La arteterapia utiliza expresiones artísticas como la pintura para que los pacientes exploren su inconsciente y se expresen. Se usa comúnmente en niños con traumas o problemas como abusos, TDAH o autismo. Gracias a actividades lúdicas como el autorretrato, retratos o marionetas, los niños pueden expresar emociones que no pueden verbalizar. Las sesiones incluyen una bienvenida, desarrollo creativo y autoevaluación para reflexionar sin juzgar.
La arteterapia utiliza expresiones artísticas como la pintura para que los pacientes exploren su inconsciente y se expresen. Se usa comúnmente en niños con traumas o problemas como abusos, TDAH o autismo. Gracias a actividades lúdicas como el autorretrato, retratos o marionetas, los niños pueden expresar emociones que no pueden verbalizar. Las sesiones incluyen una bienvenida, desarrollo creativo y autoevaluación para reflexionar sin juzgar.
La arteterapia utiliza expresiones artísticas como la pintura para que los pacientes exploren su inconsciente y se expresen. Se usa comúnmente en niños con traumas o problemas como abusos, TDAH o autismo. Gracias a actividades lúdicas como el autorretrato, retratos o marionetas, los niños pueden expresar emociones que no pueden verbalizar. Las sesiones incluyen una bienvenida, desarrollo creativo y autoevaluación para reflexionar sin juzgar.
Mediante diferentes expresiones artísticas como la pintura, la arteterapia
explora el inconsciente de la persona, permitiendo que se exprese, encuentre una solución a sus problemas, y mejore su salud mental.
Arteterapia en los niños: aplicaciones y
actividades En los niños, la arteterapia se utiliza habitualmente en casos de abusos físicos, psicológicos o sexuales, pérdida de familiares cercanos, pacientes con TDAH, trastorno del espectro autista, síndrome de Asperger, fracaso escolar por causas desconocidas, etcétera. Además, es una terapia idónea para los niños que tienen problemas de expresión oral –como en la etapa de Educación Infantil, los habituales retrasos simples del lenguaje– o aquellos que son muy introvertidos.
La terapeuta suiza Ursula Tappolet, en su libro 'Las marionetas en la
educación', señala que “traumatizar a un niño es relativamente fácil, pero el recuperarlo después es largo y penoso”. Y esta frase muestra lo arduo que es el proceso de rehabilitación en los niños de aquellos traumas que les atormentan.
Y gracias a la arteterapia, y a través de una metodología entretenida y
lúdica, los pequeños pueden expresar su mundo interior y todos los procesos emocionales que viven y que, muchas veces, no son capaces de verbalizar. Así, gracias a la expresión artística, se llega a donde no es posible de otras maneras.
Las actividades que más se suelen realizar en arteterapia con niños para alcanzar estos objetivos son las siguientes:
Autorretrato
Permite ver la imagen que tiene el pequeño de sí mismo y entender
en muchos casos si tiene algún complejo importante. Por ejemplo, los niños con leucemia a veces se pintan con mucho cabello porque se sienten mal con su falta de pelo. Retratos de los demás
Ya sean con su familia o compañeros de clase, en los que se
pueden descubrir problemas sociales que afecten al desarrollo armónico. Dibujo o creación libre
El más habitual cuando no hay ningún indicio claro de problemas
con la identidad personal, la autoestima, o las relaciones interpersonales.
Taller de marionetas
Esta experiencia ha sido ampliamente probada en numerosas
investigaciones, como las desarrolladas por la Universidad Politécnica Salesiana de Cuenca (Ecuador), o la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana. Los encargados enseñan a elaborar el títere a los pequeños y son estos quienes se encargan de personalizarlo. Se ha comprobado que los niños tienden a hacer en sus muñecos lo contrario a lo que les acompleja; por ejemplo, no les ponen nariz aquellos que piensan que la suya es muy grande. Además, estas marionetas acaban siendo en bastantes casos el elemento dinamizador de las sesiones individuales a través de las que exteriorizar sus problemas.
Cómo son las sesiones de arteterapia
Antes de asistir a una sesión de arteterapia se deben conocer las
opciones artísticas de las que dispone el centro terapéutico, y comprobar si son las más adecuadas para las necesidades del paciente. El arte es muy amplio, y aunque inicialmente esta terapia se centró en la pintura, actualmente se trabaja con la escultura, el teatro, la danza, la música…
Las sesiones pueden ser individuales o grupales, dependiendo del
problema a resolver, o de la opinión del arteterapeuta, que lo valorará en una entrevista personal previa. Por ello, la primera será muy diferente en cada caso, y dependerá del profesional y de las necesidades específicas del paciente. Las siguientes suelen durar una hora, u hora y media, y se dividen en tres partes:
1. Bienvenida. Es el momento en el que se recibe al paciente o al grupo, y
se charla brevemente sobre temas banales para crear un ambiente distendido y relajado donde todo el mundo se encuentre cómodo.
2. Desarrollo de la sesión. En la revista Inspira, publicada por la
Asociación Profesional Española de Arteterapeutas, se refieren a las sesiones “como un lugar de silencio, escucha e introspección. Lugar para conectar con lo más íntimo a través de la realización de obras y de la puesta en palabras, en diálogo o con el grupo, y con el terapeuta”. En una sesión de arteterapia se ofrecerán libremente diferentes materiales de expresión artística como pinturas de cera, acuarelas, lápices de colores, plastilina, arcilla, telas, instrumentos musicales… Es imprescindible analizar las relaciones grupales –si las hubiera–, y las individuales con el material que libremente se haya elegido, y con su obra.
La sesión tiene que desarrollarse en un ambiente relajado donde las
personas no establezcan conversaciones, para disparar la abstracción y concentración en la propia obra. Como mucho se puede poner de fondo una música suave y relajante que ayude al paciente a no distraerse.
Durante el proceso creativo surgirán dificultades a las que el paciente se
va a enfrentar y que permitirán analizar cómo salió de esa situación – buscando una solución alternativa, persistiendo, abandonando…–, lo que llevará a la persona a un constante proceso de reflexión acerca de cómo enfrentarse a los problemas.
3. Autoevaluación. Terminado el trabajo se debe valorar la obra para
invitar al paciente a la reflexión consciente de su inconsciente, sobre cómo se ha sentido, qué le ha gustado más, qué le ha costado especialmente. Eso sí, siempre sin juzgar ni interpretar su obra, ni obligar a hablar a quien no se sienta cómodo, ya que solucionar aquello que resulta traumático no sucede milagrosamente en una hora y media, sino que es un proceso más lento.
El terapeuta tiene que ayudar al paciente a encontrar las herramientas
necesarias para ir superando los problemas con los que empezó las sesiones, y hacerle ver la evolución en su trabajo para que compruebe que se ha producido un progreso positivo que repercute directamente en la autoestima y en el tratamiento