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UNIVERSIDAD DEL VALLE SEMINARIO FILOSOFIA DEL LENGUAJE I

FACULTAD DE HUMANIDADES PROF. Nelson Jair Cuchumbé


DPTO. DE FILOSOFIA

NOMBRE: Ángel David Silva Polo


CODIGO: 1125336
FECHA: 04/04/2013

Los prejuicios como condición de la comprensión


Rehabilitación de autoridad y tradición

“Si se quiere hacer justicia al modo de ser finito e histórico del hombre es necesario
llevar a cabo una drástica rehabilitación del concepto de prejuicio y reconocer que
existen prejuicios legítimos” (Cfr. Gadamer, VM, pág. 334).

Con la rehabilitación del concepto prejuicio y el reconocimiento de la existencia de


prejuicios legítimos se desprende el problema epistemológico clave de la hermenéutica
y su pregunta central: “¿en que puede basarse la legitimidad de los prejuicios? ¿En que
se distinguen los prejuicios legítimos de todos los innumerables prejuicios cuya
superación representa la incuestionable tarea de toda razón critica?”.

En la época de la ilustración donde se tenía por presupuesto base, que se podía proteger
el uso de la razón de cualquier error, si se le da un uso metódico y disciplinado a esta. A
partir de esto se empezó a desprestigiar el concepto de prejuicio, y desde un propósito
crítico se empezó a elaborar una teoría de los prejuicios, en donde se da una distinción
de estos, basada en la “oposición excluyente de autoridad y razón” donde lo que se
busca combatir es la inclinación preconcebida de lo antiguo y la autoridad
(entendiendo lo antiguo y la autoridad como la filosofía Aristotélica y la biblia). Esta
distinción se da en la división de los prejuicios: en prejuicios de autoridad (“La
autoridad como la culpable de que no se llegue siquiera a emplear la propia razón”); y
prejuicios por precipitación (“La precipitación como fuente de equivocación que induce
al error en el uso de la razón”). Con la Reforma de Lutero se da el florecimiento de la
hermenéutica que “enseñara a usar correctamente la razón en comprensión de la
tradición”.

“La autoridad no se otorga sino que se adquiere, y tiene que ser adquirida si se quiere
apelar a ella” (Cfr. Gadamer, VM, pág. 347).

Con esta oposición excluyente de autoridad y razón presentada en la Ilustración, se da


paso a un rechazo por la autoridad y se empieza a deformar el concepto de autoridad,
atribuyéndole el significado de una obediencia ciega. Un significado más acertado del
concepto de autoridad no tiene que ver con una obediencia, si no con un acto de
conocimiento y reconocimiento, es decir, en la autoridad hay un reconocimiento, una
acción razonable, en la que se reconoce al otro como autoridad no en el sentido de una
obediencia, sino que se reconocen unos conocimientos. Se reconoce al otro porque tiene
un juicio superior, una visión más amplia; en otras palabras porque sabe más.

Para depurar la esencia del concepto de autoridad de esa deformidad que se le dio en la
Ilustración, este concepto se empezara a tratar desde otros contextos que buscan
liberarse de los extremismos de la Ilustración. Para esto se empieza a sostener en la
crítica del Romanticismo y la forma de autoridad defendida por este: la tradición.

“Lo consagrado por la tradición y por el pasado posee una autoridad que se ha hecho
anónima, y nuestro ser histórico y finito está determinado por el hecho de que la
autoridad de lo trasmitido, y no solo lo que se acepta razonadamente, tiene poder sobre
nuestra acción y sobre nuestro comportamiento” (Cfr. Gadamer, VM, pág. 348).
Llamamos tradición al fundamento de validez que determina nuestras costumbres
(instituciones y comportamiento). Sin embargo esta oposición abstracta que se da entre
el Romanticismo y la Ilustración se presenta como condición para la comprensión
Romántica de la tradición, volviéndola ambiguo, tanto como el concepto de tradición
que se deformo en la Ilustración. En el Romanticismo se comprende la tradición como
“lo contrario de la libertad racional”, su validez no necesita de un carácter racional ya
que nos determina mudamente. “La tradición es la contrapartida de la libre
autodeterminación.

“La tradición es esencialmente conservación, y como tal nunca deja de estar presente en
los cambios históricos” (Cfr. Gadamer, VM, pág. 349).

La tradición es conservación y como tal un acto de la razón. No hay una oposición de la


tradición con la razón. La tradición autentica requiere de una capacidad de permanencia
frente a lo que ya está dado, la tradición se afirma, se asume y se cultiva.

Bibliografía.

Hans George Gadamer, Verdad y método I, Sígueme Salamanca, 1984, pp. 344 - 353.

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