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VISIÓN GENERAL DE LA “ILIADA”

AUTOR: HOMERO

Comienza el poema con una invocación a las musas para que cante la ira de
Aquiles, la cual por voluntad de Júpiter, causó grandes males a los griegos.

Homero presenta a Crises, sacerdote de Apolo, quien viene a pedir le sea


devuelta su hija Criseida, cautiva de Agamenón, jefe supremo de los aqueos.
Agamenón lo despide, despreciativo y amenazante, por lo que Crises,
acongojado, se retira por la orilla del mar pidiendo a su dios castigo para los
aqueos.

El dios Apolo, lleno de enojo, dispara su flecha sobre el campamento aqueo y


a la vez provoca una terrible epidemia que deja tendido muchas cadáveres
en el campo.

Aquiles decide convocar una asamblea con los principales jefes y deliberar
acerca de lo más conveniente para evitar que el desastre se prolongue sobre
ellos. Calcas, el mejor de los augures, se levantó y expresó que la única
manera de suspender el castigo era devolver a Criseida y rendirle tributos al
dios Apolo.

Agamenón devuelve a la cautiva Criseida, pero pide en compensación la


joven Briseida, bella cautiva de Aquiles; por esta razón, el héroe se retira del
campo de batalla y se refugia en sus naves, no sin antes decir “alguna vez los
hijos de los aqueos sentirán la falta de Aquiles, cuando caigan en multitud
moribundos bajo el empuje de Héctor, matador de guerreros”.

Júpiter, en cumplimiento a una promesa hecha a la diosa Tetis, madre de


Aquiles, envía un sueño engañador al Rey Agamenón, induciéndole a
combatir con esperanzas de vencer, por lo que éste entra en combate. Al
comienzo la lucha se le torna favorable. Los troyanos empiezan a ceder y el
propio Héctor encarga a su madre que implore el favor de la diosa Atenea
para Troya; pero tal situación dura poco.
Los troyanos descienden a la llanura, y París, considerado cobarde por su
hermano Héctor, decide enfrentarse en singular combate con Menelao,
esposo de Helena, para decidir la guerra. Iniciado el combate, París va en
derrota y está a punto de ser vencido, pero la diosa Afrodita lo salva y lo
traslada al lado de Helena. La tregua pactada a raíz de la lucha es rota debido
a que uno de de los hombres de Paris lanza una flecha contra Menelao, por lo
que se reinicia la lucha. Hay un combate entre Héctor y Ayax, en donde
ninguno resulta triunfador.

En el reinicio de la lucha, los troyanos persiguen a los aqueos, destrozan los


muros y llegan hasta sus propias naves, las cuales comienzan a quemar. Ante
tal situación, Patroclo implora a Aquiles que lo deje entrar en combate. Este
accede y le facilita sus armas, pero le pone como condición que no se
enfrente a Héctor.

Patroclo, enceguecido por el valor, avanza hasta la ciudad que intenta tomar.
Entabla combate con Héctor, pero el designio de los dioses le es
desfavorable. Apolo desarma a Patroclo y éste sucumbe ante el enemigo. En
torno a su cadáver hay enconadas luchas hasta que los griegos logran
rescatarlo.

El dolor de Aquiles por la muerte de Patroclo prodúcele gran conmoción. Su


madre, Tetis, le consuela en su dolor, exige al dios Vulcano nuevas armas
para su hijo.

Aquiles regresa al combate y depone de su cólera. Queda zanjada la disputa


con Agamenón. Briseida es devuelta al Pelida y éste regresa con mas brío al
campo de batalla.

El ejecito de Aquiles pone en fuga a las huestes troyanas y las hace


retroceder hasta sus propias murallas. Mueren muchos troyanos y el río
Escamandro se llena de cadáveres.

Héctor decide enfrentarse a Aquiles y lo espera bajo los muros de la Ciudad.


Aquiles lo acosa y lo persigue alrededor de las murallas. Héctor le hace
frente, pero el destino en la balanza de Júpiter indica que debe morir.
Aquiles, ayudado por la diosa Atenea, da muerte a Héctor, cuyo cadáver es
atado al carro del vencedor y arrastrado durante varios días por el campo.

Príamo, padre de Héctor, se traslada hasta la tienda de Aquiles y en tono


suplicante pude la entrega del cadáver de su hijo. Aquiles accede y los
troyanos tributan grandes honores a su héroe muerto.

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