Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
America en La Obra Del Padre Feijoo
America en La Obra Del Padre Feijoo
Introducción
Se ha concebido este trabajo, teóricamente, constan-
do de dos partes: vma que se dedica a expUcar el medio
cultural en que se desarrolla la obra del P. Feyoo, las co-
rrientes ideológicas del momento, con la consiguiente re-
percusión de las mismas en las visiones e interpretaciones
que se hacen de América, y otra ya más documental y
que se convierte en testigo de la supraestructura ideológi-
ca configurada por las propias noticias que Feijoo nos da
de América.
La primera parte se ha tratado de hacer a base de la
lectura de una bibhografía específica, aun cuando haya
que reseñar que aquella que a primera vista se presentaba
como más interesante por ceñirse más al tema no ha podi-
do ser consultada por hallarse siempre pubUcada en edito-
riales americanas, diarios de aquel país, revistas e incluso
69
MANUEL MENÉNDEZ COTO
La Ilustración
La Ilustración, que se extendió particularmente por
Francia, Inglaterra -y Alemania, se caracteriza ante todo
por su optimismo ante el poder de la razón y la posibiU-
dad de reorganizar a fondo la sociedad a base de princi-
pios racionales.
Procedente directamente del racionaUsmo del siglo
XVII y del auge alcanzado por la ciencia de la Naturaleza,
la época de la Ilustración ve en el conocimiento de ésta y
en su dominio efectivo la tarea fundamental del hombre.
La Ilustración no sostiene un optimisrno metafisico,
sino, como precisa Voltaire frente a Leibniz, el basado
única y exclusivamente en el advenimiento de la concien-
70
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEIJOO
71
MANUEL MENENDEZ COTO
Feijoo y el f e n ó m e n o ilustrado
Europa se desbordaba con el enciclopedismo, pero Es-
paña vivía aislada del movimiento. Feijoo, español de la
época, no puede considerarse ilustrado en el pleno senti-
do de la palabra. Tuvo abierto, si se quiere, su espíritu a
los aires innovadores y al mismo tiempo no desechó la
tradición. Conservó en todo momento sus creencias orto-
doxas. Podemos decir que fue un hombre de su tiempo al
que éste no arrastró ni integró. Su enciclopedismo fue
personalizado, sin depender de las corrientes europeas.
Fue enciclopédico de la época. En él podemos observar
un binomio curioso, de ansia renovadora más tradición na-
cional, que hundía sus raíces en los fondos oscuros de la
superstición, contra la que a pesar de todo tanto luchó,
pero que a veces enviaba a su espíritu oleadas de savia
confusa y pueril. De ahí que tengamos que hacer notar
72
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEUOO
73
MANUEL MENÉNDEZ COTO
74
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEUOO
75
MANUEL MENÉNDEZ COTO
76
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEIJOO
77
MANUEL MENÉNDEZ COTO
78
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEIJOO
79
MANUEL MENÉNDEZ COTO
Elpoblamiento de América
La P e y r è r e y los preadamitas
No vamos a detenemos aquí en el repaso de las diver-
sas teorías que hay sobre el poblamiento de América, sino
simplemente a dar escueta síntesis de aquella que prota-
gonizó Isaac de la Peyrère por haber defendido con todas
sus fuerzas la postura contraria el P. Feijoo. De este modo
podemos confrontar a ambos.
La teoría poUgénica de Peyrère sostiene que el pobla-
miento de cada continente había sido autóctono, lo que
exphcaría las diferentes razas. Esta concepción, como fá-
cilmente podrá adivinarse, fue muy revolucionaria, puesto
que la historiografía anterior venía manteniendo un único
origen del hombre que se centraba en Palestina. Se supo-
nía, como habían venido afirmando las Escrituras, que to-
dos los hombres provenían del bíbhco Adán; de ahí que
especialmente el estamento eclesiástico se mostrase, si
cabe, aun más afectado por tales afirmaciones revolucio-
narias que el resto de la sociedad.
La opinión de Peyrère fue duramente combatida por
el P. Feijoo. Su teoría suponía la existencia de preadami-
tas, es decir, que Dios había creado otros hombres en el
mundo antes de Adán. Se oponía, pues, a un único foco
de producción original humana. Hemos, por cierto, de
apuntar que con el paso del tiempo esta cuestión del poU-
genismo o unicentrismo aun sigue sin aclarar y se presenta
muy fecunda para tratar ciertos temas, como la neohtiza-
ción de América.
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEIJOO
Feijoo y el poligenismo
Vamos a dar paso a las mismas palabras del P. Feijoo
sobre el tema para comprobar literalmente de qué modo
lo entendía y explicaba: Esta cuestión es de mucha ma-
yor importancia que lo que a primera vista ocurre. Parece
una mera curiosidad histórica; y es punto en que se inte-
resa muchísimo la religión; porque los que niegan que los
primeros pobladores de la América hayan salido de este
nuestro continente para aquél consiguientemente niegan,
contra lo que como dogma de fe tiene recibido la Iglesia y
está revelado en la Escritura, que todos los hombres que
hay en el mundo sean descendientes de Adán; de donde
se sigue que todas las dificultades que ocurren en la trans-
migración de los primeros habitadores de la América des-
de nuestro continente a aquél, sirven de argumentos a los
espíritus incrédulos para impugnar el dogma de que Adán
y Eva fueron padres universales del humano linaje. A con-
tinuación se refiere a la fundamentación de la afirmación
preadamita, afirmando que dicen así porque en el mo-
mento en que existían ya hombres en América no había
medios mecánicos ni forma posible para pasar de este
continente a aquél, de lo cual se infiere que sus habitantes
no son descendientes de los de nuestro continente, por lo
que no deberían su origen a Adán ni Eva, sino a otros
hombres y hembras que habría creado Dios allí.
Feijoo responde de la siguiente manera: Puede res-
ponderse de tres maneras; puede decirse, lo primero, que
los antiquísimos pobladores de la América, no con desig-
nio formado, pasaron de este continente al otro, sí arre-
batados de alguna tempestad, cuya violencia pudo traspo-
nerlos a él, cuando su intento sólo era navegar a vista de
81
MANUEL MENÉNDEZ COTO
82
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEUOO
Diversas informaciones
El d e s c u b r i m i e n t o de A m é r i c a
Aquí vamos a optar por transmitir sin más lo que el P.
Feijoo nos dice de América, sin paramos en disquisiciones
ni conclusiones, como una transmisión de textos de la
época que lógicamente deben ser utilizados por el histo-
riador.
Concretamente y respecto al descubrimiento nos dice:
Luego que se ejecutó el feliz viaje del intrépido genovés
Cristóbal Colón a la América, todo el mundo le atribuyó
la gloria de ser el primer descubridor de aquellas vastísi-
mas regiones. La voz común aun hoy está por él. No obs-
tante esto, algunos transfieren la dicha de este descubri-
miento a un piloto español que andaba traficando en las
costas de Africa y, arrebatado de una violenta tempestad,
dio con su navio en la América. Dicen que éste de vuelta
aportó a la isla de Madera, donde a la sazón se hallaba Co-
lón, quien generosamente le acogió en su casa. Refirióle
el piloto a Colón toda su aventura y, muriendo poco des-
pués, le dejó todas sus memorias y observaciones, sobre
cuyo fundamento se animó después Colón a aquella gran-
de empresa. Al piloto español le dan unos un nombre y
otros otro.
83
MANUEL MENÉNDEZ COTO
La c o n q u i s t a
Nos dice Feijoo en sus Cartas eruditas y curiosas acer-
ca de este tema: No tiene duda que éstos (los españoles)
llenaron España de riquezas, pero después de inundar de
sangre la América; y de sangre no sólo de los bárbaros
indios, mas de los mismos españoles. ¡Qué teatro tan lle-
no de lástimas ofrece a la consideración aquel gran trozo
del mundo en las historias de aquellos tiempos!... No de-
soló tantas provincias la ambición en Europa, Asia y Afri-
ca, en el largo espacio de veinte siglos, como la codicia en
América en uno solo. Siendo tanto el estrago de los venci-
dos, no padecieron menos los vencedores. Ninguna gente
sufrió tantas ni tan duras calamidades como aquellos
conquistadores. El menor daño que recibieron fue el de
las flechas enemigas. Mucho más destrozo hicieron de
ellos el frío, el hambre, la sed y la fatiga... No sé si fue
más lastimoso que todo esto el que en varias ocasiones
unos españoles fueron pasto de otros. Así como algunos
iban muriendo de hambre, con sus descarnados cadáveres
daban alimento a los que restaban vivos...
Tan trágica fue la conquista de la América que hicie-
ron nuestras armas. A tanta costa se descubrieron sus mi-
nas. No hay vena de oro o plata en ellas que no haya he-
cho verter arroyos de sangre de las humanas venas. Estas
y otras cosas, en la misma línea, es lo que Feijoo nos co-
menta del hecho de la conquista, haciendo siempre hin-
capié en la enfurecida sed de oro y riquezas de los con-
quistadores y el desprecio de todo precepto moral y ético.
84
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEUOO
América y el oro
He aquí textos sobre el mito del oro americano: En la
América hay algunos países, o poblaciones imaginarias,
que fabricó en la fantasía de nuestros españoles la codicia
del precioso metal. Aquel ente de razón, "mons aureus",
monte de oro, que anda tanto en las plumas y bocas de
los lógicos, parece que tuvo su primer nacimiento en los
descubridores y comerciantes del nuevo mundo. De la co-
dicia, digo, de nuestros españoles nació el soñar que hacia
tal o tal plaga hay algún riquísimo país, y que después
inútilmente buscasen como verdaderas unas riquezas que
eran puramente soñadas. A veces nacía esto del embuste
de los indios, que, por apartar de sí a los españoles, pro-
curaban empeñarlos en el descubrimiento y conquista de
algún país riquísimo, que fingían hacia tal o tal parte.
Feijoo intercala, como es habitual en su obra, adverten-
cias moraUzadoras: La verdad es que los sueños de la codi-
cia, permitiéndolo así Dios para que se propague la fe,
han imaginado montes de oro. Por la parte de la América
septentrional, en la gran Quivira, que tantas diligencias y
desvelos costó a muchos españoles; por la parte de la aus-
tral, en la rica "ciudad del sol", cerca de Línea; en las ciu-
dades de los Césares, junto al estrecho de Magallanes; y
en la tierra del Partiti, junto al Marañan; sin que hayan
hallado los que hayan tomado esta empresa otra cosa más
que unas tierras pobres habitadas de indios bárbaros que,
ya rancheados junto a los esteros de los ríos, ya embreña-
dos en los picachos de los montes, añaden al maíz lo que
pescan y lo que cazan; y principalmente se sustentan de
comerse unos a otros...
En resumen, América no tuvo nunca tanto oro como
se ha dicho y el mito ha influido mucho en la concepción
85
MANUEL MENÉNDEZ COTO
La p r o p a g a c i ó n de la fe
El mayor honor que de tantas conquistas recibió el
reinado de D. Fernando y Dña. Isabel no consistió en lo
que éstas engrandecieron el Estado, sino en lo que sirvie-
ron a la propagación de la fe, nos dice Feijoo. Cuanto ca-
mino abría el acero español por las vastas provincias de la
América, otro tanto terreno desmontaba para que se de-
rramase y fructificase en él la evangélica semilla. Este be-
neficio grande del mundo, que empezó felizmente en
tiempo de los Reyes Católicos, se continuó después in-
mensamente en el de su sucesor el Emperador Carlos V,
en que nos ocurre celebrar una admirable disposición de
la Divina Providencia enlazada con una insigne gloria de
España... Si volvemos los ojos a la América, con gran con-
86
AMERICA EN LA OBRA DEL PADRE FEIJOO
87