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Yepeto

de Roberto Cossa
 
PERSONAJES
Profesor
Antonio

LA ACCION TRANSCURRE, ALTERNATIVAMENTE, EN EL DEPARTAMENTO DEL PROFESOR Y EN UN BAR CUALQUIERA DE BUENOS


AIRES.
PERO LOS AMBITOS ESTAN APENAS SUGERIDOS. PARA EL DEPARTAMENTO DEL PROFESOR BASTA UNA CAMA Y UNA MESITA DE
LUZ CARGADA DE CAJAS Y FRASCOS DE REMEDIOS. HAY, ADEMAS, UNA PEQUEÑA BIBLIOTECA Y LIBROS DESPARRAMADOS POR
LA CAMA Y EL SUELO. EL BAR ESTA INDICADO POR UNA MESA REDONDA Y DOS SILLAS "THONET" , LO QUE INDICA QUE SE
TRATA DE UNO DE LOS POCOS CAFES ANTIGUOS QUE SUPERVIVEN EN LA CIUDAD.
LOS POCOS ELEMENTOS PUEDEN SERVIR PARA UNO Y OTRO AMBIENTE, DE ACUERDO CON LAS NECESIDADES DE LOS
PERSONAJES.
CUANDO LAS LUCES CONECTAN AL ESPECTADOR CON EL ESCENARIO ESTAN LOS DOS PERSONAJES EN ACTITUD
DIAMETRALMENTE OPUESTA. 
EL PROFESOR ES UN HOMBRE DE ALGO MAS DE CINCUENTA AÑOS. NO ES NECESARIO QUE TENGA LA CLASICA FIGURA DEL
INTELECTUAL. MAS BIEN PARECE UN TIPO DE BARRIO Y -QUIZAS- UN EX FUTBOLISTA.
FISICAMENTE REPRESENTA LA EDAD QUE TIENE PERO CUANDO HABLA Y ACTUA PARECE UNOS AÑOS MENOR. ESTA TIRADO EN
LA CAMA, ESCRIBIENDO A MANO EN UN CUADERNO, CON SUS ANTEOJITOS PARA VER DE CERCA CALADOS EN LA PUNTA DE LA
NARIZ.
ANTONIO ESTA SENTADO EN LA MESA DEL BAR BEBIENDO CONTINUAMENTE GINEBRA. ES UN JOVEN DE VEINTE AÑOS QUE ESTA
A PUNTO DE EXPLOTAR. VISTE UN ATUENDO DEPORTIVO Y A SUS PIES DESCANSA UN BOLSO AJADO POR EL USO. TIENE UN
ROSTRO SENSIBLE E INTELIGENTE, PERO CON UNA EXPRESION QUE, A PRIMERA VISTA, HACE PRESUMIR UN TIPO VIOLENTO. EN
REALIDAD, NO ES MAS QUE UN CHICO ACORRALADO, CON UNA GRAN IRRITACION.
DURANTE UN INSTANTE, EL ESPECTADOR TENDRA ANTE SI ESTAS DOS IMAGENES CONTRAPUESTAS.
HASTA QUE EL PROFESOR, LUEGO DE LEER LO QUE ESTA ESCRIBIENDO DICE, PARA SI:

PROFESOR : Que el tutor esté enamorado de Julio, está claro... Ella es muy joven... hermosa... ¿Pero qué es lo que a Julia le atrae
del tutor? ¿Nada más que la inteligencia? Desea físicamente al teniente de húsares, pero se siente atraída intelectualmente por el
viejo tutor. (PIENSA) Es muy convencional.
(ARRANCA LA HOJA, LA ESTRUJA Y LA TIRA AL SUELO. VUELVE A ESCRIBIR)
(ANTONIO, AJENO AL PROFESOR, HA ESTADO BEBIENDO HASTA QUE ESTALLA)
ANTONIO : (CON VIOLENCIA CONTENIDA) ¡Déjela tranquila a Cecilia, viejo degenerado! ¡O le rompo el alma a patadas!
(EL PROFESOR -DESTINATARIO DE LA AGRESION- DEJA DE ESCRIBIR, SE QUITA LOS ANTEOJOS Y DICE TRANQUILAMENTE)
PROFESOR : Me parece una conversación desagradable.
(EN TODA LA ESCENA SIGUIENTE EL PROFESOR SE LEVANTA DE LA CAMA Y PRACTICARA TODAS LAS ACCIONES DE QUIEN SE
PREPARA PARA SALIR)
ANTONIO : ¿Por qué le dice las cosas que le dice?
PROFESOR : (MIENTRAS SE CEPILLA LOS DIENTES) No quiero mantener una conversación en ese tono. Si querés hablar,
hablamos. Dijiste que querías hablar conmigo.
(MIENTRAS EL PROFESOR CONTINUA CON SUS PREPARATIVOS ANTONIO LO OBSERVA) 
ANTONIO : (CON TONO DE COMPROBACION) ¡Es un viejo! Cecilia me dijo: "es un hombre grande" Pero es un viejo.
PROFESOR : Depende para qué. A mi edad Thomas Mann escribió "La Montaña Mágica". Goya pintó "Los Fusilamientos" y
Tchaikovsky compuso la sinfonía "Patética". Y Bach tuvo hijos. Así que para eso también estoy en edad.
(EL PROFESOR ESTA EN CALZONCILLOS, PONIENDOSE LOS PANTALONES. ANTONIO VUELVE A OBSERVARLO)
ANTONIO : No la entiendo a Cecilia... Se puede ser viejo, pero tener pinta.
PROFESOR : Nunca recibí tantos elogios juntos. Viejo y viejo de mierda al mismo tiempo.
(EL PROFESOR SEGUIRA VISTIENDOSE)
ANTONIO : ¿Pero no se da cuenta que es una nena?
PROFESOR : Supongo que si está en la universidad, es mayorcita. La ley me protege.
ANTONIO : ¡Tiene diecisiete años! Y usted lo sabe. Ella se lo dijo el día que se fueron a caminar por los bosques de Palermo.
PROFESOR : ¿Por los bosques de Palermo?
ANTONIO : Usted le preguntó: "¿qué edad tenés? Ella le dijo: diecisiete. Y usted le dijo: "¿No te da vergüenza?" A ella le pareció
muy gracioso.
PROFESOR : ¡Es muy gracioso! Tener diecisiete años es casi una obscenidad.
ANTONIO : (AMENAZANTE) ¡Lo único que le digo es que la deje tranquila!
PROFESOR : ¡Bueno, basta! Cuando me llamaste por teléfono dijiste que querías hablar conmigo. ¡Hablar!
ANTONIO : ¿Sabe de qué tengo ganas ahora? ¡De pegarle una trompada!
PROFESOR : ¿Y por qué no me pegás?
ANTONIO : Porque es un viejo.
PROFESOR : Eso es una ventaja. Espero que el año que viene ya me empiecen a dar el asiento en los colectivos.
ANTONIO : ¿La va a dejar tranquila?
PROFESOR : Insisto en que se trata de una conversación desagradable. Cecilia es una alumna que tiene ganas de charlar con su
profesor. Eso es todo. ¡Pero, de pronto, aparece Otelo dispuesto a clavar su daga en el cuello de un inocente que sólo desea que
Desdémona entienda, de una vez por todas, que la literatura es un arte cuyo único secreto está en que la palabra alcance la estatura
de la imagen! Entre paréntesis... ¿Sabés quiénes fueron Otelo, Yago y Desdémona?
(ANTONIO SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR)
ANTONIO : Usted se la quiere coger.
PROFESOR : (DESPUES DE RECIBIR EL IMPACTO, RECUPERA SU HUMOR) ¡Ah, por supuesto! ¿Qué hombre de mi edad, con sus
hormonas en condiciones, rechazaría acostarse con una joven de diecisiete años? Yo tengo seis cursos... En total... (CALCULA) Más
de sesenta mujercitas menores de veinte años. Te diré que, salvo tres o cuatro, no rechazaría a ninguna.
ANTONIO : ¡Usted es un viejo degenerado!
PROFESOR : (MANTIENE SU TONO BURLON) ¡Pero con algunos principios! (CAMBIA EL TONO, PARA DEMOSTRAR QUE HABLA EN
SERIO) Jamás me acuesto con mis alumnas. (RECUPERA SU ESTILO IRONICO) Ahora... una vez que se gradúan... Conozco el caso
de algunas alumnas que terminaron su carrera con el único propósito de conocer mi cama. ¡No sabés lo que es mi casa la semana
siguiente a la finalización de los cursos! ¡Un desfile! (A PARTIR DE AQUI MIMARA EL RELATO) Suena el timbre... ¿Señorita? "Soy
licenciada en letras". ¿Su diploma? ¡Muy bien! ¡A la cama! (LE HABLA CONFIDENCIALMENTE) Es más... Yo reprobé a Simone De
Beauvoir porque pensé... "Esta vieja fulera estudia letras para poder acostarse conmigo". ¿Sabés quién fue Simone De Beauvoir?
ANTONIO : No.
PROFESOR : Lo lamento. Te perdiste un buen chiste.
(EL PROFESOR SE SIGUE PREPARANDO PARA SALIR. ANTONIO NO DEJA DE MIRARLO)
ANTONIO : En la foto parecía más joven.
PROFESOR : ¿Qué foto?
ANTONIO : La que salió en el diario.
PROFESOR : (SIMULA NO RECORDAR) ¿Qué diario?
ANTONIO : La vez pasada... ¡Que se hablaba de usted! Cecilia me la mostró.
PROFESOR : (MIENTE) ¿En el diario...?
ANTONIO : Recortó el artículo y lo lleva en el cuaderno. Se la pasa mirando su foto.
PROFESOR : ¿Pero qué foto?
ANTONIO : Esta. (SEÑALA UNA FOTO PEGADA EN LA PARED)
PROFESOR : ¡Ah...! ¡Pobre Cecilia! Cree en el prestigio de los suplementos literarios. Es muy ingenua.
ANTONIO : Cuando vi la foto se lo dije. No es tan viejo.
PROFESOR : Es una foto de archivo. En esa época todavía no me orinaba encima. Y tenía más pelo.
(SE HACE UNA PAUSA. EL PROFESOR TOMA UN REMEDIO Y SE SIRVE UNA TAZA DE TE. ANTONIO SIGUE BEBIENDO GINEBRA. AL
FINAL DICE:)
ANTONIO : Cecilia dice siempre que usted es muy seductor. No la entiendo.
PROFESOR : Ah... No pretendas entender nunca a una mujer. No lo vas a conseguir. Mi primera esposa me dijo un día: "quiero
tomar un helado en Plaza Francia". Yo no tenía muchas ganas, pero... ¡bue! ¡Fuimos a tomar un helado en Plaza Francia". Estábamos
tomando el helado y, de pronto, se puso a llorar. "¿Pero qué te pasa? ¿Por qué llorás?" "Porque vos no me comprendés" "¿Pero, por
qué. Qué te hice?" "¿Como no te diste cuenta que lo que yo quería era tomar un café en San Telmo?" Nos separamos, por supuesto.
Mi segunda mujer, me dijo un día... "Quiero tomar un helado en Plaza Francia" A esa altura, te imaginás, yo era un hombre de
experiencia. Le dije: "Bueno". Agarré el auto y... (HACE GESTO DE ANDAR) Cuando vió que cruzábamos Independencia se empezó a
poner inquieta. "¿A dónde me llevás?" "Esto no es Plaza Francia" (COMPONE A UN DURO) "Yo sé lo que a vos te gusta" La bajé del
auto a cachetazos y la metí en un bar de San Telmo. Pedí dos cafés. Ella empezó a tirar sillas contra la pared... rompió dos espejos...
arañó a cuatro mozos, mientras gritaba: "¡Quiero tomar un helado en Plaza Francia!" Así terminó mi segundo matrimonio... Con las
mujeres hay dos momentos maravillosos: el primero cuando las tenés encima y el segundo cuando te las sacás de encima.
(COLOCA LA TAZA DE TE SOBRE LA MESA Y SE SIENTA FRENTE A ANTONIO QUE SIGUE MUY TENSO Y BEBE CON ANSIEDAD)
Calmate.
ANTONIO : (SE AFLOJA) Quiero pedirle perdón por lo que le dije.
PROFESOR : A mi edad, viejo degenerado suena casi a un elogio. No hubiera soportado que me dijeras viejo aburrido.
(PAUSA)
PROFESOR : ¿Cómo te llamás?
ANTONIO : Antonio.
PROFESOR : Como Machado.
ANTONIO : ¿Cómo quién?
(EL PROFESOR SONRIE IRONICAMENTE, ANTONIO REGISTRA EL GESTO Y REACCIONA AGRESIVO:)
ANTONIO : No. Como Alzamendi.
PROFESOR : ¿El puntero de River...? ¿El uruguayo? A mí me gustaba cuando jugaba en Independiente, pero ya no tiene la misma
velocidad de antes.
(ANTONIO RECIBE EL IMPACTO. NO ESPERABA QUE ESTE INTELECTUAL SUPIERA TAMBIEN DE FUTBOL. EL PROFESOR LO
ADVIERTE Y DIRA CON LA MISMA PEDANTERIA) ¿Qué te extraña? Siempre les digo a mis alumnos que vean fútbol. Es un
espectáculo hermoso. (ANTONIO NO RESPONDE) Hay un tiempo para Shakespeare... otro tiempo para Bach... y otro para Pelé.
¿Sabés quién era Pelé?
ANTONIO : No me cargue más.
PROFESOR : La vez pasada dije en una clase que el mayor placer que puede vivir el hombre contemporáneo es ver el gol que
Maradona le hizo a los ingleses... Pero las cien mil personas no gritan "gol". Corean, armónicamente, el Canto a la Alegría de la
novena sinfonía de Beethoven. (COREA LA NOVENA SINFONIA DICIENDO GOL, GOL, GOL) ¡Un orgasmo intelectual!
(EL PROFESOR, MUY SATISFECHO CONSIGO MISMO, SACA UNA CAPSULA Y LA BEBE CON EL TE. ANTONIO NO LE SACA LOS OJOS
DE ENCIMA, HASTA QUE DICE:)
ANTONIO : ¿La va a dejar tranquila?
PROFESOR : ¿Qué querés decir?
ANTONIO : (SE ALTERA) Que no la joda. Que no la busque más. Que no la lleve a pasear por los bosques de Palermo.
PROFESOR : ¡Y dale con los bosques de Palermo! ¿Acaso Sócrates no le enseñaba a sus alumnos caminando por los jardines de
Atenas?
ANTONIO : Eso es lo que usted le dijo para llevársela a los bosques de Palermo.
(EL PROFESOR QUEDA DESCOLOCADO, PERO MANTIENE SU GESTO IRONICO. ANTONIO INSISTE:)
ANTONIO : Cecilia me lo contó. Que usted le dijo: vamos a caminar por los bosques de Palermo. Como Sócrates.
PROFESOR : Y si...
ANTONIO : Y después le contó que Sócrates fue condenado por pervertir a la juventud.
PROFESOR : ¡Es un hecho histórico! (POR PRIMERA VEZ PIERDE SU POSTURA) ¡Pero qué situación desagradable! ¿Qué es esto? Un
jovencito me viene a mi casa... primero me insulta... después me invita a tomar un café para charlar... Y termina diciéndome que
trato de seducir a su noviecita. Una muchacha que, por otra parte, sabe lo que quiere.
ANTONIO : (EXPLOTA) ¡No sabe lo que quiere! Está confundida.
PROFESOR : De última... ¡es una alumna! Es mi responsabilidad. Esa chica tiene talento. Pero va a tener que trabajar en serio.
ANTONIO : Cuando empezaron las clases me dijo que usted la miraba mucho.
PROFESOR : ¡Pero no te digo! Esa chica tiene algo. Oíme... estoy cansado de darle clases a chiquilines mediocres... Uno se
pregunta para qué mierda se dedican a la literatura.
ANTONIO : Y cuando charlaron en el tren...
PROFESOR : (LE RESTA IMPORTANCIA) Ah, sí... Nos encontramos de casualidad.
ANTONIO : Cecilia me contó que usted iba para el centro y ella para Pilar, a la casa de la tía. Que le dijo desde el andén de enfrente
que lo esperara... Usted cruzó las vías.
PROFESOR : ¿Cómo que crucé las vías? ¿Qué? ¿Voy a hacer un papelón delante de todo el mundo? Crucé el andén como se debe
cruzar.
ANTONIO : (OBCECADO) Pero cruzó el andén.
PROFESOR : ¡Y sí! Tenía que hacer tiempo. Me daba lo mismo ir al centro que ir a Pilar.
ANTONIO : Cuando me lo contó, le dije: te quiere coger. (EL PROFESOR VA A PROTESTAR. ANTONIO SIGUE Y DICE, COMO SI LE
HABLARA A CECILIA:)
Escuchame... un tipo que se cruza la vía...
PROFESOR : ¡No crucé la vía!
ANTONIO : Que se cruza el andén... a la edad de él...
PROFESOR : (EXPLOTA) ¡Qué tiene que ver la edad! Hay viejos de ochenta... y pibes de quince... ¡y se la pasan de un andén a
otro!
ANTONIO : (INSISTE) Lo que yo le explicaba a Cecilia... Un tipo como él... un profesor... un escritor... que tiene miles de cosas que
hacer... Está en el andén de enfrente... Te ve. Se cruza... y se va hasta Pilar... ¡Dejame de joder! ¿Para qué? ¿Para hablarte de
literatura?
PROFESOR : Y sí. Hablamos de literatura.
ANTONIO : (SIGUE EN LO SUYO) ¡Ese tipo te quiere coger! Después te invita a caminar por los bosques de Palermo...
PROFESOR : ¡Y dale con los bosques de Palermo! Ya te lo expliqué.
ANTONIO : ¿Qué está buscando? ¡Te quiere coger! Y se lo dije: acostate con él.
PROFESOR : (RECUPERA SU TONO CINICO) No sería mala idea. Pero ya te dije: jamás me acuesto con mis alumnas. Es una
cuestión de principios.
(EL PROFESOR COMENZARA A DESPRENDERSE DEL BAR. TOMA LA TAZA DE TE Y LA COLOCA SOBRE LA MESITA DE LUZ. INGIERE
UN REMEDIO Y SE TIRA EN LA CAMA. SACA UN CUADERNO Y SE PONE A ESCRIBIR. AL MISMO TIEMPO DICE:)
Eso sí: hacé esfuerzos para que no se gradúe.
ANTONIO : (CON DOLOR) Yo la amo, profesor. Y no quiero perderla.
PROFESOR : No seas convencional.
(EL PROFESOR YA ESTA ACOSTADO ESCRIBIENDO. ANTONIO BEBE. SE HACE UNA PAUSA. HASTA QUE ANTONIO TOMA UNA
DECISION. SALE DEL BAR Y SE QUEDA PARADO UN INSTANTE FRENTE A LA CAMA DEL PROFESOR QUE SIGUE ESCRIBIENDO.
FINALMENTE, EL PROFESOR DEJA A UN COSTADO EL CUADERNO Y DICE:)
PROFESOR : Pasá y sentate.
(ANTONIO TOMA LA SILLA DEL BAR, LA ACERCA A LA CAMA Y SE SIENTA)
(EL PROFESOR SIGUE ESCRIBIENDO)
ANTONIO : Lo interrumpí.
PROFESOR : (DEJA EL CUADERNO A UN COSTADO) Está bien. (ECHA GOTAS DE UN REMEDIO EN UN VASO)
ANTONIO : Lo siento.
PROFESOR : No importa.
ANTONIO : Justo estaba escribiendo.
PROFESOR : Y te lo agradezco. Me aburre escribir.
(ANTONIO HACE UN GESTO DE INCREDULIDAD)
¡En serio! ¡No sabés que alivio cuando alguien me interrumpe! ¡Y lo que me cuesta, a veces, encontrar una excusa para no escribir!
¡Te agradezco que hayas venido!
(EL PROFESOR BEBE EL REMEDIO. ANTONIO LO MIRA)
ANTONIO : En serio. No quise interrumpirlo.
PROFESOR : (LE GRITA) ¡Y yo te lo agradezco! ¡Me aburre escribir! ¡Porque soy un escritor aburrido! ¡Y el primero que se aburre
soy yo! Imaginate los lectores... (BREVE PAUSA) Me divierte la idea que la gente tiene de los escritores. Influencia del cine
norteamericano. ¿No viste esas películas? ¡Dostoiewsky! Escribe... escribe... sufre... se caga de frío... Pasan las carillas... pasan las
carillas... ¡En cinco minutos se escribió "Crimen y castigo"! ¡Y claro! No se podía interrumpirlo. Si alguien golpeaba la puerta en el
momento en que Raskolnikov iba a matar a la vieja... No había crimen... y entonces Dostoiewsky hubiera escrito una novela titulada
"La tranquila vida del señor Raskolnikov". Y nos perdíamos uno de los monumentos de la literatura. (MIRA A ANTONIO) ¿Entendiste?
(ANTONIO HACE UN GESTO DE ACEPTACION) Cecilia se hubiera reído a carcajadas. Esa chica me entiende. (TRANSICION) Ah, te
aclaro. No me acosté con ella. Ni siquiera pude hablarle. Hace una semana que no viene a mis clases.
ANTONIO : Por eso quería hablarle.
(SE PRODUCE UNA PAUSA CREADA POR EL TIEMPO QUE SE TOMA ANTONIO PARA HABLAR. PEDIRA PERMISO PARA SERVIRSE
UNA GINEBRA DE LA BOTELLA QUE ESTA EN LA MESA DEL BAR. LUEGO DIRA:)
Cecilia estuvo muy mal. Quería dejar las clases. (EL PROFESOR LO MIRA) Sus clases.
PROFESOR : (AMENAZANTE) Sos vos el que no quiere que venga a mis clases...
ANTONIO : (SE ENCRESPA) ¡Eso no es cierto!
PROFESOR : ¿No te das cuenta que para ella es muy importante...? Como escritora...
ANTONIO : (SE IMPONE) ¡No es cierto! ¿Quiere que le diga una cosa? ¡Estuvimos dos días hablando...! ¡Dos días sin parar! ¡Y no le
estoy exagerando! Desde el miércoles a las dos de la tarde hasta el viernes al mediodía.
PROFESOR : A tu edad yo era capaz de estar dos días...
ANTONIO : (SE IMPONE) Ella me dijo que quería dejar sus clases. Así empezó todo. Yo le dije que no. ¡Que nos iba a joder! (SE
ALTERA) ¿No se da cuenta que yo quiero lo mejor para ella?
PROFESOR : No creo en la bondad. Y menos en la tuya.
(ANTONIO BEBE. SE HACE UNA PAUSA) 
PROFESOR : ¿Va a volver a las clases?
(ANTONIO ASIENTE. EL PROFESOR, ABSTRAIDO, SE SIRVE GINEBRA Y ALZA LA COPA HACIA ANTONIO) Por el amor de los jóvenes.
(BEBE) (MIRA A ANTONIO) Cuarenta y ocho horas... (SABIENDO QUE NO ES ASÍ) ¿Qué? ¿Se recorrieron todos los bares de Buenos
Aires?
ANTONIO : Un amigo me prestó el departamento. Se va de viaje. Pero fue muy hermoso. Es la primera vez que toco fondo con
alguien.
PROFESOR : Nunca vas a tocar fondo con nadie, salvo que quieras conocer el infierno. ¿Leíste a Sartre?
(ANTONIO NIEGA)
Era mi escritor preferido cuando tenía tu edad. (LE ACLARA:) Un escritor de este siglo, ¿eh?
(ANTONIO SONRIE)
No te creas... Siempre pienso que uno de estos días algún alumno me va a preguntar si conocí personalmente a José Hernández.
(ANTONIO RIE FRANCAMENTE)
¿Te reís? El año pasado una alumna, una enana miserable, me preguntó si había conocido a Roberto Arlt.
(COMO SI LE HABLARA A LA ALUMNA:)
¡Nena...! Roberto Arlt murió en 1942.
ANTONIO : El año que nació mi viejo. Pero usted parece mayor que él.
PROFESOR : (SE PONE MAL) Yo soy mayor que todos.
ANTONIO : Digo... Pudo haberlo conocido.
PROFESOR : (SE VA CARGANDO) ¡Lo conocí! Yo salía del colegio con un globo en la mano y Roberto Arlt me lo hizo explotar con un
cigarrillo. Yo me puse a llorar y Roberto Arlt salió corriendo mientras gritaba: "Ya tengo la idea para el `Juguete Rabioso'".
(ANTONIO RIE FRANCAMENTE. EL PROFESOR BEBE. LA RISA DE ANTONIO LO AFLOJA. TOMA EL CUADERNO Y HACE UNA
ANOTACION. LE ACLARA:)
Me puede servir para un cuento.
(EL PROFESOR SE QUEDA UN INSTANTE MIRANDO AL JOVEN)
Me caés bien. Y es raro, porque los jóvenes me rompen las pelotas.
ANTONIO : (INSINUANTE) Pero las jóvenes, no.
PROFESOR : Las jóvenes también me rompen las pelotas. Sólo que con las lindas soy más tolerante. La vez pasada vino a verme
una ex alumna... Hermoso mujer... Un poco vieja... Veintisiete años...
(ANTONIO COMENZARA A DIVERTIRSE)
Bueno... estábamos en la cama, a punto ya de... Y no va y me dice: "Quiero recorrer la geografía de tu piel". (EXPLOTA) ¡Ah, no!
¡Cursilerías, no! ¡No pude! ¡La eché! Y estaba muy buena. Pero si la dejaba me iba a decir: "penétrame", "hazme tuya", "correteemos
desnudos por las verdes colinas de Yonshire". ¡Un disparate!
(ANTONIO RIE A CARCAJADAS. ESTO ESTIMULA AL PROFESOR)
Y tendría que haberme dado cuenta. ¡Pero soy un pelotudo! Porque me trajo un cuento... ¡No sabés! (FALSAMENTE LLOROSO)
¡Cómo se puede escribir "cual la salida del sol"! ¡"Cual la salida del sol"! Se lo dije: "Es como vender choripanes en la Capilla Sixtina
mientras tocan `El Mesías' de Haëndel".
(ANTONIO LANZA OTRA CARCAJADA. EL PROFESOR BEBE SATISFECHO POR EL EFECTO DEL CUENTO. ADMITE:)
Fue una frase feliz. Ella también se rió. Como vos. Inclusive, ahí empezó todo. Porque, como ella se rió... yo la abracé y... El humor
es una buena estrategia. Afloja. Es permisivo, ¿entendés?
(ANTONIO LO MIRA SIN ENTENDER)
Quiero decir... Vos a una mujer no le podés decir brutalmente, ¡vamos a la cama!
ANTONIO : ¿Por qué no?
PROFESOR : ¿¡Cómo por qué!? Porque no es manera. ¿Cómo vas a llegar a la cama sin una frase inteligente?
ANTONIO : Yo a Cecilia nunca le dije una frase inteligente.
PROFESOR : ¿Y qué? ¿Le dijiste vamos a la cama y ella fue a la cama? ¡Como una puta!
ANTONIO : No. Le dije "qué hermosa sos".
PROFESOR : No es muy original. ¿Y ella qué dijo?
ANTONIO : Vos también sos hermoso.
PROFESOR : ¡Y se fueron a la cama!
ANTONIO : No... La historia empezó en un colectivo. Ahí la conocí. Yo me senté al lado. Nos miramos... Yo le dije: "qué hermosa
sos". Ella me dijo: "vos también sos hermoso".
PROFESOR : (ENOJADO) ¡Y se acostaron en el colectivo!
ANTONIO : (DIVERTIDO) No... Fuimos a tomar un café. Charlamos... Y terminamos en el departamento de un amigo.
PROFESOR : ¡El que se va de Buenos Aires!
ANTONIO : No... en la casa de otro amigo. Es músico.
PROFESOR : ¿Y qué? ¿Les tocaba la marcha nupcial en el armonio?
ANTONIO : (RIENDO) No... Tiene guita. Bah... la familia tiene guita. Vive en una casa muy grande... En el fondo tiene un estudio
para él solo.
PROFESOR : De todas maneras... Lo que quiero decirte es que las palabras ejercen seducción. Yo me acuerdo... (BEBE OTRO
TRAGO Y REFLEXIONA) Puta... No tendría que tomar. (SIGUE CON EL RELATO:) Una hermosa mujer... ¡Pero complicada! Salimos
varias veces... Le gustaba mucho la pintura. Ibamos a exposiciones... coloquios sobre plástica... (CAMBIA DE CONVERSACION) Le
dije a Cecilia que tiene que acercarse a la pintura. La imagen pura. Como la poesía. La palabra pura. Sólo hay arte en la poesía y en
la pintura. Todo lo demás es pura estrategia. El puto ingenio. (DA POR TERMINADA LA CONVERSACION)
ANTONIO : ¿Y qué pasó con la mujer ésa?
PROFESOR : ¿Qué mujer? ¡Ah, sí...! Ibamos a exposiciones... prácticamente todos los días. Y también le gustaba la música
medieval. Me acuerdo que en esa época había un conjunto muy bueno Zárate. Y los sábados íbamos a escucharlo.
(SE QUEDA UN INSTANTE MIRANDO A ANTONIO)
No sé por qué te cuento todo esto.
ANTONIO : Porque a las mujeres hay que hablarles.
PROFESOR : ¡Ah! Una mujer que ni dejaba que le agarraran la mano. Y una noche... eran como las tres de la mañana... estábamos
en un bar... ya no teníamos de qué hablar y salió el tema de la ecología... (EL PROFESOR HA COMENZADO A PONER EN MARCHA SU
HISTRIONISMO. ANTONIO LO ADVIERTE)
Con una intelectual a las tres de la mañana... O estás en la cama o hablás de ecología.
(ANTONIO SE RIE)
¡Ecologista! ¡Preocupada por la extinción de las ballenas! ¡Qué carajo me importan las ballenas!
(ESPERA, BEBIENDO OTRO TRAGO, QUE ANTONIO CALME SU RISA)
Bue... después que lloramos durante horas por los pobres cetáceos... Me pregunta: "¿Cómo se mata a las ballenas?". (MIMA LA
RESPUESTA QUE LE DIO A LA MUJER) "Con la indiferencia".
(ANTONIO LANZA LA CARCAJADA. EL PROFESOR RIE TAMBIEN)
¡Y ahí le agarré la mano! A la hora estábamos en la cama. Me dijo: ¡Fue una frase brillante! (BEBE) Una vieja como de treinta años.
Y los pechos más hermosos que vi en mi vida. Grandes, pero como si fueran de una adolescente.
(SE HACE UNA PAUSA. EL PROFESOR COMENTA, COMO AL PASAR:)
Cecilia... quiero decir... (SE ROZA EL TORSO) Es más bien chata...
ANTONIO : ¿Cecilia?
PROFESOR : ¡Oíme...! Yo no ando mirando. Digo... las clases son en invierno... ella usa esos pulóveres amplios...
ANTONIO : Cecilia es tetona. Anda jodiendo con que se las quiere achicar. Está loca. Primero, que a mí me gustan grandes...
PROFESOR : (ALCANZA A DECIR) A mí también...
ANTONIO : Además... Si las tiene duras. Pero le da vergüenza. Entonces se las esconde.
(SE HACE UNA PAUSA. EL PROFESOR SE QUEDA PENSATIVO)
PROFESOR : Esa chica tiene talento. Escribió un poema... (LE DICE COMO SI ANTONIO SUPIERA DE CUAL SE TRATA) El de los
adolescentes en la playa.
ANTONIO : (ALGO RESENTIDO) Ella no me muestra lo que escribe.
(NUEVA PAUSA. ANTONIO SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR:)
Una vez me mostró uno y le dije "no sé, no lo entiendo". Me dijo que a usted le había gustado mucho. Uno que hablaba sobre el
"pito del tipo".
PROFESOR : Uno de los primeros.
ANTONIO : No lo entendí.
PROFESOR : Son búsquedas. Ella está buscando su propio lenguaje. Su identidad.
ANTONIO : Todo lo que le pregunté era si el tipo del pito era yo. Me dijo que no lo sabía.
PROFESOR : ¡También! ¿A quién se le ocurre preguntarle a un escritor sobre el origen de sus imágenes? La gente no acepta la
locura del creador. ¡Todo tiene que tener una explicación! Uno de mis primeros cuentos empezaba: "Yo tenía un tío que tocaba el
trombón". ¡Si supieras la cantidad de parientes que me llamaron para preguntarme cuál era el tío que tocaba el trombón!
(RIE SATISFECHO POR LA HUMORADA)
ANTONIO : Cecilia me dijo que usted le preguntó lo mismo.
(EL PROFESOR LO MIRA DESCONCERTADO. ANTONIO LE ACLARA:)
Que usted le preguntó si el tipo del pito era usted.
PROFESOR : Pero cómo yo... ¡Justo yo que lo único que les enseño es que un escritor es la palabra en libertad! Eso es todo lo que
quiero que aprendan. Se los digo en cada clase... se los repito... ¡Liberen la palabra! ¡No se pregunten de dónde sale! ¡La palabra en
libertad! ¡Eso es un escritor: la palabra en libertad!
ANTONIO : (INSISTENTE) Cecilia me lo contó.
PROFESOR : ¡Habrá sido una broma! Cecilia es muy joven y... (EXPLOTA) ¡Pero te cuenta todo!
ANTONIO : Cada cosa que usted le dice.
(EL PROFESOR LO MIRA UN INSTANTE)
Nosotros siempre nos decimos la verdad.
PROFESOR : (SE ENCRESPA) ¿Qué verdad? ¡La verdad no existe! Lo único que existe es la poesía. Proust dice que lo que nos atrae
de los demás es su parte desconocida. ¿Leíste "En busca del tiempo perdido"?
(ANTONIO APENAS ALCANZA A DECIR QUE NO. EL PROFESOR REVUELVE ENTRE SUS LIBROS. MIENTRAS DICE:)
PROFESOR : Tiene que estar por acá. Hace poco lo estuve releyendo.
(DESCUBRE UN LIBRO Y SE LO TIENDE A ANTONIO)
¿Lo leíste?
(ANTONIO TOMA EL LIBRO, LO MIRA Y NIEGA CON LA CABEZA)
Se pronuncia Bodeler.
ANTONIO : (MOLESTO) Lo conozco.Cecilia me prestó uno que se llamaba "Las flores del mal". También leí a Rimbaud. (LO
PRONUNCIA CORRECTAMENTE)
(EL PROFESOR LO MIRA UN INSTANTE)
Pero se lo dije a Cecilia. Me gustan más las novelas policiales. Ella se enojó.
PROFESOR : Eso te pasa por decir la verdad. Nunca hay que decir la verdad. Y menos a una mujer.
(EL PROFESOR ENCUENTRA EL LIBRO QUE BUSCABA Y LO HOJEA)
ANTONIO : Yo no le conté a Cecilia que usted y yo nos vimos.
PROFESOR : (MIENTRAS SIGUE BUSCANDO) Me parece muy bien.
ANTONIO : Pero tengo que contárselo.
PROFESOR : ¿Para qué? (ENCONTRO EL PARRAFO QUE BUSCABA) ¡Escuchá! (LEE) "Se ha dicho que el silencio es una fuerza
terrible" (LEVANTA LOS OJOS DEL LIBRO Y LE REPITE) ¡Terrible! (VUELVE AL LIBRO) "Cuando está a disposición de aquéllos que
son amados" ¡El silencio!
ANTONIO : ¿Y si se lo cuenta usted? (ACLARA) si usted le cuenta a Cecilia que nos vimos.
PROFESOR : No tengo por qué contárselo.
(PAUSA)
ANTONIO : ¿Va a volver a hablar con ella?
PROFESOR : ¿Por qué no? (LO MIRA) ¿Vos no querés que hable con ella?
(ANTONIO BEBE UN TRAGO DE GINEBRA. SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR:)
ANTONIO : Yo creo que Cecilia está enamorada de usted.
(EL PROFESOR SE QUEDA UN INSTANTE MIRANDOLO)
PROFESOR : ¿Por qué suponés que está enamorada de mí?
ANTONIO : (EXPLOTA) ¡Porque está enamorada de usted! Yo no soy ningún boludo. ¡Está enamorada de usted! Me acuerdo el día
que empezó las clases. Yo la estaba esperando a la salida y le pregunté ¿qué tal el nuevo profesor? ¿Sabe qué me contestó?
"Cuando entró pensé: tiene cara de aburrido. A los diez minutos me dí cuenta que era un hombre del que podía enamorarme". Así
me dijo.
PROFESOR : Me suele suceder. Pasar desapercibido, hasta que me dejan hablar. Pero no te preocupes. Al tiempo dicen: "Es cierto.
Era aburrido". Como un personaje de Chejov.
(EL PROFESOR SE QUEDA MIRANDO A ANTONIO QUE HA VUELTO A CAER EN UN ESTADO DE CONTENIDA ANGUSTIA. SE TOMA SU
TIEMPO PARA DECIR:)
Yo voy a hablar con Cecilia.
ANTONIO : (EXPLOTA) ¡No! ¡Justamente, no! No hable con ella... No le diga nada. Ella va a ir a sus clases, porque son importantes.
Pero, por favor... ¡Déjela tranquila! Todo está bien ahora entre nosotros.
PROFESOR : Pero yo sólo quiero hablarle para ayudarte.
ANTONIO : ¡Por favor! (BREVE PAUSA. LE RECLAMA:) Prométame que no le va a hablar, prométamelo... Prométamelo.
PROFESOR : Está bien. Te lo prometo. Empeño el silencio.
(EL PROFESOR SE TIRA EN LA CAMA A ESCRIBIR. ANTONIO SACA DEL BOLSO ALGUNA PRENDA Y SE CAMBIA HASTA ADQUIRIR UN
ASPECTO DE ALGUIEN QUE PRACTICA DEPORTES. EXTRAE UNA TOALLA Y SE "SECA" EL PELO. ENTRETANTO MIRA AL PROFESOR
QUE ESCRIBE)
ANTONIO : Supongo que no me estará poniendo como personaje... (EL PROFESOR LO MIRA. LE ACLARA:) Lo que escribe. No me
estará escribiendo a mí.
PROFESOR : No. Esta historia pasa durante las invasiones inglesas. No tenés lugar en esta historia. Salvo que convierta al teniente
de húsares en un pendejo, gran fornicador. (TRANSICION) ¿Y por qué no?
ANTONIO : Debe ser lindo escribir. Usted tendría que conocer mi familia. ¡Qué novela escribiría!
PROFESOR : ¡Yo no sé qué cree la gente de los escritores! "Ay, señor, si conociera mi vida, qué novela escribiría"... Tendría que
conocer a mi familia. En realidad no quieren escribir a la familia. Quieren destruirla. Y le piden a uno que sea el verdugo.
(EL PROFESOR SE HA QUEDADO RELEYENDO LO QUE ESCRIBIO. ARRANCA LA HOJA, LA ESTRUJA Y LA TIRA AL SUELO)
PROFESOR : ¿Qué pasa con Cecilia? Yo no la veo nada bien. Esa chica está muy angustiada.
ANTONIO : Ayer pasamos la noche juntos. En el departamento de mi amigo. Cogimos como nunca. Después se puso a llorar, se
abrazó a mí y se quedó dormida. Esta mañana estaba bien.
PROFESOR : Tomemos unas ginebras, ¿eh?
(ANTONIO SE SIENTA JUNTO A LA MESA DEL BAR. EL PROFESOR TOMA LA BOTELLA DE GINEBRA, UN VASO Y OCUPA LA OTRA
SILLA. EL PROFESOR BEBE UN LARGO TRAGO. SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR:)
Lo estuve pensando... Voy a invitarla a Cecilia a tomar un café. Quiero hablar con ella.
ANTONIO : (SE PONE MUY MAL) ¿Pero para qué?
PROFESOR : ¡Porque quiero hablar con ella! ¿O acaso te tengo que pedir permiso?
ANTONIO : La va a joder. ¿No se da cuenta que la va a joder?
PROFESOR : ¿Pero en qué la voy a joder? ¿No me dijiste que está bien? Anoche fornicaron hasta las cinco de la mañana... ella
lloró... Pero esta mañana estaba bien.
ANTONIO : Usted me prometió que no le iba a hablar.
PROFESOR : ¡Pero por Dios! Esa chica puede ser una gran poeta, ¿me oíste? Una gran poeta. Y cuando hablo de gran poeta no
estoy hablando de un artesano de las palabras. ¡Está lleno de artesanos de las palabras! ¡Cientos! ¡Miles! En la escuela primaria...
Escriben una composición sobre la vaca y ya parecen escritores. (GRITA) ¡Pero eso es mierda! A ver si nos entendemos. ¡Pura
mierda!
(BEBE UN LARGO TRAGO. EL ALCOHOL COMIENZA A HACER EFECTO)
Yo escribí: "Tengo un tío que tocaba el trombón". ¿Dónde está la poesía? ¿En trombón? ¡Mierda! Para lo único que me sirvió es para
que me llamara un primo (SE CARGA DE ODIO:) que ni siquiera era primo... Hijo de una prima de mi madre... ¡Tampoco! Está
casado con la hija de una prima de mi madre... (IMITA AL PERSONAJE:) "Gracias por acordarte del tío Cholo..." ¿Qué tío Cholo?
(VUELVE AL PERSONAJE) "¿Te acordás que éramos pibes...?" "El día que se casó la tía Delfina". (SE INDIGNA) "¿Qué tía Delfina?"
(OTRA VEZ EL PERSONAJE) "¡Y el tío Cholo tocó el trombón!" (EXPLOTA) ¡Qué tío Cholo! ¡Qué tía Delfina! Pero el hijo de puta... el
que está casado con una prima de mi madre... ¡Me estaba diciendo que yo tenía un tío que tocaba el trombón! ¡Me cago en la
realidad! (CON DOLOR:) Yo había inventado una imagen poética. Pero todo se achata. Se vuelve cotidiano.
(EL PROFESOR SE PONE DE PIE. ES EVIDENTE QUE SE SIENTE MAL) 
ANTONIO : ¿Le pasa algo?
PROFESOR : No tengo que tomar.
(ANTONIO VA HACIA EL. LO AYUDA A RECOSTARSE EN LA CAMA. EL PROFESOR LE SAÑALA LA MESITA DE LUZ)
PROFESOR : Alcanzame ese frasco.
(EL PROFESOR SE COLOCA UNA PASTILLA EN LA BOCA)
Esta puta presión... En fin... La crisis de la presbicia la atravesé bien. De última... un escritor con anteojos es casi un lugar común...
Pero la presión...
ANTONIO : ¿Quiere que llame a un médico?
PROFESOR : ¡¿Médico?! ¡¡Nooo!! No soy un enfermo. Es un poco de presión nada más. (POR EL REMEDIO) Esta mierda me hace
bien. Ya te puedo correr una carrera.
(ANTONIO LE DEVUELVE UN GESTO SOBRADOR)
¿Qué? Cuando tenía tu edad jugaba al rugby. Y era bastante bueno.
ANTONIO : (IRONICO) ¿Cuando usted tenía mi edad ya se había inventado el rugby?
PROFESOR : (MOLESTO) Ese es un chiste mío. No pretendas imitarme. A Cecilia le gusta como sos.
ANTONIO : ¿Qué quiere decir?
PROFESOR : Que vos ganás.
ANTONIO : Claro que gano.
PROFESOR : Porque yo te dejo ganar.
ANTONIO : ¿Cómo que me deja ganar?
(EL PROFESOR SALTA DE LA CAMA. SE TIRA AL SUELO Y QUEDA ERGUIDO, APOYADO SOBRE LOS BRAZOS EXTENDIDOS)
PROFESOR : ¡Flexiones!
(ANTONIO LO MIRA SIN ENTENDER)
Vamos a hacer flexiones. A ver quién aguanta más.
(EL PROFESOR COMIENZA A HACER FLEXIONES, AL MISMO TIEMPO QUE CUENTA CADA UNO DE LOS EJERCICIOS)
ANTONIO : ¡Por favor! ¡Le puede hacer mal!
PROFESOR : ¡Andate a la mierda!
(LOS MOVIMIENTOS DEL PROFESOR SE VAN HACIENDO MAS LENTOS HASTA QUE SUS BRAZOS NO RESPONDEN. SE LEVANTA
PESADAMENTE)
PROFESOR : A ver cuántas hacés vos.
ANTONIO : ¿Para qué?
PROFESOR : Para ver cuántas hacés. A ver tu juventud. A verla. ¡Vamos!
ANTONIO : (SONRIENDO) Yo puedo hacer muchas más.
PROFESOR : Seguramente. Pero quiero verlo. A ver esa juventud.
ANTONIO : No le encuentro sentido.
PROFESOR : ¿Pero por qué las cosas tienen que tener sentido? Eso es un síntoma de vejez. La racionalidad. Sólo hago lo que tiene
sentido. ¡A tu edad! ¡Cagate en las cosas que tienen sentido! ¡Jugá!
ANTONIO : No sé... Me parece tan absurdo, ponerme a hacer flexiones como un pelotudo.
PROFESOR : ¿No te das cuenta que yo soy más joven que vos? Quincuagenario, présbite e hipertenso... Y soy más joven que vos.
(AGRESIVO) ¿No será que Cecilia se habrá dado cuenta? ¿No será por eso que llora? 
(ANTONIO SE ARROJA AL SUELO Y COMENZARA A HACER FLEXIONES CON LA SEGURIDAD DE UN DEPORTISTA PROFESIONAL.
UNA VEZ QUE SUPERO LA CIFRA DE EJERCICIOS DEL PROFESOR LO MIRA:)
ANTONIO : ¿Quiere más?
(PEGA UN SALTO Y SE PONE DE PIE IMITANDO, CON LOS BRAZOS EN ALTO, EL SALUDO DE LOS ARTISTAS DE CIRCO. LUEGO LE
DICE AL PROFESOR :)
En los cien metros estoy a dos décimas de la marca profesional.
PROFESOR : (SE RIE) Yo no estoy hablando del cuerpo. (SE GOLPEA LA FRENTE) La juventud está acá. (SE BURLA:) Dos décimas
de la marca profesional. ¿Y para qué sirve eso? Corrés... corrés... ¿Y qué? ¡Al pedo! Nunca entedí a esos pelotudos que corren...
corren... ¿A dónde van?
ANTONIO : Yo me siento libre cuando corro.
PROFESOR : (SE ENCRESPA Y SE GOLPEA NUEVAMENTE LA FRENTE) ¡La libertad está acá, pelotudo!
(ANTONIO, MOLESTO, TOMA EL BOLSO Y VA A SENTARSE EN EL CAFE. EL PROFESOR LO MIRA UN INSTANTE. LUEGO LO LLAMA
AFECTUOSAMENTE)
Antonio... Tenemos que charlar, vos y yo.
ANTONIO : ¿Para qué? ¿Qué necesidad tiene de hablar con un pelotudo?
PROFESOR : ¡Vamos...! ¿Vos sabés que yo me doy cuenta que empiezo a querer a alguien cuando lo insulto? Hasta que no le digo
pelotudo es porque me resulta indiferente.
(EL PROFESOR TOMA EL CUADERNO Y SE PONE A ESCRIBIR. ARRANCA LA HOJA, LA ESTRUJA Y LA TIRA. MIRA UN INSTANTE A
ANTONIO)
¿Y Cecilia qué dice de eso de que corras?
(ANTONIO LO MIRA CON ODIO Y NO CONTESTA)
¿No me vas a contestar? ¿Preferís que se lo pregunte yo? ¿Que le hable? (PAUSA) ¿Querés que se lo pregunte?
(ANTONIO TOMA UNA DECISION. VA HACIA EL DEPARTAMENTO DEL PROFESOR)
(SE QUEDA MIRANDOLO UN INSTANTE. EL PROFESOR DEJA DE ESCRIBIR)
PROFESOR : Me alegra que hayas venido. no encontraba un motivo para dejar de escribir.
ANTONIO : (ALGO AGRESIVO) Habló con Cecilia.
(EL PROFESOR LO MIRA Y DIRA CON TONO SINCERO)
PROFESOR : No.
(ANTONIO LE CREE Y SE AFLOJA)
Yo pertenezco a la generación de la barra de café. Cuando dábamos una palabra la cumplíamos. Sobre todo en materia de minas.
Empeñábamos el silencio. 
(HAY UN TIEMPO. ES EVIDENTE QUE ANTONIO QUIERE DECIRLE ALGO AL PROFESOR. ESTE LO ADVIERTE. TOMA LA BOTELLA Y
SIRVE DOS VASOS)
¿Una ginebrita?
(BEBEN. EL PROFESOR ESPERA QUE ANTONIO SE DECIDA. FINALMENTE, ESTE SACA UN PAPEL Y SE LO TIENDE AL PROFESOR.)
ANTONIO : Son cosas que anoté.
(EL PROFESOR SE CALA LOS ANTEOJOS Y LEE. ANTONIO ESTA ANSIOSO)
(EL PROFESOR LE DEVUELVE EL PAPEL)
PROFESOR : (COMO DICIENDO "QUE QUERES QUE TE DIGA") Está bien.
(OTRA PAUSA. ANTONIO SE SIRVE Y BEBE ANSIOSAMENTE)
¿Se lo mostraste a Cecilia?
(ANTONIO NIEGA CON LA CABEZA)
¿Por qué?
ANTONIO : Anoche nos encontramos a las ocho de la noche y empezamos a caminar... Caminamos... caminamos... Hablamos todo
el tiempo. Vimos el amanecer en La Boca. Casi se lo muestro. Pero... ¡Qué sé yo! Quería que usted lo viera antes. Yo no soy un
escritor.
PROFESOR : Yo tampoco.
(ANTONIO SE PONE MAL)
Hijo... Un escritor no es más que las ganas de escribir. Y yo no tengo ganas de escribir. (LO MIRA) ¡Y a vos te gusta correr! ¡Corré!
ANTONIO : ¡Qué sé yo lo que me gusta! Ahora me gusta escribir.
PROFESOR : Y bueno... En esta ciudad la mitad de la gente quiere escribir y la otra mitad poner un restaurante. Pero ninguno se
decide. Por eso encontrás mozos que son poetas y poetas que terminan como dueños de un carrito de la Costanera.
(ANTONIO NO ENTIENDE LA HUMORADA O NO LE PRODUCE GRACIA. EL PROFESOR SE RIE Y ANOTA)
Me puede servir para un cuento.
ANTONIO : Cecilia me dice lo mismo. Si te gusta correr, corré.
(EL PROFESOR SE QUEDA MIRANDOLO UN INSTANTE. SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIRLE:)
PROFESOR : A Cecilia le gusta mirarte desnudo ¿no?
(ANTONIO SE SORPRENDE. EL PROFESOR ADVIERTE QUE HA DADO EN EL CLAVO)
Hace que te pares desnudo arriba de una mesa y te contempla.
(ANTONIO SE PONE MAL)
PROFESOR : Como si fueras una estatua. (PAUSA) ¿No es así?
ANTONIO : (MOLESTO) Tengo que irme.
PROFESOR : (INCISIVO) ¿Es así o no es así?
ANTONIO : Ya es hora...
PROFESOR : ¡Te pregunté si es así o no es así!
ANTONIO : (EXPLOTA) ¡Y yo quiero irme!
(TOMA EL BOLSO E INTENTA LA SALIDA)
PROFESOR : (ES CASI UN RECLAMO) Antonio...
(ANTONIO VUELVE)
Quedate un rato... Nos tomamos unos buenas ginebras, ¿eh?
(ANTONIO ESTA INDECISO. EL PROFESOR SIRVE DOS VASOS. LE TIENDE UNO A ANTONIO. LUEGO HABLA CON NATURALIDAD:)
¿Conocés Devoto? (ANTONIO LO MIRA SIN ENTENDER) Era mi barrio... Ahí me crié. Tiene una plaza hermosa... Y enfrente la
biblioteca. Cuando tenía tu edad me pasaba las horas leyendo bajo los árboles... Y del otro lado había un boliche... Vaya a saber si
está. (MIRA A ANTONIO) Digo... A vos y a Cecilia que les gusta caminar... Váyanse un día.
(EL PROFESOR DEJA DE HABLAR. SU ROSTRO REVELA QUE NO SE SIENTE BIEN)
(INGIERE UNA PASTILLA, ANTONIO LO OBSERVA)
ANTONIO : ¿No se siente bien?
(EL PROFESOR NIEGA CON LA CABEZA PERO NO PUEDE OCULTAR EL MALESTAR)
(ANTONIO SE ANIMA A PREGUNTARLE:)
¿Puedo hacer algo por usted?
(EL PROFESOR MIRA A ANTONIO UN INSTANTE)
PROFESOR : ¿Cómo?
ANTONIO : Le pregunté si puedo hacer algo por usted.
(EL PROFESOR SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR:)
PROFESOR : Desnudate.
(ANTONIO QUEDA SORPRENDIDO. EL PROFESOR INSISTE)
Desnudate. (ANTE LA SORPRESA DE ANTONIO, INSISTE) Me preguntaste qué podés hacer por mí. Bueno... Si querés hacer algo por
mí, desnudate.
(ANTONIO TRANSFORMA LA SORPRESA EN CIERTO TEMOR QUE EL PROFESOR ADVIERTE:)
¡No soy homosexual! No me gustan los hombres... ni los jóvenes. Me gustan las mujeres. ¡Todas las mujeres! Si son capaces de
generar una poética de la sensualidad.
ANTONIO : Como Cecilia.
PROFESOR : Cecilia es una niña. Y las niñas vienen con la sensualidad puesta, aunque no se lo propongan. ¡Pero las hijas de puta
se lo proponen! Descubren la sensualidad cuando cumplen tres años y saben cómo ejercerla hasta que se mueren. Salvo Paula
Albarracín de Sarmiento.
(ANTONIO LANZA UNA CARCAJADA. EL PROFESOR SE MUESTRA SATISFECHO POR LA HUMORADA)
¿Ves? También el amor tiene que justificarse, al menos, en una frase ingeniosa. Y, lo ideal, en una imagen poética. Como cuando
Cecilia escribe: "Vino hacia mí como una estatua desnuda". ¡Eso! Fijate que no escribió "una estatua de mármol". "Una estatua
desnuda". Estaba hablando de un ser humano.
(BREVE PAUSA. BEBE) (MORDAZ) ¿De quién estaba hablando?
(ANTONIO SE PONE A LA DEFENSIVA, PERO NO CONTESTA. EL PROFESOR ESPERA:)
De vos.
ANTONIO : Yo no leí el poema.
PROFESOR : (SE ENCRESPA) ¡Pero de quién carajo estaba hablando sino de vos! ¿No te hace parar sobre la mesa para admirar tu
cuerpo desnudo?
ANTONIO : A ella le gusta admirar mi cuerpo. ¡Eso es cierto! ¡Pero yo no me paro sobre la mesa! ¿Qué soy...? Un...
(NO ENCUENTRA LA PALABRA)
PROFESOR : Exhibicionista. ¿Cómo admira tu cuerpo?
ANTONIO : Lo mira... Dice que le gusta mi cuerpo.
PROFESOR : Si lo admira es porque le gusta verlo. ¿Cómo te lo ve?
ANTONIO : ¡Me le ve! Si nos acostamos...
PROFESOR : ¡Eso ya lo sé! Pero... ¿qué? Uno al lado del otro, en la cama, desnudos... Si yo me tiro boca arriba en la cama, no se
me nota la panza... Si me paro... Ella dice: "Vino a mí como una estatua desnuda". Las estatuas uno las ve. Las admira. No las toca.
No las abraza. ¡¡Las contempla!! ¡Son un hecho estético!
ANTONIO : Usted quiere decir que para Cecilia no soy más que una estatua...
PROFESOR : No lo sé. ¿Por qué no te muestra sus poemas?
(ANTONIO SE PONE MUY MAL. EL PROFESOR SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR:)
Desnudate.
(ANTONIO, MUY ALTERADO, SE DESNUDA Y DICE:)
ANTONIO : ¿Sabe qué me pide? Que me ponga así. Para poder hacer el amor yo me tengo que poner así.
(HA QUEDADO DESNUDO CON LAS MANOS CRUZADAS DETRAS DE LA CABEZA. SU CUERPO ES REALMENTE PERFECTO. EL
PROFESOR LO MIRA)
PROFESOR : Yo no entiendo de hombres. Pero sos realmente muy bello. (CAMBIA DE TONO) ¿Sabés como sigue el poema? "Y se
convirtió en un puñado de sal".
ANTONIO : (HA VUELTO A VESTIRSE. MIRA AL PROFESOR) La estatua desnuda soy yo. ¿Qué quiere decir que me convierto en un
puñado de sal?
PROFESOR : Esa pendeja te está jodiendo.
(ANTONIO BEBE UN LARGO TRAGO. SE TOMA SU TIEMPO PARA EXPLOTAR)
ANTONIO : ¡Eso tiene que ver con usted! ¡Es usted el que le llena la cabeza! Usted es un viejo degenerado.
PROFESOR : Tuteame, si querés.
ANTONIO : ¡Pero yo me cojo a Cecilia! ¡¡Yo!! ¿Y quiere que le cuente lo que le hago? ¿Cómo lo hago? ¿Quiere que se lo cuente?
(ANTONIO SALE DE LA HABITACION DEL PROFESOR Y VA A SENTARSE EN EL BAR. EL PROFESOR ESCRIBE)
PROFESOR : (POR LO QUE ESTA ESCRIBIENDO) ¿Por qué el tutor tiene que ser un hombre joven? Julia podría enamorarse de un
hombre mayor...
(ANTONIO SE ESTA SECANDO EL PELO CON UNA TOALLA. ACABA DE ENTRENAR)
ANTONIO : Quiero hablar con usted.
PROFESOR : Estoy escribiendo. (SIGUE CON EL CUENTO) Julia y el teniente de húsares hacen el amor en la playa... El tutor los
ve...
ANTONIO : (ALGO AMENAZANTE) Tenemos que hablar...
PROFESOR : (LO CHISTA) ¡Después! Julia se deja deslumbrar por las palabras del tutor... Las palabras... Las palabras... El tutor
dice: El arte de amar no es más que eso. La palabra justa en el momento preciso.
(ANTONIO, ALTERADO, INVADE LA HABITACION DEL PROFESOR)
ANTONIO : ¡Me va a escuchar! (LO MIRA) ¿Así que el silencio empeñado?
PROFESOR : ¿Qué te pasa?
ANTONIO : Le habló. (PAUSA) ¡La citó en un bar y le habló!
PROFESOR : ¡No es cierto! ¡Yo no le dí ninguna cita! Yo estaba en el bar haciendo tiempo...
ANTONIO : ¡Pero usted se la pasa haciendo tiempo!
PROFESOR : ¡Y sí! Esta es mi vida. Terminar una clase y hacer tiempo hasta la otra. Este mes me releí "La guerra y la paz".
ANTONIO : Ella me dijo que usted la citó.
PROFESOR : ¡Y eso no es cierto! Se sentó a mi mesa...
ANTONIO : Usted me prometió que la iba a dejar tranquila.
PROFESOR : ¡Se sentó a mi mesa!
ANTONIO : ¡Dejó de ir a una clase para estar con ella!
PROFESOR : Nos quedamos charlando...
ANTONIO : ¡Dos horas!
PROFESOR : ¡Y sí! es más útil dedicarle dos horas a esa chica que esos otros veinte mediocres que en su puta vida van a escribir
una línea propia. ¡Mediocres! Cuando encuentran una imagen que vale la pena, la achatan. ¡Parece que lo hicieran a propósito! Y, de
pronto, cuando aparece el riesgo de la palabra... ¡Ya está escrito!
(SE CALMA. MIRA A ANTONIO QUE ESTA MUY ALTERADO)
No fue más que una conversación entre un profesor y una alumna.
ANTONIO : (VIOLENTO) ¿¡Ah, sí!? ¿Y por qué la llama Cosette? ¿Qué necesidad tiene de llamarla Cosette?
PROFESOR : ¡No es nada más que un personaje!
ANTONIO : ¡Lo sé! ¡De "Los miserables"! Cecilia me lo dijo. Y me leí la novela.
PROFESOR : Ya lo ves.
ANTONIO : ¡Es una historia de amor!
PROFESOR : Sí... Pero como literatura es pobre. Admitámoslo. Cuando tenía quince años la leí tres veces. Ni Víctor Hugo fue capaz
de esa hazaña.
ANTONIO : Cecilia no se parece a Cosette.
PROFESOR : ¡Qué sé yo! Es el recuerdo que yo tengo. De última... Si ella es Cosette, vos serás el joven Mario y yo el viejo Jean
Valjean. ¿Qué te preocupa?
(ANTONIO BEBE UN TRAGO. SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR:)
ANTONIO : El fin de semana lo pasamos juntos...
PROFESOR : Ya me lo contaste. (MOLESTO) Hicieron el amor en la playa. Se habrán cagado de frío, supongo.
ANTONIO : (DESCONCERTADO) ¿Qué playa? En el departamento de mi amigo... Se fue de Buenos Aires y...
PROFESOR : ¿No era en la playa? (RECAPACITA) No, está bien... En el departamento del hijo de puta ese que se va de Buenos
Aires...
(ANTONIO SE HA QUEDADO MIRANDOLO. EL PROFESOR BEBE)
¡Seguí!
ANTONIO : Bueno... De pronto, Cecilia se puso muy mal... Empezó a llorar y a decirme que quería estar con usted. Que necesitaba
hablar con usted. Que era el único hombre verdaderamente inteligente que conocía. ¡Se puso como loca! Tuve que pegarle.
PROFESOR : (ALTERADO) ¿Cómo tuviste que pegarle?
ANTONIO : Estaba como loca.
PROFESOR : (INDIGNADO) ¿Le pegaste?
ANTONIO : Un cachetazo. Nada más que un cachetazo. Pero le hizo bien. Porque se abrazó a mí. Me dijo que todo lo que quería
era estar conmigo. Cogimos como nunca. (DIVERTIDO) Diez, veinte veces. No bajamos ni a comer... Lo único que había en el
departamento eran galletitas y té. Fue bárbaro.
(EL PROFESOR HA ESTADO BEBIENDO. LA HISTORIA DE ANTONIO LO PUSO MUY MAL. HACE ESFUERZOS PARA PARECER
NORMAL:)
PROFESOR : Por lo visto. Cecilia nos precisa a los dos.
ANTONIO : (A LA DEFENSIVA) ¿Qué quiere decir?
PROFESOR : Es como un bello cuento. Julia ama a su tutor, pero se acuesta con el joven teniente de húsares. Mientras los ingleses
invaden Buenos Aires.
ANTONIO : ¿Quién es Julia?
PROFESOR : Eso no te importa. (DE PRONTO, EXULTANTE:) Salgamos un día los tres. (ANTONIO LO MIRA) Cecilia, vos y yo.
ANTONIO : ¿Para qué?
PROFESOR : ¿Cómo para qué?
ANTONIO : Habíamos quedado en no decirle nada de...
PROFESOR : ¡No hay nada que decirle! Es más... Vos la citás en un bar... Y yo aparezco, como si fuera una coincidencia. Y nos
vamos los tres al cine. El sábado dan "Alejandro Nievsky". ¿Viste "Alejandro Nievsky"?
(ANTONIO ALCANZA A DECIR QUE NO)
¡La película que inventó el cine! ¡Y que lo mató para siempre! La escena de la batalla... Todo lo que ustedes ven hoy... Bergman,
Visconti... ¡Está todo ahí!
ANTONIO : ¿Pero para qué?
PROFESOR : ¡Oíme...! Cecilia tiene que ver esa película. La escena de la batalla... Es la única que es poesía pura. Como un
cuadro... Yo le expliqué a Cecilia: el cine está muerto. Como esta muerta la novela. Porque necesitan de lo narrativo. ¡Y la anécdota
pudre todo! ¡El puto ingenio! Por eso lo único vivo es la pintura... La imagen pura. Y la poesía. La palabra pura. Pero "Alejandro
Nievsky"... La escena de la batalla... ¡Cecilia tiene que verla! ¡Vamos los tres! Yo los invito. Después nos vamos a cenar y a tomar un
café. Yo los invito.
ANTONIO : ¿Para qué? ¿Para demostrarle a Cecilia que usted es un genio y yo un pobre tipo?
PROFESOR : No... No, hijo, no. Salgamos los tres, ¿eh? Me gusta oír a los jóvenes.
ANTONIO : No es cierto. Lo que le gusta es que los jóvenes lo escuchen a usted.
PROFESOR : Vieja manía de profesor. (PAUSA) "Mas la noche ventosa, la límpida noche que el recuerdo rozaba solamente, está
remota, es un recuerdo".
ANTONIO : Eso es muy hermoso, profesor.
PROFESOR : Lo escribió Pavese... ¿Cuándo salimos los tres?
(EL PROFESOR INGIERE UN REMEDIO Y SE TIRA EN LA CAMA)
ANTONIO : Yo no voy a hacer el papel de boludo. Salga usted con ella. Invítela al cine.
PROFESOR : La invité.
(ANTONIO QUEDA PARALIZADO. MIRA AL PROFESOR)
Me dijo que no. Bah... No fue así. Yo le dije: "Algún día me gustaría ir al cine con vos". Se sonrió y me contestó: "Cuando cumpla los
dieciocho y me dejen entrar". (YA ESTA SEMIDORMIDO Y ALCANZA A DECIR:) Esa pendeja entiende.
(EL PROFESOR SE QUEDA DORMIDO)
ANTONIO : Cecilia no me dijo nada. ¿Por qué no me dijo que la invitó a ir al cine? ¿Por qué no me lo dijo? ¡¡Por qué me mienten los
dos!!
(ANTONIO SE SIENTA EN LA MESA DEL BAR Y SE PONE A ESCRIBIR)
(EL PROFESOR LO MIRA. HABLA POR ANTONIO)
PROFESOR : Anoche fuimos a la plaza Devoto... cogimos en un banco, bajo los árboles... El mismo banco donde el profesor se
sentaba a leer "Los Miserables". ¡Ese viejo de mierda! (PAUSA)
(ANTONIO DEJA DE ESCRIBIR Y ALTERADO INVADE LA HABITACION DEL PROFESOR)
ANTONIO : ¡Usted se acostó con Cecilia!
(EL PROFESOR LO MIRA ASOMBRADO PERO NO TIENE TIEMPO PARA CONTESTAR)
(ANTONIO COMIENZA A "ROMPERLE" LA HABITACION)
¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué me lo ocultaron?
PROFESOR : (ALCANZA A DECIR) ¿Qué te pasa...? ¿Te volviste loco?
(ANTONIO SIGUE EN LO SUYO. TIRANDO TODO LO QUE ENCUENTRA EN SU CAMINO)
ANTONIO : Gepeto... (LO DIRA TEXTUALMENTE) Gepeto...
PROFESOR : ¿Quién es Gepeto...?
ANTONIO : ¿Por qué no la dejó tranquila? ¡La amo! ¿No se da cuenta? ¡La amo! ¡Viejo farsante!
(SE PONE A LLORAR)
PROFESOR : ¿Qué estás diciendo...? (INTENTA TOCARLO)
(ANTONIO SE DESPRENDE Y LE GRITA)
ANTONIO : Lo logró... ¡Ganó usted! Hace una semana que no la veo.
PROFESOR : Yo no tengo nada que ver...
ANTONIO : ¡¡No me mienta más!! (LE GRITA) "Por fin anoche, mi admirado profesor, mi amado Gepeto se metió en mi cama, me
penetró e hizo de mí un ser humano".
(EL PROFESOR LO MIRA SIN ENTENDER)
Leí el poema... Lo leí.
(EL PROFESOR SE TOMA SU TIEMPO PARA ENTENDER)
PROFESOR : ¡Yepeto...! El viejo carpintero... El que inventó a Pinocho.
(ANTONIO SE CALMA ANTE LA EXPLOSION DEL PROFESOR. LO MIRA)
PROFESOR : No es Gepeto... Es Yepeto... el de los anteojitos... el carcamán... ¡Viejo bondadoso hijo de puta! (A ANTONIO) ¿Cómo
decía el poema?
(ANTONIO LO MIRA SIN REACCIONAR)
El poema que escribió Cecilia... El admirado profesor... que la penetró... Repetilo. ¡Repetilo carajo!
ANTONIO : (AHORA MAS CALMADO) "Por fin anoche, mi admirado profesor, mi amado Gepeto..."
PROFESOR : (A PESAR SUYO LE SALE EL PROFESOR) Yepeto, Se pronuncia Yepeto. Seguí.
ANTONIO : "Mi amado Yepeto se metió en mi cama, me penetró e hizo de mí un ser humano".
(SE HACE UNA PAUSA PROLONGADA. EL PROFESOR BEBE. ANTONIO VA A SENTARSE AL BAR. EL PROFESOR -AL BORDE DE LAS
LAGRIMAS- DIRA:)
PROFESOR : Para ella no soy más que un viejo titiritero.
(EL PROFESOR NECESITA ACOSTARSE. SE SIENTE FISICAMENTE MAL)
(TOMA UNA PASTILLA. ANTONIO ESCRIBE. TIRA LO QUE ESCRIBIO)
(AMBOS SE QUEDAN EN SILENCIO. HASTA QUE EL PROFESOR DICE:)
Antonio... ¿Qué pasa que no venías a verme?
ANTONIO : Profesor... Necesitaría hablar con usted.
PROFESOR : Antonio, no debería decírtelo, pero tenés que saberlo: ella va a elegir al más vulnerable.
(PAUSA. HASTA QUE ANTONIO, ALEGREMENTE, INVADE LA HABITACION DEL PROFESOR)
ANTONIO : Hola...
PROFESOR : (CONTENTO) Antonio.
ANTONIO : ¿Cómo anda?
PROFESOR : Jodido... (TOMA UNA PASTILLA) Esta es para la presión. Pero me hace mal al hígado. (TOMA OTRA) Esta me cura el
hígado... Pero me levanta la presión.
(ANTONIO SE RIE. ESTO ALEGRA EL PROFESOR)
Pero estoy bien. Todo lo que tengo que hacer es dejar el cigarrillo, la bebida, la actividad sexual, caminar cuarenta cuadras por día,
comer verdura y leer "Platero y yo". Así puedo llegar a los sesenta.
(ANTONIO RIE FRANCAMENTE. ESTO HACE BIEN AL PROFESOR)
¿Y vos?
ANTONIO : Bien.
PROFESOR : ¿Entrenás?
ANTONIO : A veces.
PROFESOR : ¡Entrená! ¿No era que estabas a dos décimas de... no sé qué?
ANTONIO : De la marca profesional.
PROFESOR : Dos décimas no es nada.
ANTONIO : Eso es lo que usted cree.
PROFESOR : Pensá en mí, correcaminos. Estoy a cien años de Flaubert y a cuatrocientos de Cervantes.
(ANTONIO SACA UN RECORTE DEL BOLSILLO Y SE LO EXTIENDE AL PROFESOR)
ANTONIO : ¿Lo vio?
PROFESOR : Sí... sí...
ANTONIO : Habla muy bien de usted.
PROFESOR : ¡Pero mirá la foto! Parezco el padre de Sábato.
ANTONIO : (COMO SI LE DIERA LA GRAN NOTICIA) Dicen que es un habilidoso estratega del lenguaje.
PROFESOR : Lo leí... (PAUSA) ¿Sabés quién fue Paganini?
ANTONIO : Un músico.
PROFESOR : ¡Bien, correcaminos! Bueno... según se cuenta, Paganini estaba una vez tocando un concierto y se le rompió la cuerda
del violín. Pero siguió tocando. Pero hete aquí que se le rompió otra cuerda. ¡Y siguió tocando! ¡Y no va y se le rompe la tercera
cuerda! (COMENTA:) Puta que hay que tener mala suerte... ¡Y se le rompe otra cuerda! En fin... lo cierto es que terminó el concierto
tocando en una sola cuerda. (PAUSA) Ahora, digo yo... Paganini equivocó la profesión. Tendría que haber sido equilibrista de circo.
Moraleja: Paganini fue un habilidoso estratega de la cuerda del violín. (LO MIRA) ¿Entendiste?
ANTONIO : Más o menos.
PROFESOR : No entendiste un carajo, correcaminos. Pero no importa.
(EL PROFESOR LO MIRA)
ANTONIO : (ALEGREMENTE) Queremos invitarlo a salir un día los tres.
PROFESOR : (REACCIONA) ¿Cómo los tres?
ANTONIO : Y sí... Salir una noche los tres. Ir al cine... a comer algo... a charlar...
PROFESOR : (SE VA PONIENDO MAL) ¿De quién fue la idea?
ANTONIO : Mía. Y a Cecilia le pareció bien. Le encantó. 
(SE HACE UNA PAUSA PROLONGADA. EL PROFESOR ESTA TOMANDO UNA DECISION HASTA QUE DICE:)
PROFESOR : Dame una ginebra.
ANTONIO : No puede tomar, profesor.
PROFESOR : ¡Que me des una ginebra, carajo!
(ANTONIO LE TIENDE UN VASO)
Por lo menos que me den el derecho a elegir mi presión. Quiero llegar a 28. Batir el record. ¡En algo tengo que ser el mejor!
(EL PROFESOR BEBE UN LARGO TRAGO QUE PARECE CALMARLO. SIN EMBARGO NO PIERDE SU TONO IRONICO:)
Salir los tres... ¡Qué bien! ¿Cómo lo decidieron, correcaminos? Contame.
ANTONIO : Pasamos dos días en el departamento de ese amigo que se va...
PROFESOR : (EXPLOTA) ¡¿Pero dónde carajo se va ese hijo de puta?!
ANTONIO : Al interior... Es viajante de comercio.
PROFESOR : Seguí.
ANTONIO : Y bueno... Hablamos... hablamos mucho de lo que nos pasa... Del futuro... Esas cosas, ¿no? (BREVE PAUSA) Y
hablamos de usted. Hablamos mucho de usted.
PROFESOR : Y le contaste que vos y yo nos vemos.
ANTONIO : (DIVERTIDO) Sí.
PROFESOR : Le contaste todo. Desde el primer día que nos encontramos.
ANTONIO : Sí... Desde el día que lo llamé para putearlo.
PROFESOR : ¿Y Cecilia qué dijo?
ANTONIO : Se cagó de risa.
PROFESOR : (CON AMARGURA) No tenías derecho...
ANTONIO : No lo entiendo.
PROFESOR : ¿Por qué le contaste todo?
ANTONIO : Nosotros nos decimos siempre la verdad.
PROFESOR : (ESTALLA) ¡¡Me cago en la verdad de ustedes!! ¿¡Y yo qué soy!? ¿Un sorete?
ANTONIO : (ASOMBRADO) ¿Por qué dice eso, profesor?
PROFESOR : Son dos hijos de puta... Dos pendejos hijos de puta... Ahora sí... Ahora salgamos los tres. Ahora que ella sabe que yo
soy el viejo Yepeto. ¡Salgamos los tres! Vamos a ver la retrospectiva del cine sueco así el profesor nos explica el mundo místico de
Bergman y su relación con... ¡La concha de su hermana!
ANTONIO : (ALCANZA A DECIR) ¿Qué le pasa, profesor?
PROFESOR : (SIGUE DESCARGANDO) Y después vamos a cenar y el profesor nos va a contar que estuvo presente el día que
Flaubert, en un viejo café de París, le contó a Balzac que tenía una idea para una novela sobre la vida de una mujer... Y Balzac le
preguntó: "¿Qué título le vas a poner?". Madame Bovary. Y Balzac le dijo: "Es un título de mierda. No la escribas".
ANTONIO : No lo entiendo, profesor...
PROFESOR : ¡Sí que entendés! ¡entendés todo! Cuando salgamos los tres, haceme acordar que se lo cuente a Cecilia. Ella se va a
reír. Y después de la cena nos vamos a tomar un café al viejo bar de Villa Devoto donde el profesor iba cuando tenía la edad de
ustedes... Y ahí, el viejo titiritero se toma dos ginebras y los puede hacer reír, con frases propias, otras copiadas y, quizás... ¡quizás!
si está inspirado, con una frase original. Hasta que, a cierta hora, suelo orinarme encima. En ese caso, por favor, me traen hasta
casa. Y después, ustedes se van a copular cuatro días seguidos a la casa del hijo de puta ese del viajante de comercio.
(EL PROFESOR ESTA AGOTADO. SU MEZCLA DE MALESTAR FISICO Y DOLOR ES EVIDENTE. BEBE. ANTONIO LO MIRA UN
INSTANTE Y LUEGO DIRA CON TODA INGENUIDAD)
ANTONIO : Cecilia y yo lo queremos mucho.
EL PROFESOR LO MIRA UN INSTANTE. COMENZARA A TIRARLE CON TODO LO QUE TIENE A MANO)
PROFESOR : Es lo peor que podías decirme... ¡Imbécil! (SE LE VA ACERCANDO E INTENTA PEGARLE) ¡¡Imbécil!! 
(EL MANOSEO LOS HA ACERCADO FISICAMENTE HASTA QUE EL PROFESOR CONVIERTE LA AGRESION EN UN ABRAZO. POR FIN,
EL AFECTO ESTALLA)
Yo también los quiero mucho, correcaminos.
(HAY UN TIEMPO HASTA QUE EL PROFESOR SE ARREPIENTE DE SU DESBORDE EMOCIONAL. SE SEPARA. BEBE)
(ANTONIO, ANTE LA CONFESION DEL PROFESOR, SE SIENTE HABILITADO PARA CONFESAR:)
ANTONIO : Profesor... (SACA UN PAPEL DEL BOLSILLO Y SE LO ENTREGA)
PROFESOR : ¿Qué es esto?
ANTONIO : Le escribí un poema a Cecilia.
PROFESOR : (IRONICO) ¿Pero, por qué, pobre chica? ¿Qué te hizo?
(EL PROFESOR TOMA EL PAPEL, SE CALA LOS ANTEOJITOS Y LEE)
No está mal, correcaminos... No está mal. Claro que "abandonado como un niño en el desierto...". No es muy feliz. No, no. En
principio, "abandonado como...". Olvídalo. En 1924 Neruda escribió "abandonado como los muelles en el alba". No es una genialidad,
pero hay que superar esa imagen.
ANTONIO : Pero yo no voy a escribir un buen poema...
PROFESOR : ¡Pero Cecilia te lo va a exigir!
(SIGUE LEYENDO)
Mierda... mierda... (LO MIRA COMPASIVAMENTE) ¿Cómo se puede poner la palabra "azabache"? Deberían prohibírsela hasta a los
vendedores de artesanías. (LEE Y SE DETIENE) "Desde la profundidad de tu mirada oscura..." (A ANTONIO) Si es profunda es
oscura. (TACHA, ESCRIBE Y AL MISMO TIEMPO DICE) "Desde la profundidad de tu mirada azul..."
ANTONIO : (PROTESTA) Pero Cecilia tiene los ojos oscuros...
PROFESOR : ¡Y qué carajo importa Cecilia! ¡Estamos hablando de poesía!
(SIGUE LEYENDO)
Alta mierda... alta mierda... (SE DETIENE Y EXPLOTA) ¡¿Qué es esto?! ¿Lunas redondas? ¿Las tetas? ¿Las tetas dos lunas redondas?
¡Es deplorable! André Breton escribió: "Mi mujer con senos de crisol de rubíes. Con senos de espectro de la rosa bajo el rocío".
¿Cómo podés llamarlas lunas redondas?
ANTONIO : (MOLESTO) Para mí son dos lunas redondas...
PROFESOR : (INDIGNADO) ¡Entonces poné las tetas de Cecilia! ¡Las grandes tetas de Cecilia! ¡Y dejémonos de joder!
(ESTRUJA EL PAPEL Y LO TIRA)
¡Esto es mierda! ¡Pura mierda!
(ANTONIO HA QUEDADO RESENTIDO. EL PROFESOR BEBE. LO MIRA UN INSTANTE. LUEGO DICE:)
¿Para qué le escribiste un poema si podés hacerle el amor?
(AHORA ES ANTONIO EL QUE BEBE Y SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR:)
ANTONIO : Usted está enamorado de Cecilia.
(EL PROFESOR LO MIRA. POR PRIMERA VEZ NO SABE QUE CONTESTAR)
Yo le pregunté a Cecilia si estaba enamorada de usted.
PROFESOR : ¿Y qué te contestó?
ANTONIO : Que no. Entonces le pregunté: pero estuviste enamorada de él. "Estuve enamorada del misterio", me contestó. ¿Qué
me quiso decir?
PROFESOR : Esa pendeja es una hija de puta. Sabe mucho.
ANTONIO : Yo no sé si no está enamorada de usted.
PROFESOR : Ya no. Cuando ella escribió el poema mató el misterio. Ya no.
(SE HACE UNA PAUSA PROLONGADA. EL PROFESOR BEBE, PROFUNDAMENTE ANGUSTIADO)
En definitiva, un escritor se apasiona con la realidad sólo cuando le sirve para escribirla. Y, cuando la escribe, deja de apasionarlo. Se
acabó el misterio.
(EL PROFESOR SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR:)
Y ahora andate, que tengo que trabajar.
(ANTONIO VA HACIA EL BAR. SE SIENTA JUNTO A LA MESA DONDE PERMANECERA EN LA ACTITUD DE QUIEN ESPERA A ALGUIEN.
ESTA TRANQUILO. EL PROFESOR COMENZARA A RECOGER LOS PAPELES QUE FUE TIRANDO AL PISO DURANTE LA OBRA. LOS
REVISA. SE SIRVE UN VASO DE GINEBRA Y BEBE. MIRA LOS PAPELES Y ANOTA. DE PRONTO EXCLAMA, ALEGRE:)
¡Claro...! Cuando Julia revela su amor por el teniente de húsares, se acaba el misterio. El tutor deja de amarla. Se libera de su amor.
Se libera. Porque se acabó el misterio. Ahí está todo. (PAUSA) Como dijo Prevert: "Sólo amo a aquellos que me aman".
(EL PROFESOR ESCRIBE FRENETICAMENTE. LEE LO QUE ESCRIBIO)
Y el Tutor se preguntará... "¿Cómo pude, alguna vez, amar a Julia?"
(EL PROFESOR ESTA FELIZ. MIRA A ANTONIO Y LE DICE:)
Podés copular con Julia hasta el día de tu muerte.
(VUELVE AL PAPEL. SU ROSTRO SE ENSOMBRECE)
¿Y para qué me sirve? En el mejor de los casos, será un cuento genial.
(SE TOMA SU TIEMPO PARA DECIR ALGO QUE, A ESTA ALTURA DE SU VIDA, ES LA MAS DOLOROSA DE LAS CONCLUSIONES:)
¡Me cago en la literatura!
FIN
 

Av Roque Sáenz Peña 943


C1035AAE Buenos Aires, Argentina
Tel. (011) 4326-3606 
E-mail info@teatrodelpueblo.org.ar
 

Segundo tiempo 
de Ricardo Halac
 
A don José, mi padre.

La Sociedad General de Autores (ARGENTORES), distinguió a esta pieza con el premio a la mejor comedia de 1976. 

PERSONAJES:
PABLO Luis Brandoni
MARISA Marta Bianchi
MADRE Chela Ruiz 

Asistente de Dirección Jorge Prats


Escenografía y vestuario Emilio Basaldúa
Dirección Osvaldo Bonet

"Segundo Tiempo" se estrenó el 25 de junio de 1976, en el Teatro Lasalle de Buenos Aires.

La acción sucede en: un departamento de un ambiente, en un viejo edificio del sur de la Capital; en un cuarto de estar, en casa de la
madre; y en un cementerio. 

PRIMER ACTO 

Viejo departamento de un ambiente ubicado en un barrio del sur de la ciudad. El único lugar privado es el baño, al fondo. A un lado
la cocinita, sin puerta, todo a la vista. Del lado opuesto, la cama matrimonial, y sobre ella un tragaluz que sirve más que nada de
ventilación. Delante de la cocinita, cerca de la puerta de calle, una mesa con sillas desde donde se puede ver la televisión. Por
comodidad llamaremos a esta parte comedor y a las otras dormitorio y cocina. 

Al encenderse las luces Marisa está sentada en una silla del comedor, desaliñada, con un cigarrillo en la mano, pensando ante el
televisor apagado. Entra Pablo dando un portazo. Marisa se para de un salto, dejando el cigarrillo en el cenicero. 

PABLO - ¡Llegué, Marisa! ¡Llegué...! Aquí está el Super-Pablo, "o de terror da cama"... ¡Siempre listo, siempre dispuesto, siempre
cumplidor! (Se saca el saco y lo cuelga del perchero. Sus ojos brillan con picardía) ¡A ver ese suspiro! ¡Más fuerte que no lo oigo!
Marisa corre al baño mientras Pablo la busca. Se siente dinámico; su propio humor lo va poniendo mejor.
-¡Te oí...! ¡Ya sé dónde estás! Arreglándote a la disparada. Porque no me esperabas a esta hora, y sabés que cuando llego me gusta
que me recibas hecha un pimpollo. (Empieza a sacarse la ropa, sigue hablando) Querida, sé que en este momento te estás
rompiendo la cabeza tratando de entender cómo es posible que tu marido esté en casa a las tres de la tarde. Es muy sencillo.
Resulta que estaba en el trabajo mordiéndome los codos, laburo hijo de puta, cuando de pronto me enteré que a la tarde empezaba
un paro de transporte. Entonces junté a los compañeros y les dije: "Muchachos, si quieren salir antes de hora, ¡síganme!". Y fuimos
todos juntos a ver al jefe. "Señor -le dije- ¿usted se imagina lo que va a ser el centro dentro de un rato? Los hombres se van a
pelear por un taxi; las mujeres van a correr con los chicos en brazos; los viejos se van a tirar por la ventana para llegar más rápido a
la calle... ¡Vamos, señor! ¡Decídase! ¿O le importan más estos papeles que la vida de sus empleados?" (Pausa. Se pone un dedo bajo
el ojo) ¡A la media hora, estábamos todos en la calle!
Da unos pasos mientras su mujer, en la puerta del baño, se prepara para recibirlo.
-¿Y qué hizo este piola cuando lo soltaron? ¿Se fue por ahí... como hicieron los otros? (Suspira) Porque la gente rajaba pero nadie se
fijaba cómo estaba el día. ¡Y arriba había un sol así de grande, que daba unas ganas locas de vivir! (Guiña un ojo) Fue entonces que
se me ocurrió una cosa que podía hacer con mi mujercita... para sentir que había aprovechado la tarde. (Ella se acerca despacio. El,
que ya está casi desnudo, se restrega las manos, va hacia ella y la besa) ¡Hola querida!
MARISA - Hola, Pablo.
PABLO - (Estupefacto) ¿Es todo lo que tenés para decirme? ¿Llego a casa a las tres de la tarde, y en vez de correr a abrazarme me
decía "hola, Pablo"...?
MARISA - Estaba distraída.
PABLO - ¡Querida, con la entrada que hice se podía despertar a la sorda del quinto piso! (Descubre el cigarrillo encendido) Qué,
¿ahora fumás?
MARISA - Estaba mirando televisión...
PABLO - ¿Con el aparato desenchufado? (Ella no dice nada. El encuentra unas carpetas tiradas por el suelo) Ahora entiendo...
¡Graciela!
MARISA - ¿Qué pasa con Graciela?
PABLO - Estuvo otra vez por aquí, ¿no?
MARISA - Sólo un rato...
PABLO - Y se dejó olvidados, como al descuido, algunos apuntes. Así, para sembrarte envidia. (Suspira, los deja sobre el televisor)
No importa... ¡la nena es dueña de hacer lo que se le antoje en sus ratos libres! Pero ahora, venga para acá... (La atrae con fuerza.
Ella quiere soltarse, él la aprieta más) ¡Pará! ¡Marisa, descubrí algo! (La besa, aunque ella no quiere) Algo que nunca hicimos juntos.
(Se miran) Decime: ¿nos metimos alguna vez en la cama de día?
MARISA - (Cansada) No sé.
PABLO - ¡Los dos en la cama y el sol allá arriba! (La acaricia, intenta llevarla hacia el dormitorio) ¡Vas a ver, te va a gustar!
MARISA - (Se debate por soltarse) Esperá...
PABLO - ¿Qué te pasa?
MARISA - Dejame pasar...
PABLO - ¿A dónde querés ir?
MARISA - ¡Al baño, a arreglarme un poco!
PABLO - (La atrae, le mete la mano debajo de la pollera) ¿Para qué te vas a arreglar, si ahora te voy a desarreglar toda? (Marisa
consigue zafarse y se encierra en el baño de nuevo)
PABLO - ¡Marisa, quiero ganar la tarde!
MARISA - ¡Esperá un poco!
PABLO - ¡Tiramos la ropa al suelo y nos acostamos con el sol en la cama! (Va hacia el tragaluz y corre la cortina. El sol entra e
inunda la cama, canta: ) "O sole míoooo...!" Así te quería tener, todo para mí. (Cierra los ojos) ¡Te van a prohibir, a vos! ¡Hasta en el
verano! ¡Si no un día la gente va a dejar el trabajo, y va a ir en masa a tirarse a dormir a la playa! (Se deja caer de espaldas en la
cama. Rebota sobre ella, feliz) ¡Viva el sol! ¡Viva! (Gira sobre sí mismo, gozando. De pronto, tiene una idea: ) Tengo que organizar
una festichola. Una cosa nunca vista. (Alto: ) ¿Marisa, estás?
MARISA - ¡Ya voy!
A través de la pared del baño vemos la sombra de Marisa, mientras se inclina agobiada.
PABLO - (Se para de un salto) Tengo que inventar una distinta para la ocasión. (Tira tres o cuatro almohadones al suelo y se para
delante de la cama) ¡Marisa, estamos en una isla desierta y vos sos la única mujer! ¡Hace rato que vengo siguiendo tus pisadas por
la playa...! ¡Yo soy un náufrago, muerto de ganas! ¡Al final te descubro, dormida sobre la arena!...¡desnuda! (Gozoso) ¡Marisa, vení a
la playa que te estoy esperando!
MARISA - (Harta) ¡Ahora no puedo salir!
PABLO - (Silencio) ¿Dijo que no podía salir? Sí oí bien...lanzó un grito. (Imagina) Alguien la tiene secuestrada en la choza. Tengo que
salvarla. Despacio... puede ser peligroso. ¡Un maniático sexual! Hoy abundan mucho... (Avanza a hurtadillas) Hijo de puta... te
aprovechás de una pobre mujer indefensa...
Agarra un almohadón grande y le clava varias veces un imaginario puñal.
MARISA - ¡Pablo, no empecemos con eso, ahora!
PABLO - Querida, ¿estás bien...?
MARISA - ¡Dejate de pavadas, por favor!
En el baño, Marisa empieza a ponerse en movimiento. Se arregla un poco.
PABLO - (Pausa larga) Tiene razón. Tenemos toda la tarde por delante. Podría encontrar algo más original, ¿no? (Busca algún
elemento. Hay una soga arrollada en la mesita del televisor) ¿Con la soga? No, con la soga no. (Ve la gorra de baño de su mujer
tirada. Se la pone, para ver si le inspira algo. Vuelve al comedor) ¡Marisa...! Vos sos una cosmonauta perdida en el espacio. Estás en
tu cápsula y los controles no te funcionan más. ¡Yo soy el Hombre Nuclear, y me mandaron al rescate! (Tira una silla al suelo. Hace
un saludo militar, sube a su "nave espacial" y navega por el espacio) ¡Allá vas!...¡Te encontré...! Sé que sos vos, porque las paredes
de tu nave espacial son transparentes. Me acerco, ahora te dejo ir... Subo, y te miro desde arriba. Ahora doy la vuelta, y te miro
desde abajo. Imagino posiciones... (Pausa, se ríe) Te diste cuenta que te estoy siguiendo, ¿eh...? ¡Hacés como que no, pero te gusta
que te persiga! ¡Y yo voy a hacer el acople cuando se me dé la gana! Entonces te voy a agarrar... y vamos a rodar por el piso de la
cabina donde no hay gravedad... (Goza) ¡Cósmico, va a ser...! (En ese momento, mientras rueda por el suelo, descubre en medio de
ropa tirada, un corpiño. Se levanta) Marisa, ¿qué carajo hace este corpiño en el suelo de mi cápsula?...(Marisa sale del baño. Le saca
el corpiño bruscamente)
MARISA - Hoy no tuve tiempo de ordenar la casa.
Agarra todo lo que está tirado, lo envuelve en una sábana sucia y lo tira a un costado. Pausa.
PABLO - (No entiende nada pero sonríe, conciliador) Oíme, ¿cómo hacés para tener todo arreglado cuando vuelvo del trabajo? A las
siete abro la puerta, y ahí está ella, fresca como un pimpollo. (Intenta abrazarla) Hoy llegué temprano y te agarré infraganti, ¿eh...?
MARISA - (Lo rechaza agresivamente) Hoy no me sentí bien en todo el día.
PABLO - Pobrecita... (Vuelve a la carga. Hace como que le ausculta el pecho) ¿Cuándo le vino el primer ataque, señora?
MARISA - Hace ya bastante tiempo.
PABLO - ¿Y por qué cuando yo llego a la noche no me entero de nada? A ver, cuénteme todos los síntomas.
MARISA - Porque no sé cómo lo vas a tomar...
PABLO - ¿Quiere que le dé la receta justa, señora? (La besa) ¡Métase desnuda en la cama con su marido, y hágalo cuantas veces él
se lo pida!
MARISA - (Le saca las manos de encima) ¿Vos no escuchás lo que te estoy diciendo? (El la mira sin entender; ella suspira, se
controla) ¿Podemos sentarnos y hablar un poco?
PABLO - (No puede creer lo que oye) ¿Hablar...?
MARISA - ¡Sí, hablar!
PABLO - ¿Yo quiero coger y vos me proponés hablar?
MARISA - ¡Terminala...!
Se aleja de él. Pablo recapacita, mientras se saca la gorra.
PABLO - ¿Pasa algo grave?
MARISA - ¡No quiero jugar más!
PABLO - ¿Cómo...?
MARISA - (Con dolido sarcasmo) No quiero más ser la secuestrada de un maniático, ni una pobre abandonada en una isla desierta, ni
ningún otro personaje. ¡Se terminó! ¡No quiero más que me lleves a la cama de esa manera! (Pausa. Con dificultad) ¿No te diste
cuenta que no siento más nada...?
PABLO - (Sorprendido) Hasta ahora te gustaba mucho. ¡Ah, buscás otra variante! ¿Querés que haga de Tarzán? ¿O salte como King
Kong?
MARISA - ¡No! ¿Quiero que te fijes en mí, que veas cómo estoy! (Da unos pasos. Busca otro tono) Pablo... vos te vas a la mañana...
y yo me quedo aquí sola. ¡Sola, todo el día!
PABLO - Como todas las mujeres casadas. ¿Qué querés que haga, que te lleve conmigo al trabajo?
MARISA - (Se enoja de nuevo) ¿Sabés con qué me quedo? ¡Mirá! Con la cama deshecha, los platos sucios, la ropa desparramada...
Ya nada me reconforta. ¡No tengo nada que sea mío!
PABLO - (Da unos pasos, nervioso) Acordate, Marisa... Decidimos dejar pasar dos años antes de tener un hijo.
MARISA - ¿Y quién dijo que ahora quiero tener un hijo?
PABLO - ¡Qué me reprochás, entonces?
MARISA - ¿Cómo tengo que decírtelo para que lo entiendas? ¡Quiero hacer algo de mi vida! Mi tiempo... ¿no vale nada?
PABLO - (Mira hacia el dormitorio, irónico) Curioso, ¿no? ¡Lo que para mí era ganar la tarde, ahora resulta que para vos es perder el
tiempo!
Va a la cama y se acuesta. Ella se acerca, despacio, hablándole.
MARISA - Vos sabés que si te hablo a otra hora no me escuchás... O porque estás cansado y tenés sueño, o porque llegás tarde al
trabajo... (Se sienta en la cama junto a él y lo mira) Pablo, ¡antes yo no era así! Estudiaba, corría todo el día para ganarme unos
pesos; de noche iba a bailar... Si me llevaban a una fiesta, discutía con todos aunque no conociera a nadie... ¡Tenía energía, Pablo!
¡Energía! (Silencio) ¿Dónde la metí, después? Me casé..."senté cabeza" (Se encoge) Y aquí estoy, encerrada en mi propia cucha. (El
la abraza, súbitamente conmovido. Pausa larga. Tensa) Tengo que darte una noticia... No sé cómo la vas a tomar.
PABLO - (La mira) ¿Qué pasa?
MARISA - Empiezo a trabajar.
PABLO - ¿Cómo...?
MARISA - Salgo a trabajar de nuevo, me empleo.
PABLO - ¿Para qué? Y de qué vas a trabajar vos, ¿eh...? ¡Contestame!
MARISA - (Paralizada) No sé... Graciela me lleva.
PABLO - Ah... ¡Graciela te lleva! Ahora entiendo todo. (Duro) Ella te llenó la cabeza, ¿no?
MARISA - ¡Vos sabés que es mejor ir recomendada que buscar trabajo por el diario!
PABLO - ¡Por supuesto! Te estás manejando como si estuvieras sola... ¡Muy bien!
MARISA - ¡Pablo, no es contra vos! A vos te quiero más que a nada en el mundo. Necesito que me ayudes, mi amor...
Intenta abrazarlo, él la hace a un lado y se levanta, toma su ropa y camina al comedor.
PABLO - ¡Puta que lo parió! Uno viaja mal, trabaja mal, y encima cuando llega a la casa tiene que responder si cree que el
matrimonio va a ser siempre así. (mira hacia el dormitorio) ¡Así que no querés jugar más! ¿Qué querés que haga a mi edad? ¿Qué
toque la flauta dulce?...¿Qué me haga radioaficionado? "Qth... ¿me escucha? Qsl... adelante, cambio" ¡Dejame de joder! (Suspira
ruidosamente) ¡Y justo hoy me hacés esto, que vine reventado del trabajo!
Marisa deja el dormitorio. Pausa.
MARISA - Pablo, yo no quise ponerte así.
PABLO - Salí.
MARISA - ¡No, no quiero! (Se aferra a él, le pone la cabeza sobre el hombro) Me asusta cuando nos peleamos tanto; ¡yo sabía que
no me ibas a entender! (Lo toma, lo sienta con cariño en una silla) Vení, ahora... Ponete cómodo. ¿Te saco los zapatos?
PABLO - (Se sienta, está harto de todo) No, dejame.
MARISA - ¿Ves? Ahora tengo ganas de ponerte muy contento. De hacerte feliz.
PABLO - (Agradece con un gesto irónico) Mi felicidad, Marisa, está en verte bien a vos.
MARISA - Mi vida... ¿Te crees que no sé por qué viniste temprano? (Animándose) ¿Y si jugamos a la geisha? (Empieza a jugar)
"Levelendo señol, ahola geisha va a sacale la lopa empapada de sudol, y va hacele masajes... ¿Usted pelmite? Si tiene alguna
plefelencia la puede manifestal"... (El no deja que le saque la camisa) ¡Geisha buenita!... (Provocándolo) Uh... Creo que hoy voy a
estar muy loca...
PABLO - Sí, ya me di cuenta.
MARISA - ¿O plefiele que geisha espele quietita en la cama, que usted vaya a buscarla? (Va al dormitorio, se acuesta) ¿Apago la luz?
PABLO - (Sorpresivamente, muy alterado) ¿La luz, dijiste? (Se levanta de un salto y va al tragaluz, ella no entiende nada) ¡El sol...!
¿Dónde está el sol...?
MARISA - ¿Qué te pasa ahora?
PABLO - ¡Se fue! (Corre la cortina) Y claro. (Angustiado) ¡Ya es hora de abrir la puerta, y entrar como todos los días!
MARISA - Pablo, vení a la cama...
PABLO - ¡No puedo, Marisa! (Traga con dificultad. Da un paso hacia el comedor) ¡Vos no querés un macho que salte por los techos,
entre por la ventana y te viole de repente! Vos preferís al boludo de todos los días... Y ahora lo vas a tener! (Se pone el saco y la
corbata así nomás. Abre la puerta, sale y vuelve a entrar en la casa. Tiene aspecto grotesco) Hola, querida... ¿Cómo pasaste el día?
MARISA - Basta, Pablo... ¡Por favor!
PABLO - ¡Hoy el jefe estuvo terrible conmigo! Me llamó aparte para decirme quiénes son los tres que ascienden en la oficina. Yo, no
soy ninguno de ellos. "Los jodones -me dijo-, no se van para arriba" (Pausa) ¡Me cagó! (Hace un corte de manga y se ríe) ¡Pero yo,
me vengué! ¡Me enteré del paro del transporte, y le saqué la gente antes de hora! (Lentamente va hacia la mesa. Se sienta, erguida,
duro) Marisa, poné la mesa. (Golpea mientras Marisa llora) ¡Tengo hambre, quiero comer...! 

APAGON 

A un costado del escenario se ilumina la casa de la madre de Pablo. Es un ambiente antiguo y humilde. Una puerta da al hall de
entrada, otra a la cocina. Sobre las paredes empapeladas, un cuadro de Pablo, de cuando era chico, en distintas expresiones, y un
cuadro de su padre, solo. A un costado, jaula con un canario. Pablo está con una vieja campera fumando, caminando cerca de la
mesa, donde se ven tres cubiertos, uno de los cuales no ha sido usado. Se oye el trino del canario.
PABLO - ¡Dale! Cantá vos, cantá ...¡Vos sí que la tenés fácil! Pasás de un palito a otro palito... Adentro de la jaula te ponen
lechuguita, alpiste... ¡Y si te mandás una cagadita, nadie te dice nada! (Pausa) Vos sí que tenés todo el sol para vos... (Se mueve,
inquieto. De pronto hace un descubrimiento) Cuando yo era chico, acá no había canario. No había nada de nada. "La vida es seria",
decía el viejo. (Se pone serio como su viejo) Y había que andar serio todo el día (Pausa. Se oye al canario) ¿Qué cantás, no ves que
estás en una jaula, boludo? (Pausa. Se afloja) ¿Qué le habrá dado a la vieja por comprarse un canario? (La imita) "Me sentía muy
sola, hijo... Me faltabas vos, que eras la alegría de esta casa..."
Su madre entra en el momento en que él la está imitando. Pablo se sienta. Se pone serio y compuesto.
MADRE - (Se acerca con un plato lleno de comida) ¿Qué estabas diciendo?
PABLO - (Mira horrorizado lo que ponen delante de él) Mamá, ¿qué hacés?
MADRE - Te sirvo más.
PABLO - ¡Pero si recién me comí un plato igual! (La madre lagrimea. Pablo no entiende nada)
MADRE - (Mira el plato humeante) ¿Qué pasa, no te gustó? (Lo mira) ¿No me salió bien hoy...?
PABLO - Te salió bárbaro... ¡Pero no quiero repetir! Vieja, ahora llorás también por esto... ¡Mirá cómo estoy! ¡En vez de caminar voy
a rodar!
MADRE - ¡Pablo, es tu plato preferido! ¡Me pasé la mañana cocinándolo!
PABLO - (Toma el tenedor) Cualquier cosa, con tal que no protestes. (Al arremeter, se asusta) Mirá cómo lo llenaste... ¿No querés
que me coma la parte de Marisa también?
La mención de Marisa provoca un silencio. La madre mira el plato de ella, vacío, y se sienta enfrente. Pablo fuma.
MADRE - Pablo, se enfría.
PABLO - ¿Tampoco puedo terminar el cigarrillo? Lo prendí para bajar el plato anterior.
MADRE - Querido, ¿qué te pasa? Trajiste una cara, hoy... ¡Ni que tuvieras una mala noticia!
PABLO - (Apaga el pucho, pide ayuda a Dios, y empieza a comer. Se oye al canario. Con la boca llena) ¡Por lo menos el pajarito
canta!
MADRE - ¡Sí! (Lo mira comer con satisfacción. Por decir algo) Llena la casa... Alegra un poco.
PABLO - (Sorprendido) Ah, ¿ahora hay alegría acá? ¿Vos estás alegre?
MADRE - Para mí, el domingo es el día más alegre de la semana.
PABLO - ¡Porque vengo yo! (Come) Y cuando me voy ¿qué pasa? ¿Se ponen a llorar los dos, vos y el pajarito?
MADRE - (Silencio) Decís cada cosa, hoy... ¡Sabés que no es verdad! ¡Yo siempre tengo trabajo! En una casa -si una la quiere tener
arreglada, claro- siempre se encuentra qué hacer. ¿Acaso vos, cuando vivías acá, no encontrabas todas tus cosas en su lugar?
(Pausa. Pablo come, pensativo) ¿O ya te olvidaste cómo era, cuando vivías aquí...?
PABLO - (Deja caer el tenedor) Justamente, estaba tratando de recordar. (La mira, súbitamente) Vieja, ¿yo nunca quise ser nada en
la vida? Contame ¿cómo fue la cosa? ¿Yo cumplí quince años y dije "quiero trabajar"? ¿Siempre quise trabajar...?
MADRE - (No entiende, o no quiere entender. Se encoge ligeramente de hombros) De chico te gustaba jugar a la pelota.
PABLO - ¡Ah, lo que me gustaba era jugar a la pelota, no trabajar! (Excitado) ¡Eso cambia las cosas! A ver, contame.
MADRE - (Mira el plato abandonado) ¿Qué querés saber?
PABLO - Qué quería ser de chico. ¿Nunca quise ser nada, yo? ¿Por qué no lo fui? ¿Por qué no hice nada por serlo? (Pausa) Hasta a
los monos se los prueba hoy, para ver para qué sirven. Se ganan la vida, en un trapecio, y parecen más felices que yo. ¡Bah, son
más felices!
Queda pensativo, la madre decide que no va a comer más; pone adentro del plato los cubiertos y se levanta. Al dar la vuelta, queda
frente al cubierto de Marisa.
MADRE - (Preguntándole) ¿La espero un poco más... o levanto el cubierto?
PABLO - No va a venir, mamá. Ya te lo dije.
MADRE - Como a veces llega un poco más tarde, porque se queda ordenando la casa...
PABLO - Es inútil, mamá. Por más que digas igual no va a venir.
MADRE - (Junta el cubierto de Marisa, nerviosa) Pero ¿qué pasó? ¿Se pelearon?
PABLO - (Se enconge de hombros) No tiene importancia.
MARISA - (Furiosa) ¡No puede ser que una madre no pueda preguntarle a su hijo por qué la mujer no vino a comer!...
Va a salir a la cocina, cuando él le responde.
PABLO - ¡Se siente mal!...
MADRE - (Se para, vuelve con los platos en la mano, esperando más información) Ah, se siente mal.
PABLO - (Asiente) Le duele la cabeza, el estómago, los pies...
MADRE - Entonces, está enferma.
PABLO - (Explota) ¡Terminala, mamá! ¿Qué querés, que te traiga un certificado médico porque faltó un domingo?
La madre sale furiosa a la cocina. Pablo se pasa la servilleta por la boca, y se para. -Me debo haber comido como cuatro millones de
calorías. (Pausa. El canario canta de nuevo) ¡Dale vos, Caruso...! Cantá... ¡Hay un gato en tu futuro! (Prende otro cigarrillo) Si a toda
la gente como yo la mezclaran en una bolsa y después la desparramaran en otros pisos, en otros edificios, no pasaría nada. Siempre
habría un jodón como yo, un gordo para burlarse y uno que diría: "Desde el año que viene, no trabajo más en oficina". (Pausa) El
mundo sería distinto, si a cada uno lo dejaran ser lo que quiere.
MADRE - (Silencio. La madre ya ha vuelto) A vos te pasa algo.
PABLO - (Irónico) ¿Cómo se te ocurre? ¡Estoy lo más bien...!
MADRE - Si no, no te preguntarías todas esas cosas.
PABLO - A mí, lo que me gusta es tirarme en la cama y no pensar... (La mira con tristeza) Tiene razón, Marisa.
MADRE - (Alerta) Decime la verdad... ¿qué pasa con Marisa?
PABLO - (Se encoge de hombros) No sé, porque yo mismo no la entiendo. Dice que antes le gustaba cómo vivíamos... y que ahora
no le gusta más. Que quiere buscar nuevos horizontes, estudiar... trabajar... (Pausa) Yo trabajo todo el día, y mirá qué horizontes
encontré.
MADRE - (Cauta) Pero... ¿de qué quiere trabajar?
PABLO - (Sacude la cabeza) ¡No sé! Vive con uno, come con uno, duerme con uno, y piensa cosas que uno no conoce. (Pausa) Y si
hoy me esconde esto... ¿mañana con qué me puede salir?
MADRE - ¿Nunca te había hablado de esto...?
PABLO - ¡Nunca!
MADRE - Si quiere trabajar un poco... no está mal. Hasta puede ser un aporte. Porque vos, nene, mucho no ganás. (Le hace una
triste caricia) ¡Y la vida está tan cara! Mientras no se aleje mucho de la casa...
PABLO - (Enervado) ¡Qué decís, mamá! ¡Si se pasa el día entero con Graciela!
MADRE - Ah, Graciela...
PABLO - ¡Sí, la "amiga"! (Pausa, se va enojando) ¡Mirá, que Marisa no me venga con tantas vueltas, porque le voy a hacer una
parada de carro que me va a conocer!
MADRE - Pero... ¿vos trataste de hablar con ella? Marisa no es mala chica. Puede ser que vos tengas problemas en el trabajo, y a lo
mejor la culpa es tuya. Y entonces, sin darte cuenta, despotricás contra ella, despotricás contra mí...
PABLO - (Se la toma con ella) ¿No ves? ¡Uno no puede contarte una cosa que la agrandás, la agrandás y la agrandás!...¿Qué pasó,
que ahora todo el mundo se puso a opinar? ¿Qué soy, un juguete, que me quieren arreglar? ¡Yo sabía que no tenía que abrir la
boca!
MADRE - Es que si vos me explicaras bien lo que pasa... ¡Yo, a lo mejor, te puedo dar un consejo!
PABLO - ¡Yo vine a comer, mamá, como lo hago todos los domingos desde que me casé! ¡Nada más...!
La madre se levanta, enojada.
MADRE - Pensé que querías que te ayudara... ¡pero me equivoqué!
Sale con el mantel y el resto de las cosas.
PABLO - ¡Eso, salí! ¡Dejame solo, es mucho mejor! (Pausa. Empieza a deprimirse) "¡Cásese! ¡Pase una luna de miel de ensueño, en
nuestro hotel de la Ciudad Feliz!". Habría que pasársela viajando, de Mar del Plata a Bariloche, y de Bariloche a las Cataratas del
Iguazú... Pero, ¡no! ¡La luna de miel se terminó, Marisa!
(Intenta juntar fuerzas) Llegó la hora de decirte... ¡que tus papafritas me parecen una mierda! (Se oye el trino del canario. Pablo se
vuelve contra él) Reíte vos... ¡Dale! El domingo que viene voy a pedir polenta con pajarito. ¡Entonces sí que vas a ir a cantarle a
Gardel! 

APAGON 

Departamento de Pablo y Marisa. Marisa está sentada a la mesa, frente a una máquina de escribir. La máquina es vieja y las teclas
suenan despacio, con dificultad. Pero Marisa igual insiste. Se la ve más vital.
Suena el timbre. Marisa sigue un instante más, luego vuelve a la realidad. Se para, abre la puerta.
MARISA - ¡Juana...!
MADRE - Hola querida... (La besa) ¿Cómo estás?
MARISA - Bien... ¡Pase!
La madre entra, viene de visita con una ollita en la mano. Están las dos mujeres solas.
MADRE - ¿Estás ocupada? ¿Tenés que salir...?
MARISA - No... ¡Siéntese! Charlemos un rato.
MADRE - ¡Hoy cociné albóndigas! Y como sé que a Pablo le gustan como las preparo yo...
MARISA - se viene con la ollita. ¡Gracias!
MADRE - ¡Sólo tenés que calentarlas!
Marisa lleva la ollita a la cocina. La madre se acerca a la máquina de escribir y trata de espiar lo que hay escrito.
MARISA - ¿Tomamos un café?
MADRE - Sabés que me hace mal... Vení, no hagas nada. Me voy a quedar sólo un ratito. ¿Estabas practicando...?
MARISA - (Sacude la cabeza) Escribiendo.
MADRE - (No entiende) ¿Una carta...?
MARISA - No, escribiendo sólo por el gusto de escribir. (Saca el papel; lee caminando) "Mi casa es un negro agujero; el sol pasa de
tres a cuatro, como el tren de un pueblo. Mi distracción es verlo pasar".(Pausa. Baja el papel, pensativa) Adivinanza: ¿en qué se
diferencia Marisa de un caracol? (Se da vuelta) Póngase cómoda Juana.
MADRE - (Se ubica junto a la mesa. Mira alrededor suyo) ¿Sabés que tenés lindo el departamento?
MARISA - ¡Tuvo suerte! Hoy me levanté con ganas y limpié. Pero si hubiera venido ayer... ¡la mugre llegaba hasta aquí! Por poco me
da un ataque. (Suspira; levanta la máquina de escribir y la pone en un rincón) ¿En qué se diferencia Marisa de un caracol? ¡Si esto
fuera una casa rodante, en nada!
MADRE - Yo te comprendo, Marisa, no vayas a creer... Vos sos una chica despierta; necesitás desarrollar tus inquietudes, aparte de
atender tu casa. ¡A todas las mujeres jóvenes les pasa lo mismo! Necesitan algo que las entretenga... les permita ganarse unos
pesos, que siempre hacen falta, y las ponga contentas a la hora en que llega el marido. ¿No es eso?
MARISA - Bueno, no sé si...
MADRE - ¡Todos los días aparecen ocupaciones nuevas para la mujer! Yo me fijo, no creas... Leo revistas, miro la televisión... (Marisa
camina, enervada) ¡Tomá la cocina, por ejemplo! ¡Ahí tenés un campo enorme para desarrollar tus condiciones! ¡No te imaginás la
cantidad de mujeres que hoy viven de eso! Inventan platos nuevos, enseñan a hacer salsas, tortas...
MARISA - Pero... ¡yo no tengo mano para la cocina!
MADRE - ¿Cómo sabés?
MARISA - Pablo siempre protesta...
MADRE - (Vehemente) ¡Marisa, las mujeres llevamos la cocina adentro! Alimentamos a nuestros maridos para que trabajen, a
nuestros hijos para que crezcan... Sí, es posible que todavía no hayas desarrollado todas tus cualidades, pero el día que te lo
propongas... ¿te reís? Hay academias, libros...
MARISA - ¡Y usted piensa que podría ganarme la vida con eso! "Ama de casa, triunfa en la cocina" ¡Hasta podría llegar a dar clases
por televisión! ¿Por qué no? (Juega) "Buenos días, buen provecho. Queridas amigas... Hoy les voy a enseñar a hacer buñuelitos de
chantilly, con salsa de rabanitos... Original, ¿no? Primero se rompe un huevo... Después el otro, claro... ¿Me sigue, señora? Se pone
una pizquita de pimienta... más o menos un cuarto quilo... Se agregan nueces machacaditas bien machacaditas... Aproveche ahora
señora, están baratísimas. Después se bate todo. Con cucharón de madera... si es posible... y ¡ya está! Cuando su marido llega
cansado del trabajo... usted le pone delante los buñuelitos... ¡Y va a ver la cara de contento que pone el hombre!" (Se aleja,
riéndose, ya en la realidad) Eso tenemos que ser para ellos, ¿no? ¡Seductoras con delantal blanco!
MADRE - A mí no me parece tan ridículo como lo pintás.
MARISA - (Vencida) Juana... Yo no me siento llamada por la cocina.
MADRE - ¡Sin embargo, estoy segura de que cuando eras chica, tu mamá se preocupó porque aprendieras!
MARISA - ¡Claro que sí! Y en mi cajoncito de chiches viejos, todavía guardo todo. ¿Dónde lo habré puesto? ¡Espere...! (Va hasta el
armario, saca una caja de cartón, se arrodilla en el suelo y frenéticamente va mostrando juguetes suyos) ¡Todos los días jugaba a la
mamá! ¡Mire, tengo la vajilla entera para recibir visitas! (Pone dos muñecas enfrentadas con crueldad) "¿Té con leche, Marisol? ¡No
gracias, té solo!" Pero no había caso, a mí me gustaban más los juguetes de mi hermano. ¡Claro, él era el varón! Tenía juego de
química, de doctor... Y cuando yo quería jugar con eso me decían: "No nena, no! Vos andá con tus muñequitas"... (Pausa) Me
acuerdo como si fuera hoy el día en que él armó el mecano. "Va a ser ingeniero...", decían todos en casa. En cambio, cuando yo
traía buenas notas del colegio, ¿qué hacían, eh? ¡Me prometían otra muñeca para fin de mes!
MADRE - (Pensativa) Cuando yo era chica, no había juego de química.
MARISA - ¡No, claro que no!
MADRE - (Con pudor) Y a mí... siempre me gustó el hogar.
MARISA - El hogar... ¡El hogar! Nacimos para eso, ¿no? ¡Mire, tengo todo el equipo para jugar a la mamá! La cunita, los vestiditos,
los pañales, los escarpines... ¡Y mi muñeca! ¡Mi muñeca preferida! (La saca, enajenada, y la besa) Mi bebita linda, ¿cómo está? Ya la
bañé... Ahora se va a acostar y va a hacer nono enseguida... (La acuna. La madre, conmovida, se para y va hacia ella. Le pasa una
mano por el pelo)
MADRE - Un hijo, Marisa...
MARISA - (Lo acuna con los ojos cerrados) Un hijo... un hijo mío...
MADRE - Vos, lo que necesitás es un hijo...
MARISA - (Respondiendo desde el fondo de ella) ¡No! ¡Ahora no!
MADRE - (Le aprieta un brazo) ¡Es lo más hermoso que le podés dar a Pablo! ¡Lo único que te va a hacer feliz!
MARISA - (Parándose) ¡No quiero tener un hijo ahora! ¡No! ¡No!
MADRE - (Forcejeando con ella) ¿Te volviste loca? ¡No hay momento para tener un hijo! ¡Cualquier momento es bueno! A los hijos
los manda Dios...
MARISA - ¡Sáquenmelo de aquí! ¡No quiero tenerlo!
MADRE - (Le sostiene la muñeca contra ella) ¡Es tu hijo!
MARISA - ¡No lo quiero!
MADRE - ¡Hijo de Pablo! ¡De mi sangre!
MARISA - ¡No lo quiero!
La muñeca cae al suelo, las dos la miran, como si fuera un ser de carne y hueso. Silencio largo. La madre se levanta. Toma su
cartera para irse.
MARISA - No se vaya, Juana. Por favor... Soy una hija de puta, ¿no?
MADRE - Marisa, ¿y si te dejaras de embromar y te quedaras en casa? ¡Mirá lo que tenés y vas a ver que no es poco! Un hombre
bueno que te quiere, un hogar donde no te falta nada... ¡Hasta tenés la suerte de que no vivo con ustedes! ¡Gracias a Dios, no estoy
enferma y no necesito que me mantengan!
MARISA - (Está con la caja de cartón en la mano; de pronto la sacude contra el suelo) ¿Por qué...? Conozco mujeres que estudian,
trabajan, van al cine, viajan... ¡hacen millones de cosas!
MADRE - ¡El mundo está lleno de gente que quiere tener una vocación, que quiere ser alguien en la vida! ¡Ahora, todos quieren volar
alto! ¡Fijate cómo terminan...!
MARISA - Yo no quiero terminar como usted, Juana (Se para. Va hacia ella) Vacía, desde que Pablo se casó. (La abraza) ¡Mírese!
Todavía es joven. Y sin embargo, ¿qué hace?...Vive para él... Espera que llegue el domingo para que él vaya a visitarla... ¡No, estoy
a tiempo para que no me pase lo mismo! ¡Ayúdeme, Juana, a no terminar con usted!
MADRE - ¡Me confundís con las cosas que decís! Vos sabés por qué estoy acá... A Pablo lo veo muy mal...
MARISA - Ya sé que está mal... ¡Pero yo no lo ayudo en nada esperándolo aquí para darle los gustos! ¿Me quiere gitana...? ¡Bailo!
¿Me quiere vedette?...¡Me saco la ropa! ¡Alguna vez me gustaría saber por qué aquí dentro tengo que prestarme a todos los
caprichos y locuras de su hijo, y afuera tengo que conducirme como una señora recatada, que vende tortas de confitería...! ¡Por
favor, pónganse de acuerdo!
MADRE - ¡Pobre Pablo, lo que va a sufrir al lado tuyo! ¡Ni se imagina lo que le espera...!
MARISA - ¡Pablo va a ser feliz, si yo soy feliz!
MADRE - ¡Cuando una se casa, Marisa, es para seguir a un hombre! Y para una mujer, no hay nada más importante que la familia.
Porque si se destruye la familia, ¿qué nos queda? ¡Somos todos unos degenerados!
MARISA - Pero ¿no se da cuenta que así tampoco hay familia?...
Pablo abre la puerta y enciende la luz grande. Juana le da la espalda; Marisa también se aleja unos pasos de él.
PABLO - Buenas... (Ninguna de las dos responde) ¡Dije buenas! (Pausa. Descubre las cosas tiradas en el suelo) ¿Qué pasa?...
¿Interrumpí algo? ¿Se estaban abriendo los corazones?
MADRE - Hola, querido.
PABLO - (Mirando a Marisa) No digo que se me tiren encima cuando llegue, pero... (Pausa. Hace un gesto hacia la puerta de calle) Si
quieren, salgo y vuelvo a entrar.
MARISA - (Irritada) ¡Pablo, no empieces!
Se agacha y junta todo en la caja, la deja donde estaba. Pablo aprovecha para preguntarle a su madre con un gesto qué ha
sucedido.
MADRE - (Abre la cartera, se suena la nariz) Estuvimos charlando...
PABLO - ¿Seguro...?
MARISA - Tu mamá estuvo diciéndome algunas cosas que podría hacer.
PABLO - ¿Sirvió para algo?
Marisa lo mira con rabia, va a la cocina.
MADRE - Esperá, Pablo... ¡Ella lo tiene que pensar!
PABLO - Sentate, mamá. Ponete cómoda. (La madre se sienta, a pesar suyo) Marisa, ¡servinos algo!
Se oyen ruidos bruscos en la cocina. Pablo insiste en su pregunta.
MADRE - (Suspira) ¿Qué querés...? Tenemos una manera muy distinta de pensar. (Sonríe, luego se para) Bueno, yo me voy.
PABLO - (La detiene con un gesto nervioso) Te estoy invitando. Estoy en mi casa, ¿no? (Ella se sienta de nuevo. Alto) ¡Marisa! ¡La
vieja se queda a comer! (Silencio) ¿Oíste?
MARISA - (Desde la cocina) ¡Sí!
PABLO - ¿Y lo que nos ibas a servir?
MARISA - ¡Esperá, no tengo cuatro manos!
Pausa. Ahora, la madre se para, ofendida.
MADRE - ¡Ahora sí que me voy!
PABLO - (Se para también) Haceme el favor de sentarte.
MADRE - ¡No tengo ganas! ¿Ahora tengo que pedir permiso para ir a mi casa?
PABLO - (Se muerde los labios) ¡Está bien! Te acompaño hasta el colectivo.
La madre va a ponerse el tapado, y abre la puerta de calle. Pablo va a la cocina.
PABLO - ¿Qué pasó...?
MARISA - ¡Nada!
PABLO - ¿No ves que es una pobre vieja? ¿Qué le hiciste?
MARISA - Le conté lo que pensaba hacer, y ella me dio su opinión. La traté como a una persona.
PABLO - (Enojado) ¡Seguro que quiso ayudarte! No veo qué tiene de malo; en ella lo que vale es la intención. (Marisa suspira, Pablo
señala la puerta de calle que Juana acaba de abrir) Lo hace por mí, ¿entendés? ¡Yo soy lo único que tiene en el mundo!
MARISA - ¡Que Dios se lo guarde!
PABLO - ¿Ah, encima me cargás?
Quiere irse, ella lo agarra del brazo.
MARISA - Por favor, no discutamos ahora... (Suave) ¡Volvé enseguida! ¿Eh?
PABLO - (Sacude la cabeza) No sé si voy a poder. Tengo que ver cómo la dejaste, tranquilizarla.
MARISA - (Con rabia) ¡Pero si no tiene nada...!
PABLO - ¿No ves que es una pobre vieja...?
Se aleja, ella lo retiene de nuevo.
MARISA - Pablo... tu mamá trajo albóndigas... ¿Preparo una ensalada para comerlas ahora?
PABLO - ¡No sé si vale la pena! (La mira) Se me fue el hambre. (Se aleja) Vamos, mamita...
Toma a su madre del brazo y cierra detrás suyo. Marisa queda sola, con la mirada fija en la mesada de la cocina. Después agarra la
olla con albóndigas y la tira con furia al tacho de basura. 

APAGON 


Casa de Marisa y Pablo. Este entra de noche, algunos días después, trae una sonrisa en la cara y algo escondido en la mano. 

PABLO - ¡Marisa, soy yo! "O terror da..." (Se apaga al ver que no hay nadie. Da unos pasos, mira a uno y otro lado) ¡Esta sí que es
nueva! (Toma un florero vacío y pone adentro, boca abajo, el ramo de flores que traía escondido en la mano) Yo tenía un amigo que
decía: "un día vas a llegar a tu casa, y no vas a encontrar a tu mujer. Esa es la primera".
Silba para no deprimirse. Va a la cocina, abre un placard y se cae un montón de cosas al suelo. Las levanta. - ¡No te preocupes,
querida! Si no pudiste estar de vuelta en casa a las ocho de la noche... ni pensar que podía llegar tarde del trabajo... con hambre...
Ni avisarme por teléfono a la oficina que te ibas a demorar... ¡No importa, querida!
Vuelve al comedor con una lata de cerveza y un paquete de papafritas. - Tomate tu tiempo, vos... Ocupate de tus cosas, que yo me
arreglo solo... En cualquier momento salgo de la oficina y vuelvo al café. ¡Los muchachos me van a recibir con los brazos abiertos!
(Prende el televisor. Se oyen risas grabadas, rubricando sus frases) ¡Así que no querés jugar más! Tené cuidado con lo que vas a
hacer ahora. (Risas grabadas. Bebe) Seguro que en este momento está con Graciela, la Mujer Maravilla. (Risas grabadas) Ahora ésa
la llama todos los días. "¿Fuiste a ver a Fulano...? ¿Leíste el libro que te presté...? ¡Están íntimas, como dos solteras! Y ahora debe
estar dándole manija. (Risas grabadas) ¡Qué tanta risa, qué tanta risa! (Apaga el televisor con el pie. Come papafritas de malhumor.
Pausa larga. Entra Marisa. Está atractiva, eficiente)
MARISA - Hola, querido. ¿Cómo te va?
PABLO - (Recostado en la silla) ¡Fenómeno! Estaba pasando un momento bárbaro conmigo mismo, mirando televisión.
MARISA - (Le da un beso) ¿Con el aparato apagado?
PABLO - Quería ver qué sentías cuando te sentabas acá, a pensar sobre qué hacer con tu vida.
Pausa. Marisa examina el piso con detenimiento.
MARISA - ¿Qué pasó acá en el suelo? (Pasa el pie)
PABLO - (Gracioso) ¡Se me deben haber caído algunas papafritas!
MARISA - (Deja sobre la mesa la cartera y algunas carpetas que trae) ¡Ay, Dios...! Y ahora ¿quién va a limpiar?
Pasa otra vez por el lugar del hecho, y sale hacia el baño sacudiendo la cabeza.
PABLO - ¡Miren la hora a que llega, y encima protesta! (Tira más papafritas, mientras se mueve inquieto en su asiento)
MARISA - (Vuelve con una palita y una escoba) Bueno, ahora barro yo. Pero en el futuro, mi amor, vamos a tener que arreglarnos de
otra manera.
PABLO - (Levanta los pies en el aire para que ella barra) ¿Ah, sí? ¿Y cómo vamos a tener que arreglarnos?
MARISA - Quiero que me ayudes a mantener la casa limpia. Si las cosas se me dan como espero... voy a estar muy ocupada.
Sale hacia el baño con los implementos de limpieza. Pablo se pone furioso.
PABLO - ¡Si querés, cuando vuelvo de la oficina me pongo el delantal!
Marisa vuelve, radiante. No lo ha escuchado. Lo toma del brazo, lo acaricia con cariño.
MARISA - Vení... ¡Hice tantas cosas, hoy! ¿Querés que te cuente?
PABLO - ¡Sí, dale! Me muero por saber.
Pablo se cruza de brazos de mala gana. Marisa camina, sonriente, gesticulando.
MARISA - Fui al normal cuatro, el colegio donde estudié.
PABLO - ¿A protestar porque no te enseñaron nada?
MARISA - Esos pasillos, si vieras como están. Las paredes, chorreando humedad, como siempre. Espié adentro de las aulas... (Tiene
como un escalofrío) ¿Sabés que la directora es la misma de antes? (Sus ojos brillan) ¡Le comenté mi idea de dar libre el año que me
falta, y me dijo que me va a apoyar en todo!
PABLO - ¡Qué bien...!
MARISA - ¡Sí, muy lindo! Pero cuando lo pienso... (Suspira, nerviosa) ¿Me querés decir de dónde voy a sacar fuerza para estudiar,
trabajar... y encima cuidar la casa?
PABLO - (Se encoge de hombros) ¡Ultimamente, sé tan poco de tu vida! No sé si estás trabajando, si...
MARISA - ¡Pablo, no me preguntes nada! (Se acerca por detrás y lo abraza) Cuando me confirmen en un trabajo, vas a ser el
primero en saberlo. Te lo prometo.
PABLO - Y yo, te lo agradezco muchísimo. (Le saca las manos) ¡Seguí así, que te van a nombrar la mujer del año!
MARISA - (Da la vuelta y se sienta sobre sus rodillas)) Vos, prometeme sólo una cosa... Que no vas a extrañar a esa mujercita que te
esperaba todas las noches arreglada y con la comida lista.
PABLO - Pero ¡por favor!...¿Por quién me tomás? (La saca bruscamente y se para) ¡Ni que fuera el ogro de las cavernas!
MARISA - (Sentada, donde él la dejó) Pablo, necesito saber que estás bien y que apoyás en todo.
PABLO - (Señalando el "futuro" con la mano) ¡Vos seguí... seguí así... que vas bien! Yo te brindo todo...todo (La mira, bosteza)
¿Vamos a dormir, ahora?
MARISA - Sí, querido (Se moviliza) Ah, ¿comiste?...
PABLO - (Mira con tristeza la lata de cerveza) ¡Ya me arreglé fenómeno!
MARISA - (Lo toma de la cintura, van así hacia el dormitorio) ¡Tengo tantas cosas para decirte!...¡Si no te las cuento pronto, me
olvido más de la mitad! Pablo, a mí me gustaría encontrar un trabajo que me haga sentir bien... No me importa las horas que tenga
que estar ni lo que me paguen... ¡Sólo necesito sentirme útil! (Se sienta en la cama, como borracha de excitación. El la mira
extrañado, mientras empieza a desvestirse) ¿Te acordás lo que quería ser, cuando era chica? ¡A los doce años quería ser un mártir,
como Juana de Arco, y morir en la hoguera! (Se ríe) Iba a misa, rezaba todo el día... ¡Hasta que se me ocurrió hacer dos días de
ayuno y mi papá me rompió el alma! ¿Me estás escuchando?
PABLO - ¡Soy todo oídos!
MARISA - (Se extiende en la cama y suspira) ¡Después entré en la edad romántica! Tenía la pared llena de fotos de todos mis ídolos.
Mi tipo era un hombre alto, morocho, de ojos verdes, muy valiente... que me iba a llevar a recorrer el mundo, mostrándome sus
bellezas.
PABLO - Marisa... ¿y si nos acostamos y nos dejamos de joder?
Va al baño a ponerse el piyama; ella sigue sin darse cuenta como está.
MARISA - ¡Después empecé a hacer de todo! Graciela y yo corríamos todo el día. Vendíamos cosméticos, ropa, fantasías...
Queríamos ganar nuestro propio dinero. ¡Teníamos un socio! Un amigo de mi hermano, él se ocupaba de los números. La cosa era
ser independientes... (De pronto, pega un grito) ¡Pablo, la encontré!...
PABLO - ¡Qué! (Sale del baño)
MARISA - (Lo mira, radiante) ¡Mi vocación! Ya la tengo.
PABLO - Me asustaste.
MARISA - ¡Pensá querido! Si a los doce quería ser monja, a los quince quería viajar, ser azafata, médica, ejecutiva... A ver ¿qué
profesión hay que reúne todo?
PABLO - (Fastidiado) No sé.
MARISA - (Ansiosa) ¡Sale solo!
PABLO - ¡Sí, sale solo pero a mí no me sale!
De pronto ella pierde el entusiasmo; da media vuelta y se aleja de él. -Ahora ¿qué pasó...?
MARISA - ¡Nada! Olvidate... no puede ser.
PABLO - (Se pone el saco del piyama en silencio, de repente) Escuchame... ¿y cuándo vamos a tener un hijo?
MARISA - ¿Un hijo...? (Lo mira desarmada)
PABLO - ¡Un hijo! No sé, estaba en nuestros planes.
MARISA - ¡Pablo, yo también quiero tener un hijo!
PABLO - Ah... ¡también! ¡Ahora querés tantas cosas! Así, ya no sé si un hijo nos va a unir o nos va a separar más.
MARISA - ¡No, Pablo, no! ¡No pienses así! ¡Lo que pasa es que yo quiero tener algo mío antes de tener al nene! (Pone la cabeza
sobre sus rodillas) Para poder mostrárselo a él, a vos... Para que los dos estén orgullosos de mí. ¡Y quiero que vos también cambies!
¿Te imaginás, qué lindo, todo lo que podemos hacer juntos? ¡No estar siempre encerrados entre cuatro paredes! (Alegre) ¡Podemos
hacer cualquier cosa, mi amor! ¡Lo que nos propongamos! ¡Sólo depende de nosotros!...
PABLO - Está bien. (Ella sigue soñando, mientras él la aleja suavemente) Ahora metete en la cama.
MARISA - ¡Sí, señor! Sus deseos son órdenes para mí. (Se saca el vestido con un solo movimiento y se para en la cama de un salto)
¿No me notás cambiada? (Exhibe su cuerpo. El la mira fijo, luego se mete bajo las sábanas) Hoy me dijeron piropos... ¡Me gustó!
PABLO - ¡Hasta mañana!
Se da vuelta y apaga el velador, oscuridad.
MARISA - Pablo, ¿qué hacés?
PABLO - Duermo.
MARISA - (Decepcionada) ¡Ahora no...!
PABLO - ¿Y qué querés que haga, que te cuente mi infancia?
MARISA - (Pausa) Vamos, sacate el piyama...
PABLO - Estoy cansado. (Ella lo provoca, riéndose) ¡No, cosquillas no! (Marisa lo abraza, bajo las frazadas) Quedate tranquila...
¡Acordate que así me agarró el calambre la otra vez! Guarda que se cae la almohada...
Se revuelcan, abrazándose y besándose. Luego de un instante, él queda inmóvil. Pausa.
MARISA - (Se sienta, preocupada y prende el velador) ¿Qué te pasó?
PABLO - Nada.
MARISA - (Se recoge el cabello) ¡No pudiste!
PABLO - Ya sé.
MARISA - Es la primera vez...
PABLO - Y bueno, siempre hay una primera vez. (Le da la espalda) ¿Qué vas a hacer, no es automática!
MARISA - (Lo acaricia) No te aflijas... (Piadosa) Mañana lo hacemos dos veces.
PABLO - Sí, cómo no... ¡Cuatro!
Ella se da vuelta para su lado y apaga la luz. Silencio y oscuridad. Las luces cambian. 

Pablo empieza a soñar. Se enciende luz del otro lado de la puerta de calle. Aparece Pablo, en camisón largo y gorro de dormir. En la
mano tiene una vela y una llave grande.
PABLO - ¿Qué pasa aquí? ¿Dónde está mi casa? ¡Me la cambiaron de lugar!... Ahora, ¿cómo entro? (Retrocede un paso para mirar
mejor, luego se acerca y tantea) ¿Dónde meto la llave? ¡Abran...! Algo raro pasa aquí. ¿Por qué me quieren dejar afuera? (Empieza a
soplar un viento frío que apaga la vela. Grita) ¡Abran! ¡Yo vivo aquí, ésta es mi casa! ¡Hace un frío de cagarse, y en la calle no se ve
nada! (Golpea) ¡Marisa! Tiene que estar adentro. Si nunca sale... ¡Nunca, nunca! (Pausa. Alelado) ¿Y si vino un maniático, mientras
yo no estaba...? (Grita) Marisa... ¡Marisa!
En ese momento aparece Marisa en uniforme blanco. Se acerca a paso marcial.
MARISA - ¿Qué pasa, ahora?
PABLO - (Temblando) La llave no funciona...
MARISA - ¡Siempre haciendo chiquilinadas! ¡Entrá!
PABLO - Me siento mal... (Estornuda) Me voy a meter en la cama. ¡Cuidame, Marisa! (Da un paso. Mira sorprendido alrededor suyo)
¡Oh...! ¿Dónde estoy...?
MARISA - Pablo... ¡Ahora esto es una clínica importante!
PABLO - (Va de asombro en asombro) ¿Y qué hace toda esa gente ahí?
MARISA - St... ¡Disimulá que nos están escuchando! (Al costado, sonriendo a "alguien que pasa", mientras habla en un idioma que
suena muy parecido al alemán) Iavól, entushúldigen sibíte.
PABLO - (La mira) No me hables así... ¿Todavías estás enojada conmigo? (Corre a buscar el ramo que dejó en el florero dado vuelta.
Se lo ofrece, hincando una rodilla en tierra) Te las traje para vos... ¿Nos amigamos, querida?
MARISA - (Le saca las flores de la mano y se las pone en el bolsillo) ¡Si querés que te perdone, empezá por hacer lo que te digo! (Se
dirige al público) Distinguido auditorio... Voy a exponer las razones de nuestra intervención quirúrgica experimental. Dízes
merkvúdigues representatsión des fúsishes gestált.
PABLO - (Se acerca, nervioso. Al oído) No entendí nada... ¿Qué va a pasar?
MARISA - (Prosigue, ignorándolo, dando un matiz alemán a su tono de voz) Vamos a demostrar las posibilidades de extirpación del
órgano machilistoico del hombre. Des ménlijes orgán. (A él, en un susurro) ¡Movete! ¡Sos el ayudante!
PABLO - (Riéndose) Ah... ¡Es todo una joda!
MARISA - ¡Traé la camilla!
PABLO - ¡Sí, querida! ¡Contá conmigo! (Radiante) ¡Colaboro en todo lo que quieras!
Pablo toma la mesa del comedor y la coloca en el centro del proscenio. Parece una mesa de operaciones.
MARISA - (En tono alemán al público) Debo advertirles que esta operación ya fue intentada en diversos centros experimentales del
mundo. ¡Jandshúe!...¡Guantes! (Pablo corre a traérselos) Y pese a que intervinieron los mejores científicos... en todas las ocasiones...
¡Kaputt! (Pablo vuelve con enormes guantes de goma. Ella susurra, mientras se los deja poner) Espero que a mí me salga bien...
Sólo la practiqué dos veces en la cocina, delante de Graciela...
PABLO - (Risita) Querida... ¡Voy a buscar al enfermo?
MARISA - (Alto) ¡Tijeras! ¡Shére...! (El asiente y corre, mientras ella se vuelve al público. Sonríe sádicamente) Contamos con la gentil
colaboración de un paciente, que se ha ofrecido voluntariamente para el experimento...
PABLO - (Regresa con unas inmensas tijeras de jardinero, riéndose) Querida, traigo al...
MARISA - ¡Bisturí! ¡Sezírmesser!... (Pablo sale corriendo, Marisa se remanga y adquiere una expresión muy temible)
PABLO - (Le guiña el ojo, mientras le da un enorme cuchillo de cocina) ¡Je! El bisturí, Marisa...
MARISA - Para comenzar, se extiende al paciente sobre la camilla... (Toma a Pablo y lo acuesta sin mirarlo) Virstélen der Patiént
überáin kránkenbare áus...
PABLO - (Atrapado) ¡Eh...! ¿Qué vas a hacer? Es... un juego ¿no?
MARISA - Luego, se marca la zona a intervenir... (Gozando, le hace un círculo con el bisturí en el bajo vientre)
PABLO - (Trata de incorporarse, de hablar con el público) Oigan... No la están tomando en serio, ¿no?
MARISA - (Lo acuesta de nuevo) ¡Quedate quieto!
PABLO - ¡Por favor, hagan algo! ¡Es una chapucera, no sabe nada!
MARISA - (Empuña también las tijeras) ¡No molestes!
PABLO - ¡Bajame de aquí, Marisa!
MARISA - (Al público, sonriendo con plenitud) ¡Terminados los prolegómenos, empezamos la operación!
PABLO - (Forcejeando) Marisa, pensá lo que estás haciendo...
MARISA - ¡Quedate quieto! ¡Estoy harta de vos!
PABLO - ¡Nooooo...!
Pablo se baja de la mesa. Marisa lo sigue con el bisturí en una mano y las tijeras en la otra, riendo siniestramente. Le da caza detrás
de la cama, donde culmina la intervención en medio de una gritería infernal. Silencio. Marisa se incorpora, exhausta pero feliz, con
un pajarito en la mano. Se oye su trino.
MARISA - (Lo muestra al público, con un gesto triunfal) Una vez rotas las venas que lo tenían preso, ¡el órgano machilistoico salta
libre de ataduras! ¡Mi trofeo...!
Aplausos. Marisa agradece con una inclinación y avanza hacia el público, empieza a manifestarse en ella una tremenda sexualidad.
-Dedico estos aplausos a mis compañeras, a las que hasta ayer formábamos al sexo débil, y que hoy damos muestras al mundo de
nuestra fuerza... (Nuevos aplausos. Se corre hacia la cama, señala detrás de ella) ¡Rindamos también homenaje a este héroe
desconocido del progreso, soldado anónimo de la ciencia! (En medio del silencio, saca las flores del bolsillo y las tira hacia donde está
el occiso, sollozando, muy sentimental) Además, debo confesar un secreto íntimo... ¡Yo amé a este hombre cuando todavía era una
mujer inmadura! ¡Me apoyé en él...! Y por eso, Pablo, te lo digo sin vergüenza... ¡ahora que he triunfado! ¡Serás un eterno recuerdo
en mi corazón!
Se oyen bravos estruendosos junto con silbidos groseros. Ella enjuga una lágrima, luego sonríe, como una estrella y va hacia delante
tirando besos al público.
Suena una música excitante. Marisa deja la mesa y se desabrocha la ropa con enorme satisfacción. En el espacio libre, inicia luego
un strip-tease rabioso y carnal. 

APAGON 

La luz se enciende sobre Pablo, en casa de su madre. Está descifrando las palabras cruzadas del diario, con un lápiz en la mano,
mientras ella le cose el saco. Ya terminaron de comer.
PABLO - "Río de Italia, de dos letras" (Pausa) Po. (Furioso) ¡Estos se piensan que uno es boludo! (Tira el diario. Nueva pausa) Tenía
ganas de ir al cine, pero solo...
MADRE - ¿A vos te gusta que tu mujer esté ocupada el único día libre que tenés a la semana? (Pausa. Lo mira) No te molesta.
PABLO - Ya te expliqué, mamá, el trabajo que hace Marisa. De pronto pasan tres semanas que no la llaman, y de pronto la llaman y
se tiene que pasar diez días metida dentro de una sala de conferencias. No tiene horario.
MADRE - Y eso, a vos no te molesta.
PABLO - ¡Dale con eso! Trabaja todo el tiempo que dura cada congreso. Este, de especialistas mundiales de no sé qué corno, da la
casualidad que termina hoy.
La madre deja la costura, enervada.
MADRE - ¡Yo quisiera saber por qué aceptás todo tan callado! No te importa comer mal... ir con el saco roto...
PABLO - (Cortante) ¡Porque trato de comprenderla! (Se para. Pausa. Hace un esfuerzo por revivirla) En el congreso... los tipos
debaten un tema importante. Ella toma notas, después pasa todo a máquina. Como le gusta escribir, se pone en el lugar de cada
uno, imagina qué quiso decir... redondea las frases...
MADRE - ¡Pero ella está cada vez más movediza, y a vos te veo cada vez más aplastado...!
PABLO - (Explota) ¿Y qué querés que haga? ¿Qué salga a romper vidrieras, a patear tachos de basura? (Pausa) ¡Ahora entiendo por
qué el canario hoy no canta!
MADRE - (Se para. Guarda el costurero, tensa) ¿Por qué?
PABLO - ¡Con todo el sufrimiento que hay en esta casa!
MADRE - Mirá, Pablo... ¡Terminá por abrir los ojos, porque si no un día ella te va a hacer una que te va a sacar las ganas de hacer
chistes!
PABLO - No tirés más leña al fuego, mamá... Estás así con Marisa por lo de la otra vez...
MADRE - (Luchando consigo misma) Escucháme bien... tu padre tenía su manera de poner orden en la casa. (Levanta la mano,
gravemente) Sólo Dios sabe, si hacía bien o no. ¡Pero servía!
PABLO - (Curioso) ¿Qué hacía?
MADRE - Me ponía en regla. (Le da la espalda, avergonzada)
PABLO - ¿Cómo...?
MADRE - ¡Me ponía en regla, y yo lo respetaba!
PABLO - Pero ¿qué hacía, te pegaba?
MADRE - ¡Salí...!
Ella se aleja; él la sigue, despacio.
PABLO - Contame.
MADRE - ¡Nosotros tomábamos la vida de otra manera! ¡En serio, no como ustedes! ¡El hombre era el hombre, y la mujer su mujer!
Y cuando ella se olvidaba cuál era su lugar...
PABLO - (Interrumpiéndola) ¡Te pegaba! Ahora me acuerdo. (Ella retrocede sofocada. El sigue avanzando) Cerraba la puerta con
llave y vos gritabas, mientras del otro lado un chico desesperado no entendía nada. (Pausa) Se me había borrado totalmente. (Nueva
pausa. La mira) ¿Es eso lo que hay que hacer?
MADRE - ¡No sé! Algo...
PABLO - (Dudando) Pero eso... ¡no está bien!
MADRE - ¿Y está bien agachar la cabeza? ¿Quedarse al lado de ella manso como un cordero?
Pablo recibe el impacto de sus palabras. Pausa tensa.
PABLO - Miralo al viejo... (Agarra el saco y se lo pone de golpe. Una expresión extraña asoma en su cara) ¡Qué hombre! El sí que
llevaba los pantalones ¿eh?
MADRE - (Preocupada) Pablo, ¿a dónde vas? ¡Pablo...!
Pero Pablo ya ha salido. Se apaga la luz en casa de su madre. La oscuridad se llena de cruces. Se oye una campanada. Pablo entra
en el Cementerio.
PABLO - (Se para frente a la lápida de su padre) ¡Papá! Vengo a pedirte explicaciones. (Se pasa un segundo la mano por la cara) Y
estoy seco, sin una lágrima como siempre. (Alto de nuevo) ¡Y no me voy a ir hasta quedar conforme! (Da un paso. Ensaya otro tono,
más coloquial) Escuchame, ¿por qué le pegabas a mamá? ¿Por qué entraba pisando fuerte a casa? ¿Por qué alardeabas tanto tu
autoridad? Aparecías vos, ¡y no se oía volar una mosca! ¿Así hay que inspirar respeto, con prepotencia? (Queda pensativo un
instante; silencio emocionado) Vamos, viejo. Nunca fuiste de hablar mucho, pero esta vez decí algo. Ya sé que no te vengo a ver
seguido... La cosa no quedó muy clara entre los dos, cuando te fuiste. ¡Pero ahora necesito que me respondas!
Suspira. Se pasa una mano por los cabellos para calmarse. De pronto se topa con otras tumbas, y le llaman la atención las
inscripciones: -"1885-1958. Ganó millones y repartió millones. ¡Benefactor de los pobres!" "1905-1969. ¡Por qué te lo llevaste, Dios
mío! Tu esposa, tus empleados y obreros, te conservamos en el corazón" "1905-1970. ¡Puente entre dos continentes! En el cielo
cosechas lo que sembraste en el alma de tu viuda, socios y accionistas".
Pablo se vuelve desconcertado hacia la tumba de su padre. -¡Viejo, en tu lápida no hay nada escrito! Entonces... ¡no somos tan
diferentes! (Cae de rodillas) ¡Pensá...! Vos ¿no vivías amargado porque trabajabas todo el día y a la noche no te quedaba nada? Y
bueno, ¡a mí me hacen lo mismo! ¡Me sacan el entusiasmo cada mañana! (Pausa. Tiembla) Entonces... me pregunto... ¿por qué
nunca pudimos entendernos? (Silencio tenso. De pronto lo señala con un dedo acusador) Y es por esto... ¡Esperate! ¡Porque vos
creías en ellos! ¡Vos creías en todos esos versitos que están en los epitafios! Y ellos... ¿acaso te recompensaron tantos años de
obediencia? ¿No, verdad? (Pausa. Se para, asiente en silencio, pensativo) ¡Por eso entrabas pisando fuerte a casa! Y ahora me doy
cuenta que la vieja no te tenía respeto... ¡miedo, te tenía! ¡Miedo como yo! (Nueva pausa. Sacude la cabeza con vehemencia) ¡No
me sirve de esa manera, papá! ¡No quiero hacer de mi casa el lugar donde descargar mi bronca por vivir así! (Ronco) ¿Soy menos
hombre, por eso? (Silencio pesado, lúgubre. Se prepara para irse) Lo siento, viejo. En vida, nosotros no nos entendimos mucho. Y
ahora tampoco. No fui el hijo que vos soñaste, ni vos el padre que yo quería tener. ¡Seguimos igual...! Chau.
Pablo da media vuelta y se va. Se oye otra campanada. Se apagan las luces del Cementerio y se encienden en su casa, donde Marisa
habla por teléfono mientras se prepara para salir. Entra Pablo, escucha.
MARISA - (Nerviosa, trata de escribir con el auricular en la mano) Sí, ingeniero Ferreti. Recién llamé a la sala de convenciones. El
doctor Valdés ya salió para Ezeiza. Noemí lo acompaña, como usted me indicó. Sí, ingeniero, llamé a "La Orquídea"... Mandaron las
flores a las cuatro de la tarde. Voy a averiguar si las están poniendo. Las plaquetas de recuerdo, las lleva Noemí esta noche. Sí
señor, me visto y salgo. ¡Adiós...!
Cuelga, anota algo apurada, va a ir al dormitorio cuando descubre a Pablo. -¡Ah! Me diste un susto. No te oí entrar. ¡Pensé que me
iba sin verte!
PABLO - ¿A dónde?
MARISA - ¡Ahí te dejé una nota explicándote todo!
Señala la mesa del comedor, se prepara para entrar en el baño a arreglarse.
PABLO - (Se encarama sobre la mesa y lee, declamando) "Mi amor... Se enfermó Magda y tengo que reemplazarla en una importante
reunión. Voy a volver lo antes posible. En el horno te dejé asado con papas. Te extrañé todo el día. Un beso grande, Marisa"
(Pausa). Estruja el papel) Estoy conmovido.
MARISA - (Afable) El beso, si querés, te lo doy antes de irme.
PABLO - ¡No sé si vas a poder! Acá dice que primero tengo que comer el asado con papas.
MARISA - (Lo mira, al pasar en bata al dormitorio) ¡Pablo, por favor! No desordenes los libros que dejé sobre la mesa (Pablo se baja
de un salto y se aleja) Cuando volví traté de estudiar un rato. ¿Qué te pasó que tardaste tanto?
PABLO - Estuve con mi papá.
MARISA - (Asombrada) ¿Fuiste hasta el cementerio?...
PABLO - (Asiente) Y discutimos. Terminamos peleados, como siempre. (Ella pasa delante de él, camino al baño. El la detiene, intenta
abrazarla) Hoy quería... que estuvieras conmigo.
MARISA - ¡Mi amor, a mí también me encantaría! Pero no puedo.
PABLO - (La recorre con la mirada, la aspira) Te perfumaste.
MARISA - (Se suelta) ¿No leíste la carta que te di? Me pidieron por favor que los ayudara en la recepción de cierre del congreso.
PABLO - Claro... ¡Te encontraron linda figura! ¡Y seguro que te pagan más que por escribir a máquina!
MARISA - ¡El doble! (Le hace un mohín) Y, ¡te usan! ¡Qué vas a hacer! Como dice Graciela, a los hombres les encanta tener a mano
mujeres elegantes y perfumadas. (Ríe, suspira, va hacia el baño) Pero por ahora no tengo otro trabajo... ¡no me puedo negar!
PABLO - Así que pagan el doble por la buena presencia... Y decime, che... ¿qué hace una recepcionista ahí? ¿Sonríe, hace pasar?
(Actúa) "Por acá, señor. ¿Qué desea tomar? ¿Le agradaría un poco de música?" (Pausa. Se sienta en la cama y la mira salir del baño)
Seguro que ahí sos amable, no dejás una nota y te vas.
MARISA - ¡No me arrugues el vestido, Pablo! (Ocupada) Es el que me voy a poner.
PABLO - ¡Un vestido de noche...!
MARISA - (Se lo saca de la mano, lo exhibe contenta) Me lo prestaron. ¿Lindo, no?
PABLO - Oíme, recepcionista. Tengo que decirte algunas cosas.
MARISA - ¡Ay, mi vida! ¡Tengo el tiempo justo para salir!
Se maquilla. Pablo da unos pasos, se va poniendo mal.
PABLO - (Repentinamente) Marisa... ¿qué es un hombre hoy?
MARISA - ¿Cómo?
PABLO - ¡Un hombre! ¿Cómo lo reconocen ustedes, las mujeres?...(Sacude la cabeza) ¿O ya nadie sabe? (Traga con dificultad, alto)
Mi mamá, dice que soy un cordero. ¡Meee!...
MARISA - ¡Pablo, por favor!
PABLO - A ver, ¿por qué? ¿Por qué no tengo un trabajo importante? ¿Por qué no hice guita? (Pausa. Le grita desde lejos) ¡A ver, vos!
¿Qué gol metí yo en mi vida, para que me consideras un hombre?
MARISA - (Pintándose los ojos) ¡No seas ridículo, Pablo!
PABLO - ¡A ver si ahora resulta que tengo que tener un hijo, plantar un árbol o escribir un libro para ser un hombre! (Pausa. Camina
perdiendo el control) ¡No...! ¡Yo también tengo mis hazañas! Protesto cuando las cosas andan mal, mientras otros enfrentan los
problemas. Digo "¡esto no puede seguir así!" cuando suben los precios, y me siento a mirar televisión. ¡Voy al cementerio, a
agarrármela con los muertos! (Junta aire y explota) ¡Meeee...!
MARISA - (Escucha, inmóvil) Pablo... ¿qué te pasa?
Se para, va hacia él y lo mira preocupada.
PABLO - (Disculpándose) Meeee... Estoy buscando un lugar donde estar. Meee.
MARISA - ¡Terminá con eso! ¡Me ponés la piel de gallina!
Vuelve al baño a peinarse, pensativa. De pronto Pablo toma la mesa del comedor y la empuja con fuerza hasta que consigue obstruir
la puerta de calle.
PABLO - Meee... ,meee... ¡Meee!
MARISA - (Golpea el piso con el pie, furiosa) ¡Qué estás haciendo, ahora!
PABLO - (Ríe) ¡Una barricada! (Grandilocuente) ¡Sólo vas a salir pasando sobre mi cadáver!
MARISA - ¡Por favor, no jorobes más! Cada vez que tengo que salir, me hacés algo parecido. ¡Acordate que ya lo hablamos! (Oye
más ruidos, suspira, harta) ¡Ahora, qué te pasa...!
Pablo está despejando un rincón del comedor, sacando los muebles que estorban.
PABLO - Acá creo que no te molesto, ¿no? Me fijé, no hay nada tuyo.
MARISA - ¡No voy a permitir que me hagas una escena a esta hora!
PABLO - (Agarra la cuerda que está en la mesita del televisor y con las dos sillas improvisa un ring) ¡Es exactamente lo que estoy
preparando en este lugar! El lugar... donde se va a representar la escena... que vamos a protagonizar vos y yo... (Señala, atareado)
Saqué todo lo que fuera frágil, se pudiera romper o volar por el aire. (Risita, corre una lámpara de pie) ¡Cuando quieras,
empezamos!
MARISA - (Termina de vestirse rápidamente) ¡Hoy, vas a hacer el loco solo...! ¡Lo siento mucho, pero no puedo acompañarte!
PABLO - ¡Una escena corta, Marisa! "Marido agraviado, enfrenta a su mujer en desgraciado suceso. Ver página ocho" (Se deja caer
en una silla, contento) Descubrí algo que me diferencia de vos, papá ¡Yo tengo imaginación!...
Suena el teléfono. Marisa atiende, mientras Pablo vuelve lentamente a la realidad.
MARISA - ¡Hola...! ¡Ah, sí ingeniero...! ¡En este momento salía! No, creo que no me olvido de nada. (Sonríe) ¡Hasta luego...! (Cuelga,
se levanta) Pablo, ¿no viste dónde dejé mi bolso?
PABLO - (Junto a la puerta de calle, exageradamente cortés) ¡Acá está, mi amor!
MARISA - (Yendo hacia él) Gracias querido. ¡Hasta luego!
Sorpresivamente él la agarra de la mano y la tira de un empujón adentro del ring, cierra la parte que falta con la cuerda, mientras
ella descubre también que la puerta de calle está obstruida.
PABLO - (Golpea una campanita de bronce que está de adorno sobre el televisor) ¡Segundos, afuera!...
MARISA Todos los días me hacés lo mismo... ¡Ya no te soporto más!
PABLO - (Cruza los puños sobre su pecho. Súbitamente aparece también toda su furia) A ver, ¿por qué?
MARISA - (Grita) ¡Egoísta! ¡Me están esperando! ¡Me comprometí con esa gente!
PABLO - Y por qué tengo que comprender todo yo, ¿eh? Que tenés que trabajar, estudiar, salir de día, de noche. (Desaforado) ¡Voy
a poner carteles por toda la casa! "¡Ssst!...¡Silencio! ¡Mujer trabajando! ¡Prohibido estacionar, de siete a veintidós!" Y bueno, ¡me
cansé...! ¡Estoy harto! (Pausa. La mira) ¿Por qué tengo que ser comprensivo yo?...
MARISA - (Pálida) ¡Porque sos mi compañero, mi marido!
PABLO - Ah, entiendo... ¡por amor! Pero carajo, ¿qué amor es éste, digo yo, que lo lleva a uno a bancar a su pareja para que
aprenda y trabaje, para que viva y sueñe con un mundo donde ella va a ser una persona superior, mientras nosotros dos estamos
cada vez más separados? ¿QUÉ CLASE DE AMOR?
MARISA - (Retrocede, asustada) ¡Pablo, no me podés venir con eso ahora!
PABLO - Y de este otario, ¿quién se acuerda? (Cae agotado en una silla, sacude la cabeza) ¡Nadie se ocupa de mí! Entonces, se me
acaba la pila del amor. Y no tengo adónde ir para cargarla.
MARISA - ¿Me estás hablando en serio...?
PABLO - (Va a la carga de nuevo) ¿Por qué, es muy absurdo lo que digo? ¿Yo no tengo que pensar en mi vida? ¿Qué soy, sólo un
ladrillo sobre el que se levanta el mundo del mañana? ¿Y qué como esperan de mí, encima? ¿Una palabra de aliento?
Escupe a los pies de ella. Silencio tenso.
MARISA - ¡No hagas eso otra vez, porque te mato!
PABLO - ¿Preferirías que te parta algo en la cabeza? ¿Esto, por ejemplo...?
Toma cualquier cosa y la esgrime. Se mueven el uno frente al otro, cautelosamente.
MARISA - (Sonríe con ferocidad) ¡Te conozco...! Te hacés el guapo conmigo porque no tenés con quién...! ¡Pero no va a abusar de
mí! ¡Ya no me asustan tus desplantes! ¡Si fueras tan macho, saldrías y te enfrentarías con los demás!
PABLO - (Asiente, mientras cae, hondamente golpeado) ¡Meee...! ¡Meee...!
MARISA - Pero ¿a quién le estoy hablando? Vos estás enfermo...
PABLO - ¡Sí, muy enfermo! (Camina en cuatro patas) ¡Meee! (Apoya su cabeza contra su pierna, totalmente indefenso) Y ¿qué vas a
hacer, entonces? ¿Vas a dejarme?
MARISA - (Conmovida, arrodillándose, acariciándolo) ¡Pablo...! ¿Y si en ves de hacerme la vida imposible, intentaras algo? ¡A vos te
vuelve loco la vida que llevás!...
PABLO - ¡Tenés razón! (Se para, súbitamente rabioso) Por eso, voy a dejar mi empleo. ¡Ya lo tengo decidido! ¡El jodón abandona su
puesto, después de quince años de trabajo! El gordo idiota, agradecido. El flaco que era compinche, triste. Pero... ¡no importa! ¡Si
igual me están esperando en todas partes! ¡Con puestos hermosos, magníficamente remunerados! ¡Especiales para hombres como
yo, que se quieren realizar!
MARISA - ¡Sos muy injusto! Decime, ¿qué culpa tengo yo de que no sepas qué hacer con tu vida? ¡Hasta ahora yo te ayudé en lo
que pude!
PABLO - ¿Qué me diste, qué...?
MARISA - ¡Todo lo que tenía! ¡No podés reprocharme nada! ¿O te creés que no hizo falta paciencia, aguante, amor... para armar
esta pareja, sostener este hogar? (Llora) ¿Cómo podés preguntarme eso, desagradecido!...(Lo abraza) ¡Yo te quiero, Pablo! ¡En
algún lado tiene que estar todo el amor que puse aquí! (Mira alrededor suyo) ¡En algún lado tiene que estar! ¡Buscalo que lo vas a
encontrar!
PABLO - Mirá lo que hago con tu amor... ¡Mirá!
La toma y la tira al suelo. Silencio.
MARISA - (Incorporándose lentamente, muy cansada) Así no vas a conseguir que me quede. No voy a ser más un capricho tuyo,
para que hagas conmigo lo que quieras.
PABLO - ¿ vos quién sos, la princesa que quería vivir...?
MARISA - ¡Un ser humano! ¡Lo mismo que vos!
Poseída por una súbita voluntad, va hacia la puerta de calle y barre con lo que obstruye la salida. Pero cuando la abre, siente todo el
peso de la decisión que va a tomar.
PABLO - (Cierra los ojos. Siente pesadez, somnolencia) Si salís por esa puerta, Marisa... No volvés a entrar. ¡Te lo juro!
MARISA - (Llorando) ¡No hables así, por favor!
PABLO - ¡No digás después que no te avisé!
MARISA - No seas tonto... Mirá, voy y vuelvo enseguida. ¿Eh? Mientras tanto, vos arreglá los muebles, tranquilizate un poco.
PABLO - ¡Morite!
MARISA - (Cálida, dudando hasta último momento) Chau, ¿eh? ¡Hasta luego, Pablo! ¿Sí...?
PABLO - ¡No vuelvas más!
Marisa se enoja y se va cerrando tras suyo. Pausa larga. Pablo tambalea. Se mueve pesadamente. -Yo pensaba que la escena me iba
a terminar de otra manera, meee. (Se abraza solo) "Nos queremos mucho", meee. "Vamos a seguir juntos adelante", meee. Pero no,
meee (Cae de rodillas) ¡Meeee....! 

Las luces bajan hasta quedar todo a oscuras. 

FIN DEL PRIMER ACTO 

SEGUNDO ACTO 


Casa de Pablo. La madre ha terminado de barrer y está escuchando la radio, arrobada, en medio del comedor, con el mentón
apoyado en el escobillón. Está escuchando a uno de esos "animadores" de almas solitarias, de esos que abundan en frases
vehementes tales como "mujer, ama tu labor, por sencilla que sea... esfuérzate por ser feliz, y sembrarás alegría a tu alrededor...
cree en tus ideales, aunque sepas que el mundo está lleno de engaño... quédate tranquila, hay otros más fuertes que tú, que luchan
para que todo sea mejor..." Mientras la madre se mece lentamente, arrullada por frases tan magníficas -unida entre sí por suaves
cortinas musicales, claro- Pablo abre la puerta de calle y entra trayendo una enorme caja alargada, casi tan alta como él. Se detiene
al ver a su madre y la guarda detrás suyo. Al final, la deja fuera del departamento. Entra en el comedor y apaga la radio. Recién
entonces la madre se da cuenta de que ha llegado.
Algunos sutiles cambios en la decoración revelan que ahora Pablo vive solo. En una pared, un enorme póster de una atractiva
mujer. 

PABLO - ¿Puedo pasar?


MADRE - ¡Suerte que llegaste temprano! Tenía ganas de verte, ya me iba.
Se limpia la frente, apoyada sobre el escobillón. Pablo la besa.
PABLO - (Severo) ¿Desde qué hora estás, mamá?
MADRE - ¡Ya terminé! Enseguida me pongo el tapado y...
PABLO - ¿Seguro...?
Pablo deja sobre el televisor unos libros que trae, mientras la madre va al baño a guardar los implementos de limpieza.
MADRE - Lo que pasa es que hoy barrí el dormitorio y encontré el piso tan feo, pero tan feo, que decidí pasarle un poco de cera...
Pablo aprovecha su ausencia para entrar la caja en el comedor. No encuentra dónde ponerla. -...los rincones, sobre todo, me dieron
trabajo.
Finalmente la mete bajo la cama, en el dormitorio. Vuelve al comedor, silbando, mientras su madre regresa del baño. -...no sé si era
la madera o qué, pero me costó sacarle brillo... También limpié los azulejos del baño...
PABLO - (Distraído) ¿Eh?
MADRE - (Enojada por su falta de atención) ¡Dije que los azulejos del baño daban asco!
PABLO - ¡Claro! ¡Y por eso, tuviste que hacer otra limpieza a fondo! (Empieza a buscar algo por los placeres) ¡Esta Marisa! Buena
turrita era ¿eh? ¡No limpiaba nada!
MADRE - ¡Yo no dije eso! (Se encoge de hombros, ofendida) No tenía la casa como yo la tendría, pero eso es otra cosa.
PABLO - ¡Mucho blabá! Mucho quiero ser una mujer independiente, quiero trabajar, hacer algo que me guste... y al final... se le
cruzaron todos los cables. ¿No viste cómo terminó? (Hace gesto de que la echó de la casa. Pausa)
MADRE - (Da media vuelta, y se topa sin querer con el póster) Eso... ¿tiene que estar ahí?
PABLO - Sí mamá, y te ruego que no me lo preguntes todas las veces
MADRE - ¿Quién es?
PABLO - Raquel Welch.
MADRE - ¿Quién...?
PABLO - ¡Una amiga mía!
MADRE - ¿Y se deja fotografiar así?
PABLO - Escuchame mamá. De la limpieza ocupate vos, pero la decoración dejámela a mí. ¡Es mi bulín! (Pausa. Cansado) Y ahora
decime... ¿no viste una botellita que traje el otro día?
MADRE - (Seria) Está allá.
PABLO - (La saca de un estante bajo del armario) Por favor, no me la escondas todos los días en un lugar distinto para que no la
encuentre. (Se sirve un trago) Bueno... primero le sacaste la roña a la cocina. Después, le sacaste la roña al dormitorio. Hoy, a los
azulejos del baño. ¿Qué vas a descubrir la próxima vez? ¿Murciélagos?
MADRE - Pablo, ¿vos preferirías tener todo sucio? Yo me sacrifico limpiando... Lo hago con todo gusto, claro... Pero ¿mi esfuerzo no
significa nada para vos?
Pablo está sentado, sonriéndole, bebiendo calmamente. La madre sacude la cabeza, sintiéndose una incomprendida. Se sienta frente
a él. Silencio. -Estás nervioso... ¡Claro! Volvés temprano del trabajo y no sabés qué hacer. (El la mira sorprendido por su salida) ¡Y,
sí! ¡Es el drama de todos los hombres que están solos! Y una madre, ¿qué más puede hacer? (Lo mira) Nene... ¿y si te sirvo la cena
antes de irme?
PABLO - ¿Ahora, a las siete de la tarde? Después, cuando tenga hambre, caliento lo que me dejás en la cocina, y me lo como. Como
siempre. (Bebe otro trago. La madre suspira) No suspires mamá... ¿No ves que me atraganto?
La madre se para y va a mirar los libros que él trajo.
MADRE - ¿Compraste novelas de misterio?
PABLO - No.
MADRE - ¿Pongo los libros sobre la mesita de luz?
PABLO - (Bebe un trago) Si querés...
MADRE - (Espiando los títulos) "Como encontrar la felicidad en un mundo convulsionado". "El Kamasutra"..."Eros y..." (Pausa, va al
dormitorio) ¡Qué libros raros leés ahora!
PABLO - Ah.
Se acuerda de la caja de cartón que está bajo la cama y corre a constatar que la madre no la ha descubierto. Ella se da vuelta. Le
sonría.
MADRE - ¿A dónde querés llegar con esto?
PABLO - (Irónico) Quiero conocer las fuerzas ocultas que me tienen atado a esta vida.
MADRE - (Vuelve al comedor, llevada por él) Cuando tenías que estudiar, no estudiabas. Y ahora...
PABLO - Mamá no rompas... este hermoso clima que supimos conseguir. (Bebe. Le sonríe) ¿No me llamó nadie?
MADRE - (Herida, se saca el delantal) Sí, llamó una mujer.
PABLO - ¿Quién era?...
MADRE - ¡No me dio tiempo a preguntarle! (Pablo, suspira y se aleja) ¡Me colgó en la cara, como hacen ahora!
PABLO - Y sí... son unas guachas. ¡Tenés razón! (Toma el tapado y la cartera de su madre y vuelve con ellos) Bueno...
MADRE - ¿Ya me tengo que ir...?
PABLO - ¡Espero visitas!
MADRE - Pablo, ¿a dónde querés llegar haciendo esta clase de vida? ¿O te creés que tomando, saliendo con esos amigos que ahora
tenés y trayendo mujeres, vas a arreglar algo?
PABLO - Otro día lo hablamos, mamá...
MADRE - ¡No puede ser que no sepas cómo está Marisa, dónde está! ¿Pasó algo tremendo entre los dos que no me contaste?
PABLO - No, mamá...
MADRE - ¡Porque una mujer no abandona su casa de la noche a la mañana! Marisa tendría sus cosas... ¡pero a vos te quería mucho!
Decime, ¿vos la echaste?
PABLO - Era mejor que se fuera por un tiempo. Era mejor para los dos.
MADRE - ¿Quiere decir... que no están separados? (Indaga ansiosa en sus ojos, pero no obtiene respuesta) Pablo, yo creo que
ustedes tendrían que verse. Hablar... reconocer cada uno lo suyo... Digo yo, ¿no es mejor un matrimonio constituido, que dos
personas cada una por su lado?
PABLO - (Sonríe) ¿Qué te pasó de repente, que te agarró tanto amor por Marisa?
MADRE - Me da pena verte vivir solo. (Le acaricia la cabeza) Te metés adentro tuyo, y ya nadie sabe qué te pasa... ¡De chico, eras
igual! Por lo menos, Marisa hacía esfuerzos por cambiarte.
PABLO - (Le da la espalda) Chau, mamá.
MADRE - ¿Mañana venía a comer a casa?
PABLO - Te llamo.
MADRE - ¡Mirá que preparo comida! (Va hacia la puerta) No me hagas como el otro día...
Sale la madre y Pablo se transforma. Va a la puerta y corre el pestillo; saca la caja y la pone sobre la cama. La desata y levanta la
tapa con curiosidad. Aparece una mano de goma.
PABLO - ¡Buenas noches! Pablo Belvedere, mucho gusto. (Se la estrecha. De pronto encuentra algo que le llama la atención. Es un
sobre. De adentro saca una tarjeta que lee) "Me llamo Bibi, encantada de conocerlo. Por favor, tráteme con cuidado. Me gusta que
me laven con jabón y me pongan talco, antes de despedirse de mí. ¿Es verdad que usted es gordito pero tiene el fideo fino...?"
Tira la carta adentro de la caja y se aleja hacia la mesa, donde bebe. -¡Muy gracioso! Sos un piola bárbaro, Castellani... Por eso
llegaste a jefe de tráfico... pero no te olvides que te conozco del barrio, cuando vos eras un simple empleado y yo ya tenía... (Queda
duro con el vaso en la mano. Pausa) ¿Qué tenía, eh? Nada.
Vuelve a la realidad. Se acerca a la caja y saca de adentro, lentamente, una muñeca de goma ya totalmente inflada, con un slip y un
corpiño provocativos y una larga peluca. -Así que vos sos la nueva joda... (La examina, la toca, atreviéndose apenas a hacer cosas
obscenas, de pronto se ríe) Estás para ponerte en una vidriera... ¡como juguete didáctico! (Juega con ella) Salió la nueva muñeca de
goma... Made in USA... Aprende todos los movimientos que usted desee... Acaricia, hace cosquillas... se estira y no se rompe...
(Pausa. Pensativo) Yo, que en mi vida hice un negocio, ¡con esto me podría llenar de guita! (Se para, entusiasmado) La podría
vender en los subtes, en los colectivos... (La pone bajo el brazo, y la promociona en alta voz) "A ver, muchachos... ¡sólo una por
persona! ¡Ideal para reemplazar a la esposa! ¡No come, no discute, no pide plata...! ¡Da la razón en todo y está siempre dispuesta!
¡Y cuando uno está harto de verla, la mete adentro de la caja y ya está! ¡A ver, muchachos...! ¡Formando cola, con los billetitos en la
mano! ¡Con la cara de su artista preferida! ¡Especial para pajeros...! (Agotado por el esfuerzo, sueña con otra idea tentadora) A la
salida de la cancha...
La deja en el suelo, va a la mesa y se sirve de beber. Asoma una amarga ironía en su cara. -Así que con vos, el alcahuete de
Castellani divierte a los clientes importantes y a la plana mayor... Y vos, ¿sabés hacerle los gustos a todos guachita? (La agarra, la
sienta sobre sus rodillas. Imita voz de mujer) ¡¿Quién es el primero que se acuesta con Bibi?...Vos, ¿cómo te llamás?" (Pausa. Con su
voz, resentido) "Pablo Belvedere! ¡Y me revientan las minas cancheras!" (Con voz de mujer de nuevo) "¡Tenés cara de haber vivido
mucho...!" (Con su voz, furioso) "¿Qué vas a hacer vos, también me vas a analizar? ¿Me vas a contar que de los fracasos también se
aprende?"
La tira al suelo. Se sirve de otro trago, prende un cigarrillo y le da profundas pitadas. -¡Sabés, Bibi, hoy vamos a estar solos! No
vamos a pasar películas pornográficas, ni vamos a fumar yerba, todos del mismo faso... ¡Yo no soy como Castellani! Yo trabajo en el
primer piso, al fondo; mi ventana da a una pared y siento todo el día el ruido del extractor de aire... ¡Pero igual nos vamos a divertir!
(La levanta, ágilmente, y la pone parada detrás de una silla. Empieza a jugar) Imaginate, Bibi... Tu casa se está quemando y vos
estás desnuda en la ventana, pidiendo socorro. Yo subo a rescatarte, dos, cuatro, seis pisos... (Entra en la casa de nuevo, tosiendo,
abriéndose paso a través del humo, la agarra, la toca obscenamente por todos lados) "¡Señora! ¿Qué pasa, señora? ¡Cálmese, yo la
voy a salvar!" (Súbitamente se detiene, preocupado) Pero de pronto descubro que sos una mujer independiente. (La deja caer con
desprecio) ¡Y dejo que te quemes!.
Pausa. Va a la mesa, sigue fumando. Se le ocurre otra idea. -A ver, otro juego... ¡Sí! Vos sos la hija de Drácula y yo vengo de noche
a sacarte del cajón. (Se ríe siniestramente mientras la guarda en la caja de nuevo) Ja... ja... Llego todos los días a las doce de la
noche... ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan...! (Hace las campanadas mientras apaga la luz y llega en puntas de pie. La saca, la acaricia carnalmente)
Decime, ¿tu papá te deja salir conmigo? (De pronto, una idea lo encoleriza) ¡No! ¿Vos también me querés chupar la sangre?
¡Cualquier día! (La tira al suelo)
Prende la luz, se afloja el botón de la camisa. Suda copiosamente. Se sienta y bebe. La mira desde la mesa, súbitamente
melancólico. -Sabés una cosa Bibi... Yo siempre soñé con tener una mujer como vos... Callada, comprensiva. Que apreciara mis
virtudes. (Se para lentamente y va hacia ella) Yo también las tengo. Una mujer que no me apretara todo el tiempo, sino que me
diera un poquito de paz... (Se sienta en el suelo y la toma en sus brazos) Entonces... podríamos hacer tantas cosas juntos. Habría
silencio en esta casa y no todos esos murmullos que oigo todo el tiempo. ¡Reclamándole cosas! ¡Pidiéndome que sea lo que no soy!
(Pausa. La mira con cariño. Lentamente le pasa una mano por los hombros) Estoy contento de que hoy estemos juntos. ¡Muy
contento! (De pronto la atrae y la besa con amor. Después se pasa la mano por la boca con disgusto) ¡La puta que te parió, qué
gusto a goma tenés! (Se enoja con ella) ¿Qué te pasa? ¿No sentís nada, vos? ¿También a vos te resulto indiferente? ¿Lo que te digo,
te entra por un oído y te sale por el otro? ¿Vos también tenés pretensiones?
La tira al suelo. Se sube encima, se pone brutal. -¡Conmigo, no jodas! (Le pega un par de cachetadas) ¡Aquí se hace lo que yo
quiero, y basta! ¡Cuando digo sí es sí, y no vuela una mosca! (La agarra, la zarandea) ¡Y ahora vas a ver lo que es bueno! (Intenta
subirse encima de ella, pero sin querer destapa el piquito. Esta empieza a desinflarse en sus brazos, ante su creciente asombro) 

APAGON 

La luz se apaga y el ruido de la muñeca al desinflarse se vuelve ensordecedor, como si fuera el de un embudo. Silencio. Ahora la luz
se enciende sobre la puerta de calle. Marisa la abre con su propia llave y entra tímidamente.
Está muy linda y trae un bolso colgado al hombro. Ahora la luz se enciende también sobre la cama, donde Pablo está tirado boca
abajo, pensando. Escucha ruidos y se levanta rápido. Es otro día.
PABLO - ¿Quién es?
MARISA - ¡Soy yo! (Pablo se corre y trata de ver) ¡Marisa! ¿Puedo pasar?
El momento tantas veces esperado, finalmente ha llegado.
Pablo mira la hora, se desentumece la cara. Descubre que está descalzo, en calzoncillos. Se pone rápido una bata corta, nueva, y
controlando su emoción va a abrir con una actitud compuesta.
PABLO - (Curioso, severo) Hola.
MARISA - (Escondiendo también sus sentimientos con una sonrisa) Tanto tiempo, ¿no?
PABLO - Sí.
MARISA - (Pausa) Pasaba... pensé... ¿estás solo? (Pablo asiente) Bueno... me quedo un rato.
PABLO - (Mira la hora) Está bien.
Cambia rápido de actitud; va al baño y empieza a lavarse muy atareado, ignorándola, como si tuviera que salir.
PABLO - (Canta) Volvió una noche, no la esperaba
Había en su rostro tanta ansiedad,
Que tuve pena de recordarle
Su felonía y su crueldad...
MARISA - (Se acerca en el momento en que Pablo se está echando loción) Uhm... ¡Volviste a usar la colonia que a mí no me
gustaba!
PABLO - Sabés lo que pasa... A las otras, les gusta (Sale del baño y va al dormitorio. Se prepara ropa para cambiarse. Canta)
Me dijo humilde, si me perdonas
El tiempo viejo otra vez volverá...
MARISA - (Siguiéndolo) Para serte franca, extrañaba un poco la casa.
PABLO - ¡No me digas! (Canta)
Mentira, mentira, yo quise decirle
Las horas que pasan ya no vuelven más.
MARISA - (Pausa) ¿Qué tenés que hacer, ahora?
PABLO - (Vistiéndose) Tengo que salir. ¿Por qué?
MARISA - Qué lástima. Venía con la idea de que podría pasar un rato con vos.
PABLO - ¿Sí? Lo siento, pero tengo un compromiso. (Se encoge de hombros) Otra vez, avisá antes de venir.
MARISA - Quise darte una sorpresa. Pensé... es sábado a la tarde... debe estar solo, sin nada que hacer...
PABLO - (Curioso) ¿Qué más pensaste?
MARISA - Te compré un regalo. (Levemente burlona) Para testimoniarte mi afecto.
PABLO - (Interesado) ¿Qué es?
MARISA - ¡Abrilo!
Con actitud humilde saca un paquetito de su bolso que Pablo abre ruidosamente. Aparece un encendedor.
PABLO - Muy lindo. (Lo prueba, y después lo tira por ahí. Sigue vistiéndose como si ella no estuviera. Súbitamente) Eh... lo siento,
pero no tengo nada para tomar. (Disculpándose) Anoche fue una cosa de locos, lo terminamos todo...
MARISA - (Entusiasmada) ¡Yo traje!
PABLO - (Sorprendido) ¿Qué trajiste?
MARISA - (Haciéndose la sumisa, metiendo la mano de nuevo en el bolso) Una botellita chica de lo que te gusta a vos. (Pícara) Ya te
dije... Pensé que íbamos a pasar un rato amable juntos. (El la mira con desconfianza. Ella retrocede hacia el comedor) ¿Puedo... ir a
buscar dos vasos? ¿Están en el lugar de siempre?
Pablo sigue vistiéndose con más lentitud. Empiezan a mezclársele las cosas.
(Señalando la botellita) ¡Es práctica! Cabe justo en el rincón de un bolso, o en el cajón de un escritorio. Y nadie tiene por qué darse
cuenta. Sabés, descubrí que de muchas cosas hay un envase grande, tamaño familiar, y otro más chico para gente que está sola. ¡Es
tan sensible nuestra sociedad de consumo! Piensa en todos. (Vuelve de la cocina con dos vasos) Uhm... ¿Ahora hay libros aquí?.
PABLO - Sí... Quiero conocer las fuerzas ocultas que me tienen atado a esta vida.
MARISA - ¡Qué frase!...
PABLO - Me estoy cultivando. Yo también tengo un amigo que me presta libros.
De pronto descubre que ella viene hacia él con un vaso en cada mano.
MARISA - (Le sonríe) Sabés Pablo... Estoy contenta de haber venido. Hacía por lo menos tres meses que no nos veíamos.
PABLO - Más de tres meses... Casi cuatro.
MARISA - (Finge sorpresa) Mucho tiempo... ¿no te parece? (Pausa. Levanta su vaso) ¿Brindamos?
PABLO - (Se endurece) ¿Por qué vamos a brindar?
MARISA - (Lo mira tímidamente) Por... nuestro reencuentro.
PABLO - (Agresivo) ¿Qué reencuentro?
MARISA - Bueno... Nos encontramos de nuevo, vos y yo.
PABLO - (Sacude la cabeza) Eso se llama encuentro. Nada más que encuentro. (Bebe y deja el vaso sobre la mesa. Silencio molesto
para los dos. Pablo la mira de arriba abajo y se aleja unos pasos) ¿Cómo andás? ¿Seguís atendiendo esas reuniones, congresos... de
representante de todo el mundo? ¿Grandes hoteles, vestidos de noche y todo eso? (Ella se ríe) ¿De qué te reís?
MARISA - ¿Tengo que contarte...? Me va bien.
PABLO - Te va bien.
MARISA - ¡Bien!
PABLO - Trabajo, estudio, todo perfecto.
MARISA ¡... bien!
PABLO - Andás bien de guita, todo.
MARISA - (Ríe) Me va bien...
PABLO - O sea, ¡triunfaste! (Marisa lo mira fijo) Y tu amiga Graciela, contentísima me imagino. (La imita) "Yo te dije, che... ¡Dejabas
a ese energúmeno y te ibas para arriba!"
MARISA - Graciela se fue de viaje.
PABLO - ¡Mirá vos...!
MARISA - Con el marido y los hijos. Una pequeña vacaciones de invierno, en auto y con carpa.
PABLO - ¡El idilio total! Y el marido no le grita, ella no se separa, los hijos no lloran. ¡Qué felices son...! ¿Cómo hacen, che? ¿Cuál es
la fórmula?...¡No me la puedo imaginar! (Pausa. Están pensativos, y de pronto se cruzan las miradas) ¡Así que estás bárbara! Y
viniste a visitar las ruinas, como una turista. No me extrañaría nada que también tuvieras una maquinita para sacar fotos en el bolso.
(Pausa. Camina) Y bueno, Marisa... ¡Aquí me tenés! No se me cayó el pelo, no me tiré por la ventana, no engordé más... ¡Nada! Lo
siento. ¡De veras, siento mucho defraudarte!.
Vuelve al dormitorio y sigue vistiéndose. Ella se sirve rápido más de beber, dolida por su trato, luego lo sigue, moviéndose
sinuosamente, sonriendo en forma extraña.
MARISA - Te compraste una camisa nueva...
PABLO - Sí.
MARISA - Vistosa... ¡y bien ajustada al cuerpo, como se usa ahora! (Silba de admiración y le guiña el ojo) ¡Qué pinta te hace!
Puedo... (Se muerde los labios) ¿Puedo...?
Se acerca y empieza a abrocharle los botones de la camisa. Pablo se siente sofocado.
PABLO - ¡No entiendo!
MARISA - Esa persona que vas a ver... ¿es muy importante para vos?
PABLO - ¡Muy importante!
MARISA - (Suspira) ¡Qué lástima!
PABLO - ¿Por qué...?
MARISA - (Insinuante) No sabés lo que te perdés...
PABLO - ¡No me imagino qué!
MARISA - ¿Seguro que no? ¿Seguro...?
Pablo queda petrificado, mientras ella le pone la camisa dentro del pantalón, cada vez con más audacia.
PABLO - Esa manita... traviesa ¿eh? ¡Estuviste practicando durante estos meses!
MARISA - Tonto... Estoy reconociendo el terreno... Vení...
PABLO - ¡Salí!
MARISA - (Sensual) ¡Dejame darte un beso!
PABLO - ¡No! (Se suelta) ¡Lo siento, pero me estoy reservando!
Pablo va al otro extremo de la habitación. La mira con cierto recelo. Se sigue vistiendo.
MARISA - ¡Vamos, Pablo! No me vas a decir que vos también no tenés ganas, después de tanto tiempo... ¿Qué es lo que te da
miedo? (Se tira sobre la cama, y suspira) ¡Ah...! ¡Hoy, me levanté con un antojo!
PABLO - ¡Sí, ya sé! (Señalándose) ¡Yo...!
MARISA - (Asiente, con evidente placer) ¡Humm!...
PABLO - ¡Y me lo decía así nomás, totalmente desinhibida!
Pablo sacude ruidosamente la camisa sucia, la hace un bollo y la va a llevar al baño cuando descubre que ella se contonea en la
cama y lo chista, echando su cabello hacia delante.
MARISA - Dejala plantada a la otra...
PABLO - ¿Me estás cabeceando?...¿Me estás cabeceando como en un baile...? (Ella asiente, él sigue con el dedo la dirección de su
cabeceo) Me querés llevar allá... ¡Me querés llevar a la cama!
MARISA - Dejala a ésa... ¿Sabés lo bien que la podemos pasar...?
PABLO - (Junta las manos y mira al techo) ¡Cómo cambiaron los tiempos, Carlitos! ¡Ahora las minas te levantan...!
MARISA - ¡Animate! ¿Dónde está el Pablo que yo conocía?
PABLO - ¿Y si la otra se enoja...? Ja, ja... ¡Hoy, soy el antojo de todas! (De golpe se pone totalmente serio. Silencio) Paremos la
mano. Por favor, paremos la mano. No encarajinemos las cosas más de lo que están. ¿A vos te parece, después de todo lo que pasó,
que podemos tratarnos como si nada?...
De repente ella se achica toda, siente vergüenza.
MARISA - Perdón, Pablo... Yo... Yo creí que yo... Después de tanto tiempo, yo...
PABLO - ¡Qué yo, ni tanto yo! Vos entraste aquí, revoleando la cartera, que mucho whisky, regalito, sonrisita, cabeceo... ¿Y todo lo
demás? ¿Lo que quedó en el medio? ¡St...! ¡Lo borrás de un plumazo!
MARISA - ¡No, Pablo! Lo que pasa es que... me acordé que vos eras alegre. Entonces no quise... la primera vez...
PABLO - ¡Ah, yo soy un tipo alegre! Y eso ¿qué quiere decir? ¿Que a mí todo me resbala?...
MARISA - ¡No!
PABLO - Un día volví del trabajo y habían desaparecido de aquí todas tus pilchas, tus pertenencias. Ni una nota, ni una boleta
firmada, ni una dirección donde hacer un reclamo. ¡Claro!... ¡Yo era un estorbo en la carrera triunfal de mi mujer!
MARISA - ¿Ves, Pablo? Lo que yo no quería era provocar una discusión en este momento. (Pausa) Pero está bien... me equivoqué.
Se para, muy seria, toma su cartera sin perder su aplomo y se va lentamente hacia la puerta. -¡Adiós!
La abre. Pablo siente que se queda sin respiración.
PABLO - ¡Pará! (Ella se queda inmóvil. Silencio. El se acerca un poco) Pará... Contame. ¿De veras, triunfaste?
MARISA - (Sonríe) ¿Qué quiere decir triunfar, para vos? ¿Se puede en tres meses, triunfar?
PABLO - (Empieza a reirse) Ah, entonces me metiste la mula...
MARISA - ¡Depende de lo que entiendas por triunfar! (Pablo se ríe a carcajadas. Ella se vuelve hacia él, cerrando la puerta detrás
suyo) ¿Qué es lo que te pone tan contento? ¿Qué estás imaginando ahora?
PABLO - Pero cómo... ¡vos, una mujer custodiada por expertos! Graciela la psicóloga, la directora del normal 4, el ingeniero no sé
cuánto... ¿estás aquí? ¿No encontraste a nadie que descubriera tus virtudes, te sirviera el futuro en bandeja?
MARISA - Un momento... Tengo un trabajo mejor que el otro, y sigo con todos mis proyectos.
PABLO - ¡No! (La toma del brazo y la empuja hacia delante) ¡Yo te voy a decir lo que te pasó a vos! ¡Se te subieron los humos a la
cabeza! ¡Te engrupieron las otarias que escriben en las revistas, hablan por televisión! (Las imita) "Blaba... blablabla... ¡La mujer
tiene que ser libre! ¡Igualdad de oportunidades para todos! ¡Nosotras sí, ellos no! ¡Nosotras sí, ellos no!" (Pausa, la mira) Pero
decime, marmota... ¿cómo pudiste ser tan ingenua?
MARISA - (Se acerca, imprevistamente sonriente, segura de sí misma, y le acaricia una mejilla) ¡Pobre, mi amor! Cuando se toca este
tema, transpira... Se pone todo nervioso...
PABLO - (Le saca la mano) ¡Ah, te importa un carajo lo que te digo!
MARISA - Y a vos, te encantaría que vuelva... (Canta) "Con una mueca, de mujer vencida"...
Lo toma bruscamente, como si ella fuera un hombre, y mientras habla le hace bailar un tango. -¡Sí, Pablo! ¡Los hombres me
desnudan con la mirada! ¡Meten una mano cuando pueden, y a mí se me pone la piel de gallina cuando me tocan! (Pausa. Lo hace
girar y sigue) Sí, Pablo... ¡Me tengo que poner linda para ir a trabajar! Y cuando consigo algo, nunca sé si es porque valgo o porque
gusto... (Hace otro corte) ¡Sí, Pablo! Cobro menos que ellos, pero ¡en fin! Eso es justo porque siempre me ceden el paso en el
ascensor o en el colectivo... (Lo da vuelta, a pesar de sus protestas) ¡Sí, Pablo! Sé que nunca debo manejar porque si no me
gritan..."Andá a tu casa negra"! ¡Practicá en la cocina, atendé a los nenes...!" ¡Sí, Pablo! (Lo suelta, lo mira burlonamente, y canta)
Vengo vencida a la casita de mi macho. A que me vea arrepentida y a pedir perdón...
PABLO - ¡Me estás cargando!
MARISA - ¡Tonto! ¿No te das cuenta que hoy vine con un propósito definido?
PABLO -¿Cuál...?
MARISA - (Al oído) ¡Cogerte! (Lo quiebra en sus brazos, preparándose para besarlo) ¡Y lo voy a conseguir! 

APAGON 

Se ilumina la casa de la madre. Juana está pensativa, sacándose la mantilla a la vuelta del cementerio. De pronto oye un ruido y su
mirada se detiene en el reloj de la pared, inmóvil en la misma hora desde que tenemos memoria. Se escucha ahora a alguien que
golpea la puerta. Juana no reacciona. 

PABLO - (Golpea, afuera) ¡Mamá...! ¡Mamá...!


Finalmente entra. Lleva un enorme paquete en la mano. Se miran. -Pensé que no estabas...
MADRE - Yo siempre estoy en mi casa. (Baja la vista hacia el paquete pero no dice nada) Vení querido, dame un beso (Se besan)
¿Cómo estás?
PABLO - (Jadeando todavía) Bien. ¿Volvías de ver a papá?
MADRE - Como todos los domingos. (Casual) ¿Qué trajiste?
PABLO - Un... regalo. (Juana frunce el ceño) ¡Por una vez, el hijo se acuerda de la pobre vieja! (Pone el paquete sobre la mesa)
MADRE - Pablo, sobre la mesa no.
PABLO - ¡Perdón! (Lo pone sobre una silla) Algo útil y práctico, para que no te pases el invierno temblando. (Abre el paquete. La
mira, esperando una reacción) Linda, ¿no? ¡La última palabra en estufas!
La madre mira, callada.
MADRE - ¿Cuánto gastaste?
PABLO - ¿Qué importa? (La levanta, vacila) ¿Dónde la pongo? (Ella no responde. Pablo sonríe cortésmente y la pone en un lugar
cualquiera)
MADRE - (Se afloja) Sentate.
PABLO - Me siento.
MADRE - (Saca un cubierto del cajón del mueble) Te sirvo algo.
PABLO - (Categórico) No, hoy vine por un ratito nada más.
MADRE - ¿No te quedás a comer?
PABLO - ¡No!
MADRE - Está todo listo. Vos sabés que yo siempre tengo comida.
PABLO - (La mira; sacude la cabeza y sonríe) Ay, mamá, mamá!...Vos siempre tenés comida, vos siempre estás en casa... (Pausa. Su
expresión se ensombrece) Hoy... no me puedo quedar.
MADRE - ¿Puedo saber por qué?
PABLO - Volvió Marisa.
MADRE - Ah.
Silencio.
PABLO - (Ensaya otra sonrisa) Nos reconciliamos.
MADRE - (Baja la vista hacia la estufa) ¡Por eso, el regalo...!
PABLO - ¡No, mamá! Te traje la estufa porque pronto va a ser invierno y vos... (Lo dice) Ya estás viejita. Tengo que cuidarte. (La
sienta, la acaricia afectuosamente) Es hora que piense en tu salud, en cómo vivís.
Juana baja la cabeza, pensativa.
MADRE - (Escéptica) ¿Y cómo fue... la reconciliación?
PABLO - (Con cariño al recordarlo) Marisa me tocó ayer el timbre. Así... de casualidad. La hice pasar, conversamos. Después
discutimos, después nos peleamos. (Se ríe) Y al final, ya cansados de todo... ¡decidimos probar de vivir juntos de nuevo!
MADRE - El mismo día.
PABLO - (Sorprendido) Descubrimos que nos queremos mucho, mamá. Nos duele estar separados.
MADRE - Ella te extrañaba.
PABLO - (Suspira) Y la verdad, yo también.
MADRE - A mí me parece bien. (Pausa) Ustedes están casados.
Se para, esquiva su mirada. Pablo la mira extrañado. -Pero... ¿hablaron? ¿Pusieron todo en claro?
PABLO - Algunas cosa sí... otras, no. Es doloroso, sabés. Va a llevar tiempo. ¡Ayer estaba emocionada! Yo también... ¿Sabés que está
cambiada?
MADRE - ¡No me digas!
PABLO - Está más... viva. Llena de cosas. Dice cosas nuevas. Me interesa lo que dice. (Pausa) Está bien, Marisa... Está bien.
MADRE - (Fuerte) Pero volvió después de tres meses. Casi cuatro. (Silencio) ¿Dónde estuvo? ¿Qué hizo?
PABLO - (Pausa. Se encoge de hombros) ¡Yo qué sé, mamá!
MADRE - ¡Ah, no te importa! ¡Ni siquiera le hiciste una pregunta! ¡No averiguaste...!
Silencio.
PABLO - Ah, me estás preguntando si en este tiempo Marisa anduvo con otro tipo. (Sacude la cabeza) La verdad, no sé.
MADRE - ¿Y cómo vas a saber? ¿Acaso vos sos un hombre que pone condiciones? ¡Tocó el timbre! ¡Entró y se quedó!
Silencio pesado. A Pablo no le gusta el cariz que está tomando la conversación.
PABLO - (Se para) Mamá... lo que hizo en estos tres meses es cosa de ella nada más.
MADRE - (Lo mira horrorizada) ¿Qué...? ¿Cosa de ella, nada más? ¿Y si ahora se acostumbró... y cada dos por tres tiene uno... u
otro? ¿Es así como se vive ahora? (Golpea con las manos) ¡Ella vuelve y vos no le preguntás nada! Pero Pablo, ¿qué tenés en la
sangre?
PABLO - No empieces con eso de nuevo...
MADRE - (Sacude la cabeza mirando hacia arriba) ¡Y tu padre, que no está para enseñarte!
PABLO - ¿Enseñarme qué, mamá? ¿A ponerla en regla como hacía con vos? ¿No te das cuenta que fue lo que hice todo este tiempo?
(Pausa) No, mamá... ¡Yo no soy tan cordero como vos creés! Lo que pasa es que yo la dejaba encerrada en casa a mi manera. Y si
un día no cocinaba, ¡desparramaba papafritas para joderla! Nunca pensé que pudiera aprenderse de memoria cuatro frases juntas. Y
la única noche que salió sola, por trabajo... (Silencio. Suspira) Qué quería yo, ¿eh? Volver del trabajo y encontrarme con una linda
chica para jugar. Hacer el amor y no pensar... ¡Vivir en el limbo! (Pausa. Sacude la cabeza) No podía durar.
MADRE - ¡Qué desgracia, Pablo! Nunca vas a ser feliz...
PABLO - ¿Y quién mierda sabe ya cómo ser feliz? Solo... en pareja... con los demás... ¡Uno quiere tantas cosas y consigue tan pocas!
(Vuelve a la realidad con un suspiro. La mira, acurrucada en un rincón) Pero hay cosas que ahora tienen que cambiar. Para vos
también, vieja. (Se acerca a ella) No podés vivir toda la vida entre estas cuatro paredes.
MADRE - ¡Si vos supieras todo lo que hay entre estas cuatro paredes!
PABLO - ¡Sí, ya sé! Papá... Y yo, en ese cuadro donde hago morisquetas... ¡Pero no podés más vivir llena de piezas vacías! ¡Con ese
reloj que da la misma hora desde hace siete años! ¡No hay estufa que caliente a vivos, muertos y ausentes! (Pausa). Empezá a
pensar que te conviene mudarte a un lugar más chico... (Ella lo deja y entonces él explota) ¡Entretanto, hacé algo mamá! ¡Cambiá
los muebles de lugar! (Corre una silla) Yo te traigo otra foto mía para poner ahí...
Saca la foto de las morisquetas infantiles, y se ve detrás la mancha de la pared llena de humedad. La madre lo sigue, desaprobando
con la cabeza, poniendo de vuelta la silla en su lugar. -Mamá, mamá... ¡Preparás comida para alguien que ya no viene! ¿A quién
esperás todo el tiempo?
MADRE - ¡Andate...!
PABLO - (La mira) Pensá en lo que te dije.
MADRE - (Asiente) Ahora, dejame sola.
Se queda mirando el cuadro de su difunto marido. El se va lentamente, protestando.
PABLO - (Señala la estufa) Mañana te mando un plomero para que te haga la conexión. (Se abrocha el piloto y sale. Juana toma el
retrato de su hijo, y lo aprieta con fuerza contra su pecho) 

APAGON 

Dormitorio en casa de Pablo y Marisa. Marisa se ha levantado hace un momento de la cama, y se está vistiendo rápidamente de
pésimo humor.
Pablo abre la puerta despacio y entra. Tiene los bolsillos del piloto abultados.
PABLO - ¿Qué hacés, te vas...?
MARISA - Hola. (Intenta una sonrisa) Sí, a mi casa.
PABLO - (Da un paso, muy nervioso) ¿Por qué?
MARISA - ¡Puta que lo parió, no encuentro mi pollera, mi cinturón, nada! (Sigue vistiéndose) ¿Sabés lo que pasa...? Ayer salí por dos
horas y me pasé la noche afuera. Eso, no puede ser.
PABLO - No puede ser.
MARISA - ¡Tengo un millón de cosas que hacer! Yo aprovecho el domingo para ocuparme de mi ropa, de mi casa... ¡Si durante la
semana no tengo tiempo para nada! ¡Mi trabajo me ocupa todo el tiempo!
PABLO - Todo el tiempo.
MARISA - ¿No ves? Ahora no encuentro mi bolso.
PABLO - Acá está. (Lo encuentra, se lo entrega. Pausa. Tenso) Este... ¿no habíamos quedado en que ahora íbamos a buscar tus
valijas?
MARISA - ¿Me estás hablando en serio? (Pablo la mira inmóvil, estupefacto) ¡Si me levanté y vos no estabas!
PABLO - Pensé que ibas a dormir toda la mañana.
MARISA - ¡Ya son las doce, qué mañana ni mañana! Vos no sabés que linda sensación, despertarse en otra casa... y encontrar que el
dueño...
PABLO - ¡Marisa, no te iba a dejar sola!
MARISA - (Risita agresiva) ¿Me estás cargando? Si en todos estos meses no moviste un dedo para encontrarme. ¿Sabés cómo me
sentí hace un rato? ¿Sabés...? (Silencio. Se viste) ¡Como si me hubieran llevado a un hotel a pasar la noche y se hubieran escapado
antes de que me despertara! (Sigue guardando sus cosas) ¡Así me sentí cuando me levanté! (Pausa. Mira alrededor suyo) Mis
pinturas.
PABLO - Tus pinturas...
MARISA - ¡Sí, una cajita de plástico! En algún lado debe estar...
PABLO - La conozco... (Ella se pone furiosa) ¡Pará, la vamos a encontrar! (Se agacha, mira debajo de la cama)
MARISA - Acá está. (La guarda en el bolso. El, levantándose, la mira en silencio. Ella va al baño a peinarse) Y vos ¿dónde estuviste?
PABLO - (Con pudor) Fui a ver a mi mamá.
MARISA - ¡Claro!...Hoy es domingo...
PABLO - Pero no comí con ella.
MARISA - ¿Ah, no?
PABLO - (Sacude la cabeza) ¡No!...Me acordé que hace tiempo quiero llevarle una estufa. Entonces crucé enfrente, a lo de Tito, y se
la compré.
Silencio tenso.
MARISA - ¿Le contaste que nos vimos?
PABLO - Sí (Pausa) También le dije que me sentía muy feliz.
MARISA - (Desconfiada) Y ella ¿qué te contestó?
PABLO - No sé, porque no la escuché. (Nervioso) Estaba tratando de pensar en nosotros. Tratando de adivinar qué vamos a hacer
ahora. Y no sabía si entrar y esperar a que te despertaras, o si sacarme la ropa y meterme en la cama de nuevo. (Risita) Tenía ganas
de escribir en la pared, grande con pintura: "¡TE QUIERO MARISA; BIENVENIDA!" (Termina de hacerlo con la mano; queda
pensativo. Pausa) Estaba tratando de encontrarle un sentido a esto. Vos y yo aquí, juntos de nuevo. ¿Qué es...? ¿Un reencuentro?
¿Cómo se festeja? ¿Uno se viste bien para la ocasión... o se saca toda la ropa? ¿Se prende una torta con velitas... o se tira la casa
por la ventana? (Camina, empieza a sacar cosas de los bolsillos del piloto que pone sobre la mesa) Ah... compré vino. Fiambre. Atún.
¿Sabés lo que pasa? Si esto fuera un cumpleaños o una despedida, yo sabría cómo celebrarlo. Es algo que se conoce. Pero esto, dos
personas que se rejuntan para ver por dónde toman, es un acontecimiento que no figura en ninguna parte. No se celebra. No se
acostumbra, bah. Pero yo quise innovar. ¿Ves?...(Termina de vaciar los bolsillos) Ensalada de frutas, budín inglés, queso Roquefort,
que te gusta a vos. Fui y compré un montón de cosas. (La mira. Ella no dice nada) Porque pensé que ahora empezamos el segundo
tiempo por delante. Y lo podemos ganar si jugamos bien. (Silencio) Recién me doy cuenta que si llego cinco minutos más tarde, no
te encuentro.
Marisa se queda mirándolo a la distancia. De pronto camina emocionada hasta él, pero al final se frena. Sólo atina a pasarle una
mano por la mejilla con cariño. Sorpresivamente empieza a reírse.
MARISA - ¿Te acordás Pablo, cuando vos volvías del trabajo y yo te esperaba toda arregladita? (Se aleja, recuerda) El corazón me
hacía tic-tac... tic-tac... Porque hay algo que nunca te dije: ¡a mi también me gustaba jugar! (Gira sobre sí misma. Toma un
elemento, imita la voz de él) "¡Yo soy un conquistador de América! Vengo en busca de oro..." "Yo soy la hija de un cacique indio", te
decía... y me vestía con un repasador... Después te querían matar, corríamos... y al final nos revolcábamos en la cama riéndonos.
(Se recuesta, feliz) ¡Y vos eras tan dulce Pablo, tan dulce...! (Pausa. Se incorpora. El sigue atento a lo que le pasa) Me acordé tanto
de eso en estos meses. Cuando me sentía sola; cuando algo me salía mal, o me hacía ilusiones por algo que al final no se me daba...
De pronto ríe frenéticamente, incitándolo a recordar con ella, a participar. Hace la india, grotescamente. -"Usted... tener arma que
hace ¡pum!...Usted... ¡dios!" (Baja las manos como adorándolo) "¿Usted no querer engañar a pobre india? ¿Querer llevarla a la
cama...?" (Se ríe a carcajadas. Pablo se aleja, muy serio. Ella insiste) Pablo, ¿cómo pensabas hacer ese juego que se te ocurrió la
última vez?
PABLO - ¿Cuándo...?
MARISA - Bueno, esa vez... que no llegamos a hacer nada porque yo... ¡en fin! (Pausa. Se ríe) ¡Me acordaba sola y me mataba de
risa!
PABLO -Te matabas de risa... ¿cuál era?
MARISA - ¡Vos eras el Hombre Nuclear! ¿Cómo lo tenías pensado? ¡Dale contame! (El se pasa la mano por la cara, abrumado) ¡No,
Pablo, mejor hacelo! (Va y le pone una cacerola en la cabeza. Después se tira en el suelo, como si flotara en el espacio sin gravedad,
riéndose, anticipándose a lo que él va a hacer) ¡Empezá...!
PABLO - (Se sobrepone y entra en el juego, muy sobrio) "Señoras y señores... Próximo cohete con destino a Venus... Con paradas en
Marte y Saturno, y una pasadita por el túnel del tiempo, para que los enamorados se puedan dar un beso..." (Marisa se ríe más.
Pablo se calla) Te divierto, Marisa.
MARISA - ¡El juego no era así! Yo estaba perdida en el espacio y vos venías a rescatarme...
PABLO - Sabés lo que pasa... no me acuerdo bien. Me los olvido rápido.
Se saca la cacerola de la cabeza y cae en una silla. Marisa se sienta en el suelo lentamente.
MARISA - De golpe te pusiste serio.
PABLO - Se me pinchó la muñeca, Marisa.
MARISA - ¿Cómo...?
PABLO - ¡La muñeca, se me pinchó! (La mira, devastado) Vos creías que aquí adentro seguía estando el boludón alegre que con un
pase de magia transformaba esa silla en una roca...
MARISA - ¡No, Pablo!
PABLO - ¡Y a mí, se me acabó el hipnotismo! Mandrake, no funciona más. Salgo a la calle, y ni siquiera soy el jodón de la oficina.
¡Ahora no soy nada de nada! Hago así con la varita y no engrupo a nadie. ¡Por eso, esto se terminó!
Silencio.
MARISA - Bueno, nos caímos del paraíso... ¿y qué? (Se ríe) ¡A Adán y Eva les pasó lo mismo! Pero igual que ellos tenemos una
cabeza y dos manos, Pablo. Afuera nadie te regala nada, pero uno puede conseguir mucho si se lo propone. (Da unos pasos agitada,
pensando) ¡No! ¡No puedo disfrazarme de reina de Saba cuando llego a mi casa, para burlarme de todos los que me joroban! ¡No
sirve!
PABLO - (Pausa) Marisa, ¿por qué volviste?
MARISA - (Va hacia él, lo acaricia) ¡Por tantas cosas! Para decirte, por ejemplo, que podés dejar ese trabajo que te está matando. Al
principio te va a costar, pero vas a ver... no te va a ir mal. Y yo puedo ayudarte.
PABLO - Pero cómo... ¿no era que yo te cagué la vida?
MARISA - También puede ser que necesite que vos me sigas ayudando.
PABLO - (Torvo) ¿Y para descubrir eso, tuviste necesidad de yirar tantos meses por ahí?
MARISA - (Desconcertada) ¡Pablo, no anduve por ahí! Ahora tengo un trabajo que me gusta. ¿Te acordás que te decía, "no me
importa lo que me paguen"? Bueno, me pagan poco. Pero yo me siento bien haciéndolo. Y si mi esfuerzo, voy a salir adelante. ¡No
Pablo, no anduve por ahí! Y no me arrepiento de nada... Graciela me dio un montón de cosas. Y la chica con la que viví los dos
primeros meses me dio cosas, y el ingeniero Ferreti me dio cosas...
PABLO - ¿... en la pieza de qué hotel? (Silencio) No veo por qué ponés esa cara.
MARISA - ¿Me estás hablando en serio? De veras, ¿vos pensás que yo vine aquí porque quería sacarme un gusto?
PABLO - ¡No me vas a decir que no anduviste con nadie, todo este tiempo que estuviste sola...!
MARISA - Qué tiene que ver...
PABLO - ¡Contestame!
Silencio
MARISA - Sí, anduve.
PABLO - (Se acerca, súbitamente deshecho) ¿Con cuántos tipos?
MARISA - Pablo, yo...
PABLO - ¡Con cuántos!
MARISA - Una vez salí con un compañero...
PABLO - ¡Con cuántos, contestá!
MARISA - (Suspira) ¿Para qué, Pablo?
PABLO - ¡CON CUANTOS!
MARISA - ¡CON DOS!
PABLO - Basta, no me digas más nada. (Se aleja de ella. Silencio) Se me murió algo acá adentro.
MARISA - ¿Por qué... vos no anduviste con nadie todo este tiempo?
PABLO - Anduve con cinco minas. (Señala con los dedos) ¡Cinco! Y una, era de goma. ¡Y me acosté con todas!
MARISA - ¿Y por qué vos podías y yo no?...¿Por qué soy mujer...? (Se muerde los labios, temblando de rabia) ¡Uno no es propiedad
de nadie!
PABLO - Pero... ¿y quién dijo algo? ¡Viva la libertad! ¡Viva la joda! ¡Somos todos iguales! Puta, con todas las putas...
No puede más, se tapa la cara con las manos y se pone a llorar.
MARISA - Sí... llorá... Yo también lloré cuando descubrí que no éramos el uno para el otro... ¡La vida nos manosea a todos! Pero un
día voy a tener un hijo y va a ser hermoso igual. (El deja de llorar; se limpia la cara con un pañuelo y se aleja a un rincón, de
espaldas a ella. Marisa se pone el abrigo, se lo abotona despacio) También vine porque me siento orgullosa de todo lo que conseguí.
Y quería que me vieras así. (Se afloja, sonríe) ¡Y no es fácil! Te hacen correr..., te hacen luchar... Pero ahora... estoy empezando a
sentir que soy yo. (Pausa) Bueno... ¡se terminó por hoy! ¿Dónde dejé ahora mi bolso? Ah, acá está. (Pablo hace un gesto) No,
gracias, Pablo. Puedo irme sola. Ojalá consiga un colectivo pronto... Estoy molida.
Al pasar por la mesa, pasa una mano por las cosas que Pablo ha comprado. Pablo se da vuelta y la mira. Con decisión.
PABLO - Ahora no te vayas.
MARISA - ¿Por qué?
PABLO - Quiero que te quedes.
MARISA - Así no, Pablo... Primero tenemos que pensar todo lo que pasó.
PABLO - ¡Juntos, Marisa! Juntos. Separados, es más difícil. Porque si te vas ahora... ¿quién va a llamar primero al otro? ¿Quién va a
ir a buscarlo, a tocarle el timbre cuando lo necesite? ¿Quién va a dar el primer paso?...
MARISA - (Sacude la cabeza) Francamente, no sé.
PABLO - ¿Quién va a ser amable? ¿Quién va a decir... hay que perdonar?
MARISA - ¡No sé, Pablo, no sé!
Lo mira con ansiedad, avanzando.
PABLO - ¿Quién va a hacer planes para los dos? ¿Quién va a decir... es tarde, hay que descansar? ¿Quién va a decir... no importa
cómo estemos, igual quiero tener un hijo? Quién va a decir... quién va a decir..."Pablo, hagamos otra vida"..."Marisa, es mejor que te
quedes para empezar"... Quién va a decir... ¿Quién va a decir...? ¿Quién va a decir...?
Se buscan con la mirada, todavía lejos uno del otro. 

APAGON 

FIN DE "SEGUNDO TIEMPO" 

 
 

Av Roque Sáenz Peña 943


C1035AAE Buenos Aires, Argentina
Tel. (011) 4326-3606 
E-mail info@teatrodelpueblo.org.ar
 

Sacco y Vanzetti
de Mauricio Kartun
 
Dramaturgia sumaria de documentos sobre el caso 

Un espacio despojado. Planos a distintas alturas que oportunamente iluminados permitan la transición rápida de un espacio a otro.
Luces y penumbras entre las que se ocultan y se descubren los personajes, deambulando por allí. Siempre presentes. Sacco,
Vanzetti, Rosa, Stewart, Katzmann, Thompson, Thayer, Luigia, Medeiros, y los testigos. 

UNA VOZ: Mil novecientos dieciséis: Sentencias a veinte años de prisión a dirigentes del movimiento obrero norteamericano sin mas
delito que su afiliación a los sindicatos de la I.W.W., Trabajadores Industriales del Mundo.
Mil novecientos diecinueve: Son expulsados de Estados Unidos centenares de obreros. En Montana, en las minas de cobre, se
disponen destierros en masa al desierto, y prisión a miles de huelguistas.
Mil novecientos veinte: Son apresadas mas de ocho mil personas, y en las calles de Boston se las obliga a desfilar encadenadas.
Solo en las dos primeras décadas de este siglo ingresan a Estados Unidos mas de tres millones de inmigrantes. (Silencio.) 

BARTOLOMEO: (Solo. Una carta.) Norteamérica. Gennaio 1920. Signorina Luigia Vanzetti. Villafalleto, Italia. (Una luz descubre a
Luigia que lo escucha cargada de nostalgia.) Querida hermana: Aquí estoy de vuelta en la ciudad. Compré por fin el carro y la
balanza para vender pescado (Evoca.) (Pesce...! (Pesce fresco...! (Frutti di mare...! Los cuchillos de filetear ya los tenía. Me ha ido
bien las primeras semanas aunque ahora con la nieve, ya no se puede trabajar a la intemperie. Tomé el toro por los cuernos y me
coloqué de albañil en una obra, aunque tampoco en esto las cosas andan bien: el cemento escasea por la huelga ferroviaria que se
mantiene desde hace meses. Así son las cosas en América. Seguramente tengas razón, y la tenga papá... 

LUIGIA: Bartolo... Con quei soldi del carretto abresti potuto prendere il biglieto di ritorno... 

BARTOLOMEO: ...Seguramente tengas razón, si. Quizá lo haga el año que viene si junto lo suficiente. Al fin y al cabo no será
mucho lo que deje aquí: amigos, eso sí, y unos cuantos baldes de sudor. De todos modos estoy, como te he contado, tanto mejor
que entonces, cuando llegué. La gente ahora se anima a pedir por lo suyo, y vieras: a algunos ya no nos tratan como animales. De
aquellos días sí ya no quiero acordarme. De dormir a la intemperie y andar revolviendo tachos para encontrar una hoja de repollo o
una manzana picada. Tres meses recorriendo Nueva York sin conseguir trabajo hasta que aquel paisano piamontés me llevó con él
de pinche a la cocina de un club. La despensa ni tenía ventanas. El vapor del agua para lavar las cacerolas formaba en el techo unas
gotas como piedras que nos caían sobre la cabeza todo el día. El calor de los hornos te ampollaba las piernas. Las piletas no tenían
desagüe, el agua caía al piso y corría hasta una rejilla. Cuando se tapaba, se inundaban las plataformas de tabla y nos empezábamos
a resbalar en el barro que se hacía. Trabajábamos doce horas un día, catorce el otro. Las salidas eran de cinco horas cada dos
domingos. Comíamos lo que sobraba y dormíamos ahí mismo. (Seis dólares por semana!. Comparado con aquello lo de hoy hasta
parece humano. Nicola Sacco, el compañero del que te hablé, se vuelve a Italia con toda la familia. Ellos también me quieren
convencer, y quizá entre todos lo estén consiguiendo. Querida Luigina: saludos en mi nombre a todos los amigos y vecinos. Besos a
las tías, a Ettore, a Cencina, a Nalín y familia, y a papá. (Quedan mirándose un último instante.) 

LUIGIA: (Susurra.) )E a me...? 

BARTOLOMEO: Mille baci e tanto affetto. Tuo. Bartolomeo Vanzetti.(Oscuro sobre él.) 

NICOLA: (En lo más alto. De cara al cielo. Rosa lo observa.) Subo a la terraza para poder ver las estrellas... Rosa, si lo contamos en
Torremaggiore se hacen cruces... ¡En Norteamérica el cielo no se ve! Desde la calle apenas si se puede ver alguna. (Un tiempo.) No
me acostumbro... Me duelen los ojos. )Podrá ser...? Los primeros años no me daba cuenta. Lo sentía pero no me daba cuenta. Lo
descubrí aquella mañana que cruzamos el puente a pie: A los paisanos que miraban lejos, se les aclaraba la vista. Desde aquí,
Rosa... Ahí hay demasiados cables, no tiene gracia. Antes esas cosas se enterraban: los caños, los cables... Ahora te los cuelgan
sobre la cabeza (Qué manía! Van a terminar tapándose el cielo. )Se durmió Dante ya? (Rosa no contesta. Un tiempo.) 

ROSA: No vayas Nicó. No quiero. 

NICOLA: Para eso subiste. 

ROSA: Sí. 

NICOLA: Ya te lo dije que no hay ningún peligro ni... 

ROSA: (Interrumpe.) Bartolomeo estuvo acá. Me contó. 

NICOLA: No quería que te asustaras. 

ROSA: )Quién era? 

NICOLA: No importa. 

ROSA: Importa. 

NICOLA: Salsedo. Otro compañero. Se tiró por la ventana en la oficina de policía. Lo estaban interrogando. Tienen una lista.
Estamos preocupados. Habría que avisarle a esa gente para que esté prevenida, sacar un material de propaganda que hay. 

ROSA: No vas a ir. 

NICOLA: Rosa... 

ROSA: Que vaya otro. Otro que no tenga familia. 

NICOLA: Como si fueran tiempos estos para que esté uno en la casa prendido a las faldas de la mujer... 

ROSA: La gente nos mira mal. Ya por italianos nos mira mal... )Qué necesidad...? (Tenemos dos hijos! 

NICOLA: )Y por quién si no?. )Hay alguna otra forma en este calvario para que algún día estén mejor...? 

ROSA: Si. Volvernos. 

INCOLA: Paciencia... El consulado tiene todo listo. Como si eso cambiara las cosas. Aquí o allá... 
ROSA: Acá no nos quieren. 

NICOLA: (Duro.) Allá tampoco. (Pausa.) Rosa... (Un tiempo. Finalmente Rosa le concede un gesto de desconsolada aprobación. Se
ilumina un espacio en el que Bartolomeo observa sus pertenencias que son inventariadas por el teniente Stewart.) Me voy a cuidar. 

STEWART: ...Un reloj de cadena de mucho uso, la marca no se lee... 

NICOLA: Voy a necesitar algún dinero... 

ROSA: Eso no. El dinero del viaje no se toca. 

STEWART: ...Cinturón hebilla de bronce, monograma Be y Ve... 

BARTOLOMEO: Bartolomeo Vanzetti. 

NICOLA: ()Veinte más o veinte menos que más da...?! 

ROSA: (Da! (Da...! 

STEWART: ...Un par de lentes pinza con el aro derecho roto... 

NICOLA: (A Stewart.) Míos... (A Rosa. Urgido de pronto.) No tengo tiempo, dame... 

ROSA: No. 

STEWART: ...Revólver marca Colt calibre 32... 

BARTOLOMEO: Mío. 

NICOLA: (A Rosa.) (Vamos... me espera! 

STEWART: )Es el que intentó sacar al ser detenido...? 

BARTOLOMEO: Quise sacar mis papeles de inmigración. Los tenía... 

STEWART: (Interrumpe.) Seis balas del calibre mencionado... 

NICOLA: Rosa... Mañana estoy de vuelta. Te prometo que es la ultima... 

STEWART: ... Chambergo negro... 

NICOLA: (A Stewart.) Mío también... (A Rosa.) (Juro...! (Lo hace.) No tengo tiempo ya. Dame... (Rosa resignada saca dos billetes
arrugados.) 

ROSA: Sólo veinte... (Nicola la besa largamente.) 

STEWART: ...Un llavero de cadena con dos llaves, una común y una pequeña de candado... 

NICOLA: La última... 

ROSA: (En un arranque.) Mejor llevar otros tres, por cualquier cosa... (Le arroja tres monedas.) (Pero ni uno más...! 

Con un gesto leve de sus manos la pareja se despide. 

STEWART: ...Veintitrés dólares: dos billetes de diez y tres monedas de a uno... (Nicola se vuelve hacia él.) Un cortaplumas de
acero, enmangado en hueso... 

NICOLA: (Incorporado ya a la comisaría. Aclara.) Un despuntador... Un despuntador para cigarros... Señor... )Podemos saber por
qué se nos arresta? 

STEWART: (Vago.) Rutina. 

NICOLA: )Rutina...? 

STEWART: Rutina. Rutina policial. 


NICOLA: Pero tendríamos derecho a... 

STEWART: Claro. Derechos. Conozco sus derechos, y también mis deberes, señor... (Duda. Busca en los papeles.) 

NICOLA: Sacco. Sacco Nicola. 

STEWART: Un diario en idioma italiano, de filiación anarquista, y un impreso en papel rojo... 

NICOLA: Y verde... Rojo y verde, de Italia. 

STEWART: ...Rojo y verde, de la misma orientación ácrata. (Da por terminado el inventario. Un tiempo.) Bien. Señor Vanzetti
deberá aguardar aquí, mientras yo interrogo al señor Sacco. Luego lo haré con usted. ( Stewart se instala en un espacio neutro
desde el que domina ambos interrogatorios. A Nicola.) Ahora le voy a hacer algunas preguntas. No está obligado a contestar si no
quiere... (A Bartolomeo.) pero si contesta, sus respuestas podrán ser utilizadas contra usted en el tribunal. 

NICOLA: )Tribunal...? 

STEWART: (A Bartolomeo.) Están arrestados bajo sospecha. 

BARTOLOMEO: )De qué?. 

STEWART: Eso ya lo veremos. )Le molestaría repetir su nombre...? 

BARTOLOMEO: Vanzetti Bartolomeo. Vanzetti con doble te. 

STEWART: )Casado? 

BARTOLOMEO: No. Soy solo. Tengo todos los parientes en Italia. 

NICOLA: Tengo la mujer mía y dos hijos. Dante y ... 

STEWART: Repita por favor el nombre y el apellido de la persona que dice que vinieron a buscar. 

BARTOLOMEO: Poppy. Sé nada más que se llama Poppy. Bah... todos lo llaman así. Es un sobrenombre, como se dice. 

NICOLA: El... Bartolomeo se tenía que encontrar con un amigo de él, y me dijo a ver si yo lo acompañaba a Bridgewater. 

STEWART: )Cómo se llama ese señor...? 

NICOLA: No sé. Yo no lo vi nunca. No sé. 

STEWART: (A Bartolomeo.) )Y dónde vive...? 

BARTOLOMEO: )Dónde vive...? 

STEWART: Poppy, ese... 

BARTOLOMEO: No sé. 

STEWART: )Cuánto hace que lo conoce? 

BARTOLOMEO: Bastante hace. Trabajamos una vez casi dos años en Plymouth. Una fábrica de sogas que había. 

STEWART: )Y lo único que sabe es que se llama Poppy? (Bartolomeo asiente. Stewart lo mira con insistencia.) 

BARTOLOMEO: (Se encoje de hombros.) Todos lo llaman así. 

STEWART: )Señas particulares...? (Un tiempo.) La descripción. 

BARTOLOMEO: Grandote y gordo es, y pelo blanco... Anda siempre con una camisa azul. 

STEWART: Camisa azul... 

BARTOLOMEO: Azul. 

STEWART: )Pero usted hoy lo vio...? 


NICOLA: No, no. Vinimos en tren. Un viaje largo. No terminaba nunca el viaje. Después nos bajamos... 

STEWART: Ajá... 

NICOLA: Anduvimos caminando un rato, hasta una plaza grande que hay, pero Bartolomeo dijo que ya era muy tarde, y que ese
amigo se debía haber acostado ya. Así que nos volvimos. 

STEWART: )Y para qué quería ver a Poppy? 

NICOLA: No, yo no quería... Yo sólo venía a... 

STEWART: Vanzetti digo... )Para qué lo venía a ver...? 

BARTOLOMEO: Tenía que hablar con él para recomendarle un paisano mío que llegó recién. Pensé que podía conseguirle algún
trabajo. 

NICOLA: No sé. Por una partida de pescado, creo. 

STEWART: )Pero al final, entonces lo vio...? 

BARTOLOMEO: No, estaba demasiado ocupado. 

STEWART: )Pero habló con él? 

BARTOLOMEO: No. Hablar no. 

STEWART: )Y de dónde sacó entonces que estaba ocupado? 

BARTOLOMEO: Unos amigos que vi, me dijeron... 

STEWART: Amigos.. 

BARTOLOMEO: Unos amigos... 

STEWART: Datos personales. (Un tiempo.) Los nombres... 

BARTOLOMEO: (Un tiempo.) No sé. No los conozco. 

STEWART: )A qué partido pertenece? 

BARTOLOMEO: )Partido...? 

STEWART: Partido. A qué partido. 

BARTOLOMEO: Ninguno. 

NICOLA: No me ocupo de política yo. Trabajo en la fábrica Milford. Zapatos. 

STEWART: )Y cómo es que llevaba ese diario anarquista? 

NICOLA: Un hombre repartía por la calle. Nos dio a nosotros también. 

BARTOLOMEO: Estaban tirados en la plaza y los recogimos. Ni los leí. 

STEWART: )Anarquista o socialista? 

BARTOLOMEO: Qué... 

STEWART: Su partido. 

BARTOLOMEO: Ninguna de las dos cosas. 

STEWART: )Está inscripto en algún sindicato, señor Sacco? )En alguna organización de trabajadores... gremio...? 

NICOLA: No. 

STEWART: (A Bartolomeo.) )Tomó parte en alguna huelga...? )Un piquete...? 


BARTOLOMEO: No. 

STEWART: )Conocía a Andrea Salsedo? 

BARTOLOMEO: (Un tiempo.) No. 

STEWART: )Pero habrá leído su nombre en los diarios? 

BARTOLOMEO: No se. No me acuerdo. 

STEWART: Era un anarquista. (Bartolomeo niega.) Un rojo. 

BARTOLOMEO: No sé... 

STEWART: Basura. Se mató en Nueva York. 

BARTOLOMEO: (Calmo.) )Por qué? 

STEWART: Estaba detenido. Cuando vio que conocíamos toda su actividad se suicidó. )Algo que decir? 

BARTOLOMEO: Nada. 

STEWART: Bien... (A Bartolomeo.) Después firmará su declaración. (A Nicola.) )Hay algo que quiera modificar o agregar? 

NICOLA: No señor. 

STEWART: Lo lamento, pero deben quedar detenidos. Al menos esta noche. 

NICOLA: Mi mujer me espera en casa. Se va a preocupar. 

STEWART: Nosotros le avisaremos. 

NICOLA: )Por lo menos se puede saber qué hicimos? 

STEWART: Rutina. Ya les expliqué. 

BARTOLOMEO: Tiene nuestras direcciones. No nos vamos a escapar. 

STEWART: Lo siento. Ya es algo tarde para averiguar antecedentes. Mañana a la mañana, si no aparece nada en su contra quedan
libres. 

NICOLA: )Rutina, eh? 

STEWART: Rutina policial. 

BARTOLOMEO: No tienen derecho. No hicimos nada... Nosotros... 

La luz se los lleva. Stewart, calmo, toma su carpeta y ordena las declaraciones. 

THAYER: (Golpea el martillo.) Se incorpora al cuerpo de la causa el informe del Teniente Stewart al fiscal de distrito (A Katzmann
que se va haciendo ahora visible.) Fiscal KATZMANN: )puede decirnos la fecha exacta en la que recibe el informe mencionado? 

KATZMANN: Sí, sí, su señoría. En la mañana del 6 de mayo, en la Comisaría de Brockton. Veinticuatro horas después del arresto de
los acusados. 

THAYER: )Puede verificar si se trata del mismo informe? 

KATZMANN: Sí su señoría (Stewart se lo extiende. Desaparece Thayer. Katzmann comienza a leer velozmente.) Cinco de mayo de
1920. En base al primer interrogatorio del que adjuntamos copia... surge evidencia suficiente de que los dos ciudadanos italianos
detenidos en Bridgewater han declarado en falso. A pesar de no haberse efectuado las investigaciones de rigor por falta de tiempo,
resulta presumible que Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti... etc, etc, etc... (A Stewart. Jovial.) ¡Pero mire qué buena pieza teniente
Stewart...! Su estilo es cada vez más jurídico... Lo voy a recomendar como escribiente en el juzgado... Bueno... Tendremos un bonito
desayuno esta mañana. (Palmea a Stewart que no lo retribuye.) )Cómo sigue todo por aquí? 

STEWART: (Seco.) En paz. Hasta ahora. (Con una seña hacia afuera incorpora a la escena al grupo de testigos.) El Fiscal Katzmann
los llamará por apellido. (A Katzmann.) Aquí está el expediente: Doble homicidio y robo en South Braintree. 
KATZMANN: Todo por hacerse y el día se nos escapa como agua entre los dedos... A ver, STEWART: un inteligente resumen de
los hechos... 

STEWART: (De mala gana.) El 15 de abril a las tres de la tarde en la calle Pearl, frente a la fábrica de zapatos Slater & Morril,
Parmenter, el cajero de la firma, y Berardelli del cuerpo de vigilancia... 

KATZMANN: Stewart... Tiene una extraña noción de resumen usted. (Lee rápidamente.) Se produjo el robo... asesinaron a los
dos... huyeron con la bolsa... ¿Cuánto...? 

STEWART: 16.000 dólares. Algo menos. 

KATZMANN: Qué más... 

STEWART: Huyeron en un coche negro que los esperaba. 

KATZMANN: Coche negro... 

STEWART: Iban otros tres hombres. Al menos eso dicen los testigos. Aspecto extranjero los cinco. 

KATZMANN: )Se sabe algo del dinero, del auto...? 

STEWART: La plata todavía no entró a circular. El coche lo encontramos en un parque. Pensaron que era peligroso y lo
abandonaron. Le pedimos a los informantes que nos avisaran de cualquiera que anduviera buscando de alquilar vehículo. Fue por
eso que cayeron esos dos. Un taller mecánico nos dio el informe y los levantamos. Pista falsa: no sé en qué andarán, pero con esto
no tienen nada que ver. 

KATZMANN: )Son todos los testigos? 

STEWART: Hay otro mas: Luis Pelser, pero no se ha presentado. Insiste en que no ha podido ver nada y no hubo manera de... 

KATZMANN: (Corta.) )Algo más? 

STEWART: Sí. Les mostré a los testigos algunas fotos de archivo. Una empleada reconoce a uno de los asaltantes: Tony Palmisano.
De la banda Morelli. (Aburrido.) No tiene nada que agradecerme, sólo cumplo con mi deber. 

KATZMANN: (Desinteresado.) )Palmisano, eh...? 

STEWART: Tengo la foto y la testigo. Se le hace firmar la declaración, parten todos, y vuelve a salir el sol. 

KATZMANN: (Sacando papeles.) Prepare el reconocimiento. 

STEWART: Oiga, acabo de decirle que ya han identificado a uno de los... 

KATZMANN: (Interrumpe.) Diligencia, Stewart... Diligencia... Que pasen de una vez a ver a esos italianos. 

STEWART: Le digo que no tienen nada que ver con esto... Habrá que averiguar en qué andan, pero... 

KATZMANN: (Interrumpe.) Stewart. (Seco.) A mí me pagan para encontrar culpables. Los inocentes no necesitan que nadie los
encuentre. 

STEWART: (Un tiempo. Agrio.) Sí señor. 

KATZMANN: Bien. Ahora haga pasar aquí a todos los testigos y traiga aquí a esos dos. 

STEWART: Juntos... 

KATZMANN: Juntos, si.. 

STEWART: Katzmann, no nos conocemos de hoy... Hay reglamentos. No puedo poner a todos juntos en... 

KATZMANN: ¡Y yo no puedo perder el día en esta ruina sólo porque a usted se le ocurra...! 

STEWART: (Interrumpe.) (Si esta ruina se mantiene en pie todavía, es porque yo no dejo entrar líos aquí! (Y no hablo de leyes,
Fiscal, hablo de líos! (No quiero ningún compromiso! (Tengo treinta años aquí! Y voy a llegar a mi retiro sin cicatrices. ¡Es posible
que limpio no llegue, pero no voy a llegar con cicatrices! (No me complique con sus cosas! 
KATZMANN: (Entonces no me obstruya! (Pausa tensa.) Bien. Supongo que si me voy sin haber hecho los careos, alguien deberá
dar explicaciones. (Comienza a guardar sus papeles. Stewart lo observa tenso.) 

STEWART: (Finalmente. De mala gana. A los testigos.) Pasen por aquí. El Fiscal Katzmann necesita interrogarlos. 

Una luz cruda ahora sobre Bartolomeo y Nicola, encandilados contra un fondo blanco. 

KATZMANN: Bien. Como ya sabrán fueron citados para reconocer a estos hombres detenidos por nuestra policía. Limítense a
observarlos atentamente. Después responderán a las preguntas del caso. (Sacco hace un gesto de cansancio. Katzmann se lo indica
a Stewart con un ademán.) 

STEWART: Derecho Sacco. 

M. SPLAINE: (A Katzmann.) Si me permite señor, yo he visto una foto hace un momento que me mostró el teniente, y pude... 

KATZMANN: (Interrumpe airado.) ¡Pero qué hace...?! (No comprende que no se puede...! 

M. SPLAINE: Yo... 

KATZMANN: )Quién le pidió que hable? Toda la complicada maquinaria de un procedimiento puede echarse a perder sólo porque... 

M. SPLAINE: Lo siento... Créame... yo pensé... 

KATZMANN: No piense. Nadie le pidió que lo haga. Sólo mire a estos hombres y trate de reconocer en ellos a aquel asesino. (Un
tiempo.) Bien. (Bajan las luces sobre Nicola y Bartolomeo que desaparecen. A Cesare Rossi:) Usted... Nombre, apellido, ocupación.

C. ROSSI: Cesare Rossi. Trabajo en la secadora de la lavandería. 

STEWART: Estaba en la terraza con el otro, el que no se presentó. La lavandería queda enfrente a la... 

KATZMANN: (Interrumpe. A Rossi.) )Italiano? (Cesare asiente.) Piense bien lo que va a declarar. Le advierto que el falso testimonio
es un delito grave. )Reconoce a alguno de los dos...? 

C. ROSSI: )Y qué voy a decir yo...? Estábamos en la terraza, colgando ropa, con Pelser. Son varios pisos. No se puede desde tan
alto... 

KATZMANN: (Interrumpe.) )No reconoce entonces? 

C. ROSSI: Apenas los veíamos... Vine porque me lo han pedido, pero desde allá arriba ni Pelser ni yo pudimos... 

KATZMANN: (Corta.) Gracias. 

STEWART: (A Katzmann. Aparte. Chicanea) Cuando usted ordene preparo las fotos... 

KATZMANN: (Sin poder ocultar el fastidio. A Levangie.) Usted... 

STEWART: El señor Levangie es el guardabarreras del paso a nivel por el que cruzó el auto al huir. 

KATZMANN: )Bien...? 

LEVANGIE: El de bigotes. Ese manejaba. 

KATZMANN: Señor Levangie... )Seguro? 

LEVANGIE: )Cómo? )Quiere que se lo ponga escrito? Se lo firmo donde me pida. 

KATZMANN: Bueno... Al fin alguien con los ojos abiertos. 

LEVANGIE: El otro no sé. Pero que el de bigotes manejaba, manejaba. 

KATZMANN: No es necesario mucho más por hoy. Claro que tendremos que molestarlo de nuevo. 

LEVANGIE: Si es para esto... Ya era hora que empezaran a limpiar un poco... )Son italianos, no...? (No espera respuesta.) Los
huelo. Peleé con nuestras tropas allí... 

KATZMANN: )Veterano de guerra, eh? 


LEVANGIE: Nosotros matándonos allá, y estos acá comiéndonos la comida... 

KATZMANN: Lo llamaremos señor Levangie. 

STEWART: (Aparte. Insiste.) Sólo uno entre cuatro, y ninguna otra prueba. No creo que le alcance para dejarlos adentro. 

KATZMANN: Se verá, teniente... Se verá. (A Mary Splaine.) ¡Pero... quién queda aquí! Esta muchacha que casi echa todo a
perder... 

M. SPLAINE: Lo siento... Realmente lo siento. Yo no sabía que no se podía mencionar... Es la primera vez que... 

KATZMANN: Bueno... Ya está hecho. Nombre, apellido, ocupación... 

M. SPLAINE: Splaine. Mary Splaine. Soy la tenedora de libros de la fábrica... Yo estaba tildando unos comprobantes de caja.... Y
bueno, como a las tres de la tarde... Las quince horas, vendrían a ser, yo... 

KATZMANN: (Interrumpe.) (Señorita... Señorita...! Sólo una cosa le pedimos, escuche bien: )Reconoce a alguno de los dos
detenidos? )El pelo... las manos... los bigotes? Algo que nos sirva de ayuda. 

M. SPLAINE: Bueno yo... 

KATZMANN: Sí... Sí, adelante... 

M. SPLAINE: Créame que quisiera ayudar a la justicia... Pero al mismo tiempo... Compréndame... Tal vez las manos de uno de
ellos, pero... 

KATZMANN: Sí, adelante... 

M. SPLAINE: No, no... No puedo decir ni que sí ni que no. 

KATZMANN: Entiendo. (Seco.) Pueden irse. 

M. SPLAINE: Comprenda mi posición... 

KATZMANN: (Fastidiado.) Gracias señorita Splaine. Al salir pueden retirar sus documentos. Corroboren sus datos por si hay que
volver a citarlos. (Los testigos se retiran.) 

STEWART: ¿Bueno...? 

KATZMANN: (Pausa. Digiere. Transición. Sonriente.) Stewart... Stewart... Tenía razón usted Stewart... Con estos elementos no se
los puede retener más aquí... 

STEWART: Es su problema... 

KATZMANN: Vamos Stewart... No puedo arriesgarme a llevarlos así a un tribunal... 

STEWART: )Qué pretende ahora, que...? 

KATZMANN: Necesito retenerlos unos días... Tal vez mañana mismo... 

STEWART: Basta Katzmann... Suficiente por hoy. 

KATZMANN: No se enterará nadie, créame... En esos hombres hay algo... 

STEWART: No. 

KATZMANN: Hay algo. Lo veo, usted sabe... 

STEWART: No. 

KATZMANN: Olvide lo de la foto... Está bien, estuve mal... Lo admito... A veces... Sé que no fue el de la foto, la banda Morelli,
conozco el caso... Créame... Al fin y al cabo es sólo una foto vieja... 

STEWART: (Estalla.) ()Una foto?! ()Sólo lo de la foto pasó hoy aquí?! (Con la mitad de lo que he hecho esta mañana sobra para que
me arranquen esta placa y se la tiren a los perros! (Y usted me habla de la foto! 

El Juez Thayer que desde su estrado hace sonar su martillo imperiosamente. 


KATZMANN: Teniente... 

STEWART: (Teniente un carajo! (Mostró a los dos sospechosos solos, y usted sabe que sólo se los puede mostrar mezclados con
otros! (Interrogó a los testigos en grupo, y la ley exige que se lo haga por separado! ()Era poco eso?! (Ahora me pide que retenga a
los detenidos! 

KATZMANN: Lo necesito... 

STEWART: (Y yo necesito mi sueldo! 

THAYER: (Martillo.) (He dicho silencio! 

STEWART: (Mi puto sueldo...! ()O por amor a qué carajo se cree que sigo aquí...?! (Me importa una mierda la suerte de esos
italianos, pero los quiero hoy lejos de esta comisaría! 

KATZMANN: Son culpables. 

STEWART: No quiero más riesgo... 

KATZMANN: Son culpables. 

STEWART: (No hay un solo testimonio, ni uno solo lo suficientemente comprometedor como para...! 

THAYER: (Desde su espacio. Martillo.) Se incorpora al expediente el informe policial de la sección política. (Katzmann y Stewart
detienen la pelea.) 

KATZMANN: (Mientras Stewart recoge el informe y vuelve con él. Casi para sí.) )Sección política...? )Qué tienen que ver esos dos
con la sección política...? 

STEWART: (Todavía agitado.) No sé. Acaban de enviarlo de la central. 

KATZMANN: (Hojeándolo con interés creciente.) Stewart... Stewart... Hay unas cuantas cosas notables aquí... (Un tiempo.)
Teniente, traiga aquí al de los bigotes (Stewart va a salir.) Teniente... (Stewart se detiene. Katzmann agita los papeles.) Sobran
elementos ahora para una causa... (Stewart asiente. Va a salir.) Stewart... (Stewart se detiene nuevamente. Katzmann levanta la
mano en señal de paz.) 

STEWART: No hay rencor, Katzmann. No hay rencor. (Va hasta Vanzetti, lo toma con firmeza y lo conduce ante Katzmann.)
Frederich Katzmann, el Fiscal de Distrito. 

BARTOLOMEO: Quiero protestar por el tratamiento que nos dan aquí. No nos dejaron dormir en toda la noche, y no se nos ha
dicho qué hacemos detenidos. 

STEWART: )Terminaron ya los lamentos...? Bien. Hable cuando se le pregunte. (Y hable! 

BARTOLOMEO: Ya dije todo lo que tenía que decir. 

KATZMANN: (Calmo.) No, no. Eso sí que no es cierto... (Katzmann y Stewart rodean a Bartolomeo. Cae sobre él un cono de luz. El
cuello desabrochado, exhausto. En algún lugar de la escena Luigia comienza como una letanía un rezo en su idioma. Medeiros en su
celda se agita en una pesadilla. Desde un fugaz pasillo de luz, Thompson observa tomando unas notas.) Italia es una república... 

BARTOLOMEO: Sí. 

KATZMANN: )Y cómo es entonces que tiene un rey? )Tiene un rey, no? 

BARTOLOMEO: Sí... Sí, un rey. 

KATZMANN: Una república con rey... 

BARTOLOMEO: Una república no es. 

KATZMANN: )Quiere a este país? 

BARTOLOMEO: )A éste? 

KATZMANN: (A éste, a éste! ()Cuál otro?! 


BARTOLOMEO: )Cuándo van a terminarla con eso? 

KATZMANN: Sí o no... 

BARTOLOMEO: No es una pregunta que se pueda... 

STEWART: Sí o no. 

BARTOLOMEO: Tendría que separar... Hay cosas que... 

STEWART: Conteste sólo la pregunta. 

BARTOLOMEO: (Mareado.) )Qué pregunta? 

KATZMANN: ()Qué pregunta...?! (La que le hicimos. )Quiere a este país? 

BARTOLOMEO: No se puede contestar así. 

STEWART: Sí o no. 

BARTOLOMEO: No... yo... 

KATZMANN: No. Dijo que no. 

BARTOLOMEO: (No! Yo no dije... Quise decir que yo no... (Estalla.) (No aguanto más! (Quiere pararse. No puede.) (No entienden
que no puedo más! 

KATZMANN: (Impasible.) )Quiere a este país? 

BARTOLOMEO: (Un tiempo.) Sí. 

KATZMANN: Ajá. )Y por qué entonces desarrolla actividades antinorteamericanas...? 

BARTOLOMEO: Jamás lo hice. 

KATZMANN: )Niega ser anarquista? 

BARTOLOMEO: Sí. (Un tiempo.) No. 

STEWART: Sí o no. 

BARTOLOMEO: No. 

KATZMANN: )Por eso anda armado por la calle? 

BARTOLOMEO: Se los dije cien veces. Defensa personal. 

STEWART: )De qué hay que defenderse en este país? 

BARTOLOMEO: Tengo un negocio. Pescado. Hay robos. 

KATZMANN: )Cuando llegó a América ya estaba afiliado o lo hizo aquí? 

BARTOLOMEO: Yo no... (Basta, me niego a seguir contestando! 

THAYER: (Martillo.) Petición denegada. 

THOMPSON: (Mi defendido tenía derecho, Señor Juez...! 

THAYER: (Interrumpe.) No ha lugar. 

KATZMANN: (A Bartolomeo.) Se niega porque ve que se va incriminando de a poco. 

BARTOLOMEO: (No...! (Me niego porque no doy más! (Porque me caigo de sueño! (Porque ya no entiendo más nada! 

KATZMANN: Bien. (Va al escritorio. Después de una pausa.) Bartolomeo Vanzetti, lo acuso formalmente de homicidio doble y robo,
cometido el 15 de abril del año en curso, en complicidad con el detenido Nicola Sacco. 
NICOLA: (Desde su espacio.) (Rosa...! (Rosa!. 

BARTOLOMEO: ()Cómo asesinato...?! (Me acusa de asesinato! 

KATZMANN: Doble asesinato y robo. (Comienza a guardar sus papeles en el maletín. Bartolomeo intenta infructuosamente ponerse
de pie. Medeiros lanza un aullido cortante.) 

MEDEIROS: (La jeringa, hijos de puta! (Quiero jeringa! (Métanse en el culo la clemencia! (La silla eléctrica métanse...! (Traiganme
mi jeringa y una buena aguja y guárdense en el más oscuro rincón del ojete todo lo demás! (Sigue con sus aullidos. Stewart intenta
dominar a Bartolomeo.) 

BARTOLOMEO: (Déjenme tranquilo! (No me toquen! (Thayer golpea el estrado con energía.) ()Yo asesino?! ()A quién podemos
matar nosotros?! 

KATZMANN: Mataron para robar. 

BARTOLOMEO: )Qué inmundicia es esa? 

KATZMANN: Hay un testigo. Lo reconoció. 

BARTOLOMEO: (Miente! (Miente! (Miente! 

THAYER: Si el reo no se comporta deberá retirarse de la sala. 

THOMPSON: ¡Hay tres testimonios en contra, su señoría! 

BARTOLOMEO: (Como que me llamo Bartolomeo, miente! 

KATZMANN: Fue usted el que ha mentido hasta ahora. )Sí o no? 

BARTOLOMEO: (Pausa tensa.) (Sí, mentí! (Sí señor, porque no quise confesar que era anarquista! (Mentí porque tuve miedo de
terminar como Salsedo! (Está bien, soy anarquista! (Eso no tiene nada que ver con ser delincuente! (No soy delincuente yo! (Nicola!
(Nicó! ()Oyó?! (Somos asesinos y ladrones! 

NICOLA: (Desde su espacio.) ¡¿Bartolomeo?! 

BARTOLOMEO: (Asesinos y ladrones! 

NICOLA: Bartolomeo... ()Qué le hacen...?! 

ROSA: (Nicola...! (Nicola! 

NICOLA: (Rosa! 

BARTOLOMEO: (Asesinos y ladrones...! (Luigia no creas lo que dicen los diarios...! 

NICOLA: ()Qué le hicieron, Rosa?! (Bartolomeo! (Déjenme salir! (Déjenme salir...! 

Aúlla Medeiros. Grita Rosa. Reza Luigia. El martillo del Juez llama violentamente a silencio. Paroxismo. Como si salieran de una
pesadilla, todo cesa de pronto con la entrada de Thompson. Bartolomeo y Nicola se miran atontados, agitados aun. Comienza a
crecer a su alrededor el espacio del juicio. 

THOMPSON: Señor Vanzetti... Señor Sacco, al fin. No veía la hora de que me autorizaran. Soy Thompson, su abogado... William
Thompson. Lamentablemente esta primera visita tendrá que ser muy breve. Me imagino cómo se sienten, pero quiero que sepan
para su tranquilidad que estoy tan convencido de su inocencia como ustedes mismos. Estudié el caso meticulosamente y no tengo
ninguna duda al respecto. Así que no hay nada que temer. Gracias a Dios la incomunicación ha sido levantada y nos quedan unos
cuantos días de margen para preparar la defensa. El 31 de mayo tenemos la primera audiencia. 

THAYER: (Iniciando el juicio.) Señores del jurado confiamos a su conciencia y decisión la vida de dos hombres. La corte sabe bien
que ese deber de ustedes es difícil e inquietante. Pero tenemos confianza plena en vuestro patriotismo y devoción al deber... 

THOMPSON: (Mientras se integra con sus defendidos al tribunal.) Señor Bartolomeo... Señor Nicola... Hay alguna cosa, si me
permiten que siento un deber de conciencia comentarles. Habrán sabido ustedes cuántos abogados rechazaron el caso. Y supongo
que imaginan ustedes por qué. Quiero aclararles entonces por qué lo he tomado yo. Señor Sacco, Señor Vanzetti: soy abogado
porque creo obstinadamente en la justicia. En la de Dios. Y en la de este país. Me he sentido entonces en la obligación ética de
tomar este caso de ustedes, porque si por el prejuicio de un hombre de leyes se condenase a un inocente, todas esas mismas leyes
perderían sentido. Quiero aclararles también que nada me une a sus ideas políticas, pero como confío en nuestra democracia, y en
esta constitución, puedo admitir la existencia de cualquier ideología, por extravagante que fuese. Y quisiera que cuando mañana
ustedes salgan libres puedan admitir conmigo las virtudes y la vigencia de nuestras leyes. 

Vuelve a primer plano la presencia de Thayer que termina su alocución a los jurados. 

THAYER: ...Y ahora señores del jurado les formularé las preguntas de rigor, a las que habrán de responder con la máxima
honestidad. )Tienen ustedes algún vínculo de amistad o parentesco con los imputados o con las víctimas del hecho? )Se han formado
ya alguna opinión acerca de la culpabilidad o inocencia de los imputados? )Tienen ustedes alguna prevención o prejuicio contra los
reos? )Son sus principios contrarios a la pena de muerte? (Una pausa breve. Thayer golpea con el martillo.) La corte confía en que
los jurados sabrán desempeñar correctamente su labor. La audiencia queda abierta. 

Con un golpe de luces estalla el ámbito del juzgado, su rumor, sus personajes. 

THAYER: Pónganse de pie los acusados. (Bartolomeo se pone de pie. Nicola, más nervioso no entiende.) 

BARTOLOMEO: (A Nicola.) Si alzi... (Este lo hace.) 

THAYER: )Los reos tienen algo que decir antes que la acusación tome la palabra? 

NICOLA: Sí. Que somos inocentes. 

THAYER: El acusado sólo puede responder por sí mismo. 

NICOLA: Que soy inocente, entonces. 

BARTOLOMEO: Hay unas cuantas cosas que tendría que decir... 

THAYER: El imputado sólo tiene el derecho de afirmar su inocencia o admitir su propia culpabilidad. 

BARTOLOMEO: (En voz baja.) Soy inocente. 

THAYER: El acusado debe hablar de manera que todos lo escuchen. Se dice que los italianos tienen una garganta de oro, así que
seguramente será un placer oírlo. 

NICOLA: Parli piú forte. 

BARTOLOMEO: (Más alto.) Soy inocente. 

THAYER: Los acusados pueden tomar asiento. Que pase el primer testigo. 

UNA VOZ: El 10 de junio se presenta ante el tribunal Luis Pelser. Cambia su anterior testimonio en la comisaría, se desdice y declara
ahora reconocer a Sacco como uno de los asesinos. Diez días después de la primera audiencia, el 20 de junio, declara el
guardabarreras Levangie. (Luz sobre Levangie.) 

LEVANGIE: (Aclarando a alguien.) Le-van-gie g.i.e. gie. Levangie... 

THOMPSON: )Señor Levangie usted es guardabarreras en el paso a nivel donde se produjo el asalto? 

LEVANGIE: Sí señor. 

THOMPSON: Según su declaración y la de los otros testigos, los asaltantes subieron a un auto y pasaron a gran velocidad delante
suyo. )Fue así? 

LEVANGIE: Más o menos. 

THOMPSON: )Quiere decir que no fue exactamente como yo lo he referido? 

LEVANGIE: Bueno si, como ser, las cosas fueron así, pero el auto no pasó delante mío tan rápido. Pararon para cruzar la vía y
tuvieron que ir más despacio, así que pude ver bien al que manejaba. 

THOMPSON: )Y según usted ese hombre que manejaba era Vanzetti? 

LEVANGIE: Sí señor. Puedo jurar que era él. 

THOMPSON: )Y el que viajaba al lado era Nicola Sacco? 


LEVANGIE: No. A Sacco ya le dije que no puedo reconocerlo. El sol daba contra los vidrios del auto. No voy a afirmar una cosa así
si no estoy matemáticamente seguro. 

THOMPSON: Mientras que sí está "matemáticamente" seguro de que el hombre que manejaba era Vanzetti. 

LEVANGIE: Eso. 

THOMPSON: )A qué distancia suya pasó el auto? 

LEVANGIE: Bueno... unos pasos. 

THOMPSON: )A qué velocidad? 

LEVANGIE: Serían... no sé... la verdad no sé, pero era bastante despacio porque pude ver bien la cara del que manejaba. 

THOMPSON: )Y era Vanzetti? 

LEVANGIE: Oiga... Si le digo que era él. Ya van cien veces que lo digo. 

THOMPSON: En esta misma sala, cinco personas han declarado bajo juramento que Vanzetti no sabe manejar. 

LEVANGIE: )Y entonces? 

THOMPSON: Mire bien al hombre que está acusando. (Levangie lo hace.) Vanzetti levántese por favor (Bartolomeo se para.) )Señor
Levangie, de qué color son los cabellos del acusado? 

LEVANGIE: Morochos... son negros. 

THOMPSON: )Cómo describiría su físico? 

LEVANGIE: No sé... Robusto. 

THOMPSON: )No es delgado, no? 

LEVANGIE: No, delgado no. 

THOMPSON: Señor Levangie, antes que usted tres testigos declararon que el hombre que manejaba el auto era rubio y delgado...

LEVANGIE: (Confundido.) A mí no me interesa lo que digan los demás... 

THOMPSON: (Calmo.) He terminado, puede retirarse señor Levangie. 

THAYER: Se levanta la sesión. 

Un cambio de luces y ya está Mary Splaine presta a declarar. 

UNA VOZ: Testimonio de Mary Splaine, testigo de cargo, el 20 de junio de 1921. 

KATZMANN: Señorita Splaine, )Usted presenció el asalto de South Braitree? 

M. SPLAINE: Sí señor. Una cosa horrorosa realmente. 

KATZMANN: )Dónde estaba usted en el momento del asalto? 

M. SPLAINE: En mi oficina. En el primer piso de la fábrica. 

KATZMANN: Bien. Relátenos todo lo que vio. 

M. SPLAINE: Cómo no, si. Bueno... Vi a un hombre con un arma que disparó sobre el pobre Berardelli y escapó en un coche negro,
donde lo esperaban los otros asaltantes. 

KATZMANN: )Se encuentra en esta sala ese hombre? 

M. SPLAINE: Sí señor. (Señala a Nicola.) Es aquel. El que no tiene bigotes. (Nicola se para violentamente. La acción queda
congelada. En otro espacio Rosa escucha conmovida.) 

NICOLA: ¡Que sepa que yo no fui! (Rosa, no pares de decírselo! (Va a leer los diarios! ()Qué va a pensar de su padre?! (Hijo: Sacco
es un gran apellido. Un apellido antiguo y bueno! (Y Dante es un nombre hermoso! (Un gran orgullo llamarse Dante Sacco...! (Vuelve
la acción.) 

KATZMANN: )Sabe el nombre de la persona que acaba de señalar? 

M. SPLAINE: Sí, Sacco. Nicola Sacco. 

KATZMANN: Gracias Señorita Splaine. 

(Sacco se deja caer en su banco. Murmura como para sí.) 

NICOLA: (Dante! (Dante, no es cualquier nombre, hijo...! Alguien que se llame así debe hacer honor al idioma. No deje de practicar.
Recuerde la canción. (Cuando volvamos a Torremaggiore tiene que saber saludar a los abuelos! 

UNA VOZ: Cesare Rossi. Italiano. Operario de lavandería. Declara el 2 de Julio de 1921. 

THOMPSON: )Dónde se encontraba en el momento del asalto? 

C. ROSSI: En la terraza 

THOMPSON: )La terraza de la lavandería? 

C. ROSSI: Sí señor. 

THOMPSON: )Quién estaba allí con usted? 

C. ROSSI: Luis Pelser. Otro empleado que trabajaba conmigo allá. 

THOMPSON: Señor Rossi, )sabe que el señor Pelser ha declarado ahora reconocer en la persona del acusado Nicola Sacco al
asesino de South Braitree? 

C. ROSSI: Lo oí, sí. 

THOMPSON: )Fue usted testigo de distintas manifestaciones de su compañero declarando lo contrario? 

C. ROSSI: Sí señor. (Un tiempo.) El sabrá. 

THOMPSON: Bien. Ahora cuente por favor, todo lo que vio. 

C. ROSSI: Pelser y yo estábamos tendiendo unas telas en la terraza. Estábamos charlando y de repente oímos tiros en la calle. Nos
asomamos y vimos a los ladrones que escapaban corriendo, y al guardaespaldas del cajero tirado en el suelo. 

THOMPSON: )El señor Pelser se asomó antes, o después que usted? 

C. ROSSI: No, nos asomamos los dos al mismo tiempo. 

THOMPSON: )Quiere decir que lo que ha visto usted lo ha visto también Pelser? 

KATZMANN: Me opongo su señoría. El testigo no puede saber... 

THOMPSON: (A Katzmann.) Cambiaré la pregunta, entonces (A Cesare.) )Pudo reconocer a los asaltantes que escapaban? 

C. ROSSI: Mire señor, lo que yo digo lo pueden probar ahora mismo si quieren. Pueden ir y subir allí y ver. Cualquiera que tenga
dos ojos puede hacerlo. Basta mirar desde esa terraza para darse cuenta que desde allí arriba es imposible reconocer a nadie. (Los
personajes de la escena congelan. Sólo Thayer y Katzmann permanecen en acción.) 

THAYER: Katzmann... Lo está haciendo mal, Katzmann. 

KATZMANN: Yo... 

THAYER: Mal. Está cometiendo errores imperdonables. Y el primero de todos: traer al tribunal a esos hombres sin pruebas ni
testimonios suficientes. 

KATZMANN: Thayer... El proceso recién empieza... 

THAYER: Y ya podía haber terminado. Unas pocas audiencias habrían bastado si usted hubiese... 
KATZMANN: No podía prever que... 

THAYER: (Seco.) Era su deber preverlo, Katzmann. (Pausa.) Véame mañana antes de la audiencia. 

KATZMANN: Su señoría... (Thayer lo mira.) Créame que haré lo posible... (Thayer vuelve a sus papeles.) Su señoría... (Thayer
vuelve a mirarlo. Lenta transición.) Si usted y la corte lo permiten quisiera hacerle al señor Levangie algunas preguntas
suplementarias... 

THAYER: (Reinstalándose en el juicio.) Si la defensa no se opone... 

THOMPSON: No hay objeción, su señoría. 

KATZMANN: (A Thompson.) Gracias abogado. (A Levangie.) Tal como lo destaca mi colega, su declaración sorprende un poco.
Efectivamente, tres testigos antes que usted describieron al conductor del coche como un hombre rubio y delgado... )No se habrá
equivocado señor Levangié...? 

LEVANGIE: No. 

KATZMANN: Bueno, no hay que ser tan categórico. Cualquiera puede cometer un error... 

LEVANGIE: Si le digo que lo vi, lo vi. 

KATZMANN: Señor Levangie. Siga conmigo un razonamiento, por favor: Usted vio que se cometió el asalto, y que asesinaban a dos
personas. Obviamente se impresionó. Luego vio que los asesinos subían al auto y huían en su dirección. En ese momento habrá
sentido miedo, nada más normal. (Pausa.) En ese estado de ánimo, que todos comprendemos, perfectamente pudo haberse
equivocado... 

LEVANGIE: Pero que... 

KATZMANN: Tranquilo señor Levangie... El abogado Thompson nos ha demostrado claramente que Bartolomeo Vanzetti no podía
estar al volante del auto porque no sabe manejar. Pero eso no quiere decir que Vanzetti no viajara en ese auto. Señor Levangie, si
usted insiste con tanta seguridad, y hasta ha jurado haber visto a Vanzetti al volante, sabiendo que con su testimonio puede enviar a
ese hombre a la silla eléctrica, es evidente que su declaración algo tiene que tener de cierto, )no es así? (Levangie lo mira sin
comprender.) )No es posible que a causa de su estado de nervios y de la velocidad del auto usted haya confundido el lugar que
ocupaba Vanzetti en el vehículo? 

LEVANGIE: )Qué significa...? 

KATZMANN: Piense un momento. Trate de recordar aquella escena. )No sería posible que Vanzetti viajara en el asiento posterior,
detrás del conductor? 

LEVANGIE: (Después de una pausa.) Bueno... Ahora que lo pienso... 

THOMPSON: ¡Me opongo, su señoría! 

THAYER: )Cuál es la razón, abogado Thompson? 

THOMPSON: Es evidente que la acusación sugirió una respuesta al testigo. 

THAYER: No resulta evidente. Oposición rechazada. 

THOMPSON: (Contenido.) (Es injusto! 

THAYER: )La acusación tiene más preguntas por hacer? 

KATZMANN: No su señoría. 

THOMPSON: (Injusto! 

THAYER: Se levanta la sesión. 

Thompson y Vanzetti se miran fijamente. 


Vanzetti se sienta e inicia una carta. 

BARTOLOMEO: Querido padre: vuelvo a escribirle para reafirmar una vez más mi inocencia. Para decirle que dispongo de una
buena defensa, que tengo a mi lado un formidable escuadrón de personas generosas que no me abandonan ni me abandonará
jamás, y comunicarle mi buena salud y estado de ánimo. Es probable que cuando reciba ésta, el proceso haya terminado ya, y
esperemos que sea con mi absolución. Padre: es difícil imaginar la situación actual de este país que tanto admiró años atrás. Vivimos
aquí una triste época. Época de corrupción, época en que el poder es asaltado desesperadamente, y desesperadamente se defiende.
El estado hace bien el mal y mal el bien, y se apresura a meter en la jaula a un hombre honesto y encontrar culpable a un inocente.
Ya no nos sorprenden las cosas mas increíbles. Existe en esta corte una sociedad entre abogados y autoridades judiciales que es
capaz de condenar o absolver a quien quiera. (Qué canalla la gente honesta, y qué ramera la justicia! En esa justicia he perdido ya la
fe. Hablo de la que recibe ese nombre, y no por cierto a ese sentimiento que yace en el corazón del hombre y que ninguna fuerza
infernal será jamás lo bastante fuerte para aplastar. Querido papá: Saludos a todos. Un beso y un abrazo. Su hijo. Bartolomeo. 

Bartolomeo levanta nuevamente la vista hacia Thompson. Vuelven a mirarse fijamente. Thompson, baja la cabeza y vuelve al juicio
entre avergonzado y rabioso. 

THOMPSON: (A Mary Splaine.) Señorita Splaine, usted fue interrogada por la policía de Brockton... 

M. SPLAINE: Sí señor. (Pausa.) Y declaré que no estaba segura de que él fuera el asaltante. Realmente estaba en duda. Pero
después, estudiando bien las fotografías de Sacco que salieron en los diarios, me convencí de que era él propiamente. 

THOMPSON: Sin embargo cuando en esa comisaría le mostraron la foto de un prontuariado, usted afirmó categóricamente que ese
era el asesino. 

M. SPLAINE: Si... Bueno, me pareció. Pero después me dijeron que ese hombre estaba preso desde hace tiempo. Debí haberme
confundido... )Todos nos equivocamos, no? 

THOMPSON: )A qué distancia se encontraba del lugar en el que se produjo el asalto? 

M. SPLAINE: Y... Desde ahí... Unos treinta metros. 

THOMPSON: (Indicando el fondo de la sala.) Señorita Splaine. )Puede ser tan amable de decirme el color de la corbata de aquel
señor, el que está parado en la puerta de la sala? 

M. SPLAINE: (Nerviosa.) Bueno... A decir verdad... No, no señor, no veo bien desde acá. 

THOMPSON: )Por alguna razón en particular? 

M. SPLAINE: Bueno... Soy un poco miope. 

THOMPSON: )Sabe a qué distancia se encuentra aquella persona? 

M. SPLAINE: No. 

THOMPSON: (Está a menos de quince metros, señorita Splaine! )Quiere explicarme entonces, por favor, cómo ha podido reconocer
a Nicola Sacco a treinta metros...? 

M. SPLAINE: Yo... (Alterada.) Bueno, lo reconocí. No veo por qué... 

NICOLA: (Ma perche dice queste bugie...! 

KATZMANN: Señorita Splaine, si me permite... Estoy algo sorprendido. No entiendo por qué oculta ese detalle justamente. 

M. SPLAINE: Bueno, yo no sé a qué... 

KATZMANN: Por alguna razón que se me escapa, usted no está diciendo toda la verdad. 

M. SPLAINE: Yo... 

KATZMANN: )Cuál es el motivo, señorita, por el que se niega a admitir que en ese momento -como resulta obvio estando en una
oficina- usted se encontraba con los lentes puestos...? 

M. SPLAINE: Bueno... Claro... ¡)Dios mío, no lo dije...?! 

THOMPSON: (Protesto su señoría! (La actitud del fiscal, sirviendo la respuesta a los testigos es francamente intolerable! (Con todo
el respeto que me merece esta corte, este proceso se está volviendo un... verdadero circo! 

THAYER: (Golpea el martillo.) (Abogado Thompson! No quisiera verme obligado a incriminarlo por ofender a la corte. 

THOMPSON: Es la actitud del fiscal, la que ofende a la corte. 

THAYER: Suficiente. (Un tiempo.) No me parece que el fiscal haya sugerido la respuesta al testigo. Creo que simplemente ha
tratado de aclarar sus ideas algo imprecisas. 

THOMPSON: Es esa misma imprecisión justamente, la que les quita validez. 

THAYER: Eso lo debe decidir el jurado. (A Katzmann.) )Tiene algo más que preguntar a la testigo? 

KATZMANN: No, su señoría. 

Un aparte entre Thompson y Thayer. 

THAYER: Abogado Thompson... Quiero advertirle que su insolencia está pasando todo límite. No diga después que no se lo advertí:
Si continúa en esta actitud va a ser usted el que termine en el banquillo de los acusados... 

THOMPSON: Con todo respeto señor Juez... El banquillo de los acusados hoy es el lugar más limpio de esta sala. 

Transición. La luz sube sobre Luigia. 

BARTOLOMEO: Luigia. Hermanita. (Época de poda! Hay que acordarse de replantar los gajos... 

LUIGIA: (Recibiendo la carta.) "...)Cómo está la diamela de papá...? )Y mi camelia...? Hay que dejarle buenas yemas. Las más
gordas." 

BARTOLOMEO: No dejes de avisarme cuando revienten, que imaginarlas es mi forma de verlas. Le he escrito a papá otra carta, y
sigue sin responderme. Sé que se enfurece con mis ideas, y me castiga con su silencio. )Qué puedo hacer? No sabe cómo me daña. )
Cómo está? )Cómo lleva sus años? Hermana: te pido que lo beses por mí. Así de sonso. Que alguno de los besos tuyos, aunque él no
lo sepa, sea de los míos. Así de sonso. 

LUIGIA: "...Abrazos. Bartolomeo." 

Transición. Thompson ahora frente a Cesare Rossi. 

THOMPSON: Señor Juez, quisiera interrogar nuevamente al señor Cesare Rossi. (Thayer asiente.) Señor Rossi: Aquel día del asalto
usted trabajaba en el lavadero. 

C. ROSSI: Sí señor. 

THOMPSON: )Trabaja allí todavía? 

C. ROSSI: No señor. Me despidieron. 

THOMPSON: )Por qué razón? 

KATZMANN: Todo esto no es pertinente su señoría. 

THOMPSON: Sí su señoría. Creo que la respuesta puede ser muy importante. 

THAYER: Proceda entonces. 

THOMPSON: )Por qué fue despedido? 

C. ROSSI: Bueno, después del asalto no se habló más del asunto. A los pocos días nos llamaron a Pelser y a mí de la policía; nos
mostraron a los acusados y nos preguntaron si los reconocíamos. Nosotros dijimos que no. Una semana después nos llamó el
capataz y nos dijo que estábamos despedidos. Nosotros le dijimos por qué y nos dijo que lo había decidido la gerencia. Pedimos
hablar con el gerente pero no nos atendió. Un tiempo después pasé un día por la puerta de la lavandería y me encontré con el
capataz de casualidad. Le dije a ver si podía volver al trabajo. Al principio quiso cambiar de conversación, pero al final me dijo que
podíamos volver al lavadero si le decíamos a la policía que reconocíamos en esos dos hombres a los asesinos. Yo le dije que estaba
loco, y él me dijo que lo pensara. Fui enseguida a verlo a Pelser y le conté todo. No me dijo nada, pero a los pocos días me enteré
que había vuelto a trabajar en el lavadero. Desde entonces yo no he podido conseguir un solo trabajo en ningún lugar de la ciudad.
Apenas escuchan mi nombre ya me cierran la puerta, señor... 

Se esfuma el tribunal. Thayer y Katzmann en un aparte. 

THAYER: Basta Katzmann... La declaración de ese hombre que despidieron nos ha echado el mundo encima. 

KATZMANN: )Usted no creerá que yo...? 

THAYER: Ni quiero saberlo. ¿Cómo no interrogó antes a ese hombre...? 


KATZMANN: Yo... No creí necesario... 

THAYER: (Ah, no creyó necesario! )Se da cuenta en la situación que me coloca? Se puede acusar a los otros testigos de falso
testimonio... 

KATZMANN: No cambiaría nada. 

THAYER: Usted subestima a la defensa. 

KATZMANN: El abogado Thompson no tiene experiencia penal... 

THAYER: El abogado Thompson conoce de sobra su trabajo... 

KATZMANN: Es hábil, no lo voy a negar, pero sólo eso... Está en usted justamente neutralizar esa habilidad. 

THAYER: Hable claro, Katzmann. 

KATZMANN: (Un tiempo.) No puedo luchar contra dos adversarios. 

THAYER: )Qué quiere decir...? )Que yo favorezco a la defensa? 

KATZMANN: No es conmigo justamente con quien lo hace. 

THAYER: )Usted me hace responsable a mí de sus errores...? 

KATZMANN: No recuerdo haber cometido ninguno. 

THAYER: (Furioso.) ()Ah no?! (Mire Katzmann, de ahora en adelante mi objetividad será inflexible! (Por lo menos que nadie pueda
decir cuando haya que absolver a esos italianos que la justicia no ha prevalecido! 

KATZMANN: )Cuál absolución, Thayer...? 

THAYER: )Y qué pretende...? ¿Que condene a alguien sin pruebas...? Usted se olvida con quién está hablando... 

KATZMANN: Ni Sacco ni Vanzetti son inocentes, Thayer... 

THAYER: (Demuéstrelo...! Ese es su trabajo... 

KATZMANN: Thayer... ¿Cómo quiere que...? Estoy entre la espada y la pared...


(Usted me presiona... Nuestra gente me presiona...! 

THAYER: )Quién es "nuestra gente", Katzmann...? 

KATZMANN: )Hace falta que se lo diga? No quiero resultar irrespetuoso señor, pero ni usted ni yo llegamos aquí en un repollo. 

THAYER: (Yo he actuado siempre dentro de la ley...! 

KATZMANN: Y de eso se trata. De estar unidos dentro de ella. (Thayer va a hablar.) )No ha declarado usted siempre que cada una
de nuestras acciones debe tener como fin el bien de nuestro país...? Nuestra gente está esperando esta condena. Y usted sabe a
quién me refiero cuando digo "Nuestra gente". Hay un solo magistrado en todo el país capaz de dar una lección ejemplar a la
subversión. Las elecciones están encima. La distribución de cargos en la suprema corte también. (Tiempo. Thayer calla.) No los
defraude Thayer . Puede estar tranquilo. Nuestra gente no lo va a defraudar a usted. 

Thayer permanece pensativo. Un fundido precipita nuevamente el espacio del tribunal. 

UNA VOZ: El seis de julio de 1921 declara ante el tribunal Nicola Sacco. 

KATZMANN: Señor Sacco, recuerdo que ha dicho usted alguna vez, que amaba la libertad, y a los países libres. 

NICOLA: Sí. 

KATZMANN: )Quería usted a este país en mayo de 1917? 

NICOLA: Tengo que aclarar algo... 

KATZMANN: )No ha comprendido la pregunta...? 


NICOLA: Sí. 

KATZMANN: Bueno, responda entonces, sí o no. 

NICOLA: Sí. 

KATZMANN: Ajá, la quería... ¿Y para demostrarle su amor huyó a México cuando el estado lo llamaba como soldado...? 

NICOLA: Me fui para no combatir. 

KATZMANN: )Y cuándo volvió nuevamente? 

NICOLA: Después del armisticio. 

KATZMANN: Cuando la guerra había terminado, digamos. 

NICOLA: Sí señor. 

KATZMANN: )Se da cuenta que está declarando ser desertor? 

NICOLA: ¡Io non sono un vigliacco...! 

THAYER: (Martillo.) No se comprende al acusado. 

NICOLA: (Corrige.) (Que no soy un... un cobarde... Si es lo que quiere decir! 

KATZMANN: )Entonces por qué desertó...? 

NICOLA: Soy contrario a la guerra por principio. 

KATZMANN: )Quiere decir que su filosofía le impide combatir...? 

NICOLA: Mis ideas sono... son... están contra toda clase de violencia. 

KATZMANN: )Qué ideas, sus ideas políticas...? 

NICOLA: (A Thompson.) Devo rispondere a... a esta pregunta? 

THAYER: Naturalmente. 

NICOLA: Soy un anarquista. Y el anarquismo está en contra de toda clase de violencia... 

KATZMANN: (Irónico.) )De veras...? (Sacco se pone de pie.) Permítame decirle que esto es para mí una novedad absoluta. Y
supongo que lo debe ser para todos en esta sala. ()Usted se olvida que los anarquistas asesinaron en este país al presidente
Mackinley?! (Que hicieron explotar una bomba en Wall Street que destrozó a diez compatriotas inocentes...! 

SACCO: (Descontrolado.) (Non sono stati gli anarchici! 

THAYER: (Martillo.) Si el acusado insiste en su idioma, se solicitará traducción al intérprete. 

SACCO: Digo que los anarquistas no fueron... Que no somos asesinos. 

KATZMANN: )Ah no...? La historia de los últimos años señor Sacco, ha demostrado que anarquía es sinónimo de subversión contra
el orden constituido, de desprecio por la propiedad privada, de incitación a la violencia... 

NICOLA: (A Thompson.) )Che cosa ha detto? 

KATZMANN: (A Thompson.) Yo mismo se lo aclaro. (Digo que el anarquismo se ha valido en toda su historia de la violencia y el
robo...! 

NICOLA: (Estalla.) ()Cosa state a dire queste fesserie davanti allá gente?! )Sovversivi noi...?! (Thompson trata infructuosamente de
interrumpirlo.) E da teci il pane che ci basti per sfamarci e noi li rispeteremo... )Ribelli noi? )Che significa? Se ci trattate come gli
animali per forza che ci ribelliamo. )Ladri...? )Ladri noi che lasciamo il sangue per campá? (Termina agitadísimo.) 

KATZMANN: (Fastidiado.) )Alguien quiere tener la amabilidad de traducir...? 


THOMPSON: Protesto su señoría. Las apreciaciones políticas del fiscal están alterando a mi detenido. (A Sacco.) Señor Sacco, le
ruego que se tranquilice y aclare ahora en nuestro idioma. 

NICOLA: Sí señor... 

THAYER: (Con una hoja en la mano.) No hace falta abogado Thompson. La traducción legal obra en poder de esta corte. (Lee.) El
señor Sacco admite entre otras cosas, según leo, que algunos anarquistas recurren a la rebeldía violenta.... 

NICOLA: (A Thayer.) No señor... No es eso lo que dije... 

THOMPSON: Protesto su señoría... La traducción no es... 

THAYER: (Martillo. Agita la hoja). Si la defensa lo desea puede consultarla. 

NICOLA: (A Thompson.) Pero yo no dije eso... 

THAYER: Entenderá que no hay otra manera de comprobarlo que las actas del intérprete. 

NICOLA: (Por Dios...! 

THAYER: (Le he dicho que se calle! (Siéntese...! (Un tiempo.) 

KATZMANN: Según el informe de la Sección Política de la policía, Usted ha participado en varias huelgas en Staughton, Boston, )Es
cierto...? 

NICOLA: Sí. 

KATZMANN: )Participó también de aquella huelga metalúrgica en Plymouth en 1920? 

NICOLA: Sí. 

KATZMANN: )No fue en esa huelga que mataron a tres policías? 

NICOLA: Sí. Y a siete obreros, por desgracia. 

KATZMANN: )Por desgracia para los siete obreros...? 

NICOLA: Por desgracia para todos. También la policía son seres humanos. 

KATZMANN: (Ah... "también"! )En aquella época ya había comprado el revolver que le encontraron cuando lo arrestaron...? 

NICOLA: )El 12 de enero...? Si... Creo que sí. 

KATZMANN: )Y el día de la huelga la llevaba encima...? 

NICOLA: (No! ()No va a decir ahora que fui yo el que mató a esos policías...?! 

KATZMANN: Yo no lo he dicho. Fue usted mismo el que acaba de sugerir esa posibilidad. 

THOMPSON: (Me opongo, su señoría! 

KATZMANN: (Se sienta.) He terminado. 

THOMPSON: Sacco tranquilícese... )Donde se encontraba usted el día, y a la hora en que ocurrió el asalto...? 

NICOLA: En el Consulado Italiano de Boston. 

THOMPSON: )Habló con alguien allí, alguien lo vio...? 

NICOLA: El empleado de la oficina de pasaportes... Le expliqué que volvía a Italia, que tenía urgencia con los papeles... Que mi
padre me necesitaba allá... Que había habido una desgracia. 

THOMPSON: (A Thayer.) Con el permiso de la corte solicito que este testimonio escrito sea reconocido como válido a los efectos
legales, (Le da a Thayer el documento.) y que le sea dado a conocer al jurado. 

THAYER: (Examinando el documento.) La corte lo considera válido a los efectos de la ley. (Lee.) "Testimonio de Giuseppe
Andrower, presentado a James M. Bowcock Vicecónsul de los Estados Unidos de América en la Ciudad de Roma, Reino de Italia,
Habla el señor Andrower: El 15 de abril de 1920 llegó al Consulado Italiano de Boston el señor Nicola Sacco a presentar una
fotografía para su pasaporte..." 

NICOLA:(Recuerda, en tanto, la carta de su padre.) "Nicola, hijo mío: Sé que esta noticia de la muerte de tu madre te entristecerá.
Antes de morir hubiera querido verte. No hablaba de otra cosa últimamente..." 

THAYER: "...La fotografía era en realidad un retrato familiar, con su mujer y su hijo. Le expliqué que no era lo que le pedíamos y se
la llevé al secretario del Consulado para mostrársela..." 

NICOLA: "... No dejes de volver. Ahora ustedes tienen un hijo también .Y podrás entender lo que significa tener un hijo lejos por
todos estos años. Quisiera verte de nuevo junto a nosotros. No veo la hora de tenerte aquí... 

THAYER: "Recuerdo la fecha porque mientras hablábamos de Sacco observé un almanaque de mesa que había sobre el escritorio
del secretario." 

Declinan ahí las luces lentamente. Sube una vieja canción italiana sobre las últimas líneas del testimonio. 

NICOLA: (Solo.) (Dante...! (Vas a ver lo florido que es Torremaggiore en verano! Hay un remanso del río donde el agua parece de
vidrio. Te voy a enseñar a tirarte de la piedra... Al principio da miedo, pero después de la primera vez, uno no piensa en otra cosa
que en volver a romper el agua desde ahí arriba. (Crece la luz general, se esfuma toda magia.) (Dante...! (Dante...! 

UNA VOZ: 10 de julio de 1921. Declaración de Bartolomeo Vanzetti. 

KATZMANN: )Dónde conoció a Sacco? 

BARTOLOMEO: En México. 

KATZMANN: )En qué año? 

BARTOLOMEO: En 1917. 

KATZMANN: )Por qué se encontraba usted en México? 

BARTOLOMEO: Para no ser obligado a combatir. 

KATZMANN: )Es incapacitado? 

BARTOLOMEO: No. Siempre fui un hombre sano. 

KATZMANN: )Entonces por qué desertó...? 

BARTOLOMEO: Por mis principios políticos. 

KATZMANN: )Son los mismos que los de Sacco...? 

BARTOLOMEO: Sí señor. 

KATZMANN: )Y a raíz de tener las mismas ideas subversivas se hicieron amigos? 

BARTOLOMEO: No tenemos ideas subversivas. Somos anarquistas, y como anarquistas combatimos todo lo que violenta la libertad.
En cuanto a Sacco, en la época en la que lo conocí todavía no era anarquista activo. 

KATZMANN: ¿Podríamos decir que fue usted quien lo inició... El que lo indujo a tomar parte activa...? 

BARTOLOMEO: El ya tenía sus ideas, pero no eran claras. Pensaba que un hombre con mujer y familia no debía ocuparse de esas
cosas. 

KATZMANN: )Y usted lo convenció...? 

BARTOLOMEO: Sí señor. 

KATZMANN: Y desde ese momento abandonó sus deberes de marido y de padre... 

BARTOLOMEO: El señor Sacco jamás ha hecho una cosa así. Quiere demasiado a su familia. 

KATZMANN: No obstante, participó en huelgas y manifestaciones subversivas. 


BARTOLOMEO: Un anarquista y un subversivo son dos cosas diferentes. 

KATZMANN: (Toma un gorro azul y se lo alcanza a Bartolomeo.) ¿Ha visto antes este gorro? 

BARTOLOMEO: Tengo uno igual. 

KATZMANN: )No será ese? 

BARTOLOMEO: No podría decirlo. Son todos iguales... 

KATZMANN: Mírelo bien... )No tiene alguna particularidad que le permita identificarlo...? 

BARTOLOMEO: Este tiene un agujero, y el mío era casi nuevo. Además olía a pescado porque lo uso cuando ando vendiendo. 

KATZMANN: )Y cuando se lo quita, dónde acostumbra a dejarlo...? 

BARTOLOMEO: En mi negocio lo cuelgo de un clavo. 

KATZMANN: Señores del jurado, aquí tienen la razón de ese agujero: El clavo donde el acusado colgaba el gorro. (A Bartolomeo.) )
Sabe dónde ha sido encontrado este gorro? 

BARTOLOMEO: No señor. 

KATZMANN: En el lugar y el día del asalto, junto al cadáver de Berardelli. 

BARTOLOMEO: Entonces no es mío. Yo no he matado a nadie. 

KATZMANN: )Quiere hacer el favor de probárselo? (Bartolomeo niega.) )No...? 

BARTOLOMEO: No. 

KATZMANN: Debe hacerlo. 

BARTOLOMEO: No voy a hacer el payaso. 

THAYER: Nadie quiere faltarle el respeto señor Vanzetti. Usted no puede negarse. (Bartolomeo, tenso, se coloca el gorro que le
queda evidentemente chico.) 

KATZMANN: No, no... Cálcelo bien... (Bartolomeo lo intenta.) Que se lo calce bien he dicho... (Katzmann toma el gorro y forcejea.
Bartolomeo se lo quita violento. Da miedo.) 

BARTOLOMEO: (Seco.) Basta. 

KATZMANN: (Se retira confundido.) Explíqueme por favor porqué mintió de semejante manera cuando lo interrogó la policía en
Brockton. 

BARTOLOMEO: Tenía miedo. 

KATZMANN: )Miedo de qué? 

BARTOLOMEO: (Miedo de terminar como...! (Tiempo.) Como otros compañeros 

KATZMANN: Explíquese. 

BARTOLOMEO: A que me... (Calla.) 

KATZMANN: Explíquese... 

BARTOLOMEO: (Estalla.) (A terminar como Salcedo! (Mi... nuestro compañero...! (Yo fui a reconocerlo dos días antes...! (Su cuerpo
destrozado! (No puede seguir hablando. Se quiebra.) (Destrozado...! (Y voy a decir aquí su nombre para que todos lo sepan...!
(Truena.) (Andrea Salcedo...! (Destrozado! (En la vereda de la oficina de policía de Nueva York...! 

KATZMANN: Es solo un justificativo para sus mentiras. 

BARTOLOMEO: (Es verdad mentí, pero eso no quiere decir que yo haya asesinado a nadie...! 

KATZMANN: Demuestra que tenía algo que esconder. 


BARTOLOMEO: Si. Que era anarquista. 

KATZMANN: No, que era uno de los asesinos. Y que el auto que intentaba conseguir era para huir fuera de la ciudad con su
cómplice para poner en circulación el dinero robado. 

BARTOLOMEO: (Terminante.) Por más trampas que use no va a poder demostrar nada, porque de ese delito somos inocentes. 

Transición. 

UNA VOZ: En la mañana del 16 de julio el abogado Thompson cierra su defensa con el alegato final. En la tarde lo hace el fiscal
Katzmann por la acusación. 

THOMPSON: Señores de la corte, señores del jurado. Sé que en este momento sería mi deber hacer un balance de los testimonios
presentados en este proceso, destacar la notoria debilidad de los testigos de la acusación y la irrefutable validez de las coartadas
presentadas por esta defensa. Sé que debería invitar a la reflexión sobre la firmeza de una prueba constituida por un gorro y su
agujero, que ha podido transformarse en "prueba irrebatible" de culpabilidad. Podría inclusive insistir y demostrar una vez más, que
el día del asalto Sacco se encontraba en Boston y Vanzetti en Plymouth. Eso debería hacer tal vez. Pero si la evidente mala fe de los
testigos, y el notorio afán de la acusación por perjudicar a estos dos inocentes no los hubieran convencido en los hechos, )Cómo
habría de esperar convencerlos yo con mi palabra...? No. No voy a hablar más de este proceso. Hablaré sí del otro, del verdadero
proceso que se ha juzgado en esta sala: del proceso contra Sacco y Vanzetti por el delito de anarquismo. Esta circunstancia sobre la
que la acusación ha puesto su mayor énfasis no ha conseguido sin embargo hacer de ellos dos asesinos. Quiero recordarles: los
acusados no están aquí para ser juzgados por sus convicciones políticas. La constitución de nuestro país, una de las más iluminadas
del mundo, no deja duda al respecto: Los seres humanos deben ser juzgados independientemente de sus opiniones políticas, de su
raza y religión. Señores del jurado: El día del arresto de mis defendidos, Rosa Sacco, la esposa del acusado, apenas supo de la
detención de su marido, se dio a la deplorable tarea de quemar cada uno de los libros de política que Sacco conservaba en su casa.
Señores, cuando un ciudadano en cualquier lugar del mundo cae en la humillación de tener que quemar los libros que prefiere y
ama, es porque algo monstruoso a su alrededor está atentando contra sus ideas. Es porque algo está suprimiendo la libertad. He
terminado. 

(Katzmann se adelanta y hace su alegato.) 

KATZMANN: Su señoría, Señores del Jurado. Antes de iniciar mi alegato deseo felicitar a la defensa por el brillante trabajo que ha
desarrollado. Y esto no es una fórmula de cortesía. Pocas veces en mi carrera he tenido por adversario un colega tan hábil en su
propia tarea... y en la de ayudar a la acusación. Sí señores, porque son las mismas palabras de la defensa las que me permitirán
demostrar la culpabilidad de los acusados. Examinemos rápidamente un argumento al que mi colega de la defensa ha adjudicado
vital importancia: Las coartadas de los imputados. Según esos testimonios, en el momento del asalto, Sacco se habría encontrado en
el Consulado Italiano en Boston, y Vanzetti en Plymouth. )Pero quiénes aseguran esto?: Italianos. Todos esos testigos son italianos.
Algunos son compañeros de partido de Sacco y de Vanzetti, otros son simpatizantes. Señores del jurado: Yo no tengo ningún
prejuicio contra los italianos, pero por un acto elemental de objetividad no puedo callar un tema como este. Los italianos emigrantes
ni aquí ni en ningún otro país han tratado jamás de fusionarse con los otros ciudadanos, sino que al contrario, se aíslan formando
grupos separados del resto de la comunidad, y mantienen entre sí lazos del más inflamado nacionalismo. Un italiano que vive en
América, no se transforma jamás en un americano; sigue siendo siempre un italiano que vive en América. Hay en ellos una especie
de tácito desprecio por este país que los cobija, que les da de comer y les ofrece condiciones de vida que en su país de origen no
han tenido jamás. Y es sabido que tras todo italiano rige férrea e inobjetada esa ley tremenda, heredada de las sociedades secretas
medievales: esa ley de bandidos que se conoce como "Omertá". Omertá por la que se protege a un compatriota no importa quién
sea. Omertá que prohíbe denunciar a alguien de la propia raza aunque haya cometido el peor crimen. Omertá, que significa mentira
y silencio. Y ahora escuchen bien: hablo de una ley a la que obedecen ciegamente los partidos políticos de extrema izquierda, los
subversivos, los partidos enemigos de América. Reflexionemos ahora. )Estamos seguros de que las coartadas de Sacco y Vanzetti no
proceden justamente de esa complicidad, de un siniestro encubrimiento nacido de esas leyes de la logia? )Podemos pensar que este
caso sea excepción? No señores. La defensa ha dicho que la constitución de nuestro país en su iluminado liberalismo prescribe que
un hombre sea juzgado independientemente de sus ideas políticas, religiosas o de su raza. Pero cuando esas ideas políticas se
transforman en actos criminales, no se puede invocar a la constitución para defenderlas, sencillamente porque se contraviene el
código penal. Esos partidos se valen, es sabido, de medios criminales: atentados, raptos, robos, encubrimiento y corrupción. Nuestro
país está viviendo una de las etapas más tristes y vergonzosas de su historia. Por esto, señores del jurado tengo el deber de
recordarles que toda América los observa. Delante de ustedes están hombres que además de representar una amenaza para nuestro
amado país, son dos criminales. La parte sana de América pretende de ustedes un veredicto que demuestre que es falso que la
corrupción lo haya infectado todo, y a todos.
América los observa, Señores del Jurado, y espera oír la límpida, resonante, voz de la incorruptibilidad, del coraje, y de la justicia. 

Transición. Un tiempo de espera tensa. 

THAYER: Bartolomeo Vanzetti y Nicola Sacco: el jurado los reconoce culpables de homicidio en primer grado. )Tienen algo que decir
antes que se pronuncie la sentencia?. 

NICOLA: (Se pone de pie.) Yo no sé hablar señor, no soy orador. Mi amigo, mi compañero Vanzetti, va a hablar mejor que yo
seguramente. Pero lo que sí puedo decir es que jamás supe, ni oí, ni leí, que haya existido nunca en la historia algo tan cruel como
este tribunal. Usted, señor juez, conoce mi vida, sabe por qué estoy aquí y ahora me condenará. Podría contarle toda mi vida, día
por día, )pero de qué serviría? Las cosas necesarias se las dirá mi amigo Bartolomeo. El es tan inocente como yo y usted lo sabe
perfectamente. Jamás, ni ayer ni hoy, he sido culpable de nada. (Se sienta.) 

BARTOLOMEO: (Se pone de pie.) Lo que tengo que decir es que soy inocente. No sólo soy inocente de los asesinatos de los que se
me acusa, sino que en toda mi vida jamás he robado, ni matado, ni derramado una gota de sangre humana. Quiero que quede bien
claro que siempre he luchado por terminar con el crimen en la tierra, no sólo el crimen que la ley y la moral oficial condenan, sino
también ese otro crimen que admiten y protegen: la explotación del hombre por el hombre y el atropello contra la dignidad humana.
Y si hay alguna razón por la que aquí se me juzga, si hay alguna razón por la que van a condenarme, es por esa y por ninguna otra.
Usted, Juez Thayer, ha estado en contra nuestra desde antes de conocernos. Le bastó con que éramos anarquistas para convertirnos
en asesinos. Permítame decirle lo que creo: No son nuestros pecados los que se han juzgado aquí. Son nuestros sueños. Nuestras
esperanzas. Eso es lo que han condenado. Lo que creen que podrán matar. Y quieren hacerlo tan solo porque estos sueños nuestros
les amenazan la realidad. Soñamos cambiar el odio por amor, y aquí es el odio el que tiene poder. Soñamos un hombre solidario, y
esta realidad solo se mantiene con la competencia salvaje. Creemos en la verdad y la libertad y aquí solo valen la opresión y la
mentira. Descubrimos que los derechos y privilegios, aquí se adquieren y se mantienen solo por la fuerza. Comprendimos que en
nombre de Dios, de la ley, de la patria, se cometen los delitos mas feroces; que los pueblos se encuentran corrompidos en el
corazón, los sentimientos y la mente por obra del ejemplo y la voluntad de los gobernantes. Pero también entendimos que la
igualdad es la única base moral sobre la que puede regir el contrato social humano. Y que si nosotros, y la generación que nuestras
mujeres llevan en sus vientres no somos capaces de modificarlo habremos fracasado todos, y la humanidad seguirá siendo cada vez
mas mísera y mas infeliz. Quiero decirles una cosa señores del Jurado y créanme que lo digo con todo el corazón: Estaría feliz si me
condenaran a muerte, sólo por poder gritarle a la gente: Pónganse en guardia. Todo lo que te dijeron, todo lo que te prometieron
era una mentira, era un fraude, era un delito, era una ilusión, era un engaño. Nos prometieron libertad... )Dónde está la libertad...?
Nos prometieron prosperidad... )Dónde está la prosperidad...? )Dónde está el progreso espiritual que nos prometieron? )Dónde está
el respeto por la vida humana?. Nunca como ahora, señores del Jurado ha habido tantos crímenes, tanta corrupción como hoy. Esto
es lo que quiero decir: No le desearía ni a un perro sarnoso, ni a una serpiente, ni a la criatura más miserable de la tierra, lo que yo
he tenido que sufrir por delitos que no cometí. Pero hay algo que me consuela y es que también he sufrido por crímenes de los que
sí soy culpable. He sufrido y sufro por ser italiano, y es cierto, lo soy. Estoy sufriendo por ser anarquista, y también lo soy. Pero estoy
tan seguro de mis ideas, tan convencido de estar en lo justo, que si ustedes pudieran matarme dos veces y yo pudiera renacer otras
dos, volvería a hacer exactamente lo que hice hasta ahora. (Pausa.) He hablado mucho de mí y ni siquiera he mencionado a Sacco,
mi amigo. Mi compañero. (Ah, sí...! Tal vez yo hable mejor que él, pero créanme que muchas veces tuve que contener mi emoción
frente a ese hombre al que ustedes llaman ladrón, al que llaman asesino y van a condenar. Lo harán, lo sé, van a condenarlo. Pero
escúchenme bien lo que voy a decirles: Ustedes podrán hacer con él lo que su crueldad les permita. Ustedes pueden matarlo, pero si
lo hacen, escúchenme bien... su nombre, Nicola Sacco, seguirá viviendo en el corazón de la gente cuando sus huesos señor
Katzmann, y los suyos señor juez, ya estén hechos polvo por el tiempo, y sus nombres y sus leyes y sus tristes instituciones no sean
más que un oscuro recuerdo. Un oscuro recuerdo de ese pasado, de este pasado, en el que el hombre era el lobo del hombre. (Una
larga pausa.) Terminé. Gracias por haberme escuchado. (Se sienta. Silencio.) 

THAYER: (Se para. Lee.) Bartolomeo Vanzetti y Nicola Sacco, en el día del señor de 19 de julio de 1921, esta corte los condena a la
pena de muerte transmitiendo el paso de una corriente eléctrica a través de sus cuerpos. (Medeiros comienza a aullar.) Esta es la
sentencia de la ley. 

ROSA: (Y con ella Luigia, se desgarran en un grito.) ((Asassini...!! 

MEDEIROS: (Mientras el espacio del juicio se disuelve entre sombras.) (Hijos de puta! (Suelten a los italianos...! (Culos rotos! (Esa
fábrica la asalté yo...! (A esos hombres los maté yo! (Yo les vi los ojos de vidrio...! ¡Las caras blancas! ¡Yo! ¡La baba y la sangre
sobre las baldosas! (Yo me llevé ese dinero! ()Y quieren saber qué hice con la puta parte...?! (Me pasé por este cascajo de vena que
me queda, tanta morfina que terminó saliéndome por el culo...! ¡Doctor y la puta que te parió...! (Quiero esa jeringa ahora, o me
reviento la cabeza contra las rejas...! (Quiero mi jeringa y quiero un juez... Voy a confesar el asesinato de South Braitree...! 

UNA VOZ: Entre 1921 y 1927 la defensa pide en sucesivas oportunidades la revisión de la causa. Cada pedido es rechazado uno tras
otro por el Juez Thayer y la suprema corte de Dedham. La defensa apela al gobernador de Massachusetts, quién nombra una
comisión investigadora. La comisión ratifica la culpabilidad de Sacco y Vanzetti. 

MEDEIROS: (Hijos de puta, suelten a los italianos...! 

UNA VOZ: Durante seis años la justicia rechaza una apelación tras otra. La ejecución se posterga una y otra vez. Crecen en el
mundo las protestas por el caso. 

Crece ahora una luz sobre Nicola, en un camastro de la celda, de espaldas a Bartolomeo, que aguarda con un plato de comida en la
mano. 

BARTOLOMEO: Allora mangia... 

NICOLA: No. 

BARTOLOMEO: )No va a hablarme tampoco...? Nos dan la oportunidad, y ni siquiera va a hablarme. 


NICOLA: No. 

BARTOLOMEO: )Por qué...? 

NICOLA: (Lo mira.) Me convence. Si habla me convence. )Vino para eso, no? 

BARTOLOMEO: Sí. 

NICOLA: Al menos es sincero. 

BARTOLOMEO: Lleva dos semanas sin comer. )A dónde quiere llegar...? 

NICOLA: )A dónde se llega sin comer? 

BARTOLOMEO: A un hospital, con un tubo por la boca. )No es más humillante?. Allora mangia... (Nicola le da la espalda.) Hace seis
años que estamos aquí... )Se va a rendir ahora...? 

NICOLA: Ahora, antes, después... )Cuál es la diferencia? 

BARTOLOMEO: Ahora de nuevo hay esperanzas. 

NICOLA: (Hace seis años que vivimos de esperanzas...! )Cuántas veces creímos, ya...? Seis años que juegan con nosotros... Nos
acercan a la silla y nos alejan de ella. (Basta...! (Quiero la libertad de morirme en paz! 

BARTOLOMEO: Justo ahora. 

NICOLA: Otra vez con el ahora. 

BARTOLOMEO: Medeiros repitió la confesión. Tienen que reabrir el caso. 

NICOLA: )Usted escuchó sus gritos? Día y noche desde hace meses. Ese hombre está loco, destruido por la morfina, y tiene
condena en fijo también para la silla... )Quién va a creerle? 

BARTOLOMEO: Lo han vuelto a interrogar. Presentaron tres recursos... 

NICOLA: Esa gente ni los mirará. 

BARTOLOMEO: Ya no se trata de Thayer, Nicó... La corte de Justicia es la que decide ahora. Sobran pruebas esta vez. 

NICOLA: No me pida fe. Fe no me queda. 

BARTOLOMEO: (Un tiempo.) No. Le pido que no me deje solo. 

NICOLA: Usted me deja solo. Con el miedo me deja solo. 

BARTOLOMEO: )Miedo...? 

NICOLA: (Sí miedo, miedo! ¿Qué...? Miedo a tener esperanzas de nuevo. A volver a empezar. A creer otra vez que hay un poco de
justicia para nosotros. )Cuántas veces creímos? )Cuántas veces nos agarramos de la vida? )Para qué? Para que una y mil veces le
vuelvan a decir a uno "lo engañamos, prepárese a morir" (Basta...! Lo mejor que Dios le dio al hombre, es morirse una sola vez. Y
que nadie le avise nunca el momento de la muerte. )Cuántas veces hemos muerto ya...? )Las contó? )Diez? )Treinta? )Cien? (No
puede evitar el llanto.) 

BARTOLOMEO: Nicó... (Quedan mirándose largamente. Se unen en un abrazo seco y breve.) Questa volta sara quella buona... (Le
alarga una cucharada con comida Una per Dante... (Un tiempo. Nicola comienza a comer.) Una per Agnese... Una per Rosa... 

UNA VOZ: En París, veinticinco mil personas frente a la Embajada de Estados Unidos piden la gracia para Sacco y Vanzetti 

La luz los deja y crece sobre Thayer, de camisa y sombrero rancho. Una jarra y dos copas. Toma una copa y sirve en ella. A su lado,
molesto, Thompson aguarda de pie. 

THAYER: Refresco de limón, abogado Thompson, el gusto de las viejas cosas... Pero qué hace de pie, siéntese aquí... Esta galería
es mi refugio contra el verano. A mi edad, los calores comienzan a volverse peligrosos... (Ríe. Acota.) A esta edad, en realidad, casi
todo es peligroso... Decía mi abuelo, con todas las erres de su bendito irlandés: "Después de los sesenta, si un día te levantas sin
dolorrr, prrreocúpate porrrque estás muerrrto.." (Ríe. Thompson se sienta y toma un trago.) Recién exprimido. Ese es el secreto de
la limonada de la señora Thayer... No me canso de recomendar sus virtudes. Un minuto antes de que usted llegara, me preguntaba
ella justamente si ya había estado antes usted aquí en casa... 
THOMPSON: No. Es la primera vez. 

THAYER: Eso descubrí. Es extraño, tantos años... Martha, le dije: tantos años y el abogado Thompson no ha probado aún tu
limonada... (Ríe.) 

THOMPSON: Siete años. 

THAYER: Siete... Claro, todavía mi nieto jugaba a los vaqueros en ese césped, y hoy es un futuro colega. (Acota.) Bienvenido a la
profesión. Nunca serán pocas las manos de la ley. 

THOMPSON: Eso creo también. 

THAYER: )Sabe qué, Thompson...? Siempre soñé con un país ordenado, del que la justicia tuviera que ser sólo el guardián. Pero...
No tuve la suerte de llegar a verlo. Tuvimos que ser soldados, Thompson... Y de la vanguardia. (Pausa.) Eso pensaba anteayer
justamente, meditando sobre el resultado de su apelación. (Thompson se inquieta.) No se impaciente. Sé que vino por la respuesta.
Déjeme llegar a ella. (Pausa.) Mire a su alrededor, Thompson... )Qué me dice? 

THOMPSON: Un bello lugar. 

THAYER: Un vergel. Todo calma. Un refugio en medio de la tormenta. A unos kilómetros de aquí, en la ciudad, apenas se puede
caminar entre la basura. )Sabe una cosa, Thompson? Hace unos años apenas -Usted llegó a conocerlo, sin duda- también esa ciudad
era un paraíso. Donde antes hubo paz y entendimiento, ahora hay sólo luchas y odio. 

THOMPSON: Me imagino a lo que quiere... 

THAYER: Déjeme terminar. Todos los días al amanecer miro a mi alrededor, a esta Old New England con sus casas arboladas y sus
jardines verdes, y sus niños de ojos azules, y me estremezco de solo pensar que todo esto que consiguieron mis padres, y mis
abuelos, y los suyos claro, puede ser destruido por la espada y por el fuego. Algo ha ocurrido abogado Thompson en esta tierra
nuestra: ha venido gente extraña, de pieles también extrañas. Gente que no lo mira a uno a los ojos. Que hablan solo en su propio
idioma y viven en sucuchos y sólo parecen felices inquietando, sembrando el descontento, azuzando a un hermano contra el otro y
susurrando por todos lados: "Más dinero..." "El patrón es un explotador.." "Es un demonio..." ")Por qué no nos repartimos sus
riquezas...?" Pero usted y yo, a pesar de todo hemos seguido administrando justicia con equidad, y no hemos hecho diferencias... Y
hemos tratado de olvidar que ellos odian desde el nombre de este bendito país, hasta la tradición de nuestros antepasados. Si,
abogado THOMPSON: La Corte rechazó su apelación por esos anarquistas. (Thompson se para.) (Pero piense como americano, y sé
que les dará también la razón...! )Si fueran ellos los que dirigieran los tribunales, qué clase de justicia habría para gente como usted
o como yo...? (Con que sólo vieran un par de ojos azules, ya bailarían la danza de la muerte! 

THOMPSON: (Por Dios, Juez Thayer...! (Es una... Esos hombres son inocentes! 

THAYER: (Pero no comprende abogado que aquí no se trata ya de culpables o inocentes...! (Que aquí sólo importa quién gana, si
ellos o nosotros! (Y nosotros no podemos ser vencidos...! (Esa sí sería una injusticia! (Una injusticia para sus hijos... Una injusticia
para mis nietos! 

THOMPSON: (Parándose para irse.) Apelaré al gobernador... Al presidente si es necesario. (Pediré clemencia! 

THAYER: )Por qué abogado? ¿Qué tiene que ver usted con ellos...? (Sólo contésteme por qué! 

THOMPSON: (Porque no me desayuno con sangre, Thayer! (Porque tengo cuarentaisiete años señor, y llegué a esta profesión a los
veintitrés sólo porque sentí que la justicia hacía mejores a los hombres! (Y así lo creí siempre, hasta este caso! (Pero ya ni eso me
queda! Desde hace meses, Juez Thayer, llevo conmigo mi matrícula, día y noche (La saca.) Y la saco, y la sobo, y la leo y la releo,
sólo para saber quién demonios soy. Sólo para que siga gritándome mis obligaciones. (Sacco y Vanzetti van a morir, Thayer...! Y la
justicia se enchastrará irremediablemente. (Ah, sí...! Mi nombre saldrá en los periódicos... Y me crecerá una módica aureola de
idealismo... (Y mañana mis clientes serán justamente los que alentaron este linchamiento! No, Juez Thayer. Pienso hacer lo
imposible por salvarlos, pero si esos hombres son asesinados; si la justicia es esto que hacen ustedes... Escúcheme bien: (Prefiero
tirarle este papel a los cerdos! 

Thayer comienza a rezar en voz baja. Crece una luz sobre Bartolomeo que observa la escena. Thompson se aleja furioso. 

UNA VOZ: En Londres, Berlín, Hamburgo, Moscú, Calcuta, Bruselas, miles de personas salen a las calles a pedir la gracia para Sacco
y Vanzetti. 

BARTOLOMEO: )Y qué otra cosa esperaba, abogado? 

THOMPSON: (Se incorpora al espacio de Bartolomeo.) Está bien. Otra vez la razón es suya. Pero nos queda el gobernador. Si lo
presentamos a tiempo aún... 
BARTOLOMEO: (Corta.) Ya está bien, Thompson. Hizo lo que pudo. 

THOMPSON: Escuche... 

BARTOLOMEO: Le digo que está bien. Se probó todo. 

THOMPSON: No. La clemencia no. El gobernador no puede negarla. Ya he preparado el oficio. (Saca unos papeles.) Se aceptan los
cargos y se pide ... 

BARTOLOMEO: (Interrumpe.) Justicia. (Thompson lo mira.) Si algo se pidió y se seguirá pidiendo es justicia. Y si no la dan es
porque no la tienen. Justicia. Hace años que no me habla de otra cosa: Su justicia. )Qué pasa ahora Thompson, dejó de creer en ella
y pasó a creer en el perdón...? 

THOMPSON: No... Yo... 

BARTOLOMEO: El perdón lo piden los culpables. Yo soy inocente. 

THOMPSON: Se trata de estrategia, Vanzetti. Deteniendo la ejecución podríamos... 

BARTOLOMEO: (Interrumpe. Calmo.) Usted es un gran abogado. (Thompson lo mira sorprendido.) Quería decírselo. Y lo que ha
hecho por nosotros se lo voy a agradecer hasta el último segundo. (Pausa.) Tanto tiempo hablando de leyes, de recursos, nunca
había podido decírselo. Hoy se lo digo: gran abogado. Le agradezco todo lo que hizo por mi vida. Ahora lo que queda déjemelo a mí. 

THOMPSON: Usted no puede abandonar ahora. 

BARTOLOMEO: ¿Abandonar...? Si nunca estuve más cerca de una meta. (Pausa.) Thompson, usted sabe con cuánta obstinación
defendí mi inocencia. Soy inocente. La gente lo sabe. Los que son como yo lo saben, lo creen. Yo ya no tengo nada que pedir. Son
ellos los que nos deben justicia a nosotros, y quisiera que la den porque eso mostraría el fracaso de sus mentiras y la fuerza de
nuestra verdad. Pero si no la dan, si no conmutan la pena: nada va a gritar con más fuerza que esta muerte, que esa justicia está
podrida. Están encerrados en su propio chiquero, Thompson. No seré yo quien les abra una puerta. En el fondo, abogado, esto es
nuestra victoria. 

THOMPSON: ¿De qué victoria me habla...? 

BARTOLOMEO: Mis ideas. 

THOMPSON: (Estalla.) (Sus sueños! 

BARTOLOMEO: También puede llamarlos así. 

THOMPSON: Pero yo soy abogado, Vanzetti. Y para mí no hay victoria sino salvándoles la vida Y sus vidas dependen ahora de su
firma en este maldito papel. Y en esa maldita decisión del gobernador del Estado. (No pienso quedarme sentado esperando un
milagro! (Firme aquí y déjeme hacer! 

BARTOLOMEO: Es inútil que me lo vuelva a pedir. No lo intente tampoco con Nicola. Lo hemos decidido. 

THOMPSON: Y yo qué...? ()Qué cree que va a ser de mí...?! (Soy su abogado...! ()Es algo, no?! 

BARTOLOMEO: Lo es. Y nosotros libertarios. También es algo. 

THOMPSON: (Desbordado.) ()Quiere que le diga lo que creo...? (No, no lo es! (Un sueño no es algo! (Un sueño no es nada!
(Muéstreme un lugar, un solo maldito lugar sobre la tierra donde ese sueño haya mostrado su virtud! (Una sola prueba visible y
comprobable de que el mundo puede ser mejor con sus quiméricas ideas! 

BARTOLOMEO: Pruebas. Claro, los abogados juzgan pruebas. )Y si fuese verdad que es un sueño...? Como si de los propios sueños
no fuéramos también responsables los mortales. Abogado Thompson, usted no podría entender: Una cosa es soñar y otra es estar
dormido. A nosotros, soñando, no nos hace falta despertar para ver este mundo suyo. Ustedes en cambio si no despiertan a tiempo,
no lo verán nunca. (Tiempo.) No insista con la clemencia. Déjenos a nosotros con el sueño. Y que sigan los otros durmiendo sobre
sus leyes. 

THOMPSON: (Destruido.) Quién habla de leyes ahora, Vanzetti...? Pero si es verdad que la justicia no existe, que haya por lo menos
piedad. 

Con un gesto calmo Vanzetti apoya su mano en el hombro de Thompson. Thompson acepta. Un tiempo. Thompson guarda entre sus
papeles el pedido de clemencia. 
La luz recorta ahora a Medeiros que juega con una pelota. Hace frío. Se sopla las manos. Unos pasos más allá, Sacco lo observa. 
UNA VOZ: Huelgas en Colombia, Venezuela, Chile, Brasil, Argentina. En Sudáfrica, cincuentamil obreros abandonan el trabajo y se
encolumnan en las calles. 

NICOLA: Medeiros... (Medeiros no le contesta. Sólo lo mira y sigue con la pelota.) Soy Sacco. 

MEDEIROS: )Y...? 

NICOLA: No lo conocía. Lo vi en el pabellón alguna vez, pero nunca aquí en el patio. 

MEDEIROS: ¿Vas a seguir hablando mucho tiempo...?! (Grita.) (Guardia...! (Alcahuete...! (El gringo aquí busca pelea...! 

NICOLA: No, pelea por qué...? Sólo quería decirle quién soy. Soy uno de los condenados que... 

MEDEIROS: (Interrumpe.) ¿Qué, soy estúpido yo...? )No te conozco...? Un millón de personas gritan tu nombre allá afuera todos
los días. )Soy sordo...? Ya está bien. (Grita.) (Guardia...! (Me sigue jodiendo! (Soy un hombre peligroso...! (Ríe.) (Voy a reventar a
este italiano y tendrán que electrocutarme dos veces!.

NICOLA: Me pregunto por qué lo hizo. 

MEDEIROS: (Sorprendido.) Que... 

NICOLA: La confesión. 

MEDEIROS: (Guardia... Aquí el gringo...! 

NICOLA: (Interrumpe. Habla calmo. Medeiros lo escucha contenido.) Me pregunto todos los días si de verdad era el asesino, o sólo
confesó porque ya estaba condenado. Porque no tenía nada que perder. 

MEDEIROS: ¿Qué pasa...? ¿No te gusta...? Confesé y ya está... 

NICOLA: Sea como sea fue piadoso. Usted es un hombre bueno. 

MEDEIROS: ¿Qué mierda te pasa, gringo...? Confesé porque quiero... Porque tengo hígado... Porque puedo mostrarle a cualquiera
qué cojones tiene Celestino Medeiros... Todas las noches una multitud grita ahí afuera por ustedes... Quieren salvarlos... ¿Y qué han
conseguido con sus gritos...? No es con gritos como se consiguen las cosas. Por mí, en cambio no hay ni un perro sarnoso ahí
afuera. Y si lo hubiera solo ladraría: "(Medeiros hijo de puta...! (Asesino... Basura...!" Y sin embargo esta basura hizo por ustedes
más que toda esa mierda de abogados. Más que todos esos imbéciles que gritan ahí afuera. ¿Por qué...? (Porque tengo las bolas que
hacen falta...! ¿Te dijeron alguna vez cuántas veces robé? Treinta y dos. (Cinco muertes sobre mi cabeza! Yo estaba ese día en el
asalto de South Braintree. O no... )Qué importa eso? Yo conozco los ojos de los muertos. Los dientes reventados contra una vereda.
El pegote de la sangre cuando se te seca entre los dedos. Yo sé que son inocentes. Te lo veo en esos ojos de oveja tonta.Y siendo
una mierda como soy, yo te salvo la vida, y de esos afuera no hay uno solo que tenga las bolas para hacerlo. Me van a electrocutar...
Cincuentamil voltios... ¿Alguien se puede imaginar lo que es eso...? Y cuando este cuerpo quede como un pedazo de carbón sobre
esa silla, en los aguantaderos, en los tugurios, en los barrios de putas la gente mía dirá con el sombrero en la mano: ¡Salud a las
pelotas de Celestino Medeiros! 

NICOLA: Y también dirán: era un hombre bueno; entendió que en el mundo uno no está solo. 

MEDEIROS: (Conteniendo la emoción a duras penas.) ¿Qué pasa...? No es domingo para que venga el cura. 

NICOLA: No hablo del cielo, Medeiros. Hablo de la tierra. Entendió que la vida, que las cosas que se hacen, que hasta la muerte de
uno, le pertenecen a los otros. (Hay un largo silencio.) 

MEDEIROS: ¡Guardia, quiero volver a la celda! (Hace frío aquí...! (Intentando vanamente el humor.) ()Si me matan de pulmonía,
qué mierda van a hacer con esa silla...?! (Intenta reír. No puede. La luz se va.) 

Surge un espacio en el que Luigia y Bartolomeo se miran largamente. Más allá, aparte, Rosa espera a Nicola que va hasta ella y
quedan también en silencio. 

UNA VOZ: La Iglesia Católica, Anglicana, Evangelista, Ortodoxa, La Comunidad Musulmana, los Rabinos, piden al presidente de los
Estados Unidos que se conceda la gracia. 

LUIGIA: (A una figura imaginaria: su padre.) Época de abono, me dijo... 

BARTOLOMEO: No deje de carpir en cuanto vuelva. 

LUIGIA: ...de carpir en cuanto vuelva... Y pida bosta al cochero. Se acordaba del cochero todavía... 
BARTOLOMEO: Amedeo. Amedeo el cochero. 

LUIGIA: E brutta questa terra, papá... Cuando el barco se acercaba la vi tan... tan... (Daba miedo! (Imponente! (Ya a Bartolomeo.)
Es fea... )Qué tiene que hacer aquí un italiano? Fea y triste la América. 

BARTOLOMEO: )Cuándo regresa? 

LUIGIA: Cuando todo termine. (Al padre.) Le dije que usted no quería que lo dejara allí. (A Bartolo.) Si todo sale bien te llevo
conmigo. Si no me llevaré las cenizas a casa. (Al padre.) No dijo nada. Tiene que llegar el perdón le dije. Tiene que llegar. Por la
gracia de Dios. 

BARTOLOMEO: No. Por la de mis razones. 

LUIGIA: Otra vez. No escribiste otra cosa en todos estos años. 

BARTOLOMEO: Es mi fe. 

LUIGIA: Mi fe, dijo. Y vinieron esos hombres. 

Comienzan a preparar a Bartolomeo para la ejecución. En la otra celda hacen lo propio con Nicola. Rosa está a su lado. 

ROSA: (A Nicola. Crispada.) (Hay que hablar con ese chico, Nicola! (A mí no me hace caso! 

NICOLA: (Calmo.) Que sepa que no dejé de nombrarlo. Ni en el último segundo. Que se entere. 

ROSA: (Niega conteniendo las lágrimas.) Si no es la que viene será en dos semanas, que ya tiene las vacaciones de la escuela. 

NICOLA: Que lo sepa. Que lo recuerde siempre. 

LUIGIA: Mi fe. Mi fe, dijo. (A Bartolomeo.) No. Tu fe es la fe en la que naciste. Es la de papá y mamá. Es la mía. Bartolomeo, por
última vez: recibirás al cura. 

BARTOLOMEO: Es inútil. Qué le puedo decir. Qué me diría él. 

LUIGIA: La verdad: Soy inocente... (Pero qué les ha hecho esta tierra! Tampoco Nicola ha querido confesarse, y hasta ese asesino,
el que grita sin parar, ha rechazado la confesión. 

BARTOLOMEO: Medeiros. 

LUIGIA: Pobre loco. Delira. Dice que Sacco le ha dado la absolución. 

ROSA: Volveremos Nicola. En tercera. Como vinimos. Vas a salir de aquí y volveremos. Cuando lleguemos a Torremaggiore pienso
subirme a la colina, mirar hacia aquí y gritarle a la América hasta quedarme ronca: (Yo te maldigo! 

NICOLA: Te quiero Rosina. Te quiero. 

ROSA: Vamos a gritar. Vas a gritar conmigo desde esa colina... 

NICOLA: Un abrazo fuerte a los hijos. Un beso a cada uno. Estás tan hermosa. 

ROSA: Hermosa me dijo. Estás tan hermosa. 

NICOLA: Que no pierdan el idioma... 

ROSA: Que te acuerdes la canción, Dante. Que en ella están todas las palabras que un hombre debe saber. 

NICOLA: Liberta. Terra. Pace. Speranza... 

ROSA: (Comienza, ahogada, a recorrer la canción.) Addio Lugano bella... O dolce terra pia... Banditi sensa terra... gli anarchici vai
via... 

LUIGIA: (Al padre.) "Yo no puedo rezar, Luigia...", dijo... 

BARTOLOMEO: ...Las cosas son las cosas, y la única oración que tienen las cosas son los actos de cada uno. )En qué idioma sino
hablaría Dios...? Su única lengua, hermana, la única que entiende es la de estos actos... 

LUIGIA: ¿He actuado mal yo?, me preguntó. )He actuado poco?. Cuando esta noche camine por ese pasillo hacia la cámara, cada
paso nuestro será una palabra de esa oración que estás pidiendo... 

BARTOLOMEO: ...Cada paso Luigia... Después entraré allí, daré mi último grito, y si es cierto que allá arriba hay alguien oyendo,
escuchará... 

LUIGIA: Amen... 

BARTOLOMEO: Amen... 

NICOLA: Dante... Usted ha crecido y hay que hablarle como a un hombre. Las tiene que consolar y proteger. Le dejo a las dos. 

ROSA: Recuerde siempre, dijo: ayude a los débiles, a los perseguidos y a las víctimas. 

NICOLA: Dante, la alegría de los juegos hay que compartirla con los otros. Compañero es el que comparte el pan... 

ROSA: ...Así es la idea nuestra, dijo. El fin de la vida no es el fin de la esperanza: un hombre espera también en sus hijos. Y en los
hijos de sus hijos. 

NICOLA: Nuestra idea llegará, Dante. En unos años o en un siglo. Con otro nombre. Con otra forma a lo mejor, pero va a llegar. Va
a llegar. 

LUIGIA: Te matan como a Cristo, y estás renegando de Él. (Transición.) Si esto fuera lo que Él sembró, me dijo, me avergonzaría
de ser cristiano. 

BARTOLOMEO: Nosotros no somos mártires, Luigia. Ni profetas. Apenas de esos que nacen para vivir como hormigas. Hormigas
solamente que un día descubrimos que nuestros deberes nos daban también derechos, y levantamos la voz: "Hágannos vivir
mejor..." Entonces el engranaje se puso en movimiento. Primero nos atrapó. Ahora nos tritura... 

LUIGIA: Pero Bartolo, ¿Cómo puedo entender...? 

BARTOLOMEO: ...Cómo podrías entender, Luigia... Si no hubiera sido por esto, qué hubiera sido de nosotros...? )Hablar por las
calles a hombres indiferentes...? )Morir desconocidos...? Nunca había imaginado hacer tanto en favor de los hombres. En el fondo,
hermana, esta agonía es nuestro triunfo. 

LUIGIA: Entonces me lo pidió. Me puso la mano así, en la cara... "Te pido que a papá lo beses por mí..." 

BARTOLOMEO: ...Que lo beses por mí. 

LUIGIA: "...No le digas nada. No entendería..." 

BARTOLOMEO: No entendería. Así de sonso: que lo beses por mí. 

NICOLA: Querido hijo, no lo olvide nunca: No es el cuerpo de su padre el que quieren electrocutar. Son sus ideas. 

UNA VOZ: 23 de agosto de 1927. El gobernador y el presidente rechazan el perdón a Sacco y Vanzetti. Luego de la ejecución de
Medeiros, ambos morirán en la silla eléctrica. 

Los personajes son convocados a la ejecución. En un último gesto Thompson, frente a Thayer, rompe penosamente su matrícula, y
la arroja a los pies del juez. 

NICOLA: Buona sera, signori. Addio Rosa. Addio figli miei. Addio agli amici. (Viva l'anarchia! 

BARTOLOMEO: Solo me queda decir que nunca he cometido ningún crimen, sólo algunos pecados. Perdono a los que me han
hecho mal. Gracie a tutti che mi hanno aiutato. Sonno innocente. Buona sera, signori. (Viva l'anarchia! 

Nicola y Bartolomeo se unen en un abrazo macizo.


Las luces comienzan a cerrar sobre ellos.
 

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