Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Curso de Bodas de Cana
Curso de Bodas de Cana
El primer libro de la Biblia se llama el Génesis segú n un término griego que significa
origen, ya que en ese libro Dios nos dice algo muy importante sobre el origen del
mundo, del hombre, del mal, pero también de la esperanza (en los primeros 11
capítulos) y sobre el origen del pueblo elegido (del capítulo 12 al 50)
DOS RELATOS:
El primer relato da la impresió n de que al principio todo era agua y que la obra del
Creador consistió en separar las aguas para que saliera la tierra como una isla. Esto
puede recordar la patria de Abraham, Mesopotamia, tierra constantemente
amenazada de inundaciones. El segundo relato da la impresió n contraria de que
primero todo era seco y á rido. En su bondad Dios hace brotar un manantial y así nace
un oasis, luego aparecen á rboles y ríos. Es el contexto geográ fico de Palestina, donde
las escasas lluvias son bienvenidas como una bendició n divina.
El primer relato presenta la obra del Creador dentro de una semana completa de
trabajo, mientras que el segundo relato no indica ninguna manera de duració n de la
creació n.
El primer relato hace aparecer al hombre al final de la creació n, al sexto día, mientras
que en el segundo relato el hombre ya está al principio.
Después de una lectura atenta de los dos relatos podemos concluir que no han sido
escritos en la misma época. El má s antiguo debe ser el segundo, ya que su concepto de
Dios no tiene todavía la profundidad que tiene el primero. La mayoría de los
especialistas del Antiguo Testamento opinan que el primer relato ha sido escrito por
un grupo de sacerdotes inspirados, durante o después del exilio a Babilonia (6 siglos
A.C.) y que el segundo lo fue por unos profetas o escribas de Jerusalén, en tiempos de
Salomó n (siglo 10 A.C.). Sin embargo ambos relatos tuvieron como base tradiciones
orales, es decir enseñ anzas transmitidas de padres a hijos por añ os y siglos.
Ya veremos que el Génesis ha sido escrito por varias personas y en tiempos distintos.
Es una primera dificultad para el estudio de este libro. Vemos también que la Biblia
se expresa a través de distintas formas o géneros literarios. Aquí por ejemplo tenemos
dos formas: un himno y una historia popular; fuera de estas dos, hay muchas formas
de hablar y de escribir en la Biblia, muy
En aquellas pá ginas sagradas hay enseñ anzas muy importantes no solamente para
nuestros antepasados del Antiguo Testamento, sino también para los cristianos de
todos los siglos.
1. Existían cuentos que relacionaban la creació n del mundo y del hombre con una
lucha sangrienta entre dioses y diosas ambiciosas. Contra esas creencias la Biblia nos
enseñ a estas verdades fundamentales: HAY UN SOLO DIOS, ES ETERNO, LO CREÓ
TODO CON AMOR, POR SANTA PALABRA. (Léase C, 1-2)
2. La gente acostumbraba adorar animales, por ejemplo vacas, toros, pá jaros. Contra
tales desviaciones la Biblia afirma que TODOS LOS SERES VIVIENTES SON
CRIATURAS DE DIOS; por lo tanto, NO SON DIOSES, no tienen derecho a recibir un
culto de parte del hombre.
3. Se adoraba al sol, la luna y las estrellas. Ante ello, la Biblia dice que TODOS LOS
ASTROS SON OBRAS DE DIOS Y ESTAN AL SERVICIO DEL HOMBRE, es decir
marcan los tiempos, alumbran sobre la tierra.
6. Hay otras enseñ anzas importantes, sobre el hombre y la mujer que se estudiará n en
el .
MENSAJE ACTUAL:
Hoy día pocos hombres siguen creyendo que Dios es el sol o algú n animal; sin
embargo, el hombre moderno sí continú a creá ndose ídolos o falsos dioses, sean ellos
el poder y el dinero, el placer desordenado del sexo o del alcohol. Sabemos también
que los “ídolos” siempre encuentran sus fieles servidores. (Má s adelante veremos que
son “Poderes Endiosados” que niegan los valores del evangelio y có mo los espíritus
del mal se han apoderado de estructuras e instituciones a las que han contaminado y
se ha encarnado en ellas de modo que el sujeto en sí no logra discernir la situació n.
Véase Efesios 6,12)
A todos nosotros la Biblia nos dice aquí y para siempre que HAY UN SOLO DIOS,
CREADOR DE TODOS Y DE TODO. Entonces todo fuera de É l es creado y debe ser
tratado como criatura y no como Dios.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
2. Todo lenguaje simbó lico exige ser descifrado… Hacer de él una lectura al pie de la
letra equivale a quedar condenado a no entender nada del sentido profundo
escondido bajo la letra. Como dice San Pablo, “la letra mata, el Espíritu da Vida” (2
Corintios 3, 6).
a) Una fase “negativa”: sin destruir su sabor poético, hacer una lectura crítica del texto
y de las representaciones simbó licas en las que está encerrado el mensaje.
apariencias. No se trata, claro está , de reducir a meros símbolos todos los sucesos
histó ricos, sino de hallar la significació n de los acontecimientos del pasado, su sentido
para el hombre de hoy.
3. Cierto que cada palabra de la Biblia es tan Palabra de Dios como las otras. Pero la
Biblia no es só lo Palabra de Dios, sino Palabra de Dios por boca de hombres y para
hombres. Y así como a una persona só lo la comprendemos perfectamente en funció n
de su ambiente, así también a los escritores bíblicos… cada época tiene su propia
problemá tica respecto de Dios, ya sí los escritores inspirados que Dios enviaba a su
pueblo en diferentes tiempos, querían dar respuestas a las preguntas planteadas en la
respectiva época.
La Sagrada Escritura tiene un cará cter que trasciende el tiempo, por lo cual el mensaje
vale invariablemente para los hombres de todos los tiempos. Pero no es menos cierto
que los autores bíblicos querían contestar a las preguntas que les hacían sus
contemporá neos y no a las que nosotros les proponemos. Una de las leyes
fundamentales de toda recta interpretació n de la Escritura nos dice que no debemos
buscar en ésta, una respuesta que los escritores bíblicos no conocían o que no les
interesaba.
Antes que los montes fuesen engendrados, antes que naciesen la tierra y el mundo,
desde siempre hasta siempre Tú eres Dios. (Salmo 90,2)
Cuando creó el Señ or sus obras desde el principio, desde que las hizo, les asignó su
puesto. Ordenó para la eternidad sus obras, y desde sus comienzos para todas sus
edades. Ni tiene hambre ni se cansan, y eso que no abandonan su tarea. Ninguna choca
contra otra, jamá s desobedecen su Palabra. (Eclesiá stico 16, 26-29)[EL MUNDO,
PALABRA DE DIOS]
* Alabado seas, mi Señ or, con todas tus criaturas, especialmente el hermano sol, el cual
hace el día y nos da la luz. Y es bello y radiante con gran esplendor.
* Alabado seas, mi Señ or, por la hermana Luna y las estrellas; en el cielo las has
formado claras, y preciosas, y bellas.
* Alabado seas, mi Señ or, por el hermano viento, y por el aire, y nublado, y sereno, y
todo tiempo, por el cual a tus creaturas das sustentamiento.
* Alabado seas, mi Señ or, por la hermana agua, la cual es muy ú til, humilde, preciosa y
casta.
* Alabado seas, mi Señ or, por el hermano fuego, con el cual alumbras la noche, y es
bello, y jocundo, y robusto, y fuerte.
* Alabado seas, mi Señ or, por nuestra hermana madre tierra, la cual nos sustenta y
gobierna y produce diversos frutos con flores y hierbas…
D. CUESTIONARIO:
Ya sabemos que la Biblia empieza en el Génesis con dos relatos de la creació n. Ambos
textos hablan de la creació n del hombre, pero cada uno a su manera. Empezaremos
con el segundo, por ser el má s antiguo.
El versículo 7 del capítulo 2 presenta a Dios como alfarero modelando al hombre con
tierra. No cabe duda, es una manera de hablar. ¿Qué significa? Busquemos la respuesta
en la misma Biblia, es el mejor método, explicar la Biblia con la Biblia.
Leamos primero lo que dicen Eclesiá stico 33, 13 y Romanos 9, 20-21. De estos textos
resulta bastante fá cil descubrir qué es lo que quiere decir el narrador. A través del
ejemplo corriente del alfarero quiere enseñ ar algo profundo y grande sobre Dios: su
soberana libertad. En otros términos, Dios dio al hombre la forma que É l quiso darle.
Este mismo ejemplo nos dice algo también sobre el hombre, hecho con el “polvo de la
tierra”.
La debilidad del hombre, su fragilidad (Job 33, 6);Su total dependencia de Dios (Isaías
64, 7).El v.7 añ ade: “… insufló en su nariz un aliento de vida”. Otra vez la Biblia nos
dirá có mo interpretar estas palabras. A la luz de algunos pasajes de Job (12, 10; 33,4;
34, 14-15) queda bien claro que no solamente la vida viene de Dios, sino también el
mantenimiento de esta misma vida. El salmo 104, 29-30 nos da la misma idea.
La lecció n que podemos sacar de todo esto es que debemos tener un gran respeto por
la vida del hombre (Exodo 20, 13) y una gran confianza en el cuidado que Dios tiene
de todas las cosas y cada una de las criaturas (Mateo 6, 15).
Por ú ltimo, el v. 24 recuerda que el amor de los esposos debe ser má s fuerte que el de
los hijos hacia los padres. Agrega también una enseñ anza de gran importancia: en una
sociedad en que era legal la poligamia (por ejemplo Salomó n tenía muchísimas
esposas: 1 Reyes 11, 3), es notable que el autor inspirado presente como modelo del
matrimonio humano la pareja monó gama, es decir tener una sola esposa. Es también
lo que Cristo presentará como ideal y exigencia del matrimonio cristiano (Mateo 19, 1-
9)
IMAGEN DE DIOS:
El v. 26 nos enseñ a que el hombre y la mujer, la pareja, han sido creados por una
intervenció n especial de Dios. Dice ademá s que ambos fueron creados a imagen de
Dios. ¿Qué significa esto? Basá ndonos en el contexto de los v. 26 y 28, el hombre es
imagen de Dios en el sentido de haber recibido del Creador una funció n real; recibe
una delegació n de poder para dominar sobre los animales (no sobre el hombre) y
ocupar un lugar elegido en el mundo. Debemos notar que el hecho de ser imagen de
Dios es para el hombre un bien que permanece siempre y que no se quita por el
pecado (Génesis 5, 1 y 3; 9,6). El borracho que encontramos tirado en la calle sigue
siendo la imagen de Dios por eso debemos seguir respetá ndolo, pero ¡qué imagen tan
deformada!
apego de los esposos, el primer capítulo pone de relieve la fecundidad, que es un don
de Dios y el fruto de su bendició n. La procreació n, la generació n humana continú a la
creació n.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
El hombre está situado en el centro, entre Dios y el mundo: sobre el hombre, Dios;
bajo el hombre, toda la creació n. Só lo hay una criatura sobre la cual Dios no ha
conferido dominio al hombre y es el mismo hombre, sus semejantes. Es que también
éstos son imá genes de Dios. El ú nico que tiene dominio sobre el hombre es Dios.
Nunca está permitido a un hombre dominar a otro hombre. Con esto se pronuncia la
sentencia sobre todos los grandes tiranos de la historia universal, pero también contra
los pequeñ os tiranos de la sociedad humana, con los que a cada paso topamos.
Sabemos de tales tiranías, como la de un esposo con su mujer e hijos, entre hermanos,
de una madre con sus hijas o aun entre amigos y parejas de novios.
Nunca puede un hombre ser propiedad de otro. Cierto que en la tierra existen poderes
de jurisdicció n, en la Iglesia como en el Estado: hay quien manda y quien obedece.
Pero tal poder de jurisdicció n só lo tiene por objeto facilitar el desarrollo ordenado y
razonable de las sociedades humanas. El superior puede dar ó rdenes a sus sú bditos,
pero no puede dominarlos
Las ciencias naturales plantean hoy la pregunta de si todos los hombres provienen de
una sola pareja de progenitores o si ha habido diferentes comienzos de la
humanidad… El relato bíblico (el primero) no le da respuesta. En todo el relato só lo se
habla de la creació n de las especies, no de los individuos. Tampoco respecto al hombre
se hace excepció n en esto: só lo se dice que Dios creó al hombre, y que los creó en dos
sexos. É l procedió en la creació n del hombre. Al autor lo que le importa es indicar que
el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1), que es materia frá gil
y animada por un há lito de vida procedente de Dios (Génesis 2); el texto no es un
relato para indicar de có mo vino a ser hombre.
6. EL PARAISO:
El paraíso está descrito como una imagen de contraste con el mundo real. El paraíso
no es ante todo un lugar geográ fico determinado, una especie de “parque cerrado”.
Siendo un estado de felicidad espiritual y religiosa del hombre, el paraíso estaba en
cualquier lugar donde el hombre habitara. La unidad y la paz del hombre con el
universo. La imagen del paraíso no quiere decir sino que el hombre vivía muy cerca de
Dios; la expulsió n del paraíso só lo significa el alejamiento de Dios, la pérdida de la
amistad con Dios a causa del pecado.
Por eso no tiene el menor sentido preguntar dó nde estaba situado el paraíso terrenal.
A lo sumo podemos preguntar dó nde se lo imaginaba el narrador bíblico. Y por eso
también, el á rbol de la vida y el de la ciencia del bien y del mal, solo han de concebirse
como realidades espirituales
Oh hombre! Pero, ¿quién eres tú para pedir cuentas a Dios? Acaso la pieza de barro
dirá a quien la modeló : “¿Por qué me hiciste así?” O es que el alfarero no es dueñ o de
hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para usos
despreciables? (Romanos 9, 20-21)
Cuá n numerosas tus obras, oh Yahvé! Todas las has hecho con sabiduría, de tus
criaturas está llena la tierra. Escondes tu rostro y se anonadan, les retiras su soplo y
expiran y a su polvo retornan. Envías tu soplo y son creadas, y renuevas la faz de la
tierra. (Salmo 104,24 y 29-30)
9. El Hombre en la Creación:
De la tierra creó el Señ or al hombre, y de nuevo lo hizo volver a ella. Días contados le
dio y tiempo fijo, y le dio también poder sobre las cosas de la tierra. De una fuerza
como la suya los revistió , a su imagen los hizo. Sobre toda carne impuso su temor,
para que dominara a fieras y volá tiles .Les formó boca, lengua, ojos, oídos y un
corazó n para pensar. De saber e inteligencia los llenó , les enseñ ó el bien y el mal. Puso
su luz en sus corazones para mostrarles la grandeza de sus obras. Por eso su Santo
nombre alabará n, contando la grandeza de sus obras. (Eclesiá stico 17, 1-8)
Oh Dios, Señ or nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra. Quiero cantar Tu
Majestad que se alza por encima de los cielos…Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la
luna y las estrellas que Tú fijaste, qué es el hombre para que de él te acuerdes? el Hijo
del Hombre para que de É l te cuides? Apenas inferior a un dios lo hiciste, coroná ndole
de gloria y de esplendor; todo fue puesto por Ti bajo sus pies: Ovejas y bueyes, todos
D. CUESTIONARIO:
1. Génesis 2,7 presenta a Dios como alfarero, ¿Qué significa esta comparació n?
( ) La sabiduría de Dios
( ) La soberana y total libertad de Dios
( ) La habilidad de Dios
2. Adam, es una palabra hebrea. ¿Qué significa o có mo se traduce al españ ol?
3. Es VERDADERO o FALSO la siguiente afirmació n: “El símbolo de la costilla
enseñ a y recuerda la dignidad de la mujer que tiene la misma naturaleza que el
hombre”
4. Qué se quiere enseñ ar en la Biblia cuando dice que el hombre fue creado a
imagen de Dios?
5. Conteste Verdadero o Falso a las siguientes afirmaciones:
( ) El primer relato de la creació n de la pareja humana, hace hincapié en la
fecundidad.
( ) El segundo relato de la creació n del hombre y de la mujer, insiste má s en el
mutuo apego de los esposos.
6. Cuá l de los dos relatos de la creació n prefiere usted? Y Por qué? (Medite)
Si Dios lo ha creado todo bueno, ¿de dó nde proceden el mal, el dolor y la muerte?. Esta
no es una nueva pregunta puesto que ya se planteaba en el siglo X antes de Cristo,
cuando se pusieron por escrito esos capítulos má s antiguos de la Sagrada Biblia. Hoy
en día seguimos preguntá ndonos:
a) Ya que el hombre tiene la vocació n de cultivar la tierra que el Creador hizo buena,
¿por qué trabajarla cuesta tanto y en ocasiones rinde tan poco?
La Biblia también, a partir del capítulo 3 del Génesis, da su punto de vista al respecto.
No se trata de una explicació n cualquiera, sino la que Dios quiso revelar para nuestra
fe y salvació n, por intermedio de los profetas y sabios.
Todo lo que existe es obra de Dios y por lo tanto es bueno. Es el mensaje central de
Génesis 1-2.
Pero desde el principio, la obra de Dios ha sido trastornada por la culpa de sus
criaturas dotadas de completa libertad; lo que conocemos como “libre albedrío”.
Así se explica la presencia del mal y de la muerte en el mundo. Es lo que dice Génesis
3. (Lea también C 11)
Todo israelita sabía muy bien có mo había empezado la historia de su pueblo, el pueblo
escogido, Israel:
Los autores del Génesis tenían, pues, un esquema para reconstruir el drama inicial de
la humanidad. Ya en el capítulo 2 habían descrito el don gratuito, es decir, el Paraíso
(a); el mandamiento también en el v.17: “Del á rbol del bien y del mal no comerá s
porque el día que comieres de él, morirá s” (b). Quedaban para el capítulo 3, el pecado
(c), el castigo(d) y el perdó n de Dios (e).
El primer pecado aparece como una enorme desobediencia al Señ or, cuya raíz es el
orgullo. Conocer el bien y el mal, no significa simplemente tener conocimiento de lo
que es bueno o malo para el hombre, sino que se trata de “decidir por uno mismo lo
que está bien y lo que está mal, y obrar conforme a eso.” (Ejemplos actuales, la
aprobació n del aborto, eutanasia, matrimonios homosexuales, penas de muerte, etc.)”.
Por eso ese pecado cometido es tan grave y dejó consecuencias tan nefastas para la
humanidad; solo basta mirar el mundo para darnos cuenta que no estamos para nada
bien
¿CASTIGOS O CONSECUENCIAS?:
Pero el actuar así, resulta que “Adá n” lo confunde todo, se debía del buen camino, se
encierra en sí mismo, lejos de Dios. Entonces, en vez de vivir en plenitud, engendra la
divisió n, la mentira, el odio, en resumen los frutos de la muerte: Porque la muerte que
advierte el Génesis, que ocurre luego de comer de dicho fruto, no es una muerte física,
sino la muerte del alma, es decir, la condenació n eterna.
Era tan fá cil haber obedecido, pero en consecuencia el hombre es quien se castiga a sí
mismo.
Todo esto nos dice que por el pecado el mundo actual es distinto de lo que El Creador
quiso primero. En adelante el sufrimiento acompañ ará los pasos del hombre.
EL TRIUNFO DE LA MISERICORDIA:
Pero nuestro Dios es misericordioso, perdonó el pueblo rebelde del Sinaí y a David.
Los autores del Génesis lo sabían. Por eso el capítulo 3 y los demá s capítulos terminan
con una nota de esperanza:
En otros términos, el Génesis anuncia aquí, si bien oscura y misteriosamente, que Dios
tendrá la ú ltima palabra, una palabra de perdó n. El Creador será también el Salvador.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Los autores hicieron uso de una forma de enseñ ar que se parece bastante a las
pará bolas de Jesú s en el evangelio: ejemplo concreto, historia viva, fá cil de entender,
para decir cosas profundas, difíciles, pero sumamente verídicas e importantes para
nuestra fe.
Uno de los elementos que má s no llama la atenció n es esta historia así reconstituida es
la serpiente, una serpiente que habla, engañ osa y que es juzgada y condenada por
Dios.
Nosotros sabemos que la serpiente es un animal astuto y peligroso: toparse con una
puede significar la muerte.
Los capítulos má s antiguos del Génesis fueron escritos durante el reinado de Salomó n,
el hijo de David. Fue el má s sabio de todos los reyes de la tierra (1Reyes 5, 9-14). Pero
tenía un nú mero grandísimo de esposas (1Reyes 11), muchas de ellas siendo
princesas paganas. En la ancianidad del rey, sus mujeres inclinaron el corazó n de
Salomó n tras otros dioses (v.4). Por supuesto, el mal ejemplo de Salomó n contagió al
pueblo, quien se olvidó de su Dios para volverse idó latra.
Así que ahora entendemos mejor el porqué de la serpiente en la historia del Paraíso:
ella representa una falsa divinidad, y por tanto era la má s indicada para substituir su
palabra engañ adora a la Palabra de Dios.
Así como Salomó n, el má s sabio de los reyes, fue llevado a pecar por sus mujeres que
servían los falsos dioses, así también Adá n, el má s sabio de todos los hombres, fue
llevado a pecar por Eva, su esposa quién escuchó la voz de la serpiente, el falso dios
por excelencia.
El primer pecado nos contagia a todos nosotros. Es como si alguien hubiera echado
veneno en un pozo: toda el agua resulta envenenada todos los que toman de ella
quedan afectados. En el pecado somos todos primos hermanos, de una misma familia,
enferma…
Pero, gracias a Dios, vendrá el Médico, el Salvador, el segundo y nuevo Adá n, JESUS.
(Romanos 5, 12-21)
Así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y con el pecado entró la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres porque todos pecaron…
Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo murieron
todos, ¡cuá nto má s la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre
Jesucristo, se han desbordado sobre todos!
Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenació n, así
también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificació n que da la vida.
En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos será n constituidos justos…
Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 8, 12, 15, 18-20)13. Cristo,
vencedor de la muerte
Enseguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue a Dios Padre, El Reino, después de
haber destruido todo dominio y poderío enemigo. Porque É l tiene que reinar hasta
que haya puesto bajo sus pies a todos sus enemigos. El ú ltimo enemigo destruido será
la muerte, segú n dice la escritura: “Dios ha sometido todo bajo sus pies… Muerte,
¿dó nde está ahora tu victoria? ¿dó nde está , muerte, tu aguijó n? La muerte se valía del
pecado para inyectar su veneno… Por eso, demos gracias a Dios, que nos da la victoria
por Cristo Jesú s nuestro Señ or. (1Cor 15, 24-27 y 55-57)
D. CUESTIONARIO:
1. En qué época o siglo fue escrito el relato del pecado de la primera pareja
humana?
2. Los sabios o profetas que escribieron el capítulo 3 del Génesis lo hicieron
basá ndose en lo que sabían de la historia de su pueblo. Indique si es Falsa o
Verdadera esta afirmació n.
()F
()V
3. La historia del pueblo de Dios, puede resumirse en un esquema de 5 elementos.
¿Cuá les son?
4. Diga en pocas palabras, có mo el Génesis explica la presencia del mal en el
mundo.
5. Complete las siguientes afirmaciones:
- Debido al pecado del hombre, Dios el Creador, será también un
Dios_________________________________.
- Dios tuvo compasió n de Caín y le puso en la frente una ________________.
- En medio de la corrupció n y de la maldad general que ocasionaron el
diluvio, una familia halló gracia los ojos de Dios. Era la familia
de______________________.
- Después del fracaso de Babel y de la Dispersió n de los pueblos, Dios
eligió a ___________________________ para prepararse un pueblo.
6. El relato del primer pecado deja abierta la puerta de la esperanza; medite y
analice en qué consiste esa esperanza?
UNA VOCACION:
Pero, ¿por qué motivo Dios llamó a Abraham? No hay otra respuesta que ésta: Porque
así lo quiso Dios. Dios es totalmente libre.El relato del llamado de Abraham (Gen 12, 1-
4) es fundamental (ver C 15). Es el inicio de la historia de la salvació n. Consta de dos
elementos: una orden, una promesa.
UNA ORDEN:
“Vete de tu tierra”. Dios exige de Abraham una ruptura con lo que un hombre quiere
má s, su país, la casa de su padre. Abraham debe alejarse de los santuarios paganos
donde se buscaba a Dios como a tientas (Hechos 17,27). Debe desprenderse de toda
seguridad humana para apegarse al Dios todopoderoso y ú nico. De hombre tranquilo,
sin historia y seguro, como era antes, llega a ser un errante, un vago, segú n dice un
texto muy antiguo (Deuteronomio 26,5). Es la condició n para lograr una mayor
libertad y disponibilidad en el servicio de Dios. Jesú s pondrá la misma condició n:
UNA PROMESA:
Por ejemplo la bendició n que El Creador impartió a la primera pareja tenía dos
elementos: la fecundidad y el dominio de la tierra (Gen 1,28). Lo que Dios prometió a
Abraham era algo parecido: una tierra y una descendencia. Só lo con el andar del
tiempo se descubrió el significado pleno de las promesas, la verdadera Tierra
prometida, la verdadera descendencia de Abraham.
La respuesta de Abraham (Gen 12,4) no consiste en palabras (ni una sola pregunta!),
sino en hechos. Salió hacia lo desconocido sin má s seguridad que la Palabra de Dios.
Así nos enseñ a que la fe es mucho má s que rezar el “Creo en Dios”, o saber la doctrina.
Es ante todo aceptar la Palabra de Dios tal como se presenta, dejarla transformar
nuestras vidas segú n el plan de Dios, aun cuando éste contradiga nuestros proyectos,
y andar en presencia del Señ or (Génesis 17,1).
LA ALIANZA:
En los capítulos 15 y 17 del Génesis, Dios le repite a Abraham las promesas del
principio: “Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas. Así será tu
descendencia y Abraham creyó ”. Entonces Dios confirmó sus promesas con un pacto
solemne, una alianza. Lo hizo a la manera antigua de aquel tiempo. Cortaban un
animal en dos partes y los contratantes pasaban por entre ellas, anunciando así có mo
iba a ser tratado quien no respetara las condiciones. Pero aquí solo Dios pasa (Gen 15,
17), y esto nos enseñ a que la Alianza, igual que la vocació n, es un don gratuito; una
iniciativa divina, una gracia. Ademá s Dios pasa en forma de fuego, símbolo de la
presencia divina (por ejemplo la zarza ardiendo, la luz de la Transfiguració n, el fuego
de Pentecostés: É xodo 3,2; Mateo 17,2; Hechos 2,3).El capítulo 17, que es del mismo
grupo de sacerdotes que escribieron Génesis 1 (lea B 9), añ ade dos cosas:
Dios le volvió a repetir las promesas seis veces, de tal modo que pasaron 25 añ os
antes que naciera Isaac (lea B 8): Gen 21, 1-7. Pero al cumplirse la promesa de Dios, la
pareja de ancianos pudo darse cuenta de que para el Señ or no hay nada imposible
(18,14). Má s de 1800 añ os después, no habrá otro motivo, desconcertante para
nuestra sabiduría humana, para explicar que la Virgen María diera a luz a Jesú s sin
tener relaciones con un hombre (Luc 1,37) En el importantísimo capítulo 22, Dios
pidió a Abraham que le sacrificara a Isaac (má s detalles en lecció n siguiente).
Por fin, el ú nico pedacito de tierra que Abraham logró conseguir (lo compró ) fue el
lugar de su sepultura (Gen23). Pero murió lleno de días (Gen 25, 8) y de esperanza
(Juan 8,56), padre de todos los que creemos en Dios. (lea C 17-18)
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Abraham tuvo con Agar a Ismael, el cual recibiría la bendició n de su padre (herencia).
Algo parecido se repetirá en el caso de Raquel (Génesis 30, 1-6) y de Lía (Génesis 30,
9-13). Pero el hombre propone y Dios dispone. En el capítulo 17, Dios le manifestó su
disconformidad a Abraham y le dijo que el hijo de la promesa tenía que ser de la
esposa estéril, no de la esclava (v.19). Abraham hizo otro acto de fe.
Esto nos enseñ a que “todos los planes, los cá lculos y las previsiones humanas nada
cuentan si no coinciden con los designios divinos”. Cuando uno deja de escuchar la
Palabra de Dios y quiere hacer su propio plan sin tener en cuenta el plan de Dios, se
condena al fracaso. “Si Yavé no construye la casa, en vano se afanan los constructores”
(Salmo 127,1
En la primera lecció n hemos visto que había dos relatos de la creació n, que el primero
era de unos sacerdotes en tiempos del Exilio a Babilonia o quizá s después, mientras el
otro se remontaba a la época de Salomó n. Los primeros once capítulos del Génesis se
reparten entre los dos autores o, mejor dicho, los dos grupos de autores. Hay algunos
criterios para distinguirlos.
16. LA FE DE ABRAHAM:
Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de
recibir en herencia, y salió sin saber a dó nde iba. Por la fe peregrinó por la Tierra
Prometida como en tierra extranjera, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y
Jacob, coherederos de las mismas promesas. Pues esperaba la ciudad asentada sobre
cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe, también, Sara recibió , aú n
fuera de la edad apropiada, vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe al que se
le prometió . Por lo cual también de uno solo y ya gastado, nacieron hijos, numerosos
como las estrellas del cielo, incontables como las arenas de la orillas del mar.
Por la fe, Abraham, sometido a prueba, presentó a Isaac como ofrenda, y el que había
recibido las promesas, ofrecía a su hijo ú nico: “Por Isaac tendrá s descendencia de tu
nombre”. Pensaba que poderoso era Dios aú n para resucitar entre de los muertos. Por
eso lo recobró para que Isaac fuera también figura. (Hebreos 11, 8-19)
Vuestro padre Abraham se regocijó pensando ver mi día; lo vio se alegró . (Juan 8,56)
Así Abraham creyó en Dios y le fue reputado como justicia. Tened, pues, entendido
que los que viven de la fe, esos son los hijos de Abraham… Los que viven de la fe son
bendecidos con Abraham el creyente. (Gá latas 3, 6-9
D. CUESTIONARIO:
1. ¿Cuá ntas veces aparecen las palabras “bendecir” y “bendició n” en Génesis 12,
1-3?
2. Diga en dos palabras qué elementos contiene la bendició n prometida a
Abraham.
3. Busque en el primer capítulo del evangelio segú n San Lucas dos versículos que
hablan de Abraham.
4. ¿Qué aspecto tienen en comú n el nacimiento de Isaac y el nacimiento de Jesú s?
(Véase Génesis 18,14 y Lucas 1,37)
5. Complete las siguientes frases:
a.(segú n Santiago2,23) Abraham fue llamado: ___________________________
b. (segú n Romanos 4,11) Abraham es el ___________________________de todos los
creyentes
6. A la luz del ejemplo de Abraham, diga en qué consiste la fe.
7. Y usted ¿qué opina de Abraham? Dígalo en pocas palabras. (medite)
ISAAC:
Isaac es, hasta cierto punto, un personaje de transició n entre dos grandes hombres de
la Biblia: Abraham, su padre, y Jacob, su hijo. Los capítulos del Génesis que hablan de
él no hacen el retrato completo de su personalidad, y lo poco que dicen parece la
repetició n de lo que se había dicho de Abraham.
Igual que su padre, tuvo una esposa estéril, Rebeca, quien tuvo hijos por la gracia y el
favor de Dios. Igual que su padre, estuvo a punto de perder a su esposa mientras
viajaban fuera
de Canaá n. Igual que su padre, luchó para conseguir agua para sus animales .Pero lo
que má s llama la atenció n en el caso de Isaac es que él sea el bendito de Dios(Gen
26,29). Y toda su personalidad está caracterizada por la fidelidad con que cuida la
bendició n recibida y que tiene misió n de transmitir a otro.
En el Nuevo Testamento también son pocos los versículos que hablan de Isaac, pero lo
que dicen de él es muy importante. Lo presentan con estos rasgos:
ISAAC JESUS:
El Nacimiento:
Fue esperado largo tiempo. Fue anunciado por los profetas durante siglos.
Se explica por un milagro. (Gén 18,14) Se explica por un milagro. (Lucas 1,37)
Fue motivo de gran alegría. (Gén 21,6) Fue motivo de gran alegría. (Luc2,10)
Isaac, el hijo ú nico, querido por su padre. (Gén 22,2) Jesú s, el Hijo ú nico y amado del
padre. (Lucas hasta el Calvario. (Juan 19,17) Se dispone interiormente a ser víctima.
(Gen 22, 7-8) Se hace obediente hasta la muerte en cruz. (Filipenses 2,8)“Dios pondrá
el cordero”, le dice Abraham. (Gén 22,8)“Jesú s es el Cordero de Dios” se proclama en
todo el Nuevo Testamento .Es salvado de la muerte por la intervenció n del Á ngel de
Yavé. (Gen 22, 11-12) “A este Jesú s inmolado, Dios lo ha resucitado de entre los
muertos. (Hechos 2,32)
JACOB:
NACIMIENTO: Rebeca era estéril. Pero por el favor de Dios llegó a ser madre (Gén 25,
21-26). Sin embargo antes de nacer, los gemelos se entrechocaban en el seno materno,
lo que Dios explicó así: “El mayor servirá al menor”.
Fue Esaú el que nació primero, y por lo tanto él tenía derechos especiales, los de la
primogenitura. Pero Dios amó má s a Jacob, siendo menor que Esaú (Malaquías 1,5).
¿Por qué? Es el secreto y voluntad de Dios. Má s aú n, Dios, tiene indiscutiblemente una
preferencia por el menor, el má s débil, el que de por sí no tiene derechos segú n la
manera humana de ver las cosas. Veamos por ejemplo:
- Dios prefirió a Abel y no a Caín (Gen 4), a David, hijo de Jacob, y no a sus hermanos
mayores (1 Samuel 16, 11-13);
- Dios declara que los primeros será n los ú ltimos y los ú ltimos los primeros (Mateo 20,
1-16) e invita a quien quiera ser primero a que se haga el ú ltimo, es decir el servidor
de todos (Mateo 20, 26-27). Para profundizar este aspecto léase (C 19 y Romanos 9,
11-12).
Jacob es presentado con toda su debilidad humana y la Biblia no intenta callarla. Los
patriarcas no estaban sin pecado, nosotros tampoco y má s aú n, ni la propia Iglesia
(Léase Juan 8,7). Sobre todo, no juzguemos a Jacob como si fuera un cristiano del
presente siglo. Lea C 20.
EL DIOS DE JACOB: El capítulo 28 relata que Jacob huyendo de su tierra natal por
miedo a Esaú soñ ó con una escalera apoyada en la tierra y cuyo extremo tocaba el
cielo por donde los á ngeles subían y bajaban. Comprendió que su Dios entra en
relaciones con los hombres; es un Dios personal, ú nico y presente. A Jacob, vagando y
temeroso, Dios le renueva las promesas, demostrando que es un Dios fiel y generoso,
que se preocupa por los hombres. Es el Dios de los vivos, no de los muertos (Mat
22,32)
Al bendecir a sus hijos, muchos añ os después (Gén 49), Jacob hace hincapié en el
futuro papel de Judá . El anuncio de Aquel que ha de venir (v.10) demuestra que el
Génesis es só lo un principio, una siembra. De esta manera llegamos al Exodo.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
La tradició n yavista, la má s antigua de las fuentes escritas del Génesis, y que está
también en É xodo y otros libros del Antiguo Testamente, “parece sintetizar lo que la
Biblia entera dice de Dios. En efecto, se ocupa ú nica y exclusivamente de la cuestió n
central de la Biblia: có mo obra Dios con el hombre, có mo obra el hombre con Dios? El
Dios del yavista es un Dios que quiere la salvació n del hombre y que al fin la realiza,
aun cuando el hombre no cesa de poner obstá culos a los planes de Dios.
El pecado de Adá n destruye la felicidad del paraíso; y las consecuencias del pecado,
que provocan el diluvio, ponen en peligro la creació n entera.
Jacob hereda las promesas, pero como es el má s joven, no puede hacer valer sus
“derechos”. Tropieza su matrimonio con Raquel. Su retorno a Canaá n, la tierra
prometida, parece imposible.
El mar Rojo es, para los israelitas pró fugos, como un obstá culo insuperable que los
pone a merced de los egipcios.
“En cada una de estas situaciones la historia de Israel parece llegar a su término. Pero
en el ú ltimo momento, Dios toma el timó n en su mano e imprime nuevo rumbo a la
historia.
Los capítulos 37-50 del Génesis, salvo el 38 y el 49, forman una unidad, donde se
describe lo que debe ser el hombre de Dios: hombre sabio, prudente, superior a los
demá s gracias a los dones que Dios le presta. José, vendido por sus hermanos, sube a
los oficios má s altos de Egipto, pero nunca se enorgullecerá (Gen 45,8); Dios sabe
convertir los males en bienes.
12. ISRAEL:
Primero, es el nombre que le fue dado a Jacob después de sostener una lucha con un
ser misterioso durante la noche y que significa “El que lucha contra Dios” (Gen 32,28)
Con David empieza el reino de Israel, cuya capital es Jerusalén y abarca a las 12
tribus. (Las 12 tribus de Israel)
Con la muerte del rey Salomó n el reino se divide. Hasta la caída de Samaria, Israel
significa el reino del Norte, en contraposició n a Judá (Sur).
Para San Pablo (Gá latas 6,16; Romanos 9,6) Israel significa también la Iglesia, el nuevo
Pueblo de Dios.
Hermanos, fíjense a quienes llamó Dios. Entre ustedes hay pocos hombres cultos
segú n la manera comú n de pensar; pocos hombres poderosos o que vienen de familias
Con nosotros el Señ or del universo, nuestra defensa el Dios de Jacob. (Salmo 46,4)
Debemos dar gracias al Señ or, nuestro Dios, que ha querido probarnos como a
nuestros padres. Recuerden lo que hizo con Abraham, las pruebas por las que hizo
pasar a Isaac, lo que sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando pastoreaba el
rebañ o de Labá n. Có mo los colocó en el crisol para probar sus corazones. Así el Señ or
nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a É l, no para castigarnos, sino para
instruirnos. (Judit 8, 25-27)
D. CUESTIONARIO:
LA OPRESIÓN DE UN PUEBLO:
- Segú n fuente yavista, fueron condenados a trabajos forzados, como esclavos: (Exodo
1, 8-12; 2, 11-15)
- Segú n la fuente elohista (Vea B14), un decreto de exterminio amenazaba a los niñ os
(Exodo 1, 15-22)
MOISÉS:
SU VOCACION: Hay dos relatos de la vocació n de Moisés: Exodo 3,1 al 4,17 y del 6,2 al
b. Ademá s ese Dios tiene un nombre, Yavé el cual ha recibido varias interpretaciones:
el Viviente, Aquel que es, Aquel que está .
a. Dios quiere librar a los oprimidos. Por eso llama a Moisés a quien le tocará sacar a
sus hermanos de la esclavitud para llevarlos libres a una tierra de la cual será n, por
fin, los dueñ os.
b. Pero Moisés tiene miedo. Su experiencia anterior le enseñ ó que no es fá cil mover a
una gente aplastada por la opresió n. No quiere comprometerse (Ex 3,11). Pero la
promesa de Yavé le da valor: estaré contigo (Ex 3,12)
LA LIBERACION:
La liberació n de Egipto fue preparada, acompañ ada y seguida de signos en los cuales
los hebreos descubrieron la mano poderosa de Dios, es decir: Las plagas, el paso entre
el mar, la marcha por el desierto.
Las Plagas: El Salmo 78 menciona siete plagas; el Salmo 105 habla de ocho, pero en
orden distinto. En el relato del Exodo hay repeticiones, variaciones, amplificaciones,
exageraciones (Compá rese Exodo 9,6 con 9,20). Es que tenemos fusionados aquí tres
relatos que posiblemente existieron primero en forma separada. Pero la coincidencia
de fondo de tantos textos comprueba que algo pasó . Una gran cantidad de plagas
naturales de excepcional gravedad se sumaron para manifestar al rey opresor, es
decir al faraó n, que la voluntad de Dios era la de liberar a los hebreos de la esclavitud
a que habían sido sometidos. Sin embargo, los hechos histó ricos recibieron después
una forma literaria especial. Se aumentó su contenido y se expresó a través de una
narració n hasta cierto punto artificial. No conviene siempre, pues, tomar cada detalle
al pie de la letra. Lo má s importante está en otra parte, es decir en el doble efecto
producido por las plagas:
Los hebreos se dieron cuenta entonces de que estaban con ellos Yavé, el Dios
Salvador.Y ese mismo Dios estará siempre con nosotros también, los cristianos, que
hemos pasado por las aguas del bautismo.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS
De esta confusió n de datos podemos sacar una conclusió n general: las cifras de la
Biblia deben ser tratadas siempre con mucha cautela. En la transmisió n del texto,
muchos errores han sido posibles. Ademá s, muchos nú meros tienen en la Biblia un
significado simbó lico, cuya clave no tenemos siempre.
Una de las principales fuentes que han producido los primeros libros de la Biblia es
nombrada “elohista” porque llama a Dios, “Elohim” hasta Exodo 3, 13-15 donde Dios
manifiesta a Moisés que su nombre es Yavé. En cambio la tradició n yavista usa este
nombre “Yavé” ya desde el principio.
15. Las Plagas, fenó menos naturales, mensajes de Dios“Cuando en agosto el rio Nilo
alcanza su má s alto nivel, sus aguas adquieren un color rojo. En determinadas
circunstancias el agua podría corromperse rá pidamente, haciéndose imbebible.
Invasiones de ranas a menudo se han comprobado, generalmente por septiembre, y se
dice que una plaga de esta clase sería todavía frecuente si no existiera el ibis, un
pá jaro que se alimenta de ranas, librando el país de ellas. La putrefacció n de las ranas
muertas explica fá cilmente la 3ra y 4ta plaga de los mosquitos y de los tá banos que, a
Los carros y los caballos del faraó n habían entrado en el mar. Pero Yahvé había hecho
volver sobre ellos las aguas del mar, mientras los israelitas pasaban por lo seco en
medio del mar. Entonces María, la profetiza, hermana de Aaró n, tomó en sus manos un
instrumento, un tímpano y todas las mujeres la seguían con tímpanos y danzando en
coro. Y María les cantaba: Cantemos a Yahvé, pues se cubrió de gloria, arrojando al
mar el caballo y su jinete. (É xodo 15, 19-21
Aquel día, Yavé liberó a Israel del poder de los egipcios; e Israel vio a los egipcios
muertos en la orilla del mar. Israel vio los prodigios que Yavé había obrado contra
Egipto. El pueblo temió a Yavé. Creyó en Yavé y en Moisés, su siervo. (É xodo 14, 30-
31)
Has revelado, Yavé, la fuerza de tu brazo. Tu diestra, Yavé, aplasta al enemigo. Por el
poder de tu gloria derribas a tus adversarios…Mandaste tu soplo y el mar les cubrió , y
se hundieron como plomo en las aguas majestuosas. Quién como Tú , Yavé, entre los
dioses?
Quién como Tú , glorioso y santo, terrible en tus hazañ as, autor de maravillas?
Extendiste tu mano y los tragó la tierra. Guiaste por tu gracia al pueblo que rescataste.
Lo llevaste por tu poder, hacia tu santa morada. (Exodo 15, 1-13
1. D. CUESTIONARIO:
2. Có mo se llama el segundo libro de la Biblia y porqué ese nombre?
3. Moisés fue esclavo?
LA PREPARACION:
1. Lavaron su ropa (Ex 19,10). De este modo hacían visible la purificació n de sus
corazones.
2. Por tres días se abstuvieron de toda relació n sexual; no porque fuera pecado, sino
para manifestar una actitud interior que consiste en darle la prioridad a Dios (Ex
19,15).
A continuació n venían las clá usulas del pacto: primero, una declaració n de principios;
después, las estipulaciones particulares.
Luego viene el pró logo histó rico: “Te he sacado del país de Egipto, de la casa de
servidumbre”. Es la gran afirmació n del Antiguo Testamento.
A continuació n viene el Decá logo (Ex 20, 3-17) y el “Có digo de la Alianza” que va de
(Ex 20,22 hasta 23,33
EL DECALOGO:
Consiste en las diez palabras, los diez mandamientos (lea C 26). “Diez má ximas que se
cuentan en los dedos de la mano, contienen resumida toda la conciencia de la
humanidad”. Los primeros cuatro resumen el amor a Dios; los ú ltimos resumen el
amor al pró jimo (Mat 22,40). Observar la ley es dar una respuesta de amigo a Dios
quien nos ha amado primero (Lea C)
2. El segundo mandamiento prohíbe la imá genes (vv. 4-6). Yavé quería así proteger a
su pueblo contra la idolatría y recordarle que la verdadera imagen de Dios es el
hombre. Esa imagen fue llevada a su perfecció n por Jesú s de Nazaret, Dios hecho
hombre. Sucedió , sin embargo, que los cristianos, ya desde los primeros siglos de la
Iglesia, juzgaron que no violaban el Decá logo al pintar o esculpir imá genes del Señ or.
Lo hicieron con fe y amor, como nosotros cuando miramos con cariñ o la foto de
nuestros padres y hermanos.
9. El noveno mandamiento prohíbe el falso testimonio. Hay que decir “si, si, no, no; lo
que se añ ada sobra” (Mateo 5, 33-37)
EL CODIGO DE LA ALIANZA:
Este conjunto de leyes desarrolla los mandamientos del Decá logo, aplicá ndolos a lo
civil y a lo criminal. No se trata de un ideal muy elevado, no está destinado a unos
pocos privilegiados, a unas personas selectas. La Biblia, el Evangelio es para todos. El
Có digo dice en un lenguaje de campesinos y de trabajadores que se vive segú n la
Alianza cuando uno, en fidelidad a Dios y su Ley, es bueno, honesto, respetuoso de la
persona humana, de sus derechos y su dignidad.
EL RITO DE LA ALIANZA:
La Alianza se realizó a través de dos ritos muy antiguos. Primero una comida en
presencia de Dios, segú n la tradició n yavista (Ex 24, 1-2 y 9-11). Significa que una
comunió n se estableció entre los israelitas. Luego hubo una aspersió n de sangre, la de
un animal ofrecido en sacrificio (vv. 3-8, de la tradició n elohista). Una mitad se
derramó sobre el altar, que representaba a Yavé, y la otra mitad sobre la asamblea. Así
se creó una comunió n entre los hombres y Dios.
El rito de la Nueva Alianza, La Eucaristía, no tendrá otra finalidad: unir los hombres
con Dios, en la comunió n y unirlos entre ellos, en la comunidad.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
- Una fiesta muy antigua pues; fiesta de primavera, para los pastores. Con el Exodo, la
pascua entra en la historia de la salvació n.
La gran primavera para los hebreos fue la de aquella noche en que Dios liberó a los
oprimidos del yugo egipcio, mediante una serie de intervenciones, de las cuales la má s
decisiva fue la muerte de los primogénitos
La misma Biblia relaciona la palabra Pascua con un verbo que significa saltar, pasar: la
Pascua es el paso de Dios, cuando Yavé pasó de largo las casas de los hebreos,
mientras hería las de los egipcios.
Con la reforma religiosa del rey Josías (Siglo VII antes de Cristo) y bajo la influencia de
algunos profetas, tales como Jeremías, la Pascua se transforma en una fiesta del
Templo (Deuteronomio 16, 1-8). El rito se adapta: por ejemplo la sangre se derrama
sobre el altar, y, los sacerdotes son los actores principales.
Después del Exilio, la Pascua es la fiesta por excelencia de los judíos. Se convierte en
una de las peregrinaciones má s grandes del añ o. Por ejemplo la Sagrada Familia hacía
el viaje a Jerusalén todos los añ os. Al recordar la liberació n se despertaba un
nacionalismo político (Luc 13, 1-2) contra todo yugo impuesto a Israel. Los judíos
esperaban al Mesías en tiempo de pascua, má s que todo. Se entiende por qué Jesú s
nunca insistió para autodefinirse como “Mesías”; É l prefería llamarse “El Hijo del
Hombre”, frase menos “explosiva” y sin embargo capaz de presentarlo como Mesías
(Daniel 7,13). Así también se entiende el diá logo de los judíos unos pocos días antes
de la Pascua de la Pasió n de Jesú s. (Léase Juan 11, 45-54, sobre todo v.48)
Nosotros, Los Cristianos, al celebrar la Pascua, en todas partes del mundo, y todos los
domingos, recordamos nuestra liberació n del mal, del pecado, de la muerte, por el
sacrificio de Jesú s, el verdadero Cordero de Dios. Con su resurrecció n nos libera de la
muerte eterna y nos introduce en la verdadera tierra prometida, es decir, su Reino.
Hay continuidad entre las dos pascuas, la antigua y la nueva, pero cambiaron de plano.
6. No matará s.
7. No fornicará s.
8. No robará s.
Nunca hubo un Dios que haya ido a buscar un pueblo de en medio de otro pueblo, a
fuerzas de pruebas, de milagros y de guerras… Nunca hubo hechos tan grandes como
los que Yavé es hizo por ustedes en Egipto y que ustedes vieron en sus propios
ojos.Ustedes vieron esto para que sepan que Yavé es el verdadero Dios y que no hay
otro fuera de É l… Porque amó a tus padres, eligió a su descendencia, te sacó de Egipto
con su asistencia y su poder. Arrojó ante ti pueblos má s numerosos y má s fuertes que
tú . Te hizo entrar en su tierra y te la dio en herencia hasta hoy.
Por tanto, reconoce ahora y trata de convencerte que Yavé es el ú nico Dios del cielo y
de la tierra, y que no hay otro.
Guarda las leyes y los mandamientos que yo te ordeno hoy. Así será s feliz tú y tus hijos
después de ti. Así vivirá s largos añ os en la tierra que Yavé, tu Dios, te da para siempre.
(Deuteronomio 4, 32-40)
Tus instrucciones son maravillosas, por eso mi alma las guarda. La explicació n de tus
palabras ilumina y enseñ a a los sencillos… Endereza mis pasos con tus leyes, y que
nunca me domine la malicia. Líbrame de los opresores, y cumpliré tus mandamientos.
Señ or, que mi plegaria llegue hasta tu presencia; líbrame segú n tus promesas. Que de
mis labios salga un canto, cuando tú me enseñ es tus decretos. Que tu mano me asista y
me socorra porque he elegido tus preceptos. Señ or, de Ti ansío mi salvació n y tu Ley
D. CUESTIONARIO:
UN PUEBLO REBELDE:
Para el pueblo de Israel, el desierto fue ante todo un tiempo de prueba, durante el cual
no supo confiarse totalmente en su Dios. En cambio para Yavé fue el lugar donde
manifestó sin cesar su presencia y su gloria, su bondad y su fidelidad. Algunos sucesos
ocurridos antes o después de la Alianza nos demostrará n a la vez el pecado del pueblo
y la misericordia del Señ or. Léase C29.
LAS AGUAS AMARGAS: Después de andar tres días sin beber nada, llegaron a un lugar
donde había agua. Pero aquella agua no se podía tomar, por lo amargo que era. Fue la
primera decepció n de los israelitas en el desierto, su primera prueba, su primera
tentació n. Y cayeron.
La vida en el desierto no fue fá cil. Ser el pueblo de Dios no es siempre có modo. Jesú s
dirá : “Entren por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino amplio
conducen a la perdició n” (Mat 7, 13-14). Es el drama de toda vocació n, de la nuestra
en particular:
Dios quiere que nos contentemos con É l.Pero ahí donde parecía imposible conseguir
agua potable, la hubo gracias a Moisés, gracias a Yavé, fiel y misericordioso; las aguas
endulzaron (Ex 15,24). Má s aú n al llegar a Elimn (ver mapa), los israelitas hallaron
doce manantiales de agua y setenta palmeras (v.27). Así es Dios: permite la prueba,
pero no permite nunca que seamos tentados sobre nuestras fuerzas, da siempre
medios para triunfar (1Cor 10,13)
EL AGUA DE LA PIEDRA: A un pueblo rebelde que seguía murmurando por falta de fe,
Yavé le regaló agua en otras oportunidades, por ejemplo en Masá y Meribá (Ex 17;
Num 20). El pueblo había exigido a Yavé que actuara: “¿Está o no está con nosotros?”
Poco faltó para que mataran a Moisés. Pero éste no se desanimó , porque tenía
presente la promesa que Yavé le hizo cuando lo llamó a ser el líder del pueblo: “Estaré
contigo” (3,12). Conformá ndose, pues, a la orden de Dios, golpeó la roca y de ella salió
agua.
En la primera carta a los Corintios, Pablo comenta esos acontecimientos del desierto y
dice: “La roca era Cristo” Lea C 30.
Quizá sea oportuno recordar aquí lo que dice San Juan (19,34): un soldado traspasó el
costado del cuerpo de Jesú s con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Son
hechos muy misteriosos.
Para entenderlos mejor haría falta leer la conversació n de Jesú s con la samaritana
(Juan 4): “El que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamá s, sino que el agua que
yo le dé se convertirá , en él, en fuente de vida que brota para vida eterna”.
En otra oportunidad dijo Jesú s: “Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en
mi” (Juan 7,37)
Agua y pan: Dos realidades de la vida diaria, pero también dos signos que prefiguran,
anuncian algo, má s grande que Cristo tenía reservado para la Nueva Alianza: El
Bautismo y La Eucaristía.
Las infidelidades de los hebreos que hasta el momento hemos recordado ocurrieron
antes que llegaran al Sinaí. Pero aú n después de comprometerse solemnemente a ser
el pueblo de Dios, los israelitas continuaron pecando.
Los especialistas discuten si ese becerro era un ídolo, un pedestal para la divinidad o
un símbolo de la fuerza divina. La comparació n con los becerros fabricados por
Jeroboam (1 Rey 12, 28-29) favorece la segunda explicació n: no se trataba
directamente de ídolos sino de un pedestal para Yavé. Aú n en este caso los hebreos se
exponían a caer en la idolatría y esto constituía un pecado.
Por esa primera gran desobediencia se rompió la Alianza con Yavé. Por eso Moisés
rompió también las tablas que contenían la Ley. (Ex 32, 15-19).
MIEDO Y DESCONFIANZA: El oasis de Cadés fue el teatro de otro gran pecado (Num
13-14). Por miedo a los ocupantes de Canaá n, los israelitas no quisieron iniciar la
conquista de la tierra prometida. De ahí má s murmuraciones, quejas, deseo de volver
a Egipto. Fue un pecado colectivo, comunitario. El castigo lo fue también: en vez de
unos pocos meses, la estadía en el desierto iba a durar cuarenta añ os. Pero Dios, que
saca bien del mal, no abandonó su plan de salvació n. Siempre hace resplandecer su
santidad, su fidelidad y su gloria (Num 20,13). Esta se mostrará sobre todo cuando
con Josué entre en la tierra santa un verdadero pueblo. Será entonces el triunfo del
amor de Dios (Lea C 31-32).
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
a) Su Temperamento:
Moisés era sin duda un gran colérico. La muerte violenta del egipcio (Ex 2,12) y la
reacció n cuando becerro de oro (Ex 32,19) lo demuestran. Sin embargo, la
responsabilidad frente a su obra y las horas de dolor frenaron hasta tal punto su
temperamento, que aparecía como el má s manso de los hombres. Pero esta
mansedumbre no era en él cosa innata y lo colérico seguía teniendo poder tentador;
así lo demuestra la reacció n junto a las aguas de Meribá , que le fue considerada como
pecado y le hubo de costar personalmente la entrada en la tierra prometida (Nú meros
20, 10-12).
Tuvo que morir a las puertas de la tierra prometida, sobre el monte Nebo
(Deuteronomio 34,5b) Testimonio de la Escritura:
No ha vuelto a surgir en Israel profeta semejante a Moisés. Con él, Yavé había tratado
cara a cara. Cuá ntos milagros y maravillas hizo en Egipto contra el faraó n, sus gentes y
todo el país! Qué mano tan poderosa para obrar prodigios a los ojos de todo Israel”
(Deuteronomio 34, 10-12)
No seré yo quien los acuse ante el Padre. Los acusa el mismo Moisés en quien ustedes
han confiad. Si le creyeran a Moisés, me creerían a Mí también, porque de mí hablaba
Moisés al escribir. Pero si no creen lo que escribió Moisés, ¿có mo van a creer lo que yo
les digo? (Juan 5, 45-47
Te hizo pasara hambre, te dio a comer maná , que ni tú ni tus padres habían conocido,
para mostrarte que no só lo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca
de Dios. (Deuteronomio 8, 1-3)
Vengan, cantemos alegres al Señ or, aclamemos a la Roca que nos salva; con acciones
de gracias vayamos ante É l, aclamémosle con salmos.
Porque el Señ or es un Dios grande, un Rey grande sobre todos los dioses; en sus
manos está n las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los montes; suyo es
el mar, pues É l mismo lo hizo, y la tierra firme que sus manos formaron.
Entremos y adoremos prosternados, de rodillas ante Dios que nos ha hecho! Porque É l
es nuestro Dios, y nosotros el pueblo que É l cobija, el rebañ o que guía su mano.
Alzo los ojos a los montes: ¿de dó nde vendrá mi auxilio?Mi auxilio viene del Señ or, que
hizo el cielo y la tierra.
(Salmo 121)
D. CUESTIONARIO:
LOS NUMEROS: El libro de los nú meros lleva ese nombre porque contiene muchos
datos numéricos y varias descripciones con cifras y medidas exactas. Veamos dos
ejemplos:
1. El Censo: Los primeros 4 capítulos narran el censo que se llevó a cabo antes de salir
del desierto. Es una larga secció n, algo aburrida. Pero lo que narra es un acto
esencialmente religioso, cuyo significado es marcar el dominio de Dios sobre su
pueblo y demostrar que Israel es mucho má s que una masa de tribus y de hombres: es
un pueblo definido y organizado, una comunidad que tiene servidores y animadores,
los sacerdotes y levitas.
2. Las 40 Etapas: En el capítulo 33 del mismo libro, hay otra lista, también un poco
aburrida; enumera las distintas etapas o paradas del viaje de los israelitas desde
Egipto hasta el umbral de la tierra prometida. Son 40 etapas. Pero para llegar a este
nú mero “redondo” se omitieron algunas etapas, las del capítulo 21, del versículo 16 al
19, y se añ adieron otras no mencionadas en el resto del libro. Así es que 40 es un
nú mero artificial y simbó lico, frecuente en la Biblia.
Moisés pasa 40 días en el Sinaí antes de recibir las tablas de la Ley (É xodo 24, 18) y el
pueblo pasa 40 añ os en el desierto (Nú meros 14,33)
EL CAMINO DE LA ESPERANZA:
Sería demasiado largo detenernos a estudiar cada una de las “40” etapas. Ya hemos
visto algunas de ellas en el capítulo anterior.
Había pues, una divisió n entre ellos. Jesú s dirá : todo reino dividido contra sí no puede
subsistir.A pesar de la oposició n de Moisés, un grupo se lanzó al ataque de la ciudad
cananea de Jormá ; pero fueron derrotados por los amalecitas, tal como Moisés se lo
había dicho (Num 14,45). Israel iba a saber una vez má s que su propia fuerza no le
viene de su potencia militar sino de su confianza total en Yavé (Léase Salmo 127, 1).
En otra oportunidad, pero lleno de confianza en Dios, Israel volvió a atacar a Jormá y
triunfó : Nú meros 21, 1-3.
SERPIENTES: Luego se enojaron de nuevo con Moisés por la falta de agua y alimentos.
Fue en aquellas circunstancias que hubo una plaga de serpientes. Mucha gente murió .
El pueblo reconoció su culpa (Num 21,7). En su bondad Yavé dijo a Moisés: “Haz una
serpiente de bronce, ponla en un palo y todo el que la mire sanará ”. Segú n explicará el
libro de la Sabiduría (16, 6-7) el que se volvía hacia ella se salvaba no por lo que
contemplaba, sino por Dios, Salvador del universo. Nosotros también, para ser
salvados, debemos mirar, en la fe, hacia Cristo elevado en la Cruz. (Juan 3, 14-15)
DE MOISES A JOSUE
De victoria en victoria los israelitas llegaron al monte Nebo, desde cuya cima Moisés
pudo contemplar ese país que durante tantos añ os había tenido presente como meta
El que introdujo a Israel en el país fue Josué, el gran sucesor de Moisés. A él también
Yavé le Dijo: “Estaré contigo”. Como Moisés, tropezó con la falta de fe desus hermanos.
Como él, fue testigo de grandes milagros: el paso del Jordá n, la toma de Jericó . Se daba
cuenta de que en verdad Dios los asistía en la lucha (Lea B 18 y C 33-35)
Pero Josué no solamente recuerda a Moisés, sino también anuncia, hasta cierto punto,
a Jesú s. En el idioma hebreo sus nombres, Josué y Jesú s, suenan y significan igual: Dios
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Para entender algo de los milagros que se narran en los libros de Josué y de los Jueces
(como también los del Exodo) es preciso tener presente lo que la fe de Israel quiere
afirmar, es decir, la presencia salvadora de Yavé. Tenemos por ejemplo el milagro del
sol, en Josué 10, 10-15. Es un pasaje muy difícil. Veamos có mo el Diccionario de La
Biblia resume las diversas interpretaciones (en el artículo “sol”).“Cuando los enemigos
iniciaban la bajada del monte, les sobrevino una fuerte granizada que causó en ellos
má s víctimas que la espada del adversario. Y aquí el autor sagrado cita un texto del
Libro del Justo, hoy perdido. Josué habría gritado: “Sol, detente en Gabaó n, y tú , luna,
en el valle de Ayyaló n; y detú vose el sol y la luna se paró hasta que el pueblo se hubo
vengado de sus enemigos”.“Antes de ser universalmente admitido el sistema de
Copérnico (el sol como centro del universo y no la tierra), se tomaba al pie de la letra
el paro del sol (y de la luna). El sol se había detenido con el fin de que Josué tuviera
má s tiempo para aniquilar a sus enemigos.
Esta es también la interpretació n que da la misma Biblia en Josué 10, 13b (que ya no
pertenece a la cita del libro del Justo): “El sol se paró en medio del cielo y no se dio
prisa a ponerse durante un día entero”. Pero, al admitirse universalmente el sistema
de Copérnico, se vio la imposibilidad de conservar esta interpretació n y se procuró
explicar el hecho referido en Josué por algú n fenó meno natural que habría dado la
impresió n de que aquel día había sido má s largo que cualquier día ordinario. Las
explicaciones forman una
verdadera legió n; todas ellas son insuficientes, por cuanto no conservan el debido
valor del texto. Hay que distinguir muy bien entre la cita del libro del Justo y la
interpretació n que da el autor al insertarla en su obra.
“Pero el autor que citó ese pasaje poético lo entendió de otra forma y vio en él un
milagro físico en el sol y la luna. Su fe en el poder de Dios era suficientemente grande
para creer que esa interpretació n era posible
Yavé dio a los israelitas toda la tierra que había prometido con juramento dar a sus
padres.
Yavé entregó a todos sus enemigos en sus manos. No falló una sola de todas las
espléndidas promesas que Yavé había hecho a la casa de Israel. Todas se cumplieron.
(Josué 21, 43-45)
Esforzado en la guerra fue Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés como profeta… É l
invocó al Altísimo Soberano, cuando los enemigos por todas partes le estrechaban, y le
atendió el Gran Señ or lanzando piedras de granizo de terrible violencia. Cayó de golpe
sobre la nació n hostil, y en la bajada aniquiló a los adversarios, para que conocieran
las naciones la fuerza de sus armas, porque era frente al Señ or la guerra de ellas.
(Eclesiá stico 46, 1-8)
El mar de las Cañ as partió en dos, porque es eterno su amor; y por medio a Israel hizo
pasar, porque es eterno su amor; y hundió en él faraó n con sus huestes, porque es
eterno su amor.
D. CUESTIONARIO
CURSO BIBLICO: “LUZ EN MI CAMINO” Pá gina 48
1. ¿Có mo se llama el cuarto libro del Antiguo Testamento?
2. ¿Por qué se llama así?
3. El censo de Nú meros 1-4, ¿Qué tiene como meta?
4. De varios ejemplos del uso del nú mero 40 en la Biblia
5. Muy a menudo “40” es un nú mero convencional en la Biblia. ¿Qué significa?
6. Por qué los israelitas fracasaron en su primera tentativa de conquistar la ciudad de
Jormá ?
7. ¿Có mo se llaman los primeros reyes vencidos por Israel?
8. ¿Quién introdujo el pueblo de Dios en la tierra prometida?, ¿Qué significa su
nombre? Y ¿Con qué personaje central del Nuevo Testamento se le puede
relacionar?
Segú n toda probabilidad, el libro de Josué fue escrito alrededor del añ o 620, cuando el
rey Josías estaba promoviendo en Jerusalén una gran reforma de la religió n. Los
autores de Josué eran profetas que escudriñ aban el pasado con el fin de sacar
lecciones para el momento presente. A partir de relatos má s o menos antiguos y otros
recuerdos no escritos (las tradiciones orales) presentaron de la conquista una
descripció n simplificada e idealizada.
2. IDEALIZADA: Presentaron a Israel como el pueblo ideal, muy unido bajo su jefe y
fiel cumplidor de la Ley de Dios, por lo tanto, só lo podía atraer bendiciones divinas y
la victoria en la guerra santa. Esta manera de presentar la historia era una invitació n
para que los israelitas volvieran a una vida conforme al compromiso de la Alianza del
Sinaí renovada en Siquén (Josué 24)
El libro de los Jueces dice, en cambio, que la conquista fue lenta, difícil, una labor que
terminó al cabo de dos siglos. Cada tribu actuaba por su cuenta (Jueces 1, 1-2,5) y no
siempre logró mantenerse firme en su propio territorio (Josué 15,63). Esta
descripció n corresponde má s a la realidad. Después de apoderarse de Jericó , los
israelitas no dominaron todo, só lo las zonas montañ osas:
Al norte: Dan, Aser, Neftalí, Zabuló n, Isacar; En el centro: Manasés, Efraím, Benjamín;
La Biblia enumera varios pueblos que molestaron a Israel en aquel período difícil. Los
má s importantes fueron los cananeos, los madianitas y los filisteos.
LOS CANANEOS: Fueron los primeros ocupantes de la tierra que Yavé tenía reservada
para la descendencia de Abraham. Tenían ciudades-fortalezas, pero ante todo eran
agricultores y vivían en las tierras bajas, principalmente en el valle de Jezreel que
constituía una frontera entre las tribus del norte y las del centro. Su potencia militar
estaba representada por sus carros.
LOS MADIANITAS: Eran pastores á rabes del Sinaí que llegaron a la tierra de Canaá n
por el sur. Su fuerza militar consistía en que usaban el camello y así podían realizar
invasiones rá pidas.
LOS FILISTEOS: Llegaron de Europa por el mar, en el siglo 12. Se establecieron en las
tierras planas de la costa del país, al suroeste, pero trataron de extenderse hacia las
montañ as de los israelitas. Eran fuertes porque habían traído de su patria armas de
hierro.
Si Dios dejó subsistir varios pueblos paganos en medio de Israel, fue sobre todo para
probar su fidelidad (Jueces 2,22). Jesú s dirá : “No he traído paz, sino espada”, y en su
oració n hablará así: “No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del
malo”. Para cada uno de nosotros, la fidelidad al Evangelio y a Cristo significa una
lucha (1Cor 9,25), ya que el trigo crece con la mala hierba (Mateo).
LOS JUECES:
Los Jueces eran líderes que poseídos por el Espíritu de Yavé hablaban y actuaban má s
allá de sus capacidades normales. Su misió n duraba el tiempo necesario para librar tal
o cual tribu oprimida. Veamos cuatro ejemplos.
Débora y Baraq: Libraron a Israel de los cananeos. Con 10.000 hombres fueron al
encuentro del potente enemigo que contaba con 900 carros. Pero una lluvia fuerte
SANSON: Trató de vencer a los filisteos en una acciones aisladas, pero no tuvo
éxito.Tenía una fuerza extraordinaria atribuida a un voto. Pero su pasió n incontenida
por las mujeres filisteas lo llevó a romper su voto. Fue su perdició n (B19). Jesú s dirá :
“Sin Mí no pueden hacer nada” (Juan 15,5), una verdad eterna que la historia de los
jueces ya demuestra a su manera.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Sansó n estuvo atento a la situació n de sus hermanos; cumplió un papel efectivo ante
éstos y se convirtió entonces en una luz de esperanza para ellos.El mundo de hoy
ofrece momentos que reclaman actitudes similares a las de Sansó n. En efecto: cuando
una persona sufre, la esperanza en su vida y en su futuro se va evaporando. Es allí
donde se precisa de un nuevo Sansó n (el cristiano de hoy) para que haga suyo el dolor
del hermano hasta disiparlo a sabiendas que un episodio de sufrimiento que se borre
en una existencia humana es un nuevo há lito de vida que Dios infunde en ella (Cfr.
Génesis 1).
Ser pues Sansó n no es só lo empresa cumplida por un hombre de ayer; ser Sansó n es
entender la vida como un esfuerzo de fe religiosa que se vuelve esperanza eficaz en la
vida de los hombres
Hemos pecado como nuestros padres, hemos faltado, nos hemos hecho impíos;
Nuestros padres, en Egipto, no comprendieron tus prodigios. No se acordaron de Tu
inmenso amor, se rebelaron contra el Altísimo…Luego se vincularon a Baal peor y
comieron sacrificios de muertos .No exterminaron a los pueblos que Yavé les había
enseñ ado, má s se mezclaron entre las naciones, aprendieron sus prá cticas. Sirvieron a
sus ídolos que fueron un lazo para ellos; sacrificaban a sus hijos y sus hijas a
demonios.
Así se manchaban con sus obras, y se prostituían con sus prá cticas.Entonces se
inflamó la có lera de Yavé contra su pueblo, y abominó de su heredad. Los entregó en
poder de las naciones, y los dominaron los que los odiaban; sus enemigos los
tiranizaron, bajo su mano quedaron humillados. Muchas veces los libró , má s ellos,
indó ciles, se hundían en su culpa; y los miró cuando estaban en angustia, escuchando
su clamor.
SALVANOS, SEÑ OR, DIOS NUESTRO,… para dar gracias a tu santo nombre, y gloriarnos
en su alabanza!
BENDITO SEA YAVE, DIOS DE ISRAEL, por los siglos de los siglos. Amén (Salmo 106)
Por la fe se derrumbaron los muros de Jericó , después de ser rodeados durante siete
días. Por la fe, la ramera Rajab no pereció con los incrédulos, por haber acogido
amistosamente a los exploradores.
Y ¿a qué continuar? Pues me faltaría tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeó n, Baraq,
Sansó n, Jefté, David, Samuel y los profetas. Estos, por la fe, sometieron reinos, hicieron
justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a leones, apagaron la violencia
delfuego, escaparon del hilo de la espada, curaron ejércitos extranjeros… Unos fueron
torturados, rehusando la liberació n por conseguir una resurrecció n mejor; otros
soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados,
aserrados, a espada; anduvieron errantes cubiertos de pieles de ovejas y de cabras;
faltos de todo oprimidos y maltratados, hombres de los que no era digno el mundo!
(Hebreos 11, 30-38)
D. CUESTIONARIO:
Israel, por su vocació n, no podía ser un pueblo cualquiera, sino el Pueblo de Dios. Lo
fue ya desde el desierto, pero tenía que serlo sobre todo en la tierra prometida. La
Alianza del Sinaí era la base sobre la cual los israelitas podían y debían apoyarse para
seguir siendo fieles a su vocació n.
Es por este motivo y con esta finalidad que Josué, aprovechando un tiempo de paz, citó
a la comunidad a Siquém, donde todos tenían que pronunciarse en pro o en contra de
Yavé, renovar o rechazar el compromiso tomado por sus padres. Esto nos enseñ a que
cada generació n de hombres debe afirmar su fe, en las circunstancias concretas de su
vida.
A este respecto la tribu de Leví, que no recibió territorio propio, desempeñ ó un papel
importante. Los levitas tenían a su cargo todo lo referente al culto y a la religió n en los
santuarios. Des éstos se destacaba el de Silo, ubicado en la zona central del país. Bajo
su techo se guardaba el Arca de Yavé o Arca de la Alianza, armario construido por
orden de Moisés (Deut 10, 1-15) que contenía las dos tablas de la Ley, un vaso de
maná y la vara de Aaró n. Eran recuerdos elocuentes de la misericordia y del amor de
Yavé manifestado en el desierto y del compromiso tomado por los padres después de
su libració n de Egipto. Por todos estos motivos el Santuario de Silo llegó a ser el centro
de reunió n de la comunidad israelita (Josué 18,1; Jueces 18,31)
Los hombres se casaban con mujeres cananeas y adoptaban sus costumbres paganas.
SAMUEL:
SACERDOTE: Su madre, Ana, no tenía hijos; pero Dios oyó su oració n, le dio un hijo y
ella se lo consagró . Por lo tanto, fue criado en el santuario de Silo, donde vivía el viejo
Elí con sus hijos. El agradecimiento de Ana se tradujo en un canto muy parecido al de
la Virgen María: ambas mujeres celebran el amor de Dios por los pequeñ os (C40). Por
su padre, Samuel era sacerdote de nacimiento (1 Cró nicas 6,18)
JUEZ: En las circunstancias difíciles el pueblo solía acudir a él. Fue la esperanza de sus
hermanos en tiempo de crisis, fue un juez, un liberador. Sus armas eran el llamado a la
conversió n y la oració n. Por ejemplo, mientras el pueblo derrotaba a los filisteos en
Mispá , él rezaba, tal como Moisés lo había hecho.
En su vejez ungió a Saú l como primer rey de Israel, por petició n del mismo pueblo que
quería ser como las demá s naciones (1 Samuel 8,5). Samuel vio en ello un atentado
contra Yavé, el ú nico y verdadero Rey de Israel (Lea B20). Sin embargo Dios le dijo:
“Haz como quieran”. Qué palabras má s incomprensibles para el anciano! Pero un día
Yavé dará a la monarquía principiante de Israel todo sentido: vendrá un Rey, un
Ungido, el verdadero, quien salvará a todos los hombres. Esto Samuel no lo sabía…
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
En esta primera versió n, Saú l es designado rey mediante la suerte ante el pueblo
reunido por Samuel en Mispá .
El ú ltimo juez ungió al primer rey, y este rey tuvo muchos aspectos de juez. El rey fue
elegido por Dios, poseído de su espíritu; fue su espíritu el que le impulsó a grandes
hazañ as.
Así aparece por primera vez el concepto de monarquía nacional. El reino de Israel fue
modelado conforme a los de Amó n, Moab y Edom, establecidos poco tiempo antes de
la conquista, y de los reinos arameos de Siria. Má s que una imitació n es un desarrollo
paralelo entre los pueblos de la misma raza y que hacía poco se habían hecho
sedentarios (= agricultores)
La historia de Saú l deja al lector cristiano en una cierta perplejidad, ya que le pone
ante la inflexibilidad de los consejos de Dios. Con una explícita alusió n a la
inmutabilidad de Dios, la Biblia dice: “La gloria de Israel no miente ni se arrepiente,
porque no es él un hombre para arrepentirse” (1 Samuel 15,29). Hay textos que abren
Saú l, a quien un día eligió Dios, viene a ser al fin un rechazado y un renegado del amor
divino, que cae de error en error para hundirse definitivamente en una oscuridad
como privada de gracia.
Amado fue su Señ or Samuel, profeta del Señ or fundó la realeza, y ungió a los príncipes
puestos sobre su pueblo.
Segú n la Ley del Señ or juzgó a la asamblea. Por su fidelidad se acreditó como profeta,
por sus orá culos fue reconocido fuel vidente. Invocó al Señ or Todopoderoso cuando
los enemigos por todas partes le estrechaban, ofreciendo un cordero lechal.Y tronó el
Señ or desde los cielo, con gran ruido hizo resonar su voz; aplastó a los jefes
adversarios y a todos los príncipes de los filisteos. (Eclesiá stico 46, 16-21)
…Saú l dijo a Samuel: “He pecado traspasando la orden de Yavé y tus mandatos, porque
tuve miedo al pueblo y le escuché. Ahora, pues, perdona mi pecado, por favor y ven
conmigo para que adore a Yavé”. Pero Samuel respondió a Saú l: “No iré má s contigo;
ya que has rechazado la Palabra de Dios, Dios te ha rechazado para que no seas rey de
IsraelY como Samuel se volviera para marcharse, le asió Saú l el extremo del manto,
que se desgarró , y Samuel dijo: “Hoy te ha desgarrado Yavé el reino de Israel y se la ha
dado a otro mejor que tú ”. (Y la Gloria de Israel no miente ni se arrepiente, porque no
es un hombre para arrepentirse). Saú l dijo: “He pecado, pero, con todo, te ruego que
me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel y vengas conmigo
para que adore a Yavé tu Dios”. Volvió Samuel con Saú l y éste adoró a Yavé. Después…
partió Samuel para Rama y no vio má s a Saú l hasta el día de su muerte. Y lloraba
Samuel por Saú l, pero Yavé se había arrepentido de haberlo hecho rey de Israel.(1
Samuel 15, 24-31; 34-35)
Los arcos de los fuertes se han quebrado, los que tambalean se ciñ en de fuerza. Los
hartos se contratan por pan, los hambrientos dejan su trabajo. La estéril da a luz siete
veces, la de muchos hijos se marchita.
D. CUESTIONARIO:
Incapaz de elegir entre la voluntad de Dios, los deseos del pueblo y su ambició n
personal, Saú l ya no servía para el plan del Salvador. Yavé se buscó un hombre segú n
su corazó n para hacerlo rey de su pueblo (1 Samuel 13,16). Lo encontró en David.
De David se sabe muy bien que nació en Belén de Judá , ahí mismo donde iba a nacer
Jesú s mil añ os después. Pero có mo, cuá ndo y por quién fue ungido? El libro de Samuel
presenta dos puntos de vista:
Segú n el primero, David, el menor de los hijos de Jesé, nieto de Rut, fue ungido por
Samuel (1 Sam 16). Pero el resto del libro parece ignorar el episodio.
Segú n el otro punto de vista, David fue ungido primero por la gente de Judá (2 Samuel
2,4) y luego por los ancianos de Israel (2 Samuel 5,3).
Esta diversidad de informació n no debe extrañ arnos, ya que muchos libros de la Biblia
han sido escritos por etapas y varias personas. El libro de Samuel, dividido en dos
partes, es uno de ellos. (Lea C 41).
Segú n una tradició n, se llama al joven David a tocar mú sica en la corte de Saú l,
porque éste, después de ser rechazado por Yavé, “fue posesionado por un espíritu
malo” (es decir, en lenguaje má s moderno, se volvió neuró tico). La mú sica de David lo
tranquilizaba (1 Sam 16, 14-23). Como cantante y mú sico acompañ ó al rey a la guerra
de liberació n contra los filisteos y así fue posible su encuentro con el campeó n Goliat:
1 Sam 17, 1-11 y 32-53.
Segú n la otra tradició n David era un joven pastor desconocido; vino a visitar a sus
hermanos mayores en el ejército precisamente cuando Goliat estaba haciendo su reto:
1 Sam 17, 12-30 y de 17,55 al 18,2.
Goliat, un gigante (1 Sam 17, 4-7). Los israelitas tenían miedo, todos, menos David,
quien iba preguntando: “Quién es ese filisteo incircunciso para injuriar al ejército del
Dios vivo?” (1 Sam 17, 26). El niñ o fue a combatir contra el filisteo y lo venció porque
“Yavé estaba con él” (1Sam 17,37). San Pablo dirá : “Si Dios está por nosotros, quién
contra nosotros?” (Rom 8,31) y, en otro pasaje: “Dios ha elegido lo débil del mundo
para confundir lo fuerte” (1 Cor 1,17). Los caminos de Yavé son así.
AÑOS DE CLANDESTINIDAD:
Después de tal hazañ a, las mujeres de Israel gritaban: “Saú l mató a mil y David a diez
mil”. Los éxitos de David convencieron a Saú l de que el joven hondero era su rival. Y
trató de eliminarlo. David tuvo que huir, tal como lo había hecho Moisés cuando mató
al opresor egipcio: cuando alguien empieza a trabajar por el bien comú n de sus
hermanos, encuentra a menudo incomprensió n y persecució n. Es lo que Cristo
prometerá también a sus discípulos.
Después de huir de Saú l, David aparece como jefe de una banda en el desierto de Judá ,
y llega hasta ponerse al servicio de los filisteos. Sin embargo, poco a poco, gracias a su
há bil comportamiento, gana la confianza de las familias de Judá y así escapa a la
persecució n de Saú l. Después de la muerte de éste, puede imponerse como rey a Judá
en Hebró n. Al cabo de 7 añ os de guerra civil, los demá s israelitas se deciden a
reconocerlo ellos también como su rey. Estamos en el añ o mil antes de Cristo. Empieza
entonces la época má s brillante de la historia de Israel: el reino unido.
JERUSALEN:
Una de las hazañ as má s grandes logradas por David fue la toma de la antigua ciudad
de Jerusalén. Así fue movida la cuñ a que los filisteos habían metido en el interior de la
tierra de Canaá n; por el triunfo de David se abría el camino a una mejor comunicació n
y unió n entre las tribus del sur y las demá s.
El rey trasladó su residencia a Jerusalén que llegó a ser “la ciudad de David”. Poco
después trasladó también el Arca de la Alianza, haciendo así de Jerusalén el centro de
la religió n israelita, la Ciudad Santa, la Ciudad de Dios. Jesú s derramará se sangre en
Jerusalén mil añ os después. De Jerusalén también saldrá n los Apó stoles a predicar el
Evangelio, a la espera de la Jerusalén celestial (Apocalipsis 21).
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
La figura de David, como hombre y como rey, tiene un relieve tal que no cesa de ser
para Israel el tipo de Mesías que debe nacer de su raza. A partir de David, la Alianza
con el pueblo se hace a través del rey (Eclesiá stico 47, 2-11). Así el trono de Israel es el
trono de David (Isaías 9,6; Luc 1,31): sus victorias anuncian la que el Mesías, lleno del
Espíritu que reposa sobre el hijo de Jesé (1 Samuel 16,13; Isaías 11, 1-9), reportará
sobre la injusticia. Por la victoria de su resurrecció n cumplirá Jesú s las promesas
hechas a David (Hechos 13, 32-37) y dará a la historia su sentido (Apocalipsis 5,5).
¿Có mo logró el personaje David este puesto distinguido en la historia de la salvació n?
b) El elegido de Dios:
David, llamado por Dios y consagrado por la unció n (1 Samuel 16, 1-13), es
constantemente el “bendito” de Dios, al que Dios asiste con su presencia; porque Dios
está con él, prospera en todas sus empresas (1 Samuel 18, 14ss) y en las que él mismo
emprenderá como rey y liberador de Israel (2 Sam 8,14).David, encargado como
Moisés de ser el pastor de Israel, hereda las promesashechas a los patriarcas, y en
primer lugar la de poseer la tierra de Canaá n. Es el artífice de esta toma de posesió n
por la lucha contra los filisteos, inaugurada en tiempos de Saú l y proseguida durante
su propio reinado. La conquista definitiva es coronada por la toma de Jerusalén (2
Sam 5, 6-10) David y toda la casa de Israel no forman sino un solo pueblo en torno a su
Dios.
c) El héroe de Israel:
La gloria religiosa de David no debe hacer olvidar al hombre; tuvo sus debilidades y
sus grandezas; rudo guerrero, astuto también (1 Sam 27, 10ss), cometió graves faltas
y se mostró débil con sus hijos ya antes de su vejez. Pero, qué magnanimidad en su fiel
amistad con Jonatá n, en el respeto que muestra siempre hacia Saú l. Algunos detalles
revelan su nobleza de alma: respeto del Arca, respeto de la vida de sus soldados (2
Sam 23, 13-17), generosidad (1 Sam 30, 21-25) y perdó n (2 Sam 19, 16-24). Texto
tomado del Vocabulario de Teología Bíblica, articulo “David”.
Cuando los hijos de Jesé se presentaron, Samuel vio a Eliab, el mayor, y se dijo: “Sin
duda éste será el escogido”. Pero Yavé dijo a Samuel: “No mires su apariencia ni su
gran estatura, porque lo he descartado. Pues el hombre mira las apariencias, pero
Yavé mira el corazó n”. Jesé llamó a su hijo Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel, que
dijo: “Tampoco a éste ha elegido Yavé”. Jesé hizo pasar a Sama, pero Samuel dijo:
“Tampoco es éste el que ha elegido Yavé”. Jesé hizo pasar a sus siete hijos ante Samuel,
pero éste dijo: “A ninguno de éstos ha elegido Yavé”.
Samuel, pues, preguntó a Jesé: “Está n aquí todos tus hijos?” É l contesto: “Falta el má s
pequeñ o que está cuidando las ovejas”. Samuel le dijo: “Anda a buscarle, pues no nos
sentaremos a comer hasta que él no haya venido”.Jesé mandó a buscar a su hijo
menor. Era rubio, de buen aspecto y de buena presencia. Y Yavé dijo: “Levá ntate y
consá gralo con aceite porque es éste”… Samuel lo ungió … Y el Espíritu de Yavé
permaneció sobre David desde ese día. (1 Samuel 16, 6-13)
David al escucharlo, se enojó mucho con el hombre rico y dijo a Natá n: “Vive Yavé. El
que tal cosa hizo, merece la muerte; pagará 4 veces el precio de la ovejita, por haber
actuado así sin ninguna compasió n”.
Piedad de mí, Señ or, en tu bondad, por tu inmensa ternura, borra mi pecado.Lá vame a
fondo de mi culpa y de mi pecado purifícame. Crea en mí, Oh Dios, un puro corazó n…
(Salmo 50)
D. CUESTIONARIO:
David supo reconocer su error y orientarse hacia la voluntad del Señ or, a costa de su
dignidad personal. Así es como nosotros debemos actuar después de ofender a Dios y
al pró jimo. Varios Salmos manifiestas la humildad del rey, su paciencia, su fe que iba
creciendo a través de las pruebas. (Unidad 4, capítulo 1)
Sin embargo tuvo que aguantar las consecuencias de su crimen, porque, segú n el
Evangelio dice, el que siembra violencia cosecha violencia (Mt 26,52)
“Guarda las observaciones de Yavé, tu Dios, yendo por su camino… segú n está escrito
en la Ley de Moisés para que tengas éxito en cuando hagas y emprendas” (1 Reyes 2,3)
El que así hablaba era David, poco antes de morir. La vida le había enseñ ado que
existen un poder superior al del rey, una voluntad divina que gobierna y juzga las
acciones humanas, las del rey como las nuestras (Lea C 44). Y el destinatario de estos
consejos era el joven Salomó n, segundo hijo que David tuvo con Betsabé. Pero
Salomó n no tomó siempre en serio las palabras de su padre.
Para levantar al á nimo al pequeñ o grupo de fieles, el autor les dice: “Vuelvan a David, a
su fe, vuelvan al templo levantado por su hijo!” De ahí la necesidad para el autor de no
decir todo lo que sabía de Salomó n, de presentar só lo su cara positiva, de alabarlo má s
de lo que merecía. Es por eso que menciona solo dos elementos ya conocidos por el
libro de los reyes escrito varios siglos antes. Los dos datos son: La construcció n del
templo (2 Cró nicas 2-8; 1 Reyes 5-9). Dio lugar a una gran actividad comercial y
econó mica: compra de cedros y otras maderas preciosas del Líbano, creació n de una
flota. Iniciados en 969 antes de Cristo, los trabajos finalizaron siete añ os má s tarde
(má s detalles en B22).
La Sabiduría. Salomó n la había pedido a Dios, no para sí mismo sino para la buena
administració n del reino (2 Cró nicas 1,10; 1Reyes 3, 5-14: Vea C45 y 46). Todos
acudían a él, desde las má s humildes amas de casa (1 Reyes 3, 10-28) hasta la reina de
Sabá (2 Cró nicas 9; 1 reyes 10). Así debemos hacer nosotros con Cristo, quien es má s
grande que Salomó n (Mt 12,42)
A estos datos, el libro de los Reyes agrega otros elementos que dan una idea distinta
de lo fue Salomó n. Nos dice primero que la sucesió n al trono de David no se hizo sin
derramamiento de sangre.
Por ser Adonías el mayor de los hijos de David que quedaban, creía tener derechos al
trono (pensaba como Esaú : Unidad 1 cap. 5). Pero una intriga de palacio fomentada
por Betsabé, la mujer preferida de David, logró que el rey se pronunciara en favor de
su hijo Salomó n (1 Reyes 1,30).
Este llegó al trono por un golpe militar (1 Reyes, 38-40), y para consolidar su poder
personal eliminó a todos sus rivales: Adonías, fue asesinado; Joab, el ex general de
David, también asesinado; Abiatar, el sacerdote legítimo, destituido y desterrado a un
pueblo sin importancia, Anatoto, futura patria de Jeremías. A continuació n reorganizó
y modernizó el ejército, dotá ndolo de carros tirados por caballos (1 Reyes 10, 26-27).
Salomó n hizo de la monarquía una ambició n personal, al igual que Saú l. Se convirtió
en uno de los hombres má s ricos de la tierra (1 Reyes 10, 23)… pero Jesú s dirá que a
Salomó n había dejado de ser un sabio (medite C 47). Este cambio de actitud del rey no
podía quedarse sin consecuencia. Es lo que explicaremos en el pró ximo capítulo.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
El propio y verdadero Templo, que era ante todo una capilla real y, como tal, el
santuario principal del pueblo de Israel, se elevaba sobre una terraza cuadrangular
orientada en el sentido de este a oeste. Comprendía 3 ambientes generales:
El Atrio
El Santo
Cuando murió Jesú s en la cruz, la cortina que cerraba la entrada del santo de los
santos, se rasgó (Mt 27,51). Es que Jesú s, verdadero Sumo Sacerdote, había por fin
reconciliado de verdad a los hombres con Dios, segú n explica largamente la carta a los
Hebreos. Por la muerte de Jesú s, por la santificació n y purificació n debida a su sangre,
tenemos enadelante libre acceso al Trono de Dios y estamos en paz con É l (Romanos
5, 1-11)
En Gabaó n Yavé se apareció a Salomó n en sueñ os por la noche. Dijo Dio: “Pídeme lo
que quieras”. Salomó n respondió : “Tú has tenido gran amor a David, mi padre, ya que
él te servía fielmente, como es debido y con sinceridad. Tú lo has seguido
favoreciendo, dá ndole un hijo que le suceda sobre su rostro. Ahora bien, Yavé, mi Dios,
CURSO BIBLICO: “LUZ EN MI CAMINO” Pá gina 66
me has hecho rey en el lugar de David; pero yo soy muy joven aú n y no sé conducirme.
Estoy en medio del pueblo que has elegido, pueblo tan numeroso que no se puede
contar. Dame, pues, a mí, tu servidor, capacidad de juzgar bien y de decidir entre lo
bueno y lo malo, porque si no, có mo podría gobernar este pueblo tan grande?”
Agradó a Yavé esta sú plica de Salomó n y le dijo: “No has pedido para ti una vida larga,
ni has pedido riquezas, ni la muerte para tus enemigos. Má s bien has pedido sabiduría
para poder juzgar. Por eso, te doy lo que pides: tendrá s sabiduría e inteligencia como
nadie tuvo antes de ti ni la tendrá después. Ademá s te daré lo que no has pedido,
riquezas y gloria tales que mientras vivas no habrá rey alguno como tú . Si sigues mis
caminos, cumpliendo mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, tu padre, te daré
larga vida”(1 Reyes 3, 5-14)
Yavé, Dios de Israel, no hay Dios parecido a ti, ni en el Cielo ni en la tierra. Tú eres fiel
a tu alianza y tienes compasió n con tus siervos cuando te sirven con sinceridad. Tú
habías anunciado este día a mi padre, David tu servidor. Hoy vemos que has sido fiel a
tu promesa y la has cumplido bien. Y ahora, oh Yavé, Dios de Israel, cumple bien esta
otra promesa que le hiciste a David, diciendo: Siempre habrá uno de tus hijos para
servirme y reinar sobre Israel, siempre que tus hijos se porten bien y me sirvan como
lo has hecho tú . Cumple, pues, la palabra que le dijiste a David, mi padre. (1 Reyes 8,
23-26)
Tengo en contra tuya el que has perdido tu amor del principio. Mira, acuérdate de
dó nde has caído y arrepiéntete, volviendo a hacer lo que antes sabías hacer. En caso
contrario iré a ti y removeré tu candelero de donde fue colocado: eso, si no te
arrepientes (Apocalipsis 2, 4-5)
El que siga firme hasta el fin, ese será salvado (Mt 10,22)
D. CUESTIONARIO:
Cuando murió Salomó n, en el añ o 931 antes de Cristo, su hijo Roboam fue proclamado
rey y aceptado sin oposició n por los habitantes de Judá . Luego el nuevo monarca subió
a Siquém, convencido de que allá también iba a ser reconocido por las demá s tribus de
Israel. Pero al contrario de lo que el nuevo rey pensaba, los sú bditos del norte, es decir
Siquém, le dijeron: “Tu padre nos ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú has má s
leve la dura esclavitud de tu padre y el yugo que puso sobre nosotros, y te serviremos”
(1Reyes 12,4)
Estas palabras expresaban una petició n justa y manifestaban la buena voluntad de las
tribus que le rey anterior había explotado con impuestos agobiadores y las demá s
cargas.
El pueblo siempre está dispuesto a aceptar sacrificios, muchos sacrificios, para el bien
comú n y la patria, pero no acepta nunca perder su libertad.
VICTIMA DE SU AMBICION:
Roboam exigió un plazo de tres días antes de dar su respuesta. Mientras tanto pidió
consejos, primero a los ancianos que asesoraban a su padre, luego a unos jó venes,
compañ eros de su infancia.
Roboam prefirió seguir los consejos tontos de jó venes sin madurez. Su ambició n del
poder era tan grande como para cerrarle los oídos y el entendimiento ante las justas
exigencias de los ciudadanos. No quiso cambiar nada de la política opresiva de
Salomó n.
Má s bien, en una asamblea dijo esta provocació n: “Mi padre los azotaba con lá tigos;
pues yo los azotaré con escorpiones” (v. 14) Podemos imaginar cuá l fue la reacció n de
la gente. Los israelitas contestaron: “No tenemos nada que ver contigo, hijo de David
(v.16)”. Fue la señ al de la revolució n.
Jerboam era del centro del país, de la tribu de Efraím. No ignoraba có mo el favoritismo
de Salomó n para con Judá perjudicaba a las demá s tribus. Pero ese joven fuerte y
valiente llamó la atenció n del rey que lo puso de director de trabajo en la construcció n
del muro Jerusalén (vv. 27-28).
Entonces Jeroboam pudo ver con má s claridad hasta qué punto el pueblo era oprimido
por los trabajos forzados al servicio de Salomó n y de su orgullo. ¿Có mo podía ser? Ese
pueblo que Yavé había librado de la esclavitud de los egipcios tres siglos antes se
hallaba nuevamente esclavizado, pero ahora por el propio hijo de David casado con la
hija del faraó n! Esta situació n no podía durar, porque nadie puede esclavizar al
hombre, ni siquiera en nombre de la religió n.
Jeroboam pensaba en esto cuando se encontró con el profeta Ajías, quien también era
del centro del país, precisamente de Silo. El hombre de Dios anunció al joven su futuro
reinado sobre las diez tribus de Israel, mediante actos simbó licos y orá culos de Dios
(vv.29-31; lea texto C 49). Pero cuando empezó la persecució n de Salomó n en contra
suya, no le quedaba otra alternativa que la de huir a Egipto, a la espera de su hora, la
hora de Dios, tal como Moisés lo había hecho anteriormente, en un contexto muy
parecido.
La divisió n del reino que David había unificado con muchos sacrificios, bien hubiera
podido suceder durante el reinado de Salomó n, el gran responsable del
descontentopopular y de la tensió n nuevamente agudizada entre las tribus del norte y
la del sur. Pero, ¿por qué el reino no le fue tomado directamente a él, sino a su hijo
Roboam?
LA UNIDAD PERDIDA:
Pero cuando murió Salomó n, todo lo predicho se cumplió . El pueblo de Dios se dividió
en dos reinos que muchas veces entrarían en competencia, el de Judá y el de Israel
(má s detalles en B 23). La unidad tan difícilmente lograda no había durado cien añ os.
Nunca má s volvería.
La unidad es un don que Dios quiere y crea para la fraternidad, no para la opresió n.
Fue lo que Salomó n no quiso entender. Pero la voluntad de liberació n del pueblo
prevaleció .
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
ISRAEL JUDA:
* Má s grande y má s rico. Abarca diez tribus: Efraim-Manses, Rubén, Gad, Dan, Neftalí,
Aser, Zabuló n, Isacar, parte de Benjamín
* El reino recibe las estructuras establecidas por David y Salomó n, por ejemplo una
capital bien ubicada, Jerusalén, y una dinastía estable, la de David. Así que forma un
conjunto fá cil de unificar.
* No tiene verdadero templo nacional. Las religiones del dios cananeo, Baal, entran en
competencia con la religió n de Yavé
*La capital, Jerusalén, es también la Ciudad Santa. A pesar de las influencias cananeas,
la religió n de Yavé queda como la má s importante, gracias a los sacerdotes del Templo
* Toma conciencia sobre todo de la esperanza mesiá nica: un día surgirá de la “Casa de
David”, es decir de su descendencia, un ungido, un mesías (palabra que viene del
idioma hebreo, se dice cristos en griego, y significa “ungido”). Esa persona reinará
para siempre y traerá la salvació n que Yavé ha preparado para los hombres.
* Allí nace el movimiento profético, con Elías, Eliseo, Amos y Oseas. Ese movimiento
influirá en las tradiciones elohista duteronó mica (má s detalles en capítulo 5, en B 25)
Jesú s reunió a sus discípulos y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones se
portan como dueñ os de ellas y que los poderosos hacen sentir su autoridad. Entre
ustedes, NO SERÁ ASÍ; al contrario, el que aspire a ser grande entre ustedes, se hará el
servidor de ustedes. Y el que quiere ser el primero, debe hacerse esclavo de los demá s.
A imitació n del Hijo del Hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar
su vida como precio por la salvació n de muchos”. (Mt 20, 25-28)
Pero no le quitaré todo el reino; lo mantendré como rey hasta el fin de su vida en
atenció n a David, mi siervo, a quien elegí y que guardó mis mandamientos y preceptos.
Pero sí, tomaré el reino de manos de su hijo y te daré diez tribus, reservando
solamente una tribu para su hijo para que quede una lá mpara en mi presencia, en
Jerusalén, la ciudad que yo elegí para poner allí mi nombre. Te tomaré a ti y te haré
reinar sobre cuanto desees y será s rey de Israel. Si escuchas todo cuanto te ordene, y
andas por mis caminos, y haces lo que me agrada, guardando mis decretos y
mandamientos como hizo David mi siervo, yo estaré contigo y te edificaré una casa
Como un padre se compadece de sus hijos, así el Señ or se apiada de los que le
temen.É l sabe de qué barro fuimos hechos, É l recuerda que somos polvo. La vida del
hombre dura lo que dura la hierba; florece como la flor silvestre
En cambio permanece la misericordia del Señ or, dispuso su salvació n para los hijos de
tus hijos. Para los que son fieles a su alianza, que recuerdan sus mandamientos y los
cumplen. (Salmo 103)
D. CUESTIONARIO:
1. Cuando murió Salomó n, el reino unido se dividió en dos reinos; ¿Có mo se llamaban
y dó nde estaban ubicados?
2. ¿Roboam fue rey del norte o del sur?
3. ¿Qué consejo dieron los ancianos a Roboam?
4. ¿Cuá l es la finalidad de la autoridad segú n la Biblia?
5. Nombre a dos personas que resistieron a Salomó n
6. ¿Por qué fracasó su resistencia?
7. ¿Por qué Dios no le quitó todo su reino a Roboam?
8. ¿Qué dice San Juan (11,52)
El reino de Israel duró apenas doscientos añ os, del añ o 931 al 721. Fue gobernado por
diez y nueve monarcas, de los cuales algunos reinaron por un brevísimo tiempo,
siendo derrocados por otros. En total nueve familias distintas ocuparon
sucesivamente el trono de Israel, lo que indica lo inestable que fue su historia así
como se puede ver a partir del capítulo 12 del primer libro de los Reyes.
Como de costumbre, Yavé intervino para salvar a su pueblo. Lo hizo por los profetas.
Lo había hecho anteriormente mediante hombres como Samuel, Natan, Ajías y algunos
otros. Pero a partir del siglo nueve se puede hablar de un movimiento profético: Dios
tiene sus portavoces oficiales que recuerdan al pueblo y a las autoridades las
exigencias de la Alianza, denuncian los abusos del momento presente y anuncian la ira
venidera de Yavé, juez y salvador. Eran la conciencia de Israel. Los cuatro grandes
profetas del norte fueron Elías, Eliseo, Amos y Oseas (Lea B 24). El má s grande fue
Elías.
Ese grito de fe molestó la propaganda de la faná tica Jezabel, por lo cual ésta declaró
abiertamente la guerra al Dios de Israel. Mandó derribar los altares de Yavé y matar
todos sus profetas (1 Reyes 19,10). Elías tenía que huir, pero primero envió al rey un
terrible recado: “No habrá estos añ os lluvia ni rocío mientras yo no mande” (1 Reyes
17,1). Y hubo sequía, que afectó a Israel y al país de Sidó n (1 Reyes 17,14; 18,5). Yavé
demostró a todos que la lluvia y la fertilidad dependen de É l, Señ or del universo, y que
los “baales”no son nada!
Sucedió en el monte Carmelo ante todo el pueblo reunido. Acab por fin había aceptado
la proposició n del profeta: un reto a Baal (Lea 1 Reyes 18, 20-40). Elías solo desafiaba
a cuatrocientos cincuenta profetas y los poderes del mundo! Así había hecho Moisés
peleando contra el faraó n y los mangos y David luchando contra Goliat. Pablo dirá :
“Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Filipenses 4,13; lea también Mateo 17,
20).
Ese día Elías demostró que Baal no es nada, y la matanza de sus profetas anunciaba la
victoria final de Dios sobre sus enemigos.
La cruel Jezabel empezó de nuevo a perseguir a Elías, quien tuvo que huir otra vez,
ahora hacia Judá . Cuando llegó a Berseba se le ocurrió seguir hacia el Horeb o monte
Sinaí, cuna de la Alianza con Yavé (lea sin falta C 51). Pero en camino se cansó , o mejor
dicho se desanimó , deseaba la muerte… Elías desanimado!.Sí, Dios permite esas crisis
de la fe, para purificarla, y esto puede pasar con usted también…
Pero Dios es má s fuerte que las crisis. Elías recibió el pan del cielo, tal como sus
antepasados habían recibido el maná . Pudo llegar a la montañ a santa y empezó a
buscar a Yavé allí donde É l se había manifestado a Moisés y al pueblo: en el viento, el
trueno, el fuego. Pero Dios dejado de manifestarse en esas formas. Por eso Elías no le
encontraba.
Dios no cambia, pero sí cambia el mundo, y Dios escoge libremente el modo de darse a
conocer. Elías lo encontró inesperadamente en el susurro de una brisa suave. Y usted,
¿có mo y dó nde busca a Dios?
EN EL CALLEJON DE LA INFIDELIDAD:
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
a. Entre los numerosos profetas que menciona la Biblia, merecen una especial
atenció n los hijos de profetas: son aquellos que, sin haber sido llamados en forma
personal, escogieron libremente su forma de vivir y formaron cofradías religiosas que
radicaban en los santuarios (Rama, Betel, Guilgal…) y datan de la época de los jueces
(lea por ejemplo 1 Samuel 19, 20-24; 10, 5-6). Hay que considerarlos en funció n de su
tiempo, de su medio y del conjunto de sus actividades. Si bien es cierto que algunos
“hijos de profetas”perdieron la conciencia de la institució n a que pertenecían, también
es verdad que los demá s, con su ejemplo, enfervorizaron al pueblo en el culto de Yavé,
de tal modo que fueron perseguidos y asesinados por Jezabel por predicar contra el
culto de Baal en calidad de profetas del Señ or.
Acab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y có mo había dado muerte a
cuchillo a todos los profetas de Baal. Jezabel entonces, mandó decir a Elías: “Que yo
muera si mañ ana a esta hora no te trato como has tratado a los profetas de Baal”. Elías
tuvo miedo y huyó para salvar su vida. Al llegar a Bersebá de Judá dejó allí su
muchacho. Caminó por el desierto todo un día y se sentó bajo un á rbol. Allí quiso
morir y dijo: “Basta ya, Yavé, toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres!”
Después se acostó y se quedó dormido debajo del á rbol.
Un á ngel vino a tocar a Elías y lo despertó diciendo: “Levá ntate y come”. Elías miró y
vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras calientes y un jarro de agua. Después
que comió y bebió se volvió a acostar. Pero por segunda vez el á ngel de Yavé lo
despertó diciendo: “Levá ntate y come, sino el camino será demasiado largo para ti”. Se
levantó pues a comer y beber y con la fuerza que le dio aquella comida, caminó
cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al cerro de Dios…
Cuando llegó allí, pasó la noche en una cueva. Le fue dirigida la Palabra de Yavé, que le
dijo: … “Sal y quédate en el cerro porque Yavé va a pasar”. Y he aquí que Yavé pasó .
Hubo un huracá n tan violento que hendía los cerros y quebraba las rocas delante de
Yavé. Pero Yavé no estaba en el huracá n. Después del huracá n hubo un terremoto,
pero Yavé no estaba en el terremoto. Después del terremoto, fuego, pero Yavé no
estaba en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Elías al oírlo, se
tapó la cara con su manto, salió de la cueva y se paró a su entrada. Entonces oyó una
voz que dirigiéndose a él le decía: “Qué haces aquí? (…) Vuelve por donde viniste y
anda hasta Damasco…” (1Reyes 19, 1-15)
El sacerdote de Betel, Amestas dijo a Amos: “Vete, vidente, huye a la tierra de Judá ;
come allí tu pan y profetiza allí. Pero en Betel no has de seguir profetizando, porque es
el santuario del rey y la Casa del reino”.
Respondió Amos y dijo a Amasías: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino un pastor
que vivía descortezando los sicó moros, pero Yavé me vino a buscar detrá s de mi
D. CUESTIONARIO:
Cuando Samaria cayó en manos de Asiria, en el añ o 721 A.C., el reino de Israel quedó
definitivamente borrado del mapa. De esta forma se cumplieron todas las amenazas
de los profetas que habían anunciado del día de Yavé, es decir el día que visitaría a su
Pueblo para tratarlo como uno de sus enemigos (Amos 5, 18-20)
¿SEGURIDAD O RESPONSABILIDAD?
En contraste con Israel, el trono de Judá fue ocupado siempre por un descendiente de
David. Aun cuando algunos de sus diez y nueve reyes fueron asesinados, el heredero
legítimo subía normalmente al trono; no se deshizo nunca la línea del hijo de Jesé.
¿Por qué? Porque así lo había prometido Yavé a David mediante el profeta Natá n: “Tu
trono estará firme para siempre” (2 Samuel 7,16). Esta promesa no fue borrada ni por
los pecados de David, ni por los de su hijo Salomó n, como lo hemos visto en la profecía
de Ajías (lea 1 Reyes 11, 36). Así que no hay otra explicació n que la fidelidad de Yavé:
cuando promete, cumple. Qué aliento para los cristianos, ya que el Señ or nos ha
prometido también a nosotros algo muy grande: “Estaré con ustedes todos los días
hasta que se termine este mundo” (Mt 28, 20).
Sin embargo esta escogencia de Judá podía ser una trampa para él y fomentar una
falsa seguridad, como si Yavé hubiera prometido cerrarse los ojos ante las
infidelidades de su pueblo. Es falsa la confianza en Dios que no va acompañ ada de una
verdadera obediencia a sus mandamientos (Mt 3, 9). No basta con ser bautizado para
estar en armonía con Dios y los hombres!
Para proteger a su Pueblo contra las desviaciones y las falsas garantías de la religió n,
Yavé le mandó a sus santos profetas. Lo había hecho primero para Israel; lo hizo
LA ESPERANZA DE UN CAMPESINO:
Miqueas nació en una aldea de la costa, territorio ocupado anteriormente por los
filisteos. Ejerció su misió n profética durante los reinados de Ajaz y Ezequías.
Campesino como Amó s, denunció los mismos abusos: las injusticias sociales, la
idolatría, la hipocresía y la rutina del culto celebrado en Jerusalén (Miqueas 2, 1-6; 6,
9-11; 7, 1-7; etc.). Como Amó s, anunció el día de Yavé, ese juicio de Dios que iba a caer
primero sobre Samaria, pero también sobre Jerusalén al no convertirse el pueblo de
Judá (Miqueas 1, 2-9; 3, 9-12). En sus palabras francas y a veces duras se descubre, sin
embargo, el amor del profeta hacia los pequeñ os y su gran esperanza: Miqueas no se
cansó nunca de anunciar la salvació n:De las ovejas cojas, Dios hará una nació n fuerte.
(Miqueas 4, 6ss) Yavé se prepara un resto (Miqueas 2, 12-13) Dios será el pastor de su
Pueblo y lo introducirá de nuevo en la Ciudad santa, en torno a la Casa del Dios de
Jacob, para un período de paz, cuando se cambien espadas en arados y lanzas en hoces
(Miqueas 4, 1-4)
Ese reinado, Dios lo ejercerá por medio de su Mesías o Ungido, es decir Cristo,
descendiente de David, que nacerá en Belén, humilde ciudad de Judá llamada a una
vocació n tan grande (Miqueas 5, 1-5)
Entonces Yavé purificará toda la tierra santa y las demá s naciones (Miqueas 5, 10-14)
Así soñ aba Miqueas, ese campesino que vivía en contacto íntimo con Dios y fue, en su
mundo, el testigo de una confianza inquebrantable, de una esperanza que no quedó
defraudada (Lea B 27).
Mientras tanto, Dios llamó a Isaías, un hombre de la capital que tenía acceso a la corte
real. La mayor parte de sus orá culos o profecías está n en los primeros treinta y nueve
capítulos del libro que lleva su nombre; los demá s capítulos, es decir del 40 al 55 y del
56 al 66, son de sus discípulos cercanos o lejanos. Ademá s, los capítulos de la primera
parte (1-39) no corresponden siempre al orden segú n las palabras pronunciadas; de
ahí que su lectura no resulta siempre muy fá cil. Por ejemplo, el relato de su vocació n
no está en el primer capítulo, como lo esperaríamos, sino en el sexto.
Su llamado tuvo lugar en el añ o 740 (A.C.), es decir unos veinte añ os antes de la caída
de Samaria. Sucedió en el Templo de Jerusalén (Isaías 6, 1-13). El hombre tenía
entonces alrededor de treinta añ os, la edad mínima para tener derecho a ser
escuchado y tomado en serio por los israelitas. Dios se le apareció bajo la forma de un
rey, el Rey universal y santo. La reacció n de Isaías fue la de todo hombre recto que
tiene la fe: se sintió indigno y pecador en presencia de un Dios tan santo (Isaías 6, 5;
compare con Lucas 5, 8 y 18,13)Isaías en todo y siempre se mostró un consejero
seguro porque era fiel a Yavé y lleno de esperanza. Así, por ejemplo, ante la amenaza
de dos pueblos ligados en contra de Judá , animó al rey Ajaz, para que no buscara su
apoyo en pactos con las potencias vecinas sino en Yavé. Para confirmar sus palabras,
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Miqueas es uno de los doce profetas menores, mientras Isaías es uno de los tres
mayores. Esta divisió n sin embargo no es importante, ya que en ambos grupos de
profetas es Dios quien nos habla, pero se hizo por razó n de la extensió n má s o menos
grande de los textos transmitidos bajo el nombre de cada uno de los portavoces de
Yavé. Miqueas pertenece a los menores porque el libro que lleva su nombre contiene
siete breves capítulos, e Isaías pertenece a los mayores porque son sesenta y seis
capítulos puestos bajo su nombre, siendo el libro má s largo de toda la Biblia, a
excepció n del libro de los Salmos.
Son conocidas las desilusiones que siguieron… Los reyes no fueron perfectos ni desde
el punto de vista moral ni desde el punto de visto religioso. En los libros proféticos
resuenan las amonestaciones apasionadas que se les dirigen (p.e. Jeremías 22, 13, 17)
y un día el Eclesiá stico, al mirar retrospectivamente la historia santa, constatará con
melancolía: “Fuera de David, Ezequías y Josías, todos han cometido iniquidad”
La paz y la justicia (Salmo 72), el conocimiento de Dios (Isaías 11, 9), la santidad de los
sú bditos (Daniel 7, 22), su simple cualidad de hombres (Salmo 87), todos estos trazos
componen un cuadro del reino futuro, bastante diferente del viejo reino. (A. Glein: Las
Ideas Fundamentales del Antiguo Testamento, pp 53-55)
Yavé por medio de Isaías, se dirigió otra vez a Ajaz y le dijo: “Pide a Yavé, tu Dios, una
señ al, aunque sea en las profundidades de la tierra o en las alturas del
cielo”.Respondió Ajaz: “No la pediré, no quiero poner a prueba a Yavé”. Entonces
Isaías le dijo: “Casa de David, escuchen: ¿No les basta cansar a los hombres? ¿También
quieren cansar a mi Dios? El Señ or entonces les dará una señ al: Miren que la virgen
está embarazada y da a luz un hijo varó n a quien le pondrá por nombre Emmanuel
(que significa: Dios está con nosotros). El niñ o se alimentará de leche cuajada y miel
hasta que tenga la edad de distinguir lo malo de lo bueno. Porque antes que el niñ o
sepa rechazar lo malo y elegir lo bueno, los territorios de los dos reyes que ahora te
amenazan (es decir Israel y Damasco) será n destruidos. (Is 7, 10-16)
El pueblo que andaba en las tinieblas vio una luz intensa, y su resplandor iluminó a los
que vivían en el país de las sombra… Miren los zapatos que hacían retumbar la tierra y
los mantos manchados de sangre. Van a ser quemados, el fuego los devorará .
UN NIÑO NOS HA NACIDO, un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombros descansa el
imperio y los llamará n: Consejero admirable, héroe divino, Padre para siempre,
Príncipe de la paz.
Grande es el imperio, la paz no tiene fin para el trono de David y su reino. Lo establece
y lo sostiene por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre.El amor celoso de
Yavé hará esto. (Is 9, 2-7)
Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de sus raíces. SOBRE É L
REPOSARÁ EL ESPÍRITU DE YAVÉ , Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de
consejo y fortaleza, Espíritu de ciencia y temor de Yavé.
No juzgará par las apariencias, ni se decidirá por lo que se dice. Juzgará con justicia a
los débiles y dictará sentencias justas a los pobres.
1. D. CUESTIONARIO:
2. Diga có mo Amos se imaginaba que iba a ser el día de Yavé.
3. ¿Qué actitud tenían los judíos para con los samaritanos?
4. ¿Por qué todos los príncipes de Judá fueron de la familia de David?
5. ¿Qué anunciaba la profecía má s importante de Miqueas en cuanto al Mesías?
6. Dé dos términos que traducen la palabra Mesías.
7. Complete lo siguiente: La vocació n de Isaías, cuyo relato está en el capítulo ______
de su libro, ocurrió en ______________________. Dios se le apareció bajo la forma de un
___________________.
8. Haga una comparació n entre la reacció n de Isaías en presencia de Dios, el
publicano de la pará bola de Luca 18, 13 y lo que debe ser la actitud del cristiano.
9. ¿Qué significa “Emmanuel”? y ¿qué aliento tiene para nosotros?
LA VOLUNTAD DE EZEQUIAS:
Se puede decir que la mayor preocupació n de Ezequías, hijo de Ajaz fue la de reformar
la religió n, lo que está descrito en 2 Reyes 18-20 y 2 Cró nicas 29-32.
El rey luchó contra todas las formas de idolatría. Por ejemplo “Rompió la serpiente de
bronce que Moisés había hecho, porque los israelitas le habían quemado incienso” (2
Reyes 18, 4). Esto demuestra que una cosa, buena en un tiempo, puede resultar mala
en otro, por los abusos que se cometen.
Desgraciadamente cuando murió Ezequías, subió al trono su hijo Manasés, cuyo largo
reinado de cuarenta y cinco añ os fue desastroso para la fe. Es que las reformas de su
padre no habían sido populares: a mucha gente no le gustan los cambios en la religió n,
aun cuando son buenos y necesarios. Volvieron a los ídolos y a la superstició n. La
misma degradació n continuó bajo el rey Amó n, que fue asesinado después de
Pero todas las esperanzas se desvanecieron cuando murió Josías en el añ o 609. Era el
fin de la reforma y el colapso de un ideal. En los veintidó s añ os siguientes, cuatro
descendientes de Josías llevaron sucesivamente el título de rey. Esa inestabilidad
recuerda los ú ltimos añ os del reino del norte y el desenlace iba a ser muy parecido,
só lo cambió el nombre del “azote”: en vez de Asiria fue el nuevo imperio caldeo,
Babilonia.
Pero Sedecías, ú ltimo rey de Judá , se sublevó con el pueblo contra Babilonia. La
reacció n de Nabucodonosor fue implacable: después de un largo asedio, Jerusalén fue
nuevamente tomada, el Templo quemado, los hijos del rey ejecutados en presencia de
su padre; a éste le sacaron los ojos y lo llevaron encadenado a morir a Babilonia. La
mayor parte de la població n fue deportada. El reino de Judá había llegado a su fin.
También se había acabado, para los israelitas, una época de su historia iniciada por
David: la de la independencia política.
JEREMIAS EN LA TORMENTA:
Pero el fin de Judá no significaba el fin del plan salvador. El amor de Dios es má s fuerte
que todos los pecados del mundo: tal era la convicció n de los profetas de ese tiempo,
Sofonías, Nahum, Habacuc y, sobre todo, Jeremías. Este era un joven de veinte añ os
cuando sintió que Dios lo llamaba a hablar en su nombre (lea B 28). Lo hizo durante
cuarenta añ os, los ú ltimos de Judá .
Al principio, es decir del añ o 626 a 609, su misió n no le costó mucho, ya que se trataba
sobre todo de apoyar la labor de Josías (1-7). Pero a partir de la muerte del rey hasta
la catá strofe de Jerusalén (añ o 587), Jeremías encontró resistencia y hostilidad de
todos:
De los reyes (Jeremías 36), porque se atrevió a enjuiciar a los hijos de Josías (Jeremías
22, 10-30);
De los falsos profetas que engañ aban al pueblo, porque él, en cambio, anunciaba
desgracias y castigos (Jeremías 23, 9-40; 27-28). Todo le parecía podrido (17, 1-2),
por lo cual la misma institució n tenía que desaparecer (19, 11). La ú nica posibilidad
de escapar vivos era entregarse al enemigo (27, 12).
Por todo esto Jeremías fue acusado de traició n y de subversió n, fue despreciado,
golpeado, encarcelado, abandonado por los suyos, imagen viva del futuro Mesías y de
Jesú s en su Pasió n.
Y sin embargo, ese hombre que parecía apagar la esperanza siguió creyendo en el
futuro de su nació n. Má s allá del castigo creyó en el perdó n (Jeremías 30). Má s allá del
destierro creyó en el retorno a la patria: por eso compró un campo en Anatot, su
pueblo (Jeremías 32). Má s allá de la perversió n creyó en la Nueva Alianza, cuando
Yavé escriba su Ley ya no en las tablas de piedra sino en el corazó n de sus hijos,
Alianza que se hizo realidadpara nosotros (Lea C 58)
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
En el lenguaje corriente, tener una vocació n es sentir una cierta tendencia o tener
aptitudes para determinadas funciones. En este sentido, es má s preciso reconocer que
Jeremías no tuvo jamá s la vocació n de profeta, menos todavía Eliseo, sorprendido por
Elías en el momento en que conducía su yunta o que Amó s, cogido por Dios en el
momento en que criaba bueyes y cultivaba sicó moros.
LA LLAMADA DE DIOS:
Pero Dios decidió de otro modo, al elegirle para asociarlo a su obra. Estamos, pues, en
presencia de una “vocació n” en el sentido preciso de la palabra, es decir, de una
llamada venida de Dios.
“Antes de formarte en el vientre de tu madre, te conocí, antes que salieras del seno, te
consagré, profetas de las naciones te constituí”.
LA MISION:
Como en todas las vocaciones proféticas, esta misió n es simbolizada por un gesto.
Isaías había visto có mo un á ngel le purificaba los labios con una brasa candente. A
Ezequiel Dios le presentará un libro, del que el profeta tendrá que alimentarse. Para
Jeremías el gesto es má s simple: ve una mano que le toca los labios, que pone palabras
en su boca.
En adelante, ya no será n sus propias palabras las que pronunciará el profeta, será n las
palabras de Dios. Es terrible la obra que se le encomienda: “Mira. En este día te
constituyo sobre naciones y reinos, para arrancar y deshacer, para destruir y derribar,
para edificar y plantar” (Jeremías 1, 10). En este día de su vocació n, Jeremías recibe de
una vez esta doble misió n: de destrucció n y de construcció n. La Palabra de Dios se
basta para conseguir de Jeremías la obediencia. (Fuente: La Biblia y su Mensaje, No.46
pp, 7-8)
Yavé se dirigió a Jeremías: “Pá rate en la puerta de la casa de Dios y publica allí
estapalabra: “Escuchen, hombres de Judá , que entran por esta puerta a adorar a Yavé”.
Asíhabla Yavé, Dios de Israel: Mejoren su proceder y sus obras, y yo me quedaré con
ustedes en este lugar. No confíen en palabras mentirosas como éstas: templo de Yavé,
templo de Yavé, templo de Yavé es éste.Pero si mejoran su proceder y sus obras, si
hacen justicia entre unos y otros, si no oprimen al extranjero, al huérfano y a la viuda,
si no derraman sangre inocente en este lugar, si no van en pos de otros dioses, para
desgracia de ustedes, entonces yo los mantendré en este lugar, en el país que di a sus
padres desde hace tiempo y para siempre.
Pero ustedes se fían en palabras engañ osas que de nada sirven. Ustedes roban, matan,
toman la esposa del pró jimo, juran en falso u ofrecen sacrificios a otros dioses que no
les di a conocer. Y luego vienen a presentarse ante mí, en este templo que lleva mi
nombre, y dicen: “Aquí estamos seguros”, cuando acaban de hacer todas estas cosas
malas.
Mi casa, que lleva mi nombre, ¿acaso la toman por una cueva donde se reú nen
ladrones? Yo no estoy ciego, palabra de Yavé! Vayan pues, a mi santuario de Silo en el
país de Israel; ésta era mi casa, al principio. Y miren como la destruí, por los crímenes
de Israel a pesar de que también ellos eran mi pueblo… Por eso, lo que hice con mi
Vendrá n días, palabra de Yavé, en que Yo pactaré con el pueblo de Israel y con el de
Judá una nueva alianza.No será como esa alianza que pacté con sus padres, cuando los
tomé de la mano, sacá ndolos de Egipto. Ellos quebraron mi alianza, siendo Yo el Señ or
de ellos.Esto declara Yavé: Cuando llegue el tiempo Yo pactaré con Israel esta otra
alianza:
D. CUESTIONARIO:
No es difícil imaginar cuá les eran los sentimientos de los presos políticos cuando en
julio de 587 emprendieron el sombrío camino del exilio: confusió n, pesar,
desesperació n y, sobre todo, la convicció n de haber contribuido, cada uno a su
manera, al suicidio de la nació n elegida.
En adelante no cabía posibilidad alguna de engañ arse: habían dejado de existir como
pueblo, ya no tenían líderes como en tiempos de Moisés o de los Jueces, por eso
estaban condenados a desaparecer como colectividad, lo mismo que había pasado con
los deportados de Samaria. No eran má s que los desafortunados sobrevivientes de un
pueblo muerto… Así pensaban ellos al recorrer los agotadores mil doscientos
kiló metros que hay desde Jerusalén a Babilonia.
Si bien se les ocurría a unos pocos echar la culpa a los demá s, la mayoría prefería má s
bien hacer su propio examen de conciencia, individual y colectivo. Unos
remordimientos candentes invadían las mentes y los corazones: “¿Por qué hemos
despreciado las amenazas de Jeremías? ¿Por qué no hemos respondido a tiempo a sus
desesperados llamados?” Todos pensaban en él. Y ese hombre que tanto había sido
perseguido, vino a ser el má s apreciado de los profetas. No estaba con ellos en
Babilonia, porque había sido autorizado para quedarse en Judá (lea B 29). Sin
embargo su influencia iba creciendo a medida que recordaban su mensaje. A la luz de
sus palabras comprendieron, por fin, que cuando se olvida a Dios y se menosprecia su
santa voluntad, el hombre se destruye a sí mismo, los hogares se vienen abajo por la
infidelidad, la violencia arruina la sociedad. Los exiliados reconocieron sus pecados y
los confesaron (lea C 59).
Cuando los recién desterrados se juntaron con los primeros, se dieron cuenta de que
las pruebas de diez añ os de exilio habían producido ya ciertos frutos de renovació n
espiritual (lea B 30). Privada de todo, esa gente había escogido cuidadosamente los
recuerdos y las tradiciones de su fe, para meditarlos en bú squeda de conversió n ye
fidelidad. Un grupo de sacerdotes les recordaba su historia, desde la conquista de la
tierra con Josue y los tiempos heroicos de los Jueces hasta Samuel y los Reyes. Todo
ese pasado fue pensado e interpretado a la luz del pensamiento y del ideal de Moisés
tal como está expresado en el “Libro de la Ley” o Deuteronomio. Remontaron hasta los
recuerdos má s antiguos de los Patriarcas y descubrieron en esta herencia espiritual la
Palabra de Dios que se dirige a todo hombre y exige una respuesta.
De ese pueblo Yavé será el pastor que reú ne a sus ovejas para entregarlas después a
un hijo de David (Ez 34; lea también Lc 15, 4-7 y Jn 10, 11-16).
Un día Yavé contraerá una nueva alianza con su pueblo (Ez 36, 24-28), obra de Jesú s,
como lo sabemos.
UN SEGUNDO ISAIAS:
Sin embargo, a pesar de los sueñ os de Ezequiel quien, en su imaginació n veía el futuro
Templo y el nuevo culto hasta en sus detalles, el pueblo desterrado seguía
desanimado, afligido y humillado.
El matiz propio de este profeta viene indicado en las primeras palabras que tenemos
de él: “Consuelen a mi pueblo” (Is 40, 1). Es el libro de la consolació n de Israel: el exilio
está por acabar, la orgullosa Babilonia será destruida (Is 47). De hecho fue
conquistada en el añ o de 539 por Ciro, emperador de los persas. Yavé, el Señ or de
todos los pueblos, librará a Israel, y el retorno a Jerusalén será como un nuevo É xodo
(Is 40, 3; 43, 16-17).
¿Quién era ese siervo de Yavé? ¿El pueblo exiliado? ¿Jeremías? ¿Otro profeta?, no se
sabe exactamente. Pero lo que sí sabemos es que má s de quinientos añ os después,
Jesú s iba a leer en esos versos del libro de Isaías el plan de su Padre sobre É l (Lc 24,
25, 27; Hechos 8, 32-35)
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Ademá s, el exilio, en sí mismo, es ya una enseñ anza, ante la conducta de Dios respecto
de su pueblo: no quiere É l la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y si
envía las pruebas o el castigo, es só lo para el progreso espiritual de sus hijos. Al Dios
del exilio se referirá San Pablo cuando escriba: “Sabemos también nosotros que en
todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de aquellos que has sido
llamados segú n su decreto” (Rm 8, 28); y la lecció n del exilio anticipa la futura lecció n
del misterio del sufrimiento y de la cruz que conducirá n a la vida: “¿Acaso no era
necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara así en su gloria?” (Lc 24,
26). (P. de SURGY, Las Grandes Etapas del Misterio de la Salvació n, pp. 115-116)
He aquí que prosperará mi Siervo, ocupará un alto puesto, seguirá subiendo y se hará
famoso.Así como muchos quedaron espantados al verlo, pues su cara estaba
desfigurada que ya no parecía un ser humano, así también numerosos pueblos se
asombrará n y en su presencia los reyes no se atreverá n a abrir la boca cuando vean lo
que nunca se había visto, y observen cosas que nunca se habían oído.
Quién podrá creer la noticia que recibimos y la obra de Yavé? A quién se la reveló Este
hombre creció ante Dios como un retoñ o, como raíz de tierra seca. No tenía gracia ni
belleza, para que nos fijá ramos en él, y no tenía aspecto que pudiéramos estimar.
Despreciado y tenido como la basura de los hombres, hombre de dolores y
familiarizado con el sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara,
estaba despreciado y no hemos hecho caso de É l. Sin embargo, eran nuestras
dolencias las que É l llevaba, eran nuestros dolores lo que le pesaban, y nosotros lo
creíamos azotado por Dios, castigado y humillado.
Ha sido tratado como culpable a causa de nuestras rebeldías y aplastado por nuestros
pecados. El soporta el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados.
Todos andá bamos como ovejas errantes, cada cual seguía su propio camino, y Yavé
descargó sobre É l la culpa de todos nosotros.
Fue maltratado y É l se humilló y no dijo nada; fue llevado cual cordero al matadero,
como una oveja que permanece muda cuando la esquilan. Fue detenido y enjuiciado
injustamente sin que nadie se preocupara por É l.
Fue sepultado junto a los malhechores y su tumba quedó junto a los ricos a pesar de
que nunca cometió una violencia ni nunca salió una mentira de su boca.
Quiso Yavé destrozarle con padecimientos, y É l ofreció su vida como sacrificio por el
pecado. Por esto, verá a sus descendientes y tendrá larga vida, y por É l se cumplirá lo
que Dios quiere.
Después de las amarguras que haya padecido su alma, verá la luz y será colmado. Por
su conocimiento, mi Siervo justificará a muchos y cargará con todas sus culpas. Por
eso lle daré en herencia muchedumbres y recibirá los premios de los vencedores. Se
ha negado a sí mismo hasta la muerte, y ha sido contado entre los pecadores, cuando
en realidad llevaba sobre sí los pecados de muchos e intercedía por los pecadores.
(Isaías 52, 13 hasta 53, 12)
D. CUESTIONARIO:
Los cincuenta o sesenta añ os que duró el exilio de Babilonia constituyeron una etapa
importantísima en la preparació n del Pueblo de Dios. Las pruebas, la meditació n del
pasado y la labor de los profetas suscitaron tiempos después la formació n de un grupo
selecto de fieles, un “residuo” que practicaba una religió n despojada de toda falsa
seguridad y era animado por una fe cada vez má s sencilla y viva.
Ya desde los tiempos má s antiguos los sabios de Israel habían tenido la firme
convicció n de que frente a una amenaza de destrucció n o una catá strofe cualquiera
siempre iba a sobrevivir un resto, una pequeñ a porció n que sería depositaria de las
promesas y de la esperanza. Tal era por ejemplo la lecció n que todos sacaban de la
historia de Noé y su familia, ese residuo de humanidad que se salvó del diluvio. Má s
cerca tenían el caso de los hebreos que se habían rebelado casi todos contra Yavé en el
desierto, cuyos hijos sin embargo escaparon a la muerte y entraron en la Tierra
Prometida. Muchos profetas hablaron del “pequeñ o resto de Israel”; lo hicieron en
contextos diversos y cada uno a su manera, pero sus aportes respectivos aclararon el
concepto de “resto”.
ELIAS: Vivió en medio de la apostasía del siglo 9, en el norte. Pero Yavé le prometió :
“Dejaré en Israel a siete mil hombres los que se arrodillaron ante el dios Baal” (1
Reyes 19, 18)
JEREMIAS: Para este gran testigo de la catá strofe de Judá no cabía duda: el resto lo
formaban los desterrados de Babilonia que un día iban a volver (Jer 24 y 29).
Pero uno de ellos, el profeta Ezequiel, pronto se dio cuenta de que los sobrevivientes
de Babilonia no eran mejores que los que habían muerto (Ez 6, 8; 12, 15s). así que las
pruebas del exilio no le garantizaban a uno que perteneciera de verdad al “germen”
del pueblo nuevo, ese nú cleo limitado en nú mero pero llamado por Dios a continuar la
historia de la salvació n. Esta misió n estaba reservada a un grupo aú n má s purificado,
los pobres de Yavé.
Ya cerca del añ o 630 Sofonías había hablado en este sentido: “Yo dejaré en medio de ti
un pueblo humilde y pobre, y en el nombre de Yavé estará la esperanza del resto de
Israel” (Lea C 61).
Sin embargo le tocó al Segundo Isaías declarar que el pequeñ o resto del Pueblo de
Dios coincidía con los pobres de Yavé: “Alégrate, tierra… porque Yavé ha consolado a
su Pueblo, y de los pobres se ha compadecido” (Is 49, 13).Pero, ¿quiénes eran esos
pobres de Yavé? Eran efectivamente unos pobres, pero no todos los pobres.
Pobres lo eran de veras. El exilio de Babilonia les había quitado todos sus bienes de
Judá : tierra, casa, Templo, patria. No les quedaba nada. Había motivos para
desanimarse y perder la fe, y es posible que varios se hayan alejado de Dios por eso…
Así eran los pobres de Yavé. Estas disposiciones de corazó n, que nosotros también las
debemos tener, las conservaron aun cuando volvieron a la normalidad, es decir a
poseer algunos bienes propios en Babilonia o de vuelta a la patria.
Hay varias clases de salmos, y los ciento cincuenta no está n todos en relació n directa
con los pobres de Yavé, ni tampoco son todos del tiempo del exilio de Babilonia, ya
que algunos se remontan hasta David (má s detalles en B 31). Pero no cabe la menor
duda:
fue la piedad de los pobres la que inspiró una gran cantidad de esas oraciones de
perseguidos, de afligidos y de indigentes (lea C 62-63). Esas personas aparecen todas
como amigos y servidores de Dios (Sal 86, 1-2), en quien se refugian con confianza
(Sal 34, 5-11).
Los salmos fueron la oració n del pequeñ o resto que acogió al Mesías, como lo
demuestra el canto de María (Lc 1, 46ss); fueron la oració n de Jesú s, desde el
comienzo hasta el final en la cruz (Hebreos 10, 5ss; Lc 23, 46); fueron la oració n de los
primeros cristianos (Efesios 5, 19): por todos estos motivos deben ser nuestra oració n
también, para que, ojalá ! Tengamos un verdadero corazó n de pobre.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
1) División y Numeración:
Los salmos se dividen en cinco libros: 1-40, 41-71, 72-88, 89-105 y 106-150. Cada
uno de los cinco libros termina con una alabanza especial llamada doxología: las
encontramos en Salmo 40, 13; 71, 18s; 88, 52; 105, 48; y el salmo 150 cierra no
solamente el libro quinto, sino todo el conjunto de los salmos.
Hay ciento cincuenta salmos, tanto en el texto original hebreo como en las
traducciones, la de “Los Setenta” (griega) y la de San Jeró nimo, llamada “Vulgata” (en
latín). Pero la numeració n es algo diferente. La diferencia se ha producido cuando los
traductores griegos (seguidos por Jeró nimo) dividieron en dos, ciertos salmos que en
hebreo eran un salmo y cuando hicieron de un solo salmo en su texto griego dos
salmos en el hebreo. Lo podemos representar en la forma siguiente:
Así que hay coincidencia entre la numeració n hebrea y la griega y latina só lo en once
salmos: los primeros ocho y los ú ltimos tres. Es por eso que la mayoría de las biblias
Hija de Sió n alégrate, lanza, Israel, gritos de gozo. Alégrate y exulta de todo corazó n,
hija de Jerusalén!.
Yavé ha retirado la condenació n que pesaba sobre ti. Ha alejado a tus enemigos. Yavé,
Rey de Israel, está en medio de ti, no temerá s ya ningú n mal!
D. CUESTIONARIO:
1. ¿Qué lecció n sacó el Antiguo Testamento de la historia de Noé salvado del diluvio
con su familia?
2. ¿Qué nombre le puso Isaías a su hijo? ¿Qué significa dicho nombre? y, ¿Por qué
cree usted que le puso ese nombre?
3. ¿Con quiénes identificó Jeremías al “resto” de Israel?
4. Lea y analice Sofonías 3, 12
5. “Alégrate, tierra, porque Yavé ha consolado a su Pueblo, y de los pobres se ha
compadecido”. ¿Quién dijo estas palabras en nombre de Dios? Ademá s, indique el
Libro (A.T.), capítulo y versículo(s).
6. Mencione cuatro características de los “pobres de Yavé”
Ciro fue un soberano inteligente y tolerante. Una de sus primeras medidas fue dar la
libertad a todos los desterrados de Babilonia. En el primer añ o de su gobierno (538)
promulgó un decreto que autorizaba la vuelta de los judíos a Jerusalén, les permitía
reconstruir el Templo, les aseguraba los fondos para hacerlo, les devolvía los vasos
sagrados que Nabucodonosor había trasportado a su capital para depositarlos como
trofeos en el templo de su dios, y de los cuales Baltasar había abusado en un festín
sacrílego (Daniel 5; Esdras 1, 1-4; 6, 3-5).
Estos ú ltimos ofrecieron su ayuda para la reconstrucció n del Templo, pero era una
maniobra con el fin de extender se dominio sobre él. Por este motivo y también por
desprecio a ese pueblo considerado como traidor e impuro, su colaboració n fue
rechazada. Pero así todo quedó estancado: só lo se logró restaurar el altar y colocar la
primera piedra (Esdras 3, 2-8); después cada uno se fue por su lado (Ageo 1, 9).[
Los samaritanos no tenían la culpa. No todos los israelitas que se habían quedado en el
país después del añ o 587 o que llegaron de Babilonia eran movidos por la fe o
conservaron el fervor de su conversió n. Muchos cayeron en el individualismo y el
materialismo, cada uno pensando primero en sus propios intereses y dejando para el
mañ ana los asuntos de la religió n y las necesidades de la comunidad. Decían: “Todavía
no ha llegado el momento de reedificar la Casa de Dios” (Ageo 1, 2). Se ve que siempre
hubo pretextos para no tomar en cuenta los llamados de Dios y del pró jimo (Lc 9, 29-
62).
Ciertas profecías sobre Zorobabel y Josué hacían pensar que Dios estaba por
restablecer el trono de David y que entonces el Mesías haría de Jerusalén el centro del
mundo (Ageo 2, 6-9, 23; Zacarías 3, 6, 12). Nosotros sabemos que faltaba todavía
lucho tiempo para que llegara el Príncipe de la PAZ Y Sumo Sacerdote encargado de
levantar el nuevo Templo (Jn2, 19).
Nehemías, un laico. Fue el organizador político. Levantó los muros de Jerusalén; luchó
contra los abusos sociales y religiosos, por ejemplo la usura y los matrimonios entre
judíos y paganos; dio al pequeñ o territorio nacional el rango de provincia, Judea.
Esdras, un sacerdote. Era Secretario de Estado para los asuntos judíos en el imperio
persa. Entre el añ o 458 y 398 promulgó como constitució n de Judea la Ley del
Pentatéuco, fijada probablemente por él y sancionada por la autoridad de Nínive (B 32
y C66). Israel se convertía en una comunidad administrada por el sumo sacerdote,
régimen que duró hasta el añ o 167.
A esta época pertenecen los libros de Rut, bisabuela de David y de origen pagano y
Joná s, misionero involuntario de Nínive: Jerusalén levanta muros, pero Dios no se deja
encerrar!
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
32. EL PENTATEUCO:
1) El nombre:
Los cinco volú menes de la ley judía (Génesis, Exodo, Levítico, Nú meros y
Deuteronomio) forman un todo, cuya unidad era reconocida tanto por los judíos, que
le dieron el nombre de Torá (= Ley), como por los griegos, que lo llamaron
PENTATEUCO (= el libro dividido en cinco estuches, por constar de cinco rollos o
volú menes). (Fuente: Diccionario de la Biblia, columna 1492).
2) Elementos:
Sabemos ya que los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, el Pentateuco,
constan de cuatro grandes tradiciones:
La Elohista (E), que se formó en el reino del norte tal vez un poco antes del siglo 9;
La Deuteronómica (D), fue escrita probablemente en tiempos del rey Josías, pero a
partir de un material má s antiguo procedente del norte;
La Sacerdotal (S), escrita en gran parte durante el exilio en Babilonia, pero con la
probabilidad de que se le hayan añ adido elementos después del exilio, por ejemplo
importantes partes del Levítico: la ley de los sacrificios (Lev 1-7), la ley de la pureza
(Lev 11-16), la ley de las tarifas (Lev 27) etc.
Génesis, Nú meros y Exodo son una mezcla de las tres tradiciones J, E y S. Levítico es
solamente de la tradició n S.[ Deuteronomio es solamente de la tradició n D.
Así habla Yavé a Ciro, su elegido (o “mesías”): “Yo te he llevado de la mano para que
las naciones se rindan a tu paso, y para que desarmes a los reyes. Hice que las puertas
de la ciudad se abrieran ante ti, y que no volvieran a cerrarse.
Yo iré delante de ti, y aplanaré las alturas, destrozaré las puertas de bronce, y romperé
los troncos de hierro.Te daré los tesoros escondidos y las riquezas secretas, para que
sepas que soy Yavé, el Dios de Israel, que te llamó por tu nombre.
Ya soy Yavé, y no hay igual, fuera de mí no hay ningú n otro Dios. Sin que me
conocieras te hice tomar las armas para que todos sepan, del oriente al poniente, que
nada existe fuera de mí. (Isaías 45, 1-6)
Cuando el Señ or cambió la suerte de Sió n creíamos soñ ar. Se nos llenaba la boca de
risa y los labios de alegría.
Las naciones decían de nosotros: “Maravillas del Señ or” El Señ or hizo en nosotros
maravillas; rebosá bamos de gozo.
Haz que cambie, Señ or, nuestra suerte cual los ríos del desierto. Los que en lá grimas
esparcen su semilla en gozo segará n. Se va, con lá grimas se aleja, el que lleva la
simiente. Ya viene!, con jú bilo regresa, trayendo sus gavillas. (Salmo 126)
Los mandamientos del Señ or son rectos y al corazó n alegran. Todo precepto del Señ or
es puro y es luz para los ojos…
D. CUESTIONARIO:
En los ú ltimos siglos del Antiguo Testamento, es decir entre la reconstrucció n del
Templo y la venida de Cristo, fueron muy pocos los profetas que hablaron al Pueblo de
Dios.Después de Ageo y Zacarías fueron só lo cuatro: Abdías, Malaquías, Joel y otro,
llamado “Segundo Zacarías” (má s detalles en B 33). Después de éste no hubo otro por
má s de trescientos añ os.
El libro primero de los Macabeos, terminado unos cien añ os antes de Cristo, insiste en
esa interrupció n de la profecía (1 Macabeos 4, 46; 9, 27), pero también es testigo de
que se esperaba a un profeta digno de fe (1 Macabeos 14, 41). Esto explica por qué
má s de un siglo después los judíos preguntaban ansiosamente a Juan Bautista si él era
el profeta esperado (Jn 1, 21).
El silencio de los profetas no significaba sin embargo que Dios había dejado de hablar
a su Pueblo. Só lo cambió su modo de hacerlo y de intermediarios. Dios habla no
solamente por los profetas y los sacerdotes, sino también y sobre todo por medio de la
vida, ese bien que todos tenemos en comú n.
Pero la vida no entrega su mensaje así no má s: es como la tierra, que es rica pero sin la
lluvia no aparecen sus riquezas y bellezas. Para que la vida diga algo y sea má s fértil y
hermosa, es preciso mirarla bien, interrogarla, escucharla. De lo contrario nunca se
llegará a saber qué especie de semillas Dios depositó y sigue depositando en ella.
Se trataba de una reflexió n prá ctica acerca del mundo y del hombre. Esas reglas de
conducta desempeñ aban un papel importantísimo en las escuelas para letrados y
escribas donde se reclutaban los funcionarios de la corte real. Al enseñ ar a leer y
escribir, los viejos sabios comunicaban a los jó venes lo que habían aprendido por su
experiencia acerca de có mo un hombre debe comportarse.
Podemos decir que todos los pueblos poseen su propia sabiduría nativa, constituida
de dichos populares y cuentos que sintetizan la experiencia de las generaciones
pasadas transmitidas de padres a hijos a través de fó rmulas bien acuñ adas que se
graban en la memoria y llaman a la reflexió n. Su origen ú ltimo es la educació n familiar
(lea B 34 y C37; también B36 en el capítulo 4 de la Unidad 4).
Una gran parte de esa reflexió n humana pasó a la Biblia en alguna forma. De Salomó n
se dice que su sabiduría era mayor que la de todos los hijos de Oriente y de Egipto, lo
que supone que los israelitas conocían algo de aquel arte de vivir de los pueblos
vecinos (1 Reyes 5, 10). Aunque resulta difícil determinar en detalle su influencia
sobre los libros sapienciales de la Biblia, se pueden dar algunas indicaciones:
Por ejemplo no cabe duda de que el autor de Tobías conocía la sabiduría de Ajicar.
(Tobías 1, 21; 2, 10; 11, 18)
Los poemas babilonios del “justo doliente” se han comparado acertadamente con el
libro de Job.
El Cantar de Los Cantares, segú n opinan varios, fue primero una serie de canciones de
amor, adaptadas luego al amor de Yavé hacia su Pueblo, en la línea de Oseas.
Las secciones má s antiguas de los libros sapienciales de la Biblia hablan poco de Dios
y mucho del hombre. El Eclesiá stico por ejemplo trata los siguientes temas:
amistadlimosna, buen uso de la lengua, respeto a la mujer, paciencia, bondad,
obediencia a los padres, sabia desconfianza de los demá s, elecció n de los consejeros,
prudencia con las autoridades, justicia, libertad, salud, hipocresía, falta de suerte,
préstamo, sueñ o, luto, etc.
Todo esto está en la Biblia, y a veces nos preguntamos por qué Dios se dio el trabajo
de inspirar cosas ya conocidas. Pero si está n en la Biblia, es que algo tienen que ver
con Dios y nuestra fe. En otros términos, esa sabiduría que hoy llamaríamos
educació n, formació n, alfabetizació n, concientizació n, promoció n, todo esto tiene
mucho que ver con Dios y la salvació n del hombre. En consecuencia, el lugar para
encontrar a Dios no es só lo la iglesia y la Biblia, sino también el mundo, que es Palabra
de Dios y el hombre, su imagen.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
El profeta Abdías predicó acerca del añ o 450. Era un judío poco abierto, con una
mentalidad que recuerda Joná s antes de su conversió n. Su brevísimo libro recalca un
tema conocido: Yavé juzgará a todas las naciones.
Tal vez hacia el añ o 400, el profeta Joel ejercita su misió n. El libro que lleva su nombre
empieza con una liturgia de penitencia motivada por una plaga de langostas (Joel 1-2).
En la segunda parte hace hincapié en el don del Espíritu que será derramado sobre
todo el Pueblo en los días del Mesías (Joel 3), lo que se cumplió el día de Pentecostés
(Hechos 2, 16-21).
Comienza la discusió n. Quieren saber por qué sucede eso, pues todos ya tuvieron la
misma experiencia. El fulano só lo consiguió expresar lo que todos ya sentían. Al fin,
descubre: depende de la gente! “Depende de usted, fulano! Si usted estuviera contento
y feliz por dentro, entonces por fuera las cosas serían mejores. Si usted está triste e
infeliz por dentro, entonces, por fuera, todo estará peor: el campo menos verde, el
ganado menos gordo”. Fue un descubrimiento muy simple, pero muy importante para
la vida.
Todos deberían conocerlo. Uno de los presentes consiguió formular y expresar lo que
le grupo descubrió , en el siguiente proverbio: “Para el hombre triste, todos los días
son tristes; para el corazó n contento, todo es una fiesta sin fin” (Proverbios 15, 15).
Hijo mío, no te olvides de mis enseñ anzas, guarda en tu corazó n mis mandamientos.
Porque ellos te colmará n de largos días, de añ os de vida y de buena salud.
Engañ osa es la gracia, vana la hermosura; la mujer que tiene la sabiduría, esa será
alabada. Que pueda gozar el fruto de su trabajo y que por sus obras todos las celebren.
(Proverbios 31, 10-11, 15, y 20, 24-31)
Los tesoros mal adquiridos no aprovechan, pero la justicia libra de la muerte (10, 2).
El odio enciende peleas, el amor cubre todas las faltas (10, 12)
El hablador revela los secretos, el de espíritu seguro oculta las cosas (11, 13)
Por falta de gobierno cae un pueblo; donde hay numerosos consejeros hay éxito
(11,14)
El pueblo maldice al que acapara el trigo, y bendice al que vende sus semillas (11, 26)
Una pena íntima deprime el corazó n, mientras que una palabra amable lo alegra (12,
25).
Por la Sabiduría Yavé fundó la tierra, formó los cielos por la inteligencia. Por su saber
se
abrieron los mares y las nubes filtran el rocío. Hijo mío, que nunca se alejen de ti
reflexió n
y prudencia: que inspiren tus actos. Será n vida para tu alma y adorno para tu cuello.
Así
D. CUESTIONARIO:
Por mucho tiempo los sabios de Israel enseñ aron que Dios premiaba la virtud y
castigaba la maldad inmediatamente en este mundo. Así lo dicen los escritos má s
antiguos, como los Proverbios y varios salmos, pero también otros má s recientes,
como el Eclesiá stico (añ o 250). Por ejemplo, en el Salmo 1 podemos leer: “Dichoso el
hombre que se complace en la Ley del Señ or… pues todas sus empresas triunfan… No
pasa así con los impíos” (vv. Salmo 1-4; también Salmo 37,25; Proverbios 3,33).
Al hablar así, los sabios expresaban la doctrina comú n y corriente; su ú nico aporte
consistía en aplicar al individuo lo que otros decían de toda la nació n.
Esta manera de pensar se halla también en el libro de los Reyes, donde la caída de
Samaria y la de Jerusalén aparecen como las consecuencias ú ltimas de los pecados
anteriores, sobre todo de los reyes. Las generaciones azotadas se creían castigadas
por las faltas de sus padres y jefes.
Esta manera de analizar e interpretar la vida nos parece demasiado simple, porque
contradice lo que vemos a menudo. Por ejemplo hay pueblos ricos y pueblos pobres,
pero los primeros no son má s piadosos que los ú ltimos; hay personas que amontonan
riquezassin que sean má s amigas de Dios que las demá s. En cambio hay campesinos
honrados y trabajadores que pierden sus cosechas; hay mamá s muy buenas que
mueren en el parto; hay niñ os que nacen con defectos físicos o mentales: sería un gran
equivocació n ver un castigo de Dios en todo esto (lea al respecto Juan 9, 1-3)Pero
antes de nosotros, algunos israelitas también se chocaron con esa doctrina tradicional
de la retribució n terrenal que veía las catá strofes como castigos por faltas propias o
ajenas. He aquí tres ejemplos.
El profeta Jeremías se había dedicado por completo a la Palabra de Dios; sin embargo
su vida fue un largo calvario: ¿castigo de Dios?
EL MAL ES UN MISTERIO:
Fue un sabio anó nimo del siglo 5 quien abordó este problema candente y dio un paso
decisivo en el progreso de la revelació n. Lo hizo mediante uno de los libros má s
grandiosos del Antiguo Testamento y de la literatura universal, el libro de Job. Sobre la
base de un cuento oriental, construyó su obra maestra, que podríamos resumir de la
forma siguiente.
EL DRAMA: Job, el personaje principal, es un hombre recto que teme a Dios. Es muy
rico, tiene miles de animales, es padre de siete hijos y tres hijas. Yavé, en el cielo, se
enorgullece de tener un servidor tan bueno, pero Sataná s que viene llegando de la
tierra le replica: “Es verdad, Job es piadoso, pero es porque es rico; que sufra, y ya
veremos!” -“De acuerdo”, le contesta Dios, “haz como quieras con él, pero déjalo vivo”
(Job 1, 6-12).
De inmediato las calamidades caen sobre Job: sus animales perecen en un incendio o
son robados, sus hijos mueren todos aplastados al caerse un techo. Job sigue
bendiciendo a Dios. Luego cae en grave enfermedad, pero otra vez su paciencia queda
invicta (lea C 71). Mientras tanto llegan tres sabios, amigos de la víctima. Primero no
lo reconocen, por lo desfigurado que se encuentra (como el Siervo de Yavé en Isaías
52, 14: lea B 35). Quedan siete días y siete noches sin hablar ante tanto dolor.
RESPUESTA DE YAVE: Dios contesta a Job para invitarlo iró nicamente a que le
explique las maravillas de la naturaleza (C 72). Hay en el mundo cosas que el hombre
Luego Yavé condena las palabras de los tres sabios, así que no debemos ver castigos
en las catá strofes naturales o personales: huracá n, sequía, plaga, terremoto,
enfermedad. Yal rehacer la fortuna de Job, Dios nos deja una esperanza: con la fe en É l,
triunfaremos(Job 42, 7-16).
Dos siglos después, Qohelet o el Eclesiastés meditó la otra cara del problema de Job y
nos recuerda que el hombre, incluso el justo, no está contento aú n cuando lo posee
todo, ya que placeres, riquezas, todo es vanidad (C 74). Dice la Biblia de Jerusalén:
“Antes que uno pueda comprender “Felices los pobres” era necesario haber
reconocido que “Felices los ricos” no era verdad.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
El Siervo de Yavé aparece como un maravilloso, misterioso e increíble fenó meno. Pues
este siervo, elegido del Señ or, se ve privado de todo atractivo humano, hasta ser
reducido a la insignificancia. Los hombres se apartan de él con terror y con miedo… la
mano del Señ or había dejado sobre el Siervo una intolerable carga de sufrimientos,
tan grande que finalmente sucumbe bajo ella. El leguaje del profeta supone que el
siervo sufre violencia de manos de los hombres, y esto no es una novedad: los siervos
del Señ or en el Antiguo Testamento frecuentemente tuvieron que enfrentarse con la
violencia, o con la amenaza de violencia. Sea como fuere, lo cierto es que el Siervo
muere lleno de dolores y de infamia, y nadie le presta atenció n.
Pero el profeta ve que ésta es la obra del Señ or y que la muerte del Siervo está llena de
un tremendo significado. Pues su muerte ha traído medicina, salvació n para muchos,
aunque éstos sean inconscientes de ello. En su fracaso está su victoria. Su muerte es
una muerte expiatoria, un acto de sumisió n al Señ or que Este acepta por aquellos que,
de una forma misteriosa, participan en ella. Y la muerte del Siervo no es tan
desesperada como la muerte que Job prevé para sí mismo; de una forma que el profeta
no explica, el mismo Siervo verá los frutos de su muerte expiatoria. El Siervo, como
Jeremías, no puede hacer nada con el mal que le amenaza, sino someterse a él,
sucumbir; y es el mal mismo quien se encarniza en él. Este no es personalmente
culpable; la “ira” del Señ or no se dirige hacia él, como se dirigía hacia el pueblo
pecador de Israel. No obstante, Dios le trata como si estuviera enojado con él, como
dijo Job de sí mismo, y él es reconocido entre los malvados. Pero sometiéndose al mal,
cumple la misió n que el Señ or le había dado; a través de su muerte llega a la salvació n.
El Siervo de Yavé como es concebido por el profeta, es la ú ltima respuesta del
Los sabios hebreos dicen que el temor de Dios es sabiduría, “el principio” de la
sabiduría; quizá lo que nosotros llamaríamos la “esencia” de la sabiduría. No es sabio
quien no teme al Señ or, y quien no ordena su vida y negocios en el espíritu de tal
amor. La sabiduría es propiamente la prerrogativa de la generació n má s vieja; es algo
que el padre debe poseer, y debe enseñ ar a su hijo. Un hombre joven, para la sabiduría
hebrea, es un tonto por definició n; pero, si él escucha a sus mayores, aprenderá la
sabiduría a su debido tiempo.
Si no lo hace, será tonto toda su vida, y no hay nadie que sea má s tonto que un viejo
tonto.Estaban convencidos de la importancia de una decisió n definitiva en la vida
humana,en cualquier momento que ésta venga: la decisió n que orienta la vida de un
hombre en una direcció n o en otra, una vez realizada, es irreversible. Creían que era
de mucha importancia que el joven supiera que se enfrentaba con tal decisió n
definitiva y que debía enseñ á rsele a ver sus consecuencias irremediables. Pero es
característico del joven ser descuidado del futuro, despreocupado del hecho de que
una decisió n precipitada tiene efectos permanentes… Pero los sabios no estaban para
instruir a los jó venes acerca de có mo tenían que reparar sus vidas, sino có mo tenían
que orientarlas para que permaneciesen enteras y completas, sin necesidad de
remiendo.
Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá volveré. Yavé me lo dio, Yavé me lo
ha quitado, que su nombre sea bendito. Si aceptamos de Dios lo bueno, por qué no
aceptamos también lo malo? Job 1, 21; 2, 10
Yavé contestó a Job en medio de la tempestad para decirle: Prepá rate, voy a
interrogarte y tú me enseñ ará s: (…) ¿Tiene tu brazo la fuerza de Dios y sabes tronar
como É l? Con una mirada derriba a todo ser soberbio, aplasta, donde se encuentren, a
los impíos. Job 40, 6-12
Y Job respondió a Yavé: Reconozco que lo puedes todo, y que eres capaz de realizar
todos tus proyectos. Hablé sin inteligencia de cosas que no conocía, (…)Yo te conocía
só lo de oídas; pero ahora te han visto mis ojos. Por eso retiro mis palabras y hago
penitencia sobre el polvo y la ceniza. Job 42, 1-3 y 5-6
Un tiempo para dar muerte y un tiempo para sanar, un tiempo para destruir y un
tiempo para reconstruir.
Un tiempo para reír, un tiempo para llorar; un tiempo para los lamentos y otro para
las danzas. Un tiempo para lanzar piedras y otro para recogerlas; un tiempo para
abrazar y otro para abstenerse de hacerlo.
Un tiempo para buscar y otro para perder, un tiempo para guardar y otro para tirar
fuera.
Un tiempo para callarse y otro para hablar. Un tiempo para la guerra y otro para la
paz.Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Qué provecho saca el hombre de todas sus fatigas? Se va una generació n y viene otra
pero la tierra permanece siempre.
Pensé para mí: Probaré la alegría y el gozo y la felicidad. Pero advertí que esto
también es vanidad. La risa me parece locura, y el placer, cosa que no sirve…(Qohelet
o Eclesiastés 3, 1-8; 1, 2; 2, 1-2)
D. CUESTIONARIO:
Desarrollo:
Quería seguir avanzando, pero sus tropas cansadas se negaron. Se estableció entonces
en Babilonia y se dedicó a organizar su inmenso territorio (lea B 37).
La principal consecuencia de esta marcha triunfal fue la rá pida difusió n de una nueva
civilizació n llamada helenismo, es decir: 1) Una nueva manera de hablar: el idioma
griego; 2) Una nueva manera de pensar: la filosofía y la religió n griega; 3) Una nueva
manera de vivir: comercio, artes, gimnasios y deportes griegos. En todas partes del
imperio, Alejandro fundó ciudades modernas, a las cuales puso el nombre de
Alejandría.
Ejercieron mucha atracció n en los pueblos conquistados, por ejemplo en los judíos.
Así se explica lo que se llama la diá spora, esa dispersió n de los judíos que facilitaría el
anuncio del Evangelio (lea B 38).
La Alejandría de Egipto vino a ser una de las colonias judías má s importantes fuera de
Palestina. Fue allí donde, hacia el añ o 250, se tradujo al griego el Antiguo Testamento
hebreo que entonces existía casi en su totalidad. Esa traducció n ha recibido el nombre
de Setenta, con base en una leyenda segú n la cual setenta y dos judíos habrían hecho
el trabajo en setenta y dos días! La Palabra de Dios llegaba así al alcance de todos los
pueblos, ya que el griego se había convertido en lengua universal. Varios paganos se
convirtieron al Dios de Abraham; la Biblia los llama los temerosos de Dios. Otros,
ademá s de adoptar la fe en Yavé, pasaron a ser judíos por la circuncisió n: son los
prosélitos.
Los Tolomeos respetaron la constitució n que Esdras había dado a Judea con la
aprobació n de los persas. Bajo su gobierno, los judíos vivieron cien añ os de paz que
fomentaron la reflexió n de los sabios y la religió n popular que tenía como enfoque
principal el celo por la Ley y el Templo.
Quiso someter a toda costa el pueblo judío al modo de vivir griego. Por esa razó n en el
añ o 168: Suprimió la Ley de Moisés, que era le Ley del Estado, y la reemplazó por la
ley comú n del imperio; Prohibió la religió n judía, castigaba a los que seguían las
observancias y dictó pena de muerte contra quien practicara la circuncisió n; Hizo
instalar en el Templo, en lugar del altar de los sacrificios, una imagen de Zeus,
profanació n que la Biblia llama abominació n de la desolació n (Daniel 9, 27; Mateo 24,
15);
ASIMILARSE O RESISTIRSE:
Ante la cultura nueva los judíos habían manifestado ya desde el principio dos
actitudes opuestas. Algunos, sobre todo de la clase alta, buscaban có mo adaptar su fe
con los valores nuevos; otros rechazaban todo diá logo. Entre las dos tendencias había
una masa de indecisos.
El libro de Daniel contiene dos partes: 1-6 y 7-12. En la primera se habla de Daniel, en
la otra habla Daniel. Este fue un personaje histó rico, pero vivió en otra época, durante
el exilio de Babilonia, donde logró un alto cargo en la corte de Nabucodonosor. El libro
que lleva su nombre fue escrito durante la persecució n de Antíoco, pero antes de la
victoria de los Macabeos, es decir entre los añ os 167 y 164. Daniel es el héroe, no el
autor.
En la primera parte, vemos que Daniel y sus tres compañ eros siguen cumpliendo
fielmente la Ley de Moisés, a pesar de las amenazas del rey pagano y opresor. Por
ejemplo rehú san comer alimentos prohibidos, se niegan a adorar al rey y sus ídolos.
Siempre salen victoriosos y hasta los paganos alaban al Dios de Israel que salva a sus
fieles amigos (C 75). Qué aliento para los judíos sometidos a la persecució n de
Antíoco; ese otro Nabucodonosor! Es también el mensaje de Judit, libro escrito a la
misma época, y de Ester, escrito cien añ os antes. En cuanto a Nabucodonosor, pierde
su razó n por motivo de su orgullo; así tratará Dios a quien se levante contra É l!
En la segunda parte, Daniel recibe revelaciones y las transmite mediante símbolos que
recuerdan a Ezequiel y anuncian el ú ltimo libro de la Biblia, en el Nuevo Testamento,
al Apocalipsis: se acerca el día en que Yavé en persona, misteriosamente parecido a un
hijo de hombre establecerá su Reino en medio del pueblo de los santos (C 76).
Estamos a un paso del Nuevo Testamento.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
La tierra prometida fue sucesivamente invadida por los asirios, los babilonios, los
griegos y los romanos. Ademá s cuando los persas vencieron a los babilonios,
extendieron consecuentemente su dominació n sobre el territorio de los israelitas. A
continuació n viene un esquema para resumir 700 añ os de historia de Israel.
(Adaptado de A. Lapple, El Mensaje Bíblico para nuestro tiempo, II, p. 193)
o Invasió n asiria y conquista del reino del Norte por Sargó n (Añ o 721)
o Invasió n Babiló nica y conquista del reino del Sur por Nabucodonosor (Añ o
587)
o Palestina, estado dependiente del Imperio persa (desde 538 hasta 333)
o Invasió n de Alejandro Magno y de sus sucesores: los Tolomeos egipcios y los
Seléucidas sirios (333-164)
o Invasió n de los romanos y conquista de Jerusalén por Pompeyo, en el añ o 63
A.C. Palestina viene a ser una provincia del Imperio Romano
38. LA DIASPORA:
Influencia de la diá spora: La diá spora influyó en la evolució n del judaísmo, sobre todo
al desaparecer el templo de Jerusalén en el añ o 70 después de Cristo. Por el contacto
de los judíos de la diá spora con las costumbres extranjeras, sus ideas eran menos
estrechas que las de los judíos de Palestina. Así pudo imponerse la idea de un Dios
universal de todos los pueblos. La diá spora facilitó la rá pida propagació n del
cristianismo. En la versió n de los Setenta, que había de convertirse en la Biblia de los
cristianos y pronto fue por ello condenada por el judaísmo oficial. (Adaptado del
artículo Diá spora del Diccionario enciclopédico de la Biblia)
Señ or, somos má s pequeñ os que todas las naciones, que hoy estamos humillados en
toda la tierra…Pero… no hay confusió n para los que en ti confían. Y ahora te seguimos
de todo
No nos dejes en la confusió n, trá tanos conforme a tu misericordia. Líbranos segú n tus
maravillas, y da, Señ or, gloria a tu nombre.
Sean confundidos los que a tus siervos hacen dañ o: queden cubiertos de vergü enza,
privados de todo poder, sea aplastada su fuerza. Y sepan que Tú eres el ú nico Dios y
Señ or, glorioso por toda la tierra. (Daniel 3, 34-37, 41-45)
Ya recordaba las palabras orgullosas del Cuerno con ojos y boca de hombre, que había
visto antes, y mientras miraba, este animal fue muerto, y su cuerpo destrozado y
quemado. A los demá s animales se les quitó el poder, aunque se les dejó una
prolongació n de vida por un tiempo y un período. Seguí contemplando la visió n
nocturna:“EN LA NUBE DEL CIELO VENIA UNO COMO UN HIJO DE HOMBRE”Se
dirigió hacia el Anciano y fue llevado en su presencia. A É l se le dio poder, honor y
reino; y todos los pueblos y naciones, de todos los idiomas le sirvieron.Su poder era
para siempre y que nunca pasará ; Y SU REINO jAMAS SERA DESTRUIDO. (Daniel 7, 9-
14)[FE TRADICIONAL Y MUNDO NUEVO - DANIEL]
D. CUESTIONARIO:
Mientras toda una corriente de judíos optaba por la resistencia pasiva ante las
medidas opresivas del rey Antíoco Epífanes, otro grupo, animado también por el amor
a las tradiciones de los Padres y el celo por la Ley tomaba las armas para derrocar al
tirano y liberar al Pueblo de Dios.
Dos libros del Antiguo Testamento nos comentan los sucesos de esa época heroica:
elprimer libro de los Macabeos, y el segundo. Notemos, de paso, que éste ú ltimo no es
la continuació n del primero: son má s bien dos relatos paralelos, como los libros de los
Reyes y las Cró nicas que tratan de los mismos hechos pero cada uno a su manera. En
el caso de los Macabeos, el primero es la obra de un historiador que sintetiza cuarenta
añ os de historia,, mientras que el segundo es la obra de un predicador que se limita a
presentar quince añ os de aquel tiempo tan difícil para los amigos de Dios vivían en
Jerusalén.
El ejemplo de los Macabeos es muy alentador y la lectura de esos dos libros puede
estimular la fe de los que han descubierto que la fidelidad a Dios y a su compromiso en
el mundo es una lucha. Por el momento leamos un resumen de esa historia, tal como lo
hace un especialista de la Biblia, Pierre Grelot.
Bajo su gobierno ha empezado para los judíos una era de independencia que duró
hasta 63 antes de Cristo” (Introducció n a los libros sagrados, p. 188)
Tantos sucesos violentos y sangrientos dejaron poco tiempo a los sabios para pensar.
Pero Dios siguió hablando a través de los episodios de la vida nacional. Como aporte
importantísimo de esa época, hay que destacar las luces nuevas traídas sobre los
problemas que tanto preocupaban a Job y Qohelet: la retribució n y el má s allá . El mal
quedará siempre un misterio, pero las revelaciones nuevas que contienen los libros de
Daniel, de los Macabeos y de la Sabiduría lo hacen má s aguantable, dando al destino
humano su ú ltimo significado.
Para Daniel: “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertará n, unos
para la vida eterna, otros para el rechazo y la pena eterna. Los justos brillará n como el
resplandor del firmamento… por toda la eternidad (Daniel 12, 23).
Para la Sabiduría, ú ltimo libro del Antiguo Testamento escrito alrededor del añ o 50
en Alejandría (Egipto), no cabe duda: las almas de los justos está n en manos de Dios y
gozan en la paz (Sabiduría 3, 1-3; lea C78)
Daban una interpretació n al pie de la letra de los profetas y esperaban al Mesías Rey
destinado, segú n pensaban, a librar a Israel del yugo de los paganos.
Los saduceos eran ante todo sacerdotes o aristó cratas. Muy conservadores en cuanto
a la doctrina, no aceptaban innovaciones y fueron hostiles a los progresos doctrinales
de los ú ltimos siglos (Lea por ejemplo Marcos 12,18).
No aceptaban otros libros religiosos que los cinco de la Ley de Moisés; esto explica que
su esperanza del Mesías haya tenido pocas raíces.
Con tal que se cumpliera a la Ley y pudiera celebrarse el culto, se adaptaban a las
condiciones políticas en que les correspondía vivir.
Pronto una nueva potencia, Roma, aprovechó algunas disputas internas para
intervenir en Palestina y hacer de Judea un Estado tributario bajo su tutela (Lea B 39).
En 63 antes de Cristo, los judíos dejan de ser un pueblo independiente. Pero la historia
de la salvació n seguirá . Un días se oyeron, en el desierto, voces que gritaban:
Conviértanse!! Llegamos así al NUEVO TESTAMENTO (Lea B 40)
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Sin embargo, no hay que exagerar este cuadro. El mismo Evangelio nos muestra almas
sencillas y profundas, en las cuales la fidelidad a la Ley es totalmente interior, y cuya
expectació n del Mesías es muy pura y muy elevada. Tales son Zacarías, Isabel, María,
José, Simeó n y la profetisa Ana. Los casos similares no eran raros. En esas almas
encontrará su acabamiento el Antiguo Testamento, habiendo cumplido su funció n
educadora. (Pierrre Grelot, Introducció n a los Libros Sagrados, pp 222-223)
Las almas de los justos está n en manos de Dios, donde no los alcanzará ningú n
tormento.Para los insensatos, ya nos son má s que muertos; su salida de este mundo es
tenida como una desgracia, y su alejamiento de entre nosotros como una calamidad,
pero ellos está n gozando en la paz.
Aunque, segú n piensa la gente, sufrieron muchos padecimientos, la otra vida era
preparada para recibirlos. Por unos pocos sacrificios recibirá n una gran recompensa,
pues Dios los probó y los halló dignos de É l. Los probó , como se prueba el oro en el
horno donde se funde el metal, y los aceptó como víctimas consumidas por el fuego.
Los que confían en É l conocerá n la verdad y los que le son fieles estará n con É l en el
Amor, porque sus elegidos hallan en É l su bondad y misericordia.
Dios creó al hombre para que no pereciera, y lo hizo inmortal igual como es É l… Los
justos viven para siempre y su premio está en las manos de Dios. El Altísimo es quien
les cuida. Del Señ or recibirá n el reino de la gloria y la corona hermosa, pues los
protegerá con su mano y los amparar
D. CUESTIONARIO:
“En el añ o quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de
Judea, y Herodes príncipe de Galilea; Filipo, su hermano, príncipe de Iturea y de
Traconítide, y Lisanias príncipe de Abilene; en el pontificado de Aná s y Caifá s, fue
dirigida la Palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto” (Lc 3, 1-2)
Los historiadores calculan que ese añ o quince del imperio de Tiberio corresponde al
añ o 27 ó 28 de nuestra era. Esto quiere decir que desde los tiempos de los Macabeos
-contexto histó rico de los dos capítulos anteriores- había transcurrido mucho tiempo,
durante el cual varios cambios se produjeron en el mundo y en la patria de los judíos.
El citado pasaje del evangelio llama la atenció n por su solemnidad. Lucas quiere
presentar un acontecimiento muy significativo para el Pueblo de Dios y el mundo.
Consiste en que la Palabra de Dios fue dirigida a Juan. Esta fó rmula, comú n en el
Antiguo Testamento sirve para indicar la vocació n de un profeta, por ejemplo
Jeremías 1, 2 y 4; Ezequiel 1,3; Oseas 1,1; Miqueas 1,1. Así que el gran acontecimiento
ocurrido en el añ o 15 del imperio de Tiberio fue el llamado del hijo de Zacarías a la
misió n de profeta.
Juan volvía a tomar el hilo de los profetas, que había sido interrumpido má s de
trescientos cincuenta añ os antes. El ú ltimo profeta se llamaba Zacarías, como el padre
de Juan.
En realidad tenía muchos motivos para asimilarlo con Elías, el gran profeta de
Samaria, a que los dos hombres tenías varios rasgos comunes:
Los dos aparecieron de repente en la historia, sin explicació n previa: Marcos 1,4 y 1
Reyes 17.
Para tener una idea del mensaje que Juan predicó , hay que leer Mateo 3, 5-12; Marcos
1, 4-8; Lucas 3, 7-18; y Juan 1, 19-36. Se puede resumir así: Primero Juan anuncia que
el Reino de los Cielos está cerca, Dios viene a establecerlo en la tierra, el “día” de la
visita de Yavé se aproxima.
Ese día, Juan lo describe como un día de có lera y de juicio, segú n lo había enseñ ado
Amó s cuando anunció la ruina de Samaria, o Jeremías cuando habló de la destrucció n
de Jerusalén. Juan presenta a Dios como el leñ ador que pone el machete a la raíz del
á rbol y como el agricultor que aporrea el trigo: para los hombres de paja, el fuego (Mt
3,7 y 10)
La ú nica solució n para escaparse de la có lera que viene es una conversió n sincera.
- Esto significa ante todo perder toda falsa seguridad: no basta con ser “hijos de
Abraham” para tener derecho a un trato especial, como lo pensaban los judíos (Mt 3,
8-9). Así se pone de manifiesto la fragilidad de muchas de nuestras garantías: “soy
bautizado, soy cató lico”! Dios ve hasta lo secreto del corazó n y juzga cada hombre por
sus obras.
- La conversió n a la cual Juan llama es algo má s que un mero cambio interior: es una
orientació n nueva de la vida, de toda la vida, es una vuelta hacia Alguien, Dios, para
cumplir con su voluntad. Por eso el cambio interior debe manifestarse por la prá ctica
de la justicia: es la condició n para acoger a Dios.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
El evangelio segú n San Lucas tiene en propio cuatro versículos que describen má s en
detalle la predicació n de Juan Bautista dirigida a ciertos grupos en particular.
Recordemos aquí esos versículos.
- La gente le preguntaba: “Qué debemos hacer? É l les contestaba: “Que el que tenga
dos tú nicas dé una al que no tiene y quien tenga que comer haga lo mismo”.
- Vinieron también los cobradores de impuestos para que los bautizara. Le dijeron:
“Maestro, qué tenemos que hacer? Respondió Juan: “No cobren má s de lo debido”
Una segunda idea nos llama la atenció n. Como todo profeta, Juan denuncia. Lo que
éldenuncia es una sociedad que poco a poco se ha vuelto mediocre, una sociedad que
ha perdido el espíritu que tenía al comienzo. El Bautista se eleva contra un orden falso,
el desorden establecido en que todos viven y se han acostumbrado a vivir. El muro
que separa al hombre de su Dios no se encuentra só lo en la mala voluntad individual,
tiene un cará cter colectivo, manifiesta su presencia en la sociedad a través de una gran
cantidad de malos comportamientos y malas costumbres. Es por eso que toda
2. Los pequeñ os robos, fraudes, tan frecuentes que llegan a ser considerados como
algo normal.
3. Los abusos del poder, tentació n muy grande para los que ejercen la autoridad, como
si fueran inseparables del mismo poder…
La llegada del Señ or pone de manifiesto estas desviaciones y exige rupturas para que
los corazones vuelvan a la fidelidad total de la Alianza. No hay dos religiones, la del
hombre privado y la del hombre pú blico. El hombre es uno. No puede derrumbar el
muro que lo separa de Dios sin derrumbar, simultá neamente, el muro que lo separa de
sus hermanos.
San Juan, el otro Apó stol de Jesú s dirá : “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no
puede amar a Dios a quien no ve”. (1 Juan 4,20). Hagamos nuestras las
recomendaciones del Bautista: nos protegerá n contra toda falsa seguridad y toda
religió n fá cil.
Les preguntó el rey: ¿Qué aspecto tenía el hombre? Le respondieron: Era un hombre
con un manto de pelo y con una faja de piel ceñ ida a su cintura. É l dijo: “Es Elías” (2
Reyes 1,7-8)Juan vestía un manto de pelo de camello, con un cinturó n de cuero, y se
alimentaba con langostas y miel silvestre. (Mt 3,4)
Una vez que se fueron los discípulos de Juan, Jesú s comenzó a hablar de É l a la gente:
¿Qué fueron a ver ustedes al desierto? ¿A una cañ a agitada por el viento? ¿Qué fueron
a ver? ¿A un hombre vestido elegantemente? Pero los que visten con elegancia viven
en los palacios de los reyes. Entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un profeta? Eso sí. Yo les
aseguro que Juan es má s que un profeta. Este es de quien está escrito:
He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, el cual te preparará por delante el
camino. En verdad les digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor
que Juan Bautista…Si quieren entender, él es Elías, el que iba a venir. (Mt 11, 7-11 y
14)
Bendito sea el Señ or, Dios de Israel, porque ha visitado y liberado a su Pueblo, no ha
dado un Salvador de entre los hijos de David su servidor y se han cumplido las
palabras del Señ or que en tiempos pasados prometía por la boca de sus santos
profetas librarnos de nuestros enemigos y del odio de nuestros opresores. Ahora nos
manifiesta su bondad con nuestros padres y se acuerda de su Alianza con ellos, pues
juró a nuestro padre Abraham concedernos la liberació n de las manos de nuestros
enemigos para que sin temor le sirvamos todos los días de nuestra vida…
Y tú , niñ ito, será s llamado profeta del Altísimo porque irá s delante del Señ or para
prepararle el camino, para enseñ arle a su Pueblo la salvació n, por el perdó n de los
pecados.
D. CUESTIONARIO:
A. BAUTIZADOS EN EL JORDAN:
El Cambio de vida exigido por Juan se manifestaba a través de un doble gesto: los que
se arrepentían confesaban sus pecados y eran bautizados en el Jordá n (mc 1,5). Por la
confesió n de sus pecados renunciaban a su orgullo personal, se reconocían clientes y
deudores de Dios. Por el bautismo en el agua, manifestaban su deseo de purificació n y
de vida nueva (má s detalles en B 42).
Por supuesto, los llamados de Juan quedaron sin efecto para los que se creían buenos,
esos fariseos y otros parecidos que no sentían necesidad de Dios. Por lo general las
autoridades judías permanecieron desconfiadas ante Juan y no recibieron su bautismo
(Mt 21, 24-26). Al contrario en los ambientes populares se produjo un movimiento de
conversió n caracterizado por la oració n, el ayuno y la justicia (Lc 11, 1; 5,33; 3,11-14)
Entonces Yavé dio señ ales a Jesú s, tal vez a Juan: los cielos se abrieron, el Espíritu
Santo bajó sobre Jesú s como una paloma y se oyó una voz del cielo (Mc 1, 10s; Mt 3,
16s; Lc 3, 21s). Estos hechos enseñ an muchas cosas sobre la persona y la misió n de
Jesú s. Busquemos a la luz de las Escrituras.
El Espíritu liberador que acompañ ó a los hebreos en el paso del Mar: Is 63, 13s.
Al bajar sobre Jesú s, el Espíritu lo revela como lleno del poder de Dios (Hc 10, 38), el
Mesías anunciado por los profetas, a punto de empezar su misió n liberadora. Pero
esto no es todo, hay que interrogar el tercer elemento.
“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”. Así habló la voz celestial. Estas palabras
recuerdan principalmente dos pasajes del Antiguo Testamento muy importantes a los
ojos de los apó stoles y de los primeros cristianos para aclarar el misterio de Jesú s:
Salmo 2,7 e Isaías 42,1.
Las palabras “Tú eres mi Hijo” son del Salmo 2 y se remontan a la profecía de Natá n,
cuando Yavé prometió a David un reino sin fin para uno de sus descendientes (2 Sam
7,14): el resto del Antiguo Testamento comprendió que se trataba del Mesías. Por eso
se relaciona el Salmo 2 con el Mesías. Después de la Resurrecció n los apó stoles
descubrieron que esas palabras convenían muy bien a Jesú s: Hechos 13,33 y Hebreos
1,5.
Las demá s palabras son de Isaías 42, 1 y hablan del Siervo de Yavé quien por sus
humillaciones y sufrimientos llevó los pecados del mundo. De nuevo fue a la luz de la
Resurrecció n que los Apó stoles le aplicaron a Jesú s los pasajes de Isaías: Hechos 3,13
y 26; 4,27 y 30; Mateo 12, 18-21. Se acordaron de que Jesú s se había presentado como
Siervo, por ejemplo cuando dijo: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a
servir” (Mc 10,45)
Ese Jesú s Mesías o Jesucristo no es un hombre cualquiera, sino el propio Hijo de Dios.
El episodio ya contiene, como una semilla, el anuncio de la Pasió n de Jesú s (Lc 12,50) y
de su Resurrecció n (Hc 13,33). Es, resumido, todo el Evangelio, la Buena Nueva de
nuestra salvació n.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
1. Su Origen:
Algunos pasajes del Antiguo Testamento mencionan el simbolismo del bañ o de agua
para significar una purificació n del corazó n: Isaías 1,16; Ezequiel 36,25; Zacarías 13,1.
A partir del siglo 2 antes de Cristo hasta el inicio del siglo 4 después, hubo en
Palestina un movimiento de bautismo que pertenecía a distintas corrientes. La secta
de los esenios, que vivían en el desierto, representa una de esas corrientes.
2. Sus características:
Se administra una sola vez, mientras los esenios multiplicaba las abluciones o bañ os
con un fin de limpieza moral.
3. Sus Límites:
43 LA “EDAD” DE JESUS:
Los Evangelios no dicen con precisió n la edad que tenía Jesú s en los distintos
momentos de su ministerio. Lucas 3,23 dice que “tenía Jesú s unos treinta añ os al
comenzar”. En medio de su actividad, los fariseos le dicen a Jesú s: “Aú n no tienes 50
añ os…” (Jn 8,57).Lo que es seguro es que Jesú s no nació en el añ o 1 de la era cristiana.
El sabio Dionisio el Exiguo que por primera vez, en 525, empezó a contar los añ os a
partir del nacimiento de Jesú s, se equivocó en 6 ó 7 añ os; hizo coincidir el 01 de enero
del añ o 1 con el 01 de enero del añ o 754 de la fundació n de Roma, en vez del añ o 748
ó 749 considerado hoy como má s exacto. Jesú s debe haber nacido en 6 ó 7 antes de
nuestra era. Y esto conviene con lo que sabemos de Herodes, quién murió en el añ o 4
antes de Cristo, pero cuando murió , Jesú s debía tener por lo menos dos añ os (Mt 2,20
y 16).
En la primavera del añ o 28, cuando fue bautizado por Juan, Jesú s tenía
aproximadamente 34 ó 35 añ os.
Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de sus raíces. Se posará sobre É l
el Espíritu de Yavé: Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de sabiduría e
inteligencia, Espíritu de consejo y fortaleza, Espíritu de ciencia y temor de Yavé…No
juzgará por las apariencias, ni se decidirá por lo que se dice. Juzgará con justicia a los
débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. (Is 11, 1-4)
El Espíritu del Señ or Yavé está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yavé. A
anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a sanar a los corazones heridos, a
anunciar a los desterrados su liberació n y a los presos su liberad; a pregonar un añ o
de gracia de Yavé. (Isaías 61, 1-2) (Lc 3, 18-19).
Entonces se acordaron de los días antiguos, de Moisés su siervo. ¿Dó nde está el que
sacó del Mar al pastor de su rebañ o? ¿Dó nde el que puso en É l su Espíritu Santo, el que
lo hizo que su brazo fuerte marchase al lado de Moisés?...Tú , Yavé, eres nuestro Padre.
¿Por qué nos dejaste errar fuera de tus caminos, endurecerse nuestros corazones lejos
de tu temor?
Vuélvete, por amor de tus siervos… Somos desde antiguo gente a la que no gobiernas…
AH SI ROMPIESES LOS CIELOS Y DESCENDIESES, los cerros se derretirían al verte!
(Isaías 63, 7-19)
D. CUESTIONARIO:
Esto no quiere decir que todo lo ignoraba antes. Ya desde su infancia sabía que era
pariente de Dios y tenía alguna idea de su futuro papel (Lc 2,49). Pero ya que era
hombre como nosotros, se sometió a la ley del crecimiento, y ésta incluye el progreso
den los conocimientos (lea B 44). La voz celestial oída a la orilla del Jordá n le confirmó
que su misió n de Mesías lo asemejaría al Siervo de Yavé descrito en el libro de Isaías. Y
esto era toda una novedad para él.
Podemos imaginar qué fuerte impacto recibió Jesú s entonces en su corazó n. ¿Quién de
nosotros podría enterarse de una responsabilidad tan grande y de un destino tan
trá gico sin sentirse conmovido profundamente? No debe extrañ arnos que, como paso
siguiente, Jesú s se haya retirado al desierto, donde estuvo cuarenta días, para ser
tentado por el demonio: Marcos 1, 12s; Mateo 4, 1-11; Lucas 4, 1-13
Por el estudio del Antiguo Testamento sabemos que el desierto era ante todo el lugar
de encuentro con Dios y de la preparació n para las grandes misiones. Fue ahí donde
Moisés conoció a Yavé; fue ahí donde Elías lo encontró en el susurro de una brisa
suave. Jesú s también se dirigió al desierto antes de comenzar su misió n. Necesitaba
meditar, rezar, escudriñ ar la voluntad de su Padre y encontrar la mejor manera de
cumplirla. Durante toda su labor pú blica le gustará retirarse a un lugar solitario y
tranquilo, para reflexionar, conversar con Dios y buscar có mo no desviarse de la línea
indicada en su bautismo (lea C 83-84). Esto nos debe servir de ejemplo: sin la
reflexió n y la celebració n de la Palabra de Dios, ¿có mo podríamos cumplir el
compromiso de nuestro propio bautismo? (lea C 85-86).
Cuando Pedro trató de desviarlo del camino de la Pasió n y de la Cruz: Mateo 16, 22-23.
Estas tentaciones tenían todas algo que ver con su vocació n. Y Jesú s triunfó cada vez,
porque ya antes de manifestarse en pú blico se había decidido con energía a seguir la
línea humilde indicada por Dios su Padre. Tal es el sentido de su victoria en el
desierto.
Jesú s fue el ú nico testigo de sus tentaciones. Si hoy sabemos algo de ellas, fue porque
habló de ellas a sus amigos, como por ejemplo, cuando les invitaba a velar y rezar para
no caer en la tentació n, o cuando les contaba pará bolas como ésta: “Nadie puede
entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si no mata primero al
fuerte; entonces podrá saquear su casa” (Mc 3,27). Jesú s era libre y por eso podía
actuar, porque ya tenía atado a su enemigo, el enemigo de todos los hombres, Sataná s,
la serpiente del Génesis y el Dragó n del Apocalipsis.
Esa victoria decisiva de Jesú s se comentó luego entre los primeros cristianos que nos
entregaron los evangelios. Para describirla, se valieron de símbolos bíblicos altamente
significativos.
Marcos, en su breve relato, dice que Jesú s estaba entre los animales del campo y que
los á ngeles le servían (Mc 1,12s). Es como si fuera hablando del Paraíso
reconquistado, y Jesú s aparece como un nuevo Adá n, un Adá n que supo resistir y
triunfar ahí donde el primero había fracasado y caído. San Pablo presentará así a
Cristo como un nuevo Adá n. Su victoria, que significa la derrota de Sataná s, el antiguo
adversario, tiene consecuencias para todos los hombres.
Mateo y Lucas, en sus relatos má s amplios, describen la tentació n de Jesú s en sus tres
etapas. Cada una recuerda un episodio de la historia del antiguo Pueblo de Dios en el
desierto, con citas explícitas del Antiguo Testamento: Deuteronomio 8,3; 6,16 y 13
(lea estos textos). Por su victoria Jesú s triunfó no só lo como individuo sino también
como líder y representante del nuevo Pueblo que formamos. Ese Jesú s, libre de
pecado, puede guiarnos hacia la verdadera Tierra prometida, el Reino de Dios (lea B
45)
APOYO AL BAUTISTA:
Después de los cuarenta días del desierto, Jesú s pasó algú n breve tiempo en Judea,
administrando el bautismo a los que acudían a É l (Jn 3,22). Juzgó que lo mejor que
podía hacer por el momento era aprestar todo su apoyo a la campañ a de Juan y
dedicarse con él a la preparació n de un Pueblo bien dispuesto. Pasaba por un profeta
del Reino de Dios, como Juan, y llegó a hacer má s discípulos y bautizos que el Bautista
(Jn 4, 1-2). No era todavía el bautismo en el Espíritu, sino un bautismo semejante al
que Juan administraba.
Marcos da otro motivo: la detenció n de Juan (Mc 1,14). Este había criticado la
conducta escandalosa de Herodes (Mc 6, 17-29). El historiador judío Flavio Josefo
añ ade otra explicació n: el rey tenía miedo de que Juan usara su influencia para
impulsar a la gente a rebelarse. De todos modos, en la cá rcel, el Precursor conoció una
muerte violenta, como todos los profetas. Esto le sirvió a Jesú s de señ al, se dio cuenta
de que la etapa de la preparació n se había acabado, el tiempo se había cumplido (mc
1,15). La misió n de Juan había llegado a su fin; la de Jesú s empezaba: no terminará
nunca.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Afirmar que Jesú s aprendió algo que ignoraba antes nos cuesta bastante. Sabemos
muy bien segú n enseñ a una fó rmula del “Creo en Dios” que Jesucristo es verdadero
Dios y verdadero hombre. No vemos claramente donde se podría poner una frontera
entre lo divino y lo humano que se unieron en su persona, una persona ú nica. Pero
vale la penaescuchar al respecto lo que dice el Nuevo Testamento: nos invita a tomar
en serio la realidad de la Encarnació n, con todo lo que ella significa para Dios.Siendo
rico, se hizo pobre (2 Cor 8,9), se despojó a sí mismo (Filipenses 2,7), se hizo carne
(Juan 1,14), es decir “débil” (Mateo 26,41); fue probado en todo igual que nosotros,
excepto en el pecado (Hebreos 4,15); se sometió a la ley humana del desarrollo por
etapa, como dice directamente Lucas: “Jesú s progresaba en sabiduría, en estatura y en
gracia ante Dios y ante los hombres” (2,52). Aun siendo hijo aprendió por su Pasió n lo
que es obedecer (Hebreos 5,8).
Todos estos textos nos llevan a pensar que Jesú s como cualquier otro hombre tuvo
que estudiar, ensayar, preguntar para saber. Aprendió de José a ser carpintero (Jn 5,
19-20 puede ser interpretado en este sentido). Sobre todo pudo aprender de la voz
celestial, en el momento de su unció n en el Espíritu Santo, que no solamente era Hijo
de Dios, sino también el Mesías llamado a ser Cordero de Dios, Siervo de Yavé,
Salvador del mundo anunciado por el profeta Isaías.
La petició n del Padrenuestro “no nos dejes caer en la tentació n (Lc 11,4; Mt 6,13)
encierra una tremenda y dura realidad con la que tuvo que enfrentarse el mismo
Jesú s. Siendo la tentació n patrimonio del hombre, es evidente que la posibilidad e
Los tres relatos sobre la tentació n prueban ya de por sí, con solo su presentació n
externa, que el sobrio relato de Marcos (2 versículos: 1, 12-13) tuvo adiciones
importantes: 11 versículos en Mateo 4, 1-11 y 13 en Lucas (4, 1-13). Para dar con el
exacto sentido religioso, doctrinal del pasaje es importante saber que en él no hay una
mera acta histó rica, un informe material tal como lo haría un periodista moderno. Esto
no quiere decir, sin embargo, que se trate de un hecho imaginado, de un “cuento”. Má s
bien hay que familiarizarse con el pensamiento de que la probabilidad de ser tentado
Jesú s y la realidad de sus tentaciones que tuvieron lugar en diversos tiempos y en
ocasiones distintas, fueron presentadas y explicadas en una sola explicació n
catequística.
Es comú n sentir de los intérpretes modernos que sería una falsedad histó rica
aferrarse en el episodio de la tentació n a la idea de un demonio que aparece en forma
corporal y a la idea de un cambio triple de escenario: se trata má s bien de un influjo
misterioso sobre el espíritu de Jesú s. Satá n quería conocer con certeza si Jesú s era el
“Hijo de Dios”, el “ungido del Señ or” o “Mesías”, para luego hacer imposible su misió n.
Pero el tentador fracasó .
Es un consuelo para el cristiano saber que también el Señ or sufrió tentaciones. De esta
verdad saca el cristiano aliento y energías para sus propias luchas y confía sin
desmayos en la gracia del Señ or, que no permite que el hombre sea tentado por
encima de sus fuerzas (Santiago 1,12). (Adaptado de A. LAPPLE. El Mensaje de los
Evangelios hoy. pp. 374 y 375)
Por aquellos días se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oració n de Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que
llamó también apó stoles (Lc 6, 12-13).
Desde este día (es decir de la resurrecció n de Lá zaro), (las autoridades) decidieron
darle la muerte. Pero Jesú s no andaba ya en pú blico entre los judíos, sino que se retiró
de allí a la regió n cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y se quedó allí con
sus discípulos (Juan 11, 53s)
Entonces Jesú s se va con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los
discípulos: “Siéntense aquí, mientras voy allá a orar”. Y tomando consigo a Pedro y a
los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dice: “Mi
alma está triste hasta el punto de morir; quédense aquí y velen conmigo”. Y
adelantá ndose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible,
aparta de mí este cá liz, pero no sea como yo quiero, sino como quieras Tú ”. Viene
entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: “¿Conque no
han podido velar unahora conmigo? Velen y oren, para que no caigan en tentació n;
que el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26, 36-41)
Y cuando oren, no sean como los hipó critas, que gustan de orar en las sinagogas y en
las esquinas de las plazas bien plantados par ser vistos de los hombres; en verdad les
digo que ya recibieron su recompensa. Tú , en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu
cuarto y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu
Padre que ve en lo secreto, te recompensará . (Mt 6, 5-6)
D. CUESTIONARIO:
1. ¿Qué cosa aprendió Jesú s de la voz celestial que oyó al salir del Jordá n?
2. ¿A dó nde fue Jesú s después de su Bautismo?
3. El “Desierto” significa dos cosas en el Antiguo Testamento: diga cuá les son?
4. Complete la frase: En el relato de las tentaciones de Jesú s, Marcos representa al
Señ or como un nuevo ______________ mientras Mateo y Lucas lo representan como un
nuevo ______________ y un nuevo _________________.
5. En el relato segú n Mateo (4, 1-11), Jesú s rechaza la tentació n con tres citas del
Antiguo Testamento: bú squelas en el texto mencionado y escríbalas.
6. ¿Cuá l fue la señ al que llevó a Jesú s a empezar su ministerio pú blico, segú n Marcos?
Buscar en Marcos 1
7. ¿En qué, la victoria de Jesú s sobre la tentació n, constituye un aliento para el
cristiano? (Dé una respuesta personal)
A. JESUS EN GALILEA:
Todo le salía bien a Jesú s en esos comienzos prometedores. Era una verdadera
primavera, la primavera de Galilea. No sabemos cuá nto tiempo duró ese período
maravilloso. Lo que sí sabemos por Marcos, Mateo y Lucas es que a ese ministerio de
Galilea pertenece lo esencial de los hechos y dichos de Jesú s anteriores a su Pasió n.
EL REINO DE DIOS:
La imagen del Reino de Dios tiene raíces profundas en el Antiguo Testamento. Así
Gedeó n Samuel rechazan la idea de tener un rey como las demá s, porque Yavé es el
Rey de Israel (Jueces 8,23; 1Samuel 8,7)
- Varios pasajes de los profetas y de los salmos afirman que Yavé es Rey de Israel, Rey
de todas las naciones, Rey de la naturaleza, por ejemplo Isaías 6,5; Jeremías 10,7 y 10;
Salmos 93, 1s y 95,3ss.
- Los profetas y los salmos presentan a Yavé también como un Rey guerrero y un juez,
porque así eran los reyes en el antiguo mundo oriental: Jeremías 25, 30-38; Salmos 2 y
60.
Pero los demá s pueblos, por ser paganos, no reconocen la soberanía de Yavé. má s
aun, cuando el mismo Israel deja de ser un Estado, varios se preguntan có mo Yavé
puede ser el rey de un pueblo que ya no existe… Algunos profetas y má xime la opinió n
popular empiezan a creer que el Reino de Dios exige primero una liberació n de la
tierra santa, una restauració n del Estado de Israel, una intervenció n extraordinaria de
Yavé para aplastar los paganos y hacer de Jerusalén el centro del mundo.
Cuando Jesú s sale de Nazaret, en la primavera del añ o 28 ó 29, el prestigio del pueblo
judío, dominado por los romanos, está muy bajo y la expectació n del Reino de Dios
está muy viva. Pero, por lo general, se espera de Dios un liberador político que traiga
la prosperidad y el bienestar material a los descendientes de Abraham. Esto explica en
algo la petició n de la madre de los hijos de Zebedeo (Mt 20,21) y la pregunta de los
apó stoles antes de la Ascensió n: “Señ or, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino
de Israel? (Hechos 1,6). Para muchos, el “Reino de Dios” era un mero medio para
lograr las ambiciones de Israel.
Es por eso que Jesú s, ya desde el comienzo, rectifica las mentalidades por lo que al
Reino de Dios se refiere y recoge el tema allí donde las enseñ anzas má s puras lo
habían dejado, para llevarlo a su perfecció n. No dice bruscamente a sus oyentes que
está n equivocados: sencillamente propone el Reino como algo nuevo, pero en la línea
del verdadero Reino anunciado por los profetas (Lea B 47 y C 87).
Ante las primeras palabras de Jesú s en las sinagogas de Nazaret y Cafarnaú m la gente
se pregunta: “¿Qué es esto? Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!” (Mc 1,27).
Sin embargo lo esencial de su mensaje se halla en esas sencillas palabras: “se ha
cumplido el tiempo y ha llegado el Reino; arrepiéntanse y crean en el Evangelio” (Mc
1,15).
HA LLEGADO EL REINO DE DIOS: Los milagros de Jesú s son signos de que el Reino de
Dios está llegando, y esto condena el dominio de Sataná s, del pecado y de la muerte a
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Cafarnaú m era una ciudad fronteriza entre los territorios de Herodes (Antípas) y de
Filipo y tenía una guarnició n romana. Estaba situada en importante vía de
comunicació n que unía Mesopotamia con Egipto pasando por Damasco. Jesú s la eligió
como punto central de su actividad y, segú n Mateo 4, 13, se fue a vivir allá . Era “su”
ciudad.
La sinagoga era un lugar de reunió n que, ademá s de los bancos, contenía un armario
para los rollos de la Escritura y un atril para el lector. El acto de culto consistía en la
lectura de la Escritura y el canto de los Salmos. El presidente de la sinagoga podía
invitar a predicar a todo judío que tuviese 30 añ os.
El descanso del sá bado duraba desde el atardecer del viernes al atardecer del sá bado
(los judíos no tenían relojes; para ellos el día terminaba con la puesta delsol y, con ella,
empezaba el día siguiente). El descanso del sá bado exigía una abstenció n completa de
todo trabajo (lea Juan 5,10). Só lo se permitían unos 900 metros de camino (con esto
se puede entender lo que dice Jesú s en Mateo 24,20).
Le dijeron a Jesú s: “Juan el Bautista nos ha enviado para que te preguntemos: ¿”Eres tú
el que ha de venir o debemos esperar a otro?” En aquel momento curó a muchos de
sus enfermedades y dolencias, de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les
contestó : “Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia
a los pobres la Buena Nueva: y dichoso aquel que no se escandalice de mí!” (Lc 7, 20-
23)
Los siervos del amo fueron a decirle: “Señ or, ¿no sembraste semilla buena en tu
campo? ¿Có mo es que tiene cizañ a?” É l les contestó : “Algú n enemigo ha hecho esto”.
Le dicen los siervos: ¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” Les dice: “No, no sea
que, al recoger la cizañ a arranquen a la vez el trigo. Dejen que ambos crezcan juntos
hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recojan primero la cizañ a y
á tenla en gavillas para quemarla, y el trigo recó janlo en mi granero”. (Mt 13, 24-30)
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria acompañ ado de todos sus á ngeles, se
sentará en su trono de gloria. Será n congregadas delante de É l todas las naciones, y É l
separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los
de su derecha: Venid benditos de mi padre... recibid la herencia del Reino preparado
para vosotros… (Mt 25, 31-34; Buscar cita en la Biblia y leerla)
D. CUESTIONARIO:
A. EL MAESTRO Y SU DOCTRINA:
Jesú s actuó primero como predicador ambulante que anunciaba el Reino de Dios de
pueblo en pueblo. Hablaba un lenguaje muy sencillo, con pará bolas o comparaciones,
porque no se dirigía a un grupo selecto sino a todo el pueblo galileo que comprendía
campesinos, pastores, artesanos, pescadores y soldados. Sin embargo, gracias a sus
dones excepcionales y a la calidad insuperable de su mensaje no tardó mucho en ser
rodeado de discípulos, convirtiéndose en un rabbi, es decir maestro (lea B 48)
DISCIPULOS Y APOSTOLES:
En realidad, de esa gente numerosa que acudía a oír sus palabras por motivos muy
diversos, se destacó luego un grupo de hombres y mujeres que se dejaron guiar por
sus enseñ anzas.
Lo acompañ aban en sus recorridos (Lc 8, 1-3), lo seguían, corriendo los mismos
riesgos y encarando las mismas injurias y persecuciones (Juan 15,20). En otros
términos se ligaron a su persona que, en adelante, era para ellos má s que padre y
madre (Mt 10,37).
Para ser del grupo de los discípulos era preciso ser llamado personalmente por Jesú s y
aceptar las condiciones puestas por É l. Sabemos que los llamados no respondieron
todos, principalmente por apego a las riquezas o a la familia (Mt 19,21; Lc 9, 57-62).
En cambio, otros que no habían sido llamados quisieron en balde acompañ ar a Jesú s,
por ejemplo, el poseso de Gerasa que en la alegría de su liberació n, quería ser
admitido en su compañ ía (Lc 8, 38-39).
Espiritualmente, varios de ellos habían sido discípulos de Juan Bautista, y esto indica
qué tipo de hombres eran: habían tomado en serio los llamados a la conversió n,
habían creído que el Reino estaba cerca, en resumen eran verdaderos israelitas de
corazó n sencillo, como dijo Jesú s de uno de ellos (Juan 1,47).Ahora, lo má s importante
es saber qué es lo que Jesú s hizo con ellos. Dos
indicaciones, elegidas entre varias, nos lo dirá n: el nú mero doce determinado por
Jesú s y el nombre de apó stoles que É l les dio (segú n Lucas 6,13).
DOCE: Para todo judío, el nú mero doce recordaba naturalmente las doce tribus de
Israel. La intenció n de Jesú s aparece clara: hacer de los Doce el fundamento del nuevo
Israel, es decir La Iglesia (Mt 19,28). Uno de ellos, Simó n, siempre primero en la lista
(Mateo 10,2; Lucas 6,14 y Hechos 1,13) haría el papel de piedra angular, la que da
unidad a la base y a toda la construcció n (Mt 16, 18-19).
Primero fueron enviados a los israelitas (Mt 10,5), para presentarles la doctrina de su
Maestro.
Después de recibir al Espíritu Santo fueron mandados hacia todas las gentes, paraser
ademá s testigos de la Pasió n y Resurrecció n del Señ or (Hechos 1,8 y 22).
En ambos casos tenían que ser pescadores de hombres, es decir reunirlos en nombre
de Jesú s para el Reino de Dios “que se parece a una red que se echa al mar y recoge
peces de todas clases” (Mt 13,47).
Pero, ¿cuá l era el secreto de Jesú s para atraer las masas y ganarse definitivamente la
confianza de doce apó stoles y de un buen nú mero de discípulos? Pocos pasajes
contestan con tanta fuerza como éste: “Vengan a mí los que se sienten cargados y
agobiados, porque los aliviaré. Carguen con mi yugo y reciban mi enseñ anza, porque
soy manso y humilde de corazó n, y encontrará n alivio. Pues mi yugo es suave y mi
carga ligera” (Mt 11, 28-30). Sí ¡qué diferencia entre el mensaje liberador de Jesú s y
las obligaciones que los maestros judíos echaban sobre las espaldas de la gente! (Mt
2,4).
Jesú s reveló que Dios, es nuestro Padre, un Padre que conoce todas nuestras
necesidades, y es bueno, bueno para con todos, incluso para el hijo pró digo que vuelve
Ahora, ¿có mo responder a esta revelació n sobre el Padre? Jesú s dejó al hombre la
mayor iniciativa posible para determinar los modos concretos para hacerlo. No añ adió
nuevas leyes, y si bien no cambió las que existían, declaró solemnemente que “el
sá bado es para el hombre, no el hombre para el sá bado” (Mc 2,27), dando así la
prioridad al hombre, algo que los fariseos no hacían. Propuso un solo mandamiento,
que resume todo el Antiguo Testamento., el del amor: Amar a Dios sobre todas las
cosas y amar al pró jimo como así mismo (Mt 22, 34-40). Esto significa: amar sin límite,
hasta los enemigos (Mt 5,44ss); perdonar setenta veces siete (Mt 18,22), porque el
que no perdona se excluye de la familia de Dios(Mt 6,15); y actuar siempre segú n
indican las circunstancias, como lo hizo el buen samaritano (Lc 10, 29-37). El que así
vive imita a Dios (Mt 5, 48), ya que, como buen hijo, hace lo que el Padre hace. (Juan
5,19) (Lea y medite C 91)
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Al igual que los profetas hebreos, Jesú s recurre en su enseñ anza a la técnica de la
pará bola. La pará bola es una comparació n, uno de cuyos términos es una
realidadsensible, experimental, accesible a todos, verificable por la experiencia
comú n, siendo el otro término una realidad espiritual, la que precisamente se quiere
dar a conocer. Para enseñ ar las cosas espirituales, las cosas del Reino en trance de
formació n, es decir, las condiciones de la creació n de una humanidad nueva, santa,
habitada por la vida divina, Jesú s procede a partir de las realidades experimentales
presentes en la vida diaria. Nodesemboca en lo espiritual a través de lo abstracto, sino
que parte de lo concreto sensible para llegar a lo concreto espiritual. Este método se
justifica porque toda la creació n es obra de Dios, efectuada por la palabra y la
sabiduría eterna de Dios. Es normal pues el recurso de los elementos sensibles, el pan,
el vino, el agua, la tierra, el aceite, la sal, el fuego, y de las realidades de la vida
cotidiana, para enseñ ar realidades de orden espiritual.
La humilde disposició n para oír lo que Dios quiere decir a los hombres, es la ú nica
llave con la cual se puede abrir el misterioso tesoro de las pará bolas de Jesú s.
Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar algo en
cambio. Entonces la recompensa será grande, y será n hijos del Altísimo, que es bueno
con los ingratos y los pecadores. Sean compasivos, como es compasivo el Padre de
ustedes. No juzguen y no será n juzgados. No condenen, y no será n condenados.
Perdonen y será n perdonados. Den y se les dará ; recibirá n una medida bien apretada
y colmada; porque con la medida que ustedes miden será n medidos. (Lc 6, 32-
38)Nadie puede obedecer a dos patrones, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o
apreciará al primero y despreciará al otro. Es imposible servir a Dios y a las riquezas.
(Mt 6,24)
D. CUESTIONARIO:
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
49. EL GRITO DEL CIEGO: LUCAS 18, 35-43
El ciego al costado del camino quiere aprovechar la ú nica oportunidad que tiene para
poder ver y vivir como la gente. No cuesta nada, no pierde nada. Es só lo cuestió n de
gritar: “Jesú s, hijo de David, ten compasió n de mí!” Los que acompañ aban a Jesú s
alegremente, creían que le ciego estropeaba la fiesta: “Cá llate!”. Pero el pobre,
consciente de su pobreza y miseria, cuando ve una camino para su liberació n no hay
quien pueda impedirle seguir y entrar por él. El mismo perturba la fiesta, se vuelve
insolente, reclama impone su voluntad, y grita má s alto: “Jesú s, ten piedad de mí!”
Era la fe y la esperanza que lo llevaron a este acto de aparente desesperació n, a
desafiar todo el mundo… Y entonces no valen reclamos y amenazas. Estas solamente
exasperan má s aú n al pobre ciego. Grita má s alto. Los que impedían al pobre gritar…
fueron ellos que, con sus amenazas, provocaron al clamor cada vez má s insistente y
fuerte del miserable, llevando así la voz del pobre hasta los oídos de Jesú s. Y aquello
que ellos querían impedir, sucede: Jesú s se detiene. En medio de toda aquella
confusió n, É l oye justamente la voz que todos querían acallar.
Jesú s no presta atenció n a los que lo aclamaban alegremente, pero presta atenció n al
pobre del cual todos protestaban. Todos dan paso a este ú nico hombre que no tiene
nombre… Y Jesú s pregunta: “Qué quieres?” No sirve solamente el gritar. Con Jesú s hay
que sabe por qué se grita. Y él sabe: “Quiero ver!” Es llevado al lado de Cristo por
aquellos que no querían que él se liberara. Y Jesú s lo libera. Puede ver y vislumbrar,
vivir como la gente. Fue la fe la que lo salvó .
Y la iglesia, qué pretende? Trata de ayudar a los ciegos, a los pobres. Trata de permitir
que griten, pidiendo su liberació n… Trata de que sepan por qué está n gritando. Trata
de que griten con esperanza.
A muchos no les gusta este griterío de los pobres. Arruina la alegría de la fiesta,
incomoda, estropea la vida. Era tan lindo, antiguamente en la iglesia, su culto
majestuoso, ritos misteriosos y aclamaciones festivas. Por qué la Iglesia no lo hace?
Por qué ella comienza a prestar atenció n a los pobres? Por qué ella deja de pensar en
los que la aclaman triunfalmente para pensar en los que no tienen nombre?... Y en los
diarios aparecen los gritos: “Cá llate!” “Para qué aumentar aú n má s los gritos de los
pobres?”… la Iglesia, no obstante, quiere ponerse junto a los pobres, precisamente
para poder prestarles toda su atenció n como lo hizo Jesú s. Y la Iglesia somos nosotros.
La Iglesia no es para nosotros, sino que todos somos Iglesia para los pobres.
Jesú s, atendiendo a los pobres y no prestando mucha atenció n a los que lo aclamaban
por egoísmo, desagradó a mucha gente. Por eso, decidieron matarlo y tapar así la boca
D. CUESTIONARIO:
1. Complete la siguiente frase de Hechos 10: “Ustedes saben lo ocurrido en toda
Judea, comenzando por ______________________, después que Juan predicó el bautismo,
có mo _____________________ a Jesú s de Nazaret con el ____________________ y con poder, y
có mo É l pasó ____________________ el bien… porque ____________estaba con É l”.
2. Enumere las cuatro categorías de milagros de Jesú s y dé un ejemplo de cada una.
3. Diga cuá les son los dos papeles que desempeñ an los milagros de Jesú s.
4. ¿Qué es lo que Juan Bautista mandó preguntar a Jesú s? Y ¿Qué conclusió n podía
5. sacar de la respuesta de Jesú s?
6. ¿Qué verdad fundamental contenía la creencia popular que vinculaba enfermedad
y
7. pecado?
8. Complete la frase a la luz de lo mencionado en este capítulo:
Jesú s multiplica los panes, y así demuestra que es __________________.
Jesú s cura al ciego de nacimiento, y así demuestra que es ____________.
Jesú s resucita a Lá zaro, y así demuestra que es _______
A. LA AUTORIDAD DE JESUS:
Como lo hemos visto en el capítulo anterior, la gente tuvo que cuestionarse ante los
milagros de Jesú s. Cabe recordar sin embargo que éstos no eran ninguna novedad
para los judíos. Ellos conocían bien el Antiguo Testamento, que está lleno de hazañ as
impresionantes, tales como los prodigios que acompañ aron el éxodo, la toma de Jericó
y la conquista de la tierra prometida. Comparados con las plagas de Egipto, el paso del
Mar Rojo o la parada del sol con Josué, los milagros de Jesú s debían aparecer como
cosas muy sencillas: curar cierto nú mero de enfermos, expulsar algunos demonios. Así
se pueden comprender ciertas reacciones que pueden extrañ arnos.
Por ejemplo después de la multiplicació n de los panes, la gente dijo: “¿Qué señ al vas a
realizar ahora para que creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en el
desierto” (Jn 6, 30s). Es como si dijeran: “Nos has regalado el pan só lo para el día de
hoy, no es mucho… Moisés lo hizo durante cuarenta añ os; has tú lo mismo y
creeremos en ti!” (Volveremos a este episodio en el capítulo 1 de la unidad 6).
En los prodigios del É xodo, Moisés se limitaba a anunciar que Dios mandaría tal o cual
plaga y a ejecutar las ó rdenes de Yavé. los milagros eran de Dios. En cambio Jesú s
actuaba por su propio poder, los milagros eran de É l, ya que sacaba de sí mimo la
Así que no era el hecho material sino la autoridad de Jesú s la que llamaba la atenció n
cuando obraba milagros. De ahí el comentario de la gente: “Manda a los espíritus
malos y le obedecen” (Mc 1, 27). Los mismos apó stoles decían: “¿Quién es éste que
hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mc 4, 41: lea C 96). Pero la mejor percepció n la
tuvo el oficial romano que pidió la intervenció n de Jesú s en favor de su hijo o siervo
enfermo: “Má ndalo de palabra y el muchacho sanará ; porque yo mismo, aunque soy
un subalterno, tengo autoridad sobre mis soldados…” (Mt 8, 5-10; Lc 7, 2-9). El
hombre razonaba así: “Si yo, que soy un oficial, puedo dar ó rdenes, es porque
obedezco a mis superiores. Así también Jesú s: si tiene autoridad, es que la recibió de
arriba” (Lea Juan 8, 28). Esta conclusió n acertada estaba al alcance de todos, pero
pocos la sacaron. Por eso Jesú s admiró tanto la fe de aquel extranjero (Mt 8, 10)
PERDONO LOS PECADOS: Jesú s llamó la atenció n má s que todo al perdonar los
pecados, lo que só lo Dios puede hacer. Nunca antes se había oído voz humana que
dijera con autoridad propia: “Tus pecados son perdonados” (Mt 9, 2). Los fariseos
sacaban la conclusió n de que blasfemaba (v.3), pero el pueblo alababa a Dios por
haber dado tal poder a los hombres (v.8; Lea Mt 16, 19; Jn 20, 23).
CURSO BIBLICO: “LUZ EN MI CAMINO” Pá gina 156
MUY EXIGENTE: Por fin Jesú s llamaba la atenció n por las exigencias que ponía a sus
discípulos. Tenían que dejarlo todo para seguirlo, amarlo má s que a los padres (Mt 10,
37), confesarlo ante los hombres (v. 32), estar dispuestos a dar testimonio de É l hasta
la muerte (v. 28) y, para algunos, renunciar al matrimonio (Mt 19, 10-12). Sin
embargo no trataba de presionar ante una negativa: su autoridad respetaba la libertad
del otro: “Si quieres… (19, 21-23).
Qué personalidad la de Jesú s! (lea B 50). ¿No sería acaso el Hijo de Dios, así como
Pedro llegó a creerlo un día de entusiasmo? (Mt 16, 15-17). Pero, en cambio, muchos
habían decidido que estaba loco y poseído por un demonio (Mc 3, 21-22). La hora
crítica se aproximaba.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
1. El aspecto externo:
Los Evangelios no nos han dejado ninguna descripció n del aspecto externo de Jesú s.
Nosotros debemos conformarnos con suposiciones y conclusiones puesto que no nos
ha llegado ningú n retrato suyo.
El señ or es un verdadero hombre; por lo tanto debía tener los rasgos de su pueblo y
especialmente los de su Madre, María.
El color de la piel de los judíos de entonces era moreno, el color de los ojos
generalmente castañ o, aunque los ojos azules no eran raros. David era pelirrojo, pero,
por lo general, el cabello de los judíos era moreno oscuro; lo llevaba largo hasta los
hombros, con raya en medio y ungido con aceite fino. La barba y el bigote eran el
orgullo de los judíos.
Los ojos y la mirada de Jesú s debían ser notables, pues los Evangelios hablan
frecuentemente de ellos. Jesú s debía tener unos ojos claros y una mirada noble en la
que se reflejaba su alma con todas las variaciones de sentimientos. Pero en su mirada
debía haber también una gran fuerza y una atrayente majestad (Mt 6, 22; Mc 3,5; 5,
30-32; 10, 21,23; Lc 22, 61-62.
2. Su personalidad:
Jesú s tiene una gran personalidad, rica y atractiva. Ya desde su primera aparició n
acude el pueblo desde lejos para escuchar sus palabras. Tan grande es su impresió n
sobre los hombres, que aquellos a quienes llama le siguen inmediatamente: Marcos 1,
16-20; 2, 14. Siempre que obra un milagro, es poderoso como un rey y llena a los
hombres de entusiasmo y admiració n: Marcos 2, 10-12; 4, 35-41.
Al atardecer de ese mismo día, Jesú s dijo a sus discípulos: “Pasemos a la otra orilla”.
Ellos despidieron a la gente y lo llevaron así como estaba en la barca. Otras barcas lo
acompañ aban. Entonces se levantó un gran temporal y las olas se lanzaban contra la
barca, que se iba llenando de agua. Mientras tanto, Jesú s dormía en la popa, sobre un
cojín. Lo despertaron, diciéndole: “Maestro, ¿no te preocupa que nos ahoguemos?”El
despertó , se encaró el viento y dijo al mar: “Cá llate, cá lmate!” El viento se calmó y vino
una gran bonanza. Después les dijo: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Por qué no tienen
fe?” Los discípulos se asustaron mucho y se preguntaban unos a otros: “¿Quién es éste,
que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mc 4, 35-41)
Al regresar de la ciudad, muy de mañ ana, sintió hambre. Divisando una higuera cerca
del camino, se acercó pero no encontró sino hojas, y le dijo: “Jamá s volverá a dar
fruto”. Y al instante se secó la higuera. Al ver esto, los discípulos dijeron maravillados:
“¿Có mo se secó de repente la higuera?” Jesú s les contestó : “En verdad os digo, si tienen
realmente fe y no vacilan, no solamente hará n lo que acabo de hacer con la higuera,
sino que dirá n a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y así sucederá . Todo lo que
pidan con una oració n llena de fe, lo conseguirá n”. (Mt 21, 18-22)
Felipe le dijo: “Señ or muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesú s respondió : Hace
tanto tiempo que estoy con ustedes y ¿todavía no me conoces, Felipe? El que me ha
visto a mí ha visto al Padre. ¿Có mo puedes decir: Muéstranos al Padre? ¿No crees que
yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les he dicho no
vienen de mí mismo. El Padre que está en mí obra por mí. Créanme: Yo estoy en el
Padre, y el Padre está en mí. (Jn 14, 6-11)
Los maestros de la Ley le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio.
La colocaron en medio y le dijeron: “Maestro, has sorprendido a esta mujer en pleno
adulterio. La Ley de Moisés ordena que mujeres con ésta deben morir apedreadas.
“Tú , ¿qué dices?” Contestó querían ponerlo en dificultades para poder acusarlo.
D. CUESTIONARIO:
1. ¿Có mo aparecían los milagros de Jesú s en comparació n con las plagas de Egipto, el
paso del Mar Rojo y otros por el estilo?
2. Cuando Jesú s habla de la “señ al de Joná s” (Lc 11, 29), ¿qué quiere anunciar?
3. Complete la siguiente frase: Cuando Jesú s obraba milagros, lo que llamaba la
atenció n
4. no era el ___________________________, sino su ___________________________.
5. ¿Có mo traduce al españ ol la palabra Abba? Y diga a quién la aplicaba Jesú s.
6. Complete la frase: “En todo lo que Jesú s decía de Dios se sentía algo nuevo y
______________: tenía ________________________ de Dios, lo conocía
7. ____________________, sacaba de _____________________lo que decía”.
8. Dé tres ejemplos de interpretaciones nuevas que Jesú s dio a la Ley o a las
tradiciones
9. de los judíos.
10. Complete esta frase de Juan 14, 5: “Yo soy el Camino, la ______________ y la Vida
.Nadie va al _________________ sino por _____________”
A. DE GALILEA A JERASULEN:
La gente no creía en É l. Por eso Jesú s no hizo allí ningú n milagro, viendo con tristeza
que un profeta só lo en su tierra no tiene acogida (Mc 6, 1-6).
La misma desconfianza se manifestó también entre sus parientes, sus “hermanos” (lea
B 52). Un día algunos de ellos llegarían a ser sus discípulos; pero, por el momento, no
creían en É l, se mostraban preocupados ante la amplitud de su actividad pú blica y lo
trataban de loco (Mc 3, 21). Un día le llevaron a María, su madre, con el fin de
convencerlo de que cambiara de actitud y se callara (Mc 3, 32-35). Pero Jesú s, fiel a su
misió n, les explicó que lo má s importante es buscar la voluntad de Dios (también
Lucas 2, 49). Su nueva familia la forman en adelante los que escuchan la Palabra y la
cumplen (Lucas 8, 21). En realidad es así que María vivió siempre, buscando la
voluntad de Dios, como se puede ver en la Anunciació n (Lucas 1, 38 y 45), en las bodas
de Caná (Juan 2, 5), al pie de la cruz (Juan 19, 25) y en espera del Espíritu (Hch 1, 14).
EL FRACASO DE GALILEA:
La ruptura de Jesú s con muchos de sus familiares y paisanos anunciaba y daba una
idea de la trá gica separació n que sucedería un día con su propia nació n, es decir con
las clases dominantes y el pueblo.
Pero hacía tiempo que Jesú s había renunciado a ser un Mesías conforme al gusto de
los judíos. En el desierto no quiso cambiar las piedras en panes y rechazó el poder
humano. No quiso jugar el papel que los hombres esperaban de É l para reconstituir
milagrosamente una especie de paraíso terrenal. Cristo no le quita al cristiano de hoy
su papel y su responsabilidad en la sociedad y en lo político.
Ante la situació n crítica creada por los cinco mil galileos que habían comido el pan
multiplicado, ahora decididos a una acció n de fuerza contra el gobierno, no había otra
solució n que la huida. Jesú s obligó a sus discípulos a irse a otra parte, trató de
convencer a la gente a dispersarse en orden y se fue a rezar, solo (Mc 6, 45s).
A partir de ese día todo cambió . Jesú s se alejaba a menudo de Galilea, territorio de
Herodes. Evitaba las sinagogas, para no estar con los escribas. Viajaba fuera de
Palestina, no para predicar a los paganos, sino para dedicarse con má s calma a la
preparació n de los Doce llamados a continuar su misió n (Mc 7, 24, 31).
Fue también un tiempo de reflexió n para Jesú s antes de dar otro paso en su vocació n.
Entonces empezó a pensar en Jerusalén, la ciudad santa tan importante en la historia
del Pueblo escogido, pero ciudad que mató a tantos profetas (Lc 13, 34). Pero si una
muerte voluntariamente aceptada fuese el medio má s grande de convencer al mundo
del amor de Dios, Jesú s no se negaría (Lc 13, 33; Jn 3, 16; 15, 13). Tres veces seguidas
habló de su muerte y resurrecció n a los Doce apó stoles (Mc 8, 31s; 9, 30ss; 10, 32ss).
La Transfiguració n que ocurrió en ese contexto jugó el papel de aliento para Jesú s y
los apó stoles. (Lea C 99 y 100).
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Jesú s era carpintero (Mc 6, 3) e hijo de carpintero (Mt 13, 55), de la misma manera
que Juan y Santiago eran pescadores e hijos de pescador (Mt 4, 21). En aquel tiempo
esos oficios eran habitualmente hereditarios.
El Evangelio contiene una pará bola que habla de un hijo que aprende su profesió n
mirando trabajar a su padre: “El hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que
vehacer al padre; lo que hace él, eso también lo hace igualmente el hijo. Porque el
padre quiere a su hijo y le muestra todo lo que él hace” (Jn 5, 19-20). Jesú s se valió de
esta comparació n para revelarnos el misterio de sus relaciones personales con Dios
Padre. Sin embargo posiblemente estemos aquí en presencia de una alusió n al taller
de Nazaret. Fue allá donde Jesú s aprendió su profesió n de carpintero y de constructor.
Otra pará bola alude a un incidente de taller: dos compañ eros está n trabajando juntos
cuando de repente a uno le cae aserrín en el ojo, mientras el otro se golpea la cabeza
en una viga (Mt 7, 3-5). En otra pará bola se critica al hombre poco listo que construye
su casa a la ligera, sin preocuparse por la base (Mt 7, 26-27). Otra destaca la
importancia de hacer los planos y los cá lculos antes de empezar la obra (Lc 14, 28).
De todo esto podemos concluir que Jesú s no só lo miró la vida desde lejos, sino que
primero participó en ella. Se ganó la vida por el trabajo de sus manos hasta que Juan
empezara a predicar. (Adaptació n de un texto de C.H. DODD, The Founder of
Christianity)
El Nuevo Testamento habla a menudo de los “hermanos y hermanas de Jesú s” (Mt 12,
26-50; 13, 5s; Mc 3, 31-35; 6,3; Lc 8, 19-21; Jn 2, 12; 7, 3-5; y 9-10; Hch 1, 14; Gal 1, 19;
1 Cor 9, 5). Se mencionan cuatro hermanos por sus nombres: Santiago el Menor (Mc
15, 40), José, Simó n y Judas (Mt 13, 55; Mc 6, 3), pero ignora el nú mero y los nombres
de las hermanas. El problema que se plantea es éste: ¿quién fue la madre de esos
“hermanos”?
Pensar que María tuvo má s hijos, es un verdadero error y este tipo de errores,
cambian el contexto real de las Escrituras.
Oh Dios! Cuá ntos son mis enemigos, cuá ntos los que se alzan contra mí, cuá ntos los
que dicen de mi vida: “Dios no puede ser su salvació n”.
Má s Tú , mi Dios, escudo que me ciñ es, mi gloria, que sostienes mi cabeza. A voz de
cuello clamo a mi Señ or y É l me responde de su monte santo. Yo, sea que me acueste,
que me duerma, o me levante, sé que Dios me ayuda. No temo a los millares de esa
gente, que vienen contra mí de todas partes. Levá ntate, Señ or, sá lvame, oh Dios! Tú ,
les pegas en la cara a mis contrarios… La salvació n es cosa del Señ or! Manda tu
bendició n sobre tu pueblo. (Salmo 3)
Entren por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino amplio conducen a la
perdició n, y muchos entran por ahí. El camino y la puerta que conducen a la salvació n
son estrechos, y son pocos los que dan con él. (Mt 7, 13-14)
D. CUESTIONARIO:
1. ¿Por qué Cristo no hizo (o hizo muy pocos) milagros en Nazaret? Marcos 6.
2. Segú n Lucas 8, 21, ¿quiénes son los que en adelante forman la familia de Jesú s?
3. ¿Por qué motivos Herodes deseaba ver a Jesú s?
4. ¿Quiénes eran los escribas?
5. Juan 6, 15 dice que la gente trató de llevar a Jesú s por la fuerza y proclamarlo rey.
6. Explique en otros términos ¿qué quisieron hacer los galileos?
7. ¿A qué se dedicó principalmente Jesú s cuando viajaba fuera de Palestina?
8. ¿Qué papel jugó la Transfiguració n en la vida de Jesú s y de los apó stoles?
9. ¿Por qué motivo Jesú s subió voluntariamente a Jerusalén?
Cuando Jesú s entró en Jerusalén un poco antes de la fiesta de la Pascua, sus enemigos
formaban un frente unido y estaban decididos a matarlo. Sin embargo, por el
momento no se atrevían a hacerlo, porque tenían miedo al pueblo. En realidad había
otro motivo, má s importante que el primero, un motivo que los escribas y fariseos
ignoraban, y era éste:
Jesú s, verdadero dueñ o de sus actos, juzgaba que su hora no había llegado todavía,
como lo recalca San Juan a menudo (Jn 7, 30; 8, 20; 10;39; etc.).
DE LA DEFENSIVA A LA OFENSIVA:
Los fariseos y sus có mplices tenían lista una serie de trampas en las que querían hacer
caer a Jesú s: el tributo a César, la cuestió n de la resurrecció n de los muertos y el
primero de los mandamientos (Mc 12, 13-34). Pero en ningú n caso pudieron
sorprender a Jesú s.
Fue Jesú s quien entonces pasó a la ofensiva, por tres distintos caminos: un gesto
simbó lico, nuevas pará bolas alusivas y una serie de críticas directas y fuertes.
Las palabras de Jesú s contra sus enemigos cuentan entre las pá ginas má s duras
de la Biblia (lea por ejemplo Mateo 23). Ellas se parecen má s al mensaje de los
profetas del Antiguo Testamento, cuando éstos denunciaban los males de sus
tiempos y anunciaban los castigos de Dios, que a ese Jesú s tan bueno que no
condenó a la mujer adú ltera, visitó al ladró n Zaqueo en su casa y creyó en la
sinceridad de la pecadora arrepentida (Juan 8, 1-11; Lc 19, 1-10 y 7, 37).
Cuando Jesú s denunció la mala fe de los fariseos y escribas, los llamó
hipó critas, guías ciegos, raza de víboras, sepulcros blanqueados (Mt 23, 13, 16,
33, 27). Y como castigo anunció la destrucció n de Jerusalén y su Templo,
orgullo de los judíos (Mc 13, 1-2; Mt 23, 33-36). El profeta Jeremías había
hablado del mismo modo en su tiempo (Jer 7) y sus palabras se habían
cumplido al pie de la letra en el añ o 587(A.C.). La catá strofe anunciada por
Jesú s también se cumplió , en el añ o 70, menos de cuarenta añ os después de
haberse pronunciado , es decir dentro de la misma generació n (Mc 13, 30)
NO QUISITES, JERUSALEN!
Como todo judío, Jesú s amaba apasionadamente a Jerusalén. Hizo todo lo posible para
salvarla, pero ella no quiso. Por eso Dios se retiró de ella, la dejó vacía, sin su
presencia (Mt 23, 37-38). Su destrucció n resultaba inevitable, ya que una ciudad santa
sin Dios no es nada. De ahí el gran discurso de Jesú s sobre la ruina de Jerusalén y del
mundo incrédulo, tremendo juicio de Dios (Mt 24), pero felices los que el Juez
encuentre listos (Mt 25). Jesú s lloró por esa Jerusalén ciega e ingrata que no supo
acoger a tiempo la visita de su DIOS (Lc 19, 41-44).
Habló mucho de Dios, su padre y nunca antes se había declarado su propio Hijo
con tanta fuerza (Jn 14).
Describió los lazos íntimos y misteriosos que existen entre É l y sus discípulos,
como si É l fuera la vid y nosotros los sarmientos (Jn 15, 1-8).
Profetizó el odio del mundo para con sus amigos, pero les prometió la
asistencia de su Espíritu para fortalecer su fe y su amor (Jn 15, 18-27).
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
La misió n y la obra de Jesucristo son expresió n del infinito amor de Dios, y en el don
de la verdad y de la vida permite al hombre corresponder a ese amor. Que otro
precepto podía dar Jesú s a sus discípulos sino el del amor: “Un nuevo mandamiento
les doy: que se amen los unos a otros como Yo os he amado… En esto reconocerá n
todos que ustedesson mis discípulos: si se aman unos a otros” (Jn 13, 34s). En el
Antiguo Testamento existía también un precepto de amor fraternal: “No aborrezcas en
tu corazó n a tu hermano… Amará s a tu pró jimo como a ti mismo” (Levítico 19, 17s). El
precepto del amor fraterno dado a los apó stoles es un mandamiento nuevo por las
siguientes razones:
El gesto que Jesú s hizo sobre el pan coincide con la bendició n que el padre de familia
recitaba sobre el pan antes de comer el cordero pascual. Jesú s toma el pan y pronuncia
CURSO BIBLICO: “LUZ EN MI CAMINO” Pá gina 167
la bendició n. Esta bendició n es un acto de acció n de gracias a Dios… Del verbo griego
“Dar gracias” se originó el nombre EUCARISTIA dado al Sacramento.
Después de la bendició n, Jesú s parte el pan para darlo luego a sus discípulos. Este pan
“partido” es todo un símbolo, cuyo significado es revelado por la palabra de
interpretació n:
El gesto de Jesú s sobre la copa coincide probablemente con la tercera copa, la cual se
bebía después de comer el cordero. Cuando Jesú s dice: “Esta es mi sangre de la
Alianza”, se sitú a en la perspectiva bíblica de los ritos de alianza que siempre se sella
con sangre de víctimas (por ejemplo Noé: Gen 8, 20; 9, 9; Abraham: Gen 15, 10, 18;
Moisés en Exodo 24, 5-8). La cena pascual recordaba justamente la liberació n de
Egipto y la Alianza del Sinaí, por tanto, es suficientemente claro que Jesú s tenía en su
mente ese recuerdo al hablar de “la sangre de la Alianza”. Pero, con la precisió n “Mi
Sangre de La Alianza”, dejaba entender que el sacrificio de antañ o iba a ser
reemplazado por uno nuevo, el de É l mismo, y que con ello fundaría una Alianza
nueva, la que Jeremías había anunciado (Jer 31, 31-34). Esta Alianza nueva no es otra
cosa que el Reino de los Cielos, inaugurado por Jesú s en su persona y que ahora É l va a
establecer de manera definitiva (Mc 14, 25).
Pablo y Lucas nos han transmitido, junto con los gestos y palabras de Jesú s, la orden
de repetir ese su rito propio. Si nuestros primeros hermanos en la fe repitieron lo que
Jesú s hizo, fue porque el mismo Maestro debió insinuá rselo, y comprendieron que era
má s que el recuerdo de un amigo desparecido: era y es la renovació n del gesto por el
cual el sacrificio del Maestro vivo se hace actual bajo el pan y el vino.
Había un jefe de familia que plantó una viñ a, le puso cerca, cavó un lagar, levantó una
torre, la alquiló a unos trabajadores y se fue a un país lejano. Cuando llegó el tiempo
de la vendimia, el dueñ o mandó a sus servidores donde los trabajadores para que
cobraran su parte de la cosecha. Pero, los trabajadores atacaron a los enviados,
apalearon a uno, mataron a otro, y a otro apedrearon.
Ahora bien, cuando venga el dueñ o de la viñ a, ¿qué hará con ellos? – Los oyentes de
Jesú s le contestaron: “Hará morir sin compasió n a esa gente tan mala y arrendará la
Marcos 14, 22-25 Mateo 26, 26-29 Lucas 22, 19-20 Pablo (1Cor 11, 23-26)Y mientras
comían tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio diciendo: “Tomad este es mi
cuerpo”.
Durante la cena Jesú s tomó un pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos
diciendo: “Tomad y comed. Este es mi cuerpo.”
Luego tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Este es mi cuerpo que por
vosotros es entregado; haced esto en recuerdo mío.”
El Señ or Jesú s en la noche en que fue entregado tomó pan y habiendo dado gracias, lo
partió y dijo: Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en memoria mía.
Tomando luego un cá liz, dio gracias, se lo dio a ellos y bebieron de él todos. Y les dijo:
“Esta es mi sangre del testimonio, que va a ser derramada por muchos.
Y tomando un cá liz dio gracias y se lo dio diciendo: Bebed todos de él, que ésta es mi
sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos, para remisió n de los
pecados.
En verdad os digo que ya no beberé má s del fruto dela vid hasta el día en que lo beba
de nuevo en el Reino de Dios.
Y os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros
de nuevo, en el reino de mi Padre
Cuantas vece comá is este pan y bebá is este cá liz, anunciá is la muerte del Señ or hasta
que venga.
D. CUESTIONARIO:
A. LA PASION DE JESUS:
Los relatos de la Pasió n del Señ or abarcan una serie de hechos conocidos que van
desde el momento en que Jesú s llega con sus discípulos a Getsemaní, en el monte de
los Olivos, hasta el momento en que es depositado en el sepulcro (Mt de 26, 36 al 27,
66); Mc del 14, 32 al 15, 47; Lc del 22, 39 al 23, 56 y Jn 18-19). Ocupan apenas
trescientos sesenta y cuatro versículos, para informarnos sobre la cumbre má s alta de
la misió n de Jesú s y de nuestra salvació n.
Una lectura detenida de estos pasajes tan importantes conduce a dos comprobaciones.
Primero hay muchas diferencias en los detalles, de un relato a otro. Pero esto no debe
extrañ arnos, ya que esas narraciones, así como todo el Evangelio, has sido
transmitidas oralmente por mucho tiempo en la Iglesia antes de recibir su forma
escrita definitiva. Por otra parte hay una asombrosa coincidencia entre los elementos
principales, y esto se debe a que tienen como base la predicació n viva de los apó stoles,
testigos autorizados del Señ or y garantía de nuestra fe.
EL COMBATE DE GETSEMANI:
Dos episodios tienen como teatro el lugar llamado Getsemaní. El primero es la oració n
de Jesú s que, por su contenido y cará cter trá gico, se diferencia mucho de la gran
plegaria con la cual terminaba la Ú ltima Cena. Lucas la describe como una agonía,
término que significa lucha y caracteriza la angustia del luchador ante un combate
pró ximo (Lc 22, 44). Sí, había llegado la hora del gran sacrificio, y como todo hombre
sano que ama la vida, Jesú s tuvo miedo a la muerte. Má s aú n llegó a preguntarse si
valía la pena sufrir tanto por un mundo pecador e ingrato (lea B55 y C103). A esta
suprema prueba lo llevó Sataná s, al cabo de una serie de tentaciones iniciadas en el
desierto (Lc 4, 13). La lucha, interior pero físicamente agotadora, duró una hora,
quizá s dos (Mc 14, 37ss) pero fortalecido por la asistencia de Dios representada por la
aparició n de un á ngel, Jesú s dijo un sí generoso y definitivo, y caminó hacia la muerte
como un héroe que acepta morir por una noble causa (Lc 22, 43).
Con las palabras de dolor y de compasió n acoge a Judas, uno de los Doce, que
esconde su vergonzosa traició n en un beso, signo inocente de la amistad.
MENTIRAS Y COBARDIA:
El Sanedrín y el pueblo estaban de acuerdo (Lea b 56).Pero, segú n parece, los judíos
necesitaban entonces la confirmació n del gobernador romano para ejecutar la pena de
muerte.
Nuestro Rey fue condenado a la crucifixió n, suplicio romano que era anticipado por la
flagelació n (lea B 57-58). Tuvo también que cargar con su cruz, como era costumbre,
pero probablemente só lo el palo transversal. Los evangelios recuerdan sus ú ltimas
palabras; fueron conformes a lo que É l había enseñ ado: perdonó a sus enemigos y se
entregó a Dios (Lea C 104).
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Al orar, Jesú s emplea la imagen del cá liz; y el cá liz es en el Antiguo Testamento una
figura que sirve para describir el castigo de la có lera divina. Pues bien, cuando Jesú s
alude al cá liz y lo acepta se esa es la voluntad de su Padre, está aceptando
voluntariamente que recaiga sobre É l el juicio que normalmente debería caer sobre
sus hermanos los hombres a causa de sus pecados. Si Jesú s está exento de pecado, y
sufre por los pecados de los demá s, su sufrimiento es un sufrimiento redentor (Mc 10,
45; 2 Cor 5, 21; Gá latas 3, 13; Romanos 8, 3; Hebreos 4, 15).
Podemos afirmar que fue durante el proceso ante el Sanedrín (o sumprema autoridad
administrativa) cuando el pueblo judío, por la voz autorizada de sus dirigentes
Una investigació n histó rica de los relatos evangélicos puede mostrar que Jesú s fue
víctima del Judaísmo oficial de entonces, el cual lo entregó al poder político romano.
Pero,la raíz profunda y la explicació n ú ltima del proceso de Jesú s pertenecen a los
designios ocultos de Dios, al misterio de su Providencia, y se sitú an en el nivel
trascendente de la fe.
57. LA FLAGELACION:
Hay que distinguir entre los ultrajes a Jesú s Rey (Jn 19, 1-3) y la flagelació n (Jn 19, 1;
Mc 15, 15; Mt 27, 26). Los primeros tuvieron lugar durante el proceso; ésta, al final,
como preludio normal de la crucifixió n. Ningú n evangelista nos describe la dolorosa
escena, que debió debilitar en extremo a Jesú s.
Echado en tierra, fue fijado al palo horizontal con un clavo en cada una de sus manos;
levantado luego, fue clavado sobre el palo vertical. Allí murió Nuestro Señ or. (Fuente:
S. CARRILLO, El Misterio Pascual II y Diccionario de La Biblia, artículo Crucifixió n)
Cristo ha llegado como el Sumo Sacerdote que procura los beneficios del mundo
nuevo.Atravesó un Santuario má s noble y má s perfecto, no hecho por mano de
hombres. No llevaba sangre de chivos ni novillos, sino su propia sangre, su propia
sangre, y con ella entró de una vez por todas al Santuario, consiguiendo rescatarnos
por siempre. En efecto, la sangre de los chivos y de los toros y la ceniza de ternera con
que se rociaba a los que tenían alguna culpa, los hacían santos y puros, segú n criterios
CURSO BIBLICO: “LUZ EN MI CAMINO” Pá gina 174
humanos. Pero Cristo hizo mucho mejor cuando, movido por el Espíritu Santo, se
ofreció a Dios como víctima sin mancha, y su sangre nos purifica interiormente de
nuestras obras malas anteriores para que en adelante sirvamos al Dios que vive.
Cuando todavía no podíamos hacer nada vino Cristo en el tiempo fijado, y entregó su
vida por nosotros que está bamos alejados de Dios.
Ya es difícil encontrar alguien que acepte morir por una persona justa. Si se trata de
un hombre realmente bueno, quizá s alguien se atreva a morir por él. Pero Cristo
murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Qué prueba má s grande del
amor de Dios para nosotros! Ahora que por su sangre hemos sigo constituidos santos,
con mayor razó n nos veremos libres gracias a É l, de la condenació n. Si cuando éramos
enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuá nto má s ahora,
ya reconciliados, seremos salvados por su vida. Y por eso nos sentimos seguros en
Dios, gracias a Cristo Jesú s, nuestro Señ or, por quien fuimos reconciliados. (Rom 5, 6-
11)
“La contemplació n que los Evangelistas han hecho de Jesú s en Cruz es sobria, pero rica
en penetració n religiosa. Cada uno ha percibido un rasgo o un detalle particular.
Juan ha intuido la plena realizació n del plan divino de salvació n, al recoger dos
palabras má s:
5. “Tengo sed!”
D. CUESTIONARIO:
La muerte de Jesú s es un hecho histó rico atestiguado por muchas personas que la han
presenciado: algunas eran de sus amigos, como su Madre, un grupito de valientes y el
apó stol Juan; otras eran de sus adversarios. El mismo Pilato, quien había pronunciado
la condenació n, mandó llamar al capitá n romano encargado de la ejecució n para que
le confirmara de la muerte tan rá pida de Jesú s.
La lanzada del soldado, que debía ser el golpe de gracia, fue un gesto inú til, ya que el
cuerpo de la víctima colgaba sin vida en la cruz (Juan 19, 34-35). Pero para Juan,
testigodel hecho, la sangre que brotó del costado abierto tenía mucho significado: ella
afirmaba la realidad del sacrificio del Cordero de Dios y anunciaba el sacramento de la
Eucaristía(Juan 6, 53-56); el agua que salió era símbolo del Espíritu Santo prometido
y, como consecuencia, símbolo del Bautismo que comunica la vida nueva que viene de
Dios (Juan 3, 5; 4, 10; 7, 37-39; también Ezequiel 47)
FUE SEPULTADO:
La sepultura es otro hecho histó rico só lidamente comprobado. Los Evangelios han
retenido hasta el nombre del judío que reclamó el cuerpo de Jesú s. Se llamaba José de
Arimatea, miembro del Sanedrín, pero uno de los buenos que no estaba de acuerdo
con el crimen cometido por sus compañ eros. Se menciona también a Nicodemo, un
fariseo que había conocido a Jesú s personalmente y había tenido con É l una amena
conversació n (Juan 3). Este llegó con una gran cantidad de aceites aromá ticos para
embalsamar el cuerpo del Maestro, lo que había sido anunciado unos días antes por
laacció n generosa de María de Betania, hermana de Marta y Lá zaro, fieles amigos de
Jesú s. Tanto perfume, considerado como un gasto inú til por Judas (Juan 12, 1-8),
convenía muy bien al Sacrificio de Jesú s cuyo aroma espiritual llenaría el mundo
entero (Efesios 5, 2).
Después cubrieron el cuerpo con una sá bana limpia que acababan de comprar (segú n
Mateo y Marcos) o lo envolvieron en trozos de tela (segú n Juan). Algunas mujeres
sentadas frente al sepulcro miraban con cuidado dó nde lo colocaban, como con la
intenció n de volver, una vez pasada la fiesta de Pascua. Luego los varones cerraron la
entrada del sepulcro con una piedra redonda. Mateo añ ade que los saduceos y fariseos
mandaron sellar la piedra y colocar una guardia de soldados, para evitar que se
robaran el cadá ver.
Todo parecía ser el punto final del “caso Jesú s”. Así pensaba Pilato, con gran alivio, y
los jefes judíos, con una satisfacció n diabó lica. Así también pensaban los discípulos,
con desilusió n y gran tristeza (Lucas 24, 21).
Pero no fue así! El Evangelio no termina con la muerte de Jesú s, ni la Semana Santa
termina con el Viernes Santo. Porque pasó algo después. Mateo, Marcos y Lucas
escribieron un capítulo má s cada uno, y Juan escribió dos, para anunciar la noticia má s
sensacional de todo el pasado, el presente y el futuro de la humanidad: La
Resurrecció n del Señ or, “segú n las Escrituras” (1 Corintios 15, 4).
Así es que “Joná s” no se quedó en el seno de la tierra que se lo había tragado (Lucas
11, 29). La piedra desechada por los constructores se convirtió en piedra angular
(Mateo 21, 42). El templo destruido se levantó en tres días (Juan 2, 19). El buen pastor
que se entregó por sus ovejas está vivo a la cabeza de su grey (Juan 10).
La ú nica pregunta que podemos hacer a la Biblia es la siguiente: ¿có mo los apó stoles
llegaron a convencerse de que ahora está vivo el Maestro que murió el Viernes Santo?
NO ESTÁ AQUÍ:
En primer lugar nos dice que el sepulcro de Jesú s fue hallado abierto y vacío. A pesar
de varias diferencias en los detalles, los cuatro Evangelios concuerdan para afirmar el
hecho (Mt 28, 1-8 y 11-15; Marcos 16, 1-8; Lucas 24, 1-12; Juan 20, 1-10). Se propone
la siguiente reconstitució n de los sucesos ocurridos en la mañ ana del primer día de la
semana:
Sin embargo, haber descubierto el sepulcro vacío, por importante que fuera, no
constituía una prueba directa y absoluta de que el Señ or estaba vivo, porque quedaba
la posibilidad de que el cuerpo haya sido robado mientras los guardias dormían. Tal
fue la versió n oficial que dieron los adversarios de Jesú s, sin darse cuenta de lo
ridículo que es tener fe en testigos dormidos (Mt 28, 13-15). Hacía falta otro elemento
para explicar la ausencia del cuerpo.
Este otro elemento consiste en las apariciones del Señ or vivo (lea B 59). La afirmació n
escrita má s antigua del Nuevo Testamento está en 1 Corintios 15, 5-8. Cuando Pablo
escribió este pasaje, la mayoría de los testigos oculares del resucitado estaban vivos
todavía, así que quien tuviera duda podía acudir a ellos.
Las manifestaciones del Señ or Jesú s fueron hechos momentá neos, misteriosos, pero
reales. Se hacía presente en cualquier lugar donde estuvieran sus discípulos: en un
jardín, en el camino, en una sala, en un cerro, a la orilla del mar. Nosotros también lo
podremos encontrar en cualquier lugar. La reacció n de los que lo veían era siempre la
misma: primero la sorpresa, luego la duda, por fin la certeza: “Es El Señ or” Y era É l en
realidad (lea B 60). Lo reconocían a la fracció n del pan, como los discípulos de Emaú s,
o por la voz, como María Magdalena y los pescadores de Galilea.
La convicció n de haber encontrado al Señ or cambió totalmente a esa gente que creyó ,
“resucitaron con Cristo”, dice san Pablo (Colosenses 3, 1), se transformaron en
hombres nuevos para un mundo nuevo, pilares de una comunidad que no tardaría
mucho en nacer, la Iglesia.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
A Los Apó stoles: A Pedro: Lucas 24, 34; a los apó stoles reunidos la tarde del
domingo; a los apó stoles ocho días después de la resurrecció n; a los once en
Galilea; a los siete Discípulos en el mar de Tiberíades.
Privadas: A María Magdalena, a las mujeres, a los viajeros de Emaú s.
El Evangelio de Dios aparece en Galilea, pero al final queda claro que su centro es el
Calvario y la Resurrecció n. Porque Jesucristo no vino só lo a predicar el Evangelio, sino
a ser el Evangelio, y es realmente el Evangelio de Dios en todo lo que hizo por la
liberació n de la humanidad.
La Buena Nueva que proclamaba Jesú s era la llegada del Reino de Dios. El Reino había
llegado. Tanto la enseñ anza como las obras milagrosas del Mesías así lo atestiguaban.
Su enseñ anza iba extendiendo la justicia del Reino de Dios e invitaba a los hombres a
recibirlo. Sus obras milagrosas afirmaban que el Reino reclamaba su dominio sobre
toda la vida humana. La curació n de los enfermos, la expulsió n de los demonios, la
recuperació n de los tullidos, los sordos, los mudos y los ciegos, la alimentació n de los
hambrientos, el perdó n de los pecadores, todas estas cosas tenían su lugar entre las
obras del Reino. Pero aunque el Reino estaba ciertamente aquí, en medio de los
hombres, ni la enseñ anza ni los milagros podían hacerlo venir en toda su plenitud.
Porque los enemigos clá sicos, es decir el pecado y la muerte, só lo podrían ser
reducidos por un golpe má s decisivo, un golpe que só lo podría dar la muerte del
Mesías.
Te doy gracias, Señ or, porque me oíste, y fuiste para mí la salvació n. La piedra que los
constructores rechazaron llegó a ser piedra angular: esa es la obra del Señ or y se
maravillaron nuestros ojos. Este es el día que hizo el Señ or, día de jú bilo y de gozo.
Señ or, danos, danos tu salvació n; Señ or, danos, danos la victoria. (Salmo 118, 8-14 y
21-25)
Eres digno, Señ or y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque Tú
has creado el universo…
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre
compraste para Dios hombres de toda raza, lengua y nació n; y has hecho de ellos para
nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la tierra. (Apocalipsis 4, 11; 5, 9,
10)
Ocho días después, los discípulos estaban de nuevo reunidos dentro y Tomá s con
ellos.
Se presentó Jesú s a pesar de estar las puertas cerradas, y se puso de pie en medio de
ellos. Les dijo “la paz sea con ustedes”. Después dijo a Tomá s: “Ven acá , mira mis
manos; extiende tu mano y palpa mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino
hombre de fe”. Tomá s exclamó : “Tu eres mi Señ or y mi Dios”. Jesú s le dijo: “Tú crees
porque has visto. Felices los que creen sin haber visto”. (Juan 20, 26-29
D. CUESTIONARIO:
1. ¿Qué significados tienen, en el Evangelio segú n San Juan, la sangre y el agua que
salieron del costado traspasado de Jesú s?
2. Cristo había anunciado su Resurrecció n por medio de diversos símbolos o signos:
menciones tres de esos símbolos o signos.
3. ¿Cuá les fueron los dos argumentos que convencieron a los discípulos de la
Resurrecció n del Señ or?
4. Describa con tres palabras la reacció n de los discípulos ante las apariciones del
Señ or Resucitado.
5. Diga, en sus propias palabras, ¿qué importancia tiene la Resurrecció n del Señ or en
su fe y en su vida?
En La lecció n anterior, hemos visto que los Apó stoles llegaron a convencerse de la
Resurrecció n de Jesú s por dos caminos: el hallazgo del sepulcro abierto y vacío y las
mú ltiples apariciones del Señ or. Ahora hay que añ adir un tercer elemento, tal vez el
má s importante: el don del Espíritu Santo tantas veces anunciado y prometido como
señ al y efecto de la glorificació n de Jesú s (Lea C 109).
Segú n el cuarto evangelio, los Apó stoles reciben el don del Espíritu en la tarde del día
de la Resurrecció n (Juan 20, 21-23). Jesú s sopla sobre ellos, gesto que recuerda lo que
hizo Yavé al principio cuando creó al hombre (Génesis 2,7). Mediante este “soplo”
Jesú s transforma a los Apó stoles en hombres nuevos, dotá ndolos del poder real de
perdonar y retener los pecados, tal como se lo había prometido durante su vida (Mt
18, 18). Desde siempre la fe cató lica ha visto en este episodio la institució n del
sacramento de Penitencia (Lea C 110)
San Lucas tiene, en cambio, dos maneras de presentar los hechos. En su relato del
evangelio coloca la Ascensió n en el mismo día de la Resurrecció n (Lc 24, 50-52), de
acuerdo con Marcos (16,19). Pero cuando empieza la segunda parte de su obra, es
decir los Hechos de los Apó stoles, vuelve a hablar de la Ascensió n y la describe como
la ú ltima aparició n del Resucitado, su ú ltimo mensaje. Lo má s importante del pasaje
puede ser la recomendació n hecha a los Apó stoles de no alejarse de Jerusalén antes de
recibir la Promesa del Padre, es decir “El Bautismo en el Espíritu Santo” (Hechos 1,5),
que hará de ellos testigos de Jesú s en el mundo entero (Hechos 1, 8). Y a continuació n
Lucas describe el misterio de la Ascensió n, lo reconstituye por medio de símbolos
bíblicos y textos inspirados.
Tal parece ser, en sus grandes líneas, el significado del misterio de la Ascensió n del
Señ or descrito por Lucas al comienzo de los Hechos de los Apó stoles. Es, ante todo, la
preparació n de un gran evento anunciado por los profetas del Antiguo Testamento y
por Jesú s: el misterio de Pentecostés.
VIENTO Y FUEGO:
La venida del Espíritu sobre los Apó stoles ocurrió el día de la fiesta de “los primeros
frutos”, llamada también fiesta de “las siete semanas”, lo que en la Biblia griega fue
traducido por “Pentecostés”, término que significa “El 50° día”. Era una de las tres
fiestas de peregrinació n de los judíos a Jerusalén, junto con la de las Tiendas y La
Pascua. Esta ú ltima se celebraba la noche luna llena del primer mes del añ o judío
(marzo-abril), costumbre que está siempre en vigencia y explica que la fecha de
nuestra Pascua cambie de un añ o a otro. Siete semanas después era Pentecostés.
Lucas describe en cuatro pequeñ os versículos la bajada del Espíritu Santo ocurrida
ese día (Hechos 2, 1-4: lea C 111). Es muy importante notar aquí el uso de la palabra
“como” que está escrita dos veces en este pasaje, pero bastante frecuente en los
escritos de Lucas (por ejemplo 3,22; 9,14; 22,31, 44; y Hechos 2,41; 6,15), palabra que
matiza la descripció n y es una pauta para no tomar todos los elementos al pie de la
letra. El Espíritu Santo se manifestó como una rá faga de viento, y esto significa que É l
es fuerza de Dios, como lenguas de fuego, y esto anuncia el testimonio ardiente que É l
haría brotar de los labios de los Apó stoles.
Esta descripció n recuerda el cuadro de la antigua Alianza del Sinaí, la que también se
celebró en medio de truenos, relá mpagos y humo porque “Yavé había bajado en forma
de fuego” (É xodo 19, 16-20)
Como primer resultado de tal evento milagroso, los Apó stoles empezaron a hablar en
otras lenguas, gracias a un don o carisma del Espíritu. Los judíos piadosos acudidos de
distintos países a Jerusalén por motivo de la fiesta oyeron proclamar las grandezas de
Dios en sus propios idiomas. La predicació n del Evangelio volvía a hacer la unió n
Entonces Pedro tomó la palabra. Rechazó la acusació n mediante una profecía de Joel
(3, 1-2): todo lo ocurrido, lo explicó má s bien por la intervenció n de Jesú s, perseguido
por los judíos, crucificado por un misterioso designio divino, pero ahora vivo y
constituido Señ or y Mesías.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
En Hechos 2, 4-11, hay una insistencia marcada para subrayar que se trata de
idiomas extranjeros (vv. 4,6,8). Y esta locució n tiene como objeto “proclamar
las grandezas de Dios”.
En Hechos 10, 44-47 y 11, 15 (conversió n de Cornelio en Cesá rea) y 19, 6
(bautismo en É feso). Hay semejanza con lo que pasó en Pentecostés, pero los
dos pasajes se parecen má s a la glosolalia del que trata Pablo.
En 1 Corintios 14, Pablo habla de la glosolalia en Corinto. Aquí la glosolalia es
un carisma de otra naturaleza y de un orden inferior al prodigio de
Pentecostés; consistía en pronunciar discursos extá ticos que, siendo
incomprensibles, necesitaban a su vez intérpretes inspirados.
Entre los fenó menos de Corinto, Efeso y Cesá rea por una parte, y el milagro de
Pentecostés en Jerusalén hubo semejanza bastante acentuada, pero una diferencia
todavía má s impresionante. La semejanza consiste en que el Espíritu puso a los
Apó stoles fuera de sí mismos como a los convertidos de Cesá rea y É feso y los de
Corinto. El entusiasmo de los Doce era tal que Pentecostés, para atraer a los judíos y
constituir la Iglesia naciente, junto a ese éxtasis colectivo, el milagro de los idiomas
extranjeros escuchados por la multitud. En los otros casos, el texto no habla de nada
semejante. Nadie niega, sin embargo, que le milagro de idiomas extranjeros se haya
reproducido algunas veces en provecho de la evangelizació n (segú n Marcos 16, 17).
La Iglesia, nueva creació n, no puede nacer sino del Espíritu Santo, del que tiene
nacimiento todo lo que nace de Dios. Los Hechos son como un “Evangelio del Espíritu”.
Este Espíritu es el Espíritu de Jesú s: hace repetir los gestos de Jesú s: anunciar su
Palabra, repetir su oració n, perpetuar su acció n de gracias en la fracció n del pan;
mantiene entre los hermanos la unidad que agrupa a los discípulos en torno a Jesú s.
Después de esto, yo derramaré mi Espíritu sobre todos. Tus hijos y tus hijas hablará n
de parte mía, los ancianos tendrá n sueñ os y los jó venes verá n visiones. En aquellos
días, hasta sobre los siervos y siervas derramaré mi Espíritu. (Joel 3, 1-2)
En el Nuevo Testamento: Cuando venga el Defensor que yo les enviaré, y que vendrá
del Padre, É l dará pruebas en mi favor. Es el Espíritu de la Verdad y que sale del Padre
Les conviene que yo me vaya. Porque si no me voy, el Defensor no vendrá a ustedes.
Pero si mi voy, os lo mandaré… Yo rogaré al Padre y les dará otro Defensor que
permanecerá siempre con ustedes. Este es el Espíritu de Verdad que el mundo no
puederecibir, porque no le ve ni lo conoce. Pero ustedes los conocen porque
permanece con ustedes y estará en ustedes. (Juan 15, 26; 16, 7; 14, 16-17)
La tarde de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban a puertas
cerradas por miedo a los judíos. Jesú s se hizo presente allí, de pie en medio de ellos.
Les dijo: “La paz sea con ustedes”. Después de saludarlos así, les mostró las manos y
elcostado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señ or. É l les volvió a decir: “La
paz esté con ustedes. Así como el Padre me envió , así yo los envío a ustedes”.
Pues todos aquellos a los que conduce el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
Ustedes no recibieron un espíritu de esclavos para volver al temor, sino que
recibieron al Espíritu que nos hace hijos adoptivos, y que los mueve a exclamar:
“Abbá , Padre!”
El mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos. Y si somos hijos,
somos también herederos… Ademá s el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra
debilidad; porque no sabemos qué pedir ni có mo pedir… Pero el propio Espíritu ruega
por nosotros, con gemidos y sú plicas que no pueden expresarse (Romanos 14-17 y
26)
D. CUESTIONARIO:
1. ¿En qué consiste la tercera señ al que convenció a los Apó stoles de la Resurrecció n
del Señ or?
2. Qué pasa del Génesis recuerda el gesto de Jesú s cuando sopló sobre los Apó stoles
en Juan 20,22? Y qué significado tiene este gesto de Jesú s?
3. La “nube”: ¿Qué significa en la Biblia y qué papel juega en el relato de la Ascensió n
de Jesú s?
4. ¿Qué mensaje anuncian los á ngeles en el relato de la Ascensió n?
5. Diga qué significan las palabras “como una rá faga de viento” y “como lenguas de
fuego”
6. ¿Cuá l fue el resultado del primero discurso de Pedro en Hechos 2,41?
7. ¿Qué papel debe jugar el Espíritu Santo en la vida del cristiano? (Medite al
respecto)
La Iglesia, que nació el día de Pentecostés, es un regalo de Dios. Como lo enseñ an los
Hechos de los Apó stoles, la acció n del Espíritu Santo ha sido decisiva para que
surgiera una comunidad permanente destinada a reemplazar al antiguo pueblo de
Israel, en la continuidad de la historia de la salvació n iniciada con el llamado de
Abraham. Pero, ¿qué es la Iglesia?
La Iglesia es ante todo una realidad invisible, misteriosa, que só lo con la fe se puede
mirar correctamente (lea B 63). Fue al recordar ciertas palabras de Jesú s que los
Apó stoles descubrieron lo que ella es. Lo expresaron con imá genes del Antiguo
Testamento y nuevos símbolos que encontramos ahora en los escritos del Nuevo
Testamento.
Segú n Pedro, la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, anunciado por Jesú s (Mateo
16, 18; 19, 28). Se aplica a la comunidad de los que fueron bautizados en
nombre de Jesú s lo que el É xodo decía de Israel: un pueblo de sacerdotes, una
nació n santa, una raza elegida (1 Pedro 2, 9-10; lea B 64).
Pablo presenta a la Iglesia primero como Cuerpo de Cristo, siendo Este la
cabeza, nosotros los miembros. Y esto recalca la unidad de la Iglesia y la
solidaridad mutua que existe entre ella y su Jefe y la comunidad de los
miembros entre sí (Romanos 12, 4-5; 1 Corintios 12, 12-30; Efesios 4, 15-16).
La idea de cuerpo lleva a Pablo a presentarla, en otros pasajes, como la Esposa de
Cristo,imagen que sugiere el amor, la unió n íntima y la fidelidad que existe entre É l y
ella (2 Corintios 11, 2; Efesios 5, 23-32). Los profetas habían presentado como
relació n matrimonial los lazos que existían entre Yavé y su Pueblo. Al aplicar esta
imagen a la relació n del Señ or con la Iglesia, Pablo afirma que Cristo la amó hasta
entregarse a sí mismo para santificarla, alimentarla y cuidarla con cariñ o.
Juan se vale de otras imá genes bíblicas que confirman lo que dicen Pedro y
Pablo. Su Evangelio utiliza el símbolo de rebañ o que recalca la idea de
Pueblo(10, 1-16; vea Ezequiel 34) y el de viñ a, que se asemeja a la idea de
cuerpo (15, 1-6; vea Isaías 5, 1-7). En el Apocalipsis, Juan designa a la Iglesia
como Esposa del Cordero, lo que nuevamente recuerda la doctrina de Pablo
(Apocalipsis 19, 7; 21, 2, 9). También la presenta como la nueva Ciudad Santa,
Tres pasajes de los Hechos merecen una atenció n especial: (lea Hechos 2, 42-47; 4, 32-
35; 5, 12-16). Son breves descripciones de lo que fue, en todo el fervor de sus
comienzos, la comunidad de Jerusalén. La característica principal de esos primeros
cristianos consistía en cuatro fidelidades: 1) Acudían asiduamente a la enseñ anza de
los Apó stoles;
LA ENSEÑANZA DE LOS APOSTOLES: El anuncio del Evangelio por los Apó stoles se
hacía en dos etapas principales: la proclamació n o predicació n y la enseñ anza.
El vínculo de amor que les unía era tan fuerte que llegaron a compartir su pan. Lucas
añ ade que vendían sus bienes y entregaban el dinero para ser repartido segú n las
necesidades (Hechos 2, 44; 4, 34) y señ ala el caso de Bernabé que lo hizo (Hechos 4,
35s). Pero esta prá ctica no era obligatoria, como Pedro lo recordó a Safira y Ananías
que trataron de engañ ar al Espíritu Santo (lea Hechos 5). Esta triste pareja pudo
constatar que el dinero malversado echa a perder las relaciones humanas y tiene el
poder de matar hasta dentro de las comunidades cristianas.
Se ha escrito con razó n que cada comunidad cristiana local es toda la Iglesia ya que
puede tener todos los elementos de la vida cristiana. De hecho, si hay perseverancia
en la celebració n de la Palabra y de la Eucaristía, en la oració n en el amor fraternal,
nuestras comunidades son ya desde ahora Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Viñ a del
Señ or, y por lo tanto pueden y deben ser signos visibles de esperanza y de salvació n
en medio delmundo por el cual Dios entregó a su Hijo ú nico.
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
“El día del Señ or o domingo es algo tan natural en la vida de la primitiva Iglesia que
hay que pensar que fue instituido por los Apó stoles” (J. Bauer). En efecto es el día de la
Resurrecció n, el día de las apariciones del Resucitado a las mujeres, a Pedro y Juan, a
los discípulos de Emaú s, a diez Apó stoles y, una semana después, a los Once.
En Tró ada, los cristianos se reú nen por la tarde del primer día de la semana para
celebrar la “fracció n del pan” (Hechos 20,7) y es el día que los corintios entregan su
ofrenda en favor de la comunidad de Jerusalén, así que era un día de reunió n (1 Cor
16,2). En Apocalipsis 1,10, Juan tiene ese día una visió n, mientras la comunidad
celebra la fiesta del Resucitado.
Eran motivos má s que suficientes para que la Iglesia primitiva hiciera del primer día
de la semana el día del Señ or, el Domingo; mientras el sá bado era día de descanso , el
domingo era la fiesta de la Resurrecció n del que se había presentado como “dueñ o del
sá bado” (Lc 13, 15ss).
Ustedes, al contrario, son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nació n
consagrada, un pueblo que Dios eligió para que fuera suyo y proclamara sus
maravillas.
Ustedes estaban en las tinieblas y los llamó Dios a su Luz admirable. Ustedes antes no
eran su pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; ustedes no habían alcanzado su
misericordia, mas ahora han conocido su misericordia. (1 Pe 2, 9-10)
Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchas partes y todas las partes del
cuerpo, aun siendo muchas, forman un sol cuerpo, así también Cristo. Todos nosotros,
ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo
Espíritu, para formar un ú nico cuerpo. Y a todos se nos ha dado a beber del ú nico
Espíritu.
Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por
ella. Quería que esta esposa suya fuera santa y por eso la limpió con el bautismo de
agua junto a la palabra santa. Deseaba presentá rsela a sí mismo muy gloriosa, sin
mancha ni arruga, ni nada parecido, sino santa e inmaculada. (Efesios 5, 25-27)
Yo soy el Buen Pastor, conozco mis ovejas y mis ovejas me conocen. Así como me
conoce el Padre también yo conozco al Padre, y yo doy mi vida por mis ovejas. Tengo
otras ovejas que no son de este redil. A ellas también las llamaré y oirá n mi voz: habrá
un solo rebañ o y un solo Pastor. (Jn 10, 14-16)
Yo soy la Vid y ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y Yo en él, produce
mucho fruto: pero sin Mí no pueden hacer nada.
El que no se quede en mí, será arrojado afuera y se secará como ramas muertas: hay
que recogerlas y echarlas al fuego, donde arden. Si se quedan en mí, y mis palabras
permanecen en ustedes, todo lo que deseen, lo pedirá n y se les concederá . (Jn 15, 5-7)
Entonces vi la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, del lado de Dios,
embellecida como una novia engalanada en espera de su prometido. Oí una voz que
clamaba desde el trono: “Esta es la morada de Dios entre los hombres: fijará desde
ahora su morada en medio de ellos y ellos será n su pueblo y É l mismo será Dios con
ellos” (Apocalipsis 21, 2ss)
D. CUESTIONARIO:
En efecto, todo contribuyó a que Saulo recibiera una preparació n especial que lo
capacitara para su gran misió n. Nació entre el añ o 5 y 10 en la ciudad del Medio
Oriente, Tarso, que era un centro de cultura griega (Hechos 21,39). Era de raza y
religió n judía y fue circuncidado ocho días después de nacer; recibió el nombre hebreo
de Saú l y el nombre romano de Paulos o Pablo (Hechos 13,9; Filipenses 3,5). Ya que su
padre era ciudadano romano, él también lo fue, por nacimiento (Hechos 22, 25-29).
Ademá s del arameo, hablaba griego y hebreo (21,37; 22,2). Aprendió también a
fabricar tiendas de campañ a para ganarse la vida (1 Cor 4,12; 9,15).
Pero poco después Saulo fue “alcanzado por Cristo” (Filipenses 3,12), cuando viajaba a
Damasco en busca de discípulos para entregarlos a las autoridades de
Jerusalén. Tenía entonces cerca de treinta añ os. Fue en ese momento que nació
a la fe cristiana, “como un abortivo” (1 Corintios 15,8), es decir bruscamente.
Muchas veces Pablo recordaría su conversió n milagrosa (Hechos 9, 1-19; 22, 5-
16; 26, 10-18).
El mundo en el cual nació y vivió Pablo estaba marcado por tres grandes oposiciones o
divisiones, que habían llegado a ser consideradas como necesarias o normales.
Una divisió n cultural y racial. El griego reconocía dos tipos de hombres: los
griegos y los bá rbaros, los cultos y los incultos. El israelita, por su parte, dividía
la humanidad entre judíos y paganos, y la Ley era como una muralla para
protegerlos.
Una divisió n social. El estado reconocía dos formas de ser hombres: el
ciudadano romano, libre y dotado de muchos derechos, y el esclavo, sin
derecho, puro instrumento de su amo. En aquel tiempo Corinto contaba con
cuatrocientos mil esclavos y dos cientos mil hombres libres. Muchos judíos
tenían esclavos (Lev 25,46).
Una divisió n sexual. Las leyes de Roma, Grecia e Israel mantenían a la mujer en
un estado de inferioridad frente al varó n. Si bien el Génesis hacía hincapié en la
igualdad de los sexos, el varó n judío era el dueñ o de su esposa, como lo era de
su burro, de su buey, de su casa y de su campo (Ex 20,17)
Convertido a Cristo, Pablo descubre y anuncia que estas divisiones del mundo viejo
tienen que desaparecer (1 Cor 7,31), porque “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni
libre; ni hombre ni mujer” (Gá latas 3,28).
Pero la resistencia al cambio duró mucho tiempo, como lo podemos ver a través de las
recomendaciones que Pablo da al respecto en una de sus ú ltimas cartas: Tito 3,9.
Así que Cristo ha suprimido todas las barreras. Un militar romano, un esclavo de
Corinto y una dama de la sociedad como Lidia podían fraternizar ya que todos los
hombres, reconciliados entre sí por Cristo, son hermanos. Má s aun, son reconciliados
con Dios y pueden decirle: “Padre”! (Romanos 8,15)
Pero si Jesú s nos ha reconciliado, es porque primero no libró de la raíz de todas las
divisiones, el pecado. Pablo recuerda que el pecado es mucho má s que una falta
individual, es una fuerza que entró en el mundo al comienzo, afecta la libertad del
hombre, lo lleva a hacer el mal aborrecido, no el bien apetecido (Romanos 5,12; 7, 17-
22). Y puesto que la carne es có mplice, ¿quién libra al hombre? (Romanos 7, 23s). Só lo
el amor de Dios lo puede hacer, ese amor que se manifestó en la cruz de Jesú s, cuando
Cristo nos libró de la raíz del mal (Rom 8, 2-4; Gá latas 2, 20). El Bautismo nos une con
su muerte y su resurrecció n, y el Espíritu Santo nos enseñ a có mo ser de verdad hijos
de Dios y vivir libres para servir y amar (Rom 6, 8-11); 5,5; 8, 15-16; 1Cor 13). A
través de luchas y dolores un hombre nuevo se va formando para un mundo nuevo
(Efesios 6, 12-17; Romanos 8, 18-23 y Lea C 119-122)
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Desde el llamamiento inicial que trastorno la vida de San Pablo, aparecen los rasgos
principales de su predicació n.
La gloria del Señ or, el misterio de la Cruz. Jesú s está vivo; es el jefe. El que
mataron ha triunfado de la muerte, de ahí la importancia de la predicació n de
la Resurrecció n.
El lugar central de la persona de Jesú s en la fe cristiana: “Quién eres,
Señ or?”Amistad para con los suyos: “Para mí vivir es Cristo!”.
La unidad de Cristo y su Iglesia: “Por qué me persigues?” Pablo perseguía a los
cristianos. Jesú s se identifica con los que creen en É l.
La primacía de la gracia y la fe. “Este hombre es el instrumento que he
elegido”.
La universal vocació n de todos los paganos: “Llevará mi nombre a todas las
naciones”.
Importancia de la predicació n, del testimonio y de la palabra de Dios. Pablo
será , toda su vida, el testigo y el mensajero del acontecimiento de la aparició n
de Jesú s Resucitado.
Su Clasificación:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Dios, que no “perdonó ” a su
propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros ¿có mo no nos va a conceder con É l
cualquier cosa? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Las pruebas o la angustia, la
persecució n o el hambre, la falta de ropa, los peligros o la espada? Como ya dice la
Escritura: Por tu causa, nos arrastran continuamente a la muerte; nos tratan como
ovejas destinadas a la matanza.
No, en todo esto triunfaremos por la fuerza del que nos amó . Estoy seguro que ni la
muerte, ni la vida,… ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del universo … ni
creatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios, que encontramos en Cristo Jesú s,
nuestro Señ or. (Romanos 8, 31-32 y 35-39)
Nací de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín, y fui circuncidado a los ocho días.
Soy hebreo e hijo de hebreos; con referencia a la Ley, soy fariseo; mi celo lo demostré
persiguiendo a la Iglesia; en cuanto a ser justo de la manera que dice la Ley, fui
hombre irreprochable.
Te ruego delante de Dios y de Cristo Jesú s que vendrá a juzgar a los vivos y a los
muertos; te pido en nombre de su venida gloriosa y de su reino: predica la
Palabra,insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, amenazando o aconsejando,
siempre con paciencia y preocupado de enseñ ar. Pues, vendrá un tiempo en que los
hombres ya no soportará n la sana doctrina, sino que se buscará una multitud de
maestros segú n sus deseos. Estará n á vidos de novedades y se apartará n de la verdad
para volverse hacia puros cuentos.
Con Cristo estoy crucificado, y ahora no soy yo el que vive, sino que es Cristo el que
vive en mí. Sigo viviendo en la carne, pero vivo con fe en el Hijo de Dios que me amó y
se entregó por mí… (Gá latas 2, 19-20)
1. Complete lo siguiente:
a. Pablo pertenecía por la fe al mundo _____________________________; por la cultura
2. al mundo __________________________________; por la ciudadanía al mundo
3. ________________________.
4. Pablo recibió dos nombres, uno hebreo y otro romano. ¿Cuá les eran?
5. ¿Por qué motivos Pablo perseguía a los discípulos de Cristo?
6. ¿Qué comprendió Pablo cuando Jesú s le dijo: Por qué me persigues?
7. ¿A qué acuerdo llegó la asamblea de Jerusalén?
8. ¿Por qué dice san Pablo que “ya no hay hombre ni mujer”? (Gá latas)
9. ¿Có mo describe Pablo el pecado?
10. ¿Cuá l es el papel del Espíritu Santo en el cristiano segú n san Pablo?
Cuando Jesú s se fue, no dejó ningú n manual o texto escrito a sus Apó stoles, sino la
orden de predicar, es decir anunciar oralmente el Evangelio. También les prometió
laasistencia del Espíritu Santo para que a la luz de la Resurrecció n pudieran recordar
fielmente sus palabras y hechos (Marcos 16,15; Juan 14,26).
Pedro empezó a predicar el mismo día que nació la Iglesia (Unidad 7, capitulo 1) y
sabemos que los primeros cristianos acudían siempre a la enseñ anza de los Apó stoles
(Unidad 7 capitulo 2). El Evangelio de nuestro Señ or, es decir el mensaje cristiano,
estaba en los labios y en los corazones. Pero todavía no existían los Santos
Evangelios,esos cuatro libros que encontramos ahora en el Nuevo Testamento junto
con los Hechos de los Apó stoles, las trece cartas de Pablo, la carta a los Hebreos, las
siete epístolas cató licas o universales y el Apocalipsis. Esto demuestra que el
cristianismo no viene primero de un libro, por muy santo que sea, sino de la Palabra
viva transmitida por los testigos del Señ or (lea B 69)
DE LA PALABRA AL TEXTO:
Ninguno de los evangelistas firmó su obra, por la siguiente razó n: es la Iglesia quien en
definitiva fue la autora de los evangelios. Una creencia antigua que se remonta a
comienzos del siglo 2 los atribuye a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, pero esto no tiene
mayor importancia porque, de todos modos, no fueron autores independientes, sino
que hablaron en representació n de la Iglesia y só lo escribieron lo que se predicaba y
enseñ aba en ella: La Tradició n. (lea B 70).
Como punto de partida tenían la predicació n oral de los Apó stoles Pedro, Pablo y los
demá s. Tenían también todo el material que se había juntado en la Iglesia a partir
deltestimonio de los Apó stoles: colecciones de palabras del Señ or, agrupamientos de
LOS SINOPTICOS:
Los primeros tres Evangelios, es decir Mateo, Marcos y Lucas se parecen mucho. Só lo
treinta versículos de Marcos no se encuentran en Mateo, Lucas o en ambos. Tienen un
plan muy parecido y tienen en comú n una gran cantidad de episodios. Si los
colocamos en tres columnas, podemos descubrir sus diferencias y semejanzas de un
solo vistazo.
De ahí el nombre de sinó pticos que han recibido, porque así se puede tener una visió n
de conjunto de ellos (hay por ejemplo en Unidad 6, capítulo 2, Numeral 102, pá gina 5).
Sin entrar en los detalles, vamos a destacar a continuació n las características de cada
uno de los tres sinopticos
MARCOS:
Cristianos del siglo 2 atribuyen el evangelio segú n Marcos al intérprete del apó stol
Pedro, Juan Marcos (1 Pedro 5,13). El examen del contenido del libro de diez y seis
capítulos no contradice esta afirmació n: es Marcos quien habla má s del jefe de los
Doce, y su disposició n de la materia recuerda el plan de los discursos de Pedro
(Hechos 1, 21-22; 10, 37-43: lea C 123). Marcos era judío y conocía bien Jerusalén
(Marcos 11, 16; 12,41; 13,3). Se dirige a cristianos que no eran judíos; de ahí su
preocupació n por explicarles expresiones y costumbres israelitas que no podían
entender o ignoraban (5,41; 7, 3-4; 14,12).
Los pocos discursos de Jesú s que contiene son muy breves. En cambio los relatos de
milagros son numerosos y juegan un papel muy importante: demuestran la divinidad
del Maestro. Por otra parte Marcos no trata de ocultar el aspecto humano de Jesú s,
quien hace preguntas (Marcos 9, 16, 33), se enoja (10, 14), se entristece (3,5). En
resumen, es el Evangelio del Dios-Hombre: Jesú s de Nazaret es el Hijo de Dios (Marcos
1,1)
MATEO:
El evangelio segú n Mateo fue escrito por un judío: por ejemplo dice “Reino de los
Cielos” en vez de “Reino de Dios”, segú n la costumbre judía de no pronunciar el
nombre de Yavé.
Sus relatos son breves pero solemnes, no tienen el estilo popular de Marcos. En
cambio los discursos de Jesú s ocupan un lugar muy importante. Cinco grandes
discursos constituye la característica principal de este evangelio: el sermó n de la
montañ a (Mt 5-7), la misió n de los Apó stoles (Mt 10), las pará bolas (Mateo 13), la
comunidad (Mt 18) y los ú ltimos tiempos (Mt 24-25). Podemos decir que Mateo es el
LUCAS:
Médico y compañ ero de Pablo, autor del tercer evangelio y de los Hechos de los
Apó stoles, Lucas es el ú nico evangelista que no era judío. Tampoco escribió para los
judíos, sino para la gente culta del mundo griego. Mientras Marcos presenta a Jesú s
como el Dios-Hombre y Mateo como el Mesías, Lucas lo presenta como el Salvador del
mundo entero sin distinció n entre judíos y paganos (segú n la doctrina de Pablo:
lecció n 38).
Es el Evangelio de la misericordia del Señ or. En él se hallan las má s bellas pará bolas, la
del hijo pró digo (Lucas 15, 11-32), de la oveja perdida (Lucas 15, 4-7), del buen
samaritano (Lucas 10, 29-37). La ternura de Dios se manifiesta hacia los pecadores:
por ejemplo Zaqueo (19, 1-10), el 43); las mujeres: por ejemplo la viuda de Naim
(Lucas 7, 11-17), la pecadora arrepentida publicano de la pará bola (18, 9-14), el buen
ladró n (23, 39- (7, 36-50), la mujer encorvada (13, 10-17), Israel la estéril (1, 36); y
los pobres (1, 51-53; 6,20; 16, 19-31; también 4,18).
Como los vemos hay un solo Evangelio, pero se expresa en cuatro formas; hay un solo
Señ or, pero tenemos de É l cuatro retratos vivos que exigen una respuesta, la nuestra!
(lea C 124-126).
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
En primer lugar, la tradició n tiene por fin la transmisió n intacta de un depó sito
recibido (1 Timoteo 6,20; 2 Timoteo 1,14). Lo que Jesú s hizo y dijo, el sentido de su
vida y de su muerte percibido a la luz de la resurrecció n, y el sentido de todo el
Antiguo Testamento descubierto gracias a la fe en É l: tal es el contenido de ese
depó sito intocable. Desde este punto de vista, la fe es conservadora, y los dirigentes de
la Iglesia tienen la misió n de velar por ese depó sito; esto nos garantiza la fidelidad de
las colecciones evangélicas.
Por otro lado, sin embargo, a medida que pasa el tiempo, la Iglesia se enfrenta con
problemas nuevos que se ve obligada a decidir, por ejemplo el problema planteado
por la conversió n de los paganos. Entonces penetra má s adelante en la inteligencia de
las Escrituras, concernientes a Jesú s; comprende má s profundamente el sentido de sus
actos y el misterio de su persona; expresa con má s precisió n los puntos esenciales de
su fe. En consecuencia, bajo la guía primero de los Apó stoles y luego de los
Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los
evangelios ocupan, con razó n, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio
principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.
La Iglesia siempre ha sostenido y sostiene que los cuatro evangelios tienen origen
apostó lico. Pues lo que los Apó stoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la
inspiració n del Espíritu Santo, ellos y los varones apostó licos nos lo transmitieron por
escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, segú n Mateo,
Marcos, Lucas y Juan.
La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro
referidos evangelios comunican fielmente lo que Jesú s, Hijo de Dios, viviendo entre los
hombres, hizo y enseñ ó realmente para la salvació n de ellos, hasta el día en que fue
levantado al cielo (Hechos 1, 1-2). Los Apó stoles ciertamente después de la Ascensió n
del Señ or predicaron a sus oyentes lo que É l había dicho y obrado, con esa
comprensió n cada vez má s grande de que ellos gozaban, amaestrados por los
acontecimientos gloriosos de Cristo (juan 14,26; 16,13) y por la luz del Espíritu de
Verdad (Juan 2,22; 12-16). Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios
escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por
escrito, sintetizando otras, o explicá ndolas atendiendo a la condició n de las Iglesias,
reteniendo por fin la forma de proclamació n, de manera que siempre nos comunicaba
la verdad acerca de Jesú s. Escribieron, pues, sacá ndolo ya de su memoria o recuerdos,
ya del testimonio de quienes “desde el principio fueron testigos oculares y ministros
de la Palabra” para que conozcamos “la verdad” de las palabras que nos enseñ an. El
Señ or Jesú s, pues, estuvo con los Apó stoles como había prometido (Mateo 28,20) y les
envió el Espíritu Consolador, para que los introdujera en la verdad completa (Juan
16,13). (CONCILIO VATICANO 2, Texto sobre la Divina Revelació n, 18, 19 y parte de
20.)
Me extrañ a que tan pronto hayan abandonado a Dios, que segú n gracia de Cristo los
llamó , para seguir otro evangelio. En realidad, no hay otro evangelio, sino que hay
entre ustedes algunos perturbadores que quieren trastornar el Evangelio de Cristo.
Pero aunque viniéramos nosotros o viniera del cielo algú n á ngel para anunciarles el
Evangelio de otra manera que lo hemos anunciado, sea maldito! Ya se lo dijimos antes
pero ahora lo repito: si alguien viene con un evangelio que no es lo que ustedes han
recibido, sea maldito! Pero sepan, hermanos, que el Evangelio que les prediqué no es
doctrina de hombres, y tampoco lo recibí o lo aprendí de un hombre, sino por una
revelació n de Cristo Jesú s. (Gá latas 1, 6-9 y 11-12)
Muchas otras señ ales milagrosas hizo Jesú s en presencia de sus discípulos que no
está n escritas en este libro. Estas han sido escritas para que crean que Jesú s es el
Cristo, el Hijo de Dios, y que por esta fe tengan la vida que É l solo puede comunicar.
(Juan 20, 30-31)
Les he hablado mientras estaba con ustedes; en adelante el Espíritu Santo Defensor,
que el Padre les enviará en mi nombre les va a enseñ ar todas las cosas, y les va a
recordar todas mis palabras… (Juan 14, 23-26)
D. CUESTIONARIO:
Para terminar este estudio de la Biblia, veremos lo que dice el ú ltimo de los testigos
oculares del Señ or Jesú s, el Apó stol Juan, a quien se atribuye el cuarto Evangelio, tres
cartas y el Apocalipsis.
El Evangelio segú n Juan se distingue netamente de los primeros tres. Esto no debe
extrañ arnos, ya que Juan escribió entre el añ o 95 y 100, es decir unos treinta añ os
después de los demá s Evangelistas. En otros términos, se dirigió a otra generació n de
cristianos, la segunda. De esta constatació n se pueden sacar dos consecuencias.
Primero, Juan no tenía que repetir lo que Mateo, Marcos y Lucas habían dicho
anteriormente y que los cristianos ya sabían. Tomemos el caso de los milagros. De los
siete que hay en el cuarto Evangelio, só lo dos se hallan también en los sinó pticos: la
multiplicació n de los panes y la marcha de Jesú s sobre las aguas. Los demá s son
propios de Juan: el milagro de Caná , la curació n del hijo del funcionario de Cafarnaú m,
de un paralítico de Jerusalén y del ciego de nacimiento, y la resurrecció n de Lá zaro.
Por otra parte, Juan tenía que tomar en cuenta la situació n de la Iglesia a fines del
primer siglo. En aquellos tiempos, así como pasa hoy, dos clases de peligros
amenazaban al Pueblo de Dios. Algunos venían de adentro: la ausencia de fervor y la
aparició n de las primeras doctrinas falsas o herejías. Otros venían de afuera: las
persecuciones.
DENUNCIAS Y EXHORTACIONES:
Las siete cartas que está n al principio del Apocalipsis nos informan sobre ese contexto
en el cual vivió la segunda generació n de cristianos.
En varias comunidades se había perdido el entusiasmo del comienzo. Las cartas a las
Iglesias de É feso, Sardes y Laodicea son muy reveladoras al respecto (Ap 2, 1-7; 3, 1-6;
y 14-22). Jesú s había insistido: “El que persevere hasta el fin, ése se salvará ” (Mateo
10,22). De ahí las exhortaciones de Juan, que las debemos tener presente: “Date
cuenta de dó nde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera… Reanima lo
que te queda y está a punto de morir” (Ap 2,5; 3,2).
Por otra fuente sabemos que discípulos de Juan Bautista no reconocieron a Jesú s y
seguían sembrando la confusió n (Hechos 19, 1-7). Era necesario recordar a todos las
palabras del mismo Bautista: “Es preciso que É l crezca y que yo disminuya” (Juan
3,30). Era bueno también hacer comentarios como éste: “No era él (Juan Bautista) la
luz, sino quien diera testimonio de la luz” (Juan 1,8).
También sabemos que en aquel tiempo había herejes que tenían el cuerpo humano
por malo; por lo tanto negaban la Encarnació n de Dios y sacaban la conclusió n de que
Jesú s no podía ser Hijo de Dios. Otros decían que Jesú s había tenido só lo un cuerpo
aparente, no un cuerpo real de carne y huesos.
A fines del primer siglo, en tiempos del emperador Domiciano, una persecució n muy
violenta se extendió a todas partes del imperio romano. Lo mismo había pasado
treinta añ os antes (64), bajo Neró n, cuando Pedro y Pablo dieron el testimonio
supremo de su fe.
La persecució n era inevitable porque los cristianos, por su manera de actuar y hablar,
denunciaban la opresió n de la Roma imperial, la cual exigía, entre distintas otras
cosas, que todos rindieran culto a sus dioses y a la persona del emperador. Los fieles,
una vez má s, habían de elegir entre la idolatría y el martirio.
Tal fue el contexto en el cual Juan escribió el Apocalipsis, su primera obra, pero la má s
difícil, ya que las alusiones al Antiguo Testamento, son muy numerosas y no siempre
podemos interpretar los símbolos que llenan el libro. Pero la idea general sí se puede
captar bien. Es una profecía, es decir ante todo un juicio sobre el presente: las
LUZ Y VIDA:
Por nosotros, cristianos, los escritos de Juan, má xime su Evangelio, será n siempre el
testimonio má s profundo sobre el Señ or. En ningú n otro documento Jesú s revela tan
directa y claramente el misterio de su persona. Es la Luz del mundo (Juan 12, 46s). Es
el Pastor que da su Vida, esa Vida que viene de Dios, para que sus amigos vivan (Juan
10,11). Es el Hijo de Dios y su perfecta imagen (Juan 5, 17-20; 8,18s; 14, 10). Existía
antes de Abraham y todo fue creado por É l (Juan 8,58; 1,10). Así que Jesú s es Yavé
hecho hombre, hay que adorarlo como lo hizo Tomá s: es la meta del Evangelio (Juan
20,28 y 30s).
El Señ or Jesú s, vivo para siempre y presente por su Espíritu, nos llama ahora a todos
para ser hoy lo que fueron Pedro, Andrés Juan, Santiago y los demá s: Los Testigos de
su Amor.“Tus palabras, Señ or, eran para mi gozo y alegría” (Jeremías 15,16)
B. LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
Cuando Juan escribía, la Iglesia, el nuevo Pueblo elegido, acababa de ser diezmada por
una sangrienta persecució n (Apocalipsis 13; 6,10-11; 16,6; 17,6), desencadenada por
Roma y el imperio romano (la bestia), pero a instigació n de Sataná s (Ap 12; 13,2,4), el
Adversario por excelencia de Cristo y de su Pueblo.
Una visió n inicial describe la majestad de Dios que reina en el cielo, dueñ o absoluto de
los destinos humanos, y que entrega al Cordero (Cristo) el libro que contiene el
decreto de exterminio de los perseguidores (Ap 5). La visió n prosigue con el anuncio
de una invasió n de pueblos bá rbaros, con su tradicional cortejo de guerra, hambre y
peste (Ap 6). Pero los fieles de Dios será n preservados (Ap 7, 1-8; también 14, 1-5) en
espera de gozar del triunfo en el cielo (Ap 7, 9-17; también 15, 1-5). Sin embargo Dios,
que quiere la salvació n de los pecadores, no va a destruirlos inmediatamente, sino que
les enviará una serie de plagas para prevenirles, como lo había hecho con Faraó n y los
egipcios (Ap 8-9; también 16). Esfuerzo inú til: a causa de su endurecimiento, Dios
destruirá a los impíos perseguidores (Ap 17) que trataban de corromper la tierra
induciéndola a adorar a Sataná s (alusió n al culto de los emperadores de la Roma
pagana). Siguen una lamentació n sobre Babilonia (Roma) destruida (Ap 18) y cantos
triunfales en el cielo (Ap 19, 1-10). Una nueva visió n vuelve sobre el tema de la
destrucció n de la Bestia (la Roma perseguidora), esta vez realizada por Cristo glorioso
(Ap 19, 11-21). Entonces se abre un período de prosperidad para la Iglesia (Ap 20, 1-
6) que terminará con un nuevo asalto de Sataná s contra ella (Ap 20, 7s), la destrucció n
del enemigo, la resurrecció n de los muertos y su juicio (Ap 20, 11-15) y finalmente el
establecimiento definitivo del Reino de Dios, en el gozo perfecto, después de haber
sido aniquilada la muerte (Ap 21, 1-8)
La Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundoestaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció . VINO A
SU CASA, Y LOS SUYOS NO LA RECIBIERON. Pero a todos los que la recibieron les dio
poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre… Y la Palabra se hizo
carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del
Padre como Hijo ú nico, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1, 9-12 y 14)
Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios. Todo el
que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios: pues
Dios es AMOR.
Envió Dios a su Hijo ú nico a este mundo para darnos la Vida por medio de É l; así se
manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a
Grandes y maravillosas son tus obras, Señ or y Dios, Señ or del Universo. Justicia y
Verdad guían tus pasos, Oh Rey de las naciones.
Porque Tú solo eres Santo, y las naciones todas vendrá n y se postrará n ante ti, pues
ahora han visto tus justos designios. Apocalipsis (15, 3-4)
Te seguimos, Señ or Jesú s, pero, para que te sigamos, llá manos, porque sin ti nadie
avanza.Que só lo Tú eres el camino, la verdad y la vida.Recíbenos como un camino
acogedor recibe. Aliéntanos como la verdad alienta. Vivifícanos, puesto que Tú eres la
Vida (San Ambrosio)
D. CUESTIONARIO: