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Fernández Arroyo
(coordinador)
DERECHO
INTERNACIONAL
PRIVADO
DE LOS ESTADOS
DEL MERCOSUR
ARGENTINA, BRASIL, PARAGUAY, URUGUAY
Autores:
Fernando Aguirre Ramírez
Jorge R. Albornoz
Nádia de Araújo
Miguel Armando
Adriana Dreyzin de Klor
Diego P. Fernández Arroyo
Cecilia Fresnedo de Aguirre
Delia Lipszyc
Claudia Lima Marques
María Blanca Noodt Taquela
Beatriz Pallares
Roberto Ruiz Díaz Labrano
Amalia Uriondo de Martinoli
Eduardo Vescovi
Prólogos:
Erik Jayme y Didier Opertti Badán
ZAVALÍA
Editor
© Copyright 2003, by Víctor P. de Zavalía S.A.
Alberti 835, 1223 Buenos Aires
Diseño de tapa: Gustavo Pedroza
Corrección: Inés Oliveira
Composición: Silvana Ferraro
Impreso en la Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723
ISBN: 950-572-626-0
Capítulo 3
75. Durante mucho tiempo fue posible decir que cada Estado, en vir-
tud de su carácter independiente y soberano, era absolutamente libre de
140 DIEGO P. FERNÁNDEZ ARROYO (COORDINADOR)
3. Inmunidad de jurisdicción
80. En la realidad operativa del DIPr, los problemas que hemos men-
cionado se dan con mucha frecuencia. Sin embargo, siguen siendo muy
pocos los ordenamientos jurídicos que contienen una reglamentación
adecuada y completa de ¡os mismos dentro de sus sistemas de jurisdic-
ción internacional. Lo que sí existe habitualmente es una reglamentación
de todas o algunas de esas cuestiones en el orden interno, es decir, de los
problemas "similares" a los indicados que tienen lugar dentro de un mis-
mo Estado, en el marco del derecho procesal nacional.
La escasez o lisa y llana carencia de normas específicas para supues-
tos internacionales provoca que muchas veces la solución de éstos se ba-
se (al menos teóricamente) en una supuesta aplicación analógica de las
normas previstas para los casos internos, a todas luces inapropiada. Es
evidente que tal analogía, si es que existe en algún grado, es demasiado
tenue como para justificar dicha solución. En los casos internos, la juris-
dicción (entendida ahora como esa función esencial del Estado que con-
siste en resolver las controversias judiciales de manera efectiva y no co-
mo el título concreto para la actuación de un juez o tribunal en un caso
concreto -competencia-) es una sola y, en consecuencia, existe una au-
toridad judicial superior común encargada de resolver los eventuales
conflictos de competencia y, de uno u otro modo, la efectividad de la de-
cisión que se adopte queda garantizada. Incluso las normas procesales
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que rigen esos casos internos son las mismas en todo el Estado para gran
parte de los ordenamientos; y, cuando esto no es así, como en el caso de
Argentina donde la legislación procesal corresponde a las provincias, la
solución única y efectiva viene dada por la instancia judicial suprema.
Por el contrario, los casos internacionales, por definición, se vinculan
con distintas jurisdicciones y lo que se decide en cualquiera de ellas no
vincula para nada a las autoridades de las demás, salvo que existan nor-
mas internacionales que así lo establezcan.
82. Las normas que atribuyen jurisdicción para los casos de DIPr
obligan exclusivamente a los jueces y tribunales del Estado que las ela-
bora -cuando se trata de normas que pertenecen a la dimensión autóno-
ma de los sistemas de DIPr-, o de los Estados que forman parte del sis-
tema convencional o institucional que las contiene. Esto es así porque
siendo la jurisdicción una cuestión en la que está implicado el ejercicio
de una de las funciones esenciales del Estado, resulta impensable que un
juez pueda considerarse competente en función de lo que establezcan las
normas de jurisdicción vigentes en otros Estados y no en el suyo; cosa
bien distinta es que dicho juez pueda tomar en consideración las normas
de jurisdicción extranjeras para modular su actividad en determinadas
circunstancias, como pueden ser las que se dan cuando se presenta una
demanda ante él en un supuesto en el cual un ordenamiento extranjero
dispone la jurisdicción exclusiva de sus jueces y tribunales: La formula-
ción aparentemente multilateral de las normas de jurisdicción conteni-
das en los sistemas autónomos no debe confundirnos: aunque una nor-
ma del sistema argentino de jurisdicción internacional establezca, por
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ejemplo, que son competentes en materia de contratos los jueces del lu-
gar de cumplimiento o los del lugar del domicilio del demandado a elec-
ción del actor (ver Cap. 25.V.1.A), tal precepto sólo obliga a los jueces
argentinos, y si en un caso concreto los lugares indicados se encuentran,
por ejemplo en Venezuela, el juez venezolano será competente o no se-
gún lo que digan sus normas de jurisdicción y no por el mandato de la
mencionada norma argentina. Esto significa que por más que en algunos
sistemas estatales las normas de jurisdicción internacional se redacten de
forma multilateral, debemos tomarlas como reglas unilaterales, exclusi-
vamente dirigidas a los jueces del Estado que las dicta.
Cuando las normas de jurisdicción aparecen en convenciones interna-
cionales o en textos supranacionales, cobra sentido esa formulación
multilateral, aunque, obviamente, esas normas no vinculan a cualquier
juez sino únicamente a los de los Estados donde está vigente la conven-
ción internacional o que forman parte de la organización supranacional.
Es en este sentido que se ha dicho que mientras las normas de jurisdic-
ción autónomas "atribuyen" jurisdicción, las convencionales e institu-
cionales "distribuyen" la jurisdicción entre los Estados que forman par-
te del sistema implicado (González Campos).
Puede pensarse que tal afirmación no aporta mucho. Sin embargo,
sirve para analizar el alcance de lo que planteábamos en el epígrafe an-
terior, en relación con los problemas que suelen producirse en torno de la
determinación del juez competente. Nos referimos a que en los sistemas
estatales es difícil dar una solución totalmente satisfactoria a cuestiones
tales como la derogatio fori o la litispendencia y la conexidad interna-
cionales. Esto es así porque aun cuando en dichos sistemas se prevean
normas específicas para solucionar estos problemas, las mismas sólo
vincularán a los propios jueces y no a los jueces de los demás países im-
plicados en el caso. Con lo cual, podría llegar a suceder, por ejemplo,
que en un país se acepte que la sumisión expresa a tribunales extranje-
ros impide la actuación de los propios jueces, quienes se verían obliga-
dos a inhibirse de actuar (salvo sumisión tácita del demandado -que deja
sin efecto la sumisión expresa anterior-), y que dicho pacto de elección
del juez competente no sea considerado válido después por éste.
En cambio, en los sistemas de jurisdicción convencionales o institu-
cionales los casos son distribuidos entre las distintas jurisdicciones y es-
ASPECTOS CENERAI.ES DEL SECTOR DE LA JURISDICCIÓN INTERNACIONAL 151
rias. Pero no debe perderse de vista que en los tratados en los cuales se
reconoce la facultad de las partes de elegir de común acuerdo ei juez
competente para dilucidar sus controversias (como el Protocolo merco-
sureño de Buenos Aires sobre jurisdicción internacional en materia con-
tractual o las Convenciones europeas de Bruselas y Lugano) dicho acuer-
do prevalece incluso sobre el foro general del domicilio del demandado.
Es decir que si las partes, en las condiciones previstas por dichos textos,
han designado competentes a los jueces de un Estado, éstos serán los
únicos competentes, borrando todos los demás foros posibles, salvo que
exista un acuerdo expreso o tácito posterior que cambie o deje sin efec-
to la elección anterior.