas (modelo
Centroamericano para el manejo de bosques de coníferas desarrollado e impulsado por
PROCAFOR); además del modelo simplificado para bosques latifoliados, elaborado e impulsado
por CATIE-CONAP con la elaboración de tablas, curvas y guías de apoyo a la planificación del
manejo, capacitación de recurso humano, así como la creación de incentivos de tipo económico
(PINFOR, Concesiones forestales, Apoyos Forestales Directos) para el manejo de bosques
naturales.
En la figura 5 el área que se muestra bajo manejo con Licencias corresponde solamente a
bosques sometidos a planes de manejo con una duración mayor o igual a tres años.
A finales del 2002 entró en operaciones de campo el Programa Piloto de Apoyos Forestales
Directos -PPAFD-, como parte del Programa de Apoyo a la Reconversión Productiva Alimentaria,
impulsada por el Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación, a través del cual el Estado
otorga incentivo económicos (US$55/ha durante 5 años) al manejo de bosques con fines de
protección. En el marco del PPAFD se incorporaron en el año 2002, un total de 10 000 hectáreas
de bosques naturales.
Las estadísticas tanto del INAB como del CONAP no muestran con claridad una tendencia
definida en torno a los bosques que se someten anualmente a un régimen de manejo forestal
“sostenible”. El área bajo manejo se incrementó significativamente a partir de 1999 con el
otorgamiento de las concesiones forestales de Petén, las cuales hoy representan la mayor
superficie de los bosques naturales bajo algún tipo de manejo y concentran la mayor cantidad de
bosque latifoliado. En el caso de los bosques de coníferas y mixtos el manejo se concentra
principalmente en las regiones I (Guatemala), II (Las Verapaces) y IV (Sur-oriente) y en
conjunto representan el 80 por ciento de los bosques manejados bajo la administración de INAB.
El Estado a través del Programa de Incentivos Forestales ha incorporado al manejo forestal
sostenible de 1998 al 2002 un total de 29 256 hectáreas (Base de datos del PINFOR 2003), lo
que representa una tasa de 7 314 ha por año. De mantener esa tendencia se estima que al año
2017 a través del PINFOR se habrán incorporado al manejo forestal sostenible por lo menos 150
000 hectáreas de bosque natural, que vendrán a sumarse a las 500 000 hectáreas de
concesiones forestales de Petén que ya están bajo manejo y las 50 000 hectáreas que tienen
como meta para los próximos cinco años el Programa de Apoyos Forestales Directos.
En Guatemala las plantaciones se han venido fomentando desde 1976 a través de diferentes
programas y/o proyectos y como producto de esos programas diseñados e implementados por
las distintas instituciones, INAFOR (1,974-1,988), DIGEBOS (1,988-1997) y a partir de 1997 por
INAB, en un periodo de 25 años se estima que se han plantado aproximadamente 71 mil
hectáreas; sin considerar las plantaciones de hule (Hevea brasilensis) que sobrepasan las 50 mil
hectáreas. Los alcances que han tenido los diferentes programas de reforestación se muestran
en la figura 6.
El Programa de Incentivos Fiscales, ha sido el de mayor permanencia con más de 20 años; sin
embargo, con éste Programa solamente se logró plantar alrededor de 20,000 hectáreas, lo cual
contrasta con lo alcanzado por el actual Programa de Incentivos Forestales –PINFOR-, que en
sus primeros cinco años ha rebasado lo logrado por los otros programas, lo cual muestra la
efectividad de este instrumento de política.
EL PINFOR desde sus inicios en 1997 ha generado una dinámica en torno al establecimiento de
plantaciones forestales alcanzando a establecer al año 2002 un total de 33 900 hectáreas que
representan una tasa promedio de 5 600 ha/año, duplicando la máxima tasa anual alcanzada
por Programas de reforestación anteriores.
La tendencia también puede ser influenciada por algunos cambios en los factores sociales o
ambientales que pueden generar modificaciones a corto plazo en las actividades inherentes al
establecimiento de plantaciones forestales o pueden desplazar el ritmo de plantación hacia una
línea de tendencia diferente. Así por ejemplo, si las plantaciones se convierten en una opción
viable para los proyectos conexos con la retención de carbono, puede despertar mayor interés
en otros sectores (caficultores, azucareros) por los beneficios adicionales por fijación de carbono.
Otra opción puede ser el desarrollo de mercados nacionales de servicios ambientales por el
vínculo hidrológico forestal.
En Guatemala el principal producto extraído de los bosques sigue siendo la madera (con fines
industriales o energéticos). Los registros de INAB y CONAP muestran que de la madera que se
cosecha anualmente con autorización de éstas instituciones, prácticamente la mitad va para la
industria y la otra mitad se destina para consumo energético (figura 7). El volumen promedio de
la madera cosechada de 1999 al 2001 con destino a la industria forestal nacional, fue de 575
000 m3 (anexo 2); a esta cifra hay que sumarle los volúmenes cosechados en forma ilícita (tala
ilegal), los cuales según estimaciones realizadas por Arjona (2003) son del 30 al 50 por ciento
del volumen cosechado por año; lo que nos da un volumen entre 724 100 a 862 500 m3.
En el caso de la leña, el volumen promedio autorizado de 1999 al 2001 fue de 404 837 m3; sin
embargo, estimaciones realizadas por Sandoval (FAO, 2002a) señalan que el consumo de leña
en 1999 fue de 13,8 millones de m3. Esta situación muestra por un lado que la leña sigue siendo
la principal fuente energética para la cocción de alimentos en la gran mayoría de familias
guatemaltecas, principalmente del área rural; y por otro lado muestra que existe poco control de
las instituciones de la administración forestal pública sobre la madera destinada para leña en el
país.
Del total de madera que se procesa en la industria, el 68 por ciento se destina a madera
aserrada, 14 por ciento a madera elaborada, 8,6 por ciento a chapas terciadas y aglomeradas y
un 9,4 por ciento a manufacturas varias. Se estima que cerca del 70 por ciento de la madera
que se procesa proviene de bosques naturales de coníferas.
Los principales productos de exportación durante los últimos 3 años han sido: la madera
aserrada, los muebles de madera, las piezas para construcciones, los asientos y la madera
contrachapada, chapada y estratificada, madera densificada, tableros de partículas (INAB,
boletín de estadísticas 1999, 2000, 2001).
La capacidad productiva de los bosques naturales varía en función de los tipos de bosques, es
decir si se trata de bosques latifoliado o bien de coníferas o mixtos. Datos del inventario nacional
(INAB-FAO 2004), muestran que el volumen promedio de madera para aserrío (diámetro > 20
cm) de los bosques naturales, varía de 28.72 a 47.4 en metros cúbicos por hectáreas (cuadro
2).
Según cifras del inventario forestal nacional, el volumen potencial comercial a nivel nacional para
árboles mayores de 20 centímetros de diámetro a la altura del pecho (dap) para 31 especies
latifoliadas, esta alrededor de 39 249 847 m3, y para las coníferas se ha estimado en 21 855
003 m3. Cabe señalar que las especies latifoliadas se distribuyen en un área mucho mayor y
poseen un menor volumen por hectárea que las coníferas.
Entre los productos no maderables, los que presentan mayor relevancia en función de los
ingresos que generan son: el chicle (Manilkara achras) ; el xate (Chamaedorea sp) y la pimienta
gorda (Pimienta dioca). Se mantiene la tendencia histórica de ser éstos los principales productos
no maderables; y si bien en los últimos diez años han surgido nuevos productos, éstos
presentan valores poco significativos en relación a los anteriores.
La producción forestal y los servicios ambientales en Guatemala, han seguido un curso distinto,
toda vez que los servicios ambientales constituyen un tema de reciente inclusión en nuestro
medio y que requiere en el caso de los servicios ambientales una discusión abierta y amplia con
todos los sectores involucrados de la sociedad, a fin de que se constituya en un mecanismo del
Estado para encontrar los aliados necesarios y reducir los niveles de conflictividad con respecto a
la mejor utilización de los recursos naturales.
La gestión de los servicios ambientales vinculados al bosque, principalmente los relacionados con
la provisión de agua, cobran cada vez mayor importancia por los conflictos generados entre las
comunidades beneficiarias de los servicios y los propietarios o poseedores de los bosques,
llegando a ser en muchos casos una fuente de conflictos sociales. Esta situación hace prever la
necesidad de que el Estado desarrolle e implemente en el mediano plazo una política de pago
por servicios ambientales.
El interés del Estado por reconocer y compensar económicamente a los poseedores de bosques
por los servicios ambientales que éstos prestan a la sociedad, se ha incrementado en los últimos
cinco años, y a través de diferentes programas y proyectos implementan instrumentos y
mecanismos para compensar la producción de servicios ambientales provenientes de recursos
naturales, entre estos: a) el Programa de Incentivos Forestales a través de sus dos componentes
de manejo de bosques y de manera más directa a través del componente de manejo de bosques
con fines de protección; b) el Programa de Apoyo a la Reconversión Productiva, Proyecto Piloto
de Apoyos Forestales Directos -PPAFD- por medio del cual se hizo efectivo el pago en el 2002
por servicios ambientales generados en 10 000 hectáreas de bosques naturales en áreas
estratégicas para la captación hídrica en altiplano del país.
Lo anterior hace suponer que habrá un creciente interés por incorporar bosques naturales a
manejo con un enfoque de mantener y/o mejorar los servicios ambientales que éstos prestan.
De hecho el 51 por ciento de los bosques naturales incentivados con PINFOR hasta el año 2001,
tienen como objetivos inmediatos la protección de la masa boscosa (garantizar la provisión de
servicios ambientales) y el 49 por ciento tiene objetivos de producción de bienes maderables.
Esto muestra la importancia que el tema ha cobrado; sin embargo es necesario revisar la forma
en que están estructurados esos mecanismos de compensación (contemplan un pago directo por
hectárea durante 5 años), porque queda en duda la sostenibilidad del mecanismo a partir del
quinto año de compensación.
Cerca del 90 por ciento del total de madera que se cosecha cada año tiene como destino el
mercado interno y solamente un diez por ciento se exporta; es conocido que la mayor parte de
la madera cosechada, es utilizada para uso doméstico como leña principalmente (PAFG-IARNA.
2002), y el resto se destina esencialmente a la industria de primera transformación (aserrío).
Muchas empresas operan en mercados tradicionales o de baja calidad y bajo valor agregado
(como el mercado interno y El Salvador), y no utiliza información estratégica para detectar
oportunidades de aumentar ganancias con nuevos productos, en nuevos mercados o
combinaciones de estos. Esto significa que la empresa no moderniza y produce poco valor
agregado, logrando poca ganancia. (MAGA/PAFG, 2003b).
El carácter del mercado interno es en parte formal, pero parte importante es también informal y
no se registra en estadísticas. Esto incluye el comercio ilícito de madera, y el consumo de uso
doméstico (consumo familiar) del cual se desconoce con exactitud su magnitud, aunque según
los registros del INAB, el volumen de madera autorizado para consumo familiar en el año 2000
fue de 45 000 m3, pero esto solo refleja una parte de dicho consumo.
El mercado externo para Guatemala básicamente está definido por el tamaño de las
importaciones y exportaciones, y las tendencias en las mismas (anexos 2 y 3 ).
El volumen de las exportaciones registradas en el 2000, excluyendo papel y cartón fue de 46,2
miles de TM por un monto de US $30 millones; mientras que la importación registrada para ese
mismo año, excluyendo papel y cartón fue de 28,0 miles de TM (US$6.7 millones); en el año
2001 las exportaciones en éstos mismos rubros fueron de 69,8 miles de TM (US$31.9 millones)
y las importaciones fueron de 35,5 TM que representó US$7,9 millones como se muestra en los
anexo 3 y 4 (MAGA/PAFG, 2003b).
El mercado de servicios ambientales es por ahora muy débil debido a que no se tiene suficiente
información sobre los costos por el pago del servicio. A pesar de esfuerzos realizados por el
PAFG en el año 2,000, en la conformación de un grupo interinstitucional para abordar el tema se
tuvieron algunos avances, pero el trabajo desarrollado hasta el momento se presenta de forma
fragmentaria e individual. En consecuencia, se tienen algunos estudios sobre la forma de valor el
servicio que presta el agua, en diversos ámbitos como las cuencas y algunas regiones como en
el departamento de Alta Verapaz y una propuesta de Ley para valorar los Servicios Ambientales
en Guatemala. El problema radica en la falta de propuestas como nación y se visualiza la falta de
interés político en los gobiernos para impulsar acciones para valorar económicamente los
servicios ambientales.
Si bien no hay un mercado definido para los servicios ambientales, existen instrumentos de
política que de alguna manera reconocen el valor de los servicios ambientales y se han
constituido en mecanismos de compensación; entre éstos cabe mencionar al Programa de
Incentivos Forestales (PINFOR) que incluye entre sus justificaciones el reconocimiento de la
generación de servicios ambientales y que tiene la modalidad del pago por manejo de bosques
con fines de protección y mantenimiento de los servicios ambientales; otro instrumento es el
Programa Piloto de Apoyos Forestales Directos a través del cual el Estado reconoce y compensa
a los dueños de bosques de las partes altas de las cuencas del altiplano central por los servicios
ambientales que los bosques prestan. Otras iniciativas de intervención más específicas, sobre el
pago a la conservación de la cobertura forestal de zonas de captación y recarga hídrica se
estudian en este momento, en base a la ubicación estratégica de estas zonas.
La intervención del Estado en el nivel local también debe partir del conocimiento técnico de los
procesos de que se trate. Para ilustrar el punto, cualquier intervención del Estado en el arbitraje
en la conflictividad del uso del agua debe partir del conocimiento específico. Por ejemplo, se
sabe que la eliminación de la cobertura forestal de la Sierra de las Minas incrementaría las
crecidas en la época lluviosa hasta en un 60%, aumentando la vulnerabilidad a los desastres por
deslizamientos e inundaciones; y reduciría los caudales entre un 10 a 20 por ciento en los meses
secos, agudizando los problemas de sequía, ya propios de la zona del valle del Motagua (FIPA,
2002a).
Según las estadísticas del (INAB, 2001) y del BANGUAT, Guatemala en el año 2001 comercializó
productos forestales (exportando o importando) con más de 83 países por un monto total de
US$ 41 millones de exportación y US$ 364 en importación; lo que da una balanza comercial
negativa por US$ -323 millones.
Según Glaudemans (MAGA/PAFG, 2003b), es posible que el déficit en la balanza comercial del
sector forestal en Guatemala, se encuentre sobrestimado, puesto que el tamaño del rubro
“papel” domina y a su vez esconde las cifras comerciales del conjunto de productos forestales.
De esa manera, al analizar la balanza comercial de los rubros de madera, pulpa y muebles, sin la
distorsión que provoca el rubro papel y cartón, se determinan que esta ha sido positiva para el
período analizado (anexos 3 y 4). Se destaca el hecho que el valor de las exportaciones del
subgrupo madera y muebles muestran una tendencia creciente de un 53 por ciento desde 1994
al año 2001.
La participación de la silvicultura en el PIB nacional hasta ahora ha sido marginal, sin embargo,
en los últimos años muestra una tendencia de crecimiento que hace diferencia de lo que se
observa en el sector agropecuario y más aún en el sector agrícola que en el año 2001 presentó
un crecimiento negativo (figura 9).
La etapa de construcción de la Paz está marcada por fuertes demandas para aumentar la
participación ciudadana en la toma de decisiones sobre el desarrollo. Los grupos interesados en
y afectados por la conservación de los recursos naturales no escapan a esta tendencia.
Organizaciones no gubernamentales, organizaciones locales de usuarios, asociaciones gremiales,
alcaldías exigen espacios y diseños institucionales para participar en la toma de decisiones y en
la ejecución de las acciones de manejo y conservación (CONAP, 1999).
Existe un interés creciente de los actores del Sector forestal por una mayor participación activa,
lo cual demanda ajustes de las instituciones del Estado responsables de la administración
Forestal para proporcionar esos espacios de participación en foros temáticos, Mesas de
Concertación, Oficinas Forestales municipales, o a nivel de la dirección de las instituciones. De
hecho la estructura administrativa del INAB tiene en su más alto nivel (Junta Directiva) a
organizaciones de la sociedad civil, Universidades, ONG´s ambientalistas, Gremial Forestal,
municipalidades. Esta situación otorga una mayor participación a los actores del sector forestal,
en la toma de decisiones en la implementación de las políticas forestales.
Estimaciones realizadas para el año 1999 indican que la actividad de silvicultura e industria
forestal generó un total de 36 878 empleos directos, que equivale al 1.05 por ciento de la
población económicamente activa para ese año (MAGA/PAFG, 2000a). En el sector forestal la
mayor generación de empleo lo representa la industria forestal.
Otro efecto positivo es que los salarios promedio de la actividad silvícola e industria forestal, son
mayores a los de otras áreas del sector agropecuario, lo cual representa mayores ingresos para
los pobladores vinculados a la actividad forestal.
La situación de los recursos forestales muestra que los avances que se han dado en el sector
forestal en la última década, han estado entorno a la implementación de mecanismos para
incentivar el establecimiento de plantaciones forestales y el manejo del bosque natural; donde
sobresale el Programa de Incentivos Forestales, y el marco institucional generado con la actual
Ley Forestal (Decreto 101-96); que ha creado mayores espacios de participación para los
actores del sector forestal.
Existe una tendencia a una mayor participación social en el sector forestal, toda vez que se
observa mayor interés en la administración forestal a nivel nacional y local, prueba de ello son
los procesos de Concesiones Forestales en Petén y el surgimiento de un mayor número de
organizaciones de productores forestales; así como la existencia de foros de discusión y análisis
como la Mesa de Concertación y Política Forestal de las Verapaces; y el Consejo Nacional de
Estándares de Manejo Forestal Sostenible para Guatemala.
La mayor cantidad de la producción forestal maderable (más del 80 por ciento) se destina al
mercado nacional, el cual es poco exigente en calidad.
Los principales mercados externos para los productos forestales siguen siendo El Salvador,
México, E.E.U.U, República Dominicana y Honduras. Los productos forestales no maderables
tienen como principales compradores a la Unión Europea, Estados Unidos y Japón. En cuanto a
los servicios ambientales, el mercado es por ahora muy débil debido a que no se tiene suficiente
información sobre los costos por el pago del servicio. El problema radica en la falta de
propuestas como nación y se visualiza la falta de interés político en los gobiernos para impulsar
acciones para valorarlos económicamente.
La balanza comercial sigue siendo deficitaria para el país; sin embargo, se observa desde 1994
una tendencia creciente en la exportación en el sub rubro de madera y muebles.
La leña se mantiene como el producto forestal de mayor demanda a nivel nacional, como fuente
de energía calórica, para el 65 por ciento de la población, principalmente para la población del
área rural y especialmente para usos domésticos.
1
Microfincas = unidades de producción agrícola no mayor de 0.7 hectáreas
2
2. Entiéndase por manejo de bosques naturales, aquellas áreas que cuentan con un plan de
actividades de protección, uso, regeneración, mejoramiento de sus recursos forestales; bajo la
“tutela” de un servicio forestal, INAB o CONAP.
3
Madera aserrada y elaborada incluye flejes, madera apuntada, aserrada, y madera para pisos
(SAC 44.04+44.07+44.09).